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EL FILOSOFO POLEMICOWilliam Gass*

Traducción de Magdalena Holguín

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En un temprano ensayo autobiográfico, es-crito para el colegio, recordaba Nietzscheque había encontrado a Naumburg excesi-

vamente congestionado -polvoriento e indife-rente así como sorprendentemente variado- des-pués de la vida encerrada, tranquila y familiar deR6cken, la pequeña aldea de Sajonia donde habíanacido. Naumburg, naturalmente, se reduci-ría en la medida en que su propia mente desper-taba y se ensanchaba; pero el niño no podía ser in-mediatamente conciente de cuán soñoliento era elambiente que soportaba sus primeros sueños.Una comunidad decididamente pietista, pobladaen gran parte de pensionados con sus pretensionesdefensivas, Naumburg perdió con el transcursodel tiempo su posición económica frente a Leip-zig, su preeminencia cultural frente a Dresden, suaudacia política frente a los sucesivos desencantos(incluso el centro intelectual del movimiento pie-tista se había desplazado a Halle), y se hallaba enese momento tan renuente al crecimiento o alcambio que la llegada de los tres Nietzsches pare-ció aumentar significativamente sus trece mil ha-bitantes.

La madre de Nietzsche, habiendo perdido a suesposo y a uno de sus hijos en un corto lapso, y untanto desconcertada, aceptó la vida de viuda de unPastor con la facilidad de una mujer atractiva deveintitrés años que deseaba apartarse del riesgoque esto conlleva, aun cuando, fuera de la casa desu marido, que continuaba incluyendo a su madreya dos hermanas, tenía pocas probabilidades deobtener condiciones decentes de subsistencia.El Pastor Nietzsche, quien sufría de ataques so-cráticos de abstracción y depresiones agotadoras,era tan devoto realista como luterano, recono-ciendo, según la doctrina, la ascendencia divinade los reyes. La revolución de 1848 constituyópara él un escándalo y una humillación, cuando el

• Tomado de The New York ReviewofBooks, Vol. XXXV, No. 1,Febrero 4 de 1988.

tocayo de su hijo, Federico Guillermo IV, se incli-nó ante las exigencias de una masa sublevada y,como signo de sumisión, se colocó la escarapelade los rebeldes. El cerebro del Pastor se ablandó,como se decía en ese entonces, y al año siguientemurió ciego, en medio de la locura y la desespera-ción, a la edad de treinta y seis años.

Con su muerte, el padre de Nietzsche se convir-tió en lo que sólo habría podido ser en vida: elhombre sencillo y bueno, apreciado por todos losque le conocían, cuyo hijito crecería hasta llegar asu estatura, y cuya senda virtuosa estaba destina-do a seguir fielmente. A la edad de cuatro años, sufuturo con su padre había terminado, pero su futu-ro con la imagen eulogizada de su padre habíaapenas comenzado. Peter Bergmann cuenta queen la calzada situada detrás de su nuevo hogar,Nietzsche escuchó en más de una ocasión, comoen una pieza de teatro que aún no había leido, lafantasmal voz de su padre amonestándolel.Acerca de qué le amonestaba? Acerca de la de-sobediencia, indudablemente, aun cuando seríamás romántico imaginar que le advertía acerca desu futuro. "Eres la imagen de tu padre" escribió sutía abuela con ocasión de su confirmación, de-seando enfatizar la semejanza, pues a los dieciséisaños ya había comenzado a dudar de su vocación ya borrar la semejanza familiar. Sin embargoNietzsche regresaría a Naumburg con su propialocura cuarenta años más tarde, y allí, cuidadopor su madre como lo había sido su padre, aterro-rizaría a los visitantes con los roncos aullidos de suvoraz y desgreñada muerte.

Así, manteniéndose prudentemente dentro dela órbita de su esposo, y luciendo sus virtudes al-deanas como una medalla alrededor de su cuello,la madre de Nietzsche llevó a su hijo, y a su hijaElizabeth de R6cken al vecino Naumburg, dondelos sobrevivientes, uniéndose a las dos tías solte-ronas, se acomodaron en las desvaidas habitacio-

l. Peter Bergmann, Nietzsche, "The Last Ami-Policial German"(Indiana University Press, 1987), p. 13.

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nes de la parte trasera de la casa de la abuela, so-metiéndose al régimen y reglas que ésta les impo-nía, completando así, inadvertidamente, el círcu-lo de faldas que había de explicar más tarde, paramuchos, la misoginia del filósofo, y matizar si noexcusar su aguijón2.

Como muchas otras de las aversiones deNietzsche, ésta fue mal comprendida. En su

época las mujeres no sólo eran portadores de lasconsecuencias venéreas cuya infección luego pa-deció (como lo afirma la sospecha histórica), sinoque sobrellevaban la cultura como lo sobrelleva-ban a sus hijos, y tal como el filósofo diagnostica-ría y definiría su caso, poseían una comunidad dedolencias para atestiguar sus servicios. Entre ellasflorecían las emociones pasivas: el resentimientoconducía la calesa en la que paseaba el solaz reli-gioso; su energía mal dirigida se aliviaba en acce-sos de apatía; la inteligencia y el talento femeni-nos se dedicaban a la manipulación del hombre y ala fabricación de coquetas, arpías, madres mayor-domos, santas sin humor y zánganos. Era de todosconocido que sus amos -aquellos que se designa-ban a sí mismos como reyes de la creación- po-dían ser llevados por la nariz, si no por el pene, acualquier lugar en que se deseara colocarlos, y aemprender cualquier proyecto para el que se hu-biese decidido emplear sus habilidades. Nietzschemostraba una clara preferencia por mujeres pococonvencionales y emancipadas como CosimaWagner, Malwida von Meysenburg y Lou Salo-mé. "Cuando vayas donde las mujeres", escribió,"lleva el látigo" ; pero en la famosa foto divertidaen donde aparecen él y Paul Reé tirando de un ca-rro como un par de bueyes, es la mano de Lou laque detenta el nudoso lazo.

2. Se alejó de su madre principalmente por motivo de sus diferen-cias religiosas, y eventualmente aprendió a detestar a su poco escru-pulosa y anti-semita hermana, Elizabeth. Lou Salomé, en efecto, re-chazó su cortejo. Para una desgarradora narración de la triste y pseu-do-incestuosa relación de Nietzsche con Elizabeth, ver H.F. Peter,Zarathustra's Sister (Crown, 1977); y para su relación con Lou, con-sultar el libro del mismo autor, My Sister, My Spouse: A Biography01 Lou Andreas Salomé (Norton, 1974). Otro recuento puede encon-trarse en Rudolph Binion, Frau Lou (Princeton University Press,1968), un tanto desvalorizado por la malicia del autor respecto de suprotagonista. Waher Kaufmann (Nietzsche: Philosopher, Psycholo-gist, Antichrist, 3a. ed., Random House, 1%8, p. 84) dice que "Losescritos de Nietzsche contienen muchos juicios demasiado-humanos-especialmente sobre las mujeres- pero éstos son filosóficamenteirrelevantes". No tan irrelevantes, como intenta mostrarlo David Fa-rrell Krell en Postponements: Women, Sensuality and Death inNietzsche (Indiana University Press, 1986). DesafortunadamenteKrell se centra en fragmentos de cuadernos póstumamente apareci-dos.

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Lo que se discute es en última instancia un anti-guo problema, inflado por la retórica nietzschea-na, cuya ampliación rev~la un fatal équívoco. So-mos llevados en el vientre como cachorritos en uncojín, pero luego el encuentro de nuestros deseoscon el mundo es a menudo tan doloroso y devasta-dor como un accidente automovilístico. Algunasveces encontramos más sencillo cambiar el mun-do, doblegarlo a nuestra voluntad (en cuyo casoaspiramos a ser sus amos, y denominamos nuestroconocimiento de él "poder"); no obstante, pode-mos encontrar aconsejable cambiarnos a nosotrosmismos, redefinir, dirigir en otra dirección o dejarde lado nuestros deseos (en cuyo caso pareceráque nos sometemos como esclavos). Lo que es de-cisivo es cómo comprender correcta (y valerosa-mente) nuestros poderes, y saber si estamos dis-puestos a generalizar nuestra condición y a hacerde nuestras reacciones un hábito.

Si somos estóicos, sentiremos que no dispone-mos de poder alguno sobre el mundo, y en el me-jor de los casos, sólo un poco sobre nosotros mis-mos. Tamburlaine puede, al menos por un tiem-po, tener mayores visiones, metas más grandiosasy confiadas. A menudo, al ver que no podemos to-mar las cosas en nuestras manos, como sutiles Fí-garos, manipulamos las manos en las que descan-san las cosas, manejando al común de los hombresmediante soborno, chantaje, seducción, nega-ción, y sermones; a los reyes y reinas medianteadulación, maquinaciones, traición y ruegos; y alos dioses mediante sacerdotes, sacrificios y ora-ciones. Nuestro carácter se endurece en nuestrasopciones, y nuestra moral saca el mejor provechode ello. Así, algunos crecemos como niños, arro-gantes e imperiosos, inclinados a patalear cuandose contrarían nuestros deseos; otros nos deleita.,mos en la renunciación, engordando nuestros es-píritus hasta que sobresalen del cuerpo como loshuesos; otros nos inclinamos ante las circunstan-cias, gritando "lo que ha de ser, será", como elgorjeo tranquilizador de las aves; o cantamos elcanto de las sirenas, hacemos de nuestra pasividadun arte, preparamos nuestros cuerpos para que segire sobre ellos como en un banco, y abrimosnuestras piernas allí como un monedero.

