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BLOQUE V: LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO 5.1. La Guerra de la Independencia (1808-1814): antecedentes y causas. Bandos en conflicto y fases de la guerra. 5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812. 5.3. El reinado de Fernando VII (1814-1833): liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de las colonias americanas. 5.1. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814): ANTECEDENTES Y CAUSAS. BANDOS EN CONFLICTO Y FASES DE LA GUERRA. A) LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814): ANTECEDENTES Y CAUSAS: La familia de Carlos IV (Goya, 1800-1801) En diciembre de 1788 murió en Madrid Carlos III y le sucedió su hijo, Carlos IV, de talante político bien distinto al de su padre. Con Carlos IV (1788-1808) se estableció lo que algunos autores denominan despotismo ministerial, ya que el verdadero poder lo ejercía el primer ministro y no el rey. Carlos IV era un hombre débil, políticamente inepto y dominado por su esposa, Mª Luisa de Parma. Se desentendió del gobierno, que mantuvo inicialmente en manos del conde de Floridablanca . La Revolución Francesa (1789-1799) provocó en España una reacción política conservadora y, desde el momento en que esta se inició, se intentó evitar cualquier contagio revolucionario procedente 1

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BLOQUE V: LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO

5.1. La Guerra de la Independencia (1808-1814): antecedentes y causas. Bandos en conflicto y fases de la guerra.5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.5.3. El reinado de Fernando VII (1814-1833): liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de las colonias americanas.

5.1. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814): ANTECEDENTES Y CAUSAS. BANDOS EN CONFLICTO Y FASES DE LA GUERRA.

A) LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814): ANTECEDENTES Y CAUSAS:

La familia de Carlos IV (Goya, 1800-1801)

En diciembre de 1788 murió en Madrid Carlos III y le sucedió su hijo, Carlos IV, de talante político bien distinto al de su padre. Con Carlos IV (1788-1808) se estableció lo que algunos autores denominan despotismo ministerial, ya que el verdadero poder lo ejercía el primer ministro y no el rey. Carlos IV era un hombre débil, políticamente inepto y dominado por su esposa, Mª Luisa de Parma. Se desentendió del gobierno, que mantuvo inicialmente en manos del conde de Floridablanca. La Revolución Francesa (1789-1799) provocó en España una reacción política conservadora y, desde el momento en que esta se inició, se intentó evitar cualquier contagio revolucionario procedente del país vecino. Un férreo control en las aduanas y una estricta censura fueron los medios utilizados para evitar que las ideas revolucionarias se difundieran en España. Conforme la revolución se radicalizaba, la tensión con Francia fue aumentando.

A Floridablanca le sucedió en 1792 el conde de Aranda. Tras un corto período de su gobierno, Carlos IV tomó una decisión clave en su reinado: nombró primer ministro

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a Manuel Godoy (antiguo guardia de corps) en 1792. Este favorito de los reyes se convirtió en la figura clave durante el resto del reinado de Carlos IV.

La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con Francia. Tras fracasar Godoy en el intento desesperado de salvar la vida a Luis XVI, España se unió a una coalición internacional contra la República francesa, lo que hizo que Francia declarase la guerra a España en marzo de 1793: Guerra de la Convención (1793-1795). La derrota militar española fue rápida y concluyente. El fracaso bélico precipitó la firma de la Paz de Basilea (1795), por la que España aceptó la pérdida de la parte española de la isla de Santo Domingo y la vuelta a la tradicional alianza con Francia contra Inglaterra. Esta alianza se selló en el Tratado de San Ildefonso (1796), que implicaba, por tanto, asumir el enfrentamiento con Inglaterra y su aliado Portugal, que eran los enemigos principales de Francia.

Se iniciaba así una deriva diplomática en la que el ascenso al poder de Napoleón en 1799 y la debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por tanto, al enfrentamiento con Inglaterra. Napoleón forzó la firma del segundo Tratado de San Ildefonso. Las consecuencias pronto se hicieron notar: en 1801 Francia y España entraron en guerra contra Portugal (la Guerra de las Naranjas), que supuso la victoria sobre Portugal y la consiguiente anexión de Olivenza a España. Sin embargo, esta victoria no sirvió para compensar la catástrofe naval de la armada franco-española frente al almirante Nelson en la batalla de Trafalgar (1805), suponiendo tal desastre el fin de la potencia naval española y la pérdida del ya precario control marítimo español sobre sus colonias americanas.

