Relaciones Entre La Logica Form - E. W. Beth, Jean Piaget

download Relaciones Entre La Logica Form - E. W. Beth, Jean Piaget

If you can't read please download the document

Transcript of Relaciones Entre La Logica Form - E. W. Beth, Jean Piaget

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 77

    de una gran lgica, digamos la yooo, es preciso recurrir a prin-cipios que excedan del marco de T 000

    Con objeto de restablecer el equilibrio, voy a mencionar siquiera algunos resultados que hagan visible el alcance posi-tivo de los teoremas de Godel. Supongamos que se tengan dos sistemas formales, T' y T", y que este ltimo permita asentar la no contradiccin del primero; en tal caso cabe concluir que los recursos de T" exceden a los de T', o sea, que T" es ms fuerte que T'. J. G. Kemeny (1949) ha demostrado que la teo-ra de conjuntos de Zermelo es ms fuerte que la teora russel-liana de los tipos lgicos, y J. Barkley Rosser (1954), que el sistema quiniano de los New Foundations [of Mathematical Logic (1937, revisado en Quine, 1953] es ms fuerte que aquella teora de conjuntos; as pues, los resultados de Godel nos permiten evaluar la fuerza relativa de las diversas grandes lgicas.

    21. La deduccin natural: Gentzen, Curry, Lorenzen.-Estos ltimos resultados exceden con mucho el cuadro inicial de la metamatemtica hilbertiana. Ahora bien, es palmario que semejante cuadro era excesivamente limitado: incluso para demostrar la no contradiccin de la aritmtica elemental es preciso salirse del marco de esta disciplina; mas, por otra par-te, este problema se convierte en algo casi trivial si se echa mano de los recursos de la teora de conjuntos.

    Queda an, sin embargo, una cuestin que no hemos plan-teado todava: pues podra intentarse demostrar la no contra-diccin de la aritmtica elemental con los mtodos ms dbi-les posibles. En este orden de ideas deben mencionarse en primer lugar los trabajos de Gentzen; y voy a examinar, prin-cipalmente, el nuevo mtodo de este autor para formalizar la lgica -o, ms bien, para describir el razonamiento deduc-tivo.

    Supongamos que se pretenda asentar la no contradiccin de un sistema determinado de axiomas, A, para la aritmtica elemental. Es sabido que el sistema A permitir deducir, entre otras, la frmula 1 = 1; por consiguiente, para que A sea no contradictorio es necesario y suficiente que no pueda deducir-se en l la fmula 1 :;t:1; y bastar, pues, con mostrar que no

  • 78 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    es posible realizar una deduccin de esta ltima frmula a partir de A.

    Si una frmula, a la que llamaremos X, puede extraerse de los axiomas A, existir, en general, una gran cantidad de de-ducciones posibles. De ah que en una investigacin que quiera mostrar que ciertas frmulas X no son deductibles est indi-cado limitar de antemano las posibilidades de deduccin; si bien ser preciso, evidentemente, que cualquier frmula, X, que fuese deductible antes de introducir tales restricciones conti-ne sindolo tras haberlas introducido. Con esta finalidad, Her-brand haba sealado que poda fijarse para las deducciones una forma cannica; continuando esta idea, Gentzen ha intro-ducido la nocin de deduccin sin rodeos. El ideal consiste, evi-dentemente, en no admitir ms que una sola deduccin para cada frmula deductible, X; y entonces, si una frmula deter-minada (1 =/::-1, por ejemplo), es demostrable, cabr caracterizar a priori su deduccin.

    Las observaciones que siguen valdrn para preparar el es-tudio de los mtodos de Gentzen.

    1.0 Supongamos que se plantee el problema de deducir, pare tiendo de ciertas premisas, K, la conclusin U--* V; para resol-ver este problema sera un paso muy natural aadir a las pre-misas la frmula U y tratar de deducir la conclusin V a partir de (K U).

    2.0 Vamos a suponer ahora que para deducir cierta con-clusin, L, contemos con la premisa U--* V (adems de con otras premisas, K); para sacar partido de la premisa U--* V ser na-tural que intentemos

    1) deducir la conclusin U a partir de las premisas K y U--* V, y

    2) deducir la conclusin L a partir de las premisas K, U--* --*V y V.

    3.0 En el caso 2.0 , parte 1), puede suceder que al intentar deducir U se encuentre uno con una deduccin de la conclusin inicial, L; entonces habr quedado resuelto el problema ini-cial; por ello puede formularse de nuevo la propuesta 1) en el sentido de que lo que se intentar es

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 79

    1) deducir a partir de las premisas K y U~ V, o bien la conclusin L o la conclusin U.

    4.0 En los dos casos que acabamos de examinar, la deduc-cin inicial, que habamos planteado como el problema a re-solver, se reduce a una o dos deducciones ms sencillas; pues estas deducciones subordinadas se distinguen de la deduccin inicial, ya sea por haberse aadido nuevas premisas (casos 1.0 y 2.0 , 2), ya por ofrecer, a eleccin, una nueva conclusin (casos 1.0 y 2., 1).

    5.0 El hecho de que la reduccin de una deduccin pro-puesta pueda dar lugar a unas deducciones subordinadas que ofrezcan, a eleccin, diversas conclusiones, explica por qu ad-mite Gentzen, en general, deducciones en las que entren en jue-go desde el principio, junto a un nmero cualquiera de pre-misas, un nmero cualquiera de conclusiones. Si bien, de acuer-do con lo que es usual, las premisas se utilizan simultneamen-te (en el sentido de que las tendremos todas a nuestra dispo-sicin en cada una de las deducciones subordinadas), en tanto que las conclusiones, por el contrario, se toman en considera-cin alternativamente (en el sentido de que en cada una de las deducciones subordinadas que se obtengan al ir reduciendo su-cesivamente la deduccin inicial bastar con llegar a una fr-mula cualquiera que elijamos de entre las conclusiones).

    6.0 Subrayemos, por fin, que las nuevas frmulas que la reduccin de la deduccin propuesta introduce a ttulo de pre-misas o de conclusiones adicionales son siempre subfrmulas (o frmulas parciales) de las frmulas que tuviramos en la de-duccin inicial como premisas o como conclusiones. En el caso de la lgica de enunciados, de esta observacin se sigue que una serie de reducciones sucesivas ha de tener siempre final.

    Tras todas estas observaciones heursticas voy a exponer una versin simplificada del mtodo de deduccin segn Gent-zen, en la medida en que este mtodo se aplica a una versin restringida de la lgica de enunciados (clsica o bivalente), en la que no entren ms [operadores proposicionales] que la ne-gacin(-) y la implicacin [material](~); y llamaremos Fa un sistema de esta ndole.

  • 80 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    Vamos a emplear la siguiente notacin para toda deduccin propuesta (o problema deductivo) caracterizado por las Premi-sas Ut, Uz, ... , U m y las conclusiones V1, Vz, ... , Vn:

    Premisas

    Ut Uz

    Conclusiones

    Vt Vz o

    Premisas Conclusiones

    K L

    De todo diagrama de estos tipos diremos que se trata de una secuencia. Tomadas en conjunto, las premisas constituyen el antecedente, y las conclusiones, el consecuente de la secuen-cia; y a menudo emplearemos las notaciones K, K', K", ... y L, L', L", respectivamente, para el antecedente y el consecuente, ya sea tomados ntegramente o en parte. El orden relativo de las frmulas, tanto en el antecedente como en el consecuente, carece de importancia.

    Bastar desarrollar un poco esta notacin para formular f-cilmente unos esquemas de reduccin de secuencias 5:

    Premisas Conclusiones

    K L

    (ia) u u

    Premisas Conclusiones

    K L U-+V

    (iia) (i) l(ii~ (i) 1 (ii) u

    Premisas

    K

    (iii) u

    Premisas

    K

    u Premisas

    K

    u

    Conclusiones

    L u

    Conclusiones

    L u

    Conclusiones

    L U-+V

    V

    5 Nota del editor.-Hemos conservado la notacin original del autor (cifras romanas minsculas, i, ij, iij, iv, ... ) en estos esquemas de reduccin y en los cuadros semnticos, lo mismo que se haca en el

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 81

    En estos esquemas se escriben las secuencias resultantes de la reduccin como continuaciones de la secuencia inicial, si bien no se repiten ni el antecedente ni el consecuente de sta (que se encontraban por encima de la lnea horizontal). Vamos a expli-car en pocas palabras los distintos esquemas.

    Con respecto a (ia).-Si en el antecedente aparece la frmu-la U, se aade al consecuente la frmula U; pues si en alguna deduccin subordinada se llegase a la conclusin U, el antece-dente, que incluye la premisa U, quedara reducido al absurdo, y ello justificara toda conclusin, y, en particular, todas y cada una de las conclusiones contenidas en L.

    Con respecto a (ib).-Si en el consecuente aparece la frmu-la V, se aade al antecedente la frmula U, apelando al princi-pio del tercio excluso: pues, o bien se tiene U, cosa que justifi-cara la adjuncin al antecedente de la frmula U, o bien se tiene V, lo cual justificara que en el consecuente se encuentre la conclusin tJ.

    Con respecto a (iia).-Es el caso 2.0 de hace un momento.

    Con respecto a (iib).-Es el caso 1.0 arriba examinado.

    Con respecto a (iii).-Si en el antecedente y en el consecuen-te aparece una y la misma frmula, es evidente que cabe hacer la deduccin, lo cual vuelve superflua toda reduccin; cierre que se expresa por la doble lnea horizontal.

    De acuerdo con las ideas de Gentzen, los esquemas de re-duccin nos permiten, en general, reducir una secuencia a otras secuencias ms sencillas (cf. el apartado 4.0 ); y es claro que, a su vez, estas ltimas podrn someterse a otra reduccin, y as sucesivamente. Cabe representar mediante un cuadro deduc

    artculo ya publicado en los

  • 82 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    tivo una serie de secuencias resultante de las reducciones su-cesivas efectuadas a partir de cierta secuencia inicial.

    Premisas Conclusiones

    (1) A (4) e (2) c~cA~B) (3) A~ (B~ C)

    (i) (ii) (i) (ii) (6) B~e (S) A

    (iii) (iv) (iii) (iv) (8) A~B (7) e

    (v) (v) (9) e

    (vi) (viii) (vi) (vii) (11) B (lO) A

    ( viii) (ix) ( viii) (ix) (13) e (12) B

    De la observacin 6.a se sigue que en el caso que nos ocupa toda serie de reducciones sucesivas del tipo descrito tiene que llegar siempre a un final; y si entonces, todas y cada una de las secuencias finales permiten la aplicacin del esquema (iii), puede comprobarse que, de hecho, la deduccin inicial habr resultado ser posible. Pero conviene que ilustremos la situa-cin por medio de un ejemplo concreto.

    Vamos a mostrar que partiendo de las premisas A, c~(A~ B) y A~ (B ~e) se puede deducir la conclusin e; al hacerlo obtenemos el cuadro deductivo de esta pgina.

    Mas antes de continuar voy a explicar la construccin de

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 83

    este cuadro analizando sus sucesivas etapas. En primer trmi-no aplicamos el esquema de reduccin (iia), tomando la premi-sa (3) como frmula U -+V; de este modo la deduccin pro-puesta se reduce a dos deducciones subordinadas, que son las siguientes:

    (i) partiendo de las premisas (1) a (3), deducir, o bien la conclusin aadida (S) o la conclusin inicial (4); pro-blema que se resuelve inmediatamente aplicando una vez el esquema de cierre (iii), y

    (ii) partiendo de las premisas (1) a (3) y la premisa aa-dida (6), deducir la conclusin (4); problema que no cabe resolver ms que tras efectuar varias reduccio-nes sucesivas.

