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LA FISCALÍA PROTAGONISTAS E HISTORIA Testimonios en ocasión del aniversario 45 de la Fiscalía General de la República La Habana, 2018

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LA FISCALÍAPROTAGONISTAS E HISTORIA

Testimonios en ocasión del aniversario 45de la Fiscalía General de la República

La Habana, 2018

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Edición: Jorge Fernández EraCorrección: Juan Carlos Santos Rodríguez

Jessica Rivero RodríguezDiseño: Deborah Díaz San GermánFotografía: Adrián Lago del Valle y Carlos Pujol Santana

Colectivo de Autores, 2018Sobre la presente edición:Sello Editorial Fiscalía de Cuba

Obra editada por: Sello Editorial Fiscalía de CubaAve. 1ra. no. 1801 e/ 18 y 20, Miramar, Playa, La Habana, Cubawww.fgr.gob.cu

Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización expresa de la Fiscalía General de la República.

ISBN 978-959-7256-01-4

Impreso en Palcograf

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AL LECTOR

Hace solo unos días el entonces fiscal general de la República de Cuba, Darío Delgado Cura, me llamó para pedirme que hiciera el pró-logo de esta obra, que se inscribe en el propósito de mantener viva la memoria histórica de una institución que se fortalece y se mantiene como baluarte de la institucionalidad en el país.

El libro responde al título de La Fiscalía, protagonistas e historia, al que luego me referiré. No puedo dejar de expresar la emoción que en ese momento sentí, yo hubiera podido ofrecer el mío. Tantos años perteneciendo a este órgano avalaban esa posibilidad, pero escribir el prefacio era un mérito que creía no merecer. Reservo para mí lo que el fiscal me dijo en ese momento y expreso mi inmensa gratitud.

Hoy, cuando me dispongo a terminar estas palabras introductorias, se ha producido en la Fiscalía una transición natural y su fiscal general ha pasado a ser la máster Yamila Peña Ojeda, una mujer «nacida, cria-da y forjada» en la institución, por lo que la continuidad está garanti-zada y es visible la mayoría de edad que permite que tengamos una jefa desde «adentro». Enhorabuena, Yamila.

El denominado movimiento de Reforma Procesal que sacudió a América Latina a partir de la década de los noventa del pasado siglo de la mano de dos grandes procesalistas: Julio Maier y Alberto Binder, marcaron, sin lugar a duda, una tendencia hacia el sistema acusatorio con el propósito de democratizar la justicia en nuestra región, que se encontraba anclada en un vetusto sistema inquisitivo signado por la escritura, la secretividad y la presencia de un juez unipersonal todopoderoso, que decidía el destino del proceso, sin control popular, lo que engrandecía el sentimiento de descrédito de los ciudadanos hacia la administración de justicia.

Maier y Binder ofrecieron disímiles argumentos, y la creación del denominado Código Procesal Modelo marcó las pautas de la Reforma, reafirmando que la evolución del proceso penal es, en buena medi-da, el fruto de un costoso esfuerzo por introducir en él una amplia gama de garantías. En ese camino estaba destinada la voluntad para la transformación radical, que fundamentaba la introducción de esos principios y de los mecanismos que propiciaran un clima de garantías y respeto a los derechos fundamentales. Sin embargo, el eslogan que

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pareció marcar la Reforma fue el del juicio oral y público, no obstante que un conjunto de presupuestos e instituciones se reformulaban y adquirían diverso matiz, entre ellos el papel del Ministerio Público.

En ese rumbo, el principio acusatorio implicaba que una determinada parte, en el Estado moderno de carácter público, ejerza la acusación, con lo cual se diferencia la actividad jurisdiccional y la acusatoria. Se concibió de esta manera la solución de diferenciar las dos funciones: la de promoción y la de declaración de la justicia, anteriormente en manos de un solo órgano, que se ve ahora limitado en la primera de estas tareas. Adviene en ese momento la prevalencia de lo que se ha llamado sistema acusatorio.1

El Ministerio Público, también conocido como Ministerio Fiscal, tiene en su conformación una larga historia que aún no llega a su fin. Se convierte en una figura mudable y proteica, participativa de dos naturalezas diferentes, y con ello dos características esenciales: una pública, que responde a la idea de que el delito afecta a toda la sociedad, que está interesada en su persecución, y además su actuación ha de basarse en la legalidad.

En esta línea de pensamiento, los procesos de Reforma de la Administración de Justicia Penal en América Latina exigen la discusión acerca del papel que debe desempeñar en la actualidad el Ministerio Público, con la necesidad insoslayable de construir un juicio oral pleno con amplia vigencia del principio acusatorio, donde exista una separación absoluta entre el juez de perspectiva imparcial y un acusador responsable que haya preparado la acusación, se haga cargo de ella y la construya de un modo que permita un verdadero cumplimiento del principio contradictorio, donde la imputación tenga, entre otros, los requisitos de exhaustividad, verificabilidad, concreción y enunciabilidad.2

El Ministerio Público, no obstante, luego de más de cien años de existencia no ha desarrollado una adecuada fortaleza institucional, por

1 Tradicionalmente, el sistema acusatorio se basa en la combinación de varios prin-cipios, además de la proposición de la acusación por parte distinta al juez. Así, también incluye la paridad entre acusado e inculpado, la celeridad, la contradic-ción, la publicidad y oralidad del procedimiento, la exclusión de la libertad del juez en la recopilación de pruebas o la alegación de las pruebas por las partes.

2 Binder Alberto M. Diez: «Tesis sobre la reforma de la justicia penal en Amé-rica Latina», en Seminario Internacional sobre Administración de Justicia en América Latina, auspiciado por la Sociedad Cubana de Ciencias Penales de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales de Buenos Aires, Argentina, celebrado en el Centro de Prensa Internacional, La Habana, 1996.

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lo que muchos autores, entre ellos Maier, lo califican de «adolescente». Por lo tanto es necesario, hoy más que nunca, poner en el centro de la atención legislativa y estructural a esta institución, que tanto puede aportar al fortalecimiento del Derecho Penal, pero que es contradicto-ria por naturaleza y difícil de ubicar su fundamento metodológico y su verdadero rol.

Su rol se debate entre el necesario papel de persecutor de la acción penal y la tarea de «garante» de la legalidad. El Ministerio Público no fue concebido para cumplir una función unilateral de persecución, como el caso del acusador en el proceso penal angloamericano, sino para ser también custodio de la ley y con ello poner en el centro de su misión, junto al de enarbolar la acusación, la tarea de velar a favor del imputado por que se obtenga todo el material de descargo y por que sean respetados sus derechos y garantías individuales, sin el menor viso de menoscabo.

La defensa de la legalidad, y con ello la protección de las garan-tías individuales y colectivas, es una de las funciones principales en la estructura conceptual del Ministerio Fiscal y la que sin dudas más le caracteriza. Por ello no le corresponde solo actuar de acuerdo con el principio de legalidad, lo que por otra parte es una obligación, en general, para todos los poderes públicos y, en particular, uno de sus principios constitucionales de actuación, sino que la defensa de la le-galidad conlleva una obligación de hacer todo lo que esté a su alcance para que en todo momento prevalezca lo que es legal, esto es, el marco de libertad que consagra la ley.31

3 José Antonio Martin Pallin: «El Ministerio Fiscal a la búsqueda de la legalidad y de los intereses generales», en AA.VV: El Poder Judicial, Dirección General de lo Contencioso, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1983, p. 1799. Defiende un concepto de legalidad cuya formalidad quebraría cuando entra en contra-dicción con los valores fundamentales del ordenamiento jurídico. Para este au-tor, en un sistema que instaura como prioritarios los principios que proclaman los derechos y libertades de los ciudadanos llamados a participar en el sistema político ejercitando la soberanía de la que son depositarios, la legalidad no puede ser concebida como un rígido esquema formal activado por el puro vo-luntarismo de sus redactores y encerrado en los límites infranqueables de la lingüística como fórmula o revestimiento literario a toda formulación. Además, para este mismo autor el Ministerio Fiscal actúa como una especie de cancerbe-ro ante los órganos jurisdiccionales encargados de aplicar la legalidad al caso concreto pudiendo paralizar o impedir definitivamente determinadas preten-siones y dar vía libre a aquellas que estime susceptibles de protección jurisdic-cional, según su criterio.

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La suprema razón que ostenta la misión de un Fiscal no es la defensa de la legalidad en abstracto, sino de los valores superiores que dan vida a esa legalidad; no tanto de la letra, cuanto del espíritu de las leyes. Esta debe incluir, en cualquier caso, la protección activa de la Constitución y el ordenamiento jurídico que esta legitima. El Ministerio Público, como órgano de defensa de la legalidad, no aparece contemplado en sentido general, sino en cuanto suponga promover la acción de la justicia.4

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Es necesario en el curso de estas ideas dejar sentado que pensar solo en la función del Ministerio Fiscal como defensor de la legalidad sería como vaciar parte del contenido de una estructura importante. Por ello es imprescindible referirnos a la función que tiene esta institución, rela-cionada con la defensa de los derechos de los ciudadanos, que, como su expresión indica, es tan amplia que comprende su intervención en todo momento del desarrollo de la sociedad en la que necesariamente deban intervenir los ciudadanos.

La defensa de los derechos de los ciudadanos significa utilizar todos los medios legales necesarios para resolver la violación producida con-curriendo a las diversas instituciones creadas para ello.

El Ministerio Público, en su actuar, debe velar en función de la justi-cia, en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, de oficio o a instancia de los intere-sados. De este último concepto se desprende también la necesidad de enfatizar en la distinción existente entre interés público e interés social,5

2 con el objetivo de perfilar esta vertiente de trabajo del Ministerio Fiscal.4 Álvarez Conde, Enrique. Algunas consideraciones sobre la posición constitu-cional del Poder Judicial, en AA.VV: El Poder Judicial, p. 524. Por su parte, Pérez Gordo asegura que todas las funciones del Ministerio Fiscal en el proceso quedan subsumidas en su misión fundamental de defensa de la legalidad. Igualmente para Fernando Sainz Moreno, «El Ministerio Fiscal y la defensa de la legalidad», en Revista de Administración Pública, no. 108, 1985, Madrid, pp. 149-183, se afir-ma que la realización del principio de legalidad por el Ministerio Fiscal requiere determinar de dónde proceden sus impulsos, cómo y con qué criterios se adop-tan sus decisiones y a qué tipo de control quedan sometidas.

5 Rubén Martínez Dalmau: Aspectos constitucionales del Ministerio Fiscal, mono-grafía tirant lo blanch, Valencia, 1999. Para el exfiscal general español Leopoldo Torres, el interés público sería el que pertenece a la sociedad constituida en Es-tado, y viene en cierto modo a confundirse con el interés general, que ha de ser servido por la administración pública , mientras que el interés social pertenece a un grupo social determinado como entidad previa al Estado, como sustrato del mismo y detentador de la soberanía, es decir, la defensa del interés público obli-garía al fiscal a cuidar, en su ámbito de actuación, del bien común.

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En sentido general se ha conceptualizado al interés social como un mandato de defensa de los principios rectores de la política social y económica que se tutele en determinado ordenamiento jurídico para remediar las posibles deficiencias sociales y proteger la familia, la sa-lud, el acceso a la cultura, el disfrute de un medio ambiente adecuado para la persona, etc. En fin, los intereses públicos como los sociales es-tán constituidos por todos los sectores de la sociedad cuyos ciudadanos son los titulares de la soberanía; con ello queda demostrada la versátil posición del fiscal, que necesariamente se mueve en todos los ámbitos de la sociedad con fines específicos y delimitados.

No queda duda entonces de que el Ministerio Público es una institución «problemática», que se estructura en dos ámbitos diferentes, pero no contrapuestos: el sistema procesal y el diseño constitucional, y es indiscutible que cumple un papel protagónico desde cualquier ángulo en que se evalúe fundamentalmente el proceso penal, donde tiene, entre otras, las siguientes misiones:

- Cumple un papel indudable en la eficacia eventual de la persecu-ción penal y en la manifestación práctica de la defensa de los valores ético-sociales que el Estado ha decidido proteger;

- La inserción correcta del organismo posibilita la vigencia real de un conjunto de garantías «orgánicas» en el proceso penal y una inter-pretación objetiva de las clásicas garantías procesales;

- El Ministerio Público, como motor de la investigación, debe ser, a menudo, el puesto de observación de los sistemas de flujo de informa-ción y de organización administrativa.6

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La existencia de un Ministerio Público a cargo de la investigación preparatoria supone recoger en los ordenamientos jurídicos un prin-cipio básico del sistema acusatorio de enjuiciamiento, a saber, que un órgano distinto del jurisdiccional tenga a su cargo la tarea que resulta previa al eventual ejercicio de la acción punitiva a través de su fun-ción requirente.

6 Maximiliano A. Rusconi: Luces y sombras en la relación política criminal- Mi-nisterio Público. Señala además que para Perfecto Andrés Ibáñez, en su libro El Ministerio Fiscal entre «viejo» y «nuevo» proceso, en Revista de Ciencias Pena-les, este es un aparato de difícil caracterización, sometido a inevitable tensión entre sus fines constitucionales y su configuración orgánica, que responden, aquellos y esta, a paradigmas teórico-políticos y organizativos diversos e inclu-so contradictorios.

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Es importante también conocer que en la conformación de esta ins-titución existen dos aspectos verdaderamente controvertidos que mue-ven las principales posiciones de la doctrina al respecto. Ellos son: la función del Ministerio Público y su autonomía.

Para un desarrollo exitoso de su función el fiscal debe tener esta-blecida y definida las llamadas políticas de investigación, que en nada pueden contravenir al principio de legalidad en el ejercicio de la acción penal, conocido también como de «legalidad procesal», de «obligato-riedad», de «oficiosidad», de «necesidad», en virtud del cual el Minis-terio Fiscal tiene el deber de promover y dirigir la investigación de cualquier hecho que revista caracteres de delito de acción pública y de someter a proceso a quien ese hecho pueda imputarse, sin conside-ración de razón alguna de conveniencia o utilidad.

Es de significar en este sentido que cuando la ley acoge también el principio de oportunidad, el Fiscal estará dejando de ejercer la acción penal, pero estará actuando legalmente, es decir, cumple y se adecua al principio de legalidad, pero excepciona el criterio de la obligato-riedad, lo que significa no poner en contraposición al principio de legalidad y al de oportunidad, sino todo lo contrario, es decir, hacer-los coherentes en aras de una adecuada y armónica política criminal.

La investigación que lleva a cabo el fiscal debe estar permeada de objetividad y de respeto a las garantías del acusado, como principios básicos que orientan la actuación de este. A pesar de que se reconoce que deben actuar con objetividad, los representantes del Ministerio Público no pierden su condición de parte, especialmente cuando actúan en un sistema marcadamente acusatorio; por ello se requiere un conjunto de mecanismos de control que posibiliten un ejercicio de la función sin excesos y limitados a la ley.

El principio de objetividad impone al fiscal el deber de investigar todas las circunstancias que favorecen al acusado. Esta obligación no es solo un corolario de los principios de objetividad y de respeto a las garantías del encausado, sino una pauta de actuación que se justifica por motivos exclusivamente pragmáticos, ya que asegura un éxito ma-yor a la persecución estatal, pues cuando se ignoran las circunstancias que favorecen al imputado, se corre el riesgo de plantear acusaciones infundadas, provocando un desperdicio innecesario de recursos y una lesión a los derechos fundamentales del encausado. Antes de plantear la acusación, el fiscal debe agotar, previamente, todos los recursos a su alcance con el fin de conocer y analizar las circunstancias que excluyen o debilitan la responsabilidad penal del imputado. La investigación de

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las circunstancias favorables al enjuiciado aumenta, sin duda alguna, la credibilidad y el éxito de la acusación.

En cuanto a la autonomía de esta institución existen distintas mane-ras de concebirla, y el Derecho Comparado recoge que algunos países han colocado al Ministerio Público dependiendo del Poder Ejecutivo, otros integrando el Poder Judicial y también los que lo han constituido en forma autónoma.

En el primero de los supuestos, es decir, mantenerlo subordinado al Ejecutivo, presenta como principal desventaja su falta de indepen-dencia cuando se realizan investigaciones que comprometen a altas autoridades y en ese caso se puede limitar o coaccionar su actividad impidiendo un desarrollo coherente y objetivo. En el segundo supues-to, cuando se incluye en el Poder Judicial, es confundir su carácter ajeno a los aspectos jurisdiccionales y desvirtuar su calidad estricta de parte en el procedimiento. La última forma es la que parece la más adecuada para esta institución, pues con una verdadera autonomía el Ministerio Público puede cumplir todas sus funciones tanto relacio-nadas con el Derecho Penal como con las de salvaguardar los intere-ses públicos y sociales, y ante todo la defensa de la legalidad, aunque aquí también se presentan opiniones muy autorizadas que miran con escepticismo esta posición.71

En fin, que el papel del fiscal en la actualidad no es tarea fácil, cuan-do ello supone cumplir el mandato expreso de la ley, ejercer la acción penal y desdoblar su actuación para que sea eficaz y respete los de-rechos individuales. El Estado moderno de Derecho, con una amplia democracia en todos los ámbitos de la vida de la sociedad, exige que el fiscal, para realizar su función, debe cumplir con una serie de reglas y garantías acordadas en reconocimiento de la dignidad que posee todo ser humano y que el sistema es pródigo en reconocer.

Es esencial para cumplir este cometido el perfil del nuevo fiscal. Debe tratarse de sujetos ágiles, que toman la iniciativa, organizan la in-vestigación, toman decisiones clave en la persecución penal, se enfren-tan dialécticamente con el juez y el defensor y defienden ante todo a los

7 Julio B. J. Maier: «El Ministerio Público en el proceso de Reforma en América Latina», en Revista Latinoamericana de Política Criminal. Pena y Estado. Minis-terio Público, año 2, número 2, Editores del Puerto, Argentina, 1997, p. 174. El autor señala que, en cuanto a la ubicación institucional del Ministerio Público, es escéptico y no tiene una respuesta clara al problema, pues no le convence que este sea un órgano extrapoder, considerando que es una creación un poco ilusionada, pero sin demasiada vigencia práctica.

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ciudadanos, sujetos permanentes de la sociedad, es decir, se requiere un fiscal con «nuevos valores».

Para todo ello es esencial desarrollar las líneas directrices de la ONU de 1990 sobre el papel de los fiscales, cuando indican que estos «deben proteger el interés colectivo, actuar objetivamente, ponerle atención de modo razonable a la situación del imputado y de la víctima y tomar en cuenta todas las circunstancias importantes, sean en beneficio o en perjuicio del imputado».

En Cuba son válidas las elucubraciones teóricas anteriormente expuestas después del triunfo de la Revolución.8

1 En 1973, mediante la Ley 1250, Ley de Organización del Sistema Judicial, se establecieron los fundamentos, atribuciones y funciones de esta institución, que desempeñó un rol determinante en el llamado proceso de institucionalización del país, y en su artículo 106 definía el objetivo fundamental que tenía la Fiscalía General de la República.9

2 La Constitución de Cuba10

3 prevé la concepción de este órgano, al que denomina Fiscalía General de la República y no Ministerio Público, como es la generalidad en América Latina, y determina que es el «ór-gano del Estado al que corresponde, como objetivos fundamentales, el control y la preservación de la legalidad, sobre la base de la vigilancia del estricto cumplimiento de la Constitución, las leyes y demás disposi-ciones legales, por los organismos del Estado, entidades económicas y sociales y por los ciudadanos; y la promoción y el ejercicio de la acción penal pública en representación del Estado».11

4 8 La Real Orden de 22 de agosto de 1838 en época de la colonia establece el primer antecedente de la Fiscalía en nuestro país, pero no es hasta 1909, con la Ley Orgánica del Poder Judicial, que se establecen las bases de una Fiscalía, otorgándole funciones, nombramientos, dependencia de sus funcionarios, que pertenecían al Poder Judicial. La Constitución de 1940 hace mención al Minis-terio Fiscal y su objetivo.

9 La Ley de Organización del Sistema Judicial establecía: «Corresponde a la Fis-calía General de la República, como objetivo primordial, el control de la lega-lidad socialista sobre la base de la vigilancia del estricto cumplimiento de la Ley y demás disposiciones legales, por los organismos del Estado, entidades económicas y sociales y por los ciudadanos».

10 La Constitución cubana, vigente desde 1976, que fue reformada por la Asam-blea Nacional del Poder Popular en julio de 1992, y posteriormente en el año 2002, recoge en sus artículos 127 al 130 todo lo relacionado con la Fiscalía Gene-ral de la República.

11 En los momentos en que escribo este prólogo tiene lugar en nuestro país un amplio movimiento de discusión para la reforma de Constitución cubana. Su

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También se señala que la Fiscalía General de la República constitu-ye una unidad orgánica subordinada únicamente a la Asamblea Nacio-nal del Poder Popular y al Consejo de Estado, y esta se organiza de ma-nera vertical en toda la nación, siendo independiente de todo órgano local. Con ello se delimita con exactitud la polémica de ubicación de la Fiscalía, y aunque Cuba no tiene distinción entre los llamados Poderes, sí fue capaz de dar a la Fiscalía el lugar que le corresponde para que goce de la necesaria autonomía en su desenvolvimiento.

Con estos pronunciamientos se cumplen los principios que rigen universalmente la organización del llamado Ministerio Público, que son los de unidad y jerarquía. No cabe dudas de que la Fiscalía en Cuba es única e indivisible, pues cada uno de los órganos de la institución la representa íntegramente en la medida en que su actuación está enmar-cada en las atribuciones correspondientes al cargo.

La Ley de la Fiscalía en Cuba, que marca la mayoría de edad de esta institución, fue aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular en julio de 1997 y publicada en la Gaceta Oficial Extraordinaria el 14 de julio de ese propio año, como Ley no. 83 de la Fiscalía General de la República. En sus por cuantos se declaran los fundamentos de esta Ley y se determina lo siguiente:

Por cuanto: El desarrollo alcanzado por nuestro Estado socialista demanda la existencia de una legislación que de manera coherente perfeccione la organización y funcionamiento de la Fiscalía General de la República, capaz de responder a los objetivos fundamentales que a esta le atribuye la Constitución y otros que la ley determine, para el control y preservación de la legalidad, y enfrentar con mayor eficiencia el delito y otras conductas negativas que puedan manifestarse en la vida social.

Por cuanto: La experiencia acumulada durante años ha demostrado la necesidad de establecer una correspondencia más adecuada entre las normas que rigen la actividad de la Fiscalía y las funciones que esta debe asumir de acuerdo con lo dispuesto en la Constitución, así como proporciona elementos valiosos para sustituir dichas normas por una Ley de la Fiscalía General de la República.

Digamos que estos son los fundamentos teóricos que nos colocan frente a una institución imprescindible en nuestro país. En una obra

proyecto, sometido a debate popular desde el 13 de agosto de 2018, es una muestra más de la democracia que nos caracteriza. En él, la Fiscalía tiene ga-rantizado su diseño constitucional y su rol en la persecución penal y en la de-fensa del ordenamiento jurídico cubano.

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como La Fiscalía, protagonistas e historia, era importante colocar en contexto a los lectores, dedicando unas páginas a hablar sobre la con-formación de este órgano del Estado.

La Fiscalía, protagonistas e historia abarca las vivencias de un con-junto de personas que han formado parte de la Fiscalía, digo personas y no fiscales, porque uno de los méritos indiscutibles que tiene el libro es que se ofrecen relatos de quienes han sido fiscales y quienes son o han sido trabajadores, pero que su labor fue, es y será tan importante como la de los propios fiscales; sin ellos la Fiscalía tampoco se hubiera podido desarrollar y llegar a los niveles que tiene hoy.

Narran su paso y experiencia por la institución dos fiscales genera-les: Idalberto Ladrón de Guevara y Ramón de la Cruz Ochoa. Cada uno de ellos aportó algo según su momento, pero ambos se llevaron para siempre el orgullo de poder dirigir a hombres y mujeres que marcaron como prioridad en su vida la defensa legal de Cuba y su Revolución.

Interesantes las palabras de todos los jubilados. Muchos de ellos llegaron a la Fiscalía sin haber concluido sus estudios de Derecho, en un momento en que el país reclamaba la presencia de personas comprometidas en los organismos claves para la defensa de la insti-tucionalidad. Demuestran cómo crecieron, cómo amaron el trabajo en el sentido más amplio de la palabra y el sacrificio que exige perte-necer a la Fiscalía. Hermosas las expresiones ofreciendo consejos a los más jóvenes, donde la palabra ética está presente de manera rei-terada. La Fiscalía es una institución a la que se entra con vocación de servicio. Solo quienes tienen ese coraje pueden «jubilarse» aquí.

Los fiscales de mi generación hablan de las peripecias que tuvimos que enfrentar para llevar adelante nuestra labor durante el periodo espe-cial, que nos marcó: los apagones, la falta de transporte y las carencias materiales eran una constante, pero curiosamente fue una etapa de mu-cha permanencia. La Fiscalía se aprende a querer, y quienes la quieren no la abandonan nunca, es otra de las máximas expresadas.

Los fiscales más jóvenes ven la institución desde la perspectiva del compromiso y la posibilidad de superación. Es una época distinta, no solo hay atención espiritual, sino también material. Todas las instala-ciones del país se han visto renovadas y fortalecidas en su diseño. La era de la digitalización y la comunicación llegó a todos de manera muy avanzada y es baluarte en el desempeño de la función.

Los trabajadores de otras esferas sienten un espacio de realización personal y espiritual. En lo personal sentí una enorme satisfacción al leer los testimonios de dos grandes amigos de Santiago de Cuba:

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Maritza, fundadora de la Fiscalía desde «casi niña», ya jubilada, pero activa, y Osorio, desde su oficina de Economía, lleva años conociendo ese mundo. Ellos saben más de la Fiscalía que algunos fiscales. Hablan con orgullo, con vehemencia y con agradecimiento. A ellos, a otros, también la Fiscalía les agradece por seguir dando lo mejor de sí. Una Fiscalía renovada ya no tiene solo fiscales, administrativos y personal de apoyo: tiene profesionales de otras ramas, informáticos, comunicadores, psicólogos, economistas, cientistas de la información, en fin, una amplia gama de profesiones que vino a fortalecernos como institución y encuentra un lugar de realización profesional.

Aquí pudiera terminar, pero no lo haré sin ofrecer unas líneas de mi testimonio.

No es la primera vez que digo que a la Fiscalía debo lo que soy. Me gustó entrar a la institución en una época en la que varias generaciones compartíamos el trabajo del fiscal. Eso te permitía tomar un modelo; yo creo que construí el mío con lo mejor de varios de los maestros. Posiblemente su fuerte no era la doctrina, pero sí la práctica y el oficio de ser fiscal. Te embriagaban, te contagiaban con su entusiasmo y su entrega sin límites. Eran ejemplos, tenían mucha ética, no hablaban de ius puniendi, de pelicurun in mora o fumus boni iuris, pero sabían que la medida de la pena debía ser proporcional al daño, y que la medida cautelar de prisión era excepcional. Una época también linda en la capacitación, que nos hizo crecer. El periodo especial nos reforzó el sacrificio, pero por encima de todo el orgullo de ser fiscales.

Solo entonces invitar a la lectura de La Fiscalía, protagonistas e historia. Aquí encontrará el lector vivencias, relatos anecdóticos, sabiduría, ejemplos, mensajes para los que están y para los que estarán, compromisos, pero sobre todo agradecimiento a la Fiscalía, ese es el legado.

Dra. MayDa Goite Pierre(Exfiscal. Profesora titular y vicerrectora de la Universidad de La

Habana. Presidenta de la Sociedad Cubana de Ciencias Penales de la Unión Nacional de Juristas de Cuba).

La Habana, Cuba, 28 de agosto de 2018.

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Mi padre era una persona en primer lugar con una alta profesionalidad, era un hombre muy preparado, estudiaba mucho, muy culto. Todos los jóvenes y las

futuras generaciones tenemos la encomienda de defender la Revolución, pero defenderla con armas fuertes, y los

conocimientos y la profesionalidad son muy importantes.

Testimonio de Armando Torres Aguirre, hijo de Armando Torres Santrayll, fiscal y ministro de Justicia (1973-1980).

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Mi padre ingresó a la Fiscalía el primero de febrero de 1959, fue de los primeros seis fiscales que designó el Gobierno Revolucionario. Ha-bía transcurrido escasamente un mes desde el triunfo de la Revolución.

Los poderes Ejecutivo y Legislativo quedaron disueltos, pero el Po-der Judicial se mantuvo. La Revolución no hizo cambios inicialmente en el Poder Judicial, continuaron los jueces. El primero de febrero se designaron esos seis fiscales. La razón era que había que juzgar a los militares y otros personeros con participación en crímenes en la etapa de la dictadura de Batista.

Siempre fue una vocación de la Revolución Cubana que el juzga-miento fuera mediante juicio, con todas las de la ley, para evitar lo que había pasado cuando la Revolución del 33, que hubo casos en que se tomó la justicia por las manos. Fidel siempre tuvo preocupación por eso.

Se designaron los seis fiscales, entre ellos mi padre. Por lo que he leído sé que estuvieron los doctores Jorge Serguera, comandante de la Sierra Maestra; Santiago Cuba, que fue fiscal general de la República durante veinte años; Fernando Flores Ibarra, Carlos Amat Forés, que después fue ministro de Justicia, embajador.

Eran juristas que habían tenido participación en la lucha revolucio-naria anterior a la Revolución. Fueron los primeros funcionarios judi-ciales-penales que se designaron al triunfo de la Revolución.

Lo que cuento es lo que mi padre me dijo, lo que he leído. Recuerdo que él tenía una gran pasión por su trabajo, fue una etapa en la que se trabajaba mucho. Él, además de ser fiscal —cuando aquello les lla-maban fiscales del Tribunal Supremo—, era fiscal jefe de La Habana. Entonces había seis provincias, no es como hoy.

Tenía el cargo de secretario general del Consejo Superior de Defensa Social, un órgano que existía, pero con el Gobierno Revolucionario se le dio la encomienda de combatir toda la lacra que quedaba del capitalis-mo: enfrentó el juego, los vicios, la prostitución. Mi padre alternaba esas responsabilidades, era una etapa de muchas responsabilidades. Yo de niño lo veía bastante poco.

Fue fiscal durante catorce años, desde 1959 hasta 1973. En esa etapa formó parte y fue secretario de la Comisión de Estudios Jurídicos del Comité Central, que presidía el compañero Blas Roca.

Él se preparaba mucho para los juicios, incluso preparaba los informes. Hacía grandes informes, muy buenos. En aquella época había juicios de mucha trascendencia desde el punto de vista político y social, y yo lo veía estudiando, preparándose para aquellos grandes procesos.

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Fue el fiscal del tribunal revolucionario no. 2, uno de los que se crean para juzgar a todas aquellas personas que habían tenido participación en los crímenes durante la tiranía de Batista.

Hubo muchos casos de gran trascendencia, fue una época de lucha de clases muy fuerte. Yo no la recuerdo, yo era niño, pero he leído so-bre la causa trujillista. Él me contó mucho sobre esta causa, y yo diría que es una de las máximas expresiones de lucha de clases. Fue una invasión que se pretendió hacer por hijos y personas de la burguesía, apoyados por el Gobierno de Estados Unidos y por Leónidas Trujillo, dictador de República Dominica. Venían a invadir. Se evitó el derrama-miento de sangre. Fue una gran causa, con muchos acusados. Hubo muchas en aquella etapa, en la década de los sesenta.

Mi padre era una persona en primer lugar con una alta profesiona-lidad, era un hombre muy preparado, estudiaba mucho, muy culto. Todos los jóvenes y las futuras generaciones tenemos la encomienda de defender la Revolución, pero defenderla con armas fuertes, y los conocimientos y la profesionalidad son muy importantes.

Tenía también una elevada ética, y amaba muchísimo la profesión. Amó mucho el trabajo de la Fiscalía. Fue ministro de Justicia de 1973 a 1980, embajador, diputado, fue muchas cosas, pero siempre refería su experiencia de fiscal en esos catorce años. Tenía muchas anécdotas, e indiscutiblemente esto influyó en mí. Desarrollé una vocación por el Derecho y también por el trabajo de la Fiscalía. Quise ser fiscal cuando me gradué, luego fui a cumplir servicio social a una provincia donde aún quedaban jueces profesionales que no eran juristas, y había nece-sidad de sustituirlos, y la vida me llevó por los caminos de la judicatura y fui juez muchos años. Creo que eso fue parte de su influencia.

Mi padre en la Fiscalía no solo le prestó mucha atención a los temas penales y a los juicios, sino también a los temas de los menores, a los relacionados con el control de la legalidad. Tenía mucha preocupación por la institucionalidad. Ya siendo ministro, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional, tuvo la posibilidad de participar de manera muy activa en el proceso de institucionalización del país.

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Nuestra presencia en el estrado significó la presencia de la Revolución.

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Ingresé en la Fiscalía el 1ro. de septiembre de 1964, cuando aún pertenecía al Tribunal Supremo, y me mantuve laborando hasta el 2013. Mi primer contacto con el sistema judicial fue asistir a la apertu-ra del año judicial ese propio día. Era un acto tradicional y solemne que se realizaba en el salón central del Tribunal Supremo, hoy Palacio de la Revolución.

Soy fundadora de la Fiscalía. Fui la primera mujer fiscal relacio-nada con los asuntos penales en Cuba, lo que constituyó un reto, puesto que yo era una mujer joven, tenía solo 24 años, y además era negra. Todos recordarán que los que llegaban al plano de formar parte del Poder Judicial eran personas de altos niveles de conoci-mientos y un estatus social medio o alto, que no eran los míos, es bueno destacarlo.

Me hice abogada porque fui del primer grupo de becarias de la Re-volución. Entonces, por supuesto, los que nos graduamos, que fuimos cuatro, no teníamos dinero, es una relación directa de lo que dijo el Che cuando se le otorgó el título Honoris Causa en Villa Clara: que la universidad se tiene que teñir de negro, obrero y campesino. La presen-cia mía y de los otros estudiantes que se graduaron hacía cumplir esas palabras del Che.

Eso, además, tiene otra lectura, porque en 1964, después del triun-fo de la Revolución, muchos de los grandes fiscales, las grandes figu-ras de la magistratura penal y ordinaria, se fueron del país. Se encon-traban ejerciendo la abogacía en el estrado abogados de gran historia y trayectoria. Nosotros al lado de ellos éramos unos infantes, nuestra presencia en el estrado significó la presencia de la Revolución. No es que fuéramos a dar conferencias de la Revolución, pero la propia presencia y la postura que asumíamos ante los hechos y la forma en que nos proyectábamos no eran acorde a la visión que se tenía contra el enjuiciamiento. Se formaba un enfrentamiento no solo ideológico, sino de ejercicio de la profesión.

Cumplíamos las mismas funciones, pero sin el rango que debía ser. La función que desempeñábamos en los primeros años los fiscales que trabajábamos en la Audiencia era múltiple, ardua, sacrificada, se des-pachaban todos los expedientes penales de La Habana. La Fiscalía era un órgano que cooperaba, con su presencia en los estrados, a que se sancionara a aquellas personas que infringían las normas que se dicta-ban para la correcta distribución, precios y otras cuestiones.

Cuando se dictó la Ley 1098, que fue cuando algunas personas em-pezaron a realizar robos y hurtos vestidos de policía, que no era más

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que una manifestación ideológica para desprestigiar a la Revolución, y se instauraron los tribunales revolucionarios, los fiscales que estába-mos ahí, esos siete u ocho, éramos los que hacíamos los juicios en los tribunales revolucionarios.

El desempeño mío fundamentalmente fue en los procesos penales, los menores y el Control de la Legalidad en los Establecimientos Peni-tenciarios (CLEP). Esta última actividad se abrió después que se hizo la reestructuración en los años ochenta, porque inicialmente en la Fiscalía esa dirección era Control, Prevención y Atención a los Menores. Eso fue un logro de la Fiscalía, porque tiene un componente político.

Nos empezaron a fustigar por las cárceles, por los presos que eran maltratados, y no había nada más ajeno. Para contrarrestar eso el fiscal determinó que se estableciera un departamento que vigilara y contro-lara. Ya estaba la función de control de la legalidad designada al fiscal en el artículo 127 de la Constitución. Basándose en esa función que se le otorgó, el fiscal iba a las prisiones a vigilar y controlar si se cumplían los reglamentos que estaban vigentes para el tratamiento progresivo y reeducativo que se les daba a los sancionados, para que la pena no tuviera un fin nada más que reeducativo.

Tuve el gran honor de diseñar, instrumentar, normar y organizar ese departamento y, además, preparar a los primeros hombres y mujeres que trabajaron en el CLEP. Controlaba y fiscalizaba nacionalmente esa actividad. Nunca ninguna mujer había entrado a una prisión, y tam-bién fui la primera mujer que entró a controlar el CLEP. Se convirtió en una tarea importante, al igual que la de los menores.

Ya se había puesto en vigor el Decreto Ley 64. Inspeccionábamos los centros de menores para garantizar que las normativas que se habían hecho se cumplieran. Esta actividad solo la hacían las Fiscalías pro-vinciales, supervisadas por la Fiscalía General, no se había liberado a los municipios todavía. Comenzó en la Fiscalía General en los años setenta. En el ámbito nacional tuvo una gran transcendencia, porque nuestros informes iban directamente al ministro del Interior, y este to-maba medidas de inmediato.

El jefe de la Fiscalía era Santiago Cuba Fernández, que a su vez era fiscal general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Tuvimos la suerte de tener al doctor Carlos Amat Forés, en quien Cuba Fernández delegó para que se ocupara de todo lo concerniente al proceso ordi-nario y la jurisdicción ordinaria. Amat era un hombre de principios, rigidez, intolerante con lo mal hecho. La Fiscalía ha tenido y tiene una disciplina muy estricta.

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Como éramos jóvenes y no sabíamos, muchos dábamos clases de Derecho Procesal e Ideología Política, fundamentalmente los discursos de Fidel. El apoyo que se nos brindó a los jóvenes fue transcendental. En esa época era muy complejo el despacho de los expedientes, porque había jueces de instrucción, que confeccionaban el expediente de fase preparatoria, como se llama hoy, y eran personas muy conocedoras. Lo que más trabajo me costó fue preparar los expedientes de tránsito y hacer la revocatoria. Los expedientes de tránsito son muy trabajosos y complejos; si se elevaban y tenían problemas, los jueces lo devolvían.

La experiencia que a mí me brindó la función que desempeñé fue la de convertirme en un ser mejor. Yo venía de una crianza muy rígida. Cuando entré en la universidad tenía 19 años y no sabía nada de la vida. Al fiscal le toca empaparse de las cosas más feas, tenebrosas, del comportamiento humano, y en la Fiscalía aprendí esas cosas, aprendí que no todo lo que se ve es lo que es, aprendí mucho de lo jurídico, de lo social, me enseñó a conocer el mundo en que debía desenvolverme.

Es importante, de transcendencia, que nos remitamos a caracteri-zar los primeros años de todos los compañeros que estábamos ahí. Nos damos cuenta que el paso del tiempo no dista mucho. Aprendimos que el objetivo esencial del juicio oral es el hecho imputado, de ahí el papel fundamental de redactar bien unas conclusiones.

Quiero dejar constancia de algunos aspectos: mi satisfacción, or-gullo de haber sido fiscal y haber gozado de la confianza de los di-rigentes, de mi agradecimiento por permitirme obtener espiritual y materialmente casi todo lo que poseo, de mi gratitud por brindarme la oportunidad de tener cerca a Fidel en más de una oportunidad, de haber conocido y trabajado junto a Blas Roca Calderío, Vilma Espín y otros dirigentes, y tener el honor de haber participado en la confor-mación de normas jurídicas aún vigentes, como el Decreto Ley 64 y la de Justicia Laboral, de haber diseñado, instrumentado, preparado y puesto en marcha la dirección del CLEP.

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Ante todo estar comprometido con la Fiscalía, estar comprometido con la Revolución. Cuando uno tiene esa convicción revolucionaria, la interpretación de

la ley es más justa.

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Estoy jubilado desde el 2015, trabajé cuarenta y un años como fiscal. Antes de que se constituyera la Fiscalía como órgano independiente del Estado, desde 1970 trabajaba en la Fiscalía del Tribunal Supremo, ante-cesora de la Fiscalía General de la República, como estudiante insertado.

Allí preparamos todas las metodologías y los manuales de lo que sería la Fiscalía General de la República. Estos manuales eran los que iban a nutrir la actividad de las Fiscalías regionales.

Siendo estudiante del curso regular de Derecho, me convocan a una entrevista en la dirección del Partido de la región Mayabeque, para pro-ponerme que fungiera como fiscal jefe de esa región. Ingresé así a la Fiscalía el 23 de diciembre de 1973, el mismo día de su nacimiento. Ade-más, me nombraron provisionalmente fiscal jefe de la región San José de las Lajas y fiscal jefe de la región Camilo Cienfuegos, que radicaba en Jaruco. Quiere decir que en aquellos tiempos era el fiscal jefe y único fiscal de lo que actualmente es la provincia Mayabeque.

Al inicio fue algo difícil adaptarse a la vida laboral. Yo era un es-tudiante del curso regular diurno de la facultad de Derecho, hacía mi función como fiscal, pero me mantenía como estudiante. Ahí nosotros establecimos un sistema de trabajo en correspondencia con la nueva ley, donde ya el fiscal controlaba la fase preparatoria, y entonces el fis-cal regional, junto al instructor de la policía, éramos los que desarrollá-bamos la actividad de la fase preparatoria, incluso el levantamiento de cadáveres, la inspección ocular en un hecho violento, la participación en necropsia y todo lo relacionado con las medidas cautelares, que las imponía el tribunal. Hacíamos juicios penales, establecíamos recursos de casación ante el tribunal provincial.

De esa época, las experiencias son muchas y muy bonitas, todo lla-maba la atención. Era una etapa experimental donde yo apenas sabía sentarme en el buró, no tenía experiencia de sentarme en un buró a fir-mar papeles, y el secretario que vino a trabajar, que ya era un hombre experimentado, me convocaba a que yo era un profesional, un fiscal, y me sentaba a firmar un documento, en la atención a la población.

Pero la experiencia más llamativa allí estaba en aprender, a par-tir de aquel manual que referí inicialmente, que habíamos preparado cuando todavía no había nacido la Fiscalía, y que era lo que llamamos «el ladrillo». Allí estaba todo lo que era el contenido de trabajo de una Fiscalía Regional. Era yo solo en aquella región, no tenía un fiscal de re-ferencia, y entonces aprendí con los abogados que venían del ejercicio privado de la profesión, eran personas muy experimentadas, decentes, capacitadas y a partir de lo que ellos hacían y de los errores que ellos

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mismos cometían iba tomando la experiencia, y al día siguiente ya no podían atacarme por ahí, aunque me atacaban por otras cosas nuevas, pero ahí fui aprendiendo, además estudiando la ley, y estudiando los documentos que nos habían facilitado.

Inicialmente me nombraron fiscal jefe de la región Mayabeque. Unos meses después, cuando me gradué en Derecho, hacían falta fis-cales en Pinar del Río, porque ahí solo había un fiscal graduado en el año 1974, que era el fiscal jefe provincial, y fui a Pinar del Río, y ya era el segundo fiscal graduado en ese territorio. Allí establecimos una es-cuelita para formar fiscales, captar compañeros que después llegaron a altos cargos en la Fiscalía de Pinar del Río, pero que empezaban en primer año del curso dirigido.

En 1970, cuando nació la Fiscalía Regional, pasé a fiscal jefe del Departamento de Causas Penales y Asuntos Civiles Administrativos y Laborales de la Fiscalía de la provincia La Habana, hoy Mayabeque-Artemisa. De ahí, en 1985, pasé a la Fiscalía Provincial de Ciudad de La Habana, y en 1986 a la Fiscalía General, al frente del Departamento de Asuntos Civiles, Administrativos y Laborales. Allí pudimos desarrollar un trabajo para profundizar en los contenidos del Derecho de Familia, del Derecho Civil, porque hasta ese momento, y desde 1973, la participación era algo mecánica, contestando modelos y eso. Entonces establecimos nuevos mecanismos por orientación del fiscal general y desarrollamos cursos de capacitación por cada provincia. Captamos fiscales que se encargaran específicamente de estas materias.

Seguí en la Fiscalía General, después hubo un cambio de estructura y pasé a fiscal especialista en la Dirección de Atención a los Derechos Ciudadanos, que luego fue de Protección de los Derechos Ciudadanos.

En 1999 trabajamos con los equipos que elaboraron las dos de-mandas del pueblo de Cuba, demanda de daños humanos y demanda de daños económicos, en los años 1999-2000, cuando ya trabajaba en la dirección de Ayudantía del Fiscal General.

Esta dirección después se fundió, se llamó Secretariado, y luego na-ció la Dirección General de Control, donde me mantuve atendiendo los asuntos del fiscal general de la República, asuntos de familia, penales y otras tareas que nos asignaban, como coordinaciones con el Minrex en cuanto a ilegalidades del cuerpo diplomático.

Después trabajé en la Dirección de Procesos Penales, con el compa-ñero Jesús García Simón. Estuvimos al frente de la Dirección General de Control. En 2010 volví a la Dirección de Procesos Penales, donde tuve una participación activa en el enfrentamiento a la corrupción y juicios

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connotados. En enero de 2015 pasé a la Dirección de Relaciones Inter-nacionales, y allí trabajé los últimos tiempos.

Las situaciones de mayor emotividad fueron las oportunidades en que trabajamos directamente con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. La Constitución establece que la Fiscalía recibe indicaciones del Consejo de Estado, pero fue muy emotivo recibirlas personalmente del presidente del Consejo de Estado, el líder de la Revolución Cubana, y así trabajamos con él en los asuntos relacionados con las demandas del pueblo de Cuba, escuchando sus orientaciones.

Trabajamos también la situación de Elián. No olvido aquella no-che en que el doctor Juan Escalona Reguera, entonces fiscal general de la República, nos llamó para que fuéramos al Consejo de Estado. Alrededor de la una de la madrugada llegó el Comandante en Jefe con un grupo de jóvenes del Buró Nacional de la UJC y le comentó al fiscal general que había conocido a un hombre nombrado Juan Miguel cuyo niño había sido sustraído de Cuba, y le narró lo que ya todo el mundo sabe que es la historia de Elián. Esa noche me había convocado como especialista en Derecho de Familia para coadyuvar a todo lo que se iba a hacer en relación con la batalla que después se dio. Logramos que Elián regresara, fue muy emotivo eso.

También en otra oportunidad, para otro asunto significativo: el caso de un auto de imposición de medida cautelar, creo que fue la única vez que ocupó toda la página final del periódico Granma. Por la importancia del caso, conocimos al Comandante en Jefe, pu-dimos recibir directamente sus orientaciones, sus indicaciones y fue en mi opinión muy importante, muy significativo; hay muchos momentos importantes, pero eso resume todo lo que puede ser la vida de un fiscal.

La Fiscalía General de la República es parte de mi vida, porque he vivido más de la mitad de mi vida en ella, aprendí y sigo aprendiendo, porque me mantengo activo.

