I N D I C E · • Homilía del Obispo de Bilbao en el Centenario del nacimiento del P. Arrupe...

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ALDIZKARI NAGUSIA / BOLETÍN OFICIAL (azaroa 2007 noviembre) I N D I C E IGLESIA. BIZKAIA. ELEIZEA Documentos. Agiriak OBISPOS “18 de noviembre: Día de la Iglesia Diocesana”. Carta de mons. Ricardo Blázquez, Obispo de Bilbao, para el Día de la Iglesia Diocesana (bilingüe) (Noviembre 2007) Homilía de mons. Ricardo Blázquez en Barbastro (Huesca) en el 450 aniversario del nacimiento de San José de Calasanz (21 de octubre de 2007) Intervención de mons. Ricardo Blázquez en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma: “Los 498 mártires interrogan hoy a los católicos españoles sobre su fe” (Ro- ma, 27 de octubre de 2007) Homilía del Obispo de Bilbao en la Misa de Acción de gracias por la beatificación de los mártires (Bilbao, 3 de noviembre de 2007) Homilía del Obispo de Bilbao en el Centenario del nacimiento del P. Arrupe (Bil- bao, 14 de noviembre de 2007) Carta del Obispo de Bilbao, mons. Ricardo Blázquez para la celebración del Día del Seminario 2007 (bilingüe) (Bilbao, 8 de diciembre de 2007) Información. Albisteak SECRETARÍA GENERAL Nombramientos Fallecimiento DELEGACIÓN DIOCESANA DE LITURGIA Calendario litúrgico propio de la Diócesis de Bilbao 2008 (bilingüe) CRÓNICA DIOCESANA El Obispo de Bilbao presidió la Misa de Acción de Gracias por la beatificación de 20 mártires vizcaínos

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ALDIZKARI NAGUSIA / BOLETÍN OFICIAL (azaroa • 2007 • noviembre)

I N D I C E

IGLESIA. BIZKAIA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

OBISPOS

• “18 de noviembre: Día de la Iglesia Diocesana”. Carta de mons. Ricardo Blázquez, Obispo de Bilbao, para el Día de la Iglesia Diocesana (bilingüe) (Noviembre 2007)

• Homilía de mons. Ricardo Blázquez en Barbastro (Huesca) en el 450 aniversario del

nacimiento de San José de Calasanz (21 de octubre de 2007) • Intervención de mons. Ricardo Blázquez en la Basílica de San Pablo Extramuros de

Roma: “Los 498 mártires interrogan hoy a los católicos españoles sobre su fe” (Ro-ma, 27 de octubre de 2007)

• Homilía del Obispo de Bilbao en la Misa de Acción de gracias por la beatificación

de los mártires (Bilbao, 3 de noviembre de 2007) • Homilía del Obispo de Bilbao en el Centenario del nacimiento del P. Arrupe (Bil-

bao, 14 de noviembre de 2007) • Carta del Obispo de Bilbao, mons. Ricardo Blázquez para la celebración del Día del

Seminario 2007 (bilingüe) (Bilbao, 8 de diciembre de 2007)

Información. Albisteak

SECRETARÍA GENERAL • Nombramientos • Fallecimiento

DELEGACIÓN DIOCESANA DE LITURGIA • Calendario litúrgico propio de la Diócesis de Bilbao 2008 (bilingüe)

CRÓNICA DIOCESANA • El Obispo de Bilbao presidió la Misa de Acción de Gracias por la beatificación de

20 mártires vizcaínos

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• D. Ricardo Blázquez presidió la solemne eucaristía por el Centenario del nacimiento del P. Arrupe

• José María Arieta-Araunabeña, nuevo delegado diocesano de Misiones • Expobiblia en la Catedral • Jornadas de los Archivos Históricos Diocesanos, en Bilbao ELIZBARRUTIKO BARRIAK • Bilboko Gotzaina izan zan buru 20 martiri bizkaitarren beatifikazinoagaitik eskerrak

emoteko Mezan • On Ricardo Blázquez buru izan zan Aita Arruperen jaiotzaren urteurreneko eukaris-

tian • Jose Maria Arieta-Araunabeña, Misinoetarako elizbarrutiko ordezkari barria • Expobiblia Katedralean • Elizbarrutietako Artxibo Historikoen Jardunaldiak Bilbon

IGLESIA. ESPAÑA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

• Discurso de mons. Ricardo Blázquez, Presidente de la Conferencia Episcopal Espa-ñola y Obispo de Bilbao en la XC Asamblea Plenaria (Madrid, 19 de noviembre de 2007)

Información. Albisteak

• Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española: La CEE pone en marcha una campaña de comunicación para informar a la sociedad sobre el nuevo Sistema de Financiación acordado con el Gobierno y para dar a conocer la labor de la Iglesia (Madrid, 5 de noviembre de 2007)

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IGLESIA. ROMA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

• “El derecho a la alimentación”. Mensaje del Papa, Benedicto XVI, con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación (Vaticano, 4 de octubre de 2007)

• Saludo del Papa a los representantes de las religiones congregados en Nápoles, con

motivo del Encuentro Internacional por la Paz (Ciudad del Vaticano, 21 de octubre de 2007)

• Benedicto XVI presenta el “luminoso” testimonio de los 498 mártires del siglo XX

en España al rezar la oración mariana del Ángelus (Ciudad del Vaticano, 28 de oc-tubre de 2007)

• Homilía del cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Cau-

sas de los Santos, en la beatificación de los 498 mártires (Roma, 28 de octubre de 2007)

• Homilía del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, en la Misa

de Acción de Gracias por la beatificación (Roma, 29 de octubre de 2007)

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IGLESIA. BIZKAIA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

18 de noviembre: Día de la Iglesia Diocesana El próximo 18 de noviembre celebraremos el Día de la Iglesia Diocesana bajo el lema “Seguir a Jesús para servir el Evangelio”. El lema refleja las dos dimensiones de la voca-ción de toda comunidad cristiana y aviva la necesidad de que sean siempre el norte y la ins-piración de nuestra diócesis. Es un día que nos invita a seguir a Jesús más firmemente y a ser servidores de su Evangelio. La invitación se dirige al corazón de cada miembro de la iglesia diocesana y, de manera especial, al de cada una de nuestras parroquias y comunida-des, grupos y movimientos eclesiales. Es un día para celebrar la alegría de ser comunidad diocesana y para renovar nuestra vocación de serlo. Nadie sobra en la iglesia diocesana en su propósito de ser verdadero Cuerpo de Cristo y auténtico Pueblo de Dios. Todos los miembros somos necesarios para constituir este cuer-po vivo. Sin nuestra colaboración siempre le faltará algo. Por esta razón, es también un día para fortalecer nuestra implicación personal y comunitaria en nuestra iglesia diocesana. Esta vocación de ser miembros activos de la iglesia vale para todo. Es necesario que saquemos también sus consecuencias en el campo del sostenimiento económico de nuestra Iglesia. Uno de nuestros principios rectores es que la Iglesia debe ser sostenida económica-mente por sus propios miembros. Ese ejercicio de responsabilidad está dando buenos frutos en nuestra diócesis, al punto de que vuestras aportaciones directas a través principalmente de las parroquias cubren ya gran parte de nuestros gastos. Aún queda un trecho por recorrer. Quiero agradeceros vuestra generosidad. Además, como sabéis, se ha producido un cambio en el modelo de financiación de la Iglesia a través de la asignación tributaria, con un acuerdo entre la Conferencia Episcopal Española y el Gobierno a través del cual se vincula directamente el sostenimiento de la Igle-sia a la voluntad de los contribuyentes. Así pues, nuestra presencia y nuestra participación en la economía de la Diócesis se hacen más importantes, si cabe, y el objetivo de sostener-nos a nosotros mismos se convierte además de en un reto, en una prueba de comunión y participación eclesiales. El dinero procedente de vuestras aportaciones se utiliza para pagar los sueldos de los sacerdotes y demás personas al servicio de nuestra Iglesia, las obras, el cuidado y manteni-miento de los templos, la liturgia, la catequesis y también para apoyar el trabajo solidario de todos los organismos diocesanos, desde Cáritas hasta Misiones, pasando por instituciones educativas y otros muchos organismos. Tened la seguridad de que es un dinero muy bien empleado. Confío en que entre todos, a través de las colectas, las suscripciones, las donaciones y por supuesto la “equis” en la declaración de la renta, podamos cubrir las necesidades de la labor que el Señor ha encomendado a su Iglesia.

RICARDO BLÁZQUEZ Obispo de Bilbao

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Azaroaren 18a: Elizbarrutiaren Eguna

Azaroaren 18an Elizbarrutiaren Eguna ospatuko dogu “Salbatzailearen zabal-tzaile” goiburupean. Goiburu honek kristau alkartearen bokazinoaren alderdi biak era-kusten ditu eta horreek gure elizbarrutiaren helburu eta iturri izan behar dabela gogora-tzen deusku. Egun honetan, dei bizia egiten jaku Jesusi tinko jarritu deiogun eta bere Barri Ona zabaldu dagigun. Elizbarrutiko kide bakoitzari eta, batez ere, gure parrokia eta alkarteei, eliz talde eta mugimenduei bihotzera egindako deia da. Elizbarrutiko al-karte garala eta izaten jarraitu gura dogula ospatzeko eguna da. Vatikanoko II. Kontzilioak autortu ebanez, Jesukristoren Eliza tokiko Elizek edo elizbarrutiek osotzen dabe. Norbere elizbarrutia, beraz, giltzarria edo mugarria da Jesusi jarraitu eta gizartearen bihotzean bere testigu izan nahi daben edonorentzat. Danok izan gaitekez benetako Kristoren Gorputz eta Jaungoikoaren Herri. Kide guztiok gara beharrezkoak gorputz bizi hau eraikitzeko. Gure laguntza barik beti falta izango dau zeozer. Horrexegaitik, gure Elizbarrutian bakarkako eta alkarteko konpromi-soa sendotzeko eguna ere bada. Arlo guztietan izan behar dogu elizako kide gogotsu, baita gure Elizeari diruz eus-tean ere. Izan ere, gure helburu nagusienetakoa hauxe da: eliztarrok eutsi deiogula diruz ere gure Elizeari. Gure elizbarrutian arduratsu jokatzen dihardugu, batez ere parrokien bidez emoten dozuen diruaz aurre egiten deutsegulako gure gastu gehienei. Oraindik badogu zereginik, baina, dana dala, eskerrak emon gura deutsuedaz zuon eskuzabalta-sunagaitik. Gainera, dakizuenez, Elizearen zerga bidezko finantzaketa ereduan aldaketea izan da, Espainiako Gotzainen Batzarraren eta Gobernuaren arteko akordio bati esker, eta honen arabera, zerga autorpena egiten dabenen borondatearen arabera jasoko dau dirua Elizeak. Beraz, Elizbarrutiko ekonomian izan behar dogun presentzia eta partehartzea are eta garrantzizkoagoa da eta autofinantzaketea eliz batasuna eta partehartzea sendo-tzeko erronka bihurtzen da. Hara zertan erabilten dan zuok emoten dozuen dirua: abadeei eta Elizaren zerbi-tzura dagozan beste batzuei ordaintzeko, obrak egiteko, elizak zaintzeko, liturgia eta katekesia gauzatzeko, Caritasen, Misioen, hezkuntza erakundeen eta gainerako orga-nismoen lan solidarioa bultzateko. Ez zalantzarik izan, diru hori ondo erabilten da. Danon artean, diru-batzeen, harpidetzen, dohaintzen eta, jakina, zerga autorpe-neko “X”aren bidez, Jaunak bere Elizeari agindu deutson eginkizuna beteteko gauza izan gaitezala!

RICARDO BLÁZQUEZ Bilboko Gotzaina

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Homilía de mons. Ricardo Blázquez en Barbastro (Huesca) en el 450 aniversario del nacimiento de San José de Calasanz

El poeta alemán Goethe escribió que “el instante es un resplandor de toda la eterni-dad”; de modo semejante podemos afirmar que un rincón de la tierra es como un escorzo en que se condensa la anchura del mundo. En Peralta de la Sal (diócesis de Barbastro), el día 31 de julio de 1558, en este cruce de coordenadas espacio-temporales, vio la luz José de Calasanz, destinado según la providencia de Dios que él siguió confiadamente a poner en marcha una obra universal, hoy presente en cuatro continentes, cuya andadura tiene un reco-rrido de siglos. Porque el Hijo de Dios se hizo carne en las entrañas virginales de María, porque el Absoluto nació como un niño en un lugar y tiempo concretos, los cristianos tene-mos un sentido particular para apreciar la trascendencia de la historia y de cada aconteci-miento histórico. Una persona situada en un contexto determinado es espejo de la humani-dad “Cuanto más ahonda uno en su propio territorio, más ahonda en toda la humanidad” (M. Delibes); en un rostro desfigurado podemos ver al mismo Jesucristo. Las generalizacio-nes no pueden desconocer lo singular con su valor propio. Estamos celebrando los 450 años del nacimiento de san José de Calasanz, padre y fundador de la Orden escolapia y además inspirador y protector especial de otras diez con-gregaciones religiosas de varones y mujeres; iniciador de un movimiento de reforma en la Iglesia y la sociedad a través de la educación en la escuela de niños pobres; fue pionero de la escuela popular y gratuita; y preparó desde la lejanía temporal el reconocimiento del de-recho de los niños a “recibir educación gratuita y obligatoria” (Carta de las Naciones Uni-das sobre los Derechos de los Niños aprobada el 20 de noviembre de 1959). Del surco abierto en la Iglesia por san José de Calasanz nos beneficiamos todos. En esta oportunidad quiero agradecer la prolongada presencia y fecunda actividad, sobre todo en el campo de la educación, de los escolapios en mi diócesis de Bilbao. Agra-dezco la invitación que se me hizo hace algún tiempo para presidir en cuanto Presidente de la Conferencia Episcopal Española esta celebración; pude entonces aceptarla y manifiesto mi satisfacción porque hoy cumplo el compromiso gozosamente contraído. Expreso mi es-tima por la Orden de las Escuelas Pías, participando en el Año Jubilar Calasancio. Celebra-mos hoy el nacimiento de una persona agraciada con un carisma, que ha alcanzado una am-plia difusión y ha producido y continúa produciendo abundantes frutos. Unas efemérides como las que celebramos nos invitan a mirar hacia el pasado para ejercitar la gratitud abriendo nuestro espíritu a sus enseñanzas, a contemplar el presente acogiendo la gracia otorgada dispuestos a asumir sus desafíos, y a otear el futuro uniendo fidelidad y creatividad, confianza y atrevimiento. Queridos hermanos escolapios, vosotros sois portadores de un carisma que os ha sido transmitido, que habéis recibido, que conser-váis con esmero y que estáis llamados a ponerlo al servicio de la Iglesia y de la sociedad en esta hora de la humanidad, donde se abren oportunidades e incertidumbres no sólo nuevas, sino también de unas dimensiones inéditas en otras situaciones históricas. Haced propia cada uno de vosotros la exhortación de Pablo: “Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado” (2 Tim 3,14). Profundizando en las grandes intuiciones de vuestro fundador y atentos a las llamadas del tiempo presente podréis prolongar vitalmente vuestro carisma. Dentro del dinamismo de la fe cristiana, vivida en la familia y en la parroquia, José percibió pronto que el ministerio sacerdotal era su vocación específica. Como es frecuente en la maduración vocacional, se atravesaron obstáculos sobre todo venidos de la familia en el camino de José, que con decisión y paciencia superaría. Pero cada persona es irrepetible, ¿cuál era la vocación singular, dentro del ministerio presbiteral, que Dios había pensado con

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amor para José de Calasanz? El discernimiento de esta vocación única resulta en el caso de nuestro santo extraordinariamente significativo. Hay hechos que, vividos por un cristiano abierto a los caminos de Dios, pueden razonablemente ser considerados como señales e indicadores. Una voz reiteradamente escuchada en su interior le decía: Ve a Roma. ¿Qué tengo yo que hacer en Roma?, se respondía a sí mismo dialogando secretamente con esa invitación. “Sal de tu tierra hacia la tierra que yo te mostraré” (cf. Gén 12,1). “Ve a Roma”. Dios de ordinario no revela sus planes de un golpe; se adapta, más bien, al discurrir de la historia y al ritmo del caminar de los hombres. Habiendo contrastado esta misteriosa llama-da con su obispo, persona sensible a las sorpresas de Dios que guía la vida de los hombres, se embarcó hacia Roma, hacia donde convocaba la voz. Aunque algo intuyera, un velo ocul-taba el futuro, que sólo poco a poco se iría descorriendo. En la vida de los santos, y también de otras personas eminentes, una especie de instinto, oscuros barruntos y secretas atraccio-nes van guiando hacia la meta, hacia la vocación singular. Estando en Roma va descubriendo José de Calasanz la vocación personalísima que Dios le dirigía a través de acontecimientos que actuaban como signos del sueño de Dios sobre su vida. Dios le llamaba a una misión particular a favor de otras personas, amadas también por Él. El contacto con la pobreza de la ciudad, manifestada de muchas formas, golpeó fuer-temente su espíritu: huérfanos, pobres, peregrinos, extranjeros, enfermos, presos, mendigos, sobre todo niños pobres a los que se acercaba con amor y enseñaba el catecismo. «Poco a poco el corazón de Calasanz se iba centrando en la situación de los niños, hijos de esas fa-milias de la Roma pobre y desgraciada, ignorantes en todo y en la mayoría de los casos muy abandonados de sus padres. Calasanz comienza a pensar que quizá fueran ellos el motivo de aquella voz interior oída en España años atrás: “Ve a Roma”. Incluso aquella voz, según personas confidentes de Calasanz, le hablaría de nuevo para decirle: “Mira, mira”.1 Pode-mos fundadamente suponer que estos signos, coherentes en la distancia temporal y geográ-fica, junto con las palabras del salmo 10,14, escuchadas como dirigidas personalmente a él “A ti te he encomendado el pobre, tú serás el amparo del huérfano”, centran su vocación, que le venía rondando sin haberse fijado e identificado todavía.2 Él tomaría sobre sí la res-ponsabilidad de una “paternidad espiritual” de aquellos niños sin familia, que crecían en la calle expuestos a todos los peligros.3 Había encontrado su vocación con una penetración clara y profunda. Es verdad que sólo al hilo de los acontecimientos se irá concretando, pero el hallazgo básico, la certidumbre fundamental de haber encontrado su vocación personal y el sentido que Dios quería imprimir a su vida, habían tenido lugar. Sabía ya que aquella vocación era su vida. En contacto con los niños pobres en todo, en familia, educación, conocimiento de Dios, amor y futuro descubre José de Calasanz su singular quehacer, que iría tomando for-ma y cuerpo hasta llenar su vida y abrir un camino espiritual en la Iglesia, una familia reli-

1 Cf. F. J. Agudo García, San José de Calasanz, en: Nuevo Año Cristiano. Agosto, Madrid 2002,

p. 558. 2 Algo parecido le ocurrió a santa Teresa de Jesús Jornet en junio de 1872; el encuentro con D. Pe-

dro Llacera, un sacerdote ejemplar de Barbastro, y con D. Saturnino López Novoa, maestro de capilla de la catedral de Huesca, y la manifestación de sus proyectos sobre la asistencia material y espiritual de los ancianos pobres, encendieron la luz en el espíritu de Teresa. “Ésa era, precisamente, la obra que hacía mucho tiempo se estaba gestando en las entrañas cristianas de Teresa. Sus tanteos, inseguridades y bús-quedas se transformaron en firme y radiante claridad” (Tomás de Bustos, Santa Teresa de Jesús Jornet, Palencia, 2ª edición, 1992, p. 34).

3 Cf. Q. Santoloci, Giuseppe Calasanzio, en: Bibliotheca Sanctorum VI, col 1322.

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giosa, la Congregación de los Padres de las Escuelas Pías.4 José escuchó como contenido de su vida las palabras de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí (cf. Mt 19,14). “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí” (Mt 18,5). José se acercó a los niños pobres y éstos así se acercaron a Jesús. En la Iglesia los pobres deben ocupar un lugar preferente; por ello todo encuentro profundo con ellos es oportunidad de renovación evangélica y puerta abierta a caminos nuevos en la Iglesia. En este taller se forjó la vida y la obra de san José de Calasanz. ¿Por qué los pobres son ámbito de descubrimiento de Jesús y de renovación eclesial? Esta pre-gunta nos conduce al corazón del Evangelio: el mismo Jesucristo hizo la opción de ser po-bre, como expresa san Pablo el misterio del Hijo de Dios hecho hombre: “Conocéis la gene-rosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Con esta atinada referencia de orden cristológi-co profundizó la opción preferencial por los pobres el papa Benedicto XVI en el discurso de apertura de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida (Brasil). Siguiendo a Jesús, aprendemos que la pobreza elegida por el Reino de Dios, que la libertad del dinero por el Evangelio, es un sublime valor; los discípulos son enviados por el mismo Jesús a proclamar el Evangelio sin bolsa ni bastón, es decir, sin apoyarse en la segu-ridad del dinero ni en el poder de este mundo. La austeridad de vida, la proximidad y solida-ridad con los pobres, la confianza en la providencia del Padre celestial que cuida de sus hijos… son rasgos de los discípulos de Jesús, de los cristianos de la primera hora y de la historia posterior. La libertad en relación con el dinero pone un sello de autenticidad evan-gélica a las acciones apostólicas desarrolladas entre los pobres y los ricos, excluyendo con-taminaciones que en lo más generoso se pueden infiltrar. De esta intuición radicalmente evangélica, verificada y concretada en contacto con la pobreza de las calles de Roma, nace la obra original de san José de Calasanz como escuela para niños pobres, donde la educación humana y cristiana, la educación integral, preparan para afrontar el futuro como ciudadanos en la sociedad y como cristianos en la Iglesia. Con palabras de Calasanz: “Si desde la infancia, el niño es imbuido diligentemente en la piedad y las letras, ha de esperarse, sin duda alguna, un transcurso feliz de toda su vida”. San José tiene presente a la persona entera, en todas sus dimensiones; y en concreto a los pobres, a los últimos, a los excluidos. En esto va a consistir el servicio rehabilitador de personas y esperanzador para la Iglesia y la sociedad. Funda escuelas populares y gratuitas; “escuelas pías”, es decir, escuelas cristianas y católicas; escuelas donde la misericordia, la compasión y la piedad de Dios, a través de sus servidores, llegan a los pobres sumergidos en la miseria para devolverles la dignidad de personas e hijos de Dios, para sacar de una vía muerta a los excluidos de la sociedad y abrirles a un futuro de vida y esperanza. ¡Es una vocación pre-ciosa, nacida en la casa de la Iglesia, que tanto ha beneficiado a la humanidad! Estas inicia-tivas tan generosas y sacrificadas certifican la presencia del Espíritu del Señor entre noso-tros y el amor del Padre a todos los hombres. En la escuela católica, que es una oferta de la Iglesia a la sociedad, y a donde los pa-dres consciente y libremente pueden enviar a sus hijos, se unen vitalmente la educación humana y cristiana. El fundamento que unifica y orienta sus trabajos es Dios, la Verdad y el Bien. La fe en Dios debe hacerse anuncio, enseñanza, reflexión, celebración, luz y fuerza en la vida. El ideario propio que caracteriza a la escuela católica debe ambientar y señalar el desenvolvimiento de la misma con naturalidad y holgura. La educación cristiana, si es au-téntica, educa siempre para ser buenos ciudadanos, personas honradas, hombres de prove-cho, cristianos sin presunción orgullosa ni ocultamiento secularizador, miembros activos de

4 Llamados habitualmente “escolapios”, vocablo formado por la unión de dos palabras masculini-zado o feminizado según los casos: Patres Scholarum Piarum.

