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    LA POLTICA DE LOS SUBALTERNOS

    RHINA ROUX*

    A medida que algunos de los principales actores dela historia se alejan de nuestra atencin los polti-cos, los pensadores, los empresarios, los generales,avanza un inmenso reparto de personajes secunda-rios, de quienes habamos supuesto que eran me-ros acompaantes del proceso.

    E. P. THOMPSON

    1

    No venimos a humillar a nadie. No venimos a vencer anadie. No venimos a suplantar a nadie. No venimos a le-gislar. Venimos a que nos escuchen y a escucharlos. Veni-

    mos a dialogar. As, de manera sencilla, se expresaba una delas dimensiones profundas de la poltica: esa dimensin delacuerdo, posible por la palabra, que haca que los antiguos con-sideraran la poltica como la actividad en que se expresaba lacondicin propiamente humana. Quien as hablaba, una mu-jer indgena, se dispona a explicar, en la sede de la representa-cin poltica nacional, las razones de su insubordinacin ar-mada y a argumentar sobre agravios y derechos, justicias einjusticias. Y continuaba:

    * Politloga, profesora-investigadora de tiempo completo en la UAM-Xochimilco.

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    Sabemos que nuestra presencia en esta tribuna provoc agriasdiscusiones y enfrentamientos [...] Quienes no estn ahora yasaben que se negaron a escuchar lo que una mujer indgena ve-

    na a decirles y se negaron a hablar para que yo los escuchara.Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista,pero eso tampoco importa en este momento. Soy indgena y soymujer, y eso es lo nico que importa ahora [...] Desde hace mu-chos aos hemos venido sufriendo el dolor, el olvido, el despre-cio, la marginacin y la opresin [...] Por eso nosotras nos deci-dimos a organizar para luchar como mujer zapatista. Paracambiar la situacin porque ya estamos cansadas de tanto sufri-

    miento sin tener nuestros derechos. No les cuento todo esto paraque nos tengan lstima o que nos vengan a salvar de esos abu-sos. Nosotras hemos luchado por cambiar eso y lo seguiremoshaciendo.1

    As, Esther revelaba con su presencia, y en una misma in-terpelacin, el complejo entramado de la poltica. No por laincursin de un movimiento armado en los escenarios lumi-

    nosos de las instituciones del Estado, los nicos consideradospor la mirada estatal como espacios de la poltica: en realidad,hablando desde la tribuna del poder legislativo, Esther seguarepresentando para esa mirada una figura partisana: una pre-sencia extraa, trastocante, irregular.2

    Eran ms bien su presencia, su interpelacin y los motivosy propsitos de su insubordinacin en los que se condensabantres dimensiones de la poltica: la primera, la de la construccin

    1 Discurso de Esther, miembro del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional(EZLN), en el Congreso mexicano, en el marco de la movilizacin zapatista por elreconocimiento constitucional de los derechos y cultura indgenas. Ciudad de Mxi-co, 28 de marzo de 2001.

    2 La figura delpartisano es, para la mirada estatal, la representacin simblicadel disidente, del irregular. Incluida en la teora poltica de Carl Schmitt, quien latom del guerrillero espaol participante en la resistencia armada contra la invasinnapolenica a Espaa de principios del siglo XIX, la figura del partisano representa-

    ba al combatiente irregular, al que haba osado violar las reglas convencionales de

    la guerra entre ejrcitos. Visto en el interior del Estado, el partisano no inscribe suactividad en las coordenadas de la poltica estatal, de esa considerada por Schmittpoltica secundaria, orientada al mantenimiento de la normalidad de un orden. Deacuerdo con las reglas y fines de esa poltica, el partisano es visto como el irregular,el marginado, el real enemigo interno de un Estado que tiene como tarea la suspen-sin del conflicto. Carl Schmitt, El concepto de lo poltico, Buenos Aires, Folios, 1984.

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    de acuerdos para la ordenacin de la convivencia. La segunda,la de la confrontacin por la afirmacin de la propia existencia ypor el reconocimiento de una alteridad negada. La tercera, quetraspasa las fronteras territoriales del Estado y cuyo sentidoslo es comprensible desde una ubicacin en la reconfiguracinpoltica del espacio mundial y regional que acompaa hoy a lareestructuracin capitalista, es la de la confrontacin por la afir-macin de la existencia poltica del propio pueblo (espacio, costum-bres e historia) en los procesos de integracin regional en quese fragmenta internamente la nueva comunidad mundial de

    los negocios y las finanzas. Esther as lo explicaba:As es el Mxico que queremos los zapatistas. Uno donde los ind-genas seamos indgenas y mexicanos, uno donde el respeto a ladiferencia se balancee con el respeto a lo que nos hace iguales [...]Uno donde siempre se tenga presente que, formada por las dife-rencias, la nuestra es una nacin soberana e independiente. Y nouna colonia donde abunden los saqueos, las arbitrariedades y las

    vergenzas. Uno donde, en los momentos definitorios de nuestrahistoria, todas y todos pongamos por encima de nuestras diferen-cias lo que tenemos en comn, es decir, el ser mexicanos.

    Es la confrontacin articulada no en torno a una idea abs-tracta de nacin, sino desde la amenaza de destruccin de unmundo de vida con races antiguas y de despojo y exclusinde las condiciones materiales de reproduccin de la vida.

    2

    Dos visiones estn presentes en la percepcin comn sobre lapoltica: una es la de la poltica como una actividad propia degobernantes, polticos y dirigentes, en la que los subalternosno participan o lo hacen slo como objetos. Otra es la identifi-

    cacin de la poltica con las actividades que se desenvuelvenen el terreno de lo estatal: en los espacios de gobierno, en losparlamentos, en los aparatos partidarios y en las elecciones.

    Esta percepcin de la poltica no es slo resultado de unpensamiento elitista o estatalista. Encuentra una base objeti-

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    va en la propia configuracin de la sociedad moderna y des-cansa, explcita o tcitamente, en una nocin de la poltica.

    La separacin moderna entre el mundo de la produccin yde los intercambios y el mundo poltico-estatal produjo la re-presentacin, las elecciones y la organizacin en partidos polti-cos como nicas formas de participacin poltica ciudadana.La irrupcin de la sociedad civil como esfera de los interesesprivados, y distinta de la esfera estatal, separ la condicinciudadana de la actividad poltica, que haban estado unidasen la antigedad. La socialidad moderna hara de la poltica

    una actividad especializada realizada por unos cuantos.

    3

    La comprensin de la poltica como una actividad referida alEstado, como accin orientada a dirigir el aparato estatal, aconquistar el poder poltico o a influir en l, sea como un me-

    dio o como un fin, forma parte del imaginario poltico de lamodernidad que acompaa la existencia del Estado nacional,soberano y territorialmente delimitado, que se configura y di-funde mundialmente entre los siglos XVI y XX.

