¿Un “laboratorio” de la revolución? Política, educación y...

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41 revista de la facultad de filosofía y letras E S T U D I O ¿Un “laboratorio” de la revolución? Política, educación y nacionalismo en Puebla, 1932-1940 Jesús Márquez Carrillo Resumen El periodo de los años treinta no sólo se caracterizó en Puebla por el nacimien- to y desarrollo de un cacicazgo, sino también por la lucha del clero y las clases medias para hacer triunfar los principios sociales de la Iglesia. El presente ar- tículo se propone describir la coyuntura política y la influencia ideológica de la doctrina social católica en la configuración del cacicazgo avilacamachista, y asimismo intenta mostrar el sentido de la educación y su importancia en el surgimiento de una nueva cultura política, en cuya base se encuentra el nacio- nalismo conservador, difundido a través de la escuela y el culto a la Bandera. Palabras clave: Puebla/ relaciones Iglesia-Estado/ educación y ciudadanía/ ca- cicazgo avilacamachista/ cardenismo Abstract The 30´s in Puebla where not only characterized by the development of cacicaz- go, but also by the fight of the clerc and the middle class to reinforce the social values of the Catholic Church. This article describes the moment of ideologic influence of catholic social doctrine in the configuration of the cacicazgo avi- lacamachista. Also it shows the importance of education in the raise of a new political culture which is the basis of the conservative nacionalism dissemina- ted through the school and the flag cult. Keys words: Puebla/ Relations Church- State/ Education and citizenship/ caci- cazgo avilacamachista/ cardenismo En los dos primeros años del gobierno cardenista se suceden numerosos movi- mientos sociales, animados por un discurso político de puertas abiertas. Después se cambia el rumbo: lo más importante para el Estado no es avalar los conflictos sino estatuir la forma de ejercer su soberanía, permitiendo el libre juego de quie- nes no se le oponen frontalmente y reconocen su indiscutible rectoría política. No es fortuito, entonces, que en febrero de 1936 el presidente de la repú- blica diga: no es atribución del gobierno ni está dentro de sus propósitos com- batir las creencias y el credo de cualquier religión y, más tarde, ante un grupo de profesores reitere: no debe haber propaganda antirreligiosa en las escuelas, Profesor investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

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¿Un “laboratorio” de la revolución?Política, educación y nacionalismo en

Puebla, 1932-1940

Jesús Márquez Carrillo∗

ResumenEl periodo de los años treinta no sólo se caracterizó en Puebla por el nacimien-to y desarrollo de un cacicazgo, sino también por la lucha del clero y las clases medias para hacer triunfar los principios sociales de la Iglesia. El presente ar-tículo se propone describir la coyuntura política y la influencia ideológica de la doctrina social católica en la configuración del cacicazgo avilacamachista, y asimismo intenta mostrar el sentido de la educación y su importancia en el surgimiento de una nueva cultura política, en cuya base se encuentra el nacio-nalismo conservador, difundido a través de la escuela y el culto a la Bandera.

Palabras clave: Puebla/ relaciones Iglesia-Estado/ educación y ciudadanía/ ca-cicazgo avilacamachista/ cardenismo

AbstractThe 30´s in Puebla where not only characterized by the development of cacicaz-go, but also by the fight of the clerc and the middle class to reinforce the social values of the Catholic Church. This article describes the moment of ideologic influence of catholic social doctrine in the configuration of the cacicazgo avi-lacamachista. Also it shows the importance of education in the raise of a new political culture which is the basis of the conservative nacionalism dissemina-ted through the school and the flag cult.

Keys words: Puebla/ Relations Church- State/ Education and citizenship/ caci-cazgo avilacamachista/ cardenismo

En los dos primeros años del gobierno cardenista se suceden numerosos movi-mientos sociales, animados por un discurso político de puertas abiertas. Después se cambia el rumbo: lo más importante para el Estado no es avalar los conflictos sino estatuir la forma de ejercer su soberanía, permitiendo el libre juego de quie-nes no se le oponen frontalmente y reconocen su indiscutible rectoría política.

No es fortuito, entonces, que en febrero de 1936 el presidente de la repú-blica diga: no es atribución del gobierno ni está dentro de sus propósitos com-batir las creencias y el credo de cualquier religión y, más tarde, ante un grupo de profesores reitere: no debe haber propaganda antirreligiosa en las escuelas,

∗ Profesor investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

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toda la atención debe concentrarse en la reforma social.1 Como lo han hecho no-tar otros historiadores, a partir de aquí comienza a resolverse, por una parte, el conflicto Estado-Iglesia católica y por otra, a reconocer el papel fundamental de las clases medias urbanas como “grupo de referencia de la sociedad mexicana”.2

Por otra parte, parece existir un acuerdo común: el Estado de la revolución para convertirse en una entidad social reconocida y legítima tuvo −entre otras cosas− que darles cabida y acotar regionalmente las diferentes expresiones so-ciopolíticas y culturales desencadenadas, a lo largo y ancho del país, antes y durante el movimiento armado de 1910. Así, en cada parte del país confluyen y se articulan intereses diversos, modos de sociedad con rasgos propios. Mos-trar cómo en los últimos años del cardenismo se configura y establece en Pue-bla una cultura regional anticomunista –más allá de sus posibles definiciones– o social cristiana es el propósito del siguiente capítulo.