La Fiscalía me ayudó también a desarrollar una de mis cualidades, una de mis vocaciones, que es el magisterio. Hace más de treinta años imparto clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, facilitado por la propia Fiscalía, que me dio la posibilidad de desarrollar esa actividad. Creo que debemos desarrollar la actividad docente, para captar jóvenes que se interesen por el trabajo de la Fiscalía.

Ante todo estar comprometido con la Fiscalía, estar comprometido con la Revolución. Cuando uno tiene esa convicción revolucionaria, la interpretación de la ley es más justa, porque cuando tú tienes la convic-

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ción de que trabajas para la mayoría, que trabajas para los desposeídos, cuando tú tomas en cuenta lo que dicen los Lineamientos del Partido, lo que establece la Constitución, lo que establece nuestra legislación, el Derecho revolucionario cubano, cuando tú bebes de la fuente del Dere-cho mambí, de las experiencias de otros países socialistas, pero ajusta-do a Cuba, puedes desarrollar adecuadamente la actividad.

Recomiendo a las nuevas generaciones que estudien mucho, que adapten todos esos conocimientos a la realidad que estamos viviendo, y que escuchen bien las indicaciones para interpretarla de forma tal que pueda coadyuvar al desarrollo de la Revolución Cubana.

A veces hay confusión en relación a cuál fue el primer curso que se impartió en la Fiscalía. Fue en la primera quincena de diciembre de 1973, en la playa El Mégano. Allí fuimos convocados los compañe-ros que íbamos a realizar las funciones de fiscales jefes de las regio-nes. Nacía una nueva Fiscalía, que era la Fiscalía Regional, después pasó a ser la Fiscalía municipal. Fue un curso muy productivo, donde aprendimos cómo controlar la instrucción. Era novedoso para un fis-cal: cómo despachar expedientes, cómo hacer juicios, cómo tramitar asuntos civiles… Además, es significativo que en aquel curso había una mayoría de compañeros del Ministerio de Interior, porque la fuente fun-damental de la Fiscalía en los primeros tiempos fue ese ministerio.

Yo era una excepción, existían pocos compañeros convocados por el Partido. Había otros que venían de los tribunales, de la lucha contra la vagancia, que eran tribunales del Ministerio del Interior. Los había provenientes de los tribunales revolucionarios, que también eran del Ministerio del Interior. Compañeros como Alambarri venían del Minis-terio de Justicia, de los tribunales populares de ese ministerio.

Fue muy interesante aquel primer curso, conocer a compañeros que todavía venían al curso con su uniforme verde olivo. Yo era novato en ese sentido, porque era el único que era estudiante del curso regular y no tenía ninguna experiencia laboral, pero hicimos un buen grupo, había disciplina militar.

El jefe militar del curso era el compañero Digno Bringas, de Santia-go de Cuba, ya jubilado. El segundo jefe era Fernando Herrán Ramos, ya fallecido, con quien trabajé hasta mis últimos tiempos antes de ju-bilarme y de jubilarse él. Para mí, el fiscal que más ha trabajado por la Fiscalía. Yo le decía El Creador, porque él dirigía la Comisión de Capta-ción de procesamiento de los fiscales.

En aquellos tiempos el trabajo era muy intenso. En mi caso particu-lar, durante los primeros meses atendía tres regiones, sin transporte,

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y además estudiaba en el curso regular. Pero a uno lo llenaba de sa-tisfacción saber que estaba haciendo algo útil, porque era una nueva organización del sistema judicial en nuestro país.

Recuerdo que cuando nos llamaron para entregarnos los materia-les en la Fiscalía, nos dieron una cajita de cartón, un grupo de hojas blancas, un Código de Defensa Social —que era el vigente en aquella época—, el cuño y el gomígrafo: esos eran todos los materiales que no-sotros recibimos para abrir una Fiscalía Regional. Pero no nos dijeron en cuál local íbamos a trabajar. Cada uno de nosotros gestionó con el territorio, con el Partido y con los compañeros que estaban en la comi-sión organizadora de los nuevos tribunales. En nuestro caso ocupamos la oficina que tuvo el antiguo juez de instrucción, y a partir del 7 de enero de 1974 fue la Fiscalía Regional de Mayabeque, pero ya con prin-cipios revolucionarios, con un nuevo enfoque de lo que era la ley, y no el lastre del viejo sistema judicial.

Comparando el nacimiento de las fiscalías regionales en 1973 y el nacimiento de las fiscalías municipales en 1978, podemos decir que ha-bía condiciones similares. Ya la Fiscalía Regional en esos cuatro años se había habilitado y tenía determinado desarrollo. Sin embargo, cuan-do empezaron a funcionar las fiscalías municipales, los que éramos fiscales regionales asumimos los municipios de la región donde traba-jábamos, porque la división política administrativa regió para todos los organismos el 1ro. de enero de 1977, pero para el sistema judicial fue el 24 de febrero de 1978. En esa fecha había fiscales que no tenían locales para las fiscalías municipales, incluso algunos atendían a la población en el parque del pueblo. No había muchos recursos materiales, pero sí muchos deseos de trabajar, muchos deseos de aprender. La mayoría de los fiscales municipales en 1978 no eran graduados en Derecho, porque tuvieron una licencia especial que concedió la ley para que pudieran ejercer como fiscales, incluso jueces que no eran graduados en Derecho eran jueces municipales también.

Se fue haciendo camino al andar, y tal y como en una época forma-mos muchos médicos porque no teníamos, y hemos tenido que ir for-mando maestros, también hemos tenido que ir formando fiscales en la actividad, en la misma dinámica de trabajo, pero con mucho entusias-mo. Las jóvenes generaciones deben tomar esas vivencias que estamos brindando, vivencias que pasan a ser la historia de la Fiscalía.

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La historia de la Fiscalía es una historia de orgullo, para todo el que trabajó y el que actualmente está trabajando. Si vuelvo a nacer y vuelvo a estudiar

Derecho, vuelvo a trabajar en la Fiscalía, y vuelvo a trabajar en lo Penal.

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Trabajé en la Fiscalía treinta y seis años. Empecé por los tribunales revolucionarios. Es importante destacar que hay muchos compañeros que empezaron en la Fiscalía sin ser abogados. Yo, por ejemplo, em-pecé de mecanógrafa en los tribunales, en Matanzas. Después, pasé a Santiago de Cuba cuando me casé, y me trasladé en 1970 para Holguín, a consecuencia del trabajo de mi esposo, que era ingeniero geólogo y se trasladaba permanentemente de lugar. Y yo atrás de él, eso es normal.

Fue en Holguín, a finales de 1972, o quizás a mediados de 1973, an-tes de que saliera la Ley 1250, la que estableció la nueva organización del sistema judicial, cuando nos reunió el delegado del Minint, que en aquel momento era el teniente coronel Irving Ruiz, y nos pidió, a todos los compañeros que trabajábamos en el tribunal y en las fiscalías mili-tares, que diéramos un paso al frente para constituir las fiscalías. Todos estuvimos de acuerdo. Entre nosotros estaba el compañero Reinaldo Moya Planchadel, ya fallecido, quien quedó al frente de la Fiscalía en diciembre de 1973.

Fue una tarea para la cual ninguno estaba preparado. Yo, por ejem-plo, era mecanógrafa y conocía mucho del funcionamiento del tribunal revolucionario, pero no era abogada, no me había licenciado. Había muy pocos jurídicos. En Santiago de Cuba, el compañero Teruel sí era abogado y había sido del Ejército Rebelde. Pero eran muy pocos. Eran los que más o menos asesoraban al resto. Eso es significativo, que se sepa por los jóvenes de hoy que se empezó con un grupo de gente que no tenía conocimiento jurídico. Mucho esfuerzo, mucho estudio indivi-dual, eso sí.

En 1972 comenzaron los cursos dirigidos, que en aquel entonces eran en La Habana. Comenzamos a estudiar. Sin apenas tener el pri-mer año vencido, en el caso mío y de los demás, se creó primero la figura del fiscal ayudante. No teníamos título ni podíamos firmar do-cumentos ni nada. Seguíamos estudiando y trabajando. A partir de que nos nombraron fiscales estudiantes, teníamos la misma respon-sabilidad que un licenciado en Derecho. Por lo tanto, teníamos que esforzarnos mucho. Yo siempre trabajé los casos penales, que son bastantes, no podía cometer ningún tipo de arbitrariedad, injusticia o algo que no estuviera correcto.

En junio de 1977 me gradué en una filial de la Universidad de Oriente, en Holguín. Siempre trabajé en la provincia, pero atendía-mos las regiones y muchas veces teníamos que trasladarnos a otras a hacer juicios de base, que eran como se llamaban, donde se hacían juicios ejemplarizantes.

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Recuerdo un juicio muy grande, asesorado por la Fiscalía General. Fue el caso de una góndola de mineral de Niquero que se zafó de donde estaban enganchados los vagones, salió loma abajo y, en el momento que cruzaba un ómnibus por la línea del tren, lo partió. Ese juicio fue en el mismo año del crimen de Barbados.

También en este periodo fue el accidente de los arquitectos en la Universidad de Santa Clara. Ese juicio siempre lo recordaré, me impac-tó mucho, salió por la prensa, salió por la Revista Jurídica.

En 1977 nos mudamos para Santa Clara. Allí prácticamente hice toda mi vida, veintisiete años estuve en esa ciudad como fiscal provincial. Ocupé diferentes cargos. No llegábamos a diez trabajadores en la Fis-calía Provincial entre el jefe y los demás subordinados. Teníamos que asumir cargos de dirección, pero a la vez continuar trabajando en la ac-tividad que se nos había encomendado. En mi caso era lo penal.

Primero fui jefa de Cuadros, que cuando aquello era Cuadros y Per-sonal, todo lo que tenía que ver con el pago. Yo no sabía de eso, pero aprendí, siempre hay que aprender, porque si te dan una tarea tienes que aprender. Estuve dos o tres años en eso. Después, al sustituir a una compañera, me pusieron de jefa de Procesos Penales. Ahí estuve varios años y sí me sentía como pez en el agua, porque era lo que me gustaba.

La Fiscalía fue nutriéndose de algunos fiscales estudiantes, pero siempre los de más experiencia fuimos los que empezamos la actividad, para después transmitirla. Cuando me enfrenté a la primera audiencia verbal, me decía: «Qué hago yo aquí?». Por la Ley de Procedimiento Penal me di cuenta de qué cosa había que hacer. Si era prisión provi-sional o si se debía cambiar por fianza, eso era la Ley, ahí era donde se determinaba cómo iba a quedar el pleito. Intervenían el abogado, los jueces y el fiscal.

Cuando llego a Villa Clara estaba un compañero que no puedo dejar de mencionar de ninguna manera, el doctor Claudio Manuel López Car-det. Era abogado, y también combatiente del Ejército Rebelde. Trabajó en los primeros juicios de los contrarrevolucionarios. Era la persona más ecuánime, más justa, pero muy exigente. Ese fue el jefe que tuve en Villa Clara, hablo de él y me emociono.

Éramos muy pocos compañeros, pero empezamos a nutrirnos de gente joven. Y siempre, en mi caso, lo que me gustaba era hacer sala, aunque mucha gente le huía, a pesar de que, honestamente, siempre temblaba cuando me sentaba en el estrado, pero ya después se me quitaba el temor. Siempre me gustó hacer juicios. Traté de ser lo más justa posible: cuando tenía que mantener la acusación, la mantenía,

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aunque fuera con el mínimo de pruebas, pero cuando tenía que retirarla, la retiraba, esa siempre fue mi actitud y eso fue lo que les transmití a mis subordinados.

Posteriormente me nombran vicefiscal jefa provincial. Hacía alguno que otro juicio cuando eran juicios un poco complicados, y los casos de la Seguridad.

Hice un juicio que fue de veintidós acusados, por el delito de sabo-taje en las presas de Sancti Spíritus. Ese juicio duró de lunes a sábado. Y entonces, una semana antes, el 13 de marzo de 1985, me caigo de la escalera de la Audiencia. Me hice un esguince complicado, yeso y todo. Hablé con el ortopédico y le dije: «Mire, yo necesito que me ponga un tacón». Él: «¡No, pero tú no puedes caminar con ese pie!». Y yo: «Tengo que caminar, ¡yo tengo que caminar!». Porque eso yo no se lo podía dar a nadie, yo no podía decirle al que más experiencia tenía en la Fisca-lía que hiciera ese juicio, porque quien había estudiado todo y había trabajado con la Seguridad era yo. Y así, con ese esguince, tuve que caminar por la cortina de una presa. No sabía qué era la cortina de una presa. Pero así hice el juicio, con un cajón que, la última vez que fui a esa sala, hará cuatro años, todavía estaba debajo de la mesa.

Y de ahí, los mismos compañeros de la Seguridad me llevaron para el ortopédico. Cuando me quitaron el yeso, ya tú sabes cómo tenía ese pie. Un mes me pasé con el pie enyesado, con bastones. Pero lo hice.

No es que quiera resaltar mi actitud, sino la que hay que tener en la vida ante una situación que tú no puedes delegar. Me siento satisfecha y me siento orgullosa de haberlo hecho.

Tuve otro caso que tampoco se me olvida, porque yo tengo muchos. Ese juicio duró tres días, a pesar de que eran sesenta y dos acusados. Y bastante engorroso, porque había todo tipo de participación, todo lo que existe en el Código de delito común existía: malversación, encu-brimiento, complicidad, falsificación de documentos, estafa… Cuando ese juicio se termina sancionaron a la gente acorde más o menos a las sanciones que nosotros habíamos solicitado.

Ya al cabo del tiempo pidieron revisión. Cuando Alambarri llegaba todo el mundo decía: «¡Uh!, aquí pasa algo!» [ríe]. Le decíamos el ave negra del infortunio. Él me dice: «Cari, a mí me parece que ahí hubo un error, porque mira, donde dice cómplice es encubridor, nosotros cree-mos que es encubridor». Le respondo: «Bueno, de todas maneras, hay que esperar que el Supremo dictamine; si yo me equivoqué…». Es como el médico, puede hacer un diagnóstico equivocado, ¿no?, a lo mejor te dice que tú tienes un problema circulatorio y a lo mejor lo que tienes es

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otra cosa, puede suceder. El fiscal no es una máquina, es una persona que puede equivocarse, y no digo que algún día no me equivoqué.

Al cabo del tiempo yo estaba sentada en el buró y recibí la copia de la revisión, la dejaron exactamente igual que era. Eso a mí me dio cierta satisfacción, pero no pude dejar de llamar a Alambarri por teléfono.

No creas que, al trabajar, ya yo había terminado mi carrera, había que seguir estudiando, eran los cambios de las leyes, tú tenías que es-tar preparado en todo. Es decir, que era una cosa demasiado activa, el cerebro ahí, creo que por eso mi mente está clara todavía, porque tengo 73 años ya.

La otra parte de mi vida es que estando de vicefiscal, cuando en el Consejo de Dirección hacían la evaluación de los cuadros —porque a nosotros periódicamente nos evalúan—, la mía salió sin problemas. Siempre te hacen algún señalamiento: «continuar haciendo…», esas cosas que te ponen, pero de importancia nada.

Cuando terminó la evaluación pedí la palabra, y le dije a Pedro: «Mire, Pedro, sin que sea visto prejuzgar el fallo le voy a decir ahora, como dice la ley: yo necesito que me liberen del cargo, que pongan una gente más joven que te pueda seguir, porque no es que me sienta incapaz, sino es que siento que no te puedo seguir porque tú tienes mucha velocidad y ya la mía es más leve. No quiero irme, quiero ir para lo que a mí me gusta, hacer juicio otra vez, yo quiero ser fiscal».

Me vio Juan Escalona Reguera, habló conmigo, preguntó si había tenido algún disgusto. No, de verdad que fue una cosa espontánea, por-que yo lo valoré. La gente tiene que saber hasta dónde puede llegar. Y a mí no me era nada volver otra vez a lo que era, que es lo que me gusta-ba: ser fiscal de juicio, hacer juicios.

Me pusieron en el Departamento de Atención a Derechos Ciudada-nos, atendiendo revisiones. Allí trabajé unos cuantos casos. No se me olvida un abuso lascivo a una menor de cinco años, declararon incapaz al señor que abusó de ella, de 55 años. Y la madre le escribió a la Fisca-lía General. Cuando leí aquello, vi a la madre, vi a la niña de cinco años. La madre me dijo: «Mire, ese señor fue mecánico de televisor hasta el día que lo absolvieron, después quitó el letrero y ya».

Ese es otro mensaje que yo quisiera dar: tienes que ponerles mucha atención a las personas que entrevistas, porque a veces lo que menos tú imaginas que es importante, es importante. Esa señora dice: «Él era mecánico de televisión, arreglaba radios, televisión, grabadoras, ¿cómo lo van a declarar incapaz?». Eso no estaba puesto en ninguna parte, eso me lo dice ella, y le respondí: «No se preocupe, que voy a investigar el

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caso». Fui a la cuadra del hombre y, efectivamente, arreglaba televiso-res. Con el dictamen, me fui para el Siquiátrico, hablé con el jefe y le dije: «Con este dictamen, declararon a esta persona incapaz de abusos lascivos y lo absolvieron, lo declararon exento de responsabilidad por incapacidad». Y me dice el médico: «Sí, ese señor tiene atrofia en la membrana cortical del cerebro, toda persona que rebasa los 50 años ya la empieza a tener. Eso no es causa para declararlo incapaz». Crearon una comisión y declararon al hombre capaz. Se le volvió a hacer el jui-cio y lo sancionaron a tres años de privación de libertad.

En Penal, primero surgió la figura del instructor, del fiscal que atendía la instrucción policial. Es decir, ya tú no solo eras fiscal, también tenías que asesorar a los instructores policiales, eso es una cosa importante. Las audiencias verbales eran algo novedoso. Después, se evaluaba a los fiscales haciendo el juicio. Se le señalaban las cosas que hacían mal.

El fiscal general dicta resoluciones o instrucciones, pero en aque-lla etapa nosotros teníamos el Derecho Instruccional, además de la Ley de Procedimiento.

Hay que estar permanentemente estudiando. La figura del fiscal era muy importante en lo Penal, porque además de eso tenía que atender la instrucción, preocuparse por la capacitación, nosotros incluso parti-cipábamos en la capacitación de los instructores.

Se ocupaban de la atención a los menores, a los hogares de niños sin amparo familiar —como se les dice ahora, antes era sin amparo fi-lial—, las verificaciones fiscales, es decir, cantidad de actividades.

Y también en las prisiones, cuando hubo el cambio. ¿Habrá cosa más importante que la modificación del Código Penal? No sé la cantidad de viajes que hice aquí a La Habana, a seminarios y conferencias. Ir a las prisiones y revisar todos los expedientes. Todo ese trabajo lo hizo el fis-cal, junto con los compañeros de las prisiones, pero el fiscal era el que tenía que trabajar la parte técnica.

La palabra de orden en la Fiscalía siempre fue austeridad. Austeri-dad en todo, porque había que trabajar. En primer lugar, no existían las condiciones. Se creó la Fiscalía, pero las condiciones para la Fiscalía no se crearon. Sin un ventilador, con máquinas de escribir antiquísimas. Ahora hay computadoras y todas esas cosas, pero en aquella etapa eran las Underwood y otras que eran de unas letras grandes, que a mí me encantaban, porque las veía de lo más bien, pero aquello parecía que tú estabas machacando ahí. Máquinas viejas, todo eso lo trajimos de los tribunales revolucionarios, porque tampoco había material así para crear la Fiscalía.

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En mi caso, por ejemplo, que estaba en Holguín, cuando se creó la Fiscalía el local no era malo. Era una casa antigua de lo más buena, pero el papel faltaba. Nos ayudó mucho el Minint. Porque a veces no teníamos cintas, había que estarles poniendo tinta.

Teníamos muchas limitaciones en esos primeros años. Después me-joró un poco, el doctor Ladrón de Guevara, que fue el fiscal general que sustituyó a Santiago Cuba, empezó a suministrarnos, apareció el ventiladorcito, alguna máquina nueva, pero había mucha escasez, so-bre todo de equipos para moverse, porque la Fiscalía se empezó a ha-cer más móvil. Empezaron a surgir departamentos, cada uno tenía su actividad, y tenía que viajar a los municipios. Y entonces el transporte estaba totalmente nulo. A veces había dos carros, uno de piquera y el otro del jefe, que era el que se movía más, pero que también lo entrega-ba para cualquier actividad.

Entonces nos ayudaba el Partido, cuando había que hacer algo im-portante nos ayudaba el Poder Popular. Vivíamos así, como la ventosa [ríe]. En todos los sentidos siempre se trabajó con mucha austeridad. La mentalidad del ahorro estuvo siempre presente en cada actividad que hacíamos. El papel carbón, ya cuando no se veía era que se desechaba. Había escasez de todo.

En el periodo especial nos tocó lo mismo que le tocó a todo el mundo. Si a nosotros nos daban cincuenta litros de gasolina para el mes, lo redujeron a veinte. Muchas veces, los compañeros tuvie-ron que trasladarse en ómnibus a municipios cercanos a trabajar, porque no había en qué moverse. Los carros se rompían, no había piezas ni gomas.

Esas son las cosas materiales, pero lo que nunca se paró fue la acti-vidad. Porque si había una cosa importante, no se dejaba de hacer: se dejaban de hacer otras cosas y se priorizaba esa. Pero las otras cosas que se dejaban de hacer después se hacían, con las dificultades que había. Fue así.

Yo te digo que la historia de la Fiscalía es una historia de orgullo para todo el que trabajó y para el que actualmente está trabajando. No sé cómo se desarrolla la actividad ahora, pero en esos años fue con mu-cho esfuerzo.

Me jubilé en 1998, estaba al frente de la actividad de revisión. En un Consejo de Dirección en el cual yo no participé, porque ya no pertenecía a él, Pedro propuso que me hicieran la misma despedida que le hicieron a Víctor Mesa… ¡dime tú, me comparó con un pelote-ro! [ríe]. Había que hacerme una despedida en todos los municipios.

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Y todo el mundo estuvo de acuerdo: que me hicieran una despedida en todos los municipios.

Así se hizo. Fuimos a todos los municipios. Me hicieron regalos, poesías. Ahí tengo todo. Yo lo escribí todo y tengo las fotos con el Con-sejo de Dirección ampliado, en el cual estuvo Escalona y el actual pri-mer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel,12 que en aquel entonces era el primer secretario del Partido allá en Santa Clara. Me hicieron una despedida muy bonita, la verdad. En todos los municipios. Eso lo guardo como el recuerdo más grande que tengo de la Fiscalía.

Muy bonita idea. Me gustó, me emocioné mucho. Me encontré con compañeros que ya estaban jubilados. Yo pasé los días más feli-ces de mi vida en la Fiscalía, porque he tenido muchos días felices, pero esos fueron los más felices. De verdad que me sentí halagada y querida.

Lo dije cuando me jubilé, el día que me despidieron en la reunión del Consejo de Dirección ampliado, que fue en el Poder Popular: «Me jubilo porque mi salud ya no me lo permite, pero si puedo seguir ayu-dando en otras cosas, voy a seguir ayudando, y si vuelvo a nacer, y vuelvo a estudiar Derecho, vuelvo a trabajar en la Fiscalía, y vuelvo a trabajar en lo Penal, porque eso es lo que me gusta».

Después de tantos años, en las condiciones actuales, en que vivi-mos una etapa difícil también, en la que nos rodea un medio totalmen-te diferente, en que la mentalidad también ha variado mucho, el fiscal no puede cambiar su ética. Lo primero que tiene que tener el fiscal es ética y moral.

El fiscal nunca debe abandonar su ética profesional y siempre ac-tuar como tal, aunque esté en una fiesta pública. El fiscal es como el policía, aunque no tenga el traje de policía. Aunque no tengas la toga puesta, tú sigues siendo fiscal. Al menos así pienso, y así se lo transmi-tía siempre a mis subordinados.

En eso creo, y en trabajar con justeza, con vehemencia, no importar-te el horario de trabajo. No se puede trabajar con el reloj. En la Fiscalía, por lo menos en la etapa que yo trabajé, no se podía trabajar mirando el reloj. No había horario. Por eso yo digo que mi esposo es tan héroe como yo. Porque con los apagones aquellos yo llegaba a veces a las ocho de la noche, y él en la cocina.

12 La entrevista se realizó a principios de 2017. Actualmente Miguel Díaz-Canel es presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

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No te puedes quitar ese traje donde quiera que tú estés. Ese es el mensaje. La ética es muy importante para cualquier joven o viejo que esté todavía en la Fiscalía. Fíjate los años que llevo retirada, ya va para catorce, y eso te penetra en la sangre, te penetra en la médula espinal. No puedes cambiar, aunque tú quieras no puedes cambiar.

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El ser parte de la Fiscalía yo lo siento como una gran responsabilidad, por las atribuciones y las

facultades que nos da la Ley. Por tanto, lo primero es que me siento ante el pueblo como un soldado

de la Revolución.

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Llevo cuarenta y tres años en la Fiscalía, soy fundador, ingresé en di-ciembre de 1973. Yo era oficial del Ministerio del Interior en Santiago de Cuba, soy nacido en esa ciudad. Estaba incorporado al preuniversitario Cuqui Bosch, precisamente en la Zafra de los Diez Millones, cortando caña como jefe de brigada. Todavía guardo los bonos que te daban al cortar cien arrobas, allí fue una comisión del Minint a preguntar quiénes queríamos estudiar Derecho. Fui el único varón que se decidió.

Comenzamos un curso preparatorio para nivelarnos, duró un año. Transcurrido ese tiempo hicimos un examen de ingreso y comenzamos entonces la carrera de Derecho, esto fue finalizando 1970 o principios de 1971. Los estudios los realizamos en Santiago de Cuba.

En aquel momento el curso era dirigido, no se estudiaba la carrera de Derecho en mi provincia. Tuve la dicha de tener profesores como Grillo Longoria, Cañizares Abeledo, Aldo Prieto, Julio Fernández Bul-té… Ellos viajaban de La Habana a Santiago de Cuba para impartir las clases, los encuentros eran cada veintiún días. Empezamos más de cua-renta compañeros la carrera y nos graduamos menos de ocho o diez, algunos incluso después fueron compañeros míos en la Fiscalía, como Caridad Rojas en Manzanillo y Raúl Sanz Fajardo en Bayamo. Empecé los estudios de Derecho con mucho apoyo del Minint. Si no hubiera comenzado a estudiar de esa manera no hubiera llegado a ingresar a la Fiscalía.

Nos graduamos en el año 1975, la carrera duraba cinco años. Casi la inmensa mayoría de los que ingresamos en la Fiscalía proveníamos del Minint o éramos del antiguo tribunal revolucionario. Cuando esta-ba en tercer año, recuerdo perfectamente que el compañero José Ángel Martínez Navas, que era de la jefatura del Minint, nos ayudó; le estoy muy agradecido, porque me hizo la entrevista para pasar a la Fiscalía. Solo me entregó una carta, conservo el original, firmada por el coman-dante Irving Ruiz Brito, delegado del Minint en la entonces provincia de Oriente.

Me incorporé en diciembre de 1973 a la Fiscalía Regional de Man-zanillo, que era de la provincia de Oriente todavía, y lo hice siempre pensando en dedicarme a la esfera penal, que tiene más vinculación con el Minint que las otras.

Recuerdo perfectamente el primer juicio que hice en Manzanillo, eso es inolvidable para todo fiscal. Le agradezco al Minint lo que aprendí y todo el apoyo que me dio en albergarme, tanto en Manzanillo como después en Las Tunas, porque no tenía casa donde vivir, y lo hacía en las unidades de policía.

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El primer albergue fue en el mismo local de la Fiscalía, que radicaba donde está actualmente el Tribunal Provincial Popular de Las Tunas. Por la noche, cuando terminaba mi jornada de trabajo, abría un cana-pé detrás de los armarios metálicos del archivo. Había otro compañe-ro, que venía de Puerto Padre y trabajaba la esfera civil. Esos primeros tiempos fueron muy difíciles.

El trabajo lo inicié en Manzanillo el 7 de enero de 1974, con un nombramiento firmado por el fiscal general, Santiago Cuba Fernández. Tengo un ejemplar de ese nombramiento y lo guardo como la primera resolución que tengo de cuando comenzamos en la Fiscalía de Manzanillo, en una región, al igual que Bayamo, que era otra, y otra en Campechuela, esa era la estructura en aquel momento.

Comencé como fiscal regional sin cargo de dirección. Había una fis-cal jefa regional, que era Caridad Rojas. Nosotros parábamos allí en un albergue de un organismo, si mal no recuerdo de la Construcción, en el centro de la ciudad. El almuerzo era afuera o en la Policía, y la comida en esa misma casa de visita. La Fiscalía radicaba en el mismo local del Tribunal Regional de Manzanillo, que fue un proyecto típico en todo el país antes de la Revolución.

El trabajo en la Fiscalía era muy integral: atendíamos a la po-blación, tramitábamos los procesos penales, atendíamos la fase investigativa, celebrábamos juicios por índice de peligrosidad pre-delictiva, visitábamos celdas de la unidad de la Policía, hacíamos algunas verificaciones fiscales, muy primarias, sobre el cumpli-miento de la legalidad a determinadas instituciones, hacíamos la-bor de divulgación.

En aquel momento había muchos problemas relacionados con las drogas en esta zona, que está muy cerca de la Sierra Maestra. Hacíamos divulgación en las escuelas, en centros de trabajo. Éramos fiscales inte-grales, no solamente dedicados a la actividad penal.

Todos trabajábamos mucho, comenzando por la fiscal jefa Caridad Rojas, que fue compañera mía de estudio en la carrera. Estaba la se-cretaria judicial del antiguo Juzgado de Instrucción, nombrada Dolores Salazar de la Paz, una compañera que nos ayudó muchísimo, incluso desde el punto de vista personal, muy cálida. Como no éramos de Man-zanillo, no teníamos familia, y prácticamente Dolores Salazar, a quien cariñosamente decíamos Lola, era como una madre para nosotros y nos enseñó mucho, porque los secretarios de los juzgados de instrucción eran personas muy preparadas y muy nobles que nos enseñaron todo lo que sabían. Era muy comprensiva.

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También cuando vine para Las Tunas, al año siguiente, tuve un secretario judicial que se llamaba Vicente Martínez, y él me decía doctor, yo prácticamente recién graduado y me decía doctor. A mí me daba pena que una persona con esa experiencia, con esos años, me llamara así. Nosotros aprendíamos del que fuera maestro. Estas personas nos ayudaron mucho, tanto en Manzanillo como en Las Tunas. Fue una oportunidad que tuvimos para, recién llegados a la Fiscalía, aprender y poder desarrollar muchas tareas, sobre todo el trabajo técnico del despacho de Penal y celebración de juicios.

En aquel momento existía la Ley 1250 del año 1973, que tenía una Disposición Transitoria y que, producto de la escasez que había de li-cenciados en Derecho, admitía que estudiantes de Derecho desempe-ñaran la función de fiscal o de jueces, que no había suficientes. Recuer-do el nombre del presidente del Tribunal Regional en Manzanillo, que se llamaba Plácido, después otro compañero, Luis, también fue presi-dente, y no eran graduados, estaban estudiando la carrera. La Disposi-ción Transitoria no era aplicable a los abogados defensores del bufete.

En la Fiscalía de Manzanillo estuve trabajando aproximadamente un año, y de ahí vine para Las Tunas como fiscal jefe regional. Aquí antes trabajaba un fiscal, Esquicio Mastrapa, que pasó a Holguín, y otro fiscal de apellido Ochoa.

Todavía había regiones en 1975, no se había hecho la nueva división político-administrativa. Las Tunas tenía una característica diferente a las otras, porque era una sola región, y pasó a provincia, no estaba dividida en distintas regiones, como por ejemplo la actual provincia Granma, que en aquel momento tenía Bayamo y Manzanillo, o la región guantanamera, con Guantánamo y Baracoa. Pero Las Tunas, por el terri-torio tan grande que tenía, era una sola región, incluso cuando la nueva división político-administrativa se queda como provincia, el territorio que abarcaba era mucho.

Cuando vine para acá, en los primeros tiempos, fue viviendo en la Fiscalía, que es el local que actualmente tiene la Sala de lo Civil del Tribunal Provincial Popular de Las Tunas, porque el fiscal que estaba aquí, de apellido Ochoa, tenía que trasladarse para Santiago de Cuba, fue por unos días nada más, por ese tránsito hasta que yo llegara. Eso ocurría en aquellos tiempos.

A mí me dijeron en Manzanillo que venía para Las Tunas por un año. Allá me sentía muy bien, éramos como familia, y me llamó el doc-tor Apeles Méndez Sánchez, que era el fiscal jefe de la provincia Orien-te, que comprendía todas estas regiones, incluyendo Las Tunas, y me

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pidió que viniera para acá a trabajar por un año y regresaba para Man-zanillo o para Santiago de Cuba, y aquí estoy todavía.

La primera plantilla de la Fiscalía Regional fue el secretario, Vicente Martínez Góngora, después tuvimos allí a una mecanógrafa y a una ofi-cinista. En la región era un solo fiscal. Después, con la nueva división política administrativa, ya éramos tres fiscales y el secretario, cargo que recayó en el antiguo secretario judicial. Afortunadamente se quedó con nosotros.

Después vino otra plantilla más amplia, recién instaurada la nueva división político-administrativa, que oficialmente fue el 24 de febrero de 1978. Esa nueva plantilla contemplaba un fiscal jefe provincial y en total quince fiscales, incluyendo a los nuevos municipios. Yo por aquí tengo la plantilla original de la provincia: en la Fiscalía Provincial te-níamos once fiscales y dos instructores fiscales, y aparte los munici-pios, donde eran ocho.

La primera plantilla del municipio era de un fiscal, y no tenía ni siquie-ra personal administrativo, era exclusiva esa plantilla que se manejaba desde la provincia. Seis jefes de departamento en la provincia, el fiscal jefe provincial, más dos instructores fiscales y los fiscales municipales, uno solo por municipio. El salario: 250 pesos a fiscales sin graduar y 375 a los graduados en la provincia. En los municipios, 231 pesos a los sin graduar y 350 a los graduados. El fiscal jefe provincial con un salario de 350 pesos sin graduar y 425 al graduado.

Después que vine para Las Tunas, los dos primeros fiscales que ingre-saron a la Fiscalía fallecieron prematuramente, relativamente jóvenes, no habían cumplido 50 años: Arsenio Garcés Bertot y Raúl Aguilera Nadal.

La primera Fiscalía radicó en el local del actual Tribunal Provincial, junto al que antiguamente era el Juzgado de Instrucción, ahí estuvimos hasta el año 1981. Estábamos muy apretados, incluso tuvimos que poner un parabán en el pasillo, porque ya no alcanzaba, por la cantidad de tra-bajadores, para el local tan pequeño, donde ahora están las secretarias o las oficinas de la Sala de lo Civil del Tribunal Provincial.

En 1980 o 1981 pasamos a este local, donde nos encontramos ahora, que después fue ampliándose mediante construcciones, y de una casa de vivienda con pequeños espacios hicimos esta Fiscalía. Yo recuerdo, como si fuera ahora, un detalle un poco cómico: cuando nos fuimos a mudar dimos dos viajes en un camión grandísimo; después que todo estaba en el nuevo local, no nos imaginamos que teníamos tantas co-sas en tan pequeño espacio en el Tribunal, y cuando vinimos para acá, prácticamente se llenó esta casa, esta vivienda de dos plantas.

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El primer carro que tuvo la Fiscalía fue un Peugeot 404 que me ven-dieron, también a otro fiscal de Holguín, Pedro Pineda Lavanillo. Él y yo fuimos a Santiago a comprarlos, fueron vehículos que se nos asigna-ron directamente a nosotros, los fiscales, lo conservo todavía. Después de los años ochenta, con el fiscal general Idalberto Ladrón de Guevara, se nos asignaron otros vehículos y también se vendieron otros, funda-mentalmente de las marcas Moskvitch, Lada, Polski, que se les entrega-ron a los fiscales de los municipios. Así se fue ampliando el parque de vehículos de la Fiscalía. El primer carro que tuvo Las Tunas fue el mío, lo utilizamos para todo.

En esos años teníamos mejores condiciones, el local fue mejorado, re-cibimos mejores equipos, lo mismo mobiliario que máquinas de escribir, y el télex, que era el medio de comunicación más usado por la Fiscalía General, aparte del teléfono. Se usaba para transmitir los telegramas; teníamos uno conectado a la Fiscalía General de la República, para los partes que había que transmitir diariamente de las actividades principa-les. Se mandaban informaciones que se pedían por esa vía, se enviaban también hechos relevantes, informaciones urgentes… Lo atendió desde el principio una compañera que ya se jubiló. De esa manera teníamos una comunicación rápida. Ahora tenemos el correo electrónico. El télex en aquel momento es el correo electrónico actual que tenemos, pero en aquel momento no todo el mundo lo tenía.

Empezamos a recibir mayores aseguramientos para desempeñar la labor fiscal. Ya con el mejoramiento del transporte podíamos tras-ladarnos a los municipios a desarrollar nuestra actividad de supervi-sión, porque iban entrando nuevos fiscales. Vino después la plantilla del personal administrativo, el trabajo del municipio se fue ampliando.

Durante esos años la Fiscalía también realizaba otras tareas impor-tantes que no debo dejar de mencionar. Hubo un movimiento de acti-vistas fuerte, que nos ayudó mucho a los pocos fiscales que había en ese momento. El activista tenía un expediente y un carné que lo acre-ditaba como tal, y todos los años realizábamos un activo provincial al que venían los activistas de todos los municipios, tengo fotos también de esos activos. Ellos nos dieron una tremenda ayuda en el trabajo de divulgación, en las verificaciones fiscales, la prevención, era un mo-vimiento muy interesante, muy importante, que también nos ayudó a enfrentar muchas tareas en la Fiscalía.

Los círculos de interés fueron también muy importantes. Raquel [Raquel De Jesús Cambas Martínez] debe haberles hablado de eso, ella era fiscal jefa en Manatí, fue la única en Manatí en aquel momento, e

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hizo un trabajo muy bueno en los círculos de interés. Eran niños de pri-maria, simulaban juicios, hablaban sobre determinados temas.

Aquí en la provincia se hacían encuentros de círculos de interés, donde participaban todos los organismos e instituciones, y la Fiscalía siempre obtenía buenos lugares en la presentación de esos círculos. Uno de los que más se destacaba era precisamente el de Manatí. Recuerdo que en la visita que nos hizo el fiscal general Idalberto Ladrón de Guevara, lo llevamos a una de esas exposiciones provinciales de círculos de interés que se desarrollaba en la feria de Las Tunas, y él presenció a esos niños haciendo juicios, era realmente emotivo.

Otra esfera que también desarrollamos y para la que tuvimos que hacer un gran esfuerzo de coordinación con las instituciones de la pro-vincia, el Partido y el Gobierno fue la comisión de enfrentamiento al delito que, en esos años, 1980 o 1981, se le dio gran impulso. Se reunía trimestralmente y la dirigía la Fiscalía, que era el órgano coordinador de todas las instituciones, incluyendo el Ministerio del Interior, los tri-bunales. Hacíamos activos de enfrentamiento al delito trimestralmente y un activo anual. Incluso hay un activo al cual vino Idalberto Ladrón de Guevara, fiscal general, acompañado del doctor René Burget Flores; en la presidencia estaban el compañero Rodolfo Puente Ferro, primer secretario del Partido, el presidente de la Asamblea Nacional, el coordi-nador de los Comités de Defensa de la Revolución… Estaba el teatro de la Escuela del Partido lleno.

Cuando vine para Las Tunas era fiscal jefe regional. En 1975 tuve el primer carné en la Fiscalía. Después del año 1977, con la nueva división político-administrativa, es que comienzan los municipios, los fiscales y demás. Yo soy nombrado fiscal jefe provincial, cambiaba la estructura del país. La Fiscalía aquí en Las Tunas ya no sería regional, sino provincial.

Como región dependíamos de la Fiscalía Provincial de Oriente. El fiscal era el doctor Pérez Méndez Sánchez, pero con la nueva división se crea la Fiscalía Provincial de Las Tunas, e igual se crea en Guantána-mo, Santiago, Granma y demás, y entonces hubo que nombrar en esos cargos a los fiscales jefes. Fui nombrado fiscal en la provincia en el año 1977, hasta 1985, que pasé a trabajar en la provincia Granma, donde estuve cinco años. Después regresé a Las Tunas.

En Granma trabajé en el Departamento de Procesos Penales. Fue una experiencia muy buena, los granmenses son muy familiares. No me quedé en Granma por la situación de la vivienda, hice gestiones para permutar para allá, pero no apareció una permuta satisfactoria, y regresé acá a Las Tunas, donde tenía mi familia.

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Hay muchos momentos significativos. El primer juicio que tuve no se olvida. O cuando recibíamos la visita del fiscal general, los cursos de ca-pacitación en la Unión Soviética, la visita del vicefiscal general. Uno muy reciente que ha quedado grabado en mí: el aniversario cuarenta de la Fis-calía, era algo que yo esperaba hace tiempo: cuándo van a reunir a los fundadores de la Fiscalía que hemos pasado por todas estas etapas. En el periodo especial venían a vernos de otros organismos, a llevamos para la consultoría internacional, nos decían: vamos para allá, te ofrecemos casa, te ofrecemos esto, te ofrecemos lo otro, y nos quedamos en la Fiscalía por-que amamos la Fiscalía. El momento llegó en el aniversario cuarenta de la Fiscalía. Ahí me encontré con compañeros que hacía años que no veía, llegamos allí, abrazos: Alambarri y Caballero, Julián, de Ciego de Ávila… Fue muy emocionante. Participamos en un teatro lleno en el acto de ce-lebración del aniversario. Después estuvimos en el Palacio de Convencio-nes en una actividad muy bonita. Al terminar esa actividad, le hice una carta al fiscal general en representación de todos los fundadores, agrade-ciendo este gesto que tuvo la Fiscalía con nosotros. Ha quedado grabado en mí, no solo en mí, sino en todos los demás compañeros. Son años de amor a la Fiscalía, y vernos la cara nuevamente es súper emocionante.

Estoy trabajando actualmente como fiscal del departamento, que hasta hace poco era Protección a los Derechos Ciudadanos. Hay una nueva estructura reciente, estoy en ese departamento hace algunos años. Trabajé mucho en Las Tunas en lo Penal, siempre he trabajado en la esfera Penal, y en este departamento atiendo las solicitudes de pro-cedimiento especial de revisión, atiendo las reclamaciones en materia penal. También participo en la atención a la ciudadanía, porque esta-mos en un departamento en que la plantilla no está cubierta ni siquiera al cincuenta por cieto. Tenemos que atender también a la ciudadanía, y estamos desarrollando tareas lo mismo de atención que de protección a la familia, de asuntos jurisdiccionales, pero con la esperanza de que podamos tener en algún momento nuestra plantilla cubierta.

En estos años ha habido un cambio significativo en la Fiscalía, para bien. Se ha perfeccionado su trabajo, su estructura, ha ido ganando año tras año, incluso desde aquella primera etapa ha ido ganando en autoridad, en con-fianza en el pueblo, y eso se ve en el trabajo que desarrollamos en atención a la población, en la tramitación de quejas y reclamaciones. La gente viene a la Fiscalía a plantear su problema, a pedir orientación, utilizando distintas vías: la línea única, la vía presencial y otras formas que ahora están en de-sarrollo, pero eso es una cuestión desde el punto de vista institucional. La Fiscalía ha ido ganando en autoridad y en prestigio en la población.

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Desde el punto de vista material, está recibiendo una atención sig-nificativa. La Fiscalía quiere atemperarse, y se hacen grandes esfuerzos para atemperarse a los momentos actuales: el desarrollo que existe en la informática, en las técnicas de comunicación, todo eso se está lle-vando al aseguramiento material que se le está dando.

Ha habido cambios muy significativos, y seguiremos avanzando. Esperamos dentro de poco tiempo tener un nuevo local. Han mejorado mucho las condiciones de los locales, de los muebles, ha mejorado in-cluso el salario.

En la informática no se puede quedar atrás respecto a otras institu-ciones, tiene que ir adelante, porque es el órgano encargado de velar por el cumplimiento de la legalidad, que es una función constitucional, y para eso estamos dando todo nuestro esfuerzo, para lograr los mejo-res resultados y aprovechar al máximo estas nuevas herramientas que se nos facilitan.

El ser parte de la Fiscalía lo siento como una gran responsabilidad, por las atribuciones y las facultades que nos da la Ley. Me siento ante el pueblo como un soldado de la Revolución, y trato de llevar eso a mi trabajo diario.

A los nuevos fiscales les sugeriría que tengan el mismo sentimiento de responsabilidad, de sentido de pertenencia a la Fiscalía. Además, que tengan presente siempre aprender cada día algo nuevo, aprender cada día más. La superación de un fiscal debe ser constante, para estar al día con la sociedad, para poder desarrollar un mejor trabajo.

Yo tuve una toga que la llevaba a todos los lugares, diferente a la que existen ahora, tenía en la parte delantera un tejido como satín, más claro que el resto, eran las togas que usaban los antiguos magistrados de la audiencia. Un viejo compañero, Lázaro Sánchez, me la obsequió, fue presidente del Tribunal Regional y después del Provincial. La llevé a Granma, estuve trabajando allá cinco años, y yo no la dejaba, la traía, viajaba los fines de semana en mi carro particular casi siempre.

En una ocasión recojo a dos señoras en el camino. Muchas veces viajaba solo de noche y aun así me arriesgaba a hacerlo, el transporte tenía sus dificultades. Las monté a a la salida de Bayamo, ellas se que-daron unos kilómetros más adelante. Montaron en el asiento trasero, donde traía la toga. Cuando se bajan no me percato, continúo para Las Tunas, y cuando llego, voy a buscar la toga y no la veo, con tremendo dolor la perdí. Si no, la hubiera tenido guardada todavía, como tengo guardados otros documentos. Fue muy doloroso, todavía me dan de-seos de llorar.

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El fiscal tiene que ser una persona totalmente humana. Si no hay humanismo, no se puede ser fiscal.

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Trabajé en la Fiscalía desde 1973 hasta 1996, o sea, veintitrés años. Me siento muy feliz con que me hayan tenido en cuenta para hacer esta historia, que es muy importante para la institución y el país. Sin un ayer no puede haber un hoy ni puede haber un futuro. El ayer desempeña un papel muy importante en toda la vida social, por eso en las institu-ciones tiene tanta importancia.

Yo procedo del Ministerio del Interior. Por una situación equis en el país, fue necesario que algunos jueces y fiscales no continuaran en la actividad jurídica. Se buscó personal que fuera de confianza, que pudiéramos asumir esas tareas a plenitud. Entonces la fiscalía fue al Minint, y de ahí sacaron o eligieron a un grupo de personas que tuvieran esa condición y conocimientos del Derecho, y salí elegida.