    Es una nocin de la poltica que se desprende de un con-cepto de Estado que subraya como atributo distintivo de loestatal el monopolio de la violencia fsica. Es esa nocin de lapoltica, derivada de esa comprensin del Estado, la expuestapor Weber en La poltica como vocacin:

    [...] el Estado es una comunidad humana dentro de los lmitesde un territorio establecido, ya que ste es un elemento que lodistingue, la cual reclama para ella con el triunfo aseguradoel monopolio de la legtima violencia fsica [...] Por consiguien-te, el concepto poltico habr de significar la aspiracin(streben)a tomar parte en el poder o a influir en la distribucin del mis-mo, ya sea entre los diferentes Estados, ya en lo que concierne,dentro del propio Estado, a los distintos conglomerados de indi-viduos que lo integran. Esto se relaciona intrnsecamente con elsentido usual del vocablo [...] Quienquiera que haga polticaanhela llegar al poder; al poder como medio para el logro de

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    otras miras, ya sea por puro ideal o por egosmo, o al poder porel poder, para disfrutar de una sensacin de valimiento, la cualle es concedida por el poder.3

    El error contenido en la identificacin de lo poltico con loestatal fue sealado por Carl Schmitt desde 1939 con dos argu-mentos: uno era la confusin terica que supona asimilar unacategora abstracta lo poltico a una forma histrica de launidad poltica: el Estado nacional. El otro haca referencia alas transformaciones histricas operadas en el Estado moder-

    no con el quiebre del Estado liberal y el ascenso del Estadocorporativo el Estado total y con lo que Schmitt avizo-raba como el fin de la poca de la estatalidad, es decir, del Es-tado como titular del monopolio de la decisin poltica.4 Un mo-nopolio que, por lo dems, para Schmitt como muchos siglosantes tambin para Hobbes no descansaba en el uso de lafuerza, sino en el cumplimiento de laproteccin a los sbditos aque estaba obligado el soberano como condicin para obtener

    obediencia.Schmitt no slo consideraba lo poltico un concepto msamplio que lo estatal, sino a la poltica estatal como una polti-ca secundaria, domstica, frente a lo que pensaba como lapoltica real: la concerniente a la relacin con otros estados.Lograda la unidad poltica, suspendido el conflicto interno, ga-rantizado el monopolio de la decisin poltica, la poltica den-tro de las fronteras estatales se reduca a mantener la normali-dad de un orden, a menos que irrumpiera la enemistad, quefuera quebrada la unidad interna, que se rompiera la comu-nidad de amigos estatal, cuya expresin exacerbada era laguerra civil.

    El criterio que defina lo poltico no era para Schmitt el Es-tado, sino la distincin amigo-enemigo. Lo poltico refera algrado de intensidad de una unin o de una separacin, de

    una asociacin o de una disociacin de hombres en el mbitode lo pblico, independientemente de los motivos de la asocia-

    3 Max Weber, El poltico y el cientfico, 7a. ed., Mxico, Ediciones Coyoacn, 2001,pp. 8-9.

    4 Carl Schmitt, op. cit., pp. 3-22.

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    cin o confrontacin.5 Desde esta perspectiva, quedaban com-prendidas en la poltica confrontaciones externas a lo estataly usualmente consideradas no polticas. De paso, Schmittpona al descubierto las implicaciones de la identificacinde raigambre liberal de lo poltico con lo estatal:

    Un dominio sobre los hombres fundado en bases econmicasdebe aparecer como un terrible engao precisamente si se man-tiene como no poltico, puesto que en tal caso se despoja de todaresponsabilidad y evidencia poltica. El concepto de intercam-bio no excluye en absoluto, en el plano conceptual, que uno delos trminos sufra un dao y que un sistema de contratos rec-procos pueda finalmente transformarse en un sistema de la mscruda explotacin y opresin. Si los explotados y oprimidos re-curren a la defensa en una situacin semejante no pueden obvia-mente hacerlo con instrumentos econmicos. Es pues fcilmen-te comprensible que los titulares del poder econmico repudiencomo violencia y violacin, y traten de impedir, todo intento deun cambio extraeconmico de su posicin de poder. Slo que

    de ese modo se quiebra toda construccin ideal de una sociedadfundada en el intercambio y en contratos recprocos, y por lotanto, eo ipso, pacfica y justa.6

    4

    Los antiguos pensaban en la poltica como la actividad prcti-ca en que se expresaba la condicin propiamente humana, aque-llo que distingua al hombre de los animales: su vinculacincon los otros desde el reconocimiento recproco en un mundocomn, posibilitado por el lenguaje, porque, argumentabaAristteles, convivir significa esto y no alimentarse del mis-mo pasto, como en el caso de los ganados.7

    5 Carl Schmitt no se refiere a la actividad de la poltica, sino al criterio de lo

    poltico: la definicin de la relacin amigo-enemigo. En la primera se funda la unidadpoltica, el Estado, el nosotros. En la segunda, en la definicin del enemigo, delexistencialmente Otro que amenaza la propia existencia, se fundara la confronta-cin propiamentepoltica, en la que laguerra est siempre supuesta.

    6Ibid., p. 74.7 Aristteles, tica a Nicmaco, Madrid, Alianza, 2001, p. 281.

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    Entendida como parte de la tica, es decir, del conocimien-to sobre las acciones humanas para orientarlas hacia el logrode una vida buena, la poltica estaba dirigida a modelar lavida en comunidad para hacer de los hombres seres virtuo-sos, realizando su naturaleza libre y racional.

    La poltica implicaba un nivel civilizatorio; que el hombrehaba trascendido, sin abandonarlo, el mundo natural y los lmi-tes impuestos por la necesidad de reproduccin de la vida fsica,para vivir en comunidad poltica. Al hablar del hombre como zoonpolitikon Aristteles no quera decir que considerara la poltica

    como un atributo inherente al hombre, cual si se tratara de unapieza de un aparato instintivo con la que el hombre llegara almundo desde su nacimiento. El zoon politikon era el hombre-de-la-ciudad, el perteneciente a una comunidad poltica, slo en cuyoseno poda realizarse plenamente como humano.

    Ello no significaba que los hombres se hubieran emancipa-do de las necesidades materiales inherentes a la reproduccinde su existencia: el ser humano necesitaba alimentarse, vestir-

    se y protegerse, como necesitaba procrear para reproducir laespecie. Pero esas funciones, compartidas con el mundo ani-mal, tenan un significado humano slo en comunidad poltica,es decir, en la construccin de un mundo de significados co-munes que posibilitaran la convivencia: nociones compartidasde lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto.