Cualquier niñez atenta confirmará el hecho deque apenas existe un crimen que no lleve la másca-ra de la virtud, o una virtud que no sea intrínseca-mente malvada. No hay cualidad moral algunapara la que no hayamos hallado hace tiempo eldesdén de un cliché. En el caso de Nietzsche,cuando crecía en Naumburg, éstas eran principaly más inmediatamente, obediencia, piedad, casti-

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Ex-Libris de WilIiam HOGARTH para John HOLLAND.

dad,. I?odestia, pulcritud, diligencia, sacrificio yS~rvICIO..Más tarde, les serían agregadas compa-SIón, l~stIma y ~i,mpatía. Tiranizados por la bene-volencIa, a los jovenes se les hace rutinariamentevíctimas de la virtud, y no les lleva mucho tiempodarse cuenta, al ser obligados a internalizar susobliga.ciones, que s.ir:'en otros intereses: que lafrugalIdad sea avancIa en circunstancias favora-bles, por ejemplo, que la honestidad sea un tipode desarme espiritual al tiempo que produce desa-grado, o que el desdén de la frivolidad sea una for-ma de temor. Los rasgos que hacen obtener la me-dalla de la bondad no hacen de sus poseedorespersonas animadas y atractivas. Lo que nos mue-v.e es ingenio y energía, agilidad y sensibilidad,sImpatía y entusiasmo, habilidad y audacia -enbreve, signos de vitalidad- no las docenas de "nodebes", independientemente de cuán edificantesparezcan, que las autoridades han ideado para suprovecho.

N o nos volvemos estóicos porque la realidadsea buena e inexorablemente racional (si allí

es donde terminamos), sino porque nos sentimos

incapaces de afectar los hechos, y estamos dis-puest~s a acomodarnos a nuestro lugar como unabaratIja sobre una repisa, a cubrirnos de polvocomo en nuestra eventual tumba. Nuestro tem-prano sentido de la injusticia de la justicia serápronto desterrado mediante patadas y maldicio-nes, como un animal descarriado, para ser susti-tuid? por una figura con los ojos vendados quesostIene la balanza. Otro escenario nos aconsejaponer la otra mejilla, puesto que un gesto seme-jante calma la mano, disminuyendo las bofetadasde m~estr.osamos; y .celebramos la humildad y laobedIencIa por las mIsmas sabias razones de debi-lidad. Así -inevitablemente-los fuertes promue-ven programas de ejercicio para sí mismos, entanto que recomiendan a los demás el descanso elestudio cerebral del ajedrez y pretenden que su ta-blero exangüe sea un campo de batalla, mientraslos tontos practican la paciencia, el servilismo y elpatriotismo. Nietzsche muerde nuestros valorescomo si fuesen una moneda sospechosa, dejandoen ellos la marca de sus dientes, pues para él sólolo duro, no lo blando, era auténtico.

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Si se tienen dieciséis o diecisiete años, un pasajecomo éste de Humano, demasiado humano3, seleerá como un testimonio de la verdad, o quizássería mejor decir, debiera leerse así:

Qué sujeta con más fuerza? Qué lazos sonirrompibles? En el caso de hombres de un alto yselecto tipo, serán sus deberes: aquella reverenciapropia de la juventud, aquella reserva y delicade-za ante todo lo que se respeta y se honra desdehace tiempo, la gratitud hacia el suelo en el quecrecieron, a la mano que los guió, al lugar sagradoen que aprendieron a adorar -sus mismos momen-tos sublimes los sujetarán con más fuerza, coloca-rán sobre ellos la obligación más perdurable. Lagran liberación viene para aquellos que son suje-tados súbitamente, como el impacto de un terre-moto: el alma juvenil se colvulsiona de inmediato,se arranca de sus ligaduras, se escapa -ella mismano sabe qué le sucede. Una fuerza y un impulso ladomina como un mandato; una voluntad y un de-seo despiertan para salir a cualquier parte, a cual-quier costo; la curiosidad vehemente y peligrosade un mundo desconocido flamea y destella en to-dos sus sentidos. "Mejor morir que seguir vivien-do aquí" -así responde la voz imperiosa y la tenta-ción: y este "aquí", este "hogar" es todo lo quehasta entonces había amado! Un súbito terror y ladesconfianza hacia lo que había amado, un relám-pago de desdén para lo que había llamado "de-ber", un deseo rebelde, arbitrario, que irrumpevolcániCamente, de viajar, de sitios extraños, alie-naciones, frialdad, sobriedad, hielo, un odio delamor, quizá un golpe desacralizador y una miradahacia atrás, hacia donde antiguamente amó y ado-ró, quizás un rubor avergonzado frente a lo queacaba de hacer y al mismo tiempo, una exultaciónde haberlo hecho, un temblor embriagado, ínti-mamente exultante que traiciona una viCtoria-una victoria? sobre qué? sobre quién? una victo-ria enigmática, llena de preguntas, cuestionable,

3. Human, A/l Too Human, traducido por R.J. Hollingdale (Cam-bridge University Press, 1986), pp. 6, 7. Hollingdale es autor deNietzsche: The man and His Philosophy (Louisiana State UniversityPress, 1965) y de Nietzsche (Methuen, 1973). Tradujo, con WalterKaufmann, The Wi/l to Power (Vintage, 1968), y un volumen ante-rior de la misma serie de Cambridge, Untime/y Meditations (1983),así como muchos de los principales texto de Nietzsche. La Universityof Nebraska Press publicó la traducción de Marion Faber y StephenLehmann del primer libro de Human, A/l Too Human en 1984, pero,como lo anota la Cambridge Press, la de Hollingdale es la única tra-ducción reciente de la edición completa realizada en este siglo.Como en mi opinión, lo muestra el extracto, la traducción es elegan-te, enérgica, retóricamente correcta, y transmite, en el momentoapropiado, el "ímpetu" apropiado. Por mi parte, prefiero este libroduro y escéptico a algunos de los escritos más visionarios de Nietzs-che.

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pero no obstante la primera victoria: semejantescosas malas y dolorosas forman parte la historiade la gran liberación.

En el caso de Nietzsche, el desencanto (del quese convirtió en el mayor mago) parece haber sidoun proceso gradual, incluso suave, a pesar del"impacto del reconocimiento" ahora descrito. Esenviado a Pforta, un buen colegio cerca de Naum-burg, donde adelanta con éxito sus estudios; sumadre observa su progreso precavida pero defe-rentemente, y su hermana con ciega admiración.AmbiCiones adolescentes, sueños inflados, unaarrogancia no inmerecida, continúan hasta laedad madura. Sus ideas sufrirán un cambio radi-cal, pero la metamorfosis de sus emociones seráincompleta. Nietzsche ofrece su admiración, sucreencia, con juvenil-aunque luego desconfiada-facilidad, sólo para retirar su alma herida como sisu cuerpo hubiese sido quemado. Idolizará cual-quier cosa: un campo de trabajo, un período de lahistoria, ideas e individuos, y todos con igual ar-dor, sólo para ver que no dan la medida cuando secomparan no sólo con sus propias expectativas dealtura inescalable, sino con el patrón más fácil quepara sí mismos establecen y pretenden alcanzar.

Nietzsche se dirige al clero, claro está, peroaplica los métodos críticos de investigación, querecientemente se habían popularizado en su cole-gio en el estudio de los clásicos, a los textos bíbli-cos tradiCionales (como lo había hecho uno de susprimeros héroes, David Strauss, en su revisionistaVida de Jesús), y también con predecibles resulta-dos catastróficos, porque las técnicas seculares se-cularizarán su objetivo, así como los métodos ca-balísticos de los deconstruccionistas permiten a susospechoso hermeneuta responder cualquier pre-gunta; pero el desastre conlleva su propia emo-ción, como Sansón derribando el templo, puesNietzsche disponía ahora de sunarcótico interior,el desprecio de aquellos ideales, y podía lucir susuperioridad intelectual como una medalla. Re-sultaba difícil, en opinión en Nietzsche, que unaforma social o un sistema de ideas escapara a susorigenes, independientemente de cuanto lucharapara hacerlo, y este método pretendidamentecientífico, etimológico, confería a la Palabra deDios una fuente natural, una boca demasiado hu-mana.