    Continuacin de (ii). - Si tomamos ahora la premisa (2) como frmula U---+ V del esquema (iia), esta deduccin se re-duce a dos deducciones subordinadas, o sea, a las siguientes:

    (iii) partiendo de las premisas (1) a (3) y (6), deducir, ya sea la conclusin aadida (7), ya la conclusin inicial (4); y

    (iv) partiendo de las premisas (1) a (3) y (6), y de la pre-misa aadida (8), deducir la conclusin (4).

    Continuacin de (iii).-Podemos elegir cualquiera de las dos conclusiones (7) y (4), por lo cual trataremos de llegar a la con-clusin C. En este caso est indicado recurrir a un razonamien-to indirecto fundado en la suposicin de que se tenga e, razo-namiento que constituye la deduccin (v), subordinada a la (iii) y que da lugar a un resultado inesperado: en lugar de llegar a la conclusin a que nos dirigamos, (7), nos encontramos direc-tamente con la (4); ahora bien, al explicar el esquema de re-duccin (ib) -que es el que hemos aplicado para pasar de la deduccin (iii) a la (v)-, habamos observado que un resulta-do inesperado de esta ndole permite considerar terminada_ la segunda deduccin -esto es, la (v), en nuestro caso- apelan-do al principio del tercio excluso; de modo que ahora tenemos, o bien e, cosa que justificara la adjuncin de la premisa e, y,

  • 84 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    por consiguiente, la aceptacin de la conclusin (4), o bien C, lo cual justificara la aceptacin de la conclusin (7), que ha-bamos tenido en cuenta en primer lugar. As pues, como la deduccin subordinada (v) ha quedado acabada, la (iii) tam-bin habr terminado.

    Continuacin de (iv).-Aplicamos de nuevo el esquema (iia), tomando esta vez la premisa ( 8) como frmula U ~ V; y as obtenemos dos deducciones subordinadas, la (vi) y la (vii). La deduccin (vi) lleva inmediatamente a la conclusin (10).

    Continuacin de (vii). - Una ltima aplicacin del esque-ma (iia), con la premisa (6) como frmula U~ V, da lugar a dos deducciones subordinadas (viii) y (ix), que originan respec-tivamente las conclusiones ( 12) y ( 4 ).

    Ahora bien, el xito de las deducciones (viii) y (ix) implica el de la deduccin (vii), el xito de las deducciones (vi) y (vii) implica el de la (iv), y el de las (iii) y (iv), el de la deduccin (ii); y, por fin, el xito de las deducciones (i) y (ii) implica el de la deduccin inicial.

    Hay que decir en primer lugar que un cuadro deductivo de esta ndole no constituye una deduccin propiamente dicha, sino que representa, ms bien, un anlisis de las posibilidades de efectuar la deduccin inicial. Y cuando -como sucede en el ejemplo que hemos puesto- todas y cada una de las deduc-ciones correspondientes a las secuencias finales se acaban en una aplicacin del esquema de cierre (iii), este anlisis hace ver que, de hecho, cabe efectuar la deduccin propuesta por cual-quier mtodo deductivo, con tal de que el que se quiera utili-zar permita las reducciones y el cierre de una deduccin segn estn representados, respectivamente, por los esquemas (ia) a (iii).

    Ahora bien, hay numerosos mtodos deductivos que cum-plen esta condicin; y no tenemos necesidad de ir a buscarlo muy lejos, ya que podemos obtener un mtodo deductivo su-mamente conveniente: a saber, el sistema formal F, supuesto que admitamos que un cuadro deductivo cerrado cualquiera efecta la deduccin propuesta, o sea, la correspondiente a su secuencia inicial. As, por definicin, el sistema F permitir las

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 85

    reducciones y el cierre que se realicen de acuerdo con los es-quemas (ia) a (iii).

    (Si quisiramos estar de acuerdo con la costumbre estable cida, sera preciso invertir los esquemas (i) y (ii), de modo que tales esquemas de reduccin se convirtieran en esquemas de deduccin. Si, momentneamente, empleamos la notacin que sigue para las secuencias,

    U1, Uz ... , U m 1- V1 Vz ... , Vn O K 1- L,

    (subrayando de nuevo que el orden relativo de las frmulas en el antecedente y en el consecuente carece de importancia), obtenemos, como base del sistema F, los esquemas deductivos y el esquema axiomtico siguientes:

    K, U 1- L, U

    K, U 1- L

    K, U 1- L, iJ

    K 1- L, U K, U -+ V 1- L, U y K, U -+ V, V 1- L

    K, U-+ V 1- L

    K, U 1- L, U -+,V, V (iib) -------- (iii) K, U 1- L, U

    K 1- L, U-+ V

    Sin embargo, bajo esta forma el sistema F presentara el inconveniente de todas las versiones corrientes del sistema LK de Gentzen: el de permitir deducciones con rodeos. Estas se deben a una eleccin no ptima de los momentos de aplicacin del esquema (iii) al comienzo de la deduccin; pero en su for-ma original el sistema F no permite tales elecciones.

    Otra ventaja de la forma original es que permite relacionar muy estrechamente este sistema y el sistema NK de Gentzen.

    Ms adelante haremos ver que el sistema Fes completo. Nuestro sistema formal constituye, por as decirlo, una sn-

    tesis de los sistemas LK y NK de Gentzen, lo cual presenta to-dava otras ventajas adicionales: en particular, no se suscita el problema de la reduccin de una deduccin cualquiera a una

  • 86 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    de forma cannica o sin rodeos, ya que en el sistema F no estn permitidas sino las deducciones de forma normal o sin rodeos, en el sentido de Herbrand y de Gentzen.

    Una vez dada la secuencia inicial para una deduccin pro-puesta, la construccin del cuadro deductivo queda prescrita de forma casi unvoca: para cada frmula que aparezca no hay ms que un solo esquema de acuerdo con el cual quepa tra-tarla; lo nico que cabe elegir es el orden relativo de trata-miento>> de las distintas frmulas, de modo que si se fija tal orden no queda sino una sola manera de proceder. En especial, la eleccin de los momentos de aplicacin del esquema de cie-rre, (iii), est determinada por los datos del problema.

    Lo que tiene inters desde un punto de vista filosfico es que -como veremos en el 23- quepa determinar en forma sencilla y completa la construccin de los cuadros deductivos valindose de consideraciones semnticas apoyadas (en el caso actual) en la significacin de los smbolos '-' y '---?'.

    Tal vez esta circunstancia explique por qu ciertos autores, especialmente Curry 6 (aunque en Carnap y en Lorenzen encon-tramos concepciones semejantes) han sentado el principio de que la significacin de cada concepto est determinada por las condiciones bajo las cuales se lo introduzca en el discurso. Sin embargo, en mi opinin, esta forma de ver las cosas, sin duda alguna inspirada por el formalismo hilbertiano, no es correcta; pues la aceptacin de la ptica formalista se ha debido a una situacin histrica sumamente peculiar, que fue resultado del descubrimiento de las paradojas lgicas y de la esperanza de poder justificar las matemticas clsicas por medio de una de-mostracin de no contradiccin que no recurriese ms que a los razonamientos ms elementales; ahora bien, hemos compro-bado que, en virtud de los resultados de Godel, semejante es-peranza es vana. En tales circunstancias, el formalismo puede seguir constituyendo un punto de vista sumamente til en el contexto de una investigacin particular determinada, pero no es aceptable, en absoluto, en cuanto filosofa completa de la lgica y de las matemticas.

    Por otra parte, la negacin y la implicacin se han empleado

    6 CURRY, 1957, pg. 25.

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 87

    desde la antigedad con la significacin tcnica>> que se les atribuye en la lgica contempornea. Fueron especialmente los estoicos quienes demostraron tener unas ideas muy claras al respecto y comprender perfectamente su importancia para los fundamentos de la lgica; en ellos, la construccin de la lgica formal estaba enteramente de acuerdo con la significacin tc-nica que atribuan a la negacin, la implicacin y las dems constantes lgicas; pero el nivel de rigor que alcanzaron no per-mitira, en modo alguno, determinar la significacin de las cons-tantes lgicas, de acuerdo con el programa de Curry, a partir de las condiciones en las que se las introduzca en el discurso; y si en algunas ocasiones presentaron las leyes y reglas de la lgica formal bajo una forma puramente axiomtica, no deja-ron, con todo, de justificar esta axiomatizacin apelando a la significacin de las constantes lgicas, significacin que daban siempre por supuesta.

    En los comienzos de la lgica moderna, la significacin tc-nica de estas constantes constitua un dato ms que un pro-blema; as, Frege consigui presentar la primera formalizacin adecuada de la lgica teniendo en cuenta tal significacin (o bien, su denotacin y su sentido). La construccin de una for-malizacin abstracta que permita, por decirlo as, descifrar los smbolos utilizados constituye un camino iniciado ms re cientemente; pero esta construccin, aunque sin duda suma mente interesante, es tambin desde el punto de vista del pen-samiento real, sumamente artificial.

    22. La sintaxis y la semntica.-Vamos ahora a detener-nos, a ttulo de ilustracin, en dos enunciados metamatemti-cos, que son los siguientes:

    1) al aplicar el modus ponens a las premisas

    7 > 2 --+ 7 + 1 > 2 y 7 > 2, se obtiene la conclusin

    7 + 1 >2;

    2) la frmula (x) (By) (x

  • 88 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    El primer enunciado tiene un carcter puramente formal, y para comprobar que es vlido basta darse cuenta de la for-ma tipogrfica de las tres frmulas que entran en l. Mas el segundo enunciado, por el contrario, no es de ndole puramente formal: para comprobar su validez es preciso tener en cuenta el hecho de que las variables X e Y se refieren al dominio de los nmeros naturales, dominio que resulta ordenado por la relacin que hemos simbolizado con

  • FORMAL Y EL PENSAlVIIENTO REAL 89

    satisfaga ciertas condiciones muy razonables y que, por consi-guiente, es imposible sentar un sistema deductivo, ro, que posea propiedades razonables y abarque todas las frmulas verdade-ras de la aritmtica.

    Independientemente de los resultados godelianos, Tarski {1929) ha demostrado la imposibilidad de reducir el concepto de verdad (particularmente en la medida en que es aplicable a los enunciados aritmticos) al de demostrabilidad en un sis-tema deductivo apropiado, ro. Es evidente que entre ambos grupos de resultados existen relaciones muy estrechas, si bien no nos vamos a ocupar de ellas en este trabajo.

    En virtud de todo este conjunto de resultados, se impone distinguir con toda claridad entre dos sectores de la metama-temtica, a los que se suele denominar, respectivamente, sinta-xis y semntica.

    La sintaxis, cuya formalizacin se debe principalmente a Carnap (1934), conserva el severo formalismo que caracteriza-ba a la metamatemtica hilbertiana, por ms que haya abando-nado las restricciones derivadas del finitismo de Hilbert. La semntica, desarrollada por Tarski a partir de 1929, abandona el formalismo y el finitismo.

    As, pues, la sintaxis constituye una primera ampliacin de la metamatemtica, segn Hilbert. Pues, por ejemplo, permite introducir conjuntos y sucesiones arbitrarios (lo mismo finitos que infinitos) de frmulas, lo cual da lugar, por mediacin de los nmeros de Godel, a la introduccin de conjuntos y suce-siones arbitrarios de nmeros naturales; ahora bien, el estudio de semejantes conjuntos y sucesiones excede de los dominios de la aritmtica elemental y pertenece al anlisis.

