PEREZ GOMEZ Angel CAP1 La Cultura CrItica

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    La cultura escolar

    en la sociedad

    neoliberal

    Por

    ngel I. Prez GmezEDICONES MORATA,

    S. L.

    Primera edicin: 1998.

    Reimpresin: 1999.

    Este material es de uso

    exclusivamente didctico.

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    Contenido

    INTRODUCCIN. La escuela como encrucijada de culturas111.El concepto de cultura, 13.-2.La escuela como cruce de culturas, 16.

    CAPTULO PRIMERO: La cultura crtica .191. Postmodernidad, 20.-1.1. El difuso concepto de postmodernidad, 20.-1.2.Caractersticas que adornan la postmodernidad, 24.-1.3. Postmodernidad o radicalizacin dela modernidad, 27.-1.4. El vaco del pensamiento postmoderno, 31. -2. Etnocentrismo,relativismo y universalidad, 32.-2.1. Etnocentrismo, 32.-2.2. Relativismo, 34.-2.3.Universalidad y diferencia, 38. -3. Razn y tica. Hacia una nueva racionalidad de larepresentacin y de la accin, 44.-3.1. Desfondamiento y desnudez como ejes de laracionalidad, 45.-3.2. Pluralidad y perplejidad en el terreno de la tica, 48.-3.3. De losprocedimientos a los contenidos. El dilema igualdad-libertad, 50.-3.4. Apertura, discrepanciay convergencia entre sujeto y razn. La prctica democrtica, 53.-4. Crisis epistemolgica: elcambio de rgimen en ciencias sociales, 59.-4.1. Peculiaridades .epistemolgicas de laperspectiva interpretativa y constructivista, 62.-5.La cultura crtica y la funcin educativa dela escuela, 76.

    CAPTULO II: La cultura social.................791. Economa de libre mercado, 80.-1.1. De la produccin de bienes ala realizacin deservicios, 81. -1.2. Mundializacin de los intercambios, 81.-1.3. Flexibilidad y desregulacin,83.-1.4. Deterioro del estado de bienestar: paro, precariedad y desproteccin social, 85.-1.5.Incremento de la desigualdad nacional e internacional, 87.-1.6. La especulacin financieracomo la lgica natural de la economa del mercado, 88. - 2.Poltica, 90.-2.1. Mundializaciny resurgimiento de los nacionalismos, 91.-2.2. Fluctuacin, apertura y desigualdad en laestructura social, 93.-2.3. Las tribulaciones de la democracia zarandeada por el mercado, 96.-3. Revolucin electrnica, informacin y opinin pblica, 102.-3.1. Opinin pblica yestructuracin social, 103.-3.2. El influjo de los medios en la socializacin de los ciudadanos,108.-4. Valores y tendencias que presiden los procesos de socializacin en la poca

    postmoderna, 115.

    CAPTULO III: La cultura institucional. 127

    1.La poltica educativa en las sociedades postmodernas. De la igualdad de oportunidades ala desregulacin del mercado, 128. -1.1 .Escolarizacin y sociedad postmoderna:eficientismo y mercantilizacin, 129. - 1.2. Enseanza pblica versus enseanza privada.Confrontacin y mestizaje de dos sistemas educativos, 137. -1.3. Cambio y reforma. De laimplantacin de reformas a la estimulacin del desarrollo individual e institucional, 143.-2.

    La escuela como organizacin, 147.-2.1. La obsesin por la eficiencia en la institucinescolar. El movimiento de las escuelas eficaces, 147.-2.2. Dimensiones en elfuncionamiento organizativo de las escuelas: de la organizacin instrumental al desarrollosociocultural, 154.-3. La cultura docente, 162.-3.1 Aislamiento del docente y autonomaprofesional, 166.-3.2 Colegialidad burocrtica y cultura de colaboracin, 170. -3.3.Saturacin de tareas y responsabilidad profesional, 174.-3.4. Ansiedad profesional ycarcter flexible y creativo de la funcin docente, 176.-4. Desarrollo profesional deldocente, 179.-4.1. La tortuosa evolucin del concepto de profesin docente, 180. -4.2.Repensar la funcin docente y su desarrollo profesional, 183.-4.3. La reconstruccin del

    pensamiento prctico del docente a travs de la reflexin sobre la prctica, 191.-4.4.Autonoma y control democrtico. La crtica al concepto de profesionalidad, 194.

    CAPTULO IV: La cultura experiencial..1991. Desarrollo psquico, cultura y construccin de significados, 200.- 1.1. Las posicionesinnatistas e idealistas, 200.-1.2. La interpretacin mecanicista, 201.-1.3. Las posicionesconstructivistas, 203.-2. Construccin de significados, calidad cognitiva y subjetividad,212.-2.1. Factores que desencadenan la construccin de significados, 212.-2.2. Laelaboracin simblica como proceso de construccin de significados, 214.-2.3.Mecanismos y recursos en la construccin de significa- dos, 219.-2.4. Desarrollo de lainteligencia y construccin de la subjetividad, 235.-3. La estructura del contexto y laconstruccin de significa- dos, 241. 3.1. La interpretacin ecolgica del contexto, 241. -3.2.Las caractersticas de la estructura semntica contextual postmoderna, 244.-3.3. Las reglasde interaccin en la construccin de significados: el modelo de Bernstein, 247.

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    CAPTULO V: La cultura acadmica. 2531. Funciones y propsitos de la escuela, 255. -2. Aprendizaje relevante y conocimientodisciplinar: La trascendencia de los contextos de conocimiento, 260.-3. La escuela comoespacio ecolgico de vivencia cultural, 267.-4. La vivencia crtica de la cultura en elespacio escolar. De la escuela como reproduccin a la escuela como recreacin, 273.-4.1.La enseanza educativa y la vivencia crtica de la cultura, 274 .

    BIBLIOGRAFA...299

    OTRAS OBRAS DE EDICIONES MORATA DE INTERS.316

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    CAPTULO PRIMERO

    La cultura crtica

    En las ciencias sociales hemos de aadir al inestable carcter de todoconocimiento emprico la subversinque conlleva el rentegro del discurso cientfico socialen los contextos que analiza. La reflexin cuya versin formalizada son las ciencias sociales(un gnero especfico de conocimiento experto), es fundamental para la ndole reflexiva de lamodernidad en su conjunto. (...) la cuestin no radica en que no exista un mundo social estable

    para ser conocido, sino que el conocimiento de ese mundo contribuye a su carcter cambiantee inestable(GIDDENS, 1993, pgs. 47- 51).

    Entendemos por cultura crtica, alta cultura o cultura intelectual el conjunto designificados y producciones que en los diferentes mbitos del saber y del hacer han idoacumulando los grupos humanos a lo largo de la historia. Es un saber destilado por el contrastey el escrutinio pblico y sistemtico, por la crtica y reformulacin permanente, que se aloja en

    las disciplinas cientficas, en las producciones artsticas y literarias, en la especulacin yreflexin filosfica, en la narracin histrica... Esta cultura crtica evoluciona y se transforma alo largo del tiempo y es diferente para los distintos grupos humanos.

    No es difcil constatar la crisis actual en la cultura intelectual y cmo dicha situacinde crisis est influyendo sustancialmente en el mbito escolar, provocando, sobre todo entre losdocentes, una clara sensacin de perplejidad, al comprobar cmo se desvanecen losfundamentos que, con mayor o menor grado de reflexin y consciente aceptacin, legitimabanal menos tericamente su prctica. Cules son los valores y conocimientos de la cultura crticaactual que merece la pena trabajar en la escuela? Cmo se identifican y quin los define?

    Es evidente que en las ltimas dcadas vivimos una inevitable sensacin de crisisinterna y externa de la configuracin moderna de la cultura crtica que ha legitimado, al menos

    tericamente, la prctica docente en nuestras escuelas. La cultura cientfica y el modelo deracionalidad que ha regido en la sociedad occidental se desvanece. La modernidad, la idea deprogreso lineal e indefinido, la productividad racionalista, la concepcin positivista, latendencia etnocntrica y colonial a imponer el modelo de verdad, bondad y belleza propio deoccidente como el modelo superior, y la concepcin homognea del desarrollo humano quediscrimina y desprecia las diferencias de raza, de sexo y de cultura..., se desmorona ante lasevidencias de la historia de la humanidad en el siglo XX, cuajada de catstrofes y hostilidad.

    Ante el desvanecimiento de la racionalidad moderna aparece la crtica interna yexterna cuyo mximo exponente es el pensamiento denominado postmoderno. Analizar yentender el sentido complejo y plural de pensamiento e ideologa postmodernos son clavespara comprender los influjos culturales que penetran la vida de la escuela. Cmo se defina el

    marco cultural pblico e intelectual en la sociedad, en la escuela, en el docente y en el aula,ser un factor decisivo para comprender el peculiar intercambio cultural que se establece en lainstitucin educativa.

    La crisis de la cultura intelectual se manifiesta en la evidente o soterradatransformacin de los criterios que en diferentes mbitos se utilizan para establecer los marcossimblicos de referencia en torno ala definicin de lo verdadero, lo justo, lo bello y lo til. Esteperodo de transicin desde la cultura moderna se denomina de forma amplia y un tantoambigua postmodernidad. Despus de caracterizar ms detenidamente dicho concepto nosdetendremos en tres aspectos que parecen esenciales para comprender la profundidad delcambio de la cultura crtica: el relativismo cultural, los criterios de racionalidad y lastransformaciones epistemolgicas.

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    1. Postmodernidad

    La complejidad y diversidad del pensamiento postmoderno as como la multiplicidadde sus denominaciones aconseja que nos detengamos en un intento de clarificacin conceptual,pues nos encontramos en un momento particularmente delicado, confuso y emergente. Loviejo, como deca Gramsci, no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. O como adviertems recientemente A. Gorzt al hablar sobre el futuro inmediato de Europa, ante el peligro deque un mundo se vea sumergido en la barbarie antes de que otro tenga tiempo de nacer. Pero esms, no est claro si lo que nace es una negacin superadora de lo viejo o una radicalizacin desus posibilidades no realizadas.

    1.1. El difuso concepto de postmodernidad

    Para empezar podemos afirmar, de acuerdo con uno de sus mximos exponentes, Lyotard, quela postmodernidad se caracteriza por el desvanecimiento y la carencia de fundamento de losgrandes relatos que han jalonado la historia de occidente en los ltimos siglos.

    La condicin de postmodernidad se distingue por una especie de desvanecimientode la gran narrativa-la lnea de relatoenglobadota mediante la cual se nos coloca en la

    historia cual seres que poseen un pasado determinado y un futuro predecible (GIDDENS,1993, pg. 16).