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A un cuando todo filósofo tiene su pueblo na-tal, su época, y sus problemas, y nadie es tan

ingenuo de creer que estos factores no inciden,desvían o dirigen su trabajo, tradicionalmente se

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supone que las ideas filosóficas y su desarrollo nodependen para su validez del carácter de sus fuen-tes o del ambiente en que nacen, aun cuando unconocimiento de ambos pueda ayudarnos a com-prender el punto de vista del filósofo. No obstanteNietzsche (como Sócrates) no nos permitirá desa-tar un discurso de su lengua como un corbatín del.cuello, independientemente de cuán formal yob-jetivo sea su modelo y su atractivo, para permitirque alguien juegue con lo que otro ha dicho y pen-sado. Las posiciones filosóficas no deben surgircomo carteles en una autopista (PLOTINO ESEL UNO: PLATON TIENE LAS FORMAS!)como si se hubiese enviado el aviso de una agen-cia, o incluso si pretenden constituir un juicio so-bre la Razón misma. Nietzsche desea ciertamenteconvencernos, pero no pensar que ha escrito opensado lo que escribió; más bien, desea que ha-gamos lo que hizo (una actitud compartida, apa-rentemente, por el último Wittgenstein). Deseaque nos convirtamos en un tipo excepcional depersona, para que nuestro discurso pueda tenerun tipo excepcional de origen. Es la quintaesenciade la actitud romántica.

Muchos de sus argumentos aparecen en formade parábolas, y muchas de sus pruebas son obteni-das de la profunda comprensión que tenía de símismo como objeto psicológico. No es caracterís-tico de los filósofos ser tan personales y concretos.En el pasaje que acabo de citar, basta con compa-rar nuestro propio rudo despertar con el que éldescribe para aceptar o rechazar su posición entérminos generales -esto está lejos de ser un mé-todo decisivo de demostración y no obstante es,después de todo, algo. David Hume, el famosoempirista, miró en su interior, en lo que recuer-do, sólo una vez, y no pudo encontrar una impre-sión que pudiera llamar "David". El resto de suspruebas se derivan, como a menudo sucede conHume, no de las sensaciones que tanto valora,sino de las debilidades de sus predecesores -o dequienes tropezaron antes de él como siempre re-sulta. Nietzsche no es genialmente descuidado a lamanera caballerosa y aficionada de los ingleses, nitampoco tediosamente solemne y nebuloso al esti-lo profesoral alemán. Es de hecho, realmente unfilósofo? Quizás sea Kulturkritik.

Algunos de los sofistas, sin duda, irritaban aPlatón. La envidia y la malicia, y el mezquino des-pecho no son ajenos a los filósofos. Se han dirigi-do entre ellos golpes bajos, maliciosas observacio-nes, y han escrito páginas espléndidamente cáusti-cas. F.H. Bradley y George Santayana eran dosde los mejores enlodadores. Pero su sentido de re-

pugnancia o de superioridad (el de Bradley haciaMill, por ejemplo) no constituye una parte inte-gral de su filosofía. Habiendo expuesto (presumi-blemente), la superficialidad del pensamiento deMill mediante argumentos filosóficos tradiciona-les, Bradley boga sobre el fango.

Nietzsche, por otra parte, es ira y ultraje: deseaescuchar cómo se rompen los ídolos; desea gritar,como lo hizo Amós, que "Dios escupa sobre sussacrificios!" Las personas deben despertar al do-lor de su opresión, a la vergüenza de su explota-ción; deben comprender las campañas de hipocre-sía emprendidas contra ellas; deben dejar de se-guir falsos profetas y escuchar a Zarathustra.

La pasión, no sólo el pensamiento, colorea suspáginas. Desaliento, exasperación, ira, ultraje,repugnancia, humillación, desencanto: éstosmueven su filosofía, y es poco sin ellos. Alborozo,alegría, exuberancia; exceso: también la nutren.Cómo odia ser engañado, manipulado. Especial-mente por sí mismo. Cómo ama la vida cuando susjaquecas se lo permiten.

Escribir sobre Nietzsche entonces, como natu-ral y normalmente se hace, de manera esco-

lar, analítica, buscando la fría claridad y la com-prensión académica, o ahistóricamente, como sisus ideas fuesen capullos sin tallos, es ya negar suspretensiones y hacerse objeto de sus críticas4•

Para escribir sobre él a la manera francesa germa-nizada, tan popular hoy en día, o heideggerizarlo,es opacar su brillo y cubrir sus confusiones de con-fusión. La pomposidad misma que atacaba le ro-dea ahora con una atmósfera de artificio autocom-placiente5. "Grandes libros son grandes peca-

4. Puesto que la realidad. para Nietzsche, es un flujo heracliteano.el intento de los filósofos de considerar las ideas desde el punto devista de la eternidad es. como lo dice en El ocaso de los ídolos, un in-tento de momificarlas. Por otra parte. si aceptamos su doctrina deleterno retorno. entonces todo cambio retornará inmodificado unnúmero indefinido de veces.

5. Conozco tres colecciones recientes de selecciones. artículos yensayos sobre la obra de Nietzsche: la excelente selección de RobertSalomon (Nietzsche: A Collection o[ Critical Essays, Anchor, 1973)incluye figuras literarias como Hesse, Shaw y Mann, así como unospocos filósofos famosos como Heidegger. Jaspers, Vaihinger y Sche-ler. además de confiables comentaristas académicos de Kaufmann aDanto; The New Nietzsche (Dell, 1977. reeditado por MIT Press en1985) de David Allison, está a la moda: recoge artículos de Derrida,Deleuze, Klossowski, Blondel y Banchot junto con otros; y WhyNietzsche Now? (la reedición de un número especial de la revistaBoundary de la Indiana University Press de 1985) es una antologíaaún más caprichosa. La distancia de muchos de estos ensayos frenteal espíritu de Nietzsche (y sin embargo en su nombre) puede i1ustrar-

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dos", escribe David Farrel Krell, "pero grandes li-bros sobre Nietzsche son un asunto aún más perni-cioso: son violaciones del buen gusto,,6. Por otraparte, adoptar su estilo, imitar sus manías -quiénse atrevería? cómo podría hacerse? y no significa-ría una insana (ciertamente no nietzscheana) su-misión?

Aun cuando no era un lingüista dotado, el pro-greso de Nietzsche en el campo que había elegidode estudios clásicos fue excepcionalmente rápido,y le fue ofrecida una cátedra profesoral en la Uni-versidad de Basilea incluso antes de haber recibi-do su título -un honor sin precedentes, que conso-ló a su madre de la pérdida de su hijo el Pastor. Enbreve, se abría ante él el camino de la academia, yNietzsche podría haber sido absorbido y digeridopor el sistema tan fácilmente como un pudín depan y pasas. Pero había descubierto a Schopen-hauer, y pronto Wagner, y el mundo clásico fuemás real para él que el dios de Bach, el dios de supadre. Las composiciones musicales de Nietzscherara vez fueron apreciadas, pero martilleaba elpiano de forma impresionante y podía perderseen una multitud de notas, sintiéndose tan noble,enérgico y poético como ellas, arrastrándose ha-cia adelante como la fuerza de la voluntad mismaa través del puro espacio del espíritu.

El uso pagano que hace Wagner de los diosespaganos, su nacionalismo y la noción de que elmejor alimento son las propias raíces, su abruma-dor estilo oceánico y el sueño totalitario de un arteabarcador, más que todo su descripción de la vidadeiforme como una lucha, a veces entre fuerzasprimitivas, a veces al nivel más sofisticado de lacanción misma: todo esto atrajo poderosamente aNietzsche, especialmente por cuanto estaba pal-pablemente encamado, por así decirlo, en el com-positor, o al menos tan sólidamente fraguado en elsentido que el compositor tenía de sí mismo, se-mejante al de un gallo para quien no hay gallinerosuficientemente grande, ni avenida suficiente an-

se tomando al azar un pasaje de Deleuze: "El Eterno Retomo es elser del devenir. Pero el devenir es doble: devenir-activo y devenir-reactivo. tanto como el devenir-activo de las fuerzas reactivas y el de-venir-reactivo de las fuerzas activas. Sólo el devenir-activo tiene ser;sería contradictorio para el ser del devenir ser afirmado por un deve-nir-reactivo -esto es, por el devenir que es en sí mismo nihilista"(Allison, p. 103). En el volumen de O'Hara, Tracy Strong anota co-rrectamente que "El juicio de Nietzsche sobre una filosofía es tam-bién su juicio sobre el filósofo. Cualquier forma de pensamiento quese excluye a sí misma de su propia crítica es automáticamente sospe-chosa" (p. 313).

6. Krell, Postponements, p. ix.

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chao Le atraía por razones que nunca llegaron a larazón realmente sino que, como Nietsche mismolo sospechaba, expresaban la nostalgia que pene-traba todo su carácter -toda su vida- y que confor-mó esencialmente su disposición filosófica.