    La semntica admite tambin que se introduzcan conjuntos y sucesiones arbitrarios de frmulas, pero, adems, hace inter-venir un aparato conceptual que permite estudiar la significa-cin de ciertos smbolos y la verdad o falsedad de ciertas fr-mulas. Este proceder ha suscitado vivas protestas, por ser in-compatible con algunas concepciones muy generalizadas, segn las cuales, en particular,

    1) los conceptos de significacin, de verdad y de falsedad conllevan un elemento psicolgico que impide realizar

  • 90 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    un anlisis que pretenda alcanzar el nivel del rigor ma-temtico, y

    2) los conceptos mencionados, en la medida en que se los aplique a smbolos y enunciados matemticos, apelan a una concepcin realista acerca de las entidades mate-mticas.

    Por ejemplo, segn la concepcin 1), para analizar la signi-ficacin de la cifra 3 sera preciso apelar a investigaciones psicolgicas referentes a las circunstancias en las que se utili-ce y comprenda semejante cifra. Y, de acuerdo con la concep-cin 2), al atribuir a esta cifra una significacin determinada postulamos forzosamente la existencia de cierta entidad pla-tnica cuyo nombre sera precisamente la cifra 3.

    En opinin de Tarski, la fuente de las dificultades que se hallan en la construccin de una semntica exacta y deduc-tiva se encuentra en otra parte. Sea Tuna teora formalizada tal y como la descrita en el 20, y sea MT la metamatemtica en sentido ampliado que le corresponda (por consiguiente, MT habr de incluir, adems de la metamatemtica segn Hilbert, la sintaxis y la semntica del sistema T). A travs de los nme-ros de Godel cabr aritmetizar en T cierta parte de MT, por ejemplo, MT0 ; y vamos a suponer, en particular, que MT0 per-mita formular la siguiente condicin:

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 91

    Aclaracin de 2).-Puesto que tanto V(p0 ) como Q(q0 ) son verdaderas, la implicacin [material] V(p0 )--+ Q(q0 ) tambin lo ser.

    II) Sin embargo, es imposible que tanto V(p 0 ) como V(p0 )--+ Q(q 0 ) sean frmulas demostrables en T; pues si lo fue-sen ambas, tambin lo sera Q(q0 ), lo cual contradira al primer teorema de limitacin.

    Ahora bien, esta conclusin hace patente el carcter inade-cuado de MP en cuanto aparato semntico: si V(p0 ) no es de-mostrable en T, es que no es posible demostrar en MTo que Q(q0 ) es una frmula verdadera; y si V(p0 ) -4 Q(q0 ) no es de-mostrable en T, entonces no se podr demostrar la proposicin S Q(q0 ) es verdadera, se tiene Q(q0 ).

    Mas no se trata de un mal irremediable: del hecho de que MP sea inadecuada no se deduce que lo sea tambin MT. Pero el razonamiento de Tarski hace ver que, con objeto de cons-tituir un aparato semntico adecuado, MT tiene que ser esen-cialmente ms rica- que su subsistema MT0 (el que es suscep-tible de traduccin a T); y la construccin efectiva de un sistema MT idneo mostrar luego qu equipo complementario habr que instalar en MT.

    23. El mtodo de los cuadros semnticos.-La compren-sin del presente pargrafo ser muchsimo ms fcil si el lec-tor quiere olvidar momentneamente cuanto hemos dicho has-ta aqu acerca de la deduccin lgica: ahora se trata de abor-dar la cuestin por un mtodo enteramente nuevo; y ms tar-de sealaremos las relaciones existentes con lo que hemos estu-diado anteriormente.

    Supongamos que se quiera comprobar cul es la fuerza de-mostrativa de los dos razonamientos siguientes:

    (I)

    Ningn mamut es un pavo real

    Todo saltamontes es un ma-mut.

    :. Ningn pavo real es un sal-tamontes.

    (II)

    Algunos pavos reales no son mamuts.

    Algunos mamuts no son salta-montes.

    . .Algunos pavos reales no son saltamontes.

  • 92 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    Vamos ahora a considerar, juntamente con estos dos, to dos los razonamientos que cabe obtener al sustituir.

    mamut por manat, mandril, merluza, mirlo, morueco, mur-cilago, ... ,

    pavo real por pantera, perdiz, perezoso, petirrojo, pitn, puma,

    ... ,y

    saltamontes por sano, salamandra, salmn, sardina, serpiente, somormujo, ...

    De los innumerables razonamientos que se obtendrn al proceder de esta forma voy a citar solamente dos, como ejem-plo:

    (1')

    Ningn manat es un peti-rrojo.

    Toda sardina es un manat.

    . Ningn petirrojo es una sar-dina.

    (II')

    Algunas pitones no son mirlos.

    Algunos mirlos no son serpien-tes .

    . .Algunas pitones no son ser-pientes.

    Ahora bien, el razonamiento (II') presenta la particularidad de que las dos premisas son verdaderas, pero la conclusin es falsa. Esta es la razn por la que denegamos toda fuerza de-mostrativa no slo a (II'), sino asimismo a (II) y todo razona-miento que tenga igual forma que stos.

    Observacin l.-Decimos que dos razonamientos tienen la misma forma cuando se obtienen uno a partir del otro por sus-titucin de los trminos del tipo que entre en cuestin.

    Por otra parte, de todos los razonamientos resultantes a partir del (I) mediante una sustitucin de trminos no hay nin-guno que tenga las premisas verdaderas y la conclusin falsa; y por esta razn atribuimos fuerza demostrativa al razonamien-to (1) y a cualesquiera otros con la misma forma.

    1) Se dice que la sustitucin de los trminos originales ma-mut, pavo real y saltamontes por mirlo, pitn y serpiente, res-

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 93

    pectivamente, proporciona un contraejemplo, que permite re-cusar la [pretendida] fuerza demostrativa del razonamiento (II). As pues, valindonos del concepto de contraejemplo po-demos enunciar el criterio fundamental de la fuerza demostra-tiva.

    Para que un razonamiento tenga fuerza demostrativa no tie-ne que admitir ningn contraejemplo.

    Este criterio se ha aplicado y reconocido desde el primer momento en que los hombres se han esforzado por razonar de manera lgica; y, entre otros, lo utilizaron Platn y Aristteles. Cabe suponer que se ha aprendido a evitar los raciocinios no concluyentes a medida que los adversarios los rechazaban me-diante contraejemplos apropiados; sin embargo, slo muy re-cientemente ha salido a la superficie el fundamental carcter de este criterio. Vamos a ver inmediatamente que es posible ex-traer directamente de l los principios de un mtodo de deduc-cin formal enormemente sencillo y transparente.

    2) Segn parece, en todo raciocinio intervienen ciertos ele-mentos que admiten ser sustituidos, a los cuales llamamos tr-minos, y que en el caso de nuestros ejemplos eran mamut, pavo real y saltamontes. Adems existen otros elementos a los que no afecta la sustitucin de trminos. Aqullos determinan el contenido del razonamiento del caso, y stos caracterizan su forma. Cindonos a los ejemplos dados, cabe caracterizar las respectivas formas de los dos razonamientos mediante los si-guientes esquemas:

    (JO)

    Ningn M es un P Todo S es un M. :, Ningn P es un S.

    Algunos P no son M. Algunos M no son S. :. Algunos P no son S.

    La fuerza demostrativa de los raciocinios no depende ms que de su forma. Dicho de otro modo: si un razonamiento de una forma dada es concluyente, igualmente lo ser cualquier otro que tenga igual forma que l; y si un razonamiento de una forma dada no es concluyente, tampoco lo ser ningn

  • 94 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    otro de su misma forma. En concreto, todo raciocinio de la forma (1), que constituye el llamado modo CELANTES de la silogstica tradicional, ser concluyente, en tanto que todo el que tenga la forma (Il0 ) no lo ser. As encontramos una ex-presin completa del carcter formal de la lgica en tanto que teora del raciocinio.

    3) Hay algo en el procedimiento que acabamos de aplicar que no es enteramente satisfactorio, y es el hecho de que la bsqueda de un contraejemplo se efecte al azar: pues si da-mos con uno, ser evidente que el raciocinio en cuestin no era concluyente, pero si, pese a tentativas largas y pacientes, no encontramos ningn contraejemplo apropiado, ello no prue-ba, en modo alguno, la fuerza demostrativa del razonamiento dado.

    Para obviar este inconveniente, que es inherente al proce-dimiento empleado, basta completarlo de tal manera que la bsqueda del contraejemplo no se realice al acaso, sino siste-mticamente; y entonces, al comprobar el fracaso de la bs-queda, podremos estar seguros de que no existe contraejemplo alguno apropiado y de la fuerza demostrativa del raciocinio dado.

    4) Expresando los raciocinios mediante frmulas se sim-plificar considerablemente la descripcin del procedimiento as ampliado (o mtodo de los cuadros semnticos); vamos a utilizar los smbolos siguientes:

    1) los trminos indeterminados A, B, C, ... ,M, P, S; 2) los nombres individuales indeterminados a, b, e, ... ; 3) las variables individuales x, y, z, ... ; 4) la negacin, -, la adyuncin *,V, la conyuncin, &, y

    la implicacin [material, o sea, el condicional], --+,y

    * Empleamos, siguiendo a LoRENZEN (Formale Logik, Berln, W. de Gruyter ( para este smbolo, y no la casi universalmente adoptada de disyuncin>> [disjonction, disjunc-tion, Disjunktion], que slo puede dar lugar a la mala inteligencia de interpretar su papel anlogamente al O>> excluyente (aut ... aut ... , en latn), y no, segn debe ser, corno equivalente al O incluyente ( ... vel ... , en latn). (N. del T.)

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 95

    S) los cuantificadores universales (x), (y), (z) ... , y los cuan-tificadores existenciales (Ex), (E y), (Ez), .. .

    A partir de tales smbolos construimos primeramente las frmulas atmicas,

    6) A(a), A(b), A(c), ... , A(x), A(y), ... , B(a), B(b), ... , B(x), ... , C(a), ... ,M( a), M(b), ... , M(x), ... , P(a), ...

    A continuacin construimos frmulas compuestas siguien-do las reglas

    7) si U es una frmula, tambin sern frmulas U, (x)U, (y)U, ... , (Ex)U, (Ey)U, ... ,y

    8) si U y V son frmulas, tambin lo sern U V V, U & V y u~v.

    Observacin l.-Para evitar que Se confundan las variables libres con las ligadas es preciso someter a ciertas restriccio-nes la aplicacin de las reglas 7) y 8). En caso de que una fr-mula, U, incluya una parte (x)W o (Ex)W y tal que x aparezca en W, se dir que x est ligada en (dicha parte de) U; y si x aparece en U sin estar ligada, se dir que est libre en esta fr-mula. [Y las restricciones mencionadas son las que enunciamos a continuacin.] Las frmulas (x)U y (Ex)U no podrn cons-truirse ms que si x est libre en U, y lo mismo suceder con y, z, ... Adems, no se podrn construir las frmulas U V V, U & V y U ~ V ms que en caso de no haya ninguna variable que est libre en U y ligada en V, o a la inversa.

    Con U, V, W, ... simbolizaremos, en general, frmulas cerra-das, esto es, que no contengan variables libres; en cambio, U(x), U(y), ... , V(x), ... sern frmulas en las que la variable in-dicada estar libre; y, anlogamente, x e y estarn libres en U(x, y), etc.

    Observacin 2.-Con frecuencia conviene admitir trminos

  • 96 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    relacionales indeterminados, R, T, ... Estos trminos aparecern en frmulas atmicas del gnero de las siguientes:

    R(a, a), R(a, b), R(a, e), ... , R(a, x), R(a, y), ... , R(b, a), R(b, b), ... , R(b, x), ... , R(c, a), ... , R(x, a), R(x, b), R(x, x), ... , R(x, y), ... , R(y1 a), ... , R(y, x), ...