Los ruinosos resultados de la alianza con Francia no impidieron que Godoy firmara con Napoleón el Tratado de Fontainebleau en 1807, por el que se autorizaba la entrada y el establecimiento de tropas francesas en España con el propósito de invadir Portugal. A esas alturas la figura de Godoy era crecientemente criticada en los medios influyentes del país. La derrota naval de Trafalgar, que había desbaratado el poder marítimo español, y la crisis económica, concretada en el enorme déficit del Estado y en la drástica disminución del comercio con América, avivaron la oposición de la nobleza y del clero, asustado ante la puesta en marcha de la primera desamortización de bienes de la Iglesia (1798) llamada la desamortización de Godoy, a la que se ligaba por primera vez la gravísima situación financiera de la Corona, que estaba en deuda, debido a que el hundimiento del mercado colonial y la depreciación de los vales reales habían dejado la Hacienda exhausta.

La desamortización trataba de expropiar y vender los bienes raíces (tierra y propiedad física sobre la tierra) de la Iglesia destinados a obras de beneficencia (fincas de Cofradías, Hospitales, Hospicios y demás establecimientos piadosos), dedicando el importe a la amortización de la deuda pública (el dinero recaudado por la venta de estas fincas debía canjearse por vales reales), recibiendo la Iglesia, a cambio, el 3% de los vales reales adquiridos. Sin embargo, y aunque se obtuvo una cantidad importante, la deuda no dejó de crecer, y las tierras fueron a parar a los grandes propietarios, por lo que sirvió sólo para reforzar la estructura agraria existente. Se permitió la venta de las fincas con vales de deuda, los cuales eran poseídos por la burguesía y grandes propietarios y no por los campesinos. Así, la burguesía se hace con las tierras, sube los precios (buscan rentabilidad) y los campesinos no pueden acceder a la propiedad.

Por su parte, la Iglesia reaccionó con dureza contra el desprestigiado Godoy, a quien acusaba por su política de apoyo a los ilustrados y a quien atribuía toda la responsabilidad de la desamortización. En 1798 los reyes optaron por despedir a Godoy, que regresaría al poder con el apoyo de Napoleón en 1800. Este descontento cristalizó en la formación de un grupo de oposición al rey en torno al

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Príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, que rápidamente se puso a trabajar para acabar con el gobierno de Godoy y de Carlos IV.

B) BANDOS EN CONFLICTO Y FASES DE LA GUERRA:

A finales de 1807 la situación social y económica del país era muy grave: guerras sucesivas desde hacía quince años, hambre originada por la escasez de las cosechas, epidemias causantes de una importante mortandad, precios disparados, comercio colonial colapsado, bancarrota del Estado, etc. Muy pronto se hizo evidente que la entrada consentida en España de las tropas napoleónicas, en base al Tratado de Fontainebleau se había convertido en una ocupación del país. Consciente finalmente de este hecho, Godoy tramó la huida de la familia real hacia Andalucía y la Corte se desplaza a Aranjuez. Los planes de Godoy se verán frustrados. En marzo de 1808 estalló un motín popular (protagonizado por soldados, campesinos, etc.) el motín de Aranjuez organizado por la facción de la Corte partidaria del Príncipe de Asturias. En el motín el palacio fue asaltado por los partidarios de Fernando. Este hecho precipitó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar en su hijo con el nombre de Fernando VII.

Con las tropas del general francés Murat en Madrid, Napoleón llamó a padre e hijo a Bayona, en Francia, y les forzó a abdicar en su hermano José Bonaparte (José I): Fernando VII devolvía el trono a su padre, Carlos IV, quien renunciaba a él a favor de Napoleón, quien, a su vez, lo cedía a su hermano José Bonaparte. Fueron las Abdicaciones de Bayona (mayo de 1808), por las que los Borbones cedieron sus derechos a Napoleón.

Tratando de atraerse a la opinión ilustrada, el nuevo monarca José I (1808-1813) publicó el Estatuto de Bayona (1808), carta otorgada (documento concedido como una especie de Constitución para el Estado, si bien en lugar de ser dictada por el pueblo, la carta otorgada surgía del poder absolutista, del rey; no se reconoce el principio de soberanía nacional) que concedía algunos derechos más allá del absolutismo; fue el primer texto en España que delimitaba la función del poder.

Ante la evidencia de la invasión francesa, el descontento popular acabó por estallar: el 2 de mayo de 1808 se inicia una insurrección (levantamiento) en Madrid que será abortada por la represión de las tropas napoleónicas (el pueblo madrileño se amotinó y fue reprimido por las tropas francesas con extrema dureza; el ejército español se mantuvo al margen y sólo algunos oficiales desobedecieron y se sublevaron). En los días siguientes los levantamientos antifranceses se extienden por todo el país. Se inicia la Guerra de la Independencia (1808-1814).