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la Iglesia y comprometidos con la sociedad justa, libre, respetuosa de la pluralidad y pacífi-ca. Es un espacio social para la elevación cultural, religiosa y cívica.5 En la Eucaristía, que es simultáneamente memoria, presencia y promesa del Señor, unimos, queridos hermanos escolapios, vuestro pasado, vuestro presente y vuestro futuro. Aquí recibimos la antorcha encendida de los dones de Dios, aquí somos fortalecidos con el alimento de vida eterna, aquí aprendemos a entrar en el dinamismo del amor y de la entrega de nuestro Señor. Celebrar la muerte y resurrección de Jesucristo posee una significación particular al recordar a san José de Calasanz, que habiéndose entregado sin reservas en vida, murió satu-rado su corazón santo de sufrimientos, causados por calumnias, denuncias y vejaciones pro-cedentes de su entorno más cercano. Murió acatando la voluntad misteriosa de Dios, con-fiándose totalmente a Él e invitando a la esperanza y a la constancia. Hizo suyas las pala-bras de Job: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor” (1,21). El genio de Goya lo pintó desvalido y fiel en el magnífico cuatro “Ultima comunión de san José de Calasanz”; brillan en la pintura tanto su agotamiento humano como la adora-ción de Dios. Murió en Roma, en la casa de san Pantaleón, el día 25 de agosto de 1648, como trigo sembrado en la tierra de los niños pobres. Él murió en la oscuridad; pero Dios rescató la obra de José de Calasanz y fue rehabilitada como carisma del Espíritu en la Igle-sia, que siguiendo a Jesús, es hogar y escuela de los pobres. Entre la cruz y la resurrección estamos remitidos a la omnipotencia salvadora de Dios. Él nos prueba, pero no nos abando-na. La santidad de José de Calasanz, acrisolada por la cruz, fue reconocida solemnemente por la Iglesia. Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Misiones con el lema “Dichosos los que creen”. Por la misericordia del Señor estamos arraigados en la fe y podemos participar de la bienaventuranza evangélica (cf. Lc 1,45; Jn 20,29). ¡Que el encuentro con Jesucristo en la fe nos impulse a testificar el Evangelio en nuestro tiempo con sus desafíos, unos peculiares de hoy y otros permanentes! ¡Que la memoria de san José de Calasanz, que hizo brillar el amor de Dios entre los pobres, nos impulse a acoger a los abandonados! ¡Que en medio de nuestros contemporáneos, en apariencia autosuficientes con las cosas y a veces vacíos inte-riormente, podamos testificar que la mayor pobreza consiste en desconocer a Dios, que es el tesoro más precioso! (cf. Mt 13,44). ¡Creer en Dios es importantísimo, queridos amigos! Santa María, la Madre del Señor, sobresale entre los pobres de Yavé (cf. Canto del Magníficat) ¡Que nos enseñe a ser pobres y a atender a su Hijo Jesús en los pobres!

Barbastro (Huesca), 21 de octubre de 2007

5 Cf. Conferencia Episcopal Española, La escuela católica. Oferta de la Iglesia en España para la

educación en el siglo XXI, del 27 de abril de 2007.

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Intervención de mons. Ricardo Blázquez en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma

«Los 498 mártires interrogan hoy

a los católicos españoles sobre su fe»

Intervención de monseñor Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española, al dar la bienvenida en la Basílica de San Pablo Ex-tramuros de Roma a los miles de peregrinos que han participado en la ceremonia de beatificación de 498 mártires del siglo XX en España.

***

La Iglesia de Roma conserva los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo como “trofeos” de su fidelidad a Jesucristo y como acreditación de la autoridad apostólica de la Sede de Roma. Estamos reunidos donde Pablo, en la vía ostiense, fue decapitado, culminando el testimonio de fe y amor a Jesucristo, que lo llamó a su seguimiento y al apostolado en el camino de Damasco. Saludo a los peregrinos venidos de lejos y de cer-ca para participar en la gozosa celebración de la beatificación de 498 mártires de nues-tras diócesis: señores obispos, religiosos y religiosas de las congregaciones a las que pertenecieron y enaltecieron los mártires, hermanos y hermanas de todos los rincones de la Iglesia en España. Saludo con respeto y afecto al señor embajador de España ante la Santa Sede. Agradezco, en nombre de la Conferencia Episcopal Española, la hospitali-dad que en esta basílica emblemática de Roma nos ofrece el arcipreste de la misma Card. Andrea Cordero Lanza de Montezemolo. Queridos peregrinos, hemos custodiado como un tesoro la memoria de nuestros mártires, que nos han precedido con la antorcha de la fe y de la santidad. Son un don precioso de Dios que recibimos con gratitud; estamos dispuestos con la fuerza del Señor a proclamar la fe y a vivir con fidelidad, alentados por su testimonio sublime, en las situaciones concretas de nuestra historia. El martirio de estos hermanos nos une con el Señor y nos dignifica a todos. Los mártires situados ante la alternativa, no buscada ni provocada por ellos, de renegar de la fe cristiana y así salvar la vida, o de mantenerse adheridos al Señor y así perderla, prefirieron en un gesto admirable entregar la vida temporal y recibir la Vida eterna, recordando las palabras del Maestro: “Quien pierde su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35). “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). Los mártires recibieron de Jesús la gracia de su amistad, y ellos le devolvieron viviendo y muriendo por Él la misma amistad. ¡Qué elocuente se hace el Evangelio en la proximidad de los mártires! En el proceso de los mártires se ha concentrado la fidelidad a Dios a través de unos gestos expresivos de la totalidad. Como muchos mártires de la Iglesia en los pri-meros siglos murieron aclamando a Jesús como el Señor (“Iesus Kýrios”), así también los mártires que van a ser beatificados mañana murieron aclamando con los labios y el corazón: ¡Viva Cristo Rey! A algunos el rosario los identificó como cristianos y en la hora suprema supieron que era una señal decisiva. Unos murieron porque participaban en la Eucaristía; y otros por el hecho de ser sacerdotes, frailes o monjas. Los que tuvie-

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ron la oportunidad se unieron en el martirio a aquéllos con los que habían compartido su fe, la profesión religiosa y los trabajos apostólicos. Los mártires han rubricado con su sangre un mensaje que queremos recibir hon-damente en estos extraordinarios días. Su muerte martirial glorifica el poder de Dios que hace de la fragilidad de los hombres su propio testimonio. Todo lo pudieron en Aquel que les dio fuerza (cf. Fil 4,13; 2 Cor 12,9-10; Col 1,29). ¡Qué importante es la fe en Dios que orientó la vida y decidió la muerte de sus fieles! En nuestro tiempo estamos llamados a mostrar que para la vida personal, familiar y social no es indiferente creer en Dios que no creer en Él. Todo cambia con la luz y la fuerza que emite la fe en nuestro Señor Jesucristo. Los mártires nos preguntan hoy sobre la valentía de nuestra fe. Los hermanos mártires nos estimulan a ser fieles, a confiar en Dios que nunca defrauda y no abandona ni siquiera en la persecución. Con la autoridad que les confiere su muerte por el Señor nos recuerda una exhortación evangélica: si ellos murieron perdonando, debe-mos nosotros recorrer los caminos del perdón, de la reconciliación y de la paz. Su acti-tud ante la muerte es una fuerte invitación a la convivencia respetuosa en la pluralidad. Queridos peregrinos, deseo a todos unos días de gracia del Señor; que la proximi-dad al sucesor de Pedro, el papa Benedicto XVI, nos fortalezca en la unidad de la fe y del amor.

Roma, sábado, 27 de octubre de 2007

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Homilía del Obispo de Bilbao en la Misa de Acción de gracias por la beatificación de los mártires

Saludo con la paz del Señor a todos. En la celebración de esta tarde se prolonga la fiesta de la fe que vivimos el domingo día 28 con la beatificación de 498 mártires origi-narios de nuestras diócesis. La Eucaristía es por su misma naturaleza acción de gracias a Dios porque nos ha enviado a su Hijo como Salvador y Redentor; hoy unimos a esta bendición dirigida a Dios Padre por medio de Jesucristo en la unidad del Espíritu Santo el agradecimiento por la beatificación de un grupo numeroso de hermanos y hermanas nuestros en la fe. Eucaristía y martirio son realidades afines, ya que al Martirio de Nues-tro Señor Jesucristo y a su resurrección unimos la victoria de los mártires por amor al mismo Jesús; en la Iglesia antigua con frecuencia fue considerado el martirio como una verdadera celebración eucarística. Permitidme que haga unas reflexiones sobre las lecturas que terminamos de escu-char, que nos han hablado del secreto de todo martirio y del triunfo de los mártires. 1. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). Con esta imagen expresa Jesús el significado salvífico de su muerte; no hay cosecha si la simiente sembrada no muere; la vida nueva brota de la muerte; en el fracaso aparente está escondida la victoria; la cruz es el camino de la glori-ficación. Y esta ley, que se cumplió en Jesús el Mesías, se aplica también a sus discípu-los y de forma excelente en los mártires: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (v. 35); (cf. Mt 16,25; Mc 8,34; Lc 9,24). El discípulo en su itinerario sigue los pasos del Maestro: “Donde esté yo, allí también estará mi servidor” (v. 26); los amigos de Jesús lo acom-pañaron por los caminos del mundo, en la pasión y en la cruz y también en la gloria del cielo. La metáfora de la semilla es muy frecuente y rica en el Evangelio y también en la significación cristiana del martirio. Tertuliano con fórmula concisa y honda escribió: “La sangre de los cristianos es una semilla”. Se multiplican los cristianos cuando son segados por los perseguidores. La sangre de los mártires es semilla de cristianos.1 Por paradójico que sea, la persecución despierta a los cristianos, los fortalece y multiplica. Lo flácido e indolente no atrae; en cambio lo pletórico de vida ejerce un atractivo singular. La grandeza de los mártires, que entregaron su vida por el Señor, suscitó admiración también entre los no cristianos. La muerte de los mártires es una victoria sobre la muerte. Con la entrega de su vida temporal glorificaron el poder de Dios y recibieron el premio de la vida eterna. El marti-rio es un bautismo de sangre, que posee una plena eficacia perdonadora. Recibieron los mártires la corona de vida y de gloria que no se marchita (cf. 2 Tim 4,7-8; Apoc 2,10). Por esto, desde muy pronto a los mártires se les tributó culto, ya que aparecían ante los cristianos con una prestancia sublime. San Ignacio de Antioquía en la Carta a los Romanos comprende su martirio, que presiente como inminente y ardientemente desea, a modo de sacrificio eucarístico: “Tri-

1 Cf Apologeticum 50,13: “Semen est sanguis christianorum”. Con otra imagen dice lo mismo:

Cuando parece que la Iglesia es destruida, entonces es más edificada (“tunc magis aedificari scias, cum caedi videtur” (Ad Scapulam) 5,4. Cf. S. Vicastillo, Un cuerpo destinado a la muerte, Madrid 2006, pp. 248-251.

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go soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo”.2 San Ignacio quiere no sólo comer y beber de la Eucaristía, sino también convertirse él en eucaristía para unirse a Jesucristo en un acto supremo de amor. Los cristianos estamos llamados a seguir las huellas de Jesús en la vida, en la muerte y en la glorificación. Pablo participa en su ministerio apostólico de las tribula-ciones por el Evangelio, imitando y prolongando las de Jesús (cf. Col 1,24). Y todos debemos seguir el ejemplo del Señor que en su pasión no profería amenazas ni devolvía mal por mal, sino que se ponía en manos del que juzga justamente (cf. 1 Ped 2,19-24). Jesús fue el Mártir por excelencia, no un revolucionario cualificado. ¡Cómo deseaban los mártires recientemente beatificados recibir el Cuerpo eucarístico del Señor entrega-do por nosotros para ser fortalecidos y entregar ellos también su vida! La plegaria de san Policarpo en la hoguera es bella expresión de su actitud euca-rística: “Yo te bendigo, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, porque me has juzgado digno de tomar parte en el cáliz de Cristo, para la resurrección en la vida eterna. Sea yo con los mártires recibido en sacrificio agradable en tu presencia”.3 Los mártires participan del amor de Jesucristo muerto y resucitado; por ello, pueden vencer los tor-mentos con la fuerza del amor de Dios (cf. Rom 8,31-39). Llama la atención la correspondencia que existe entre las actitudes de los mártires de los primeros siglos que conocemos por las Actas de su martirio y las actitudes de los mártires de hace unos setenta años entre nosotros que conocemos por los relatos de su martirio y a veces por las manifestaciones de los mismos que estaban a punto de ser sacrificados. La fe valiente y humilde en Dios, la oración constante e intensa pidiendo la ayuda del Señor, el gozo desconcertante cuando la muerte atroz era inminente, el amor a Jesucristo al cual no anteponían nada ni la misma vida, la esperanza en las vida eterna prometida por el Dios fiel y amigo, forman una red de sentimientos en los mártires de las diferentes etapas de la historia de la Iglesia. La providencia singular del Padre los acompañaba, hacía fuertes y llenaba el corazón de paz (cf. Mt 10,16-20). El Cardenal Carlos Amigo el sábado día 27, en la basílica de san Pablo construida en el lugar de su martirio, dijo a los peregrinos llegados para la beatificación: “La san-gre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, palabras que recuerdan la famosa expresión de Tertuliano, que a su vez evoca la comparación evangélica del grano de trigo. Amigo subrayó dos cosas: nuevos cristianos, es decir, cristianos renovados; y nue-vos cristianos, es decir, nuevos fieles y nuevos hijos de Dios. Estas beatificaciones son una llamada a cada uno de nosotros, para que nuestra fe sea más viva, nuestra esperanza más firme y nuestra caridad más solícita. La actuación de nuestro Plan de Evangeliza-ción, que nos invita a acentuar el acompañamiento a niños y adolescentes en el camino de Emaús, debe ser estimulada con los nuevos mártires, que nacieron, fueron bautizados e iniciados en la fe cristiana, en el amor a Dios y en la devoción a la Virgen María en nuestras parroquias. Que la sangre de nuestros mártires nos renueve y multiplique; que sea su martirio una llamada al corazón de los que se han alejado o están distanciándose de Dios y de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI al terminar la celebración de beatificación expresó el si-guiente deseo en favor de nuestras Iglesias: “Que la fecundidad de su martirio produzca

2 Ad Romanos IV, 1; cf. II,2; VIII,2. San Ireneo, Adversus Haereses V, 28,4. 3 Martirio de San Policarpo, XIV, 2. Cf. Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica IV, 15,30-37.

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abundantes frutos de vida cristiana en los fieles y en las familias; que su sangre derra-mada sea semilla de santas y numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misione-ras”. 2. En la magnífica liturgia del Apocalipsis hemos escuchado unas preguntas: “Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Y la respuesta: “Éstos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero” (7,13-14). ¿Quiénes son y de dónde vienen los márti-res que fueron beatificados el día 28? Veinte proceden de nuestra diócesis de Bilbao. Sus nombres son: Antonio María, Santiago, Manuela, Pedro, Vicenta, José María, los hermanos Félix y Luis, Santiago, Luis, Prudencio, María Dolores, María Prima, Miguel, Cristóbal, Juan, Gabino, José Vicente, Juan y Miguel. Nacieron en Busturia, Rigotia, Ondarroa, Erandio, Berriatua, Durango, Zeanuri, Igorre, Amorebieta, Bilbao, Orozco, Markina, Abadiño, Nabarniz y Iurreta. Pertenecieron a las congregaciones de los agusti-nos, trinitarios, adoratrices, salesianos, carmelitas misioneras, franciscanos y dominicos. Con su nacimiento, bautismo y martirio han sido altamente dignificadas sus parroquias. Damos gracias a Dios por estos religiosos y religiosas, hijos de nuestra Iglesia local; las familias de los nuevos beatos han recibido un motivo precioso para gloriarse en el Se-ñor. “Vienen de la gran tribulación” (v. 14); (cf. Mt 24,21). Han sufrido la persecu-ción, la tentación escatológica y la prueba suprema, y han vencido. Estos hermanos nuestros, estos mártires tan próximos a nosotros, situados ante la alternativa, no deseada por ellos, de renegar de la fe cristiana y así salvar la vida o mantener la adhesión perso-nal a Jesucristo y así perderla, prefirieron con una grandeza moral admirable entregar la vida temporal con la confianza de que Dios les otorgaría según su promesa la eterna (cf. Mc 8,35). El amor a Jesucristo fue en ellos más poderoso que el temor a la muerte. In-vocando a Santa María la Virgen recibieron la gracia de decir a Dios: “Hágase en noso-tros según tu palabra” (cf. Lc 1,38). La alternativa inaplazable y el dilema inevitable, en que fueron colocados eran radicales y cuestionaban lo más profundo; otras alternativas de carácter geográfico, cultural, social o político quedan en niveles muy distintos. La interrogación planteada a cada uno personalmente era ésta: ¿Quieres continuar siendo cristiano o te arrepientes de serlo? ¿Estás dispuesto a permanecer como religioso-religiosa o renuncias a tu vocación? Según el Apocalipsis la muchedumbre inmensa, a la que se han incorporado nuestros hermanos y hermanas mártires es “de toda nación, ra-zas, pueblos y lenguas” (7,9). Están todos de pie con vestiduras blancas y con las pal-mas en sus manos, es decir, como vencedores, ante el trono de Dios y el Cordero. En el desafío a que fueron sometidos pusieron la carta de su vida en manos de Dios. Vienen de una gran tribulación, es decir, de un caos de violencia, del fracaso gra-vísimo de nuestra convivencia como pueblo, de una inmensa tragedia, de una guerra fratricida que asoló nuestro país. Los que terminan de ser beatificados fueron ciertamen-te mártires cristianos; quizá otros muchos se vieron también forzados a elegir entre la fe en Jesucristo o continuar viviendo. Podemos decir que en la beatificación del día 28 son mártires cristianos todos los que están, pero probablemente no están todos los que son. Dios lo sabe. Un proceso instruido con seriedad y rigor puede mostrar si en otros se dan también las condiciones para ser beatificados como mártires. La puerta está abierta para ese discernimiento.

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Esa tribulación de grandes dimensiones envolvió a tantísimas personas, muchas de las cuales viven todavía. ¡Cuántos sufrimientos y penalidades, cuántos heridos y muertos, cuántas represalias y represiones, cuántas humillaciones y expresiones de pre-potencia, cuántos exilios interiores y exteriores! La Iglesia no puede ni debe olvidar a ninguno de sus hijos. La Iglesia quiere recordar a todos: obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos y laicas, niños, jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres. La Iglesia es comunidad de la memoria, de la presencia y de la esperanza, ya que Jesús es el mismo ayer, hoy y para siempre (cf. Heb 13,8). En la Eucaristía hace memo-ria de la muerte y resurrección del Señor, que murió por todos nosotros y derramó su sangre por nuestros pecados. En Jesús, que es nuestra Paz (cf. Ef 2,14), debemos encon-trar la reconciliación. Que el perdón que pidió al Padre para nosotros desde la cruz (cf. Lc 23,34) nos dé valor y humildad para perdonarnos mutuamente. La beatificación de unos mártires que murieron perdonando son un ejemplo excelente para todos nosotros. El que unos cristianos hayan sido beatificados no significa que otros sean desatendidos y olvidados. En la Eucaristía, en que celebramos el “memorial de la pasión gloriosa de Jesucristo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su ad-mirable ascensión a los cielos”; en que “veneramos la memoria de la glorioso siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, de los apóstoles, de los márti-res y de todos los santos” y en la que suplicamos al Señor que “se acuerde de sus hijos, que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz” (Canon Romano), se ejercita particularmente esa memoria de la Iglesia. Porque Dios se acuerda de nosotros con misericordia, nosotros no debemos relegar a nadie al olvido. En las palabras pronunciadas por Benedicto XVI después de rezar la plegaria a la Virgen dijo: los mártires “con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la con-vivencia pacífica”. Un mártir es un testigo eminente del Señor, es una palabra viva rubricada con su sangre, es un hermano que desde su unión con Jesucristo nos dirige una exhortación apremiante: recuperad la importancia de la fe en Dios, trabajad por la paz, vivid como hermanos. ¡Que la sangre de los mártires riegue nuestras raíces humanas y cristianas! ¡Que su intercesión nos proteja! ¡Que su ejemplo nos anime y oriente!