    (En ocasiones se emplean los smbolos A, B, ... como aser-ciones indeterminadas sin analizar.)

    S) Al interpretar las frmulas se refiere uno a cierto do-minio, D, de objetos individuales. Los trminos A, B, C, ... re-presentarn, entonces, los predicados A, B, C, .. . , aplicables a los objetos de D; los nombres indeterminados a., b, e, ... deno-tarn los objetos a, b, e, ... de D, mientras que los variables x, y, z, ... abarcarn [todas y cada una de ellas] todos los obje-tos de D.

    Entonces, A(a) expresa la atribucin del predicado A al ob-jeto a de D; A(x) expresa la suposicin (o la condicin) de que el predicado A convenga a un objeto, x, de D; expresa la ne-gacin de U; (x)U expresa el hecho (o la suposicin) de que todo objeto x de D satisfaga la condicin U; (Ex)U expresa el hecho de que haya al menos un objeto en l> que satisfaga la condicin V; U V V expresa el hecho de que se tengan ya U, ya V [ya ambos]; U & V expresa la afirmacin simultnea de U y de V, y, finalmente, U-) V expresa la afirmacin de V su-puesta la condicin U.

    6) Admitido todo esto, volvemos a la cuestin de la fuer-za demostrativa de los raciocinios (I) y (II). Vamos a examinar primero el caso de (I). Las premisas y la conclusin quedarn representadas respectivamente por las frmulas que siguen:

    (1)

    (2)

    (3)

    (Ex) [M(x) & P(x)]

    (y) [S(y)-) M(y)]

    (Ez) [P(z) & S(z)]

    En el cuadro siguiente est representada la tentativa de en-contrar un contraejemplo que permitiese rechazar el racioci-

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 97

    nio (1); y el fracaso de semejante tentativa hace ver que no hay ningn contraejemplo apropiado, por lo cual tal razona miento es concluyente.

    Verdadero Falso

    (1) (Ex)[M(x) & P(x)] (3) (Ez)[P(z) & S(z)] (2) (y)[S(y)-+ M(y)] (4) (Ex)[M(x) & P(x)] (S) (Ez)[P(z) & S(z)J

    (lO) S(a) 1 (6) P(a) & S(a) (7) P(a)

    (12) M(a) & P(a) (8) S(a) (9) S(a) -+M(a) (13) M(a) \ (14) P(a)

    1 (11) M( a)

    1

    7) La construccin de este cuadro se funda en las consi-deraciones que siguen, las cuales, a su vez, estn justificadas por la interpretacin que acabamos de dar a las frmulas que utilizamos (y de ah el nombre de Cuadro semntico).

    Frmulas (1) a (3): dada su posicin en el cuadro, estas fr-mulas recuerdan las condiciones que imponemos a todo con-traejemplo apropiado.

    Frmula (4): si la frmula (1) ha de ser verdadera, la (4) tiene que ser falsa.

    Frmula (5): si la frmula (3) tiene que ser falsa, la (5) ha de ser verdadera.

    Frmula (6): si la frmula (S) ha de ser verdadera, en D ha de haber al menos un individuo que cumpla la condicin P(z) & S(z); y si damos a tal individuo el nombre de a, la fr-mula ( 6) tiene que ser verdadera.

    7

  • 98 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    Frmulas (7) y (8): si la frmula (6) tiene que ser verda-dera, estas dos frmulas han de serlo tambin.

    Frmula (9): si la frmula (2) tiene que ser verdadera, todo objeto de D y, en particular, el individuo al que acabamos de dar el nombre de a, ha de cumplir la condicin S( y) --+ M(y ); por lo cual la frmula (9) ha de ser verdadera.

    Frmulas (10 y (11): empezamos por no tener en cuenta ms que la frmula (9); ahora bien, el implicante [o condicin], S(a), tiene que ser, o bien falso o bien verdadero; y vamos a desdoblar el cuadro dividindolo en dos columnas: la primera posibilidad est representada por la frmula (10), y en cuanto a la segunda, si tanto la frmula S( a)~ M( a) como la S( a) son verdaderas, igualmente ha de serlo la frmula M(a); de donde se tiene la (11); mas una vez llegados a este punto, comproba-mos que la frmula (8), o sea, S( a), debera ser verdadera; por consiguiente, est excluida la primera posibilidad, lo cual se expresa por el cierre del cuadro correspondiente.

    Frmula (12): si la frmula (4) tiene que ser falsa, no debe haber en D objeto alguno que cumpla la condicin M(x) & P(x); cosa que suceder, en particular, con el objeto a, y por lo tanto,. la frmula (12) tiene que ser falsa.

    Frmulas (13) y (14): de momento nos ocupamos solamente de la frmula (12): si sta ha de ser falsa, o bien la frmula (13) o la (14) han de serlo; de modo que llegamos de nuevo a un desdoblamiento del cuadro; pero comprobamos inmediata-mente que las posibilidades sugeridas por la posicin en el cua-dro de las frmulas (13) y (14) estn excluidas por las condi-ciones que se expresan con las frmulas (11) y (7), respectiva-mente; y al quedar cerrados los dos subcuadros correspondien-tes, es palmario que no se encontrar jams contraejemplo al-guno.

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 99

    8) En lo que se refiere al raciocinio (II), encontramos el cuadro que sigue:

    Verdadero

    (1) (Ex)[P(x) & M(x)] (2) (Ey)[M(y) & S(y)] (4) P(a) & M(a) (5) P(a) (6) M(a) (8) M(b) & S(b) (9) M(b)

    (lO) S(b)

    (15) S(a)

    (19) S(b)

    Falso

    (3) (Ez)[P(z) & S(z)] (7) M(a)

    (11) S(b) (12) P(a) & S(a) (13) P(a) j (14) S(a)

    (16) P(b) & S(b)

    (17) P(b) '=1=8=S=(b=)===

    Esta vez bastarn unas pocas palabras explicativas. Cada una de las frmulas (1) y (2) pide la existencia de un objeto que cumpla cierta condicin; pero como no tenemos razn al-guna para suponer que tales objetos sean (o puedan ser) idn-ticos entre s, les hemos dado nombres distintos, a y b; y de ah las frmulas (4) y (8). Por otra parte, ni el objeto a ni el b tienen que cumplir la condicin P(z) & S(z), razn por la cual tenemos las frmulas (12) y (16).

    Una vez descompuestas todas las frmulas, la construccin acaba sin que queden cerrados todos los sub-cuadros. Las fr-mulas P(a), S( a) y M(b) tienen que ser verdaderas, mientras que las M(a), P(b) y S(b) han de ser falsas; por consiguiente, en d dominio !D tiene que haber dos objetos, a y b, tales que a satisfaga los predicados P y S y b no los satisfaga, y, adems, que b satisfaga el predicado M y~. no. Si tomamos como ejem-plo un universo formado por una pitn, a, y un mirlo, b, con-seguimos. as un contramodelo, , que permite re-chazar el raciocinio (II).

  • lOO RELACIONES ENTRE LA LGICA

    9) Los dos casos examinados presentan, en cierto sentido, un carcter paradigmtico. Pues con objeto de contestar a la pregunta acerca de si hay que atribuir fuerza demostrativa a un raciocinio que, partiendo de ciertas premisas, Ur, Uz, ... , Urm, llegue a determinada conclusin, V, podemos siempre recurrir a la construccin de un cuadro semntico anlogo a los ante-riores; y de este modo se tiene que obtener, forzosamente, uno de los dos resultados siguientes:

    I) Que el cuadro quede cerrado. Esto quiere decir que fracasar cualquier tentativa sistemtica -y, por consiguiente, toda tentativa- de lograr un contraejemplo; por lo tanto, no habr contraejemplo alguno idneo, de modo que la conclusin V ser, verdaderamente, consecuencia lgica de las premisas Ur, Uz ... , Um.

    II) Que el cuadro no quede cerrado. En tal caso ser po-sible leer, apoyndose en l, un contraejemplo, que permitir rechazar todo raciocinio que conduzca a la conclusin V a par-tir de las premisas Ur, Uz, ... , U m.

    (lO) Ahora podemos dar la solucin definitiva del proble-ma de Locke y Berkeley de que nos habamos ocupado en el captulo l. Supongamos, en efecto, que se haya formalizado la geometra elemental empleando X, Y, Z, ... como variables cu-yos valores sean puntos cualesquiera; si expresamos mediante Tr(X, Y, Z) la condicin de que los puntos X, Y y Z formen un tringulo, y con U(X, Y, Z) la condicin por la cual la suma de los ngulos XZY, XYZ e YZX ha de ser igual a dos rectos, el teorema tratado por Kant se expresa con la frmula

    (1) (X)(Y)(Z)[Tr(X, Y, Z) U(X, Y, Z)].

    Sea K el conjunto de los axiomas de la geometra (a los que se aadirn eventualmente las definiciones y teoremas pre-cedentes). Entonces, ser posible construir el cuadro semn-tico correspondiente a un raciocinio que conduzca, partiendo

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 101

    de las premisas de K, a la frmula (1) como conclusin; X las primeras etapas de tal construccin sern:

    Verdadero

    K (S) Tr(A, B, C)

    Falso

    (1) (X)(Y)(Z)[Tr(X, Y, Z)-+ U(X, Y, Z)] (2) (Y)(Z)[Tr(A, Y, Z)-+ U(A, Y, Z)] (3) (Z)[Tr(A, B Z)-+ U(A, B, Z)] (4) Tr(A, B, C)-+ U(A, B, C) (6) U(A, B, C)

    Dado que la frmula (1) es una consecuencia lgica de las premisas contenidas en K, es evidente que semejante cuadro quedar cerrado. Mas, a la inversa, este cuadro sugiere una de-mostracin de (1) a partir de K, demostracin que tendr, a grandes rasgos, la estructura siguiente:

    K (S) Tr(A, B, C)

    (6) U(A, B, C) (4) Tr(A, B, C)-+ U(A, B, C) (3) (Z)[Tr(A, B, Z)-+ U(A, B, Z)] (2) (Y)(Z)[Tr(A, Y, Z)-+ U( A, Y, Z)] (1) (X)(Y)(Z)[Tr(X, Y, Z)-+ U(X, Y, Z)]

    Ahora bien, lo que suscit el problema de Locke y Berkeley fue una demostracin de este mismo tipo: primeramente se aade a las premisas la frmula (5), esto es, Sea ABC un tri-ngulo cualquiera; luego se demuestra la (6), o sea, La suma de los ngulos del tringulo ABC es igual a dos rectos; se des-hace uno de la premisa adicional enunciando la conclusin en forma hipottica, tal como Si ABC es un tringulo, ... ,y, por fin, se generaliza la conclusin.

    Puede concluirse, pues, a mi juicio, que la curiosa estruc-

  • 102 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    tura de esta demostracin no tiene relacin alguna con una pretendida intervencin de la intuicin, sino que est determi-nada por la estructura de la conclusin.

    11) Ser conveniente que precisemos un poco los princi-pios fundamentales del mtodo de los cuadros semnticos. Para simplificar las explicaciones, voy a ceirme exclusivamente a frmulas construidas a partir de aserciones indeterminadas sin analizar (o tomos), A, B, e, ... , valindose de la negacin,-, y de la implicacin [material, o sea, el condicional], -l-; en-tonces tendremos las reglas semnticas siguientes:

    (S 1) si U es verdadera, U ser falsa, y a la inversa; (S 2) si U es falsa o V es verdadera, U-. V ser verdadera;

    y si U es verdadera y V es falsa, U -. V ser falsa.