Después nos dieron un curso de preparación en un lugar que se llama El Mégano, donde fuimos asesorados por un grupo de fisca-les muy preparados. Allí nos entregaron un manual muy importante, gordísimo —le pusimos «el ladrillo»—, donde se pormenorizaba paso a paso el trabajo que íbamos a realizar. El manual incluía cómo se tra-bajaban los delitos, el modelo de conclusión, cómo hacer informes, en fin, todo el trabajo que debía hacer el fiscal. Era para nosotros un moderno referencial del trabajo, había que consultarlo cada vez que íbamos a hacer esta actividad, porque la desconocíamos totalmente.

El nombramiento nuestro fue el 23 de diciembre de 1973. Mi pri-mera profesión y la que continúo históricamente es el magisterio, soy maestra de primaria graduada y maestra de enseñanza media, tengo esas dos profesiones, y el Derecho.

Cuando me nombran fiscal me incorporan a dirigir la región de Matanzas.

Tengo como norma en mi actuar revolucionario que cuando el Par-tido te da alguna tarea, me entrego a ella con amor y pasión. Entendía que era una gran responsabilidad.

Tuvimos una gran suerte, fuimos asesorados en varias oportuni-dades por Blas Roca Calderío en persona. Él decía: «El fiscal tiene que ser una persona totalmente humana. Si no hay humanismo no se pue-de ser fiscal, las personas van a llegar a ustedes por una necesidad, por un problema, y siempre pensando que tienen la razón, y ustedes, cuando no la tienen, tienen que saber cómo darle respuesta a esas personas para que se vayan satisfechas, pero nunca olviden que el trabajo del fiscal es un trabajo muy humano, y que hay que entregar mucho amor». Y así lo desempeñé hasta el final de mi vida laboral en la Fiscalía, porque yo después seguí laborando en otros lugares.

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Al inicio, trabajaron conmigo dos fiscales, el secretario y un ofici-nista. Nosotros no teníamos local. Cuando empezamos a trabajar lo único que nos dieron fue una caja llena de cosas, y tengo que decir que benévolamente la Policía nos dio un local, donde había un solo buró, una sola silla, y entonces teníamos que turnarnos para sentarnos, y una máquina de escribir, pero no había asiento para el mecanógrafo. El secretario que tenía era un señor mayor, fue quien me enseñó en la práctica a hacer conclusiones. Esas fueron las condiciones iniciales.

Para empezar a trabajar nos dijeron que lo único que tenían para darnos era un cajón lleno de papeles. Por suerte, como colectivo, no solo la Fiscalía, sino también la Policía y los tribunales, éramos uno solo, había mucha ética, mucho amor y mucho respeto en esa época. No sé quién habló, porque yo no lo hice, y me dieron ese local en la Policía.

Después el Partido nos dio otro local, pero siempre hacinados, con un buró de turnos, dos sillas y esperando uno que el otro se levantara para coger el asiento. Así estuvimos un tiempo, pero nunca nadie pro-testó, la gente no decía nada: una entrega y un amor extraordinarios, porque era una tarea que nos dieron, y la Revolución, que confiaba en nosotros, todas aquellas cosas lindas.

Ya después con el avance nos dieron una parte de la Audiencia de Matanzas, tanto para la Fiscalía Regional como para la Fiscalía Provin-cial. Las condiciones eran diferentes: teníamos dos espacios, cada uno tenía su burocito, su asientico, era distinto, yo como fiscal jefa ya tenía mi oficina aparte, los otros fiscales tenían la suya.

En esa época existían unos planes muy buenos de divulgación. Fue una cosa novedosa, así comenzó a expandirse el conocimiento sobre la nueva Fiscalía. Teníamos dentro de las funciones la divulgación del trabajo fiscal, íbamos a los centros a dar conferencias, a que obtuvieran cultura jurídica. Por ejemplo, yo di muchas en el teatro del Partido mu-nicipal, también en la biblioteca de Matanzas. Se invitaba a los centros de trabajo, aquello se llenaba, para conocer la nueva ley, nadie sabía qué cosa era la Ley de Procedimiento, el Código Penal, los delitos, a dónde debían dirigirse cuando tenían un problema. La población —qué te digo población: dirigentes de centros de trabajo, secretarios de sec-ciones sindicales…—, cuando no entendían alguna cosa, levantaban la mano y preguntaban, y yo trataba siempre de dar una respuesta. Tuve la suerte de que nunca me preguntaron algo que no conociera; si no les hubiera dicho: «Ahora no les puedo responder, vayan tal día por la casa», porque yo atendía en mi casa también.

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Todo funcionaba bien relacionado, el pueblo con la Fiscalía, con mucho respeto hacia el fiscal, respeto que el fiscal daba con su presen-cia, sin ostentación, sin banalidad, con sencillez, con la ética de lo que le tocaba como función.

Cuando se crea la nueva estructura, ya estaba en la provincia, y fui promovida a la Fiscalía Provincial. Hubo un cambio estructural. Paso de fiscal regional a fiscal jefa provincial del Departamento de Prevención.

La prevención era una actividad muy bonita, se trabajaba en co-misiones, de las que el fiscal formaba parte. Trabajaban psicólogos, la Policía, el Partido, y se llevaban a estudio casos sociales, por ejemplo, el niño que los padres abandonaban. Todavía la Fiscalía tiene esa fa-cultad, se lo daban al fiscal para que lo ubicara. A mí se me dio, estando en Prevención, un caso muy bonito de un muchacho que la Policía lo ve en la terminal de ómnibus volado en fiebre, y lo lleva para la unidad de la Policía. El chiquito no quería decir de dónde era, quién era, y en esa situación la compañera Martha —esposa de Bambay, ya fallecida— y yo acordamos llevarlo para el hospital infantil y allí fui la madre del chiquito, con los alimentos, medicamentos…

Después se queda vacío el cargo de Cuadros y Capacitación, que fue el que más trabajé en la provincia, y tuve que asumir esa responsabilidad, muy bonita, una responsabilidad bella, porque es de formación total. En este periodo yo ayudé, porque me gusta la tarea, a darles cursos de pos-grado y mucha preparación a los fiscales, todo indicado por la Fiscalía Ge-neral, aparte de la iniciativa que tiene uno, honor a quien honor merece.

También en esa época fue muy bonita una preparación técnica a las secretarias de las Fiscalías municipales, las secretarias de todo el país, orientado por la Fiscalía General. Tenían que ir cada quince días a la Fiscalía Provincial a la superación en ortografía, en redacción, meca-nografía, perfeccionando el contenido.

En 1986 fui elegida jefa del departamento. En la provincia de Matanzas existía mucha ética y mucho respeto entre Policía, Fiscalía y tribunales.

Pasamos mucho trabajo, pero lo que más me gustaba era instruir, o sea, dirigir la instrucción del expediente, yo era fanática a eso, me gus-taba más que hacer juicios. Hacía seminarios de preparación para los instructores de la Policía, y no se me olvida que lo hacía en la biblioteca del Tribunal Provincial, se llenaba eso de instructores, porque nadie sabía nada, ni yo ni ellos ni nadie. Lo que pasa es que yo estaba en una carrera, corregía los escritos con faltas de ortografía y les daba calificación, eso sí no estaba en ningún programa, era voluntario, pero yo me sentía satisfecha, les enseñaba y se revertía en un mejor trabajo.

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Yo tengo un gran sentido de pertenencia, y siempre que voy a Ma-tanzas y tengo la posibilidad paso por la Fiscalía, ya no es igual, porque de aquella época no queda nadie, pero es el lugar de donde surgí como fiscal, y eso jamás podré olvidarlo.

En 1986 fui promovida, como fiscal de la Fiscalía General, jefa del Departamento de Capacitación, y allí realizamos varias tareas. Tuve la gran suerte de tener un equipo de trabajo formidable y ese equipo trabajaba muy armonioso, con mucho amor, con mucha entrega, estudiábamos lo indecible, mucho respeto a la profesión, a los cursos que nos orientaba el fiscal general.

Nosotros trabajamos con el siguiente sistema: hacíamos un estudio de necesidades provincia por provincia, no se trabajaba por iniciativa, que es lo que se llama también la capacitación en el puesto de trabajo. Nos entrevistábamos primero con los directores de cada especialidad y les preguntábamos cuáles eran las mayores deficiencias que había en las provincias y los municipios. En base a eso, formábamos un cuestionario que les dábamos a conocer y, a partir de ahí, se implementaban los cursos nacionales en el puesto de trabajo, no era capricho u ocurrencia mía, sino en base a la necesidad real.

Si las dificultades principales estaban en la conclusión, por ejemplo, de un delito de robo o malversación, se trabajaba; si la dificultad estaba en hacer el informe —el informe fiscal no es fácil hacerlo—, trabajábamos eso con los fiscales de la Fiscalía General.

Otra forma de trabajo que implementamos fue la capacitación a distancia, o sea, sobre necesidades nacionales enviábamos cuestiona-rios con casos, mediante la Fiscalía General. En aquellos años no había computadora, era a nivel de carta para allá y carta para acá. Ellos se reunían en equipos, daban la respuesta por municipio, la entregaban y se les calificaba y se les daba un diploma, o sea, que eso no quedaba en el aire, había muchas formas de calificación. Después nos dividimos por territorios, también había mucha unión entre los capacitadores de cada provincia. Los jefes de provincias daban una atención esmerada a la capacitación, desde luego, bien dirigido por la Fiscalía General, pero se sentían más fortalecidos por las actividades de capacitación, y así funcionó todo el tiempo que estuve allá.

Hacíamos cada cierto tiempo reuniones nacionales, no para gastar dinero, sino reuniones de trabajo para estudiar, trabajar, adonde lleva-mos especialistas de la Fiscalía.

La mayoría de los cursos nacionales los empezamos aquí en el edificio de la Pesca, en el reparto Camilo Cienfuegos, y Candía —un

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compañero que trabajó mucho, qué manera de trabajar— iba a la calle Monserrate a coger la 265 para ir a dar la clase en el horario que le tocaba. No había transporte, pero sí sentido de responsabilidad. Cuando había carro se llevaba, porque el departamento siempre tuvo transporte, pero era para múltiples cosas.

Así se hicieron muchos cursos, muy buenos, de Criminología, con grandes especialistas. Se trabajó la calificación del fiscal, tanto muni-cipal como provincial, multifacética, dándole una cultura general inte-gral a la que se iba a someter en su trabajo en la base.

Terminados los cursos les dábamos un cuestionario para conocer el nivel de satisfacción y los profesores que no llegaban a ellos, aunque fueran históricos. Recuerdo que tuve dos profesores que no entendían, y fue doloroso, pero tenían que hacerlo, porque no estaban para perder tiempo, personas muy bien históricamente, porque hay quien tiene co-nocimientos, pero no sabe hacerlos llegar a la base. Yo no hago nada con que tú sepas mucho si no sabes llegar al fiscal.

También los fiscales de la Fiscalía General tenían su preparación obligatoria, cada quince días se les daba una preparación económica, política, ciclos de conferencias. Íbamos al Comité Central del Partido y allí nos daban el especialista, a veces en el Consejo de Estado, y noso-tros personalmente les explicábamos la tarea y nos daban los especia-listas o íbamos al centro de la Economía, y todo lo que necesitábamos nos lo facilitaban.

No teníamos local. Trajimos a los fiscales y los ubicamos en la es-cuela de la CTC, en la Ñico López, en la Eliseo Reyes, o sea, donde quiera, pero nunca se paró la superación, hasta que en la época de Ramón de la Cruz [fiscal general Ramón de la Cruz Ochoa] se ideó hacer el famoso Instituto, que todos nosotros pusimos ladrillo a la-drillo, piedra a piedra, se hacía trabajo voluntario en Arroyo Naranjo. Teníamos un personal auxiliar de la barriada de Arroyo Naranjo muy bueno, se cocinaba con leña cuando no había combustible, pero los fiscales no dejaban de tener su desayuno, su merienda y su comida. Todo el equipo era entrega total, había veces en que llegaban fiscales un domingo y yo les llevaba comida de mi casa, y la cocinera cocinaba en su casa y no se quedaban sin comer, eso era historia, no ahora que la Fiscalía es un cinco estrellas.

En el Instituto, el fiscal general Ramón de la Cruz daba clases y tam-bién participaba como tribunal cuando los exámenes eran orales. Si tenía que estar el día entero estaba, y se examinaba a los fiscales, y él presente, y apoyaba mucho, como lo han hecho todos los fiscales ge-

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nerales, nosotros como institución jurídica éramos los que teníamos la primacía en la capacitación, todo el mundo venía a beber de esta agua de experiencia. Ciertamente tuve que ir a los intercambios con otros organismos para luego enseñar.

Aunque todo mi equipo era graduado de pedagogía, nosotros tam-bién buscábamos profesores que conocieran de pedagogía y ayudaban a los fiscales en su preparación. Teníamos en esta época lo que se llamaba —orientado por el Ministerio de Educación Superior — el grupo asesor de capacitación. Con especialistas y algunos directores nos reuníamos cada vez que íbamos a implementar un programa. Ya después que el progra-ma estaba hecho lo llevábamos al Consejo Asesor y ahí se daba el visto bueno o no. Cuando se llevaba era porque nos habíamos entrevistado con los directores, los directores conocían el programa, pero era para un perfeccionamiento. Algunos programas de superación se discutían en los Consejos de Dirección de la Fiscalía General.

También se les dio categoría docente a los fiscales, profesores ti-tulares, instructor, asistente, estaba autorizado por el Ministerio de Educación Superior. Otra tarea que tenía el departamento eran los cír-culos de interés en el Parque Lenin, la Fiscalía tenía uno. Existía un fiscal designado para esa tarea, su función era estar allí, y nosotros teníamos que hacer los programas de atención a los niños, despertar-les el interés de ser fiscales. Ese fiscal radicaba en el Parque Lenin de manera permanente.

También preparábamos a los fiscales de Ciudad de La Habana. Des-pués de jubilada di dos cursos de posgrado a los fiscales que trabajaban en la capacitación, también daba cursos de maestría que organizaba Criminología, duraban una semana, dos horas diarias.

Todo cuanto pude hacer lo hice con gran amor. El día que me jubilé dije estas palabras: «Siempre que me necesiten pueden contar conmigo».

Fue un honor trabajar en la Fiscalía General, que representa tanto para nuestra sociedad, que le toca velar por los derechos del ciudada-no, donde el ciudadano tiene que sentirse atendido, con una respuesta adecuada. Siempre tuve muy buenos directores, buenos fiscales gene-rales, buenos compañeros de trabajo. Me siento muy honrada de que el Partido, en 1973, haya depositado en mí esa confianza, a la que nunca renuncié, porque yo habría podido haber dicho: «Me voy ya, me tienen cansada», pero no, porque para mí fue de una gran importancia que el Partido me haya llamado, me haya entregado esta tarea, la cual cumplí hasta el momento que tuve 55 años. Cumplí mi misión histórica con el Partido, con la Patria, con Fidel.

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Los primeros nombramientos nuestros eran con la firma de Fidel Castro Ruz, cuánto honor. Cuánto honor que Blas Roca Calderío nos haya asesorado. Por suerte para mí, un aprendizaje tan grande que nunca olvidaré esas enseñanzas. Como ser humano pude tener algún exabrupto con alguien o una respuesta inadecuada, pero siempre me cuidé mucho de eso. Sí llevaba muy aprisa a la gente que trabajaba conmigo cuando nos daban una tarea para hacerla bien. Con el tiempo sé que los llevé recio en algunos momentos.

Todos los que pasaron por ese departamento, desde Mercedes Rai-mundo, desempeñaron un papel extraordinario, porque era una de las misiones fundamentales de la Fiscalía. Lo hacíamos con tanto amor, con tanta devoción, con tanta armonía, constante entrega, que no te-níamos día, no teníamos hora, vivíamos en el Instituto permanente-mente. Y teníamos casa que atender.

A mí no me gusta darle mi experiencia a nadie, porque cada quien vive su época y cada quien vive su etapa. No me gusta dar consejo ni recomendación. Sí digo que es una tarea muy humana, es como un sa-cerdocio, y el que no tenga capacidad para realizar esta tarea con esa entrega y con ese amor, que no sea fiscal, no está obligado, que pase el servicio social y después vaya a donde quiera, porque es una tarea que lleva entrega total, amor.

No es pasarle la mano al que llega. Cuando la gente se va, que se vaya complacido. Me voy, no con la respuesta que yo esperaba, pero me explicaron tan bien, con tanta claridad… No es lo que sucede en ocasiones en que veo a gente que sale estresada, no estoy haciendo crítica. La persona que ostenta el cargo de fiscal debe ser humilde, sencillo, percatarse que es uno más, un ser humano más de nuestra sociedad. No debe vanagloriarse y verse por encima de los demás, porque tiene en su mano la vida de las personas, estén presos o no. Es una gran responsabilidad, y para ser fiscal hay que tener una entrega total, amor, devoción, responsabilidad con la patria, con la Revolución, con tu país.

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A los fiscales nos caracterizaba el cumplimiento del deber y del trabajo que teníamos en defensa de los

derechos de los ciudadanos, y el total apego a las leyes.

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Soy natural de Ceiba del Agua y nací coincidentemente en la misma fecha que murió Vladimir Ilich Lenin. En 1947 mi familia se trasladó para Artemisa.

Me incorporo en la Fiscalía mediante Alberto Amador y Pérez. Él actualmente reside en el Mariel. Comencé como miembro del tribunal revolucionario que se constituyó en Artemisa, en aquel momento per-tenecíamos a la provincia Pinar del Río, eso fue en la década de los se-tenta. Empecé como juez, a veces era el que dirigía, y en otras ocasiones era el asistente.

En un momento llega Amador y me dice: «Alquízar —ese es mi apodo—, hice una propuesta a la dirección provincial de la Fiscalía, porque nos hace falta nombrar un fiscal en el territorio de Artemisa». Le contesté: «Bueno, Alberto, yo soy juez». Pero me explicaron que era necesario, y así comencé mi actividad como miembro de la Fiscalía, que estaba sujeta a la dirección del Ministerio del Interior. Se nos decía que éramos los representantes del cumplimiento de la Ley del socialismo en el país y del Estado.

Después se hace una reestructuración y nos dan a escoger si que-ríamos trabajar en La Habana o en Pinar del Río. En aquel momento teníamos una secretaria, pero ella se quedó aquí y el otro fiscal que tra-bajaba conmigo y yo nos trasladamos para la Fiscalía de San Cristóbal, que atendía desde Los Palacios hasta Bahía Honda.

Posteriormente, pasé a trabajar a la Fiscalía Provincial, que radi-caba en el mismo local de la audiencia de Pinar del Río. Allí estuve como instructor fiscal, para atender parte de la provincia. Realizába-mos acciones en la comunidad para educar a la población y mostrarle el cumplimiento de los deberes y obligaciones, eso se hacía de conjunto con el Minint. Además de atender a la población también atendíamos a quienes dentro del Ministerio del Interior no cumplían con sus deberes, porque hacíamos también la labor de Fiscalía Militar. Fui ascendido a sargento primero.

A los fiscales nos caracterizaba el cumplimiento del deber y del tra-bajo que teníamos en defensa de los derechos de los ciudadanos, y el total apego a las leyes.

La Fiscalía tenía el apoyo del Minint, el Partido, los Comités de De-fensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas y la Central de Trabajadores de Cuba, y contábamos con el refuerzo de una serie de organismos creados por la Revolución en beneficio de la comunidad, que también apoyaban el trabajo de los fiscales. Siempre trabajábamos en su beneficio, porque lo que se quiere no es coger presos, sino educar

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en el cumplimiento estricto de los deberes que tiene el ciudadano con la familia y con el pueblo.

Yo estuve en tres ocasiones por graduarme como licenciado, pero no podía por el trabajo. En la actualidad los estudiantes tienen el apoyo de la institución para estudiar y con ello ejercer correctamente el cargo de fiscal. Mi consejo es que estudien, pues esto garantiza el mejor desempeño del papel que debe tener el fiscal.

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Yo todavía siento que soy fiscal, porque creo que cuando una persona llega a la Fiscalía y siente eso de que es

fiscal, aunque pasen los años, que uno ya se jubile, uno lo sigue teniendo dentro.

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Me desempeñé como fiscal por más de dieciséis años.Estaba estudiando en la Universidad de La Habana la carrera de De-

recho, y antes de graduarme solicitaron mis servicios para ir a trabajar a la Fiscalía General. Fui directamente a la Fiscalía General, pero mi nombramiento era en la Fiscalía Regional Camilo Cienfuegos, nunca fui a Camilo Cienfuegos, pero era el único lugar donde había un espacio para ubicarme, empecé a trabajar en la Fiscalía General de la Repúbli-ca. En aquel momento estaba en los altos del Centro Asturiano. Tenía bastantes trabajadores. Las especialidades principales eran penal, ci-vil, laboral, cuadros.

El trabajo era más bien burocrático. Tenía aspiraciones como pena-lista, hacer juicios orales y todas las cosas que se hacen en el Derecho. Solicité al doctor Cuba [fiscal general Santiago Cuba] que me mandara a una región, porque yo quería hacer todos esos trabajos. Él aceptó, y al pasar unos cuantos meses trabajé en Plaza de la Revolución, en Pla-ya, en Guanabacoa, en otros municipios. Hacía conclusiones en los lugares donde los delitos se cometían. A algunas personas tenía que hacerles interrogatorios para saber el delito que habían cometido, ya entonces iba a los tribunales regionales y hacia los juicios orales.

Al pasar algún tiempo, me nombraron fiscal jefe de municipio, ya no región, fueron los cambios que se lograron, entonces aquí en Diez de Octubre, un municipio bastante grande, era fiscal jefe de la Fiscalía, que estaba en Carmen y Juan Delgado, al fondo del tribunal. Empecé como fiscal jefe de ese lugar, pero estaba la plaza de Arroyo Naranjo, que no estaba cubierta, yo estaba atendiendo las dos plazas. Allí ha-cía las conclusiones, juicios orales y también atendía una parte civil, cuando venían algunas personas a solicitar que el fiscal les orientara en problemas de vivienda, de familia y toda esa serie de cosas.

Tenía que atender la unidad de Policía que está en la avenida de Acosta, ya no existe, pero estaba ahí, y la unidad del Capri, que es la de Arroyo Naranjo.

Tenía que hacer los juicios orales que pertenecían a Arroyo y Diez de Octubre. Anteriormente, estaba en el municipio de Centro Habana, el jefe era Herranz, que hace poco falleció. Yo trabajaba en el segundo piso, era donde estaba ubicada la Fiscalía de Centro Habana, allí reali-zamos los juicios orales y atendía la unidad de Policía que correspon-día a ese municipio.

Luego dejaron sin efecto mi ubicación como fiscal jefe de Diez de Octubre, que firmó Guevara [fiscal general Idalberto Ladrón de Gue-vara], para ser fiscal provincial de Ciudad de La Habana. En este caso,

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siendo fiscal provincial, tenía que realizar los juicios orales en Prado y Teniente Rey.

Además de realizar los juicios orales allí, tenía que ir a los juicios ejemplarizantes en los centros penitenciarios, en la cárcel de mujeres, que se llamaba Nuevo Amanecer en ese tiempo, y en el centro peniten-ciario de hombres, que era el Combinado del Este. Allí verdad que uno se sobresaltaba, íbamos en el carro, el que nos atendía a nosotros era García Simón, todavía está trabajando, nos llevaba en el vehículo y lle-gábamos al centro penitenciario y cuando entrábamos se cerraban de-trás de nosotros las puertas, ya con electricidad, que eso a mí la verdad no me gustaba; ya adentro, con todos los presos, se ubicaba el tribunal, y entonces teníamos que hacer el juicio oral en ese lugar.

A partir de 1980 empecé como fiscal jefe municipal, y me jubilé en ese mismo lugar en 1990.

En aquel momento las condiciones en Prado y Teniente Rey no eran muy buenas, al punto de que muchas veces terminábamos en horas de la noche de realizar los juicios orales y teníamos que subir al mismo ómnibus donde lo hacía uno de los acusados. Claro, no íbamos allí a faltarle el respeto a las personas, nosotros íbamos directamente a de-cirles el delito que habían cometido, las consecuencias de esos deli-tos, porque muchas veces iban a robar a un lugar donde las personas también eran pobres, otras veces iban a un lugar donde maltrataban a las personas. Nosotros íbamos allí a decirle por qué no estaba bien y la razón por la que nosotros le solicitábamos esa cantidad de años, y muchas veces hasta la pena de muerte, porque dependía del delito que había cometido esa persona. Íbamos a hacer esos juicios, y los ejemplarizantes, para que se dieran cuenta los demás presos que no debían cometer estos delitos.

Significativo fue un juicio en el que tuvimos que solicitar la pena de muerte. Fue un juicio de un joven que mató a la madre, por la casa. Le po-nía una sustancia en la comida. También al hermano él le ponía esa sus-tancia, el hermano se puso muy mal y lo llevaron al hospital, entonces se percataron de que cada vez que el hermano iba el enfermo se agravaba, y era que le llevaba también la sustancia en la comida para acabarlo de matar. La cuñada, una muchacha de lo más bonita, perdió hasta el pelo, porque parece que era alcohol etílico. Se detectó porque un médico en el hospital había guardado una parte de un análisis que se le hizo, con eso se pudo detectar el delito que estaba cometiendo esa persona. Así que mató a la madre, el hermano gravísimo y la cuñada también, por esa razón se le solicitó la pena de muerte.

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A nosotras las mujeres no nos llevaban a presenciarla, porque tenía que ir el tribunal a presenciar la pena de muerte y además el fiscal, pero en el caso de las mujeres nunca. El que iba era el doctor Herranz. Sí, el que veía la ejecución era un hombre, y el tribunal se tenía que consti-tuir en el lugar, todavía creo que es así, que se tiene que constituir en el lugar donde se le solicita.

Primero las Fiscalías eran regionales, después municipales, prime-ro era regional Diez de Octubre y ahora es municipio, esos fueron los cambios —no muchos— que se produjeron en los procesos penales.

En la Fiscalía General se aprendían muchas cosas, pero al principio la parte que me correspondía era más bien burocrática, yo atendía con-tabilidad y esas cosas, pero no me desenvolvía como fiscal penal.

Yo todavía siento que soy fiscal, porque creo que cuando una per-sona llega a la Fiscalía y siente eso de que es fiscal, aunque pasen los años, que uno ya se jubile, uno lo sigue teniendo dentro, de ver las cosas que son mal hechas, y que uno quiere combatirlas, rebatirlas y hacerles ver a las personas que el fiscal no es malo, que el fiscal, al contrario, es el que las va a defender de lo mal hecho, porque muchas veces dicen que el fiscal es el malo.

Herranz era una persona maravillosa, él decía que no se jubilaría nunca, pero tuvo que hacerlo porque se enfermó. Me enseñó muchísi-mo, con él aprendí cantidad en Centro Habana. Él era muy recto, pero enseñaba a uno.

Santiago Cuba también, a ese fiscal todo el mundo lo quería. Era muy cariñoso, muy recto, enseñaba muchísimas cosas, lo sentaba a uno y hablaba para explicarle. Era un hombre maravilloso.

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En la Fiscalía hay un elemento que a mi juicio es fundamental, que es aprender a vivir con lo que se

gana honradamente.

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Estoy jubilado. Trabajé en la Fiscalía alrededor de treinta años. Me inicio a través de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en el año 1973. El que era fiscal del Ejército Juvenil del Trabajo, donde yo trabajaba en aquella época, me propuso mi paso para integrarme a los tribunales. Ya era estudiante un poquito avanzado de Derecho. Hay que decir que en aquella época la Fiscalía era la rectora de la actividad jurídica en las FAR, y los tribunales eran una sección a nivel de la dirección de Fiscalía.

Poco después paso en comisión de servicio al EJT, como jefe de los tribunales de aquí, y poquito después voy directamente a la Fiscalía, por una propuesta que hizo el Partido provincial. Ya en ese momento sí soy abogado.

Trabajábamos en el tribunal, había un espacio del Tribunal Provin-cial donde radicaba la Fiscalía. Allí empiezo a trabajar en procesos pe-nales como civil, siempre trabajé como penalista, y en líneas generales mi trayectoria fue siempre en lo penal.

En el momento en que llego, en la provincia había catorce abogados graduados, eran los que había en la esfera judicial. Los jueces de aquí sí eran graduados, creo que todos, los del municipio y los de provincia, y radicaban ahí en el Tribunal, en la Fiscalía éramos los únicos.

Por supuesto, no éramos solo dos abogados los que estábamos, ha-bía una transitoria de la Ley que permitía que estudiantes de Derecho sin graduarse, pero estudiantes, se pudieran incorporar. Eso era lo que ocurría, y es un acto de justicia que yo diga que había un compañero que se llamaba Gómez Barón, vivía aquí, ya una gente viejita, pero ese tipo de trabajador muy dedicado, que por las noches se iba tarde, ¿por qué?, porque se le daban las causas más grandes. Los demás teníamos que trabajar en la celebración de los juicios de la provincia completa. Por supuesto, hay que mencionar también el trabajo de los jueces, que nunca sobraban tampoco y que también estaban normalmente muy presionados por los juicios.

Cada municipio tenía una Fiscalía, generalmente con un solo fiscal, eso dice la cantidad de juicios que debía realizar, porque en los munici-pios se generan muchos hechos, menores, sí, pero muchos.

Cuando yo llegué, ninguna de esas Fiscalías, ninguna, sin excepción, tenía fiscal graduado, se fueron graduando después. Había hombres y mujeres. En el primer momento había un poco más de hombres, pero en unos pocos años cambió la relación de mujeres, y después fue creciendo. Voy a decir una cosa como dato histórico: hay un momento en que me voy a África a cumplir misión allí; cuando regreso, le traje un presentico a cada compañero. Doy este dato —¿por qué?— para que se pueda saber

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la cantidad de personas que tenía la Fiscalía de toda la provincia, recuer-do que eran 114 o 116 personas, estoy hablando de fiscales y personal de otras categorías.

Decía ahorita que se celebraban provincialmente todos los juicios que tenían ese nivel. Cuando se hizo la modificación ya se cambió, pero también se crearon salas, y entonces la situación fue otra, porque por una parte los fiscales municipales tenían una mayor presencia en sus municipios y atendían toda una serie de delitos que se le fueron quitando a la provincia, y, por otra parte, había más fiscales y se pudieron desarro-llar los departamentos, empezaron a desarrollarse de otra manera.

En aquel primer momento había solamente un transporte, uno so-lito, el del fiscal jefe. Después mandaron otro vehículo y se le dio al segundo jefe, y años más tarde llegaron varios más y entonces a cuatro o cinco municipios se les dieron polaquitos, por ahí más o menos entra-ron los polaquitos a la Fiscalía, no sé qué camino habrán cogido ahora. Dieron un servicio tremendo. Pinar del Río tenía uno que era Lada, se le pasó al municipio Pinar. Tenían polaquitos Consolación del Sur, San Cristóbal, Los Palacios, San Juan y Martínez y Minas, yo creo que no había ninguno más, eran esos.

Había fiscalías municipales con un solo fiscal, con un secretario, una secretaria y una gente que limpiaba, una auxiliar y ya. Me acuer-do que en San Cristóbal, al lado de donde está el cine, estaba y sigue estando la Fiscalía. Esa tenía un local más amplio, y claro, a ese se le incorporó gente, y ya ahora tiene varios fiscales y otra estructura. La historia es otra, pero, por ejemplo, esta misma de Pinar del Río tenía también un espacio frente a una farmacia, queda a cuadra y media de aquí. Me acuerdo que Mantua tenía local, que debía ser dos veces este lugar, pero en condiciones muy malas, en el local había una cama por si había que quedarse. Al fiscal que estaba allí, que generalmente no era de ese lugar, le tocaba quedarse allí. La comida era mediante coordina-ciones con el Ministerio del Interior.

Había un aire acondicionado central, ya eso es un cambio sustan-cial, que es muy útil; cuando se le dan determinadas condiciones a la gente, la gente rinde mucho más. El cambio con la tecnología es una divinidad. La computadora ayuda mucho, pero mucho.

Yo soy defensor público de los jóvenes. Hay una preocupación gran-de, que si los jóvenes, que si aquí que si allá, y yo digo que una buena parte de los problemas que les criticamos hoy a los jóvenes, los abue-los nuestros se los criticaron a nuestros padres, nuestros padres decían que la generación nuestra no era como la de ellos.

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Estamos hablando de recomendaciones. En la Fiscalía hay un ele-mento que a mi juicio es fundamental, que es aprender a vivir con lo que se gana honradamente. ¿Por qué? Porque los salarios van cam-biando, es aquello que se acaba un día y vuelve otra vez, el salario es así, cada mes me quedé sin dinero y cada mes estoy lleno de dinero al día siguiente del cobro. El principio, a mi juicio, es el de aprender a vivir con lo que se tiene.

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Nunca me han interesado las fechas, ni los porqué, sino servirle a la Revolución, desde que triunfó.

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Llevo cuarenta y tres años y tres meses en la Fiscalía, por lo tanto, soy fundador. Sigo trabajando, aunque estoy jubilado.

Participé en el primer curso que se efectuó en El Mégano, en 1973. In-gresé como casi todos los que llegan a la Fiscalía de Camagüey. En aquel entonces no existía la provincia de Ciego de Ávila. Venía del Ministerio del Interior, yo era de la Seguridad del Estado, mi esposa también, y co-menzamos en la Fiscalía sin conocer, pues nuestra vida se había desarro-llado en el Minint. La Fiscalía se estructuraba por regiones.

Lo primero que hice: fiscal regional en Camagüey. Nuestras condi-ciones no eran tan malas, como dijo el compañero de Sancti Spíritus, porque radicábamos en la antigua Audiencia, el Tribunal Provincial, allí teníamos un local la Fiscalía Provincial y la Regional, radicábamos en el mismo edificio junto con el tribunal. Ahí comenzamos a trabajar por espacio de dos o tres años, hasta que me designaron fiscal jefe de la región Florida, junto con mi esposa, ya fallecida. Cuando se creó la nueva división política nos trasladamos hacia Ciego de Ávila.

El principal cambio fue que pasamos a la provincia. Vine como jefe de Legalidad, que era como se llamaba entonces, y mi esposa vino como jefa del CLEP, y otros compañeros en la instrucción, procesos penales, secreta-ría, que era como se llamaba entonces, todo este andamiaje que tenemos ahora para controlar, y comenzamos a trabajar.

Cuando llegamos aquí fue más precaria la situación, porque radica-mos en la oficina del presidente del Tribunal, usted se imaginará una Fis-calía Provincial en lo que fue una oficina de un presidente del Tribunal, eso eran dos locales, dos burós. No había sillas para todo el mundo, nos turnábamos a veces para poder sentarnos, así comenzamos a trabajar cuando llegamos aquí. Por supuesto, no existían las Fiscalías municipa-les y teníamos que ir a los municipios y hacer de fiscales.

En Florida trabajaba mi esposa como fiscal, una secretaria y una oficinista. Era una región, no existía el personal de oficina. Cuando se crearon las fiscalías municipales no existía nadie, era un fiscal para todo: mecanógrafo, secretario, auxiliar de limpieza…, lo hacía todo.

La Fiscalía Provincial de Ciego de Ávila contaba con cinco compañeros y una secretaria del fiscal jefe, y ya, no había nadie más, y eso fue después que empezó Rosita a trabajar con nosotros. Control General de la Legali-dad se encargaba de lo que hacen ahora los departamentos de Atención a la Población, y el otro que se ha creado para atender a la familia y los asuntos jurisdiccionales. Tenía que ver, sobre todo —siempre ha sido prio-ridad— con la atención a la población, las quejas y los planteamientos de los ciudadanos, era lo más importante de la labor en aquel entonces.

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La vinculación con la comunidad se hacía mediante conferencias, asesoramientos, barrios debates, etc. Todo lo que se pudiera hacer en aquel entonces se hacía. Cuando aquello no existían los hogares de me-nores sin amparo filial, después que se crearon se empezaron a atender por la Fiscalía, se atendía por Legalidad en aquel entonces.

Los cambios en la atención a los ciudadanos son trascendentales. Cuando empezamos no teníamos ningún tipo de experiencia, todo era experimental, llegamos y no conocíamos esta actividad, todos los que integramos la Fiscalía veníamos del Minint. Ahora es sustancialmente distinto, tenemos la Línea Única, se atiende a la población de manera muy efectiva, porque permite al ciudadano comunicarse con el fiscal sin tener que venir a la Fiscalía, más importante aún si la Fiscalía está alejada del centro de la ciudad, como la nuestra. Por esa vía se le eva-cuan las dudas, se le recibe la queja y si es necesario se le tramita.

La Fiscalía de Ciego primero radicó en los altos del Tribunal, des-pués nos trasladamos para un local a unos metros de la antigua sede, donde está en estos momentos parte de la Academia de Ciencias de aquí. De allí pasamos para la calle Maceo, eso es ahora un parqueo del banco, se destruyó. De ahí fuimos para a un lugar que le dicen Juanita, fue cuando se empezó a construir esta sede que tenemos ahora, muy bonita, con muchas comodidades, todos participamos en los trabajos voluntarios para su construcción, cientos de horas, para tener lo que tenemos en la actualidad.

En la Fiscalía se realizaban actividades de capacitación, que inicial-mente eran por temas que se dirigían con preguntas que se evaluaban. Ahora la capacitación y las actividades de superación sobresalen con creces a las que se realizaban entonces; todavía debe mejorar, deben centrarse más en cuestiones muy específicas del trabajo, pero sin olvi-dar la teoría. La teoría es fundamental para conocer el porqué y ver cuál ha sido el tránsito de la institución que tanto estamos defendiendo. Eso es sumamente importante, porque forma parte del bagaje cultural del fiscal, que no debe ser solo conocer la Ley como texto, sino conocer por qué se crea, los fines, su proyección, su campo futuro…

Fueron fiscales jefes, primero, el fiscal de Camagüey, el doctor Feli-pe Barredo Varado, después vino de Sancti Spíritus Toledo Santander. Al trasladarse este, Prieto, Melquiades, Gilda y ahora Lay Trujillo Gon-zález, la actual jefa.13 13 Esta entrevista se realizó en 2017. Con posterioridad ocupó este cargo Ma-ría Victoria Sifontes Ayup, al ser promovida Lay Trujillo como fiscal jefa de la Dirección de Protección de la Familia y Asuntos Jurisdiccionales.

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Los momentos más importantes para mí en la Fiscalía han sido cuando me seleccionaron para el curso en la URSS, y el aniversario cuarenta de la Fiscalía, que tuvimos la oportunidad de encontramos un grupo de compa-ñeros que hacía varios años que no nos veíamos, y poder intercambiar, en fin, rememorar.

Si hay que resaltar algo, yo resaltaría el trabajo de los primeros fisca-les municipales que se nombraron aquí en esta provincia, que ninguno sabía nada de Derecho, todos fueron seleccionados mediante el Parti-do, trabajadores ejemplares que cumplieran con el requisito de tener grado doce para poder ingresar a la universidad, que fue lo que se hizo.

Ninguno de los fiscales nuestros, cuando empezaron en los muni-cipios, sabía nada de Derecho, todos empezaron la carrera siendo fis-cales, imaginará el esfuerzo que tuvieron que hacer esos compañeros para todas las cosas: atender la población, ver la instrucción policial, los procesos penales, los juicios, limpiar la Fiscalía, repartir citaciones, mecanografiar, todos tuvieron que hacer tremendo esfuerzo para que la Fiscalía lograra ser lo que es hoy.

Aparte del control de la legalidad, trabajé en el Control General de la Instrucción. Fui jefe de su departamento, fueron los dos depar-tamentos en los que trabajé. El control de la instrucción nada más se dedicaba a la fase preparatoria de los procesos penales, supervisar y velar por la legalidad.

Estaba entonces el Departamento de Procesos Penales. Cuando se concluía el expediente de fase preparatoria y el instructor, con la apro-bación del fiscal, consideraba que el expediente estaba completo, se lo pasaba a procesos penales, que era el que hacía el pliego acusatorio y realizaba posteriormente el juicio.

No recuerdo el tiempo que estuve en esa actividad, debe haber sido tres años más o menos. Nunca me han interesado las fechas, ni los porqué, sino servirle a la Revolución, desde que triunfó. No me gustan los detalles, las fotografías, nada de eso, nunca me han interesado.

Hay una cosa muy importante del inicio de la Fiscalía: la labor que nosotros desarrollamos. La Fiscalía siempre ha sido una institución que se ha considerado un todo. Inicialmente existieron grandes dificultades, sobre todo en las provincias orientales. Nos trasladábamos hacia esas provincias por espacio de quince días, un mes, para cooperar, es decir, una labor internacionalista dentro de Cuba, con aquellas provincias que tenían más dificultades que nosotros. Esto lo hicieron varios compañeros de Ciego, Camagüey, Matanzas y de la Fiscalía General de la República, en las actuales cinco provincias que formaban la provincia de Oriente.

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La cooperación era sobre todo en los procesos penales, donde te-nían la mayor dificultad: el despacho de expediente y la formulación de conclusiones provisionales. Juicios no hacíamos, sería bueno que alguien hablara de eso, Alambarri, por ejemplo, de cuando estuvo en su otra función como fiscal.

Para mí haber trabajado en la Fiscalía, en dos palabras, ha sido un honor. A los jóvenes les digo que no se conformen con estar en la Fis-calía, eso no basta para hacerse un profesional, bastaría para ser un mediocre. Ser un profesional no solo es consagrarse, hay que superarse en todos los sentidos, adquirir una cultura general.

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En mis tiempos solamente se veía al fiscal como el del dedo acusador buscando al culpable,

imponiendo una sanción. Hoy el fiscal tiene otra función, una función educativa. Hoy el fiscal tiene varias funciones en beneficio de la sociedad, en

defensa de la niñez.

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Comencé a trabajar en la Fiscalía General de la República en 1973. El nombramiento fue como fiscal de partido en el municipio de Consolación del Sur, en Pinar del Río, hoy pertenece a Artemisa. Prestando servicio en la Fiscalía General de la República estuve unos cuantos días, en aquel tiempo no era Fiscalía General, era Fiscalía del Tribunal Supremo.

Después pasé a trabajar en la Fiscalía Provincial del Tribunal Provincial de La Habana, el fiscal jefe era el doctor Armando Torres Santrayll. Había un grupo de fiscales estrellas, estuve cerca de dos o tres meses aprendiendo, lo primero que se me indicó era aprender a hacer conclusiones provisionales.

Estuve haciendo conclusiones provisionales por espacio de tres meses. Aquellas conclusiones había que hacerlas bien, con todos los elementos, porque después había que discutirlas con Armando Torres Santrayll.

Sentaba al fiscal y le preguntaba: «A ver, dígame por qué este ele-mento, por qué aquí». A mí me decía: «Quita esto, ponle lo otro», y ha-bía que narrarle toda la conclusión. Si le daba el visto bueno terminaba el caso, que casi nunca era el visto bueno, siempre había un señala-miento que era muy educativo. Cuando concluía ese proceso compren-dí que había aprendido a hacer conclusiones.

En aquel tiempo todavía existía la Sala de Menores, y me enviaron ahí a hacer juicios, hablaron con el presidente para que me sobrelleva-ra y me llevaron con una fiscal para que más o menos me auxiliara ante cualquier duda, cualquier situación que se me presentara.

Estuve haciendo juicios en la Sala de Menores un poco de tiempo y después escalonadamente pasé a hacer juicios de tránsito. Me desen-volví, porque todo el mundo tiene su prurito profesional y quería ser lo mejor posible. Me desarrollé bastante bien, y después pasé a hacer los juicios normales que se hacen en un tribunal provincial: los de homicidio, robo con fuerza, robo con violencia, violaciones… Ya era graduado de Derecho.

Fiscal de partido era una institución que venía ya desde antes de la Revolución. Era un fiscal de una categoría existente. Recuerdo que antes existía lo que llamaban teniente fiscal, que eran los fiscales jefes. El fiscal de partido era como un fiscal de un municipio, donde no tenía una categoría relevante, y como no había plazas vacantes aquí en La Habana, la opción que tuvieron fue nombrarme fiscal de partido del municipio de Consolación, prestando servicio aquí en la Fiscalía Pro-vincial o en la Fiscalía General.

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Las condiciones no eran las mejores. Las máquinas de escribir eran pésimas, no teníamos fotocopiadoras, había que copiar las con-clusiones. Eran maravillosas las secretarias, llegaba el momento en que usted como fiscal no tenía que decirles nada. Les entregaba el ma-nuscrito de las conclusiones y ellas las hacían y llegaba el momento que ellas le decían: «Mire, fiscal, me parece, con mucho respeto, que aquí hay esta situación».

No teníamos transporte. Había otro sistema de vestirnos. En la épo-ca en que yo fui fiscal era traje, cuello o corbata, guayabera o safari. Las mujeres no podían entrar allí con rolos ni vestidos cortos. Es decir, había que tener una vestimenta adecuada.

Recuerdo un día en que estábamos en el quinto piso del Tribunal Supremo. Ya Guevara [Idalberto Ladrón de Guevara] era el fiscal gene-ral. Salí del sexto piso, fui al baño, él salía, y yo tenía un pulóver que traje cuando estuve en la Unión Soviética. Él me vio en pulóver y me dijo: «Fiscal, quiero verlo en mi oficina». Como yo sabía lo que iba a decirme, me puse la chaqueta del safari y cuando llegué le dije a Ibis, la secretaria: «El fiscal quiere verme». Cuando me vio me dijo: «Yo pensé que usted estaba de vacaciones». «No, jefe, usted sabe que yo no ando así». «Me extrañó, pero a mí me gusta defender a mis fiscales y que mis fiscales estén correctos, y además, les doy ropa para eso». Había exigen-cia, igual que ahora, la exigencia en la Fiscalía no ha cambiado.

Después, por disposición del fiscal general, el doctor Santiago Cuba Fernández, pasé a la Fiscalía General de la República. Estuve menos de un año en la Fiscalía Provincial.

En ese periodo viene la primera división político-administrativa y se empiezan a crear los mecanismos para constituir lo que sería la Fiscalía General de la República, las fiscalías provinciales y las fiscalías regionales.

Existían las seis provincias tradicionales: Oriente, Camagüey, Las Villas, Matanzas, La Habana y Pinar del Río, y existían seis fiscales que eran fiscales provinciales. Al venir la nueva estructura se trabajó en cómo iban a crearse las fiscalías provinciales y las fiscalías regionales.

Ese fue el trabajo al cual nos convocó el fiscal general. Creó un gru-po de trabajo donde participaron la doctora María Josefa Blanco, el doctor Herranz, una institución dentro de la Fiscalía, y el que les habla. Creamos las estructuras de las nuevas fiscalías provinciales y las regio-nales, los departamentos, es decir, nosotros hicimos las estructuras de las nuevas fiscalías regionales. Soy fundador de la Fiscalía, y todos los de aquel momento somos fundadores de la Fiscalía Regional.

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El primer fiscal creo que fue el doctor Evelio Tundidor Truffau. A mí se me designa fiscal jefe de la región Plaza de la Revolución. Esa Fisca-lía Regional atendía Cerro, Plaza y Príncipe, en aquel tiempo existían los tribunales populares de base, que eran jueces legos.

Pero esta Fiscalía Regional prácticamente era una provincia. Exis-tían la Fiscalía Regional de Boyeros, la de Diez de Octubre, que ese era el nombre, tenía lo que hoy comprende Arroyo Naranjo, San Miguel del Padrón y otro de los actuales municipios.