La sustancia única de la que fue hecho el mundopudo haber sido la Materia; pudo haber sido laMente; pudo haber sido la Energía o el Espíritu, oalgún impulso biológico hacia la supervivencia;pero, para Schopenhauer, fue la Voluntad (creyóque era la Voluntad, pienso, en un ánimo reduc-cionista, porque sentía que las cosas eran volunta-riosas-caprichosas, tercas, oprimentes); y cuandotodo es Voluntad, la Voluntad-para ser Voluntadtenía que desear a su propia enemigo, un opuestocon idénticos rasgos, como si el brazo derecho secontrapusiera al izquierdo. Y cada uno de noso-tros no es más que un pedazo de esta gran Volun-tad que desea su contrincante gemelo. Nuestrasvoluntades construyen sus propias casas y las lla-man cuerpos, así como el cuerpo del mundo, encada nivel sucesivo, es una objetivación semejan-te. La vida no es exactamente sufrimiento, auncuando el sufrimiento sea una consecuencia inelu-dible de ella. En una palabra, la vida es una "lu-cha". En términos griegos, sería agon, términousado por Nietzsche para desplazar ellogos pla-tónico; y puesto que las palabras también están enguerra, por qué no?

El antagonista más inmediato de Nietzsche erasu propio cuerpo, que debió parecerle una abiertarebelión de huesos y de órganos, una chusma mal-vada y bellaca de dolencias, que se altera con el es-tado de ánimo y con el clima, la dieta y el ejerci-cio, yendo y viniendo caprichosamente de maneraimposible de controlar o de comprender, auncuando hay siempre el temor de que la locura desu padre sea su mentor y la muerte de su padre suactual enemigo. En el esquema de Schopenhauer,adoptado por Nietzsche durante largo tiempo,este ser vigorosamente débil era una materializa-ción de su propia voluntad, un ser que debía sersuperado constantemente; pero qué tipo de ser, sepreguntaba, estaría así al asecho como un bandi-do en el camino?

La ética aristotélica es una ética de la salud, unprograma de realización biológica y de perfec-

ción de las funciones, tendiente a posibilitar unhombre con más alma que los demás -es decir, unhombre con más realidad, más forma, más men-te- una cima alcanzada de la especie. En la éticanietzscheana (que de alguna forma se le asemej a),la búsqueda de la salud es metafórica, como las fi-

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guras militares que desfilan a través de su prosacomo tropas en revista. Se ha perdido previamen-te la esperanza de obtener la salud que se afirma, yel superhombre no es una cima sino una nube. Las·beligerantes imágenes de Nietzsche han sido des-calificadas por algunos filósofos como un desafor-tunado caso más de poesía mal ubicada, pero sufunción metafórica no las hace menos importan-tes, menos significativas. Identifican el sueño, unsueño que desearían ver convertido en realidad."Adelante soldados de Cristo, marchando como ala guerra" dice la canción -sólo una figura de len-guaje- pero pronto la cruz que va adelante se dis-para como una pistola o como un cañón.

Claro está, el superhombre no usa ropa interiorazul: es un artista, un santo del alma solitaria, unpoeta de nuevas posibilidades, un creador seme-jante a dios; pero nunca debe cometerse el errorde suponer que Nietzsche no deseaba que este es-píritu superior no usara botas y pudiese patear al-gunos dientes. La furia de Nietzsche es la furia deun desilusionado -ciertamente, rechazado-amante del Hombre, no el alzarse de hombros dequien ha sabido siempre que el Hombre no es ne-gocio, y que no vale el escupitajo de un jugador;su furia no está confinada a su cuarto de enfermo apropósito; y cuando compara sus libros a bombas,no desea que exploten inofensivamente como ma-notadas de confetti, ni tampoco que se limiten aalterar, súbitamente, el plácido estado de ánimode la mente de alguien. Desea, ciertamente, unestruendoso estallido!

Como envidia a Richard Wagner - el exitoso pa-ria

Nietzsche se ve obligado a renunciar a su cáte-dra profesoral en Basilea por razones de salud,pero tiene otras razones. Su libro El nacimiento dela tragedia no ha sido bien recibido por sus cole-gas: sus críticos ven que su elaboración académicaes defectuosa; que el argumento está basado en laapelación a un caso especial; y para ellos, en estoradica su originalidad7• Sus estudiantes se han ale-jado, y el desencanto -esta antigua sombra- ha os-curecido su visión de la vida académica. Cierta-mente perseguido por un tropel de clamorosossíntomas, se traslada de hoteles y posadas a pe-queños cuartos de alquiler o a graciosos balnea-

7. M. S. Silk y J .P. Stem, en Nietzsche on Tragedy (Cambridge Uni-versity Press, 1981), presenta el comentario más completo sobre estafamosa obra, suministrando asimismo un magnífico recuento de surecepción, tanto en el momento de su aparición como actualmente.

rios, como si su dolor pudiese ser dejado atráscomo una media que se olvida. Sufre de frecuen-tes escalofríos y fiebres, terribles jaquecas, tos,diarrea, vómito, debilidad, calambres, catarro,insomnio, la incomodidad de las hemorroides yzonas, ansiedades que se alojan como arena en losojos, de tal manera que sus ojos arden y lloranhasta que se queman y enceguecen. Le aplicanventosas, lejía, parches. Le ponen a dieta de sopay té. Da largos paseos en compañía de sus pensa-mientos, y le dicta a su alter ego. Ocasionalmenteun amigo o una mujer contratada para este fin es-cribe para él, pero el método es desgarbado y susamanuenses tienen a menudo hábitos enojosos.Entrechocan sus rodillas. .

El llamado estilo aforístico de Nietzsche sedebe en parte a las condiciones de la composición,al tipo de vida que se ve obligado a llevar. Su pen-samiento procede en trozos inconexos formadosentre distracciones, o cuando hay un período ben-dito de tiempo sin dolor, en grandes explosionescomo una granada de fragmentación. Nietzsche esterso a grandes rasgos y grandiosamente senten-cioso; continuar indefinidamente le es natural.Así fueron compilados Zarathustra y Humano,demasiado humano, añadiendo un libro tras otro;pero un volumen de mil y un aforismos es tan ex-traño como uno de mil y una epifanías. De hecho,escribía característicamente en capítulos bíbli-cos, llenos de parábolas y fábulas, y en oracionesque casi se alinean para ser numeradas, como lohace Wittgenstein en el Tractatus, aunque supon-go que por razones exactamente opuestas8.

Cuando le fallan sus héroes, como siente que hasucedido con Strauss y Wagner, al venderse, y suprofesión parece aprisionada en un academicismocauto y regimentado; cuando las discusiones consu madre y su hermana a causa de sus divergentescreencias se hacen más frecuentes y mordaces;cuando se alejan sus amigos, incapaces de sopor-tar por más tiempo la compañía de su continuodolor, y sus pocos lectores entusiastas tampoco seacercan ya aél; entonces los hábitos del solitario sehacen más pronunciados: escribe en voz alta comoquien se habla a sí mismo, llenando el vacío con suvoz (Zarathustra se lee como un monólogo dirigi-do a una millonaria multitud imaginada), Decide

8. El nacimiento de la tragedia esta escrito en pequeños capítulosnumerados, así como La genealogfa de la moral. Más allá del bien ydel mal que consta de 296 secciones numeradas, en tanto que las par-tes de Humano, demasiado humano llegan a 1396. La voluntad depoder fue numerada por razones editoriales. Asf habló Zurathustraes, naturalmente, el más bíblico de todos sus libros.

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decir "sí", rechazar a Schopenhauer, en el mo-. mento de su vida en el que su pesimismo parece

confirmado, continuar contra la corriente cuandollena todo el ámbito de la existencia. Así, escribe,aun cuando no pueda leer, no pueda ver su propiamano. Escribe cuando su cabeza apenas puede oírsus gritos, loando su aislamiento, usándolo paraver de la manera como sólo un interno desde afue-ra -puede ver. De resto está en cama con una mi-graña o con dolor de estómago, viajando desgana-damente en un tren, escapando de los cielos atra-vesados por las nubes con excesiva rapidez, ozambullido en una llovizna persistente, en unaniebla envolvente. Soporta fríos inviernos en rin-cones sin estufas, cubierto de sacos, pero apenassobrevive al calor enervante, falto de aire, o aaquellos sitios donde el brillo del sol golpea inele-mente sus sensibles ojos.

La hipérbole es su de trope (sucumbo a la ten-tación de decirlo) y el reciente libro de Ale-

xander Nehamas, Nietzsche: Life as Literature9demuestra su excelencia inmediatamente con suastuta discusión de los múltiples estilos de Nietzs-che y de su uso conjunto del aforismo y de la hi-pérbole. No sólo llama la hipérbole como el voci-ferador de un carnaval, prometiendo ineluso reve-lar seductores secretos a los desprevenidos (comolo puede hacer el espectáculo lateral), sino queprovoca la oposición que Nietzsche necesita por-que sus textos, como la Voluntad de Schopen-hauer, están escritos en sus propios dientes. Estafigura expansiva, ampliativa, usada en conjuncióncon una forma constrictiva como la del aforismo,encuentra su alcance definido y sus límites dibuja-dos. Un aforismo sostiene la hipérbole como unglobo en su pequeño puño. Yo añadiría que la hi-pérbole, al empujar contra todo límite, es experi-mental, revelando atracciones inesperadas enideas a las que nadie invitaría a bailar, descubrien-do debilidades ocultas en propuestas que parece-rían sostenerse si no se las empujara. "Vas dondelas mujeres? Lleva el látigo!" es un intercambio ensí mismo sospechoso. La exageración socava. Elexceso arruina. Es la retórica correcta, sin duda,para un grito lanzado en una pieza de alquiler, ungrito que sale por el corazón.

