Post on 30-Sep-2018
Universiteit Gent Faculteit Letteren en Wijsbegeerte
Taal- en Letterkunde: Spaans-Engels Academiejaar 2009-2010
La representación de la villa de emergencia en La Villa de César Aira, Vivir afuera de Rodolfo Fogwill e Impureza de Marcelo
Cohen
Masterscriptie ingediend tot het behalen Promotor: van de graad van Master in de Taal- en Prof. dr. Ilse Logie Letterkunde: Spaans-Engels door Ilse Cadron
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Agradecimientos Deseo expresar mi agradecimiento a todas las personas sin quienes no hubiera podido llevar a
término el desafío que ha sido esta tesina:
Antes que nada, a mi profesora y directora de tesina, Prof. Dr. Ilse Logie, por suscitar mi interés por la
literatura hispanoamericana, por guiarme en este trabajo y por invertir su tiempo en las revisiones.
A mis padres y mi hermana por apoyarme en cada momento, por convencerme de mis capacidades y
por tener confianza en mis elecciones.
A mi familia y amigos argentinos sin quienes no hubiera empezado esta carrera. Gracias por las
conversaciones y discusiones y por las experiencias compartidas que me hicieron crecer como
persona. Gracias por conquistar un lugar en mi corazón.
A Eva por apoyarme en los momentos más difíciles (y saber cuando eran).
A Caro por el interés en el tema, por alentarme para seguir adelante y por enseñarme el valor de las
palabras.
Y finalmente, a mis amigos y compañeros de la facultad, y en especial Candy y Rilke, por correr la
misma suerte, por compartir los momentos de diversión, y por convencerme de que todo saldrá
bien.
Muchas gracias a todos.
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Tabla de contenido Agradecimientos ..................................................................................................................................... 2 1 Introducción general ...................................................................................................................... 4 2 El contexto argentino: la villa de emergencia o villa miseria en Buenos Aires .............................. 6
2.1 Introducción ............................................................................................................................ 6 2.2 La villa de emergencia o villa miseria ...................................................................................... 6
2.2.1 Caracterización ................................................................................................................ 6 2.2.2 Origen y surgimiento de las primeras villas de emergencia en Buenos Aires................. 7 2.2.3 La inserción del modelo neoliberal ................................................................................. 8
3 Las villas de emergencia en la literatura argentina reciente ........................................................ 11 3.1 Introducción .......................................................................................................................... 11 3.2 Imágenes villeras recientes ................................................................................................... 12 3.3 Representaciones de la ciudad.............................................................................................. 15 3.4 Representación del espacio .................................................................................................. 18
4 Análisis de La Villa de César Aira .................................................................................................. 20 4.1 Introducción .......................................................................................................................... 20 4.2 César Aira y el realismo en La Villa ........................................................................................ 20 4.3 La representación del espacio en La Villa ............................................................................. 22
4.3.1 Introducción .................................................................................................................. 22 4.3.2 El barrio de Flores y la geometría no convencional de la Villa ...................................... 22 4.3.3 El recorrido de Maxi por Flores hacia el laberinto de la Villa ........................................ 24 4.3.4 Centro-periferia y la ciudad fragmentada ..................................................................... 26
4.4 La experiencia del “otro” y las imágenes de los habitantes villeros ..................................... 28 5 Análisis Vivir Afuera de Rodolfo Fogwill ....................................................................................... 34
5.1 Introducción .......................................................................................................................... 34 5.2 Vivir afuera y el nuevo realismo ............................................................................................ 34 5.3 Vivir afuera y la vida bonaerense en los años ’90 ................................................................. 35 5.4 Los paseos y encuentros en Buenos Aires (adentro y afuera): el espacio en Vivir afuera.... 37 5.5 La marginalidad de la villa e imágenes villeras ..................................................................... 39 5.6 El lenguaje, las jergas y la construcción de los personajes ................................................... 42 5.7 Conclusión ............................................................................................................................. 44
6 Análisis de Impureza de Marcelo Cohen ...................................................................................... 45 6.1 Introducción .......................................................................................................................... 45 6.2 Literatura de anticipación, ciencia ficción y ficciones distópicas .......................................... 45 6.3 “El país del barrio Lamarta” .................................................................................................. 48 6.4 La construcción de una identidad villera a través de la música: el merigüel, el melonche y el
tango ..................................................................................................................................... 51 6.5 Conclusión ............................................................................................................................. 54
7 Comparación de la representación de la villa miseria en las tres novelas ................................... 56 7.1 Introducción .......................................................................................................................... 56 7.2 La sociedad argentina en las novelas .................................................................................... 56 7.3 Modos de representación ..................................................................................................... 57 7.4 Los espacios de exclusión ...................................................................................................... 58 7.5 La representación literaria de los habitantes de la villa........................................................ 59 7.6 Modos de caracterización de los villeros .............................................................................. 61
8 Conclusión general ....................................................................................................................... 62 9 Bibliografía .................................................................................................................................... 64
9.1 Bibliografía primaria .............................................................................................................. 64 9.2 Bibliografía secundaria .......................................................................................................... 64
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1 Introducción general El presente trabajo tratará el tema de la representación actual de la villa de emergencia en tres
novelas de escritores argentinos contemporáneos, a saber, La Villa de César Aira, Vivir afuera de
Rodolfo Fogwill e Impureza de Marcelo Cohen. En los últimos veinte años Argentina ha sido el
escenario de profundas transformaciones que resultaron en una reestructuración económica y social
de la vida argentina y que asimismo se manifestaron en el aspecto urbano de las grandes ciudades
como también Buenos Aires. En dicho contexto las villas de emergencia, villas miseria o simplemente
villas se hicieron muy presentes en la ciudad y la vida urbana y, por consiguiente, asimismo en el
imaginario colectivo de los argentinos. El país parece haber perdido los medios para ignorar su
pobreza. Además, esos cambios han afectado la imagen de fuerte arraigo en el imaginario colectivo
que consideraba la Argentina como el país más europeizado de Latinoamérica.
Ahora bien, las narraciones de pobreza y, más en particular, la temática de la villa miseria no son
nuevas en la literatura argentina. Sin embargo, dado que el contexto socio-político en el que se
conciben las obras recientes que abordan dicha temática ha cambiado, se supone que ello se refleja
asimismo en el imaginario literario. De hecho, unas investigaciones (exploratorias), como la de De
Lucía (2006), Muñiz (2008) y Saítta (2006) han reconocido cambios en la imaginería y los modos de
representación que se asocian con las villas de emergencia en la literatura argentina reciente.
Entonces, en este trabajo se estudiará qué imágenes se emplean para representar la villa miseria en
La Villa de César Aira, Vivir afuera de Rodolfo Fogwill e Impureza de Marcelo Cohen. Las siguientes
preguntas guiarán el análisis de las obras. ¿Cuáles son los modos de representación que las obras
emplean? ¿En qué espacio insertan los autores la villa de emergencia y cómo se crea dicho lugar que
el lector reconoce como una villa miseria? Y finalmente, ¿de qué manera se construyen los
personajes villeros y su identidad?
Para la propuesta tarea se definirá en una primera parte lo que son villas de emergencia en
Argentina, se comentarán sus orígenes y cómo estuvieron presentes en Buenos Aires en el siglo
pasado. Como las novelas de nuestro corpus literario datan de 1998, 1999 y 2007 también se
prestará atención al marco histórico en el que se han concebido las novelas analizadas. Hemos
demarcado el período pertinente en cuanto a la representación de la villa miseria actual desde el
principio del gobierno menemista en 1989 hasta la actualidad.
En el segundo capítulo se indagará sobre las teorías literarias que se asocian con representaciones de
la ciudad en la literatura argentina, en particular, la ciudad fragmentada y la oposición centro-
periferia. Asimismo se examinarán las imágenes villeras propuestas por De Lucía (2006) en Culturas
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Villeras. Una Aproximación a la Mirada de la Villa Miseria en la Literatura Argentina y se presentará
el artículo de Horne y Voionmaa (2009) “Notes Toward an Aesthetics of Marginality in Contemporary
Latin American Literature” que enfoca en las narraciones que tematizan la marginalidad en la
literatura latinoamericana contemporánea. Por último, se hace referencia al trabajo de Muñiz (2006)
quien ha detectado imágenes más positivas que se asocian con la villa de emergencia.
Los capítulos siguientes consisten en el análisis propiamente dicho de las novelas. En ellos se tratará
de reconocer imágenes villeras y representaciones de la ciudad que se han propuesto en los artículos
tratados en el segundo capítulo, al igual de ver qué modos de representación se emplean, cómo se
crea el espacio de la villa de emergencia y cómo se construye una identidad villera en dichas novelas.
Se ha optado por tratar las novelas por orden cronológico, es decir, primero se analizará La Villa de
César Aira, después Vivir afuera de Rodolfo Fogwill y finalmente Impureza de Marcelo Cohen. Para La
Villa nos hemos basado en el año de escritura, 1998, y no en el año de publicación que es el 2001. En
el capítulo final se compararán las novelas en cuanto a los mismos temas enumerados.
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2 El contexto argentino: la villa de emergencia o villa miseria en Buenos Aires
2.1 Introducción
La década de los ’90 ha estado marcada por profundas transformaciones en la economía, la sociedad
y las ciudades argentinas. Parece que dichos cambios tampoco dejan de instalarse en el imaginario
colectivo. Entre ellos figura también el fenómeno de las villas de emergencia, que cobran un nuevo
lugar en el imaginario argentino. Su importancia se refleja en la prominencia de temas villeros en los
medios de comunicación – pensemos en los informes diarios de casos de delincuencia que se liga a la
presencia de las villas miseria y el debate sobre la urbanización de algunas villas1 –, el discurso de los
políticos, la música2 y finalmente también en la literatura.
En este capítulo nos preguntaremos cómo se puede definir la villa de emergencia, dónde originó en
Argentina y qué lugar ocupa actualmente en la ciudad y la sociedad argentinas.
2.2 La villa de emergencia o villa miseria
2.2.1 Caracterización La villa de emergencia es un fenómeno habitacional urbano que se conoce asimismo bajo el nombre
de favela, en Brasil, pueblo joven en Perú, cantegril en Uruguay, callampa en Chile y rancho en
Venezuela. (Ratier 1985) En Argentina también se refiere a ella mediante los términos villa o villa
miseria. Dicha última denominación apareció por primera vez en 1957 en la novela Villa miseria
también es América del escritor Bernardo Verbitsky. (Crovara 2004: 35)
La Comisión Municipal de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires define las villas de emergencia
como "asentamientos ilegales de familias en tierras fiscales, y en algunos casos de particulares, con
construcciones que no cumplen normas mínimas edilicias o de habitabilidad, sin infraestructura de
servicio, ni salubridad e higiene compatible con la vida urbana, configurando un alto grado de
hacinamiento poblacional y familiar" y sus habitantes como “familias provenientes en su mayoría del
interior del país y de países limítrofes, con escasos recursos económicos y baja calificación de mano
de obra, que se encuentran en estado de marginalidad.” (Giménez y Ginóbili 2003: 76) Las viviendas
de esos asentamientos informales suelen construirse con materiales de descarte como chapa y
1 Lag, Nahuel: “Por unanimidad, la legislatura dispuso la urbanización de las villas 31 y 31bis de Retiro”, Página
12, 4/12/2009. http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-136437-2009-12-04.html 2 Destacamos la aparición de la cumbia villera y temas como “En la ribera” de Bersuit Vergarabat.
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cartón y se sitúan en su mayoría en terrenos inadecuados a su urbanización, incluyendo tierras no
saludabres, terraplenes de ferrocarril y bajo autopistas.3
2.2.2 Origen y surgimiento de las primeras villas de emergencia en Buenos Aires
El origen de las villas de emergencia se remonta a los años ’30 del siglo XX. Después del ‘crack
financiero mundial’ de 1929 el país comenzó la década de los ’30, conocida como ‘la década infame’,
bajo importantes transformaciones económicas. Aparte de los 4 millones de inmigrantes europeos
que habían llegado a la Argentina entre 1880 y 1910 (Aboy 2005: 26), la crisis económica pone en
marcha una enorme oleada migratoria desde el interior del país. Miles de personas dejan el campo
en busca de oportunidades económicas en la ciudad, donde la naciente industrialización para
sustituir a las importaciones precisaba mucha mano de obra (Pigna 2006: 165-6). Dicho proceso de
industrialización lleva consigo profundos cambios en la configuración del espacio urbano. Como la
ciudad de Buenos Aires no estaba dispuesta a recibir y alojar esta oleada de gente, provenientes
tanto del interior como de afuera, y atender a sus necesidades habitacionales, surge lo que
generalmente se considera como el primer asentamiento, la llamada Villa Desocupación en Puerto
Nuevo a principio de los 1930. (Blaustein 2006: 15)
Las primeras villas de emergencia se situaban en las cercanías del puerto, de la zona industrial del
Riachuelo, de los basurales y de las terminales ferroviarias por la proximidad a sus lugares de trabajo
(Prévôt Schapira 2001: 48). A pesar de las expectativas prometedoras gran parte de los inmigrantes
terminaron sin trabajo alguno o buscaron una manera de sobrevivir en el empleo informal. A modo
de ejemplo citamos el caso de “La Quema”, un basural municipal, donde los primeros “cirujas” o
“cartoneros” revisaban los desechos en busca de objetos útiles o reciclables para luego venderlos.
(García 2007: 9)
A pesar del surgimiento de varias nuevas villas y el crecimiento de las ya existentes, durante el
período populista de 1940 a 1970 se consideraban estos asentamientos precarios como
esencialmente temporales. (Prévôt Schapira 2001: 37) Aunque muchos sin trabajo asalariado
quedaron excluidos, éste período se caracteriza por la fe en la movilidad ascendente que se instaló
profundamente en la retórica peronista con su gran plan de construcción de viviendas y la
integración de los pobres e inmigrantes “por medio del desarrollo del sector asalariado y un
urbanismo planificado”. (Prévôt Schapira 2001: 37) Como indica Prévôt Schapira (2001: 36) “la gran
capacidad de incorporar a los pobres, los humildes, los descamisados, a la ciudad y a la nación,
mediante formas clientelistas y un imaginario político fuerte, ha caracterizado el modelo urbano de 3 http://www.asociacionsud.org/pobreza-en-argentina/villas-miseria-de-buenos-aires/
8
los años de crecimiento” y contrasta profundamente con el modelo que se desarrollará a partir de los
años ’70.
A partir del golpe de estado de 1955 – como retórica anti-peronista – surgen los primeros planes de
erradicación de las villas miseria (Aboy 2005: 132), lo cual se llevará a cabo ante todo durante la
dictadura militar del 1976. Dichos planes se suelen atribuir, por una parte, a la idea de las villas como
semillero de peronistas respectivamente revolucionarios y por otra, como indica Jorge Lanata (2009)
el proyecto militar de “embellecer” la ciudad. El número de habitantes de villas de emergencia
disminuyó de 220.753 personas en 1976 a 34.554 en 1980 (Lanata 2009). A partir de la dictadura
militar asimismo se iniciarán gradualmente las políticas neoliberales.
2.2.3 La inserción del modelo neoliberal
Con la instalación del modelo neoliberal las villas de emergencia se convirtieron en asentamientos de
carácter permanente. Si bien la dictadura militar abrió el camino a la liberación del mercado, es ante
todo el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) que implementó medidas neoliberales más radicales
para combatir la crisis que azotaba el país durante los últimos años de los ’80. La disminución del
papel del Estado por medio de la privatización de los servicios públicos, la desregulación de mercados
y la eliminación del déficit fiscal (Crovara 2004: 30) tuvieron importantes consecuencias no sólo en la
economía del país, sino también en la configuración urbana y la sociedad argentinas.
Si bien en la primera mitad de los ’90 dicho rumbo neoliberal arrojó resultados parciales, es sobre
todo en la segunda mitad de la década que se hacen sentir los efectos nefastos del fracaso del
experimento neoliberal, culminando en la crisis económica del 2001 que hizo terminar muchos
integrantes de la clase media en la pobreza y resultó en el crecimiento espectacular de los
asentamientos precarios. De esta manera las villas miseria y los fenómenos que se relacionan a su
existencia se hicieron aún más actuales. Mientras que en 2001, 108.056 personas vivían en una villa
de emergencia, esta cifra aumentó a 167.500 en 2008. De modo similar se sumaron a las 21 villas
tradicionales 24 nuevos asentamientos en 2006. (Lanata 2009) Según Portes y Roberts (2005: 13) los
efectos de la inserción de los países latinoamericanos al libre mercado se manifiestan en los
siguientes campos: sistema urbano y primacía urbana, desempleo y empleo informal, pobreza y
desigualdad, delincuencia y victimización. Como consecuencia del aumento de la tasa de desempleo
asimismo puede observarse un crecimiento en el empleo informal.
Como se acaba de ver, dicha reestructuración económica transformó las relaciones sociales y
urbanas de manera que ya no se basaban en los principios de solidaridad e integración social, sino
que se instaló una lógica privada (Prévôt Schapira 2001: 41) que condujo a una creciente segregación
y fragmentación socio-espacial. (Giménez y Ginóbili 2003: 75) Sin embargo, este proceso no es
9
exclusivo de la Argentina, sino que se produjo en muchos países latinoamericanos al introducirse al
libre mercado.
El fenómeno de fragmentación se entiende como el “rechazo creciente por la vida pública y por un
relegamiento a la esfera privada” (Prévôt Schapira 2001: 44), de lo cual dan muestra los espacios
cerrados en los que tanto los pudientes como los pobres respectivamente se agrupan. Por un lado,
los adinerados se retiran en numerosos clubes de campo, countries y barrios privados que cubren los
propios servicios, incluso seguridad, y que se ubican lejos de los problemas de convivencia de la
ciudad, aunque con acceso directo a las autopistas a la Capital Federal donde trabajan (Vidal-
Koppmann 2009: 80). Por otro lado, asimismo los pobres se agrupan cada vez más en espacios
aislados como las villas de emergencia o barrios degradados. El aumento de los casos de delincuencia
y violencia contra propiedades y personas como efectos de la crisis económica reciente y la
consecuente sensación de falta de seguridad estimulan, por una parte, a los pudientes a encerrarse
en barrios privados y, por otra parte, aumentan la ‘impenetrabilidad’ –incluso para las fuerzas
policíacas– de muchas villas miseria.
Prévôt Schapira (2001: 43), basándose en un estudio del INDEC, argumenta que la tasa de desempleo
y los ingresos se relacionan con una polarización geográfica. Mientras que el norte del conurbano
bonaerense y los barrios del norte de Capital (Belgrano, Barrio Norte, Palermo) son los sitios más
acomodados, la pobreza se concentra claramente en el sur de Capital, ante todo los barrios que
lindan con el río Riachuelo, y la zona sur de Gran Buenos Aires. Así también confirma Jorge Lanata
(2009) que “los sectores más desatendidos se encuentran geográficamente en el sur de la ciudad,
donde también se ubica el 72% de las villas de emergencia.”
La clase media siempre ha desempeñado un papel significativo en la creación de la imagen de los
habitantes de Buenos Aires. Sin embargo muchos miembros de esta clase cayeron en la pobreza a
causa de la crisis económica del 2001 que afectó fuertemente a la clase media. En este contexto se
habla de la heterogeneización de pobreza o el ensanchamiento de las formas de pobreza, por lo cual
se distingue entre los pobres estructurales, los empobrecidos, y los ‘nuevos pobres’. Los
empobrecidos son aquellos que ya no tienen acceso a todos los servicios de los que gozaban antes,
mientras que el término ‘nuevos pobres’ designa a los integrantes de la clase media que terminaron
en la pobreza. (Ramos Mejía 2006) Dicha heterogeneización asimismo tiene como efecto que dentro
de un grupo que siempre se ha considerado como homogéneo, los miembros de cada tipo de
pobreza van a delinear nuevas fronteras para distinguirse de los otros. De ese modo también las
villas de emergencia constituyen un espacio más bien heterogéneo. (Giménez y Ginóbili 2003: 78)
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Como se ha podido ver, las villas miseria constituyen un fenómeno complejo y llevan una larga
historia en la Argentina. Últimamente cobraron nueva importancia y recibieron una nueva
interpretación a causa de cambios económicos radicales que han sacudido el país a partir de la última
década del siglo XX. Esta nueva realidad se ha podido observar asimismo en lo cultural: en la música
con la cumbia villera, en las representaciones de la cultura y el arte villeros4 y, por último, en la
literatura. En el análisis de las novelas de Fogwill, Aira y Cohen se explorarán las representaciones
actuales de la villa de emergencia en el imaginario literario.