Aunque sus orígenes se remontan al siglo xix, me interesa hacer hincapié en la ocasión cuando –por “aplicar los principios” que resultaron de la lucha armada–, emerge y articula las demandas de la iglesia, las clases propietarias, las clases medias y la burocracia política tradicional, y esto ocurre a partir de 1932, pero sobre todo desde finales de 1935 hasta las elecciones de 1940.

El presente trabajo está dividido en cuatro segmentos. Un primer apartado es sobre el nacimiento, desarrollo y triunfo político del discurso anticomunista; aborda enseguida las relaciones de Maximino Ávila Camacho, gobernador de la entidad entre 1937-1940, con los grupos de oposición a la política educativa del cardenismo y subraya, al mismo tiempo, los conocidos vínculos del man-datario con las altas jerarquías del clero poblano. Como tercer punto reseña los valores éticos y morales que se transmiten a los niños mediante los libros de texto, vigentes entre 1937 y 1940 y, como tema final, destaca el desarrollo y ofi-cialización de un nacionalismo conservador centrado en el culto a la bandera.

1. Política y discurso anticomunistaA raíz de la muerte de Obregón (1928) se señala a Calles como el responsable del asesinato y para que no quede duda alguna de encubrimiento, éste deja la investigación del caso en manos de los obregonistas y les ofrece el poder en algunos lugares donde su fuerza sea evidente, entre ellos Puebla. En 1929 Leonides Andrew Almazán (1896-1963) se convierte en el primer gobernador constitucional del obregonismo impuesto por los callistas.3

El propósito esencial del gobernador fue respetar la Constitución y desarro-llar un movimiento obrero y campesino combativo. Su política radical tuvo es-trechas relaciones con las ideas sociales de los católicos demócratas y buscó el apoyo de las jerarquías eclesiásticas neutrales y proclives al cambio social.4 Pero para los católicos poblanos familiarizados con los planteamientos modernos de la iglesia, que Almazán enderezara una política radical contra los cacicazgos regionales y a favor del reparto agrario, las demandas obreras y el ejercicio de la democracia en los ayuntamientos fue una ofensa. Sujeta a toda clase de agi-taciones –dicen en coro–, la entidad ve mermados y faltos de garantía los capi-tales del país y los extranjeros.5

1 Blancarte, 1993, pp. 40-42.2 Vid. Blancarte, 1993, pp. 43-48; Negrete, 1988, pp. 171-188; Loaeza, 1988, pp. 92-110.3 Sánchez López, 1992, pp. 63, 73.4 Dulles, 1977, pp. 484-485; “El Obispo de Papantla pide garantías”, en Más allá, No. 53, (1/XI/1931), p. 1; William,

1976, pp. 105-139; “El Frente Anticlerical Poblano”, en Más allá, No. 49, (4/X/1931), pp. 1,8.5 Daniel Blumenkron, Luis Campomanes (eds), 1933, pp. 16-18; Maldonado, 1937, pp. 26-27.

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Bajo circunstancias tales, se inicia desde 1932 una fuerte campaña contra el gobernador exigiéndole entrar en la etapa constructiva revolucionaria, don-de los capitalistas y el pueblo todo tengan garantías. A estas alturas ya no son únicamente los católicos, también los revolucionarios desplazados del poder. Pese a que las fronteras entre ellos son casi invisibles, no se trata sólo establecer acuerdos, sino más bien de crear un espacio donde confluyan e involucren al resto de la población. Es de esta forma como surge en 1932 el Comité Pro-Ban-dera, un organismo concebido para exaltar mediante actos públicos los “valo-res patrios”, la “limpia causa revolucionaria” y el culto a Iturbide.6 Mientras, el antialmazanismo prospera. El gobernador renuncia unos días antes de concluir su periodo; le sucede en el cargo José Mijares Palencia (1933-1937) y, si bien su gestión otorga las seguridades reclamadas, no satisface a todos los grupos opo-sitores, pues los efectos del discurso cardenista son múltiples.7

En 1935 la Federación Regional de Obreros y Campesinos (FROC), una de las organizaciones sindicales más fuertes, afiliada a la central de Vicente Lom-bardo Toledano, se inclina por participar en la contienda electoral por la presi-dencia municipal de Puebla. La ciudad de Puebla fue gobernada por un grupo de obreros y artesanos del 15 de febrero de 1936 al 14 de febrero de 1937.8 Por si esto fuese poco, el 7 de diciembre los froquistas reeditan el fantasma del al-mazanismo al proponer como precandidatos del PNR a la gubernatura y al se-nado a Gilberto Bosques y a Leonides Andrew Almazán.

El hecho de que las actividades de la FROC tengan resultados y se propon-ga participar dentro del PNR con candidatos propios, excita los ánimos de los empresarios, las clases medias y a un sector de la burocracia política que, bajo el mando del diputado local Gonzalo Bautista Castillo, protesta y expone sus temores de que la ideología del PNR al favorecer, en Puebla y otros sitios, la alianza obrero-campesina, sea comunista y pueda establecerse en México el so-viet, tan ajeno a la “naturaleza de nuestra Patria”.9 En igual tono se manifiestan, de diciembre al 24 de febrero, industriales, comerciantes, “damas de sociedad” y obreros cromistas. En algunos establecimientos y casas particulares ondea la bandera de las Tres Garantías, “indicando que la población repudia el comu-nismo” y la CROM llama a sus afiliados y simpatizantes a un paro de protesta contra los frocquistas que se “han manifestado abiertamente comunistas”.10 Y es que para entonces existen en el PNR dos fracciones: A la de Bosques-Alma-zán se enfrenta la de Avila Camacho-Bautista Castillo.

