Max Weber Liderzgo

download Max Weber Liderzgo

of 5

Transcript of Max Weber Liderzgo

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    1/9

    44

    Aldea Mundo, Año 7  No. 14

      Fidel Canelón F *

    EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA 

    Se examina la reaparición de liderazgos carismáticos, sus rasgos y causas; el concepto de carisma de Max Weber, y los

    otros tipos de dominación modelados por él. Se parte de su idea clave de que las figuras carismáticas surgen en

    situaciones de urgencia o de crisis extraordinarias, para establecer vínculos con el concepto de cesarismo desarrollado

     por Gramsci. Se aborda la idea de que la crisis está instalada en el mundo político y social contemporáneo y que Weber 

    avizoró varios de sus elementos determinantes: el dominio de la jaula de hierro y de la racionalidad instrumental, las

    contradicciones del estado-nación y el resurgimiento de las identidades culturales y religiosas. La globalización

    implicaría un terreno fértil para la aparición de personalidades carismáticas de diversa índole, que se sinterizarían en

    tres tipos de figuras: la religiosa, la guerrera, y el demagogo. El trabajo se concentra en las dos últimas, por estar 

    estrechamente asociadas con la dominación autoritativa.

    Palabras clave: carisma, cesarismo, tradición, racionalidad instrumental, profeta, guerrero, retórico.

     Abstract : The reappearance of charismatic leadership, its features and causes; Max Weber's concept of charisma, and 

    the other types of domination developed by him are examined. The beginning is his key idea about the charismatic 

    figures emerging in urgency or extraordinary crisis situations, to establish links with the concept of cesarism developed 

    by Gramsi. The idea that the crisis belongs to the political world and social contemporary and that Weber previewed some

    of his determining elements is studied: the domain of the iron cage and the instrumental rationality, the contradictions of the state-nation and the rebirth of the cultural and religious identities. The globalization would implicate a fertile land 

    for the appearance of charismatic personalities of diverse types, that would be synthetized in three types of figures: the

    religious, the warrior, and the demagogue. The paper focuses on the two last, for being strongly related to the authoritarian

    domination.

    Key words: charisma, Cesarism, tradition, instrumental rationality, prophet, warrior, rhetoric.

    CHARISMA REBIRTH

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

    1. Introducción. El asunto:

    os últimos años son testigos delresurgimiento de liderazgoscarimásticos en muchas partesdel mundo. En el ámbito de lo

    político, lo social, lo religioso y lo cultural hansurgido figuras atractivas, poseedoras de un háli-to especial que los hace arrastrar multitudes osociedades enteras tras sus pasos. No en balde,Peter Drucker, uno de los grandes gurúes de lagerencia y de la economía en el siglo XX, adver-tía en uno de sus textos, a finales de los 80, que

    había que tener cuidado con la emergencia de gober-nantes carismáticos, convencido de la ineficacia yde los despropósitos de éstos (Drucker, 1989). Fren-te a la carga emotiva de los líderes carismáticos comoMao, Krutschev, Kennedy (le agregaríamos ahora: losCastro, los Arafat, los Clinton y los Chávez) Druckerantepone, no sin poco sesgo, su preferencia por loslíderes grises pero aparentemente más técnicos y efi-caces como Adenauer, y más recientemente, los Bush,los Kohl y los Miterrand.

    Pero no sólo en el plano político estamos presen-ciando la revancha del carisma. En el plano religiosoestán a la orden del día profetas e iluminados quehan creado nuevos movimientos o han quebrado los

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    2/9

    45

    Aldea Mundo, Año 7  No.  14

    rígidos esquemas de las viejas re-ligiones. Los Grahan, los Moon,los integristas islámicos como BinLaden, entre otros tantos, no sóloestán impulsando con un vigorinusitado por todo el mundo prác-

    ticas, creencias y valores –novísimas algunas, inmemorialesotras- sino que con frecuencia pro-ducen verdaderas conmocionessociales y políticas tanto en el pla-no nacional como en el plano re-gional e internacional.

    En este trabajo nos planteamosexaminar esta revitalización delcarisma partiendo de los presu-puestos elaborados por Max Webersobre el tipo ideal carismático.Estimamos que los conceptosweberianos en este punto encierran

    una riqueza descriptiva y com-prensiva inmensa que no ha sidoexplotada suficientemente. Paraeste propósito, estableceremos unarelación entre las condiciones enlas que surge el tipo idealcarismático y sus rasgos, segúnWeber, y algunas de las transfor-maciones que ocurren en el mun-do en las dos últimas décadas,como la globalización económica,el debilitamiento de los Estados-naciones y el resurgimiento de lasidentidades nacionales y cultura-

    les, entre otras.

    2. Las condiciones que propician elcarisma

    En Economía y Sociedad  Weberaduce que el carisma es «la cuali-dad, que pasa por extraordinaria(condicionada mágicamente en suorigen, lo mismo si se trata de pro- fetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos mili-tares), de una personalidad, por cuya virtud se considera en pose-sión de fuerzas sobrenaturales osobrehumanas –o por lo menosespecíficamente extracotidianas yno asequibles a cualquier otro-, ocomo enviados de dios, o comoejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudil lo, guía o líder».(Weber, 1994: 193).

    Como se puede observar, lanoción de carisma weberiana essumamente amplia, si considera-

    mos que existe una extensa gamade personas que poseen cualidadesextraordinarias, o que pueden rea-lizar actividades que con frecuen-cia son catalogadas como sobre-humanas o no asequibles a cual-

    quier otro. No en balde mencionaejemplos tan dispares como unhechicero, un jefe de cacería o uncaudillo militar. De hecho, dentrode esta condición carismática pue-den entrar perfectamente desde unartista (pintor, literato, arquitecto)que impresione por sus creaciones,como un deportista que causeasombro con sus hazañas y victo-rias. Las historias de los pueblos,ciertamente, están llenas de héroesculturales y deportivos, que confrecuencia pasan a formar parte de

    la mitología popular. En la actua-lidad, destacados intelectuales,deportistas y personajes del show-business se convierten en figurascarismáticas, en buena medida conel apoyo de los mass-media.