    Como su denominacin parece indicar intencionalmente, el prefijo post nos llevainevitablemente al sustantivo modernidad, para negarla o para indicar su superacin, pero encualquier caso indicando que la modernidad sigue siendo el ncleo fundamental de atencin ydebate y ser por tanto en estrecha relacin con la definicin que se hace de esta poca de lahumanidad como se comienza a caracterizar la postmodernidad.

    Con el triunfo de la Revolucin francesa parecen consolidarse las ideas de laIlustracin, instaurndose el imperio de la razn, que construye los grandes relatos tanto paraexplicar de nuevo la historia pasada de la humanidad y conferirle un sentidoincontestablemente evolutivo como para garantizar la continuidad del acontecer histrico

    dibujando los perfiles concretos del inmediato devenir, las peculiaridades del desarrollo futuropor la senda del progreso incuestionable.

    Los grandes relatos se constituyen en el marco interpretativo privilegiado de lahistoria de la humanidad, imponiendo una representacin ordenada y con sentido al devenirerrtico de los acontecimientos humanos. Pretenden abarcar a toda la humanidad, afectandotodas sus dimensiones fundamentales de experiencia individual y colectiva. En particular loscnones que definen la Verdad, la Bondad y la Belleza.

    La caracterstica ms definitoria de la modernidad es, sin duda, la apuesta decididapor el imperio de la razn como el instrumento privilegiado en manos del ser humano que lepermite ordenar la actividad cientfica y tcnica, el gobierno de las personas, y laadministracin de las cosas, sin el recurso a fuerzas y poderes externos o sobrenaturales.

    La concepcin clsica de la modernidad es pues, ante todo, la construccin de unaimagen racionalista del mundo que integra al hombre en la naturaleza y que rechaza todas las

    formas de dualismo del cuerpo y del alma, del mundo humano y de la trascendencia(TOURAINE, 1993, pg. 47).

    La creencia sin sombras en el imperio de la razn ha conducido a la bsqueda de unnico modelo de la Verdad, del Bien, y de la Belleza; a establecer el procedimiento perfecto yobjetivo de produccin del conocimiento cientfico, as como ala derivacin lgica, precisa ymecnica de sus aplicaciones tecnolgicas, primero en el mbito de la naturaleza, despus en elde las relaciones econmicas y por ltimo en el gobierno poltico de las personas y los grupossociales; a concebir el modelo ideal de organizacin poltica; a reafirmar el sentido lineal y

    progresivo de la historia; a privilegiar el conocimiento de los expertos y de las vanguardias; aestablecer una jerarqua entre las culturas; a definir un modelo ideal de desarrollo ycomportamiento humano, precisamente el occidental; y, en todo caso, a legitimar la imposicin

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    social, interna y externa, de dichos modelos. En definitiva, a imponer como privilegiada unaforma particular de civilizacin.

    A pesar de los incuestionables avances de los grupos humanos en este perodo, lasambiciosas promesas de los grandes relatos y la fe inquebrantable en el poder de la razn(definida habitualmente como nica y con maysculas) chocan inevitablemente con el

    frustrante lenguaje de los hechos y acontecimientos dolorosos y decepcionantes para lahumanidad. Como recoge y lamenta Enrique GERVILLA (1993), en el siglo de laconsolidacin definitiva de la racionalidad, la modernidad, tan orgullosa y segura del poder dela razn y de la, esperanza de felicidad, ve frustrados sus proyectos ante acontecimientoshistricos tan desprovistos de razn como: las dos guerras mundiales; Hiroshima, Nagasaki; elexterminio provocado por los nazis; las invasiones rusas de Berln, .Praga, Budapest, Polonia;las guerras del Vietnam y del Golfo Prsico; la crisis de los Balcanes: Croacia y Serbia; eldesastre de Chernobyl; el hambre; el paro; la emigracin; el racismo y la xenofobia; ladesigualdad norte-sur; las polticas totalitarias; la destruccin de alimentos para mantener losprecios; la carrera de armamentos; las armas nucleares, etc., etc.

    Pues bien, es en la misma lnea de flotacin del enorme transatlntico de los sueos

    modernos donde pretende impactar el poderoso misil postmoderno, provocando el despertarcolectivo de una ilusin -sueo o pesadilla, segn se mire- adorable y engaosa que nunca enrealidad se desarroll sino como representacin social que pretenda legitimar el contradictoriodevenir concreto. De ah la complejidad, amplitud y relevancia de su incidencia, puesto queafecta a todas las dimensiones constitutivas de la legitimidad moderna: la racionalidad delpensar y del hacer en todos los mbitos: poltico, econmico, social, cultural, cientfico...

    En contraposicin a la pretendida coherencia, continuidad y sentido teleolgico delos grandes relatos modernistas, se afirma la necesidad de aceptar la discontinuidad, la carenciade fundamentos y sentido teleolgico de la razn y de la historia, la diversidad y laincertidumbre como seas de identidad ms modestas del sin duda errtico devenir humano. Lapostmodernidad dice adis a los grandes principios para abrirse a una episteme deindeterminacin, discontinuidad y pluralismo (GERVILLA, 1993).

    Sus rasgos ms conspicuos -la disolucin del evolucionismo, la desaparicin de lateleologa histrica, el reconocimiento de su minuciosa, constitutiva reflexibilidad, junto conla evaporacin de la privilegiada posicin de Occidente, nos conducen a un nuevo y

    perturbador universo de experiencia(GIDDENS, 1993, pg. 58).

    Al rastrear los orgenes del pensamiento postmoderno ciertamente se puedenencontrar influencias mltiples en la historia del pensamiento, tanto en la antropologa y elresto de las ciencias sociales, como especialmente en la filosofa o en el arte. Algunos lorelacionan con el resurgir del romanticismo e incluso con las ideologas totalitarias eirracionales. Sin duda parece que sus precursores ms inmediatos pueden ser Nietzsche yHeidegger, y sus representantes ms caractersticos los postestructuralistas Foucault y Derrida,Gadamer, Lyotard, Deleuze, Lypovetsky, Baudrillard y Richard Rorty. Sin embargo, al noformar escuela ni corriente especfica ms que de representantes singulares, conviene hablar deretazos de pensamiento postmoderno desparramados en todos los mbitos del saber y de lacultura.

    De todas maneras esta, tan interesante como preocupante, impresin general dedesfondamiento debe indagarse a la luz, aunque sea leve, del anlisis de los trminos quefrecuentemente se confunden oscureciendo su contenido. Tomando en parte el pensamiento deHARGREAVES (1996) y SCHWANDT (1994) cabra distinguir entre postmodernidad,

    pensamiento postmoderno ypostmodernismo.

    Lapostmodernidad, o condicin postmoderna,podra definirse como una condicinsocial propia de la vida contempornea, con unas caractersticas econmicas, sociales y

    polticas bien determinadas por la globalizacin de la economa de libre mercado, la extensinde las democracias formales como sistemas de gobierno y el dominio de la comunicacin

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    telemtica que favorece la hegemona de los medios de comunicacin de masas y el transporteinstantneo de la informacin a todos los rincones de la tierra.

    Elpensamiento postmoderno ofilosofa postmoderna hace referencia al pensamientofilosfico y cientfico que se desarrolla tanto por la crtica histrica a los desarrollosunilaterales e insatisfactorios de la modernidad como a la proliferacin de alternativas

    marginales y a la cobertura intelectual de las condiciones sociales y formas de vida quecaracterizan la postmodernidad. La filosofa post- moderna es lo que ms se identifica con eltermino genrico postmodernidad que se utiliza habitualmente. Hace referencia a unpensamiento que enfatiza la discontinuidad, la carencia de fundamento, la pluralidad, ladiversidad y la incertidumbre en la cultura, las ciencias, la filosofa y las artes.

    adoptar una posicin terica postmoderna implica la negacin de la existencia depensamiento fundacional, sobre la base de que no existe ninguna realidad social conocible msall de los signos del lenguaje, la imagen y el discurso (HARGREAVES, 1996, pg. 44).

    El postmodernismo por otra parte hace referencia a la cultura e ideologa socialcontemporneas que se desprenden de y al mismo tiempo legitiman las formas de vidaindividual y colectiva derivadas de la condicin postmoderna. En este concepto debe incluirse

    la cultura popular, caracterizada por la mezcla de tolerancia, indiferencia, pluralidad,ambigedad y relativismo, que se est generando en la sociedad global de intercambiomercantilista y financiero a cuyo retortero se mueven la economa, la poltica y la vida socialde los grupos humanos ya integrados o excluidos en la denominada aldea global.

    Aunque el trmino genrico de postmodernidad englobe a todos estos fenmenos yrepresentaciones y as lo utilicemos en el futuro, conviene tener presente que alude afenmenos y contenidos que podemos distinguir y especificar a pesar de sus obviasinteracciones y dependencias y no conviene olvidar que, tanto la filosofa postmoderna comofundamentalmente elpostmodernismo son, en ltimo trmino, un efecto de la postmodernidad,son una parte del fenmeno ms amplio denominado condicin postmoderna.

    En definitiva postmodernismo y filosofa postmoderna aluden a una misma realidad

    situada en dos planos de diferente nivel: la representacin vulgar y la representacin reflexiva.La primera se genera por incorporacin pasiva y acrtica del pensamiento y la culturadominantes. La segunda, por el contrario, exige un esfuerzo permanente de reflexin,argumentacin y apertura a la crtica y al escrutinio pblicos. Como veremos en el captulocorrespondiente, las peculiaridades de la ideologa y cultura popular postmodernas, elpostmodernismo, pertenecen a lo que yo denomino cultura social, y ser, por tanto, objeto deanlisis en su momento. En el presente captulo, dedicado a la cultura crtica o alta cultura, nosdetendremos en el anlisis del pensamiento y la filosofa postmoderna.

    Debo en todo caso advertir que estos esfuerzos de clasificacin y discernimiento decategoras son ms tpicos de la herencia moderna que del ethospostmoderno para el que seraextrao, difcil e incluso contraproducente distinguir entre filosofa postmoderna y

    postmodernismo, por ejemplo, como dos categoras sustancialmente distintas, toda vez queambas pueden nutrirse del mismo discurso y sus diferencias pueden ser provisionales, parcialesy situacionales.

    1.2. Caractersticas que adornan la postmodernidad

    ...el postmodernismo postula la naturaleza esencialmente hbrida del mundo,rechazando la posibilidad de categoras puras de ninguna clase. Es un mundo de matrimoniosmixtos: entre las palabras y las cosas, el poder y la imaginacin, la realidad material y laconstruccin lingstica. Llevada al lmite, la deconstruccin expresa nuestro sentido de lanaturaleza discontinua, fragmentada y fracturada de la realidad, cuya condicin inciertaqueda representada por el uso persistente de las comillas(SPIEGEL, 1993, pg. 4).