En medio de la vorágine la oposición conservadora secular apoya y pro-mueve la precandidatura de Maximino Avila Camacho. La oposición religio-sa, dolida por el almazanismo y su interpretación de la doctrina social católica, igual coincide en que Maximino, es el más idóneo. En el imaginario de ambas oposiciones el triunfo de Bosques significaría exacerbar los conflictos de la “lu-cha de clases” y hacer de Puebla una ínsula soviética.

Más allá del azaroso desarrollo de la precampaña electoral, en tanto los bos-quistas se pronuncian por profundizar las reformas del cardenismo, el discurso

6 El primer volante de 1932 dice: !!Mexicanos Honremos Nuestra Bandera!!/ como fervoroso homenaje a nuestra querida Enseña Nacional adorna la fachada de tu casa con los colores Verde, Blanco y Rojo que simbolizan Religión, Unión e Independencia/ La Bandera que nos dio nuestra Nacionalidad fue creada el 24 de febrero de 1821 por el libertador de México y primer emperador/ Dn. AGUSTIN DE ITURBIDE/ por eso dedicamos el 24 de febrero de cada año a honrar y venerar nuestra hermosa bandera/ Comité Pro-Bandera/ 1932. DGR Comité Pro-Bandera, doc. s/n. (Negritas mías).

7 AGN-DGG Puebla 25/X/1933. Serie 2-312 (18) - 87, caja 14.8 Sobre las elecciones en Puebla, Malpica, 1980, pp. 102-111.9 “Gonzalo Bautista está loco de remate”, en Fogata (1/XII/1935), p. 1.10 DGR Comité Pro-Bandera, doc. s/n.; Salazar, 1972, T. II, pp. 189-190; Diario de Puebla (14/XII/1935), p. 1.

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avilacamachista asume el proyecto de una sociedad corporativa que, original-mente impulsado por los católicos es hoy compartido por los grupos seculares anticardenistas, debido al auge del nazi-fascismo en Italia y Alemania. Precisa-mente en San Martín Texmelucan, además de lanzar su consigna “Puebla libre contra el comunismo”, el ahora precandidato a senador, Gonzalo Bautista Castillo expuso su defensa de la propiedad privada y su ideario, apoyado en las encícli-cas Rerum Novarum (1891) y Quadragessimo Anno (1931), tal vez por influencia interpósita del canónigo José Ignacio Márquez y Toriz (1895-1950), más tarde arzobispo de Puebla (1945-1950), quien formado en el Colegio Pío Latino y la Pontifica Universidad Gregoriana, era gran difusor de la doctrina social cató-lica en Puebla; quizá también por referencias del canónigo Eugenio Manzane-do (1883-1954), importante figura del catolicismo social en Puebla desde 1919.11

A partir de entonces, sin hacer alusión a sus creencias religiosas, los candi-datos avilacamachistas reiteran una y otra vez propuestas de organización so-cial inspiradas en las ideas de los católicos sociales y en un corporativismo que alienta “la paz social”, la unión de todos los sectores sociales contra el enemigo común. Puede asegurarse que desde los primeros meses de 1936 y hasta 1937 se va configurando una simbiosis discursiva entre las propuestas de los avila-camachistas, la doctrina social de la iglesia y las ideas de un Estado corporati-vo, inspiradas en el fascismo italiano.12

El encono de la precampaña toma derroteros inesperados. Finalmente, las actas levantadas por el PNR local le dan el triunfo a Gilberto Bosques-Leoni-des Andrew Almazán. Pero el Comité Ejecutivo Nacional del PNR y en parti-cular Cárdenas, que informalmente tenía la última palabra, reconoce el triunfo de Avila Camacho-Bautista. De nada valieron protestas: el 1 de febrero de 1937 Maximino Avila Camacho ocupó el cargo de gobernador.

2. Gobierno avilacamachista y oposición conservadoraEl problema entre los católicos y el Estado estaba, teóricamente, en la escuela socialista. Desde principios de 1937, en los planteles oficiales poblanos se “de-sarrollaron los programas de educación socialista en la forma más moderada posible” y para evitar... “torcidas interpretaciones de la propia Secretaría de Educación”, amparándose en la soberanía estatal, el gobierno poblano regla-menta el artículo constitucional, a principios de 1937.13 La coeducación que com-baten los católicos aún persiste en muchas escuelas, pero por propia iniciativa oficial van separando a los niños de las niñas, mientras que el gobernador se opone a la federalización de la enseñanza e imparte a las escuelas particulares “toda la ayuda que le es posible dentro de los cartabones legales”.

Pero es sólo hasta julio de 1938 cuando el Frente Unico Nacional de Padres de Familia-Puebla (FUNPF-Puebla) sostiene con el Ejecutivo su primera entre-vista pública. En ella el gobernador expresa los deseos de que su gobierno se caracterice “por una afectiva contribución a la educación de todas las clases” y, habiendo tanta niñez sin escuela, es necesario no disminuir la asistencia ac-

11 Cfr. León XIII, 1891, pp. 98-99, 101, 161; “Texmelucan está con el Gral. Ávila Camacho”, en Diario de Puebla (20/I/1936), p. 4; “Es vicario general de esta Arquidiócesis el Sr. Cngo. Dr. D. José Ignacio Márquez”. Más allá, núm. 82 (22/V/1932); Márquez, 1937, pp. 77-114; Manzanedo, 1919.