Estuve ahí en la Fiscalía Regional un tiempo, hasta que por decisión del fiscal general de la República, en aquel momento el doctor Santiago Cuba Fernández, se me convoca y paso a ayudante ejecutivo de él por espacio de tres o cuatro años. Ser ayudante ejecutivo comprendía una serie de tareas relacionadas con la atención a personas que que-rían entrevistarse con el fiscal general, y asistir a reuniones convocadas en el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Comité Central. Es decir, todo en lo que él estimaba que yo debía participar, ahí estaba como ayudante ejecutivo. Después hubo una etapa que simultaneaba la ayu-dantía con la atención al DTI, estuve mucho tiempo atendiéndolo.

El doctor Santiago Cuba me designó para que atendiera a todos los compañeros fiscales que éramos nuevos, que desconocíamos todo, para atender la instrucción policial aquí en la Ciudad de La Habana, y yo fui a radicar a la unidad de Policía de Guanabacoa.

Prácticamente los que nos enseñaron a nosotros fueron los policías, ya después cogimos todos los elementos y durante mucho tiempo el fiscal fue el que atendió los expedientes.

Recuerdo que, en un principio, cuando se le iba a imponer una pri-sión provisional o una fianza a una persona acusada, no es como aho-ra, que se le impone directamente, sino que asistíamos a un pequeño juicio que nosotros los fiscales le llamábamos la vistilla, y entonces la Policía llevaba al acusado al tribunal y allí hacíamos un pequeño juicio donde el fiscal solicitaba si le imponía la prisión provisional o si se le cambiaba por cualquier otra medida, eso fue durante mucho tiempo.

La Fiscalía educa no solamente al fiscal, sino a todos los compa-ñeros que, de una forma u otra, entramos en ella, y ahora más. Yo me jubilé en el noventa, no tenía deseos de jubilarme, pero me jubilé y acabo de reingresar en la Fiscalía. He observado una cosa muy buena, no sé si fue porque me alejé, pero en mis tiempos solamente se veía al fiscal como el del dedo acusador buscando al culpable, imponiendo una sanción. Hoy el fiscal tiene otra función, hoy el fiscal tiene una función educativa, tiene varias funciones en beneficio de la sociedad,

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en defensa de la niñez. Ahora el fiscal general acaba de establecer un convenio en defensa de la mujer, participé el otro día en un seminario donde hubo cinco ponencias maravillosas de las compañeras.

Estoy participando ahora en este proyecto nuevo que ha iniciado la Fiscalía llamada Línea Única. Es una ventana abierta a la población; es la oportunidad que se le ofrece al pueblo de hacer preguntas que lo sacan de dudas, y lo digo por experiencia propia. ¿Qué hacemos los cuatro que trabajamos ahí? Somos amables, aunque a veces nos sacan de paso, pero somos amables, respondemos y nos dicen: «Muchas gra-cias, ustedes son maravillosos». Yo respondo: «Únicamente lo que es-tamos haciendo es cumplir con el deber».

El que llama a la Fiscalía es porque ya se le cerraron todas las po-sibilidades. No quiere decir que les resolvamos los problemas, pero tenemos la paciencia de escucharlos, de oírlos. A mí me llamó una señora a las dos de la mañana desde una provincia oriental; su hija había sido operada en el hospital Juan Manuel Márquez de Marianao, llevaba quince días de alta y no podían trasladarla desde La Habana hacia su provincia porque el Sium [Sistema Integrado de Urgencias Médicas] de su territorio le decía que eso no le correspondía, y el de La Habana le decía que eso no era asunto de ellos. Esta señora, des-esperada, ya no sabía qué hacer, se había dirigido a todas las instan-cias. Le dieron el número de la Fiscalía y llamó.

De inmediato, llamamos al puesto de dirección del Sium Nacional y obtuvimos una respuesta afirmativa, y el compañero que me atendió me dijo: «Fiscal, espere mi llamada, lo llamo en diez minutos». En me-nos tiempo ya tenía la respuesta, y me dijo: «La niña está en camino hacia su provincia».

Inmediatamente llamé por teléfono a la madre y se lo comuniqué. Esa madre no hallaba palabras, y decía: «¿Es la Fiscalía, es la Fiscalía?». No es una función para la que está creada la Línea Única, pero el que llama es porque tiene necesidad y no podemos hacer oídos sordos a eso.

Un anciano desapareció de un hogar para esas personas. Llamaron, localizamos a la Policía, la Policía encontró al anciano debajo de un puente, y se salvó. Está el caso de la niña con leucemia que había que presentarla en el hospital Juan Manuel Márquez, no había manera de trasladarla desde la playa de Baracoa, y nosotros hicimos la gestión y trasladamos a la niña. Y como esos, infinidad de casos en que la Línea Única resuelve.

¿Cómo llego a la Línea Única? Mi sueño toda la vida ha sido ser fiscal, a mí la Fiscalía me encanta. Cuando comencé a trabajar en la

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Fiscalía, no pregunté ni el salario, iba a trabajar en otro lugar donde iba a ganar más, yo no pregunté cuánto iba a ganar en la Fiscalía. La Fiscalía es parte de mi vida. Entonces me enteré por una compañera, que es fiscal y vivía al lado de la casa, que iban a crear la Línea Única y estaban buscando fiscales jubilados. Llamé a Fernando, me tomó los datos y así fue como llegué a la Línea Única de la Fiscalía General, donde me siento encantado, donde me siento útil y estoy brindando lo mejor de mí, de lo que me queda.

El fiscal general de la República actual es una persona accesible, a la que usted se le puede acercar y decir cualquier situación. Eso me llena de satisfacción, es una de las cosas que me mantiene aquí en la Fiscalía. Además, hay una educación formal en todos los trabajadores, mucho respeto, mucha consideración, y eso halaga, y eso hace que disminuya cualquier dificultad que pueda presentarse para cualquier trabajo, pero me siento magníficamente bien en la Fiscalía General, y creo que si vol-viera a nacer y me dan la oportunidad volvería a ser fiscal.

Nosotros no podíamos sentarnos a comer en una mesa allá en el Tribunal Supremo con un abogado, no nos sentábamos al lado de nin-gún abogado, ni en la Unión de Juristas participábamos al lado de un abogado, estaba terminantemente prohibido tener cualquier tipo de re-laciones con un abogado, y no la teníamos.

Era aquella época, momentos difíciles, pero ya todo tiene su cam-bio, y todo ha mejorado.

Mi experiencia a los jóvenes: sobre todo estudiar, estudiar. El fis-cal sobre todo debe tener autoridad; si un fiscal no tiene autoridad no puede ser fiscal. El fiscal tiene que reflejar autoridad. No quiere decir mandar, usted tiene autoridad para hablar con la Policía, tiene auto-ridad para hablar con los subalternos, tiene autoridad para hablar a cualquier dependencia. El fiscal tiene que decidir.

Un fiscal que atiende una unidad de la Policía no puede permitir que la policía decida. La policía puede decidir hasta cierto punto, pero si hay una denuncia de una amenaza o de cualquier otra situación contra la integridad de una persona, la Policía no puede decir que no recibe la denuncia porque es un problema familiar. Tiene que recibir la denuncia, y si no recibe la denuncia tiene que comunicárselo al fiscal y que el fiscal determine y que el tribunal decida. Nosotros recibimos muchas quejas. No estoy criticando a la Policía, realizan un magnífico trabajo.

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Era un colectivo muy revolucionario, muy comprometido con la Fiscalía, mucho amor al trabajo, qué puede sentir una persona así, eso fue hermoso, bello, un pasaje de

mi vida muy, muy bonito.

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Soy fundadora de la Fiscalía, primero como fiscal jefe en la región de Manzanillo y después como fiscal jefe provincial.

Ingresé a partir de mi trabajo como fiscal en el Tribunal Revolucio-nario de Oriente. Fuimos a un seminario en La Habana y luego de eso me designaron fiscal jefe de la región de Manzanillo.

Procedía del Ministerio del Interior. Comencé a estudiar Derecho en la Universidad en Santiago de Cuba, trabajaba en esa ciudad, me trasla-dé hasta Bayamo y vine para el Ministerio del Interior, trabajando en la Seguridad. Un día me asignaron al Tribunal Revolucionario y comencé en él como miembro, y luego en el papel de fiscal. Desde luego, yo tenía los casos menos relevantes, porque había un jefe de la Fiscalía, que era Pineda, que después fue fiscal en Holguín, hasta que me entrené y pasé a formar parte como fiscal.

La parte procesal sí tenía sus cambios. Pero tenía la misma esen-cia, porque en esos tiempos primaba mucho tu sentido de pertenencia, identificación revolucionaria, principios, y fue fácil el traspaso como persona. Como profesional no fue difícil, uno traía una disciplina, un rigor, como trabajador, como revolucionario, y lógicamente los casos no eran iguales. Atendían fundamentalmente los delitos contrarrevolu-cionarios y los casos de malversación, robo con violencia, no todos los casos los atendía el tribunal revolucionario de acá, la gama era mucho más amplia, todos los delitos establecidos en el Código Penal.

Yo trabajaba en Manzanillo y me citaron para una entrevista con el comandante Juan Almeida Bosque. Por supuesto, ni me imagina-ba remotamente que pudiera ser para mi designación o la propuesta como fiscal jefa. Almeida habló mucho conmigo, hablamos de todo, de muchas cosas, hasta que cayó en la propuesta, y yo le dije: «Mire, eso es mucha responsabilidad para mí». No me sentía segura de poder afrontar ese tipo de trabajo. Entonces se paró y me puso la mano en el hombro y me dijo: «Que no se diga que las mujeres van ahora a acobar-darse, que no se diga eso ahora». Empezó a hablarme de la Sierra, de las mujeres que habían sido muy valientes. Me vi comprometida y acepté.

Así fue que comencé a trabajar como fiscal jefa provincial, de una Fiscalía que tenía cuatro fiscales, dos en Bayamo y dos en Manzanillo. Fue muy difícil aquel comienzo, fue terrible, porque no contábamos con personal ni medios; nada, muy difícil. Después tuvimos un vehículo en malas condiciones y así fuimos progresando poco a poco, pero siempre trabajando con muy poco personal. La compañera que me fue a ver dice que ahora hay ciento y pico de fiscales. Fueron momentos muy difíciles, pero fue muy bello aquello, porque

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había una identificación tal, un sentido de pertenencia, de luchar, de trabajar… Trabajábamos hasta altas horas de la noche porque había que despachar causas, lo hacíamos todo, con un personal bastante joven, incluyéndome a mí, todos éramos jóvenes.

La Fiscalía quedaba en General García, número 171, actualmente hay allí una tienda de bienes culturales, un local muy chiquitico, era el del Tribunal Revolucionario, que luego pasó a la Fiscalía. Estábamos todos hacinados, los fiscales en el salón. Se trabajaba prácticamente en todo, en la parte penal, fundamentalmente en la parte civil, en los casos de menores, de las personas discapacitadas, la atención a los establecimientos penitenciarios, las quejas.

Yo era fiscal jefa provincial y no tenía un ventilador. En un buró trabajábamos dos y tres fiscales: tus causas están por aquí, las tuyas por allá, yo como fiscal jefa en el medio de esa situación, era terrible.

En esa época había ocho fiscales en toda la provincia, un fiscal atendiendo dos y tres municipios, atendiendo las causas penales, lo relacionado con la Policía, la Instrucción era muy deficiente. Cuando me fui se comenzaron a realizar las verificaciones fiscales, no con la profundidad que se hace en estos tiempos, pero ya se hacían.

Después de la nueva estructura sí existían las fiscalías municipa-les, pero no teníamos fiscales. El fiscal de Manzanillo atendía Pilón; era un fiscal para dos, tres municipios, porque no se podía humanamente atender el trabajo con ese personal. Aquí en Bayamo trabajaba Sanz con Garcés, en Manzanillo estaba yo con Rubén Lafourcades, después Rubén fue fiscal jefe de la Fiscalía de Las Tunas.

Al constituirse la Fiscalía, fui la primera mujer fiscal jefa provincial, todos los demás eran hombres, y así empezamos, había más fiscales en la Fiscalía General, pero no de jefa de una provincia.

Cuando se hicieron las fiscalías provinciales vine para acá, hasta 1982, deben haber sido alrededor de tres años en Manzanillo.

La toma de posesión en la Fiscalía General me marcó mucho, me im-pactó. Estaba lloviendo cantidad en Manzanillo, y me iba en el avión, y el avión no pudo salir ese día y me tuve que ir en un taxi alquilado a La Habana. Cuando llegué, ya había empezado el acto de toma de posesión; cómo yo iba a entrar tarde, por disciplina a uno no le gusta llegar tarde a ningún lugar. Recuerdo que Teresa Chirino salió, le avisaron que yo esta-ba allí, que había llegado. Santiago Cuba se puso de pie, todo el mundo se puso de pie, yo muy nerviosa, y entonces dijeron que era la primera mujer fiscal jefa, y yo me puse al máximo, fue impactante ese momento. Después miles de anécdotas. Tenía veintidós años, una niñita.

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Me siento orgullosa por haber pertenecido a la Fiscalía, de haber vivido esos momentos muy difíciles, pero, como dije al principio, momentos muy hermosos, en aquellos años se vivía la efervescencia revolucionaria de Fidel Castro, el Comandante en Jefe, de Blas Roca. Nos reunimos mucho con Blas Roca, con Ramiro Valdés, cuando era ministro del Interior, y todo eso te llenaba. Además, éramos poquitos, pero era un colectivo muy entusiasta, muy trabajador. Yo venía con una tarea, por ejemplo, de una reunión de la Fiscalía General, y todos la acogíamos con un sentido de pertenencia, con un compromiso, y salía la tarea, a pesar de que éramos jóvenes, de que había dificultades con el personal. Era un colectivo muy revolucionario, muy comprometido con la Fiscalía, con mucho amor al trabajo. Qué puede sentir una persona así, eso fue realmente hermoso, bello, un pasaje de mi vida muy, muy bonito.

Insisto en la palabrita sentido de pertenencia, porque si no hay sentido de pertenencia no puede haber resultado. Los jóvenes tienen que amar la Fiscalía para ser fiscales, estar identificados con la Revolución, con todo el proceso que estamos viviendo, amar tu trabajo por encima de todo. Ahora hay muchas cosas, lógicamente los tiempos cambian, y los jóvenes deben ser un colectivo. A nosotros nos gustaban las fiestas, nos gustaban mucho las fiestas, y a veces nos cuestionaban porque nosotros mismos hacíamos cumpleaños colectivos, siempre estábamos tratando de estimular a los muchachos al trabajo. Eran muy buenos. La juventud está hoy más preparada, todos los jóvenes que están entrando posiblemente están mucho más preparados que nosotros, mucho más preparados profesionalmente. Nosotros éramos del Ministerio del Interior, habíamos salido de ahí, pero fuimos aprendiendo, adquiriendo experiencia sobre la marcha. Habíamos ido en un primer momento a un curso de quince días más o menos, que lo dieron en la playa El Mégano, ese fue el primer curso, nos dieron un poquito de procedimiento, de todo un pedacito, para que no empezáramos de cero en el trabajo.

En la etapa de las regiones no había municipios. En la región yo atendía, por ejemplo, Manzanillo, toda la región que era Nique-ro, Campechuela, Manzanillo, Yara, Media Luna, Bartolomé Masó, todo eso nosotros lo atendíamos.

Los fiscales éramos Rubén y yo. Unas veces iba Rubén a los hechos y otras iba yo, porque había que ir, y Manzanillo era un territorio violento.

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La Fiscalía debe promover encuentros con la gente que queda. El fiscal jefe Marcos14 era muy positivo, tratando de acercar a las perso-nas, a los trabajadores de la Fiscalía. Él me llamó personalmente, yo fui al acto por el aniversario treinta, esas cosas te ayudan a recordar, no pierdes la memoria histórica, y es muy bonito, tú ves una cantidad de jóvenes y sabes que el trabajo está en buenas manos.

14 Marcos Antonio Caraballo de la Rosa, vicefiscal general de la República.

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Cuando se sanciona a una persona, se hace con el propósito de buscar en él la reeducación.

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Soy fundadora de la Fiscalía, estuve treinta años en la Fiscalía Provincial, hasta que me jubilé, todo ese tiempo trabajé en lo penal.

Comenzamos formando los tribunales populares. No se había he-cho ningún tipo de pronunciamiento sobre el comienzo de los fisca-les. Luego me nombran como fiscal municipal de San Cristóbal, ya después como fiscal provincial de La Habana. Tenía que ver enton-ces con Artemisa, Mayabeque y parte de Pinar del Río.

Cuando se sanciona a una persona, se hace con el propósito de buscar en él la reeducación, que cuando salga a la calle no repita lo que hizo, lo que lo llevó a la cárcel.

Gracias a Fidel, que lo primero que hizo fue la alfabetización. Para mí eso ha sido lo más grande de mi vida. Si yo les digo a ustedes donde yo alfabeticé, ustedes dicen: no puede ser, porque ahí todo el mundo sabe leer. Pensaba yo que todo el mundo sabía leer y escribir en el Vedado, porque tenía un niño chiquito, pero caminé todas las casas donde había empleadas y muchas sabían cómo se llamaban, pero no sabían cómo escribirlo.

El trabajo en la Fiscalía lo realizábamos generalmente a pie, nos movíamos en la guagua del territorio de un lugar a otro. A veces aparecía un carro.

Después hice una combinación con los militares de allí de Gua-ne, para que me recogieran en los lugares donde me daba la madru-gada, para que preguntaran por lo menos cuando pasaran: ¿la fiscal está ahí?. No decían la fiscal, sino la jueza, porque era la costumbre de ellos allí.

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Esta generación no pudo haber nacido en un momento mejor que no fuera en la Revolución. Yo particularmente

todo lo que soy se lo debo a la Revolución.

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Tengo cuarenta y cuatro años de trabajo aquí en la Fiscalía, empecé muy jovencita, el 8 de marzo de 1973, creo que como regalo por el Día Internacional de la Mujer. Me inicié como mecanógrafa, entonces era Fiscalía de Audiencia y nos encontrábamos en un local del Tribunal, pequeñito, porque además éramos muy poquitos trabajadores.

En aquel momento eran solamente tres fiscales, la actividad funda-mental de la Fiscalía se centraba en la atención a los procesos penales y lo que existía era una secretaria, una mecanógrafa, un administrador, un compañero que era el que operaba el equipo de télex. Era lo que servía de comunicación y de enlace con la Fiscalía General de la República, y a la vez operaba el equipo de dito y esténcil. Eran los equipos de reproduc-ción que existían en aquella época.

Había también un archivero y un compañero que se le decía algua-cil, que era el que distribuía la correspondencia. Esa era entonces la empleomanía de la Fiscalía de Audiencia de Santiago de Cuba.

Recuerdo que solo había tres máquinas de escribir, muy antiguas, antiquísimas, y un teléfono. No había transporte, el fiscal tenía su auto particular, en él desarrollaba algunas tareas, pero todo se movía alrede-dor de la ciudad, no había nada que buscar en otro lugar.

Es a partir de que se funda la Fiscalía como órgano que aumenta el número de trabajadores, se insertan otros departamentos, como Control de la Legalidad y Procesos Penales. Comenzaron a llegar los primeros vehículos, eran tres, uno para el jefe y dos para las demás actividades.

A partir de ahí es que la Fiscalía comienza una verdadera trayec-toria de trabajo en función de los intereses de todo el pueblo, como hoy, en atención a la ciudadanía, en la reclamación de sus derechos, de la protección de los niños, los ancianos que no tienen protección, a la población penal.

Luego llegó por primera vez una computadora a la Fiscalía. Eso fue hace alrededor de veinticinco o treinta años. A partir de entonces ya es incomparable el número de aditamentos y de instrumentos de trabajo que facilitan el cumplimiento de la actividad.

Mejoré mi posición laboral como oficinista. Yo tenía grado doce, incluso matriculé la carrera de Derecho, la matriculé estando casada, ya tenía niños, se me hizo un poco difícil, pero siempre fue en ascen-so mi ubicación laboral en la Fiscalía. Llegué a ser secretaria, luego secretaria de Fiscalía.

Estuve designada por el fiscal general de la República, mediante re-solución, como jefa del Departamento Secretariado durante diez años,

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cuando ya entonces era una condición que todos los jefes de departa-mento, excepto el de Contabilidad, tenían que ser fiscales.

Entonces, por mi vasta experiencia en la especialidad, que había hecho de manera empírica, hicieron esa excepción conmigo. Hubo bue-nos resultados de trabajo. Las cosas fueron cogiendo su nivel, porque en aquel momento los fiscales le temían un poco a esa actividad, era netamente administrativa, y todo el mundo quería realizarse en lo que había estudiado.

Aparecieron las plazas de asistentes fiscales y, consciente de mi condición y de la necesidad de la Fiscalía, pasé a una plaza de asistente, la que desempeñé hasta diciembre del año pasado, en que decido jubilarme, pero no retirarme, porque esperé hasta que existiera la oportunidad de ser contratada, con la anuencia de la dirección de la Fiscalía.

Nunca me imaginé en otro lugar que no fuera la Fiscalía. En los momentos más difíciles del país, en la primera época del periodo especial, tuve ofertas tentadoras, entre comillas: me ofrecieron una plaza en la Consultoría Jurídica Internacional, cuando todavía muy pocas instituciones pagaban en divisas determinadas cosas: estimulaciones, estipendios…

Cuando incrementaron el salario a las secretarias en el Tribunal, fue primero allá que acá en la Fiscalía, también me hicieron una oferta, pero yo me decía: «Adónde voy a ir que más valga». Me parecía que en otro lugar no me iba a sentir tan realizada, porque me gusta, siempre me gus-tó desde que era mecanógrafa. Me gustaba mecanografiar, y cuando fui oficinista me gustó ser oficinista, y así hasta lo que hago hoy, incluso, después de haber sido asistente del Departamento de Atención a Dere-chos Ciudadanos, que tenía una gama amplia de tareas.

Cuando decido jubilarme, para volverme a contratar, la fiscal jefa de la Fiscalía me preguntó: «¿Y quieres venir para aquí como secretaria». Y yo le respondí: «Por qué no, esos son mis orígenes, no aspiro a otra cosa». Lo que quiero es seguir aquí, porque todavía me parece que soy útil, y mientras pueda hacerlo y las condiciones familiares y de salud me acompañen…, pues, bueno, por qué no secretaria. Ella me aceptó y acá estoy.

Mire si mi amor por la Fiscalía es grande, esta es una anécdota: hace quince años me detectan un cáncer linfático, todavía tengo una limita-ción provocada por un citostático ido de vena, y estuve largo tiempo con tratamiento, primero uno, después otro, porque el primero no fue efectivo. Tuve tratamiento tres veces, al final me pasaron por la comi-sión para jubilarme por enfermedad. Yo le dije a la comisión que me iba a poner bien, pero que no quería que me jubilaran. Entonces el jefe de

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la comisión miró al resto y dijo: «Señores, ella dice que se va a curar y como ella dice que se va curar, vamos a dejarla que se cure y vamos a dejarla trabajando», y aquí estoy hace quince años.

A pesar de mis limitaciones, he llevado mi enfermedad con mucha dignidad, sin un solo certificado médico. Es una señal, pienso que eso me ayudó mucho, porque para mí el trabajo es lo más grande de la vida, porque me han pasado cosas muy tristes. La familia y el trabajo me han sacado a flote. El trabajo de la Fiscalía es lo que disfruto y es lo que me gusta hacer.

Aquí estoy rodeada de un colectivo maravilloso, me he sentido pro-tegida, me he sentido asimilada por mis compañeros, me he sentido cuidada, mimada, y todavía sigo diciendo: «Adónde voy a ir que más valga», y por eso estoy aquí. Es que mis momentos en la Fiscalía, como ya he dicho, han sido diferentes, han sido etapas distintas unas respec-to a las otras, pero cada una ha tenido su significación.

Significativo en la Fiscalía es ver el desarrollo que ha alcanzado este órgano, poco a poco, pero de una manera acelerada, porque cuando hago comparaciones con otros órganos, incluso dentro del mismo sis-tema de justicia, la Fiscalía es incomparable, no tiene nada que ver con los demás. Ha gozado de una atención en todos los sentidos, material-mente y con los compañeros, con los trabajadores, con sus cuadros. Siento un sano orgullo de estar en este lugar, cómo no.

Es una tarea tan bonita, de tanto sentimiento, que hay que poner-le todo el corazón y toda la voluntad del mundo para no quedarse atrás, para ir a la par del desarrollo de la sociedad y de la vida, por-que podemos estudiar, podemos prepararnos, podemos graduarnos, pero si nos quedamos ahí corremos el riesgo que en un momento de-terminado podemos llegar a ser profesionales o trabajadores medio-cres. Entonces hay que insertarse en todo lo que sea preparación. Y a todo lo que se haga, sea preparación, sea trabajo, ponerle amor, empeño y dedicación y sentir que el trabajo es lo primero en la vida, a la par con la atención a la familia. Tener una familia al lado que te apoye y que tú la ayudes es muy importante. Yo hoy estoy aquí también porque formé una familia digna de un trabajador revolucionario, y esa familia hoy me apoya. A mis padres, que todavía los tengo vivos, les dedico una buena parte también de mi tiempo. Eso hay que fomen-tarlo, y se fomenta con mucho amor, con sacrificio, con dedicación. Esta generación no pudo haber nacido en un momento mejor que no fuera en la Revolución. Yo particularmente todo lo que soy se lo debo a la Revolución.

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Comencé a trabajar con 17 años y me jubilé con 61, porque tenía un problemita con el carné de identidad. Los demás compañeros que atendían familia, civil y asuntos jurisdiccionales me decían: «Por un año no vale la pena hacer un proceso». Y yo les respondía: «Pues no importa, lo voy a esperar», y entonces me jubilé con 60 años, pero biológicamente tengo 61.

Si la salud me sigue acompañando, pienso estar aquí, por supuesto, hasta que me recuerden con amor y con los cinco sentidos. No quiero tampoco que vayan a decir: si ella no se acuerda de nada, por qué no se acaba de ir. Pero todavía estoy en un buen momento.

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El fiscal no es el sujeto que espera a que le traigan la información, tiene que ir a buscarla.

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Tengo 83 años de edad, soy fundador de la Fiscalía General de la República, pero provengo del Departamento de la Seguridad del Esta-do. De ahí pasé a la Fiscalía por disposición del Ministerio del Interior, trabajé en la Seguridad más de diez años.

Un día me citaron para una reunión, era sábado, llegué, pregunté: «¿Qué pasa, qué problemas hay?», y me dicen: «Tienes que licenciar-te». «¿Cómo licenciarme, si yo no he hecho nada?». «El problema es que se va a crear la Fiscalía General de la República y tú tienes que estar mañana dispuesto para un curso que se va a iniciar en El Mégano, impartido por Blas Roca Calderío».

Pasé el curso, fue por un mes o mes y pico. Después me nombraron por el Decreto no. 10 del fiscal general de la República para que fuera fiscal jefe de la región de Jovellanos, me dieron los documentos para trabajar y un folleto, sin yo tener experiencia, nada más que las investigaciones que había realizado en la Seguridad del Estado.

Me personé yo solo al Partido, tuve la suerte que el primer secretario en Jovellanos era compañero mío de la Seguridad. Entonces se creó la Fiscalía y me dijeron: «Tú eres el fiscal jefe de aquí». Así, sin que exis-tieran condiciones de naturaleza alguna, no había ni Fiscalía. Me dije-ron: «Tú vas para allí, y a todos los organismos que haya del Ministerio de Justicia les dices que tú eres el fiscal jefe de esa región».

Me entrevisté con el juez, que era Martín Antonio Cruz, y le dije que yo era un fiscal al que habían nombrado jefe de la región de Jove-llanos, y ahí comencé a practicar las disposiciones que emanaban en aquel entonces.

Comenzamos a relacionarnos con el jefe de la Policía, que era com-pañero de nosotros del Ministerio del Interior, y así se creó un aparato de investigación. Comenzamos sin experiencia en esa coordinación a controlar en toda la región la delincuencia, tanto contrarrevolucionaria como civil.

Yo primeramente comencé, durante un mes, caminando por todo el municipio, desde la región, empapándome de la situación operati-va y del conocimiento de la situación operativa con el jefe de la Po-licía. Comenzamos a tratar primero con el orden social, porque no había control del orden social, en cada cuadra se hacía lo que mejor le parecía a la delincuencia. Las calles destrozadas, los parques… No había un teatro que se pudiera ver, las malversaciones y los robos, la prostitución, era tremendo. Le di mi opinión al jefe de la Policía de comenzar por aplastar la prostitución, que era extraordinaria, y controlar la delincuencia.

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Empezamos a citar gente. Se creó la lucha contra la vagancia, los delincuentes de la región de Jovellanos iban a otros municipios a ro-bar y traían los robos para venderlos. La quema de caña, aquello era un fenómeno. Controlar la quema de caña era fundamental, porque se quemaban millones de arrobas de caña en los distintos centrales, y ha-bía que controlar eso.

Comencé a ir a los centros de trabajo, a presentarme como fiscal y hablarles sobre la protección de la legalidad y la vida nueva que se pro-yectaba, porque había que rehacer los parques, las calles. Los tractores venían por las calles llenos de fango, las calles que estaban asfaltadas parecían guardarrayas, los ladrones robaban, los ciudadanos no po-dían ir al cine, rompían las vidrieras, se robaban lo que fuera, era una cosa tremenda, entonces hicimos un plan con la Policía para comenzar.

La región era muy extensa, porque tenía Jovellanos, Coliseo, Cali-mete, San Miguel de los Baños, Pedro Betancourt…, una región muy grande. Había que ordenarlo todo, y no teníamos ni condiciones, tenía que moverme con la Policía, dormir en las unidades.

En la Fiscalía trabajé en un cuartico que nos cedieron en el mismo tribunal. Ahí comenzó la Fiscalía, y al cabo del tiempo yo conseguí una casa que era de la Anap. Presioné para que me dieran esa casa, después para que me hicieran los muebles para esa casa y hacer solo toda la Fiscalía.

Después que vino el cambio, fui el fiscal jefe del Departamento de Control de la Legalidad en los establecimientos penitenciarios, aten-día las prisiones de Agüica, Canaleta, el Combinado del Sur, la prisión de mujeres.

El fiscal tenía que velar por la legalidad y combatir la delincuencia. Se fue acoplando la situación y fuimos avanzando bastante rápido.

El fiscal tenía que garantizar que se cumplieran todas las leyes que se iban disponiendo, dar muchas conferencias en organizaciones, en centros de trabajo, sobre la nueva organización del Poder Popular y el papel que tenía que desempeñar la Fiscalía como institución.

En principio estaba solo como fiscal, después logré conseguir dos fis-cales más. También se crearon los tribunales municipales. Eso era un fenómeno, había tribunales en todos esos municipios, y era una tremen-da actividad. Yo trabajaba mucho y me acostaba a las tres de la mañana.

La Fiscalía tenía la facultad de ordenar la investigación y controlar-la. Si se producía un accidente de tránsito, teníamos que ir para el le-vantamiento de cadáveres, una responsabilidad tremenda para el fiscal y para la Fiscalía en sentido general.

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Yo llevo cuarenta y tres años. Al principio fue de coordinación, por-que el Ministerio tenía un prestigio y una operatividad tremenda. Ya después tenía que estar dentro de los elementos de legalidad que daba la ley. Si un jefe de la Policía estaba acostumbrado a detener a este o al otro, ahora tenía que ir a la Fiscalía para detener al sujeto, para hacer registros en domicilios, para ocupar determinadas cosas.

Un tremendo trabajo, mucha responsabilidad para el fiscal, porque tenía que responder a todo y lograr que todos cumplieran lo estableci-do, y eso era muy difícil, porque era una etapa de la Revolución donde cada cual hacía lo que mejor pensaba. Había que adaptarse a la nueva situación operativa y leyes nuevas: de procedimiento, para sancionar, prevenir y defender los intereses de la Revolución y los intereses de la población, de los niños, todos los intereses.

La Fiscalía es mi vida. Si nos acostábamos a las tres de la mañana, era para despertarme temprano, porque tenías que hacer los juicios, una situación en la que no había hora de dormir. Si se operaba un caso de asesinato, de accidente de tránsito, de robo, había que estar ahí, detener, a veces interrogar y velar para que se interrogara como estaba establecido en la Ley y no con fuerza. La Policía tenía que cumplir todas las disposiciones legales de la nueva Ley de Procedimiento, que era rigurosa y había que cumplirla.

Me siento muy orgulloso de esto, trabajé mucho para lograr que la Policía entendiera todo aquello, preparar a todas esas muchachitas que llegaban sin conocer esto, enseñarlas, y que después ellas me enseña-ran a mí.

El fiscal no es el sujeto que espera a que le traigan la información, tiene que ir a buscarla. Ahora las máquinas ayudan mucho para trabajar.

En la Fiscalía yo pude trabajar muy bien, porque llevaba diez años de oficial de la Seguridad del Estado. Venía de investigar a cantidad de organizaciones contrarrevolucionarias y a todo tipo de delincuencia, fundamentalmente contrarrevolucionaria, y después enfrentarse a la delincuencia civil, son dos cosas diferentes.

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Me siento muy bien participando en esta institución.

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Soy fundador de la Fiscalía, llevo cuarenta y dos años en ella. El 23 de diciembre de este año cumplo cuarenta y tres. Me siento muy bien participando en esta institución.

Siendo sastre en el municipio La Habana Vieja, fui seleccionado juez popular, y después me convertí en fundador de los tribunales po-pulares de base de este territorio.

Posteriormente, siendo ministro de Justicia Alfredo Yabur Maluf, pasamos una escuela de tribunales populares en el kilómetro 21 y me-dio, entre Guane y Mantua, en Pinar del Río. Cuando terminamos esa escuela me incorporo como asesor de los tribunales de base.

En aquel entonces la dirección de los tribunales populares de base radicaba en el Ministerio de Justicia, que está en la calle O, entre 23 y 25. Estábamos en el séptimo piso, el director era Moya Pupo.

Fui asesor de los tribunales populares de los municipios Plaza y Boyeros. Estando en Boyeros, una compañera me preguntó que por qué no estudiaba la carrera de Derecho, porque yo era inteligente. «Si usted considera eso…», le respondí. Así es como ingreso casi terminando 1971 en la Universidad de La Habana, en el curso dirigido. En 1973, cursando el segundo año de la carrera, una compañera, Amada Viera, que fue fiscal también, me dice que por qué no ingresaba en la Fiscalía. Entonces se hicieron las gestiones y el ministro, Armando Torres Santrayll, fue el que me autorizó para pasar a la Fiscalía.

Ingreso en la institución en enero de 1974 y comienzo como fiscal en la región de Diez de Octubre. Cuando aquello la división política administra-tiva era regional, o sea, una región era integrada por varios municipios. La sede del municipio Diez de Octubre quedaba en Carmen y Juan Delgado, era la del antiguo Tribunal Revolucionario no. 2. Las condiciones allí eran bastante buenas, la Fiscalía estaba dentro de ese local.

La fiscal jefa, ya fallecida, se llamaba Dolores Hachón, y procedía del Ministerio del Interior. También estaba el compañero Anicio Baró Baró, que era profesor de la universidad y fiscal conjuntamente conmi-go, ya fallecido también.

En Diez de Octubre, como había sido el Tribunal Revolucionario no. 2, tenía algunas condiciones, inclusive el estrado, pero había mucha es-casez de materiales. Para hacer las estadísticas teníamos que tirar los expedientes en el piso, empezarlos a contar, no había las condiciones tecnológicas que existen hoy. No era fácil. Tengo conocimiento, como transité a lo largo y ancho de la Isla, de que tuvimos fiscalías que esta-ban en cabinas telefónicas.

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Posteriormente paso a la Fiscalía Regional de Boyeros. Allí había dos fiscales que fueron trasladados. A Rafaela González Iza, ya jubila-da, la pasaron para el regional Diez de Octubre, me quedé solo como fiscal jefe y con el secretario allí en Boyeros.

La Fiscalía de Boyeros en aquel entonces radicaba dentro de la uni-dad de Policía que estaba en Santiago de las Vegas. Las condiciones eran distintas, era un aposento, como un cuartico, lo que nosotros te-níamos como Fiscalía.

Una anécdota: cuando venían del Comité Central, que era el que nos supervisaba en aquel entonces, me decían: «¿Cómo está la legalidad aquí?», en el sentido de que yo estaba dentro de la unidad de Policía. Yo les respondía: «Bueno, pregunten y se darán cuenta de eso».

Estando en Boyeros fui a la Unión Soviética, y después voy para la Fiscalía Provincial de Ciudad de La Habana, cuyo primer jefe se llamó Evelio Tundidor Truffau. El vice era Lázaro Herrera.

Me dijeron que debía ir a prestar servicios a Consolación del Norte. Imagínense, yo estaba cursando la carrera, el curso dirigido, y Palen-zuela, enterándose de eso, me dijo: «Alambarri, ya yo terminé la carre-ra, tú vas para Güines y yo voy para Consolación».

En aquel momento ir y venir de Güines era fácil. Iba y venía todos los días. Allí también me desempeñé como fiscal jefe de la región, en sustitución de Palenzuela. Sustituirlo en Güines no era fácil, porque él era de allí. Estuve por espacio de un año allí en Güines, también solo con el secretario, de apellido Castellanos, ya fallecido.

Un buen día, el compañero Harold Beatón Roca, ya fallecido, que era el director de Cuadros, me va a ver a Boyeros y me dice que el com-pañero Santiago Cuba Fernández, que fue el primer fiscal general que tuvimos en este sistema de organización judicial, quería que yo fuera para la Fiscalía General; así es como yo llego a la Fiscalía General de la República. Allí me desempeñé en el Secretariado, y fui ayudante del fiscal general Santiago Cuba Fernández. Él me dio la tarea de instruir un caso que era de un vicepresidente de la Anap.

Fui uno de los primeros que instruyó un caso penal en la Fiscalía General de la República. Me sirvió de secretaria la compañera Matilde Cruz Oliva, que trabajó mucho tiempo en la Fiscalía General, era la que estaba al frente de la oficina de la información oficial clasificada, ya es jubilada. Quien celebró ese juicio fue el doctor González Tena, también fallecido, y todo salió bastante bien.

Yo era el que me desplazaba a las provincias cuando algún fiscal confrontaba un problema. Él me dio la tarea de hacer ese tipo de

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investigaciones, por eso es que transité desde Guanahacabibes porque tuve que ir hasta Maisí, por distintas provincias, realizando ese quehacer jurídico.

Después de Santiago Cuba viene Idalberto Ladrón de Guevara como fiscal general de la República, convirtiéndome yo también en ayudante de él. Siguió la tradición, y seguí en ese quehacer jurídico.

En 1980, estando de ministro del Interior Ramiro Valdés Menéndez, es que se inicia la Dirección de Control de la Legalidad en los Estableci-mientos Penitenciarios, yo fui el que fundó esa Dirección conjuntamen-te con la compañera Magalys Casel López, éramos dos para todo el país.

En una oportunidad los compañeros de Prisiones nos preguntaron que cómo era posible que dos personas tuvieran en jaque a una Direc-ción completa.

Trabajamos juntos, fundamos también el primer círculo de interés que se hizo en el Palacio de los Pioneros, donde una de las protagonistas fue Delia Alina Díaz. Esta compañera, que también integró la dirección en un momento determinado, fue la que armó aquello. Se hizo como un estrado, recuerdo que tenía alfombras rojas. El objetivo era precisamente que los muchachos que estuvieran allí tuvieran la vocación para que des-pués siguieran la carrera nuestra y se formaran como fiscales.

Luego se incorpora a la Dirección de Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios la compañera Caridad Oña, venía de la Isla de la Juventud.

Estuve en la Fiscalía General de la República por catorce años, y al frente de la Dirección como diez años, quiere decir, de 1980 a 1990.

Ya por razones de la vida, en 1990 pasé a la Fiscalía Provincial. Allí, donde me he desenvuelto durante todo este tiempo, comencé aten-diendo los procesos civiles. Atendía también lo referente a menores, las escuelas de menores con trastornos en la conducta y los círculos de menores sin amparo filial.

En la Fiscalía Provincial, conjuntamente con Herranz, me premia-ron con la Giraldilla de La Habana, recibí la medalla Aniversario 40 de las FAR, me la entregó Raúl directamente, y tengo cantidad de recono-cimientos y galardones que ya me dicen: Alambarri, que más te van a dar a ti. Yo digo que ya, no hay que darme nada más, creo que ya me dieron lo merecido.

Esa más o menos es mi trayectoria, pero dentro de ella hay mu-chas anécdotas.

Tengo el primer manual de la Fiscalía. En ese manual, que es azul, estaban los discursos de Blas Roca Calderío, de Osvaldo Dorticós Torra-

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do, cuando empezaron. Blas dijo: «A la Fiscalía le han dado tremenda responsabilidad. ¿Cuál es?: velar por que se cumpla todo lo que está le-galmente establecido. No obstante, existen personas muy valiosas que se creen que están por encima de la ley».

Una de las cosas que él también decía era que había que trabajar por preparar mejores condiciones en las fiscalías. La Fiscalía Provincial, cuando empezó este nuevo sistema de organización judicial, radicaba en lo que es hoy el Tribunal Provincial, el que está en Prado y Teniente Rey, estaba en el sexto piso de ese edificio. Prácticamente formábamos parte del Tribunal, las condiciones no eran las mejores, pero después poco a poco fueron mejorando.

Luego la Fiscalía General estuvo en lo que era el antiguo Centro As-turiano, frente al Parque Central, hoy es un museo, ahí radicaron la Fiscalía General de la República y el Tribunal Supremo Popular.

De aquella época quedamos pocos compañeros en activo. Está La-fourcade en Las Tunas, en Santiago no tenemos a nadie, en Granma tampoco, ya me enteré que se jubiló Julián, que era de Ciego de Ávila, que atendía el CLEP también. Queda Pulido, que está en Sancti Spíri-tus, y Osvaldo González, más conocido por Bambay, en Matanzas, y aquí quedaban Palenzuela, ya se jubiló, Herranz, que falleció, Magalys Casel, Celeste Bermúdez, Oilda Dutil e Isabel Pedroso, que están jubila-das. Todos ellos son fiscales antes que nosotros. ¿Por qué motivo? Por ejemplo, Magalys Casel era una fiscal que pertenecía a la Fiscalía cuan-do era parte del Tribunal Supremo Popular, ellos vienen de ese tiempo.

Ellos fundaron, en lo que es la zona oriental y demás territorios, los tribunales populares de base, cuando Fidel dijo que tenía la participa-ción del pueblo. Después de eso, Celeste Bermúdez y algunos compa-ñeros pasan a bufetes colectivos, y ya cuando se inicia esta actividad ellos se trasladan para la Fiscalía.

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Me enamoré de la justicia social y aunque dicen que el fiscal es acusador, es un defensor de las causas justas, es defensor de la sociedad. No es un medio

de vida, sino un modo de vida.

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Nací el 28 de agosto de 1939, soy de origen campesino, trabajé como cuadro del Partido por ocho años y estudié Derecho por curso dirigido. El Partido me designó para asumir en diciembre de 1973 como fiscal jefe regional de Caibarién, en la entonces provincia de Las Villas. Soy fundador del órgano. Aunque no era graduado, fue una tarea de la Re-volución, y fui fiscal hasta el año 2011, en que me jubilé.

El fiscal jefe de Las Villas era el doctor Claudio López Cardet, que provenía de los tribunales revolucionarios. Esa provincia tenía seis re-giones: Santa Clara, Sancti Spíritus, Cienfuegos, Caibarién, Sagua la Grande y Trinidad. Inicialmente la Fiscalía no tenía sede en Caibarién, y radicamos en el local de la Policía.

Comencé el 6 de enero de 1974, éramos dos fiscales, con una máqui-na de escribir mecánica, me prestaron a una secretaria del Tribunal. También desarrollábamos tareas de divulgación de la legalidad.

A los tres meses me dieron un pequeño local. Seis meses después me entregaron tres oficinas en el nuevo local del Tribunal, allí perma-necimos hasta el 24 de febrero de 1978, cuando la Fiscalía y los tribu-nales adoptaron la nueva división político-administrativa. En esa fecha me promovieron como jefe del Departamento de Cuadros de la Fiscalía Provincial de Villa Clara, aunque en la práctica seguíamos despachan-do expedientes y haciendo juicios por la escasa plantilla, además de las funciones asignadas.

El 24 de julio de 1979 me nombraron fiscal jefe provincial de Cienfuegos.

Las fiscalías regionales desarrollaron tareas de divulgación, se in-formaba en todas las reuniones y sectores, se hablaba de la institución, fue una práctica de divulgación, no había tantas estaciones de radio. Cada fiscal, directamente, impartía muchas conferencias varias veces al mes, se hacían juicios en centros de trabajo y en la comunidad.

No había especialización de los fiscales, se guiaban por las pala-bras de Fidel: «Enemigos de la vieja ley y baluartes de la ley nueva». Se divulgaba la Ley no. 1249 de 1973, de delitos contra la economía nacional y popular que afectaban directamente a la población y a los directivos.

Como región, en Cienfuegos había tres fiscales entre 1974 y 1978. En 1979, cuando asumí como fiscal jefe provincial, eran solo tres fis-cales trabajando y uno nuevo que entró. En total eran trece personas, incluyendo el personal administrativo.

Fueron captados muchos fiscales, trajeron de Matanzas, casi no había juristas en esta provincia de Cienfuegos. Había fiscales en los

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municipios, pero todavía no había fiscalías municipales, no había transporte en la Fiscalía Provincial. Fui jefe provincial seis meses, sin contar con transporte. En los municipios no había locales.

En la provincia Cienfuegos había cuatro departamentos técnicos: Causas Penales e Instrucción, Control General de la Legalidad, que in-cluía Verificaciones Fiscales y Atención a la Población, Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios, y después se creó la esfera de Prevención. Estas especialidades técnicas se mantuvieron hasta 1985, que se separó la Instrucción, con el control a los expedien-tes de fase preparatoria y aparte los despachos de las causas penales y juicios en el tribunal.

En 1994, bajo la dirección del doctor Juan Escalona Reguera como fiscal general, nace la esfera de Atención a los Derechos Ciudadanos, que fue después Protección de los Derechos Ciudadanos, que atendía a la población, separado de Verificaciones Fiscales.

Estuve trece años exactos como fiscal jefe provincial de Cienfuegos, hasta el 1ro. de junio de 1992.

El primer fiscal general de la República, en 1973, fue Santiago Cuba, con quien comenzamos el trabajo en la nueva Fiscalía Regional, tam-bién cuando pasé al departamento provincial de Las Villas y cuando comencé como fiscal jefe en Cienfuegos. La Fiscalía era un órgano muy pequeño, todo era muy austero y con pocos recursos.

En 1979 entraron unas máquinas de escribir italianas mecánicas. Las comisiones de la Fiscalía General nos ayudaron mucho, porque casi todos éramos estudiantes o recién graduados, salvo excepciones.