    Derivada de sus postulados nucleares, en los que se afirma la carencia de fundamento racionaldefinitivo, la discontinuidad y la ausencia de sentido de la historia, el desvanecimiento de losgrandes relatos y la apertura a la pluralidad y la incertidumbre, puede situarse una compleja

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    constelacin de peculiaridades que definen el pensamiento postmoderno, entre las que cabedestacar las siguientes:

    Desfondamiento de la racionalidad. La primera consecuencia del desvanecimientode los relatos, y tal vez uno de sus factores interactivos sustanciales, es el desfondamiento de laracionalidad en todos los mbitos, especialmente en la ciencia y en la moral. Como afirma

    HARGREAVES (1996), cuando se disuelve la certeza moral y cientfica, la nica realidad queparece inteligible es el lenguaje, el discurso, la imagen y el texto. La verdad, la realidad y larazn son construcciones sociales relativas y contingentes, son versiones, tal vez privilegiadaspor los grupos de poder, de una fluida y cambiante realidad plural tal y como es representada einterpretada por diferentes perspectivas y voces ms o menos dominantes o marginales. Seimpone por tanto elpensamiento dbil(VATTIMO, 1995), tentativo, prudente, consciente desu constitutiva relatividad y contingencia. (No debe confundirse con elpensamiento nico queimpone la ideologa social dominante como norma de actuacin y criterio de legitimidad.)

    Prdida de fe en el progreso. Uno de los primeros sntomas que se detectan en elpensamiento postmoderno es la falta de fe en el progreso, la disolucin de la creencia en laposibilidad de desarrollo ilimitado de la sociedad humana al apoyarse en las sorprendentesposibilidades que abre la ciencia y la tcnica. La prdida de fe en el progreso lineal,

    acumulativo e ilimitado es un elemento clave en el desvanecimiento de los grandes relatosmodernistas. No slo se impone la impresin de que la historia no tiene un sentido nico,evolutivo, sino que aparece con bastante claridad que la historia, como dice GIDDENS (1993),no conduce a ninguna parte predeterminada sino que supone un transitar errtico y discontinuoque provoca tanta satisfaccin como sufrimiento a la comunidad humana.-Pragmatismo comoforma de vida ypensamiento. Agotada la retrica de los grandes relatos,el pensamiento y la vida cotidiana se refugian en pretensiones y perspectivas ms modestas. Seimpone: un pensamiento pragmtico pegado a la realidad cotidiana local y coyuntural; labsqueda del placer y la satisfaccin del presente sin demasiada preocupacin ni por susfundamentos ni por sus consecuencias. El consenso temporal y coyuntural se propone comopropsito y como estrategia del individuo y de la comunidad en la supremaca de lasdenominadas polticas de vida sobre las polticas de emancipacin (RORTY, 1989;MARDONES, 1991). Como propone GIDDENS (1993), la tica de lo personal es un rasgofundamental de la poltica de vida, al igual que las ms consolidadas nociones de justicia eigualdad lo son para las polticas emancipatorias1.

    Desencanto e indiferencia. La prdida de fe en el progreso y la carencia defundamento estable y seguro del saber y del hacer conduce a la generalizacin del desencanto,a la indiferencia y con frecuencia al cinismo. Lo que supone, como afirma BARCELLONA(1990), el triunfo claro del carcter infundamentado, artificial, contingente y polimorfo delmundo contemporneo. El ser humano, sin fundamento y sin horizonte definido, tiene queaprender a vivir la incertidumbre y el sinsentido teleolgico del presente. Del desencanto de lacultura crtica a la tica del todo vale y al cinismo de aprovechar la sinrazn en beneficiopropio, no hay sino una dbil frontera que la ideologa postmoderna y la cultura social

    dominante traspasan de forma permanente.Autonoma, diversidady descentralizacin. En todos los rdenes de vida individual

    y colectiva se impone la exigencia de la autonoma, el respeto ala diversidad y la convenienciade la descentralizacin. Cada individuo, cada grupo, cada comunidad debe asumir laresponsabilidad de su concreto y cercano transitar en el presente. Como afirmaHARGREAVES (1996), la diversificacin y descentralizacin afectan a los ms diferentesdominios de la vida postmoderna, desde la economa hasta la afectividad. Las economaspostmodernas se construyen sobre la produccin de pequeas mercancas ms que de grandes,servicios ms que manufactura,software ms que hardware, informacin e imgenes ms que

    1Niklas LUHMANN [citado por BARCELLONA (1990)] lo ha escrito con todas las letras al afirmar que el derecho

    moderno responde esencialmente a una estrategia oportunista y que es absolutamente contingente, convencional ymutable, y que los propios derechos fundamentales son una mera reglamentacin de fronteras entre esferas de poderque constantemente pueden ser traspasadas por los poderes.

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    productos y cosas. Poltica y organizativamente la necesidad de flexibilidad se refleja en latoma de decisiones descentralizada, as como en estructuras de toma de decisiones mshorizontales, la reduccin de la especializacin y en la confusin y mezcla de roles y fronteras(pg. 9).

    Primaca de la esttica sobre la tica. Cuando la ausencia de fundamentacinracional estable del saber y del hacer nos sita en el confortable refugio del lenguaje, eldiscurso, los textos y las imgenes, es fcil comprender que el terreno movedizo del debatetico se desdibuje ante la emergencia de los deslumbrantes ropajes estticos. Las apariencias,las formas, la sintaxis y el discurso copan el territorio de la representacin. El medio es elmensaje y el continente desaloja al contenido, o mejor, se configura como el contenidomanejable. Como afirma VZQUEZ RIAL (1992, pg. 2), los postmodernos no llegan jamsa la exaltacin pica, pero le abren la puerta, con perezosa elegancia, al negar el pan y la sal alas ideas de Razn y de Progreso, y al someter la funcin a la .forma y la tica a la esttica.

    Crtica al etnocentrismo ya la universalidad. Aparece con claridad que ni la historiaconduce necesariamente a una nica y privilegiada forma de cultura, la occidental, ni puedentampoco afirmarse con ligereza rasgos universales de la especie humana que se imponen comonaturales a todas las formas particulares y heterogneas de desarrollo cultural diferenciado. La

    disolucin de la fundamentacin racional conduce fcilmente a la afirmacin del relativismo.Si no hay una forma ptima, racionalmente fundada, de ser en el mundo, cualquierconfiguracin cultural o cualquier modo de ser individual o colectivo puede reivindicar sulegitimidad. Nos encontramos ante el abismo de afirmar que todo vale por el mero hecho deexistir, ante la dificultad de encontrar criterios de discernimiento y contraste, entre el respeto ala diversidad y la afirmacin del relativismo, de la inconmensurabilidad de culturas ycomportamientos.

    Multiculturalismo y aldea global. El respeto a las diferencias personales, grupales oculturales lleva en el pensamiento postmoderno a la afirmacin de la tolerancia, a la aceptacinterica del otro, a la yuxtaposicin cultural e incluso al mestizaje e interculturalismo. Noobstante, el juego real de intercambios comerciales de objetos e informaciones en la sociedadglobal de libre mercado, no conduce ala aceptacin de la diferencia y diversidad en su versin

    original ni a la igualdad radical de oportunidades en el intercambio cultural, sino alaimposicin sutil de los patrones culturales de los grupos con poder econmico y poltico y a ladivulgacin desnatada de la cultura y de los pensamiento ajenos, extraos, fronterizos, queen su versin lightpueden incluso convertirse en provechosas mercancas.A este respecto BARCELLONA (1990) considera que los medios de comunicacin de masasson un reductor de la complejidad de las diferencias a un comn denominador. ECHEVERRA(1993) aade que telpolis es la aldea global donde se producen sin lmite espacial ni temporallos intercambios acelerados entre individuos y culturas, acercando las diferencias y generandohomogeneidad a travs del indiferente universo telemtico.

    Resurgimiento del fundamentalismo, localismo y nacionalismo. Apoyados en lalegitimidad de las diferencias e impulsados por la necesidad de afirmar la identidad propia de

    cada grupo en la aldea global de la indiferencia del mercado, asistimos al final del siglo alresurgir virulento en la prctica de los nacionalismos, localismos, fundamentalismos e inclusoracismos, viejos y conocidos compaeros de la historia de la humanidad. La emergenciaprctica del fenmeno lleva aparejada la elaboracin y difusin del discurso terico defundamentacin y legitimacin. Como afirma BARCELLONA (1990) la bsqueda deidentidad en un mundo annimo de intercambios mercantiles desiguales, injustos ydiscriminatorios; la defensa ante la angustia de lo indiferenciado conduce con frecuencia, y deforma violenta, a la afirmacin irracional de la diferencia, de la identidad particular incluso acosta de la negacin y exclusin del otro.

    Historicismo, el fin de la historia. El pensamiento postmoderno parece moverse ensu concepcin sobre la historia entre la afirmacin del relativismo (los acontecimientos slotienen sentido en su contexto y no forman un hilo conductor que pueda explicar la evolucin

    como continuidad) y la afirmacin del fin de la historia (Fukuyama). Esta concepcin suponeel resurgimiento de etnocentrismo temporal al afirmar que la humanidad, al menos la

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    occidental, ha entrado en un nuevo estadio, donde definitivamente se para la evolucin social,econmica, poltica y cultural, pues las claves estructurales encontradas y consolidadas(democracia formal y libre mercado) permiten ya la pluralidad, plasticidad y flexibilidadrequeridas para no tener que modificarlas como exigencia del desarrollo.

    1.3.Postmodernidad o radicalizacin de la modernidad

    Tomando en consideracin las importantes aportaciones que el pensamientopostmoderno ha ofrecido, zarandeando la conciencia adormilada de una modernidadcmodamente asentada en la racionalidad instrumental, conviene, sin embargo, recordar larelevante polmica sobre su origen y desarrollo por las implicaciones que pueden derivarsesobre la continuidad de la cultura crtica. Supone el pensamiento postmoderno una rupturaradical con la modernidad? Es ms bien, por el contrario, un desarrollo ms evolucionado dealgunos principios sustanciales del propio pensamiento moderno, sometidos y silenciados por

    el predominio de una manera de concebir la racionalidad favorable alas peculiaridades polticasy econmicas de aquella poca?2

    La mayora de los filsofos de la escuela de Frankfurt con Habermas como uno desus ltimos representantes, consideran que la mayor parte de los planteamientos crticospresentes en el discurso postmoderno son una clara manifestacin de las posibilidades de lapropia razn defendida por la Ilustracin para reflexionar crticamente sobre los procesos yefectos de su propio desarrollo. En este sentido SEBRELI (1992) afirma que los aspectos msperversos de la modernidad pueden ser criticados por la misma razn moderna, sin necesidadde recurrir a ninguna irracionalidad postmoderna. Un argumento complementario lo aportaAgnes HELLER (1992) al afirmar que el postmodernismo es el heredero directo delantiautoritarismo de la ltima generacin modernista (pg. 15).