Bilbao, 3 de noviembre de 2007

RICARDO BLÁZQUEZ Obispo de Bilbao

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Homilía en el Centenario del nacimiento del P. Arrupe Rvdmo. Padre Prepósito General de la Compañía de Jesús, hermanos presbíteros concelebrantes, hermanos y hermanas: Me alegro en el Señor por la oportunidad que se me ha ofrecido, de presidir como obispo de Bilbao, esta celebración eucarística en el centenario del nacimiento del Padre Pedro Arrupe. Agradezco, querido Padre Kolvenbach, su invitación; y aprovecho esta ocasión excepcional para manifestar públicamente la gratitud de la Diócesis a la Com-pañía de Jesús por su presencia y actividad rica y multiforme. Sin la presencia cualifica-da humana, espiritual y pastoralmente, de generaciones y generaciones de jesuitas, nues-tra Diócesis sería inmensamente más pobre. Yo, personalmente, soy también deudor de los jesuitas, cuyos rostros y nombres me vienen a la memoria como una oleada de gra-cia: los padres Alfaro, Alszeghy, Orbe, Ligier… Doy gracias a Dios que ha puesto en mi camino a jesuitas sabios y santos; y deseo que esta oportunidad puedan tenerla otros muchos hoy y en el futuro. Ante la próxima Congregación General pido al Señor que ilumine a los participantes; tengan la seguridad de que nos unimos a su esperanza. Nuestra Villa de Bilbao se siente muy ennoblecida por haber nacido en ella, hoy hace cien años, el querido y admirado Padre Arrupe. Entre sus hijos eminentes emerge Pedro Arrupe por su personalidad humana, cristiana y religiosa, por la universalidad y hondura de su irradiación en el mundo. Tuve la ocasión de escucharlo una vez en el Colegio Español de Roma, en el antiguo Palazzo Altemps, y el impacto que me produjo está tan vivo en mí como el primer día. Hablaba de Dios como un testigo que ha visto al Invisible (cf. Heb 11,27); tenía el resplandor de Dios en su rostro. Dios aparecía en su palabra, en sus gestos y en toda su presencia con la fuerza de la verdad y el amor, cono-cido vitalmente, con pasión y entusiasmo, como el compasivo y amigo de los hombres, como vibrante interpelación a ser recibido en la vida de las personas a modo de cimien-to, luz y compañía. ¡Qué bien transmiten personas de esta hondura espiritual la fe en Dios presente, amable, poderoso, transparente! El nombre del Padre Arrupe está en mi memoria inseparablemente unido a aquella inolvidable experiencia; toda la obra de Arrupe es contemplada por mí a través de aquella vivencia. El año 1926 en Lourdes sintió Pedro Arrupe tan fuerte la llamada de Dios en los que sufren no sólo en su cuerpo que cambió la dirección de su vida; al año siguiente interrumpió sus estudios de medicina y entró en la Compañía de Jesús, que le era fami-liar por su iniciación y maduración cristianas también junto a Jesuitas de Bilbao, en este entorno. La experiencia de Lourdes, descrita con belleza e intensidad por Arrupe, se tradujo en una pasión por el hombre, coextensiva a su vida entera, ya que hay aconteci-mientos vividos en el momento oportuno que marcan el futuro. Éstas son sus palabras: “Sentí a Dios tan cerca en sus milagros que me arrastró violentamente tras de sí. Yo lo vi tan cerca de los que sufren, de los que lloran, de los que naufragan en esta vida de desamparo, que se encendió en mí el deseo de imitarlo en esta voluntaria proximidad a los desechos de este mundo, que la sociedad desprecia porque ni siquiera sospecha que hay un alma vibrando bajo tanto dolor” (P. Arrupe, Este Japón increíble. Memorias del P. Arrupe, Bilbao 1965, p. 18). La fe en Dios, revelado en la humanidad de Jesús, el encuentro con Él en el centro de la vida, nos hace personas nuevas, liberadas para el amor, la compasión, la justicia, para la proximidad a los heridos en su cuerpo y en su espíritu. En nuestro querido Padre Arrupe se estrecharon íntimamente la pasión por

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Dios como el Único y la apremiante cercanía a las personas para mostrarles la benevo-lencia de Jesucristo. La Compañía de Jesús ha recibido el carisma de servir a la misión encomendada por nuestro Señor a la Iglesia; es esencialmente misionera. Consiguientemente, anunciar con palabras y obras el nombre del Señor es la vocación que los identifica y la inquietud que los mueve; son testigos de Dios en medio del mundo con sus afanes, indigencias y desconciertos. En esta misión entrarán como componentes el diálogo entre la fe cristia-na y la razón humana, la fe por la que respondemos a Dios y la justicia que deseamos realizar entre los hombres, la Iglesia y el mundo moderno. Los frentes de la misión pue-den estar en Japón o en el Líbano, en una Universidad, en los suburbios de una ciudad, en la aparente indiferencia religiosa del primer mundo y en las clamorosas necesidades del tercero; y por supuesto tierra de misión es nuestro propio corazón. La misión requiere disponibilidad sin reservas al Señor que envía. ¡Cómo rompen todo pudor para mostrar la propia intimidad estas palabras de Arrupe!: “Aquí vengo, Señor, para deciros desde lo más íntimo de mi corazón y con la mayor sinceridad y ca-riño de que soy capaz, que no hay nada en el mundo que me atraiga, sino Tú sólo, Jesús mío” (cit. por J. Mª Fernández Martos, Arrupe, una sola y doble pasión: Dios y el hom-bre, en: Sal Terrae, octubre 2007, p. 727). La realización con cuerpo y alma de la mi-sión recibida implica también el amor cercano y solidario a los que somos enviados; sin celo por la gloria de Dios y por la salvación de los hombres la fuerza misionera decae, se debilita y apaga. Los apóstoles del Señor somos enviados, no somos espontáneos; lo cual implica que la misión debe ser cumplida en comunión eclesial. Impresionan los miembros de la Compañía de Jesús puestos a disposición del Papa, que nos preside a todos en la unidad de la fe y del amor, para ser enviados a misiones tan distantes y com-plicadas. Hoy celebramos, coincidiendo con el centenario del Padre Arrupe, la memoria litúrgica de San José Pignatelli, nacido en Zaragoza el año 1737 y muerto en Roma el año 1811. Aquellos años difíciles para la Compañía de Jesús, amenazada en la misma supervivencia, le proporcionaron dosis grandes de cruz apostólica, llevada con humil-dad, amor y confianza en Dios, que constituyen, según los compañeros que lo conocie-ron bien, los rasgos más salientes de su fisonomía espiritual (cf. M. Batllori, Giuseppe Pignatelli, en: Bibliotheca Sanctorum VI, col 1334). La primera lectura que hemos escuchado tomada de la segunda Carta de San Pa-blo a los Corintios expone con vigor las paradojas de la existencia apostólica de Pablo, de San José Pignatelli, y también podemos decir del P. Arrupe. La grandeza del ministe-rio apostólico contrasta con la debilidad del apóstol. “Llevamos este tesoro en vasijas de barro”. En la vida diaria del apóstol se actualiza el misterio pascual de Jesús. “Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Cor 4,8-10). La paradoja consiste en que en la fragilidad del hombre se manifiesta la fuerza de Dios (cf. 2 Cor 12,7-10). La ley funda-mental de los apóstoles que Pablo escuchó de Jesucristo es ésta: “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Cor 12,9). Los mensajeros del Evangelio, que parti-cipan en la cruz del Señor y en el poder de su resurrección, saben que a través de sus sufrimientos y fracasos otros reciben la vida.

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La actuación del P. Arrupe como Prepósito de la Compañía estuvo ligada al Con-cilio Vaticano II, que produjo una profunda alteración en la Iglesia y por medio de ella en el mundo. Habiendo sido elegido General de la Compañía de Jesús, el día 22 de ma-yo de 1965, participó en el último periodo del Concilio. Sobre todo le tocó dirigir la recepción del Vaticano II en la Compañía, que por su historia, el número y cualificación de sus miembros, sus obras, su influencia en numerosas congregaciones religiosas, y la incidencia en la sociedad, era punto señero de referencia. El Padre Arrupe había vivido 27 años en Japón, muy distante de Europa no sólo en kilómetros sino también en cultu-ra, religión, manera de pensar, de sentir y de actuar; desde esa distancia había contem-plado a Roma centro de la Iglesia católica. La relación diaria con personas no-cristianas, la percepción de la unidad y universalidad de la Iglesia en las diferencias culturales, la misión confiada por el Papa a la Compañía en relación con el ateísmo; su pasión por Dios y por el hombre…; con esta experiencia espiritual, cultural y cristiana abordó la acogida fiel, original y creativa del Concilio Vaticano II por parte de la Compañía de Jesús. Con este fin convocó en 1973 la 32 Congregación General; se pueden atisbar las dificultades que surgirían en un cuerpo tan numeroso como es la Compañía, extendido por todo el mundo, con una historia caracterizada por actitudes menos “utópicas”, con la aspiración sincera de asimilar un Concilio tan profundamente reformador y renovador, en medio de una humanidad en un proceso de hondos y rápidos cambios de donde se planteaban nuevos desafíos a la misión de la Iglesia. No es difícil suponer la carga de sufrimientos que todo esto significó para el P. Arrupe. El día 7 de agosto de 1981 pade-ció una hemorragia cerebral; el 3 de septiembre de 1983 le fue aceptada la renuncia que había presentado y el 5 de febrero de 1991 murió en Roma. Está sepultado en la iglesia del Gesù donde se conservan los restos mortales de San Ignacio de Loyola, el otro gran vasco universal, fundador de la Compañía. Yo he podido escuchar la exclamación de grupos de nuestra Diócesis al acercarse al lugar de su enterramiento: ¡Nació en Bilbao! La sucesión de las fechas se recorre pronto, pero el itinerario interior es personal-mente muy denso: la fe y el amor al Señor por encima de todo, la oración prolongada en largos silencios ante Él, el amor a la Iglesia y particularmente a la Compañía, el sufri-miento por las limitaciones de su enfermedad, la cruz de sus hermanos por todo el mun-do, la comunión íntima y sincera con el sucesor de Pedro sometida a oscuridades. Su persona, su vida, su obra y su muerte merecen un respeto y gratitud inmensos. En la existencia apostólica del Padre Arrupe se hizo presente con peso e intensi-dad el misterio pascual de Jesús; su larga enfermedad fue vivida como un “amén” sin reservas a Dios y la proximidad de su muerte era saludada con un “alleluya” abierto a la eternidad; la muerte era para él el último Amén de su vida y el primer Alleluya de su eternidad. ¿Cómo viviría el Padre Arrupe el proceso creciente de libertad que San Ignacio con palabras sobrias dejó escrito en los Ejercicios Espirituales sobre las tres maneras de humildad? Humillarme “cuanto en mí sea posible, para que en todo obedezca a la ley de Dios nuestro Señor” (n. 165). No querer más tener riqueza que pobreza, honor que des-honor, vida larga que corta (cf. n. 166). “Por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobio con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo” (n. 167). El P.

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Arrupe puesto en la alternativa de honra o deshonra, humillaciones y fracasos o triunfos y éxitos, salud o enfermedad, vida larga o corta, riqueza o pobreza, palabra o silencio, protagonismo u ocultación dejó que Dios decidiera con entera libertad. Su amor a Dios lo fue liberando de todo, hasta de sí mismo, y de sus sueños más acariciados. Quiso, por amor a Jesús, “cuya vida estuvo marcada tan centralmente por la kénosis de su misterio pascual”, “imitarlo más de cerca, y poder ofrecer a su divina majestad un mejor servicio a favor de los hombres” (S. Arzubialde, Ejercicios Espirituales de S. Ignacio. Historia y Análisis, Bilbao-Santander 1991, p. 359). El encuentro del Resucitado con su Madre la Virgen, a que se refieren los Ejerci-cios, (n. 299,2-3), simboliza el conocimiento y la interpretación de toda la realidad de la Sagrada Escritura con la luz del Espíritu Santo. ¡Que este Espíritu nos ayude a decir “hágase en mí” como María y a permanecer como ella junto a la cruz del Señor! El P. Echaniz fue testigo de su muerte; de él son estas palabras: una vez que expiró, “entoné la Salve, que los presentes continuaron visiblemente conmovidos, pidiendo a la Virgen que consiguiera para el Padre Arrupe la gracia de La Storta: que le pusiera con su Hijo”. (Arzubialde, pp. 470-471 Cf. I. Echaniz, Si el grano de trigo…, en: Pedro Arrupe, Ge-neral de la Compañía de Jesús (ed. Gianni La Bella), Bilbao-Santander 2007, p. 970). Esta misma gracia os deseo a todos queridos hermanos y hermanas. Nos felicitamos por el Padre Arrupe, nacido en Bilbao hace cien años cuya memo-ria está viva entre nosotros y nos produce un orgullo santo.

Bilbao, 14 de noviembre de 2007

RICARDO BLÁZQUEZ Obispo de Bilbao

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Carta del Obispo de Bilbao, mons. Ricardo Blázquez, para la celebración del Día del Seminario 2007

Queridos amigos: Ante la celebración del “Día del Seminario” nos volvemos a Dios para darle gra-cias, porque nos mantiene en la fe y la fidelidad, renovándonos su confianza. Celebra-mos este día bajo su mirada y su providencia. Aunque nuestra esperanza esté muchas veces sometida a pruebas, tenemos la seguridad de que la esperanza en Dios no defrau-da. Agradezco a los formadores del Seminario su trabajo paciente. Doy gracias a Dios por las vocaciones que ha suscitado entre nosotros, consciente de que cada vocación es un don inestimable. Felicito a los seminaristas por la vocación que han recibido al tiem-po que les pido que respondan a ella con el esfuerzo que requiere su preparación espiri-tual, teológica, pastoral y humana. El sí a Dios se realiza y manifiesta en la vida cotidia-na. Agradezco a cuantos de manera afectiva y efectiva apoyan al Seminario y la pastoral de las vocaciones. Convoco a todos los diocesanos −presbíteros, religiosos/as y segla-res− a estas tareas que son decisivas para la vida y la pastoral de la Iglesia. El Seminario es un centro neurálgico de la Diócesis; no es un ámbito entre otros, sino preferente. Yo debo confesar que para mí ocupa un puesto primordial de mis ocupaciones y preocupa-ciones. Las numerosas tareas que nos solicitan pueden acapararnos de tal modo que per-damos la perspectiva para distinguir entre lo necesario y lo urgente, lo múltiple y lo fundamental. Quiero formular en alta voz para que lleguen a todos los rincones de la Diócesis algunas convicciones y llamadas. a) La primera persuasión que quiero compartir es muy elemental pero básica: ne-cesitamos sacerdotes y queremos sacerdotes; no basta desear que haya vocaciones ni podemos contentarnos con lamentar su escasez. Hay que rezar y trabajar por las voca-ciones al ministerio presbiteral, con una decisión clara y consecuente. Necesitamos y queremos presbíteros como la Iglesia los pide: enteramente dedicados al cuidado de la comunidad confiada, orantes y sacrificados, célibes, desprendidos del dinero, bien for-mados, en comunión eclesial honda y limpia, que promuevan la participación de los seglares y las vocaciones a la vida consagrada, que estén cerca de los pobres y necesita-dos. Es una superficialidad decir que necesitamos más vocaciones laicales y menos vo-caciones al sacerdocio, como si entre ellas hubiera contraposición. Necesitamos laicos y laicas, necesitamos religiosos y religiosas y necesitamos presbíteros. Es una salida por la tangente pensar en hipótesis irreales que debilitarían nuestra voluntad firme de pro-mover vocaciones sacerdotales. Las vocaciones sacerdotales muestran la vitalidad de la Iglesia y a su vez son decisivas para su vitalidad. Una Iglesia debilitada en su presbite-rio es particularmente débil. Esta situación y el reconocimiento del puesto insustituible y primordial del sacerdote debe conducirnos a subrayar la pastoral vocacional en nues-tros trabajos apostólicos. b) Las vocaciones son don de Dios y respuesta libre de la persona. La vocación es regalo del Señor que debemos confiada e insistentemente pedir; y es respuesta del hom-bre a quien debemos animar incesantemente. Respetar la libertad no equivale a proponer

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con desgana la vocación ni a aguardar pasivamente la respuesta. Así como la fe es el encuentro personal entre Dios y el hombre, de manera semejante la vocación surge de la confluencia entre la invitación de Dios y la respuesta del hombre. ¡Seamos, como el Bautista (cf. Jn 1,35 ss.), que propició el encuentro entre sus discípulos y Jesús! ¿Apa-rece con frecuencia la necesidad de vocaciones en las preces de la Eucaristía, de Laudes y Vísperas? La oración fluye cuando se unen la persuasión de la trascendencia de las vocaciones, el reconocimiento de que son gracia de Dios y la constatación de nuestra indigencia. ¿No podríamos organizar de vez en cuando encuentros de oración por las vocaciones sacerdotales en las comunidades, parroquias, unidades pastorales? En la proximidad de la Jornada del Seminario, os invito a ello. c) Me parece fundamental lo siguiente: no podemos separar la maduración de la fe y la vocación. Donde la fe no arraiga es inverosímil que brote la vocación; donde no va aconteciendo el encuentro creyente con Jesús es impensable que se oiga su voz: “Ven conmigo y te haré pescador de hombres”. Sin iniciación cristiana en un sentido amplio y real no habrá vocaciones. ¿Residen nuestras dificultades ante todo en la pastoral voca-cional o proceden más bien de la pastoral de la fe? ¿Escasez de vocaciones o escasez de niños, adolescentes, jóvenes y adultos seguidores de Jesús en las comunidades cristia-nas? Hace años afirmó Juan Pablo II: “Donde son iniciadas cristianamente las personas surgen vocaciones”. La pastoral vocacional nos interroga sobre nuestras comunidades, nuestros grupos, nuestros movimientos, y también sobre los contenidos y pedagogía de la formación. La vocación sacerdotal difícilmente se escucharía, si nuestra aspiración consistiera en promover vocaciones para el voluntariado social cristiano, aunque en el dinamismo de las personas hacia el descubrimiento de la propia vocación el trabajo con los necesitados pueda ser un eslabón importante. En el itinerario de la fe, de la oración y de la vida cristiana como seguimiento de Jesús, cada persona podrá escuchar su peculiar vocación: al matrimonio cristiano, el sacerdocio, la vida consagrada, las misiones, el cuidado de los pobres, enfermos y ancianos, la educación humana y cristiana, la vida profesional ejercida como misión cristiana en medio del mundo… Cuando funcionaba satisfactoriamente la transmisión de la fe en las familias, cuando la vitalidad orante y apostólica de las parroquias era vigorosa, cuando estaba claro y poseído pacíficamente el sentido de la misión sacerdotal, cuando, además, exis-tía en el ambiente un entusiasmo grande…, podían florecer −también impulsadas por otros factores sociales− las vocaciones al sacerdocio como en continuidad natural. Hoy ese clima ya no existe, o es poco perceptible. Todos, también niños y adolescentes, es-tamos sometidos en la convivencia a multitud de mensajes, a veces divergentes del Evangelio. Hay poco tiempo y poca serenidad para que la Palabra de Dios arraigue en el corazón. Desde los primeros años las ocupaciones y solicitaciones son tantas y discurren tan rápidamente que pocas cosas dejan poso en el corazón; por esto, es muy importante favorecer ambientes de cierta duración (por ejemplo Ejercicios Espirituales) para orar, para reflexionar, para escuchar detenidamente. Todas estas circunstancias, y otras que se podrían recordar, hacen especialmente complicada la pastoral de la fe y la pastoral de las vocaciones. Estoy persuadido de que actualmente los esfuerzos en la pastoral voca-cional son en todas partes mayores que en otros tiempos, aunque los resultados sean en general muy limitados. Debemos unir todos los cristianos, cada uno desde su propia responsabilidad en la Iglesia, nuestra colaboración en esta causa delicada, difícil y deci-siva de las vocaciones al ministerio sacerdotal. Apoyemos las iniciativas de los encar-gados en la diócesis para este importante servicio. Intercambiemos experiencias unas diócesis con otras.

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d) Para que la vocación sacerdotal resulte invitación concreta se necesita, además de la presentación adecuada del ministerio de presbítero, el contacto con sacerdotes que sean imágenes claras e iconos transparentes del Buen Pastor. El ministerio sacerdotal, cuando es vivido por personas concretas de manera ejemplar, es modelo que invita a otros. Si recordamos el nacimiento de nuestra vocación, podemos advertir seguramente que el contacto con algún sacerdote ejerció un influjo importante sobre nosotros. Tam-bién hoy son necesarios los modelos de identificación, sin que impidan la maduración ni limiten la adultez. Los sacerdotes debemos estar cerca de los niños, adolescentes y jó-venes, para que puedan conocer cómo somos, qué hacemos, en qué consiste ser sacerdo-te. Esta cercanía será también para nosotros un acicate a la dedicación ministerial. Pron-to se darán cuenta de que no somos como a veces nos presentan los medios de comuni-cación. ¿Por qué no se fomentan más en nuestras comunidades los monaguillos? Este hecho no es irrelevante, si recordamos nuestra historia personal y la de otros sacerdotes. Una especie de escuela de monaguillos está siendo en alguna diócesis vivero de voca-ciones. La vocación se sueña desde pronto; aplazar la invitación hasta la juventud puede significar, y de hecho ocurre con frecuencia así, perder el tiempo oportuno. La vocación se acaricia desde niño, aunque no se pueda tomar la decisión responsable hasta más tar-de. La maduración en la fe de niños, adolescentes y jóvenes implica que se les vaya abriendo a las diferentes vocaciones. Pido a todos, sacerdotes, cristianos consagrados, parroquias, familias, grupos ju-veniles, comunidades, colegios diocesanos y religiosos que apoyemos las iniciativas de pastoral vocacional. Estemos atentos al despuntar de la posible vocación y cuidemos con esmero sus pasos. La vocación, como la fe, tiene una dimensión personal y otra comunitaria. Se requiere el diálogo entre el educador y el educando y se necesita clima de amistad, de oración, de trabajo y de distensión festiva entre los miembros de un gru-po. El chico madurará en la comunidad y la parroquia; y a su vez se deben abrir a otros encuentros más amplios donde se comunique la gracia de la fe, el gozo de ser cristiano, la misión y también la vocación. Diálogo personal, acompañamiento de los grupos, días de retiro, encuentros diocesanos y supradiocesanos son elementos integrantes de un proceso. La pastoral vocacional discurre en gran medida dentro de los grupos juveniles cristianos. En la celebración del “Día del Seminario” invito a todos a mirar con esperanza el futuro; trabajemos pacientemente animados por la esperanza en Dios que nos ha prome-tido: “Os daré pastores”. Santa María de la esperanza, ven con nosotros al caminar. Enséñanos a decir “amén” a Dios.