    La razn por la que el hombre es un animal poltico en mayor

    grado que cualquier abeja o cualquier otro animal gregario esevidente escriba Aristteles, pues la naturaleza no hace nadaen vano; y slo el hombre, entre los animales, posee la palabra;la voz, por su parte, slo sirve para significar la pena y el placer,motivo por el cual pertenece a los dems animales por igual,mientras que la palabra, por su parte, sirve para expresar lo con-veniente o lo nocivo y, por lo mismo, tambin lo justo y lo injus-to; esto, en efecto, es propio y caracterstico de los hombres en

    relacin a los dems animales, a saber, tener sensacin del bien ydel mal, de lo justo, as como de las dems cualidades de estandole, y la comunidad de tales sentimientos da lugar a la fami-lia y a la ciudad.8

    8 Aristteles, Poltica, en Obras, Madrid, Aguilar, 1986, libro I, cap. 2, p. 680.

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    Era en la condicin ciudadana, en el derecho a discutir ydecidir los asuntos de la comunidad poltica, en donde podarealizarse plenamente la vida y la libertad humanas. Era en laparticipacin en la vida pblica, en el ejercicio de las funcionesgubernativas, en la elaboracin de las leyes y en la imparticinde justicia, donde se expresaba esa socialidad exclusiva delmundo humano.

    mbito de la libertad, de la accin humana orientada aaquello que puede ser de otra manera, esta concepcinaristotlica de la poltica tena, sin embargo, como supuesto y

    condicin de posibilidad la existencia de esclavos: de los con-siderados por naturaleza herramientas vivientes, no-libres,no plenamente humanos. De aquellos que, segn Aristteles,se distinguan por su rendimiento corporal, por participar dela razn slo en la medida en que sta se halla implicada en lasensacin y cuyas virtudes eran hacer uso de su cuerpo y dequienes esto es lo mejor que puede resultar.9

    Los ciudadanos, los que se dedicaban a la filosofa y a la

    poltica, requeran para serlo de la existencia de aquellos cuyacorporalidad, bajo el mando y la propiedad de otro, estabadestinada a la produccin para la satisfaccin de las necesida-des de la vida: si todo instrumento pudiera realizar su propiotrabajo, cuando se le ordenara o porque viera por adelantadoqu es lo que haba que hacer [...] si las lanzaderas tejieran asy las pas tocaran el arpa por s mismas, los maestros artesa-nos no necesitaran ayudantes ni los seores necesitaran es-clavos, es la famosa sentencia con la que Aristteles resumael imperativo social que fundamentaba, a su juicio, la existen-cia de esclavos. Miembro de lapolis, pero no ciudadano, el es-clavo y su trabajo, anclados en la esfera de las necesidades,eran la condicin de posibilidad de la libertad y la actividadpoltica de otros y de la existencia misma de la comuni-dad poltica.

    9 Ibid., libro I, caps. 4-5, pp. 683-687.

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    Aquel criterio antiguo que haca depender la actividad polti-ca de la liberacin del trabajo manual, de la disposicin de untiempo de ocio y de la superacin del reino de las necesidadesmateriales, no se perdi con la modernidad ni con el discursoilustrado. El discurso poltico de la modernidad no admiti yala esclavitud ni ninguna otra forma de dependencia personal.Apel, por el contrario, a la libertad natural y a la igualdadentre los hombres y coloc la voluntad y la razn como tam-

    bin haban hecho los antiguos en el origen de la comuni-dad poltica. Sin embargo, aquel criterio antiguo que asociabael ejercicio de la poltica con la libertad y, por tanto, con la su-peracin de las exigencias propias de la reproduccin materialde la vida, sigui operando. Pero aquello que para los griegoshaban significado la razn y la autonoma como condicionesde la ciudadana y la participacin poltica fue identificado, enel temprano discurso liberal, con la propiedad.

    Esa asociacin entre autonoma y propiedad sirvi parafundamentar, en el trnsito del absolutismo a la repblica, laexclusin de los trabajadores y los pobres de los derechos pol-ticos, el voto censitario y la diferenciacin de los ciudadanosen activos ypasivos: ambos pertenecientes a la comunidad esta-tal pero slo los primeros, los propietarios, con derecho a vo-tar y a ser elegidos.10 As, en sus Principios de poltica, Constant,reconociendo el principio de la soberana del pueblo, pero dife-rencindolo de su significado prctico, argumentaba:

    En nuestras sociedades actuales, el nacimiento en el pas y lamadurez de edad no bastan para conferir a los hombres las cua-lidades requeridas por el ejercicio de los derechos de ciudada-

    10 La constitucin francesa de 1791, la primera surgida de la revolucin, estable-ci como requisitos para la ciudadana activa el pago de un impuesto correspon-

    diente a tres jornadas de trabajo y no pertenecer a la clase de los sirvientes doms-ticos. Su promulgacin fue acompaada de la Ley Le Chapelier, que prohiba laasociacin de los trabajadores en sindicatos, considerados agrupamientos sediciososy cuya formacin era castigada con la prisin. En Inglaterra se calcula que todava amediados del siglo XVIII podan ejercer el voto slo 245 000 de un total de 4.5 millo-nes de ciudadanos.

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    na. Aquellos a quienes la pobreza mantiene en una perpetuadependencia y condena a trabajos diarios, no poseen mayor ilus-tracin que los nios acerca de los asuntos pblicos, ni tienen

    mayor inters que los extranjeros en una prosperidad nacionalcuyos elementos no conocen y en cuyos beneficios slo partici-pan indirectamente.

    No quiero cometer ninguna injusticia con la clase trabajado-ra. Es tan patriota como cualquiera de las restantes y, a menudo,realiza los ms heroicos sacrificios [...] Pero una cosa es, a mijuicio, el patriotismo por el que una persona debe estar dispues-ta a morir por su pas, y otra distinta el patriotismo por el que se

    cuidan los propios intereses. Es preciso, pues, adems del naci-miento y la edad legal, un tercer requisito: el tiempo libre indis-pensable para ilustrarse y llegar a poseer rectitud de juicio. Slola riqueza asegura el ocio necesario, slo ella capacita al hombrepara el ejercicio de los derechos polticos.11

    Resultado no de concesiones, sino de luchas, movilizacionesy rebeliones de las clases subalternas como el movimiento

    cartista de los obreros ingleses y las revoluciones de 1848 enEuropa, en el Estado moderno se terminara admitiendo laampliacin del sufragio a todos los ciudadanos.

    Sin embargo, la extensin de los derechos polticos a lo lar-go del siglo XIX y principios del XX no signific la superacinde aquel desgarramiento entre ciudadana y participacin po-ltica contenido en la modernidad capitalista. Ms all del dis-curso poltico de la modernidad, la propia configuracin de lasociedad moderna implic la conservacin, bajo otra forma,de aquella separacin antigua entre la esfera de la reproduc-cin material de la vida y la esfera de la poltica, haciendo dela poltica una actividad especializada ejercida por unos cuan-tos: aquellos a los que Weber se refera como los polticos pro-fesionales, a los que hacan de la poltica su vocacin.