    Pero no es, obviamente, de es-tas últimas figuras carismáticas delas que se ocupa Weber. El interésdel sociólogo alemán se dirige alestudio del carisma asociado a loque él denomina procesos de do-minación autoritativa (esto es, po-líticos) de una sociedad, aquellos

    en los cuales está de por medio elejercicio de la autoridad del Esta-do mediante la utilización even-tual de la fuerza física. En este sen-tido, es notorio como su estudiosobre el tipo ideal de dominacióncarismática se concentra práctica-mente en dos clases de figuras: ladel religioso-mago en sus distin-tas acepciones (hechicero,chamán, profeta, etc) y la del cau-dillo guerrero. Son los dos proto-tipos por excelencia de la domi-nación carismática pura, que seoponen tajantemente a sus congé-neres o semejantes de los otros ti-pos de dominación. En efecto, elreligioso-mago se diferencia noto-riamente del sacerdote o monje enque mientras él es un poseso, ca-paz de hacer milagros e incluso decomunicarse con los dioses, esteúltimo es más bien un administra-dor del culto, que se identifica con

    las lógicas de la dominación ra-cional (sometimiento a rigurosadisciplina, planificación, etc) o dela dominación tradicional (preser-vación de ritos y costumbres, etc).Por su parte, el caudillo-guerrero

    se contrapone claramente a la fi-gura del gobernante-funcionario,ya que es un héroe que realiza ha-zañas militares y que tiende a sub-vertir el orden, mientras que el se-gundo trata de preservarlo, utili-zando también las lógicas de ladominación racional (burocracia,leyes) o tradicional (lazosestamentales, linajes, etc).

    En todo caso, para los objeti-vos de este trabajo es imprescin-dible que expliquemos cuáles sonlas condiciones que posibilitan o

    favorecen el surgimiento de cual-quiera de estos dos modelos deliderazgos carismáticos: segúnWeber, estas figuras surgen encondiciones de urgencia o de cri-sis extraordinarias, donde se po-nen en cuestionamiento las varia-bles principales del orden domi-nante (Weber, 1994: 853). Esto nosremite, por ejemplo, a situacionesvividas por muchas sociedades porcatástrofes naturales, o por agudosproblemas sociales o políticos, opor situaciones de guerra, ya sea

    doméstica o internacional. Pocoimporta aquí qué tan primitiva omoderna sea la sociedad. Es, enestas condiciones, donde el profe-ta o héroe insurge y logra el reco-nocimiento de los dominados,quienes «constatan» sus cualida-des divinas o sobrehumanas, legi-timando así su dominio.

    La verdad es que Weber, pese ailustrar este tipo ideal con profu-sión de casos históricos, no llega aestablecer una caracterización sis-temática de estas condiciones decrisis o urgencia, aunque advierteque van acompañadas por la exis-tencia de un estado de excitabili-dad  (cursivas nuestras) de las ma-sas o dominados, que propicia laaclamación del líder. En ningúnmomento –y esto lo podemos ca-talogar como una ausencia sensi-ble- llegar a explicar cómo es ocómo se manifiesta esa excitabili-

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    3/9

    46

    Aldea Mundo, Año 7  No. 14

    dad que, al parecer, es el «percu-tor» último del liderazgocarismático.

    2.1. Weber gramsciano. Gramsciweberiano

    Pero en nuestro criterio hay un

    enorme parecido entre las condi-ciones de urgencia o catástrofe quemenciona Weber y los rasgos quecaracterizan lo que otros autoresdenominan cesarismo o bonapar-tismo. No en balde, como veremosmás adelante, en los textos y artí-culos que escribe antes de morir -en plena crisis alemana que daránacimiento a la República deWeimar- al invocar la figura de unlíder carismático lo justifica di-ciendo que las democracias demasas tienden a dar un giro

    cesarístico. Leamos lo que dice enParlamento y gobierno en una Ale-mania  reorganizada: «Esto signi- fica, atendiendo a la naturalezade este fenómeno, un girocesarístico en la selección de loslíderes. Y, en realidad, todas lasdemocracias tienden a eso. El ins-trumento específicamente cesarís-tico es el plebiscito. Este no es una‘votación’ o una ‘elección usual’,sino una profesión de ‘fe’ en lavocación del líder, que asume para sí esta aclamación» (Weber,

    1994: 232).A este respecto hay que seña-lar la gran similitud que hay entrela dominación carismática y la de-finición que hace Gramsci del ce-sarismo en sus Cuadernos de laCárcel: «Pero si bien el cesarismoexpresa siempre la solución ‘ar-bitraria’ confiada a una gran per-sonalidad, de una situación his-tórico-político caracterizada por un equilibrio de fuerzas de pers- pectiva catastrófica, no siempretiene el mismo significado histó-rico» (Gramsci, 1975: 85). A gran-des rasgos, Gramsci considera quetodo cesarismo corresponde a unconjunto de circunstancias socia-les, económicas y políticas concre-tas, que dan como resultado queninguna de dos grandes fuerzassociales (o alianzas de fuerzas so-ciales) enfrentadas por el poderpuede establecer su dominio, lo

    que lleva al surgimiento de unatercera fuerza (un líder heroico)que se impone autocráticamente.

    La diferencia entre Weber yGramsci estaría, básicamente, enque el primero hace énfasis en el

    aspecto cultural-antropológico ypsicológico del fenómeno, mien-tras que Gramsci, como buen ma-terialista, hace énfasis en su aspec-to económico y social. Esto se vemás claro cuando observamos quepara Gramsci se pueden dar solu-ciones cesaristas sin un César, esdecir, sin ninguna personalidadheroica de por medio (Gramsci,1975: 85). En estos casos, el cesa-rismo se manifestaría en la formade coaliciones de gobierno más omenos dinámicas, que fructifican

    especialmente en sistemas parla-mentarios. Por lo tanto, para él laaparición del carisma es sólo unaposibilidad entre otras que puedenocurrir en situaciones catalogablesde urgentes o cesaristas. Y si bienes cierto que Weber en ningúnmomento llega a decir explícita-mente que el carisma es la únicasalida posible a una situación decrisis, del espíritu de su análisis sí está claro que hay una asociacióndeterminante entre el surgimientode liderazgos carismáticos y las