4 Gorodischer, Julián: “La villa, una usina de negocios rentables”, Página 12, 15/2/2005.
http://www.pagina12.com.ar/diario/cultura/7-47342-2005-02-15.html
11
3 Las villas de emergencia en la literatura argentina reciente
3.1 Introducción
En el capítulo anterior hemos visto cómo surgieron las villas de emergencia en Argentina en la ciudad
de Buenos Aires y qué cambios condujeron al estado actual de ellas. En el presente capítulo se
explorará cómo aparecen dichas villas miseria en la literatura argentina reciente.
La temática de la villa miseria no es nueva en la literatura argentina. Sin embargo, a partir de los años
’90, lo que corresponde a la exacerbación del experimento neoliberal en la Argentina, las imágenes
literarias de las villas asimismo dan cuenta de este cambio de rumbo. Es significativo en la percepción
de los cambios mencionados cómo grandes sectores de la población han caído en una condición de
pobreza en una sociedad que se creía “clasemediera por excelencia” (Reati 2006: 99). A la vez, como
ya hemos visto, la crisis causada por el modelo neoliberal, junto a una evolución que se observa en
muchas partes del mundo, resultaron en una dualización más pronunciada de la sociedad con una
mayor segregación social que se traduce en una fragmentación espacial, que claramente distingue
entre los espacios de los pudientes y los espacios de los marginados. De ahí que parezca que se ha
perdido toda fe en la movilidad ascendente y se ha creado un ambiente en el que la pobreza y las
prácticas que se asocian actualmente con ella, como la violencia, las drogas y la delincuencia
dominan la sociedad urbana. Entonces, en este trabajo nos preguntaremos cómo las nuevas
evoluciones se reflejan en la literatura, y en particular cómo estas se manifiestan en la
representación de las villas de emergencia, reproduciendo las tensiones causadas por el
neoliberalismo en la Argentina. (Hortiguera y Rocha 2007: 1)
En la producción literaria argentina la representación de la villa de emergencia asimismo cabe en una
corriente más amplia de representar el espacio de la ciudad. Una de sus primeras representaciones
ha sido la dicotomía sarmientina de civilización-barbarie que ya se ha reemplazado por otras
representaciones de la ciudad o se ha actualizado, por ejemplo, por medio de una inversión de la
oposición civilización-barbarie en relación con los espacios de la ciudad y el campo. En este trabajo
no nos preocupa tanto el tema de la representación de la ciudad en sí, sino las imágenes literarias
que se asocian con un segmento de ella, a saber, la villa de emergencia. Como acabamos de ver,
tampoco la villa es una temática nueva y sus representaciones en la literatura argentina se remontan
a la creación misma de las primeras villas en los años ‘30 del siglo XX. (Muñiz 2008: 1) Sin embargo,
las imágenes literarias y los tópicos que se asocian con la villa cambiaron considerablemente a través
del siglo XX. De Lucía (2006) en su estudio Culturas Villeras. Una Aproximación a la Mirada de la Villa
Miseria en la Literatura Argentina propone unas cuatro imágenes sucesivas de la villa de emergencia,
y además observa la recurrencia de algunas imágenes muy persistentes. Puesto que este trabajo se
12
ocupa del análisis de dichas representaciones villeras en las novelas Vivir afuera (1998) de Rodolfo
Fogwill, La Villa (2001) de César Aira e Impureza (2007) de Marcelo Cohen, nos interesa ante todo la
última década del siglo XX y la primera década del nuevo milenio.
Entonces, en lo que sigue se examinará cómo se concibe la villa miseria actualmente en la literatura
argentina. Para dicha tarea nos basamos en María Gabriela Muñiz (2008, 2009), Daniel Omar De
Lucía (2006) y Luz Horne y Daniel Noemí Voionmaa (2009). En una segunda parte se describirá
también cómo la temática de la villa de emergencia puede relacionarse con la representación del
espacio y de la ciudad (fragmentada) en la literatura argentina con el objetivo de contextualizar el
tema y ofrecer un marco para luego indagar en el análisis de las obras examinadas de Rodolfo
Fogwill, César Aira y Marcelo Cohen.
3.2 Imágenes villeras recientes
En el imaginario colectivo, la villa de emergencia se manifiesta como un espacio claramente
reconocible en el área urbana y se asocia con un grupo determinado, a saber, “los villeros”. Estos
últimos se oponen al resto de los ciudadanos, por un lado, por habitar ese espacio y, por otro lado,
por su condición ‘marginal’ que además los discierne dentro del grupo más amplio y heterogéneo de
pobres que pueblan las ciudades en la actualidad. Estos villeros evocan una serie de actitudes,
comportamientos, prácticas sociales y características que los identifica como habitantes de la villa. A
continuación, se explorarán las imágenes o tópicos que se emplean en la actualidad para hablar de
las villas miseria en obras literarias y cómo “se transmite el nuevo valor que estos lugares han
adquirido en la cultura argentina”. (Muñiz 2008: 7)
Puesto que el lugar de la villa de emergencia se asocia muy a menudo con una condición de
marginalidad y exclusión, se presentará en este apartado una serie de características y temas que se
relacionan con ‘la marginalidad’, y cómo estos se manifiestan en la representación de situaciones,
espacios y personajes en la literatura latinoamericana actual. En Notes Toward an Aesthetics of
Marginality in Contemporary Latin American Literature Horne y Voionmaa (2009: 36-40) postulan
que las obras recientes que se dedican a la temática de la ‘marginalidad’, lo hacen con frecuencia
mediante el género de un realismo bastante ‘crudo’. Además citan algunos autores, tales como Paulo
Lins (Cidade de Deus), Luiz Ruffato (Eles eram muitos cavalos) y Rafael Courtoisie (Tajos) que trabajan
más bien con una forma de documental que, según Horne y Voionmaa (2009: 38), aumenta la
creación de imágenes estereotipadas de los personajes y lugares representados al ‘borrar’ la frontera
entre ficción y realidad. Asimismo se destaca el vínculo con la violencia, que parece ser omnipresente
en la representación del ambiente de los marginados. Horne y Voionmaa (2009: 38) atribuyen dicha
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ubicuidad de la violencia y las descripciones toscas de personajes marginales y sus vidas, que se
acercan casi al naturalismo, a una tendencia a la ‘espectacularización’ de su condición por lo cual se
convierte, según ellos, en una ‘comodidad’ que se vende. Horne y Voionmaa (2009: 39) además han
observado - y ello se aplica más en particular al objetivo del presente trabajo -, que varios escritores
crean en sus relatos ‘un nuevo mundo de marginalidad’ caracterizado por la exclusión. Dicha
exclusión puede manifestarse en el espacio, el tiempo o en el campo simbólico creando de este
modo respectivamente un nuevo espacio, un nuevo tiempo o un nuevo tipo de lenguaje y una nueva
lógica para hablar de la marginalidad. Constituyen ejemplos llamativos Vivir afuera de Fogwill,
Impureza de Cohen y muchas de las obras de Aira. Sin embargo, también puede manifestarse en una
exclusión de la ley que resulta en la construcción de un nuevo conjunto de reglas y leyes como en La
Villa de Aira. (Horne y Voionmaa 2009: 39) Por último, mencionan que a menudo se emplean
cuerpos fragmentados en la caracterización de los sujetos o los personajes marginales y excluidos, y
que estos además pierden toda su humanidad. La colectividad de la experiencia de lo marginal hace
que, a pesar de referencias a espacios concretos o momentos históricos, la experiencias vividas se
parezcan, sea en una favela en Brasil, sea en una villa de Buenos Aires. (Horne y Voionmaa 2009: 39)
No obstante, Muñiz (2008) sustenta que algunas novelas actuales tienden a construir un espacio
villero que prescinde de los típicos rasgos marginales por lo cual se alejan de una lectura de la villa de
emergencia y sus habitantes como lugar y seres marginales. Ello se debe, según Muñiz (2008: 1), al
hecho de que la pobreza se ha ensanchado considerablemente y que las villas rebosantes se
instalaron como lugares permanentes de manera que ha disminuido la condición “marginal” de la
villa. Por consiguiente, las obras suelen valorar los aspectos positivos de la vida en la villa miseria
como la solidaridad, los esfuerzos para organizarse etc. Sin embargo, observa Muñiz (2008: 2) que la
villa de emergencia continúa siendo un espacio amenazante aunque no tanto por las connotaciones
que lleva habitualmente, sino por su “capacidad de innovación y transformación constante” (Muñiz
2008: 2). Contrariamente al afán denunciador de novelas escritas en el contexto peronista, un autor
como César Aira en La Villa en vez de tomar la villa miseria como un problema o contenido social
trabaja una forma geográfica, es decir, son los límites espaciales que marcan una forma dentro de la
ciudad y la separación espacial y social que crean la villa. (Muñiz 2008: 4) De ahí que se la relacione
más con imágenes y cualidades o características positivas dado que se quieren dejar atrás la
marginalidad y las visiones sórdidas de la villa, según Muniz (2008: 8), y “hacer de la villa un núcleo
que se expande para hacer de la ciudad un espacio de transformación” a partir de una nueva
orientación del proceso urbano que origina en la villa, basándose en la sensación de pertenecer a
una comunidad, en una solidaridad que parece haber desaparecido en la ciudad posmoderna y en la
capacidad excepcional para sobrevivir en circunstancias precarias. Domina la sensación de que ‘los
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villeros’ constituirán una mayoría dentro de los habitantes de la ciudad en un futuro no muy lejano o
que al menos todos se relacionan de alguna manera con este espacio, por ejemplo, a través del
consumo de productos vendidos por vendedores ambulantes o reciclados por cartoneros. Con la
amplificación del espacio de pobreza al sumar a ello integrantes de la clase media y el
mantenimiento de relaciones de clientelismo de sujetos políticos con habitantes de la villa tampoco
desaparecerá la sensación de una instalación ‘definitiva’ de las villas de emergencia.
El fenómeno del clientelismo político introduce las imágenes más perversas que propone De Lucía
(2006: 10-14) de la villa de emergencia. Paralelamente a las transformaciones de las villas de
emergencia en los últimos años, De Lucía (2006: 10) postula que asimismo en la literatura se
construye una imagen de la villa que integra muchos así llamados nuevos pobres y que se ubica en
las ‘cavas’ del conurbano bonaerense. Estas se caracterizan por ocupar un territorio más extenso que
las villas ‘pretéritas’, sin embargo, están separadas más claramente del resto de la ciudad por muros
visibles, o invisibles pero bien tangibles. A menos que uno pertenezca al grupo de los habitantes de la
villa miseria, ellas se hicieron inaccesibles, incluso por la policía, a causa de, entre otras, la presencia
de narcotraficantes, mano de obra desocupada y ‘pibes chorros’. Para De Lucía (2006: 12) este último
personaje constituye el arquetipo social de la villa del 2000. Se dibuja una imagen de sus habitantes
jóvenes como personas determinadas por los contornos de ‘casta’ o clase social de la que forman
parte pero al mismo tiempo destacan la pertenencia a una subcultura villera que es en cierta medida
voluntaria. A modo de ejemplo citamos el caso de los cumbieros que, aunque se hicieron ricos, se
quedan a vivir en la villa. El ‘piche chorro’ en ese aspecto es alguien que se dedica a ‘malas prácticas’
y está metido en actividades delincuentes, drogas, actos de violencia etc., no por necesidad sino por
elección. La imagen del pibe chorro, según de Lucia (2006: 20) es más bien una personalidad
estigmatizada, “un ‘limado’ que se identifica por una serie de rasgos y conductas que la mirada del
otro lee como síntomas de una descomposición social radical” (De Lucía 2006: 12). De Lucia (2006:
20) destaca que la particularidad de la identidad villera se construye desde la perspectiva del otro,
pues es muy difícil distinguir objetivamente ‘los villeros’ de los otros dentro del grupo heterogéneo
de pobres que forma parte de la sociedad actual. Por lo tanto son aquellos ‘limados’ que mantienen
relaciones ‘corruptas’ con redes de poder estatal o paraestatal, los que se consideran como villeros
en el imaginario actual (De Lucía 2006: 20).
De Lucia va más allá que proponer un paso diacrónico de imágenes villeras y reconoce algunos
subgéneros en la literatura que se preocupa de la temática villera. Se mencionará aquí el subgénero
del basural por su relevancia en relación con la novela de César Aira La Villa en cuanto a los
personajes ‘cartoneros’. Según De Lucía (2006: 21), estos personajes se relacionan menos con el
15
espacio villero y se los ve más como “una subcultura nómade urbana ligada a un medio de vida” (De
Lucía 2006: 21). Es una imagen que no se relaciona tanto con períodos históricos y que aparece con
más continuidad en las obras literarias, aun cuando inicialmente se refiera a ellos con el nombre de
‘ciruja’. “Se trata de una población acampada al costado de la ciudad a la que invade cada día para
comercializar los desperdicios de sus habitantes”. (De Lucía 2006: 14) Importante en la construcción
que hacen los cirujas de la realidad es el papel que desempeñan los objetos materiales que van
recogiendo. (De Lucía 2006: 15)
Resumiendo, en la representación del espacio de la villa de emergencia y sus habitantes surgen
asociaciones con una condición de marginalidad de la vida en la ciudad, tanto en el plano espacial
como al nivel social. De Lucía ha encontrado unas imágenes de ellos en las que se destaca cierta
voluntariedad en su modo de vivir que se relaciona con violencia, drogas y otros problemas actuales,
más que la victimización o pasividad. Aunque también Muñiz reconoce ‘el protagonismo’ de este
espacio tanto en la literatura, como en el discurso político y los medios de comunicación, postula que
escritores de obras recientes buscan nuevos caminos para representar o hablar de este espacio y sus
habitantes y también enfatiza la creatividad en este proceso, de manera que se alejan de los rasgos
negativos que se les suelen atribuir y se los propone como un espacio alternativo al modelo de
sociedad del libre mercado. En los capítulos que siguen se examinará qué imágenes surgen en las
novelas estudiadas y hasta qué punto coinciden o difieren de las imágenes propuestas por los
teóricos literarios mencionados.
3.3 Representaciones de la ciudad
La temática de la villa de emergencia puede situarse asimismo en una corriente más amplia que se
ocupa de la representación del espacio urbano. De este modo en vez de tratar la ciudad como un
espacio abarcador u oponer la ciudad en su totalidad al campo, se hace una diferenciación interna de
ella. Por consiguiente, la ciudad consta de lugares o espacios deseables y espacios de disolución y
peligro. (Campra 1994: 29) En realidad se elabora otro tipo de dualismo, a saber, el de oponer el
centro a la periferia. Es lo que pasa en la ciudad en el tango y sin duda también en las novelas que
analizaremos, puesto que muchas de las villas miseria se encuentran en las afueras de Buenos Aires.
Cohen en su novela Impureza integra la retórica del tango y en el caso de Vivir afuera, ya el título
alude a esta oposición interna al espacio urbano. Como indica Campra (1994: 29) el espacio
periférico implica por un lado la condición espacial de ‘perderse en el afuera’ de la ciudad y por
añadidura se concreta socialmente en una posición de marginalidad. Por eso el título Vivir afuera
remite tanto al espacio donde se encuentran los personajes villeros, que se ubica muy
concretamente en esta novela en la periferia al sur del conurbano bonaerense, como la condición de
16
vivir al margen o afuera de la sociedad. A pesar de las connotaciones negativas que lleva el término,
la periferia tiene la capacidad de confirmar una “fuerza identificatoria en oposición al centro”.
(Campra 1994: 29) Esta fuerza se confirma en la caracterización de la villa de César Aira que se basa
en rasgos como la solidaridad entre los habitantes y se nota asimismo en Impureza en la
identificación de los villeros con la cumbia villera (melonches y merigüeles), aunque en esta última
novela esta identidad puede ser reclamada aun por gente de afuera de la villa. En cuanto a la
relación entre el centro y la periferia observa Altamirano (1989: 25) que la periferia y, en particular,
las villas miseria “SON la ciudad” dado que el espacio céntrico de la ciudad solamente guarda una
carga simbólica de constituir el centro pero que en realidad ha perdido su función de concurrencia de
actividades urbanas tanto económicas como sociales. De este modo la vida urbana se desarrolla casi
únicamente en la periferia. Al mismo tiempo se puede concebir la periferia como un espacio liminal
en el que “el sujeto puede escaparse a la oposición con el otro por ubicarse en un espacio alternativo
que permite la anulación de la antinomia centro-exterior.” (Crespo 2009: 12) Como se trata de una
zona que se encuentra al borde de la ciudad con el campo, los habitantes de ella participan “de
ambos extremos sin ser ninguno de ellos.” (Crespo 2009: 12)
Ahora bien, podría decirse que en la literatura reciente en vez de hablar de la totalidad de la ciudad
se enfoca más bien en un fragmento, es decir, la villa o el barrio periférico, ahora que ya no hay un
proyecto modernizador e integrador para la ciudad. Reati (2005: 135) reconoce en Vivir afuera una
estética de fragmentación, que también se emplea en otras obras contemporáneas como en el cine,
y la pone en el contexto reciente de fragmentación espacial y segregación social como efecto de la
evolución de la economía, política y sociedad argentinas como la hemos visto en el capítulo anterior.
En una forma extrema puede conducir a lo que Reati (2006: 92-104) llama “la ciudad guetoizada”,
como autores la imaginan en obras del género de anticipación. Entonces, la fragmentación de la
ciudad resulta en un debilitamiento de los “ejes identitarios tradicionales”, es decir, la identidad que
comparten sus habitantes se ve destruida. Con la reorganización en el mercado del trabajo hacia una
sociedad y economía posindustriales, la pérdida de la identidad social del ser humano se relaciona
con el hecho de disponer o no disponer de un empleo fijo. Aquella preocupación, al igual que el
tópico del dinero, se tematizan en obras recientes del género de anticipación (Reati 2006: 104) y más
en general en la literatura argentina. A modo de ejemplo citamos la novela Una sombra ya pronto
serás que Reati (2006: 102) analiza en este contexto en la cual la falta de empleo se vuelve una
cuestión existencial. Dicha fragmentación del espacio y la vida urbanos y la desintegración de la
identidad colectiva resultan en varias de las novelas analizadas por Reati en un clima de anomia
social que se caracteriza por el aislamiento de la población, la obsesión con la seguridad personal o la
vigilancia paranoica de espacios privados y públicos. (Reati 2006: 96) Por lo tanto esta condición de
17
carencia o degradación de las normas sociales (RAE) conduce a la formación de una ciudad
guetoizada. Este proceso de guetificación puede, por un lado, manifestarse material o espacialmente
en la configuración urbana, como por ejemplo en La muerte como efecto secundario donde el
espacio ciudadano se divide en guetos o islas urbanas. (Reati 2006: 97) Por otro lado, ‘la ciudad
guetoizada’ se evidencia en novelas de anticipación que “imaginan ciudades pobladas por lo que
sociólogos y antropólogos llaman los nuevos pobres, seres marginados por el deterioro de sus lugares
de vivienda pero además (y más traumáticamente) automarginados psicológicamente por la pérdida
de sus certezas identitarias.” (Reati 2006: 99). En otras palabras, causada por la falta de un Estado
Regulador, la guetoización de la ciudad consiste en la degradación de las normas sociales y los
valores, como la solidaridad, el compañerismo, la ayuda al prójimo, en que tradicionalmente se basa
la sociedad junto con el hecho de que los diferentes grupos sociales se encierran en guetos aislados
entre sí, o sea se reduce el espacio de la vida pública lo que resulta además en la pérdida total de
pertenecer a una comunidad imaginaria. O sea, “el espacio físico de la ciudad dejó de identificarse
con el “nosotros” para dividirse en una suma de lugares aislados e inconexos.” (Reati 2005: 136) Se
evidencia también en las imágenes distópicas de lo urbano en las novelas de anticipación.