12 “Torpes maniobras”, en Diario de Puebla (7/I/1936), p. 3; “Actividades comunistas”, en Diario de Puebla (10/I/1936), p. 3. “El arma principal con que combatiré todos los problemas del Estado será la educación de las masas”, en Diario de Puebla (19/I/1937), p. 1; Sánchez, 1936, pp. 128-130; La Acción Revolucionaria Mexicanista de Puebla, A los habitantes del estado (Manifiesto), (9/II/1936). DMECIHS, Carpeta s/n documentos s/n. Cfr. Daniel Blumenkron, 1934, pp. 25, 31; Salazar Mallén, 1977, p. 24.

13 Las primera cita corresponde a la Defensa del Hogar; la segunda a La Opinión, Puebla (3/IX/1937), p. 1. Apud. Valencia Castrejón, 1996, p. 98.

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tual con “pretensiones demagógicas y sí ayudar y respaldar la iniciativa priva-da para la creación y sostenimiento de los colegios particulares”. En vista de lo cual el FUNPF-Puebla acuerda “oponer toda la gestión eficaz y necesaria al nue-vo intento de federalización escolar en el estado, respaldando el C. gobernador en su actitud” y “propugnar por la completa derogación de la coeducación.14

Al mismo tiempo que el gobernador establece alianzas con la oposición ca-tólica, la burocracia política poblana se pronuncia en contra del “maligno ar-tículo 3o.” por el mal ejemplo de los maestros que “en vez de dedicarse a su labor educativa, se dedican a luchas políticas”.15

Pero si los nexos del gobierno con la oposición encabezada por los padres de familia resultan un tanto sutiles, no sucede lo mismo en el terreno de sus re-laciones con las altas jerarquías católicas, máxime desde los últimos meses de 1939, cuando contraviniendo las normas constitucionales el mandatario pobla-no asiste a ceremonias religiosas con lo más granado de la clase dominante, se entrevista con el arzobispo en las inmediaciones del recinto gubernamental para tratar algunos “asuntos domésticos” y en ocasiones especiales es dicho “pastor” quien le suministra a su familia los “sagrados sacramentos”.16

Como resultado de estos cambios, desde enero de 1940 el culto no se prac-tica ya únicamente en las iglesias, toma las calles. Así con motivo del Primer Congreso Misional de Puebla y el Congreso Mariano arriban miles de personas, interrumpiendo con sus procesiones el escaso tráfico ordinario y la supuesta tranquilidad urbana.17 Atrás quedan la aplicación de la carta Magna y los dis-cursos incendiarios de algunos cardenistas: clero y gobierno coinciden en la ta-rea del “bien común”.

3. Libros de texto y valores socialesLos nexos amistosos de Maximino y las altas jerarquías del clero van más allá de estos tratos evidentes: en la práctica reproducen y afirman hacia los múlti-ples espacios de la vida social un conjunto de valores comunes, similares a los enunciados por el régimen franquista español.18 Desde febrero de 1937, adu-ciendo una ausencia de método para la enseñanza primaria en los libros de tex-to de las escuelas públicas, el gobierno del estado -con base en el dictamen de Manuel L. Márquez- reimplanta de los años veinte la colección Delgadillo para las clases de lectura y los libros de José Ma. Bonilla y Longinos Cadena para las asignaturas de historia, geografía y civismo.19

14 “Pugna entre las autoridades escolares de la federación y el gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla”, La Defensa del Hogar, No. 38 (29/VII/1937), p. 1, 2; “En Jalisco como en Puebla no ha sido posible la federalización”, Idem., No. 44 (21/IX/1937), p. 1; “Los padres de familia organizados de la Ciudad de Puebla serán atendidos en sus demandas por el gobierno del estado”, Idem., No. 60 (17/VII/1938), p. 1, 2; “Unánimemente rechazan los padres de familia del Estado de Puebla la federalización de la enseñanza y la co-educación”, Idem., No. 61 (31/VII/1938), p. 1, 2.

15 DMECIHS Carpeta. s/n.16 “Un acontecimiento social”, en La Crónica (9/XI/1939), p. 2; “Acontecimiento de alto relieve social en la residencia

del industrial D. Elías David Hanan”, en La Opinión (3/III/1940), p. 1, 8; “Recibió el pan eucarístico un hijito del gobernador”, en La Opinión (4/III/1940), pp. 1, 6.

17 Se calcula que asistieron al Congreso Mariano más de 25 mil personas. “Se clausuró el 1er. Congreso Misional de Puebla”, en La Opinión (16/IX/1940, p. 5. “Hay entusiasmo por el Congreso Mariano”, en La Opinión (16/IX/1940), p. 1, 6; “Programa para hoy del Congreso Mariano”, en La Opinión (9/IX/1940), p. 1.