En la Fiscalía General eran tres o cuatro los compañeros que venían a las provincias y las regiones y se reunían, entre ellos, en materia penal, el doctor Regino Stone, y en materia civil el vicefiscal general doctor René Burguet Flores, que venía de la vieja estructura de los tribunales, con mucha experiencia también en penal y en Control General de la Legalidad. También el doctor Ramiro Ayala García, entre otros, venían con bastante frecuencia.

Las primeras clases elementales para los futuros fiscales jefes re-gionales las recibimos en un curso breve de quince días en la playa El Mégano, en La Habana, lo dirigía el doctor Fernando Herranz Ramos, que nos ponía a marchar como si fuéramos cadetes, muy cómico.

Al comenzar el 7 de enero de 1974, nos hicimos cargo de las famosas causas «T», que procedían de las antiguas audiencias provinciales, pero que su competencia correspondía a los nuevos tribunales regionales de entonces, sancionables entre seis meses y hasta seis años, las que

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se habían incrementado por la vigencia de la Ley no. 1249 de delitos contra la economía.

Los tribunales populares municipales, que eran la instancia municipal, juzgaban con sanciones de hasta seis meses. En la región Caibarién, con pocas fuerzas, trabajábamos de noche hasta tarde y lo logramos con la ayuda de los pocos compañeros que venían a veces de la Fiscalía General.

A partir de 1978, con la nueva división político-administrativa, y como fiscal jefe de Cienfuegos, coordinaba mucho con las nuevas pro-vincias de Villa Clara y de Sancti Spíritus, donde el fiscal jefe era Omar Cárdenas, teniendo esas tres provincias un frente común, con unidad de criterios.

Tuvimos círculos de interés de pequeños fiscales, con encuentros nacionales. Ellos verificaban en sus propias escuelas el cumplimiento de los reglamentos.

La capacitación fue siempre un interés, había evaluaciones de los temas que te enviaban, y se respondía, hacían observaciones, y era como un curso dirigido, hasta 1980 o 1981. Hubo cursos concentrados en La Habana y otros territorios, también en países socialistas, en parti-cular en la URSS. Había fiscales asesores de la Unión Soviética que nos impartían conferencias. Yo fui en 1980 a un curso de varios meses en Moscú. Otros compañeros estuvieron en Járkov y Leningrado.

La primera verificación que hicimos en Cienfuegos, a partir de 1979, fue a las telas de los ataúdes, y descubrimos robos, eso llamó la atención. Después de 1980 eran más profundas y sorpresivas, en coordinación con el Ministerio del Interior y Protección Física. Lo hicieron en obras gigantes como la Central Electronuclear, la fábrica de cemento y la refinería de petróleo. Verificamos las inversiones. Se perdían recursos y había faltantes millonarios, también verificaron Comercio y Gastronomía, los resultados se elevaban al Gobierno y al Partido de la provincia, así como a la Fiscalía General, algunas se enviaban a los órganos nacionales.

El Buró Político acordó elevarlas a los jefes de los organismos, para que se discutieran y dieran respuestas. Fuimos de las provincias destacadas. Ayudamos además a otras provincias, y se distinguió el fiscal Pedro Betancourt. Fuimos de las provincias integrales, había un personal extraordinario, se trabajaba mañana, tarde y noche, mucho trabajo voluntario.

Las relaciones fueron muy buenas. Trabajamos en la divulgación y en otros temas que les preocupaban a la Federación de Mujeres

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Cubanas, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y la Central de Trabajadores de Cuba. Después de 1992, al ser sustituido como jefe provincial, pido el traslado para Villa Clara en el departamento penal, hasta 1994, que regreso como fiscal provincial a Cienfuegos.

Pienso que una de las cosas más bellas de mi vida es haber trabaja-do en la Fiscalía. Me considero un resultado de la Revolución, porque tenía nivel primario, poco a poco me superé, me enamoré de la justicia social, y aunque dicen que el fiscal es acusador, es un defensor de las causas justas, es defensor de la sociedad, respeta el trabajo de los abo-gados, pero no es capaz de defender a determinados ciudadanos en casos aborrecibles.

Nunca fui prepotente, hasta para pedir la pena máxima no hay que ofender ni abochornar a nadie. Creo haber logrado que la sociedad cienfueguera me respetara y eso se extiende a la actualidad. No es un medio de vida, sino un modo de vida.

Lo más importante para los jóvenes es que vean en esta actividad una tarea revolucionaria, que lo den todo y que se capaciten en lo téc-nico y en lo revolucionario. Siempre defender a la Revolución, preser-var lo que nos orientó Fidel, confiar en los jóvenes, confiar en la actual dirección de la Fiscalía, que cultiva a los jóvenes. Una palabra es deci-sión, porque ser fiscal conlleva un compromiso de defender a la Revo-lución hasta con la vida.

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Para mí la Fiscalía General de la República es obediencia, amor, entrega, voluntad, sacrificio,

sobre todo amor. Tener sentido de pertenencia, que tiene que continuar aunque estemos jubilados.

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En el año 1974 culmino mis estudios de Derecho en la Universidad de La Habana. En esa época se producen las captaciones para la ini-ciación de nuevas personas en la Fiscalía. Siempre recuerdo esa etapa con mucho amor, porque era lo más grande que podía pasarle a un estudiante: ser captado para ser fiscal.

Entonces voy. Yo tenía un embarazo bastante avanzado, casi a tér-mino, y escogieron los que tenían mayor rendimiento para que fuesen captados para la Fiscalía. Me dirijo y hablo con el querido doctor Evelio Tundidor, que era jefe de la Fiscalía de La Habana, aún no se había pro-ducido la división político-administrativa, era una sola Fiscalía. Cuan-do llegué, muy jovencita, delgadita, pero con un embarazo, él me dijo: «Doctora, vamos a esperar que usted tenga ese bebé, y después usted se incorpora».

Fui nombrada fiscal por Santiago Cuba, en la Fiscalía de Jaruco, fue esa la primera Fiscalía en la que laboré.

Me acuerdo que había una secretaria, que creo que después trabajó con nosotros en la Fiscalía General. Tenía unas uñas largas. Llegó y me dijo: «Doctora, para que dictamine», y me entrega unos expedientes. Dije: «¡Ay, mi madre!». Me acordé de la recomendación que me había dado Bisael Peña, y le pedí: «Tráeme el último, que se hizo igual que este». Y así mismo fue, me trajo su último expediente, el anterior, y por ahí comencé a dictaminar.

Hay una cosa que yo siempre puntualizo cuando tengo una entrevis-ta: soy maestra makarenka, del primer grupo, el año pasado cumplí cin-cuenta años de graduada en la Makarenko, y a mí me enseñó mucho el magisterio, me ha ayudado mucho para mi vida de fiscal. Y en los juicios, por supuesto.

Cuando tuve que hacer mi primer juicio me acordé de todas las téc-nicas de la pedagogía: hablar despacio, los tonos, por ahí bien. Cuan-do los compañeros del Tribunal, al pasar el tiempo —no estuve mucho tiempo en Jaruco—, se enteraron de que yo me había iniciado allí, ellos no lo creían, porque pensaban que yo tenía ya cierta experiencia.

Posterior a Jaruco, soy enviada para la Fiscalía de la Isla de Pinos, porque aún no se llamaba Isla de la Juventud. Ese fue mi lugar para graduarme de fiscal, para graduarme como persona, como ser humano.

Recuerdo que llegué a la Isla con una maletica de madera [llora] —no es fácil, pero es la historia, y es linda, y es bonita, y hay que contarla— forrada con una tela de un vestido, con mi maletica y unos taconcitos y un vestidito cortico, delgadita. Llego a la Isla de Pinos, jovencita. A la

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semana ya Oña andaba con botas y con pantalones, y como una pinera más. Me mantuve allí durante diez años.

Esa fue mi graduación como fiscal. Cuando yo llegué estaba el doc-tor Rafael Quintero Garcerán, que estuvo un tiempo conmigo, también me enseñó mucho sobre el juicio oral. Después nos dividimos y él aten-día todo lo del juicio oral y yo todo lo demás, o sea, legalidad socialista, la prevención, todo lo demás.

Cuando Quintero se va me tengo que quedar solita. Recuerdo que un día estaba limpiando, porque no tenía ni siquiera auxiliar de limpieza, y llegó una persona y me dijo: «Para hablar con la fiscal». «Espérese un momentico». Y después: «Pase y dígame cuál es su asunto». «No, con usted no, con la fiscal». «Pero es que yo soy la fiscal». «¡Ay!, disculpe, pero como la vi limpiando».

La Fiscalía tuvo una etapa donde el número de personas que traba-jábamos en ella éramos pocos, y lo mismo teníamos que limpiar que te-níamos que hacerlo todo, teníamos que enfrentar todas las actividades, no había horario.

Cuando aquello éramos región, la Isla era una región, y los expedien-tes de fase preparatoria eran enormes, y había audiencia verbal, la Ley que se encontraba vigente establecía la audiencia verbal previa al juicio oral, y todo esto tenía que enfrentarlo el fiscal. Deseo hablar de esto con mucha fuerza, con mucho amor, se hacían actividades preciosas.

En la Isla de la Juventud se crea el primer círculo de interés de la legalidad socialista, fue una tarea titánica de la fallecida fiscal Delia Lina Díaz. Ella previó que había que enseñar Derecho a los niños desde chiquitos, la idea que se tenía no era tanto formar estos muchachos para que fuesen fiscales, sino para que aprendiesen a conocer las leyes y a respetarlas. La Isla de la Juventud fue como un plan piloto donde se creó el primer círculo, que se le llamó «Los fiscalitos». Fue tanto el éxito de ese círculo de interés, que llegamos a emular a nivel nacional y obtuvimos el primer lugar con ese círculo de interés, donde los niños se comportaban con una fluidez enorme.

Fue una etapa de mucha actividad, sobre todo en el área preventiva. De noche íbamos a todas las escuelas a efectuar conferencias jurídicas acerca de la Ley o lo que fuese necesario divulgar en aquel momento. En los centros de trabajo divulgábamos la Ley 1321, la Ley 13 de Protección e Higiene del Trabajo, el Código Penal, y en las escuelas todo lo que tuviese relación con la formación integral de la juventud y la adolescencia.

También la Fiscalía contaba con activistas de la legalidad, que te-nían hasta su carné, y nosotros teníamos activistas de todas las esferas.

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Cuando realizaba las inspecciones o verificaciones fiscales, que en la Isla de la Juventud en esa época tuvieron un auge muy fuerte, mandá-bamos para la Fiscalía General expedientes íntegros con fotografías, porque en mi equipo de activistas yo tenía periodistas, médicos, tenía activistas de todos los sectores. Eso me permitía poder efectuar una ins-pección integral, sobre todo en aquella época, en que se verificaban mucho las leyes 13 y la 1321. Se hacían verificaciones integrales a las escuelas, a los centros de alta significación de la Isla de la Juventud.

Después soy promovida para la Fiscalía General. Fue necesario que transitara unos meses por la Fiscalía, luego fui para la Fiscalía Provin-cial de La Habana.

Inicialmente, cuando vengo para la General, lo hago para la Direc-ción de Legalidad, con el doctor Ramiro Ayala. Me gustaba mucho esa Dirección, porque en realidad Verificaciones Fiscales formaba parte de la Dirección de Legalidad, y acá ya tenía la experiencia acumulada en la Isla de la Juventud.

Una de las cuestiones que siempre me gustó mucho de la Fiscalía era la atención a la población. Para mí es un aspecto muy importante la atención a la población, porque es la cara de la Fiscalía, es el reflejo que tiene la población de lo que puede hacer un fiscal, de cómo el fiscal puede hacer cumplir el mandato dado por la Constitución, velando por el estricto cumplimiento de la legalidad socialista.

Entonces surge el CLEP, que era Control de la Legalidad en los Es-tablecimientos Penitenciarios y Prevención. Surge el Departamento de Menores, en el cual colocan como jefa a nuestra querida doctora Ma-galys Casel, que es una institución en la Fiscalía General de la Repúbli-ca. Alambarri, conociendo mi condición de maestra y de la experiencia acumulada en la Isla de la Juventud, pide que yo sea trasladada para el CLEP, pero para trabajar específicamente en la Dirección de Menores. Yo contenta: como maestra, todo lo que sea trabajar con niños, niñas y adolescentes para mí es muy importante.

Voy para esta dirección con Magalys y comenzamos una ardua la-bor metodológica. Magalys Casel fue la primera fiscal mujer que logra entrar en un establecimiento penitenciario para controlar la legalidad.

Creo que las mujeres, cómo no, pueden ser fiscales del CLEP, y creo que, incluso, podemos hacerlo muy bien, porque las mujeres estamos dotadas de ese amor, ese cariño, esa entrega que hay que tener cuando se trabaja con cuestiones que a veces son difíciles.

Le aconsejo a esa juventud, a las muchachas, a los jóvenes, que lo hagan con mucho amor, con mucha ecuanimidad, con mucha pacien-

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cia, con mucha disciplina y, sobre todo, con mucha entrega, porque para cualquier labor humana —y el CLEP tiene que estar cargado de mucho humanismo— se requiere ante todo de mucha ecuanimidad, mucho corazón, mucha firmeza.

La Fiscalía y el magisterio tienen cosas muy comunes, tienen pun-tos convergentes. La Fiscalía es entrega, dedicación, ética. No he habla-do de ética, y sí quiero hacer aquí un puntito aparte, pues pienso que los fiscales no pueden tener precio, no pueden dejarse endulzar por nada. Hay muy malas intenciones a veces, ¿eh?, y tenemos que estar muy alertas.

La Fiscalía que tenemos ahora, con nuestro querido fiscal Darío [fiscal general Darío Delgado Cura], que ha acogido con tanto amor esta labor tan grande que se le ha puesto en sus manos, estuvo muy de acuerdo en que pudiésemos ampliar con los testimonios esta primera investigación que se hizo de la Fiscalía, porque sin testimonios, sin lo que se hizo, no se puede hablar de toda su historia.

Estoy segura de que actualmente esta Fiscalía está cumpliendo ese deber soberano, que contamos con compañeros jóvenes muy valiosos, y que tenemos algunos viejitos todavía que se mantienen en esta línea de combate.

Para mí la Fiscalía General de la República es obediencia, amor, entrega, voluntad, sacrificio, en eso yo resumo la Fiscalía, sobre todo amor. Tener sentido de pertenencia, sentido de pertenencia que tiene que continuar aunque estemos jubilados, porque yo me sigo conside-rando fiscal, y mi conducta siempre, mientras viva, seguirá siendo una conducta de fiscal.

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Tengo muchos posgrados, pero el mejor posgrado, la mejor maestría es el cumplimiento diario del deber. Esa juventud que tiene la Fiscalía hay que tratar de

compulsarla, porque tienen el derecho y el deber, por un problema de generación histórica, de ser superiores a

todos los que hemos pasado con anterioridad.

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Trabajé en la Fiscalía General de la República durante veintisiete años. Soy fundadora, de cuando comenzó la nueva Fiscalía.

Estaba finalizando el segundo año de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana cuando hicieron un llamado muy similar al que posteriormente hemos visto con los maestros. Terminado el se-gundo año ya éramos militantes de la Juventud, y se nos habló de la importancia de poder incorporarnos a la nueva Fiscalía.

Comencé a trabajar en 1974 y había un déficit grande de fiscales. Lo que importaba era el conocimiento básico de la parte general de Derecho Penal y de Procesal un poco, y la disposición de dar el paso al frente.

Comencé en la Fiscalía Regional de Artemisa el 16 de agosto de 1974. Radicaba en la misma municipalidad, se acababan de extinguir los juzgados de Instrucción y precisamente radicábamos allí, donde había sido el juzgado de Instrucción que tomó posesión el juez, el presiden-te regional, el doctor Dausat. Un local muy pequeño, se lo dieron a la Fiscalía, en los archivos del juzgado de Instrucción, esa fue la primera experiencia laboral que tuve.

Cuando llegué no vi los documentos viejos, vi lo bonito, y lo que había que hacer para tener un lugar aceptable y un buen ambiente para comenzar a laborar. La Fiscalía Regional atendía los municipios de Ar-temisa, Guanajay, Mariel y Cabañas.

Desde que empezamos atendíamos las causas penales y los asun-tos civiles. Desde la carrera yo había seleccionado como una de mis asignaturas predilectas la esfera penal, no dejó de interesarme el tema administrativo, que es la columna vertebral del Derecho, el Derecho Constitucional, que por cierto establece todos los principios y organi-zaciones de un Estado.

Fue muy difícil trabajar y estudiar, una experiencia que únicamente fue posible por la convicción, que es lo más grande que debe tener una persona que tiene un ideal.

Fui designada fiscal jefa de Mariel. Otros compañeros fueron designa-dos para la Fiscalía Provincial y yo tuve la oportunidad, en este proceso de aprendizaje, de haber experimentado la actividad en la región. Ese cimiento de haber aprendido de todo, desde coser un expediente de fase, hacer una medida cautelar, ir a la audiencia verbal, nos permitió estar un poquito mejor preparados y recibir la nueva Fiscalía Municipal.

La Fiscalía Municipal era una sola persona, no había secretaria ni otros compañeros, ni siquiera una mecanógrafa, ni la presencia de un fiscal que estuviese acompañándote, era la presencia de un fiscal en cada municipio, que estaba distante de mi lugar de residencia en Artemisa.

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Cuando llegamos a Mariel lo único que nos dieron fue una oficinita en el Tribunal Municipal de Mariel que venía de la sede de estos órganos con anterioridad. El fiscal, a cualquier lugar que llegue, debe conocer su entorno, no solo la tipicidad, sino las costumbres y sus delitos.

Estando en Mariel como fiscal jefa, me llega un posgrado para la URSS adonde fuimos varios compañeros. Tuve la oportunidad magnífi-ca de que el presidente de la delegación fue el doctor Harold [Beatón], que nos enseñó mucho sobre el control de la legalidad.

A mi regreso tuve a mi primera hija, y fui promovida para fiscal pro-vincial de La Habana, lo que son hoy Mayabeque y Artemisa.

Otra gran escuela fue la Fiscalía Provincial de La Habana, trabajé durante siete años. Comencé en el Departamento de Instrucción Penal y luego en el de Legalidad. La primera verificación fiscal la hicimos no-sotros en la Empresa Nacional de Canteras.

En la Fiscalía de La Habana estuvimos desempeñando funciones en las causas penales, que fue otra experiencia enriquecedora para mi actividad laboral.

Estaba en la Fiscalía de La Habana y fui promovida en 1986 a fiscal de la Dirección de Control de la Legalidad de la Fiscalía General de la República. Estuve quince años laborando en la Fiscalía General, seis en Legalidad, fue una gran escuela.

En 1992 fui nombrada fiscal jefe de la Dirección de Atención a la Po-blación. Ese momento marcó un hito en mi vida, porque fui la primera mujer en ser fiscal jefa de una dirección. Estando ahí vino la Ley 83 de 1997 de la Fiscalía, y entonces es que se divide la dirección en Atención a la Población y Protección de los Ciudadanos. Fue una enseñanza muy buena, hubo un colectivo magnífico, unidos fuimos ganando experien-cia en el trabajo. En esta dirección trabajamos con los menores trans-gresores, que es una actividad muy bella y humana.

Cuando voy a hablar de mi experiencia como fiscal debo de pensar en el privilegio que me dio la Fiscalía, no solo de haberme hecho adul-ta, una profesional del Derecho y persona de bien, sino de haber po-dido trabajar con Vilma Espín. Atendíamos la Comisión de Protección Social. Es increíble todo lo que pudimos aprender ahí con Vilma.

El 17 enero de 2001 salí de la Fiscalía y me dieron la liberación en mayo. En junio, cuando abrieron las puertas del Ministerio de Auditoría, fui una de sus fundadoras; luego pasó a ser la Contraloría General. Desde entonces ocupo el cargo de contralora jefa de la Dirección Jurídica, pero no he perdido el vínculo con mis compañeros de la Fiscalía, ni con los del tribunal, en fin, con nadie de la gran familia del Derecho.

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Tengo muchos posgrados, pero el mejor posgrado, la mejor maestría es el cumplimiento diario del deber. Esa juventud que tiene la Fiscalía hay que tratar de compulsarla, porque tienen el derecho y el deber, por un problema de generación histórica, de ser superiores a todos los que hemos pasado con anterioridad.

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Hay un imperativo: la lealtad a los principios y a la legalidad. No se puede ser fiscal si usted no es ejemplo

de conducta personal.

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Trabajé en la Fiscalía desde el 4 de enero de 1974 hasta finales de 1977. Yo era miembro del Ministerio del Interior, me plantearon pasar a la Fiscalía que se iba a crear, puesto que yo estaba haciendo el tercer año de la carrera de Derecho por estudio dirigido. Era una tarea que la Revolución me daba y que debía cumplir.

La nueva estructura judicial se inicia sobre la base de regiones. En este territorio se crearon dos regiones: la de Manzanillo y la de Bayamo. La de Bayamo atendía los municipios Cauto Cristo, Río Cauto, Guisa, Jiguaní y Bayamo, y la región de Manzanillo atendía la parte de la costa, desde Niquero hasta Yara.

A mí se me nombró aquí en la región de Bayamo. Posteriormente, en 1976, se me hizo el nombramiento de jefe de la Fiscalía Provin-cial, al crearse la provincia de Granma de conformidad con la divi-sión político-administrativa.

Pasamos un curso en la playa El Mégano, en La Habana, que fi-nalizó en diciembre de 1973. Se nos entregó lo que se denominó el Manual del Fiscal, que tenía un conjunto de resoluciones, de direc-tivas, etcétera, explicando el trabajo de la nueva Fiscalía, porque no había experiencia en el país de ese trabajo que se iba a comenzar, y se orientó que debía quedar constituida la Fiscalía conjuntamente con los tribunales y bufetes, que eran los que integraban la nueva estructura judicial.

Fundamentalmente lo que estaba orientado era atender el proce-so penal, el procedimiento penal, a pesar de que había que cumplir con algunas formalidades de dictámenes, en relación con determi-nados expedientes del proceso civil. A mí el trabajo de la Fiscalía me gustaba, y si volviera a nacer volvería a ser fiscal.

Me corresponde el orgullo de haber sido fundador de una institu-ción que hoy tiene el reconocimiento del pueblo, de los organismos, a la que hoy se respeta, eso es suficiente. Hay un imperativo: la leal-tad a los principios y a la legalidad. No se puede ser fiscal si usted no es ejemplo de conducta personal.

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Los nuevos fiscales deben formarse bien, guiarse por las ideas de Fidel y de Raúl.

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Me nombra el fiscal general de la República en diciembre de 1975, aunque la función de fiscal la inicio desde enero de 1974, primero como fiscal provincial y jefe del Departamento General de Control de la Legalidad, luego continúo en la provincia como especialista y posteriormente como fiscal municipal apoyando con mi experiencia a los fiscales de ese nivel.

Las condiciones de trabajo eran muy malas al principio. La Fiscalía radicaba en el edificio del Tribunal Provincial en un inicio. Eran tres oficinas muy incómodas, no teníamos asientos, pues estaba unido el personal fiscal con el administrativo, no teníamos nada.

En ese momento se nombraron solo los fiscales jefes de departamento, éramos cinco o seis nada más. En esos inicios, como éramos muy pocos, atendíamos todo el trabajo. Existía un compañero para la instrucción, otro para el proceso penal, y yo atendía el control de la legalidad, los delitos contra la Seguridad del Estado, la prevención y los procesos civiles. Había que hacer de todo, porque éramos pocos fiscales, pero también esas esferas las atendíamos por etapas.

Del trabajo de prevención se hizo mucho. Recuerdo de ese tiempo las conferencias que se daban a los organismos del Estado, los juicios ejemplarizantes. Recuerdo un grupo de teatro que hicimos y que llevá-bamos a los municipios y tenía mucha aceptación, el actor Héctor He-chemendía hacía de fiscal, siempre se trataba de escenificar los delitos contra la economía nacional.

La Fiscalía General siempre tuvo muy en cuenta los cursos de supe-ración, recuerdo uno en que el compañero Blas Roca, en La Habana, dio una conferencia sobre la necesidad de hacer prevención y controlar la legalidad, en eso se hizo mucho.

Impartí muchas conferencias en todos los organismos, en Salud Pú-blica, en la Universidad. Fue un gusto dar conferencias a la directiva de Salud Pública y de Educación, y a todos los organismos que nos solici-taban. Se hacían activos sobre la legalidad socialista.

También fue una experiencia muy bonita la atención al público, re-cibir las quejas de la población y velar por que se restableciera la lega-lidad quebrantada. Vi muchas veces cómo las personas se mostraban agradecidas ante la actuación de la Fiscalía.

Las condiciones de trabajo eran muy difíciles. Le dieron un local a la Fiscalía en la calle Padre Valencia, en Camagüey. Era una edificación en muy mal estado constructivo, se caían los pedazos del techo, pocos mue-bles, no había transporte para trabajar, creo que el único que tenía un transporte era el fiscal jefe provincial. Hasta que nos trasladamos al local

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actual en calle República, que era donde estaba el hotel Avellaneda, ahí se mejoró un poco, pero las condiciones eran muy malas, en la provincia había cinco regiones.

No trabajé como fiscal de región, sino en la provincia. El fiscal jefe provincial era el doctor Felipe Barredo Bravo, abogado de experiencia.

Al cambiar la situación territorial se mejoró, pues las cinco regio-nes eran territorios muy grandes, y no había fiscales para cubrir las actividades. Un fiscal lo tenía que abarcar todo en esos territorios. Ha-bía compañeros que aún no estaban graduados y había que enseñarles todo. Con la división político-administrativa, aunque no se completó toda la plantilla, se empezó a trabajar mejor. Las plantillas eran muy reducidas. Muchos fiscales eran estudiantes de cursos dirigidos.

Debo reconocer el apoyo que siempre brindó el vicefiscal general de la República, doctor René Burguet Flores, que en enero de 1974 estuvo un mes en la provincia y nos ayudó mucho, le debo lo que aprendí de Penal.

Era recién graduada cuando entré a la Fiscalía. El último año de la carrera lo hice en seis meses. En los primeros tiempos solo el fiscal jefe provincial y yo éramos graduados. Lo más importante era el control de la legalidad y los asuntos penales.

Después de 1977, con la nueva división, nació la Fiscalía Municipal, y en los municipios se distribuyó mejor el trabajo. Se incrementaron las plantillas con fiscales para las diferentes esferas de trabajo. Asistía mucho público a quejarse a la Fiscalía, a veces en la mañana atendía a cuarenta y pico de personas. Alrededor de 1987 pasé a trabajar a la Fiscalía Municipal de Camagüey, hasta que me jubilé.

Tuve muchos momentos importantes en la Fiscalía. Recuerdo en especial cuando me designaron para entrar a trabajar como fiscal en 1974. Después tuve varios, como cuando cubrí por el fiscal jefe provincial en 1976, al asistir este a un curso en la URSS por varios meses, o cuando fui a un curso en Járkov, Ucrania, por tres meses, en septiembre de 1977; también cuando me condecoraron varias veces en la provincia por mi trabajo.

Como fiscal no le decía no a nada, tenía que recorrer la provincia, había mucha consagración al trabajo. Los nuevos fiscales deben for-marse bien, guiarse por las ideas de Fidel y de Raúl.

Hace 20 años que estoy jubilada por problemas personales. Toda-vía me siento parte de la Fiscalía. Debo seguir manteniendo mi con-ducta, todavía el pueblo se acuerda de mí como fiscal, me siento útil para serlo, las palabras de Fidel me enseñaron mucho, agradezco todo a la Revolución.

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Se observa que los nuevos fiscales son muy buenos y deben com-portarse a la altura de las necesidades, hay que atenderlos todos los días. Me asombro de la cantidad de personal en la Fiscalía, variedad de profesiones, me alegro que haya mejor mobiliario, de que haya muchas mujeres fiscales, de que son muy luchadoras. Considero a Idelsy Mar-tínez Laurencio, la fiscal jefa provincial, como una compañera maravi-llosa, la conozco desde que comenzó, y ha ido en ascenso.

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Quisiera buscar una máquina del tiempo para poder seguir en la Fiscalía, seguir siendo útil.

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Este año 2017, en el mes de octubre, cumpliré cuarenta y dos años de fiscal, yo me inicié en 1975. Me gradué en la Universidad de La Habana, en Oriente no había donde estudiar Derecho, solamente en Santiago, y por concurso. Yo no había pensado nunca estudiar Derecho, quería estudiar Sicología, no pude conseguir la carrera, y entré en Derecho sin ninguna vocación previa para estudiarla.

Comencé en la Escuela de Ciencias Jurídicas de La Habana. Me apa-sionó la carrera, me demostró que no existe una vocación por algo en específico, y que la vida te va llevando a encontrar cosas donde tú crees que no puedes encontrar.

Tenía pensado quedarme en La Habana de profesor en la Facultad de Filosofía, y de momento me llaman, me habían asignado para la Fiscalía Regional de Mayarí. Mi familia tenía relaciones con el doctor Apeles Méndez, que era el jefe de la provincia oriental.

En aquella época fiscales graduados casi no había. Hay que recor-dar que muchos venían de tribunales revolucionarios, del Ministerio de Interior, pero había escasez de juristas, de licenciados en Derecho.

Quiero hablar de una persona, de Reinaldo Moya, que debe estar en la historia de la Fiscalía, porque le dedicó toda su vida al tribunal revolu-cionario, y fue mi profesor, me enseñó a ser fiscal desde su perspectiva, desde su forma de ser, de no ser licenciado en Derecho, pero con una experiencia tremenda. Quiero recordarlo hoy si me dan la oportunidad, porque hace años que murió.

Estuve en Mayarí en la época de la región, allí lo que más hice fue Penal, porque, aunque ya existían las verificaciones fiscales, las quejas eran pocas. El trabajo penal en la región fue lo que me marcó en esa etapa de trabajo.

Era una época en la que el fiscal tenía que ir obligatoriamente con el instructor, con el médico legal, a los levantamientos de cadáver, ese fue mi primer encuentro duro con el trabajo del fiscal, y los juicios. Me ayudó a crear una fortaleza en el trabajo de lo Penal, confieso que no es lo que más me gusta de la Fiscalía, después explicaré cómo cambia mi vida dentro de ella.

Si hubiera tenido que pasar cuarenta y dos años en procesos pena-les habría dejado de ser fiscal, pero la Fiscalía me dio otras posibilida-des de desarrollar mi capacidad de fiscal, mi interés por el Derecho, mi interés por la justicia desde otras posiciones.

En 1977, en que ya habían comenzado las fiscalías municipales y aparecido la Ley de Organización del Sistema Judicial, me envían a la Unión Soviética a un curso en el Instituto de la Fiscalía, que quedaba

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en Kiev, Ucrania. Ahí estuvimos tres meses, regresamos y me nombran fiscal jefe del municipio Holguín.

Me habían prometido el Departamento de Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios, porque no había fiscales gra-duados, pero en esa época había que tener 25 años de edad para ser fiscal de provincia, y yo tendría 23, entré con 21 a la Fiscalía. Entonces me quedé de jefe en el municipio.

Me gustó quedarme allí, me quedé primero solo, una etapa donde en la Fiscalía municipal no había personal administrativo. El fiscal era el que barría, el que mecanografiaba, el fiscal era yo solo, hasta que después entraron otros fiscales, dos fiscales llegué a tener, después tres, cambié de local. Estuve en la Fiscalía municipal de jefe hasta el año 1983 o 1984.

La Fiscalía Regional se subordinaba a la Fiscalía Provincial, ya Apeles Méndez era el jefe de esta última. Recuerdo que las regiones que existían eran la de Mayarí, que estaba compuesta por territo-rios que después se convirtieron en municipios; estaba la región minera: Moa, Sagua, llegaba hasta Nicaro, la actividad del níquel era de esa región; estaba la región Holguín, la de Banes, esas son las regiones que recuerdo que existían en esos momentos, si la me-moria no me falla.

Había municipios que no tenían fiscales. Desde el municipio Hol-guín, desde la propia provincia, los fiscales teníamos que movernos a hacer el trabajo de los municipios. Yo atendía, por ejemplo, Urbano No-ris y Gibara, que no tenían fiscal, y algunos otros.

Nos repartimos los municipios para atender las cuestiones penales que no podían postergarse, un día para atender personas que tuvieran algún asunto civil. Fue una etapa que en la Fiscalía estaba escaso el personal fiscal, no hubo personal administrativo hasta 1983, después fueron apareciendo nuevos fiscales, fue graduándose gente en los cur-sos dirigidos, algunos provenían del Ministerio del Interior, y fue com-pletándose la plantilla.

Una de las cosas más interesantes fueron los círculos de interés de Derecho, los creé en el preuniversitario José Martí, buscando edades próximas a escoger una carrera, a ver si lograba estimular a los mucha-chos. El círculo tuvo éxito, vino a exposiciones nacionales.

Otra cosa es que desde el principio de entrar a la Fiscalía me con-vertí en profesor de diversas asignaturas: de Derecho Administrativo, ya me especialicé en ella, fui profesor de la universidad, en las sedes municipales universitarias. Ahora me dedico a dar posgrado de Dere-

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cho Administrativo, presido el Capítulo Provincial de Derecho Consti-tucional y Administrativo.

El primer fiscal jefe provincial fue Pedro Pineda Lavañino, una gran per-sona, que fue jefe de región, provenía del Minint.

En 1984 me nombran fiscal jefe del Departamento de Control Gene-ral de la Legalidad, que incluye la verificación fiscal, la atención a la población y las reclamaciones.

Eso cambió mi vida, del campo de lo Penal al campo de la verifica-ción fiscal, que es otro de los rostros interesantes que tiene la Fiscalía. Las verificaciones fueron cambiando mucho, desde hacer cosas muy sencillas a hacer cosas muy complejas. Llega un momento, en la déca-da de los noventa, en que se divide ese departamento y se crea el De-partamento de Verificaciones Fiscales y el Departamento de Atención a los Derechos Ciudadanos.

Desde 1984 estoy en esta actividad, hoy trabajo en el Departamento de Atención al Ciudadano.

Un aspecto importante de mi vida en esta etapa es que me proponen ir a Angola de fiscal, yo nunca había sido militar, y a los 35 años me dicen: «Nos han pedido un fiscal para ir a Angola». Dije: «Ahí voy». Me prepararon durante tres meses los compañeros de la Fiscalía Mili-tar, y fui, estuve como catorce meses en Angola. Una experiencia ma-ravillosa, no por el hecho de tener que juzgar cubanos o de reprimir conductas negativas de los soldados cubanos, sino por contribuir de alguna manera a elevar la disciplina de nuestras tropas. Fue una gran experiencia, porque ser internacionalista en Angola es importante, me hizo crecer como persona y me hizo crecer como fiscal también.

Volviendo a la región, tenía una plantilla de dos fiscales, era el jefe. Cuando llego a Mayarí está el jefe solo, Reinaldo Moya Planchadel. En-tro como fiscal, había un secretario y una oficinista, estábamos ocu-pando un local del Tribunal Regional de Mayarí.

Fuimos creando mejores condiciones para el trabajo. En 1983 se crea la plantilla de secretario, de oficinista, etc., y hubo un incremento ma-yor de fiscales. No pude disfrutar mucho el nuevo local, porque eso fue en 1983 y en 1984 paso para la Fiscalía Provincial.

La Fiscalía ha transcurrido por diversas etapas. Ramón de la Cruz Ochoa le dio un vuelco a la verificación fiscal, mejorando su calidad. Recuerdo la existencia de la Instrucción no. 5 del fiscal general, para crear verificaciones fiscales de manera tal que los resultados fuesen trasladados para dar cuenta al nivel central del Gobierno y el Partido. La verificación fiscal se convirtió en un arma fuerte de la Fiscalía.

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Juan Escalona Reguera fue un hombre querido, un hombre carismá-tico, un hombre preocupado por la Fiscalía, una personalidad histórica dentro de la Revolución. Se preocupó mucho por la calidad del trabajo, por el mejoramiento de las condiciones de los fiscales, es una etapa don-de comienzan a mejorar las condiciones de la Fiscalía.

Darío Delgado Cura abre otra etapa de la Fiscalía. Está pensando en la Fiscalía de la posmodernidad, está revolucionando la Fiscalía, en mecanismos, estructura, en crear una dirección propia para la superación de los fiscales, en crear la informatización de la Fiscalía, que es un paso importantísimo.

Partiendo de un Lineamiento del Congreso del Partido, llamando a mejorar la atención de la población en la Fiscalía, ha tomado de la mano eso. Ya la gente se está dirigiendo a la Fiscalía, más a las cuestio-nes que son propias de ella.

La Línea Única me parece una gran idea, permite que la gente se acerque a la Fiscalía sin tener que viajar de un municipio a otro, evitar el transporte al discapacitado, al enfermo, al viejo. La gente, a veces desde el anonimato, plantea cosas interesantes. Entre las proyecciones está la página web, el correo electrónico.

Estamos trabajando con embullo y sentido de pertenencia. Nunca he pensado en irme de la Fiscalía, ni en los momentos que fueron más difíciles ni ahora, que son mejores, aunque el trabajo sea más complejo y la tecnología un poco te aturda, pero la posmodernidad es una forma de avanzar en el mundo y hay que llevar a la Fiscalía a una de mayor profundidad, de mayor institucionalidad y de muchas cosas por hacer.

Mi labor docente la hice con la universidad, pero desde la Fiscalía. No me hubiera ido para la universidad, porque la Fiscalía te da mucha experiencia, y además porque te sientes útil. Si tú eres una persona que tiene sentido de la justicia y tienes un determinado poder en tus ma-nos, no es un poder absoluto ni un poder para creerse que uno lo puede todo, pero tienes la posibilidad legal de hacer cumplir la Ley cuando hay gente que está afectada por su no cumplimiento.

Eso satisface, eso es el sentido de pertenencia. Me quedan unos añitos para jubilarme, y quisiera buscar una máquina del tiempo para poder seguir en la Fiscalía, seguir siendo útil a ella.

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Si algo nos ha enseñado nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro es que la justicia revolucionaria puede

ser severa, pero nunca cruel.

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Fui trabajador de la Fiscalía General de la República de Cuba oficial-mente desde el 6 de enero de 1976 hasta mediados de 2013, un total de treinta y siete años aproximadamente. aunque me había desempeñado en diversas funciones en comisión de servicio, desde finales de 1973 hasta mi ingreso, cuando trabajaba en la Fiscalía Militar Principal de las Fuerzas Armadas. Por lo tanto, esos tres años y medio habría que también sumarlos al periodo mencionado.

¿Cuál fue mi primer contacto con un fiscal? Este primer con-tacto, que quedó ahí en el subconsciente, se produce nada menos que a finales del año 1962 e inicios de 1963, cuando yo participaba en algunas misiones de lucha contra bandidos en la provincia Ca-magüey y algunos actos criminales estaban siendo juzgados en el Tribunal Provincial.

A los que habíamos participado en esas actividades nos invitan para que presenciemos el juicio de unos asesinos. Parecido a como mataron a Manuel Ascunce Domenech en el Escambray, estos habían asesinado también a varios campesinos y a varios milicianos en el norte de la pro-vincia de Camagüey.

El fiscal actuante era el compañero Manuel González Tena, había sido capitán fiscal auditor de uno de los frentes de la fuerza rebelde, cuando la lucha insurreccional en la Sierra Maestra, y había sido desig-nado fiscal de la Audiencia de Camagüey. En ese momento el fiscal jefe de la Audiencia era el compañero René Burguet Flores, que después sería vicefiscal general de la República.

González Tena, uno de los mejores fiscales en el área del juicio oral, era un maestro de la oratoria y de dominio de nuestra legislación en la esfera del juicio oral.

Pero ¿qué ocurre? Termina el juicio, y en un receso un custodio de uno de los criminales —para el cual González Tena había solicitado la pena de muerte por fusilamiento, había cometido tantos crímenes y allí estaban los familiares de los ultimados, algunos casi querían que lincharan a este sujeto— medio que se porta mal con el procesado, lo empuja, lo maltrata de palabra, le dice algunas malas palabras.

González Tena, delante de nosotros, le dice a este compañero: «¿Por qué tú haces eso? A un sancionado o un procesado hasta el último minuto se le tiene que tratar bien. Si algo nos ha enseñado a nosotros nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro es que la justicia revolucionaria puede ser severa, pero nunca cruel, y a un procesado no se le puede insultar». Otras cosas que dijo se me quedaron grabadas en la vida, porque era la primera vez que me enfrentaba a qué era un fiscal

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cubano, yo tenía en ese momento 15 años de edad y nunca había visto un juicio salvo en películas.

Confieso que cuando fui allí iba con la mente en las películas norteamericanas, en cómo son sus juicios. Por supuesto que los nuestros eran distintos, pero se me quedó la imagen de cómo debía ser un fiscal revolucionario.

Al cabo de los años, como en 1978, ya siendo jefe de Capacitación, vi cómo el compañero González Tena fue trasladado a la Fiscalía Ge-neral de la República, a la Dirección de Causas Penales. Se convertiría en uno de nuestros primeros profesores de Derecho Penal y de Juicio Oral en el sistema único de capacitación.

En diciembre de 1973 se me solicita realizar algunas actividades en la Fiscalía General de la República, que había sido creada el 23 de di-ciembre de ese año, en labores de traducción de materiales jurídicos que tenían que ver con la organización de las fiscalías del campo socialista.

Alrededor de 1974 comienzan a llegar especialistas soviéticos que trabajan como asesores de la Fiscalía General, primero de forma indi-recta y ya a partir de 1975 de forma oficial. Yo fui traductor-intérprete de esos asesores.

Recuerdo el trabajo desarrollado por el coronel Vladimir Chuets, que en el año 1975 prepara el primer proyecto de Ley de Organización de la Fiscalía Militar, su reglamento, un proyecto de Ley de Procedi-miento Penal Militar y también algunas propuestas de modificaciones del título militar del entonces Código de Defensa Social, que era la ley penal de nuestro país.

Cuando los asesores militares soviéticos abandonan la Fiscalía Militar, había recién matriculado en la carrera de Derecho, porque estudié Inge-niería Eléctrica antes de mi trabajo en la Fiscalía Militar y tenía la disyun-tiva de si quedarme en la Fiscalía o ir a trabajar a algún otro centro.

Como estaba estudiando Derecho, el fiscal general Santiago Cuba me solicita que vaya a trabajar a la Fiscalía General, al órgano central, advirtiéndome que el único cargo que me podía ofrecer en ese mo-mento era el de traductor, y entro el 6 de enero de 1976 como traductor a la Fiscalía.

En marzo-abril de ese mismo año se crea un Buró de Traducción en la Fiscalía General, y se me pone al frente de esa pequeña unidad organizativa, que estaba localizada en la recién creada Dirección de Cuadros y Capacitación.

En mayo del propio año 1976, por circunstancias administrativas, el fiscal general me indica que debo hacerme cargo de la Dirección de

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Cuadros y Capacitación, que en ese instante no tenía jefe. Estaba cons-tituida por el jefe, el jefe del Departamento de Capacitación, una ase-sora metodóloga y la secretaria. Todavía ni siquiera estaba el jefe de Personal, porque hasta esos momentos Personal se encontraba en la estructura de Economía y Servicios.

Me hago cargo momentáneamente de la dirección, y en septiembre de 1976 traspaso la función de director al compañero Harold Beatón Roca, que es designado oficialmente fiscal jefe de la Dirección de Cua-dros y Capacitación, quedando yo al frente de las tareas del Departa-mento de Capacitación.

Durante todo 1977 simultaneo las funciones de jefe de Capacitación y de intérprete personal del asesor del fiscal general. En enero-febrero de 1978 se me designa jefe del Departamento de Información, es poco conocido en la Fiscalía que ocupé ese cargo. Ese cargo subsume ini-cialmente la tarea del Departamento de Capacitación a las del Buró de Traducción, por eso es llamado Departamento de Información.

Ya a la altura de 1979 eso se elimina y quedo definitivamente como jefe del Departamento de Capacitación. Durante 1978 estoy en una si-tuación donde tengo como tres esferas de trabajo.

Se crea por el fiscal general, Santiago Cuba, un órgano que no es-taba en la Ley de Organización de la Fiscalía, que es la Ayudantía del Fiscal General, donde trabajamos juntos el compañero José Alambarri y yo. En aquel momento, la Fiscalía General era un órgano muy peque-ño. Cuando la Fiscalía se crea en 1973, el órgano central era la oficina del fiscal general, luego aparecieron tres fiscales, que eran como ayu-dantes o asesores de él para la materia penal y civil.

Había un pequeño secretariado, que también se llamaba buró de mecanógrafos, donde había siete u ocho mecanógrafas, que eran quienes preparaban todas las actuaciones y papeles de la Fiscalía; una fiscal, Mercedes Raimundo Torrado, que fue designada como jefa de Cuadros y Capacitación; la secretaria de la Fiscalía, Teresa Chirino García, este cargo no era secretario administrativo, sino un cargo jurídico; y un pequeño aparatico de Economía y Servicios. Mercedes, además de sus actividades al frente de Cuadros y Capacitación, tuvo la tarea de impulsar la divulgación en la Fiscalía.

Los trabajadores de la Fiscalía no pasaban de treinta a cuarenta en ese momento y, por lo tanto, mientras se creaban las direcciones, pau-latinamente con su aparato administrativo, a veces había que simulta-near varias funciones, un compañero tenía dos o tres tareas que podían ser incluso de distintas esferas.

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Por eso, aunque Alambarri estaba atendiendo Control de la Legali-dad en los Establecimientos Penitenciarios —fue el primer director del CLEP que tuvimos—, y yo atendía Capacitación, al propio tiempo reali-zábamos funciones de ayudantes del fiscal general.

En mayo de 1978, Santiago Cuba me encomienda la tarea —y esta es una de las anécdotas que quiero contar— de viajar con una carta personal de él, que debía entregar en la mano al fiscal de la URSS, Rulenko. Este es un personaje histórico de la Unión Soviética, había sido el acusador estatal de la URSS en el famosísimo juicio de Núrem-berg contra los criminales nazis, por lo tanto, era una personalidad a nivel internacional.

Cuba solicitaba que se sistematizase la actividad de apoyo a nues-tro órgano con asesores soviéticos. Segundo: pedía igualmente que se valorase la posibilidad de enviar a los institutos de recalificación de la Fiscalía de la Unión Soviética a grupos de fiscales para estudiar. Ter-cero: le pedía valorar la oportunidad de celebrar en Cuba una reunión internacional de fiscales generales del campo socialista, que hasta ese momento se celebraban siempre en los países europeos.

Felizmente el fiscal de la URSS, Rulenko, estuvo de acuerdo en apo-yar a nuestro órgano, y de ello se derivan dos decisiones: una, que el 1ro. de septiembre llegase a Cuba el segundo asesor soviético, uno de los mejores criminalistas de la Fiscalía de la URSS, para que asesorara a la Fiscalía y le prestase ayuda también al Ministerio del Interior en esta esfera. La otra era que del 19 al 20 de septiembre viajase a la Unión Soviética el primer grupo de fiscales cubanos para cursar estudios en el Instituto de Járkov. Al frente viajó el compañero Harold Beatón, fiscal jefe de la Dirección de Cuadros y Capacitación.