    situaciones urgentes o extraordi-narias.Pese a esto, Gramsci en varios

    pasajes de sus escritos reconocióla importancia del descubrimien-to del carisma por parte de Weber;e incluso, en nuestra opinión, rea-liza una interpretación que arrojaluces acerca de lo que es ese esta-do de excitabilidad  a la que se re-fiere Weber cuando, citando a suvez a Saint-Simon, recuerda queéste le decía a sus discípulos en sulecho de muerte que ser apasiona-dos signitica tener el don de apa-sionar a los demás (Gramsci 1975:127). En otras palabras, parecieraque Gramsci percibió que la exci-tabilidad  es un estado propiciadopor el propio líder carismático consu pasión y fogosidad, más que un«clima» previamente existente so-bre el cual se apoyaría el mismo:«Ser apasionados significa tener 

    el don de apasionar a los demás. Es un est ímulo formidable. Esta esla ventaja de los partidos carismá-ticos sobre los otros, basados enun programa bien definido y en losintereses de clase» (Gramsci

    1975:127).En este pasaje se revela, nue-

    vamente, las distintas perspectivasepistemológicas y teóricas que tie-nen Gramsci y Weber. Mientraspara el marxista italiano el lídercarismático es quien crea, con suprédica y su pasión, el estado deexcitabilidad de las masas (reapa-rece aquí en cierta forma la figuradel agitador leninista) para el so-ciólogo alemán esto a lo sumo esun componente de ese cuadro perono lo más importante. Para el so-

    ciólogo alemán lo decisivo, defi-nitivamente, es que hay una pre-disposición natural de las masas aesa excitabilidad; predisposiciónque estaba dormida, posiblementepor años o por siglos, pero que endeterminadas circunstancias histó-ricas puede activarse, manifestán-dose en el reconocimiento de lascualidades sobrenaturales o sobre-humanas de un líder o un profeta.El carisma, por consiguiente, esuna cualidad que logra fructificarporque existen mitos, creencias y

    manifestaciones de fe arraigadasen las personas, que con frecuen-cia terminan siendo en muchas so-ciedades -antiguas o modernas-decisivas en la configuración delas relaciones de poder.

    Se puede decir, en fin, quemientras para Weber la acción so-cial se manifiesta con frecuenciaen términos afectivos y emotivos,para Gramsci la afectividad y emo-tividad son sólo aspectos adjeti-vos pero no sustantivos que acom-pañan a los procesos socio-políti-cos.

    3. El carisma y el quiebre de lamodernidad

    Los vigorosos brotes del caris-ma de los tiempos recientes estánestrechamente relacionados, anuestro entender, con las transfor-maciones que dan forma al mundoposmoderno: cuestionamiento a la

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    4/9

    47

    Aldea Mundo, Año 7  No.  14

    racionalidad instrumental y a laciencia como operadores de la ac-ción de los hombres y de las socie-dades; reivindicación en muchospueblos y naciones de las identi-dades culturales y religiosas

    milenarias; decadencia de los gran-des metarelatos; crítica a la visiónlineal y progresiva de la historia;crisis de los sujetos clásicos de lamodernidad y surgimiento de losnuevos sujetos sociales, entreotros. Estrechamente relacionadoa estos fenómenos (o concomitan-te a ellos): el proceso de glo-balización, que ha tenido profun-das consecuencias culturales, po-líticas, económicas y sociales enlas dos últimas décadas.

    No nos interesa en este análisis

    explicar cada una de los anterio-res fenómenos, sobre los cualeshay abundantes e importantes es-tudios, algunos de ellos encontra-dos: Lyotard, Baudrillard, Vattimo,Maffesoli, Debray, Huntington,Lipoveski, Laclau, entre muchosotros, han hecho aportes capitalesen estas temáticas. Pero sí nos in-teresa revelar –aunque sea grossomodo- la estrecha vinculación quehay entre los estudios weberianosy esas temáticas.

    Consideramos, de hecho, que

    el concepto de carisma es uno losaspectos primordiales a través delos cuales Weber critica el esque-ma del proyecto moderno de laIlustración –como bien lo ha desa-rrollado Habermas- y pavimenta elcamino –o los caminos- para lasuperación de la misma. El caris-ma siempre estuvo «ahí», pero losderroteros de la Ilustración y lue-go el positivismo prácticamentemarginaron la emotividad, el sen-timiento, el mito, la voluntad y lafe –que es a lo que se refiere el ca-risma- de los estudios de los fenó-menos políticos y sociales. Al res-tituir su valor, Weber está desarro-llando la línea que autores comoNietzche y Sorel habían empren-dido, creando particularmente ins-trumentos utilísimos para la inves-tigación social.

    Por eso, en lo que sigue, recrea-remos los caminos a través de los

    cuales Weber llegó a concebir esequiebre de la modernidad, hacien-do referencia especialmente a trestemáticas: en primer lugar (obvia-mente) la crítica a la burocracia yla exaltación del caudillo, en se-

    gunda instancia, la crisis de la ideadel Estado-nación, y finalmente, elinterés por las religiones.

    3.1. Crítica a la burocracia yexaltación del caudillo carismático

    Resalta como un rasgo notoriode fines del siglo XIX y comien-zos del siglo XX la consolidacióny progresiva extensión por los dis-tintos países del mundo del fenó-meno de la burocracia, que seríaanalizado por Weber como uno delas tres tipos ideales de domina-ción. De hecho, en un viaje que

    realizó a Estados Unidos en 1904para participar en un congreso cien-tífico internacional, Weber quedómuy impresionado por el «papelde las sectas protestantes en lasociedad norteamericana y por elcreciente proceso de burocra-tización de los Estados Unidos, así como por la ‘maquinaria’ de suorganización política.»  (Weber,1991:8). No es mera casualidadque sus trabajos sobre los tipos dedominación, recogidos en  Econo-mía y Sociedad  son, al menos al-

    gunos de ellos, de una fecha inme-diatamente posterior a este viaje.Claro, la burocracia es un fe-