Ahora bien, ¿en qué sentido puede relacionarse o aplicarse la temática de la ciudad guetoizada al
tema de la representación de la villa de emergencia en algunas obras de la literatura argentina? No
cabe duda que la villa miseria aparece como un espacio ‘gueto’ en la ciudad, más cuando se toma en
cuenta que gueto se refiere, por un lado, a un “barrio o suburbio en que viven personas marginadas
por el resto de la sociedad” o, por otro lado, una “situación o condición marginal en que vive un
pueblo, una clase social o un grupo de personas” (RAE 2001). Entonces es posible relacionar tanto el
espacio de la villa como la condición en la que viven sus habitantes con el concepto de gueto. Como
efecto del proceso de fragmentación al que ya hemos referido en numerosas ocasiones, surgieron
estos barrios cada vez más al margen del espacio y la vida urbanos. También en el imaginario
colectivo actual se asocia la villa de emergencia con una condición de marginalidad y exclusión, por
un lado, por su ubicación al margen de la ciudad y la sociedad dominante y, por otro lado, por la
manera de vivir de (algunos) de sus habitantes que de modo voluntario o forzoso, se sitúa fuera de
las normas sociales comúnmente admitidas (RAE 2001). Nos preguntaremos cómo dentro del gueto
pueden construirse nuevas normas sociales o reivindicar los valores tradicionales que la sociedad
fragmentada o posindustrial parece haber perdido y cómo la villa miseria tal vez se plantea como
“único espacio alternativo a esta ciudad de contrastes”. (Reati 2006: 98) Sin embargo, hay que
preguntarse si todas las evoluciones que se observan pueden atribuirse al concepto de
fragmentación. En su análisis de la novela ‘Puerto Apache’ de Juan Martini, Jajamovich quiere
alejarse de “una imagen simplista que tiende a pensar las transformaciones recientes de ciudades
18
como Buenos Aires en términos de dualización o recurriendo, muchas veces a metáforas ligadas a la
guetificación” (Jajamovich 2008: 9), poniendo énfasis en las mezclas en el lenguaje del narrador,
mezcla de la ciudad etc.
En conclusión, puede decirse que la ciudad en la literatura ha conocido y conocerá varios “mapas
mentales” (Reati 2005: 136) que los habitantes, según los tiempos que viven, hacen de ella. El marco
histórico al que concierne nuestro corpus se caracteriza por las representaciones de la ciudad
fragmentada. Sin embargo, parece también valida la oposición ya explorada anteriormente de
centro-periferia por las condiciones de exclusión espacial y social que son intrínsecas a la villa de
emergencia.
3.4 Representación del espacio
Este apartado se dedicará brevemente al marco teórico de la representación del espacio y cómo el
espacio significa en la narrativa. Como indican varios teóricos literarios la construcción del espacio
diegético en un relato ocurre en distintos niveles. A continuación, se explorará cómo ello se lleva a
cabo.
Se parte del supuesto de que siempre debe haber un espacio en el que el relato se desarrollará
(Soubeyroux 1985: 38). Ahora bien, en un primer nivel, se construye un universo ficticio tomando
elementos del mundo real, de modo que en mayor o menor medida se crea la ilusión de realidad que
se basa tanto en la correspondencia con dichos elementos del mundo real como en otros “textos”
que se construyeron alrededor de ellos, los cuales cargan ese universo con una significación cultural
que “la colectividad le ha ido atribuyendo” y que se evoca al referir a ellos. (Pimentel 2001: 9, 31) Ello
se debe a la función primaria de referencialidad o denotación del espacio descrito. Pimentel postula
que los nombres propios y los nombres comunes son las categorías lingüísticas que realizan dicha
función en el texto narrativo. En otras palabras, en este primer nivel se busca construir un reflejo de
la realidad (Soubeyroux 1985: 38) a partir de elementos en el lenguaje que tienen una función de
denotación como los nombres propios y comunes, por lo cual se insiste en la realidad del espacio
diegético a la vez que se intenta a ocultar su carácter ficcional (Pimentel 2001: 30-31), es lo que llama
Mitterand (1980) la “topografía mimética”. “Así, la creación de un mundo en el relato constituye un
contrato de inteligibilidad con el lector, inteligibilidad que dependerá del tipo de relación que el
universo diégetico establezca con el mundo real” (Pimentel 2001: 9-10). Después Mitterand (1980)
reconoce un segundo nivel, denominado “toposemia funcional”, en el que los diferentes lugares del
espacio diegético cobran una función dentro del relato. Por consiguiente, el espacio puede ser un
actor al determinar, por ejemplo, las relaciones entre los personajes. Al tercer nivel en el que el
19
espacio de la novela puede significar, corresponde, según Mitterand (1980), un “simbolismo
ideológico”. Este último constituye el nivel más profundo de significación del espacio en el cual los
lugares en el relato cobran una dimensión simbólica que expresa una ideología determinada en la
que se interpretan los elementos espaciales como signos sociales que dan muestra de una cierta
visión, que puede estar instalada profundamente en el imaginario colectivo de una cultura, del
hombre y del mundo (Soubeyroux 1985: 39) como, por ejemplo, lo es la dicotomía de civilización-
barbarie para la literatura argentina. Pimentel examina de qué manera las propiedades lingüísticas
desempeñan un papel en construir el espacio diegético. Como ya hemos visto, los nombres propios y
comunes principalmente poseen una función referencial. Sin embargo, el nombre propio ya va más
allá que la mera denominación, puesto que un solo nombre puede en un momento dado evocar toda
una serie de significaciones que se le ha ido asignando. Los nombres comunes, a su vez, se
caracterizan por una parte por su potencial referencial y, por otra, por su valor conceptual (Pimentel
2001: 33) Después, los adjetivos y los adverbios restringen los objetos que el nombre puede denotar
y por eso tienen una función particularizante, lo que “intensifica la ilusión de realidad”. (Pimentel
2001: 36) Además cargan el espacio de cierto sentido. Para que tenga sentido el espacio, éste tiene
que construirse de manera lógica por medio de sistemas descriptivos que se basan, por ejemplo, en
“modelos binarios de espacialidad basados en categorías lógico-lingüísticas tales como
cercano/lejano, arriba/abajo, (…)”. (Pimentel 2001: 60) Otro modelo que es importante en su
construcción es el “modelo taxonómico dimensional” de Greimas que consiste en “un punto cero”
del que se describe el espacio diegético. Para Pimentel (2001: 88) tanto los adjetivos como las
configuraciones descriptivas “constituyen los puntos de articulación ideológica en un texto
descriptivo” y es la recurrencia de este “patrón semántico” que hace que el espacio logre significar
en el plano de lo ideológico y lo simbólico (Pimentel 2001: 78). De ese modo se da “cuerpo y
presencia al espacio u objeto representado” (Pimentel 2001: 58, 78). Además de adjetivos, adverbios
y los sistemas descriptivos son las metáforas que dan un sentido aun más profundo al espacio al
proyectar ciertas imágenes que en un principio no pueden combinarse. De dicha combinación surge
un nuevo sentido (Pimentel 2001: 90). Las metáforas dan la “posibilidad de generar espacios
diegéticos imaginarios, con un alto grado de visualización y una concordancia nula con los espacios
del mundo real” (Pimentel 2001: 99).
En resumen, al lado de su función de dar cierto ‘reflejo de realidad’ al referir a ella, el espacio en la
narrativa se sirve de dimensiones más profundas que le dan significación al espacio descrito.
20
4 Análisis de La Villa de César Aira
4.1 Introducción
El presente capítulo se dedicará al análisis de la novela de César Aira, La Villa. En una primera parte
se introducirá brevemente el autor y su concepción acerca de (la función de) la literatura y, más en
particular, cómo se muestra ello en La Villa. Como el título ya enseña claramente, esta novela
también aborda el tema de la villa miseria. Varios autores, tales como Gazzera (2002), Saítta (2006) y
De Diego (2007), han observado que los modos de representación en las novelas que tratan la
temática de la villa miseria y la pobreza en la literatura argentina han cambiado considerablemente a
partir de los años noventa del siglo XX. Así también esta novela de César Aira da muestra de dicho
cambio. Una segunda parte tratará el análisis propio del texto, en el que se tratará la representación
del espacio villero, por una parte, y las imágenes de sus habitantes, por otra parte.
4.2 César Aira y el realismo en La Villa
Gazzera (2002) ha detectado una “nueva corriente” en la novelística argentina que da cuenta de las
transformaciones sociales. En ella ubica tanto La Villa como Vivir Afuera. Como hemos visto, el tema
de la pobreza y de la villa miseria como espacio literario no son nuevos en la narrativa argentina, sin
embargo, Gazzera observa un cambio llamativo en cómo los manejan escritores contemporáneos. Si
un autor como Verbitsky en Villa miseria también es América (1957) buscaba “una integración social
de estos sectores marginalizados a través del trabajo y la planificación social” (Muñiz 2008: 2), la
novela servía el propósito de denunciar la situación miserable en la que los pobres de la ciudad se
encontraban. Además como sustenta también De Diego (2007: 245) se quería demostrar que este
mundo excluido también constituía un objeto digno de ser representado. Así el lugar de la villa
miseria, un lugar (intencionadamente) olvidado, pasaba a ser un espacio que reclamaba –aunque a
través de escritores educados- dignidad y mejoras. En la actualidad, el espacio de la ciudad y las vidas
de sus ciudadanos son inconcebibles sin la presencia de la villa de emergencia, así tampoco los
medios de comunicación o discursos políticos prescinden de hacer referencia a ella. César Aira, por
su parte, se aleja de esa tarea de denuncia y crítica social o política. Es más: Aira rechaza
enfáticamente la literatura comprometida:
“La literatura es el reino de las intensiones *sic+ fallidas. Si la intensión falló, hay literatura; si
salió bien, no. Uno parte de la intensión de ser escritor pero esta intensión es imposible de
lograr, es un error lógico. De la frustración de esa intensión nacen todas las otras.”
(Vitagliano 2007)
21
De este modo se aparta de un proyecto comprometido, el cual ha sido corriente en las novelas
anteriores que abordaban el tema de la villa de emergencia. Si bien es una característica de su
poética en general, se observa que tampoco La Villa puede servir dicho propósito, puesto que las
categorías de pobreza y la condición precaria y excluida en parte reciben otra interpretación en la
novela.
La intención denunciadora solía ir de acuerdo con técnicas narrativas realistas, a fin de reflejar la
realidad que se quiere cuestionar. Justamente este realismo resulta también problemático en La
Villa. Aunque la narración está repleta de referencias al mundo real como nombres de calles, la
autopista que cruza el barrio de Flores en el que se sitúa el relato, la comisaría y partes de la ciudad,
junto al hecho de que se puede prácticamente seguir el recorrido de Maxi en un mapa de la Capital,
la descripción de la Villa pierde esta ilusión de verosimilitud y es convertida en un espacio fantástico.
(Saítta 2006: 100) El propio Aira afirma que lo interesante para él sale de esos puntos en el relato en
los que este se desvía de la referencialidad:
“Por un lado está la panoplia de las artes. Enfrente están los objetos discretos del mundo.
Sólo se trata de hacer coincidir ambas series. Pero como ya se ha hecho tanto arte, y hay
tanto arte ya hecho, tantas coincidencias ya coincididas, hoy día parece como si no pudiera
haber arte en proceso sino allí donde no hay coincidencia, donde hay una inadecuación
disonante y sorpresiva.” (Aira 1992: 22)
No obstante, varios autores (Contreras 2006, Vitigliano 2007) no niegan que use tópicos o
procedimientos realistas. En su análisis, Vitagliano (2007: 10) afirma que a primera vista La Villa
parece una novela de realismo crítico por la temática que aborda y los tópicos que aplica. Así cuenta
una historia de cartoneros que tratan de buscarse la vida reciclando basura y presenta la villa como
bastión de narcotraficantes en la que ni siquiera la policía se anima a entrar. También menciona las
sectas evangélicas que van ganando terreno en la ciudad y los chicos de la clase media que se la
pasan en el gimnasio. A pesar de ello, la novela no resulta ser de corte realista. Como indica
Vitagliano (2007: 13), el género del realismo trabaja con generalidades y la noción de tipo. Vitagliano
sustenta que Aira en vez de generalidades trabaja con particularidades y a modo de ilustración
analiza el personaje de Maxi que posee todas las características para hacerse representativo de los
porteros de discoteca por su apariencia física y falta de intelecto pero como sufre de ceguera
nocturna se descarta toda su utilidad como portero. En eso Vitagliano ve un ejemplo de las
particularidades que emplea Aira en su construcción de personajes. Por otra parte, según Vitagliano,
la voz del narrador en La Villa asume las mismas funciones que la voz narrativa en la novela realista
tradicional, a saber, las funciones explicativa o pedagógica y la evaluativa. Que el narrador también
22
explicita cosas sobreentendidas produce un efecto inesperado o hilarante en el tono de la novela.
(Vitagliano 2007: 19-20)
Por lo tanto, en vez de panfleto de denuncia la villa de emergencia en La Villa de César Aira, funciona
como objeto de experimentación (Rémon Raillard 2003: 55), así confirma Muñiz (2006: 2) que el
espacio villero recibe una lectura poética en esta novela. No obstante, la novela no deja de reflejar
cierta realidad social del contexto en el que se ha concebido, para citar un ejemplo a través de Maxi
La Villa alude al turismo villero. En este sentido la novela pone en palabras un mundo casi invisible
(Saítta 2006: 101). Por eso asimismo nota Vitagliano (2007: 12) que el tono fuerte está precisamente
en la historia entre Maxi y los cartoneros.
4.3 La representación del espacio en La Villa
4.3.1 Introducción En este apartado se examinará la representación del espacio en La Villa de César Aira. ¿Cómo se
representa el espacio de la ciudad y, más en particular, de la villa de emergencia? ¿Cómo funciona
este espacio de la villa miseria en esta novela? ¿Corresponde a las representaciones de la ciudad en
la literatura argentina reciente y da cuenta de las mismas evoluciones de fragmentación social y
espacial en el mapa urbano? El espacio en esta obra no funciona como mero trasfondo en la
narración de la intriga sino que se desplaza al primer plano y adquiere un papel importante en el
desarrollo de la trama. En lo que sigue se explorará con más detalle cómo esto se lleva a cabo. A
pesar de la importancia del espacio en la novela, Aira no hace ninguna ‘etnografía’ de dónde y cómo
vive la gente en una villa miseria. En cambio, parece que Aira toma el lugar villero y su relación con la
ciudad para hacer una lectura poética de él y reflexionar sobre el arte, la representación y la
naturaleza del conocimiento. En una primera parte se describirá el espacio construido en La Villa, y
se explorarán las dimensiones simbólicas que éste adquiere en la novela. Por último, se buscarán
posibles imágenes de la ciudad en términos de centro-periferia o de la fragmentación del espacio
urbano.
4.3.2 El barrio de Flores y la geometría no convencional de la Villa
El relato se sitúa en un corte de unas cuadras en el barrio de Flores de la capital argentina. La novela
hace muchas referencias a nombres de calles existentes de modo que uno pueda trazar el recorrido o
los desplazamientos que hace Maxi diariamente en un mapa de la ciudad. Sin embargo, como ya
hemos observado, la villa miseria a la que Maxi va acercándose, carece de dichas referencias
realistas. En lo que sigue, nos interesará la construcción de esta villa altamente desrealizada.
23
En esta novela los personajes refieren a la populosa villa miseria del Bajo de Flores con el nombre
genérico de la Villa. De esta manera prescinde de los complementos miseria y de emergencia, por lo
cual se eliminan tanto el carácter transitorio como las connotaciones negativas de ellas. Sin embargo,
Vanesa, la hermana de Maxi reconoce que la villa es un nombre estigmatizado: “sé que vivís en
Bonorino al mil ochocientos. –No le pareció delicado decir “la villa” –”. (52)
Ahora bien, la Villa se ubica ahí “donde no llegaba ni el más persistente caminador” (17) en un rincón
oscuro del barrio de Flores al final de la calle Bonorino, donde limita con un barrio de trabajadores.
En contraste con sus inmediaciones, la Villa aparece como una luz radiante, que como comenta el
narrador, se debe a la ilegalidad de las conexiones con la red eléctrica que aparentemente no los
alienta a los habitantes a una actitud de ahorro en cuanto al consumo de energía. El mapa de la Villa,
apartándose de la geometría convencional, no constituye un damero como es usual en las ciudades
sino que solamente contiene calles que llevan más adentro de la Villa sin cruzarse con ninguna calle
transversal, por lo cual tampoco se forman manzanas. En eso se aleja asimismo de una geometría
racional, puesto que, como comenta el narrador, para aprovechar el poco espacio del que las villas
miseria disponen, hay que multiplicar las calles, no suprimirlas a fin de evitar fondos inútiles atrás de
las casas. En vez de eso, en la villa hay más casillas atrás de las que limitan con la calle, de modo que
se hace una diferenciación interna dentro de este espacio de pobreza, en el que los más pobres viven
en las casillas que están más adentro. Es más, toda la descripción de la Villa conduce a una lectura
no-racional del espacio, que se asocia con el sueño y la fantasía. La Villa es circular pero las calles
entran con un ángulo de cuarenta y cinco grados en vez de perpendicularmente, por lo cual no
conducen al centro y éste queda vacío, lo que desde un punto de vista racional es imposible sin
cruzar ninguna calle. A pesar del desorden que se sugiere a primera vista, también hay organización
dentro de este “laberinto maloliente de casillas de lata, donde se hacinaban los más pobres entre los
pobres” (31). Las calles por lo angostas que sean, van en una línea bastante recta para adentro.
Además, en vez de darles nombres a las calles, los villeros desarrollaron un sistema con foquitos de
luz que forman figuras para indicar una determinada calle. Estas figuras serán clave en solucionar el
enigma del narcotráfico.
Como ya hemos visto, las descripciones de la Villa se diferencian de las del barrio vecino en cuanto a
los procedimientos narrativos realistas (Saítta 2007: 100). A lado de la referencialidad en la
descripción de la ciudad que se opone a la Villa, estos dos espacios también se oponen en sus
vínculos respectivos con la realidad o la vigilia y el inconsciente o el sueño. O, como Villanueva (2007:
375) observa, resulta en una oposición entre la objetividad de la ciudad versus la subjetividad de la
Villa. Por eso también es significativo cómo Maxi va conociendo ese lugar desconocido. Maxi en su
24
recorrido diario con los cartoneros va acercándose cada día más a la Villa, al mismo tiempo que está
“cada día un paso más adentro del sueño” (24). A continuación, se explorará cómo el espacio de la
Villa se relaciona con el recorrido, el viaje, la búsqueda y el laberinto, y con otras dimensiones de la
realidad, a saber, el mundo de los sueños y el inconsciente.
4.3.3 El recorrido de Maxi por Flores hacia el laberinto de la Villa La trama se desarrolla principalmente a través del recorrido de Maxi, por medio del cual se acerca
cada día más a la Villa hasta llegar un día histórico a su borde. Poco a poco también se adentra en
ella. Empezó a ayudar a los cartoneros porque “le daba un sentido a sus caminatas del atardecer” (6),
pero con el transcurso del tiempo también es guiado por curiosidad. Su afán por llegar a la villa y
adentrarla es fomentado por su curiosidad para saber dónde y cómo viven. Esta escena de un chico
de clase media que está ayudando a diferentes familias de cartoneros le intriga tanto al inspector
Cabezas que decide seguir y observar a Maxi. Entonces, en la noche en la que la historia llega a su
desenlace parece que se mueve una verdadera columna de gente hacia la Villa, guiada por Maxi y los
cartoneros. En persecución van Vanesa, la hermana de Maxi, y su amiga Jessica, por su parte
seguidas por el inspector Cabezas, quien tras matarlo al ‘pastor’ en la ‘puerta’ de la villa será buscado
por la jueza y todo el cuerpo de policía.
Ahora bien, a través de sus recorridos diarios la gente suele experimentar la cuidad. Por su parte, un
mapa no da cuenta de quién vive en un determinado lugar, cómo son sus casas y cómo la gente se
relaciona con los lugares. Entonces, el conocimiento del espacio en vez de deducirlo de un mapa
proviene del uso y de la percepción de dicho espacio. (Young 2003: 303) La gente suele conocer
únicamente la parte de la ciudad en la que se mueve a diario a través de sus desplazamientos
habituales y por lo tanto no conoce la ciudad toda. Sin embargo, en La Villa de César Aira los
recorridos de los personajes no se limitan al conocimiento de los lugares sino que constituyen
caminos en busca de algo. El espacio de la villa se presenta como un enigma y todos se dirigen a ella
a fin de solucionarlo.
La Villa, más que constituir un espacio de denuncia o representar un problema social adquiere otra
interpretación en esta novela. Se la presenta como un laberinto y los personajes quieren saber qué
hay en el centro. A Maxi este centro le intriga altamente y parece contener conocimiento acerca del
modo de vida de los villeros. (Quintana 2007: 149) Se pregunta qué puede haber en el centro de la
villa: “¿Acaso había tintorerías en el medio de la villa?” (87). Por su parte, el inspector Cabezas quiere
saber cómo hacen para traficar drogas adentro y afuera de la villa sin que la policía pueda enterarse.