    Anclada en la socialidad abstracta del mercado capitalista,

    la comunidad civil moderna hizo a todos los individuos pro-pietarios privados libres e iguales entre s miembros del Es-tado, pero no a todos partcipes de la poltica.

    11 Benjamin Constant, Principios de poltica, Mxico, Gernika, 2000, pp. 88-89.

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    La configuracin de la sociedad civil como esfera de los in-tereses privados orientada a la satisfaccin de necesidades, yla constitucin de lo poltico-estatal como una esfera separaday diferenciada de aquel mbito, produjeron el fenmeno de larepresentacin poltica, el momento de las elecciones y la or-ganizacin en partidos polticos como las nicas formas departicipacin poltica de los ciudadanos, incluidos los subal-ternos.

    Era a esta separacin entre ciudadana ypoltica, propia dela sociedad moderna, a la que se refera Constant cuando ha-

    ca su clsica distincin entre la libertad de los antiguos y la liber-tad de los modernos: nosotros no podemos gozar de la libertadde los antiguos, la cual se compona de la participacin activay constante del poder colectivo, deca Constant en 1819, ha-blando en el Ateneo de Pars. Nuestra libertad debe compo-nerse del goce pacfico y de la independencia privada. Y com-paraba:

    La parte que en la antigedad tomaba cada uno en la soberananacional no era, como entre nosotros, una suposicin abstracta;la voluntad de cada uno tena una influencia real [...] El objetode los antiguos era dividir el poder social entre todos los ciuda-danos de una misma patria: esto era lo que ellos llamaban liber-tad. El objeto de los modernos es la seguridad de sus goces pri-vados; y ellos llaman libertad a las garantas concedidas por lasinstituciones de estos mismos goces.12

    A esa separacin, que hizo de la poltica una actividad depocos, se referira tambin Michels ms de un siglo despus ensu estudio sociolgico de las tendencias oligrquicas de lademocracia moderna. La oligarquizacin de la poltica no era,en su anlisis, producto de la maldad de los dirigentes (sibien adverta ciertas constelaciones psicolgicas entre dirigen-tes y dirigidos enraizadas en hondas carencias humanas). Te-

    na tambin que ver con esa separacin, propia del mundomoderno, entre el mbito de las actividades orientadas a la

    12 Benjamin Constant, De la libertad de los antiguos comparada con la de losmodernos (1819), en Del espritu de conquista, Madrid, Tecnos, 1988.

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    satisfaccin de necesidades y la esfera de lo poltico. Laburocratizacin de la socialdemocracia alemana y el enquis-tamiento de sus dirigentes haban empezado, a su juicio, des-de el momento en que el trabajador comn no poda dedicarsea las actividades del partido de tiempo completo.13

    Yo no soy poltico, insista una y otra vez Zapata duran-te la Revolucin Mexicana, revelando no slo su recelo de lasreglas y modos contenidos en la poltica estatal, sino cmo esaconfiguracin de la vida social moderna opera en el imagina-rio colectivo. Por supuesto, Zapata haca poltica como la

    hacan, desde su propio horizonte, Madero o Carranza. Aun-que se negara a sentarse en la silla presidencial y aunque notuviera un horizonte de lucha estatal-nacional, haca polticaporque la guerra campesina por la tierra implicaba una con-frontacin en la que estaban en juego las reglas de organiza-cin de la vida social y porque en la defensa de lospueblos esta-ba contenida la defensa de una nocin del bien pblico y de lavida ciudadana, expresada no slo en las leyes agrarias, sino

    en las leyes zapatistas de organizacin municipal.

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    La modernidad capitalista escindi poltica y ciudadana, quehaban estado unidas en la antigedad. Implic en cambio, enla prctica y sin coercin fsica, mantener aquella separacinplanteada por los antiguos entre la actividad, impuestapor la necesidad, dirigida a la reproduccin de la vida, y elejercicio de la libertad supuesto en la accin poltica. Es a estefenmeno al que, desde la tradicin aristotlica, se referaHannah Arendt en sus reflexiones sobre la poltica:

    En la sociedad moderna el laborante no est sometido a ninguna

    violencia y a ninguna dominacin, est obligado por la necesi-dad inmediata inherente a la vida misma. Por lo tanto, la nece-sidad ocupa el lugar de la violencia y la pregunta es cul de las

    13 Robert Michels, Los partidos polticos. Un estudio sociolgico de las tendenciasoligrquicas de la democracia moderna, 3a. reimp., Buenos Aires, Amorrortu, 1983.

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    dos coerciones podemos resistir mejor, la de la violencia o la dela necesidad [...] La vida de la sociedad est fcticamente domi-nada no por la libertad sino por la necesidad.14

    En estas coordenadas los supuestos aristotlicos sobre lapoltica no slo fueron recuperados y adaptados por unavertiente de la tradicin liberal para argumentar la exclusindel homo oeconomicus del escenario de la poltica. La funda-mentacin aristotlica de la condicin humana y, dentro deella, la asociacin entre libertad y poltica, fue tambin res-

    catada por otras tradiciones del pensamiento moderno paracriticar, como Hegel, tanto las limitaciones de la democracialiberal como la fundamentacin del Estado hecha por elcontractualismo liberal.

    Fue desde aquella concepcin antigua de la poltica queHegel critic el socavamiento de la politicidad del ciudadanomoderno implicado en la democracia representativa liberal ydesde que abrev para fundamentar la necesidad de supera-

    cin tica, como comunidad poltica, de la fragmentacin e in-mediatez constitutivas de la sociedad civil moderna en tan-to esfera de los intereses privados.

    Pero aquella fundamentacin antigua sobre la naturaleza, lalibertad y la poltica fue tambin rescatada para revelar, desdeuna perspectiva crtica y desde una tica de la libertad, el signi-ficado profundo de la dominacin en la sociedad moderna.