    nómeno antiguo, pero en su ver-sión racional-legal, como el mis-mo autor alemán explica, está aso-ciada fundamentalmente con lamoderna sociedad industrial, don-de la producción sistemática yexponencial de riquezas se con-vierte en el telos  principal de lasociedad y exige una administra-ción metódica y científica del tra-bajo y de los asuntos sociales engeneral. Para más señas, hay quetraer a la memoria que Alemaniatuvo un papel muy importante enla consolidación y extensión de laburocracia estatal a finales del si-glo XIX, ya que fue precisamenteBismarck quien adelantó los pri-meros programas sociales de em-pleo y salud, entre otras razones,como una forma de evitar que su

    país fuera «contaminado» por lafiebre revolucionaria que se habíadesatado en la vecina Francia araíz de los sucesos de la Comunade París en 1871. Weber, por lo tan-to, vivió y conoció con sus ojos el

    proceso de consolidación y apo-geo de la burocracia como tipo«puro» de dominación. Es, lla-mémoslo así, la época de oro de laburocracia, que se extendió al me-nos hasta mediados o finales delsiglo XX, cuando empieza a sercrecientemente cuestionada.

    Pero lo que queremos resaltaraquí es que Weber no se limitó arealizar un estudio exhaus-tivamente «aséptico» de la buro-cracia racional-legal como formade dominación predominante en la

    época moderna, sino que fue qui-zás su primer gran crítico, en la me-dida que previó las negativas con-secuencias que ocasionaba para lalibertad de las personas. Efectiva-mente, para él, el dominio de laclase de los funcionarios del Esta-do terminaría asfixiando las posi-bilidades de expresión y creaciónindividual, incluido aquí el terre-no político: «La democracia, aligual que el Estado absoluto, eli-mina la administración llevada po r no ta bl es fe udal es o pa tr i-

    monialistas o patricios u otrosnotables honoríficos o que deten-gan el cargo por herencia a favor de los funcionarios. Funcionariosque deciden sobre nuestras nece-sidades diarias, sobre nuestrasinquietudes cotidianas».  (Weber,1991: 127).

    Nuestro autor, por lo tanto, lle-va al plano de la crítica sociológi-ca y política específica lo que fi-losóficamente había expresadoNietzche cuando describía al Es-tado como «el más frío de los mons-truos fríos» en  Así habló Zaratustra. Podría decirse que es-taba intuyendo las posibilidadestotalitarias de la burocracia moder-na (que más tarde tomaría cuerpoen su patria y en Italia) y es nota-ble como los autores de la Escuelade Francfort, como Marcuse yFromm, lo siguieron y desarrolla-ron en este punto.

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    5/9

    48

    Aldea Mundo, Año 7  No. 14

    Frente a este escenario, Weberdesarrollará la tesis de la conve-niencia de una democraciaplebiscitaria encabezada por uncaudillo carismático, al menoscomo salida para la situación de la

    Alemania de su época. Según susescritos de los años 1917 y 1918,cuando el orden imperial vivía enAlemania una profunda crisis, laúnica posibilidad de escapar delasfixiante régimen político de fun-cionarios que dejó Bismarck comolegado, y que el emperadorGuillermo II preservaba, era a tra-vés de la imposición de unliderazgo político genuino ycarismático que se ganara la con-fianza de las masas y rompiera conel caduco orden, pero preservando

    la democracia parlamentaria.La razón por la que llegó a esta

    conclusión era sencillamente quesu país vivía en condiciones pro-pias del cesarismo: ni la clase aris-tocrática –protegiada por el empe-rador y tutora del orden político-ni la burguesía ni la clase obrera –ambas inmaduras desde el puntode vista de la organización y laconciencia política- podían incli-nar la balanza a su favor e imponerun proyecto político nacional.Había, por consiguiente, la clási-

    ca situación de un equilibrio defuerzas en un escenario de altaconflictividad, según la descrip-ción hecha por Gramsci del cesa-rismo (este Weber del 17 y el 18,por consiguiente, tiene afinidadesgramnscianas). Sólo un líder enér-gico y carismático podía resolveresta situación.

    Es importante resaltar que elcesarismo democrático –o la de-magogia de masas, como tambiénla llamará- era para nuestro autor,no obstante, una tendencia natu-ral e inevitable tanto en las demo-cracias antiguas (donde los caudi-llos como Pericles posibilitaban elconsenso social) como en las de-mocracias modernas. Asi dice enla ya citada Parlamento y gobier-no en una Alemania reorganiza-da: «La significación de la demo-cratización activa de masas es queun líder político ya no es nombra-

    do candidato sobre la base delreconocimiento de sus méritos enel círculo de un grupo de notables,convirtiéndose en líder por su ac-tuación parlamentaria, sino queobtiene la confianza y la fe de las

    mismas, y por tanto su poder, conlos medios de una demagogia demasas. Esto significa, atendiendoa la naturaleza de este fenómeno,un giro cesarístico en la selecciónde los líderes. Y, en realidad, to-das las democracias tienden aeso» (Weber, 1991:232).

    Lo que debe destacarse aquí esque para Weber la condición má-gica o divina de algunos líderespodía ser, ni más ni menos, de unautilidad inestimable en determina-das situaciones políticas o en de-

    terminados regímenes políticos,incluso el democrático; o más aún,que era un requisito sine qua nonpara el orden político moderno, enpleno apogeo de la ciencia y de laracionalidad del orden productivoy administrativo, entre otras cosas,porque evitaba erosión de la legi-timidad a la que tendían los órde-nes burocráticos tanto estatalescomo partidistas, debido a la dic-tadura y a la falta de miras y deproyectos políticos de la clase delos funcionarios tanto estatales

    como partidistas.3.2. La idea del Estado-naciónOtro aspecto donde Weber se

    desmarca de su época y se adelan-ta a las recientes transformacionesdel mundo posmoderno yglobalizado, es cuando analiza losconceptos de estado y nación.Aunque no utiliza explícitamenteel término Estado-nación, es claroque en  Economía y sociedad   sepropone esclarecerlo y desmitifi-carlo de connotaciones que noconsidera exactas. Por eso realizauna distinción entre lo que es unacomunidad política -y su manifes-tación más destacada: el Estado- yotro tipo de comunidades, como lacomunidad que llamamos «na-ción».