    Una vez que se haya elegido un valor veritativo (verdadero o falso) para cada tomo, A, B, e, ... ,el valor veritativo de cual-quier frmula compuesta queda determinado unvocamente en virtud de las reglas (S 1) y (S 2).

    Supongamos que se quieran elegir los valores veritativos de los tomos A, B, C, ... , de tal manera que todas las frmulas de cierto conjunto, K, se vuelvan verdaderas, en tanto que to-das las de otro conjunto, L, se conviertan en falsas; y simbo-lizaremos del modo siguiente semejante problema de evalua-cin:

    Verd. Falso

    K L

    Para resolver este problema podrn utilizarse los esquemas de reduccin que siguen:

    Verd. Falso Verd. Falso

    K L K L u u

    u u

  • FORMAL Y EL PENSAMITENTO REAL

    Verdadero Falso

    K u_,v

    (i) (ii) (i)

    V U

    (iii)

    L

    (ii)

    Verd. Falso

    K L u u

    103

    Verd. Falso

    K L u_,v

    u

    12) Supngase que queramos saber cul es la fuerza de~ mostrativa de cierto raciocinio que lleve a la conclusin Z a par~ tir de ciertas premisas, K. Intentemos encontrar un contraejem~ plo apropiado construyendo un cuadro semntico en el que, para empezar, insertemos las premisas, K, en la columna de la izquierda, y la conclusin, Z, en la de la derecha; dicho de otro modo, tratemos de resolver el problema de evaluacin simbo-lizado por

    Verd. Falso

    K Z

    valindonos de los esquemas de reduccin (i) a (iii), es decir, estos esquemas constituyen a la vez las reglas de construccin y de cierre de los cuadros semnticos.

    El procedimiento aplicado puede conducir a dos resultados distintos:

    I) Que el cuadro quede cerrado; en tal caso no puede exis-tir ningn contraejemplo, por lo cual el razonamiento dado ser concluyente.

    II) Que el cuadro no quede cerrado; entonces podremos

  • 104 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    leer, a partir de l, los valores veritativos que ser preciso elegir para los diversos tomos con objeto de que todas las pre-misas de K se vuelvan verdaderas, y la conclusin, Z, se vuelva falsa.

    Supongamos que el cuadro as construido quede cerrado. En este caso conviene observar que los esquemas de reduccin para los problemas de evaluacin son idnticos a los correspon-dientes a los problemas deductivos, y que estos ltimos esque-mas, a su vez, corresponden a los esquemas de deduccin de cierta variante, F, del sistema LK de Gentzen; por consiguiente, cabr dar una nueva forma al cuadro semntico cerrado y con-vertirlo en una deduccin en el sistema F. Por el contrario, si el cuadro no queda cerrado, no podr haber una deduccin co-rrespondiente a l en este sistema (el cual es, desde luego, una versin ms perfeccionada del F que habamos visto en el 21).

    Todas estas observaciones se referan a frmulas de un tipo especial; sin embargo, siguen siendo vlidas en el caso general. Por ejemplo, el cuadro cerrado correspondiente al raciocinio (I) da lugar en el sistema F a la siguiente deduccin:

    (1), (5)-(6), P(a) 1- '(3)-(4), M(a) & P(a), P(a) (1)-(2), (9), M(a) r (4), M(a) & P(a), M(a) ~--------------------------------------------(1)-(2), (5)-(7), (9), (11) r (3), (Ex)[M(x) & P(x)], M(a) & P(a) (1)-(2), (5)-(7), S(a) -+M(a), M(a) r (3), (Ex)[M(x) & P(x)] (2), (S), S(a), S( a)-+ M(a) r (3), S( a)

    (1), (y)[S(y)-+M(y)], (5)-(8), S(a)-+M(a) r (3)-(4) (1)-(2), (S), P(a) & S(a), P(a), S( a) r (3)-(4)

    (1)-(2), (Ez)[P(z) & S(z)], P(a) & S( a) r (3)-(4) (1)-(2), (Ez)[P(z) & S(z)] r- (-=E::--;z):-::-:[P=-(z-"')--::-&---=s::--c("z)~], (4)

    (Ex)[M(x) & P(x)], (2) r (3), (Ex)[M(x)&P(x)] (1)-(2) r- (3)

    24. Concepciones algebraicas y topolgicas.-En el fon" do, en la construccin de un cuadro semntico, lo nico que se haca era buscar un solo contraejemplo, una sola evaluacin

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 105

    apropiada. Vamos a poner a punto ahora un aparatCY que per-mita caracterizar todos los modelos, todas las evaluaciones apro-piadas, teniendo en cuenta las frmulas que se obtengan, a par-tir de los tomos A(.), B(.) y R(., .), por medio de la negacin, la conyuncin, la implicacin [material] y los cuantificadores universales.

    Supondremos que todos los nombres individuales indeter-minados, a, b, e, ... , p, q, ... , habrn de denotar realmente unos objetos, a, b, e, ... , p, q, ... , y que D estar formado exactamen-te por todos los objetos as denotados. Por otro lado, no nos ocuparemos sino de los. modelos,. M = , que quepa obtener eligiendo los predicados A, B y R aplicables a los ob-jetos de D, por lo cual el valor veritativo de cada frmula ser relativo a la eleccin del modelo M. Es necesario introducir unas reglas semnticas suplementarias:

    (S 3) si U y V son verdaderas, tambin lo ser U & V; y si U es falsa o lo es V [o ambas lo son], U & V lo ser asimismo;

    (S 4) si todas las frmulas U(a), U(b), U(c), ... , U(p), U(q), ... son verdaderas, la frmula (x)U(x) tambin ser verdadera; y si alguna de las frmulas U(a), U(b), U( e), ... , U(p), U(q), ... es falsa, tambin lo ser (x)U(x); y anlogamente en lo que respecta a (y)U(y), (z)U(z), ... ; y

    (S S) las frmulas A(p), B(p) y R(p, q) sern verdaderas, respectivamente, si el objeto p posee el predicado .A, si el objeto p posee el predicado By si los objetos p y q satisfacen el predicado R; en caso de que esto no ocurra, sern falsas.

    1) Parece preferible, sin embargo, emplear otra termino-loga. En lugar de decir que la frmula U es verdadera, o que es falsa, diremos que w(U)=2 o que w(U)=O, respectivamente; entonces la evaluacin, w, es una funcin que asocia a cada frmula, U, el valor w(U)=2 o el valor w(U)=O de acuerdo con las reglas siguientes:

    (S' 1) si w(U)=2, se tendr w(U)=O; y a la inversa;

  • 106 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    (S' 2) si w(U)=O o bien w(V)=2, se tendr w(U-+V)=2; y si w(U)=2 y w(V)=O, se tendr w(U-+V)=O;

    (S' 3) si w(U)=w(V)=2, se tendr w(U & V)=2; y si w(U)=O o bien w(V)=O [o ambas cosas], se tendr w(U & V)=O; y

    (S' 4) si w[U(a)] =w[U(b)] =w[U(c)] = ... w= [U(p)] = ... = = 2, se tendr w[(x)U(x)] = w[(y)U(y)] =

    =w[(z)U(z)] = ... =2; y si no ocurre as, w[(x)U(x)] = =w[(y)U(y)] = ... =0.

    Cada evaluacin, w, est determinada de manera unvoca por la eleccin de los valores w[A(p)], w[B(p)] y w[R(p, q)] asociados a las frmulas atmicas. Es fcil comprobar que existe una correspondencia biunvoca entre las evaluaciones w y los modelos M.

    2) Siendo U una frmula cualquiera, sea H(U) el conjunto de todas las evaluaciones, w, tales que sea :w(U)=2, y desig-nemos con 1 el conjunto de todas las evaluaciones w. Enton-ces, las reglas (S' 1) a (S' 4) dan lugar a estas otras:

    (S" 1) H(fJ) = 1-H(U); (S" 2) H(U--+ V)= [1- H(U)] + H(V); (S" 3) H(U & V) = H(U) H(V); (S" 4) H[(x)U(x)] = u H[U(p)].

    ,p e D

    3 El problema de evaluacin representado por

    Verd. Falso

  • FORMAL Y EL PENSAMaENTO REAL 107

    consistir ahora en evaluar el conjunto

    H(Vt) H(V2) ... H(Um) - H(Vt) - H(V2) - ... - H(Vn)

    que simbolizaremos por H(K)- H(L). Semejante problema ad-mite las siguientes reducciones:

    (i) H(K) H(U) - H(L) = H (K) H(U) - H(L) - H(V); (ib) H(K)- H(L)- H() = H(K) H(V)- H(L)- H(U);

    (ii) H(K) H(V ~V)- H(L) = [H(K) H(U ~V)-H(L)-H(V)] + [H(K) H(V-+ V) H(V)- H(L)];

    (iib) H(K) - H(L) - H(V ~V) = H(K) H(V) - H(L) -H(V ~V)- H(V);

    (iii) H(K) H(U &V) - H(L)=H(K) H(V & V) H(V) H(V) -H(L);

    (iiib) H(K)- H(L)- H(V & V)= [H(K)- H(L)- H(U & V) - H(V)] + [H(K)- H(L)- H(V & V)- H(V)];

    (iv) H(K) H[(x)U(x)] - H(L) = H(K) H[(x)U(x)] H[U(a)] H[U(b)] ... -H(L);

    (ivb) H(K)- H(L)- H[(x)V(x)] =u & ) H(K)- H(L) -p 8 D

    H[(x)U(x)] - H[U(p)] (;

    (v) H(K) H(V)- H(L)- H(U) = -(/).

    La construccin del cuadro semntico correspondiente al razonamiento (I) queda reemplazada por el siguiente clculo (en el que los nmeros 1, 2, 3, ... se refieren a las frmulas que aparecan en dicho cuadro):

    H(l) H(2) - H(3) = H[(Ex)[ ... ]] H(2) - H(3) =

    = H[(Ex)[ ... ]] H(2)- H[(Ez)[ ... ]]- H[(Ex)[ ... ]] = = H(l)H(2)H[(Ez)[ ... ]]- H(3)- H(4) =

  • 108 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    = H(l) H(2) H(S) H[P(a) & S( a)]- H(3)- H(4) = = H(l)H(2)H[(y)[ ... ]]H()H[P(a)]H[S(a)]- H(3)

    -H(4) = = H(l) H(2) H[(y)[ ... ]] H(6) H(7) H(8)

    H[S(a)--? M( a)]- H(3)- H(4) =

    = H(l) H(2) H(S) H(6) H(7) H[S(a)] H(9) - H(3) -H(4) - H[S(a)] + [H(l) H(2) H(S) H(6) H(7) H(8) H(9) H[M(a)]- H(3)- H[(Ex)[ ... ]] =

    = 0 + [H(l) H(2) H(S) H(6) H(7) H(8) H(9) H(ll) - H(3)- H(4)- H[M(a) & P(a)] =

    = H(l) H(2) H(S) H(6) H(7) H(8) H(9) H[M(a)] - H(3) - H(4) - H(12) - H[M(a)] + H(l) H(2) H(S) H(6) H[P(a)] H(8) H(9) H(ll) - H(3) - H(4) - H(12)

    - H[P(a)] = 0 + 0 = 0.

    La importancia de esta reduccin en los problemas lgicos a problemas algebraicos proviene, principalmente, de la posi-bilidad de sacar partido de los conceptos y mtodos creados por la moderna lgebra abstracta; si bien no hay que sobres-timar la significacin de los mtodos algebraicos en la lgica en cuanto a la prctica del raciocinio lgico.

    4) Ms natural es la introduccin de mtodos topolgicos. An n01 hemos dicho nada de la extensin del dominio D; aho-ra bien, se comprueba que la construccin de los cuadros se-mnticos no acaba forzosamente tras un nmero finito de pasos; y si as ocurra en los dos ejemplos paradigmticos presentados, ello se deba a una eleccin a propsito de stos.