    Desplegado por Marx en losManuscritos de 1844, el conceptode trabajo enajenado no slo contena la idea del extraamien-to del trabajador respecto de s mismo por la prdida de controlde su actividad productiva y del producto de su trabajo, sino laidea de la negacin de la libertad que supona la reduccin dela vida humana a la satisfaccin de necesidades: el capital libe-raba a los productores modernos de la coercin fsica y de loslazos de dependencia personal, pero condenaba al trabajador a

    la animalidad obligndolo a convertir su actividad vital en unmedio para la mera reproduccin de la existencia fsica.15

    14 Hannah Arendt, Qu es la poltica?, Buenos Aires, Paids, 1997, p. 95.15 El trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, escriba Marx en una

    reflexin nutrida del pensamiento antiguo, aparece ante el hombre slo como un

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    La realizacin de la libertad, la afirmacin de la vida comovida humana , pasaba entonces no por la economa o por unajusticia distributiva, sino por lapoltica, por la recuperacin dela politicidad. Entendida por los griegos como accin humanaen la que estaba implicada la trascendencia de una vida slodirigida a la satisfaccin de necesidades, la recuperacin de lapoltica se esbozaba en Marx como momento fundamental delproceso de realizacin de lo humano. Marx encontrara des-pus, en los Grundrisse, que en esa coercin impuesta por lareproduccin de la existencia fsica estaba uno de los momen-

    tos de la reproduccin de la dominacin del capital; en otraspalabras, la necesidad de conservacin de la propia vida delproductor como mecanismo perverso en que se anclaba la do-minacin del capital.

    Libertad y poltica quedaban as asociadas. La recupera-cin de la politicidad significaba recuperar el derecho a deter-minar el sentido y los fines de la propia vida rompiendo lasubordinacin de la actividad vital a la voluntad de otro, al

    servicio de otro, bajo las rdenes, la compulsin y el yugo deotro y el derecho a determinar la forma de la vida social. Esesa afirmacin de la libertad la que permite explicar, en losmomentos de rebelin, esa disposicin de los oprimidos in-comprensible para la mirada del dominador a sacrificar lavida fsica en aras de la realizacin de una vida humana.

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    La configuracin de la sociedad moderna no slo implic laconstitucin de lo poltico-estatal como una esfera diferencia-da de otras dimensiones de la vida social. Implic tambin que

    medio para la satisfaccin de una necesidad, de la necesidad de mantener la existen-cia fsica [..] La vida misma aparece slo como medio de vida [...] El trabajo enajenado,al arrancar al hombre el objeto de su produccin, le arranca su vida genrica, su realobjetividad genrica, y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, puesse ve privado de su cuerpo inorgnico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degra-dar la actividad propia, la actividad libre, a la condicin de medio, hace el trabajoenajenado de la vida genrica del hombre un medio para su existencia fsica. K. Marx,

    Manuscritos: economa y filosofa, Barcelona, Altaya, 1993, pp. 115-117.

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    en la forma poltica que adopt la relacionalidad humana, elEstado nacional, se incluyera como uno de sus atributos fun-damentales el de la soberana: la existencia de un mando nico,exclusivo y supremo dentro de un territorio; ese atributo que,en la poca de la estatalidad, significaba para Carl Schmitt elms extraordinario de todos los monopolios: el monopolio dela decisin poltica, es decir, la decisin ltima sobre la defini-cin de la relacin amigo-enemigo (hacia dentro y hacia fuera)y sobre las leyes que rigen la comunidad poltica. Un monopo-lio que se constituye y se nutre, segn los tericos de la sobera-

    na, desde la renuncia al uso privado de la fuerza y a laimparticin de justicia, y que otorga al soberano, para decirlocon Hobbes, la espada de la guerra y la espada de la justicia: elderecho exclusivo al uso de la fuerza y el derecho de dar leyesa una comunidad poltica.16 A esta configuracin del Estadomoderno correspondi otra manera de pensar la poltica.

    La nocin antigua de la poltica como actividad orientadaal logro de una vida buena, fundada en la razn y en la posibili-

    dad del acuerdo, no se perdi con la modernidad. Pervivi bajootra forma en la idea, planteada por el contractualismo liberal,del contrato como fuente de la asociacin y de la autoridadpoltica que permita trascender el estado de naturalezaprepoltico. Y pervivi tambin en la idea hegeliana de la re-conciliacin estatal de los intereses privados; de la superacin,en comunidad poltica, de la sociedad civil, internamente des-garrada por la inmediatez de los intereses privados. Pero aque-lla nocin antigua de la poltica se entrelaz con otra, nueva yradicalmente distinta: la de la poltica como un arte, como unatcnica.

    Inaugurada por Maquiavelo en el siglo XVI, en la poca dela construccin de los estados nacionales en Europa, esta ideamoderna hizo de la poltica el arte de gobernar a los pueblos,el arte de adquirir y mantener un Estado. Un arte que deba

    desplegarse sin consideraciones de tipo moral o, para ser msprecisos, de acuerdo con otra moralidad, que era la dictadapor la razn de Estado: esa que obliga a los gobernantes a

    16 Thomas Hobbes, Elementos de derecho natural y poltico, Madrid, Centro de Es-tudios Constitucionales, 1979, p. 260.

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    hacer lo necesario para su conservacin. Es esa nueva raciona-lidad la que lleva a Maquiavelo a aconsejar al Prncipe apren-der a no ser bueno, y a servirse o no de esta facultad segn quelas circunstancias lo exijan, a no apartarse del bien mientraslo puede, sino a saber entrar en el mal cuando hay necesidad.

    Asociada desde su poca con una nocin de la poltica in-moral o amoral, inscritas sus obras en el Index librorumprohibitorum la primera lista de libros prohibidos publicadaen 1552, esta nueva comprensin de la poltica iniciada conMaquiavelo se propuso, en ruptura con los antiguos pero tam-

    bin con la moralidad cristiana, inscribir la accin poltica enlas coordenadas del realismo: no en el cmo deberan ser loshombres, sino en cmo son realmente.

    Pero es tambin, ms all de las circunstancias histricasde su nacimiento, una idea de la poltica que contiene el mo-mento de la efectividad: el de la capacidad para traducir la vo-luntad humana en suceso histrico, es decir, en accintransformadora alejada tanto de un voluntarismo desprendi-

    do de la realidad como del reemplazo de la poltica por la pr-dica moral.

    Fundada en el nuevo concepto de virt renacentista, queno es ya la virtud antigua expresada en la capacidad de subor-dinar las pasiones a la razn, ni la virtud cristiana que apela ala bondad y la humildad, sino una que apela a la osada, fuer-za, astucia e inteligencia humanas para intervenir y modificarel orden de las cosas, domeando a la Fortuna (Dios, azar odestino), esta idea de la poltica recuperada por Gramsci ensus Cuaderni dei carcere, que contienen su crtica del marxismoeconomicista subraya esa cualidad distintiva de la polticacomo accin humana referida a la libertad y la voluntad: laque impulsa a la accin, a la modificacin del orden existente,a la creacin de un orden nuevo y que permite a Gramsci en-contrar en Maquiavelo contra la interpretacin tradicional

    un imperativo moral que gua sus recomendaciones al Prncipe,este ltimo figura simblica, encarnacin mtica, de la organi-zacin de una voluntad colectiva.

