Bernal Diaz y Alfonso Reyes

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    OSWAI.no RSTRADA

    Bernai Díaz y Alfonso Reyes diálogo de

    crónicas y conquistas novelescas

    Este artículo

     explora

     un diálogo hasta ahora no estudiado

     entre Alfonso

     R eyes y

    Bernai Díaz del Castillo. La presencia del autor de la  Historia verdadera de la

    conquista de la Nueva España  (1632) en la extensa obra del gran humanista

    mexicano del

     siglo

     XX

     es reveladora

     parque cumple distintos

     propósitos

      ensayís-

    ticos, ilosóficos de refiexión histórica y  creación  literaria. Tomando en cuenta

    los lazos

     intertextuales que unen a ambos

     escritores

     a partir del

     canónico ensayo

      Visión de Anáhuac (1915), se arguye que

      Reyes recurre

      una y otra vez a la

    escritura del soldado cronista porque en ella encuentra intacta la prodigiosa

    capacidad del viejo cronista para  recrear  no sólo un esquema específico  de los

    eventos

     más

     sobresalientes

     de la Conquista de México sino el ethos de la cultura

    de sus

     protagonistas.

     Se

      recalca,

      por lo tanto, que al manipular las múltiples

    posibilidades de la  Historia verdadera p ara reformularse en los campos de la

    historia o la literatura. Reyes presenta la escritura y lectura de la con quista no

    como un

     recuento

     o memoria de un

     hecho

     pasado sino como un evento nuevo o

    en proceso

     de reformación,

      cargado

     de

      auto)referencialidad

     retórica y polémica,

    pero

     sobre todo:  novelesca.

    En un breve relato sobre su estancia en una pensión de

    Montparnasse, escrito en 1927, Alfonso Reyes recrea una amistosa con-

    versación entre él y una de las jóvenes que se reúnen ahí com o parte de

    un P EN G lub . Al hablar con ella de caballos, específicamente de cómo

    el caballo se asocia a la alegría del vencedor y al abatimiento del venci-

    do .

     Reyes le cuenta de las muchas hazañas que los caballos realizan en

    América, recalca la forma en que los utiliza Hernán Gortés para asustar

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    que desde México Reyes le envia a su nueva amistad abunda.ates docu-

    mentos gráficos sobre los charros y los caballos, asi como una fotografia

    de la estatua ecuestre de Carlos IV, mejor conocida co mo El Caballi-

    to —es que termina con un detalle novelesco. Orgulloso de su hazaña

    y sintiéndose un verdadero conquistado r, el narrador señala: D eb o a

    los caballos el haber ganado para México la simpatia de Lucie Delarue

    Mardrus: es la más noble conquista que este hombre haya hecho jamás

    ( Lucia 35 8, 35 9, 36 0) '.

    Vuelvo al relato Lucia y los caballos — que orig inalm ente

    forma parte de la colección

      ren de ondas

      (1932)—porque trasluce un

    de las grandes constantes literarias de Alfonso Reyes que hasta la fecha

    no ha sido explorada: su infatigable diálogo con Bemal Diaz ckl Castillo

    y su

      Historia verdadera  de la conquista de la Nueva España

    Terminada

    hacia 1568 y publicada por primera vez en 1632. Que Reyes haya leido

    al viejo cronista no es ningun a novedad, por supuesto. Pero si lo es, en

    cambio, la insistencia con que el consagrado humanista mexicano refor-

    mula el valor de la escritura bernaldina en tratados de diversos géneros

    y a lo largo de más de cuarenta años. El soldado cronista aparece en los

    escritos de Reyes a partir de su canónico ensayo Visión de Anáh uac

    (1915); sufre una serie de transformaciones hasta el momento en que

    lo recuperamos en las Letras de la Nueva España (194 8); cum ple dis-

    tinto s p ropósitos ensayisticos, filosóficos, de reflexión histórica; y hasta

    se torna en materia de creación en ciettos relatos tardios que se sirven a

    un mismo tiempo del archivo histórico y la ambigüedad literaria para

    revisar la conqu ista de México o el mestizaje am ericano. Sólo tom an do

    en cuenta este

     corpus

      es fácil concordar con Rolena Adorno en que e

    verdadero logro de Bemal Diaz es su persuasión retórica, porque aunque

    jamás convence al Consejo de Indias de otorgarle mayores premios y

    recompensas por su papel como conquistador, ha convencido' a muchas

    generaciones de lectores de sus méritos literarios   {ThePolemics 171).

    Si Reyes recurre una y otra vez a la escritura de Bernai Diaz

    es tal vez porque en ella encuentra intacta la prodigiosa capacidad del

    viejo cronista para recrear no sólo un esquema especifico de los even-

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    y cuál es su efecto en generaciones subsiguientes (H ouvenaghel, Vie-

    jas polémicas 139). Por eso mismo el intercambio histórico-literario

    entre ambos escritores es revelador en más de un sentido. Por un lado,

    el diálogo confirma la calidad novelesca del manuscrito bernaldino,

    gracias al trazo certero de sus personajes, a la combinación ingeniosa de

    tiempos simultáneos y espacios psicológicos, o al empleo de una prosa

    explosiva y plurivalente, capaz de detonar signos de interrogación en

    los renglones históricos de la conquista de México^ Al mismo tiempo,

    bien podemos considerar que al manipular las múltiples posibilidades

    de la

     Historia  verd der

    para reformularse en los campos de la historia

    o la literatura. Reyes presenta la escritura y lectura de la conquista no

    como un recuento o memoria de un hecho pasado sino como un evento

    nuevo o en proceso de reformación, cargado de (auto)referencialidad

    retórica y polémica, pero sobre todo: novelesca'.

      ntre armas y letras

    Uno de los eventos más recordados de la

     Historia

     verd der

    es la

    visita que los conquistadores hacen a la plaza de Tlatelolco, a los cuatro

    días de haber llegado a Tenochtitlan, do nd e Bernal Díaz cuenta con

    asombro todo lo que encuentra a su paso. Si el reto de los cronistas con-

    quistadores es explotar los aspectos singulares de lo que vieron para cap-

    tar el interés de sus lectores, afirmando que sus historias son verdaderas

    y no inventadas (Adorno,

      e Guancane

     143, 147—48), en esta ocasión

    Bernal lo consigue con un largo inventario de hombres y mercaderías

    que supera todo marco conocido: desde el tráfico de esclavos realizado

    por los portugueses hasta las famosas ferias de Medina del Gampo''.

