Alain de Benoist - Charles Maurras

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  • 8/3/2019 Alain de Benoist - Charles Maurras

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    Texto publicado en la revista catlica La Nef (2003)

    CHARLES MAURRASAlain de Benoist

    Traduccin de Jos Antonio Hernndez Garca

    La Nef me pidi desempear de alguna manera el papel de contra-rplica alrecordar algunos de los lmites del pensamiento maurrasiano. Con mucho gustotomo el riesgo sin ignorar que este tipo de ejercicio entraa las mayoresposibilidades de dejar descontento a todo mundo: a los maurrasianos, que bajo losojos de la devocin consideran insuperable la obra de su maestro, y a los anti-maurrasianos, quienes por supuesto no dejan de ver como insuficiente cualquiercrtica.

    Vayamos directo a lo esencial. Maurras es tenido ante todo como el terico de lamonarqua, a quien con razn se identifica con una gran familia a la que l creepoder demostrar la necesidad como se demuestra un teorema. La institucinmonrquica, a la que l no cuestiona para no negarle sus mritos, representara,sin embargo, la mejor forma de encarar los problemas polticos de este tiempo? Elespectculo de las monarquas actuales nos conduce a dudarlo. Las que todavaexisten en Europa no son ms que democracias (liberales) coronadas. Y sobretodo, el estado general de la sociedad es hoy da el mismo en todos los pasesoccidentales, sean repblicas o monarquas. Este solo hecho nos lleva a pensarque Maurras sobrestim los poderes de la institucin. En lugar de reflexionar sobrelas condiciones de formacin del vnculo social, sobre la pluralidad de factores en

    juego en cualquier dinmica social, crey que lo esencial de los problemas poda ydeba regularse desde lo alto. se ya no es el caso.

    Es cierto que Maurras tambin dijo que l no quera una monarquaparlamentaria. Pero entonces, qu queda? Una monarqua de derecho divino?Conocemos bien las condiciones. Quin puede creer seriamente que lahumanidad occidental puede volver a un rgimen de heteronoma del que, parabien o para mal, ya est hoy fuera?

    A partir de all, Maurras se deja llevar por una imagen del todo maniquea. Alidealizar el Antiguo Rgimen, no ve cmo la monarqua francesa, deseosa deliquidar el antiguo orden feudal, promovi constantemente a la burguesa endetrimento de la aristocracia, cmo contribuy a edificar un vasto mercado que

    consagr a esta misma burguesa, ni cmo se emple para poner en marcha unproceso de centralizacin poltica y de racionalizacin administrativa que laRevolucin como lo demostr Tocqueville solamente aceler y agrav.

    Paralelamente, hace un elogio ditirmbico de los reyes de Francia, y despotricaen contra de la barbarie alemana, olvidando que las dinastas merovingia,carolingia y capeta eran todas de origen germnico, y que el nombre mismo deFrancia le viene de un conquistador alemn.

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    2Su referencia al nacionalismo no es menos paradjica. Es en efecto con la

    Revolucin que la nacin adquiere su sentido poltico: el grito de Viva la nacin!es en su origen un grito de guerra contra el rey. Y es tambin por eso que losprimeros contrarrevolucionarios, como el abad Barruel, estigmatizaban elnacionalismo de los revolucionarios jacobinos. En Francia, el nacionalismo se

    formula como doctrina de derecha hasta el momento del affaireDreyfus.Cuando Barrs recuerda la querella de los nacionalistas y los cosmopolitas (LeFigaro, 4 de julio de 1892), l mismo no se coloca todava entre los primeros,antes al contrario. Maurras invierte esta imagen al sostener que la Revolucin fueanti-nacional y de inspiracin extranjera: La Revolucin escribe procede deun esfuerzo del Extranjero y sus agentes. Sobre esta sorprendente afirmacin seescritura toda una construccin intelectual donde, sobre la base de un clasicismograndemente reivindicado, la Revolucin que sin embargo no ha dejado dereclamar para s el ejemplo de Roma y de Esparta es reducida a la obra de laReforma, mientras que el romanticismo sera la secuela natural de laRevolucin. Maurras ve la prueba de ello en la influencia extranjera de

    Rousseau, mientras que el autor del Contrato Social, crtico implacable de lafilosofa de las Luces a la que tambin se adheran los hombres de 1789, es muyconsciente de la contradiccin entre los derechos del hombre y los del ciudadanol no identifica la voluntad general con la voluntad de todos no vacila en escribir:

    El ciudadano tiene pasin por su patria, el hombre por lahumanidad; ambas pasiones son incompatibles [...] Todo patriotaes duro con los extranjeros: ellos son slo hombres, nada ante susojos. Este inconveniente es inevitable, pero es lbil. Lo esencial esser bueno con la gente con quien se vive.

    Respecto del romanticismo, Maurras no quiere reconocer ms que a las figurasliterarias francesas, seleccionadas adems slo por necesidades demostrativas(Lamartine y Musset ms que Alfred de Vigny). Pone en el origen una Alemaniaque detesta los alemanes, dice framente, solamente son candidatos a lahumanidad y de la que cmodamente no conoce estrictamente nada. Que elpensamiento poltico del romanticismo alemn, de inspiracin frecuentementecatlica, haya sido con Adam Mller o Joseph Grres, por no citar ms que ados el principal terreno donde pudo germinar, ms all del Rhin, la crtica de lamodernidad liberal, no le implic visiblemente ningn problema.