    Supngase, por ejemplo, que se haya de calificar el racio-cinio siguiente:

    (x)(Ey)[A(x, y) --+ A(x, x)]

    .'. (z)A(z, z)

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 109

    Los primeros pasos en la construccin del cuadro semn-tico correspondiente son:

    Verdadero Falso

    (1) (x)(Ey)[A(x, y)~ A(x, x)] (2) (z)A(z, z) (4) (Ey)[A(a, y)~ A(a, a)] (3) A(a, a) (S) A( a, b) ~ A( a, a)

    (6) A(a, b) . 1 (7) A(a, a)

    (lO) A(b, e) (8) (Ey)[A(b, y)~ A(b, b)] (9) A(b, e) ~ A(b, b)

    /01) A(b, b)

    Est claro que la construccin continuara indefinidamente; pues habr que aplicar la frmula ( 1) al objeto 'e, que precisa-mos introducir en virtud de la frmula (8); entonces se obtie-ne una frmula (12), anloga a (8), que nos obliga a introducir un nuevo objeto, d, al que habr que aplicar a continuacin la frmula (1 ), etc. En cuanto a las frmulas anlogas a la (9), producen una divisin en subcuadros.

    Es evidente que si el caso es algo ms complicado ser menester llevar la cuenta del cierre de una parte de los sub-cuadros, cosa que puede convertir el desarrollo en algo suma-mente irregular.

    En el caso de que en un cuadro semntico exista una serie infinita de subcuadros encajados sucesivamente uno en otro, se demuestra con facilidad que tal serie proporciona un con-traejemplo.

    Para ello bastar demostrar que en todo cuadro semnti-co, e, que contenga un nmero infinito de frmulas existir una de tales series de subcuadros encajados sucesivamente. Vamos a razonar del modo que sigue:

    Cada una de las frmulas, X, que aparezcan en un cuadro semntico, e, determinar cierto subcuadro, c, resultante de las divisiones a que haya estado sometido e antes de la

  • 110

    aparicin de X; si e

  • 4 DEMOSTRACION ESTRICTA Y METODOS HEURISTICOS

    25. La tipologa de los matemticos.-En el pargrafo siguiente veremos que sabemos extraordinariamente poco acer-ca del pensamiento matemtico propiamente dicho, y, en espe-cial, del pensamiento creador. A lo que se aade que lo poco que sabemos, por derivarse en gran medida de la introspeccin, debe interpretarse y utilizarse con la mxima prudencia: no solamente porque quienes nos lo dicen son matemticos que no son adems, necesariamente, psiclogos, y que, por si fuese poco, difcilmente pueden ser considerados observadores desin-teresados, sino principalmente porque, segn todo hace sos-pecha-r, los escasos matemticos verdaderamente creadores que han intentado informarnos con ms o menos pormenor de sus experiencias ntimas no representan, en modo alguno, un tipo nico de pensamiento.

    Basta una simple consideracin a priori, unida a datos de diverso origen, para entrever la necesidad de tener en cuenta, junto a los principios corrientes de clasificacin, otros extre-mos de tipo especfico, a saber:

    1) el carcter ms o menos consciente de las operaciones mentales que eventualmente conduzcan a la solucin de los problemas que se traten de resolver;

    2) la ndole de tales operaciones mentales: operaciones que manejen palabras, smbolos, imgenes espaciales o temporales, representaciones visuales, auditivas, motri-ces, etc.;

  • 112 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    3) las exigencias relativas al rigor;

    4) la amplitud o restriccin del campo de intereses; y

    5) la preferencia por el trabajo solitario o por el trabajo en comn.

    En este orden de ideas conviene recordar la distincin, hecha por Poincar, entre los lgicos, que atacan los proble-mas mediante el anlisis, y los intuitivos, que prefieren atacarlos mediante la geometra: as se tocan, indudablemen-te, unas diferencias profundas de actitud; pues, en ocasiones, el lgico, en lugar de leer una publicacin de un intuitivo sobre una cuestin que le interese, tratar de rehacer todo lo obtenido a su manera; y viceversa. De modo que una investi-gacin psicolgica del pensamiento matemtico que no lleve consigo el examen de sujetos representativos de los dos grupos correra el riesgo de presentar como rasgos caractersticos de tal pensamiento cosas que, en realidad, slo caractericen un grupo particular. Advirtase que, por otra parte, puede ocurrir que la moda matemtica de una nacin o de una poca favo-rezca a uno de los dos grupos a costa del otro; y semejante situacin puede dar lugar a un predominio de uno de ellos que lleve a conclusiones unilaterales.

    La tipologa de los matemticos no ha recibido de los psi-clogos la atencin que merecera. Las investigaciones de J aensch y de Althoff sobre este tema presentan, por desgracia, huellas de la funesta influencia de la ideologa nazi; pese a lo cual, encontramos en su libro cierto nmero de observacio-nes que sera injusto no recoger. En particular, hacen ver de manera convincente que la sencilla dicotoma de Poincar no proporciona una clasificacin satisfactoria; lo cual es ya paten-te en las dificultades que encontraba Poincar para clasificar a Hermite 1:

    El seor Hermite, ... a quien acabo de citar, no puede clasificarse entre los gemetras que se valen de la intuicin sensible, pero no es tampoco un lgico propiamente dicho: no oculta su repulsin por los procedimientos puramente deductivos que parten de lo general para llegar a lo particular.

    1 PoiNCAR, 1905, pg. 34 [vers. cast., pg. 32].

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 113

    Estas dificultades se explican en cuanto se distingue entre la intuicin exterior y la interior; en el 30 volveremos sobre este punto.

    26. Las ideas de Poincar, de Hadamard y de Polya.-La clebre Enquete de L' Enseignement Mathmatique sur la mthode de travail des mathmaticiens [Encuesta de L'En-seignement Mathmatique sobre el mtodo de trabajo de los matemticos], publicada por H. Fehr con la colaboracin de T. Flournoy y E. Claparede (Pars y Ginebra, 1908), si no sus-cit, por lo menos estimul e influy, en virtud de sus resul-tados, en el desarrollo de las concepciones que me propongo ahora examinar. Pese a la colaboracin de dos distinguidos psi-clogos, esta encuesta adoptaba ms el punto de vista del mate-mtico que el del psiclogo, ya que consista, ante todo, en un intento de determinar las condiciones que favorezcan el tra-bajo matemtico; pero es innecesario decir que las preguntas planteadas y las respuestas que se les dieron ofrecen, sin em-bargo, un considerable inters para la psicologa. Luego, la publicacin de los resultados de la encuesta provoc, segn parece, la conferencia de Henri Poincar sobre La invencin matemtica 2; y J. Hadamard 3 recogi posteriormente y pro-fundiz las ideas de Poincar. En cuanto a los trabajos de Polya, constituyen estudios independientes de los anteriores, pero no ser intil que nos ocupemos de ellos en el mismo contexto.

    Partiendo de su experiencia personal, Poincar distingue dos fases en el trabajo de invencin matemtica, fases que se encontraran separadas por una fase inconsciente. Esta concep-cin est de acuerdo con una experiencia muy corriente acerca de lo que sucede cuando se resuelve un problema matemtico suficientemente difcil: tras una serie de tentativas infructuo-sas llega la fatiga, y se ve uno obligado a abandonar la inda-gacin; mas luego, tras un perodo de reposo, la solucin se presenta repentinamente, sin esfuerzo alguno consciente y con claridad y certidumbre sorprendentes; de suerte que la segun-

    2 POINCAR, 1909, pgs. 43 y ss. [vers. cast., pgs. 40 y ss.]. 3 HAOAMARD, 1945. 8

  • 114 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    da fase del trabajo consciente no consiste sino en comprobar y formular lo que acabase de encontrarse.

    A juicio de Poincar, la fase transitoria que separa las dos de trabajo no es un perodo de reposo ms que aparentemente: segn l, habra, en realidad, una fase de trabajo inconsciente que conducira, por fin, a la solucin buscada.

    Antes de discutir las ideas de Poincar sobre la ndole de este trabajo inconsciente, voy a permitirme citar algunos fen-menos que parecen confirmar su existencia. Ante todo diremos que, cuando acabamos de abandonar un problema, a menudo seguimos pensando en l, por ms que sea involuntariamente; y entonces no empezamos otra vez desde el principio, como haramos al decidirnos a atacar de nuevo un problema ante-riormente abandonado, sino que tenemos la impresin de des-lizarnos a pesar nuestro, e incluso de encontrarnos inmersos en un flujo de ideas ya en pleno movimiento y del cual no sera posible salir ms que con cierto esfuerzo.

    En segundo lugar, tambin sucede que, tras haber resuelto completamente un problema, se presente espontneamente des-pus una solucin ms breve o ms elegante, o que nos demos de pronto con un resultado ms completo o ms general, y ello sin haberlo buscado conscientemente.

    En cuanto a la naturaleza del trabajo inconsciente, Poincar no acepta la hiptesis segn la cual se llevara a cabo por un yo subliminal que igualara, o incluso sobrepasara, al yo cons-ciente en discernimiento, digitacin o delicadeza: no quiere atribuir a aquel yo ms que la capacidad de formar, merced a cierto automatismo, innumerables combinaciones de ideas, de entre las cuales slo algunas penetraran en el campo de la conciencia.

    En cambio, insiste sobre la importancia de las dos fases de trabajo consciente: la fase inicial puede parecer absoluta-mente infructuosa, pero es la que pone en marcha la mquina inconsciente; y la fase final es igualmente indispensable, dado que es siempre forzoso comprobar la solucin dada.

    Las concepciones defendidas por Jacques Hadamard en su librito sobre la Psicologa de la invencin 4 estn vinculadas, en

    4 HADAMARD, 1945.

  • FORMAL Y EL PENS.A.l"\1:IENTO REAL

    general, a las ideas de Poincar. Obsrvese que distingue cuatro fases, las de preparacin, incubacin, iluminacin y verifica-cin o comprobacin, si bien la tercera no necesita contarse como fase separada. Hadamard insiste ms que Poincar en la existencia de tipos distintos de pensamiento matemtico, y estudia bastante extensamente el papel de las palabras y de las imgenes.

    Segn Hadamard, las encuestas del tipo de la de L'Ensigne-ment Mathmatique tienen el inconveniente de que slo rara vez provocan la respuesta de los matemticos ms competen-tes: la mayor parte de ellas proviene de profesionales de nivel medio. Ahora bien, a mi entender, esta objecin es menos grave de lo que supone Hadamard: quienes respondieron a la encues-ta citada representaban un nivel cultural y de actividad mate-mtica considerablemente superior al del hombre medio, y es poco probable que, desde el punto de vista psicolgico, la forma de pensar de los matemticos geniales se distinga apreciable-mente de la de los buenos matemticos que proporcionaron entonces la mayora de las respuestas.

    Mi opinin a este respecto queda confirmada, en cierto modo, por el hecho de que el mismo Hadamard advierta que, si bien entre el trabajo de un estudiante que trate de resolver un problema de lgebra o de geometra y un trabajo inventivo hay una diferencia de grado y de nivel, ambos son de anloga naturaleza; y, por otra parte, las observaciones de Poincar sobre las definiciones matemticas y la enseanza 5 implican la misma idea. Si fuese de otro modo, la invencin matemtica, en sentido propio, constituira un fenmeno tan extraordinario que sera mejor renunciar a analizarlo psicolgicamente.