La forma del laberinto no es nueva en la literatura, tampoco en la literatura argentina en la que Jorge
Luis Borges ha explorado la forma laberíntica. Existen varios tipos de laberintos con sus
25
interpretaciones. Así el laberinto griego tradicional tiene un centro sagrado que es metáfora por un
sentido claro. En los cuentos de Borges se exploran diferentes interpretaciones, por ejemplo el
desierto-laberinto de “Los dos reyes y los dos laberintos” o el laberinto transparente “cuyo centro
está en todas partes y su límite exterior en ninguna” de “La biblioteca de Babel”. (Sarlo 2009: 141-2)
Pero el laberinto también puede destacar por su desorden en el que se implican inseguridad y
extravío oponiéndose al orden del damero de la ciudad. (Campra 1994: 32) La villa laberíntica de Aira
tiene un claro perímetro que se baña de luz, sin embargo, hacia el final del relato se ve la Villa desde
arriba y se revela el centro de ella:
“Más allá de lo especial de la situación, el espectáculo tenía un interés intelectual o estético.
Nadie había visto antes la Villa desde ese punto de vista, es decir, en su forma íntegra. Era un
anillo de luz, con radios muy marcados en una inclinación de cuarenta y cinco grados
respecto del perímetro, ninguno de los cuales apuntaba al centro, y el centro quedaba
oscuro, como un vacío.” (170-1)
De ahí que se deduzca la falta de sentido de toda búsqueda de conocimiento. De este modo el
laberinto de La Villa constituye una inversión del laberinto tradicional que guarda un sentido claro en
su interior. (Villanueva 2007: 378) Muñiz (2009: 2) ha leído la forma de la Villa como metáfora del
“vaciamiento de sentido que portan los trillados discursos sobre la pobreza.”
Al lado de su geometría laberíntica, la Villa también constituye un lugar mágico y fantástico que se
relaciona con el sueño y el inconsciente. Como ya hemos visto, Maxi sufre de ceguera nocturna y
encima tiene un ritmo circadiano diurno muy marcado por lo cual le agarra sueño desde el momento
en que oscurece. Como los cartoneros trabajan de noche, debido a que la gente sacaba la basura a
esa hora, el viaje hasta la Villa es un verdadero desafío para Maxi. La impresión fantástica que
adquiere la Villa para Maxi, por un lado, se debe al sueño que le agarra a esa hora del día y, por otro
lado, deriva del exceso de luz que irradia de ella. El viaje a la Villa se puede leer como un apartar de y
volver a la realidad, o sea, como metáfora de la literatura. (García 2008) “(…) ella [Adela] pudiera salir
(…) del corazón oscuro de la villa, hacia la realidad”. (103) Dicha transición de la percepción objetiva
de la ciudad hacia la subjetiva de la Villa, que asimismo corresponde a la transición de la vigilia al
sueño, se muestra en el hecho de que la primera vez que Maxi echa un vistazo a la Villa, está aún
lejos de ella por lo que guarda todavía algún sentido de realidad: “A la distancia, y a esa hora, podía
parecerle un lugar mágico, pero no era tan ignorante de la realidad como para no saber que la suerte
de los que vivían allá estaba hecha de sordidez y desesperación.” (18) Cuando por fin supo llegar al
borde de la villa, está por entrar en “ese reino encantado” (29) lo que le provoca un sentimiento de
26
maravilla, de asombro. Cruzando el borde de la Villa, entra al inconsciente. Esta visión difiere
radicalmente de su visión anterior de la villa, cuando estaba a una distancia de ella:
“Medio dormido, más ciego que nunca (porque el pasaje bajo la corona de luz lo dejaba
deslumbrado), Maxi alzaba la vista hacia el interior con insistencia, y ya fuera ilusión, ya
confusión, le parecía ver, rumbo al centro inaccesible, torres, cúpulas, castillos
fantasmagóricos, murallas, pirámides, arboledas.” (36)
Cuando al final Maxi está dentro de una casilla en la Villa quedó profundamente dormido.
“La casilla era un cubo apenas irregular, y el catre la ocupaba todo a lo largo, haciendo
presión sobre las paredes. El cubo era uno en un millón, colocados uno al lado del otro, con o
sin huecos entre ellos, a veces apilados, en hilares o racimo, dispuestos al azar en una gran
improvisación colectiva. Los constructores artesanales preferían las formas simples, no por
motivos estéticos o utilitarios, sino justamente, para simplificar las cosas. En la Villa la
simplificación significaba algo distinto que en el resto de la ciudad. Las formas simples son
muy intelectuales o abstractas en la vigilia, pero en el sueño son simplemente prácticas,
utilitarias. Y este anillo inabarcable pertenecía por derecho al inconsciente, los cables que
unían las construcciones, tan numerosos e intricados como ellas, contribuían a esta
dedicación de la villa al sueño.” (188-9)
Entonces, la descripción y la experiencia de Maxi de la Villa van totalmente en contra de toda lógica
racional. A pesar de su ceguera nocturna, que indica metafóricamente la ignorancia de la clase media
para con los villeros (Voionmaa 2004: 127), Maxi adquiere la capacidad de ver este segmento de la
ciudad y la sociedad, aunque no a través de la percepción racional sino que por medio de otras
dimensiones, como el inconsciente y el sueño. El vínculo de la Villa con la percepción y visibilidad se
ve también en el vocabulario con el que Aira describe la Villa: iluminación, revelación, visibilidad,
espejo, reflejo, visión, fantasía, luz, maravilla, etc.
4.3.4 Centro-periferia y la ciudad fragmentada
A continuación se analizarán las representaciones de la ciudad como vistas en el capítulo anterior. La
oposición entre centro y periferia no es muy significativa en relación con La Villa, puesto que el
espacio villero en dicha novela no se encuentra en la periferia de la capital sino que esta “ciudad de
pobreza” se ubica dentro de la ciudad (32). De esta manera la Villa forma una isla dentro de la ciudad
y corresponde más bien al imaginario de la ciudad fragmentada. Por lo tanto, asimismo la fuerza
identificadora que emana de este lugar no se debe a la pertenencia a un lugar periférico que borda o
linda con el campo, sino más bien por la exclusión espacial y social que se debe a la fragmentación de
27
la vida urbana. Dicha segregación se nota en la observación de Maxi: “Podía haber apostado que
ninguno de sus conocidos del colegio, del gimnasio, del barrio, o amistades de sus padres o
parientes, habían entrado nunca a una villa, ni en entrarían. ¡Y estaban tan cerca!” (31) Incluso Maxi
había oído decir que ni la policía se animaba a entrar en las villas. (31) Del lado de los cartoneros
tampoco hay porqué relacionarse con los demás habitantes de la ciudad, puesto que salen de noche
“no porque les gustase, ni por esconderse, sino porque la gente sacaba la basura al final del día”. (7)
Los cartoneros se “habían hecho invisibles, porque se movían con discreción, casi furtivos, de noche
(y sólo durante un rato), y sobre todo porque se abrigaban en un pliegue de la vida que en general la
gente prefiere no ver.” (10) La radical separación de estos sitios se debe, según el narrador, al miedo,
que constituye la matriz de los lugares, “de los lugares sociales y también de todos los otros,
incluidos los imaginarios.” (31) Sin embargo, hay interacción entre las diferentes clases en este barrio
de La Villa porque Adela, una muchacha habitante de la Villa trabaja en una casa de una familia en
Flores y asimismo personajes de clase media están implicado en la compra de drogas en la Villa.
Ahora bien, esta villa de emergencia y el barrio vecino también presentan ciertos rasgos de
guetoificación como plantea uno de los habitantes vecinos en una carta al diario Clarín:
“Los vecinos de Bonorino al mil ochocientos en el Bajo Flores hemos venido sufriendo en los
últimos años una escalada de violencia, alentada por una mafia que tiene su cuartel general
en la vecina villa de emergencia. Las armas y las drogas se han vuelto una presencia cotidiana
en lo que hasta hace poco era un tranquilo barrio de trabajadores, con chicos jugando en las
veredas. Hoy día vivimos encerrados, de día y de noche, rehenes domésticos de una
criminalidad que no tiene controles.” (43)
A dicha violencia, criminalidad e inseguridad se añade la infiltración de sectas protestantes en la Villa
como fachada del narcotráfico que además hubiera causado la muerte de una chica que vivía en el
barrio vecino a la Villa. Todos estos elementos junto a los hechos desarrollados en la trama de Maxi
llevarán al final violento de la novela en el que se sitia la Villa.
Al mismo tiempo, si en la perspectiva de Maxi la villa miseria de alguna manera se presenta como un
gueto es solamente en el sentido espacial: “Además, ¿qué pobres? Los pocos que veía (…) estaban
vestidos como cualquier otro argentino, y se comportaban igual. Lo único que los clasificaba de
pobres era que habitaran esas viviendas precarias.” (75-6) A lo largo de la novela la villa miseria se
plantea como un espacio alternativo al reivindicar los valores tradicionales que la sociedad neoliberal
ha perdido: solidaridad, pertenencia a una comunidad, etc. Sin embargo, a pesar de la aparente
exclusión de la lógica capitalista, parece que tampoco los villeros pueden escapar a ella. Llegados los
28
noventa, incluso los carritos compuestos por los cartoneros con desechos que antes se destacaban
por una “propia belleza peculiar, su valor como artesanía popular” (26), ahora su valor era de pura
funcionalidad. De todos modos, como ha observado Villanueva (2007: 371-2), la dicotomía
sarmientina civilización-barbarie se ve invertida en sus tradicionales asociaciones con respecto a la
villa miseria en la ciudad. En esta novela de Aira la Villa se presenta como un espacio de civilización y
organización que se opone al resto de la ciudad como lugar donde reinan la barbarie y la violencia.
Por último, cabe destacar que la fragmentación no se presenta solamente en forma de una
segregación social y espacial sino también en el hecho de que Aira toma un fragmento de la ciudad, a
saber el barrio de Flores con la vecina villa miseria, y lo hace funcionar como representación de la
ciudad toda (Villanueva 2007: 369).
En conclusión, se ha podido observar que el espacio en La Villa adquiere una interpretación
particular. Por un lado, parece que la villa miseria se presenta como un espacio alternativo, que se
aparta de toda geometría racional en su construcción, y en el que los habitantes han reafirmado los
valores de solidaridad y comunidad. Sin embargo, Aira parece tomar la forma laberíntica de la villa de
emergencia, que adquiere dimensiones fantásticas, como punto de partida para una reflexión sobre
la literatura y la falta de sentido que se encuentra en su centro.
4.4 La experiencia del “otro” y las imágenes de los habitantes villeros
En el presente apartado nos preguntaremos cómo se construyen los personajes que habitan la Villa.
En la novela se nos presenta a los villeros como los otros, aquellos que parecen fundamentalmente
diferentes de la propia experiencia, por lo cual el espacio y la vida de la villa miseria parecen ejercer
una atracción en los personajes de la clase media, en particular Maxi. Se indagará sobre la
construcción de su identidad a través de los estereotipos y la perspectiva de la clase media y se
preguntará si los ‘villeros’ adquieren una propia voz en esta novela. A continuación, nos
preguntaremos qué representaciones de la villa miseria y ante todo de sus habitantes se nos
proponen en la novela.
Como ha observado Muñiz (2008: 1) en relación con La Villa, no se construye un mundo marginal o
sórdido en el que los habitantes villeros aparecen como sujetos carentes, que consecuentemente
tomarían su situación como pretexto para participar en actividades ilegales. En cambio, los
cartoneros, quienes son los personajes que aparecen con más insistencia destacan por su capacidad
de autonomía: están bien organizados en sus rondas en familia por la ciudad, son capaces de
soportar sus cargas y no se pelean entre ellos ni siquiera por los restos de comida que encuentran
29
entre la basura. Dichas imágenes más ‘positivas’ de los habitantes villeros se construyen ante todo en
la perspectiva ingenua de Maxi y de este modo se oponen a la perspectiva paranoica e impregnada
de prejuicios de otros personajes como el inspector Cabezas, la jueza o las dos muchachas de clase
media.
El hecho de que Maxi y el lector van conociendo el mundo de la Villa a través de los cartoneros
contribuye a las representaciones más bien positivas, dado que estos personajes disponen de “un
trabajo” - por lo informal que sea - y no corresponde a la imagen típica de mano de obra desocupada
que puebla las villas de emergencia. (Saítta 2006: 100) Asimismo Adela, otro personaje habitante de
la Villa que aparece individualizado dispone de un empleo. Trabaja de mucama para una familia de
clase media del barrio de Flores. El siguiente fragmento muestra cómo este espacio villero es
diferente de las imágenes que se relacionan muy a menudo con las villas miseria. En vez de que reine
el desempleo -no tomando en cuenta el empleo en la economía informal-, la condición precaria de
sus habitantes parece obligarlos a los villeros a aprovechar sus talentos y aplicarse a “oficios básicos”
en vez de que se dediquen a actividades ilegales:
“Pero justamente, en la villa abundaban los electricistas, como abundaban todos los oficios,
al menos en su fase básica. Casi se podía decir que todos sus habitantes eran “oficiales
básicos” de todo; los pobres debían arreglárselas con las cosas, no tenían más remedio. No le
temían a la electricidad, como los burgueses, y de hecho no tenían por qué hacerlo.” (28)
O sea, la imagen positiva de dicha villa de emergencia se construye a partir de la capacidad
extraordinaria para sobrevivir en circunstancias precarias que los fuerza a estas personas a
“arreglárselas con las cosas”. La voz narrativa reflexiona sobre la naturaleza del trabajo de los
cartoneros, que al igual a lo que hace Maxi depende de circunstancias históricas y observa que
cualquier cambio socioeconómico hubiera hecho que esos cartoneros se dedicaran a otra cosa. (74)
Por lo tanto se enfatiza la capacidad de adaptación, en lo que esos personajes que trabajan de
cartonero se diferencian de “los burgueses”.
De manera que, desde la historia de los cartoneros y Maxi, los villeros aparecen como personajes que
saben organizarse, son solidarios entre ellos y también hacia Maxi: le fabrican una cama y la tienen
preparada para cuando éste se quedaría dormido en la Villa antes de poder volver a su casa. Los
villeros son capaces de adaptarse a su cambiada circunstancia y, según opina Maxi, puede ser una
ventaja el vivir al día. Son todas cualidades de las que aparentemente la clase media carece. Lo cierto
es que son únicamente personajes que están afuera del espacio de la Villa con quienes Maxi se
relaciona, a saber, los cartoneros, el linyerita y la empleada de los vecinos de enfrente: Adela. Es
30
justamente a través de los encuentros de Maxi con ellos que se construyen las imágenes de los
habitantes de la Villa.
Ahora bien, la palabra villero ya trae consigo toda una serie de connotaciones. Hoy en día el villero en
el imaginario social es una persona habitante de una villa de emergencia que lo es principalmente
por elección y por su aversión al trabajo. Como no anticipa mejora alguna, su situación se hace
permanente: “de la villa no salís más”. (Finet 2007: 496) Por lo tanto, el villero es vago, delincuente,
sucio, deshonesto. (Finet 2007: 489) En esta novela asimismo Aira trabaja con estos estereotipos
(Vitagliano 2007, Decock 2006, Quintana 2007: 149) aunque los emplea de manera grotesca para
mostrar su verdadera índole. Las suposiciones y sospechas que inspiran dichos estereotipos
conducen al final apocalíptico de la novela. Según Quintana (2007: 149), es precisamente el empleo
de estereotipos que produce el efecto de realidad. Dichos prejuicios parecen deberse al miedo que
tiene la gente a aquellos que son diferentes. Es desde la perspectiva de los demás personajes y, en
particular, del inspector Cabezas, quien se obsesiona con encontrar pruebas de estas
confabulaciones, que el relato nos proporciona con representaciones que corresponden más bien a
los estereotipos corrientes. De este modo la Villa está llena de narcotraficantes, desocupados y
personas ante todo de origen boliviano o peruano con rasgos indios y un acento marcado. Todos
ellos, además, expanden sus actividades afuera de la Villa por lo cual afectan al barrio vecino.
“Refugio clásico de maleantes y fugitivos, el auge de las drogas había multiplicado la violencia
en las villas (…) Esta villa en particular era un caso especialmente virulento. (…) el foco de
violencia que preocupaba al barrio no estaba en la villa propiamente dicha, en cuyo interior
nadie podía asegurar qué pasaba, sino afuera, en su “hall” de entrada.” (42-3)
Y será también en ese “hall” de entrada que la trama llegará a su desenlace apocalíptico, cuando el
inspector Cabezas logre descifrar el enigma del narcotráfico en la Villa.
Se describe a los villeros como personas de rasgos indios, con un acento raro, que están
‘seguramente’ mal alimentadas. Cuando la hermana de Max se entera que éste se quedó dormido en
la villa comenta: “Espero que las sábanas estén limpias” (181). El siguiente fragmento muestra una
conversación entre Maxi y Adela, una chica de la Villa, que se encuentran por casualidad y deciden
caminar juntos hacia la salida de ella:
“-¿No tenés miedo de andar sola de noche?
-Señor, ahora voy con usted.
-Sí, porque me encontraste de casualidad. Aquí son capaces de asaltarte por un peso. (…)
Qué vergüenza, que entre gente a la que le falta todo, se arrebaten lo poco que tienen.
31
-Señor, yo no lo veo tan mal.
-¿¡Cómo!? ¿Justificás el robo? ¿Vos también robarías?
-Señor, ¿me ve a mí robando? Se me reirían en la cara. (…) Lo que quiero decir es que el que
puede robar, roba. Si está hecho para eso, ¿qué otra cosa podría hacer? Sobre todo si se le
presenta la oportunidad.” (81)
Se observa que Adela le dirige a Maxi con señor, mientras que Maxi la tutea a Adela. Además, en esta
conversación se ve que Adela no responde a los estereotipos que están implicados en lo que dice
Maxi. “ahora voy con usted”, dice Adela contestando la pregunta con la que Maxi quiere decir que
una villa miseria es un lugar peligroso para andar caminando sola de noche como mujer. Pero en
lugar de responder a este significado que implica su pregunta, le contesta literalmente. (Vitagliano
2007: 24) Por otra parte, parece mostrar que los estereotipos que se le imponen a los villeros, hacen
que se comporten de esa manera: “si está hecho para eso, ¿qué podría hacer?”.
En cuanto a los tópicos que asocian Horne y Voionmaa (2009) con la temática de la marginalidad
llama la atención que la violencia en esta obra se manifiesta en el encuentro hacia el final entre el
hijo de la jueza que trabaja de soplón de policía y el inspector Cabezas. Como el hijo no fue
reconocido como tal, el encuentro resulta en la muerte del joven. Luego, ya en la Villa, se narra el
apogeo de la trama cuando la jueza que busca venganza por la muerte de su hijo se enfrenta con el
inspector Cabezas, quien aquí encarna el (camino del) Mal. Por consiguiente, parece que la violencia
no se relaciona tan directamente con los habitantes de la villa -aunque sí quizás con el espacio de la
villa- puesto que los tres personajes en cuestión no son habitantes de ella.
Por otra parte, la marginalidad de la villa y sus habitantes parece manifestarse en una exclusión de
las leyes comunes con la construcción de una nueva Ley en la Villa (Horne y Voionmaa 2009: 39). La
Villa no carece de normas o leyes, sino que tiene sus propias leyes que asimismo corresponden a una
lógica diferente en comparación con el resto de la ciudad. “Esta ciudad de la pobreza dentro de la
ciudad podía obedecer a sus propias leyes.” (33) Esta otra logica se revela ante todo en la
construcción espacial de la villa, como hemos visto más arriba.
Ahora bien, aunque Aira toma este segmento de la sociedad y de la ciudad, parece que difícilmente
puede decirse que los pobres adquieren su propia voz en esta novela. Si bien es cierto que se toma
como temática central de la novela el mundo de la villa miseria –un mundo que ha estado casi
invisible en la literatura que no tenía el objetivo de denunciar-, este mundo de pobreza en La Villa se
nos presenta ante todo a través de la perspectiva de la clase media. Los habitantes de la villa
aparecen como una ‘masa indiferenciada’ (Voionmaa 2004: 128) más que personajes
32
individualizados. Así también para Maxi: “era él quien no los distinguía, se le confundían, pero le
daba lo mismo” (12). La única excepción a la ‘masa indiferenciada’ constituyen Adelita y Alfredo, el
linyerita, que aperecen más individualizados y con nombre. Llama la atención que ellos están afuera
de la villa cuando Maxi los conoce.