18 Vid El nuevo Ripalda en la Nueva España y García, El régimen del 18 de julio.19 “Expediente relativo a los asuntos tratados con el gobernador”, AHU. Fdo. Colegio del Estado Sec. Adva. 1937 enero-

mayo, Vol. 1, exp. 2. Con respecto a la enseñanza de la historia, Josefina Vázquez plantea que entre 1917-1940 los libros de texto pueden dividirse en dos periodos, 1917-1925 y 1926-1940. Los libros de José María Bonilla y Longinos Cadena corresponden al primer periodo y se ubican fielmente en la posición oficial. Para Soledad Loaeza la parte esencial de los programas a que correspondían tales libros “consistía en la exaltación del sentimiento nacionalista y del culto a la patria y a sus símbolos, porque la SEP consideraba que este tipo de enseñanzas contribuiría a resolver ‘el grave problema de nuestra vida política con la formación de hábitos y virtudes cívicas’” Vid. Vázquez de Knauth, 1970, pp. 169-174; Loaeza, 1988, p. 89.

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La colección Delgadillo opera sobre un modelo de alumno dócil, tolerante y contento con el lugar que ocupa en la “jerarquía social” y difunde en forma vertical los conceptos de obediencia, orden, respeto por la autoridad y traba-jo. Las virtudes que destaca son: 1) trabajo y estudio, 2) caridad, 3) obediencia y respeto; los vicios que combate: 1) egoísmo, avaricia, ira y crueldad, 2) des-obediencia e ingratitud y 3) falsedad.20 Los libros de historia comparten en ge-neral una visión de progreso que legitima “la estratificación social” y engloba los valores más tradicionales: adhesión a la religión católica, al embellecimien-to del hogar, de la vestimenta y las bellas artes, y respeto por a la familia que incluye una ética de abstinencia moral, sexual y económica. Bonilla -quien es-tudia únicamente la historia novohispana y por lo mismo su valoración no es completa- exalta 1) la caridad como protección del pobre, 2) el progreso mate-rial y 3) la seguridad y el engrandecimiento nacionales; Cadena coloca en or-den descendente 1) el progreso material, 2) la seguridad y el engrandecimiento nacionales y 3) el establecimiento de orden y organización en la sociedad.21 El libro de civismo de Bonilla subraya más los deberes que las obligaciones. He aquí algunos ejemplos:

Aunque el derecho de huelga está contenido en la Constitución, las huel-gas que ofenden el “interés público” son ilegales. El derecho a la libre expre-sión está limitado por la necesidad de orden público; la libertad de prensa debe estar sujeta por normas de moral y paz pública; el derecho de asociación no debe utilizarse para formar grupos inclinados a la “violencia, rebelión o acción ilegal o inmoral”. El propósito de la Constitución -dice- es proteger a los tra-bajadores “sin matar a la gallina de los huevos de oro, es decir dando al capi-tal las garantías que necesita para sobrevivir y prosperar”. Texto escrito en los años veinte, advierte que el socialismo tendría malos resultados “contrarios a los principios de justicia”. Por ello el gobierno debe ejercer su función tutelar: “Es un alto principio de justicia proteger al proletariado contra la avaricia de los poderosos; pero no deberíamos olvidar... que si sustituimos el despotismo del dinero por el desenfreno de la ignorancia y las bajas pasiones, corremos el riesgo de caer en un abismo mil veces peor que el que tratamos de evitar”. La libertad implica no otra cosa sino la obligación de trabajar.22

Si estos principios oficialmente se inculcan en las escuelas públicas, ¿qué podemos esperar de las privadas? Coincidiendo con las demandas de la oposi-ción conservadora, el régimen avilacamachista pretende crear otra manera de ver el medio natural, los procesos sociales y las relaciones del individuo con sus semejantes y el Estado; de aquí que cobre pleno sentido la repulsa contra la fe-deralización de la enseñanza, pues con ello se busca conformar y defender un área donde los valores tradicionales tengan espacios propios para reproducirse.

Además, en una sociedad donde los valores judeo-cristianos y el peso de los grupos católicos y las fuerzas conservadoras seculares están fuera de duda, la tradición sale avante. A diferencia de Alemania o Italia donde el nazi-fascismo exalta la raza, la pureza de sangre, en Puebla, debido las características étnicas de la población, se hace énfasis en la idiosincrasia del mexicano y los elemen-tos constitutivos de su personalidad: patria y religión; estamos hablando llana-mente del nacionalismo conservador.23

20 Para un estudio sobre el contenido de la colección Delgadillo, Vaughan, 1982, pp. 405-409.21 Vaughan, 1982, pp. 381, 394.22 Vaughan 1982, pp. 401-404. Habría que señalar de paso la influencia en estos argumentos de la doctrina social

de la iglesia.23 Igual que en España donde en el franquismo “la raza se valora más como un vigor espiritual, como un modo de

ser que como una cuestión de base étnica”. Vid. García, 1977, p. 37.

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4. Culto a la bandera: Patria y ReligiónHayes destacó que las “bases culturales de la nacionalidad son el lenguaje y las tradiciones históricas comunes. Cuando estos elementos se transforman, por medio de cualquier procedimiento educativo, en objeto de patriotismo popular emocional, dan por resultado el nacionalismo”.24 No existe, por tanto, un naciona-lismo universal sino diversas experiencias históricas de nacionalismo; de ahí que se le identifique con el liberalismo, el nazismo o el socialismo, pues se trata, en su base, de una idea y un proyecto político que opera en la psicología de masas.