La enfermedad crónica de Nietzsche, su azoga-do intelecto, su desdeñosa actitud, su agon, leconfieren un punto de vista privilegiado: una pers-pectiva de perspectivas. Una de sus más notables

9. Harvard University Press, 1985. Ver especialmente el primer ca·pítulo.

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cualidades es su habilidad de ver a los otros comose ve a sí mismo, y verse a sí mismo, en primer lu-gar, como quien en una mina ve el mineral entre latierra, y luego como quien respira el polvo de loscaminos, y luego como quien se aleja en un eleva-do globo. Nietzsche elogia a Dionisos porqueNietzsche es Apolo. Dice "sí" porque toda la evi-dencia común favorece el "no". Y de la inmediatadebilidad de su propia educación -estrecha, dog-mática, impositiva- extrae su fuerza -un punto devista que es original, amplio, libre. (No tan librecomo para estar libre de ataduras, pero atado,ahora, a un nuevo árbol). Habiendo eliminado alos dioses, las oposiciones elementales, emplea-das por los antiguos griegos para comprender elmundo, se convierten en fichas de su juego coti-diano. Podríamos ordenar sus nombres de milmaneras: olvido y memoria, participación y des-prendimiento, acción y reflexión, soledad y socia-bilidad, armonía y discordia, enfermedad y salud,etc. -hombre y bestia. Y juego es. Es el único fi-lósofo que sonríe.

CHARLE S DICKENS

Ex-Libris de Charles DICKENS.

Los conceptos que ocupan a la mayoría de loscomentaristas -"la voluntad de poder" y "el su-perhombre"- funcionan casi como frenos, puesdetienen una tendencia de su pensamiento y le im-piden continuar. El genio, habiendo realizado sumagia, es atraido de nuevo a su botella. Nietzscheno es un filósofo de sujetos y predicados; es un fi-

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lósofo de verbos. No es un gramáticó que busqueleyes, sino un innovador y un revolucionario quedesconfía de la sintaxis de muchos graves pecadosmetafísicos. Como filósofo del flujo, reduce losobjetos a la suma de sus efectos, niega la distin-ción entre agencia y acción, y mancha toda la pu-reza kantiana con sus sospechas. Como buen nú-mero de filósofos, a los que no parece asemejarse,tales como Hegel y Dewey, odia las precisiones ylas distinciones sutiles; habitualmente confunde lapsicología y la lógica; tiene una menta que tizna.

Puesto que la naturaleza no tiene una meta, rei-na el azar. El libre albedrío es una ilusión, no por-que los hilos del destino sean tejidos y cortadospor dioses aquiescentes, generosos dadivosos ymaliciosos, sino porque la suerte tiene en sus ma-nos toda ausencia de riendas. La acción, sin unacausa que pueda valerse como razón y servir deexcusa, es tan arbitrariamente caprichosa comocualquier mano de cartas. La sociedad. inventatanto la causa como el agente para asignar respon-sabilidades y dar rienda suelta a su venganza.

El argumento en favor de la eterna recurrencia,probablemente tomado de Heine, puede presen-tar, por un tiempo al menos, una apariencia razo-nable: si el universo está hecho de un número fini-to de elementos indestructibles combinados alazar durante un espacio de tiempo infinito, enton-ces todo evento, y toda combinación de eventos,ciertamente recurrirá como el tic tac, más fre-cuentemente de lo que cualquier reloj pueda me-dir. No obstante, puesto que Nietzsche niega laexistencia de elementos en el sentido ordinario,este argumento no le es de gran utilidad, auncuando de todas maneras lo emplea. No resultaclaro qué es lo que retorna eternamente ~n quégrado de generalidad o de detalle- pero lo que síes claro es que el río en el cual es imposible entrardos veces circulará sus aguas -sus peces y lo que enél flota- usará una y otra vez su lecho y sus orillas-de tal manera que lo que una vez sucedió y fuecelebrado por ello ("Todo una vez" escribió Ril-ke, "sólo una vez, una vez y nada más"), lo que su-ceda, volverá, no sólo dos o tres veces, sino trillo-nes de veces, como un infatigable anillo entreotro.

Puesto que lo que sucede recurre sin razón algu-na, Nietzsche trata todo estado de la vida comouna culminación, como un fin, como si todos lospuntos tocados por nuestras más alocadas flechasfuesen, precisamente, el blanco al que se apunta.Esto no es fácil, pues sabe también que a través detodo cambio el mundo permanecerá lleno de ton-tos. Su "sí" (que hubiese podido ser un "no" a una

interminable rueda de absurdo sufrimiento) hasido llamado estético, puesto que está tratando lavida como debe tratarse, por ejemplo, FinnegansWake o coitus in-interruptus.

Análogamente, el punto de vista privilegiadodel superhombre, matiza lo que amaneza con serun relativismo desbocado; y el mismo Nietzscheque descalifica los sistemas filosóficos como fic-ciones y no realidades, que trata la verdad comoun invento de las organizaciones predatorias, yque considera el bien y el mal como tretas propa-gandísticas, licenciando al libre albedrío como aun sirviente desleal, sin embargo emplea la deso-rientadora frase "voluntad de poder" por su efec-to retórico, sigue su propia verdad fanáticamente,invocándola constantemente en sus libros y en sucorrespondencia 10, así como urge la fortaleza, eloptimismo, la energía, la honestidad, y sus análo-gos en todos nosotros, desventuradas víctimas delas circunstancias, en tanto que condena la hiJX.>-cresía, la premeditada ignorancia, y todo tipo deautocomplacencia cultural con la severidad de unjuez patibulario.

El eterno retorno y la voluntad de poder noson los únicos acertijos que se encuentran en

Nietzsche (yo no creo que la mejor respuesta paraellos sea una ironía); y Alexander Nehamas losataca frontal y decididamente. No obstante, tienelas desventajas del buen filósofo, porque las ideasnietzscheanas son principalmente literarias y fun-cionan bastante bien a ese nivel; pero la ambigüe-dad de sus conceptos, cuando nos deslizamos so-bre ellos, aumenta con el peso del patín y el filo desu corte; así que, una y otra vez, vemos que los ar-gumentos del comentarista se alejan del significa-do de los textos nietzscheanos, de la manera comoel análisis químico de los pigmentos nos lleva ne-cesariamente más allá de la pintura que confor-man. No es preciso que estemos siempre de acuer-do con la forma en que Nehamas desenreda losnudos nietzscheanos, ni con cómo armoniza pa-sajes aparentemente conflictivos, o con cómo de-limita nítidamente lo que son parches de niebla,para apreciar la claridad relativa de su enfoque ysus resultados indudablemente brillantesll. Lo

10. Como muchas de las personas solitarias y absortas en sí mismas,Nietzsche era un buen corresponsal; una interesante recolección desus cartas se encuentra en el libro de Peter Fuss y Henry Shapiro.Nietzsche: A Self-Portrait from His Leners (Harvard UniversityPress, 1971).

11. El nivel de análisis de Nehamas es más apropiado para Nietzscheque el de la mayoría, pero incluso él mismo podría sacar provechodel pasaje de La gaya ciencia que cita (p. 119): "Oh, aquellos grie-

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que ha hecho Nehamas es proponer una hipótesisrelativa a la idea central que controla el pensa-miento de Nietzsche que de aceptarse, conferiríasentido a buena parte de los escritos nietzschea-nos. Nehamas ha mostrado que su construcciónpuede ser habitada sin peligro:

Nietzsche desea prevenir a los otros sobre el dog-matismo sin incurrir él también en una posi-ción dogmática. Su solución sin parangón a esteproblema es la de intentar modelar un personajeliterario a partir de sí mismo, y una obra literariaa partir de su vida. En lo que sigue examinaremossu solución. Nos preguntaremos qué implica lacreación, a partir de uno mismo, de un personajeliterario cuyas ideas son exclusivamente filosófi-cas; qué concepción del mundo y de la vida posi-bilita un proyecto semejante; y si el esfuerzo deconvertir la vida en literatura escapa al problemadel dogmatismo y a la necesidad de oponer la na-turaleza a algo que también es naturaleza12.