La trama se desarrolla principalmente a través de la curiosidad de Maxi, hijo de un comerciante
acomodado de clase media, por las actividades de los cartoneros. Aunque padece de ceguera
nocturna, metáfora para la ignorancia de la clase media por sus conciudadanos pobres, Maxi es el
único de todos los personajes de clase media que los VE. Como no obtienen una propia voz, su
identidad se construye ante todo a través de la perspectiva de la clase media. Estos últimos, sin
embargo, son también los otros para los villeros. A lo largo de la novela apenas se muestran los
pensamientos de los pobres, al contrario, es el narrador o Maxi quienes les imponen los
pensamientos. En el siguiente fragmento Maxi se pregunta por qué inicialmente los cartoneros no lo
dejaban acercar a la villa.
“No era por vergüenza o pudor (¿cómo iban a tener vergüenza de sus casas, después de
haberse exhibido ante él hurgando en la basura y llevándosela para comerla? Era una
estúpida interpolación pequeñoburguesa) sino, al revés, por no considerarlo digno, por bien
vestido, por clase media, por señorito.” (32)
Así Aira parece sugerir que asimismo los otros, los que están al otro lado de la grieta económica,
tienen sus prejuicios acerca de los que para ellos son diferentes. O tal vez Maxi supone que los
cartoneros también deben tener sus prejuicios con respecto a la clase media.
“-¿Qué hacés vos a esta hora?
-Señor, voy a comprar para la cena.
-¿A esta hora? ¿Por qué no comprás en el supermercado para toda la semana? Sale más
barato.
¡Otra metida de pata! Por supuesto que los pobres vivían al día, no hacían compras
semanales ni mensuales, y además no había supermercados en las villas.” (80-1)
Ahora bien, dicha experiencia del otro que se trata de narrar lleva a otra posible lectura del espacio
de la Villa. Voionmaa (2004: 134) ha sugerido que el centro oscuro y vacío, por un lado, denota la
imposibilidad de ver a ‘los pobres’, aunque Maxi con su ceguera nocturna es el único que puede. Por
otro lado, ha observado en ello la imposibilidad de representar la pobreza por medio del arte o de la
literatura. Se basa en un discurso vacío, el de la pobreza, que ‘la gente’ mantiene desde su miedo por
el otro y para mantener fijas las relaciones del que excluye con respecto al excluido. Por lo tanto es
33
imposible hablar desde la villa y desde la gente que la habita. Las únicas excepciones, como ya hemos
dicho, son Adelita y Alfredo que hablan desde afuera de la villa. De esa manera puede leerse el
siguiente fragmento, en el que parece detectarse una pequeña nota crítica por parte de Aira:
“¿Pero entonces la Villa podía “girar”? ¿Era posible? Quizás no había estado haciendo otra
cosa desde épocas inmemoriales. Quizás toda su existencia se había consumado en una
rotación sin fin. Quizás ésa era la famosa “rueda de la Fortuna”, salvo que no estaba de pie
como se la imaginaban todos, sino humildemente volcada en la tierra, y entonces no era
cuestión de que unos quedaran “arriba” y otros “abajo” sino que todos estaban abajo
siempre, y se limitaban a cambiar de lugar a ras del suelo. Nunca se salía de pobre, y la vida
se iba en pequeños desplazamientos que en el fondo no significaban nada.” (194-5)
Resumiendo, hemos visto que Muñiz sostenía que La Villa prescinde de las imágenes más sórdidas
que aparecen habitualmente en relación con el tema. Ello se ha observado en particular en la historia
de Maxi y los personajes cartoneros. La perspectiva de los demás personajes da cuenta de imágenes
estereotipadas –aunque también Maxi habla desde imágenes fijadas a veces-, prejuicios y visiones
paranoicas, que se basan principalmente en el miedo que tienen al otro. En esta novela los
personajes villeros no consiguen una voz propia sino que se construye su mundo a través de la
perspectiva de la clase media.
34
5 Análisis Vivir Afuera de Rodolfo Fogwill
5.1 Introducción
El presente capítulo tratará la representación de la villa de emergencia en la novela Vivir afuera de
Rodolfo Fogwill, escritor y licenciado en sociología. En contraste con la novela La Villa de César Aira,
el espacio de la villa miseria no desempeña el mismo papel central en Vivir afuera debido a que
Fogwill tematiza la aparente marginalidad argentina de los años ‘90 en Gran Buenos Aires. La novela
integra diferentes hilos narrativos que corresponden a los recorridos y encuentros de seis personajes
individualmente pero que en varios instantes se entrecruzan durante un lapso de tiempo de apenas
once horas en Buenos Aires. De los seis personajes casi todos de alguna manera pertenecen a algún
grupo excluido o marginado en la sociedad: Saúl y Diana forman parte de la clase media judía
porteña, Pichi y Susi habitan una villa y Mariana, adicta a la cocaína, tiene SIDA. El sexto personaje es
Wolff, un hombre entrado en años y egresado del Liceo Naval.
A continuación, se examinará brevemente qué lugar ocupa la novela Vivir afuera dentro de la
literatura argentina reciente y cómo refleja el marco histórico reciente de los años ’90 en relación
con las villas miseria. Después, se indagará sobre la representación del espacio en la novela y, más en
particular, el espacio de la villa de emergencia, así como también sobre las imágenes que se emplean
en relación con la condición en la que viven los habitantes de la villa y, finalmente, sobre la
importancia del lenguaje en la construcción de los personajes y su identidad.
5.2 Vivir afuera y el nuevo realismo
Como ya hemos dicho, Gazzera (2002) ubica tanto La Villa como Vivir afuera en una nueva corriente
en la narrativa argentina que refleja los cambios sociales de los últimos veinte años, aunque sin
comprometerse a denunciar la situación precaria de los sectores más pobres, apartándose de este
modo de obras anteriores que tematizaban la pobreza. Estas buscaban mostrar ese mundo invisible y
darles una voz a aquellos seres silenciados por el resto de la sociedad. Debido a los cambios socio-
económicos recientes sería difícil, sin embargo, silenciar dicho grupo cada vez más numeroso. Con
Vivir afuera, Fogwill parece decirnos que la marginalidad que tradicionalmente se atribuye a los
sectores pobres, ya no se limita únicamente a ellos.
De las tres obras que analizaremos en este trabajo, Vivir afuera es quizás la que más refleja la
realidad de la vida urbana argentina de los últimos veinte años. De ahí que algunos críticos
(Contreras 2006) definan el género de dicha novela como nuevo realismo y lo sería
“fundamentalmente por la tipicidad social –y la consiguiente renuncia a la sobresaliencia– de
personajes, referencias y situaciones”. (Contreras 2006: 4) La novela muestra muy bien cómo sería
35
vivir en los ’90 en Buenos Aires, pero, como escribe Fogwill en el prólogo de la segunda edición de
Vivir afuera, en el fondo la situación no ha cambiado mucho:
“Pero yo sigo igual. E igual Vivir afuera: pasaron once años de su escritura, los bordes siguen
siendo los mismos, aparecieron el paco, el mp3, los planes sociales con sus remunerados
líderes emergentes, más shoppings y nuevos modelos para paliar, amurallar, evangelizar o
vigilar, y la historia sigue siendo la misma y diciendo lo mismo.” (7)
El corte realista se manifiesta asimismo en las referencias a lugares geográficos como barrios de la
Capital o localidades del conurbano, parques, rutas y calles. Las referencias se extienden a
fenómenos culturales, autores y otras personas reales, programas de televisión, boliches, marcas de
ropa etc.
5.3 Vivir afuera y la vida bonaerense en los años ’90
En este apartado se examinará brevemente el marco histórico en el que se concibió Vivir afuera y si
se reflejan los cambios que también afectarán a las villas miseria y su imagen en la novela. El relato
se sitúa en un cierto día en el año 1996 en Gran Buenos Aires. Como hemos visto en el primer
capítulo, la década de los ’90 corresponde al gobierno de Menem. Este presidente es asociado con la
agudización del ‘neoliberalismo’ en la Argentina y la consiguiente liberalización del mercado
argentino. Como estos cambios en la política económica no se complementaron con un refuerzo de
las redes de protección social, la pobreza y la desigualdad en el país han aumentado. Así también la
novela sugiere un crecimiento de ciudadanos pobres con la aparición de nuevas villas de emergencia:
“Aquí atrás, contra las vías, hay una villa nueva” (96).
No obstante el ensanchamiento de la pobreza, el deseo de consumo instigado por un sistema
capitalista fue acogido no sólo por los grupos acomodados sino que rige las vidas de todos los grupos
sociales hasta los estratos sociales más bajos. De ello dan cuenta las visitas de los personajes al
shopping, la obsesión de Wolff por tener dinero, pero también los deseos de Susi, habitante de una
villa: “¿Sabés qué quiero? ¡Plata! Quiero plata para comprarme cosas para el verano.” (147)
Sin embargo, a pesar de la alta tasa de pobreza y desempleo, la ciudad de Buenos Aires sigue
ejerciendo una gran fuerza de atracción e ilusionando gente con la promesa de una vida mejor. En la
novela uno de los acompañantes de Wolff en su viaje de vuelta de la reunión de los ex-compañeros
del Liceo advierte ante una operación de erradicación:
“-¡Están erradicando! –dijo el de su derecha (…) –Todos peruanos y uruguayos… -dijo el
abogado de atrás-. En los últimos meses entraron más de cincuenta mil y están todos en
36
Buenos Aires –aclaraba. –Por qué no los deportan? (…) –Porque bajan los costos laborales y
porque cuando consigan residencia pueden votar y les van a restar votos a los radicales (…) –
Peor, porque van a votar a la zurda… (…) ¡Mejor! –corrigió el abogado-. Son menos votos
para los radicales. Pero van a votar bien, porque todos tienen parientes afuera y serían los
más perjudicados por una devaluación. Cada uno de estos coyas manda cincuenta dólares
por mes a su país y con eso mantienen a toda la parentela.” (54-5)
También en la novela los inmigrantes, que terminan muchas veces en las villas miseria, ya no son de
origen europeo como en la época del surgimiento de las primeras villas de emergencia sino que son
ante todo inmigrantes de países limítrofes como peruanos, bolivianos y paraguayos. Un grupo
importante dentro de la población villera también son los inmigrantes del interior del país. El
personaje Susi, quien es habitante de una villa en el conurbano, es hija de padres correntinos.
Pese al aumento de la pobreza y la desigualdad y la inmigración desde países limítrofes y del interior,
hay también una heterogeneización de la pobreza y la vida en la ciudad en general. Parece que ya no
responden a un efecto homogeneizador de la ciudad que los proporciona con una identidad
colectiva. Además personas de escasos recursos no se agrupan en un determinado barrio, sino que
viven en varias partes de la ciudad. Por ejemplo, Mariana, aunque también pertenece a las clases
sociales más bajas no es de una villa, sino que vive en el partido de Florencio Varela en la zona sur del
conurbano. Llama la atención en la novela que aun entre los más pobres uno quiere distinguirse de
aquel que lo tiene peor. “(…) en cualquier barrio pasa lo mismo. Se buscan al más nuevo, al más flojo,
al más choto y se cobran en ellos lo que se comen ellos cada vez que cruzan la banquina para subir a
la parada del micro.” (365) Incluso Susi adopta una actitud de discriminación contra los inmigrantes,
paraguayos en particular, porque según ella, le ocupan los puestos de trabajo, hacen que se bajen los
sueldos y las mujeres paraguayas que trabajan de mucama ‘se afanan todo’ de sus patronos. En Vivir
afuera, contrariamente a La Villa de César Aira, aun entre la gente que comparte la misma suerte
miserable desaparecieron las actitudes solidarias. “Allá en las casillitas de la ruta hay dos que se
pelearon con otros y el marido se quedó sin trabajo y entonces nadie más quiere llevarles comida…
Son dos peruanos…” (364)
El ambiente que crea Fogwill en la novela refleja una sociedad en descomposición en la que reinan la
ilegalidad, prácticas clandestinas, corrupción de los políticos, la justicia y la policía, que son las
fuerzas que tendrían que asegurar el orden y la seguridad. El miedo que fomenta la sensación de
falta de seguridad determina las vidas de los ciudadanos: “Nadie por la autopista. Todos tienen terror
a los asaltos y se desvían por Avellaneda –dijo el abogado” (44) y también Wolff “anticipaba la
aventura de ser víctima de un asalto que tampoco se produjo aquella madrugada” (37). Los medios
37
de comunicación consolidan dicha sensación de falta de seguridad cuando en su fervor
sensacionalista informan sobre realmente cada robo y asalto. Sin embargo, en la novela la paranoia
que se apodera de los personajes –por ejemplo Pichi que tiene miedo a que le puedan localizar los
sembrados de marihuana mediante satélites-, es fundada cuando al final resulta que todos los
personajes efectivamente están vigilados.
Resumiendo, Vivir afuera da cuenta de las transformaciones que produjo el gobierno de Menem y
que se hicieron sentir en la vida urbana argentina, a saber, entre otras, un incremento de la tasa de
pobreza y desigualdad, del desempleo y un empeoramiento de la (sensación) de falta de seguridad.
En relación con el espacio de la pobreza, la novela muestra cómo la ciudad de Buenos Aires recibió
un gran número de inmigrantes del interior y ante todo de los países limítrofes. Además, en Vivir
afuera la pobreza y el desenfreno no se sitúan únicamente en el espacio de la villa de emergencia. La
supuesta pérdida de los lazos solidarios y la consiguiente segregación de la sociedad y ciudad se
traducen en la estética de fragmentación que ha observado Reati (2005: 136) en la novela. En el
siguiente apartado se examinará la construcción del espacio diegético y la representación espacial de
la villa miseria.
5.4 Los paseos y encuentros en Buenos Aires (adentro y afuera): el
espacio en Vivir afuera
Ahora bien, el relato se compone de las voces de los seis personajes que constituyen diferentes
ámbitos separados de la vida en la ciudad de Buenos Aires, aunque se entrecruzan en varios
instantes. Como Young (2003: 301) ha observado no hay centro discursivo, salvo quizás hacia el final
cuando aparece una instancia narrativa superior que en forma de informes policiales o cámaras de
vigilancia comenta las acciones de los personajes. Asimismo en el lenguaje de los diferentes
personajes se observa el aislamiento de las diferentes realidades en las que vive cada uno. Más
adelante profundizaremos en ello. Aparte de los entrecruzamientos en sus experiencias tienen en
común su deseo por el consumo y su pertenencia a un grupo que se marginaliza de alguna manera
en la sociedad. La estructura fragmentada del relato que se compone de bloques de narración que
alternan entre los personajes, refleja la condición de sus vidas en la ciudad que se caracteriza por una
segregación espacial y social, o sea refleja las nuevas condiciones de la vida urbana (Young 2003:
306).
El espacio físico se extiende sobre la vasta área metropolitana de Buenos Aires y se concibe, por un
lado, a través de los movimientos de los personajes por dicha zona y, por otro lado, al evocar otros
lugares mediante los pensamientos de los personajes. De esta manera conectan una serie de lugares
38
donde transcurren los acontecimientos de la novela. Al lado del espacio físico exterior ante todo los
lugares ‘interiores’ como los medios de transporte, un bar, el shopping, un hospital, un hotel, etc. son
importantes en el relato, puesto que es justamente ahí que se dan los encuentros sociales. (Young
2003: 306)
Aunque varios críticos literarios (Reati 2005, Young 2003), conciben el espacio diegético de Vivir
afuera como un espacio descentralizado, parece que dicho espacio asimismo puede articularse en
términos de centro versus periferia. Como ya hemos destacado, el propio título Vivir afuera alude,
por un lado, claramente a la condición de los seis personajes de vivir al margen de la sociedad y, por
otro lado, asimismo puede referir al estado de vivir espacialmente afuera del (centro de la) ciudad. El
siguiente fragmento ilustra la lectura espacial (sabiendo que Santos Lugares se ubica afuera y
Palermo adentro de la Capital): “Yo pensé que él también vivía afuera… En Santos Lugares, o por ahí
cerca, pero parece que ahora se mudó aquí a Palermo…” (134). La dicotomía centro-periferia parece
darse en la novela en la oposición, por un lado, entre Capital Federal y provincia y, por otro lado,
entre la ciudad y el campo. De cierto modo se puede leer que la Capital se opone a la marginalidad
de la periferia. Mariana quiere alquilar un departamento en Capital para estar más cerca de todo y
Susi quiere conseguirse un trabajo en Buenos Aires (148). Además dice Mariana cuando se desplazó
al centro: “La Capital es para tomar blanca –pensó, o, mejor dicho, se imaginó diciendo-, no para
fumar porro: porro en la Capital sería de última…” (77). Lo que asimismo da cuenta del carácter
postergado de la periferia, es el hecho de que se saca la capa superior de tierra fértil de los nuevos
terrenos para exportarla como abono. Luego venderán los terrenos para formar nuevos barrios que
por tanto estarán predispuestos a inundaciones. Julia Smola (2006: 212) sostiene que todos se
relacionan de alguna manera con este margen en la Argentina de los ’90 y que más que deformar la
sociedad de las clases acomodadas, la define.
En cuanto a la oposición ciudad-campo se observa que la villa miseria donde viven Pichi y Susi se
ubica en el margen meridional de Buenos Aires al borde con una zona rural que se extiende entre
Buenos Aires y La Plata.
“Por esa zona, el camino de acceso a Buenos Aires se angostaba. (…) a la izquierda del
camino las lámparas de mercurio horadando la niebla y las vidrieras iluminadas de una serie
de parrillas indicaban que estaban entrando en la zona urbanizada.” (37)
La villa, al que los propios habitantes refieren mediante El Barrio o El Campo –confirma la
informalidad del asentamiento-, no se describe espacialmente y tampoco se ubica muy
precisamente. En eso, Vivir afuera se diferencia claramente de La Villa porque se caracteriza a la villa
39
sobre todo en el plano social a través de la marginalidad de sus habitantes. Además la villa de Aira se
ubica como una ciudad dentro de la ciudad, mientras que en Vivir afuera se sitúa más bien en el
margen de la ciudad, lindando con el campo. “Mariana habrá llegado *a Lomas+ reclamando que
[Pichi] la lleve a un bar antes de buscar el remise que los traerá de vuelta al campo” (31). El campo
aquí refiere al lugar de la villa. De la novela se deduce que cerca de la villa, pasando por un bosque o
un campo, se llega al (barrio de) las casillas de la ruta. Sobre ellas nos cuenta Wolff cuando está
volviendo de su reunión:
“A la derecha, había una hilera de casas de material sin revocar y casillas de chapas que se
alcanzaban a ver por el reflejo de la ciudad contra las nubes bajas.” (34)
“Esas casuchas están un poco iluminadas por el reflejo de las luces de la ciudad contra las
nubes bajas y otro poco por lo que debo recordar de esta zona. ¿Cuántas veces habré pasado
por aquí sin mirarlas, viéndolas, como ahora, medio en el borde del campo visual, medio en la
zona del límite entre los recuerdos y sentimientos?, se preguntaba.” (37-8) (el cursivo es mío)
El cursivo muestra la coexistencia pero a la vez incomunicación de esos diferentes ámbitos (Reati
2005: 143). El conocimiento de la villa se deriva solamente del pasarla en auto. Además muestra que
la construcción del espacio o cómo se lo experimenta no resulta únicamente de la percepción de
este lugar, sino que también de las experiencias pasadas y los sentimientos que se relacionan con
dicho espacio.
En suma, parece que la trama de Vivir afuera se desarrolla en un espacio amplio que abarca la zona
metropolitana de Buenos Aires, aunque enfoca en particular en la Capital y la zona sur. Ello también
parece corresponder a la polarización geográfica de los espacios de pobreza que se encuentran ante
todo en el sur de Buenos Aires. No obstante, también se hace referencia a otras villas de emergencia
en la novela que se sitúan en la Capital al lado del ferrocarril o en la zona norte al costado de la
Panamericana. En lo que sigue nos enfocaremos en la imagen que se nos proporciona de la villa de
emergencia en la novela.
5.5 La marginalidad de la villa e imágenes villeras
Como ya hemos dicho, los personajes se destacan por su vínculo con la ilegalidad, todo tipo de
negociados, la venta o el consumo de drogas, actos violentos, etc. por lo que la novela nos da la
impresión que en la sociedad argentina contemporánea la asociación con esas prácticas no se limita
al grupo de pobres o habitantes de una villa de emergencia.
40
Sobre todo mediante la voz de Pichi el lector se entera de las circunstancias de vida, no tanto en la
villa misma, sino ante todo de sus habitantes que parecen pasar gran parte de sus vidas afuera de la
villa. Los otros personajes, a saber Wolff, Saúl y Diana, son bastante ignorantes de la situación en
ellas y solamente comentan su existencia al pasarlas en auto. Aparecen como los barrios sin luz
después de que la compañía eléctrica ha cortado las conexiones ilegales que los villeros se hacían.