Bilbao, 8 de diciembre de 2007

RICARDO BLÁZQUEZ Obispo de Bilbao

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Adiskide maiteok: “Seminarioaren Eguna” atarian dogula, Jaungoikoagana joten dogu barriro ere, eskerrak emoteko, fedean eta leialtasunean eusten deuskulako, bere konfiantza barrituz. Bere begirada eta ardurapean ospatzen dogu egun hau. Nahiz eta gure itxaropena hain probatua izan, ziur gagoz Jaungoikoaganako itxaropenak ez dauala huts egiten. Eskerrak emoten deutsedaz Seminarioko hezitzaileei eroapenez betetako euren lanagaitik. Eskerrak emoten deutsodaz Jaungoikoari gure artean sortu dituan bokazino-engaitik, bokazino bakoitza ezin eskertuzko dohaina dala jakinda. Zorionak emoten deu-tsedaz abadegaiei jaso daben bokazinoagaitik eta, aldi berean, bokazino horri ondo eran-tzuteko eskatzen deutset: euren prestaketa espiritual, teologiko, pastoral eta gizatiarrak eskatzen dauan ahaleginaz erantzuteko. Jaungoikoari emondako baietza eguneroko bizi-tzan gauzatzen eta adierazoten da. Eskerrak emoten deutsedaz, bihotzez eta egitez Se-minarioari eta bokazinoen pastoralgintzari laguntzen deutseen guztiei. Dei egiten deu-tset gure eliztar guztiei −abade, lekaide, lekaime eta laikoei− Elizearen bizitza eta pasto-ralgintzarako erabagigarriak diran egiteko honeetan esku hartu dagien. Seminarioa Eliz-barrutiaren bihotza da; ez da beste edozein esparru, lehentasuna dauana baino. Niretzat, nire ardura eta egitekoen artean, nagusitasuna dauala autortu behar deutsuet. Gure ardu-rea eskatzen daben eginbehar ugarien eraginez, zailtasunak izan daikeguz beharrezkoa eta preminazkoa, era askotakoa eta funtsezkoa bereizteko. Uste eta dei batzuk azaldu gura dodaz boz goraz, Elizbarrutiko txoko guztietara heldu daitezan. a) Adierazo gura deutsuedan lehenengo ustea guztiz oinarrizkoa da baina, era be-rean, funtsezkoa: abadeak behar doguz eta abadeak gura doguz; ez da nahikoa bokazi-noak nahi izatea eta ezin gara pozik geratu bokazinorik ezagaitik negar egiteaz. Abade-tzarako bokazinoen alde otoitz egin eta jardun behar dogu, erabagi argi eta eragileaz. Abadeak behar eta gura doguz, baina Elizeak eskatzen dituan modukoak: euren ardura-pean hartuako alkarteari arreta osoa eskatzen deutsen abadeak; abade otoizlari eta sakri-fikatuak, ezkongabeak, eskuzabalak diruari dagokionez, ondo heziak, eliz batasun sakon eta garbia bizi dabenak, laikoen partehartzea eta biziera kontsakraturako bokazinoak sustatzen dabezanak, txiro eta behartsuengandik hur dagozanak. Arinkeria da laiko bo-kazino gehiago eta abade bokazino gitxiago behar dogula esatea, kontrajarrita balegoz lez. Laikoak behar doguz, lekaide eta lekaimeak behar doguz eta abadeak behar doguz. Abade bokazinoak sustatzeko borondate sendoa makalduko leuskiguen hipotesietan pentsatzea aitzakiatan hastea baino ez da. Abade bokazinoek Elizearen bizitasuna era-kusten dabe eta, era berean, erabagigarriak dira haren bizitasunerako. Abadeen gabeziak makaldutako Elizea, Eliza benetan makala da. Egoera honek, eta abadearen postua or-dezka ezina eta lehentasunezkoa dala autortzeak gure lan apostolikoetan bokazino pas-toralgintza nabarmentzera eroan behar gaitue. b) Bokazinoak, Jaungoikoaren dohain eta gizakiaren erantzun libre dira. Bokazi-noa Jaunaren oparia da, eta opari hori konfiantzaz beteta eta behin eta barriro eskatzea dagokigu guri; eta gizakiaren erantzuna ere bada, guk eten barik adoretu behar doguna. Askatasuna errespetatzea ez da ez bokazinoa gogo barik aurkeztea, ezta ezer egin barik erantzunaren zain egotea ere. Fedea, Jaungoikoaren eta gizakiaren arteko buruz buruko topaketea dan lez, antzera baten, bokazinoa, Jaungoikoaren deiaren eta gizakiaren eran-tzunaren arteko bat egitetik dator. Egin dagigun, bere ikasleen eta Jesusen arteko bat

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egitea eragin eban Bateatzaileak lez (ik. Jn 1,35 hur.)! Sarritan agertzen ete da bokazi-noen beharrizana Eukaristiako, Laudorio eta Bezperetako eskarietan? Bokazinoen ga-rrantziaz jabetzen, Jaungoikoaren grazia dirala autortzen eta geure behartasunaz jabe-tzen garanean sortzen da otoitza. Ezingo ete geunkez noizbehinka abadetzarako bokazi-noen aldeko otoitzaldiak antolatu alkarteetan, parrokietan, pastoral barrutietan? Semina-rioaren Jardunaldiaren inguruan, hori egiteko eskatzen deutsuet. c) Funtsezkoa deritxot ondorengo honi: ezin doguz banandu fedearen heltzea eta bokazinoa. Fedea sustraitzen ez dan lekuan, nekez sortuko da bokazinoa; fededunaren eta Jesusen arteko bat egitea gertatzen ez dan lekuan, pentsaezina da bere abotsa entzu-tea: “zatoz nigaz eta giza arrantzale egingo zaitut”. Kristaua kristau lez hazi eta hezi egiten ez bada, ez da bokazinorik egongo. Benetan, non dagoz gure zailtasunak, boka-zino pastoralgintzan ala fedearen pastoralgintzan? Bokazino gutxi ala kristau alkarteetan Jesusi jarraitzen deutson ume, gaztetxo, gazte eta heldu gutxi? Orain dala urte batzuk, hauxe inoan Joan Paulo II. ak: “lagunak kristau lez hazi eta hezi egiten diran lekuetan sortzen dira bokazinoak”. Bokazino pastoralgintzak gure alkarteei, gure taldeei, gure mugimenduei eta heziketa gaiei eta pedagokiari buruzko itaunak egiten deuskuz. Aba-detzarako bokazinoa nekez entzungo litzateke, gure helburua kristau boluntariotza so-zialerako bokazinoak sustatzea balitz, nahiz eta nork bere bokazinoa aurkitzeko bideko dinamismoan behartsuen aldeko lana maila garrantzitsua izan. Fede, otoitz eta kristau bizitzako ibilbidea Jesusen jarraitzaile lez egitean, lagun bakoitzak bere berariazko bo-kazinoa entzun ahal izango dau: kristau ezkontzarako bokazinoa, abadetzarako bokazi-noa, biziera kontsakraturako bokazinoa, misiolari bokazinoa, pobreak, gaixoak eta zaha-rrak zaintzeko bokazinoa, giza eta kristau hezkuntzarako bokazinoa, bizitza profesionala munduan kristau misino lez gauzatzeko bokazinoa… Familietan fedearen transmisinoa behar bezala egiten zanean, parrokien bizitasun otoizlari eta apostolikoa kementsua zanean, abade misinoa zer dan argi ikusten eta uler-tzen zanean, gainera, inguruan berotasun haundia somatzen zanean… berezko jarraipen lez loratu eitekezan abadetzarako bokazinoak −baita beste eragile sozial batzuek bultza-tuta ere−. Gaur egun, ez dago holako girorik edo ia ikusi ezina da. Danok, baita ume eta gaztetxoek ere, batzuetan Barri Onagaz bat ez datozan era guztietako mezuak entzuten eta jasotzen doguz. Denpora eta patxada gutxi dago eta egoera horretan Jaungoikoaren Berbeak ezin dau bihotzean sustraitu. Txikitatik, hainbeste dira zereginak eta eskaerak eta hain arin gertatzen da dana; hori holan dala, ezerk ez dau arrastorik izten bihotzean; horregaitik, guztiz garrantzitsua da egotaldi luze samarreko giroak sortzea (esate bate-rako Gogo jardunak) otoitz egiteko, hausnartzeko, arretaz entzuteko. Inguruabar guzti honeek, eta gogoratu geinkezan beste batzuek, bereziki zaila egiten dabez fedearen pas-toralgintza eta bokazinoen pastoralgintza. Ziur nago gaur egun bokazino pastoralgintza-ren arloan leku guztietan egiten diran ahaleginak beste sasoi batzuetan baino haundia-goak dirala, nahiz eta emaitzak, gehien baten, guztiz mugatuak izan. Kristinau guztiok, bakoitzak Elizan dauan erantzukizunetik, lagundu egin behar dogu abadetzarako boka-zinoen gai laban, zail eta erabagigarri honetan. Bat egin dagigun elizbarrutian zerbitzu garrantzitsu honetarako arduradunen ekimenak bultzatzerakoan. Elizbarrutiok, trukatu dagiguzan esperientzia desbardinak. d) Lagun batek abade bokazinoa berari egiten jakon deitzat hartu dagian, abade ministerioa egoki aurkezteaz gain, ezinbestekoa da Artzain Onaren irudi argi eta ikono garden diran abadeekazko hartuemona. Pertsona jakin batzuek abade ministerioa era eredugarrian bizi dabenean, beste batzuentzako dei dan eredua da hori. Gure bokazinoa-

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ren sorrerea gogoratzen badogu, abaderen bategazko hartuemonak gugan eragin esangu-ratsua izan ebala konturatuko gara. Gaur ere beharrezkoak dira identifikazino ereduak, heltzea galarazo eta heldutasuna mugatu behar ez badabe ere. Abadeok ume, gaztetxo eta gazteengandik hurran egon behar dogu, zelakoak garan, zer egiten dogun, abade izatea zertan datzan ezagutu dagien. Hurbiltasun hau, gainera, ministerio eskeintzarako eragingarri izango da guretzat. Laster konturatuko dira ez garala batzuetan komunikabi-deetan aurkezten gaituen modukoak. Zergaitik ez dira gehiago sustatzen gure alkartee-tan akolitoak? Kontu hau ez da garrantzi bakoa, geure historia pertsonalak eta beste abade batzuenak erakusten deuskun lez. Elizbarrutiren batean, akolitoen eskolaren an-tzekoa bokazinoen mintegi biurtu da. Bokazinoa goiz amesten da; deia gaztarora arte atzeratzeak sasoi egokia galtzea ekarri leike, sarritan gertatzen danez. Bokazinoa umetatik darabilgu buruan, nahiz eta erabagi arduratsua beranduago hartu. Ume, gaztetxo eta gazteei fedean heldutasuna ja-desen lagunduko badeutsegu, bokazino desbardinetara zabaldu behar doguz. Bokazino pastoraltzatik aurkeztutako ekimen guztiak babesteko eskatzen deutset guztiei, abadeei, kristinau kontsakratuei, parrokiei, familiei, gazteen taldeei, alkarteei, elizbarrutiko ikastetxeei eta ikastetxe erlijiosoei. Adi egon behar dogu sortu daitekezan bokazinoen aurrean eta horreen pausoak kontu haundiz zaindu. Bokazinoak, fedeak lez, alderdi pertsonala eta alderdi komunitarioa ditu. Ezinbestekoa da hezitzaile eta ikaslea-ren arteko alkarrizketea eta beharrezkoa da taldekideen arteko adiskidetasun, otoitz, lan eta jai giroa. Mutilak alkartean eta parrokian jadetsiko dau heldutasuna; eta, era berean, beste alkarraldi zabalago batzuk eskeini behar jakoz, fedearen grazia, kristinau izatearen poza, misinoa eta bokazinoa bere egin dagizan. Alkarrizketa pertsonala, laguntza taldee-tan, erretiro egunak, elizbarrutiko eta elizbarrutiz gaineko alkarraldiak…, ibilbideko une desbardinak dira. Bokazino pastoraltza, gazteen kristau taldeetan garatzen da neurri haundi batean. “Seminarioaren Egunean” itxaropenez begiratu deiogun etorkizunari; eroapenez jardun dagigun, “artzainak emongo deutsuedaz” agindu deuskun Jaungoikoganako itxa-ropenak sustatuta. Itxaropenaren Santa Maria, izan zaitez gure bidelagun. Erakutsi eiguzu Jaungoi-koari “amen” esaten.

Bilbao, 2007.eko abenduaren 8a.

RICARDO BLÁZQUEZ Bilboko Gotzaina

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Información. Albisteak SECRETARÍA GENERAL

Nombramientos • Rvdo. D. Alfredo LÓPEZ MARTÍN, Administrador parroquial de San Ignacio de

Loyola de Neguri, Getxo. • Rvdo. D. Francisco Javier ICOBALCETA MEABE, párroco de las parroquias de

San Martín Obispo de Líbano Arrieta y su aneja La Natividad de Nuestra Señora de Jainko, Salvador de Frúniz, San Martín Obispo de Fika, San Andrés de Gámiz, San-ta María de Meñaka y Nuestra Señora de la Redención de Larrauri.

• Rvdo. D. Martín ORBE MONASTERIO, auxiliar de esas parroquias.

* * *

Fallecimiento

• Rvdo. D. Domingo Ignacio LARRAURI LARRAURI, jubilado, falleció en Bilbao el día 13 de noviembre de 2007, a los 89 años de edad.

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DELEGACIÓN DIOCESANA DE LITURGIA

Calendario litúrgico propio de la Diócesis de Bilbao 2008

ENERO 3 bl Jueves. Aniversario de la Dedicación de la Catedral. SOLEMNIDAD en

la Catedral, FIESTA en todas las iglesias de la Diócesis. Misal de la Dióce-sis, pág. 29 ó 37. (Gl; lecturas del Común de la Dedicación de una iglesia [Lecc. V]).

10 bl Jueves. Beata Dolores Sopeña. MEMORIA LIBRE. Or. col. pr. o del Com. de Vírgenes.

FEBRERO 23 mo Sábado. Beata Rafaela de Ybarra. Puede hacerse conmemoración. Or. col.

del Misal de la Diócesis, pág. 54. Todo lo demás de la feria. MARZO 1 mo Sábado. San León, obispo y mártir. Puede hacerse conmemoración. Or.

col. del Misal de la Diócesis, pág. 66. Todo lo demás de la feria.

3 mo Lunes. Santos Emeterio y Celedonio, mártires. Puede hacerse conmemo-ración. Or. col. del Misal de la Diocesis, pág. 72. Todo lo demás de la feria.

ABRIL 28 bl Lunes. San Prudencio de Armentia, obispo. MEMORIA OBLIGATO-

RIA. Misal de la Diócesis, pág. 75. Lects. de la feria. MAYO 5 ro Lunes. Beato León Inchausti y compañeros, mártires. MEMORIA LI-

BRE. Ors. del Común de Mártires en Tiempo Pascual. Lects. de la feria.

13 bl Martes. San Miguel de Garikoitz, presbítero. MEMORIA OBLIGA-TORIA. Misal de la Diócesis, pág. 95. Lects. de la feria.

24 bl Sábado. S. Beda el Venerable, S. Gregorio VII, o Sta. María Magdalena de Pazzi, MEMORIA LIBRE. (Trasladadas del día 25)

29 bl Jueves. XX aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Ricardo Blázquez y Pérez. EN TODA LA DIÓCESIS. Misal de la Diócesis, pág. 189. (Gloria; dos lecturas del Común de Pastores).

JULIO 4 ro Viernes. San Valentín de Berrio-Otxoa, obispo y mártir. Segundo Pa-

trón de la Diócesis de Bilbao. MEMORIA OBLIGATORIA. Misal de la Diócesis, pág. 107. Lects. de la feria o dos lecturas del Propio (pág. 114).

5 bl Sábado. San Antonio Maria Zaccaría o Santa Isabel de Portugal. ME-MORIA LIBRE. (Trasladada del día 4).

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7 ro Lunes. San Fermín, obispo y mártir. MEMORIA OBLIGATORIA. Mi-sal de la Diócesis, pág. 121. Lects. de la feria.

24 bl Jueves. Beata Margarita Maturana, virgen. MEMORIA LIBRE. Ors. Col. pr. o del Común de Vírgenes. Lects. de la feria.

31 bl Jueves. San Ignacio de Loyola, Patrono del Señorío de Bizkaia y de la Diócesis de Bilbao. SOLEMNIDAD. Misal de la Diócesis, pág. 127. (Gl, Cr, Lects. prs.).

AGOSTO 30 ro Sábado. Beatos Esteban de Zudaire, Juan de Mayorga y compañeros

mártires. MEMORIA LIBRE. Misal de la Diócesis, pág. 141. Lects. de la feria.

SEPTIEMBRE 10 bl Miércoles. Beato Francisco Gárate, religioso. MEMORIA OBLIGA-

TORIA. Misal de la Diócesis, pág. 147. Lects. de la feria.

22 ro Lunes. Beatas Francisca de Amezua, Mª Consuelo Cuñado y Feliciana de Uribe, vírgenes y mártires. MEMORIA LIBRE. Del Común de márti-res. Lects. de la feria.

25 ve Jueves. XXXVII Aniversario de la Ordenación episcopal de Mons. Luis María Larrea. Recuerdo en la oración de los fieles.

OCTUBRE 11 bl Sábado. Nuestra Señora de Begoña, Patrona del Señorío de Bizkaia.

SOLEMNIDAD. Misal de la Diócesis, pág. 157. (Gl, Cr. Lects. prs.).

24 ve Viernes. XXI aniversario de la muerte del obispo D. Antonio Añoveros Ataun. Memoria en la Oración Universal y/o en la Plegaria Eucarística.

NOVIEMBRE 9 bl Domingo. Dedicación de la Basílica de Letrán. FIESTA. XIII aniversa-

rio de la ordenación episcopal de Mons. Carmelo Echenagusía Uribe, obispo auxiliar. Memoria en la Oración Universal.

29 ro Sábado. San Saturnino, obispo y mártir. MEMORIA LIBRE. Misal de la Diócesis, pág. 171.

DICIEMBRE 3 bl Miércoles. San Francisco de Xabier, presbítero. FIESTA. Misal de la

Diócesis, pág. 177. Gl. Dos lecturas prs. pág. 182. Todas las iglesias consagradas celebran cada año la solemnidad del aniversario de la dedicación. Si no se conoce la fecha, puede celebrarse el 25 de octubre.

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Bilboko Elizbarrutiko liturgi-egutegi berezia 2008

URTARRILA 3 zu Eguena. Eliz-Katedrala sagaratzearen urtemuga. Katedralean FESTA-

BURUA. Elizbarrutiko beste eliza guztietan, JAIA. Eliza Sagaratzearen Be-tikotik.

10 zu Eguena. Dolores Sopeña dohatsua. NAHIERAZKO OROIPENA. Otoitz berezia edo Birjinen Betikotik.

OTSAILA 23 ub Zapatua. Rafaela Ibarra dohatsuaren nahierazko oroipena egin daiteke.

Otoitz berezia, beste guztia astegunetik. MARTXOA 1 ub Zapatua. San Leon, gotzain eta martiriaren nahierazko oroipena egin

daiteke. Otoitz berezia, beste guztia astegunetik.

3 ub Astelehena. San Emeterio eta San Zeledonio, martirien nahierazko oroi-pena egin daiteke. Otoitz berezia, beste guztia astegunetik.

APIRILA 28 zu Astelehena. Armentiako San Prudentzio. BEHARREZKO OROIPENA.

Artzainen (Gotzainen) Betikotik. Otoitz berezia. MAIATZA 5 go Astelehena. Leon Inchausti dohatsua eta beraren lagunak, martiriak.

NAHIERAZKO OROIPENA. Otoitzak Martirien Betikotik Pazko Aldian.

13 zu Martitzena. San Mikel Garikoitz, abadea. BEHARREZKO OROIPENA. Otoitz berezia. Eliz-artzainen Betikotik.

24 zu Zapatua. S. Beda Agurgarria edo S. Gregorio VII edo Pazziko Santa Maria Magdalena. NAHIERAZKO OROIPENA.

29 zu Eguena. Ricardo Blázquez eta Pérez, Bilboko Gotzain Jaunaren Gotzai-gintzako XX. urtemuga. ELIZBARRUTI OSOAN. Gotzainaren aldeko meza, Meza liburua, 698. or. (Aintza; irakurgai bi Artzainen Betikotik).

UZTAILA

4 go Barikua. San Balentin Berri-Otxoa, gotzain eta martiria, Bilboko Elizba-rrutiaren “Bigarren Zaindaria”. BEHARREZKO OROIPENA. Meza bere-zia. Asteleheneko irakurgaiak edo irakurgai bi Martirien Betikotik.

5 zu Zapatua. San Antonio Maria Zaccaria edo Portugaleko Santa Isabel. NAHIERAZKO OROIPENAK.

7 go Astelehena. San Fermin, Gotzaina eta Martiria. BEHARREZKO OROIPENA. Martirien betikotik. Otoitz berezia.

24 zu Eguena. Margarita Maturana dohatsua, birjina. NAHIERAZKO OROIPENA. Otoitz berezia edo Birjinen Betikotik.

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31 zu Eguena. Loiolako San Inazio, Bizkaiko Jauregiko eta Bilboko Elizbarru-tiko Zaindaria. FESTABURUA. Meza berezia.

ABUZTUA 30 go Zapatua. Zudaireko Esteban, Maiorgako Joan dohatsuak eta euron la-

gunak, martiriak. NAHIERAZKO OROIPENA. Martirien Betikotik. Otoitz berezia.

IRAILA 10 zu Eguaztena. Frantzizko Garate dohatsua. BEHARREZKO OROIPENA.

Lekaide-lekaimeen Betikotik.

22 go Astelehena. Francisca de Amezua, Maria Consuelo Cuñado eta Feli-ciana de Uribe dohatsuak, birjinak eta martiriak. NAHIERAZKO OROIPENA. Martirien Betikotik.

25 or Eguena. Luis Maria Larrea Gotzainaren gotzaingintzako XXXVII. ur-temuga. Jainko Herriaren otoitzean aipamena.