El concepto de nación elaborado por los conservadores mexicanos en el si-glo xx tiene tres características fundamentales: 1) identifica a la Nación con la Patria, 2) concibe la existencia de una sola nación en el territorio mexicano, con idénticos principios para todos sus habitantes y 3) considera que mientras el origen de la nación se remonta a la conquista española, su consolidación ocu-rre durante la época colonial; de modo que en el momento que se crea el Estado mexicano (1821), la nación ya está formada, no es su consecuencia como adu-cen los liberales.25 Por ello cualquier idea política que obedezca a estos propó-sitos de fundarla, violenta sus principios. La nación es, pues, la Patria, el lugar de los padres y sus creencias religiosas; “la empresa común en que se empeña un pueblo, un ideal de convivencia, una expresión de fe en sí mismo y de amor propio, de amor a lo propio, con deseo de superarlo y defenderlo”, dirá Toribio Esquivel Obregón (1864-1946).26

Pero el “nacionalismo como todas las demás religiones, es social, y sus ritos más importantes son los ritos públicos, que se llevan a cabo en nombre de una comunidad y que tienen por fin lograr su salvación”. En la religión del nacio-nalismo “la bandera nacional es el símbolo principal y objeto central de culto”; también tiene su santoral (los héroes), sus objetos sagrados (el himno nacio-nal, la campana de Dolores), sus formas litúrgicas (como saludar “a” y “con” la bandera, como “izarla” y “arriarla”, etc), sus procesiones y peregrinaciones a los lugares santos (“cuna de la independencia”, “cuna de la revolución”), sus templos (rotondas de los hombres ilustres, “el altar de la Patria”), sus días de fiesta y de guardar (día de la independencia, de la revolución, del natalicio de x o y héroe, de x o y batalla) y una profusa veneración de imágenes (las estam-pas, las estatuas de los héroes).27

En el nacionalismo conservador mexicano la bandera “concreta en sus fulgo-res y coge entre sus pliegues esa cosa inexpresable que llamamos Patria. Nues-tra bandera es su encarnación perfecta: no hay Patria sin religión, no hay Patria sin Unión; no hay Patria sin Independencia.28 Símbolo de la nación mexicana, ella une, hermana y reafirma voluntades en un mismo horizonte.”Bendecimos a todas las banderas -dijo Pío XI al bendecir en 1923 la bandera de la Unión Fe-menina Italiana-, recordando este principio que debe ser sacrosanto: se lleva con honra o no se despliega. Si se enarbola debe ondear libremente y debe ser defendida a consta de cualquier sacrificio; si no es así, mejor no sacarla”.29

24 Hayes, 1966, pp 13-14.25 Arenal Fenochio, 1992, pp. 345-346.26 Apud. Arenal Fenochio, 1992, p. 346.27 Hayes, 1966, pp. 219-222. Precisa decir que la bandera nacional nace con la revolución francesa. Con respecto

a los días de fiesta y de guardar en la religión del nacionalismo, el autor señala que Estados Unidos, por ejemplo “celebra el 4 de julio la fiesta de la Natividad nacional; el Día de la Bandera podría compararse con el Corpus Christi, y el 30 de mayo, Día de los Veteranos de guerra, es una versión patriótica del Día de Difuntos”.

28 Hayes, 1966, pp. 219-222. Precisa decir que la bandera nacional nace con la revolución francesa. Con respecto a los días de fiesta y de guardar en la religión del nacionalismo, el autor señala que Estados Unidos, por ejemplo “celebra el 4 de julio la fiesta de la Natividad nacional; el Día de la Bandera podría compararse con el Corpus Christi, y el 30 de mayo, Día de los Veteranos de guerra, es una versión patriótica del Día de Difuntos”.

29 Unión de Católicos Mexicanos, 1937, p.46. Las cursivas corresponden a la cita.

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Si la bandera es por excelencia el símbolo de todo lo que significa la na-ción mexicana (el Corpus Christi) y éste debe ser defendido hasta la muerte, resulta entonces que hay que extender su culto a todos los rincones del suelo patrio en una cruzada para restaurar el orden social. Con este fin desde 1932 viene trabajando en Puebla el Comité Pro Bandera, fruto de la alianza entre la oposición conservadora religiosa y la oposición conservadora secular en con-tra del gobernador Leonides Andrew Almazán. El Comité fue “formado por los entusiastas patriotas” y comenzó a extenderse por el resto del país, lle-gando a ciudades y pueblos. Para 1938 podía con satisfacción decir, ya “so-mos reconocidos por el resto de la república y debemos trabajar para llegar al fin deseado”: establecer en el calendario cívico de México el 24 de febrero como el Día de la Bandera.30

Desde el siglo xix se enfrentaban cuando menos dos versiones de la histo-ria, cada una con su santoral y días festivos. Para los conservadores poblanos de los años treinta, puesto que la bandera fue creada al término de la guerra de Independencia (1821) con el propósito de significar con sus colores, la religión, la unión y la independencia de los mexicanos, el día dedicado a ella debe ser el 24 de febrero, la fecha en que se proclamó el Plan de Iguala y el sastre José Magdaleno Ocampo confeccionó por encargo de Iturbide el “primer manto sa-grado”. De este modo buscan prolongar una tradición católica que mediante el reiterado homenaje a Iturbide venía impulsándose desde la centuria anterior, en oposición al culto que los liberales rendían a Hidalgo.31 Entre 1932 y 1937 el Comité Pro bandera Puebla desarrolla una intensa actividad en pos de conse-guir que los poblanos reconozcan como suyo el culto a la “enseña patria”: los exhorta para que adornen con los colores nacionales las fachadas de sus casas en ocasión tan especial del 24 de febrero, organiza -con motivo de cualquier conmemoración cívica- veladas, concursos y ceremonias públicas de honores a la bandera en escuelas privadas y oficiales, oficinas, jardines, plazas; en torno a él se van sumando los católicos con “sangre de patriotas” y quienes aspiran a un orden social opuesto al que pregona el cardenismo.