Las abdicaciones de Bayona y la insurrección contra José I significaron una situación de vacío de poder que desencadenó la quiebra de la monarquía del Antiguo Régimen en España. Para hacer frente al invasor, se constituyen Juntas Locales, que se integraron en Juntas Provinciales, las cuales asumen la soberanía en nombre del rey ausente. En septiembre de 1808 las Juntas Provinciales se coordinaron y se constituyó la Junta Suprema Central presidida por el conde de Floridablanca. Pese a que gran parte de los miembros de estas juntas eran conservadores y partidarios del Antiguo Régimen, la situación bélica provocó la asunción de medidas revolucionarias como la convocatoria de Cortes (Cortes de Cádiz).

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Mapa de la guerra de independencia española (1808-1814)

La guerra: Tras el levantamiento general contra los invasores, las tropas españolas consiguieron algún triunfo como la victoria de Bailén (Jaén) en 1808. Para poner fin a la insurrección, el propio Napoleón, al frente de 250.000 hombres, hizo acto de presencia en la Península durante el otoño de 1808 y ocupó la mayor parte del país (Madrid se rindió en diciembre), excepto las zonas periféricas y montañosas, donde se inició la guerra de guerrillas contra el ejército francés (las guerrillas aparecieron en 1808 como unidades de paisanos armados con el objetivo de mantener en constante amenaza a los franceses mediante emboscadas; estaban compuestas al principio por unas docenas de hombres, como antiguos militares españoles y campesinos, pero fueron creciendo rápidamente al sumarse a ellas no sólo civiles, sino también numerosos delincuentes).

Durante seis años (1808-1813) se enfrentaron el ejército francés, con el apoyo de los afrancesados, grupo formado fundamentalmente por viejos reformistas e ilustrados, que pretendían una modernización pacífica y gradual de España, como la que parecía garantizar José I, sin sobresaltos revolucionarios; y la guerrilla española (patriotas), formada por antiguos militares españoles y campesinos, partidarios de Fernando VII, ayudados por el ejército británico enviado a la Península Ibérica. Dentro de los patriotas, se distinguían dos posturas que sólo coincidían en su rechazo al invasor francés y en su aspiración al retorno de Fernando VII como legítimo rey español:

*Los liberales. Rechazaban a los franceses y compartían sus nuevas ideas surgidas con la Revolución Francesa, por lo que pretendían el establecimiento de un nuevo tipo de monarquía (no absolutista).*Los absolutistas. Eran partidarios del retorno de Fernando VII como monarca absoluto y de la tradición del Antiguo Régimen.

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En 1810 la Junta Suprema Central traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia (gobierno transitorio que actuaba en nombre del rey hasta que éste pudiera ocupar de forma efectiva su cargo), que actuaba en nombre del rey Fernando VII y que se estableció en Cádiz, la zona más segura de la Península Ibérica por entonces.

El año 1812 fue el año decisivo. En ese año el ejército del general británico Wellington, con el apoyo de españoles y portugueses, avanzó por el sur y reconquistó Badajoz e infringió sucesivas derrotas a los franceses (Arapiles -en Salamanca-, San Marcial -en Zamora-), reconquistando Salamanca. Así, quedó abierto el camino hacia Madrid. Tras la catástrofe de la Grande Armée (las tropas francesas de élite) en Rusia (1812), un Napoleón completamente debilitado retiró de España a más soldados del ejército para asegurar la defensa de Francia, dejando a las fuerzas hispanobritánicas en superioridad. En junio de 1813 la batalla de Vitoria consumó la derrota francesa y obligó a José I a cruzar la frontera.

En Europa, tras ser asediado y derrotado en 1813 por las fuerzas de la Gran Coalición (tropas aliadas europeas: Prusia, Rusia, Austria, Suecia, Gran Bretaña, España, Portugal) en la Batalla de las Naciones (Batalla de Leipzig), Napoleón se replegó a Francia incapaz de resistir la embestida de la Gran Coalición. Así en diciembre de 1813 Napoleón, completamente debilitado, devolvió la Corona a Fernando VII por el Tratado de Valençay. Las tropas francesas abandonaban el país. La guerra había concluido de manera oficial y Fernando VII regresó a España.