URRIA 11 zu Zapatua. BEGOÑAKO ANDRA MARIA, Bizkaiko Zaindaria. FESTA-

BURUA. Andra Mariaren Betikotik.

24 or Barikua. Antonio Añoveros eta Ataun, Bilboko Gotzain izan zanaren heriotzaren XXI. urtemuga. Jainko Herriaren otoitzean edota Eukaristi Otoitzean aipamena.

AZAROA 9 zu Domeka. Letran-go Eliza Sagaratzea. JAIA. Karmelo Etxenagusia eta

Uribe, Bilboko Gotzain Laguntzailearen gotzaigintzako XIII. urtemuga. Jainko Herriaren otoitzean eskaria.

29 go Zapatua. Sazernin, gotzain eta martiria. NAHIERAZKO OROIPENA. Otoitz berezia.

ABENDUA

3 zu Eguaztena. Xabierko San Frantzizko, abadea. JAIA. Meza berezia. Eliz sagaratuak urtero ospatu behar dabe sagaratze urteurrenaren festaburua. Data jakin ezean, urriaren 25ean ospatu daiteke.

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Crónica Diocesana*

El Obispo de Bilbao presidió la Misa de Acción de Gracias por la beatificación de 20 mártires vizcaínos

El obispo de Bilbao, monseñor Ricardo Blázquez, presidió el sábado, 3 de no-viembre, en la Catedral de Santiago, de Bilbao, una Eucaristía de Acción de Gracias por los 20 vizcaínos beatificados el pasado 28 de octubre en Roma, dentro del grupo de 498 mártires beatificados. En su homilía recordó los nombres de todos ellos y dio las gracias a Dios por es-tos religiosos y religiosas, hijos de nuestra Iglesia local, de los que dijo que “vienen de una gran tribulación, es decir, de un caos de violencia, del fracaso gravísimo de nuestra convivencia como pueblo, de una inmensa tragedia, de una guerra fratricida que asoló nuestro país”. A lo que añadió que son mártires cristianos todos los que están en esta beatificación, pero probablemente no están todos los que son, por lo que la puerta está abierta a nuevos procesos y quizá a nuevos beatos mártires. Al final de su exhortación apremió a los congregados en recuperar la importancia de la fe en Dios, trabajar por la paz y vivir como hermanos.

(El texto íntegro de su homilía lo reproducimos en este mismo Boletín en la sección de Documentos. Bizkaia. Agiriak).

* * *

D. Ricardo Blázquez presidió la solemne eucaristía por el Centenario del nacimiento del Padre Arrupe

Los actos de conmemoración del centenario del nacimiento del padre Arrupe que se han celebrado durante todo este año, culminaron el pasado 14 de noviembre, fecha en que él nació en Bilbao. Ese día, se celebró una solemne eucaristía en la Iglesia de la Residencia de San Ignacio en Bilbao, presidida por el Obispo de Bilbao, D. Ricardo Blázquez, y en la que concelebró el P. General de la Compañía de Jesús, Peter-Hans Kolvenbach. Tras la eucaristía se inauguró la exposición “Pedro Arrupe: nos enseñó a mirar el lado bueno del mundo” en Arrupe Etxea, de Bilbao, en la que se contó con la presencia del P. General Kolvenbach. La muestra, que estará abierta hasta el próximo 3 de febre-ro, plasma los momentos fundamentales de la vida de Arrupe, las actividades que pro-movió, los rasgos fundamentales de su pensamiento, así como el modo en el que la Compañía de Jesús mantiene su legado. El mismo día por la noche se estrenó “Arrupe. Mi silencio”, musical sobre la vida del Padre Arrupe, dirigido por Gontzal Mendibil, en el Palacio Euskalduna. El espectáculo contó con figuras relevantes de la escena como Igor Yebra, el Orfeón Donostiarra o la orquesta Sinfónica Ludvig o Oreka TX, entre otros.

* La información de esta Crónica Diocesana está elaborada por la Delegación de MCS.

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El espectáculo, cuenta cómo desde que el padre Arrupe ingresó en la Compañía de Jesús en 1927, viajó por todo el mundo. En el año 1937, consiguió lo que había ansiado siempre: ser enviado a Japón. Allí estuvo en la cárcel acusado de espía y fue testigo de la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima. En 1965 fue elegido Pre-pósito General de la Compañía de Jesús. El día 7 de agosto de 1981 sufrió una hemo-rragia celebral; y en 1983 le fue aceptada la renuncia al cargo de Prepósito General, sucediéndole el P. Peter Hans Kolvenbach, quien estuvo en Bilbao en los diversos ac-tos que se celebraron y pronunció una conferencia titulada “Pedro Arrupe: profeta de la renovación conciliar”. Fue su última conferencia en el cargo, ya que piensa presentar su renuncia, con el consentimiento del Papa Benedicto XVI, el próximo año 2008 al cumplir 80 años de edad. Kolvenbach nació en 1928 en Druten, en los Países Bajos, e ingresó en la Compañía de Jesús en el año 1948. Ha pasado la mayor parte de su vida entre Siria, Líbano y Turquía, donde ha ocupado durante 7 años el cargo de Provincial. En su conferencia Kolvenbach defendió el “fiel compromiso de Arrupe con el concilio Vaticano II en un difícil camino en el que a veces tuvo que marchar solo”.

* * *

José María Arieta-Araunabeña, nuevo delegado diocesano de Misiones José María Arieta-Araunabeña es el nuevo delegado diocesano de Misiones, to-mando el relevo a Juanjo Lejarazu, que llevaba siete años en el cargo. Hace ya 11 años que José María (Erandio, 1953) volvió de Los Ríos, en Ecuador, donde fue misionero, en un tiempo en el que el futuro del voluntariado se veía con más optimismo. "Cuando terminé mis estudios de Teología éramos cinco los sacerdotes que estábamos dispuestos a partir hacia Ecuador y finalmente fuimos dos los elegidos. Todos teníamos ansia de dar respuesta a las inquietudes y necesidades de los más pobres". En Los Ríos los misioneros potenciaron las "bodegas comunitarias", que dota-ban de los alimentos básicos a la población y también los dispensarios médicos, que trataban de paliar el grave problema de la sanidad en el país: "la medicina es todo un negocio de la propiedad privada, y sólo la gente con recursos puede acceder a ella. Mientras un tratamiento en un hospital privado costaba 15.000 dólares, nosotros tra-tábamos que en el dispensario público costase 1.000". José María, que ahora comienza esta nueva etapa como delegado diocesano de Misiones, explica que tras vivir durante nueve años entre los que buscan sobrevivir en un país lleno de necesidades, "a la vuelta las realidades de tu ciudad, de tu entorno te parecen muy diferentes y las ves con otros ojos. Ser misionero te enseña a ver la reali-dad de fondo que es muy diferente de la que normalmente vemos".

* * *

Expobiblia en la Catedral Entre el 29 de octubre y el 18 de noviembre, se ha desarrollado en el claustro de la Catedral de Santiago la muestra “Expobiblia”. Esta exposición, que ha sido una ini-ciativa de las delegaciones de Educación y Catequesis de nuestra diócesis, ha mostra-

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do la información que contiene la Palabra de Dios y la forma de comprenderla. Fue inaugurada por el Obispo auxiliar de Bilbao D. Carmelo Echenagusía, quien expresó su deseo de que fuera “un medio para que la palabra de Dios sea más conocida y llevada a la vida”. La muestra, emplazada en el marco incomparable del claustro de la Catedral de Santiago, ha constado de dos tipos de paneles con contenidos diferenciados: 12 pane-les centrales exponían la experiencia de la Salvación ayer y hoy, con respuestas a cues-tiones como “¿Dónde está la libertad y dónde su límite?” o “¿Qué me apasiona?, ¿Có-mo superar el fracaso?”... En ellos se unía el significado original que la Biblia dio a es-tas cuestiones y su unión con temáticas de nuestro tiempo. Por otro lado, los 12 pane-les complementarios contenían información descriptiva sobre algunos aspectos de la Biblia como su formación y contexto, o los géneros literarios y lenguas en las que fue escrita. Toda la información estaba en euskera y en castellano. La exposición ha sido elaborada y cedida por la Editorial Verbo Divino y propor-cionaba, además, una serie de materiales para poder profundizar en el aula o en los grupos sobre los contenidos que se habían visto.

* * *

Jornadas de los Archivos Históricos Diocesanos, en Bilbao Los días 8 y 9 de noviembre, bajo el epígrafe “Archivos para todos. El proyecto de digitalización y difusión de los Archivos Históricos Diocesanos: debate y perspectivas de futuro”, se desarrollaron en el Palacio Euskalduna, de Bilbao, unas jornadas organiza-das por Irargi; el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco; el Archivo Histórico Eclesiástico de Bizkaia (AHEB-BEHA); el Archivo Histórico Diocesano de San Sebastián y el Archivo Histórico Diocesano de Vitoria. El objetivo era valorar el proyecto de digitalización y de indexación de los registros sacramentales que se está llevando a cabo desde el año 2001. De los participantes, un 10% eran usuarios de los tres archivos diocesanos y la mayoría profesionales que desde distintos archivos eclesiales y civiles se acercaron a estas jornadas en las que el plato fuerte fueron los debates que siguieron a las tres mesas redondas organizadas. Acudieron los archiveros diocesanos de Tarragona, Tudela, Zaragoza y los de las Universidades Pontificia de Comillas y Deusto, así como de Loiola y de los Benedictinos y de la biblioteca del IDTP. También asistió el Director del Secretariado de Patrimonio de la Conferencia Episcopal Española y un representante de la Sociedad Genealógica de Utah. De los archivos civiles, estuvieron presentes los archiveros municipales de Lekeitio, Markina, Villabona, Irún, Bermeo y también de los históricos de protocolos de Oñati, del Histórico de Sabadell y de la Diputación Foral de Bizkaia, además de diversas empresas de gestión de archivos y digitalización que enviaron participantes. En el año 2000, los Archivos Históricos Diocesanos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria emprendieron un proyecto de digitalización de las series sacramentales de los fondos parroquiales, que, de hecho, ha conllevado la creación del servicio digital del archivo. Este proyecto se encuadra en la firma del Convenio del Gobierno Vasco con las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria para la digitalización de sus archivos dioce-sanos, firmado en 2001 y renovado los ejercicios 2002 y 2003. En diciembre de 2004,

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se procedió a la firma de un nuevo Convenio entre el Departamento de Cultura del Go-bierno Vasco y las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria para la indexación y difu-sión por internet de los registros sacramentales de los tres Archivos Históricos Dioce-sanos. Este convenio tiene una duración hasta el año 2008 y se ha firmado para con-cluir y consolidar el proyecto de digitalización iniciado en los años anteriores. Desde el principio fue planteado como un servicio de información y difusión in-teractiva, no como un mero cambio de soporte o copia de seguridad. El objetivo princi-pal era facilitar al máximo la consulta de los registros sacramentales, por lo que la digi-talización va acompañada del proyecto de indexación o generación de índices de los registros sacramentales (bautismos, matrimonios y defunciones hasta 1900) de las tres diócesis. La intención de los promotores de este servicio era promover el acceso universal a un tipo de fondos de archivo de interés también universal y alto contenido social. La aplicación de nuevas tecnologías para su difusión y consulta daban un alto valor añadido e interés público a esta documentación. El proyecto ha tenido unas repercusiones amplias en los propios archivos por la modernización tecnológica y la mayor profesionalización de los servicios prestados a un cada vez más numeroso y más variado abanico de usuarios y usuarias. Próximos a la finalización del proyecto, ha llegado la hora de evaluar y de plantear propuestas te-niendo en cuenta las perspectivas de futuro, las sinergias y las expectativas creadas por el proyecto. Por eso han organizado estas jornadas en las que los protagonistas principales eran los usuarios, para conocer, mediante tres mesas redondas, la opinión de distintos tipos de usuarios. Los profesionales del mundo de los archivos, los usua-rios que acuden al archivo virtual o presencialmente y la de otros profesionales e inves-tigadores que han dado pistas para el futuro.

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Elizbarrutiko Barriak*

Bilboko Gotzaina izan zan buru 20 martiri bizkaitarren beatifikazinoagaitik eskerrak emoteko Mezan

On Ricardo Blázquez Bilboko gotzaina buru izan zan joan dan urriaren 28an Erroman beatifikatu ebezan 20 bizkaitarren alde azaroaren 3an, zapatuz, Bilboko Ka-tedralean ospatu zan eskerroneko Eukaristian. Homilian, guztien izenak gogoratu eta eskerrak emon ebazan gure lekuko Elizako seme-alaba diran lekaide eta lekaime honeengaitik: “nahigabe haunditik datoz, hau da, indarkeriak eragindako nahaste-borrastetik, herri bizikidetasunaren egundoko porrote-tik, zoritxar itzeletik, gure herria txikitu eban anai-arreben arteko gerratik”. Gainera, beatifikazino honetako guztiak kristau martiri zirala esan eban, baina, beharbada, ez egozala guztiak, horrela zabalik dagoz prozesu barrietarako eta beato martiri barriak izendatzeko ateak. Azkenean, dei egin eutsen han batutako guztiei, Jaungoikoaganako fedearen ga-rrantzia berreskuratzeko, bakearen alde jarduteko eta anai-arreba lez bizi izateko aha-legindu eitezan.

(Aldizkari Nagusi honetako ‘Documentos. Bizkaia. Agiriak’ sailean irakurri daiteke oso-osorik gotzainaren homilia)

* * *

On Ricardo Blázquez buru izan zan Aita Arruperen jaiotzaren urteurreneko eukaristian

Urte osoan ospatu dira Pedro Arruperen jaiotzaren mendeurreneko ekitaldiak eta azaroaren 14an, Bilbon jaio zan egunean bertan, burutu ziran. Egun horretan, eukaris-tia ospatu zan Bilboko San Inazio Egoitzako elizan, On Ricardo Blázquez Bilboko Go-tzaina eta Peter-Hans Kolvenbach Jesusen Lagundiko Jeneralak alkar-mezea emon ebalarik beragaz. Eukaristiaren ostean “Pedro Arrupe: munduaren alde onari begiratzen erakutsi euskun” erakusketea inauguratu zan Bilboko Arrupe Etxean, Kolvenbach A. Jenerala bertan egoala. Otsailaren 3ra arte zabalik egongo dan erakusketa honetan, Arruperen bizitzako une nagusiak, berak sustatu ebazan jarduerak, bere pentsamenduaren fun-tsezko ezaugarriak eta Jesusen Lagundiak gordeten dauan bere legatua aurkezten dira. Egun berean, gauez, “Arrupe, nire isiltasuna” Aita Arruperen bizitzari buruzko musika ikuskizuna estreinatu zan, Gontzal Mendibilen zuzendaritzapean, Euskalduna Jaure-gian, besteak beste, Igor Yebra, Orfeoi Donostiarra, Ludvig orkestra sinfonikoa edo Oreka TX taldeak parte hartu ebelarik.

* Elizbarrutiko Barriak egitea GKetako Ordezkaritzaren ardurea da.

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Ikuskizunean zera kontatzen da: 1927. urtean Jesusen Lagundian sartu zanetik, mundu osoan zehar bidaiatu ebala. 1937. urtean betidanik gura izan ebana lortu eban: Japoniara bialdua izatea. Han kartzelan egon zan espioitza salaketagaitik eta Hiroshi-mara botatako bonba atomikoaren eztandaren testigu izan zan. 1965. urtean Jesusen Lagundiko Prepositu Nagusi aukeratu eben. 1981.eko abuztuaren 7an garunean odol-jarioa izan eban eta 1983an onartu eutsoen Prepositu Nagusi karguari uko egitea eta Peter Hans Kolvenbach izendatu eben kargu horretarako. Peter Hans Kolvenbach bera ere Bilbon izan zan, Arruperen jaiotzaren mendeurreneko ekitaldietan parte hartuz eta “Pedro Arrupe: kontzilioaren barrikuntzaren profeta” berbaldia eskaini eban. Horixe izan da, hain zuzen ere, karguan dagoala eskeiniko dauan azken berbaldia, 2008ean, 80 urte betetean, karguari uko egingo deutsolako, Benedikto XVI.a Aita Santuaren onespenaz. Kolvenbach 1928an jaio zan Druten, Herbeheretan, eta 1948an sartu zan Jesusen Lagundian. Siria, Libano eta Turkian igaro ditu bere bizitzako urte gehienak eta bertako Probintziala izan da 7 urtez. Bere berbaldian, “Arruperen Vatikanoko II. kontzi-lioagazko leialtasuna −nabarmendu eban−, askotan bakarrik egin behar izan eban bide zailean”.

* * *

Jose Maria Arieta-Araunabeña, Misinoetarako elizbarrutiko ordezkari barria

Jose Maria Arieta-Araunabeña da Misinoetarako elizbarrutiko ordezkari barria. Karguan zazpi urte emon dituan Juanjo Lejarazuren lekua hartu dau. Orain dala 11 urte bueltatu zan Jose Maria (Erandio, 1953) Ekuadorreko Los Rio-setik. Bera bertan misiolari izan zan sasoian, boluntarioen geroa baikortasun haundia-goz ikusten zan: “Teologia ikasketak amaitu nebazanean, bost abade gengozan prest Ekuadorrera joateko eta, azkenan, bi izan ginan hautatuak. Danok genduan pobreenen kezka eta beharrizanei erantzuteko gogo bizia”. Los Riosen misiolariek “soto komunita-rioak” bultzatu ebezan, herritarrei funtsezko janariak banatzeko eta kontsultategi me-dikoak, herrialdeko osasun arazo larriari aurre egiteko: “medikuntza jabetza pribatua-ren negozio hutsa da, eta baliabideak dabezanek baino ezin dabe jadetsi. Ospitale pri-batuan 15.000 dolar ordaindu behar ziran tratamendu baten truke eta gu, kontsulta-tegi publikoan 1.000 dolarren truke emoten saiatzen ginan”. Misinoetarako elizbarrutiko ordezkari kargua hartu barri dauan Jose Mariaren esanetan, bederatzi urtez beharrizanez betetako herrialdean bizirik irautea gura dabe-nen artean egon ondoren, “itzultzerakoan, zure uriko, zure inguruko errealitateak des-bardin ikusten dozuz, beste begi batzuez ikusten dozuz. Misiolari izateak normalean ikusten dogunagaz zerikusirik ez dauan sakoneko errealitatea ikusten erakusten deu-tsu”.

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Expobiblia Katedralean Urriaren 29tik azaroaren 18ra egon da jarrita Santiago Katedraleko klaustroan “Expobiblia” erakusketa. Hezkuntzarako eta Katekesirako ordezkaritzek antolatuta, Jaungoikoaren Berbeak dinoskuna eta hori ulertzeko modua azaldu izan ditu. Karmelo Etxenagusia Gotzain Laguntzaileak inauguratu eban, eta berak esan eban lez, “Jaun-goikoaren Berbea hobeto ezagutzeko eta Berba hori bizitzara eroateko” bide izatea zan helburua. Erakusketa hau Santiago Katedraleko klaustro ederrean egon da eta panelak bi multzotan banatu eitekezan, euren edukinaren arabera. Hamabi panel nagusiek Sal-bamenaren atzoko eta gaurko esperientziaren barri emoten eben, “Non dago askata-suna eta non muga?”, “Zerk liluratzen nau?”, “Nola gainditu porrota”, lako itaunei eran-tzunez. Panel horreetan, Bibliak auzo horreei emon eutsen esanahi originala eta gaur egungo gaiekazko loturea erakusten ziran. Gainerako 12 paneletan, Bibliari buruzko informazino orokorra jasotzen da: liburuak, mitoak, genero literarioak, izenak edo sin-boloak. Datu guztiak euskeraz eta gaztelaniaz egozan. Verbo Divino Argitalexeak egin eta eskeini izan dau erakusketea; horrezaz gain, hainbat lagungarri eskeini eban, gelan edo taldean ikusitako gaiei buruz sakontzeko.

* * *

Elizbarrutietako Artxibo Historikoen Jardunaldiak Bilbon Azaroaren 8 eta 9an, “Artxiboak guztiontzat. Elizbarrutietako Artxibo Historikoen digitalizatze eta hedatze egitasmoa: eztabaida eta etorkizuneko aukerak” goiburupean, jardunaldi batzuk ospatu ziran Euskalduna Jauregian Irargi Eusko Jaurlaritzako Kultura Sailak, Bizkaiko Eliz Artxibo Historikoak (AHEB-BEHA), Donostiako Elizbarrutiko Artxibo Historikoak eta Gasteizko Elizbarrutiko Artxibo Historikoak antolatuta. 2001. urtetik aurrera egiten diharduen sakramentu-erregistroen digitalizatze eta indexatze egitasmoa baloratzea zan helburua. Partehartzaileen artean, %10a hiru eliz-barrutietako artxiboetako erabiltzaileak ziran eta gehienak eliz eta herri artxibo desbar-dinetatik etorritako profesionalak. Jardunaldiotan, hiru mahainguruetan sorutako ezta-baidak nabarmendu daitekez. Partehartzaileen artean, Tarragonako, Tuterako eta Zaragozako elizbarrutietako, Comillas eta Deustu Pontifize Unibertsitateetako eta Loiolako eta Beneditarren artxibo-zainak egozan. Espainiako Gotzainen Batzarreko Ondarearen saileko Idazkaria eta Utahko Alkarte Genealogikoko ordezkari bat ere bertan izan ziran. Artxibo zibilei dago-kienez, Lekeitio, Markina, Billabona, Bermeo eta Lekeitioko udal artxibozainak berta-ratu ziran eta baita Oñatiko, Sabadelleko Historikoko eta Bizkaiko Foru Aldundiko pro-tokolo historietakoak. Era berean, artxiboen kudeaketa eta digitalizatzerako hainbat enpresak partehartzaileak bialdu ebazan jardunaldiotara. 2000. urtean, Bilbao, Donostia eta Gasteizko Elizbarrutietako Artxibo Historikoek parrokietako fondoetako sakramentu-sailen digitalizatze egitasmoari ekin eutsen eta, ondorioz, artxiboaren zerbitzu digitala sortu zan. Egitasmo hau, Eusko Jaurlaritzak Bil-bao, Donostia eta Gasteizko elizbarrutiekin honeen artxiboak digitalizatzeko 2001ean sinatu eta 2002 eta 2003an berritu eban Hitzarmenaren barruan dago. 2004. urteko

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abenduan Hitzarmen barria sinatu zan Eusko Jaurlaritzako Kultura Sailaren eta Bilbao, Donostia eta Gasteizko elizbarrutien artean, hiru Elizbarrutietako Artxiboetako sakra-mentu-erregistroen indizatze eta internet bidezko zabaltzerako. Hitzarmen honek 2008ra arte iraungo dau eta aurreko urteetan hasitako digitalizatze egitasmoa buru-tzeko eta finkatzeko sinatu da. Informazino eta hedatze interaktiborako zerbitzutzat hartu genduan hasieratik, ez euskarri edo segurtasun kopiaren truke hustzat. Sakramentu-erregistroen kontsulta ahalik eta gehienen erraztea zan helburua eta, horregaitik, digitalizatze horrekin batera, hiru elizbarrutietako sakramentu-erregistroen (1900. urtera arteko bateo, ezkontza eta heriotzak) indexazio edo indizeen sortzerako egitasmoa ere garatzen da. Interes uniber-tsaleko eta gizarte eduki altuko artxibo fondo mota batzuetara iristeko aukera nahi daben guztiei emotea zen asmoa. Hedatze eta kontsultarako teknologia barriak ezar-tzeak balio erantsia eta interes publikoa emoten eutson dokumentazino honi. Egitasmoak ondorio zabalak izan ditu artxiboetan, modernizazino teknologikoaga-tik eta erabiltzaile gero eta ugari eta anitzagoari eskeinitako zerbitzuen profesionaliza-tze haundiagoagaitik. Egitasmoa amaitzear dagoala, ebaluatzeko eta proposamenak mahaigaineratzeko unea da, egitasmoaren inguruan geroari begira dagozan ikuspun-tuak, sinergiak eta aukerak kontuan hartuz. Horregaitik, erabiltzaileak protagonista nagusi diran jardunaldiak antolatu izan dira, mahainguruen bidez, erabiltzaile mota desbardinen eritzia ezagutzeko: artxiboen munduko profesionalak, artxibora birtualki edo egoitzara bertara joaten diran erabiltzaileak edo, etorkizunari begira, jarraibide batzuk eskeini deikeguezan beste profesional eta ikertzaile batzuk.