    Gon el gusto de siempre por los detalles minuciosos, Bernal descubre

    para sus lectores a los mercaderes de oro y plata y piedras ricas y plu-

    mas y mantas y cosas labradas, y otras mercaderías de indios esclavos y

    esclavas (1 71 ; cap. XG II); a los que venden ropa, a los cacahueteros, a

    los comerciantes de todo tipo de frutas, legumbres, animales, yerbas y

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    géneros de mercaderías hay en toda la Nueva España (1 71 ; cap. XCII),

    con un nuevo guiño el cronista señala que el paisaje frente a sus ojos es

     para no acabar tan presto de contar por menudo . . . que como la gran

    plaza estaba llena de tanta gente y toda cercada de portales, en dos días

    no se viera todo (172; cap. X C II).

    To mand o este hilo narrativo como pun to de partida, en su Vi-

    sión de Anáh uac Reyes se interna en la Historia

     verd der

    no sólo para

    recuperar los mismos objetos, animales, golosinas, pieles, ungüentos y

    todas las mercaderías que deslumbraron al cronista, sino también para

    imaginar lo que sentiría un conquistador del siglo XVI al experimentar

    por vez primera las maravillas del mercado y los zumbidos de la plaza.

    Combinando la reflexión histórica con un lenguaje metafórico de reso-

    nancias utópicas y líricas de difícil clasificación (Barili 135; Mdpartida

    33-34) ,

     Reyes imagina a Bernai a la conquista de un mundo exuberan-

    te ,

     cuya descripción vale la pena citar

      in

      extenso

    En p intoresco ato lond ram iento , el conq uistador va y viene por las

    calles de la feria, y conserva de sus recuerdos la emoción de un raro

    y palpitante caos: las formas se funden entre sí; estallan en cohere los

    colores; el apetito despierta el olor picante de las yerbas y las especias.

    Rueda, se desborda del azafate todo el paraíso de la fruta: globos de

    color, ampollas transparentes, racimos de lanzas, pinas escamosas y

    cogollos de hojas. En las bateas redondas de sardinas, giran los reüejos

    de plata y de azafrán, las orlas de aletas y colas en pincel; de una cuba

    sale la bestial cabeza del pescado , big otu do y ató nit o. E n las calles de la

    cetrería, los picos sedien tos; las alas azules y guin da s, abiertas co nx) un

    laxo abanico; las patas crispadas que ofrecen una consistencia terrosa de

    raíces; el ojo, duro y redondo, del pájaro muerto. Más allá, las pilas de

    granos vegetales, negros, rojos, amarillos y blancos, todos relucientes y

    oleaginosos. Después, la venatería confusa, donde sobresalen, por entre

    colinas de lomo s y flores de ma nos callosas, un c ue rno , un h ocico un a

    lengua colgante: fluye por el suelo un hilo rojo que se acercan a lamer

    los perros. A otro término, el jardín artificial de tapices y de tejidos;

    los juguetes de metal y de piedra, ratos y monstruosos, sólo compren-

    sibles—siempre—para el pueblo que los fabrica y juega con ello?; los

    mercaderes rifadores, los joyeros, los pellejeros, los alfareros, agrupados

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    las rodillas pegadas y los pies paralelos. El agua, rezu m and o, gorgoritea

    en los búca ros olorosos. ( Visión 22)

    En vez de transcribir fragmentos enteros de la

      istoria verdadera

    como lo hace al citar directamente a Francisco López de Gomara, por

    ejem plo— o dejar que los docum en tos coloniales pasen intact[o]s a

    su propio ensayo—como sostiene Elizabeth Monasterios al cotejar sólo

    las palabras de Gortés en el texto (227), Reyes toma ciertos momentos

    sustanciosos de la voluminosa crónica para elaborar no una versión

    com pletam ente nueva de los hechos pero sí alternativa, algo divergente

    de la original, una que interpreta la perspectiva que pudo haber dado

    rienda suelta a la imaginación de Bernal Díaz. Si para describir la plaza

    de Tlatelolco el soldado cronista señala que es de la manera que hay

    en mi tierra, que es Medina del Gampo, donde se hacen las ferias,

    que en cada calle están sus mercaderías, por sí (1 71 ; cap. X G II) —

    referencia que le sirve com o literary shorthand para narrar lo nuevo

    con un registro conocido (Gilman 101)—, siguiendo el mismo ejemplo

    en su Visión de Anáhu ac Reyes vuelve a la plaza descrita por Bernal,

    pero le añade novedades, otros tintes y matices, nuevos colores, olores,

    sabores, y una serie de sensaciones que sólo son  aludidas o  insinuadas

    en el relato del siglo XVI.

    Reflexiono sobre ambas rearticulaciones histórico-literarias

    porque cada una crea mundos posibles, cuya existencia es transcenden-

    tal precisamente debido a su construcción creativa, o al nivel en que

    dichos ámbitos han sido manipulados, imaginados o estipulados no

    como escenarios momentáneos sino como pequeñas unidades pertene-

    cientes a espacios concretos, lógicos y verosímiles (Dolezel 30). Tanto

    el mundo que nos ofrece el cronista de la Gonquista de México como el

    que reconstruye Reyes a principios del siglo XX representan pequeños

    espacios que conservan las mismas leyes naturales que el mundo actual

    (Dolezel 32). Independientemente del agregado estético—de qué tanto

    influyera en Bernal al momento de describir la plaza de Tlatelolco el

    recuerdo de su propia Medina del Gampo con sus calles pobladas de

    plateros, pellejeros, paños, lanas y granos de muchas variedades, o de

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    el paisaje americano supera las cosas de enc ant am iento que cuen tan en

    el libro de Amadís (15 9; cap. LX XX VII), Reyes nos insta a descub rir

    estos mismos prodigios no sólo en la

      Historia verdadera

     sine tamb ién,

    y sobre todo, en un nuevo paisaje literario que estéticamente reformu-

    la la sensibilidad humana de aquellos que actuaron en el drama de la

    conquista (Leal 12-13).