    Es evidente que la cultura crtica se mueve en la actualidad sobre fundamentos yexpectativas bien diferentes alas que motivaron y definieron los propsitos de la Ilustracin yque concretaron (entre otros aspectos del desarrollo econmico, poltico y social) la funcinsocial de la escuela, su finalidad instructiva y su naturaleza universal. Pero tal vez sea unafrivolidad considerar que los planteamientos crticos actuales suponen la remocin o disolucintotal de aquellos supuestos.

    En principio es fcil mostrar que tampoco entonces se desarroll un nico yuniforme pensamiento sobre la interpretacin y el gobierno de las personas, la naturaleza y losartefactos. Las posiciones crticas, excpticas y alternativas se han producido a lo largo de todoel perodo de vigencia de la denominada modernidad (romanticismo, anarquismo,psicoanlisis, nihilismo...). Lo que s puede afirmarse es que tales posiciones se manifestaroncomo marginales y minoritarias, aunque no por ello carentes de influencia y significacin. Larazn instrumental, la concepcin evolucionista y lineal de la historia que conduce aletnocentrismo occidental y la creencia ingenua en el progreso ilimitado fueron los ejes de lacosmovisin hegemnica; son las manifestaciones de la ideologa que triunf pero que nologr ahogar otros desarrollos discrepantes que se muestran a medida que el desarrollomoderno va descubriendo sus debilidades e insuficiencias.

    GIDDENS (1993) reafirma este planteamiento al considerar que: la ruptura con lasvisiones providenciales de la historia, la disolucin de la fundamentacin junto al surgimientodel pensamiento contrafctico orientado-al-futuro y el vaciamiento del progreso por el

    2 A este respecto me parece interesante recordar el pensamiento de FORLARI (1992) cuando afirma que: "De lacultura postmoderna, y ms an de las teoras sobre lo postmoderno, cabe recuperar no pocas cosas que la

    modernidad desatendi: corporeidad, instante, lmites del Logos, no-universalizacin de normas, micropoltica,valoracin de lo esttico y expresivo, rechazo a los desbordes del militantismo y la Razn, tolerancia, admisin de lamultiplicidad, des mitificacin de los principios y el rol de la ciencia y la tcnica..." (pg. 92).

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    cambio continuado, son tan diferentes de las perspectivas esenciales de la Ilustracin comopara avalar la opinin de que se han producido transiciones de largo alcance. Sin embargo,referirse a esas transiciones como postmodernidad, es un error que obstaculiza la apropiadacomprensin de su naturaleza e implicaciones. Las disyunciones que han tenido lugar debenverse ms bien como resultantes de la autoclarificacin del pensamiento moderno, en tanto quelos residuos de la tradicin y la visin provincial se disipan. No hemos ido ms all de lamodernidad, sino que precisamente, estamos viviendo la fase de su radicalizacin ( pgs. 56-57).

    En este mismo sentido y de acuerdo con SAVATER (1994) podemos hablar de unamodernidad ilustrada y de una modernidad romntica, no de modernidad y reaccinantimoderna. O tal vez mejor, de que la actitud racionalista instrumental y la actitud romnticason dos versiones contrapuestas y tal vez complementarias, en todo caso legtimas, de la propiaasuncin ilustrada del destino de la humanidad dentro de los confines de su autonoma. Lacrtica romntica ha ayudado a utilizar, estilizar y profundizar la nocin ilustrada de humanidaduniversal, no simplemente a desmentirla. Su grito de protesta contra la instrumentalizacin sinlmites de lo real y la sumisin de toda creacin humana al mero propsito de funcionalidad noha perdido vigencia: por el contrario, cada vez resulta ms moderna. Sin una fundamental dosis

    de reticencia romntica no creo que nadie pueda hoy considerarse verdaderamente ilustrado(pg. 15).

    Por otra parte, como afirma GIDDENS (1993), un elemento clave de la creencia enla supremaca de la razn es su intrnseca potencialidad reflexiva y si bien es fcil comprobarcmo la concepcin dominante olvid las consecuencias que se derivan de esta potencialidadpara comprender la relatividad, provisionalidad, fluidez, plasticidad e incertidumbre queacompaan a toda construccin social de la especie humana, no cabe duda de que lareflexividad se afirma al tiempo que se invoca la capacidad racional de los individuos y de losgrupos humanos de pensar sobre s mismos.

    Las consecuencias no previstas de la accin humana individual o socialmenteconsiderada son elementos determinantes de la calidad y naturaleza del desarrollo. Pero lo

    verdaderamente relevante es llegar a comprender que las consecuencias no previstas no sonslo ni principalmente errores en el diseo o desarrollo de cualquier programa de intervencinhumana, sino un componente inevitable del mismo por el carcter reflexivo de la razn, porqueel conocimiento que se va adquiriendo condiciona sustancialmente los pasos siguientes delproceso de intervencin.

    La reflexividad es la capacidad de volver sobre s mismo, sobre las construccionessociales, sobre las intenciones, representaciones y estrategias de intervencin. Supone laposibilidad o mejor la inevitabilidad de utilizar el conocimiento a medida que se vaproduciendo para enriquecer y modificar no slo la realidad y sus representaciones, sino laspropias intenciones y el propio proceso de conocer. El conocimiento crea la realidad, al menosaquella que condiciona la interpretacin, valoracin e intervencin del individuo y de la

    colectividad. Como afirman GIDDENS (1993) y HARGREAVES (1996), las estructurassociales as como los esquemas personales son a la vez el contexto condicionante y el efectocondicionado de la interaccin humana; por eso son siempre y al mismo tiempo poderososmarcos para potenciar, orientar y restringir las posibilidades de accin y precarios escenariosvulnerables al cambio que provoca dicha accin.

    Podemos afirmar obviamente que este carcter reflexivo de la razn no es el que seimpone en la ideologa dominante durante la modernidad, al menos asumido hasta sus ltimasconsecuencias. Ms bien es el carcter mecnico de la lgica instrumental el que se extiende ydomina en todos los mbitos del saber y del hacer. Pero tampoco se puede afirmar con justiciaque no se haya producido ni utilizado en mltiples ocasiones la dimensin crtica y reflexivadel conocimiento racional, y que sta, por tanto, no sea una posibilidad, tal vez poco explotada,

    del pensamiento moderno.

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    Por otra parte, no es difcil comprobar cmo a finales del siglo XX, en plenavigencia del pensamiento postmoderno, nos encontramos ante el mismo dilema en lacomprensin de la actividad humana, que se planteaba en los orgenes de la modernidad y quemotiv la construccin de los grandes relatos. Los intereses privados parecen necesariamenteenfrentados a los intereses pblicos, la libertad individual a la identidad colectiva, la primacacreativa del mercado al valor social y la garanta de las instituciones y lo mismo que en aquellapoca que produce dos grandes utopas o grandes relatos contradictorios y enfrentados: elliberal y el socialista, ambos bajo el patrocinio de la razn; tambin en la actualidad lostrminos del dilema aparecen abiertos y demandan a gritos la intervencin reflexiva delpensamiento racional y emocional.

    Parece evidente que tanto la prctica de la condicin postmoderna como laelaboracin terica concomitante se inclinan descaradamente hacia la primaca del libremercado y el libre y arbitrario juego de los intereses privados. Sin embargo, por todas partes, ycon mayor virulencia en las zonas desfavorecidas, emerge, incluso de manera irracional, laafirmacin de la identidad, la bsqueda del refugio institucional en la religin, la nacin, laraza, la tribu, la sectacomo contrapeso indispensable para restaurar de otra manera elequilibrio perdido del perenne dilema. Esta contraposicin entre el inters pblico y los

    intereses privados atravesar todo el destino de la modernidad hasta el presente, constituyendola divisoria entre las dos vertientes de la herencia legada por la ilustracin: la vertiente liberal,frente a la vertiente socialista.

    Asimismo puede afirmarse que la lgica de la racionalidad instrumental tannetamente caracterstica de la modernidad, de la industrializacin, y del progreso, permaneceintacta al menos como paraguas protector de uno de los pilares intocables de la condicinpostmoderna, la organizacin de la economa en funcin de las leyes del libre mercado, dondese legitiman los medios, cualquier medio o estrategia, en funcin de su potencialidad paraproducir el fin ltimo de la rentabilidad.

    Tomando en consideracin este conjunto de argumentos es preferible, en mi opinin,entender la crtica radical propia del pensamiento postmoderno como una explotacin plural,

    diversificada, irreverente y sin restricciones del carcter reflexivo de la razn individual ycolectiva. Cada individuo, cada grupo, cada cultura, subcultura o tribu implica la posibilidad decuestionar las formas de representacin heredadas o compartidas y generar a su vez nuevasperspectivas convencionales o alternativas, reafirmando y exagerando los rasgos tpicos de lapoca moderna o contradiciendo aquellos supuestos y desvelando o potenciando lasdimensiones silenciadas o reprimidas en la modernidad.

    De acuerdo Con los planteamientos de FORLARI (1992), TOURAINE (1993)FINKIELKRAUT (1990) y SEBRELI (1992), en la propia propuesta modernista de la filosofade las luces y la Ilustracin se encuentra tanto el principio de la exageracin unilateral de larazn instrumental que supone la sumisin y dependencia del hombre de una supuesta yexterna verdad universal, como la bsqueda crtica y la denuncia de sus lmites y

    contradicciones. Ya no puede hablarse de una razn universal como fundamento del pensar ydel hacer, sino de diferentes razones que sostienen intereses distintos y frecuentementecontradictorios entre s.

    La existencia obvia de rupturas y discontinuidades no supone, a mi entender, lanegacin de todo legado histrico, sino la posibilidad de su utilizacin irreverente yheterodoxa. Nos apoyamos en las construcciones pasadas, en las adquisiciones histricas de lahumanidad para utilizarlas ya sea en su continuidad y perfeccionamiento ya sea en sutransformacin radical, invirtiendo el sentido, funcionamiento y estructura de las mismas. Esimposible, adems de ridculo, desprenderse absolutamente del ropaje simblico o material quehan creado los grupos humanos a lo largo de la historia tanto en su proceso de hominizacincomo en el ms diversificado de socializacin. Por ello podemos afirmar con Touraine que nos

    estamos moviendo en un flujo permanente entre la afirmacin y negacin del sentido yfuncionalidad de las construcciones sociales, apoyndonos inevitablemente en las mismas que

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    afirmamos o negamos. Y en ese mismo sentido todo es moderno y antimoderno, hasta el puntode que apenas exageraramos diciendo que el signo ms seguro de la modernidad es el mensajeantimoderno que emite. En su forma ms ambiciosa, la idea de modernidad fue la afirmacinde que el hombre es lo que hace. (TOURAINE, 1993, pg. 13).