    Para Weber una comunidad  política es aquélla donde los par-ticipantes se reservan la domina-ción de un ámbito territorial de-

    terminado y de los hombres queen él viven, haciendo eventual-mente uso de la violencia física.El Estado, por su parte, es un tipoparticular de comunidad política,su forma más desarrollada, que está

    asociado a la aparición y amplia-ción del mercado, cuando apare-cen, paralelamente: «…1) la mo-nopolización de la violencia legí-tima mediante la asociación polí-tica, que culmina en el concepto político de Estado en cuanto fuen-te última de legitimidad del poder  físico; 2) la racionalización de lasnormas destinadas a su aplica-ción, que culmina en el conceptodel orden jurídico legítimo»(Weber, 1994: 667). Como se pue-de ver, el Estado es una comuni-

    dad política donde se han impues-to plenamente los criterios de ladominación racional-legal, a dife-rencia de otras comunidades polí-ticas basadas en criterios tradicio-nales o carismáticos.

    Pero sobre lo que queremos lla-mar la atención es que mientras elconcepto de Estado estaba perfec-tamente claro, no sucedía lo mis-mo con el concepto de nación, alcual no se le podía caracterizar conningún atributo en particular, másallá de la noción vaga de un senti-

    miento específico de solidaridadfrente a otros. «Se trata de un con-cepto que pertenece a la esferaestimativa. Sin embargo, no hayacuerdo ni sobre la forma en quehan de delimitarse tales grupos niacerca de la acción comunitariaresultante de la mencionada soli-daridad» (Weber, 1994: 679).

    Seguidamente, hace una laborde deconstrucción de los distintosconceptos de nación usados en laépoca –y aún hoy-: nación enten-dida como «pueblo del Estado»,que no es correcta pues dentro deun Estado hay muchos grupos hu-manos que se consideran distintose independientes de la «nación»;nación entendida como comuni-dad lingüística, que no es ciertapor cuanto muchas comunidadeslingüísticas pueden vivir en unanación y no se consideran «nacio-nes separadas» pese a la diferen-

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    6/9

    49

    Aldea Mundo, Año 7  No.  14

    cia idiomática; nación como co-munidad sanguínea, que tampococorresponde a la verdad, por cuan-to muchos extranjeros se conside-ran los más nacionalistas.

    Finalmente –y aquí llegamos al

    punto que nos interesa- después dehacer un paseo por todos estos usosdel vocablo y de reconocer quequeda pendiente la tarea –que nopudo continuar- de «exponer to-das las clases particulares se sen-timientos de comunidad y solida-ridad según las condiciones de suorigen y según las consecuencias para la acción comunitaria de susmiembros», Weber sostiene que laidea de nación está asociada conlo que él denomina intereses de prestigio  (cursivas nuestras) de

    quienes defienden o dominan unacomunidad determinada, los cua-les a su vez se manifiestan de dosformas: la primera, a través de laleyenda de una misión provi-dencial cuyo cumplimiento debeser realizado por sus más auténti-cos representantes; y la segunda,mediante la creencia de que esamisión providencial sólo puederealizarse a través de la conserva-ción de las rasgos peculiares del«grupo» considerado como «na-ción» (cursivas nuestras).

    Pese a que nuestro autor no loexpresa explícitamente, estima-mos que es evidente que estas dosformas de intereses de prestigioque dan sustento al sentimientonacional se identifican con elliderazgo carismático, el primero,y con los liderazgos tradicionales,los segundos. En efecto, a quiénmás se puede considerar como au-téntico representante sino al por-tador de una misión providencial,al caudillo agraciado con cualida-des sobrenaturales, único capaci-tado para tener empatía con lasmasas en su defecto y revelarles lamisión última de la nación. A suvez, la alusión a la conservaciónde los rasgos peculiares de la co-munidad es una referencia clara altipo de dominación tradicional,donde ya sea la los ancianos o yasea los representantes más nota-bles de los clanes o linajes son re-

    conocidos como los únicos capa-ces de conocer y guardar los secre-tos de esa misión que da forma alespíritu nacional.

    Lo que consideramos, de cual-quier forma, que se revela en todo

    esto, es que Weber comprendía ca-balmente la falsa homogeneidadque se escondía bajo el conceptode Estado-nación, y por tal razónel concepto de comunidad políti-ca (Estado) terminaba superpo-niéndose o reprimiendo al concep-to de comunidad nacional. Estaconstatación la consideramos de lamayor importancia para el análisisde los asuntos contemporáneos,por cuanto nos da la vía para com-prender el «destape» de naciona-lismos que se produce en el mun-

    do a partir de la segunda mitad delsiglo XX –sobre todo con los pro-cesos de descolonización- así como en los últimos años, al calorde la globalización; «destape» queha sido campo fértil para el flore-cimiento de liderazgos carismá-ticos.

    3.3. Dios no ha muertoNo es de extrañar que siendo

    Weber uno de los autores que, si-guiendo a Nietzsche, cuestiona elimperio de la racionalidad impe-rante en occidente –y especial-

    mente la racionalidad con arregloa fines- rescatando el valor que tie-nen las conductas emotivas eirracionales como determinantesde la acción social, le haya dadotanta importancia a las religionesen su estudio. En la  La ética pro-testante y el espíritu del capita-lismo expuso su conocida y polé-mica tesis de que la creencia cal-vinista en la predestinación gene-ró las condiciones adecuadas paraque surgiera el espíritu de lucrosistemático indispensable para eldesarrollo del sistema capitalista.

    Pero las preocupaciones deWeber sobre la religión fueronmucho más allá de lo que planteaen La ética protestante y el espíri-tu del capitalismo. Uno de los ca-pítulos más largos e importantesde  Economía y sociedad  es preci-samente el que se refiere a las Co-munidades Religiosas, en donde se

    pone de manifiesto nuevamente suconocimiento enciclopédico. Alexaminar las distintas formas depresentarse y organizarse de lasreligiones en el mundo y visualizarhasta qué punto determinan –y a

    la vez son determinadas- por lascondiciones económicas, socialesy políticas de los distintos pue-blos, cuestionó a la tendenciareduccionista que predominó du-rante el siglo XIX, de la mano deescuelas como la marxista, la anar-quista y el positivismo, de ver a lareligión como un estigma que con-ducía al atraso y como una etapa«superada» en la evolución de lassociedades.