    Maquiavelo, escribir Gramsci, no es un mero cientfico;es un hombre de partido, de pasiones poderosas, un poltico

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    de accin que quiere crear nuevas relaciones de fuerzas y nopuede por ello dejar de ocuparse del deber ser, no entendidopor cierto en sentido moralista. Y continuaba Gramsci su re-flexin en otro tiempo histrico y cultural, pero con una mis-ma preocupacin prctica y en medio del fascismo de li-beracin efectiva:

    El poltico de accin es un creador, un suscitador, mas no crea dela nada ni se mueve en el turbio vaco de sus deseos y sueos. Sebasa en la realidad efectiva [...] Aplicar la voluntad a la creacinde un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y ope-rantes, fundndose sobre aquella que se considera progresista, yreforzndola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el te-rreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (ocontribuir a ello). El deber ser es por consiguiente lo concreto,o mejor, es la nica interpretacin realista e historicista de la rea-lidad, la nica historia y filosofa de la accin, la nica poltica.17

    Hecha no desde el Prncipe, sino desde los sbditos, la lec-tura de la poltica abierta por Maquiavelo implica su compren-sin como dimensin de la actividad humana relativa a la vo-luntad; la que crea los resortes que impulsan la accin, sea bajola forma del mito en Gramsci, de la idea de redencin en Benjamino de la aoranza de una justicia plena en Horkheimer. E implicatambin que el arte de la poltica sea repensado de tal maneraque, sin abandonar los principios que desde la subalternidad

    se inscriben en una tica de la libertad, la poltica se traduz-ca en efectividad en la realizacin de los fines propuestos.

    8

    Desde el siglo XIX una corriente de la historiografa empez adistinguirse por su empeo en reconstruir una historia social,

    es decir, una historia distinta de aquella que, centrada en losgrandes personajes y cuyo criterio de cientificidad era el usode fuentes directas, consista en una narracin de acontecimien-

    17 Antonio Gramsci, La poltica y el Estado moderno, Mxico, Premi, 1981, p. 38.

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    tos polticos cuyos protagonistas eran los grandes hroes, loscapitanes y los reyes. Frente a esa historiografa tradicional,representada en el siglo XIX por Leopold von Ranke, Micheletpropona hacer una historia de abajo: reconstruir la histo-ria de aquellos que sufrieron, trabajaron, decayeron y murie-ron sin ser capaces de describir sus sufrimientos.

    Inaugurada bajo la forma de una nueva interpretacin so-cial de la Revolucin Francesa, de la que Michelet mismo fueprecursor, esa nueva mirada de la historia que colocaba en elcentro del escenario a los actores annimos, se despleg a lo

    largo del siglo XX en varias tradiciones. Dentro y fuera de laescuela francesa de los Annales, descollante en el siglo XX porlas investigaciones histricas y las formulaciones terico-metodolgicas de Lucien Febvre, Marc Bloch y FernandBraudel, diversas generaciones de historiadores se han ocupa-do de rastrear, reconstruir y comprender la historia social, lahistoria de las clases subalternas, las mentalidades y la llama-da cultura plebeya.

    Por ellas podemos entender cmo la reproduccin del po-der estatal transita y se sostiene tambin en representacionescolectivas, como las descubiertas por Marc Bloch en Los reyestaumaturgos (1924): un estudio sobre los rituales y creencias entorno a los poderes milagrosos del rey mantenidos en Franciae Inglaterra durante ms de siete siglos. O saber, gracias a AlbertSoboul, cmo se organizaban, qu discutan, cmo pensaban ycules eran los resortes y las expectativas de los sans culottes enesos dos aos de movilizacin popular, 1793-1794, que marca-ron la etapa radical de la Revolucin Francesa. O comprenderque la constitucin de una clase, como muestra E. P. Thompsonen su clsico estudio sobre La formacin de la clase obrera en In-glaterra, es un proceso histrico fluido, tambin poltico y cul-tural, en el que, para decirlo con Thompson, la clase encar-nada en gente real participa de su propia formacin.

    O descubrir esas formas ocultas de resistencia a la dominacincon las que los subalternos estn continuamente renegociando,simblica y prcticamente, los trminos de la subordinacin,como las descubiertas por James C. Scott en su investigacinsobre un pueblo malayo: caza furtiva, ocupacin de tierras,

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    desercin y creacin de culturas disidentes que comprendenreligiones milenaristas o la elaboracin de imgenes del mun-do del revs.

    Esas reconstrucciones histricas son reveladoras de losmotivos profundos que llevan a los oprimidos a la interven-cin poltica, sea bajo la forma abierta de la rebelin, sea bajolas formas discretas e invisibles en el escenario pblico dela resistencia.

    Revelan tambin que las formas de la actividad poltica delas clases subalternas no siempre aparecen como polticas

    en el sentido tradicional o weberiano del trmino; que aveces adoptan la forma de motines por la subsistencia, comolos que recorrieron la historia inglesa del siglo XVIII y que, re-construidos y analizados por E. P. Thompson, revelan lgicasms profundas de las que podran parecer a simple vista comorespuestas al hambre; o que toman la forma de una demandaintransigente de devolucin de tierras a los pueblos, como laenarbolada por la guerrilla campesina de Zapata durante

    la Revolucin Mexicana.Muestran, por otra parte, que esa intervencin poltica de

    los subalternos construye su propia legitimidad a veces adop-tando para sus propios fines el discurso de los dominadores,como hicieron los sans culottes con los principios del derechonatural y la soberana del pueblo propagados por el discursoliberal ilustrado; o como sucedi con algunas rebeliones cam-pesinas del siglo XIX mexicano, que recuperaron para s el prin-cipio de la autonoma municipal como medio de preservacinde sus formas de gobierno comunitario.

    Revelan tambin que la cuestin del Estado no es un pro-blema que se dirima slo entre lites, sino que las clases subal-ternas participan activamente en su configuracin. Muestran,por ltimo, que las ideas y la actividad poltica de los oprimi-dos y subalternos no se forman en la proyeccin de sociedades

    futuras ni en la adopcin de una conciencia llevada desde fue-ra, sino desde su propia experiencia, politicidad y cultura.

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    La poltica no refiere a la actividad de los gobernantes y losdirigentes. Tampoco a las actividades que se desenvuelvenexclusivamente en el terreno de lo estatal. Lapoltica es esa di-mensin de actividad y relacionalidad humanas relativa al vi-vir juntos, a la organizacin de la vida en comn. Inherente alproceso de reproduccin social de vida humana , la poltica esactividad prctica que construye, en la confrontacin y el acuer-do, el espacio relacional de los seres humanos en tanto ciuda-

    danos: en tanto copartcipes de un ordenamiento normativode su convivencia.Las formas y espacios de la poltica han sido diversos a lo

    largo de la historia. Dependen de las formas de socialidad y delas configuraciones culturales y simblicas que acompaan aun modo de existencia y reproduccin de la vida humana. Sondistintas de la polis antigua al Estado moderno, y dentro deste, dependiendo de su configuracin histrica especfica, tr-

    tese de la monarqua absoluta, la repblica liberal o el Estadocorporativo. En la sociedad moderna, la poltica adquiere ade-ms un contenido especfico de acuerdo con la ubicacin delEstado en el orden poltico mundial o, para decirlo con Schmitt,en el pluriverso poltico de estados.