    1.4.El vaco del pensamiento postmoderno

    Sin entrar en este momento en un anlisis exhaustivo y crtico de los supuestos ypropuestas del pensamiento postmoderno, s me parece conveniente destacar doscontradicciones fundamentales que impregnan y contaminan la verosimilitud de talesplanteamientos, y un aspecto que en forma de barniz omnipresente recorre el complejopensamiento postmoderno.

    La primera contradiccin hace referencia a la afirmacin de la carencia absoluta defundamentacin del pensamiento racional. Habermas, Turner, Finkielkraut, alimentan elpensamiento de HARGREAVES (1996), cuando plantea: que rechazar toda posibilidad depensamiento fundacional de la realidad social es no slo intil en la prctica sino tambinfilosficamente inconsistente. Para rechazar la existencia de razn, tenemos que utilizar las

    herramientas de la razn. Una cosa es, legtima a mi entender, negar la existencia de un nico,mejor y definitivo fundamento a la racionalidad de la representacin y de la accin social, yotra muy distinta negar la posibilidad de cualquier tipo de fundamentacin, a un plural,contingente y provisional, pero defendible y argumentable, a la interpretacin de la realidad y alas propuestas de intervencin social.

    La segunda contradiccin, estrechamente relacionada con la anterior, hace referenciaa la afirmacin del absoluto relativismo cultural. A mi entender, la crtica postmoderna, endefensa de la identidad de las diferentes culturas y de una concepcin ms flexible ypragmtica del ser humano, llega con frecuencia a proponer y ensalzar el relativismo msabsoluto y grosero, que afirma la irreductibilidad de las diferencias culturales incluso para elconocimiento, lo que conduce a la defensa de la inconmensurabilidad e incomunicacin, y enconsecuencia al relativismo tico del todo vale y nada puede proponerse como mejor.3

    A mi entender, el relativismo absoluto, al defender la identidad inviolable de cadacultura particular, pierde tambin la conciencia del carcter histrico y contingente de lasproducciones culturales y humanas, que como tales no tienen ninguna identidad necesaria,perenne y natural. Las elaboraciones de la cultura son contingentes al equilibrio singular defuerzas e intereses de los grupos sociales a lo largo del proceso histrico, y, por tanto, susvalores, significados, y patrones de comportamiento deben cuestionarse desde dentro de cadacultura y mediante la comunicacin, el dilogo y el contraste intercultural.

    El ltimo aspecto que me parece conveniente comentar en esta breve introduccin ala cultura intelectual generada en esta etapa de crisis y transicin es el carcter elitista, obtuso ymeta-abstracto del pensamiento y especialmente de su expresin lingstica. Como bienconocen los ms significativos defensores del pensamiento y de la filosofa postmoderna, ellenguaje se convierte tanto en instrumento de comunicacin y acercamiento como de expresinsubjetiva y exclusin social. El distanciamiento tal vez abusivo que presenta el discurso cultopostmoderno, de la manera de entender y expresar los problemas de la vida cotidiana, hacemuy difcil la aprehensin y utilizacin democrtica de dicho discurso, convirtindose en elcdigo restringido de un grupo selecto de la elite del saber. Cuando para la mayora de losindividuos el lenguaje del pensamiento postmoderno es ininteligible, slo la vulgarizacinideolgica e interesada que transmiten los poderosos medios de comunicacin, es decir el

    3Es otra manifestacin del mismo problema que plantea COLOM y MELICH (1994) cuando afirma que:"...la postmodernidad es, ante todo, la filosofa de la desmitificacin, de la desacralizacin, la filosofa que desvelael derrumbamiento de los viejos dolos. Las repercusiones en el terreno de la tica son graves: ya no existenimperativos categricos, no hay evidencias apodcticas. tica y sociologa, moral y poltica se confunden o se

    identifican. Valores sociales y valores morales se entremezclan sin posibilidad de establecer fronteras entre ambos(pgs. 50-51).

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    postmodernismo, est disponible para ser utilizada como recurso de interpretacin y toma dedecisiones en la vida social cotidiana. En lugar de proporcionar herramientas conceptuales paracomprender el sentido complejo y oculto de la condicin postmoderna, frecuentemente elpensamiento postmoderno se convierte directa o indirectamente en instrumento de exclusin, eincluso de justificacin y legitimacin de la misma exclusin de los ms desfavorecidosprovocada por las condiciones econmicas y sociales de la postmodernidad.

    2. Etnocentrismo, relativismo y universalidad

    Uno de los aspectos en que se refleja con ms intensidad la crisis actual de la culturaintelectual es el grado de tensin que a lo largo de la ltima mitad del siglo XX adquiere lapolmica entre relativismo y universalidad, matizado por el constante renacer de las tendenciasetnocntricas. En mi opinin, esta polmica no puede afrontarse de manera dicotmica; en ellase encuentran presentes al menos tres componentes en mutua interdependencia y relativaautonoma: el individuo, la cultura singular y la aspiracin a la comunidad universal, lo querequiere tres niveles de anlisis independientes y complementarios

    2.1.Etnocentrismo

    Las aportaciones del pensamiento a lo largo de todo el siglo XX, en particular lasprocedentes del campo de la antropologa, han provocado el desprestigio, al menos terico, detoda posicin etnocntrica. Las mltiples formas de vida que los grupos humanos han idoconstruyendo a lo largo de la historia en los diferentes territorios no pueden ubicarse en unalnea ascendente de progreso y perfeccin, no forman estadios consecutivos de una progresivamarcha triunfal hacia horizontes predeterminados. Ni existen criterios nicos, universales ylibres de influjo cultural concreto, para determinar el valor de cada cultura con respecto a losmismos y su ubicacin en el rankingcultural, ni aunque existieran podran fcilmente aplicarsea la complejidad y diversidad de formas que adquiere la vida cultural de cada grupo humano.

    Parece evidente que la propuesta ilustrada de extensin del conocimiento y la razncomo elementos sustanciales para el desarrollo de los pueblos y la organizacin de las

    sociedades, al hacerse desde una plataforma cultural concreta, se encuentra impregnada delvirus etnocntrico al primar como criterios de razonamiento y valoracin universal unas formasconcretas de concebir la realidad, y de interpretar las aspiraciones de los grupos humanos a laverdad, la bondad, la belleza y la felicidad. No es difcil comprobar cmo los desarrollosconcretos de tales planteamientos modernistas e ilustrados han supuesto en la prctica ladesvalorizacin e incluso el desprecio y la exclusin de otros grupos culturales y de otrasclases sociales. Como afirma VARELA (1991), la Ilustracin en tanto objeto de la historia y dela difusin de ideas, debe ser considerada como un movimiento sociocultural que puso enprctica mecanismos diversos para legitimarse en cuanto nico sujeto cultural. En el mismosentido incide FIN- KIELKRAUT (1990), cuando afirma que: ... el pensamiento de Las Luceses culpable de haber instalado esta creencia en el corazn de Occidente, confiando a susrepresentantes la exorbitante misin de garantizar la promocin intelectual y el desarrollomoral de todos los pueblos de la tierra (...) El rey est desnudo: nosotros, europeos de lasegunda mitad del siglo XX, no somos la civilizacin sino una cultura especial, una variedadde lo humano fugitiva y perecedera (pg. 62, 63).

    Las tendencias etnocntricas que suponen la valoracin de lo propio como unacategora universal y la exclusin de lo ajeno como subproductos marginales ya superados porla propia historia, no puede considerarse nunca una tendencia superada. No es ni exclusiva niprioritariamente un vicio ideolgico de las sociedades primitivas, es ms bien un mecanismo aveces sutil a veces grosero de poder, y como tal se utiliza frecuentemente en los conflictos deintereses entre individuos, grupos y culturas.

    Parece evidente, en este sentido, que la imposicin de una cultura sobre otras no se

    restringe a la poca de los imperios. En cada perodo histrico se renuevan las formas dedominacin y se especializan los mecanismos de intervencin, de modo que la imposicin

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    etnocntrica se vuelve ms sutil e invisible, acomodada a las exigencias y posibilidades decada poca. Por ejemplo, como destaca Fred HALLIDAY: no hay nada ms etnocntrico queel nfasis que se est poniendo en el ao 2000. Tal vez, aadimos nosotros, el empeo en fijarOriente y Occidente de acuerdo a nuestra particular localizacin geogrfica en este maltratadoglobo (MENNDEZ DEL VALLE, 1995, pg. 51).

    El etnocentrismo tampoco es exclusivamente una tendencia propia de la culturadominante. Como instrumento de poder funciona de forma profusa dentro de cada cultura y decada grupo humano, para legitimar culturalmente, en la mayora de los casos, la dominacin delos ms poderosos, y en otros muchos para refrendar y blindar las propias posiciones. De todasformas, parece evidente que, como afirma GALA (1993): las xenofobias poseen causaseconmicas ms que raciales: los ricos son recibidos bien en todas partes, los pobres, enninguna.

    Desde el punto de vista del desarrollo e intercambio del conocimiento, eletnocentrismo acta como un recalcitrante obstculo epistemolgico porque hace imposible elanlisis y la eleccin racional. Al establecer la prioridad incuestionable de las propiasrepresentaciones, por ser el reflejo de la superioridad cultural adquirida en el desarrollo

    histrico, da por zanjados, a priori, los problemas y cuestiones que habra que someter aestudio y discusin. El etnocentrismo promueve tanto la exclusin injusta e injustificada de loajeno como la cmoda conformidad con lo propio. En una misma tendencia se unen, pues, dosde los aspectos ms disolventes para el desarrollo del conocimiento, la certeza y la ignorancia.La certeza incuestionable de lo propio y la ignorancia despectiva de lo ajeno.

    Es fcil reconocer cmo la escuela, hija privilegiada de la Ilustracin moderna, haejercido y sigue ejerciendo un poderoso influjo etnocntrico. La escuela est reforzando demanera machacona la tendencia etnocntrica de los procesos de socializacin, tanto en ladelimitacin de los contenidos y valores del currculum que reflejan la historia de la ciencia yde la cultura de la propia comunidad, como en la manera de interpretarlos como resultadosacabados, as como en la forma unilateral y terica de transmitirlos y en el modo repetitivo ymecnico de exigir su aprendizaje.