La creencia de que Nietzsche estaba dispuesto acambiar la vida por el lenguaje resulta atractivapor varias razones, entre las cuales no es la menorel hábito que tienen los escritores, tan indefensosal mundo ancho y malvado, de hacer precisamen-te ésto. Es su versión del pacto de Fausto. Apresa-do en un cuerpo doliente, un cuerpo progresiva-mente confinado a una silla o una cama, con la vi-sión opacada de una habitación de alquiler, inclu-so los dolorosos garrapateos que Nietzsche se veíacada vez más obligado a intentar deberían pare-cerle muestras de fortaleza, y aquellos rasgos dellenguaje que sentía que podía controlar y en loscuales se sentía sano, vivo y cómodo, un remediopara su aislamiento escéptico, incluso cuandoconformaba, en su obra final, aquellas desespera-das exclamaciones en las que pretendía grandeza.Ecce Horno. Miren dentro de mí -miren la triun-fante locura de mi mente:

Nietzsche, naturalmente, era un clasicista y co-nocía bien la lingüística. Las palabras son las se-millas órficas de su mundo. Así como el poder deuna línea, una escena, un personaje, una imageno un símbolo en una obra literaria (no hablo ahora

gas! Ellos sabían vivir. Lo que se precisa para ésto es detenerse vale-rosamente en la superficit:, el doblez, la piel, adorar la apariencia,creer en las formas,los tonos, las palabras. Aquellos griegos eran su-perficiales -í!n razón de su profundidodl" Los griegos pueden ser elo-giados por sus apolfneas empresas porque han seguido primero lasenda de Dionisos, ejecutando (anticipadamente) uno de los carac-terísticos giros nietzscheanos.

12. Nehamas, p. 137.

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de su impacto psicológico sobre el lector) puedeser mejor apreciado en cuanto que modifica lossignificados restantes (semejente cobertura yal-cance de su influencia constituyen una de las defi-niciones de la voluntad de poder); y así como elsignificado de un signo depende de sus funcionesdiferenciadoras (según Saussure); de la mismamanera desaparece el agente en la ejecución desu acción la época en que escribe Nietzsche Másallá del bien y del mal. Beethoven, Stendhal, Hei-ne, Schopenhauer y Balzac permanecen, y única-mente la figura de Napoleón como representantedel orden político, pero sólo porque Nietzsche loconsidera un artista, no como emperador o comogeneral (como si, helas! esto excusará las atroci-dades de este pequeño hombre)13. Ciertamente,durante la vida de Nietzsche, el amargo abando-no, por parte de los mejores burgueses -sus artis-tas- de la clase que los había producido, y la huidasubsecuente de estos artistas de la política, la mo-ralidad y la religión hacia la exclusividad de sus ar-tes, fue considerable si no completa. Si Nietzschees el órgano filosófico del modernismo, entonceseste órgano funciona en un cuerpo que creió comoun pueblo a su alrededor.

Finalmente (un elemento que en mi opiniónNehamas no enfatiza suficientemente), la agudamirada de Nietzsche a la historia de las ideas tienecomo consecuencia negarle a las explicaciones fi-losóficas la realidad que pretendidamente descri-ben y regresarlas al lenguaje del que están hechas.Al hacerlo, se convierten en ficciones. En un sen-tido, El nacimiento de la tragedia es también el na-cimiento de Nietzsche, porque contiene su mayordescubrimiento metafísico: que en el ámbito ma-terial de la naturaleza, la conciencia que ha surgi-do inexplicablemente exhibe dos tendencias fun-damentalmente opuestas -una hacia el yo que ex-perimenta, otra hacia la cosa experimentada. Ellibro despliega asimismo el liberado escepticismode su mente y el carácter tradicional de sus emo-ciones. Muchos de sus admiradores actuales le re-prochan a Nietzsche su biología filosófica; no obs-tante, sin ella, y sin su sueño de los griegos, notendríamos a Nietzsche.

Es a veces, con lastimoso anhelo, que el natura-lista en nosotros emprende la descripción de lavida que nuestra nostalgia llama "el idilio del ani-mal" . Meditamos sobre la araña cuando teje y ad-miramos su paciencia, su persistencia, la geome-

13. Nehamas, p. 227. Su comentario sobre este tema es muy intere-sante.

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tría instintiva de su tela, incluso su despiadada in-diferencia -una insensibilidad de la que no puedeculpársele; o perseguimos al león cuando entra ysale de su cueva, u observamos al tigre en la tensaalerta de su asecho; y envidiamos cuán organiza-dos están los insectos y los animales, cómo -paranosotros- parecen expresar siempre lo esencial;ellos no saben nada, pensamos, de la distracción,la culpa, el exceso, la ansiedad, el engaño, el orgu-llo, la vergüenza (el ejemplo de Nietzsche es el deun rebaño de vacas que pacen, inconturbadas porla memoria o el presentimiento, el presente pa-sando de un rumiante estómago a otro, como si lavida, al procesarse, diera sólo leche)14; y cuánafortunadas son estas criaturas, imaginamos enesos momentos, porque cada una posee la eficien-cia superior de su especie; se adaptan sin habersido preparadas para ello, en tanto que nosotrospercibimos una dolorosa inexactitud en nuestrasformas y funciones; la adaptación es la pataletaque hacemos cuando no logramos ubicamos; ypor esto decimos que en lugar de ello tenemosgrandes dones, en realidad inventando una excu-sa, pues tenemos estos dones porque los necesita-mos, porque básicamente somos como pulgarescontrapuestos; no sabemos cómo vivir.

Nuestro conocimiento, como nos lo dicen losfilósofos, puede ser nuestra mayor gloria,

pero nuestra maldición es la dependencia del dé-bil que tenemos de él, como si en lugar de inventarla rueda, hubiésemos inventado las muletas. Omejor, como si las muletas nos hubiesen inventa-do.

Tenemos la sensación de que nuestro hígadoestá tan lleno de silenciosa vida como un molusco,que nuestro corazón y nuestros pulmones se abreny se cierran automáticamente como el ojo parpa-dea; somos también concientes de que el hambrees tan recurrente como la historia, que el impulsosexual regresa como la rueda de un veloz auto-móvil; así que la criatura instintiva está en algunaparte de nosotros donde la amamos y la tememos(sólo podemos agarramos de la vida, decíaNietzsche, como alguien que se agarra al lomo deun tigre); pero a diferencia del chinche que puedemorder con su primer aliento, necesitamos la in-fancia para gritar, gemir y zalamear nuestro cami-no, tiempo en el cual la sociedad nos impone los

14. En la célebre apertura de "The Use and Abuse of History". Ho-IIingdale, menos eufónica pero más acertadamente, traduce el títuloen Untimely Meditations así: "On the Uses and Disadvantages ofHistory for Life".

hábitos que no teníamos; y la misma irrecusablefuente nos dice que tales y tales rasgos, ésta oaquella ambición (abarcando el carácter de unemperador o de una ama de casa, por ejemplo, losideales de un oficial o de un sacerdote), son tan in-natos como nuestro pecho o la forma de nuestranariz -dados por Dios, no hechos por el hombre.Se nos instruye también que las costumbres que senos pedirá adoptar son tan naturales como losduelos o la monogamia; que nuestra peregrina-ción a la Meca es tan obligatoria como la que rigela migración de los pájaros hacia el sur; o quenuestras reverencias están tan ligadas a la especiecomo el servilismo del perro de aguas: fragmentosde comportamiento que pueden estar inicialmen-te ocultos, pero que sólo esperan ser sacados a laluz.

Así, el abismo que sentimos entre naturaleza ycultura no reside en un desfiladero que se encuen-tre fuera de nosotros sino que divide nuestro seren sus más íntimas profundidades, así como lamente se separa del cuerpo. Se trata de una ver-sión más de aquella amarga bifurcación decretadahace tiempo: nuestra expulsión del Edén. Difierede la aparentemente similar fisura cartesiana en-tre las cosas por cuanto las dos mitades de noso-tros alguna vez fueron una unidad; no siempre es-tuvimos al sesgo como la melaza y la locura -lógi-camente enfrentados- sino que nos separamos através de los años como aquellos esposos que seaislan en rincones distantes para contemplar. "In-cluso los animales atentos son concientes" escri-bía Rilke, "de que no nos sentimos bien en nues-tro hogar, aquí, en este nuestro mundo interpre-tado" .

En El nacimiento de la tragedia Dionisos, eldios de la vid, representa un tipo de jovialidad me-tafísica. Bajo su influencia perdemos nuestro sen-tido de separación, porque nuestra conciencia ysus objetos confluyen. La experiencia deja de seruna película. Nos perdemos en la vida, moviéndo-se como el mar lo hace. Desaparece la culpabili-dad, la vergüenza; somos libres de hacer y de ser-sin reproche, como lo son los animales. El cono-cimiento, para el dionisíaco, se basa en el princi-pio de que sólo lo similar conoce lo similar (quehay que ser algo para conocerlo), y no contrataninguna de las tareas de la vida sino que las realizacada una, como alguien experto en el mundo loharía: aprendiz de todo y oficial de nada.

Apolo, por otra parte, flota en la superficie delflujo, lanza conceptos sobre el caos como redes-redes que crean mágicamente sus propios peces.