Fruto de esta constancia y los intereses de la clase política poblana, el 24 de febrero de 1938 las autoridades del Estado y del municipio, los jefes del ejér-cito y la burocracia, asumiendo la representación de los trabajadores, institu-yen el día de la bandera, amparándose en la llamada soberanía estatal.32 Ya se ve, tal fecha es un reconocimiento tácito del gobierno avilacamachista a la his-toria rescatada por los católicos que desde antes del porfirismo venían conme-morando el 24 de febrero como el día de la Independencia y del lábaro patrio.

Más significativo es el hecho de que ese día se colocara en el fuerte de Lore-to la primera piedra de un monumento (un altar) que habría de erigirse en ho-nor de dicha enseña nacional con el “óbolo generoso de los poblanos”. Si desde hacía tiempo el Comité Pro bandera realizaba actividades para conseguir adep-tos, en los sucesivos meses, con el pretexto de recaudar fondos para esta empre-sa, se desata una campaña anticomunista y antiyanqui cuyo fin es legitimar el papel del catolicismo en la defensa de la integridad nacional. “El día que des-aparezca el catolicismo -decía un columnista en 1932- México habrá perdido el

30 “Sesión del 8 de marzo de 1938”. Comité Pro-Bandera. DGR doc. s/n.31 Sobre los orígenes del culto a los “héroes nacionales”, Brading, 1980, pp. 115-128. Acerca del culto a Iturbide en

el siglo xix Barquín y Ruiz, 1968, pp. 253-268.32 “Acta constitutiva del Día de la Bandera” Puebla (24/II/1938) DGR Comité Pro-bandera exp. 3.

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revista de la facultad de filosofía y letras

E S T U D I O

país, las creencias, la filiación histórica y su tradición”.33 El único baluarte de la nacionalidad frente a los peligros que la rodean es la fe católica, apostólica y romana, diría en coro.

Pareciera que el ejemplo de Puebla empieza cundir hacia otras latitudes en contra de la historia oficial. Los Comités filiales Pro bandera empiezan a presio-nar para que se institucionalice en los estados el 24 de febrero como el Día de la Bandera y a vincularse con otros grupos y movimientos nacionalistas coinci-dentes, en momentos que el sinarquismo es un movimiento de masas que exal-ta en sus actos públicos el culto a la “enseña patria”. En este contexto, Cárdenas declara oficialmente el 27 de septiembre como el Día de la Bandera, confirman-do así el santoral de los liberales y oponiéndose por ello a la festividad del 24 de febrero, enarbolada por los conservadores católicos.34

Pero el Comité Pro bandera de Puebla, no deja pasar esta fecha para orga-nizar el 27 de septiembre, con el concurso del gobierno del Estado, el Ayunta-miento y la XXV Zona Militar, el primer “Paseo triunfal” del lábaro patrio. La bandera hace su primer “Paseo triunfal” del zócalo a los fuertes de Loreto y Guadalupe, lugares donde en 1862 fue derrotado el ejército francés.35 El men-saje imaginario condensado en este acto es, en primera instancia, un rechazo a toda injerencia extranjera en los asuntos del país; pero visto con calma y con re-lación al conjunto de discursos producidos en forma simultánea por otros agen-tes y actores sociales, es obvio que se fortalece una ideología anticomunista en cuya base se encuentran las concepciones católico-sociales de la Iglesia; y esto desde luego no hubiese sido posible sin el cabal apoyo de las autoridades del estado y municipales. Mientras a partir de 1939 la presidencia efectiva del Co-mité Pro bandera recae en uno de los promotores del proyecto cultural, ocupan las presidencias honorarias el jefe de la zona militar, el ejecutivo poblano y su hermano, el presidente municipal de Puebla: Rafael Avila Camacho.36 Uno po-dría suponer que una vez decretado por la presidencia de la república el 27 de septiembre como Día de la Bandera, los “banderistas” poblanos tomarían esa fecha para sus celebraciones y cuando menos las autoridades civiles y militares se sumarían a ella. Pero no; amparándose en la soberanía estatal y en el acuer-do previo, el gobierno del estado sigue conmemorando con bombos y platillos el 24 de febrero. En 1939 se lleva a cabo el segundo “El Gran Paseo Triunfal” precedido tanto por las autoridades civiles y militares del municipio y la enti-dad (el gobernador del estado, el presidente municipal, el jefe de la XXV zona militar, el jefe del Estado Mayor) como por el cuerpo consular en Puebla, y se-guido “de los niños de las escuelas, Bandas de Guerra de Sindicatos Obreros, con sus Banderas Tricolores, Representaciones de Instituciones Profesionales, Comerciales y Deportivas, formando la Vanguardia, el Pabellón del 35o. Regi-miento con su Guardia de Honor y la H. Asociación de Charros”.37

De esta suerte, los valores impulsados en la escuela y promovidos por los conservadores se capilarizan en el cuerpo social poblano moldeando un proto-

33 “Acta constitutiva del Día de la Bandera” Puebla (24/II/1938) DGR Comité Pro-bandera exp. 3, documento s/n; “El catolicismo, baluarte de la nacionalidad”, en Más Allá, No. 85 (12/IV/1932), p. 3; “Patria y religión”, en La Crónica, No. 2 (18/V/1938), p. 1.