    Puede verse como una contra-dicción la afirmación que sostene-

    mos aquí de que Weber rescata elvalor sociológico y cultural de lareligión siguiendo en este punto aNietzsche, quien ha sido tomadocomo el albacea de la religión. Loque pasa, sin embargo, es que laidea de que «Dios ha muerto» confrecuencia es descontextualizada,ignorando que el filósofo se refe-ría básicamente al cristianismo –yhasta cierto punto al judaísmo-. Noen balde, el medio que escogeNietzche para desarrollar una desus principales obras es el profeta

    persa Zaratustra, una especie derespuesta a Jesús y a los valores dela religión cristiana.

    En esta línea, la religión juegaun papel importantísimo dentro delos procesos de dominación legí-tima (la dominación carismática,de hecho, tiene un sentido e inne-gables acentos religiosos). Weberno podría aceptar que la religiónfuera una etapa inferior de las so-ciedades humanas, ya que la con-cebía como algo que acompañabadesde siempre a los hombres en suafán de reducir la angustia que pro-ducían la muerte y el miedo a loseventos externos y contingentes.No hay mejor mentís de que la re-ligión se asocie necesariamentecon el atraso que su tesis, precisa-mente, de la influencia de la éticaprotestante en el desarrollo delcapitalismo. Tanto es así que en Economía y sociedad   extiende la

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    7/9

    50

    Aldea Mundo, Año 7  No. 14

    tesis que relaciona racionalismoeconómico con ética religiosa másallá de las sociedades occidenta-les: «Dejamos de considerar demomento el tipo de conexión cau-sal, allí donde se da, entre la ética

    racional religiosa y el tipo parti-cular de racionalismo comercial, y nos contentamos por ahora consubrayar que se puede observar una afinidad entre el racio-nalismo económico, por una par-te, y cierta clase de religiosidad ético-rigorista, por otra, que ca-racterizaremos más adelante. Estarelación es sólo ocasional fuerade la sede del racionalismo eco-nómico, por lo tanto, de occiden-te, pero dentro de él muy clara, ytanto más cuanto más nos acerca-

    mos a los representantes clásicosdel racionalismo económico»(Weber, 1991:385). De manera queaquí ya encontramos una respues-ta al problema, que está en el tape-te desde hace algunos años, de laasociación entre el próspero y efi-ciente crecimiento capitalista enpaíses orientales como Japón, Chi-na y Corea del Sur y la ética racio-nalista de religiones como el bu-dismo, el shintoismo y el taoísmo.

    Pero no creemos que se debanencasillarse los estudios webe-

    rianos sobre la religión al aspectode la relación entre el desarrollodel lucro y los mandatos éticos. Dehecho, sólo algunas religiones –las que alcanzan un alto nivel deracionalización- desarrollan unaética y una doctrina dogmática.Son muchos los aspectos que de-ben examinarse –críticamente- a laluz de los actuales transformacio-nes que vivimos. Una cosa parececlara: Weber «descubrió» la enor-me vitalidad de las religiones así como su gran diversidad, sobre lacual se sustenta en buena medidael multiculturalismo del mundo dehoy.

    4. La ola carismática de finales delos 70

    A finales de los años 70 se pro-ducen varios acontecimientos enel mundo que nos indican clara-mente la revitalización de la do-

    minación carismática. Mencione-mos sólo algunos de los más des-tacados: el inicio del mandato deMargaret Thatcher en Gran Breta-ña, la revolución iraní liderada porel Ayatollah Khomeini, y el triun-

    fo de la revolución sandinista enNicaragua. Nótese que son acon-tecimientos de un tenor muy dis-tinto (entre otras cosas por sus ra-dicales diferencias de contenidoen el plano cultural, social y doc-trinario-ideológico) que ocurren, asu vez, en tres de los cinco conti-nentes. Sólo la presencia del ca-risma nos da un hilo con el cualtejer una estrecha relación socio-política entre ellos.

    El caso de la Thatcher es para-digmático dentro de la historia de

    Inglaterra: no sólo ha sido la úni-ca mujer que ha ocupado el cargode primer ministro, sino que ade-más fue el único jefe de gobiernoque se mantuvo en el mismo portres períodos consecutivos en elsiglo XX (1979-1990), dejandocortos a líderes del prestigio deWinston Churchill. Bajo suliderazgo se inician por primeravez las políticas de privatización,como una respuesta a la crisis quevivía la economía británica. Eneste punto se revela el carácter re-

    volucionario –que puede parecerextraño en este caso- de toda do-minación carismática: la Dama deHierro –como se le denominó- aca-bó con el predominio que habíanmantenido las políticas de inter-vención gubernamental desde lostiempos de Franklin DelanoRoosevelt y John Maynard Keynese inauguró una nueva época, la delpredominio de las políticasneoliberales.

    En este sentido, el liderazgo dela Thatcher –que fue tremenda-mente conflictivo tanto en la esfe-ra doméstica como en la esfera in-ternacional- se revela como la an-títesis de la burocracia. La figuradel caudillo aparece aquí enfren-tada al cuerpo de funcionarios delEstado, a sus intereses y privile-gios, aunque no transgreda nece-sariamente el carácter racional-le-gal del mismo, ni intente imponer

    criterios marcadamente arbitrariosy personalistas de toma de deci-sión (como ocurre, según Weber,en la dominación carismáticapura), entre otras cosas, por la an-tiquísima tradición legal que tie-

    ne Inglaterra. Puede decirse, porotra parte, que el carisma de laThatcher se fundamentó, en buenamedida, en que resucitó una parteimportante del sentimiento nacio-nal inglés, al oponerse a varios as-pectos del proceso de unificacióneuropea. La autonomía históricafrente al continente fue fuente dela que abrevó su liderazgo, aun-que al final terminaría siendo lacausa de su caída.