    Acabo de dejar de lado la iluminacin en tanto que fase separada. Hadamard la tiene por tal, pero entonces hubiera sido necesario tener en cuenta de igual modo el paso del primer trabajo consciente a la incubacin: si se admite la hiptesis de Poincar segn la cual la fase de incubacin es, en realidad, un perodo de trabajo inconsciente, la transicin de lo cons-

    s PoiNCAR, 1909, pgs. 123 y ss. [vers. cit., pgs. 97 y ss.].

  • 116 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    ciente a lo inconsciente merecera que le dedicsemos particu-lar atencin. A este respecto caben dos hiptesis:

    1) la mquina inconsciente se pone en marcha poco a poco durante la fase del primer trabajo consciente; y

    2) dicha mquina se pone en marcha bruscamente, al interrumpir el trabajo consciente.

    Pero la segunda hiptesis es poco probable. En efecto, segn todos los datos con que contamos, la mquina inconsciente es capaz de sacar partido de los resultados del trabajo consciente; luego sera preciso que la interrupcin de ste, o bien produ-jera una transmisin sbita de la informacin reunida, o esta-bleciese un enlace entre el depsito que contenga tal informa-cin y la mquina inconsciente.

    Parece mucho ms plausible que la mentada mquina se ponga en movimiento durante el trabajo consciente y bajo su influencia. Cabe pensar en una especie de induccin o de reso nancia, pero, segn me parece, puede igualmente imaginarse un mecanismo anlogo al de la represin freudiana: segn la concepcin de Poincar, el trabajo consciente consiste en for-mar combinaciones de ideas y en rechazar las intiles, luego podemos suponer que las combinaciones desdeadas por la crtica consciente quedan reprimidas, y alimentan as la mqui-na inconsciente, que las sometera a nuevas operaciones; mien-tras contine, el trabajo consciente nos absorbe enteramente la atencin, de suerte que las nuevas combinaciones producidas por la mquina inconsciente apenas podrn penetrar en el campo de la conciencia; e incluso tras haberlo interrumpido, estas combinaciones sortean con mucha dificultad la censura de la crtica consciente; pero hay circunstancias en las que esta censura se relaja, tales como en los momentos de desgana, con el caf puro, durante el servicio militar, las peripecias de un viaje, el estado semihipnaggico en Poincar, los paseos a pie en el caso de Helmholz, con el tabaco, el t o el vino para otras personas; y entonces las combinaciones originadas por la mqujna inconsciente sern capaces de llamarnos la aten-cin consciente.

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 117

    Voy a permitirme dedicar algunas palabras de mi experien-cia personal en este campo. He observado que un problema matemtico que me interese suficientemente provoca tres reac-ciones sucesivas, a saber:

    1) una primera reaccin instantnea;

    2) una segunda reaccin al cabo de algunos das, y

    3) una tercera reaccin tarda, slo despus de transcurrir al~unos meses.

    La primera reaccin, que es completamente espontnea y no involucra esfuerzo consciente alguno, es relativamente efi-caz. As, en el caso de problemas sencillos suele dar lugar a una solucin completa, con los menos sencillos lleva, ya sea a una solucin parcial, ya a un mtodo para encontrarla, y, en cualquier caso, a algo razonable.

    La segunda reaccin, que representa el resultado de un pri-mer esfuerzo constante, es mucho menos eficaz: por lo general, no conduce a progreso alguno con respecto a la primera, cosa que no me anima a continuar la investigacin.

    La tercera reaccin, harto tarda pero bastante eficaz, no la he descubierto ms que a una edad relativamente avanzada. Como es natural, no se produce ms que en los casos, poco numerosos, en que me interese especialmente el problema en cuestin; pero si se presenta uno de estos casos, a veces me permite conseguir lo que quera.

    En una situacin de este ltimo tipo, la primera reaccin me permitir, como mximo, entrever el inters del problema y la posibilidad de resolverlo. La segunda reaccin consiste lue-go en atacarlo con una energa considerable, cosa que da lugar a una serie de tentativas, algunas de las cuales parecen pro-meter un xito rpido y completo; pero al repasar con un espritu ms crtico las notas tomadas me percato de que no he hecho ningn progreso, y pronto decido abandonar el pro-blema.

    No obstante lo cual, no dejo de hacer, de vez en cuando, a lo largo de un perodo de varios meses, pequeas observaciones que acaban por constituir en conjunto un aparato que acaso

  • 118 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    permita realizar un nuevo intento. Entonces puede suceder que, pese a todo, me decida a enfrentarme de nuevo con el proble-ma; y sta es la decisin que marca el comienzo de lo que en Poincar y Hadamard era la primera fase: a partir de tal momento las cosas ocurren poco ms o menos de acuerdo con la descripcin ofrecida por estos hombres de ciencia.

    A mi entender, estas observaciones personales permiten lle-gar a una conclusin importante: la fase de preparacin des-crita por Poincar y Hadamard no puede suscitar un trabajo inconsciente fructfero ms que si el trabajo consciente llevado a cabo durante tal primer perodo se realiza de modo suficien-temente eficaz.

    Pero esta observacin parece justificar una segunda con-clusin: la de que el trabajo inconsciente no tiene un carcter puramente automtico, sino que tambin l est dirigido hacia una meta ms o menos determinada, y la direccin que sigue le viene impuesta, precisamente, durante la fase de preparacin.

    Voy a sealar ahora otras dos consideraciones que nos im-piden atribuir al trabajo inconsciente un carcter puramente automtico. En primer lugar, de acuerdo con lo que hoy sabe-mos, habra que atribuir a una verdadera mquina inconscien-te una capacidad y una velocidad astronmicas; y es bastante difcil creer en la existencia de semejante mquina.

    En segundo trmino, segn hemos visto, a veces nos ocurre que observamos conscientemente lo que sucede durante el pe-rodo de incubacin. La descripcin de este fenmeno por Poin-car da la impresin de un flujo de ideas desprovisto de todo orden y de toda direccin; mas segn mi propia experiencia, se trata, ms bien, de un movimiento de la inteligencia seme-jante al pensar consciente, aunque ms difuso y menos regular. (Advirtase que difcilmente podra franquear el umbral de la conciencia un proceso enteramente diferente de los fenmenos conscientes que nos son familiares, y que un flujo de ideas completamente desordenado apenas podra dar lugar, en slo unas pocas horas, a los resultados que menciona Poincar.)

    De cualquier modo, nadie niega que lo conseguido por el trabajo inconsciente dependa en gran medida del trabajo cons-ciente efectuado durante el perodo de preparacin; hecho que

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 119

    bastara para hacer ver la importancia de las tentativas de Polya por asentar una heurstica matemtica 6

    A primera vista, la nocin misma de una heurstica pre-senta un carcter paradjico. Pues se pueden distinguir tres clases de problemas matemticos, que son las siguientes:

    1) los problemas cuya solucin no exija otra cosa que la aplicacin correcta de cierto procedimiento ruti-nario;

    2) los problemas cuya solucin pida que se apliquen inte-ligentemente determinados mtodos ms o menos co-rrientes, y

    3) los problemas para los cuales los mtodos corrientes no proporcionen solucin alguna.

    Ahora bien, para los de la clase 1) sobra toda heurstica; con los de la clase 2), toda la necesaria se reduce al precepto de que se intenten aplicar de una manera inteligente los mto-dos disponibles; y los de la clase 3) se encuentran ms all de toda heurstica.

    Sin embargo, lo paradjico no es la nocin de una heurs-tica matemtica, sino, por el contrario, el razonamiento que acabamos de exponer. Pues la misma clasificacin de los pro-blemas da lugar a cierto nmero de preceptos heursticos; y voy a enunciar algunos de ellos. Ante un problema dado habr que preguntarse, ante todo, si pertenece a la clase 1); si as sucede, bastar aplicar el mtodo rutinario correspondiente.

    En caso contrario, de nada servira que intentsemos averi-guar a cul de las otras dos clases pertenece; pero, de todos modos, trataremos de aplicar en forma inteligente los mtodos usuales; y para la seleccin de los que se hayan de ir aplican-do sucesivamente nos guiaremos por los mtodos heursticos que tengamos a mano. Si antes de haber agotado los mtodos disponibles se encuentra la solucin buscada, es evidente que el problema perteneca a la clase 2).

    Si la aplicacin de los mtodos comunes no da resultado,

    6 POLYA, 1954 y 1957.

  • 120 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    podremos concluir que el problema propuesto era de la cla-se 3). No es necesario decir que para los problemas de este tipo no hay heurstica alguna especial; sin embargo, es reco-mendable que intentemos una vez ms la aplicacin de los m-todos corrientes, no solamente para estar seguros de que no se haya pasado por alto ninguna solucin posible, sino tambin con objeto de profundizar en las causas de su fallo. Sucede con frecuencia que de esta forma se encuentra la solucin uti-lizando una variante de algn mtodo conocido; pero si ello no ocurre, no podr resolverse ms que en virtud de una ver-dadera invencin matemtica como la que hemos estado des-cribiendo.

    27. La bsqueda de un mtodo al mismo tiempo heurs-tico y demostrativo: Descartes y el anlisis de la Antigedad.-En la prctica de la invencin matemtica ha existido siempre un curioso dualismo metodolgico, sealado, entre otras cosas, por la tradicional oposicin entre el ars inveniendi y el ars disserendi.

    El ars inveniendi se compone de preceptos heursticos que permiten encontrar la solucin de ciertos problemas, pero que, en general, carecen de fuerza demostrativa. No es seguro a priori que observando tales preceptos encontremos al final la solucin del problema que nos ocupe, ni tampoco lo es que, hallada la solucin mediante una aplicacin consistente de los preceptos, se trate de una solucin correcta: siempre ser pre-ciso justificar a posteriori, por medio de una demostracin, la solucin encontrada.

    El ars disserendi, por el contrario, nos proporciona princi-pios que nos permitan juzgar a posteriori acerca del carcter concluyente de cualquier demostracin propuesta y, a la vez, de la justeza de la solucin que pretendiese justificar. Sin em-bargo, tales principios no pueden aplicarse ms que a, posterio-ri, y, por tanto, no pueden ayudarnos a encontrar la solucin de un problema cualquiera que tengamos planteado, ni siquiera a montar la demostracin que justifique una solucin que hayamos encontrado.

    Con todo ello, en algunos casos especiales disponemos de

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 121

    un procedimiento que es al mismo tiempo heurstico y demos-trativo. El caso ms antiguo y -segn las concepciones con-temporneas- ms fundamental es el del clculo numrico: pues el algoritmo que nos permite resolver el problema de determinar el producto de 137 por 269 proporciona a la vez la demostracin justificativa de la solucin obtenida. (El hecho de que seamos capaces de cometer errores al aplicar el algo-ritmo no constituye una objecin vlida; pues si el resultado del clculo es errneo es que su demostracin es falaz.)

    La silogstica aristotlica constituye un segundo ejemplo de mtodo a la vez heurstico y demostrativo. Observemos que el nombre mismo de este mtodo demuestra que su analoga con el clculo numrico no se les haba ocultado a los pensa-dores helenos; y si, pese a ello, estos dos casos apenas han hecho que se fije en ellos la atencin de filsofos y matem-ticos, tal cosa se debe a que, por una parte, se consideraba a la silogstica como exterior a las matemticas, mientras que el clculo numrico haba degenerado hasta tal punto en mera rutina, ya para Platn y Aristteles, que se lo miraba, por as decirlo, como submatemtico.

    Fue Descartes quien subray el carcter juntamente heurs-tico y demostrativo del mtodo algbrico, y quien comprendi toda la importancia de esta observacin. Como segundo ejem-plo de este mtodo cita el famoso anlisis de la Antigedad; es cierto que se trata de una idea sumamente problemtica y posiblemente apcrifa, pero eso no le impidi asentar la geome-tra analtica, que constituye la sntesis del mtodo algbrico con el anlisis geomtrico de la Antigedad.