    Es verdad que hizo incluso la apologa de la universalidad, aunque se cuida deafirmar el valor general de sus propios principios. En el lmite, slo Francia ameritasegn el ser puesta como monarqua, mientras que los dems pases merecenms bien ser metidos a la democracia para debilitarlos. Maurras, en 1909, seenorgullece de no ser patriota en favor de la patria de otro. Qu es para lentonces la verdad poltica? La poltica natural y tambin la naturalezahumana?

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    3Su denuncia del morbus democraticus, de la democracia como simple ley del

    nmero, retoma un estribillo conocido pero poco convincente. Los tericos de lademocracia jams pretendieron que la verdad poda cobrar voz. La justificacinque prevean era de otra naturaleza.

    Un estado de civilizacin donde los hombres, en tanto personasindividualmente consideradas, designan por libre eleccin a losdetentadores de la autoridad, y donde la nacin controle al Estado,es de suyo un estadio ms perfecto escribe Jacques Maritain.Pues si es verdad que la autoridad poltica tiene por funcinesencial dirigir a los hombres libres hacia el bien comn, esnormal que los hombres libres mismos elijan a quien tiene lafuncin de dirigirlos.

    La misma obsesin antidemocrtica, que lo lleva a abrigar cierto comunismodictatorial Quitad la democracia; un comunismo no igualitario puede adquirirdesarrollos tiles (Mis ideas polticas) conduce tambin a Maurras a decir queel anarquismo es la forma lgica de la democracia, lo que habra sorprendidomucho a Aristteles o a Pericles.

    En fin, pone con razn a la democracia y al liberalismo como trminosintercambiables. A propsito de las divagaciones de la democracia liberal,escribe tambin: Todo lo que se pregona en su honor jams har que el poderdel hombre pequeosea para elegir a su pap y su mam [...] Este punto normatodo. Vaya! Este punto no norma nada, comenzando por la cuestin de saberqu debe pasar cuando el hombre pequeo se vuelva grande.

    Se podran puntualizar otras cosas. Habra que empezar por la clebre poltica

    por principio, palabra de orden frecuentemente mal comprendida, ya que Maurrasseal muchas veces que deba ser tomada en su acepcin estrictamentecronolgica, mientras que en el orden de los fines es a la economa a la que debeatribuirse el lugar ms alto. La economa escribe Maurras es ms importanteque la poltica. Debe llegar despus de la poltica, igual que el fin llega despusque el medio. No es esto lo que enuncia precisamente la teora liberal? Y qudecir de un autor que ve, en la guerra civil, a justo ttulo la ms atroz de todas,pero que al mismo tiempo, y frecuentemente en trminos de una violenciaextraordinaria, no deja de denunciar una anti-Francia interior?

    Sus discpulos soberanistas, finalmente, parecen haber olvidado lo que tambin

    escribi enMis ideas polticas

    : Ni implcita ni explcitamente, aceptamos elprincipio de la soberana nacional, pues, al contrario, hemos opuesto a esteprincipio el principio de la soberana de la salud pblica, o del bien pblico, o delbien general. El historiador de las ideas se encuentra, a final de cuentas,demasiado confundido como para conceder a Maurras el lugar que se merece. Porun lado, ocupa evidentemente un lugar eminente, del que dan testimonio a la vezel considerable papel que tuvo y la perdurable influencia que ejerci. Ms an,Maurras constituye uno de los raros ejemplos de un hombre que supo ser, a la

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    4vez, pensador, jefe de una escuela de pensamiento y animador de un movimientopoltico que marc profundamente su tiempo. Y al mismo tiempo nos atrevemos adecirlo no es un gran terico poltico, un terico como pueden ser Maquiavelo,Hobbes, Rousseau, Tocqueville o Marx. En filosofa pura, en sociologa pura, eneconoma pura, sus conocimientos frecuentemente son dbiles. Lo mejor de l, su

    crtica al contractualismo, al parlamentarismo y al individualismo liberal fueformulada de manera mucho ms rigurosa en cantidad por otros autores.

    Interrogado en 1909 acerca de la mejor manera de despertar y de cultivar entrelos nios el amor a la patria, l responde: Hacindolos aprender muchos versosde La Fontaine. A este respecto, Maurras permanece sobre todo como un literatoy un hombre de finales del siglo XIX. Es fundamentalmente un escritor y unescritor a considerar: sus poemas son sobre todo admirables.

    Esto no disminuye evidentemente ninguna de sus cualidades ni repitmoslo suimportancia, que frecuentemente se ha subvalorado. Ms all de sus errores y desus juicios a veces injustos, su valenta, su desinters, su exigente pasin, suextrema sinceridad, su tenacidad y la increble suma de esfuerzos que supodesplegar en el curso de su vida, merecen respeto. Hay en Maurras algo muypropio, ms exactamente heroico. No hay muchos hombres pblicos de los que sepueda decir tanto.