    Es curioso que aun cuando Reyes sostiene que los juicios de

    Bernai Díaz no hacen ley en materia de arte , en su Visión de A ná-

    huac recurre al cronista una y otra vez por el entus iasm o de su prosa,

    esa que a veces alaba a los indios que ejercen el oficio de pintores y

    entalladores, o aquélla que se queda atónita ante la grandeza de un em-

    perador com o M octezu m a (23). Preso de ese m ism o entusiasm o. Reyes

    retoca el original, lo aum en ta y lo corrige, lo resum e, le agrega o le qu ita

    detalles que no existían previamente, glosándolo a su gusto con frag-

    mentos de otras crónicas y relaciones, o dotándolo de otras perspectivas.

    Mientras Bernai cuenta, por ejemplo, con su característica inclinación

    por el detalle minucioso y la nota moralizante sobre los muchos platos

    qu e le prep aran al em perad or, señalando que le solían guisar carnes de

    m ucha chos de poca edad , que le dan de beber chocolate para tener

    acceso con mujeres . . . , y qu e a veces lo en tre tien en unos indio s cor-

    covados, m uy feos . . . y otros indios que debieran ser truharies, que le

    decían gracias, y otros que le cantaban y bailaban, porque Montezuma

    era aficionado a placeres y cantares (16 7; cap. XG I,), en Reyes estos

    mismos detalles pasan por un tamiz literario a través del cuaâ los chis-

    mes y murmullos del viejo cronista adquieren otro tono y subjetividad.

    Si el pasado, al decir de Walter Benjamin, es una estrella fugaz

    a la que reconocemos sólo momentáneamente, en el instante mismo en

    que desaparece (255), Reyes logra capturarlo con su luminosidad ori-

    ginal, recreando el asombro primigenio con que Bernai tallara diversos

    fragmentos de su

      Historia verdadera

    diciendo por ejemplo:

    Parece  que  mientras cenaba  se  divertia  con los  chistes  de sus  juglares

    y jorobados, o se

      hacia tocar música

      de zamponas, flautas, caiacoles,

    huesos y atabales, y otros instrumentos asi. Junto  á él ardian unas ascuas

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    Bernal Díaz y Alfonso

     Reyes:

     diálogo

     de

     crónicas y conquistas novelescas

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    Lo

      que Alfonso Reyes logra en estos primeros encuentros textuales

    con

      Bernal Díaz es revivir un intercambio de experiencias en el que

    confluyen,  à la

     Benjamin, el pasado, el presente y el futuro. Y es que

    al

     reco nstru ir las mem orias del viejo cronista en su

     presente.

     Reyes nos

    entrega

      un cruce de caminos, la posibilidad de una vivencia abierta

    que

      se mu eve en el tiem po hacia adelante y hacia atrás, re prese ntand o

    a

     una mism a vez el sentido mo m en tán eo de la historia de la Co nqu ista

    de

     M éxico pero tam bién su duración en una narrativa com o la de Ber-

    nal,

     donde se condensan las ilusiones, las pasiones y los logros de un

    m o m e n t o

      irrepetible (Reyes López 118-19). No en vano Andrés Za-

    mora

      considera que Visión de

     Anáhuac

    funciona n o sólo corno texto

    histórico-literario

      sino también c om o herram ienta retórica, porq ue el

    discurso ejemplifica la colisión en tre el logos y la acción, en tre la historia

    rerum

     gestarum y

      la res gestae (218).

      onflictos estilísticos

    Pensando en las particularidades estilísticas y en la vigencia de

    la narrativa be rnaldina, un par de años después de escribir su Visión

    de Anáh uac Reyes expone los factores que colocan al soldado cronista

    muy por encima de don Antonio de Solís, autor de la famosa   Historia

    de  la conquista de M éxico, población y  progresos  de la América septen-

    trional, conocida con el nombre de Nueva España

     (1 68 4). En Solís, el

    historia dor de M éxico (191 7)— ens ayo que forma parte de sus

    Capítulos de literatura española— Reyes señala que pese a la manera

    en que Solís censura la rudeza de Bernal D íaz, a la larga aquel estilo

    improvisado sobre el tam bor resulta much o más efectivo y memorable

    que la apuesta épica del renombrado historiador, poeta y dramaturgo

    del siglo XVII. Lejos de alabar el panegírico de Cortés que Solís deja

    para la pos teridad, la mirada crítica de Reyes sentencia que Solís vio a

    Cortés, no con los ojos del historiador, sino con la mirada imaginativa

    del poeta; no le apareció como un héroe real, sino como un ente perfec-

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    suele acudir, más que a la profundidad del sentimiento, a las frialdades

    eruditas y a las alusiones retóricas (172 )'.

    Solís falla en su caracterización, según Reyes, po rqu e evoca a

    Gortés desde una época que no era la suya, con un alma que no era la

    suya , y sobre todo po rqu e lo muestra dirigiéndose a sus soldados en

    impecables y entonadas arengas , del mismo modo en que deja que

    los caciques indígenas discutan cuestiones de guerra en discursos de

    refinado gusto europeo, y no en aquélla su retórica de carne y sangre

    que arrastró a Moctezuma a desnudarse delante de Gortés para mejor

    dem ostrarle que no era de oro (172). Lo más interesante del juicio de

    Reyes es que al ensalzar a Bernal olvida, selectivam ente, que su cronista

    predilecto también pone en boca de Gortés refinadas arengas religiosas

    y políticas, y que en la  Historia verdadera M octezum a habla con la

    propiedad de un letrado, curiosamente incluye vocablos en latJn en un

    discurso muy refinado, y con falsa modestia descubre el origen de sus

    creencias y la humanidad que tanto le conviene recalcar al sentir que

    pronto será conquistado. Pese a que al menos en este aspecto tanto el

    soldado de a pie com o el reconocido historiador Solís utilizan, co m o es

    lógico, palabras propias del uso español en los diálogos que de pronto

    surgen en ambas historias. Reyes concluye que a diferencia de Bernal,

    el autor de La conquist de México  [n]o era un escritor genial; no tiene

    garra, aunq ue siempre sabe acicalar su frase con agrado ( Solís 173 ).

    El mensaje implícito que Reyes coloca entre líneas es clave: Bernal tiene

    garra como escritor porque nos inmiscuye en los conflictos humanos de

    la conquista, dejando que podamos experimentarla en ciertos instantes

    de tiempo y espacio que psicológicamente evocan el pasado desde una

    perspectiva presente, con posibilidades futuras.