    La crtica despiadada, principalmente desde la antropologa, al etnocentrismo delpensamiento ilustrado en sus principales concreciones, as como las exigencias econmicas ypolticas de la condicin postmoderna han provocado el surgimiento y desarrollo de sutendencia opuesta: el relativismo. Veremos, sin embargo, que llevado a sus ltimasconsecuencias el pensamiento relativista puede considerarse una manifestacin peculiar deletnocentrismo.

    2.2.Relativismo

    Apoyado con mayor o menor propiedad en los estudios antropolgicos del presentesiglo, entre los que podemos destacar los de Malinowski, Mead, Boas, Sapir y Lvi-Strauss, elpensamiento postmoderno abraza decididamente y sin restricciones la orientacin relativista.Como afirma LVI-STRAUSS (en FINKIEl- KRAUT 1990, pg. 58) es hora ya de: terminarde una vez por todas, con la idea ala vez egocntrica e ingenua segn la cual el hombre estenteramente refugiado en uno slo de los modos histricos o geogrficos de su ser. Por elcontrario, conviene no olvidar que cualquier forma de existencia individual o colectiva es elresultado contingente de un complejo proceso de construccin social a lo largo de un perodohistrico concreto, en un espacio tambin determinado. Son las formas de la cultura las queincluso determinan en gran medida el ritmo y sentido de la evolucin biolgica. Lejos depreguntarse si la cultura es o no funcin de la raza, descubrimos que la raza o lo que seentiende generalmente por ese trmino es una funcin, entre otras, de la cultura (LVI-STRAUSS en SEBRELI, 1993, pg. 51).

    Cada cultura aparece como una red de significados, smbolos y comportamientos con

    sentido en s misma, generada como respuesta a las peculiares circunstancias que han rodeadoa la comunidad. Los criterios y normas que rigen los comportamientos y expectativas

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    colectivas encuentran su legitimidad en el sentido que adquieren para mantener la cohesin dedicha comunidad y garantizar las aspiraciones individuales en las singulares condiciones devida que definen su contexto. Por ello, de ninguna formacin cultural concreta puedenextraerse, legtimamente, criterios generales vlidos y tiles para juzgar la bondadantropolgica de otra formacin cultural distinta, ni siquiera patrones de comprensingeneralizada que puedan aplicarse a la interpretacin de cualquier proceso o producto cultural.El sentido de las prcticas culturales slo puede extraerse de la comprensin radical de lasmismas, es decir, de la vivencia interna, de la experiencia compartida que genera lossignificados comunes y las diferencias individuales.

    De la aceptacin de la contingencia histrica y social de las formaciones culturales,el pensamiento postmoderno se desliza de manera vertiginosa hacia la afirmacin de lainconmensurabilidad de las culturas, de la imposibilidad no slo de establecer comparacionesvalorativas entre ellas, sino incluso de contrastar sus significados y comportamientos y enltima instancia de comprender realmente su sentido si no es desde dentro de ellas. No existeningn espacio fuera de cada cultura que permita la observacin objetiva ni apropiada, nimenos an la valoracin consecuente. Las culturas no son realidades objetivas sino redessubjetivas de significacin compartida que se retuercen sobre s mismas para reafirmar o

    transformar sus representaciones y valores en funcin de peculiaridades irrepetibles. Slodesde dentro, sufriendo y gozando sus determinaciones, puede comprenderse y cuestionarse suvirtualidad antropolgica.

    El relativismo postmoderno abarca todos los mbitos de la construccin cultural:conocimientos, representaciones, creaciones artsticas, normas, comportamientos, valores,instituciones... Tal vez su mximo exponente sea el relativismo lingstico que deriva de lahiptesis elaborada por Whorf y Sapir segn la cual el lenguaje determina el pensamiento delindividuo y de la colectividad, de tal modo que las caractersticas idiomticas de cada cultura ogrupo humano no slo condicionan sus posibilidades comunicativas sino incluso sus hbitosperceptivos, sus esquemas de pensamiento y sus estrategias de accin. El lenguaje es ms queel continente de la representacin, es el marco que permite elaborarla y organizarla en el

    pensamiento. El lenguaje en definitiva es la realidad.Otra manifestacin del relativismo del pensamiento postmoderno es el historicismo

    radical, que afirma la inmanencia radical e insuperable de toda realidad individual y social a lascoordenadas histricas en que se desarrolla. Las interpretaciones transhistricas o loscontrastes y comparaciones entre pocas carecen de sentido al disolverse el escenario histricoconcreto que las configur. No slo se niega la posibilidad de buscar el sentido de la historia nisu horizonte teleolgico, sino tambin la mera posibilidad de comprensin de pocas diferentesy distantes cuyo contexto ha desaparecido.

    Por ltimo, tal vez la versin relativista ms tpica del pensamiento postmoderno esel eclecticismo radical. Mezcla de hedonismo y funcionalismo extremo, la versinpostmoderna del eclecticismo pretende legitimar el principio directriz de la cultura de masas de

    finales del siglo: todo vale. Como afirma FINKIEL- KRAUT (1990, pg. 116): sus adeptosno aspiran a una sociedad autntica, en la que todos los individuos vivan cmodamente en suidentidad cultural, sino a una sociedad polimorfa, a un mundo abigarrado que ponga todas lasformas de vida a disposicin de cada individuo. Predican menos el derecho ala diferencia queel mestizaje generalizado, el derecho de cada cual a la especificidad del otro.

    A mi entender, la crtica justificada al egosmo miope e interesado del etnocentrismoen todas sus manifestaciones, as como la aceptacin de la contingencia, parcialidad yprovisionalidad de toda interpretacin, no ha de conducir necesariamente a la afirmacin delrelativismo absoluto. Afirmar el respeto alas diferencias individuales y culturales, como hace ladeclaracin de los derechos humanos desde su primera manifestacin, no implica en absolutoafirmar el aislamiento, la inconmensurabilidad y la imposibilidad de comprender las culturas

    ajenas. La afirmacin de las diferencias no puede olvidar la existencia de importantes aspectos

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    comunes en la experiencia humana ms diversificada. Es lo que BRUNER (1997) denominalas restricciones inevitables a la hiptesis perspectivista.

    Cmo puede uno conservar la autonoma, la personalidad y la subjetividad sineleccin y al mismo tiempo rechazar la comprensin y el conocimiento como fuente de lavalidacin o no validacin de las normas morales? He invocado a Kant (en la presentacin de

    Derrida), ya Foucault en la ma, para apoyar la siguiente sugerencia: la diversidad devisiones del mundo, filosofas, metafsicas y fe religiosa, no impide la aparicin de un ethoscomn, a menos que una de las visiones del mundo determine por completo los mandamientos

    y las prohibiciones, y que lo haga no slo para sus propios seguidores sino tambin con unaaspiracin universalizante(HELLER, 1992, 33).

    Son varios los argumentos que me hacen pensar en la debilidad de la defensa radical delrelativismo absoluto:

    En primer lugar, y aqu reside en mi opinin la clave para entender el resto de lascrticas, la afirmacin absoluta de la diferencia y la identidad propia como realidadincuestionable. Mantener esta posicin supone no comprender o no aplicar en todas susconsecuencias la conciencia de la relatividad histrica y social de toda interpretacin y

    elaboracin cultural. Si utilizamos este convencimiento para negar las afirmacionesetnocntricas sobre la existencia de culturas superiores, tambin deberamos aplicarlo a lacomprensin de nuestra propia cultura o de cualquier cultura como una construccin social ehistrica contingente y relativa, por tanto tan respetable como cuestionable. Nuestra propiaidentidad y la de cualquier individuo o grupo es una concrecin contingente cuyo proceso deconstruccin puede analizarse y comprenderse a la luz de los mltiples influjos recibidos y delas complejas interacciones en que se ha desarrollado. Es decir, a travs de un proceso dedeconstruccin (FOUGAULT, 1970, 1991).

    Ni en su proceso ni en sus resultados nadie puede afirmar que una identidad culturalconcreta sea la mejor de las elaboraciones posibles. Siempre puede ser objeto de anlisis yconsciente transformacin y precisamente, los recursos para su estudio y escrutinio provienensobre todo del distanciamiento, de la atencin a las posiciones internas alternativas as como de

    la separacin de las rutinas etnocntricas, de la aceptacin y comprensin de formulacionesculturales ajenas. Esta afirmacin acrtica de la identidad y de la diferencia como categorasabsolutas supone, sin duda, otra versin del etnocentrismo, aunque sea, en algunos casos, unegocentrismo defensivo y comprensible por pertenecer a culturas minoritarias y subyugadas enel panorama internacional.

    En este sentido deben entenderse tambin los fenmenos extremos del nacionalismoy del fundamentalismo, que analizaremos con ms detenimiento en el captulo referente a lacultura social. Es cierto que ambos pueden tener una incuestionable motivacin histrica: poruna parte, en la sumisin y dependencia imperialista o, por otra, en la acelerada imposicin deuna cultura mundial indiferente y arrasadora -el pensamiento nico-, elaborada por lasexigencias de una forma de concebir la economa que se extiende e impone a todos los

    rincones. No obstante, la comprensible reaccin de defensa de los grupos y culturas msdesfavorecidos, reafirmando la clausura endogmica de su cultura y rechazando, despreciandoy excluyendo cualquier influencia exgena, generalmente se resuelve en contra de los derechosindividuales de los miembros de la propia comunidad, en particular de los menos integrados,desfavorecidos, alternativos y marginales. En todo caso, el triunfo del grupo homogneo,natural, diluye las responsabilidades personales limitando las posibilidades de autonoma ydiferenciacin interior. Este convencimiento hace afirmar a SEBRELI (1992) que: nadiemenos libre que un salvaje es esclavo del pasado, de los antepasados, de las tradiciones, de lostabes, de los dioses, de los jefes, de las relaciones familiares, del linaje, de las tribus, de ladiscriminacin sexual, de infinidad de leyes no escritas, pero no por eso menos opresivas(pgs. 126-127).

    La reaccin contra el etnocentrismo de los otros ha provocado con lamentablefrecuencia la imposicin autoritaria del etnocentrismo propio; as como tambin la reaccin

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    contra la imposicin de la cultura indiferente y annima que difunde la economa mundial dellibre mercado est provocando de manera reiterada el refugio de los individuos en el paraguastribal, tnico o religioso que impone la voluntad incuestionable y fantica de la colectividadsiempre interpretada por unos pocos. Por ello afirma Gabriel JACKSON (1994, pg. 12) que:cuanto ms se internacionaliza la economa, y ms la controlan fuerzas incomprensibles parala mayora, ms gente necesita recuperar su identidad en una combinacin local nica deelementos tnicos, religiosos y nacionales. Los ideales universales no pueden competir con eltribalismo cuando las fuerzas universales existentes tienen un impacto extremadamentenegativo sobre la vida de las gentes.