5.2. LAS CORTES DE CÁDIZ. LA CONSTITUCIÓN DE 1812:

Tras las Abdicaciones de Bayona, pese a que los Borbones habían ordenado a las autoridades que se aceptara al nuevo rey José I, muchos españoles se negaron a obedecer a una autoridad que se veía como ilegítima. Para llenar ese vacío y organizar la espontánea insurrección contra los franceses se organizaron las Juntas Provinciales, que asumieron la soberanía. Se trataba de una auténtica revolución política porque significaba asumir la soberanía nacional y romper con el régimen absoluto (Antiguo Régimen). Primero surgieron Juntas Locales, luego éstas se unieron dando lugar a las Juntas Provinciales, y en septiembre de 1808, finalmente,

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las Juntas Provinciales se coordinaron y se constituyó en Aranjuez la Junta Suprema Central (con sede en Cádiz), que, en ausencia del rey legítimo (Fernando VII), asumió la totalidad de los poderes soberanos y se estableció como máximo órgano de gobierno.

A pesar de su carácter revolucionario, las distintas juntas estuvieron formadas casi siempre por miembros de las clases dirigentes, como nobles, clérigos, intendentes, generales o burgueses ilustrados, a los que el pueblo estaba acostumbrado a obedecer. Además de dirigir la guerra, la Junta Suprema Central asumió la tarea de reformar las instituciones del Antiguo Régimen. Tras largas discusiones, se llegó a la conclusión de que solo las Cortes del reino podían aprobar, en nombre del país, las reformas necesarias. Estas Cortes iban a ser elegidas mediante sufragio universal (masculino) indirecto (se eligen a unos compromisarios que seleccionaran al cargo público –diputado- en las Cortes). Los electores son varones mayores de 25 años y los candidatos a diputados son varones mayores de 25 años que tributan a Hacienda una cierta cantidad -elegibilidad censitaria-. Así, la Junta Suprema Central convocó reunión de Cortes extraordinarias en Cádiz, acto que iniciaba claramente el proceso revolucionario. Se celebraron las elecciones en medio de muchas dificultades. En septiembre de 1810 se inauguraron las sesiones y el Consejo de Regencia entregaba toda la autoridad a las Cortes, consumando así el proceso revolucionario.

En las Cortes de Cádiz (1810-1813) la celebración de las elecciones en situación de guerra propició que se reunieran unas Cortes con preponderancia de elementos burgueses y cultos procedentes de las ciudades comerciales del litoral. Las sesiones de Cortes comenzaron en septiembre de 1810 y muy pronto se formaron dos grupos de diputados enfrentados:

*Los liberales, partidarios de reformas revolucionarias, inspiradas en los principios de la Revolución Francesa (soberanía nacional, separación de poderes, sociedad de clases...), que eran contrarios al absolutismo.*Los absolutistas o serviles partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen (monarquía absoluta, sociedad estamental, economía mercantilista).

La mayoría liberal, aprovechándose de la ausencia del rey, inició la primera revolución liberal burguesa en la historia de España, con dos objetivos:

*Adoptar reformas que acabaran con las estructuras del Antiguo Régimen (libertad económica -exigía la abolición del régimen señorial feudal y la liberalización de la propiedad y del trabajo- e igualdad jurídica -requería la abolición de los privilegios feudales de la nobleza y clero, y la consideración de toda la población como ciudadanos iguales ante la ley-).*Aprobar una Constitución que cambiara el régimen político del país. Se trataba de establecer un sistema político parlamentario y constitucional.

Las principales reformas políticas, económicas, sociales y jurídicas adoptadas por las Cortes de Cádiz fueron: libertad de imprenta; abolición del régimen señorial (supresión de los señoríos jurisdiccionales; aunque la nobleza mantuvo la propiedad sobre casi todas sus tierras); extinción de la Mesta; eliminación del mayorazgo y declaración de la libre propiedad; supresión de la Inquisición (1813); abolición de los gremios (se establecía la libertad económica, comercial, de trabajo y de fabricación, principios acordes con el liberalismo económico); tímida desamortización de algunos bienes de la Iglesia y desamortización de bienes de propios (bienes propiedad de un municipio que proporcionan una renta al mismo por estar alquilados: fincas rústicas, prados, dehesas, montes, etc.) y baldíos (terrenos que no se cultivan ni se aprovechan para pastos), con el fin de amortizar la deuda pública y recompensar a los militares retirados. Estas reformas acabaron con el Antiguo Régimen.