    Algo de esto ratifica Reyes en El concepto de la asignatura

    (1919),

      cuan do al reflexionar sobre dó nd e comienza lo histórico

    (65)—a propósito de un profesor londinense que en la revista   Knowl

    edge  le da categoría histórica a un loro^—, inmediatamente remite a sus

    lectores a los recintos de subjetividad que encontramos en la

     Historia

    verdadera.

      Aunque Bernal, como lo anota en diversas ocasiones, recuer-

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    al  revés,

     por más buena

     retóric

    que en el escribir ponga'

      (73 ; cap. XLII,

    énfasis mió). Reyes ataca al erudito londinense con guantes de seda:

    Hacer historia del caballo del héroe u obligar a los historiadores a re-

    coger el nom bre y señales de un caballo porq ue nos haya dado la gana,

    por ejemplo, de nombrarlo cónsul o cosa así, no es hacer la historia de

    un animal. Las líneas que dedica Bernal Díaz del Castillo a describir los

    caballos que pasaron a la conqu ista de M éxico

     serí n entonces

     un

     hermoso

    antecedente clásico,

      ( El co nc ep to 69 , énfasis mío)

    El golpe es inmejorable porque debilita con eficacia los postulados del

    inglés con respecto a la historia, a la vez que refuerza la singularidad

    narrativa del soldado escritor.

    Poco im po rta , insinúa Reyes en sus Apuntes sobre la ciencia

    de la literatura (194 0), si tuvo razón Bernal Diaz del Castillo en su

    manera expedita de juzgar a Hern án C ortés— o para el caso, si López

    de Go mara tuvo razón en su interpretación sublime (360 ). Conocer la

    verdad de uno u otro sólo ayudaria, y en parte, más al historiador que

    al critico literario, para quien la realidad está viva y latente cada vez que

    se acerca a un documento del pasado. Lo que en definitiva distingue a

    Bernal no únicamente de Gomara sino de otros cronistas radica, según

    Reyes, en el estilo literario del primero y en la corrección retórica del

    segundo. Por eso en El deslinde (1944) señala que [l]os descuidos

    y vulgaridades de Bernal Diaz del Castillo hacen sonreír sin irritar,

    procurán donos un a manera de placer no reglamentado (272). H e ahí,

    sugiere Reyes en este texto tan poco estudiado pese a sus grandes aportes

    a la teorización de la literatu ra (Sánchez Prado, Las reencarnaciones

    6 4 - 6 5 ; Fernández Retamar 349), la clave de la singularidad literaria del

    autor de la Historia verdadera.  Y nada más cierto sobre ese escribir con

    desm año que observa Reyes en su cronista ( El deslinde 272). Porque

    al no tar en su extensa relación detalles vulgares, com o los cabellos muy

    largos y engreñados . . . y llenos de sangre de los  ''papas de Tlaxcala

    (130; cap. LXXV); graciosos, com o cu ando M octezum a le dice a C or-

    tés que Pedro de Alvarado hace trampas en el

      totoloque ,

      [y] Cortés

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    LXXXVII), Bernal Díaz camina más allá que otros cronistas y nos inter-

    na en un relato que sin dejar de ser histórico tiene mucho de novelesco.

    Gracias a estos detalles suculentos, su narración se construye 'como un

    espontáneo recital de aventuras, anécdotas apasionantes e inventados

    discursos y diálogos que el autor pone en boca de sus personajes, con

    la libertad autorizada por las convenciones de la escritura hktórica de

    la época (Leonard 53 ).

      iteratura hech a en casa

    Aun cuando Reyes admira la prosa de Hernán Gortés en las

    cinco  artas

     de

     relación  que le dirige a Garlos V entre 1519 y 1526—

    po rque en vez de escribir unos secos partes militares . . . nos legó un

    documento apasionador y lleno de vida, en su aparente objetividad y

    mesura — , en sus Letras de la Nueva España el eru dito mexicano

    sintetiza con precisión las particularidades que colocan a Bernal Díaz

    del Gastillo en un lugar preferencial. Ahí, en consonancia con los

    postulados de Julio Jiménez Rueda, Ramón Iglesia y Gabriel Méndez

    Planearte, en tres párrafos críticos del apartado dedicado al estudio de

    la crónica Alfonso Reyes enumera los méritos del viejo cronista que, a

    diferencia del refinado Gortés, el artista Gomara o el eclesiásdco y pro-

    videncial Solís, escribe desde la perspectiva de la chusma que realiza

    la Gonquista de México, contribuyendo en gran manera a fraguar las

    bases de una literatura hecha en casa (31 3).

    Leyendo al autor de la

      Historia

     verdadera  que se menosprecia

    por sus palabras tan groseras y sin primo r (30; cap. XVIII), al mismo

    tiem po que insiste en que se descubran y se vean muy claramente nues-

    tros heroicos hechos y quiénes fueron los valerosos capitanes y fuertes

    soldados que ganamos esta parte del Nuevo Mundo y no se refiera la

    honr a de todos a un solo capitán (57 3; cap.

     CCV ,

      Reyes explica que

    Bernal Díaz escribe a la pata la llana, en la hísp ida lengua del campa-

    m en to y con desenfado de soldadón ( Letras 317). Pero es justam ente

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    Para Reyes:

    Diaz del Castillo afronta la realidad con bu en se ntido d e Jua n Espa-

    ñol y popular crudeza, reacia a las milagrerias, las intervenciones del

    Apóstol Santiago y las exageraciones legendarias que ya comenzaban a

    adulterar la imagen de los paladines de carne y hueso. Alli el valor no

    se avergüenza de temblar, como en la realidad acontece. La gloria no

    está hecha de mármol y oro monumentales, sino de miserias y fatigas;

    . . . Sin asomo de desacato al jefe, siempre lealmente obedecido, pero

    irritada contra quienes ignoran la verdadera fraternidad del peligro, en

    que todos se dan la ma no , la voz de la tropa reclama alli su puesto en el

    triunfo y pide un gajo de la guirnalda que sólo se otorga a los capitanes.