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IGLESIA. ESPAÑA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

Discurso de mons. Ricardo Blázquez, Obispo de Bilbao y Presidente de

la Conferencia Episcopal Española, en la XC Asamblea Plenaria

Queridos hermanos en el episcopado, Señoras y Señores: Al comenzar la presente Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Españo-la, reciban todos mi saludo cordial. Doy la bienvenida a los Señores Cardenales, Arzo-bispos y Obispos; este encuentro nos ofrece la oportunidad de escucharnos mutuamente, deliberar con detenimiento y adoptar las eventuales decisiones sobre las cuestiones pas-torales que a todos nos conciernen. Saludo con afecto al Señor Nuncio; su presencia en la sesión inaugural es una ocasión oportuna para a través de él manifestar al Papa Bene-dicto XVI nuestra cordial, honda y obediente comunión. Saludo con gratitud a los cola-boradores de la Conferencia Episcopal, sin cuya leal y eficaz ayuda no podría cumplir adecuadamente su cometido. Con afecto y respeto saludo a los periodistas, que cubren la información sobre nuestros trabajos, y deseo que mi saludo llegue también a cuantos reciban su comunicación. El día 17 de octubre nombró el Papa Cardenales al Sr. Arzobispo de Valencia, Mons. Agustín García-Gasco, y al Sr. Arzobispo de Barcelona, Mons. Lluís Martínez Sistach; la elección es un reconocimiento de sus personas y de sus diócesis. Fue elegido también Cardenal el padre Urbano Navarrete, nacido en Camarena de la Sierra (Teruel); excelente profesor de Derecho Canónico y reconocido maestro de canonistas en la Pon-tificia Universidad Gregoriana, de la que fue también Rector; la designación muestra la gratitud del Papa a su largo, cualificado y fiel servicio a la Iglesia. En esta apertura de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española reitero en nombre propio y en el de la Conferencia nuestra cordial felicitación a los tres nuevos Cardenales. Con pala-bras del Papa pedimos al Señor que “sepan testificar con valor en toda circunstancia su amor a Cristo y a la Iglesia”. 1. Beatificación de 498 mártires El día 28 de octubre fue un día luminoso por fuera y por dentro; un sol radiante brillaba en la plaza de San Pedro en Roma y un gozo grande llenaba el corazón de los participantes. Fueron beatificados 498 mártires del siglo XX en España; 2 Obispos (Ciudad Real y Cuenca), 24 sacerdotes diocesanos; 462 religiosos y religiosas, 1 diáco-no, 1 subdiácono, 1 seminarista y 7 laicos. Prácticamente todas las diócesis estaban concernidas de cerca, o porque en ellas nacieron, o porque en sus ámbitos desarrollaron su misión, o porque en ellas dieron el supremo testimonio a nuestro Señor Jesucristo. En consonancia con esta amplitud de lugares de origen, de ejercicio de su vocación y de su amanecer a la vida eterna (el martirio era celebrado en la Iglesia antigua como “dies

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natalis”), tomaron parte en la celebración casi todos los Obispos de la Conferencia Epis-copal Española, mostrando así que la Iglesia local es la “patria de todas las vocaciones”. El excelente libro, publicado por EDICE y editado por la Directora de la Oficina para las Causas de los Santos, Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo XX en España, con el estilo específico del martirologio nos informa suficientemente acerca de la trayectoria de cada uno de los mártires, cuyos nombres ya están escritos en el libro de la vida (cf. Apoc 3,5). Haciéndome eco de la Conferencia Episcopal quiero expresar el agradecimiento a Dña. Mª Encarnación González por el trabajo generoso, diligente y esforzado que culminó en la beatificación del día 28. La fiesta litúrgica de los nuevos beatos fue fijada por el Santo Padre Benedicto XVI para el 6 de noviembre en los luga-res y modos establecidos por el derecho. Los historiadores españoles y extranjeros han estudiado mucho y previsiblemente continuarán estudiando lo que aconteció en España en el decenio de los treinta; la bi-bliografía es abundantísima. Fue un periodo agitado y doloroso de nuestra historia; la convivencia social se rompió hasta tal punto que en guerra fratricida lucharon unos con-tra otros. Con sus conclusiones los investigadores nos ayudan a comprender hechos y datos, causas y consecuencias; sus interpretaciones, debidamente contratadas, nos acer-can con la mayor objetividad posible a la realidad muy compleja. Deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado: qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió, qué conse-cuencias trajo. Esta aproximación abierta, objetiva y científica evita la pretensión de imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la histo-ria. La memoria colectiva no se puede fijar selectivamente; es posible que sobre los mismos acontecimientos existan apreciaciones diferentes, que se irán acercando si exis-te el deseo auténtico de comprender la realidad. Cada grupo humano −una sociedad concreta, la Iglesia católica en un espacio geo-gráfico, una congregación religiosa, un partido político, un sindicato, una institución académica− tienen derecho a rememorar su historia, a cultivar su memoria colectiva, ya que de esta manera profundizan también en su identidad. La Iglesia católica, por ejem-plo, en el Concilio Vaticano II buscó su reforma y renovación volviendo a las fuentes. Este conocimiento que actualiza el pasado, además de ensanchar la conciencia compar-tida por el grupo, puede sugerir actuaciones de cara al futuro, ya que memoria y espe-ranza están íntimamente unidas. Pero no es acertado volver al pasado para reabrir heri-das, atizar rencores y alimentar desavenencias. Miramos al pasado con el deseo de puri-ficar la memoria, de corregir posibles fallos, de buscar la paz. Recordamos sin ira las etapas anteriores de nuestra historia, sin ánimo de revancha, sino con la disponibilidad de afirmar lo propio y de fomentar al mismo tiempo el respeto a lo diferente, ya que nadie tiene derecho a sofocar los legítimos sentimientos de otro ni a imponerle los pro-pios. La búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad debe guiar el ejercicio de la memoria. Con las siguientes palabras expresó lo que venimos diciendo Mons. Antonio Montero, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, en su extraordinaria obra presentada en su momento como tesis doctoral en la Universidad Pontificia de Sa-lamanca: “Que los hechos se conozcan bien, pero desprovistos en todo lo posible de cualquier fermento pasional” (Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, Madrid 1961, p. VIII). Y alguien, que perdió a sus padres profundamente católi-cos en aquella persecución, ha afirmado en manifestaciones recientes: “Un cristiano no puede dejarse llevar del odio, aunque sea en nombre de la justicia”.

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Al recordar la historia nos encontraremos seguramente con hechos que marcaron el tiempo y con personas relevantes. En muchas ocasiones tendremos motivos para dar gracias a Dios por lo que se hizo y por las personas que actuaron; y probablemente en otros momentos ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la “purificación de la memo-ria”, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda. No es casual coincidencia que entre las celebraciones del Año Jubilar adquirieran un sentido peculiar tanto la conmemoración de los testigos de la fe del siglo XX, en el marco incomparable del Coliseo de Roma, como la impresionante celebración del perdón el primer domingo de Cuaresma en la basílica de San Pedro, en que el Papa abrazado a la cruz del Señor pidió perdón por los pecados de los hijos de la Iglesia. Ya antes en la Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente nn. 33-37, en el umbral del tercer milenio, exhortó a que la Iglesia se preparara para reconocer las “formas de antitestimonio y de escándalo” por haberse alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, y al mismo tiempo declaró que era preciso que las Iglesias locales no perdieran “el recuerdo de quienes han sufrido el martirio”; máxime teniendo presente que, en el siglo pasado, la Iglesia ha sido de nuevo Iglesia de mártires. Los que nos han precedido como cristianos en la Iglesia pueden haber sido testigos luminosos del Evangelio, y en otras ocasiones pueden haber realiza-do lo que el Evangelio desaprueba. Todos nosotros, conscientes de nuestra fragilidad, debemos pedir diariamente a Dios Padre que nos libre de caer en la tentación. La Conferencia Episcopal Española, sintonizando con el espíritu de Juan Pablo II, hizo público poco antes de cruzar el umbral del año 2000 un documento titulado La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (20 de noviembre de 1999), en que se unían pasado, presente y futuro como en el canto del Magníficat de la Virgen María. Acción de gracias por los dones recibidos, reconocimiento de nuestros pecados y petición de perdón, y confianza en las promesas de Dios. De aquel documento son las siguientes palabras que pertenecen a la segunda parte: “También España se vio arrastra-da a la guerra civil más destructiva de su historia. No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia entre los españoles. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra. La sangre de tantos conciudadanos nuestros derramada como consecuencia de odios y venganzas, siempre injustificables, y en el caso de muchos hermanos y hermanas como ofrenda martirial de la fe, sigue clamando al Cielo para pedir la reconciliación y la paz. Que esta petición de perdón nos obtenga del Dios de la paz la luz y la fuerza necesarias para sa-ber rechazar siempre la violencia y la muerte como medio de resolución de las diferen-cias políticas y sociales” (n. 14). Debemos estudiar la historia para conocerla siempre mejor; y una vez leídas sus páginas, aprendamos sus principales lecciones: La convi-vencia de todos en las diversidades legítimas, la afirmación de la propia identidad de manera no agresiva sino respetuosa de otras, la colaboración entre todos los ciudadanos para construir la casa común sobre los cimientos de la justicia, de la libertad y de la paz. Recordamos la historia no para enfrentarnos sino para recibir de ella o la corrección por lo que hicimos mal o el ánimo para proseguir en la senda acertada. La palabra mártir tiene varias acepciones en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. De las diferentes acepciones recuerdo ahora dos: 1) “Persona que padece muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la religión cristiana”, y 2) “persona que muere o padece mucho en defensa de otras creencias, convicciones y cau-

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sas”. Aunque nosotros nos referimos a los mártires cristianos, mostramos nuestro respe-to a las personas que han mantenido sus convicciones y han servido a sus causas hasta afrontar las últimas consecuencias. La beatificación de los mártires por la autoridad apostólica de la Iglesia no supone desconocimiento ni minusvaloración del comporta-miento moral de otras personas sostenido con sacrificios y radicalidad. Ante toda perso-na que lucha honradamente por la libertad de los oprimidos, por la defensa de los pobres y por la solidaridad entre todos los hombres inclinamos nuestra cabeza, remitiendo a Dios el juicio último de su vida y de la nuestra. Los mártires cristianos −también los 498 beatificados el día 28 de octubre− certi-fican con su muerte la importancia de la fe en Dios. Esta fe los orientó mientras vivían y, en sublime lección, afrontaron la muerte poniendo en manos de Dios su existencia entera, confiados en su amor y en su fidelidad. A la hora de la verdad el poder de la fe fue para ellos lo decisivo. Con la luz y la fuerza de la fe pusieron en juego lo más perso-nal y básico, es decir, la misma vida. Podemos decir con palabras de J. Ortega y Gasset pronunciadas en un contexto distinto: los incitó a morir lo que los había excitado a vivir. Los mártires, situados ante la alternativa, no deseada ni provocada por ellos, de renegar de la fe en Dios y así salvar la vida, o de mantenerse adheridos al Señor y así perderla, prefirieron en un gesto admirable entregar la vida temporal, confiando que de su amor omnipotente recibirían la Vida eterna. En ellos se cumplieron literalmente las palabras de Jesús: “Quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35). Com-paradas con esa alternativa sobre la vida o la muerte, otras opciones de carácter cultural, político, ideológico, o social quedan en un nivel muy distinto. La fe en Dios, la confian-za en la verdad del Evangelio, la esperanza en la Vida eterna ejercieron sobre los márti-res un poder que nos sobrecoge. El martirio es como un test que comprueba inequívo-camente la calidad de un cristiano. La estatura espiritual y moral de los hombres alcanza en los mártires la talla suprema. Los mártires, consiguientemente, nos interrogan acerca de la valentía y de la humildad de nuestra fe; y, por lo mismo, denuncian sin palabras los acomodos y com-ponendas a que podemos someter la altísima relevancia de la fe. Benedicto XVI dijo el domingo 28 después de rezar el “ángelus”: “Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, paga-ron con su sangre su fidelidad a Él y a la Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofren-da de amor a Dios y a los hermanos”. Los mártires proclaman con su sangre convertida en elocuente palabra: Podéis arrancarnos la vida, pero no la fe en Dios que nos ama; el poder de la Verdad, ejercido suavemente sobre nuestra conciencia, pone un límite infranqueable que nos fortalece para no ceder ni a halagos ni a amenazas. Porque el alma sólo es de Dios, hay una zona en el centro de la personalidad del hombre donde únicamente Dios es el Señor; el hom-bre tiene las llaves de la puerta de su corazón que sólo libremente abre a Dios (cf. Apoc 3,20); los mártires tienen una zona reservada al amor a Dios y donde brilla la dignidad del hombre creado a su imagen y semejanza, que no pueden forzar ni la crueldad de los tormentos ni el temor a la muerte. Me permito citar unas palabras, que unen teología, mística y poesía, muy atinadas de un eminente teólogo de nuestra Iglesia: “Esta divina palabra −Dios− no la podemos olvidar, ni asegurar como propiedad, ni usar como moneda de cambio para los gastos

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diarios. Tampoco podemos callarla, ni dejarla en vacío o arrojarla contra el prójimo. Tenemos que devolverle su peso y su luz, su lumbre y su gracia. Porque ella sigue sien-do santa y santificadora, a pesar de haber sido manchada y ensangrentada por los hom-bres. Ha habitado en tantos corazones justos, ha suscitado tanto amor y esperanza, tanta paz y justicia, que al proferirla vienen a nosotros como olas bienhechoras toda la ver-dad, la compasión, todas las flores y frutos que han brotado en su seno” (O. González de Cardedal, Dios, Salamanca 2004, p. 9). Los mártires, siguiendo a Jesús, que dio un bello testimonio con su confesión ante Poncio Pilato (cf. 1 Tim 6,13), profesaron admirable-mente la fe en Dios; en su corazón Dios se convirtió en fuente de amor, de valor, de serenidad, de esperanza y de perdón. Los mártires, que desde el principio de la historia de la Iglesia suscitaron la admiración no sólo de los hermanos cristianos sino también de los paganos, riegan y vivifican el árbol de la Iglesia. Con fórmula concisa expresó Tertuliano esta misteriosa fecundidad: la sangre de los mártires es como una semilla, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Cuando el autor de la Carta a los Hebreos establece el contraste entre la antigua alianza sellada por Dios con Israel junto al monte Sinaí y la nueva alianza sellada con la humanidad, pondera entre otros elementos la excelencia de la sangre de Jesucristo, Me-diador de la nueva y eterna alianza, sobre la sangre de Abel. La pasión de Jesús ha otor-gado a sus palabras y a la Escritura entera su significación definitiva y salvífica. A dife-rencia de la sangre de Abel, que clamaba desde el suelo hasta Dios pidiendo venganza (cf. Gén 4,10), la sangre de Jesús habla mejor que la de Abel” (Heb 12,24): La voz que viene del cielo es en adelante la de la sangre de Jesús, que ofrece perdón (cf. A. Van-hoye, Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo, Salamanca 1984, pp. 215-216). Porque Jesús el Maestro murió perdonando (cf. Lc 23,34), lo imitaron desde el principio (cf. Act 7,60), y fueron sus discípulos invitados a bendecir a los perseguidores (cf. Rom 12,14). Como Dios estaba en Cristo perdonando a la humanidad, puso en boca del Apóstol “la palabra de la reconciliación” (cf. 2 Cor 5,19). Llama la atención que el ofrecimiento del perdón a los perseguidores haya sido una constante, a veces con expre-siones bellísimas, de nuestros mártires. Los mártires, habiendo sido perdonados y queridos por Dios, ofrecen también el perdón. No denuncian ni señalan a nadie, no guardan rencor en su corazón; siguiendo a Jesús, su sangre pronuncia también una palabra de perdón. Esta reacción de los mártires es de una generosidad humanamente incomprensible; sólo puede explicarse porque el Espíritu del Amor, el Espíritu de Jesucristo, alienta en su corazón. Apoyados en la con-ducta de los mártires, que murieron perdonando, se afirmó reiteradamente en la beatifi-cación y en su entorno anterior y posterior este mensaje: la beatificación de los mártires no va contra nadie, a nadie se echa en cara su muerte, a nadie se acusa, a nadie se pide cuentas. He aquí algunas expresiones autorizadas de la coherencia que debe existir entre la conducta de los mártires y la nuestra: “Con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconci-liación y la convivencia pacífica” (Benedicto XVI). “Su muerte constituye para todos un importante acicate que nos estimula a superar divisiones, a revitalizar nuestro compro-miso eclesial y social, buscando siempre el bien común, la concordia y la paz” (Card. T. Bertone). “Los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación” (Mensaje de la Conferencia Episcopal Espa-ñola del día 26 de abril de 2007). Su muerte es una siembra de paz y de reconciliación generosa entre todos. Hacemos memoria de un capítulo de la historia de nuestra Iglesia, muy doloroso en su tiempo y hoy hondamente gozoso, que nos invita a asimilar la mag-

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nífica lección de fe en Dios y de misericordia que nos dejaron los mártires. ¡Que su ejemplo e intercesión nos fortalezcan en la transmisión de la fe, en la comunión eclesial, en la colaboración al bien común de la sociedad y en los trabajos por la paz! Los mártires nos enseñan a mantener la fidelidad a Dios, el amor a Jesucristo y el servicio a los hombres, no sólo en el último trance y en las situaciones cruciales de la vida, sino también en la existencia cotidiana. Frente al desgaste por el paso del tiempo y contra la amenaza de la rutina la entereza de los mártires nos invita a superar la medio-cridad. La fidelidad sacrificada y constante tiene que ver también con lo heroico. ¡Que el discurrir ordinario y a veces monótono de la vida no trivialice el amor sino lo acriso-le! Los mártires reflejan la vitalidad de nuestras diócesis y congregaciones religiosas en las que o bien nacieron y crecieron en la fe, cumplieron su misión o rindieron el su-premo testimonio de amor a nuestro Señor Jesucristo. En la hora de la prueba definitiva sorprende el vigor de su fe. Estos mártires son nuestros y dignifican a nuestras familias y comunidades cristianas, pero no son patrimonio exclusivo de nuestras Iglesias locales, ya que pertenecen a Jesucristo y por ello a la Iglesia universal. Más aún, tienen mucho que decir a nuestra sociedad y a toda la humanidad, ya que su grandeza moral levanta la calidad del mundo; su forma de morir nos dice que merece la pena buscar la fuente de donde mana semejante generosidad y entrega. 2. “Iglesia en España y Pastoral de las migraciones” Se presenta a la aprobación de esta Asamblea Plenaria una nueva redacción del documento “Iglesia en España y Pastoral de las migraciones” que ha sido preparado por la Comisión Episcopal de Migraciones. Es un documento amplio y rico, que contiene reflexiones teológicas y orientaciones prácticas. Pretende responder a la nueva situación del fenómeno de las migraciones. En los siguientes términos describe su intención: “Do-tar a nuestra Iglesia, que camina en España, de un instrumento para responder al fenó-meno social de la emigración, para ofrecer una ayuda eficaz a las víctimas de los movi-mientos migratorios, para acoger a nuestros hermanos en la fe y afrontar el reto de una nueva evangelización con todas las exigencias que plantea, para ayudar a la Iglesia a ser signo e instrumento de la acción de Dios en nuestro tiempo para todos los hombres y mujeres, que viven en nuestro país, sea cual sea su procedencia, cultura, religión o con-dición social”. Estamos convencidos de que prestará un buen servicio a la pastoral de la Iglesia y, además, será una llamada de atención a los ciudadanos ante el fenómeno so-cial de la migración que afecta e interpela a toda la sociedad. Aunque las migraciones sean coextensivas a la historia de la humanidad, constitu-yen hoy una característica de nuestra época. El Papa Benedicto XVI ha calificado las migraciones como “uno de los signos de nuestro tiempo”. Son movimientos de pobla-ción dentro de los mismos continentes y sobre todo hacia los continentes más ricos. Por lo que se refiere a nuestro país el fenómeno migratorio ha cambiado de signo en los últimos años. Hemos pasado de ser país de emigración a ser uno de los países de Europa con más elevado número de inmigrantes; esta inversión, además, se ha realizado en poco tiempo. Las cifras son elocuentes: en diez años el número de extranjeros ha pasado de 542.314 en 1996 a 4.144.166 en 2006. En los últimos cinco años se ha dado