Cuando Saúl comenta un caso que estuvo en el hospital donde trabaja, está convencido de que a
pesar de las circunstancias miserables en las que viven, están felices:
“¿te imaginás sin agua, sin gas, sin heladera, durmiendo de a veinte juntos en un tanque de
hormigón? Estoy seguro que eran felices. Uno que estuvo con pulmonía, cuando le dieron el
alta estaba feliz de volver y lloraba de tan feliz diciendo: “Vuelvo a casita, vuelvo a mi casita”.
¡Y vivía en un taller mecánico demolido y no tenía plata ni para pagarse el colectivo!” (133)
Entre los habitantes de la villa hay drogadictos y varios pacientes de SIDA. Además no “sueñan con
vivir más arriba de los veinte…” (132) Según Mariana, los pobres que se ocupan en la venta de
drogas, terminan por drogarse ellos mismos porque nadie les quiere comprar sino solamente robar
los narcóticos. Asimismo la novela muestra cómo los evangélicos se han entremetido en los asuntos
de la villa. “Cocinás para un regimiento, porque de allí sale la comida a los hogares y las escuelas
evangélicas de toda la zona.” (151) Pese a que supuestamente se preocupan por la suerte de los más
pobres, aparecen sumamente negativos en la novela. Así tienen lazos con una universidad
norteamericana que hace experimentos en fetos abortados y atestiguan Mariana que “los
evangélicos son casi iguales a los militares” (150) y Pichi que “la evangélica vino a la zona a
botonearnos. A mí, a los chorros, a los polis que están en la transa, y a vos también, cura. Tienen
grabado lo que hablás con ella, y hasta un rato después cuando ella se va. Mientras les quede pila a
los micrófonos, te siguen grabando todo el tiempo.” (359)
Ahora bien, las imágenes de los habitantes de esta villa miseria corresponden bastante bien a las que
De Lucía propone reconocer en obras recientes que tematizan la villa de emergencia. Así hay
drogadictos, narcotraficantes, desocupados y ‘pibes chorros’. A ello se añade que resulta difícil
distinguir ‘objetivamente’ a los villeros de los demás habitantes pobres de la ciudad. Mariana, quien
vive en una localidad que se llama Florencio Varela, aparece en muchos de los mismos entornos que
Pichi y Susi aunque sin ser habitante de una villa. Vive en una familia mal educada, se prostituye –
‘hace gatos con’ políticos-, está convencida de que tiene SIDA y es drogadicta.
El personaje de Pichi es el que más se ha elaborado de los personajes villeros. Este personaje que
muy bien puede encarnar un ‘pibe chorro’ en la definición de De Lucía, carece de victimización y
41
pasividad. Es un narcotraficante, quien también tiene sus propios sembrados de plantas de
marihuana, hace ‘transas’ u otros negociados que también implican miembros de la policía y roba.
Sin embargo, se presenta como un personaje que se preocupa por sus cohabitantes: le da dinero a
un cura para que se haga cargo de unos ‘bolitas’ que necesitan ayuda. Dice que no vende drogas a la
gente pobre y justifica sus negocios diciendo que hasta el mismo héroe de la patria, San Martín, era
drogadicto. Es más, se considera a sí mismo como un hombre trabajador por clandestinas que
puedan ser sus ocupaciones. En una conversación con un amigo cura:
“Pero hasta ahora no se me presenta nada mejor… Casi no hay nada para afanar. El que
escuchés que dicen que sale de caño, una de dos: o sale falopeado y va de cabeza a que lo
revienten, o es uno de esos viejos que antes afanaban chalets y casas de lotería y ahora
aprieten jubilados y maestras viejitas cuando vienen del banco…
-La gente labura, Pichi.
-Y yo también. Ahora estoy en un laburo.” (365-6)
Hasta el mismísimo cura que se compromete con la población pobre, considera dichas actividades
ilegales o delincuentes como un empleo. Encima Pichi le tiene desprecio a la gente que no trabaja y
tal vez así se explica la pobreza y el desempleo en su barrio por la aversión de los villeros al trabajo:
“Con razón no hay un mango en el barrio: es día de semana y están todos chusmeando en la
plazoleta y en la vereda del kiosco y entre los metegoles casi no falta ninguno de la zona.
Ninguno de estos bolús transa ni afana. ¿De qué viven? ¿Ya nadie más sale a laburar?” (360)
Asimismo Mariana y Diana tienen aversión a la rutina de un empleo fijo. Mariana no quiere terminar
como “una vieja de treinta y cuatro años (…) trabajando doce horas en una inmobiliaria por
trescientos pesos mensuales” (121) y a Diana le da asco la rutina de trabajo de Saúl. Pichi a través de
sus negociados logró encumbrarse y con el dinero que se hizo, puede permitirse la estancia en un
hotel. O sea, dispone de los recursos necesarios para alejarse de la villa. Sin embargo, sigue
identificándose con la zona y no la abandona. Así pues, el personaje de Pichi da muestras de los
rasgos que ha descrito De Lucía en cuanto al arquetipo del ‘pibe chorro’. No obstante, este personaje
de Fogwill de alguna manera se justifica y se presenta con algunos rasgos paternalistas hacia los
habitantes pobres.
No obstante, la sordidez y corrupción no se limitan a los económicamente excluidos sino que se ha
dispersado por la ciudad toda. La novela esboza una sociedad en descomposición en la que hace falta
un Estado Regulador. Aquellos que normalmente deben estar a cargo de implementar la ley y
encargarse de la seguridad y el orden en la ciudad son sobornables o se encuentran implicados en
42
negociados como también la venta de drogas. De este modo los policías en esta Buenos Aires de
Fogwill son ‘vigiladrones’ “con la ventaja del cana, y todas las ventajas del chorro” (363). Tampoco los
políticos y la justicia escapan a las imputaciones de corrupción. ‘Afanan’ de las obras sociales. Según
Pichi, los políticos peronistas son los peores, son todos ‘chorros’ y ‘mentirosos’. La corrupción no se
limita a los políticos que pueden aprovechar el poder, sino que también Wolff está metido en un
negocio clandestino de venta de dispositivos militares. Por consiguiente, se crea un clima de ausencia
de Estado y de ley en el cual se encuentran naturalizados la violencia y el delito. En ello se diferencia
de obras anteriores en las que a menudo el delito se presentaba como algo aberrante y necesario.
(De Diego 2007: 146) Varias villas de emergencia se conectan a través del delito en el que la policía
también está metida. Hay radios clandestinas, asaltos en la autopista, robos de motocicletas y autos
y asaltos violentos en, por ejemplo, una estación de servicio.
En conclusión, las imágenes de marginalidad, perversión y desenfreno que se entretejen en Vivir
afuera no son privativas de la villa miseria y sus habitantes sino que se manifiestan en varios ámbitos
de la sociedad. Vivir afuera coincide con las imágenes villeras recientes, como la del ‘pibe chorro’,
propuestas por De Lucía, y carece básicamente de las imágenes más positivas, puesto que Fogwill nos
dibuja una Buenos Aires bastante pesimista.
5.6 El lenguaje, las jergas y la construcción de los personajes
En este apartado nos centraremos brevemente en el lenguaje en la novela y la construcción de los
personajes. Como también ha observado Smola (2006: 212), el lenguaje es muy importante en Vivir
afuera y consecuentemente los personajes están hechos de palabras, o sea la caracterización se lleva
a cabo ante todo de manera indirecta, mediante los discursos propios de los personajes. En ello la
novela se diferencia considerablemente de La Villa de Aira, puesto que este último texto se nos narra
a partir de un narrador omnisciente.
Ahora bien, para profundizar en el tema de la representación de la villa miseria y sus habitantes
llamará la atención que en Vivir afuera el mundo villero no se construye tanto de una lectura espacial
sino que se nos cuenta ante todo a partir de las acciones de los personajes y su lenguaje. En Vivir
afuera, Fogwill exhibe las amplias posibilidades de la variante argentina del idioma castellano. Fogwill
emplea el lenguaje de diferentes grupos sociales para caracterizar a los personajes correspondientes,
a saber, el habla de la clase media judía de Capital, el de un intelectual de formación militar y el habla
‘vulgar’ de una de las capas más bajas de la sociedad urbana argentina. Luego los hace hablar a los
diferentes personajes sobre temas muy diversos y en distintos registros, por ejemplo, sobre drogas,
sexo, medicina, tecnología, religión, psicoanálisis, por medio del discurso militar, registro formal o un
43
informe policial. De dicha manera logra la caracterización indirecta de sus personajes por medio de
sus pensamientos, sus acciones y comportamiento y mediante cómo hablan, todo ello en la propia
voz del personaje. Solamente en contadas instancias un personaje describe o habla sobre otro y
siempre a través de su propia percepción. Esto es muy diferente de la técnica narrativa en La Villa,
puesto que en Vivir afuera los personajes pobres aparecen con su propia voz y su propio discurso y
de este modo constituyen personajes individualizados, no estereotipados. El procedimiento descrito
contribuye al efecto de fragmentación, dado que los diferentes jergas y registros a veces dan lugar a
malentendidos o a una situación en que personajes de diferentes capas simplemente no se
entienden. Dice Wolff a Mariana: “Te lo traduzco porque sos de Varela.” (353)
Al final, sin embargo, aparece una instancia superior que narra las observaciones de un vigilante de
cámara o como en un informe policial. Describe los movimientos de los personajes, por lo cual
caracteriza a los personajes a través de sus acciones. De todos modos, no parece ser un narrador
omnisciente, solamente observa el comportamiento de ellos y saca deducciones de ello en medida
de que se apartan del comportamiento común.
Las diferencias en el lenguaje de los diferentes grupos sociales y los diferentes registros y temas que
nos proporciona Fogwill se manifiestan al nivel del vocabulario, comentarios acerca de una
pronunciación llamativa, el acento, el plural de palabras o la conjugación de los verbos. De este modo
se identifica a los personajes de la clase baja por los subjuntivos como repitás, escuchés,… Al
boliviano se llama coloquialmente y despectivamente ‘bolita’. “Cambá allí *Corrientes+ quiere decir
negro… No negro como vos y yo, Pichi. Negro como brasilero, con motas y todo negro en los codos,
las rodillas y los dedos y todo blanco en la palma de la mano y en la parte de abajo del pie…” (169-
70). Lo que caracteriza también a los villeros, o mejor dicho, las villeras es la costumbre de copiar
palabras o frases de otros. Según Pichi, el verdadero macho no copia, “usar las frases de otros es cosa
de mina” (112). Además “(…) nunca copian a los de abajo. Copian nada más al que les hace creer que
son mejores.” (112) Todos los personajes comentan sobre el uso del lenguaje de otro, así Wolff
imagina en relación con Mariana que ‘“Caretear” sería una típica palabra de ella’ (324) y se pregunta:
“¿Cómo se dirán entregar y habilidad en esa jerga que habla?” (373)
Mediante la representación del lenguaje de las varias capas sociales Fogwill logra caracterizar
socialmente a sus personajes. Además el lenguaje en Vivir afuera da cuenta de todo el habla
argentina del momento.
44
5.7 Conclusión
En Vivir afuera, Fogwill da una imagen de una posible Buenos Aires en el año 1996. El espacio amplio
de la ciudad abarca Gran Buenos Aires. En la novela se conectan lugares dispersos por la ciudad a
través de encuentros de algunos de los seis personajes. En cuanto a las villas miseria se ha observado
que éstas no se caracterizan tanto espacialmente, debido a que solamente se ubica la villa donde
viven Pichi y Susi en el sur periférico de la ciudad sin describirla muy precisamente. En vez de ello, la
villa aparece ante todo, por un lado, a través de las actividades ilegales y marginales y, por otro lado,
mediante el uso de la lengua. Sin embargo, la marginalidad y el desenfreno no se limitan a la imagen
de la villa miseria en esta novela, sino que se ha hecho normal en otras partes de la ciudad y con
otros grupos sociales que habitan esta Buenos Aires fragmentada.
45
6 Análisis de Impureza de Marcelo Cohen
6.1 Introducción
Cada una de las novelas analizadas en el presente trabajo trata el tema de la villa de emergencia de
manera bastante diferente. La novela Impureza de Marcelo Cohen se ambienta en un mundo ficticio
en el porvenir. Antes de indagar sobre la representación de la villa de emergencia en dicha novela se
contextualizará la novela y su género, dado que en este aspecto difiere considerablemente de las
novelas de César Aira y Rodolfo Fogwill. Después se enfocarán las imágenes que se crean del espacio
de la villa miseria y de sus habitantes y cómo los personajes se construyen una identidad social a
través de la música.
6.2 Literatura de anticipación, ciencia ficción y ficciones distópicas
En este apartado se explorará si la novela Impureza pertenece al género de la literatura de
anticipación y si se relaciona asimismo con el (sub)género de la ciencia-ficción y la novela distópica. El
género anticipatorio constituye una rama en la narrativa argentina que imagina un futuro hipotético
en el cual se anticipan posibles direcciones de la historia nacional por medio de la ampliación o
deformación de algunos aspectos o tensiones que ya se presentan en el mundo real en el que vive el
escritor. Si bien dicho género durante el siglo XIX imaginaba ante todo futuros que daban muestras
de la fe en el progreso humano y en las ciencias, -es decir, los futuros imaginados se caracterizaban
por un optimismo acerca del avance de las ciencias y la tecnología o se poblaban de sociedades
utópicas-, a partir de la segunda guerra mundial por el desencanto absoluto con el potencial de la
humanidad dominan mundos imaginarios o futuros distópicos. (Reati 2006: 14-15)
Dentro de la literatura nacional argentina Reati (2006: 14-15) ha observado que en la década de los
‘80, al interpretar el presente o el pasado reciente de la dictadura militar en Argentina, varios
escritores proyectaban sus relatos hacia las raíces de la presencia española o la formación de los
Estados independientes en el continente. Más tarde, a partir de los años ‘90 también empieza a
surgir la rama de la literatura anticipatoria en la cual los relatos se ven desplazados temporalmente
hacia el porvenir.
Se relaciona ante todo la ciencia ficción con el género anticipatorio, aunque este último es mucho
más amplio e incorpora cualquier relato que anticipa un futuro. La ciencia ficción agrupa una amplia
serie de tipos de relatos que integran determinados temas, tópicos, personajes o escenarios tales
como invasiones extraterrestres, una preocupación por el lenguaje, mutantes y robots, el
46
anarquismo etc. Contrariamente a la literatura de anticipación la ciencia ficción puede situarse en el
pasado, el presente o el futuro. Una variante de la ciencia ficción que se celebra con más éxito en la
literatura argentina es lo que Ángela Dellepiane (1989: 515-516) llama ciencia ficción “especulativa”
porque “deja de lado la tecnología como fin en sí mismo, subordinando consecuentemente la
imaginación científica a un interés focal en las emociones y actitudes humanas personales así como
también en problemas sociales.” Por lo cual se trata más bien de una narrativa de crítica social.
El mismo Marcelo Cohen dedica un ensayo al tema de la ciencia ficción en La ciencia ficción y los
restos de un porvenir (Cohen 2003: 156-174) en la colección de ensayos ¡Realmente fantástico! Y
otros ensayos. Cohen afirma que las diversas formas que se agrupan bajo el género de la ciencia
ficción originaron todas en la misma variante del “postulado fantástico”, a saber, “aislar una
tendencia del presente y explorar el mundo en que puede culminar su desarrollo, favorecido por la
ciencia o el momento de inercia de una sociedad.” (Cohen 2003: 162) Por consiguiente, tanto la
literatura de anticipación como la ciencia ficción constituyen géneros de especulación en los que el
autor imagina un marco alternativo (Cohen 2003: 163) en el cual el autor puede llevar a cabo una
reflexión acerca del estado actual de ciertas tendencias en una sociedad.
Una noción que también aparece a menudo en las discusiones sobre el género anticipatorio y el de la
ciencia ficción es la de distopía. Las ficciones de rasgos distópicos –como se ve actualmente en la
literatura de anticipación– más que enfocarse en el impacto de los avances en las ciencias y los éxitos
en el campo de la tecnología, tratan el plano de las estructuras sociales y políticas que en la ficción
distópica se articulan en términos negativos. En concordancia con la concepción linear del tiempo los
mundos de rasgos distópicos se sitúan generalmente en un futuro cercano, mientras que las utopías
suelen ubicarse en un espacio lejano o desconocido y fuera de cualquier noción de tiempo. Por lo
cual contrariamente a las ficciones utópicas, las distópicas se ven muy ligadas al contexto socio-
político del escritor. Así la utopía propone un mundo alternativo ideal, mientras que:
“Distópica será toda aquella literatura que extrapole rasgos presentes al futuro y proponga
sistemas sociales imaginarios de carácter negativo donde todo aquello que podría empeorar
ha empeorado (sisk 1997:5)” (Reati 2006: 18-19)
En el mismo volumen ¡Realmente fantástico! Y otros ensayos (2003: 148) Cohen reflexiona sobre su
poética y su concepción del realismo que él mismo pasa a denominar realismo inseguro o incierto en
la que propone un “realismo abarcador” que logra escapar a la (falsa) oposición entre lo realista y lo
fantástico. (Cohen 2003: 134) De esa manera subraya que “la narración insegura ignora ciertas
subdivisiones –realismo, fantástico, parodia, metaliteratura, sátira, etc.- en beneficio de la
47
pertenencia a un mundo texto ilimitado.” (Cohen 2003: 148) En Impureza Cohen parece perseguir las
mismas postulaciones al crear un mundo futurista, imaginario que resulta extraño, aunque al mismo
tiempo le da al lector una sensación inquietante de reconocimiento. En otras palabras, el universo
imaginario con elementos fantásticos que crea Cohen a partir del lenguaje no deja de producir en el
lector un efecto de familiaridad con su situación o su modo de vivir. Aunque no haga ninguna
referencia a un espacio concreto y demostrable en el mundo real, se observa que Cohen en Impureza
crea un mundo realista en el sentido de que corresponde a una condición de habitar la ciudad en la
Argentina hoy en día. El mismo eje de extrañamiento-reconocimiento aparece en la ciencia ficción y
la literatura de anticipación.
Ahora bien, de lo precedido se podrá concluir que tanto el género anticipatorio como la ciencia
ficción y la ficción distópica se relacionan, no sólo por los tópicos o temas que emplean, sino ante
todo por compartir el interés en la especulación y reflexión sobre tendencias, conflictos o tensiones
en el presente y por desarrollarlos en un mundo ficticio. Del mismo modo se quiere plantear que ello
vale también para la novela Impureza. Entonces, ¿cuál será el contexto socio-político que sirve de
punto de partida para esta novela? Paralelamente al marco histórico que se ha elaborado en el
primer capítulo en el que se trata la inserción de la Argentina como un país “periférico” al libre
mercado y la herencia que dejó el gobierno de Menem en la pobreza y las villas de emergencia,
Impureza asimismo parece interrogar a través “del espejo levemente deformante” (Reati 2006: 15)
cuáles son “los posibles caminos de la emancipación de los marginados por el sistema.” (Friera 2008)
En una entrevista con Página/12 (Friera 2008) Cohen comenta que en la Argentina de la actualidad se
vive “en un estado de desigualdad espantosa”. Aunque por cierto ello no es lo único que Cohen
explora en Impureza – pensemos en la atención a la memoria -, es lo que en este trabajo nos
interesa. Cohen no quiere producir “una ilusión perniciosa sino crear discusión, porque esos
personajes a veces pueden ser ideas”. (Friera 2008)
La novela se ambienta en un futuro en el que algunos avances en los campos de la tecnología y las
ciencias han posibilitado vidas humanas prolongadas y la creación del tranviliano, flaycoches, robots,
pantallatores y la frecuencia mnádex. Mediante un chip que se coloca en la tráquea del cantante
Abrán “Chita” Baienas, éste puede intervenir directamente en las neuronas de su público a través de
ondas de dicha frecuencia. Al igual que ésta última, también otras invenciones se presentan con
rasgos negativos como el Todolvide, un anamemorizante, y los bagres mecánicos que llenan la
laguna, sustituyendo a peces vivos que resultan extinguidos. A pesar de dichos avances, perduran las
diferencias de clase:
48
“Más que llegar, el futuro se ha desplomado sobre el país y en la vasta, homogénea llanura
resultante, que para todos lados extiende las mismas desigualdades, nadie que mire adelante
verá un objetivo peculiar que le permita distinguirse.” (13-14)
Mientras tanto, “los que no habían llegado al futuro” (72) viven en circunstancias miserables. Por lo
demás, el ambiente destaca en el culto a la memoria colectiva, el “deseo de mercancías” y la
espectacularización. Se puede reconocer la sociedad argentina contemporánea en forma disimulada.