    ( Letras 318 )

    En esta forma peculiar de dejar constancia del pasado, con un estilo di-

    fícilmente superable en fiierza descriptiva y en la gracia de la narración ,

    diría Ramón Iglesia (118), Reyes encuentra la clave del éxito bernaldi-

    no, o la razón por la que, en comparación con Gortés, Gomara o Solís,

    a Bernal Díaz acaso se le siente más el corazón ( Letras 31 8) . Y es

    que el soldado escritor no sólo recuerda, insiste Reyes, a todos y a cada

    uno de sus compañeros de armas, y sería capaz de pintarlos, aunque

    son como unos quinientos , sino que los enfrenta dentro de un mismo

    discurso ante poderosos enemigos, en un paisaje azteca que lo mantiene

    en éxtasis y arrobo , lanzando gritos patéticos de las hazañas propias

    o enemigas ( Letras 31 8 -1 9 ).

    Gonscien te de que [l]as historias y epopeyas de la conquista

    escondían una finalidad práctica, que era el cobrar servicios ( Letras

    339)—cuestión que ya había observado Ramón Iglesia en 1941, que

    en los años ochenta retoman historiadores como Miguel León-Portilla

    y José Joaquín Blanco en M éxico, y que en los noventa explora Rolena

    Adorno en los Estados Unidos, al estudiar la relación entre las prácticas

    jurídicas del siglo XVI, la tradición legal castellana y la escritura de la

    historia ( History 15 4- 69 )— , en ningún m om en to Reyes deja de

    reconocer el valor estético de la

      Historia verdadera^

    Admite, sí, que

    tan to Bernal com o otros cronistas de Indias buscan un falso equilibrio

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    12/24

    90 Oswaldo Estrada

    quien sostiene que la literatura latinoamericana nace del documento le-

    gal

     {Myth

      10) y que aquello que hoy reconocemos como literario en las

    crónicas de la conquista es el resultado de un marcado distanciamiento

    con lo familiar, p roceso a través del cual tanto el escritor com o el lector

    caen rendidos ante un pasado que debido a su contenido maravilloso

    supera todo lo antes conocido  { ríticapráctica 51). Aun si dejamos de

    lado consabidos debates en torno a las diferencias entre lo histórico y

    lo ficcional—tan de moda a lo largo de los años ochenta y noventa, en

    parte gracias a las teorizaciones de Hayden White—, y dejando para

    otro momento una larga discusión sobre la narratividad histórica, el

    concepto de la verdad, la problemática recuperación del pasado, o los

    propósitos ideológicos que por lo regular tiran y aflojan las cuerdas de

    determ inadas m emorias, es innegable que en las Letras de la Nueva Es-

    paña Reyes cen tra su ojo crítico mu ch o más en el lado literario que en

    el lado histórico de la crónica bernaldina. Le importa, por ejemplo, la

    sutileza con que Bernal registra los proverbios y romances que Hernán

    Cortés y sus tenientes se cambiaban de caballo a caballo

    (282j;

     le cree

    a pie juntillas cuand o retrata a Co rtés algo poeta , en total do m inio

    de la muy buena retórica en sus charlas con los entendid os y siempre

    logrando sembra[r] sus arengas de heroicidades rom ana s— am én de

    su ingén ito don de convencer y atraer (315 ); y en general revive su

    figura histórico-literaria con la misma emoción con que  imagina  al

    viejo soldado co rtand o un día los frutos de los siete naranjos cuyas

    semillas trajo de la Península (31 7). Reyes le reconoce, por supues to, su

    participación en más de cien batallas , pero interesado com o d prop io

    Bernal en los pequeños detalles observa de manera poética que en cada

    lectura la Historia

     verd der

    suelta el olor amargo y salubre del matojo

    silvestre (317-18).

    Leer a Bernal en Reyes, o mejor dicho lo que Reyes selecciona

    de Bernal de acuerdo a su propia agenda literaria, es comprooar, por

    supuesto, la resonancia de la  Historia

      verd der

    en la intelectualidad

    mexicana de principios y mediados del siglo XX, mucho antes de que

    algunos novelistas mexicanos de finales del mismo siglo la utilizaran al

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    13/24

    Bernal Díaz y Alfonso Reyes: diálogo de crónicas y con qu istas novelescas 91

    se interna en su mundo y desde ahí, desde ese lugar imaginario que cre-

    ce a las orillas de la página impresa, da cuenta de una posible realidad:

    más que el recuento histórico de la conquista, su subjetividad interna.

    Si "Visión de Anáhuac" es, como sostiene Ignacio M. Sánchez Prado,

    una reconstrucción historiográfica "del origen de la dialéctica colonial"

    y se ubica en las diversas posiciones subjetivas de los conquistadores

    y conquistados  { aciones  74), la recuperación que Reyes realiza de la

    prosa bernaldina en el contexto de otras crónicas y "Letras de la Nueva

    España" ratifica el nacimiento de una nueva forma de ver el mundo y

    contarlo, desde la perspectiva del "vulgo" que participa en la conquista

    de México (Iglesia 123).

      oincidencias novelescas

    Guatro años antes de su muerte y al cumplir cincuenta como

    escritor, Alfonso Reyes reanuda su entrañable diálogo con Bernal Díaz

    del Gastillo, esta vez para defenderse de ciertos jóvenes escritores que

    lo tildan de dictador de capillas literarias, de grupos nuevos y de ten-

    dencias novedosas. Empleando el mismo espíritu defensivo del soldado

    cronista que en su vejez se reconoce dueño de un arsenal de experiencias

    incomparables, en un breve texto titulado "Desahogo" (1955), que se

    publica postumamente en el \ïhïo necdotario (1968), Reyes se defien-

    de de los golpes bajos de la crítica poniendo como ejemplo de calidad

    literaria al viejo cronista de la Nueva España:

    ¿Cómo querer imponer a nadie nuestras peculiaridades o preferencias?