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Pero la labor más importante de las Cortes de Cádiz fue la promulgación de la primera Constitución auténticamente española. Fue aprobada por las Cortes de Cádiz el 19 de marzo de 1812 y popularmente conocida como La Pepa. Este texto legal fue la primera Constitución liberal del país. Los diputados liberales Agustín Argüelles, Diego Muñoz Torrero y Pérez de Castro son las figuras más destacadas en la elaboración de la Constitución de 1812. En relación con su contenido, se podrían destacar las siguientes características esenciales de la Constitución de 1812:

a) Se establecía el principio de soberanía nacional, es decir, que la autoridad suprema residía en el conjunto de la nación representada en las Cortes, no en el rey.b) La estructura del nuevo Estado era una monarquía limitada (no absoluta), con división estricta de poderes:

Legislativo (reside en las Cortes con el rey). Las leyes son elaboradas por las Cortes. También decidían sobre la sucesión a la Corona, aprobaban los tratados internacionales, los impuestos, etc. Se establece que las Cortes sean unicamerales y elegidas por sufragio universal indirecto de los varones mayores de 25 años, pudiendo ser sólo candidatos a diputados quienes tributen a la Hacienda una cierta cantidad (elegibilidad censitaria). Las Cortes tienen un mandato de dos años.

Ejecutivo (el rey promulga y sanciona las leyes). El rey también dispone de veto, puede suspender las leyes por dos veces como máximo en un período de tres años. El rey que junto a los ministros (llamados aún Secretarios de Despacho), constituye el Gobierno. El rey nombra libremente a sus ministros, que responden en teoría ante las Cortes, pero no pueden ser cesados por ellas (no hay pues, control parlamentario del Gobierno). Sin embargo, se establecen importantes limitaciones a la autoridad real: nombra a los ministros, pero éstos deben ser refrendados por las Cortes; sus órdenes deben ir validadas por la firma del ministro correspondiente; no puede suspender o disolver las Cortes; puede aplicar un veto suspensivo, pero de carácter transitorio (durante dos años), y tras él la decisión de las Cortes se convierte en ley; además, no puede abdicar o abandonar el país sin permiso de las Cortes, llevar una política exterior no supervisada por la cámara, contraer matrimonio sin su permiso o imponer tributos.

Judicial (corresponde a los tribunales de justicia). Se reconocen dos fueros especiales (el militar y el eclesiástico), mientras que el fuero único se establecía para el resto de ciudadanos.

c) Nuevo derecho de representación donde la nación ejerce su soberanía mediante sus representantes en Cortes.d) Complicado procedimiento electoral por sufragio universal indirecto masculino. e) Igualdad de los ciudadanos ante la ley lo que supuso el fin de los privilegios estamentales.f) Desaparecen los territorios con fueros, aunque los regímenes de las provincias vascas y de Navarra no se derogaron explícitamente.g) Reconocimiento de derechos individuales (a la educación elemental, libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio, a la libertad y a la propiedad).h) El catolicismo es la única confesión religiosa permitida (la necesidad de contar con la colaboración del clero en la lucha contra los franceses explica este rasgo intolerante que choca con el espíritu avanzado de la Constitución).i) Respecto a la administración del Estado que se divide en provincias.j) Se establecía también un ejército permanente bajo la autoridad de las Cortes, y una milicia nacional, con los objetivos de reforzar al Ejército en caso de guerra y de servir de cuerpo de defensa del Estado liberal.

5.3. EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO. EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS:

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A) EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO:

Fernando VII (Goya, 1814)

Tras el Tratado de Valençay, Fernando VII (1814-1833) se preparó para regresar a España, país donde gobernaban unos principios políticos -liberales- completamente contrarios a sus convicciones absolutistas. Regresó a España en marzo de 1814 y fue recibido por continuas aclamaciones populares. En abril de ese mismo año un grupo de diputados a Cortes absolutistas le presentaron el conocido como Manifiesto de los Persas, en el que reclamaban la vuelta al absolutismo: se trataba de un escrito, redactado por 69 diputados serviles (así denominaban en las Cortes de Cádiz los diputados liberales a los diputados partidarios del absolutismo), en el que se animaba al monarca a ignorar las propuestas liberales y a restaurar la monarquía absoluta. Así, Fernando VII en mayo, mediante un Real Decreto, disolvió las Cortes, declaró nula toda su actuación y, por tanto, abolió la Constitución de 1812; de tal forma, Fernando VII restauró la monarquía absoluta y las viejas instituciones, incluida la Inquisición. Fueron suprimidas todas las reformas que habían realizado las Cortes de Cádiz. Así la consecuencia inmediata fue la represión a la que fueron sometidos liberales y afrancesados.