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Como muchos de los artistas modernos que sen-tían que su conciencia había sido corrompida poralgunas de las mentiras "civilizadoras" de la socie-dad, y que deseaban por lo tanto, ver de nuevo elmundo, filósofos como Schopenhauer, Nietzschey Bergson atacaron la tendencia de la mente a di-vidir lo continuo en partes discretas, a capturar elcambio en secciones clasificatorias como el gana-do en un establo, ya sustituir la experiencia porlas ideas que la describen. Deploraban el reaccio-nar a las nociones y no a las cosas -o más bien, elque se fabricaran las cosas indiscriminadamente:llenando primero la mente de pensamientos, yluego el mundo con sus objetos, como el más in-dustrioso manufacturero de clase media, sacandomilagrosamente cubos de hielo de lo que podríaser en realidad vapor.

Sólo un apolíneo hubiera podido inventar aDionisos, porque lo dionisíaco está demasiadosumergido en el fango para pensar.

En su vida personal, esta dicotomía representala natural nostalgia de Nietzsche de un papel acti-vo, su deseo inconsumado de una comunidad, suodio hacia la introspección obsesiva del enfermosolitario. Al crecer, Nietzsche se había unido altipo de asociaciones que crean los jóvenes paraidentificarse, y como estudiante de la Universidadde Leipzig había organizado una sociedad filosófi-ca. La promesa de camaradería y de ideales com-partidos lo atrajo a una fraternidad durante algúntiempo, donde ganó su cicatriz de sable, y la mili-cia le ofreció una esperanza similar. Su intimidadcasi familiar con Paul Reé y Lou Salomé fue di-suelta por los celos igualmente familiares de suhermana; sus demonios así como los de Wagnereran demasiado exigentes para soportar su disci-pulado. Lo apolíneo se esconde en los laberintosautorreflexivos de la mente, convirtiendo la co-mún y relativamente inocente observación de que"cada uno tiene su punto de vista" en un parro-quialismo casi ineludible y vicioso, en tanto que lodionisíaco abandona el punto para convertirse enla vista. A nivel de la retórica, lo apolíneo disponeesquemas y tropos como un general, mientras quelo dionisíaco considera todo formato como algoque oculta intereses inescrupulosos y amenazacon destruirlos todos, así que el ser arrastrado alabsurdo se torna casi en una obligación. A niveldel concepto, lo apolíneo distinguirá incluso en laniebla lo bajo de lo alto, la sopa de arveja del ave-nate, mientras que lo dionisíaco tratará toda cor-tada como una herida que necesita sutura inme-diata.

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En lo que concierne al artista, la tendencia mo-dernista a la parodia y a la auto-referencia, porejemplo, es apolínea, en tanto que el extremismorevolucionario y el amor a los excesos es dionisía-co. Todo ataque a las cosas (como se considera lapintura no objetivista) encontrará la aprobacióndel dios de la vid, no porque los objetos comotales sean deplorables, sino porque el hecho mis-mo de su definición lo es. Finalmente, a nivel de lavida cotidiana, y biológicamente hablando, ladualidad describe una conciencia fatalmente en-frentada a sí misma y comprometida incensan te-mente en una guerra civil.

El hombre se hace a sí mismo, cubriendo lacriatura que lleva dentro de sí (si "dentro de

sí" es la expresión correcta), con los diversos dis-fraces de la cultura. Se rodea de sí mismo, paraque su maleza se convierta pronto en una plantade jardín que precisa cuidados para permanecersalvaje. Al preocuparse por sus costumbres, elHombre alcanza el nivel de lo demasiado huma-no, sólo para convertirse, como lo hace en algu-nos casos, en un europeo occidentel o en un man-darín, estrechándose finalmente -pie ancho parazapato estrecho- dentro de alguna pequeña sub-especie como la francesa.

La queja de Nietzsche respecto de la civiliza-ción no es como la de Freud, ni tampoco como lade Rousseau. Tiene un énfasis diferente. Los ins-tintos reprimidos no amenazan los pacíficos órde-nes sociales, como una marmita a punto de reven-tar por la presión de su libidinoso vapor, pues nohay nada pacífico ni racional en estos designios;sólo son expresiones de una hipócrita domina-ción, de un obligado servilismo, de una glorifica-ción inmerecida, y una corrupción sistemática dela conciencia. La civilización no merece ser repa-rada. Por otra parte, recobrar la natural noblezadel salvaje es imposible. La frase "noble salvaje"es una paradoja. La nobleza es un concepto cultu-ral. El problema es si el hombre puede avanzarmás allá de su mísera condición actual de tiraníaexterna e interna hacia una condición menos fun-dada en mentiras, menos ilusoria, más satisfacto-ria en todo sentido. No hay una simiente aristoté-lica, una potencia primaria, ningún aristócrata degran alma en embrión, luchando por surgir en él;pero quizás pueda intentarse una implantación.

El pensamiento nietzscheano parece a vecesutópico; no obstante, no lo es. No puede esperar-se que las sociedades se mejoren a sí mismas. Seencuentran fatalmente apresadas en sus propiosengranajes. Sólo el individuo que se libera de to-

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dos y cada uno de ellos, que se mantiene a distan-cia como ~n la imagen de Nietzsche- en lo alto deuna montaña, tiene la oportunidad de volverseejemplar. A diferencia de Moisés, cuando Zara-thustra desciende de sus alturas, no trae las tablasde la Ley sino sólo su resplandeciente persona. Eneste sentido, la actitud de Nietzsche es antipolíti-ca, antiideal y anarquista para un kantiano: reco-mienda el gobierno de uno sobre uno.

Qué tiene entonces que creer una persona paracreer en este sistema esencialmente asistemático ycarente de creencias? Se debe creer que en todo elmundo, a través del tiempo, un gran número deconcepciones abarcantes (incluyendo sus corres-pondientes prácticas culturales, naturalmente)han sido sostenidas -honradas, amadas, obedeci-das- por grupos de personas cada vez más nume-rosos. Es necesario considerar muchas, si no to-das, estas culturas como opuestas unas a otras enla práctica y contradictorias en sus principios,completamente o al menos en algún punto impor-tante. Sería entonces preciso concluir que sólounas pocas de estas prácticas serían correctas,sólo unos pocos de estos principios verdaderos~n tanto que las mayoría, si no todos, deben serincorrectos o falsos. Aun cuando aquí se invocauna ley lógica, y no se nombra a ningún filósofo,sigue siendo cierto que casi todo sistema de valo-res y concepción importante de la realidad no sóloestán amenazados de falsedad, por decirlo así,abstractamente, sino que son falsos en realidad-son risiblemente absurdos, dolorosamente ton-tos, tristemente confusos, criminalmente corrup-tores.

The Book 80ciety

Ex .r J S

Ex-Libris de Edmund DULAC para la Book Society.

No obstante, estas numerosas hilaridades(basta que sean presentadas como lo hacen Bou-vard y Pécuchet en la magnífica aniquilación deFlaubert para provocar la risa más triste y másprofunda) no han impedido que las grandes civili-zaciones, griega o persa, hebrea o romana, aztecao maya, china o americana, los adopten; ni de he-cho, el haber sido formadas por ellos y el que ha-yan colaborado a su encumbramiento. En sínte-sis, la realidad, lo que se encuentra más allá denuestras representaciones, no obliga a nadie aasumir una forma determinada de existencia, niun sistema particular de valores, de la maneracomo obliga a las hormigas a construir hormigue-ros, a las abejas sus panales, o a los mandriles suscolonias. Ciertamente no hay una moralidad na-tural en ese sentido, no hay un modo correcto devida.

LOS sofistas griegos habían visto ya que si lavirtud cambia como lo hace el clima de Atenas

a Esparta, entonces los verdaderos afortunadosson aquellos que pueden controlar las corrientes ypueden hacer que llueva en las montañas y nieveen los valles. Tampoco son las constituciones, lastradiciones y las asambleas legislativas las únicasfuerzas, ni los sacerdotes y los políticos los únicoscontroladores. Débil de cuerpo y de mente inter-mitente, Nietzsche es cuidado primero por su her-mana y luego por su madre, cada una de las cualesdisfruta del placer de este poder y tiene sus planes.Nietzsche es sepultado bajo las lecturas incorrec-tas de sus textos, y su mensaje se hace significar loque su hermana o los sofistas deseen. Nietzschetiene una biografía que se alarga incluso en latumba. Y sabía que al menos la vehemencia de susopiniones reposaría allí junto a él, así como la lo-cura final de su mente era simbólicamente apro-piada pra desalentar sus últimos días (como laexasperación con la mediocridad -una mediocri-dad tan afectadamente mantenida, tan corrupta-mente continuada- que amenazó la sanidad de lade Flaubert). Si seguimos la huella de su vidacomo sabuesos, o a una distancia más cabellerosacomo los dueños de los sabuesos, no estamos sim-plemente persiguiendo un ad hominem.