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una media de crecimiento de 500.000 por año. La experiencia de haber sido pueblo de emigración debe recordarnos aquellas palabras del Éxodo: “Forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (22,20); y particularmente las de Jesús en el Evangelio: “Fui fo-rastero y me hospedasteis” (Mt 25,35). El documento al que nos referimos pretende responder a las exigencias de la nue-va situación del fenómeno de las migraciones y actualizar las orientaciones y sugeren-cias pastorales sintonizando con las últimas directrices de la Iglesia católica. La con-memoración del XXV aniversario de la Instrucción De Pastorali Migratorum Cura ofreció la oportunidad a la Conferencia Episcopal Española de hacer público en 1994 el documento Pastoral de las Migraciones en España; pues bien, la Instrucción Erga Mi-grantes Caritas Christi publicada el año 2004 por el Consejo Pontificio de Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes nos ofrece de nuevo la ocasión de aplicar esta Instruc-ción a nuestra realidad concreta, profundamente cambiada en los últimos años. El amor de Cristo, la Caritas Christi, que anima la vida de la Iglesia, debe abarcar a todos. Adoptará en la práctica “diversas formas y expresiones, según la condición de los desti-natarios de la acción de la Iglesia. Será una pastoral en el sentido estricto para los cató-licos. Revestirá el carácter de pastoral ecuménica entre los hermanos cristianos de otras tradiciones. Se centrará más en el diálogo interreligioso con los creyentes de otras reli-giones y estará siempre marcada, con unos y con otros, por el amor de Cristo. Pero na-die quedará fuera del cuidado y atención de la Iglesia”. Un inmigrante no es sólo mano de obra para producir; es, ante todo, una persona, miembro de la familia humana, hermano nuestro, hijo de Dios. La visión humana y cris-tiana del hombre nos impulsa a promover la acogida, el respeto, la ayuda, la compren-sión, la solidaridad. La integración de los inmigrantes exige tanto por parte del país de acogida como por parte de los trabajadores y de sus familias un esfuerzo paciente y sos-tenido; los inmigrantes deben ser reconocidos en sus derechos humanos y laborales y ellos a su vez deben respetar las leyes y tradiciones legítimas del país que los recibe. Si unos y otros trabajan en la búsqueda de la integración de los inmigrantes, los posibles brotes de rechazo y exclusión serán sofocados fácilmente. Con estas reflexiones teóricas y prácticas surgidas de una experiencia larga y eficaz, presta la Conferencia Episcopal −así confiamos y deseamos−, una ayuda valiosa a nuestras diócesis e incluso a toda la sociedad española. 3. Centenario del nacimiento del Cardenal Tarancón El día 14 de mayo de 1907 nació en Burriana (Castellón de la Plana) el Cardenal Vicente Enrique y Tarancón. En la apertura de la presente Asamblea Plenaria lo recor-damos con profunda gratitud. Nuestra memoria es homenaje y reconocimiento de su persona y de su obra. Fue, en una coyuntura crucial, un don de Dios para la Iglesia y la sociedad española. Evocamos hoy al Cardenal Tarancón, conscientes de que forma parte relevante de nuestra historia. Aunque las personas se sucedan y las urgencias pastorales cambien, la Iglesia es hogar de todos los cristianos y es católica también en la pluralidad de generaciones y la variedad de situaciones históricas. Hacemos memoria ante Dios de quienes nos han precedido con la señal de la fe, con la dedicación al servicio del Evan-gelio y con la entrega personal a la misión de la Iglesia, en medio de gozos, fatigas y sufrimientos.

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En una mirada retrospectiva, recapitulando el Cardenal Tarancón el decenio en que presidió la Conferencia Episcopal Española, manifestó la intención que le había guiado. “Me propuse dos objetivos: aplicar a España las enseñanzas del Concilio Vati-cano II en lo referente a la independencia de la Iglesia de todo poder político y econó-mico, y procurar que la comunidad cristiana se convirtiese en instrumento eficaz de re-conciliación para superar el enfrentamiento entre los españoles que había culminado en la guerra civil”. La Iglesia en el Concilio no sólo promovió una renovación profunda de sus actitudes y estructuras internas, sino también orientó de manera distinta las relacio-nes con el mundo, con la sociedad y con el hombre. Estos cambios eran más delicados en nuestra Iglesia por la riqueza de la vida cristiana que estaba en cambio y en la socie-dad a la que se debían evitar traumas innecesarios en la transición de un régimen perso-nal a un régimen democrático con los numerosos y profundos cambios implicados. Fue-ron directrices para Tarancón tanto el amor a la Iglesia como el servicio a nuestro pue-blo; fue consciente de la situación singular y de la alta responsabilidad que se le confia-ba cuando pensó en él Pablo VI para liderar a la Iglesia en aquella delicada situación y cuando la Conferencia Episcopal lo eligió y reeligió como su presidente. Actuando en sintonía con las directrices del Papa Pablo VI y expresando, además, lo que las nuevas generaciones de Obispos, sacerdotes y seglares anhelaban, pudo cum-plir el encargo con dedicación y acierto. Sus dotes humanas y experiencia pastoral lo hicieron apto para recibir tal misión en aquella hora histórica; con la desenvoltura que le caracterizó diría de sí mismo que era un hombre a quien pusieron en un puesto difícil en un momento difícil. De alguna manera era Don Vicente memoria viva de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad; hombre de espíritu abierto, avizor del futuro, sensible como un sismógrafo a los movimientos subterráneos de la sociedad, de natural optimista y deci-dido, hábil y sagaz. Fue una persona que asumiendo el encargo otorgado y la responsa-bilidad real y simbólica que se le reconoció, contribuyó poderosamente a que nuestra Iglesia acometiera los cambios necesarios. Imprimió a la Iglesia un dinamismo que le permitió acompañar a la sociedad en una encrucijada de gran trascendencia para ambas, ya que debían tomar decisiones de largo alcance. El Cardenal Enrique y Tarancón buscó siempre la concordia, respetando la pluralidad y fomentando el diálogo; con buen instin-to supo rodearse de valiosos colaboradores. Sin olvidar el pasado miraba al futuro, y por ello confiaba en las nuevas generaciones y les daba la palabra. Afirmaba abiertamente que la Iglesia veía con buenos ojos la llegada de la democracia y el pluralismo que le es inherente. Damos gracias a Dios porque a través del Cardenal Tarancón la Iglesia respondió con dignidad y clarividencia al desafío que le planteaban la aplicación del Concilio en aquella fase concreta y la transición de nuestra sociedad. A la distancia de varios dece-nios y con la perspectiva que nos proporciona el tiempo transcurrido podemos reconocer que la Iglesia estuvo a la altura del momento histórico; y la sociedad española quedó en general satisfecha de la transición de un régimen a otro, por cuyo éxito felicitaron otros países al nuestro. La actitud con que fue aplicado el Concilio y con que se afrontaron los cambios sociales y políticos no fue sólo coyuntural; aunque la situación presente sea en muchos aspectos diversa, hay valores permanentes. En la galería de Presidentes de la Conferencia Episcopal ha sido colocado el retrato del Cardenal Tarancón, que nos re-cuerda un tramo decisivo de nuestra historia. Es obra, como los demás retratos de la galería, es obra que agradecemos, de Sor Isabel Guerra.

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4. Hace 25 años nos visitó el Papa Juan Pablo II Hace veinticinco años, el día 31 de octubre de 1982, a las seis de la tarde −una hora después de su llegada al aeropuerto de Barajas− Juan Pablo II entraba en esta casa. Después de saludar a los Obispos, se dirigió directamente a la capilla para postrarse en profunda oración ante el Sagrario. Era la primera vez que un Papa visitaba España. Qui-so comenzar su visita pastoral encontrándose con los Obispos. Y quiso que aquel en-cuentro quedara expresamente enmarcado por la presencia eucarística del Resucitado. En nuestra capilla, por primera vez, un Sucesor de Pedro, rodeado por todos los miem-bros de la Conferencia Episcopal, se arrodillaba en nuestro suelo ante Jesucristo, presen-te en la Eucaristía. Esa misma noche, terminado el encuentro con los Obispos, el Papa salía de esta casa para presidir la vigilia eucarística que la Adoración Nocturna había preparado en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Antes, en esta aula, había dirigido a los Obispos un memorable discurso que releemos con gusto en estos días. Juan Pablo II inauguró así oficialmente esta casa, como conmemora la lápida, escrita en un latín clásico que flanquea, abajo, la puerta de la capilla. La sede de nuestra Confe-rencia ha quedado de este modo felizmente unida a su primera visita apostólica y a su memoria. No puedo pretender hacer ahora ni siquiera un breve resumen de los diez días de intenso peregrinar de Juan Pablo II por buena parte de la geografía española, visitando a todos los sectores del pueblo cristiano. Pero deseo subrayar que aquellas inolvidables jornadas supusieron una gracia de Dios muy especial para la Iglesia que peregrina en España. Podríamos decir que aquel viaje apostólico del Papa constituyó de hecho para nosotros como el comienzo de una nueva etapa del camino eclesial posterior al Concilio Vaticano II. Juan Pablo II confirmó de modo muy vigoroso a sus hermanos de España en la fe de Jesucristo. Por una parte, su presencia actuó como un revulsivo para el alma cristiana de nuestro pueblo −incluidos, naturalmente, los pastores− que se sintió recono-cida y querida por el Papa y, al mismo tiempo, espoleada y animada a la fidelidad y a la esperanza. Por otra parte, sus palabras y sus gestos dirigieron una vez más la mirada de nuestras Iglesias y de todos nosotros a lo que constituyó desde el principio el centro de su ministerio: a Jesucristo como único salvador del ser humano y al hombre como ca-mino de la Iglesia. Si algunas dificultades habían podido dar paso a ciertos miedos, vol-vimos a escuchar con gozo de los labios del Papa en nuestras iglesias y en nuestras pla-zas: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! La última encíclica de aquel gran Papa, que versó precisamente sobre la Eucaris-tía (Ecclesia de Eucharistia), nos invitó a reavivar la fe y la pastoral sobre la Eucaristía. El vigente Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal, para los años 2006-2010, se centra también en vivir de la Eucaristía, como dice su título. Recordemos que estos Planes Pastorales se comenzaron a hacer con motivo de la visita del Papa que ahora conmemo-ramos. El primero de ellos, de 1983, se titulaba: La visita del Papa a España y el servi-cio a la fe de nuestro pueblo. Pienso que la realización del actual Plan, que prevé la ce-lebración de un Congreso Eucarístico a modo de colofón de las actividades programa-das, es un excelente modo de agradecer a Dios el pontificado de Juan Pablo II y de con-tinuar con el trabajo de la nueva evangelización, impulsada por él.

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Ponemos en manos de María, la madre del Señor y estrella de la evangelización los trabajos de esta Asamblea.

Madrid, 19 de noviembre de 2007

MONS. RICARDO BLÁZQUEZ Obispo de Bilbao y

Presidente de la Conferencia Episcopal Española

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Información. Albisteak

Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española

La CEE pone en marcha una campaña de comunicación para informar a la socie-dad sobre el nuevo Sistema de Financiación acordado con el Gobierno y para dar a co-nocer la labor de la Iglesia. El objetivo es fomentar una mayor responsabilidad de los católicos y de las perso-nas que aprecian la labor de la Iglesia en la sociedad.

***

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha presentado una campaña publicita-ria, que busca dar a conocer la razón de ser principal de la Iglesia (su misión evangeli-zadora) de la que se deriva una ingente labor social, educativa, asistencial, etc., que re-percute en beneficio de la sociedad. Asimismo, la campaña informa también de las lí-neas básicas del acuerdo de financiación alcanzado entre el Estado y la Santa Sede en diciembre de 2006, por el que se elimina la dotación directa del Estado a la Iglesia, se aumenta la asignación del IRPF del 0,5 al 0,7 por ciento y se elimina la exención del IVA. Esta campaña, que se plantea con vocación de continuidad en el tiempo, incluye algunas de las acciones del Plan de Comunicación dirigido a garantizar el sostenimiento económico de la Iglesia Católica en el futuro. Ha sido dirigida por el Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, de la CEE, cuyo obispo responsable es Mons. D. Antonio Algora Hernando, obispo de Ciudad Real, y cuyo director es Juan José Beltrán Yagüe. Les ha asesorado en su trabajo una Comisión compuesta por Mons. D. Juan del Río Martín, obispo de Asidonia-Jerez y presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación; Mons. D. Jesús Catalá Ibáñez, obispo de Alcalá de Henares y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral; el P. Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la CEE; Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Eco-nómicos de la CEE; José María Gil Tamayo, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, e Isidro Catela Marcos, director de la Oficina de Información de la CEE. La empresa seleccionada, por concurso, para desarrollar el Plan de Comunicación ha sido Advise una consultora especializada en marketing, publicidad y comunicación, fundada en 2004. Su presidente y socio fundador, Guillermo Navarro Marqués, ha sido, entre otros cargos, presidente de Ad Hoc Young & Rubicam, supervisor de Cuentas de McCann Erickson y ha trabajado para empresas como la Asociación Española Contra el Cáncer, Antena 3 TV, Comunidad de Madrid, Repsol YPF, Telefónica Móviles, Gene-ral Motors, etc. En la creatividad y realización técnica de la campaña han trabajado conjuntamen-te, Stefano Palombi, creativo publicitario italiano de gran prestigio y experiencia en el sector, que ha trabajado en campañas similares para la Conferencia Episcopal Italiana, y el creativo español −ex director creativo ejecutivo de Young & Rubicam−, Arturo Ló-pez.

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La primera fase de la campaña, que se llevará a cabo durante un mes (del 6 de noviembre al 7 de diciembre) se desarrollará en televisión, prensa e internet. Por un la-do, durante la primera semana (del 6 al 10 de noviembre) se pasarán por televisión info-comerciales de 60 segundos, elaborados en un tono documental e informativo, para ex-plicar la novedad del acuerdo entre el Estado y la Santa Sede. Durante las semanas si-guientes aparecerán inserciones publicitarias en suplementos de prensa e internet, así como spots en televisión, realizados en un tono publicitario y basados en la fuerza del testimonio de casos reales (sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares), que desarrollan la misión de la Iglesia en diferentes ámbitos de la sociedad. La campaña muestra cómo la Iglesia Católica forma parte de la vida cotidiana de nuestro país: está presente en los acontecimientos más importantes de la vida de las per-sonas; sus miembros son personas que entregan su vida a los demás: sacerdotes y agen-tes de pastoral, que están al servicio de la comunidad cristiana, desempeñando una labor discreta y muchas veces ignorada, pero que resulta decisiva para el bien común de la sociedad; y tiene repartidos por el mundo a miles de misioneros que predican el Evange-lio de Jesucristo y que, desde la experiencia del Amor de Dios, están al lado del próji-mo, de manera particular de los más necesitados. Esta labor se desarrolla gracias al tra-bajo de obispos, religiosos, religiosas y seglares que a diario llevan a cabo su actividad, entre otros muchos lugares, en más de 23.000 parroquias; cerca de 850 monasterios de clausura; numerosas órdenes y congregaciones, más de 200 hospitales y ambulatorios; 300 guarderías, 900 orfanatos y más de 1600 centros de acogida y de reinserción fami-liar y social.

Madrid, 5 de noviembre de 2007

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IGLESIA. ROMA. ELEIZEA

Documentos. Agiriak

Mensaje del Papa con motivo de la

Jornada Mundial de la Alimentación

«El derecho a la alimentación»

Mensaje del Papa Benedicto XVI al director general del Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación.

***

Excelentísimo Señor Jacques Diouf Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) 1. Este año la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agri-cultura (FAO) que usted dirige, al recordar una vez más su fundación, invita a la Comu-nidad internacional a tratar sobre uno de los desafíos más graves de nuestro tiempo: liberar del hambre a millones de seres humanos, cuyas vidas están en peligro por falta del pan cotidiano. El tema elegido para esta Jornada, “El derecho a la alimentación”, abre idealmente las reflexiones que la Comunidad internacional se prepara a hacer con ocasión de las celebraciones por el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Esta coincidencia ayuda a pensar en la importancia que el derecho a la alimen-tación tiene para la feliz consecución de otros derechos, empezando ante todo por el derecho fundamental a la vida. Debemos constatar que los esfuerzos realizados hasta ahora no parecen haber disminuido significativamente el número de hambrientos en el mundo, a pesar de que todos reconocen que la alimentación es un derecho primario. Esto es debido quizás a que se tiende a actuar motivados, sólo o principalmente, por consideraciones técnicas y económicas, olvidando la prioridad de la dimensión ética del “dar de comer a los ham-brientos”. Esta prioridad atañe al sentimiento de compasión y solidaridad propio del ser humano, que lleva a compartir unos con otros no sólo los bienes materiales, sino el amor del que todos tenemos necesidad. Efectivamente, damos demasiado poco si sólo ofrecemos cosas materiales. 2. Los datos disponibles muestran que el incumplimiento del derecho a la alimenta-ción se debe no sólo a causas de tipo natural sino, sobre todo, a situaciones provocadas por el comportamiento de los hombres y que desembocan en un deterioro general de tipo social, económico y humano. Cada vez son más numerosas las personas que, a cau-

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sa de la pobreza o de conflictos sangrientos, se ven obligadas a dejar sus casas y sus seres queridos para buscar sustento fuera de su tierra. No obstante los compromisos in-ternacionales, muchas de ellas son rechazadas. Es necesario, por tanto, que madure entre los miembros de la Comunidad de las Naciones una conciencia solidaria que considere la alimentación como un derecho uni-versal de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones. 3. El objetivo de erradicar el hambre y, al mismo tiempo, contar con una alimenta-ción sana y suficiente, requiere también métodos y acciones específicas que permitan una explotación de los recursos que respete el patrimonio de la creación. Trabajar en esta dirección es una prioridad que conlleva no sólo beneficiarse de los resultados de la ciencia, de la investigación y de las tecnologías, sino tener también en cuenta los ciclos y el ritmo de la naturaleza conocidos por la gente de zonas rurales, así como proteger los usos tradicionales de las comunidades indígenas, dejando a un lado razones egoístas y exclusivamente económicas. El derecho a la alimentación, por lo que implica, tiene una repercusión inmediata tanto en su dimensión individual como comunitaria, que afecta a pueblos enteros y gru-pos humanos. Pienso de modo particular en la situación de los niños −primeras víctimas de esta tragedia−, retrasados a veces en su desarrollo físico y psíquico y, en tantas oca-siones, obligados a un trabajo forzado o alistados entre los grupos armados a cambio de recibir unos pocos alimentos. A este respecto, pongo mi esperanza en las iniciativas que se han emprendido a nivel multilateral para favorecer la alimentación escolar y que permiten a comunidades enteras, cuya supervivencia está amenazada por el hambre, mirar con mayor confianza hacia su futuro. Es apremiante, pues, un empeño común y concreto en el que todos los miembros de la sociedad, tanto en el ámbito individual como internacional, se sientan comprome-tidos a cooperar para hacer posible el derecho a la alimentación, cuyo incumplimiento constituye una violación evidente de la dignidad humana y de los derechos que derivan de ella. 4. El conocimiento de los problemas del mundo agrícola y de la inseguridad alimen-ticia, la capacidad demostrada para proponer planes y programas de solución, son un mérito fundamental de la FAO y dan testimonio de una aguda sensibilidad por las aspi-raciones de cuantos reclaman condiciones de vida más humanas. En este momento en el que hay tantos problemas de esta índole, aunque también se entrevén nuevas iniciativas que pueden contribuir a aliviar el drama del hambre, les aliento a ustedes a seguir trabajando para que se garantice una alimentación que respon-da a las necesidades actuales y así cada persona, creada a imagen de Dios, pueda crecer según su verdadera dimensión humana. La Iglesia Católica se siente cercana a ustedes en este esfuerzo y, a través de sus diversas instituciones, desea continuar colaborando para sostener los anhelos y las espe-ranzas de aquellas personas y pueblos hacia los cuales se dirige la acción de la FAO. Éstas son, Señor Director General, algunas reflexiones que deseo proponer a la atención de quienes, con diferentes responsabilidades, trabajan para ofrecer a la familia

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humana un porvenir libre del drama del hambre, a la vez que invoco sobre ustedes y sobre sus trabajos la constante bendición del Altísimo.

Vaticano, 4 de octubre de 2007

BENEDICTUS PP. XVI

[Texto original en español © Copyright 2007 − Libreria Editrice Vaticana]

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Saludo del Papa a los representantes de las religiones congregados en Nápoles, con motivo del Encuentro Internacional por la Paz

Saludo que dirigió Benedicto XVI a los jefes de las delegaciones que participaron en el Encuentro Internacional por la Paz, promovido por la Comunidad de San Egidio del 21 al 23 de octubre con el tema: “Por un mundo sin violencia. Religiones y culturas en diálogo”.