    La revolución iraní (1979), porsu parte, constituyó sin duda uno

    de los acontecimientos de mayorimportancia del siglo XX, no sóloporque alteró significativamenteel escenario geopolítico regionaly mundial, sino porque fue el per-cutor de la expansión ypotenciación de la influencia delIslam en el mundo. El AyatollahKoimeini, líder espiritual y máxi-ma autoridad política de la revo-lución, representa la fusión de losdos tipos de líderes carismáticosanalizados por Weber: el guerreroy el profeta, algo muy característi-

    co de la religión musulmana des-de los tiempos de Mahoma, su fun-dador. En cuanto dominacióncarismática, el proceso revolucio-nario iraní representó el rechazo yla reversión de los rasgosmodernizadores y occidentali-zantes de la monarquía iraní, en-carnada en aquel momento por elSha de Irán. Se establece aquí, porconsiguiente, una situación que enotras culturas distintas de la occi-dental no es rara: el desplazamien-to de un régimen carismático ba-sada en la sucesión hereditaria (loque Weber considera uno de lostipos del carisma objetivada, porlazos de sangre), y que había asu-mido algunos rasgos racional-le-gales, por un régimen carismáticobasado en la tradición religiosa delpueblo, encarnada en el Ayatollahy los otros dirigentes espirituales.El carisma del monarca fue susti-

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    8/9

    51

    Aldea Mundo, Año 7  No.  14

    tuido por el carisma del profeta-guerrero.

    Lo que hay que destacar aquí,en todo caso, es que la revolucióniraní simboliza cómo el resurgi-miento del carisma está relaciona-

    do con la revitalización de losmovimientos religiosos (trátese delas antiguas religiones, de despren-dimientos de éstas o de nuevoscreencias y profetas) y cómo és-tos, a su vez, están asociados conuna misión providencial de carác-ter nacionalista o localista.

    La revolución sandinista(1978), finalmente, constituyó qui-zá la transformación política mássignificativa en América Latina alfinal del siglo XX, al alterar total-mente el cuadro geopolítico de la

    región, propiciando la inestabili-dad en los países centroamerica-nos, dominados, por décadas, pordictaduras militares tradicionalesafectas a los intereses de los Esta-dos Unidos. El derrocamiento deAnastasio Somoza, después de unacruenta guerra civil, fue realizadopor un conjunto de héroes guerre-ros carismáticos agrupados en elFrente Sandinista de LiberaciónNacional. No se puede hablar aquí de un carisma de caudillo único,sino de un carisma compartido en-

    tre varios líderes guerrilleros,como Tomás Borge, Ernesto Car-denal (sacerdote-guerrero),Humberto Ortega y Daniel Ortega;aunque este último con el paso deltiempo adquiriría el rango de lídermáximo.

    El carácter carismático de larevolución nicaraguense tiene suorigen en la idea de una misiónprovidencial nacional encarnadaen el legendario líder guerrilleroAugusto César Sandino, quiencombatió al régimen de Somozapadre en la década del 30, siendoasesinado finalmente al caer enuna celada. Esta misión providen-cial tiene que ver con preservaciónde la independencia y de los ras-gos culturales propios de la naciónnicaraguense, que se considerabaamenazada por la alianzaantipatriótica entre la oligarquíaterrateniente y la potencia impe-

    rial norteamericana, que había es-tablecido virtualmente una ocupa-ción militar. Los sandinistas arti-cularon esta misión nacionalistacon un discurso que contenía ele-mentos democráticos y socialistas.

    El elemento que más salta a lavista de este proceso es precisamen-te el predominio de los elementosnacionalistas-culturales por enci-ma de los meta-ideológicos. Aun-que es innegable que los sandi-nistas tenían veleidades socialis-tas, no menos cierto es que en todomomento proclamaron que su re-volución era sandinista, no socia-lista. El elemento unificador cen-tral del proceso era la figura de uncaudillo carismático nacionalista(Sandino). En este sentido, se

    emparenta más con la revolucióniraní que con la revolución cuba-na o la maoísta o la rusa, enmar-cadas estas últimas por las orien-taciones de la doctrina marxistaclásica (característica que se ob-serva incluso en los movimientosde liberación nacional africanos yasiáticos de las décadas del 60 y el70). En otras palabras, aunque esobvio que una parte considerablede la dirigencia sandinista teníauna formación marxista, su pro-yecto no estaba constituido por un

    solo discurso, sino más bien poruna pluralidad de discursos, don-de el nacionalismo –encarnado enel guerrero carismático, Sandino-servía de punto de encuentro detesis socialistas, democrático-libe-rales, religiosas y populares. Unavez más, observamos aquí el quie-bre de los metarelatos, aunque seabajo la forma de un sincretismo dedoctrinas.

    5. La ola carismática de los noventaLa ola de liderazgos carismá-

    ticos de los setenta y los ochentava a continuar su onda expansivaen los noventa y los dos mil, enmedio de un escenario internacio-nal signado por el derrumbe delbloque socialista y la desapariciónde la Unión Soviética, la acentua-ción de la crisis del Estado-nación,la decadencia de los grandes par-tidos y las grandes ideologías y el

    florecimiento de viejas y nuevasreligiones. Esta época no ha sidoegoísta en regalarnos figuras pro-videnciales, verbigracia: Yeltsin,Mandela, Fujimori, el subcoman-dante Marcos, Chávez y Osama

    Bin Laden, entre tantos.La nueva pléyade de liderazgos

    carismáticos resalta sobremanerapor su virtual prescindencia de laburocracia partidista. Es cierto quela lucha contra la burocracia es unrasgo general de toda dominacióncarismática moderna. Weber, dehecho, catalogaba a TheodoroRoosevelt como un liderazgocarismático que insurgió en con-tra de la maquinaria partidista re-publicana; pero de ahí a rompercon ésta había un paso muy gran-

    de (Weber,1994:864). Si bien po-día tener más libertades que otrosde sus antecesores, Roosevelt, enel fondo, estaba preso de los fun-cionarios, los boss. Esto se expli-ca por la sólida implantación so-cial que tenían los partidos en esaépoca y por el monopolio que te-nían de la función intermediadoray de agregación de intereses de losgrandes grupos sociales.