Resistiendo la tentación de centrarse en causasespecíficas, el libro de Peter Bergmann ubica aNietzsche de manera general pero sólida, dentrodel entorno político de su tiempo, con el fin deexaminar los cambios en su actitud hacia la Real-politik, la unificación de Alemania, el dominio deBismark, etc., haciendo especial énfasis en la po-sición antipolítica de Nietzsche y en lo que ésta

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significaba 15. El propósito de este material histó-rico y biográfico es la explicación, no la controver-sia. Respecto de la línea expositiva que he venidoasumiendo, el problema podría formularse de lamanera siguiente:

En un momento determinado, en Europa Occi-dental, cuando la Iglesia y el Estado eran todavíarivales de importancia, la vida cultural de la gente(sus aspiraciones, normas morales, incluso la fun-ción de su arte) estaba al cuidado de la Iglesia, ypermanecía en el ámbito de lo sagrado. El Estadosecularizó o politizó progresivamente las institu-ciones culturales, y Nietzsche previó los terriblespeligros.inherentes a este desarrollo y se opuso aél. Pero se alineó del lado de la Iglesia, sin perte- .necer a una iglesia a cuyo lado pudiera alinearse.En los Estados Unidos (aquel precursor de todofuturo) la separación de los dos poderes (tan de-seable como lo es el divorcio) ha permitido a losintereses comerciales tomarse la cultura y deter-minar valores,invadiendo y subvirtiendo con éxi-to tanto la política como la religión. Es lo que elcapitalismo ha llegado a significar. La política y lareligión (así como el arte), son sencillamente ne-gocios adelantados por otros medios.

Habiendo rechazado el dogma cristiano, y ha-biendo visto cómo el dominio de la Iglesia pasabaa un Estado más resueltamente vulgar y militari-zado -sintiéndose ciertamente indefenso ante lasdesalentadoras fuerzas culturales que operabanentonces- Nietzsche dejó que su sombra cayerasobre el único mundo en el que era fuerte. En últi-ma instancia, adopta una posición estóica, a pesarde su denuncia de estrategias análogas de "auto-disciplina"; oculta las modificaciones que inte-riormente desea para la sociedad bajo un casco dehipérbole y un escudo metafóricamente agresivo.El impulso estético emerge más auténticamente

15. Nietzsche. "The Last Anti-Political German·'. A pesar del usosubversivo que hace Nietzsche de la genealogía, sus biógrafos por logeneral se muestran defensivos y preocupados por protegerle, comoen el caso de Walter Kaufmann en Nietzsche: Philosopher. Psycholo-gist, Antichrist. Una excepción a lo anterior es el libro de Crane Brin-ton, Nietzsche (nueva edición, Harper Torchbooks, 1965), obra apa-recida durante la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto demasiadocercana al nazismo para ser tranquilizadora o desapasionada. La bio-grafía estándar es ahora la de Ronald Hayman, Nietzsche: A "Criti-ca/" Life (Oxford University Press, 1980). Puede ser "crítica", perocarece de un firme fundamento filosófico. El estudio seminal de Ar-thur Danto, Nietzsche as Phi/osopher (Macmillan, 1965) es filosófica-mente más adecuado, así como el deJ.P. Stem, A StudyofNietzsche(Cambridge University Press, 1979). Otro de los trabajos de orienta-ción política escrito sobre Nietzsche es el de Tracy Strong,Nietzscheand the Po/itiú of Transfiguration (University of California Press,1975).

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del ambiente de su especialidad, así que cuandoNietzsche trabaja sobre sí mismo, el yo que formaestá modelado de antemano, como una sombra,en un papel. Es una forma engañosa, pero hechacon sus propias manos.

En una colección de recuerdos sobre Nietzsche,de gran interés y en ocasiones conmovedora 16, IdaOverbeck, la esposa de uno de sus más viejos ami-gos, escribe:

Siempre pensé que Nietzsche, a pesar de toda suoposición al cristianismo, no era un enemigo de lareligión, independientemente de que se mantu-viese distanciado de ella, y que él mismo era in-cluso capaz de producir efectos religiosos. Noobstante, el superhombre como sustituto deDios, y la doctrina del eterno retomo como susti-tuto de la inmortalidad, parecen ser fantasíasidealistas poco sustentables.

A sí como hay actividades que parecen diferirmucho entre sí (tales como sumar la cuenta

de un bar o lanzar los dados para saber quien ha depagarla), pero que puede resultar, al analizarlas,que tengan la misma forma (como lo hacen, evi-dentemente, el subir por una escalera y avanzardentro de una empresa, o limpiar la plata y confe-sarse), así muchas convicciones que aparecencomo opuestas y antagónicas tienen por efecto ac-titudes indiferenciables. La predestinación (la fede su padre) y el azar (a quien cortejaba) tienenuna afinidad afectiva, como la tiene la idea (adop-tada asimismo por él) de que la realidad está com-puesta de movimientos asignificativos de la mate-ria, carambolas que ocasionalmente lanzan unalluvia inconsecuente de chispas que llamamosconciencia. "Inconsecuente", porque cada movi-miento de la materia hace impotente al agenteante las cosas, haciéndonos jinetes de tigres, cor-chos flotando en una oleada indiferente, o perso-najes apresados en un libro previamente escrito.

La importancia de estas doctrinas, en lo querespecta al individuo, es que protegen, enfatizan yjustifican una actitud. Expresan una disposiciónfilosófica; no se limitan a parecer razonables oapropiadas bajo algunas circunstancias, o a fun-cionar ocasionalmente a nuestro favor, aun cuan-do ciertamente posean estas ventajas. Reflejanmás bien un estado intrínseco de carácter y demente: de melancolía, impulsividad, indefensión,

16. Conversations with Nietzsche: A Life in the Words of His Con-temporaries, editado por Sander L. Gilman (Oxford UniversityPress, 1987). La cita corresponde a la página 109.

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paranoia, megalomanía, analidad, etc. Para losamos de cualquier sociedad, la ganancia y el poderson las principales retribuciones de los ideales, entanto que su valor para el individuo radica conmás frecuencia en lo conocido, lo cómodo, lo con-solador, lo seguro. La honestidad, para un filóso-fo, significa que se engañará primero a sí mismo.El pretendido compromiso del discípulo con el ri-gor y la claridad nunca ha impedido a los filósofosejecutar su desmañada danza de jergas, sus ritua-les de ofuscación. La verdad no detiene a nadie.

El superhombre no es un sustituto de Dios. Elsuperhombre es uno de los elegidos. El eterno re-tomo está diseñado para justificar la caida del máspequeño de los gorriones; y todo lo malo que ocu-rre en el mundo, en cuanto es parte de una obra dearte, sólo le añade al interés del drama, como lasangre en las manos de Lady Macbeth. Ademásde las muchas afinidades afectivas entre las ideasde Nietzsche y las ideas pastorales de su padre,existen también afinidades formales -entre la re-tórica del profeta Zarathustra, por ejem¡lo, y lade los profetas Amós, Isaías y Jeremías! .

Los dos Nietzsches -erítico y castigador, afir-mador y celebrante- tienen por lo general diferen-tes admiradores. Durante sus últimos tristes yenajenados días, según un relato de la colecciónde reminiscencias de Gilman, era dado a la melan-colía y poco receptivo a su entorno -jugaba conmuñecos y con otros juguetes.

Cuando le sobrevienen estados de excitación, essu madre quien mejor sabe calmarlo. Lo acaricia,le habla en un tono amistoso, y cuando quiere gri-tar, le llena la boca con pequeños trozos de man-zana o con alguna golosina fácilmente digerible,que él mastica; come en tanto que gruñe sorda-mente para síl .

Pienso que prefiero a Nietzsche sin los trozos demanzana en la boca.

17. Kathleen Marie Higgins ha escrito un sensible recuento de za-rathustra como personaje ficticio en Nitzsche's Zarathustra (TempleUniversity Press. 1987). La autora simpatiza con la interpretación"estética" que hace Nehamas de las principales ideas de Nietzsche,especialmente la del eterno retorno, cuyos paralelos religiosos le pa-recen evidentes. Coloca la obra de Nietzsche dentro del contexto deldogma tradicional judeo-cristiano. Es el drama cristiano de la reden-ción, por ejemplo, el futuro es pasado antes de llegar a ser presente.Esto sería válido asimismo para Nietzsche.

18. Conversations with Nietzsche, p. 242.

Trabajos discutidos en este ensayoFriedrich Nietzsche. Human, All Too Human: A Book for Free Spi-

rits, traducido por R.J. Hollingdale, introducción de ErichHeller. Cambridge University Press.

Conversations with Nietzsche: A Life in the Words of His Contempo-raries, ed. por Sander L. Gilman. Oxford University Press.

David Farrell Krell. Postponements: Women, Sensuolity and Deathin Nietzsche. Indiana University Press.

Peter Bergmann. Nietzsche, "The last Anti-Political German". India-na University Press.

Alexander Nehamas. Nietzsche: Life as Literature. Harvard Univer-sity Press.

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