    Conviene darse cuenta, sin embargo, de que los mtodos citados no realizan el ideal ms que de una manera imper-fecta. Pues nos permiten encontrar la solucin de gran canti-dad de problemas que se plantean en ciertos dominios espec-ficos, y cuando al aplicarlos se llega a una solucin, se tiene, al mismo tiempo, una justificacin completa de ella; pero, con todo, no permiten resolver todo problema que se plantee en su campo de aplicacin; y ni siquiera Descartes intent formular las condiciones de aplicacin de tales mtodos.

    En este contexto tiene inters ver cmo Descartes vacila

  • 122 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    ante proyectos ms ambiciosos; muy especialmente, al estu-diar el proyecto de una lengua universal 1 afirma que

    si alguien hubiera explicado perfectamente cules son las ideas simples que se encuentran en la imaginacin de los hombres, de las que se compone todo lo que piensan, y si todo el mundo admitiese tal caso, me atrevera a esperar a continuacin una lengua universal sumamente fcil de aprender, de pronunciar y de escribir, y, cosa que es lo principal, que ayudase al juicio, al representarle tan distintamente todas las cosas que le fuese casi imposible equivocarse; en lugar de que, como sucede enteramente al revs, las palabras que tenemos casi no tienen ms que significados confusos, a los cuales se ha acostumbrado el espritu de los hombres desde hace largo tiempo, y ello es causa de que no entienda casi nada perfectamente. Ahora bien, yo tengo por posible esta lengua, y que se puede encontrar la ciencia de la que depende, por medio de la cual podran los campesinos juzgar mejor de la verdad de las cosas que como lo hacen actualmente los filsofos. Pero no esperemos verla jams usada: eso presupone grandes cambios en el orden de las cosas, y hara falta que todo el mundo no fuese sino un paraso terrestre, lo cual no se puede proponer ms que en el pas de las novelas.

    28. Leibniz y el problema de la decisin *.-Leibniz 8 hace la observacin que sigue acerca de la carta de Descartes que acabo de citar:

    Sin embargo, aunque esta lengua dependa de la verdadera filosofa, no depende de su perfeccin. Es decir, que se puede establecer la lengua aunque la filosofa no sea perfecta, y a medida que crezca la ciencia de los hombres crecer asimismo su filosofa. Mientras tanto, ser de un auxilio maravilloso, tanto para servirse de lo que ya sepamos, como para ver lo que nos falte y para inventar los medios de llegar a ello, pero, sobre todo, para exterminar las controversias en los asuntos que dependen del raciocinio; pues entonces razonar y calcular ser la misma cosa.

    Este leibniziano postulado de la reduccin del razonamiento al clculo admite tres interpretaciones, de una fuerza lgica sumamente diferente. Segn la interpretacin ms dbil, im-

    7 DESCARTES, 1842, pgs. 524-5. t' Por conformarnos al uso establecido -que, sin embargo, habra

    que tener el valor de romper- aceptemos este nombre de

  • FORMAL Y EL PENSA!viiENTO REAL

    plica la existencia (o la construccin) de un simbolismo que permita representar todo razonamiento lgico de tal forma que se pueda comprobar su carcter concluyente de una mane-ra anloga a la comprobacin de un clculo numrico. De acuerdo con la segunda interpretacin, implica la existencia de un procedimiento que permita obtener la solucin de ciertos problemas, dando al mismo tiempo la demostracin justifica-tiva de tal solucin.

    Segn la interpretacin ms fuerte, el postulado de Leibniz implica la existencia de un procedimiento que permita resolver todo problema relativo a los asuntos que dependan del racio-cinio y que, a la vez, nos ofrezca la demostracin de la jus-teza de la solucin encontrada.

    Ahora bien, no cabe la menor duda de que la nica inter-pretacin que concuerda con las intenciones de Leibniz es la ms fuerte. Lo cual se infiere, entre otras cosas, del hecho de que el mtodo algbrico no sea para l un ars inveniendi por-que no permite resolver todo el problema del lgebra.

    As pues, el postulado de Leibniz pide una solucin general de lo que hoy llamamos el problema de la decisin: slo una solucin general de este problema permitira realizar en su perfeccin el ideal de un mtodo a la vez heurstico y demos-trativo. Ahora bien, dado que, de acuerdo con [lo hallado por] Godel, el problema de la decisin no admite una solucin general efectiva, tenemos que renunciar a toda esperanza de realizar semejante ideal, y hemos de aceptar el dualismo meto-dolgico que he sealado al comienzo del 27.

    29. Conservacin de los; niveles inferiores: el mtodo de Arqtmedes.-El progreso cientfico se manifiesta en las mate-mticas de dos formas muy distintas: por una parte, se tienen los descubrimientos que nos otorgan la posesin de nuevos recursos tcnicos con los que poder atacar problemas antes inaccesibles, y, por otra, hay otros que contribuyen, sobre todo, a hacer ms profunda nuestra comprensin terica, y que hacen posible efectuar demostraciones ms completas y rigurosas. El descubrimiento del clculo infinitesimal constituye un buen ejemplo de progreso en una direccin puramente tcnica: tal descubrimiento no reforz la estructura teortica de las mate-

  • 124 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    mticas, e incluso afect al nivel de rigor que haba adquirido ya la geometra griega.

    Puede citarse la teora de los nmeros naturales, de Dede-kind, como un hermoso ejemplo de progreso puramente teor-tico. Esta teora apenas ampla el conjunto de nuestros recur-sos tcnicos, pero, en cambio, nos permite profundizar consi-derablemente en la comprensin de los fundamentos de la aritmtica.

    Observemos, sin embargo, que en esta apreciacin del clcu-lo infinitesimal y de la teora de Dedekind no he tenido en cuenta ms que su influencia respectiva a corto plazo. En lo que al primero se refiere, los matemticos fueron poco a poco sintindose a disgusto con los raciocinios caractersticos del anlisis del siglo xvn, y terminaron por hacer enrgicos esfuer-zos para reedificar las matemticas sobre unas bases ms sli-das; y en ltimo anlisis, la teora dedekindiana est vinculada a este movimiento. Por otra parte, tanto esta teora como otras de un carcter comparable inauguraron una reforma de las matemticas que ha resultado ser sumamente til incluso desde el punto de vista de las aplicaciones a las ciencias natu-rales y a la tcnica; de modo que, a fin de cuentas, se ha pro-ducido un progreso considerable tanto en el plano teortico como en el dominio de las aplicaciones.

    El desarrollo que acabo de resumir no es nico. Ya las matemticas griegas pasaron por una crisis de fundamentos, debida a las paradojas de Zenn y al descubrimiento de las proporciones irracionales, crisis que sobrepasaron gracias a los esfuerzos de Eudoxo de Cnido: la teora de las proporcio-nes, de Eudoxo, permiti substituir el mtodo atomista aplica-do por los primeros gemetras griegos por el mtodo exhaus-tivo, que es el equivalente antiguo de los rigurosos mtodos aplicados por los matemticos contemporneos.

    Lo que interesa, desde el punto de vista psicolgico, es que el mtodo atomista, pese a las antinomias inherentes a l, no ha sido nunca abandonado.

    En este orden de ideas es preciso mencionar ante todo la aplicacin de este mtodo por autores no matemticos: citare-mos, a ttulo de ejemplo, las ideas de Giordano Bruno.

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 125

    Luego es menester que mencionemos el renacimiento del atomismo matemtico que comenz por Cavalieri, y que influ-y notablemente en el primer desarrollo del clculo infinite-simal.

    Observemos, por fin, que en la prctica de la investigacin matemtica, e igualmente en la enseanza, se recurre constan-temente al mtodo atomista, incluso en nuestros das. Tene-mos un ejemplo sorprendente de tal prctica en el Mtodo de Arqumedes, descubierto por Heiberg en 1906: en el prefacio, Arqumedes hace hincapi en la diferencia entre el mtodo demostrativo que haba aplicado en sus otros trabajos y el mtodo heurstico que se propona revelar all, y que le permi-ti descubrir resultados clebres, cuya demostracin propia-mente dicha no dio ms que tras estar en posesin suya.

    Grnbaum 9 hace notar que la teora cantoriana de conjun-tos permite rehabilitar el mtodo atomista; sin embargo, me parece que esta afirmacin no est justificada. Mas para expli-car mis objeciones ser preciso explicitar -en la medida de lo posible- los principios de este mtodo, que son:

    I cualquier magnitud continua (lnea, superficie o sli-do) se compone de tomos que son magnitudes del mismo gnero, de modo que cabe obtener la medida (longitud, rea, volumen) de la magnitud continua to-talizando las medidas de los tomos que contenga;

    II al efectuar dicha totalizacin se supone tcitamente que el nmero de tomos es finito, por ms que muy elevado, de suerte que bastar Contar los tomos, y

    III evitamos, sin embargo, fijar el nmero de stos.

    Los principios I y II son los que explican la fecundidad del mtodo atomista; en cuanto al III, slo sirve para eludir las antinomias. Ahora bien, es evidente que tanto el principio I como el II son incompatibles con los principios de la teora de conjuntos.

    El hecho de que los matemticos continen utilizando este mtodo plantea, indudablemente, dos preguntas que tienen gran

    9 GRNBAUM, 1953.

  • 126 RELACIONES ENTRE LA LGICA

    inters para la psicologa del pensamiento matemtico: 1) por qu persisten los matemticos, que disponen de mtodos irre-prochables, en valerse del mtodo atomista?, y 2) cmo se las arreglan para no obtener ms que los resultados correctos derivados de este mtodo?

    En el fondo, ambas preguntas no representan ms que un aspecto especial de otra ms general: qu explicacin psico-lgica tiene la aceptacin por los matemticos del dualismo metodolgico que hemos caracterizado en el 27?

    30. Qu es el pensamiento original: creacin o inven-cin, construccin o descubrimiento? La respuesta del plato-nismo: Frege, Cantor y Hermite.-Para contestar a esta pre-gunta es necesario tener en cuenta la influencia del platonismo en el desarrollo de las matemticas.

    Segn el platonismo, las matemticas se refieren a objetos que se encuentran ms all del mundo material y, por consi-guiente, inaccesibles a la percepcin sensorial. De ah que no puedan fundarse en datos empricos, y hayan de desarrollarse exclusivamente por el raciocinio; as pues, el mtodo deduc-tivo sera el nico que convendra a las ciencias matemticas, y la ausencia de toda informacin que pudiera corregir un razonamiento falaz nos obliga a no admitir en ellas ms que demostraciones que cumplan los preceptos del rigor lgico ms exigente.

    Dado que sabernos poqusimo de las matemticas anteriores a Platn, ignoramos si ste las describa tal y corno las conoci, o si los matemticos se acomodaron a los preceptos que l enunci; pero es incontestable que los escritos clsicos de los grandes matemticos griegos que han llegado hasta nosotros responden fielmente a las concepciones de Platn, y que la influencia de otras concepciones sobre el desarrollo de las matemticas griegas fue despreciable: en efecto, los escpticos y epicreos, ms que recomendar a los matemticos mtodo alguno nuevo, se limitaron a combatir estas ciencias como tales.

    A partir del siglo XVII los filsofos han creado doctrinas nuevas referentes a la naturaleza y el mtodo propios de las

  • FORMAL Y EL PENSAMIENTO REAL 127

    ciencias matemticas: intuicionismo, empirismo, pragmatismo, nominalismo y otras varias. Sin embargo, tales doctrinas ape-nas han ejercido influencia alguna en los matemticos, que han terminado por conformarse con mayor fidelidad que nunca a la metodologa tradicional; y es significativo que protagonis-tas de este movimiento, t