    Vista desde los subalternos, la poltica no puede disociarsede la dominacin. sta no refiere a una situacin de carenciamaterial: la pobreza no es una determinacin material, sino laexpresin de una condicinpoltica. Tampoco alude a la explo-tacin. sta, que es slo un momento de la dominacin, refiereal intercambio desigual contenido en la apropiacin gratuitadel trabajo y de los productos del trabajo ajeno, sea bajo la for-ma del tributo, la prestacin personal o el plusvalor. La domi-nacin en la que tambin pueden estar incluidos los no-in-corporados o expulsados del circuito de la produccin refiere

    a la voluntad: a una relacin prctica no-recproca entre volun-tades, una de las cuales es sometida o negada para la existen-cia y afirmacin de la otra.

    Entiendo como subalternos a todos aquellos individuos ygrupos que, en el proceso social de reproduccin de la existen-

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    cia humana, conforman una comunidad inferior en relacincon otros que deciden la forma y los fines de ese proceso: aque-llos cuya actividad vital y no slo productiva est bajo elmando de otro o depende de la voluntad de otro. As entendi-da, la dominacin incluye no slo el momento de la disposi-cin y apropiacin del trabajo, sino el socavamiento de lapoliticidad, de esa cualidad que otorga el carcter humano alproceso de reproduccin de la vida, hacindolo trascender lamera reproduccin de la existencia fsica: la capacidad del serhumano de determinar la forma de organizacin de su vida

    social.18

    La dominacin no refiere a una relacin econmica, sino auna relacin poltica: a una enemistad existencial que brota de ladominacin como negacin de la condicin humana. En la so-ciedad moderna, esa enemistad se crea y recrea en la subsuncindel trabajo vivo en el capital, en la conversin de la vida hu-mana en un medio para la valorizacin de valor.

    La dominacin, sin embargo, est mediada estatalmente:

    se realiza a travs de la existencia de la comunidad estatal, quecohesiona a dominadores y dominados, transmutando la ene-mistad en unidad poltica. Este vnculo estatal no se deriva delarbitrio ni es producto de un engao colectivo. Est contenidoen la dialctica de la dominacin que, para ser tal, supone almismo tiempo negacin y reconocimiento del dominado. Porque

    18 Refirindose a la modernidad capitalista, Bolvar Echeverra caracteriza este

    fenmeno comopoliticidad enajenada: instalado en la esfera de la circulacin mer-cantil, el Valor de la mercanca capitalista ha usurpado (bergrifen) a la comunidadhumana no slo directamente la ubicacin desde donde se decide sobre la corres-pondencia entre su sistema de necesidades de consumo y su sistema de capacida-des de produccin, sino tambin, indirectamente, la ubicacin poltica fundamen-tal desde donde se decide su propia identidad, es decir, la forma singular de susocialidad o la figura concreta de sus relaciones sociales de convivencia [...] la usur-pacin de la soberana social por parte de la repblica de las mercancas y sudictadura capitalista no puede ser pensada como el resultado de un acto fechadode expropiacin de un objeto o una cualidad perteneciente a un sujeto, y por tanto

    como estado de parlisis o anulacin definitiva de la politicidad social. Tal usurpa-cin es un acontecer permanente en la sociedad capitalista; es un proceso constan-te. El proceso de liberacin sera entendido, en consecuencia, como la permanentedesarticulacin y ruptura de ese proceso; como una reconquista de la soberana dela sociedad. Bolvar Echeverra, Las ilusiones de la modernidad, Mxico, UNAM/ElEquilibrista, 1995, pp. 174-175.

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    es una relacin entre dos voluntades y no una potencia delhombre sobre las cosas; siendo una relacin fundada en lapermanente negacin del Otro, la dominacin no puede signi-ficar sin negarse a s misma la anulacin radical y absolu-ta de la voluntad del Otro, su conversin de persona en cosa.

    Es en ese proceso de reconocimiento recproco, sin el cualla dominacin no podra realizarse, en el que se crea y recreauna comunidad entre dominadores y dominados que, unifi-cndolos, mantiene la fragmentacin interna de la sociedad: elEstado.

    La dominacin est mediada estatalmente, adems, por-que a la relacin de dominacin se sobrepone, conformada lacomunidad estatal, una relacin de mando poltico: un vnculode mando-obediencia entre el soberano y los sbditos. La rela-cin estatal implica no slo mantener suspendido el conflicto.Implica tambin la existencia, independientemente de la for-ma de Estado o de gobierno, de unpoder soberano, del monopo-lio de la decisin poltica dentro de un territorio.

    La poltica de los subalternos se plantea la ruptura de la do-minacin o poner diques a la dominacin. En cualquiera de losdos casos, que dependen de un entramado histrico especfi-co, esto no significa la realizacin de una justicia distributiva,relativa a un reparto de cosas, sino la redefinicin de un vnculoentre las personas.

    Ello supone necesariamente transitar por el terreno de loestatal. No porque la poltica de los subalternos deba propo-nerse tomar el poder u ocupar el aparato estatal, sino por-que esa redefinicin implica: 1) el quiebre de la unidad poltica, ladisolucin de los vnculos normativos que cohesionan a unacomunidad poltica y la irrupcin de una enemistad, cuya ex-presin exacerbada es la revolucin; 2) la ruptura del monopoliode la decisin poltica, es decir, una disputa por la soberana, por elderecho a decidir sobre las leyes ordenadoras de la conviven-

    cia, y 3) la modificacin de las reglas vinculantes, de las normasque ordenan la convivencia en comunidad poltica.