A partir de 1978 y hasta 1988 se sistematizan estos cursos en la Unión Soviética, tuvieron casi diez años de duración. Igual recibimos en el transcurso de 1978 y hasta 1985 o 1986 a varios asesores soviéticos.

Al principio no había una estructura orgánica de relaciones inter-nacionales. Entre finales de 1977 y principios de 1978 estas funciones me son traspasadas, y aunque era el jefe del Departamento de Capaci-tación, empiezo a atender inicialmente la función de Relaciones Inter-nacionales, que en su primer momento se concentraba en esto: atender alguna delegación internacional que viniese a Cuba y la tramitación de los viajes al exterior de los compañeros que salían por parte de la Fiscalía a cualquier misión.

Cerca del año 1985 o 1986 es completada la tramitación jurídica de las comisiones rogatorias que se recibían o se mandaban por nuestro

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órgano, porque hasta ese año esa tarea estaba en manos de la Dirección de Procesos Penales. Desde 1977 hasta finales de 1985, soy jefe, oficial-mente, del Departamento de Capacitación, y atiendo simultáneamente las tareas de Relaciones Internacionales.

A finales de 1977 se da un salto cualitativo muy grande en la esfera de Capacitación en la Fiscalía. Adquiere su fundamentación metodológica-jurídica. Se elabora por la Dirección de Cuadros y Capacitación un documento—Sistema Único de Capacitación de la Fiscalía General de la República de Cuba— que es elevado en octubre de 1977 al Departamento de Órganos Estatales y Judiciales del Comité Central para su aprobación. Este documento recibe el beneplácito del Comité Central en noviembre de 1977. Establecía cuál debía ser la estructura de la superación técnico-profesional en los órganos de la Fiscalía.

Este sistema estaba integrado por los cursos de superación en la Unión Soviética; los cursos concentrados, de los cuales nada más se habían hecho dos; los cursos de superación provinciales; y los semina-rios de preparación del fiscal para el juicio oral.

En 1978, gracias al apoyo que nos da el Ministerio de Trabajo, rea-lizamos cursos de un mes de duración en su Escuela de Capacitación.

A principios de 1979, Harold Beatón me dice: «Cuando tú tengas un problema administrativo, busca el apoyo de la clase obrera, yo estoy se-guro que si tú vas, la CTC va a ayudar a la Fiscalía». Efectivamente, así fue. Me entrevisté con el secretario general de la CTC y bastaron quince minu-tos de exposición para que el compañero llamara por teléfono al director de la Escuela Lázaro Peña y se planificara una entrevista.

Cuando llegué a la Lázaro Peña, el hombre ni siquiera me dejó ha-blar: «¿Tú eres el compañero de la Fiscalía? Nosotros te podemos dar el apoyo con al menos treinta espacios, quince hombres, quince mujeres, si lo quieren dividir de esa forma, con su albergue, su cama, su ropa de cama, un aula, una oficina para un director».

De esta forma, en noviembre de 1978 se hace este curso experimen-tal de un mes, y ya en 1979 empezamos a hacer los cursos de dos meses. Hicimos primero dos cursos de dos meses de capacitación y a partir de 1980 o 1981 se empezaron a hacer tres cursos de dos meses. En 1983 lle-gamos a hacer cuatro cursos de tres meses de duración, por el currículo de sus disciplinas y la preparación de sus profesores.

En 1984, la Fiscalía es declarada órgano autorizado de instrucción de posgrado, porque estos cursos de tres meses llegaron a constituir estudios de posgrado. La Fiscalía General fue el primer órgano jurídi-

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co de nuestro país que estuvo autorizado a hacer estudios de posgra-do fuera de la Facultad de Derecho de la Universidad, y extender sus propios diplomas.

En 1987 la escuela Lázaro Peña se ve imposibilitada de seguirnos dando más ayuda. Comienza a cuajar la idea de construir un instituto propio de la Fiscalía. Se logra obtener una parcela de terreno en las áreas de Arroyo Naranjo, y allí, con trabajo voluntario sábados y do-mingos sistemáticamente durante años, los trabajadores de la Fiscalía con una concreterita vieja de mano y a cubos, ladrillo a ladrillo, bloque a bloque, levantan la escuela de la Fiscalía.

Esta escuela es inaugurada en 1991, ya Ramón Cruz Ochoa era el fiscal general. Trabajó como plantel durante 1992 y 1993, pero cuando la Fiscalía se muda en 1994 para su sede de Centro Habana, frente al Parque de la Fraternidad, como fue una permuta entre los edificios, tuvimos que entregarla.

Cuando es designado Idalberto Ladrón de Guevara como fiscal general, hay un salto cualitativo en la esfera de Relaciones Internacio-nales. Una de las tareas que se traza es la de firmar convenios de cola-boración. Fiscales generales de varios países visitaron Cuba y se logró un intercambio muy dinámico en esa época.

A finales de 1985 se toma la decisión de crear un órgano independiente de Relaciones Internacionales. Ramón de la Cruz Ochoa —que es designado fiscal general, porque de 1984 a 1986 René Burguet Flores se desempeñó como fiscal general interino— me dice que debo entregar el Departamento de Capacitación y quedarme como jefe de Relaciones Internacionales, traspasando el mando a Magalys Alfonso Velázquez, que era la fiscal jefa del Departamento de Cuadros de la Fiscalía Provincial de Matanzas, con buen desempeño.

Desde 1985 hasta mi jubilación en el 2013, me voy a dedicar solo a las tareas de Relaciones Internacionales, primero como jefe Administrativo del Departamento Independiente de Relaciones Internacionales.

En febrero de 1995 se me designa fiscal de la Fiscalía General y me ratifican en el cargo al frente del Departamento de Relaciones Interna-cionales. En marzo de 1999, a tenor de la puesta en vigor de la Ley 83 de la Fiscalía General del año 1997, el departamento independiente se transforma en Dirección de Relaciones Internacionales y Colaboración.

Entre 1984 y el inicio del periodo especial la Fiscalía tiene cierto protagonismo en la colaboración científico-técnica y la cooperación internacional. Enviamos tres asesores a la Fiscalía de Angola y dos asesores a la Fiscalía de Nicaragua.

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El trabajo de traducción en la Fiscalía ocupó en una etapa un lugar muy importante. Además de las actividades de Relaciones Internacio-nales, de atención a los asesores, a mediados de 1986 nuestro país tenía una serie de convenios con distintos países socialistas.

En 1989, siendo fiscal general de la República Ramón de la Cruz Ochoa, conocimos que se deseaba organizar un congreso de criminólo-gos del campo socialista. Cada Fiscalía General de los países socialistas tenía adscrito un Instituto de Investigaciones Jurídicas o de Investiga-ciones Criminológicas, y por gestiones que se hicieron mediante nues-tro departamento se logró que ese congreso de criminólogos, que iba a ser el séptimo en su orden, se realizase en Cuba.

Logramos que vinieran juristas y no solo criminólogos de España, Portugal, una gran delegación de la Fiscalía General de Angola, siete criminólogos norteamericanos, varios criminólogos de Argentina, Venezuela —que todavía no era la República Bolivariana de Venezuela—, de Colombia. El evento se transforma en un cónclave abierto, científico, y de hecho constituye el primer evento internacional organizado de forma independiente por la Fiscalía General. ¿Por qué digo independiente?: porque habíamos hecho entre 1987 y 1988 algunos eventos conjuntamente con el Ministerio de Justicia, que tenía una Dirección de Relaciones Internacionales con bastante desarrollo en la esfera de la organización.

Esta experiencia, unida a la participación de los especialistas de la Fiscalía en el comité organizador del Octavo Congreso de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, que se celebró en 1990, nos sirve para organizar en 1991 el segundo evento, que fue sobre Protección Jurídica del Medio Ambiente, y en 1992 el Primer Encuentro Internacional de Ciencias Penales, que da ini-cio al ciclo de eventos de ciencias penales que hasta el día de hoy se realizan y llegaron a constituirse en evento fundamental en la Fiscalía.

Los eventos internacionales quedaron sistematizados en los años pares: el primero en 1992, el segundo en 1994, el tercero en 1996 y así sucesivamente. La Fiscalía tuvo eventos de protección de los derechos ciudadanos, de actividad mercantil, protección jurídica del menor, so-bre la sociedad y el sujeto frente a la corrupción, etc. De promoción de justicia también se celebraron cuatro. En total, más de treinta eventos internacionales se desarrollaron entre 1989 y 2003, y luego continuaron.

Fui designado coordinador general para una tarea especial que me dieron los fiscales generales, primero Ramón de la Cruz, luego Juan Escalona y el compañero Darío [Delgado Cura] cuando asumió el cargo

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de fiscal general. Estos eventos se desarrollaron, fundamentalmente, en el Palacio de Convenciones, aunque también hicimos algunos en el Capitolio, que en ese momento era la sede de la Academia de Ciencias, y los de protección jurídica de la actividad mercantil en el hotel Habana Libre.

Los eventos internacionales coadyuvaron a que a nuestra patria concurrieran representantes de órganos de diversos países, incluso en el periodo especial, en los momentos más duros de esa etapa. Paradó-jicamente, los dos eventos más grandes, el de Ciencias Penales de 1992 y el de 1994, tuvieron más de 400 delegados extranjeros y en total casi 700 y 800 delegados respectivamente. Digo paradoja porque estába-mos en la situación económica más difícil. Fueron importantes no solo por la posibilidad de enseñarle al mundo las realizaciones de nuestro país, sino porque constituyeron, han constituido y siguen siendo una gran escuela, y permiten un intercambio muy fructífero de conocimien-tos, tanto en los planos teórico y práctico, como el contacto directo en-tre representantes de organismos nuevos, sean fiscalías, procuradurías generales y otras instituciones jurídicas, Facultad de Derecho, etcétera.

Ramón de la Cruz le dio un impulso muy grande a la actividad del desarrollo científico. Se preocupó también mucho por las relaciones internacionales, por la capacitación.

El otro salto cualitativo que se da en las relaciones internacionales se produce entre los años 1993 y 1995, cuando empezamos la ampliación de las actividades de capacitación hacia el exterior. Se había derrumbado el campo socialista, recuérdese que la Unión Soviética desaparece en el año 1991 y, por lo tanto, los cursos allí ya desde 1988 no los teníamos. Había que abrir alguna esfera donde pudiéramos preparar a nuestros fiscales. Se hacen contactos con el Inacipe [Instituto Nacional de Ciencias Penales de la Procuraduría General de México], que nos da la posibilidad de mandar grupos dos veces al año a capacitarse en diplomados. Luego se logra un contacto parecido con el Instituto Nacional de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, que también nos apoya. Llegamos a realizar tres o cuatro cursos, de dos o tres meses de duración, con esas instituciones, lo cual no es despreciable, porque repito, toda la estructura de capacitación prácticamente se había venido al piso y, sin embargo, esa esfera la logramos fortalecer.

Habíamos desarrollado varios contactos a raíz del Congreso en las Naciones Unidas, con el Ilanud [Instituto Latinoamericano de Prevención del Delito de las Naciones Unidas], radicado en Costa Rica,

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adonde se logró enviar pequeños grupos de dos o tres fiscales, una o dos veces al año, para que se adiestraran en seminarios, particularmente en la esfera del CLEP, o sea, el tratamiento a los sancionados y a los privados de libertad.

El otro salto cualitativo se da bajo la dirección del compañero Juan Escalona Reguera, fiscal general de la República, primero con la conver-sión del departamento independiente en dirección, en marzo de 1999.

En 1995 el compañero Escalona realiza un viaje muy importante a la República Popular China, invitado para participar en un evento sobre anticorrupción que permite firmar un convenio de colaboración con la Fiscalía General de esa nación y empezar a sistematizar los intercam-bios, al igual que con la Fiscalía de Vietnam.

La Fiscalía General sabía de la existencia de la Organización Interamericana de Ministerios Públicos, creada en Brasil, y que había dado un Congreso en La Habana en 1958. En el 2002 somos invitados a una reunión que se celebra en Cartagena de Indias, Colombia, y viaja una delegación para analizar lo que allí se iba a debatir y valorar la conveniencia de si Cuba debía pertenecer o no. Al regreso se consideró que sí, que era importante que Cuba perteneciese a esa organización, que se declaraba organización regional con carácter consultivo ante las Naciones Unidas, y hasta el día de hoy la Fiscalía General de la República de Cuba pertenece a ella.

A finales de 2011 sufro la enfermedad que me priva casi de la vista y, por tanto, a principios de 2012 soy operado, se toma la decisión de trasladar a la compañera Patricia [Patricia María Rizo Cabrera], que se desempeñaba como vicefiscal jefe provincial en Ciudad de La Habana, para que atendiese la dirección, mientras yo estaba en el periodo poso-peratorio. Ya después, a partir de mi imposibilidad de seguir trabajan-do, ella asume la dirección.

En esa etapa, y como una extensión del trabajo que hacía el centro de documentación, se empezó a crear una biblioteca jurídica digital. Surge la idea de varios compañeros de recuperar la labor de divulga-ción. Como ya teníamos computadoras y medios, se nos ocurre crear una revista digital, y sale a la luz oficialmente con su nombre: Legali-dad Socialista.

Desde sus inicios, la Fiscalía General tuvo actividad de divulga-ción. En 1978 edita una revista impresa de bastante buena calidad que se llamaba Información Jurídica, que al aprobarse la Constitu-ción Socialista en el año 1976 se decidió cambiarle el nombre por el de Legalidad Socialista.

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No solamente se hizo la revista, sino que asesoraba, revisaba y preparaba los guiones de programas televisivos de buena aceptación, y una gran cantidad de programas radiales, tanto a nivel nacional como provincial.

La Fiscalía llegó a tener su propio estudio de televisión. En 1978 se adquieren las primeras cámaras Sony de televisión en colores que exis-tieron en el país fuera de la estructura del ICRT. Permitían filmar los juicios orales, la actividad de capacitación y los cursos centrales con-centrados y mandarlos a las provincias, donde también se habilitaron en las principales algunos equipos para que pudieran proyectarse estas clases y que sirviesen de adiestramiento a los fiscales.

Esta actividad divulgativa se realiza hasta el periodo especial. Es a finales de 2011 cuando el fiscal general, el compañero Darío, aprue-ba crear un área organizativa en Relaciones Internacionales para que atendiese la tarea de divulgación, siendo designada al frente de ella la compañera Caridad Sabó.15

El primer número de la revista impresa se logra sacar a finales de 2011, y hasta el día de hoy seguimos teniendo revista. Esa actividad, felizmente, ha ido perfeccionándose cada vez, y yo creo que podrá llegar a niveles todavía superiores a los que tuvo en sus inicios la Fiscalía General.

15 Caridad Sabó Herrera, actual fiscal jefa de la Dirección de Comunicación Institucional de la Fiscalía General de la República.

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Su objetivo era enseñarles a los compañeros, transmitirles que lo importante no era el cargo, sino

el trabajo con la Revolución.

Testimonio de Harold Beatón Regalado, hijo de Harold Beatón Roca.

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Mi padre fungió como jefe de la Dirección de Cuadros y Capacita-ción de la Fiscalía General de la República a partir de 1976.

Él ingreso en la Fiscalía de la región Mayabeque en septiembre de 1975. Le pidió al fiscal general Santiago Cuba que quería empezar desde la base. Cuba lo llamó porque había sido auditor del Tercer Frente y necesitaba una persona con experiencia para que desempeñara la actividad de Cuadros. Además, años antes había sido viceministro de la actividad de Organización del Trabajo, pero a pesar de toda su trayectoria profesional, él quería comenzar desde la base y conocer el funcionamiento de la Fiscalía para poder dirigir.

Estuvo en la región de Plaza como fiscal en comisión de servicio, en la de Guanabacoa y en la de Centro Habana, y además en la Fiscalía Provincial. En 1976 ingresa en la Fiscalía General, y Miguel Ángel [Gar-cía Alzugaray], que llevaba tres meses en la Dirección de Cuadros, es quien le hace entrega a mi padre, que estuvo dieciséis años como jefe de la Dirección de Cuadros y luego de este periodo se jubila.

No me remontaré a cuando él comenzó en la actividad de Justicia, no es fundador, porque comenzó en la Fiscalía. Cuando llega al Tercer Frente, Melba Hernández, heroína del Moncada, que era la auditora ge-neral del Tercer Frente, es quien le pide a Juan Almeida, que era el jefe del Frente, que mi papá trabajara como auditor en ese lugar. Comienza como auditor e inicia su vocación hacia la administración de la justicia, que la tuvo siempre desde que fue estudiante.

Posteriormente pasa a viceministro del Trabajo. Cuando culmina esa actividad se incorpora a laborar con Carlos Rafael Rodríguez, quien le da la tarea, aunque no era especialista en esa actividad, de adminis-trador nacional de Inseminación Artificial, y ahí estuvo unos cuantos años. El plan de inseminación artificial lo atendía el Comandante en Jefe, que visitaba mucho esa zona.

En 1975 el fiscal general Santiago Cuba manda a buscar a mi padre para que comience a laborar en la Fiscalía, y desde ese momento se mantuvo en ella.

De todos los organismos a los que he hecho referencia en los que ha trabajado mi padre —y consultando con mi madre, su compañera de lucha, porque se alzó el mismo día que mi padre en la Sierra—, él tuvo mayor vocación en la Fiscalía General de la República, es decir, él amaba mucho la Fiscalía.

A mi padre le gustaba trasmitir a sus compañeros más jóvenes sus experiencias. No se dio a conocer, porque era fiscal jefe de la Dirección de Cuadros. A él le gustaba planificarse las visitas a las provincias,

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independientes de las de la Fiscalía. Planificaba de igual manera sus visitas personales desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio. Iba municipio por municipio, eso era una virtud que tenía que le permitió conocer a cada uno de los fiscales del país, y estos a él. Se preocupaba por sus condiciones de trabajo, su capacitación, siempre sintieron una gran confianza para plantearle algún problema.

Me gradúe de Derecho, y mira si mi padre era íntegro, que a pesar de que era el jefe de Cuadros de la FGR, nunca me dio la posibilidad de que fuera para la Fiscalía.

Terminé la Universidad y me asignaron en la provincia Granma. Fui abogado de la Asamblea del Poder Popular del municipio Barto-lomé Masó, y hasta que no terminé mi servicio social en Granma y retorné a La Habana, no fue que él habló con Ramón de la Cruz e ingresé a la Fiscalía como fiscal de Marianao. Llegué a ser el sustituto del fiscal jefe. Con posterioridad fui para La Habana Vieja, luego pasé a ser fiscal provincial para atender las quejas de los procesos penales, hasta que decidí irme para otro organismo como consultor jurídico. Trabajé desde el año 1986 hasta 1995.

Las condiciones de la Fiscalía en aquella época no eran las mejores. Si comparamos Ciudad de La Habana y Granma, donde tuve la opor-tunidad de visitar todos sus municipios, las fiscalías en las provincias tenían condiciones más malas que las de la capital.

Los jóvenes en la Fiscalía y los trabajadores me trasladan los valores que tenía mi padre, de honestidad, austeridad y sencillez. Su objetivo siempre fue enseñarles a los compañeros, transmitirles que lo impor-tante no era el cargo, sino el trabajo con la Revolución, a mí también me lo transmitió. Para mí fue un paradigma en todos los sentidos, un ejemplo, lo recuerdo todos los días.

En el tema de la capacitación se preocupó mucho por los fiscales no solo en el ámbito nacional. Ahí hizo un buen trabajo con el compañero Miguel Ángel y los otros jefes de Capacitación. En el área internacional se mandaban fiscales a la URSS a capacitarse, hasta fiscales militares fueron allá, mi padre logró estabilidad en los cuadros de la Fiscalía.

Estudió Derecho en la Universidad de Oriente, fue dirigente en esa etapa, además en el Instituto de Santiago de Cuba. En la Universidad de Oriente estuvo hasta el tercer año, porque estaba en la clandestinidad y se traslada para la Sierra Maestra, la Universidad de Santiago se cerró.

Fue fundador del Partido Comunista de Cuba. Un joven en la Sierra Maestra con tres años de una carrera era como un científico, casi todos los compañeros que se alzaron en la Sierra eran analfabetos. Esa es la

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realidad, ese es el mérito que tiene Fidel, que con los campesinos, la clase más explotada, pudo hacer una Revolución. Ejemplo de ello es Guillermo García, jefe inmediato de mi padre, una persona con inteli-gencia para lo militar.

En aquella época el auditor era el que impartía justicia, investigaba. En estos tres frentes se puede decir que existía un Estado, porque ha-bía educación, abastecimiento, auditoria. Mi papá me transmitió que el auditor en la Sierra Maestra no solo se encargaba de impartir justi-cia, tenía además la responsabilidad de educar, eso me lo confirmó tres años antes de fallecer, cuando Guillermo García lo cita en su despacho y resalta su trabajo en la educación en el Tercer Frente.

Mi padre siempre tuvo una responsabilidad en el ámbito de la salud de los fiscales, tantos del nivel central como los de las provincias. Siem-pre se preocupó mucho por la relación entre la Fiscalía, el Gobierno y el Partido, para que el trabajo fluyera.

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No tengo ninguna duda de la importancia de la Fiscalía cubana en la actualidad y en el futuro inmediato.

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Ya tengo más de cuarenta años de trabajo en los órganos de la Fis-calía General de la República. La historia de mi ingreso a la Fiscalía es un poco más larga porque, aunque me gradué de abogado en 1976, ya tenía decidido ingresar en la Fiscalía aún estudiando en el Instituto Preuniversitario Enrique José Varona.

¿Por qué digo esto? Porque relativamente cerca de ese instituto es-taba la sede del Tribunal Revolucionario de Holguín, y cuando salía de mis clases del bachillerato, por la tarde generalmente, pasaba por la sede del Tribunal y entraba a ver la celebración de los juicios.

Aquellos fiscales, que si no me equivoco solo uno era graduado de Derecho, que actuaban con pasión y fuerza en defensa de los intereses de la patria y de la Revolución, me llamaron la atención.

Tenía un antecedente muy fuerte en mi familia: mi padre era juez, y mi abuelo era fiscal de la audiencia, primero de Santiago de Cuba y después de la de Holguín, todo esto antes de 1959. Mis tíos, que eran los profesores José Antonio y Rafael Grillo Longoria, eran abogados pe-nalistas defensores y tenía, además, otros tíos como el doctor Pedro Echezarreta, que también ejercían como abogados litigantes. Es decir, el entorno en que me formé estaba vinculado con los temas del Derecho y en lo fundamental con la acusación y la administración de justicia. Por eso es que digo que entré a la Fiscalía no en 1976, que fue el año en que me gradué, sino a finales de la década de los sesenta y principios de la de los setenta, por las razones que le he señalado.

La fecha exacta en que ingresé a la Fiscalía fue el 1ro. de septiembre de 1976, cuando fui nombrado fiscal de la antigua provincia de Oriente, que radicaba en el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba.

Me inicié en esa Fiscalía Provincial de Oriente. Qué cosa más cu-riosa: en esta Fiscalía, en 1976, solo había siete fiscales. El fiscal jefe, el doctor Apeles Méndez, había sido combatiente del Segundo Frente Oriental y antes de iniciarse en su vida revolucionaria había sido juez de un poblado llamado Palmarito de Cauto, que era un término muni-cipal y un partido judicial.

Apeles Méndez era el único abogado que tenía la antigua Fiscalía Provincial de Oriente. Yo me había graduado precisamente en 1976, y aunque tenía un título de abogado, no tenía la experiencia ni el oficio ni las habilidades para el desarrollo profesional. En ese entorno fue que comencé mi vida laboral como fiscal.

Ya dentro de la antigua Fiscalía Provincial de Oriente tuve que cumplir algunas misiones encomendadas por el fiscal jefe provincial y, aunque no nombrado por resolución del fiscal general, fui jefe de

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la Fiscalía Regional del Segundo Frente Oriental, en un momento determinado de principios de 1977, y también fui jefe de la antigua Fiscalía de la región Palma Soriano. Estas dos jefaturas las desarrollé por periodos de tiempo relativamente cortos, que pudieran haber estado entre los tres y los seis meses.

Las condiciones de trabajo no eran buenas, excepto las de la Fisca-lía Provincial, que como antes expresé radicaba en el Palacio de Justi-cia de Santiago de Cuba. En ese palacio ocupábamos el ala izquierda del último piso. Excepto este, el resto de los locales con que contaba la Fiscalía Provincial de Oriente estaban muy deprimidos.

La antigua Fiscalía Regional del Segundo Frente era una pequeña casa con paredes de tablas. El piso era de cemento y el techo, si mal no recuerdo, era de fibrocemento. Allí lo que había era un buró y una máquina de escribir a la que le cogí mucho cariño, una Remington de la década de los cuarenta, y apenas teníamos papel para escribir. Los medios eran muy limitados. Las condiciones de trabajo no eran bue-nas, pero, por encima de todo eso, en ese entonces había una tremenda entrega a la gestión que uno realizaba.

Acababa de regresar de la capital del país, estudié en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, rodeada de la tan querida Plaza Ignacio Agramonte, en medio de aquel recinto universitario, de lugares de lujo, muy cerca de la calle 23, de todos los hoteles, y de mo-mento verse uno metido en el lomerío aquel del Segundo Frente.

Sin embargo, todas esas cosas ocupaban un segundo espacio, por-que había un compromiso de trabajo y de entrega, a pesar de nuestra edad en aquel entonces, pues considerábamos que era muy importante para el país la labor que desarrollábamos.

Comencé en la antigua Fiscalía de la provincia de Oriente y, como todos sabemos, en ese año 1976 se decidió la nueva división político-administrativa del país. Sin embargo, muchos órganos e instituciones mantuvieron el trabajo como provincia de Oriente hasta 1977. En ese sentido hubo experiencias muy ricas. Siendo aún muy jóvenes fiscales, estábamos a cargo de la Sala Tercera de lo Penal del Tribunal Provincial Popular de Oriente, y en ella se atendía la antigua región Guantánamo-Baracoa. Teníamos que ir todos los meses, durante una semana, a hacer los juicios de esa competencia en la ciudad de Guantánamo, y esto me valió de mucho también, porque los jueces o magistrados que integraban esa Sala eran personas muy ilustres, muy bien preparadas, y sobre todo con mucho oficio. Puedo recordar con mucho orgullo a los doctores Infante, Iván Caballero y Portuondo,

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y Cartaya, que ya eran personas, sobre todo los dos primeros, que peinaban canas, ya estaban en los alrededores de los 60 años, y yo era un joven que recién había cumplido los 24, y esa experiencia, ese oficio, ese grado de humanismo en la impartición de la justicia surtió evidentemente efectos posteriores en mi gestión.

Cuando estuve en las regiones Segundo Frente y Palma Soriano, también era el único fiscal que había. Por tanto, tenía que asumir los juicios que celebraban esos tribunales, que llegaban hasta seis años de privación de libertad. Ya más de seis años era competencia del Tribunal Provincial, pero hasta ese periodo eran de la competencia de los tribu-nales regionales, y ahí tuve también la experiencia que años después se generalizó en el país de celebrar juicios ejemplarizantes.

Estos juicios los hacíamos muchas veces fuera de la sede del tribu-nal, como uno que celebramos en las montañas de Mícara, una malver-sación en una bodega, y allí se reunió a todos los vecinos, a las bases campesinas y a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños. Se celebró de manera ejemplarizante, no tanto por la pena que finalmente se le impuso al infractor, sino para que las doscientas personas que concurrieron supieran cuáles eran los principios de la legalidad socia-lista en nuestro país.

Recuerdo además que asistió el primer secretario del Comité Regional del Partido del Segundo Frente, que era el comandante Pancho. Él no me conocía, porque en semanas anteriores había sido mi incorporación a ese regional en sustitución del fiscal que allí se encontraba. A partir de ese acontecimiento hubo una relación muy estrecha entre esta figura histórica de la Revolución Cubana y este joven fiscal en aquel entonces.

Un dato curioso que nuestros jóvenes de hoy deben conocer es que, por ejemplo, en el Segundo Frente Oriental, en 1976 o 1977, las condicio-nes del poblado aún no eran como las que tenemos hoy. El lugar donde me correspondió dormir y realizar mi alimentación era en la estación de la Policía; allí tenía una pequeña habitación que estaba en el segun-do piso. Había unas literas, dormían algunos compañeros de la Policía, y también dormía yo cuando me tenía que quedar.

Otro elemento importante que hoy a casi cuarenta años de aquel acontecimiento me trae muy buenos recuerdos es que para moverme por toda la demarcación que circundaba Mayarí Arriba, que viene sien-do la capital del Segundo Frente, utilizaba una yegua alazana que me había dado precisamente el compañero Pancho para que me moviera. Porque cuando aquello no había medios de transporte en la Fiscalía, solo algunas provincias tenían tres o cuatro vehículos. En las regiones

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generalmente no había nada en qué moverse, ese es el entorno en que comencé mi vida laboral.

Después de haber trabajado alrededor de siete años en la provincia de Santiago de Cuba, fui designado fiscal de la provincia de Holguín, lugar donde estuve aproximadamente cinco años. Allí, por sugerencia del Departamento de Capacitación de la Fiscalía General, me incorporé a la docencia en los cursos que en aquel entonces daba la Fiscalía en los distintos territorios del país.

En Holguín estuve, como dije, unos cinco años, y siempre fui un operador del derecho penal. Desde que me gradué, hasta hace aproximadamente un año, siempre he estado vinculado con los procesos penales, es decir, con el control de los procesos penales, con la acusación, la formulación del acto acusatorio y con la defensa de ese acto acusatorio en los juicios públicos que se celebran. Esa experiencia acumulada, tanto en la antigua provincia de Oriente, en las fiscalías regionales y en Santiago de Cuba y en Holguín, me sirvió de mucho cuando fui promovido en el año 1988 para la Fiscalía General de la República.

Cuando aquello tampoco la Fiscalía garantizaba casa, no había esa facilidad, a usted lo podían promover, en mi caso fui el primer joven fiscal con menos de 35 años que fue promovido para la Fiscalía General desde las provincias, y lo que te garantizaban era un lugar, general-mente del Ministerio del Interior, donde pudieras dormir, pero no había construcción de viviendas, de apartamentos, eso no existía en aquel entonces en la Fiscalía.

Decidí, previo acuerdo con mi familia, tomar la decisión de venir para acá. En la capital del país había muchas más posibilidades de de-sarrollo de todo tipo, y así lo hice en junio de 1988, cuando ingresé en la Fiscalía General de la República, en la antigua Dirección de Causas Penales, cuyo director era el doctor Regino Stone.

El periodo especial fue difícil para la Fiscalía, para los tribunales, para la salud pública cubana y para el país. Nos tocó a todos, tanto fiscales, jueces, abogados, médicos, ingenieros, trabajadores normales, obreros… Fue una demostración de resistencia que dio el pueblo cubano.

Y en ese grupo de cubanos que resistimos, que mayoritariamente resistimos, me encontraba yo. Ese periodo especial, para que uste-des tengan una idea, se puede concretar en que no había almuerzo en la Fiscalía, ni medios de transporte, teníamos que llegar al tra-bajo en lo que apareciera, hasta un día en que se nos vendió una bicicleta. Entonces usted llegaba, por ejemplo, a la sede de la Fisca-lía General, que cuando aquello radicaba muy cerca del teatro que

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está en Calzada y D, el Amadeo Roldán. Usted llegaba a la Fiscalía General y en el parqueo había cómodamente más de cien bicicletas. Mujeres, hombres, a veces personas de más de 60 años iban a traba-jar en bicicleta y regresábamos a nuestras casas en ellas. En mi caso, tenía que recorrer desde la puerta de mi casa hasta la puerta de la Fiscalía General aproximadamente unos diez kilómetros, diez para llegar y otros diez para salir. Fíjense si la situación alcanzó matices relevantes, que en esa etapa muchos, entre los que me encontraba, bajamos grandemente de peso: en mi caso cuarenta y cinco libras en un año de trabajo.

Por esas circunstancias —no había desayuno, no había almuerzo—, en nuestras casas la situación era muy compleja, era la etapa de los grandes apagones, era la etapa en la que lo poquito que teníamos había que priorizarlo para nuestros pequeños hijos. Aun en esas circunstan-cias, vuelvo y repito, muy pocos flaquearon, y la mayoría resistimos con honor, con vergüenza, con sentido de dignidad, de patriotismo.

En medio de aquello, en 1994, el fiscal general Juan Escalona Regue-ra me nombró jefe de Departamento de la Dirección de Procesos Pena-les, y estuve como jefe desde 1994 hasta 2011, en el que ya por razón de la edad y de darle oportunidad a otros jóvenes hice dejación del cargo y me incorporé como uno más —como siempre lo he sido— a las tareas de fiscal de los procesos penales, haciendo los juicios correspondientes y todo lo demás que eso lleva consigo.

Hay muchos momentos importantes, en cuarenta años cuántos mo-mentos importantes pueden haber existido. Para mí todos los juicios son importantes: de asesinato, vinculado con el terrorismo o con el tráfico internacional de drogas, un delito de lesiones, uno de amena-zas o uno de hurto simple. La justicia penal no puede estar solamente enmarcada en los juicios importantes. Para esa persona que resulta víc-tima de un delito de lesiones el caso para él es muy importante, como también lo es para la familia del acusado y el propio acusado.

Uno de los juicios más importantes que realicé estuvo vinculado con el fenómeno de la corrupción. Llevó una preparación, no fue un día, demoró dos, tres y hasta cuatro días, había muchos acusados, muchos testigos, la prueba documental era muy extensa, había que desarro-llarla, discutirla, sobre la base del principio de contradicción, y había ocho, diez, quince y hasta veinte abogados.

Entonces, esos juicios, a pesar de que ya en ese entonces tenía una experiencia importante en el trabajo de la acusación pública, eran jui-cios que te marcaban por la trascendencia que tenían.

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Otro de los momentos importantes en materia de procesos penales y de juicios fueron los juicios que hicimos a elementos terroristas de Centroamérica que vinieron a Cuba a poner bombas y a matar personas inocentes. En mi caso concreto le hice juicio a Otto René Rodríguez Lle-rena, un salvadoreño que vino en más de una ocasión a Cuba a poner bombas en centros turísticos, que había sido contratado por el triste-mente célebre Luis Posada Carriles, y por unos pesos vino aquí a poner bombas en nuestros hoteles, algunas de las cuales llegaron a explotar.

Este fue un juicio que lo vio el mundo entero, porque se transmitió en directo a todos los países, y en el caso de Cuba fue visto y transmiti-do a toda la nación, para que se pudiera apreciar la enorme gravedad de los actos terroristas y la repercusión que eso tiene en cualquier país. Yo digo que parte de la Batalla de Ideas comenzó con la celebración de estos juicios.

Después vino el secuestro del niño Elián. Fue muy importante para nuestro pueblo la victoria que se obtuvo.

Pero los juicios contra los terroristas, este de Otto René Rodríguez Llerena y otros que se hicieron a unos guatemaltecos que vinieron aquí, fueron también de especial trascendencia y me marcaron como fiscal, por la responsabilidad que se nos asignó por el fiscal general de la República y por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros para poder enfrentar esos importantes acontecimientos judiciales.

Me veo obligado a mencionar algunos nombres de compañeros muy valiosos, la inmensa mayoría ya no están en la Fiscalía, pero fue-ron fiscales entregados a su labor, profesionales serios que me ense-ñaron muchas cosas que no las da la universidad, que las da la vida, las da el compromiso.

Uno de estos fiscales, lo mencioné al inicio, es el doctor Apeles Mén-dez, que estuvo todo el tiempo de fiscal jefe de la provincia de Oriente, hasta que fue promovido para jefe de una dirección en la Fiscalía Ge-neral de la República.

El compañero Pedro Pineda Labañino, que fue fiscal del Tribunal Revolucionario de Holguín y después durante más de diez años fiscal jefe de la provincia de Holguín. La compañera Margot Rodríguez Ba-tista, que era fiscal de la antigua provincia de Oriente y, después, de Santiago de Cuba; cuando yo ingresé en la Fiscalía, ella era estudiante de Derecho, pero ya acumulaba una experiencia de trabajo en los pri-meros años de la Revolución, y eso me sirvió a mí. Sus consejos, sus puntos de vista me sirvieron de mucho para poder desarrollar mi labor. También un compañero al que le teníamos especial estimación, tanto

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yo como otros fiscales de la provincia de Holguín, que trabajó por más de veinte años en los órganos de la Fiscalía, primero en el Tribunal Re-volucionario y después ya en la Fiscalía de esa provincia: el compañe-ro Reinaldo Moya Planchadle. Tenía unas condiciones revolucionarias excepcionales y tenía un compromiso meritorio con la Fiscalía y con el país. Este fiscal nos trasladó muchas cosas que nos sirvieron grande-mente para el trabajo desarrollado en aquel entonces y el trabajo fu-turo, sobre todo la hones tidad, la entrega, el compromiso, la defensa inclaudicable de los principios de la Revolución. Moya no era un súper letrado, pero si tenía estas características, fue un ejemplo para decenas y decenas de jóvenes fiscales. Es justo que en estas circunstancias haga mención a este compañero y a otros, sería muy extensa la lista mencio-narlos y hablar de ellos.

Respecto al IDID, fue creado en la década de los noventa, era el Instituto de Desarrollo de Investigaciones del Derecho, y en aquel entonces cumplió un rol, yo diría que importante, en materia de capacitación y de eventos. Hubo algunos eventos desarrollados en la Fiscalía de la República. Entre las instituciones que los promovían estaba el IDID. Lo presidía, por supuesto, el fiscal general, quien era el presidente máximo de la institución, y otros compañeros, entre los que estaba Palenzuela y quien les habla, ocupamos la responsabilidad de vicepresidentes de este Instituto. Fue importante en materia de capacitación, de promoción de eventos, de abrir las expectativas de desarrollo y de estudio de los jóvenes fiscales. Cumplió un rol importante hasta que un buen día, por razones que no conozco, dejó de funcionar.

Estos más de cuarenta años de trabajo ininterrumpido en la Fiscalía para mí han sido muy satisfactorios, por la labor que he desarrollado, por la importancia que considero que tiene el Derecho Penal y la acusación pública en defensa de los intereses de la nación, de la patria, del pueblo.

Ha sido de gran satisfacción y orgullo haber pertenecido y continuar perteneciendo a los órganos de la Fiscalía General de la República.

Recientemente cumplí 64 años de edad, con más de cuarenta de tra-bajo en la Fiscalía. Creo que todavía estoy en condiciones de aportar cinco, seis o siete años más de trabajo, porque la experiencia que uno ha acumulado, las vivencias que ha tenido, las posibilidades de estudio que me ha ofrecido la Fiscalía, resultan de importancia para las nuevas generaciones de fiscales y para los nuevos retos a los que se enfrenta la Fiscalía cubana en los próximos tiempos.

Gracias a la Fiscalía tuve la oportunidad de pasar en el año 1984 el curso de superación de fiscales que se desarrollaba en la antigua Unión

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Soviética, en la ciudad de Moscú, por alrededor de tres meses. Poste-riormente, en 1989, pasé un curso de posgrado en la Fiscalía de la an-tigua República Democrática Alemana. Luego tuve la gran satisfacción de ser seleccionado para pasar estudios de posgrado en el Inacipe, que es el Instituto Nacional de Ciencias Penales de México, una magnífica institución al sur de la capital mexicana, con excelentes profesores y académicos que la Procuraduría de México contrata. Allí estuve alre-dedor de quince meses estudiando, logré hacer tres diplomados inter-nacionales, y además comencé mis estudios de maestría en ese propio Instituto, que no pude culminar porque ya tenía que regresar a mis la-bores como fiscal.

La Fiscalía, si por algo se ha caracterizado en los últimos treinta años, es por tener la enorme preocupación, tanto a lo interno como a lo externo, de que sus fiscales se superen, y esto, evidentemente, tras-ciende más allá del trabajo cotidiano, porque en la medida en que us-ted tenga la oportunidad de realizar estudios de posgrado, aunque sea a nivel de diplomado, de especialidad, por ejemplo, eso se revierte en una labor profesional más fuerte, más sólida en la especialidad en que uno se desarrolle, y en eso la Fiscalía ha sido vanguardia en los órganos del sistema judicial.

La Fiscalía, como todos sabemos, es un Órgano del Ejecutivo del Esta-do, es decir, que tiene una labor importantísima, no solamente en Cuba, sino en cualquier parte del mundo. En el caso de nuestro país, a partir de diciembre de 1973 e inicios de 1974 se separó del Tribunal Supremo, porque hasta el año 1973 pertenecía al Tribunal Supremo, y con la nueva Ley del Sistema Judicial, pasó a ser un órgano absolutamente indepen-diente basado en el principio leninista de la verticalidad de los órganos de la Fiscalía, o sea, no subordinado a nadie. Esa decisión —adoptada en 1973, cuando fue nombrado oficialmente fiscal general de la Repú-blica el doctor Santiago Cuba— tuvo una importancia tremenda.

La Fiscalía ha tenido, tiene y tendrá misiones muy importantes que cumplir, como representante de la acusación pública, y como máximo velador del cumplimiento de la Ley en el país. De ahí las misiones que ha tenido en los últimos años, no solamente apegado al Derecho Penal. Nadie duda de la importancia que tiene la defensa de los derechos de los ciudadanos, eso desempeña un rol importantísimo en el trabajo de nuestra Fiscalía. Hay otros sistemas de atención a la ciudadanía, tene-mos el nuestro y nos ha dado mucho resultado.

Hay comisiones de derechos humanos en América Latina, hay om-budsman, defensores del pueblo, en América Latina, pero en el modelo

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cubano la Fiscalía desempeña un rol importante en la defensa y en la protección de los derechos de las personas. A nosotros nos ha dado resultado en los últimos tiempos la creación de la Línea Única. Las personas confían en la Fiscalía, y eso es algo muy importante para la institución.

Estoy hablando de eso, pero también estoy hablando de las verifi-caciones fiscales, que no se pueden poner en un segundo plano porque se tratan de procesos administrativos que descubren, determinan, ob-servan violaciones que pudieran ser constitutivas en un momento de-terminado de delito. Alertan a la dirección del país, tanto a nivel central como a nivel provincial o municipal, de determinadas irregularidades que se presentan en el funcionamiento de la administración. La Direc-ción de Verificaciones Fiscales cumple un rol importantísimo desde su creación y en los últimos tiempos mucho más.

Todas las Direcciones tienen la importancia que deben de tener en correspondencia con la labor que realizan, pero de lo que sí no tengo duda, de ningún tipo, es de que la Fiscalía cubana es una Fiscalía esen-cialmente penal, y el Derecho Penal y el Derecho Procesal Penal cumplen una función y un rol importantísimo en la labor que desarrollamos.

No tengo ninguna duda de la importancia de la Fiscalía cubana en la actualidad y en el futuro inmediato, que debe fortalecerse, debe am-pliar incluso algunos campos que hoy día no se trabajan por determi-nadas condiciones, pero debe de especializarse en determinados as-pectos que ya en el mundo están globalizados, para poder enfrentar y combatir los graves delitos trasnacionales. Hay que ir a la especializa-ción de muchos fiscales de la esfera del Derecho Penal.

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Nací con sangre revolucionaria y de lucha contra la injusticia.

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Tengo 78 años de edad y estuve veinticinco como fiscal provin-cial. Hablando sobre la historia de mi vida, pienso que nací con san-gre revolucionaria y de lucha contra la injusticia.

Mi abuelo fue capitán del Ejército Mambí, su nombre era Patricio Broche, de la zona de Yaguajay, Meneses y General Carrillo. Provengo de una familia revolucionaria y lógicamente pobre. Antes de la Revo-lución no brillaba para todos por igual, había mucha miseria y necesi-dad, éramos nueve hermanos en una sociedad pobre e injusta.

Cuando se inicia la actividad de los tribunales populares, me es-cogieron para administrar justicia revolucionaria, después fui juez lego del Tribunal Regional, entre otras actividades. Estuve en ba-tallones de combate, fui movilizado cuando Girón, todo a golpe de trabajo y de lucha. Estudié por la noche en la Facultad Obrera Cam-pesina y luego matriculé Derecho. En el Tribunal Regional conocí a Orlando Martín Sánchez y a Mariano Seguí.

Estando en la Fiscalía desaparecen las regiones en 1977 y paso a trabajar en 1979 con Orlando en la Fiscalía Provincial de Cienfuegos, que estaba en el Tribunal. Casi tuvimos que partir de cero. Estába-mos en el Prado, frente a la librería, y luego en el local donde se encuentra actualmente.

Con pocos fiscales, unos cinco, casi todos de otras provincias, con poco personal administrativo, empezamos a formar las fiscalías muni-cipales. Se trabajaba mañana, tarde y noche. En 1980, Orlando fue a estudiar a la Unión Soviética y se queda Oscar Cruz al frente de la Fisca-lía. Al año siguiente me seleccionan a mí para el curso en Leningrado.

El equipo fue fortaleciéndose. A cada rato teníamos que asistir a la agricultura, y a mí me designaron jefe del campamento y secretario del Partido por varios meses. Me relevó Francisco Vicente Acea, toda-vía se mantenía albergado, porque no tenía casa en Cienfuegos.

En 1981 y 1982 entrevistamos a muchos juristas y se captaron po-cos compañeros.

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Cumplí uno de mis grandes sueños: haber sido fiscal. Para mí la Fiscalía ha sido una escuela.

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Este año cumplí cuarenta de estar en la Fiscalía. Ingresé a ella el 13 de mayo de 1977. Empecé como mecanógrafa con 16 años de edad, recuerdo que hubo que solicitar una dispensa al Ministerio de Trabajo para poder vincularme laboralmente, pues no tenía 17 años, que es lo que establece la Ley para poder tener vínculo laboral. A partir de en-contrarme en la Fiscalía voy superándome en la Facultad Obrera Cam-pesina, alcancé el duodécimo grado, después estuve en un técnico de nivel medio en Derecho, que en aquel tiempo se llamaba técnico de nivel medio en Ciencias Jurídicas. Luego, matriculé en la Universidad, eso fue en los años ochenta, pero ya me había casado, empezaron a nacer mis hijos y dejé los estudios en aquel momento.

En el año 2003, en la Fiscalía Provincial, de conjunto con la Univer-sidad, surge la idea de hacer un aula con alumnos que habían salido del grado doce y no habían optado por carrera. Le digo a la fiscal jefe provincial, que en aquellos momentos era Gilda Rodríguez, que yo que-ría continuar mis estudios, ella acepta y empiezo de nuevo mi licencia-tura en la carrera de Derecho.

Después que me gradúo paso a ser fiscal municipal, fiscal jefe mu-nicipal y me promueven para la provincia, como fiscal provincial en el Departamento de CLEP, después paso para General de Control y final-mente estoy de jefa del Departamento de Información y Análisis.

Antes de ser fiscal trabajé mucho tiempo en el Departamento General de Control, también estuve un tiempo en la Fiscalía Provincial de Camagüey, me mudé para Camagüey, estuve como cinco años trabajando allí. Después me incorporo de nuevo y regreso a la Fiscalía Provincial de Ciego de Ávila.