Se iniciaba así dentro del reinado de Fernando VII el período conocido como el Sexenio Absolutista (1814-1820): restauración del absolutismo. En un período crucial en la historia de Europa, cuando se estaba dirimiendo el equilibrio de fuerzas tras Napoleón, Fernando VII se mostró sorprendentemente desinteresado por los asuntos externos. Y es que, pese a haberse enfrentado con el emperador francés, España quedó relegada a un papel secundario en el concierto internacional (Congreso de Viena, 1815). Con una economía caótica por la guerra recién terminada y con unas colonias americanas que de hecho no producían ningún beneficio a la metrópoli, Fernando VII, apegado al mantenimiento de los privilegios estamentales, se negó a emprender cualquier reforma fiscal que incrementara los ingresos de un Estado en quiebra. El problema más grave era la quiebra financiera

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del Estado. Sucesivos ministros fracasaron en su intento de resolver el problema, aunque eran conscientes de que la causa estribaba en que los propietarios de la mayor parte de las tierras del país no pagaban impuestos, pero ni los privilegiados ni el rey estaban dispuestos a cambiar la situación. Además de la devastación del país, la producción industrial estaba hundida y el comercio paralizado por la pérdida del mercado colonial.

La labor del gobierno de Fernando VII se centró en la represión de los enemigos de la restaurada monarquía absoluta. Se detuvo y juzgó a liberales y afrancesados, acusados respectivamente de conspiración contra el rey y de traición. Otros muchos habían conseguido huir antes de ser apresados y exiliarse a Francia o a Inglaterra (país que se convirtió en el modelo -tanto político como económico- que muchos liberales españoles adoptaron como referencia en sus proyectos de transformación y modernización de España). Así los represaliados pasaron a la clandestinidad y a formar sociedades secretas (clandestinas e ilegales de ideología liberal), como la masonería, siempre dispuestas a la conspiración. Entre ellos destacan muchos militares, que protagonizaron diversas intentonas de golpe militar o pronunciamiento contra la monarquía absoluta de Fernando VII: Espoz y Mina (1814), Díaz Porlier (1815), Lacy (1817)… Todos los intentos de golpe fueron duramente reprimidos.

Finalmente, un pronunciamiento liberal terminó por triunfar. Poniéndose al frente de un ejército que en Cabezas de San Juan (Sevilla) estaba acantonado para marchar hacia América a luchar contra los rebeldes independentistas, el teniente coronel Riego, en 1820, se pronunció con éxito a favor de la Constitución de 1812. Durante dos meses Riego recorrió buena parte de Andalucía sin obtener demasiado respaldo, hasta que el apoyo de guarniciones de otras regiones y ciudades (La Coruña, Zaragoza, etc.) y, sobre todo, los levantamientos campesinos, obligaron a un atemorizado Fernando VII a jurar la Constitución de 1812. Semanas más tarde se celebraban elecciones a Cortes, mientras los liberales retornaban del exilio. Así dio comienzo el segundo período del reinado de Fernando VII conocido como Trienio Liberal (1820-1823).

Fernando VII, convencido absolutista, trató de obstruir desde un principio la labor de los gobiernos liberales y el normal funcionamiento constitucional: pronto se evidenció que el monarca utilizaba todos los resortes que la Constitución de 1812 le proporcionaba para obstaculizar las reformas legislativas de las nuevas Cortes liberales (veto suspensivo). Esta actitud del rey va a provocar una fractura política que se extenderá durante décadas: la escisión de los liberales:

a) Por un lado, los llamados doceañistas , que estuvieron en 1812 y pretenderán modificar la Constitución buscando una transacción con el rey; luego serán los liberales moderados. Eran partidarios de un gobierno fuerte, de una libertad de prensa limitada, del sufragio restringido o censitario, de la defensa de la propiedad y del orden social; representaban a la burguesía urbana de negocios y sus diputados procedían del exilio, siendo ahora más conservadores; en las Cortes eran minoría.b) Por otro lado, los llamados veinteañistas, las nuevas generaciones que pedían simplemente la aplicación estricta de la Constitución de 1812. Son conocidos también como los exaltados, luego denominados liberales progresistas. Era un grupo más radical al ser partidario de una aplicación avanzada de la Constitución (control parlamentario del Gobierno, sufragio universal, libertad de opinión, menor énfasis en la defensa del orden y la propiedad, anticlericalismo, etc.); se apoyaban en las capas populares urbanas e intentaban forzar a las Cortes y al Gobierno a una política más revolucionaria; eran abogados jóvenes, intelectuales y militares exaltados; mayoría en las Cortes.