Cohen construye este escenario a través de descripciones, enumeraciones, metáforas y neologismos
que se sobreentienden para crear nuevos objetos en este mundo futuro.
Entonces, la novela se aleja de la definición estricta de la ciencia ficción, dado que no se enfoca
únicamente en la innovación por las ciencias y la tecnología y sus efectos, sino que también se
preocupa por las relaciones humanas y el orden social. Al mismo tiempo refleja la preocupación
fundamental del género de proponer una reflexión sobre el estado actual de las cosas, en particular,
de la sociedad argentina. Cohen crea un mundo autónomo en el que puede desarrollar el relato en
correspondencia con su poética de realismo incierto.
6.3 “El país del barrio Lamarta”
Ahora bien, ambientado en el porvenir, el narrador nos presenta un barrio marginado, a saber el
suburbio Lamarta, que formará el escenario para el desarrollo de la trama, creando de este modo un
mundo autónomo en las afueras de ‘la ciudad capital’. Aunque el relato carece de cualquier
referencia concreta al mundo real, Cohen logra creer un universo ficticio coherente sobre la
configuración urbana de La Ciudad de Buenos Aires en el siglo XXI. El barrio Lamarta se ubica en el
margen urbano, lindando con el campo, entre la ciudad capital y los barrios ajardinados. Estos
últimos pueden muy bien aludir a los barrios cerrados o los countries bonaerenses. Este espacio al
que se ha expulsado la pobreza está comunicado con la capital a través del tranviliano y la autopista.
El suburbio de Lamarta se caracteriza por sus “casas inconclusas”, “hileras de viviendas adosadas”,
“templos sectarios de policarbonato”, “salones bailables de chapa coloreada” y la presencia de
fábricas. Hay una estación de servicio, la Gasomel, al lado de la autopista que bordea el barrio y un
apeadero del tranviliano, donde se encuentran jóvenes vagos y desocupados, mujeres de vuelta de
empleos domésticos y niños mendigantes.
En medio de este lugar mediocre se halla “la maraña de cuasicasas, estriada de barros eternos, que
los lugareños llaman Lafiera. Ahí se comercializa todo lo que los impuros del barrio requisan en las
zonas pudientes, y ahí se atrincheran los impuros.” (7-8) En el imaginario social este desorden y
ausencia de planificación junto a la precariedad de las viviendas –las casi-casas o casuchas- y la falta
49
de servicios como calles pavimentadas, calefacción y agua corriente corresponden al espacio de la
villa miseria. Neuco, el protagonista que vive en Lafiera, habita una casilla con paredes de tabla en la
que la mesa sacude cada vez que pasa el tranviliano. Pese a que trabaja, no le alcanza para comer
todas las milanesas que le gustarían comer alguna vez. (76) Al lado de la precariedad de las
construcciones y la vida de sus habitantes, Lafiera asimismo constituye el escenario de caudillos y
bandas que mandan, del uso de armas, de violencia familiar, de contrabando de, entre otras cosas,
zapatillas y repuestos de flaymovil y de narcotráfico y consumo de drogas como Todolvide y otros
anamemorizantes robados en las farmacias. De este modo dicha villa miseria aparece como un
espacio aparentemente no civilizado habitado por personas de carácter violento “que requisan en las
zonas pudientes” (8): Lafiera. Además que este nombre le fue dado por los lugareños, enfatiza la
informalidad del lugar.
Dichas descripciones de Lafiera, la villa miseria en esta novela, así parecen corresponder a las
imágenes villeras que De Lucía y Horne y Voionmaa han reconocido en obras recientes. Lafiera se
distingue del resto del barrio de Lamarta por el hecho de que no son solamente pobres quienes viven
ahí, sino que en la villa se esconden delincuentes y parias, o sea, Lafiera es el lugar de los impuros.
Sin embargo, Impureza parece profundizar en los motivos y las circunstancias del “pibe chorro”. De
alguna manera son víctimas de la sociedad en la que viven y también le toca responsabilidad a dicha
sociedad viéndolos como personalidades estigmatizadas. Neuco y su ‘cómplice’, Abrán, como jóvenes
de la villa se dejan guiar por el mismo deseo de mercancía que evocan las publicidades que ven en la
ciudad. Dicho deseo los incita a reclamar esos objetos deseados robándolos. Al mismo tiempo
aparecen como víctimas de los caudillos y bandas de Lafiera, que los obligan a participar en sus
negocios, aunque ello parece ser aun mejor que el tratamiento que les espera afuera de la villa:
“(…) por más varón que seas, acá cuando sos chico te pisan los dedos. Acá te usan los
caciques. Afuera, tocás timbre para vender pilas y te corren. Te matás a trompada o quedás
manco. El manco no puede agarrar la cuchara. No come. Mira lo que hay por ahí, los coches,
todo, y le hace ruido la tripa, y si no se la banca le dicen marica.” (75)
Como su situación no tiene perspectivas de futuro que implican un mejoramiento de su situación, se
reproduce ese ambiente de pobreza. Las letras de cumbia refuerzan la perduración de su situación:
“Vos vas a conseguir nada más / lo que al concheto le sepas robar”. (18) El momento crítico en las
vidas de los muchachos, en el que dejarán atrás su personalidad estigmatizada de ‘pibes chorros’, es
cuando comprenden el discurso vacío del culto al santo “San La Muerte” de los pobres y miserables
que propagaba que “la muerte coronaba la vida, cuanto más rápida y temprana, más elevadora”. (32)
50
En ese momento se dirigen a “los barrios más estándar de la capital” con el objetivo de ganar algo
como vendedores ambulantes o artistas callejeros, pero se ven confrontados con el miedo de los que
los han expulsado de la ciudad. Del mismo modo que en La Villa y Vivir afuera, en esta novela el
miedo los expulsa a los villeros de la sociedad y determina de esta manera su posición excluida tanto
espacial como socialmente: “En el fondo les tenían miedo y con razón, visto que de vez en cuando
Abrán se cobraba en un pequeño-burgués desprevenido algo de lo que según él le debían los
conchetos”. (36)
El espacio diegético expresa la exclusión de sus habitantes pobres que viven en malas condiciones en
los suburbios “en el país del barrio Lamarta” (16). Una exclusión que nace del miedo de los
acomodados y que se manifiesta en el tratamiento indiferente que reservan los pudientes hacia la
situación de los menos beneficiados. Sin embargo, los habitantes de Lafiera se destacan por la
(auto)victimización: “a la fin soy un negro impuro; sí todos somos impuros, viejito, pero eso de la
impureza es un argumento para desmerecerse; y cuanto más uno se rebaja más se permite ser
infeliz” (46), al mismo tiempo que no valoran la vida y guardan desprecio hacia su barrio. Todo ello
les da la justificación para vengarse en los pudientes de la sociedad. No obstante, el narrador no ha
abandonado todo optimismo cuando comenta irónicamente que “en uno que otro cliente el brillo de
la miseria suscitaba fantasías de redención.” (36)
Ahora bien, en esta novela Cohen explora cómo los tres personajes villeros buscan una salida de su
barrio y su condición ‘impura’ que les impide mejorar su situación. Los habitantes de Lafiera son los
que “no han llegado al futuro” y no tienen esperanza al progreso. Sin embargo, los tres personajes, a
saber, Neuco, Abrán y Verdey lo intentan de una manera distinta y cada uno encuentra otro medio
de expresión: Verdey a través del baile y la lucha social, Abrán se hace cantante cumbiero y Neuco
busca refugio en las significaciones de las palabras y las letras de tango. Abrán y Verdey parecen ser
guiados por su deseo de venganza hacia una sociedad que los ha puesto en un lugar excluido,
mientras que Neuco dirige este sentimiento de venganza hacia Abrán, quien es responsable por la
muerte de su amada Verdey. Neuco y Verdey buscan su camino alejándose del deseo de mercancía y
del espectáculo, mientras que Abrán no puede renunciar a su impureza y se entrega al ‘mundo de los
hoteles’. En el siguiente apartado se tratará la importancia de la música en la construcción de una
identidad social y un sentimiento de comunidad.
51
6.4 La construcción de una identidad villera a través de la música: el
merigüel, el melonche y el tango
En el texto de la novela se han entrelazado letras de canciones de merigüel y melonche, y de tango.
Los dos primeros ritmos hacen referencia al género musical de la cumbia y más en particular la
cumbia villera. En primera instancia la música de los merigüeles y melonches, por un lado, y del tango
por otro, se oponen. A continuación se explorará cómo ambos tipos de música pueden formar la
base para la construcción de una identidad social y cómo se representa el mundo de la villa de
emergencia a través de las letras cumbieras. Por último, veremos cómo, por una parte, Abrán busca
una salida de su condición miserable a través de la cumbia y cómo Neuco intenta escapar al vacío y a
la impureza de su existencia mediante viejos temas de tango.
No es difícil asociar las letras de merigüel y melonche y el cantante de ellos, Abrán “Chita” Baienas,
con el fenómeno de la cumbia villera y sus cantantes provenientes de las villas de emergencia. Esta
variante de la cumbia surgió –no por casualidad– a finales de los años ’90 al combinar los ritmos de la
cumbia con letras que expresan el descontento con la situación miserable en la que viven los
cantantes y sus seguidores de los estratos sociales más bajos. De modo que se empezaron a asociar
esos ritmos musicales con la identidad villera incluyendo todas las cargas sociales y culturales que
trae dicha asociación. Que los cantantes cumbieros que se hicieron ricos a través de su música,
vuelven a la villa es prueba de la pertenencia a una (sub)cultura villera. En lo que sigue exploraremos
aquel proceso de identificación con un grupo social excluido en la sociedad y cómo ello se lleva a
cabo en la novela. Se ha notado que dicha identificación también está a la base del tango. El tango, al
igual que la cumbia villera, nació en los suburbios.
Siguiendo la tipología que propone Rosalba Campra (1994: 29-31), la diferenciación interna de la
ciudad que explicita el dualismo centro-periferia, se asocia con la ciudad en el tango. La periferia,
denominada ‘arrabal’ en el lenguaje tanguero, se presenta como un espacio dual. Por un lado, evoca
una serie de asociaciones con la vida en esta zona marginal, como el peligro, el riesgo, la miseria, etc.
Sin embargo, por otro lado, inspira dicho espacio periférico una “fuerza identificatoria” que se
relaciona con la nostalgia, el pasado y la memoria en el tango, de este modo convirtiendo la periferia
en el centro de su mundo. Sin embargo, el género del tango en la novela ya no se asocia con la
periferia o el margen urbano:
“Nígolo se alimentaba de la contemplación distante de las luces de la capital, donde el tango
boqueaba en bailongos formales y blancos pero tan consoladores, aunque menos
efervescentes, como los bailables amorfos y mestizos donde campeaban los melonches.” (49)
52
Lamarta es “el barrio entregado a otras músicas *que el tango+” (49), a saber, el merigüel y el
melonche. El tango sufrió un proceso en el que se desvinculó de la clase y el espacio en el que nació y
se abrió a un público más amplio. La cumbia villera parece estar expuesta a un proceso similar en el
que se aleja de sus orígenes y los valores que representa, convirtiéndolos en mercancía. De modo
que se vacía su contenido social y se vuelve ‘divertimiento’ para, por ejemplo, la clase media,
mientras pierde el valor de denuncia que podría guardar. Así también en la novela, Nueco del “brazo
con Abrán Baienas había soldado la grieta entre la quemante pasividad del bailarín de discoteca y las
aberraciones activas del bracho de bailable suburbano.” (80) O sea, al igual que el tango, el merigüel
y el melonche han ampliado su público, que incluye tanto a los pobres como a los ‘burgueses’ o
‘chetos’.
Aunque tanto el tango como la cumbia villera nacieron como músicas impuras en los ambientes
marginados de la ciudad, el tango en esta novela se opone a los ritmos cumbieros como una música
del pasado que expresa la nostalgia hacia algo que se ha perdido:
“Una década después Neuco iba a desconcertarse mucho cuando el viejo Nígolo le pusiera un
canto de amor por el lugar de infancia: Barrio, barrio, / perdoná si al evocarte se mi pianta un
lagrimón. ¿Qué gente había sido esa que quería tanto la pocilga de la infancia?” (28)
Que este sentimiento melancólico se dirigiera al lugar de su infancia, le sorprende mucho a Neuco,
dado que éste solamente siente desprecio hacia la impureza de su existencia en Lafiera. Nígolo,
quien no es de Lafiera, le explica que el “que robaba por necesidad no podía, no debía robar a los
necesitados. El tango era un código poético de la buena voluntad y el valor” (54) y que el hombre del
tango adopta una actitud de honra ante su trágico destino: “El orgullo ante las heridas de la
existencia. La voluntad de no doblarse”. (55) Es precisamente dicho orgullo que asimismo se busca
en la adherencia a una cultura villera de la que la cumbia villera es una expresión. También tiene en
común el tango con la cumbia villera el empleo de palabras del lunfardo o la jerga de delincuentes y
de la clase baja, que como palabras ‘antiguas’ se oponen a los neologismos del futuro en la novela.
Las letras de tango en la novela asimismo recuerdan las ‘antiguas’ desigualdades:
“Un viejo verde que gasta su dinero / emborrachando a Mimí con su champán / hoy le negó
un aumento a un pobre obrero / que le pidió un pedazo más de pan.” (71)5
Entonces, al igual que el tango, la cumbia villera describe, por un lado, las condiciones míseras de
pobreza, desempleo y violencia en las que viven los habitantes de la villa aunque al mismo tiempo se
5 Recuerda la letra del tango “Yira... Yira...” de Enrique Santos Discépolo (1929)
53
propone “una valoración positiva de su estilo de vida al cambiar las caracterizaciones negativas en
algo ‘distintivo’ a su condición”. (Barría 2004: 1) En otras palabras, como en el tango, se enfatiza la
miseria y el riesgo de la villa o la periferia, pero igualmente los pobres encuentran una identidad en
este discurso en el que se oponen a los demás habitantes de la ciudad.
A continuación, examinaremos cómo se construye la identidad de sus habitantes en las letras de
merigüeles y melonches que el narrador incorporó en la trama. El cantante de dichas letras, Abrán
“Chita” Baienas, motivado en su acto de cantar por cobrar venganza en una sociedad que le excluye y
perjudica, se dirige a sus semejantes, aunque a la vez parece apelar también a “los burgueses
grandes y chicos” (39). El narrador explica que la atracción de su música para éstos últimos reside en
el temor de “los mojigatos de los cuartieres ricos” (38) a la saciedad de su situación y que necesitan
conflicto para mantener viva la ansiedad que aman. Además resulta paradójico para dicha identidad
villera que es el profesor Eduardo Graf, inventor de la frecuencia mnádex, quien escribe las letras de
las canciones y que el mismo Baienas gracias a su música pudo salir del barrio. No obstante, Baienas
sigue inspirando a los villeros. Cuando vuelve al barrio –aunque se queda en un hotel de la autopista-
sus admiradores le vienen a mostrar los trofeos del delito justificado. A pesar de la aparente
contradicción, las letras de merigüel y melonche asimismo dan una imagen de la villa de emergencia.
Las letras destacan en la expresión de la marginación, la violencia y el delito justificado por parte de
los villeros en un lenguaje obsceno y coloquial:
“Estoy hasta acá de ser una basura. / Harto de tener la pija dura. / Harto de no tener ni para
el tren / y darme con pastillas de Ibuprén. (…) Me voy a chorear un Rantis Numa / y grilarme a
la dueña en el asiento, / y cuando ella me dice Sos un guacho / le digo que se la coge un
descontento.” (39-40)
“Vos vení donde yo voy / y hacé lo que dice esta canción: / fumá el porro, choreate el
Sinculpán, / bajá al sargento, / olvidate de estudiar / y rajá en la moto / como si fueras legal”
(74)
Las letras de dichas canciones proponen una imagen altamente estereotipada del habitante de la
villa miseria: “(…) las letras se ajustaban a los prejuicios que los acomodados de la sociedad tenían
sobre los excluidos: historias de falta de padres, de promiscuidad morbosa, de salvajismo aberrante y
gula primitiva.” (39) A pesar de la condición de exclusión que se asocia con él, se percibe el villero
como delincuente, drogadicto y ‘chorro’ etc. “solo por vivir en una determinada zona de la ciudad”.
(Barría 2004: 1) Entonces se relaciona la posición social con el espacio en el que uno vive.
54
Es precisamente contra esos estereotipos, y la desigualdad misma, que reacciona Verdey en su lucha
social reclamando dignidad por su barrio. Pide a sus semejantes a dejar el robo y las drogas y querer
al de al lado. “Verdey dijo que el melonche era una bomba destructiva que los gobiernos habían
mandado contra los barrios; que escribía en el corazón de los pobres lo que los jueces, la cana y los
economistas escribían en los libros.” (69) En vez de cobrarse las cuentas en los ‘conchetos’ por medio
del robo y la violencia, se hace militante sindical y miembro de una organización de piqueteros,
participa en tomas de fábricas, y pide comida para las familias menos beneficiadas y combustible
para sus estufas. Sin embargo, no es mediante los discursos sino ante todo a través del baile que
Verdey se expresa e incita a sus seguidores. Después de su muerte en un accidente de tránsito6 su
baile se convertirá en espectáculo por lo cual también a ella le quitarán la voz de denuncia que
podría haber tenido. “El espectáculo Verdey allana las diferencias de expectativa y de clase”. (19)
La novela incorpora diferentes perspectivas, al lado de los seguidores del merigüel y del melonche,
también deja hablar a los críticos de la cumbia villera:
“Me asombra que un muchacho que canta canciones tan llenas de odio sea premiado por sus
pares. (…) nadie antes de Abrán Baienas usó tanto las canciones para inculcar en los
marginados el gusto por la muerte y defender la violencia contra las mujeres, la gente
honrada y los mismos pobres.” (42)
Sin embargo, al final tanto el tango como el merigüel y el melonche le resultan inadecuados a Neuco.
“Eran atmósferas que deglutían los momentos con detalles y todo y supuraban cada una una luz sin
matices.” (94)
6.5 Conclusión
En conclusión, aunque Cohen escribe un relato particular de ciencia ficción, la novela Impureza
resulta ser muy realista. El libro abunda en temas variados, sin embargo, enfocándonos en el marco
de nuestro trabajo, se ha observado que la novela tematiza la desigualdad y la vida precaria en el
margen urbano de una ciudad capital, aludiendo a Buenos Aires. Por medio del espacio y los
personajes éste muestra la exclusión de sus habitantes. Entonces, a través del mundo futurista que
Cohen ha creado en dicha novela dibuja la vida ‘impura’ en una villa miseria, a saber, Lafiera. La
novela contiene muchas ‘capas’ en las que caracteriza a la villa y sus habitantes, que en primera
instancia aparecen como ‘pibes chorros’. Sin embargo, mediante los protagonistas, Cohen explora las
6 Parece una alusión a la famosa cantante de cumbia, Gilda, quien resultó muerta tras un accidente de tránsito.
En el lugar del accidente le erigieron un santuario al que acuden sus fieles fans, quienes la han convertido en un mito popular.
55
diferentes vías para la emancipación de los excluidos en la sociedad, en el caso de Neuco será a
través del tango. La imagen del mundo villero no se evoca únicamente por las descripciones del
narrador sino también por medio de las letras de las canciones de merigüel y melonche. Al igual que
las alusiones a los piqueteros, los psicólogos y las sectas evangélicas en las villas, la cumbia villera
asimismo da cuenta de la vida en el margen bonaerense hoy en día. Este género musical se
manifiesta como una importante expresión de una identidad social por parte de los habitantes
pobres, aunque para los acomodados afirma sus estereotipos. Sin embargo, la novela también
muestra que la cumbia villera, como tantas cosas, se ha convertido en una mercancía, un objeto que
se consume por la ciudad toda.
56
7 Comparación de la representación de la villa miseria en las tres novelas
7.1 Introducción
En los capítulos anteriores se han analizado las tres novelas de nuestro corpus literario en cuanto a
su representación del espacio y de los habitantes de la villa miseria, el género o el modo de
representación que la novela emplea para ello y la construcción de una identidad villera a través de
la perspectiva del otro, el lenguaje y la música. En el presente capítulo se intentará encontrar algunas
semejanzas en la imaginería empleada y constatar hasta qué punto las novelas difieren en cuanto a
los temas enumerados.