34 Información en DGR Comité Pro-Bandera exp. 2.35 “Invitaciones al Paseo Triunfal” (20/IX/1938) DGR Comité Pro-bandera exp. 2.36 Nombramiento del general Armando Escobar Steger, jefe del Estado Mayor de la 25a. zona militar. Puebla, 20 de

febrero de 1939; Hojas membretadas del Comité Pro bandera. DGR Comité Pro-bandera exp. 2.37 “P U E B L A rinde HONOR Y VENERACION AL PABELLON NACIONAL, EN EL CXVII ANIVERSARIO DE SU

CREACION EN IGUALA, EL 24 DE FEBRERO DE 1821” (sic). Programa. (10/II/1939) DGR Comité Pro-bandera exp. 2. Las negritas en el texto son mayúsculas en el original.

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tipo de ciudadano disciplinado y patriota, dispuesto a obedecer sin protestar, porque antes que los derechos están las obligaciones y su amor a la patria, en-carnado en la bandera.

Años después de haber nacido el primer comité, en un volante profusamen-te difundido en 1957, se diría: “25 años de lucha/ por glorificar nuestra bande-ra/ ¡¡Mexicano patriota!!/ El domingo 24 de febrero/ Día de nuestra Gloriosa Bandera Nacional, asiste a la Santa Misa que se celebrará en su honor como un homenaje en la Santa Basílica Catedral a las 8.30 horas y a los actos subsecuen-tes en el atrio de la misma”.38 Ahora se comprende por qué durante la primera gran crisis política del cacicazgo avilacamachista en la Universidad, el arzo-bispo de Puebla arengara a los fieles: “¡¡Católicos de Puebla! ¡Hombres libres! ¡Ciudadanos honrados! ¿Vamos a claudicar vergonzosamente de esas conquis-tas de la civilización cristiana, para caer en las redes maléficas del comunismo? ¿Quien de vosotros se atrevería a mirar impávido que nuestra Patria cayera en poder del extranjero, que en nuestros edificios públicos en vez de ondear la gloriosa enseña tricolor, miráramos una bandera extranjera y que hombres exóticos, invasores, se adueñaran de nuestro territorio, de nuestras institucio-nes, de nuestro gobierno y de todo lo que es nuestro amado México?”.39

EpílogoNi duda cabe: en los últimos años del cardenismo, bajo el manto del gobierno estatal, se desarrolló una cultura socialcristiana o anticomunista poblana que trascendió sus fronteras, al propagar el culto a la “enseña patria” y conseguir que –en oposición al 27 de septiembre, fecha de la tradición liberal– se decreta-ra en el calendario oficial, el 24 de febrero como día festivo dedicado a honrarla.

Las circunstancias que rodearon el nacimiento de tal cultura aunque se re-montan al siglo pasado, en lo inmediato tienen que ver con una respuesta del gobierno estatal y “los poblanos patriotas” a la política cardenista de puer-tas abiertas. Pero contrariamente a las tesis de los historiador Sergio Valencia Castrejón en el sentido de que el “gobierno poblano casi se independizó del régimen presidencial y adoptó, además, una actitud contraria al reformismo impulsado por el general Cárdenas, contradiciendo así la filiación cardenista que pregonaba”, creo que el avilacamachismo fue un “laboratorio” más de la revolución y estuvo a la altura de la política conciliadora que impulso Cárde-nas desde mediados de 1936 con los grupos conservadores.40

En este contexto, no es de extrañar la nominación de Manuel Ávila como candidato a la presidencia de la República y su posterior arribo a la misma, como tampoco que Gonzalo Bautista Castillo siendo candidato a la gubernatu-ra del estado en 1940, ante obreros y campesinos emita mensajes de claro senti-do religioso y llegue a concluir que: mi programa “es socialista revolucionario, pero de un socialismo cristiano que busca el mejoramiento económico del pue-blo trabajador”.41

38 “Poblano Patriota” Volante del Comité Pro-bandera (septiembre de 1957), DGR, exp. 3.39 “Pastoral del Sr. Arzobispo a la grey de la arquidiócesis”, en El Sol de Puebla, Puebla (21/V/1961), 2a. Sec., pp. 1,

5. Las negritas son mías.40 La tesis aparece en Valencia Castrejón, 1996. Cuarta de forros.41 “Los hombres como los pueblos que sólo viven en añoranzas, poco rinden en favor de la colectividad”, en La Opinión

(29/IV/1940), pp. 1, 6; “Todo Tecali evidenció sus simpatías al senador Bautista”, en La Opinión (27/V/1940), pp. 1, 6; “Una clamorosa recepción se le tributó en Matamoros al candidato Dr. Bautista”, en La Opinión, (26/II/1940), pp. 1-6

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