Los absolutistas habían manifestado su oposición al gobierno liberal desde el comienzo del Trienio Liberal, pero a partir del verano de 1822 esta oposición fue fraguando en un poderoso grupo, conocido como los realistas, cuya intervención, en

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complicidad con el propio rey, fue apreciable en algunos acontecimientos encaminados a restablecer el viejo absolutismo:

a) En 1822 se produjo un intento de insurrección cuando cuatro regimientos de la Guardia Real se sublevaron. Esto provocó la formación de un Gobierno (liberal) radical (los exaltados), que pasó a vigilar estrechamente al rey, de quien desconfiaba.b) Desde 1821 actuaron en el norte (Navarra y Cataluña) partidas guerrilleras organizadas por la aristocracia y el clero absolutistas.c) La contrarrevolución realista se concretará en la aparición de partidas de campesinos que plantearán sus protestas, debidas a la grave crisis económica, estando fuertemente influenciados por la Iglesia en el País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña. Alentados por estas protestas, la oposición absolutista se aventuró a constituir la denominada Regencia de Urgel en 1822, cerca de la frontera francesa. Trataban así de crear un gobierno español absolutista, alternativo al liberal de Madrid. La Regencia fue disuelta por la intervención del ejército.

El fracaso de la Regencia de Urgel hizo evidente para Fernando VII y para los absolutistas (realistas) que la única salida para acabar con el régimen liberal era la intervención de las potencias absolutistas europeas. Tras la derrota de Napoleón en 1815, las grandes potencias absolutistas (Prusia, Austria, Rusia y la Francia de Luis XVIII), se habían reunido ese mismo año en el Congreso de Viena para iniciar la llamada Restauración (absolutismo y Antiguo Régimen) que el avance de Napoleón había eliminado por los principios liberales. Además se habían comprometido en intervenir en cualquier país ante una nueva amenaza liberal, pues habían creado la Santa Alianza (Prusia, Austria y Rusia) con un ejército propio. Así en Europa los movimientos liberales revolucionarios y nacionalistas iban a quedar borrados por decreto.

Así, reunida la Santa Alianza en 1822 en el Congreso de Verona, las potencias absolutistas acordaron una intervención militar en España para acabar con el experimento revolucionario (liberal). Se encomendó a Francia la operación militar. En abril de 1823 un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis (con el refuerzo de 35.000 voluntarios realistas españoles), entró en España y, sin encontrar resistencia popular, conquistó fácilmente el país. El Gobierno y las Cortes se dirigieron hacia el sur con el rey. Se liberó al rey y lo restauró como monarca absoluto. Comienza así el tercer período del reinado de Fernando VII, la Década Absolutista (1823-1833), período en el que tiene lugar el proceso de emancipación de América Latina.

El mismo día que Fernando VII fue liberado promulgó un decreto por el que anulaba todo lo legislado durante el Trienio Liberal. La Década Absolutista comienza con la represión y el terror contra los liberales (ejecuciones, prisión y expropiaciones) y se caracterizará por la inoperancia económica. Sin embargo, esta etapa tuvo un carácter más moderado que el Sexenio Absolutista, buscando una cierta modernización administrativa en la línea de la Ilustración del siglo XVIII. Y, de tal manera, en esta última etapa de su reinado Fernando VII se encontró con una doble oposición: la de los liberales (opositores naturales a un régimen absolutista) y la de los apostólicos (nombre con que se designó al grupo más exaltado de los realistas o absolutistas que consideraban sospechosas las tímidas medidas de reforma y el moderantismo del monarca, por lo que conformaron un movimiento, ultrarrevolucionario, a la derecha del propio Fernando VII que acabará cristalizando en el carlismo).

Es decir, la vuelta al absolutismo no fue idéntica a la de 1814. Era ya evidente que había que introducir cambios si se quería mantener el Antiguo Régimen: se creó el Consejo de Ministros en 1823; se recortaron los gastos y se introdujo un presupuesto formal para intentar controlar la Hacienda; se mantuvo la definitiva abolición de la Inquisición; en conjunto, Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales, contando incluso con algunos ministros reformistas.

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Esta tímida moderación provocó la intervención de los ya mencionados apostólicos, que eran partidarios del absolutismo más cerril y criticaban el talante del rey. Poco a poco fueron radicalizando sus posturas y comenzaron a apoyar la candidatura al trono del infante don Carlos Mª Isidro, el hermano del rey, que conspiraba abiertamente por la Corona.