    En segundo lugar, la defensa acrtica de la identidad incuestionable de cadaformacin cultural mitifica el concepto de cultura como una etrea red armnica deconsensos, propsitos y satisfacciones compartidos. En consecuencia, es fcil ignorar ydespreciar el peculiar, inestable y frecuentemente injusto equilibrio entre discrepantes yconflictivas aspiraciones y necesidades que implica cada formacin social. Como afirmaSEBRELI (1992), la categora antropolgica de cultura subestima las similitudes entre todaslas culturas, la unidad del gnero humano, marcando demasiado las diferencias. Adems,

    sobrestima la unidad interior de cada cultura y disimula las diferencias que surgen en su seno.

    Los antagonismos son tan constitutivos como los consensos en la elaboracin de la cultura yla forma concreta que adoptan en un espacio y un tiempo dados, por ser contingente, es tanrespetable como cuestionable y merecedora de escrutinio pblico permanente.

    Una de las contradicciones fundamentales del relativismo cultural consiste en queel respeto a las culturas ajenas, el reconocimiento del otro, lleva inevitablemente a admitirculturas que no reconocen ni respetan al otro(SEBREU, 92, pg. 61). El relativismo limita

    su igualitarismo a respetar las diferencias, pero olvida que esas diferencias pueden ser laconsecuencia de la desigualdad... El relativismo cultural significa imparcial tolerancia para elasesinado y el asesino, para el torturado y el torturador, para el oprimido y el opresor, parala vctima y el verdugo(SEBREU, 92, pg. 68).

    En tercer lugar, el eclecticismo radical del pensamiento postmoderno supone en

    definitiva la confusin entre el ser y el deber ser, o mejor, parece deducir el deber ser o laalternativa deseable slo de la mera existencia, o de la pura posibilidad de permanecer ytriunfar en el intercambio del libre mercado. El debate o la reflexin sobre experienciascompartidas o ajenas no parece tener ms valor que su cotizacin en el intercambio mercantil.

    Si no queremos confundir el ser con el deber o poder ser, la existencia concreta conlas posibilidades alternativas de ser, debemos respetar la identidad de cualquier individuo ogrupo, de cualquier cultura, slo como una de las formas posibles que puede adoptar laplasticidad de lo humano, cuya bondad antropolgica debe siempre estar expuesta al escrutiniopblico. Adems, toda identidad ha de considerarse como una forma flexible que puedetransformarse, y de hecho se transforma permanentemente.

    Ahora bien, la crtica al relativismo absoluto no puede significar en modo alguno lavuelta a las esencias, el reconocimiento de una forma convencional y natural propia del serhumano que puede universalizarse y por tanto exportarse desde la cultura hegemnica msdesarrollada. No debe significar ni la vuelta al etnocentrismo ni la negacin del relativismocomo conciencia de la contingencia histrica y social de toda formacin cultural.

    Como afirma A. HEllER (1992) el relativismo absoluto est ganando terreno msque nada porque es el resultado de un importante cambio sociolgico: la erosin de las elitesculturales. Atrapados por la cada del muro de Berln, los intelectuales de izquierdas parecensumidos en la perplejidad, pasividad y aislamiento. En esta larga travesa del desierto y paraevitar la acusacin injustificada de dogmatismo o certidumbre modernista, han abandonado lacrtica al relativismo en la pluma de algunos liberales o meramente conservadores comoPopper, Bloom, Revelo Fukuyama (SEBRELI, 1992).

    Por ello, tal vez sea ahora ms necesario que nunca indagar el significado delcontrovertido dilema diferencia-universalidad.

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    levanta la construccin compartida son las elaboraciones singulares de individuos y grupos quese caracterizan por su diversidad, autonoma y divergencia.

    A este proceso de construccin global compartida es a lo que diferentes autoresdenominan la tendencia civilizatoria de la humanidad (SAVATER, 1994, 1997;ECHEVARRA, 1994; CRUCES, 1992; HELLER, 1992; ARENDT, 1993; SEBRELI, 1992) y

    que en muchos casos se ha confundido con la imposicin etnocntrica de la poderosacivilizacin occidental contempornea, como en el planteamiento actual de Fukuyama 4.

    Cabe matizar algo ms la diferencia entre cultura y civilizacin. Parece comn,aunque con una carga y un significado plural, el entendimiento de la cultura como unaconstruccin singular, propia de un grupo humano situado en un contexto local y en una pocaconcreta, independientemente de la magnitud de su influencia; mientras que por civilizacin seentiende la tendencia humana individual y colectiva a distanciarse y superar las restriccionesde la propia cultura para integrarse o construir un horizonte ms amplio y universal5.

    En todo caso, no es una distincin exenta de controversia. Por una parte, es muy fcilsucumbir a la tentacin de considerar cultura las formaciones ajenas e inferiores, y civilizacinel estado superior que ha alcanzado la cultura propia en el conflictivo devenir histrico al

    superar estadios pretritos de constriccin localista, como as ha ocurrido frecuentemente conla cultura occidental. Por otra parte, el concepto de civilizacin es un concepto borroso yetreo, por cuanto supone en cierta medida la desubicacin de los significados, ladescontextualizacin de las producciones simblicas; como si no fueran tambin contingentesa una poca ya un espacio con caractersticas geogrficas, econmicas y polticas concretas ydeterminadas histricamente.

    El desarrollo de cada cultura -siempre y cuando abandone la fundamentacin divinao dogmtica de sus representaciones, valores, instituciones y comportamientos, as como eldesarrollo de cada individuo (Piaget, Vigotsky)- requiere un proceso singular de descentracin,de extraamiento, de distancia crtica para comprender los fundamentos contingentes y losintereses pasados o presentes que genera- ron sus actuales determinaciones. Es oportuno

    recordar aqu el pensamiento de Horderlin cuando afirmaba que una civilizacin slo alcanzala plenitud si es capaz de ponerse en contradiccin, de extraarse con respecto a su propiaidentidad para fecundarse con su ajenidad (ARGULLOL y TRAS, 1992, pg. 99).

    En principio, el planteamiento parece coincidir con las propuestas de la Ilustracin:liberarse de los prejuicios, de los mitos y de los supuestos incuestionables de cada cultura,utilizando el conocimiento y la experiencia compartida. No obstante, en lugar de proponer el

    4A este respecto es interesante la polmica entre Fukuyama y Huntintong, dos autores cuyas posiciones han

    sido ampliamente difundidas en el mbito acadmico y en los medios de comunicacin de masas. Francis Fukuyamaes un convencido representante de la modernidad occidental, presentndola como el estadio superior de la evolucinhumana. Despreciando los particularismos de otras culturas sin duda inferiores, proclama el fin de la historia y delas ideologas porque con la implantacin de las democracias formales y el xito del libre mercado, hemos concluido

    el penoso peregrinar de la especie humana, cuyo futuro se caracteriza por el propsito de extender la ideologademocrtica a todos los pueblos ("The End of History?". The National Interest, Washington, verano de 1989). Por elcontrario, Huntington considera que la prdida de inters y actualidad en los grandes relatos de naturalezaeconmica, poltica y social, est conduciendo al fortalecimiento de las posiciones culturales de los diferentespueblos. Lejos de extenderse la idea occidental de la democracia como modelo de organizacin poltica y deconvivencia, cada una de las grandes culturas se fortalecen en su aislamiento y clausura llegando a constituir en elfuturo la fuente principal de conflictos y enfrentamientos en la humanidad.

    5Para HUNTINGTON (en Rulz ELVIRA 1993, pg. 8) la distincin es necesaria y til en la actualidad,

    porque en la era postmoderna del intercambio universal los conflictos o los acuerdos se van a producirprincipalmente entre civilizaciones. Entiende por civilizacin la cultura ms amplia con la que puede identificarseun individuo. Es decir, es el conjunto ms amplio de grupos humanos o naciones que comparten una cultura, a vecesuna lengua y casi siempre una religin. En la actualidad distingue las siguientes: Islmica, Occidental, Africana,Hind, Confuciana, Eslavo Ortodoxa, Latinoamericana y Japonesa. As planteado, es dudosa la validez

    interpretativa y operativa del concepto, por la confusin que puede producir tanto en la definicin interna de cadacivilizacin como al distinguir entre ellas.

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    modelo propio construido por occidente como recurso de anlisis y marco de valoracin, lapropuesta actual supone enriquecerse con los modelos ajenos y en particular con los debates ycontrastes razonados y experimentados entre culturas. Coincido con SAVATER (1994) cuandoafirma que a medida que la cultura se va sofisticando ms, hacindose ms reflexiva y menosimpulsiva, se concibe a s misma como una forma de vida entre otras, quiz preferible, perodesde luego no ms garantizadamente humana que otras modalidades vecinas; a esetrascender su propia clausura autosuficiente, que en menor o mayor grado se encuentra entodas las culturas, podemos llamarle la perspectiva civilizada (SAVATER, 1994, pg. 12).

    As pues, derrotadas las injustificadas y ambiciosas pretensiones de universalizar unmodo concreto de ejercer la racionalidad, de concebir la verdad, la bondad y la belleza, propiasde la cultura occidental; en la actualidad parece plausible el intento de proponer unprocedimiento formal para facilitar la comprensin, el entendimiento mutuo y la construccinconjunta de marcos globales de convivencia que permitan y estimulen la diversidad. Elfundamento de esta esperanza es la comprensin y profundizacin en el carcter simblico detodo proceso, individual y/o grupal de construccin de significados, propio de todo individuode la especie humana. Dicho carcter simblico clarifica y legitima tanto los aspectossingulares y diversos como los aspectos comunes de los significados, al entender la inevitable

    dimensin polismica de toda representacin humana, en parte ligada a los referentes comunes,en parte dependiente de procesos subjetivos idiosincrsicos. La conciencia de este procesouniversalmente compartido de construccin contingente de significados facilita la apertura alotro y el entendimiento de las diferencias. Si somos conscientes del carcter polismico detodas nuestras representaciones culturales, individuales o colectivas, es fcil admitir lacontingencia de nuestras creencias y convicciones y, en consecuencia, establecer puentes parala mutua comprensin y para el respeto a las convicciones ajenas.

    La perspectiva civilizada supone un modesto pero inestimable propsito compartidode superar las propias restricciones que cada cultura inevitablemente provoca en sus miembros,identificando sus contradicciones, cuestionando sus mitos, abriendo sus lmites, estimulando elintercambio con las representaciones ajenas y provocando su permanente recreacin con

    materiales propios y extraos. Una vez ms, FINKIELKRAUT (1990) lo plantea con todaclaridad: El objetivo sigue siendo el mismo: destruir el prejuicio, pero, para conseguirlo, yano se trata de abrir a los dems a la razn, sino de abrirse uno mismo ala razn de los dems(pg. 61).