    ¡Qué disparate C on lo único con que n o puede transigirse es con la

    baja calidad, con el fraude, con la falsa literatura que busca el éxito en

    razones ajenas a su propia virtu d. N o se trata de "forma y fondo" , n o:

    ¡buena pue rilidad es ésta Bernal D íaz del Castillo y Cellini escribían

    muy mal, y han dejado expresiones humanas imperecederas. (373)

    El pasaje es provocador porque entre líneas nos recuerda que el

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    14/24

    92 O sw dd o Estrada

    [H]ay cosas que no es bien de que los hombres se alaben a sí mismos,

    sino sus vecinos suelen decir sus virtudes y bondades que hay en las

    personas que las tienen, y también digo que los que no lo saaen, ni

    vieron, ni entendieron, ni se hallaron en ello, en especial cosas de

    guerra y batallas y tomas de ciudades, ¿cómo lo pueden loar y escribir,

    sino solamente los capitanes y soldados que se hallaron en tales guerras

    juntamente con nosotros? Y a esta causa lo puedo decir tantas veces, y

    aun me jactancio de ello. Si yo quitase su h on or y estado a otros valero-

    sos soldados q ue se hallaron en las mismas guerras y lo atribuyese a m i

    persona, mal hecho sería y tendría razón de ser reprendido; mas si digo

    la verdad y lo atestigua Su Majestad y su virrey, y marqués y testigos

    y probanzas, y más la relación da testimonio de ello, [¿]por qué no lo

    diré?  Y aun con letr s de oro debía de  est r escrito (592—93; cap. CCXII,

    énfasis mío)

    Este orgullo personal que se deriva, como sabemos, de haber participa-

    do en más de cien batallas para conquistar el trono mexicano, es tam-

    bién el que despliega Reyes en su Desahogo , jactándose de sus propias

    batallas literarias com o un verdadero m ilitante de las letras: ¿Cóm o voy

    a pretender q ue algunos mozos— siempre de prisa— tengan la paciencia

    de leer mis ciento y pico de libros, antes de darse el gustazo de ensayar

    su arrojo tirando una piedra a mi tejado de vidrio? (3 7 3- 74 ).

    Aunque los fragmentos que acabo de anotar no son más que

    simples coincidencias entre u no y otro autor, en conju nto ilustran hasta

    qué punto la vida literaria de Alfonso Reyes es impactada por muchas

    de las huellas imp erecederas que Bernal Díaz deja en su

      Historia

    verdadera.

      Si Bernal recuerda, por ejemplo, como arguye Reyes en un

    relato tardío titulad o Hab lem os de caballos (19 57 ), al caballo zaino

    de C orté s, a la yegua alazana de Pedro de Alvarado, a la yegua rucia de

    buena carrera de Alonso Hernández de Puerto Carrero, a la Rabona

    de Juan Velazquez de León, o al Arriero que c om partían O rtiz, el Mú -

    sico,

      y Bartolom é García, am én de otros caballos preciados: entre los

    conquistadores. Reyes no sólo transcribe la detallada lista que aparece

    en la

      Historia

      verd der sino que la enmarca con un toque personal.

    C o m o lo hiciera años antes en Lucía y los caballos , esta vez tam bién

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    15/24

    Bernal Díaz y Alfonso

     Reyes:

     diálogo de crónicas y conquistas novelescas

      93

    América Reyes reflexiona

      con un

      tono mucho

      más

     subjetivo, recurrien-

    do

      a un

      moderno

      yo

    autobiográfico como

     el que

     empleara Bernal

     en

    su extenso memorial' :

    En torno a la mesa familiar, yo aprendí de niño muchos episodios de las

    luchas contra la invasión napoleónica en México.  Mis mayores al evocar

    sus recuerdos, no hablaban sólo de hombres, sino también de caballos,

    como si dieran por muy sabido y natural que a los caballos mexicanos

    les tocaba parte sobresaliente en la responsabilidad del com bate. Así, en

    mi

     mente infantil, el caballo y el hombre se me vinieron fundiendo en

    uno como centauro histórico. (445, énfasis mío)

    Me interesa la maniobra narrativa a través de la cual Reyes inserta

    su propia persona dentro de una perspectiva historiográfica—que en

    definitiva nos recuerda las múltiples formas en las que Bernal también

    se incluye en su   Historia  verd der con un protagón ico yo, yo y yo

    (584;

      cap. GGX)—en tanto que le sirve como trampolín para contar

    una historia singular.

    Dispuesto a probar de que sin caballos no hay conquista y que

    por eso mismo los recuerda con tanta insistencia Bernal Díaz, Reyes

    adopta la postura de un experimentado narrador que, echando mano

    de todas sus lecturas y vivencias, enseña con la repetición y entretiene

    con detalles suculentos, diciendo:

    Y ahora . . . voy a narraros la historia del Morcillo, un caballo de la

    conquista, un caballo que montaba el Capitán Cortés, y al que le había

    tomado singular afición. Todos saben del famoso Bucéfalo de Alejandro,

    del bruto consular de Caligula, de la bestia esterilizadora de Atila, del

    aguerrido Babieca del Cid, del espiritado Rocinante

      de.

     Don Quijote.

    Justo es que sepamos algo del Morcillo de Hernán Cortés. ( Hablemos

    448)

    Gón es te mismo tono de compl ic idad nar ra t iva que da cuen ta de un

    amplio haber de experiencias reales o leídas, y que en definitiva evoca

    a aquel con que se tallan las mejores fábulas. Reyes redacta uno de sus

    más citados ensayos: M octezum a y la 'Eneida mexicana' (195 7).

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    16/24

    94 Oswalco Estrada

    pie a diversos debates que por lo regular desembocan en el americanis-

    m o de Reyes, su valorac ión del mestizaje o revalorización de pueb lo

    nativo—sobre todo cuando se toma en cuenta la importancia que el

    humanista le asigna al levantamiento encabezado por Guauhtémoc

    (Houvenaghel, "Hernán Gortés" 77; Barilli 144), me interesa mucho

    más la forma en que Reyes nos interna en la conciencia de los Drotago-

    nistas de la conquista con un estilo que, aun siendo elegante y portador

    de resonancias épicas, respira la subjetividad, el tono persuasivo, la

    caracterización personal y el pacto de complicidad entre autor y lector

    que hallamos en la Historia verdadera.

    En "Moctezuma y la 'Eneida mexicana'" Reyes conduce a sus

    lectores por el camino de la narración con expresiones que tornan el

    discurso en una conversación íntima y privada como la que nos entrega

    Bernal, diciendo: "Volvamos los ojos a Moctezuma

      11"

      (451), "hemos

    dicho.