Pese a la represión, las conspiraciones militares liberales continuaron. El peligro de nuevos pronunciamientos llevó a Fernando VII a tomar una medida extrema: la disolución del ejército. El monarca pidió a Francia que se mantuvieran los Cien Mil Hijos de San Luis mientras se reorganizaban las fuerzas armadas españolas. En torno a 22.000 soldados franceses se mantuvieron en nuestro país hasta 1828. Paralelamente, el régimen absolutista abordó la depuración de la Administración de elementos liberales, lo que llevó a la expulsión de miles de funcionarios, especialmente docentes. Uno de los pocos factores positivos de esta última década absolutista fue la reforma de la Hacienda emprendida por el ministro López Ballesteros.

B) EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS:

Los orígenes del independentismo americano se remontan al s. XVIII, y tienen que ver con la política llevada a cabo por los Borbones en América y con la estructura social del continente:

a) El creciente descontento de los criollos (descendientes de españoles nacidos en América), quienes pese a su riqueza (controlaban las haciendas y plantaciones) y cultura tenían vedado el acceso a los grandes cargos políticos en las colonias, reservados para los peninsulares.b) Las limitaciones al libre comercio y al desarrollo económico de las colonias impuestas por el régimen colonial de la metrópoli (España). Estas limitaciones perjudicaban económicamente a la burguesía criolla.c) La influencia de las ideas ilustradas y el ejemplo de la independencia de los Estados Unidos de América (1776).d) Desde la derrota de Trafalgar (1805) la flota española había quedado aniquilada, lo que suponía dejar a América desprotegida y sin productos comerciales.e) La crisis política (vacío de poder) producida en España por la invasión napoleónica, que privó de legitimidad a las autoridades que representaban a la monarquía de José I Bonaparte en las colonias, pues en un principio América reaccionó ante la invasión francesa de España proclamando su lealtad a Fernando VII y creando juntas, como en la Península, pero, sin embargo, en el seno de esas juntas americanas se gestó el movimiento insurreccional (independentista).

En el proceso de independencia se pueden distinguir dos grandes etapas:

a) 1808-1814: esta primera etapa coincide con la Guerra de la Independencia. Los territorios americanos se declararon independientes de la España napoleónica, pero mantuvieron sus lazos con las autoridades de Cádiz enviando representantes a las Cortes. Cuando Fernando VII fue repuesto en el trono (1814), todas las colonias volvieron a unirse a la Corona española tras la intervención militar de la metrópoli. b) 1814-1824: la vuelta al absolutismo propició pronunciamientos militares que rápidamente derivaron hacia posturas independentistas entre los criollos. Esta deriva fue alentada por Gran Bretaña, que rápidamente se hizo con la influencia económica en la zona (Inglaterra mantuvo un doble juego, ya que ayudaba a los españoles a luchar contra el ejército napoleónico, pero al mismo tiempo observaba con agrado los desórdenes de las colonias americanas, los cuales permitían abrir nuevos mercados al comercio británico), y por Estados Unidos.

Entre los caudillos independentistas sobresalen las figuras de José de San Martín y Simón Bolívar. El proceso de independencia se agudizó al máximo tras la revolución de 1820 en España (pronunciamiento de Riego), que debilitó al ejército colonial e hizo ya imparable el proceso emancipador en América (San Martín desde el sur y

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Bolívar desde el norte convergieron hacia el virreinato del Perú para acabar definitivamente con los ejércitos peninsulares). Las guerras de independencia siguieron una trayectoria compleja y culminaron con la derrota española en Ayacucho (Perú) en 1824; solo las islas antillanas de Cuba y Puerto Rico siguieron ligadas a la metrópoli.

Simón Bolívar planteó la alternativa de la unidad americana tras el fin del imperio hispánico, pero los localismos, las mezquindades de los nuevos dirigentes, el atraso económico y las dificultades de comunicación, llevaron al fracaso del ideal bolivariano y a la fragmentación política de la América hispánica.

Para España las repercusiones de la independencia de las colonias americanas fueron fundamentalmente de tipo económico:

a) Cuando acabó el reinado de Fernando VII (1833), el inmenso imperio colonial de antaño había quedado reducido a Cuba, Puerto Rico y Filipinas.b) Inglaterra y Estados Unidos suplantaron a España en el control del mercado americano.c) El comercio con América, una de las principales actividades de la economía española, se redujo en gran medida y afectó especialmente a zonas como Cataluña, que orientaba gran parte de su producción a la exportación a las colonias.d) Desapareció también una fuente importante de ingresos para la Hacienda Real (los caudales de Indias: oro y plata), que quedó al borde de la quiebra.

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