General de Control en esta etapa tenía que ver con todo lo que es la planificación, la organización, la información, el famoso PMI que existía, que se relacionaba con las estadísticas. También tenía que ver con la informática y las comunicaciones, las decisiones, los consejos de dirección, la preparación de los eventos, muchas cosas. En el inicio fue Secretariado, fue POCI, fue DOCI, después volvió a ser Secretaria-do, luego General de Control y finalmente, con la nueva estructura que ha adoptado la Fiscalía, se ha dividido en estas tres direcciones: Información y Análisis, Organización y Planificación, y está la Secre-taría, que también asume la parte de las decisiones que eran de Ge-neral de Control.

Las condiciones de trabajo son extraordinarias en este momento. Cuando aquello trabajábamos con máquinas de escribir, estábamos muy hacinados, muchas personas en un solo local.

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Cuando empiezo en la Fiscalía en 1977 estábamos —en los altos del Tri-bunal Provincial— como personal administrativo la secretaria del fiscal jefe provincial y yo como mecanógrafa. Eran dos oficinas, una en la que radicaban todos los fiscales, con el personal no fiscal, y la parte de la oficina del fiscal jefe. Después lo fuimos ampliando un poco, con dos locales y con el personal también.

No conocía nada de la Fiscalía. Yo estaba prácticamente en la casa. Una amiga de la familia que era asesora jurídica del Ministerio del Inte-rior provincial fue la que me instó a que empezara a trabajar, porque con tanta juventud no era posible que estuviera sin hacer nada. Vine y me entrevisté con el doctor Felipe Barredo Bravo, que era el fiscal jefe pro-vincial en aquella época. Me gustó tanto, que me he quedado durante el trascurso de todos estos años.

Respecto a los momentos más importantes en la Fiscalía, si vamos a hablar desde el punto de vista personal, considero que el más significa-tivo ha sido el nacimiento de mis hijos. Desde el punto de vista laboral, haber logrado mis sueños el día que me instituí como fiscal, mi toma de posesión como fiscal en Villa Clara, que se hizo en el Memorial Ernesto Che Guevara, allí pudimos intercambiar con Aleida Guevara, su hija.

Cumplí uno de mis grandes sueños: ser fiscal, después de haber pa-sado tantos años en la Fiscalía. Me gradué en el 2007, o sea, que llevé toda una vida trabajando como personal no fiscal y finalmente lo logré en ese año.

Otra experiencia fue una reunión nacional de fiscales jefes muni-cipales, la primera que se hizo en La Habana. Allí participamos en un conversatorio que dio René, uno de los Cinco Héroes, y en la interven-ción que hizo la madre de Tony, aquello nos conmovió muchísimo.

Es fundamental el tema de la autopreparación, que los fiscales jó-venes siempre tengan por delante que hay que prepararse en todas las esferas. En cualquier lugar en que usted esté tiene que prepararse para poder obtener buenos resultados de trabajo.

Siempre he trabajado en información y análisis, pero lo hice mucho tiempo en la planificación, en la organización...

Hay que ser integral, lograr que todos los fiscales sean integrales, que logremos saber cada uno un poquito de todo, para unir todo eso y lograr la integralidad de lo que hacemos, hacerlo bien y cumplir con la calidad que se nos está pidiendo. Tenemos que pedirnos más y dar todo lo que sabemos y todo lo que conocemos.

Para mí la Fiscalía ha sido una escuela, porque empecé con 16 años, he pasado por todos los departamentos y he aprendido mucho. Hay que

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empezar por la base, hay que empezar conociendo todo lo que tiene que ver con la planificación, la organización del trabajo, para poder llegar finalmente a buenos resultados.

He tenido compañeros muy valiosos, muy prestigiosos, que me en-señaron mucho. Muchas cosas me las enseñó Julián [Sebastián León Morel], el compañero que me antecedió, porque yo no sabía de nada, y él me enseñó mucho. Muchos otros compañeros me guiaron y final-mente me han dejado llegar a donde estoy en estos momentos.

El primer fiscal provincial que hubo aquí fue el doctor Felipe Barre-do Bravo, después entró José Luis Toledo Santander, que como todos conocemos es el presidente de la Comisión de Asuntos Constituciona-les y Jurídicos de la Asamblea Nacional. Después vinieron Manuel Prie-to Echavarría, Melquiades Espinosa Jiménez, creo que hubo otra etapa en que volvió Prieto, después Gilda Rodríguez Rodríguez, Humberto González Figueroa y finalmente Lay Trujillo González,16 quien está en estos momentos.

Cuando los primeros fiscales jefes municipales entraron, al personal administrativo nos ubicaron en los municipios, a mí me tocó Venezuela. Apoyábamos a los municipios, nos trasladábamos hasta allá o ellos venían acá y nos traían las cosas que había que mecanografiar, porque muchos de esos ellos no sabían mecanografiar, aprendieron al momento de entrar, no tenían ni idea de lo que era una máquina de escribir.

16 Esta entrevista se realizó en el 2017. Con posterioridad ocupó este cargo María Victoria Sifontes Ayup, al ser promovida Lay Trujillo como fiscal jefa de la Di-rección de Protección de la Familia y Asuntos Jurisdiccionales.

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Exhorto a los jóvenes fiscales que estudien, se preparen mucho para que sean ejemplo, y que en todos los

ámbitos siempre piensen en la Fiscalía.

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Comencé en la Fiscalía el 19 de septiembre de 1977. Trabajé de ma-nera voluntaria hasta el 24 de febrero de 1978 como oficinista. A partir de ahí fui plantilla fija. En 1977 comencé a estudiar Derecho en el cur-so dirigido en Santiago de Cuba. En segundo año me incorporé como fiscal, por el déficit que había en toda Cuba. Desde esa etapa hacia acá, ininterrumpidamente, llevó cuarenta años trabajando.

A principios de 1977 o 1978 comencé como fiscal en el municipio Cauto Cristo. Estuve once meses allí, hasta que me incorporé al Departamento de Instrucción, pasé un tiempo en el control de expedientes. Después me trasladé para el Departamento de Procesos Penales, donde hice muchos juicios, y de ahí me incorporé como jefa del Departamento de Secretariado, donde pasé diez años.

Los casos sumarios se tramitaban en la provincia, pero los casos ordinarios que eran graves teníamos que mandarlos a Santiago de Cuba, para que ellos dictaminaran los procesos, los juicios. Todo era allá.

En aquella etapa los fiscales mismos radicaban los expedientes, eran quienes mecanografiaban, con aquellas máquinas bastante viejas, pasaban mucho trabajo. Eran valijas bastante grandes, con veinte, treinta, cincuenta casos que se mandaban para Santiago. Ellos allá revisaban expedientes, evacuaban conclusiones y de ahí iban para el tribunal.

La Fiscalía ha variado mucho en los últimos años. Se incrementa-ron departamentos. Pienso que hayan hecho estudios bastante bue-nos y que esas áreas contribuyan a que el trabajo sea mejor.

Un momento importante en la Fiscalía fue cuando me incorporé como fiscal municipal. Pude enfrentar todas las especialidades, ve-rificaciones fiscales nocturnas y diurnas, conferencias, juicio oral, apenas con 19 añitos.

Hemos avanzado en prosperidad, en condiciones, que antes eran pésimas. Ahora ya se nota mucho cambio, mucho desarrollo, ya tene-mos de todo.

Me siento muy bien, halagada por mis compañeros, que siempre están a mi lado, confiando en mí. Exhorto a los jóvenes fiscales que estudien, se preparen mucho para que sean ejemplo, y que en todos los ámbitos siempre piensen en la Fiscalía, en su casa, en su cuadra, donde sea.

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Para mí es un orgullo, una satisfacción, haber permanecido en este órgano.

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Trabajo en la Fiscalía Provincial de Granma. Me incorporé hace casi cuarenta años, o sea, que he hecho toda mi vida laboral en el órgano. La Fiscalía ha sido mi vida, ha sido consagración, trabajo, puesto que me he desempeñado con todos los fiscales que han transitado por la provincia y por el órgano central.

Me inicié en la Fiscalía en el trabajo de personal de apoyo, de mecanógrafa, he ido transitando por diferentes actividades. Llego a la institución porque hacía falta personal de apoyo para esta nueva actividad, con la posibilidad de ingresar a la Universidad. Como había obtenido la carrera de Biología, decidí cambiar y me incorporo a esta vida laboral. Al terminar me presenté a los exámenes de ingreso en la Universidad de Oriente y fui aprobada, estuve durante cinco años en el curso por encuentro.

En los inicios, las condiciones materiales eran muy difíciles, un local muy pequeño. Se ha ido multiplicando, pero lo importante es que existió la unidad y a la vez la consagración y el espíritu de uno por superarse.

Esa unidad, esos valores que existían en los primeros compañeros que se incorporaron nos permitió, en primer lugar, el desarrollo profesional, transitar por diferentes actividades, y en segundo lugar, contribuir a la formación de todos los que se han incorporado, porque aunque soy actualmente fiscal provincial, también hace diez años estoy vinculada a la docencia, me desempeño como profesora auxiliar de la Universidad de Granma, y eso me ha permitido continuar la labor de formación de las nuevas generaciones.

Como momentos significativos de mi permanencia en la Fiscalía puedo señalar haberme graduado, haber tenido a mis hijos en la pro-pia institución y haberlos criado, haberlos formado correctamente, porque hay que dedicarle a la institución, pero también a la forma-ción de la familia.

Yo soy especialista en Derecho Penal. Me desempeñé doce años como jefa de Procesos Penales. Después transité por el Departamento de Protección a los Derechos Ciudadanos y tras la creación reciente de Información y Análisis fui movida para esta especialidad.

En la institución se han producido cambios importantes. El creci-miento de la fuerza es el primer cambio que se nota, la creación de especialidades y de funciones superiores, que necesitan de mayor pro-fesionalidad de todos los que ingresan.

Para aplicar e interpretar cada una de las normativas se necesita mucho estudio. Nuestra institución lo está aportando con los cursos

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que le dan a los que ingresan, hay mayor responsabilidad hacia los adiestrados, los que pasan el curso de adiestramiento con una ele-vada dedicación, la designación de un tutor para esos que ingresan a la institución.

Cuando nosotros ingresamos, la mayor responsabilidad fue la nues-tra, por eso los fiscales designados deben aprovechar todas estas opor-tunidades para continuar fortaleciendo el órgano.

Para mí es un orgullo, una satisfacción haber permanecido. El próximo año voy a cumplir cuarenta años, y haber permanecido solamente en este órgano para mí ha sido orgullo, aunque haya pasado dificultades desde el ingreso.

Les aconsejo a los jóvenes fiscales mucha dedicación al estudio, mucha meditación. Se necesita en estos tiempos que se piense más, que escriban más y que ejerciten la oratoria diariamente para hacer mejores juicios, para hacer mejores verificaciones fiscales o en cualquier investigación que realicen, que lo hagan con la profesionalidad requerida. Estamos dispuestos a continuar formando los valores que se requieren: la solidaridad, la valentía, la unidad.

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Yo amo a la Fiscalía. A los jóvenes que trabajen en ella les recomiendo que lo hagan con amor, si no amas lo

que haces no puedes trabajar en la Fiscalía.

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Me inicié en la Fiscalía en 1977, ya próximamente en febrero voy a cumplir cuarenta años aquí. Me jubilé en el 2013 y de inmediato me lla-maron para empezar en la Línea Única, volví cuando se inició esta vía.

Comencé en la Fiscalía Militar y cumplí varias tareas. Llegué a ser jefa de Guarnición. Cuando empecé, se queda uno solo en las seccio-nes y no tiene para dónde mirar. Las decisiones había que tomarlas cuando te llegaran los casos y después consultarlas.

Fui iniciadora de lo que se llamó la nueva competencia en la Fisca-lía Militar, que fue cuando se comenzaron a juzgar a los militares allí, en 1978. Anteriormente se juzgaban en los tribunales civiles.

Estuve todo ese tiempo trabajando en las unidades militares como fiscal militar, atendiendo la jurisdicción militar. Cada vez que ocurría un hecho con un militar, teníamos que actuar.

En esa actividad en la Fiscalía Militar uno tiene que instruir, ser ins-tructor, ir a los lugares de los hechos, hacer levantamiento de cadáver, hacer las actas de inspección del lugar, o sea, todo lo que se hace en la vida civil por un instructor. En aquel momento lo hacía el fiscal militar, incluyendo las guardias.

Luego pasé a la Fiscalía General. Comencé en la Fiscalía Municipal de Arroyo Naranjo, como fiscal simple de procesos penales, y llegué a ser la jefa de esta especialidad. Ahí estuve cinco años, controlando todos los procesos penales del municipio. Hacía juicios, tanto los nor-males como los de expediente de peligrosidad.

Después pasé a la Fiscalía Provincial de La Habana, que cuando aquello era Ciudad de La Habana, comencé en revisiones penales. Ahí fue cuando se decidió por el fiscal general, eso fue en 1995, que por Ley se puede delegar en sus fiscales provinciales, y entonces él decidió delegar las revisiones penales que se hacían en la Fiscalía General. Cuando se delega eso a las provincias, paso a la Fiscalía Provincial y ahí se inicia la revisión penal. Organicé la parte administrativa, todos los libros, cómo se iba a hacer el control del trabajo administrativo.

No tenía secretaria, no tenía nada, era sola para todo, después pusieron otra fiscal, otra secretaria, pero eso fue al cabo de los años. Ahora ya hay varios fiscales, una asistente, una secretaria, pero en aquel momento yo, que era la fiscal, tenía que hacerlo todo, y atendía algunas quejas también, pero fundamentalmente en revisiones penales.

Ahí me mantuve veinte años y algo característico es que me mantuve en el mismo buró, en el mismo lugarcito. Pasé por dis-

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tintos jefes, desde Pino Bécquer17 hasta Omar Cárdenas, Yamila182

y Edward.193

Lo poco o mucho que aprendí lo hice en revisiones penales, que no es igual que el fiscal de procesos penales, hay que saber penal, por-que para revisar una causa, unas actuaciones judiciales en las que está constituida el expediente de fase preparatoria, más la causa, hay que conocer, hay que hacer juicios, muchos juicios que hice también, hay que haber inspeccionado expedientes de fase.

Siempre he dicho que la revisión penal es como el edificio que está construido y después tú tienes que desbaratar y demostrar que el tribu-nal se equivocó y es bastante difícil, pero se hace. Yo tengo el honor de haber promovido unos cuantos procesos que me aceptaron y que tuve que investigar.

Como yo procedía de la Fiscalía Militar, según ellos tenía la experiencia de haber instruido un expediente, de haber hecho inspecciones, siempre me buscaban para que luego los asesorara e íbamos a los lugares a hacer actas de inspección, a hacer las cosas que había que hacer, porque para la revisión había que hacer una verificación y hacer expedientillo, casi un nuevo expediente de fase preparatoria.

Es muy satisfactorio. Uno se siente bien cuando hay una perso-na injustamente presa y procede la revisión, hemos tenido la suer-te de hacerlo.

Me inicié cuando comenzaron las inaniciones voluntarias, que es cuando el preso deja de comer. Yamila me asignó como la fiscal que iba a trabajar en las inaniciones voluntarias.

Eso es bonito y no es bonito. ¿Por qué? Es bonito porque tú te en-trevistas con el preso, tú tratas de promover, tratas de investigar, es un equipo, no eres tú sola, es un equipo que queda constituido por un fis-cal, el instructor, por un compañero de las prisiones. Ese equipo oye mucho al fiscal. Te tenías que reunir, entrevistarte con el preso, tenías que hablar con él, para eso estaban los compañeros de prisiones, pero a veces nosotros nos entrevistamos con el preso porque había dejado de comer, esa parte me gustó mucho.

17 Rafael Pino Bécquer, exvicefiscal general de la República. Rafael Pino Béc-quer, exvicefiscal general de la República.

18 Yamila Peña Ojeda, actual fiscal general de la República.

19 Edward Robert Campbell, actual fiscal jefe de la Dirección de Procesos Pena-les de la Fiscalía General de la República.

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La Fiscalía Militar no tenía transporte, lo mismo llegaba a la Fis-calía en una grúa, una moto, un carretón de caballo, porque no te-nía transporte, dependía de las unidades más cercanas. Ni el jefe de la Fiscalía tenía transporte, estoy hablando de Guarnición, que fue donde trabajé.

Para movernos a cualquier parte, a cualquier unidad, teníamos que depender del transporte que nos prestaran las unidades. Pero las condi-ciones eran malas, unas maquinitas de escribir de esas malitas, tenías que llenar todos los documentos, tenías que hacer el expediente.

Ahora me viene a la mente volver atrás, cuando mi primer juicio en la Fiscalía Militar. Estaba como ahora, nerviosa, el compañero Mejías era juez, y yo sabía lo que había que hacer, en la Fiscalía Militar se hacían muchos juicios ejemplarizantes, donde estaban todos los soldados de una unidad.

La incidencia ese día, que no tuvo grandes consecuencias, fue que el Tribunal Militar delibera y dicta la sentencia. Mejías —también era su primer juicio, los dos éramos principiantes— se levanta, recoge todo, se va y dice: «Ya me voy». Y yo: «Mejías —lo decía bajito—, Me-jíaaasss», tuve que alzar la voz y el teatro se cayó abajo, porque todo el mundo se dio cuenta de lo que hice. Él retornó, dijo una de las cosas cómicas que lo hacen reír a uno, se sentó, dictó la sentencia y dijo la sanción, porque él no se podía ir, tenía que decir eso, así lo dice la Ley de Procedimiento Penal Militar.

La Ley de Procedimiento Penal Militar que rige no es la misma que la civil, eso fue otra cosa que cuando vine para acá tuve que estudiar, porque en la Fiscalía Militar se aplicaba el Código Penal, pero la Ley de Procedimiento es diferente, y cuando vine para aquí me tropecé con eso, pero son cosas de las que uno va saliendo.

Yo llegué aquí en 1991, periodo especial, no había transporte, la misma situación que tenía la Fiscalía Militar la tenía la civil, ni en las fiscalías municipales ni en las provinciales había transporte, creo que el trasporte era del jefe de la Fiscalía Provincial.

Mucho tuve que caminar. Yo vivía en el Reparto Eléctrico y cami-naba desde allí hasta la unidad de Policía del Capri, que todavía exis-te, porque ahí era donde radicábamos los procesos penales, y cuando tenía que ir a la Fiscalía Municipal, que cambió varias veces de lugar. Todo lo hacíamos caminando.

Las computadoras entraron después, una para toda la Fiscalía, o sea, que seguí escribiendo a máquina. El jefe era el que tenía la com-putadora. Qué bueno que hemos venido desarrollándonos, que ahora

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todo es en carro, por suerte y ojalá siga la Fiscalía desarrollándose cada vez más, porque aquí se trabaja mucho.

Amo a la Fiscalía [llora] y por eso vine a trabajar en la Línea Única, y aquí estaré hasta que la salud me lo permita. Me llamaron y me pregun-taron si quería trabajar, incorporarme a la Fiscalía, porque ella [Luisa Calvo Vasconcelos] sabe cómo yo pienso, y entonces le dije que sí y tuve una cita con Eusebio20

1 y rápido empecé, hoy vine a la Fiscalía y al otro día ya estaba trabajando en la Línea Única.

Me gusta la Línea Única, eso lo digo dondequiera, me gusta trabajar ahí, son veinticuatro horas, pero veinticuatro horas que pasan rápido, porque es todo el tiempo al teléfono.

En la Línea Única hay que saber de todo, porque lo mismo pregun-tan de Laboral, Vivienda, Civil, algo de Menores. A mí me gusta y creo que, sin ser autosuficiente, lo domino bastante, un poquito de cada cosa. Claro, cuando me preguntan algo de Penal, me desarrollo más, porque esa es mi materia.

A los jóvenes que trabajen en la Fiscalía les recomiendo que lo ha-gan con amor. Si no amas lo que haces no puedes trabajar en la Fisca-lía, te tienes que ir de aquí [llora]. A mí me hicieron una actividad de despedida al jubilarme, muy bella, muy emotiva, con todos mis com-pañeros y con mi familia, con mis hijos, nada más que tengo dos hijos y dos nietos.

Mi hijo conversaba con el fiscal jefe de la provincia y le decía: «¿La ve ahí? Si a ella la llaman de nuevo, va para la Fiscalía», y mírame aquí, hasta que la salud me lo permita. El día que no vean a Justa es porque estoy muy enferma, porque voy a cumplir 72 años, de ellos la mayor parte en la Fiscalía.

No dije una cosa: cuando era estudiante trabajé en la Fiscalía, pero eso no se cuenta por años de servicio. Yo quise siempre estudiar Dere-cho, pero nunca tuve la idea de ser fiscal. Cuando terminé el preuniver-sitario —cuando aquello era la enseñanza media superior—, la escuela de Derecho estuvo cerrada unos años sin recibir matrícula.

Ahí está Nela, que fue secretaria de revisión penal en la Fiscalía Ge-neral, ella era la secretaria de la escuela en aquel momento, y ahí nos conocimos, porque yo iba casi todas las semanas a preguntar cuándo iban a abrir la matrícula. Tuve que hacer una prueba de ingreso, porque yo estaba estudiando una carrera de ciencias.20 Eusebio Gómez Sánchez, en ese entonces fiscal jefe de la Dirección de Re-cursos Humanos, actual fiscal jefe de la Unidad Administrativa de la Fiscalía General de la República.

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En aquella etapa se trabajaba cuatro horas y se estudiaba otras cua-tro. La Universidad te daba un estipendio. Nos ponían a trabajar en al-gunos lugares. Fui a la Fiscalía, trabajaba como estudiante. Cuando la Fiscalía se inició, estaba donde es hoy el Museo de Bellas Artes, frente a la Manzana de Gómez, el fiscal era Cuba.

Durante dos años no pude continuar, porque tuve dos hijos, y en-tonces hice los dos últimos semestres que dejé de estudiar, me gradué y entré a la Fiscalía Militar. ¿Por qué en Militar? Eso tiene su historia. El padre de mis hijos, mi esposo, era oficial de la Contrainteligencia Mili-tar y conmigo, incluyéndolo a él, estudiaban muchas personas, algunos eran fiscales militares, unos han fallecido, otros se han jubilado.

En la Fiscalía Militar inicialmente se podía trabajar sin ser graduado, no sé si en la civil era igual, porque era de nueva creación, hacían falta personas y estaban estudiando, y me empezaron a embullar, y así empecé en la Fiscalía. Mi intención era graduarme de Derecho y trabajar de algo, siempre graduarme de Derecho, o como abogado defensor o fiscal o juez. Juez no me gustó mucho nunca, pero si hubiera tenido que hacerlo, lo hubiera hecho, y por eso entonces empecé en la Fiscalía Militar.

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Aquí encontré una acogedora y nueva familia, donde me encuentro satisfecho.

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Ingresé en el Ministerio del Interior en enero de 1963, ocupando di-versos cargos: jefe del Negociado de Secretaría y jefe del Departamento de Control, en el Departamento Técnico de Investigaciones, con el cual, al unirse con la Policía, se creó la Dirección General de la Policía Nacio-nal Revolucionaria, donde fui ayudante ejecutivo, jefe de Operaciones, jefe del Departamento de Seguridad Pública y uno de los segundos jefes de la Dirección General, además de miembro del Buró del Partido, con el grado de teniente coronel.

Recuerdo que, encontrándome la tarde de un sábado del mes de marzo de 1978 en un círculo de estudios, me fue comunicado mante-nerme localizable, al ministro le interesaba verme, lo cual me pareció normal, pues anteriormente me había convocado para que le explicara algunos términos policiacos como operatividad, robo con fuerza, hur-to y otros delitos. Necesitaba prepararse para una reunión con Fidel. También pensé que pudiera ser la notificación de cumplir misión en la República de Angola, la cual había solicitado con anterioridad.

Al presentarme para la reunión, su ayudante ejecutivo me notificó, para mi sorpresa, que le encomendaron me informara que, por deci-sión del alto mando del Ministerio del Interior y por interés del Partido y el Estado, se requería que prestara servicios por dos años como fiscal jefe provincial de Ciudad de La Habana y retornara nuevamente al Mi-nint con el mismo grado y sin perder la antigüedad alcanzada.

Contacté de inmediato con el jefe de la Dirección Política, a quien le expuse lo acontecido, razonándole que sobre policía y delitos conocía bastante, pero poco sobre la Fiscalía y los tribunales. Me respondió que aceptara la misión, pues quien me había propuesto había sido él. Al preguntarle qué hacer con los carnés, el auto, el chofer, me señaló que-darme con ellos hasta que me resolvieran por la Fiscalía.

Al encontrarse el fiscal general en el extranjero, el vicefiscal general me presentó en Ciudad de La Habana y empecé la misión encomendada, pero a los pocos días regresó el fiscal general y me expresó que aún no podía ejercer como fiscal jefe provincial, pues no había sido aprobado por el Secretariado del Partido Comunista de Cuba. Estuve un mes en la biblioteca leyendo papeles.

La primera impresión fue verme rodeado de compañeros, la ma-yoría vestidos de cuello y corbata, y tener que abandonar el uniforme y conseguirme un saquito deportivo. De más está decir que ocupé dicho cargo en la Fiscalía con la mente pensando en el retorno al Minint, pero aquí encontré una acogedora y nueva familia, donde me encuentro satisfecho.

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En la Fiscalía General, en 1991, pasé a ocupar el cargo de fiscal jefe de la Dirección del Secretariado, jefe de Control y Análisis y actualmen-te fiscal de la Dirección de Cuadros.

Pienso que pudiera exponer muchas anécdotas durante mi estancia en el Ministerio del Interior y en la Fiscalía General. Sin embargo, lo más impactante y emocionante fueron los momentos en los que tuve la oportunidad de encontrarme con el jefe máximo, lo que solo reseñare-mos por razones obvias.

Encontrándome como miliciano custodiando a los mercenarios en el Hospital Naval, una voz a mis espaldas me pregunta dónde se en-contraba el jefe de la compañía de milicias, y por supuesto busqué de inmediato a dicho jefe.

Otra ocasión fue que estando en mi oficina de trabajo, en la Direc-ción General de la Policía, me indicaron que me pusiera el nuevo uni-forme de la Policía y me presentara en el piso nueve para que fuera observado y aprobado por Fidel.

Otra anécdota: me encontraba en Matanzas atendiendo a una de-legación militar de Chile y en el yate me pregunta uno de los jefes de dicha delegación qué era bueno para el catarro y le respondí: bañarse en el mar. Cuando llegó el jefe lo primero que indagó fue sobre su es-tado, respondiendo que le habían dicho de bañarse en el mar. El jefe le preguntó quién le había sugerido tal barbaridad, y yo… imagínense. Cuando se marchó me volvió a preguntar el oficial y por supuesto le dije que mejor consultara un médico.

Recuerdo también que un 31 de diciembre se convocó a esperar el nuevo año realizando un trabajo voluntario en una finca del Ministe-rio del Interior, y para sorpresa nuestra se apareció de madrugada el Comandante en Jefe ante nosotros.

Siendo fiscal jefe provincial realizamos, de conjunto con el Ministe-rio del Interior, un operativo contra los delitos de especulación, activi-dad económica ilícita y otras manifestaciones delictivas que se estaban realizando en los alrededores de la Catedral. A tales efectos, me con-tactó el viceministro de Orden Interior para que lo acompañara a una citación que le había hecho Pepín Naranjo, ayudante de Fidel, para que le informara sobre dicho operativo. Después de explicarle algunos he-chos delictivos y la respuesta brindada, nos expresó que esperáramos, pues el compañero Fidel quería felicitarnos. El Comandante nos saludó y nos dio la mano a los presentes. Tremenda emoción.

Otra anécdota: en una reunión con los empresarios, a la cual asistí siendo fiscal jefe provincial de Ciudad de La Habana, después de diversas

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intervenciones solo faltaba el punto sobre la actividad delictiva. Estaba solo, pues el fiscal general estaba en el extranjero. El Comandante en Jefe propuso un receso, el que por supuesto no disfruté. Para mi salvación, cuando comenzó nuevamente la reunión expresó que con el escrito que había salido en el periódico sobre el delito estimaba que no hacía falta debatirlo. ¡Qué felicidad!

Soy miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución y fundador de las milicias y la Unión de Juristas de Cuba. He recibido diversas órdenes, medallas y distinciones.

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Si yo volviera a nacer sería fiscal, porque me nace del corazón, es la actividad que siempre me ha gustado.

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Permanecí treinta y ocho años en la Fiscalía, comencé en 1978. Pro-vengo del Ministerio del Interior, allí estudié Derecho y, al graduarme, por necesidad de fiscales en la provincia, vine para la Fiscalía. Mi jefe era Lafourcades. Permanecí aquí hasta que, por situaciones financie-ras de la Fiscalía, no había vivienda, estaba en una situación difícil, retorno a Puerto Padre y en ese lugar empiezo a atender la Fiscalía de Menéndez, atendía las dos Fiscalías, y allí permanecí por un tiempo.

Fui traído a la Fiscalía Provincial como fiscal del Departamento de Causas Penales. Estuve varios años en ese departamento, tenía la responsabilidad de despachar todos los expedientes de la provincia. Cuando eso los municipios no despachaban expedientes, y teníamos que ir al Tribunal Provincial a hacer los juicios.

Después retorno a Puerto Padre para fortalecer el municipio, y es-tuve varios años. Regreso de nuevo promovido como jefe del Departa-mento de Instrucción, durante algunos años, hasta que fui designado por el fiscal general como vicefiscal jefe provincial. Permanecí diecisie-te años en ese cargo, hasta que me jubilé por situaciones de enferme-dad. Si no, hubiera continuado en la Fiscalía.

Siempre he participado en todas las actividades a las que la Fiscalía me invita. Me invitan a todas, junto a los fiscales jóvenes, los recién graduados, los egresados. Converso con ellos, les dirijo la palabra, les explico cómo fue la vida de la Fiscalía, los difíciles años de los ochen-ta, de los noventa, también fuertes, el periodo especial, muy recio, no teníamos ni lapiceros ni papel, recuperábamos papel de los rollos de los expedientes para poder escribir y hacer los rollitos. Yo les digo a los jóvenes que es un privilegio estar en la Fiscalía.

Al principio era una situación bastante difícil, yo trabajaba en Puer-to Padre en una oficinita, con un ventiladorcito, un solo buró. Tenía que quitarme la camisa para trabajar, encerrado ahí para hacer mis escritos, porque trabajábamos en el local del propio Tribunal. Cuando había sesión de juicios casi no dejaban a uno ni oír a las personas de atención a la población, aunque era más fácil, porque me quedaba más cerca para ir a los juicios.

Después vino el fiscal general y vio las condiciones de trabajo, cuando aquello era Ladrón de Guevara. Dijo: «Esto hay que mejorarlo». Mejoró la situación, nos mandaron un Polski, nos mejoraron el mobi-liario, el buró, la plantilla, y así fue mejorando la Fiscalía.

En Menéndez, una Fiscalía muy pequeña, atendía dos Fiscalías, hasta que apareció el compañero Alberto Álvarez, que lo propuse como fiscal municipal, se me aprobó y entonces vine para Puerto Padre.

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Llegué a tener cuatro fiscales conmigo. En un primer momento lo que hacíamos era despachar los expedientes. Se revisaban los expe-dientes en la Unidad de la Policía, se hacía el juicio. Estaba la atención a la población, y la actividad de CLEP se hacía allí mismo también, te-níamos un campamento, lo visitábamos.

Era una actividad muy bonita la del CLEP, combinada con los círculos de interés teníamos una gran responsabilidad en el cumpli-miento de ambas. Atendía un círculo de interés con muchachitos de primaria, los preparaba en el juicio oral, los llevaba a una escuela, les daba conferencias y les enseñaba cuál era la actividad del fiscal, del juez y del abogado, hacían el papel de ellos, y eso lo trasladaban al resto de los alumnos. Ellos tenían un juego de togas, se las hicimos, muy bonito eso, yo traía a los padres para que vieran a sus hijos ac-tuar en el juicio.

La Fiscalía fue avanzando, y hasta el día de hoy. En la época de Es-calona [fiscal general Juan Escalona Reguera] se hicieron varias cosas importantes, mejoraron los locales. El salario motivó a los fiscales, por-que había un éxodo de fiscales. La situación fue mejorando. Yo llegaba a conseguirles camisas a los fiscales para que pudieran hacer un juicio con porte y aspecto, para mantener la ética, eso lo lográbamos por la gestión que se hacía.

Cuando entra el compañero Darío [fiscal general Darío Delgado Cura] hay un vuelco. En estos momentos es un privilegio estar en la Fiscalía.

Los salarios han mejorado, las condiciones de vida han mejorado, la alimentación. Cuando estuve aquí de jefe provincial, lo que había era una merienda, la recibíamos por la mañana, eso era lo que teníamos. Por gestiones que Escalona nos aprobó buscamos la solución con un comedor. Así estuvo varios años el comedor, sin ningún tipo de proble-mas. Los fiscales se alimentaban mejor y tenían otro modo de vida, y el módulo de ropa fue algo que los motivó, eso era necesario.

La logística ha mejorado notablemente. Antes teníamos un solo carro, luego llegamos a tener en la provincia tres Lada. Ahora hay cantidad de carros; claro, con sus limitaciones, por la situación de las piezas, combustible, pero ahora los fiscales pueden ir en los vehículos a hacer las visitas de supervisión, tarea muy importante para conocer, para evaluar cómo marcha el trabajo y por dónde va.

Creo que unir Causas Penales, que era como se llamaba, con Instrucción fue un éxito. Se hizo el Departamento de Procesos Penales, fue en los años ochenta. Otras de las cosas que veo muy importante es la atención a la población con Protección a los Derechos Ciudadanos,

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importantísimo: el pueblo acude mucho a asesorarse, a buscar orientación, información, y las personas se interesan por sus familiares, la gente sale muy agradecida.

Vi en Las Tunas cambios muy radicales. Nosotros trabajábamos en la sede del Tribunal Provincial. Allí laboraba Lafourcades, que era el jefe y tenía el buró al frente. Si despachaba conmigo algún tema, no había privacidad. Allí llegamos a trabajar alrededor de diez personas, los juicios eran en la sala que estaba al lado, y con esa bulla y la cam-pana no nos dejaba concentrarnos para despachar los expedientes, a veces teníamos que salir para algún lugar, llevarnos los expedientes. Teníamos un albergue aquí, y en ese albergue, de noche, despachá-bamos los expedientes.

Después hubo un salto, vinimos para este local, con ciertas limitaciones todavía, pero ha mejorado mucho, eso fue como en 1990. En 1994 estuvo Escalona aquí y fue cuando yo comencé en la Fiscalía Provincial. Ahora ya se está haciendo una Fiscalía nueva.

La situación de la vivienda fue algo que nos golpeó mucho, tenía-mos que darles dieta a los fiscales, hablar con el Partido, con el Gobier-no para buscar alojamiento, muy difícil, sugerir para que comieran en un comedor. Entonces vino un acuerdo de la Asamblea Nacional para la atención de jueces y fiscales, con eso mejoramos algo, pero no del todo, pero se derogó eso y vino la atención con el presupuesto para la Fiscalía, ese fue el golpe bueno y efectivo.

Ya la Fiscalía tiene su presupuesto y ha mejorado todo: hay pa-pel, computadora, equipos, es decir, que los fiscales están dotados de todo y seguirán mejorando, estoy convencido de que debe se-guir mejorando.

Uno de mis momentos más significativos fue mi despedida como fiscal. Estuvo el fiscal general, me hicieron una despedida muy bo-nita, agradecido, ahí está grabada. También por el aniversario de la Fiscalía me hicieron una entrevista en mi casa los compañeros del Canal Azul de Puerto Padre, y ahí también hablé sobre toda mi trayectoria en la Fiscalía, terminé diciendo que si yo volviera a nacer sería fiscal, porque me nace del corazón, es la actividad que siempre me ha gustado.

Siempre digo a los fiscales que lo más importante es el sentido de pertenencia y humanidad que hay que tener aquí. Hay que ser huma-no, tú tienes que saber al ser jefe cómo viven tus subordinados, qué les falta, si necesitan un carro para ir a un hospital, si necesitan un medi-camento para un hijo.

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Un llamado a los jóvenes, a los futuros fiscales: tienen que leer, estu-diar bastante. No esperar posgrados, eso está planificado en la Fiscalía. El fiscal tiene que prepararse cada día más, ir preparado al acto del jui-cio oral, para hacer un papel correcto, para velar por la legalidad, para velar por la ética en el acto del juicio oral, que es muy importante.

Quería ser fiscal porque eso me sale del corazón.

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Mi consejo es estudiar, tener una conducta acorde con las exigencias de una profesión como la nuestra. Tenemos que tener en cuenta que somos fiscales, que somos un

ejemplo para la sociedad.

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En febrero hizo treinta y nueve años que laboro en la Fiscalía. Ante la carencia tan grande que había de juristas, el Partido hizo un llamado a aquellas personas dispuestas a realizar esta función, para matricular en la carrera de Derecho e inmediatamente ser designado fiscal.

Comencé como jefe de una Fiscalía Municipal que atendía a otras dos. Era yo solo y no tenía transporte, no teníamos sede, radicábamos en pequeños locales de los tribunales, y atendía tres municipios, ese era el escenario en que nos desempeñábamos. Éramos los mecanógra-fos, los que limpiábamos los locales, los encargados de distribuir las citaciones, las labores administrativas las teníamos que realizar noso-tros mismos.

Estuve desde 1978 hasta septiembre de 1979, en que soy promovi-do para trabajar en el Departamento de Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios (CLEP) y Prevención, que era como se llamaba en aquel momento, por suerte eso se llegó a rectificar.

En el CLEP, en esos primeros tiempos, no atendíamos las celdas de las unidades de Policía. En nuestro caso era una sola unidad la que atendíamos, no había campamentos y otros lugares de internamiento, no había prisión de mujeres, las mujeres de nuestra provincia que eran sancionadas cumplían la sanción en Santa Clara y allá periódicamente asistíamos para controlar la ejecución de la sentencia.

En cuanto a prevención, los temas tenían que ver con la divulga-ción. Atendíamos también a aquellas personas que eran excarceladas anticipadamente, cómo se comportaban y cómo se ejecutaba, en coor-dinación con los compañeros de la Policía Nacional Revolucionaria.

Sancti Spíritus tenía ocho municipios y cinco fiscalías municipales. La sede de la Fiscalía Provincial radicaba en locales de los tribunales, otra en la Policía, y las dos restantes, Yaguajay y Fomento, en esquinas de un local.

En 1978, en la provincia trabajábamos ocho fiscales, de los cuales cuatro no estábamos graduados todavía, porque la Ley admitía que los estudiantes de Derecho ejercieran como fiscales y como jueces. El per-sonal administrativo era muy reducido: un administrador, que a su vez era económico y contador principal.

Para la Fiscalía Provincial, a finales de 1979, nos dan el local que en la actualidad ocupamos. En 1984 o 1985 nos expandimos.

Algo anecdótico: cuando se funda la Fiscalía Provincial, se unen la región Sancti Spíritus y la región Trinidad. Había un solo ventilador chiquito, General Electric, que lo había traído de Trinidad el compa-ñero José Luis Toledo. Luego los compañeros del Registro Civil decían

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que se lo habían prestado a la Fiscalía, eso ilustra la forma tan pobre de comenzar el trabajo. El jefe de la Fiscalía no tenía ni ventilador, y el compañero José Luis Toledo, como trajo ese patrimonio de allá de Trinidad, se hacía acreedor de eso. No había aire acondicionado, no había vehículos, el primero entró en 1979, un Volga que era del fiscal de Santiago de Cuba, luego entraron otros, hasta 1983, en que llegaron carros Polski y Lada.

Las comisiones de legalidad fueron un instrumento muy importan-te, no sé las razones por las cuales dejaron de funcionar. Había emula-ciones entre los municipios y las personas estaban motivadas, no solo los que trabajábamos en la Fiscalía, también vinculábamos a otras ins-tituciones que tenían que ver con el enfrentamiento a las ilegalidades.

Se efectuaban asambleas municipales y plenarias provinciales diri-gidas por la máxima representación del Partido en la provincia, a veces con la asistencia del fiscal general.

Después del CLEP, a partir del año 2008, por necesidades me pidieron que trabajara en el tema de la capacitación, lo hice hasta enero de 2016, luego seguí en el CLEP.

Desde 1992 soy profesor de la Universidad, llegué a ser profesor auxiliar, y esto me sirvió para conectar la Universidad con la Fiscalía. Le encuentro una importancia tremenda a esta simbiosis, y debemos trabajar mucho más en ese sentido. La experiencia que tenemos es que esos muchachos con los que trabajamos y de los cuales somos tutores quieren venir a trabajar a la Fiscalía.

La capacitación, cómo era: se enviaba un ejercicio con un material para prepararse y responder, para todo el mundo eran iguales las pre-guntas y, por supuesto, las hacíamos de conjunto, pero aprendíamos.

La Fiscalía era de los órganos de avanzada en el tema de la capacitación. De aquellos tiempos a la actualidad ha cambiado tremendamente, por cuanto se ha organizado ya con los perfiles, con la actividad de cada compañero. Aunque debemos seguir mejorando, la capacitación ha mejorado mucho, es a distancia, muy importante, y no tan costosa.

En cuanto a las condiciones de trabajo, si vamos hacia atrás, a lo que primero narré, de no tener locales donde trabajar, de no tener vehículos, a hoy día, el propio local donde se desarrolla esta entrevista ilustra el cambio en todos los sentidos, los recursos tecnológicos e informáticos son elementos muy importantes.

En relación con la preparación, nosotros periódicamente, por lo me-nos en aquellos primeros años, tuvimos la oportunidad de asistir a cur-

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sos en la Unión Soviética, eso nos ayudaba doblemente, poder recibir la preparación, el intercambio y ver el escenario de un país como aquel, más adelantado que nosotros en estos temas.

Había muchos eventos científicos entre provincias. Sancti Spíritus ya va por el vigésimo noveno, hemos tenido la participación de provin-cias cercanas, y son experiencias muy importantes, no solo por el nivel científico y práctico, sino porque eso ayuda a hermanar a los fiscales.

Realizamos actividades frecuentemente. Subimos a Caballete de Casa, fuimos a Yaguajay, al Memorial a Camilo Cienfuegos; a Santa Cla-ra, donde reposan los restos del Che y sus compañeros. Estas activida-des, que tienen que ver con la preparación político-ideológica hacen falta, tienen un impacto importante, sobre todo en la juventud.

Cuando comienza la provincia a funcionar, el fiscal jefe era Omar Cárdenas González, quien luego fue transitoriamente fiscal jefe de Hol-guín, a solicitud del fiscal general, que en aquellos momentos era [Idal-berto] Ladrón de Guevara. Estuvo un tiempo allá en Holguín y luego fue promovido a vicefiscal general.

Después estuvo cerca de dieciocho años Francisco Chávez Armas, quien lamentablemente falleció hace doce años. Hizo una labor impor-tantísima, sobre todo con la capacitación, una persona muy inteligente y muy interesada en que los fiscales nos superáramos.

Recuerdo un evento en Santiago de Cuba. Fuimos seis vehículos de Sancti Spíritus. En ese momento era fiscal general Escalona [Juan Esca-lona Reguera], y nos congratuló de que fuésemos allí, no a pachanga, sino a exponer las experiencias que cada uno de los fiscales tenía en los temas que habían abordado en sus trabajos científicos.

Ello nos ha propiciado ir a varios eventos internacionales desde 1992, que fue el primero, de Ciencias Penales, participamos con trabajos, con ponencias. Esto se ha restringido por problemas de recursos, pero en esos primeros eventos de Ciencias Penales hubo una importante participación de fiscales con temas que tenían que ver con su quehacer como profesionales del Derecho.

Luego de Chávez estuvo, transitoriamente, Luis Pablo Ibáñez Silva, después asumió la dirección Rolando Díaz Bergel, hasta hace tres años. En la actualidad quien ocupa el puesto es Barbarita Pacheco Fonte, una joven que nosotros tuvimos la dicha de captar en la Universidad, junto con Hortensia21 y otros compañeros. Ella comenzó en Jatibonico. Fui el

21 Hortensia Bonachea Rodríguez, actual fiscal jefa de la Dirección de Formación y Desarrollo.

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primer fiscal que tuvo Jatibonico, y ya hay seis compañeros proceden-tes de ese municipio, la compañera Amparo es la vicefiscal.

Me seleccionaron para ir a representar a Cuba en México en un even-to internacional, para mí fue muy grato, fui representando a la Fiscalía General y a Cuba. Asistimos un coronel del Ministerio del Interior y yo, con instrucciones específicas de los temas que debíamos desarrollar en aquel evento, que era de toda América.

Casi el sesenta por ciento de mi vida ha sido en la Fiscalía. Para los nuevos fiscales mi consejo es estudiar y tener una conducta acorde con las exigencias de una profesión como la nuestra. Dondequiera que nos encontremos —en la casa, en el barrio—, tenemos que tener en cuenta que somos fiscales, un ejemplo para la sociedad.

Les hago otra anécdota: para entrar a mi casa debo ir doscientos metros más abajo, pudiendo entrar diez metros antes, un pedacito con-tra el tráfico. Los vecinos dicen que voy hasta allá abajo porque tengo mucha gasolina. La Fiscalía me da cincuenta litros, cuando se me aca-ba tengo que dejarlo parqueado, pero si me llevara ese pedacito, dirían que yo soy un violador. Es un detalle, pero tiene que ver con el queha-cer y con el ejemplo. Uno tiene que ser en el barrio uno más, porque vivimos en sociedad, y la sociedad tiene problemas, uno está al tanto de ello. Hay que ser ejemplo, no por el qué dirán, sino por la formación que uno tiene.

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Para ser fiscal hay que ser revolucionario. La Revolución primero que todo.

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Soy holguinero de nacimiento. Al triunfo de la Revolución apoyé a mi padre en algunas cosas para las tropas que estaban alzadas en el norte de Holguín. Con el comandante Eddy Suñol Ricardo, ya falleci-do, me incorporo al ejército, y en él me pasé dos años o algo más. Fui segundo jefe de grupo de artillería e instructor. Estuve en operaciones militares de lucha contra bandidos en la costa norte de Oriente y parte de Camagüey durante varios meses.

El 1ro. de febrero de 1978, sin haber terminado todavía Derecho, por interés del Partido, fueron a hablar conmigo Apeles Méndez y otros compañeros. Hacía falta que pasara para la Fiscalía General de la Re-pública. Me enviaron a la Fiscalía Provincial de Santiago de Cuba a atender el CLEP.

El primer fiscal jefe que tuve en la provincia fue Apeles Méndez. Des-pués entró Juan Manuel Regalado Salazar Rambler, un oficial de la Se-guridad del Estado y más tarde Digno Torres Gutiérrez.

Aquí en la Fiscalía, después que dejé el CLEP, con el cual acumu-lé alguna experiencia, pasé a jefe del Departamento de Legalidad. Abarcaba las verificaciones fiscales, la atención a los ciudadanos, las quejas, las reclamaciones. Atendía toda una gama de asuntos civiles, administrativos, laborales, con un equipito bueno de trabajo que te-níamos, personas mayores con alguna experiencia que ya fallecieron, y otros más nuevos, entre ellos Cristina Colás, que hoy día es jefa de un departamento.