      . . ." (453), "he escrito alguna vez. . . ." (453), "Permitidme ahora

    que insista en el paralelo esbozado entre el episodio de la  Eneida y el de

    la Gonquista. . . ." (454), "Y he aquí el relato más singular. . . ." (455),

    "Y entonces. . . ." (455), "Y pocos días después. . . ." (456), o bien: "Es

    aquí cuando se levanta Guauhtémoc" ("Moctezuma" 456). Aunque el

    uso de estas expresiones tenga un origen en el cronista heredero de la

    oralidad y las prácticas medievales de la lectura, y otro muy distinto en

    el maestro del ensayo hispanoamericano, a través de ellas tanto Bernal

    como Reyes logran un mismo efecto: que sus lectores establezcan un

    pacto invisible con la voz autorial y que por ende conozcan la historia

    de la conquista de manera mucho más personal, entre telones, y de

    adentro hacia fuera.

    Gracias a este pacto narra tivo, Alfonso Reyes "conversa'' con sus

    lectores como antaño lo hiciera Bernal Díaz. Al acercarse al momento

    del encuentro entre España y México el autor de "Moctezuma y la

    'Eneida mexicana'" no sólo cuenta el devenir de la conquista desde una

    perspectiva histórica, sino que la transgrede para entregarnos .a figura

    enteramente humana de un "monarca

      contemplativo y cruel

     [que] se aso-

    ma a la terraza  temblando y lee su ruina en ios anuncios del cielo" (451,

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    17/24

    Bernal Díaz

     y

     Alfonso Reyes: diálogo de crónicas

     y

     conquistas novelescas 95

    cómo distraerlos? Resistirles por la fuerza sería contrariar a los dioses"

    (451-53) .

      Sin perder ninguna oportunidad para crear suspenso. Reyes

    nos transporta inmediatamente al bando de los españoles y ahí recrea

    la "extraordinaria intuición del Conquistador que, antes de abrirse a

    la guerra franca, se desliza entre sus adversarios envuelto en el manto

    invisible del tabú" (453). Y ante los regalos de oro que Moctezuma les

    envía para disuadirlos de que lleguen a Tenoch titlan , Reyes hace un

    alto y registra la emoción que  muy probablemente  sintieron los hombres

    de la conquista: "¿Oro hemos dicho? ¡Pues mayor incentivo no podían

    enc ontra r los conq uistadotes N o bien reciben los presentes, redoblan

    en su afán de subir, cueste lo que cueste, hasta el alto valle inaccesible,

    donde, por lo visto, el oro rueda por las calles" (453).

    Cierto es que para darnos "el relato más singular en la historia

    del Nuevo Mundo" Reyes sigue muy de cerca aquello que narra Hernán

    Cortés en su segunda carta de relación ("Moctezuma" 455), fechada el

    30 de octubre de 1520. Sólo que aquí también Reyes aumenta y glosa

    lo que se cuenta en dicha relación con respecto al encuentro inicial entre

    Cortés y Moctezuma. Aunque Cortés cuenta que "el dicho Mutezuma

    venia por m edio de la calle con dos señores, el un o a la m an o derecha y

    el otro a la izquierda", señalando que "cada uno lo llevaba de su brazo"

      51) ,

      consciente o inconsc ienteme nte Reyes se orienta m ás hacia la ver-

    sión bernaldina que registra a los "muchos señores que venian delante

    del gran M on tezu m a, barriend o el suelo por do nd e habia de pisar, y le

    ponian mantas porque no pisase la tierra" (I6l; cap. LXXXVIII). Lo

    digo porque al relato original de Cortés, Reyes le agrega un toque más

    de caracterización: "Moctezuma salió hasta la calle a recibir a Cortés.

    Iba reclinado en sus servidores,  porque a tan exquisita grandeza no le

    convenía andar a pie sin manifestar esfuerzo y  dolor ("Moctezuma" 455,

    énfasis mió).

    En su segunda carta. Cortés señala que ese mismo dia Moctezu-

    ma se levanta la ropa y se descubre ante los españoles como un hombre

    "de carne y hueso como vos y como cada uno . . . mortal y palpable",

    y "asiéndose él con sus manos de los brazos y del cuerpo" le demuestra

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    18/24

    96 Osw aldo Estrada

    que

      ortés ejerce sobre

     é l

     desde

     el primer instante, y  también a una retórica

    y mímica desconocidas en la cuna del Mediterráneo, alza

      j

    suelta sus

    vestiduras, y se muestra desnudo ante el conquistador, exclamando a

    voces:

    "¡Veisme aquí que soy de carne y hueso como vos, y como cada uno, y

    que soy mortal y palpable ¡Ved cóm o os han m entido

    (Yaquí

      la asía

     d e

    las manos,

     obligándolo

      apalparlo todo).

      ("Moctezuma" 455, énfasis mío)

    Los detalles suculentos que Reyes le añade al relato de Gortés, a veces

    mod ificando drásticamente el original, no sólo le conceden mucha más

    profundidad a Moctezuma sino que además consiguen un efecto dramá-

    tico,

      tan efectivo como el que produce Bernal en la

     Historia  verdader

    al revelar la inteligencia del emperador mexica con un inesperado toque

    de humor:

    "Malinche, veis mi cuerpo de hueso y de carne como los vuestros, mis

    casas y palacios de piedra y madera y cal: de señor, yo gran rey sí soy y

    tener riquezas de mis antecesores sí tengo, mas no las locuras y mentiras

    que de mí  os han dicho; así que también lo tendréis  por burla,  como yo

    tengo de vuestros  truenos y relámpago s .  (165; cap. XC, énfasis mío)

    Que Reyes cierre el ensayo "Moctezuma y la 'Eneida mexicana'" con

    la imagen anteriormente utilizada (en las "Letras de la Nuevs. España")

    de un Bernal Díaz del Gastillo que "ya gobernante en Guatemala, corta

    gozosamente los frutos de los siete naranjos cuyas semillas trajo de Es-

    paña" es significativo por dos razones (457).