    Puede decirse que lo mismopasó en general con los liderazgoscarismáticos de principios y me-

    diados del siglo XX, empezandopor el propio creador de la teoríadel partido profesional y líder dela revolución bolchevique, Lenin,quien, paradójicamente, con fre-cuencia fue arrinconado por losfuncionarios de su agrupación, yquien avizoró la conducta futurade Stalin, el típico jefe del apara-to. De igual forma, Mussolini yHitler, dos de los grandes líderescarismáticos del siglo, aunque enprincipio irrumpieron contra loscriterios racional-legales, crearony lideraron grandes y disciplina-dos aparatos partidistas, que lesresultaban imprescindibles paramovilizar a las grandes masas ylograr el control político total dela sociedad.

    A diferencia de estas figuras demediados de siglo, y de la genera-ción carismática de lo setenta y losochenta (que en este punto pare-

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52

  • 8/20/2019 Max Weber Liderzgo

    9/9

    52

    Aldea Mundo, Año 7  No. 14

    cen representar una transición) lanueva generación carismática secaracteriza por su virtual indepen-dencia de los aparatos partidistas,lo cual no significa que prescin-dan de toda forma organizativa,

    obviamente. En el mejor de loscasos, debido al desprestigio delos partidos, y la pérdida de capa-cidad para intermediar con los sec-tores de la sociedad, los líderescarismáticos actuales comandanmovimientos sociales y políticosde nuevo tipo, generalmente pocoarticulados y de estructura laxa (unejemplo en este sentido es el delsubcomandante Marcos y el Ejér-cito Zapatista de Liberación Na-cional, que pese a su carácter mili-tar, tiene una organización y un

    funcionamiento abierto y flexible).La otra posibilidad es que cons-

    tituyan organizaciones puramen-te electorales, que sólo funcionanpara organizar las campañas y pro-veer los representantes a los orga-nismos públicos, como todo indi-ca que fue el caso de Yeltsin enRusia, Fujimori y el MovimientoCambio 90 en Perú y Chávez y elMovimiento Quinta República enVenezuela. De cualquier forma,puede decirse que la dependenciade estos caudillos con respecto a

    estas expresiones organizativas –de por sí débiles- es mucho menorque la que tenían las figuras ante-riores con sus grandes aparatos.Actualmente, resumiendo, el caris-ma condiciona la burocracia par-tidista, mientras que anteriormen-te ésta condicionaba o amarrabaal carisma.

    El otro elemento que le da uncarácter novedoso a la dominacióncarismática de los noventa es elpapel determinante de la imagen.La mass media ha adquirido talinfluencia que hasta las mismascualidades sobrenaturales o sobre-humanas que caracterizan al caris-ma, aparecen ahora condicionadaso adaptadas al horizonte tecnoló-gico de la comunicación y la ima-gen. De esta forma, las accionesheroicas de los caudillos guerre-ros se han trasladado paulatina-mente de los campos de batalla rea-

    les a los campos de batallavirtuales: en la televisión o enInternet los caudillos realizan«proezas» que les resultan másefectivas y menos costosas que lasque libraban antaño.

    Una demostración de esto es laactuación de Hugo Chávez el 4 defebrero de 1992, cuando su inten-to de golpe de estado, preparadopor mucho tiempo, resultó derro-tado militarmente, pero él logróuna victoria política cuando, alrendirse, dio un mensaje televisode apenas un minuto que sedujo amillones de personas. Más ilustra-tivo aún es el caso de los zapatistasy su máximo líder, quienes desdehace varios años mantienen envilo a México y al mundo sin prác-

    ticamente haber disparado unabala: sus «combates» son accionessimbólicas que concitan la aten-ción de toda la opinión pública,como la marcha que organizaron aCiudad de México al poco tiempode asumir el presidente Fox, o loseventos internacionales dondeparticipan destacados intelectua-les del mundo, difundidos por losmedios de comunicación de masasy por Internet.

    Pero no sólo los caudillos gue-rreros realizan hazañas mediáticas.

    También los profetas de la NuevaEra se destacan por el hábil uso delas nuevas tecnologías de la comu-nicación. Billy Graham en EstadosUnidos, y el Reverendo Moon enCorea del Sur –entre otros- se hanconvertido en dueños de imperioscomunicacionales, a través de loscuales realizan sus milagros y cu-raciones, que constituyen la basedel carisma religioso. No en baldeMoon, jefe de la Iglesia de la Uni-ficación, ha afirmado incluso « La publicidad ha logrado más que to-dos los batallones que soportaronel «equilibrio del terror» en laGuerra Fría» (El Nacional, 21-2-01). En fin, ya se trate de caudillosguerreros o de profetas, el domi-nio carismático se está construyen-do actualmente a partir de lo sim-bólico y lo comunicacional.

    -ARDITT, Benjamín (2000): El rever- so de la diferencia. Identidad y política, Editorial Nueva So-ciedad, Caracas.

    -BAUDRILLARD, Jean (1993): La ilu- sión del fin,.Editorial Anagrama,Barcelona -—DRUCKER, Meter (1989): Las nuevas realidades,Editorial Norma, Bogotá.

    -GELLNER, Ernest (1994):Postmodernismo, razón y re- ligión, Ediciones Paidós, Barce-lona.

    -GRAMSCI, Antonio (1975): Cuader- nos de la cárcel: Notas sobreMaquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno, JuanPablo Editor, México..

    -MATO, Daniel (1995): Crítica de lamodernidad, globalización y construcción de identidades,Ediciones UCV, Caracas.

    -NIETZSCHE, Friedrich (2000):  Así 

    habló Zaratustra, Alianza Edito-rial, Madrid.

    -WEBER, Max (1991): Escritos po- líticos, Alianza Editorial, Madrid,1991.

    -WEBER, Max (1994): Economía y Sociedad , Fondo de Cultura Eco-nómica, México.

    Fidel Canelón F.

    Politólogo, UCV. Magíster enCiencia Política, USB. Profesor  Asistente, Escuela de EstudiosInternacionales, UCV, en las cá-tedras Introducción a la Políticae Historia del Pensamiento Polí-tico. Doctorando en Ciencias

    Sociales.

    E-Mail:

    [email protected]

    Fecha de recepción:

    Octubre 2003Fecha de aceptación definitiva:

    Febrero 2004

    FIDEL CANELÓN F. / EL RESURGIMIENTO DEL CARISMA /  44-52