7.2 La sociedad argentina en las novelas
Ahora bien, ¿Por qué los autores tratan el lugar de la villa en sus novelas? Muñiz (2008: 1) habla del
protagonismo villero en la cultura argentina y su representación. La villa de emergencia ya no se
presenta como un fenómeno aberrante o marginal, sino que se hizo muy presente a partir de (la
segunda mitad) del gobierno de Menem y la crisis financiera del 2001 lo cual ha contribuido a una
mayor polarización de la sociedad y el empobrecimiento de grandes sectores. Son transformaciones
que llamaron mucho la atención y, en particular, cuando se toma en cuenta que el país ha sido
siempre un país muy europeizante, y aun más si se piensa desde Buenos Aires como (el centro de) el
país. No por casualidad las tres novelas hablan de Buenos Aires. No hay que olvidar que siempre
hubo pobreza, pero por mucho tiempo había fe en la movilidad ascendente y la integración de los
pobres. En cambio, hoy en día se la percibe como una situación más permanente por lo que se habla
de pobreza estructural urbana. Vienen los chilenos y los brasileros de vacaciones a Argentina por
motivos económicos y siguen viniendo los bolivianos, peruanos y paraguayos. O sea, el país se hace
más Latinoamérica, y parece que este fenómeno también se refleja en las novelas estudiadas, como
se ve por ejemplo en la marginalidad argentina que dibuja Fogwill en Vivir afuera.
Además, al lado del espacio y el habitante de la villa de emergencia que presentaremos más
adelante, las novelas incorporan fenómenos actuales que se asocian asimismo con la vida urbana (en
Buenos Aires) y las villas de emergencia. La exclusión económica y social que sufren los pobres no
suprime su deseo de consumo, es más, al igual que a los acomodados les rige la vida. Hemos
encontrado ejemplos en Impureza con Abrán y Neuco y en Vivir afuera con Susi. Además, dicho
deseo resultó más agudo que la educación, aunque por motivos diferentes tanto La Villa como
Impureza parecen destacar la poca importancia que se parece dar a la educación en la Argentina
actual. Así en La Villa, Maxi como hijo de un comerciante acomodado no necesita terminar su
57
educación secundaria. Asimismo se ha observado que Impureza hace referencia al movimiento de los
piqueteros: “*Verdey+ se unió a una organización de desocupados que todas las semanas cortaba el
tránsito de la autopista” (Impureza, 25-26). Las tres novelas dan cuenta de la presencia de sectas
protestantes o grupos evangélicos en las villas de emergencia. Como ya hemos dicho, a pesar del
mensaje de redención que propagan, se los presenta como sumamente negativo porque aprovechan
de los míseros en la sociedad. Aparecen como fachadas del narcotráfico en La Villa y de
experimentos en fetos abortados en Vivir afuera. Por último, como hemos visto, la falta de seguridad
se debe en parte al ambiente de ausencia de ley que domina la ciudad, aunque por gran parte
también es una sensación, o sea, es un discurso que se crea, por eso el protagonismo de las villas y
los medios de comunicación desempeñan un papel central en ello. Así hemos encontrado ejemplos
en las tres novelas que ilustran el sensacionalismo de los medios argentinos. El final apocalíptico de
La Villa se transmite en vivo por televisión, es decir, están filmando el crimen y sacando conclusiones
acerca de las víctimas, los culpables, los motivos, etc. cuando éste todavía está en pleno desarrollo.
En Impureza comenta el narrador que “no le costó mucho trabajo *a Verdey] obtener un puesto en el
nicho estelar que los espectáculos noticiosos siempre buscaban dar a las turbulencias de barrios
como Lamarta.” (70) Finalmente, también en Vivir afuera los medios acuden como lobos a un festín
ante una operación de erradicación:
“Esta vez, los desalojados estaban rodeando al móvil de un informativo de televisión. Allí no
había helicóptero aunque sí reflectores operados por los asistentes de los cameramen. En el
momento que cruzaban la avenida Córdoba, vio a un oficial de policía que posaba para los
periodistas con una nenita en sus brazos. La chica, muy despierta y de ojos negros enormes
sonreía y estiraba un bracito hacia las cámaras. No tendría más de cinco años.” (55)
7.3 Modos de representación
Podemos concluir de los análisis hechos que las tres novelas diferencian considerablemente en
cuanto a los modos de representación que emplean para representar la villa miseria. Una vez más
referimos a Gazzera (2002) y de Diego (2007) quienes han observado una nueva corriente en la
narrativa argentina que tematiza las recientes transformaciones sociales, aunque mediante modos
de representación cambiados. Ambos autores sostienen que obras anteriores buscaban denunciar la
situación en la que los pobres vivían en la ciudad e impulsar una integración social de dichos
sectores, al mismo tiempo que mostrar que su situación también formaba un objeto digno de ser
representado. Ello solía hacerse por medio de novelas realistas. De las tres obras, Vivir afuera se
acerca más al género realista por su referencialidad a lugares existentes y fenómenos culturales y por
imitar la manera de hablar de diferentes grupos sociales, incluyendo la de las clases bajas. Las dos
58
otras novelas se alejan de las técnicas narrativas realistas aunque Aira también emplea tópicos
realistas al mismo tiempo que parece cuestionar la posibilidad misma de representación. Esta
problemática se ha elaborado en cuanto a la forma laberíntica de la Villa y la estructura de búsqueda
del recorrido de Maxi hacia el centro de la Villa, el cual resulta vacío. Si bien La Villa a primera vista
parece dar una imagen que se construye a partir de referencias al espacio del barrio de Flores en
Buenos Aires, en la representación misma de la villa miseria hay una fuerte disonancia entre la
precariedad del lugar que el lector conoce y el cual también se instaló en el imaginario colectivo, y el
mundo fantástico que crea Aira. Por último, la novela Impureza constituye un relato particular para,
entre otras cosas, hablar de las villas miseria. El mundo imaginario que crea Cohen sorprende para
hablar de un lugar que se ha hecho tan banal como una villa, oponiéndose de este modo a las
técnicas realistas que se solían usar para tratar dicha temática. Sin embargo, Cohen logra evocar la
presente situación de desigualdad, aunque prescindiendo de referencias concretas, para luego
cuestionarla a través del “espejo deformante” que es Impureza.
7.4 Los espacios de exclusión
Como hemos visto en el primer capítulo, la villa de emergencia actual se ubica en una ciudad con una
configuración espacial y socialmente segregada. Asimismo hemos visto que el conocimiento de los
lugares deriva de su uso y percepción (Young 2003: 301). Así Vivir afuera muestra diferentes lugares
coexistentes pero incomunicados entre ellos (Reati 2005: 143), es decir, los personajes saben que
dichos lugares existen pero no se relacionan con ellos. En esa configuración urbana el lugar donde
uno vivo parece ser determinante para su posición social. “Lo único que los clasificaba de pobres era
que habitaran esas viviendas precarias.” (La Villa, 76) Como esos barrios informales constituyen
lugares desconocidos para muchos miembros de las clases acomodadas, en La Villa tal vez se
cuestiona el conocimiento objetivo de ellos y la villa que Maxi va conociendo se construye
enteramente a través de una perspectiva subjetiva.
Ahora bien, hemos indagado sobre el espacio de la villa en las tres novelas. Mientras que Aira
elabora el espacio de la villa, Fogwill en Vivir afuera la caracteriza ante todo socialmente a través de
sus habitantes. En esta última novela, que toma Gran Buenos Aires como escenario, la villa aparece
solamente por su ubicación en el margen de la ciudad y, más en particular, en un espacio no
urbanizado. En ello Vivir afuera se parece al espacio de Impureza en el que la villa miseria asimismo
se sitúa en el margen de una urbe, al borde con el campo. Por consiguiente, tanto Impureza como
Vivir afuera se oponen a la novela de Aira en la que la Villa se sitúa dentro de la ciudad. Sin embargo,
en los tres relatos se ha observado cómo el espacio refleja una situación de exclusión. Además tanto
la Villa como Lafiera están al lado de un barrio de trabajadores, o sea un barrio asimismo pobre que,
59
no obstante, se diferencia de las villas de emergencia. Ante todo en la novela de Aira se ve que la
Villa constituye un espacio contiguo al barrio de Flores aunque ambos lugares se dan como
ambientes de experiencia claramente separados. Así Maxi comenta que sus amigos no tienen porqué
entrar en la Villa. Por su parte, en Vivir afuera, Mariana pertenece a una clase baja aunque no se
considera y tampoco la consideran ‘villera’. De ahí que surja la pregunta, que se tratará de contestar
más adelante, de cómo los villeros como grupo social se distinguen del grupo amplio –aunque
heterogéneo- de pobres en la ciudad.
Las tres obras dibujan una ciudad dominada por el miedo de convivir con los demás ciudadanos.
Todas reconocen la importancia que tiene dicho miedo en la configuración del espacio de la ciudad y
cómo éste también determina las vidas de sus habitantes: los acomodados ignoran los vendedores
ambulantes por miedo en Impureza al igual que se evita la autopista en Vivir afuera por miedo a ser
asaltado. Exclusión, miedo, paranoia y violencia forman parte del círculo vicioso que parece dominar
la ciudad contemporánea. Así el narrador en La Villa observa que el miedo constituye la matriz de los
lugares, incluso los sociales y los imaginarios. Además este miedo al otro inspira el discurso de la falta
de seguridad que mantiene las relaciones económicas que benefician a unos y excluyen a otros.
(Voionmaa 2004: 134) Es decir, impide la integración del habitante pobre. Se ilustra por el hecho de
que la gente del barrio de Flores en La Villa ignora la existencia de una villa de emergencia cerca de
sus casas.
A ello se añade el clima de ausencia de ley y la falta de un Estado Regulador, por lo cual
aparentemente el delito se ve naturalizado en la sociedad. Ante todo Vivir afuera da cuenta de ello.
Los diferentes personajes en esta novela están metidos en cualquier tipo de actividad ilegal, al igual
que los políticos y los policías. Por otra parte, en Impureza son solamente los habitantes villeros los
que, por encontrarse en una posición excluida, se sienten justificados para cobrarse en los
acomodados. Por lo cual se diferencia de Vivir afuera en el cual es también gente con dinero la que
participa en actividades delincuentes.
A pesar de todo ello, en La Villa de Aira este espacio marginado se da como alternativo a la sociedad
bárbara del neoliberalismo y forma una isla civilizada que se basa en lazos de solidaridad y una
propia ley dentro de la ciudad, al menos en la perspectiva ingenua de Maxi. Por otra parte, Lafiera se
presenta como el lugar donde los impuros - las fieras- se atrincheran.
7.5 La representación literaria de los habitantes de la villa
Nos hemos propuesto averiguar mediante qué imágenes se representa a los habitantes de las villas
miseria. En este apartado asimismo se retomará la pregunta de cómo en el imaginario literario de
60
nuestro corpus se caracteriza al villero como una personalidad que se diferencia del grupo
heterogéneo de pobres en la sociedad. Se ha observado que tanto en La Villa como en Impureza se
han incluido imágenes estereotipadas. Así La Villa muestra a través de la perspectiva del inspector
Cabezas que el villero es una personalidad altamente estereotipada. En las tres novelas vuelve que
son drogadictos, narcotraficantes, desempleados o vagos, ladrones y personas violentas los que
pueblan las villas de emergencia. Que además aparentemente no tienen perspectivas de futuro o
anticipan mejoras y no parecen valorar la vida, les impone miedo a los demás porque dichos
habitantes de la villa no tienen nada que perder. Los personajes que encarnan dichas características
se diferencian de esta manera del habitante pobre. Sin embargo, las imágenes literarias en nuestro
corpus van más allá que solamente confirmar los estereotipos corrientes. Es decir, en Vivir afuera los
degenerados están en la ciudad toda y no solamente se limitan al espacio villero. Además, en la
misma novela, hablando desde la voz de Pichi, tener trabajo adquiere otra interpretación cuando
incluye cualquier ocupación que rinde dinero: “Ninguno de estos bolús transa ni afana. ¿De qué
viven? ¿Ya nadie más sale a laburar?” (Vivir afuera, 360) En Impureza los jóvenes desocupados
igualmente ocupan sus días con negociados, contrabando, robos, etc.: son los impuros del barrio. Sin
embargo, Verdey y Neuco son personajes más individualizados y no cumplen con esa imagen
estereotipada, aunque parecen constituir excepciones. Es decir, según lo narrado, Neuco se fue
alejando de sus actividades de ‘pibe chorro’ después del encuentro con San La Muerte y terminó
trabajando en una estación de servicio. Se perfila como un personaje con una vida interior más rica
en la cual se preocupa por preguntas existenciales a las que busca respuestas en la retórica del
tango. Verdey, como hemos visto, es bailarina, trabaja en una fábrica y participa en y guía protestas
sociales. De todos modos, Cohen crea diferentes personajes y no parece medirlos todos por el mismo
rasero. Hemos encontrado las imágenes más positivas en La Villa. Ello se debe tal vez al hecho de
que Aira crea la historia central de la novela alrededor de los cartoneros. Estos personajes no son
necesariamente habitantes de una villa, tampoco en el imaginario literario. Se oponen al ‘pibe
chorro’ o ‘el villero’ que hemos visto antes, esencialmente porque trabajan. Se ocupan de
coleccionar y reciclar los desechos que los acomodados producen. Difícilmente puede atribuírseles
características delincuentes. Entonces, son humildes trabajadores, que salen en familia, no se pelean
y destacan en su capacidad de adaptación. No son ‘limados’ que salen a cobrar lo que la sociedad les
debe, como en Impureza.
Ahora bien, ¿en qué se diferencian de los demás pobres? ¿Por corresponder a la imagen
estereotipada de drogadicto, ladrón, vago, sucio, deshonesto? En parte. Se ha observado en las
novelas estudiadas que es ante todo por vivir en un determinado lugar, una villa, al igual que la
adherencia a una identidad villera. Se ve en la preocupación de Pichi por su barrio y en la música en
61
Impureza. Además hay una compleja relación entre cómo uno se ve a sí mismo y cómo lo que piensa
el otro le influencia en ello. Trataremos dicha ‘perspectiva del otro’ en el apartado siguiente.
7.6 Modos de caracterización de los villeros
En La Villa es ante todo a través de la focalización por Maxi, un muchacho de clase media, que se va
conociendo el mundo villero. Entonces, los personajes villeros, que se caracterizan como una ‘masa
indiferenciada’, salvo por Adela y el linyerita que además están afuera de la Villa, se construyen a
través de la perspectiva del otro. De este modo se les impone pensamientos y se recurre a
estereotipos, por lo cual no adquieren ninguna voz propia. Asimismo implica que no son ellos mismos
quienes construyen su propia identidad sino que son los demás que lo determinan y en función de
ello se conciben a sí mismos: “Si está hecho para eso, ¿qué otra cosa podría hacer?” (La Villa, 81)
Aunque también vale para Neuco y Verdey, quienes por ser expulsados de la sociedad se sienten
impuros. En cambio, en Vivir afuera e Impureza los protagonistas pertenecen al grupo social de
villeros, contrastando con Maxi, por tanto aparecen más individualizados. Como hemos visto, en Vivir
afuera el lenguaje constituye un instrumento importante en la caracterización de los personajes, así
también Pichi, Susi y Mariana se destacan por un registro y una jerga que corresponden a los estratos
sociales bajos y lo cual aporta a la verosimilitud. En el uso del lenguaje la novela se diferencia de La
Villa de Aira en la que Adela habla como una intelectual (Saítta 2006: 101). Por su parte, la villa de
emergencia en Impureza se representa, por un lado, a través del espacio diegético y los personajes
aunque por otro lado también por la música y, en particular, en lo que concierne a la representación
de la villa, la cumbia villera. Hemos relacionado este género de música con una ‘fuerza
identificatoria’ que surge de la oposición espacial centro-periferia y que contribuye a una
reclamación de dignidad por parte de los villeros. Entonces, Impureza difiere de los otros dos, por el
género básicamente, pero también por haber integrado la cumbia villera, lo que es un fenómeno más
reciente e importante en la construcción de una identidad villera. Este género de música estaba por
nacer en el momento que tanto Aira como Fogwill escribieron sus novelas.
62
8 Conclusión general En este trabajo se ha indagado sobre la representación de la villa miseria en novelas recientes en la
literatura argentina. Nos hemos preguntado mediante qué imágenes se representa actualmente el
espacio de la ciudad y de la villa de emergencia y cómo se caracteriza al habitante villero. Impureza y
La Villa tematizan, entre otras cosas, los espacios de pobreza en la ciudad, mientras que Vivir afuera
habla más bien de la marginalidad de la sociedad argentina en general en los años 90.
En el primer capítulo hemos descrito el origen y la historia de las villas de emergencia en Buenos
Aires. Se ha observado que la sociedad contemporánea ha cambiado considerablemente, hacia una
ciudad fragmentada, en la que los espacios segregados se hicieron cada vez más importantes, por lo
cual también las villas miseria, que como espacios marginados ganaron presencia. En todas las
novelas se ha observado que se habla de la exclusión de dichos lugares. Por consiguiente, se puede
concluir que las novelas reflejan los cambios socio-económicos de los últimos veinte años. Sin
embargo, contrariamente a lo que Horne y Voionmaa (2009) sostienen sobre narraciones de
marginalidad o exclusión, nuestras novelas no se limitan al género realista. En cuanto a los modos de
representación que se emplean para hablar de las villas de emergencia llamó la atención el relato de
Cohen. Sin embargo hemos visto que el eje extrañamiento-reconocimiento es intrínseco al género de
la ciencia ficción. Por otra parte, aunque La Villa tematiza la villa de emergencia, parece que la novela
va más allá que hablar de la marginalidad de estos espacios. Por último, Vivir afuera trata la
marginalidad de la sociedad argentina entera en los ’90.
Asimismo nos hemos preguntado en este trabajo mediante qué imaginería se representa al habitante
villero, lo cual se relaciona con el tema de ver a los villeros como un grupo claramente separable de
los demás pobres en la ciudad. Para dicha tarea nos hemos basado en las imágenes que críticos
literarios como Muñiz (2008), Horne y Voionmaa (2009) y De Lucía (2006) han reconocido en obras
recientes que tematizan la villa miseria o la marginalidad de ella. Así hemos visto en las novelas que
el espacio donde uno vive es determinante para su posición social tanto a través de la perspectiva del
otro como en la manera que uno se concibe a sí mismo. Hemos encontrado ejemplos en La Villa con
los cartoneros y en la novela de Cohen en la que Neuco y Verdey se sienten definidos por su
condición impura. Sin embargo, en Vivir afuera también Pichi sigue identificándose con su barrio.
Ahora bien, el villero, como hemos observado en las tres novelas, destaca por su índole violenta, su
aversión al trabajo, los lazos con el narcotráfico y consumo de drogas y el robo y básicamente su
situación sin perspectiva etc. y se distingue de dicha manera de los otros habitantes pobres en la
ciudad. Es la imagen estereotipada que corresponde también al imaginario colectivo que los autores
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han incorporado en sus obras. Sin embargo, se ha observado que aparecen asimismo otras imágenes.
Sobre todo en La Villa que a través de los personajes cartoneros hace asociaciones más positivas con
la villa miseria, aunque hay que reconocer que estos personajes se van conociendo por el personaje
ingenuo de Maxi, un chico de la clase acomodada. En Impureza se ve que hay caracterizaciones mas
individualizadas de los personajes que viven en Lafiera, oponiéndose a la ‘masa indiferenciada’ que
aparece en La Villa. Por último, en Vivir afuera las imágenes de delincuentes y degenerados no se
limitan a los habitantes villeros.
Un elemento importante que se ha observado, y en ello se diferencian La Villa y Vivir afuera de
Impureza, es que esta última novela ha incorporado el tema de la música y, más en particular en
relación con la representación de la villa de emergencia, la cumbia villera. Actualmente es una
expresión importante de una identidad villera. Como es un fenómeno bastante reciente, se explica
que no aparece en la caracterización de Vivir afuera y La Villa que son ambas anteriores al 2000.
Entonces parece que la identificación con la cumbia villera se ha añadido a la imagen del habitante
villero. Como asimismo el lugar en la sociedad y la función de este estilo de música está cambiando,
sería interesante ver si obras más recientes también lo incorporan en la caracterización del villero.
Como asimismo hemos mencionado, la novela Impureza se presta a otros análisis que profundizan en
otros de los temas que aborda la novela como, por ejemplo, el de la memoria. Por último, cabe decir
que este trabajo se ha enfocado en tres novelas de un mismo período como lo hemos demarcado:
sería interesante comparar más detenidamente una de ellas con una obra anterior a la inserción del
modelo neoliberal en Argentina.
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