    Lo más obvio, claro está, es que a través de la referencia bernal-

    dina Reyes concluye el ensayo con un mensaje del todo positivo con

    respecto al mestizaje americano. Lo menos obvio, pero tan transcen-

    den tal com o lo prim ero , es que a través de esta referencia—^junto con

    aquella en que nos recuerda a Andrés de Vega co rtando, ya de viejo, "los

    tres primeros espárragos que se dieron en el llano del Guzco" (457)—

    m om entá neam ente Reyes puede extraer el episodio de la conquista y el

    subsecuente mestizaje de los renglones inamovibles de la historia para

    instalarlo en la imaginación del lector. Si Bernal cuenta, entre muchas

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    19/24

    Bernal Diaz y Alfonso Reyes: diálogo de crónicas y con qui stas novelescas 97

    cosechando no sólo los frutos reales que de alguna manera provienen

    de sus semillas, sino también los frutos metafóricos de la conquista: "la

    lenta embriologia de las nuevas naciones, silencio y esperanza" ("Moc-

    tezuma" 457).

    Más que una simple coincidencia, esta última vez la referencia

    a Bernal Diaz revive en el ensayo de Reyes el largo aliento de la  Historia

    verdadera su potencial metafórico, las múltiples maneras en que nos

    invita a salir de sus páginas impresas para

      imaginar

      el devenir de una

    Nueva España en proceso de gestación, sus cruces productivos entre la

    historia y la ficción, asi como su capacidad privilegiada para moverse

    del pasado al presente, o incluso hacia un futuro lleno de interrogantes,

    de grandes silencios y numerosas esperanzas. Por esto mismo Carlos

    Fuentes también acude a esta anécdota bernaldina en su colección de

    cuentos  El naranjo donde hace que el náufrago Jerónimo de Aguilar

    contradiga abiertam ente la veracidad del soldado cronista y se adjudique

    el crédito absoluto por haber plaritado "las semillas de un naranjo" (45).

    Seguramente en reconocimiento de las singularidades narrativas

    de la

     Historia  verd der es

     que años atrás, en 1921, al relatar el famoso

    episodio, cervantino en que el cura y el barbero se comportan como

    criticos literarios y queman todos los libros que a su juicio carecen de

    valor. Reyes abre un paréntesis en el ensayo dedicado a "Frestón" para

    discurrir:

    (Aquella revista de libros—Cervantes citaba de memoria—y aquel breve

    juicio para cada uno atraen—en mis simpatias personales—una página

    que es también de evocaciones lejanas, donde Bernal Diaz enumera, con

    su historia, sus colores, sus pelos y señales, los dieciséis caballos y yeguas

    que pasaron a la conquista de Nueva España. ¡Hermosas jactancias del

    sold ado y del literato A las gente s, oirles hablar de su oficio.) (157)

    Si de la quema de libros se salvan el  Amadís de Gaula la  Historia del

    famoso  c b llero  Tirante el Blanco La Galatea

     de C ervantes y

     La Arau-

    cana  de Alonso de Ercilla y Zúñiga, entre muy pocos otros, como  La

    Diana

     de Jorge de Montemayor, metafóricamente Alfonso Reyes salva

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    20/24

    98 Oswaldo Estrada

    Podríamos decir mucho más . . . ése siempre es el caso cuando

    hablamos de Alfonso Reyes y sus veintiséis volúmenes, o cuando ana-

    lizamos la voluminosa crónica de Bernal Díaz. Baste por ahori señalar

    que lo mejor del diálogo intelectual que surge entre el cronista del XVI

    y el humanista del XX es que propicia una reformulación prDductiva

    de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo, facilita la transgre-

    sión del ensayo y la épica, la crónica de Indias, la historia o la ficción,

    abre las compuertas del pasado y permite que sus aguas fluyan libres en

    nuestra imaginación.

    UNIVERSITY

     OF NORTH GAROLINA AT GHAPEL HILL

    NOTAS

    ' Cito a Alfonso Reyes de sus  Obras completas indicando primero el títuío de cada

    ensayo o cuento y luego las páginas correspondientes.

    ^ Ésta es la tesis que defiendo en

     La imaginación

      novelesca

    Bernal Díaz

      entre géneros

    y épocas [2009 .

    ' Me refiero a la escritura y lectura de las crónicas como eventos nuevos sdaptando

    aquello que sostiene Rolena Adorno en^The Polemics ofPossession,

    the writings of the early Spanish colonial period . . . do not describe

    events; they are events, and they transcend self-reference to refer tD the

    world outside themselves. The referentiality, however, is not historical,

    as in the historical truth whose referent is a past event. It is instead

    rhetorical and polemical, with the objective of influencing reader's

    perceptions, royal policies, and social practices. (4)

    ^ Sobre el aspecto comercial y financiero de Medina del Campo a principios y me-

    diados del siglo XVI, véase el trabajo de Alberto Marcos Martín (214). En una nota

    reciente, también Verónica Cortínez repara en la importancia de Medina  áú  Campo

    en la memoria original de Bernal Díaz ( 'Cranas e lanas' 264—68), con lo cual nos

    invita a revisar de nueva cuenta su libro

     Memoria original.

  • 8/17/2019 Bernal Diaz y Alfonso Reyes

    21/24

    Bernal Diaz y Alfonso Reyes: diálogo de crónicas y con quistas novelescas 99

    ' En el tercer capitulo de  La imaginación

     novelesca

      analizo con más detenimiento la

    caracterización de Cortés y otros personajes que realizan actuaciones laterales, secun-

    darias o de fondo en la H istoria

     verdadera

     ( 81- 115) .

     

    D e Iglesia, véase en particular su Intro du cc ión al estud io de Bernal Diaz del Castillo

    y de su

     Verdadera historia ,

     incluida en E l hombre

      olón

     {139-50). Sobre León -Portilla,

    véanse, po r ejem plo, Presencia de Bernal Diaz del Ca stillo o su reformulación en la

      Introdu cción a la

     Historia  verdadera.

      Blanco examina algo de esta polémica en

      La

    literatura en la Nueva España.

    '•'Véase el recorrido que hago de algunas ficciones contemporáneas que conversan con

    la H istoria

     verdadera

      en el quinto capitulo de  La imaginación

      novelesca.

    ' Sobre este yo autobiográfico en la Historia

      verdadera

      véase el articulo de Yanira

    Angulo-Cano.

    OBRAS CITADAS

    Adorno, Rolena.  D e Guan cane a Maco ndo. Estudios de literatura hispanoamericana.

    Sevilla: Editorial Renacimiento, 2008. Impreso.

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    ca, revisión del pasado. Conquista de México, memoria histórica, crónica.

    Fecha de recepción: 11 abril 2012

    Fecha de aceptación: 25 junio 2012

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