***

Santidad, beatitudes, ilustres autoridades, representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales, gentiles exponentes de las grandes religiones mundiales: Aprovecho con mucho gusto esta oportunidad para saludar a las personalidades congregadas aquí, en Nápoles, con motivo del XXI encuentro sobre el tema: “Por un mundo sin violencia. Religiones y culturas en diálogo”. Vosotros representáis, en cierto sentido, los diferentes mundos y patrimonios religiosos de la humanidad, vistos por la Iglesia católica con sincero respeto y atención cordial. Expreso mi aprecio al señor car-denal Crescenzio Sepe y a la arquidiócesis de Nápoles que acoge este encuentro y a la comunidad de San Egidio, que trabaja con entrega para favorecer el diálogo entre reli-giones y culturas con el “espíritu de Asís”. El encuentro de hoy nos remonta al año 1986, cuando mi venerado predecesor Juan Pablo II invitó en la colina de san Francisco a altos representantes religiosos a re-zar por la paz, subrayando en aquella circunstancia el lazo intrínseco que une una autén-tica actitud religiosa con la aguda sensibilidad por este bien fundamental de la humani-dad. En el año 2002, tras los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre del año precedente, el mismo Juan Pablo II volvió a convocar en Asís a los líderes religiosos para pedir a Dios que detenga las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad, en especial a causa del terrorismo. En el respeto de las diferencias de las diferentes religiones, todos estamos llama-dos a trabajar por la paz y a vivir el compromiso concreto por promover la reconcilia-ción entre los pueblos. Éste es el auténtico “espíritu de Asís”, que se opone a toda forma de violencia y al abuso de la religión como pretexto para la violencia. Ante un mundo lacerado por conflictos, en el que en ocasiones se justifica la violencia en nombre de Dios, es importante subrayar que las religiones no pueden ser nunca instrumentos de odio; nunca se puede llegar a justificar el mal y la violencia invocando el nombre de Dios. Por el contrario, las religiones pueden y tienen que ofrecer preciosos recursos para construir una humanidad pacífica, pues hablan de paz al corazón del hombre. La Iglesia católica quiere seguir recorriendo el camino del diálogo para favorecer el entendimiento entre las diferentes culturas, tradiciones y sabidurías religiosas. Deseo vivamente que este espíritu se difunda cada vez más sobre todo allí donde las tensiones son más fuer-tes, allí donde la libertad y el respeto del otro son negados y donde hombres y mujeres sufren a causa de las consecuencias de la intolerancia y de la incomprensión.

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Queridos amigos: que estos días de trabajo y de escucha en la oración sean fecun-dos para todos. Con este motivo dirijo mi oración al Eterno Dios, para que derrame so-bre cada uno de los participantes en el encuentro la abundancia de sus bendiciones, de su sabiduría y de su amor. Que libere el corazón de los hombres de todo odio y de toda raíz de violencia y nos haga a todos artífices de la civilización del amor.

Ciudad del Vaticano, domingo, 21 de octubre de 2007

[Traducción del original italiano realizada por Zenit © Copyright 2007 − Libreria Editrice Vaticana]

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Benedicto XVI presenta el “luminoso” testimonio de los 498 mártires del siglo XX en España

al rezar la oración mariana del Ángelus

A mediodía del domingo 28 de octubre, tras la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España, presidida por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Con-gregación para las Causas de los Santos, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su es-tudio para rezar el Ángelus con los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro. Éstas fueron las palabras que pronunció antes y después de la oración mariana.

***

Queridos hermanos y hermanas: Esta mañana, aquí, en la plaza de San Pedro, han sido proclamados beatos 498 mártires asesinados en España en los años treinta del siglo pasado. Doy las gracias al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los San-tos, quien ha presidido la celebración, mientras saludo cordialmente a los peregrinos reunidos con motivo de esta alegre ocasión. La inscripción en la lista de los beatos de un número tan grande de mártires de-muestra que el supremo testimonio de la sangre no es una excepción reservada sólo a algunos individuos, sino una posibilidad realista para todo el pueblo cristiano. Se trata de hombres y mujeres de diferentes edades, vocaciones y condición social, que pagaron con su vida la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Se les aplican adecuadamente las expresiones de san Pablo, que resuenan en la liturgia de este domingo: “Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2 Tm 4,6-7). Pablo, detenido en Roma, ve cómo se aproxima la muerte y traza un balance de reconocimiento y esperanza. En paz con Dios y consigo mismo, afronta serenamente la muerte, con la conciencia de haber entregado totalmente la vida, sin ahorrar nada, al servicio del Evangelio. El mes de octubre, dedicado de manera particular al compromiso misionero, se concluye de este modo con el luminoso testimonio de los mártires españoles, que se suman a los mártires Albertina Berkenbrock, Emmanuel Gómez González y Adilio Da-ronch, y Franz Jägerstätter, proclamados beatos en días pasados en Brasil y en Austria. Su ejemplo testimonia que el Bautismo compromete a los cristianos a participar con valentía en la difusión del Reino de Dios, cooperando si es necesario con el sacrifi-cio de la misma vida. Ciertamente no todos están llamados al martirio cruento. Existe también un “martirio” incruento, que no es menos significativo, como el de Celina Chludzinska Borzecka, esposa, madre de familia, viuda y religiosa, beatificada ayer en Roma: es el testimonio silencioso y heroico de los muchos cristianos que viven el Evangelio sin compromisos, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente al ser-vicio de los pobres. Este martirio de la vida ordinaria es un testimonio particularmente importante en las sociedades secularizadas de nuestro tiempo. Es la pacífica batalla del amor que todo

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cristiano, como Pablo, tiene que combatir incansablemente; la carrera por difundir el Evangelio que nos compromete hasta la muerte. Que nos ayude y asista en nuestro tes-timonio diario la Virgen María, Reina de los Mártires y Estrella de la Evangelización. [Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:] Saludo con afecto a los fieles de lengua española. En particular, saludo a mis her-manos obispos de España, a los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles que habéis tenido el gozo de participar en la beatificación de un numeroso grupo de mártires del pasado siglo en vuestra nación, así como a los que siguen esta oración ma-riana a través de la radio y la televisión. Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a su Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro cami-no espiritual hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a Dios y a los hermanos. Al mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica. Os invito de corazón a fortalecer cada día más la comunión eclesial, a ser testigos fieles del Evangelio en el mundo, sintiendo la dicha de ser miembros vivos de la Iglesia, verdadera esposa de Cristo. Pidamos a los nuevos Beatos, por medio de la Virgen María, Reina de los Mártires, que intercedan por la Igle-sia en España y en el mundo; que la fecundidad de su martirio produzca abundantes frutos de vida cristiana en los fieles y en las familias; que su sangre derramada sea semi-lla de santas y numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. ¡Que Dios os bendiga!

Ciudad del Vaticano, domingo, 28 de octubre de 2007

[Traducción del original italiano realizada por Zenit © Copyright 2007 − Libreria Editrice Vaticana]

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Homilía del cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos

Eminentísimos Señores Cardenales, Excelentísimos Señores Obispos y hermanos en el sacerdocio, Respetables autoridades, Hermanas y hermanos en Cristo: 1. Por encargo y delegación del Papa Benedicto XVI, he tenido la dicha de hacer públi-co el documento mediante el cual el Santo Padre proclama beatos a cuatrocientos noventa y ocho mártires que derramaron su sangre por la fe durante la persecución religiosa en Espa-ña, en los años mil novecientos treinta y cuatro, treinta y seis y treinta y siete. Entre ellos hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, mujeres y hombres; tres de ellos tenían dieciséis años y el mayor setenta y ocho. Este grupo tan numeroso de beatos manifestaron hasta el martirio su amor a Jesucris-to, su fidelidad a la Iglesia Católica y su intercesión ante Dios por todo el mundo. Antes de morir perdonaron a quienes les perseguían −es más, rezaron por ellos−, como consta en los procesos de beatificación instruidos en las archidiócesis de Barcelona, Burgos, Madrid, Mérida-Badajoz, Oviedo, Sevilla y Toledo; y en la diócesis de Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Gerona, Jaén, Málaga y Santander. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe” (a 2473). En efecto, seguir a Jesús, significa seguirlo también en el dolor y aceptar las persecuciones por amor del Evangelio (cf. Mt 24,9-14; Mc 13,9-13; Lc 21,12-19): “Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre” (Mc 13,13; cf. Jn 15,21). Cristo nos había anticipado que nuestras vidas estarían vinculadas a su destino. 2. El logotipo de esta beatificación, de una importancia notable por el gran número de nuevos beatos, tiene como elemento central una cruz de color rojo, símbolo del amor lleva-do hasta derramar la sangre por Cristo. Acompaña a la cruz una palma estilizada, que inten-cionalmente se asemeja a unas lenguas de fuego, en la que vemos representada la victoria alcanzada por los mártires con su fe que vence al mundo (cf. 1 Jn 1,4), así como también el fuego del Espíritu Santo que se posa sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y asimismo la zarza que arde y no se consume con una llama, en la que Dios se presenta a Moisés en el relato del Éxodo y es expresión de su mismo ser: el Amor que se da y nunca se extingue. Estos símbolos están enmarcados por una leyenda circular, que recuerda un mapa del mundo: “Beatificación mártires de España”. Dice “mártires de España” y no “mártires es-pañoles”, porque España es el lugar donde fueron martirizados, y es también la Patria de gran parte de ellos, pero hay también quienes provenían de otras naciones, concretamente de Francia, México y Cuba. En cualquier caso, los mártires no son patrimonio exclusivo de una diócesis o nación, sino que, por su especial participación en la Cruz de Cristo, Redentor del universo, pertenecen al mundo entero, a la Iglesia universal. Se ha elegido como lema para esta beatificación unas palabras del Señor recogidas en el Evangelio de San Mateo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). Como declara el Concilio Vaticano II al comienzo de su Constitución sobre la Iglesia, Jesucristo es la luz de las gentes;1 esa luz se refleja a lo largo de los siglos en el rostro de la Iglesia y hoy, de ma-nera especial, resplandece en los mártires cuya memoria estamos celebrando. Jesucristo es

1 CONC. VAT. II, Const. Lumen Gentium, n. 1.

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la luz del mundo (Jn 1,5-9), que alumbra nuestras inteligencias para que, conociendo la verdad, vivamos de acuerdo con nuestra dignidad de personas humanas y de hijos de Dios y seamos también nosotros luz del mundo que alumbra a todos los hombres con el testimonio de una vida vivida en plena coherencia con la fe que profesamos. 3. “He combatido bien mi batalla, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe” (2 Tm 4,7). Así escribe San Pablo, ya al final de su vida, en el texto de la segunda lectura de este domingo. Con su muerte, estos mártires hicieron realidad las mismas convicciones de San Pablo. Los mártires no consiguieron la gloria sólo para sí mismos. Su sangre, que empapó la tierra, fue riego que produjo fecundidad y abundancia de frutos. Así lo expresaba, invitán-donos a conservar la memoria de los mártires, el Santo Padre Juan Pablo II en uno de sus discursos: “Si se perdiera la memoria de los cristianos que han entregado su vida por confe-sar la fe, el tiempo presente, con sus proyectos y sus ideales, perdería una de sus caracterís-ticas más valiosas, ya que los grandes valores humanos y religiosos dejarían de estar corro-borados por un testimonio concreto inscrito en la historia”.2 No podemos contentarnos con celebrar la memoria de los mártires, admirar su ejem-plo y seguir adelante en nuestra vida con paso cansino. ¿Qué mensaje transmiten los márti-res a cada uno de nosotros aquí presentes? Vivimos en una época en la cual la verdadera identidad de los cristianos está constan-temente amenazada y esto significa que ellos o son mártires, es decir, adhieren a su fe bau-tismal en modo coherente, o tienen que adaptarse. Ya que la vida cristiana es una confesión personal cotidiana de la fe en el Hijo de Dios hecho hombre esta coherencia puede llegar en algunos casos hasta la efusión de la sangre. Pero como la vida de un solo cristiano donada en defensa de la fe tiene el efecto de fortalecer toda la Iglesia, el hecho de proponer el ejemplo de los mártires significa recordar que la santidad no consiste solamente en la reafirmación de valores comunes para todos sino en la adhesión personal a Cristo Salvador del cosmos y de la historia. El martirio es un paradigma de esta verdad desde el acontecimiento de Pentecostés. La confesión personal de la fe nos lleva a descubrir el fuerte vínculo entre la concien-cia y el martirio.

“El sentido profundo del testimonio de los mártires −según escribía el Cardenal Ra- tzinger− está en que ellos testimonian la capacidad de la verdad sobre el hombre co-mo límite de todo poder y garantía de su semejanza con Dios. Es en este sentido que los mártires son los grandes testimonios de la conciencia, de la capacidad otorgada al hombre de percibir, más allá del poder, también el deber y por lo tanto abrir el camino hacia el verdadero progreso, hacia la verdadera elevación humana” (J. Ra- tzinger, Elogio della coscienza, Roma, Il Sabato 16 marzo 1991, p. 89).

4. Los mártires se comportaron como buenos cristianos y, llegado el momento, no duda-ron en ofrendar su vida de una vez, con el grito de “¡Viva Cristo Rey!” en los labios. A los hombres y a las mujeres de hoy nos dicen en voz muy alta que todos estamos llamados a la

2 JUAN PABLO II, Mensaje a la VIII Sesión Pública de las Academias Pontificias, 2003, n. 6.

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santidad, todos, sin excepción, como ha declarado solemnemente el Concilio Vaticano II al dedicar un capítulo de su documento más importante −la Constitución Lumen gentium sobre la Iglesia− a la “llamada universal a la santidad”. ¡Dios nos ha creado y redimido para que seamos santos! No podemos contentarnos con un cristianismo vivido tibiamente. La vida cristiana no se reduce a unos actos de piedad individuales y aislados, sino que ha de abarcar cada instante de nuestros días sobre la tierra. Jesucristo ha de estar presente en el cumplimiento fiel de los deberes de nuestra vida ordinaria, entretejida de destalles apa-rentemente pequeños y sin importancia, pero que adquieren relieve y grandeza sobrenatural cuando están realizados con amor de Dios. Los mártires alcanzaron la cima de su heroísmo en la batalla en la que dieron su vida por Jesucristo. El heroísmo al que Dios nos llama se esconde en las mil escaramuzas de nuestra vida de cada día. Hemos de estar persuadidos de que nuestra santidad −esa santidad, no lo dudemos, a la que Dios nos llama− consiste en alcanzar lo que Juan Pablo II ha llamado el “nivel alto de la vida cristiana ordinaria”.3 El mensaje de los mártires es un mensaje de fe y de amor. Debemos examinarnos con valentía, y hacer propósitos concretos, para descubrir si esa fe y ese amor se manifiestan heroicamente en nuestra vida. Heroísmo también de la fe y del amor en nuestra actuación como personas insertas en la historia, como levadura que provoca el fermento justo. La fe, nos dice Benedicto XVI, contribuye a purificar la razón, para que llegue a percibir la verdad.4 Por eso, ser cristianos coherentes nos impone no inhibirnos ante el deber de contribuir al bien común y moldear la sociedad siempre según justicia, defendiendo −en un diálogo informado por la caridad− nuestras convicciones sobre la dignidad de la persona, sobre la vida desde la concepción hasta la muerte natural, sobre la familia fundada en la unión matrimonial una e indisoluble entre un hombre y una mujer, sobre el derecho y deber primario de los padres en lo que se refiere a la educación de los hijos y sobre tantas otras cuestiones que surgen en la experien-cia diaria de la sociedad en que vivimos. Concluimos, unidos al Papa Benedicto XVI y a la Iglesia universal, que vive en los cinco Continentes, invocando la intercesión de los mártires beatificados hoy y acudiendo confiadamente a Nuestra Señora Reina de los mártires para que inflamados por un vivo deseo de santidad sigamos su ejemplo.

Roma (Plaza San Pedro del Vaticano), 28 de octubre de 2007

3 JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, 6-I-2001, n. 31. 4 BENEDICTO XVI, Enc. Deus caritas est, nn.28-29.

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Homilía del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano,

en la Misa de Acción de gracias por la beatificación Queridos Hermanos en el Episcopado, Amados sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos: La Beatificación de cuatrocientos noventa y ocho mártires de España, que cele-bramos ayer, ha sido una ocasión para constatar una vez más cómo la cadena de cristia-nos que han sido atraídos por el ejemplo de Jesús y sostenidos por su amor no se ha in-terrumpido desde los comienzos de la predicación apostólica. Ahora estamos reunidos para elevar una ferviente acción de gracias al Señor por este acontecimiento eclesial. Queremos acogernos a la intercesión de estos hermanos nuestros, cuya vida se ha convertido para nosotros, y para el pueblo de Dios que pere-grina en España y en otros países, en un potente foco de luz y en una apremiante invita-ción a vivir el Evangelio radicalmente y con sencillez, dando testimonio público y va-liente de la fe que profesamos. Todo martirio tiene lugar ciertamente en circunstancias históricas trágicas que, asumiendo a veces la forma de persecución, llevan a una muerte violenta por causa de la fe. Pero, en medio de ese drama, el mártir sabe trascender el momento histórico concre-to y contemplar a sus semejantes desde el corazón de Dios. Gracias a esa luz que le vie-ne de lo alto, y en virtud de la sangre del Cordero (cf. Ap 12,11), el mártir antepone la confesión de la fe a su propia vida, contrarrestando así la agresión con la plegaria y con la entrega heroica de sí mismo. Amando a sus enemigos y rogando por los que lo persi-guen (cf. Mt 5,44), el mártir hace visible el misterio de la fe recibida y se convierte en un gran signo de esperanza, anunciando con su testimonio la redención para todos. Al unir su sangre a la de Cristo sacrificado en la cruz, la inmolación del mártir se transfor-ma en ofrenda ante el trono de Dios, implorando clemencia y misericordia para sus per-seguidores. Como nos enseña el Papa Juan Pablo II, “ellos han sabido vivir el Evange-lio en situaciones de hostilidad y persecución... hasta el testimonio supremo de la san-gre... Ellos muestran la vitalidad de la Iglesia... Más radicalmente aún, demuestran que el martirio es la encarnación suprema del Evangelio de la esperanza” (Ecclesia in Eu-ropa, 13). De esta forma, el martirio es para la Iglesia un signo elocuente de cómo su vitali-dad no depende de meros proyectos o cálculos humanos, sino que brota más bien de la total adhesión a Cristo y a su mensaje salvador. Bien sabían esto los mártires, cuando buscaron su fuerza no en el afán de protagonismo, sino en el amor absoluto a Jesucristo, a costa incluso de la propia vida. Para comprender mejor el verdadero sentido cristiano del martirio debemos, pues, dejar que hablen los propios mártires. Ellos, con su ejemplo, nos han confiado un testa-mento que a veces no nos atrevemos a abrir. En cambio, si les prestamos atención, sus vidas nos hablarán sin duda de fe, de fortaleza, de generosa valentía y de ardiente cari-dad, frente a una cultura que trata de apartar o menospreciar los valores morales y humanos que nos enseña el propio Evangelio.

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De todos es conocido que el siglo XX dio a la Iglesia en España grandes frutos de vida cristiana: la fundación de congregaciones e institutos religiosos dedicados a la en-señanza, a la asistencia hospitalaria y a los más pobres y a diversas obras culturales y sociales. Destacan también grandes ejemplos de santidad, así como un elevado número de mártires obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y fieles laicos. Estos mártires no han sido propuestos al pueblo de Dios por su implicación políti-ca, ni por luchar contra nadie, sino por ofrecer sus vidas como testimonio de amor a Cristo y con la plena conciencia de sentirse miembros de la Iglesia. Por eso, en el mo-mento de la muerte, todos coincidían en dirigirse a quienes les mataban con palabras de perdón y de misericordia. Así, entre tantos ejemplos parecidos, resulta conmovedor es-cuchar las palabras que uno de los religiosos Franciscanos de la Comunidad de Consue-gra dirigía a sus hermanos: «Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte». Por eso, estos nuevos Beatos han enriquecido a la Iglesia de España con su sacri-ficio, siendo hoy para nosotros testimonio de fe, de esperanza firme contra todo temor y de un amor hasta el extremo (cf. Jn 13,1). Su muerte constituye para todos un importan-te acicate que nos estimula a superar divisiones, a revitalizar nuestro compromiso ecle-sial y social, buscando siempre el bien común, la concordia y la paz. Estos queridos hermanos y hermanas nuestros, entre los cuales se encontraban también dos franceses, dos mexicanos y un cubano, precisamente por su amor a la vida entregaron la suya a Cristo. Vivieron una vida ejemplar, dedicados plenamente a sus diferentes apostolados, convencidos de la opción religiosa que habían hecho o del cum-plimiento de sus deberes familiares. Estos testigos humildes y decididos del Evangelio son luminarias que orientan nuestra peregrinación terrena. Al venerar hoy a todos ellos que, como nos enseña el libro del Apocalipsis, “vienen de la gran tribulación” (ibíd., 7,14), suplicamos al Señor que nos conceda su fe intrépida, su firme esperanza y su pro-funda caridad. Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos en Roma, donde en los comien-zos de la Iglesia un sinfín de mártires confesaron su fe en Cristo hasta derramar su san-gre. Tanto aquellos cristianos de la primera hora, como los que ayer han sido beatifica-dos, no sólo han de suscitar en nosotros un mero sentimiento de admiración. Ellos no son simples héroes o personajes de una época lejana. Su palabra y sus gestos nos hablan a nosotros y nos impulsan a configurarnos cada vez más plenamente con Cristo, encon-trando en Él la fuente de la que brota la auténtica comunión eclesial, para dar en la so-ciedad actual un testimonio coherente de nuestro amor y entrega a Dios y a nuestros hermanos. Ellos nos ayudan con su ejemplo y su intercesión para que, en la hora presente, no nos dejemos vencer por el desaliento o la confusión, evitando la inercia o el lamento estéril. Porque éste es también, como lo fue el suyo, un tiempo de gracia, una ocasión propicia para compartir con los demás el gozo de ser discípulos de Cristo. Con su vida y el testimonio de su muerte nos enseñan que la auténtica felicidad se halla en escuchar al Señor y en poner en práctica su Palabra (cf. Lc 11,28). Por eso el servicio más precioso que podemos prestar hoy a nuestros hermanos es ayudarles a en-

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contrarse con Cristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (cf. Jn 14,6), el único que puede saciar las más nobles aspiraciones humanas. Dios quiera que esta Beatificación suscite en España una fuerte llamada a reavivar la fe cristiana e intensificar la comunión eclesial, pidiendo al Señor que la sangre de estos mártires sea semilla fecunda de numerosas y santas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, así como una constante invitación a las familias, fundadas en el sa-cramento del Matrimonio, a que sean para sus hijos ejemplo y escuela del verdadero amor y “santuario” del gran don de la vida. Finalmente, pidamos también al Señor que el ejemplo de santidad de los nuevos mártires alcance para la Iglesia en España y en las otras Naciones de las cuales algunos de ellos eran originarios, muchos frutos de auténtica vida cristiana: un amor que venza la tibieza, una ilusión que estimule la esperanza, un respeto que dé acogida a la verdad y una generosidad que abra el corazón a las necesidades de los más pobres del mundo. Que la Virgen María, Reina de los Mártires, nos obtenga de su divino Hijo esta gracia que ahora, con total confianza, ponemos en sus manos de Madre. Amén.

Roma, 29 de octubre de 2007