    Ms all de la simple dicotoma entre relativismo y etnocentrismo, entre identidaddiferencial de cada pueblo y universalidad homognea de la especie, entre individuo ycolectividad, aparece cada da ms claro que la comprensin del desarrollo humano se hacems compleja distinguiendo muchos niveles y crculos de influencia. En la sociedad global dela informacin telemtica que nos toca vivir cabe distinguir, en mi opinin, al menos trescrculos claros de mutua interdependencia y relativa autonoma: el individuo, el grupo culturaly la colectividad humana. Los influjos que contribuyen a formar la identidad de cada individuoy de cada grupo no pueden limitarse al escenario concreto de sus relaciones cercanas,provienen fundamentalmente de las comunicaciones internacionales de la humanidad, de losintercambios en la aldea global, de los innumerables estmulos de informacin que cada unoprocesa a su modo, mediados por la cultura de su grupo y por sus propios e idiosincrsicosesquemas de compresin. GIDDENS lo expresa con fuerza en el siguiente texto: Lo local y loglobal, en otras palabras, se han entretejido inextricablemente... La comunidad local ha dejadode ser un lugar saturado de significados familiares y sabidos de todos, para convertirse, en granmedida, en expresin localmente situada de relaciones distantes (GIDDENS, 1993, pg. 106).

    Ninguno de los tres crculos puede por s mismo explicar la complejidad, diversidady convergencia de las redes de significados y comportamientos. Los tres son necesarios,inevitables y complementarios. Ninguno de los tres puede considerarse entidad niautosuficiente ni natural. Por el contrario, son construcciones inacabadas, mviles y

    contingentes en proceso permanente de consolidacin y recreacin. La humanidad universal noexiste ms que como proyecto, como propsito decidido de consensuar los procedimientos y

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    valores que permitan la satisfaccin ms generalizada. Las culturas son entidades plurales ycomplejas transitadas por la contradiccin y el enfrentamiento tanto como por los acuerdos yconvergencias siempre provisionales, en virtud del equilibrio de fuerzas de los intereses enjuego. Los individuos son entidades singulares en permanente proceso de construccin, acaballo entre los diferentes sistemas de categorizacin, normas de conducta, significados yexpectativas que requieren los distintos escenarios en los que nos toca vivir, -cada da ms,ms diferentes y ms efmeros- intentando elaborar un conjunto personal coherente, una redpropia de significados con sentido, a partir de tan manifiesta y frecuentemente contradictoriadiversidad.

    El problema actual de la cultura crtica se sita, a mi entender, en la necesidad deelaborar comprensiones flexibles y plsticas de este complejo equilibrio de interaccin entreestos tres niveles fundamentales en que se desarrolla la vida de los individuos y de los grupos.Comprensiones que respeten la complejidad de las interacciones as como la autonomarelativa de los sujetos y que estimulen las creaciones diversificadas tanto como losprocedimientos de comunicacin y construccin compartida. El intercambio cultural estproduciendo un curioso fenmeno ala vez centrfugo y centrpeto en el sentido que planteaMOSTERIN (1993), el proceso de difusin cultural parece conducir a una situacin

    caracterizada tanto por una mayor variacin intercultural como por una mayor homogeneidadintercultural. Los acervos culturales de las diversas poblaciones humanas cada vez se parecenms entre s, a la vez que internamente se diversifican ms y ms, mediante la crecienteadmisin de memes exgenos6(pg. 104).

    Ahora bien, no podemos perder de vista que la cultura, en este caso la cultura crtica,es un proceso de elaboracin simblica en gran medida determinado por las condicioneseconmicas, sociales y polticas del contexto en que se produce y las caractersticas delcontexto actual estn definidas por las condiciones de la postmodernidad. La mundializacinde los intercambios econmicos dentro de las reglas del libre mercado, exige la ruptura de lasbarreras fsicas y simblicas que restringen las posibilidades de intercambio comercial y laextensin universal del beneficio como principio rector de las transacciones. Como veremos en

    el captulo dedicado a la cultura social, este proceso requiere y estimula el desarrollo de unosvalores y principios de comprensin y comportamiento que constituyen lo que se denomina elpensamiento nico. La mundializacin y el pensamiento nico no pueden confundirse en modoalguno con la universalidad, con las aspiraciones a construir los marcos universales deconvivencia humana, respetuosos con las diferencias y comprometidos con la construccincompartida. Como afirma BAUDRILLARD (1996), Las palabras mundializacin yuniversalidad no significan lo mismo. Ms bien son trminos excluyentes. La mundializacinhace referencia a tcnicas, mercado, turismo e informacin. La universalidad es la de losvalores, la de los derechos humanos, la de las libertades, la de la cultura y la de la democracia(...) De hecho, lo universal muere en la mundializacin (...) La mundializacin de losintercambios pone fin a la universalidad de los valores (...) Es el triunfo del pensamiento nicosobre el pensamiento universal (pg. 4).

    En definitiva, la tendencia actual de la economa mundial de libre mercado aextender y difundir el pensamiento nico, la verdad nica, el mercado nico, el mundo nico,la argumentacin nica y la jerarqua de valores nica, el pensamiento eclctico de las mezclasindiferentes y la convergencia en la trivialidad, deben considerarse, en mi opinin, la ideologaconcreta de la condicin postmoderna. No supone una elaboracin reflexiva, una opcincompartida a partir del debate y del contraste pblico, ni un pensamiento crtico o provocador,es la asuncin espontnea y pasiva de las exigencias econmicas, polticas y sociales de unamanera concreta de configurar las condiciones de existencia: la postmodernidad. En este

    6 Segn Monsterin un meme es una unidad de informacin aprendida por el individuo mediante imitacin uobservacin de la conducta adulta de su cultura. "Para designar las unidades de transmisin cultural o imitativa

    introdujo Dawkins en 1976, el neologismo memes, que recuerda tanto a memoria como a mimesis (imitacin)"(pg.76)...Los memes son unidades de informacin cultural en el sentido de trozos elementales de cultura"(MONSTERIN, 1993, pg. 78).

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    sentido es ilustrativo el pensamiento de BAUDRILLARD (1996), cuando plantea que lamundializacin triunfante hace tabla rasa de todas las diferencias y de todos los valores,inaugurando una (in)cultura perfectamente indiferente. y una vez que ha desaparecido louniversal, slo queda la tecnoestructura mundial omnipotente frente a las singularidades que sehan tornado salvajes y entregadas a su propia dinmica.

    En el mismo sentido me parece clarificador el siguiente texto de SAVATER (1994):La universalizacin de un nico concepto de lo justo no ha remediado las injusticias sino quelas ha agrupado todas bajo un mismo patrn cuyo funcionamiento econmico las haceinevitables, las ha exacerbado por el agravio comparativo, ya no entre ricos y pobres dentro deun mismo pas, sino entre pases ricos y pobres; ha destruido los mecanismos localescompensatorios sin sustituirlos por ningn otro de alcance universal y ha aadido a la nminauna injusticia ms: la de aniquilar o desfigurar la pluralidad de identidades culturales hastasometerlas todas a un proyecto omnicomprensivo segn el modelo occidental -y, msespecficamente, americano- basado en el individualismo posesivo, el utilitarismo, el consumoy la trivializacin espectacular de la vida espiritual (pg. 10).

    La mundializacin vuelve a romper el delicado y creativo equilibrio entre

    universalidad y diversidad cultural al disolver el enriquecedor movimiento dialctico entre losindividuos dentro de su cultura y entre las culturas dentro de la aspiracin a la civilizacinuniversal. El individuo se hace humano porque pertenece a una cultura concreta, no por estardotado de la capacidad abstracta de pertenecer a cualquiera. El movimiento divergente de lascreaciones individuales y grupales en formaciones culturales flexibles pero diferenciadassupone la riqueza de las elaboraciones simblicas, la explotacin diversificada de lasposibilidades emergentes en la comunidad humana. La negacin de las identidades culturalescomo puentes intermedios entre la globalidad annima y el individuo aislado, conduceinevitablemente al desamparo individual, a la pasividad poltica, a la desmovilizacin social, alindividualismo raqutico del refugio en el consumo, a la homogeneidad trivial. La diversidadconvertida en mera mercanca, en simple artculo de consumo conduce, en realidad, a launiformidad sustantiva, adornada de diversidad superficial; no supone la bsqueda de

    alternativas en los modos de organizacin social y de vivencia individual.Teniendo en cuenta, por tanto, el delicado equilibrio que configura la relacin de

    autonoma e interdependencia entre estos tres niveles, el propsito educativo de la escuela hade fortalecerse en la actualidad ms si cabe que en pocas anteriores, pues los dficit deldesarrollo de las nuevas generaciones no se van a situar fundamentalmente en la carencia deestmulos e informaciones, sino en la dificultad para incorporarlas de modo creativo ypersonal. Sin necesidad de caer en el extremo de afirmar el relativismo absoluto, la indiferenciatica del todo vale, ni la identidad incuestionable de las diferentes culturas, parece necesarioreconocer que la escuela no puede transmitir ni trabajar dentro de un nico marco cultural, unnico modelo de pensar sobre la verdad, el bien y la belleza. La cultura occidental que haorientado y frecuentemente constreido los planteamientos de la escuela en nuestro mbito seresquebraja en un mundo de relaciones internacionales, de intercambio de informacin entiempo real, de trasiego de personas y grupos humanos. Por ello, los docentes y la propiainstitucin escolar se encuentran ante el reto de construir otro marco intercultural ms amplio yflexible que permita la integracin de valores, ideas, tradiciones, costumbres y aspiracionesque asuman la diversidad, la pluralidad, la reflexin crtica y la tolerancia tanto como laexigencia de elaborar la propia identidad individual y grupal.

    3. Razn y tica. Hacia una nueva racionalidad de la representacin y de la accin

    ... no hay, cual tesoro oculto y por descubrir, ningn significado en el ser, elmundo, la historia, nuestra vida; [lo cierto es] que nosotros creamos el significado sobre un

    fondo sin fondo, que damos forma al caos mediante nuestro pensamiento, nuestra accin,nuestro trabajo, nuestras obras, y que este significado no tiene ninguna garantaexterior a

    l mismo(GASTORIADIS, 1993, pg. 47).

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    Otro aspecto fundamental de la perplejidad de la cultura crtica de nuestros, das, queconsidero clave para entender la zozobra del sistema educativo y la incertidumbre de susagentes, es la prdida de los fundamentos clsicos de la racionalidad mod