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    No es el hambre, la carencia material, el inters econmico o laproyeccin de sociedades futuras la clave explicativa de la re-belin, insubordinacin, resistencia, organizacin y actividadpoltica de los dominados. En los resortes profundos que im-pulsan a los dominados a salir del mbito de la vida privada,a romper el tiempo de lo cotidiano y a intervenir en el escena-rio de la poltica se encuentra siempre un fundamento moral:valoraciones acerca de lo justo y de lo injusto, de lo que debe y

    lo que no debe ser, reglas y principios morales.Es ese fundamento moral el que se revela en la economamoral de los pobres que descubri E. P. Thompson como claveexplicativa del ciclo de levantamientos populares que recorrela historia inglesa del siglo XVIII: ese conjunto de reglas, dere-chos y costumbres que regulaban la vida de una comunidad ycuya violacin por la nueva racionalidad del mercado capita-lista provocaba ese sentimiento de agravio moral que impulsa-

    ba a la rebelin. Es cierto, explicaba Thompson, que losmotines de subsistencia eran provocados por precios que su-ban vertiginosamente, por prcticas incorrectas de los comer-ciantes, o por hambre. Pero los levantamientos populares noeran una reaccin instintiva al hambre, sino una respuesta aagravios de tipo moral:

    estos agravios operaban dentro de un consenso popular en cuanto

    a qu prcticas eran legtimas y cules ilegtimas en lacomercializacin, en la elaboracin del pan, etc. Esto a su vezestaba basado en una visin tradicional consecuente acerca delas normas y obligaciones sociales, de las funciones econmicaspropias de los distintos sectores dentro de la comunidad que,tomadas en conjunto, puede decirse que constituyen la econo-ma moral de los pobres. Un atropello a estos supuestos mora-les, tanto como la privacin en s, constitua la ocasin habitual

    para la accin directa.19

    Es el mismo fundamento moral el que est detrs de esesentimiento de injusticia que Barrington Moore encontr como

    19 E. P. Thompson, Costumbres en comn, Barcelona, Crtica, 1995, pp. 216-217.

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    una constante histrica en su empeo por descifrar los enig-mas de la obediencia y la rebelin:

    Es evidente que las reglas sociales y su violacin son componen-tes fundamentales del agravio moral y del sentimiento de injus-ticia. En su sentido ms esencial, es coraje hacia la injusticia loque uno siente cuando otra persona viola una regla social [...]Sin reglas que gobiernen la conducta social no podra haber sen-timientos como el agravio moral o el de injusticia. De la mismamanera, la conciencia de la injusticia social no sera posible si losseres humanos pudieran aceptar todas las reglas, cualesquiera

    que fueran.20

    Es tambin un fundamento moral el que est detrs de lasexperiencias de menosprecio a las que se refiere Axel Honnethcomo motivos profundos de la insubordinacin y de la luchapor el reconocimiento implicada en el conflicto social: en laexperiencia de maltrato corporal, violencia y tortura, vividascomo humillacin y como socavamiento de la integridad de lapersona. O en la experiencia de desposesin, exclusin o des-valorizacin de mundos de la vida, cada una de las cuales, endistintas dimensiones de la vida individual y colectiva, repre-sentan atentados contra la autoconfianza, el autorrespeto y ladignidad humanas.21

    Es en la violacin de normas morales, que aparecen bajo laforma de derechos y costumbres, en donde se encuentran los

    motivos de la accin poltica de los dominados. Esas normas,cdigos o reglas morales no deben ser entendidos como si setratara exclusivamente de un entramado cultural. Cultura, tra-dicin, costumbres y derechos estn siempre referidos a unamorada material: a condiciones materiales de reproduccin dela vida, a formas de apropiacin de plustrabajo, a modosde participacin y/o exclusin de la riqueza social.

    Independientemente de los contenidos, ese fundamento

    moral, que es el resorte profundo de la actividad poltica de20 Barrington Moore, La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelin, 1a.

    reimp., Mxico, UNAM, 1996, p. 16.21 Axel Honneth, La lucha por el reconocimiento. Por una gramtica moral de los

    conflictos sociales, Barcelona, Crtica, 1997.

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    los oprimidos, remite siempre a una afirmacin de vida huma-na, de la dignidad de la persona.

    Esa afirmacin aparece no como una reivindicacin abs-tracta, sino bajo las formas sociales concretas de la existenciahumana: a travs de los entramados culturales que constitu-yen mundos de la vida.

    Era esa afirmacin de la dignidad la que estaba detrs delderecho a la existencia y la igualdad de goces demanda-dos por los sans culottes durante la Revolucin Francesa. O enla idea del precio justo que, de acuerdo con normas antiguas

    enraizadas en la memoria colectiva, llevaba a los pobres, no asaquear los graneros o a robar el grano, sino a fijar el preciodel pan, durante las insurrecciones populares que seguan alas alzas de precios en la Inglaterra del siglo XVIII. O en la ideadel trato humano decente que Barrington Moore descubri entrelas aspiraciones de los artesanos alemanes durante la revolu-cin de 1848:

    De manera concreta y especfica, el trato humano quera decir,para ellos, el mnimo de respeto e inters que se deba a todoslos miembros de la comunidad nacional. Los trabajadores sen-tan que sus superiores se los deban. Trato humano quera de-cir, tambin, un mnimo de seguridad para la vejez [...] que lossalarios deban ser lo suficientemente altos como para satisfacerlas necesidades materiales en el nivel tradicional de la clase obreray quiz un poco ms arriba [...] quera decir la igualdad poltica

    en el viejo sentido liberal.22

    Idea que Moore volvera a encontrar medio siglo despus,en una sociedad que ya haba transitado por una moderniza-cin industrial, como aspiracin de los trabajadores durante larevolucin alemana de 1918:

    La causa del descontento que sentan los obreros era esencial-

    mente una combinacin de dos cosas: ciertas privaciones mate-riales y lo que ellos mismos llamaban falta de trato humano de-cente. Esto ltimo ofenda su sentido de justicia. Segn ellos,

    22 Barrington Moore, op. cit., p. 219.

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    significaba la imposibilidad de tratar al obrero como un ser hu-mano en el transcurso de los contactos ordinarios y de rutina, yen cambio darle un trato cargado de asperezas, que no utilizaba

    formas de cortesa para dirigirse a ellos. Y lo que es ms impor-tante, esto inclua tambin su rabia por los castigos para aque-llas acciones que el obrero no consideraba como culpa suya o delas cuales no poda ser responsable [...] En otras palabras, el so-cialismo y los consejos en las plantas eran la va para conseguirun trato humano decente, y la manera en que esto se queralograr parece haber sido propuesta a los obreros desde arriba.Y ellos la aceptaron, y estuvieron dispuestos a luchar sin tregua

    y con valenta.23

    Era esa afirmacin de la dignidad la que haba llevado alos artesanos alemanes de la revolucin de 1848 a demandarese respeto a las personas que se revela en las formas aparen-temente inocuas del trato cotidiano, pidiendo ser tratados conel Sie (usted) en lugar del Du (t); la misma que antes haballevado a los sans culottes de los distritos urbanos de Pars a

    intentar deconstruir el orden simblico de la jerarqua y el pri-vilegio propio de la sociedad seorial difundiendo el tuteocomo smbolo de igualdad, camaradera y fraternidad.

    Es esa afirmacin de la dignidad, que parece etrea e in-aprensible, el resorte profundo de la intervencin de los opri-midos en la poltica: ese mbito de la accin humana orientadaa aquello que puede ser de otra manera.

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    23Idem, pp. 310-311.

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