Legalidad se multiplicó por la parte de Verificaciones y de Derechos Ciudadanos, yo paso para este último departamento, que me enseñó mucho, atendía la problemática de las personas que tenían respon-sabilidad administrativa y malversaban, se hicieron muchos trabajos fuertes aquí.

Empezamos a atender a las personas, sus derechos ciudadanos, con un personal que ya iba cogiendo experiencia en eso. Trabajamos un buen tiempo, hasta que se decidió que los que ya empezábamos a peinar canas debíamos ceder nuestros puestos. Y dije: «Está bien, sin problemas».

Quiero a esta institución como al Ministerio del Interior, son mis dos vidas. Y en esa línea de conducta he tenido mi familia, de la cual vivo orgulloso, siempre hay un hijo que hace una cosa distinta a la otra.

Para ser fiscal hay que ser revolucionario. La Revolución primero que todo. Ser capaz de atender a las personas, oírlas, interiorizar lo que se dice o lo que se escribe, comprobándolo, no dar respuestas por dar respuestas a la carrera, darse a respetar uno mismo, así se respeta a los

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demás. Estar seguro de tu trabajo, de lo que haces, sin pedir otra cosa que se te reconozca en algún momento.

En la Fiscalía, lo mismo cuando entré en febrero de 1978 que hoy en el 2017, sí se es revolucionario.

Tenemos una jefa de la Fiscalía221 aquí que es un amor, muy capaz,

de la cual tengo el mejor criterio. Tony estuvo un tiempecito por acá, a él yo le hice el ingreso a la Fiscalía, a Tony23 y a la esposa.24

3

22 Maritza Paredes Pera, fiscal jefa provincial de Santiago de Cuba.

23 Antonio Castro Galán, fiscal jefe de la Dirección de Cuadros de la Fiscalía General de la República.

24 Yanicia García Sánchez, fiscal de la Dirección de Verificaciones Fiscales de la Fiscalía General de la República.

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Este es un órgano que prestigia a las personas que trabajan en él. La familia de uno casi es de la Fiscalía.

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Comencé en la Fiscalía en el mes de mayo de 1978, como chofer del fiscal jefe provincial, Juan Manuel Regalado Salazar. Estuve ahí cinco años, hasta 1983. Al año siguiente fui técnico de capacitación y auxiliar de personal. En 1984 pasé a ser encargado de actividades administra-tivas, que se relacionaba con recursos humanos, y de 1984 hasta 1994, por diez años, estuve como encargado de actividades administrativas.

En 1994 fui nombrado jefe de Sección de Recursos Humanos, hasta el año 2015, que vino el perfeccionamiento, entonces fui nombrado jefe del Departamento de Recursos Humanos.

En el transcurso de los treinta y ocho años que llevo en la Fiscalía, próximo a cumplir treinta y nueve, los cambios han sido sustanciales después que se separó la Fiscalía de los tribunales. En el sótano estaba la Fiscalía Municipal de Santiago de Cuba, había pocos trabajadores. En 1982 nos asignan este local, estaba bastante deteriorado, el piso era de madera. Estuvimos alquilados en el reparto Vista Alegre, hasta 1987, en que terminó la reparación y regresamos de nuevo aquí. Esto estaba en muy malas condiciones, pero se reparó.

En la Fiscalía de Contramaestre había un solo fiscal que atendía Con-tramaestre y Tercer Frente, porque en el Tercer Frente no había Fiscalía.

Hubo una época en que a los fiscales se nombraron siendo estu-diantes de la Licenciatura. Generalmente eran de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, se captaron y empezaron a trabajar en la Fiscalía con muy malas condiciones. Eran trabajadores y seguían estudiando. Había fiscales que atendían dos o tres munici-pios, no tenían transporte ni oficinistas, a veces tenían ellos mismos que hacer los escritos a máquina. Todavía yo conservo una. El transpor-te se hacía muy difícil, aquí había solo dos Moskvitch, y entonces había que ir a los municipios, era titánica la labor. Ya en 1984 se empezó a mejorar el transporte un poquito.

Había Fiscalías que no tenían ni servicio sanitario, con locales pres-tados. Después se hicieron cuatro Fiscalías de placa, y ahí empezamos a mejorar. Luego se han mejorado casi todas, tienen un confort diferen-te al que yo encontré cuando vine.

Las condiciones laborales son magníficas, tanto material como de atención al hombre, porque cuando llegué aquí lo que había era un esténcil. Ya, con todos los equipos de impresión, de las computadoras, eso ha mejorado mucho.

Los informes los llevaba el fiscal jefe a La Habana en avión, y las mu-chachitas que eran secretarias, como Maritza [Hernández Losada] y otras compañeras, amanecían mecanografiando, en esa época era muy difícil.

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Aquellos tiempos pasaron, y a pesar de que no hemos rebasado el periodo especial, la Fiscalía tiene otras condiciones en salario, en es-tipendio, en módulo de presencia, que eso antes no se veía, un fiscal ganaba 255 pesos.

Después todo eso empezó a mejorar, y actualmente estoy muy agra-decido de la atención que ha dado el órgano, en especial el fiscal gene-ral, que se preocupa mucho por el estado anímico de sus trabajadores y las condiciones materiales y laborales, que son muy buenas.

Momentos que recuerdo… Aquí me hice militante del Partido, he visto la mejoría que ha tenido la Fiscalía. Permanecer en el órgano, porque me gusta el trabajo. Permanecer treinta y ocho años se dice fá-cil, pero no creo que haya muchas personas en la Fiscalía General que tengan ese tiempo, como Maritza Hernández, que es fundadora. Llegué un poco más tarde, porque después del servicio me fui para otro orga-nismo, y después pasé para la Fiscalía, hasta este momento.

Me siento muy orgulloso, porque este es un órgano que prestigia a las personas que trabajan en él, más en estos momentos, que, como decía, tenemos mejores condiciones. La familia de uno casi es de la Fiscalía, son los trabajadores, porque uno llega a la casa de noche, está un ratico, va a dormir y por la mañana para la Fiscalía.

Ser honesto, que se mantenga la unidad, que en la unidad está el triunfo, y llevarse bien con los compañeros de trabajo, porque eso ayuda mucho. El respeto a los superiores, trabajar con alegría, porque eso ayuda al trabajo, porque el trabajo no mata, usted puede trabajar diez o doce horas, eso no le preocupa, pero si tiene algún problema de trabajo con su compañero o con el jefe, ya eso trae estrés laboral.

Transmitirles a los más jóvenes que traten de mantenerse, esto es un buen órgano. Que aprendan, porque el que sale de la Fiscalía, sale pre-parado, tanto fiscales como no fiscales.

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El trabajo del fiscal tiene que ser sacrificio y amor a su carrera y, sobre todo, dos aspectos

fundamentales: ético y leal.

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Trabajé veinticuatro años en la Fiscalía. Me incorporo mediante un llamado que me hace el Partido Provincial, por los órganos de Justicia que atendía el Partido. Me convocan, primero se me habla del Bufete Colectivo, y después se tomó la decisión, no sé por qué razón, de man-darme para la Fiscalía.

En 1978 había terminado la Licenciatura en Derecho. Me persono aquí y me envían de jefe de la Fiscalía Municipal de Mantua, a ciento nueve kilómetros de Pinar del Río, donde vivo. Voy a Mantua, me lleva una compañera de Personal, y cuando busco el local, lo que tenía la Fiscalía era un cuarto del Registro Civil, donde tenía el buró, y la cama, que era el buró. Me instalé allí a hacer los trabajos de fiscal, yo solo.

Compartíamos esa vivienda, aparte del Registro Civil, la presidenta del Tribunal, hoy ya fallecida, Martha Castell. El Tribunal tenía su lo-cal, después le habilitan uno, yo me quedaba en la Fiscalía, atendía a la población, las unidades de la Policía, los detenidos, los expedientes.

Cuando se hacen dos municipios, porque aquello antes era región, las condiciones no estaban creadas, pero la población ya no tiene que ir a Guane, que era la región, ya puede tener al fiscal, comunicarse más con él ahí. Igual los órganos: la Policía, el Partido, el Gobierno, era más fac-tible ese contacto directo con los fiscales. En Mantua estuve un año, solo todo el tiempo. De ahí me trasladan para el municipio de Pinar del Río.

El cambio es por necesidad de la institución, me mandan para acá, y aquí hay mayor número de compañeros, había tres fiscales. Atiendo la esfera penal desde que entré hasta 1983. En ese año me nombran fiscal del Departamento de Procesos Penales. En la Fiscalía Provincial había un jefe de Departamento, cinco fiscales y dos secretarias.

Se me da la tarea de atender la unidad del kilómetro cuatro de la carretera de San Juan y Martínez, en ella se unían los órganos provin-ciales de la Policía y de Instrucción de la Seguridad, eso es en 1984. Toda la radicación, la tramitación y el despacho de expedientes era res-ponsabilidad nuestra. Tuve el privilegio de representar a estos órganos en los juicios orales, en aquellos casos más complejos.

Me envían a estudiar a Leningrado en 1988, a un curso de especia-lización. Allí hicimos la especialidad de droga, de huella, de trabajo criminalístico, de falsificación de documentos y de fotografía judicial. Entre las responsabilidades que teníamos en aquella unidad del kiló-metro cuatro, participábamos de la inspección en el lugar de los he-chos. A mí particularmente, como profesional, me gustaba ir al lugar de los hechos, porque te da elementos y eres capaz de discernir o llegar a establecer cuándo hay un asesinato o cuándo hay un suicidio.

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De regreso de Leningrado me incorporo nuevamente a la unidad, y así continúo, paulatinamente, mi trabajo hasta 2003, cuando se decide hacerme responsable del grupo del Decreto-Ley 149, contra el enrique-cimiento ilícito. Allí estuve hasta el 2004, en que me jubilo.

El año 1984 fue el más intenso de mi trabajo en la esfera penal. Tuve la oportunidad de que me seleccionaran para que fuera a apoyar el tra-bajo de la Fiscalía General. Por órdenes de [Idalberto] Ladrón de Gue-vara, el fiscal general, estuvimos de apoyo, insertados en la Fiscalía de Ciudad de La Habana.

La casa fue una necesidad propia de la división, o sea, del despren-dimiento que tiene la Fiscalía cuando se organiza y pasa a ser un órga-no independiente del Tribunal. Antes era «el fiscal del Tribunal». Surge la tarea, por el jefe de la Fiscalía, Fernando Yuso, de buscar un local. Estela Carbonell era la propietaria de este lugar y se opta por cambiar aquel local, una casa del vecindario en la calle Máximo Gómez, por este, o sea, nosotros íbamos a coger este y le cedíamos aquella casa completa a Estela.

Parte de las vacaciones veníamos a trabajar aquí, porque era la única forma en la que íbamos a tener una edificación de la Fiscalía propiamente.

Me siento fiscal todavía y como tal obro. Me molesta que en cualquier lugar vayan, con razón o sin razón, a «tocarme la Fiscalía». Si es con ra-zón, le digo que vayan y discutan con la Fiscalía, y si es sin razón, ima-gínese, una persona acostumbrada a estar en un juicio oral, cómo será la reacción.

Los compañeros me dicen que tengo un carácter afable. Incluso, hay anécdotas de abogados que me han visto trabajando en juicios, después me ven en la calle y me dicen: «Pero tú no eres el de allá arriba». Allá arriba cumplo mi papel y aquí soy uno más, con las características del cubano, pero sin renunciar a mis principios de fiscal.

El trabajo del fiscal tiene que ser sacrificio y amor a su carrera y, so-bre todo, dos aspectos fundamentales: ético y leal.

Cuando se obra con justicia se es leal y se es ético, primero porque se es leal a los postulados que nos dejó Fidel, que fue el artífice, el que nos enseñó a ser leales y consecuentes con nuestras ideas, con nuestros principios. Se es ético sin faltar el respeto a los demás, pero imponiendo la condición revolucionaria de cada cual. Con esos principios usted triunfa en cualquier aspecto de la vida, siendo fiscal más, eres la voz pública del Estado, de la acción penal, como se dice en la universidad. Ejercemos la acción penal, pero tenemos que ejercer esa acción penal con ética.

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Nos satisface mucho la nueva generación que hay, estoy seguro que mejor preparados que nosotros, con más oportunidades que las nuestras. Pero deben llevar ese pedacito de sacrifico hacia adelante y dejarles a los hijos, como le hemos dejado nosotros a los nuestros, el ejemplo de nunca claudicar ante lo que representamos.

Que cuando uno opte por entrar a la Fiscalía, como fiscal, piense siempre que tiene que romper cualquier lazo que tenga que ver con la mediocridad, con lo corrupto, con lo ideal, con lo fantasioso, y ser material, objetivo, veraz y actuar en consecuencia. Eso es lo único que yo puedo decir a la juventud: que aquí tienen un amigo y pueden contar conmigo.

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Para mí es un honor haber estado treintaiún años aquí. La juventud que tenemos ahora puede hacer

el trabajo con mejor y mayor calidad, tenemos condiciones para hacer mucho más, siempre

trabajamos para que todo saliera bien.

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Trabajé en la Fiscalía treintaiún años. Entré a ella a través del Parti-do Provincial. Empecé en noviembre de 1979, aunque el nombramiento fue en el mes de febrero de 1980. Llevaba dos años de graduado y era director de la Empresa Provincial del Petróleo y sus derivados en Pinar del Río.

Yo estudié antes de la Revolución, me hice técnico en análisis quí-mico y especial, y después, en 1962, trabajando en el Laboratorio de Minería de La Habana, el Che nos selecciona para especializarnos du-rante dos años en Checoslovaquia en lo que estábamos haciendo.

Entro en la Fiscalía y se me destina al municipio Viñales, donde per-manezco de 1980 a 1985, en que pasamos un curso en Moscú.

Cuando comienzo el compañero que sustituyo me enseña lo que tiene encima del buró, y me dice: «Mira, esto es Civil, esto es Penal, aquí tienes la máquina de escribir», y con la misma se va, porque es-taba atendiendo otros municipios que luego me tocaría atender a mí. Ténganse en cuenta que en 1980 éramos dieciséis fiscales en Pinar del Río para atender todos los municipios más la provincia. Algunos eran graduados y otros eran estudiantes.

La Fiscalía de Viñales no tenía local. En el fondo del Tribunal habían hecho una casita para almacén de libros y demás, no tenía condiciones para trabajar, pero así estuvimos hasta 1985, en que producto de la cons-trucción de oficinas de otros organismos logramos que se incluyera la Fiscalía y se hizo un pequeño local, que es el que actualmente existe.

En el municipio trabajaba yo solo, no tenía secretaria ni a más na-die, pero sí tenía rigor. La Fiscalía abría a las ocho de la mañana y cerraba a las cinco de la tarde. En la misma oficina, en el patio del Tribunal, atendíamos todas las funciones.

Pasé un curso en Moscú y luego vine para la provincia. Se me nombra en 1986 o 1987 fiscal jefe del Departamento de Cuadros, en donde atendía Cuadros, Capacitación y Personal.

Este curso, en el que se tocaron aspectos muy específicos en materia penal, fue muy integrador. Participamos más de treinta compañeros, la mayoría de la Fiscalía General, y otros de provincia que completamos esa cifra. Estuvimos tres meses, de ahí regresé a Viñales e inmediata-mente para la provincia.

En la Dirección de Cuadros trabajamos muy fuerte, sobre todo en la capacitación. Se hacía una preparación muy elemental, muy rápida, porque solo había dieciséis fiscales para todos los municipios. En los primeros años de la Fiscalía no había locales, era buscar uno donde-quiera que hubiera y trabajar ahí.

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En Cuadros estuve casi once años. Después, desde el Departamento de Organización y Control de la Información, pasé a atender todo lo relacionado con el Consejo de Dirección, los acuerdos y demás, para chequearlos antes de que la reunión se realizara y velar que se cum-plieran las medidas. En aquel tiempo no había computadoras, todo era con máquina de escribir.

En 1999 pasé al municipio Pinar del Río. Este radica y emite alrede-dor del cuarenta por ciento del trabajo de toda la provincia. Allí estuve once años, atendí población y el Control de la Legalidad en los Estable-cimientos Penitenciarios. En el CLEP se daban muy buenos pasos con la población que está en prisión o en campamentos. Para mí el trabajo del CLEP resultó de gran interés. Se palpa la atención del Estado con ese personal, esta es una de las funciones que requiere mayor atención.

Si se compara, en este último tiempo han mejorado las condiciones para que el fiscal pueda desarrollar su trabajo. Ha crecido mucho la atención a la población, y ahí incluyo la vinculación de la Fiscalía con otros órganos.

Recuerdo muchas cuestiones, son treinta y cinco años. Cuando inauguramos este local el 23 de agosto de 1981, cada fiscal donó quince días de sus vacaciones para construir este edificio. Algunos sabían de carpintería, otros trabajamos abriendo huecos.

Para mí es un honor haber estado treintaiún años aquí, once después de pasada la edad de jubilación. La juventud que tenemos puede hacer el trabajo con mejor y mayor calidad, tenemos condiciones para hacer mucho más, siempre trabajamos para que todo saliera bien. Tenemos que aspirar a que los jóvenes que entren ahora realicen un trabajo más meritorio.

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El mayor regocijo de toda esa etapa es que hoy me encuentro con personas que en un momento determinado fueron a la Fiscalía y los atendimos y, a pesar de los años, agradecen la atención. Es el agradecimiento del pueblo.

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Entré a la Fiscalía a finales de 1979 como jefe de la Fiscalía Munici-pal de San Antonio de los Baños. A mediados de 1980 se me plantea que me haga cargo de la Fiscalía de Artemisa. Es así como llego a ella en el mes de septiembre u octubre de 1980. Me mantengo trabajando hasta finales de diciembre de 1985.

Provenía del Ministerio del Interior, era oficial de caso del Departa-mento Técnico Investigativo en San Antonio de los Baños. Para el car-go que yo tenía, el Ministerio exigía ser graduado universitario, y se me recomendó que estudiara Derecho. Se había abierto un curso para trabajadores y se nos dio una preparación en Lawton, en la capital, lo aprobé y pasé a la Universidad de La Habana, seguía en mis funciones como oficial.

Cuando estoy en tercer año de la carrera se produce la institucio-nalización del país. Se había creado la Fiscalía, y en ese momento a cinco compañeros que estábamos estudiando Derecho en la misma mo-dalidad, el alto mando del Minint determina sacarnos para atender La Habana, actualmente Mayabeque y Artemisa.

Comencé a trabajar, se me dio el nombre de ayudante fiscal, pero seguía en la plantilla del Ministerio del Interior. En esa situación soy asignado para la Fiscalía Territorial de Artemisa, en la que se encontraban el doctor Diomedes Ruiz y María del Carmen Romero. Esta Fiscalía atendía los territorios de Artemisa, Guanajay y Mariel. Éramos cinco para atender las que son actualmente dos provincias. También se me asignó la Fiscalía Territorial de Bauta, y era responsable de cinco municipios.

Nuestra labor era ayudar y asesorar a los fiscales en todas las causas, porque en ese momento la fase preparatoria pasó a ser una responsabilidad del instructor policial. Anteriormente esto lo hacían los jueces de instrucción que trabajaban en los distintos partidos, ahí viene mi relación con la Fiscalía.

María del Carmen, conociendo que yo estaba estudiando Derecho, co-mienza a trabajar en función de que me quedara. Le digo que no, que mi decisión es continuar en el Ministerio del Interior, yo me sentía bien allí.

Así me mantengo, hasta que me gradúo y los cinco compañeros que estábamos como asesores pasamos a la Fiscalía, todos en la entonces provincia La Habana. El que estaba al frente de la provincia, Cutiño, que también era del Minint, me pide que me quede en la provincia, pero le digo que me mande para un municipio. La Fiscalía General tam-bién tenía interés de que me quedara en el órgano provincial, pero hice tanto hincapié, que me nombraron Jefe de la Fiscalía Municipal de San

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Antonio de los Baños, aunque todavía me pagaba el Minint, hasta que pasamos a trabajar directamente como fiscales.

No solo en San Antonio de los Baños o Artemisa, en los municipios prácticamente lo que había era un solo fiscal, sin personal adminis-trativo. No teníamos instrumentos o máquinas para escribir, había que auxiliarse de las máquinas que el tribunal nos pudiera facilitar. Tampo-co había materiales de oficina, papel, nada de eso. El traslado de ida y vuelta a la casa, o para trabajar, teníamos que hacerlo a pie. El trabajo era duro, requería de una gran consagración.

En aquel momento teníamos que dar entre ocho y diez conferencias mensuales en centros estudiantiles y de trabajo, atender los círculos de interés de los alumnos y a la población que concurriera a la Fiscalía, hacer juicios todos los viernes y realizar los procedimientos civiles en los que el fiscal es parte, como la declaratoria de herederos y la subsa-nación de error. Era el mismo fiscal el que tenía que hacer todo eso y confeccionar los informes a mano.

También efectuábamos verificaciones fiscales nocturnas, que se hacían en base al sistema de seguridad existente en las empresas. Ha-bía que hacer alrededor de veinticinco en el mes, eso era de noche, tenías que dormir en la propia Fiscalía o quedarte en la unidad de la Policía.

Era una labor muy difícil la que se realizaba en San Antonio de los Baños.

Proveníamos del Minint y había escasez de fiscales. La provincia co-menzaba a reorganizarse. Éramos un grupo que tenía experiencia en el Ministerio y habíamos tenido contacto con las causas y los procesos. El Fiscal General dictó una circular que nos daba facultad para que actuá-ramos y asesoráramos la fase preparatoria. En mi caso, además de las funciones que mencioné, tenía que asesorar el órgano de instrucción de la Policía de San Antonio de los Baños y el provincial. Consagrado, prácticamente día y noche.

Llegué a tener en el municipio que atendía cinco círculos de interés de la enseñanza secundaria y preuniversitaria. Le dedicábamos sema-nalmente una tarde, para asesorarlos desde el punto de vista legal. Les dábamos algunos conocimientos de la Constitución y las leyes. En todos los casos montábamos juicios con ellos, nosotros mismos hacía-mos los guiones. El mejor círculo lo presentábamos en el encuentro anual que se realizaba en la Fiscalía. Las dos veces que nos presen-tamos mientras estuve en San Antonio obtuvimos el primer lugar.

A los tres o cuatro meses uno veía un cambio rotundo en esos mu-chachos, muchos de ellos luego estudiaron Derecho. La propia com-

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pañera que está de jefa de la provincia [Yaisis Mesa] me decía que ella provenía de un círculo de interés de Artemisa que tuvimos en la escuela secundaria básica Pedro Ortiz.

En San Antonio también participaba en una reunión de enfren-tamiento al delito donde se valoraba la situación operativa y un sin-número de cosas, que eran presididas por el primer secretario del Partido y por el jefe del Gobierno. También formaban parte de esta comisión los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas.

En una de estas reuniones propusimos crear escuelas de oficios en los centros de trabajo, para que los menores de edad entre 13 y 15 años que no estaban vinculados al estudio por determinabas razones, asistieran y que los colectivos los formaran. De esta forma, logramos vincular a alrededor de cuarenta muchachos en las distintas pana-derías del municipio, en talleres de mecánica que no tuvieran peligro-sidad y en otros centros.

A ellos los atendía la Policía, que situó un compañero encargado de darles atención, visitarlos en los centros de trabajo y trasladar cualquier situación o preocupación que tuvieran. Nosotros también los visitábamos para estimularlos en lo que hacían. Ninguno de esos muchachos que vinculamos tuvo problemas. La mejoría fue tremenda, al extremo de que en una ocasión vino una comisión de la FMC enviada por Vilma Espín para ver esta experiencia, y luego se aplicó a nivel nacional, después no sé si se mantuvo.

Cuando vengo para la Fiscalía Provincial de Artemisa se me facilita la situación, porque vivo aquí mismo. En un momento se realiza un activo nacional de enfrentamiento al delito, para el que viene el Fiscal General de la República y los vicefiscales. Vino todo el equipo de filma-ción de la Fiscalía General, y durante quince días se estuvo trabajando en Artemisa.

Luego se aprobaron fiscales y un aparato administrativo, que cons-taba de una secretaria, una mecanógrafa y una auxiliar general que ha-cía de mensajera y otras funciones. Seguíamos sin carro. Éramos en la provincia cinco fiscales, por lo que había que hacer mayor cantidad de conferencias. Círculos de interés creamos catorce o quince aquí, porque el territorio tenía muchas secundarias básicas en el campo. Luego tuvi-mos que conformar algunos hasta en las escuelas primarias, con niños de cuarto a sexto grados, con los que era más fácil trabajar.

Una de las prioridades en la provincia fue la atención al público, que para nosotros era sagrada. Cuanta persona llegaba a la Fiscalía le

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conformábamos un expediente. Si alguien concurría era porque había una violación de lo que estaba establecido. Otros, en menor grado, ve-nían a hacerte consultas sobre vivienda y otros temas. Además, había quejas que llegaban a la Fiscalía General y que se pasaban a la provin-cia o al municipio para su tramitación.

También eran prioritarios los juicios en el tribunal municipal, por-que ahí es donde ganábamos la bronca. La realización de las verifica-ciones fiscales era otro trabajo fundamental, porque estábamos previ-niendo y reeducando.

Yo les diría a los jóvenes que el fiscal nunca termina, que es como el médico y como todo profesional que se respeta a sí mismo. Tiene que estar constantemente estudiando, superándose y leyendo todo lo que le cae en las manos. Además, oír a toda persona que se le acerque, que es fundamental, atenderlo y en la medida de lo posible resolver y orientarlo en los trámites. Pensar que nunca se sabe la última, la ultima está por ver. Hoy tengo 73 años y, a pesar de mi edad, oigo a todas las personas, porque cualquiera me puede dar una idea o enseñar algo. También les aconsejo cumplir cabalmente con los principios, con la ética y con lo que está establecido por nuestro Estado.

Cuando me incorporé a la Fiscalía tenía 31 años de edad. El mayor regocijo de toda esa etapa es que hoy me encuentro con personas que en un momento determinado fueron a la Fiscalía y los atendimos y, a pesar de los años, agradecen la atención. Es el agradecimiento del pue-blo. A mí nadie nunca me ofendió ni me dijo lo más mínimo. Adonde quiera que voy la gente me conoce, y eso es una satisfacción tremenda, porque se ve el resultado de tu trabajo.

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Exigía esfuerzo, dedicación, seriedad y mucha honradez para resolver esa cantidad de trabajo. Prácticamente

estábamos dedicados todo el tiempo a la Fiscalía.

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Yo pertenecía al Ministerio del Interior, donde estudiaba la carrera de Derecho. Pedí la baja y los compañeros de la Fiscalía hablaron con-migo para trabajar. Estuve unos meses adquiriendo conocimientos y de allí me pasaron a la Fiscalía de San Juan y Martínez, donde estuve hasta 1980, en que me trasladan para la provincia.

En la Fiscalía Provincial atendía la instrucción. Allí los fiscales municipales hacían todos los juicios, nosotros participamos en todos los juicios penales que realizaba el Tribunal Municipal, era una orientación que había. También presidí la Comisión de Legalidad del municipio, que estaba integrada por el jefe de la Policía, el Tribunal y el fiscal. Atendía los asuntos civiles que le daban cuenta a la Fiscalía.

El local de trabajo estaba bueno. En esas condiciones trabajábamos bastante. Atendía la instrucción, los expedientes de la Policía, éramos dos. Las personas iban a la Fiscalía en el horario de la mañana en días alternos, había un cartelito con esa información, venían con situaciones diversas o a aclarar alguna queja.

Cuando vine para la Fiscalía Provincial, ya estaba instalada en este local, había mejores condiciones, tenía una oficina para mí y estaba cerca de la casa. Atendía la instrucción en el municipio cabecera, un municipio que genera mucha radicación, estuve nueve años atendiéndolo.

Había mucho trabajo, exigía esfuerzo, dedicación, seriedad y mu-cha honradez. Nos dedicábamos todo el tiempo al trabajo y no sola-mente cuando estábamos en la Fiscalía. No pocas veces salía de mi casa y me estaban esperando afuera. Los fines de semana iban a ver-me por cualquier asunto, por un familiar que tuviera problemas, yo siempre atendía a todo el mundo, nunca me gustó hacerle una acción negativa a nadie.

Llegaba a la Fiscalía y tenía gente esperando. Mucho trabajo, pero también dedicación y seriedad. En múltiples ocasiones hicimos una cantidad tremenda de juicios, terminábamos ya tarde, a las nueve o diez de la noche, fundamentalmente por hurto y sacrificio ilegal de ga-nado mayor, que es un delito que se da mucho en este municipio. Siem-pre estábamos dispuestos para todo cuando nos llamaban.

Me siento contento por haber estado en el Ministerio del Interior por veinte años y dieciocho en la Fiscalía, son dos instituciones que con-tribuyeron mucho a mi formación como trabajador, fue un fogueo de trabajo tremendo, me sirvió mucho para mi vida personal y laboral.

En 1995 me jubilé por enfermedad, después la Fiscalía fue mejo-rando en las condiciones. Primero estábamos en el Tribunal, aglo-merados, después se crearon las condiciones en este local, siguieron

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mejorando, incluso el transporte para salir a los municipios, se hizo un comedor para los trabajadores, el trabajo se fue tecnificando. La Fisca-lía General nos apoyó en ese sentido.

Lo que le pidiera a la juventud es que trabajen con la misma honra-dez, la misma seriedad con que lo hicimos nosotros, con menos recursos que ellos, pero nunca hubo un problema, no recuerdo que algún fiscal hubiera tenido un problema. Todo el mundo estaba muy dedicado a su trabajo, con mucha responsabilidad. Que sean igual que nosotros.

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Un revolucionario lo es no porque recibió el título un día, todos los días hay que serlo. Todos los días hay que ser fiscal, hay que ser culto, hay que estudiar,

hay que prepararse. Y un requisito que yo exijo para todos los fiscales es ser valiente.

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Encontrándome de segundo jefe de lo que hoy llaman Villa Maris-ta, o sea la Dirección de Investigaciones Criminales y Operaciones, me llaman, y fui de magistrado para el Tribunal Supremo Popular, de pre-sidente de la Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado, a susti-tuir precisamente a Amaro Salud.

Ahí me mantengo dos años y piquito. Después de una conversa-ción muy larga con el Comandante, fui para allá y asumí la magis-tratura. Eso me convirtió en un verdadero jurista, porque me había hecho abogado para cumplir un simple requisito del cargo que osten-taba en ese momento, no con la aspiración de ser un jurisconsulto ni mucho menos.

Empecé a trabajar muy jovencito, con 30 y tantos años. Cuando tomamos la Fiscalía lo primero que hicimos fue situarnos en el lu-gar. Le hicimos la despedida a Santiago [Santiago Cuba Fernández], quien fue el primer fiscal general. Yo lo conocía de toda la vida. Ese es un momento importante, un compañero que tú no pensaste sustituir nunca. Santiago estuvo cuarenta y tantos años al frente de la Fiscalía, y nosotros éramos muy jovencitos cuando él ya era fiscal.

Empecé a promover a algunos fiscales municipales que ya llevaban dos o tres años en los municipios, paulatinamente, dándoles cursos. Aproveché una coyuntura que había con la Unión Soviética, mandé un grupo de fiscales para allá, con un propósito: no que aprendieran las cosas nuestras, sino que cogieran cultura jurídica, porque una cosa que necesita un abogado y un fiscal es cultura jurídica, estar al tanto de todo lo que acontece en la esfera que atiende.

Creamos un círculo de interés en el Palacio de los Pioneros, para que los niños comenzaran a conocer la Constitución desde pequeños, porque la Fiscalía no es solo el juicio oral, como cree la gente, o resol-ver una queja. Yo abrí ese abanico, quise que la Fiscalía fuese a tocar los problemas y a resolverlos. Abandonar el aspecto formal aquel y, al mismo tiempo, tratar de mejorar las condiciones de trabajo, porque no tenía ni medios de transporte ni nada.

Un revolucionario lo es no porque recibió el título un día. Todos los días hay que ser revolucionario. Todos los días inculcaba a los fiscales esto, todos los días hay que ser fiscal, ser culto, estudiar, prepararse. Y un requisito que exijo para todos los fiscales es ser valiente.

Hay un elemento que defendí siempre en la Fiscalía General de la República: la verticalidad de la Fiscalía, la independencia de todo ór-gano local, es la única manera en que la Fiscalía puede velar por el cumplimiento de la ley, sin presiones de gobierno ni de nadie.

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Paralelamente, empezamos a fortalecer las coordinaciones con to-dos los organismos: tribunales, Ministerio del Interior… Propiciamos los llamados activos de enfrentamiento al delito, con todas las organi-zaciones, porque había que crear esa expectativa del riesgo.

La Fiscalía tiene que salir a educar, no solo a reprimir. Si la gente comete el delito y tú no lo coges, eso se llama impunidad, pero el hecho ya está cometido. Tú tienes que lograr que no se cometa, tienes que trabajar en la prevención, educar a las masas.

También trabajé con la Fiscalía Militar, porque mi concepción es que la Fiscalía es una sola. Empecé a ayudar también a la Fiscalía Mili-tar con algunos medios, los visité en unas barracas, allí me metí.

Cuando llegué a la Fiscalía había una llamada Dirección General de Legalidad. ¿Qué es lo que hacía? Nada más oír las quejas de la gen-te. Es decir, la Fiscalía tenía un aspecto formal.

Nunca hablo de lo que hizo nadie. Sé lo que tengo que hacer, lo que demanda el país, la Revolución. A veces logramos alcanzar nuestros sue-ños, a partir de lo que tenemos. El problema es detenerse a esperar. No esperé tener las fuerzas ideales, no esperé tenerlo todo, lo fui obteniendo progresivamente, promoviendo fiscales provinciales, cursos de cuarenta y cinco días, cursos en la Unión Soviética para tener cultura jurídica.

Una de mis preocupaciones era que todo este aparato de la justicia se uniera, respetando cada ámbito, pero que hubiese una compren-sión. Lo más esencial es partir de la independencia que le dimos a la Fiscalía en la Constitución de la República, y no por gusto.

A los jóvenes les diría muchas cosas. Primero, que sean fiscales to-dos los días, que se preparen continua y adecuadamente para el en-frentamiento, que siempre estén dispuestos a enfrentar lo mal hecho, cométalo quien lo cometa. Y que sean valientes.

Mandarles un saludo a todos los fiscales, ante la situación comple-ja que enfrenta nuestro país, y desearles éxitos en su trabajo. Y que sean valientes.

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El trabajador de la Fiscalía tiene que ser una gente intachable. Que la honestidad, por encima de todas

las cosas, sea lo que le da prestigio.

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Estuve en la Fiscalía treinta años. Yo era jefe de la Unidad Adminis-trativa del Tribunal Provincial. Al finalizar 1980 o 1981 solicité al Partido en la provincia mi ingreso a la Fiscalía, porque el trabajo operativo de la Fiscalía y el resultado que se tenía en este tipo de labor me llamaba la atención. Me sentí realizado cuando el Partido logró que la presidenta del Tribunal Provincial, Brady Martínez, ya fallecida, accediera, pero siempre que le enviaran un compañero que tuviera más o menos las mismas condiciones. El segundo secretario le situó un compañero allí, y entonces me recibieron en la Fiscalía en 1981. Radicaba en calle 37 y avenida 50. El jefe de la Fiscalía era Orlando Martín Sánchez, imagino que había allí diecinueve o veinte personas.

El local en que comenzamos a trabajar era pequeño, prácticamente trabajábamos hacinados, había un mínimo de condiciones. Se hacía un esfuerzo extraordinario.

Ya después la Fiscalía Provincial vino para aquí. Inmediatamente me nombran fiscal jefe del municipio Abreu, para atender además el municipio de Aguada de Pasajeros. En Abreu estuve dos años, luego vine para la provincia, creo que en 1983. Allí, de forma integral, realiza-ba todas las actividades que requería la Fiscalía en un municipio.

Tenía un cuartico con condiciones pésimas, para moverse era muy difícil. Había que hacer el trabajo, la exigencia era fuerte, había que brindar información periódicamente de toda la actividad que estaba asignada a los municipios. De allí tengo un montón de anécdotas.

Con todo el trabajo y con las condiciones mínimas que teníamos, desarrollábamos la labor e íbamos a las escuelas al campo, en donde había sus problemas y situaciones, a prevenir. Íbamos en la guagua o en una moto, en cualquier cosa, y en esas circunstancias preveníamos la violación de la ley y de las demás disposiciones de Educación, que lógicamente afectaban a la entidad.

En 1983 vine para la Fiscalía Provincial y mi plato fuerte fueron las verificaciones fiscales, a las que me dediqué por más de veinticinco años, hasta que cumplí 70, prácticamente hasta que me jubilé.

En el Departamento de Legalidad, combinábamos prevención en los organismos con la verificación fiscal, y lo íbamos rotando en dependencia de la situación que existiera. Cuando se infringía lo que estaba establecido legalmente, tomábamos como ejemplo, para prevenir, alguna violación.

Tras veinticinco años en la verificación fiscal, puedo decir, con toda honradez, que había un respeto absoluto hacia la Fiscalía.

En el año 2002 realizamos una verificación fiscal a una firma extran-jera española que tenía una producción cooperada de materiales de la

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construcción. Había extracción de capital. Esta verificación fiscal tuvo una importancia extraordinaria, fue muy significativa, tuvo importan-tes resultados en la provincia, con la cooperación de los organismos especializados. Se recuperaron tres o cuatro carros, el español no re-gresó más nunca. Me puse muy contento, porque se acabó la famosa producción cooperada, era una situación muy difícil.

No tengo en la mente cuándo el Departamento de Legalidad pasa a Verificaciones Fiscales, estábamos tan convencidos de la necesidad de la prevención que no se nos olvidaba eso.

Siempre en la verificación fiscal introducíamos este tema y utilizábamos el quebrantamiento de cualquier disposición, de cualquier ley, para que sirviera de educación jurídica a los dirigentes, funcionarios y trabajadores, porque al concluir la verificación dábamos una reunión de conclusiones. A esa reunión de conclusiones venía alguien de la Fiscalía General, en una oportunidad incluso vino el fiscal general, Ramón de la Cruz Ochoa.

Se sigue haciendo el mismo trabajo, con la misma disciplina, con el convencimiento de la necesidad de garantizar que la ley se respete. Lo re-pito una y mil veces: la violación de determinadas leyes afecta económi-camente a las entidades y afecta a la población y a la economía del país.

Me siento realizado. Tarde, pero lo logré. Ya con cuarenta y pico de años tenía que venir para este organismo, porque sabía que era un organismo cooperativo, sobre todo en verificaciones fiscales, por eso también solicité venir para verificación.

Había mucho respeto de todos los organismos hacia la Fiscalía. No era miedo, era un problema de respeto. La violación de una disposición afectaba a la economía, a la producción, o se afectaban los servicios. Poníamos los ejemplos y la gente respondía con absoluto respeto. Lla-mábamos a un director y le decíamos lo que estaba pasando en determi-nado lugar operativamente, y respondía inmediatamente.

Me siento satisfecho, porque creo que he cooperado y he ayudado al Estado y al poder revolucionario. A los jóvenes y a los trabajadores les di-ría que el trabajador de la Fiscalía tiene que ser una gente intachable, la honestidad por encima de todas las cosas es lo que le da prestigio a usted.

No digo que haya una parte del prestigio que sea asumido por la autoridad que usted tiene, pero hay otra parte que se lo da su actuación, su honestidad, su franqueza, no tener miedo en decirles las cosas a los funcionarios de frente, en las reuniones. Eso es lo que yo aconsejo, y bus-car mucho apoyo en los organismos especializados, ya sea para una cosa o para la otra, porque cuando usted colegia el trabajo, el resultado es bueno.

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La Fiscalía ha sido mi vida. A los nuevos fiscales les diría que lo primero es amar a la Fiscalía. Siempre

hemos trabajado en situaciones difíciles y nos hemos mantenido.

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Desde el año 1980 laboro en la Fiscalía, treinta y siete años. Yo era estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente. En el mes de abril de 1980, un grupo de compañeros vinimos a hacer las prácticas docentes aquí en Granma, desde el 1ro. de abril. Las hice en el departamento que en aquel momento se llamaba Instrucción, allí continué hasta graduarme ese mismo año, y me comenzaron el proceso para entrar a la Fiscalía.

Éramos muy pocos, en la provincia solamente nueve fiscales, para atender en Instrucción eran dos. La Fiscalía estaba dividida en Instruc-ción, Causas Penales y otros departamentos.

Se decidía sobre las medidas cautelares de toda la provincia, tenía-mos que hacer el escrito y remitirlo al Tribunal, sobre los expedientes de todos los municipios. Nos íbamos cada quince días para la costa, una semana completa, en condiciones muy difíciles, dormíamos en ocasiones en el piso, en condiciones muy precarias.

Con máquinas de escribir muy antiguas tuvimos que, sobre la mar-cha, ir aprendiendo. No había personal administrativo, había fiscales que aún no habían obtenido el título de licenciado en Derecho. Las dos fiscales que están aquí empezaron en el aparato administrativo, como mecanógrafas, comenzaron a estudiar la carrera y las nombraron fisca-les, incluso mi jefe no se había graduado, estaba en cuarto año, y era el jefe del Departamento de Instrucción.

En la actualidad, son veinte fiscales o más, Manzanillo y Bayamo tienen cada uno esa cantidad. El cúmulo de trabajo era muy grande. Cuando retornábamos de la costa, después de una semana, teníamos sobre el buró trescientos o más expedientes. Un trabajo agobiante, has-ta los fines de semana, estuve dos años sin coger vacaciones.

Cada fiscal tenía que llevarse trabajo para su casa, expedientes despachados todos los días, es un trabajo bien difícil, sin contar otras actividades extralaborales que teníamos, trabajos voluntarios casi todas las semanas. Después se unieron los departamentos de Instrucción y Causas Penales y se crearon otros departamentos, se fue cubriendo la plantilla hasta que llegaron las máquinas para todos.

En estos momentos, Granma es una de las provincias que más tiene cubierta la plantilla, eso disminuye la carga de trabajo para cada com-pañero, para cada fiscal.

La especialidad era un principio, pero también ayudábamos, porque éramos pocos en los departamentos de Legalidad, Cuadros, Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios y Eco-nomía. Un solo fiscal atendía Cuadros y CLEP. En Verificación había

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un solo fiscal en la provincia para esa actividad, hacía todas las veri-ficaciones fiscales.

Desde el comienzo atendí actividades muy puntuales, muy difíciles en la provincia, como los delitos contra la seguridad del Estado, o con-tra la vida, juicios complejos donde se solicitaban sanciones máximas. Empecé con veintiún años, trabajé siempre esos procesos complejos.

Mejoraron las condiciones a medida que se fue fortaleciendo la ins-titución, y se especializaron fiscales en cada una de ellas. La Fiscalía de Granma no ha tenido mucho éxodo, eso ha permitido incrementar la superación, que es fundamental para un fiscal.

La Fiscalía ha sido mi vida, tengo 58 años. Desde que tenía 21 estoy más en la Fiscalía que en mi casa, siempre llego temprano. Quisiera los pocos años que me quedan de vida echarlos en la Fiscalía. Ahora soy el fiscal asistente de la fiscal jefa provincial, estoy en la Secretaría. Por problemas de enfermedad —la diabetes, el corazón…— tuve que aban-donar los procesos penales, porque se me hacía muy difícil.

A los nuevos fiscales les diría que lo primero es amar a la Fiscalía —hay algunas personas que se han incorporado quizás por el servicio social—, quien no ama a la Fiscalía no debería estar en ella, para mí es un requisito amar la institución.

Siempre hemos trabajado en situaciones difíciles y nos hemos mantenido. Nos mantuvimos aquí en el periodo especial, con miles de limitaciones, y no abandonamos la Fiscalía. En cualquier situación nos vamos a mantener en la Fiscalía, ese es mi criterio. El fiscal tiene que ser incondicional al Estado, esa es una característica, tenemos que trabajar unidos con el Ministerio del Interior.

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Cuando uno empieza a intercambiar con el hombre, con la sociedad, con la gente que te rodea, es cuando

empieza a adquirir todo el conocimiento que necesita un profesional para desarrollarse en su tarea.

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Estoy en la Fiscalía hace treinta y seis años. Ingresé en julio de 1981, sin graduarme. No había terminado la carrera de Derecho, pero ya era necesario, porque acá en Las Tunas solo había tres fiscales municipa-les, y yo tenía interés de trabajar en la Fiscalía, que siempre fue lo que me gustó.

Vine a ver a Lafourcades, que era el jefe de la Fiscalía en ese enton-ces, y se decidió que yo asumiera el municipio Manatí, de donde soy oriunda. Comencé a trabajar y terminé mi carrera mediante curso diri-gido en la Universidad de Camagüey. Estoy en Santiago hasta el cuarto año, y el quinto lo hice en la Universidad de Camagüey, para comenzar a trabajar en la Fiscalía.

Cuando entro a la Fiscalía estaba Héctor [Lucas Martín Rodríguez] de fiscal municipal en la parte norte, y Raciel, que atendía los munici-pios Manatí, Las Tunas y Majibacoa. Había otro compañero de apellido Molina, que atendía los municipios del sur. No había nadie más que el fiscal en el cargo de fiscal jefe, pero no éramos jefes de nadie, éramos jefes de nosotros mismos.

No teníamos ni local. Recuerdo que empecé a trabajar en uno que estaba muy cerca del banco. Cuando llovía tenía casi que meterme den-tro del closet. Empecé en ese lugarcito, hasta que en 1983 nos dieron la posibilidad de comprar un local, se compraron en todos los muni-cipios. Ya había otro fiscal, Alberto, atendía Puerto Padre, yo seguí en Manatí, y ya tenía una casa, que era la que se compró para el local de la Fiscalía. Ahí empezaron también las secretarias, nos dieron una se-cretaria y una oficinista.

Teníamos el polaquito, que fue el primer carro del municipio. En esa época, 1982 o 1983, eran los polaquitos para todos, pero sin chofer, tuve que aprender a manejar a la fuerza. Éramos una secretaria, una oficinista y yo, esa fue la primera plantilla que tuvimos.

Estuve en Manatí hasta 1985. En ese año Lafourcades insistió en que viniera para la provincia, al antiguo Departamento de Instrucción. La Fiscalía tenía un Departamento de Instrucción y un Departamento de Causas Penales, lo que hoy es Procesos Penales estaba dividido en esos dos departamentos. Ya estaba Héctor de jefe. Héctor y yo venimos juntos hace mucho tiempo. Había otra fiscal y yo, éramos tres en ese departamento, en el que atendíamos la fase preparatoria desde el inicio de la denuncia, de toda la provincia, porque los municipios no tenían el trabajo que tienen hoy.

Los municipios comenzaron a descentralizarse en 1987. En 1981 atendíamos la fase de alguna manera y controlábamos el expediente,

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más bien las primeras diligencias que tenían los expedientes. Deci-díamos en los territorios si ya el expediente podía venir o no para el Departamento de Instrucción si considerábamos que estaba más o menos concluido.

El Departamento hacía la revisión del expediente. Si decidían que era un sobreseimiento lo archivaban ellos, y si era para llevarlo a juicio se pasaba al antiguo Departamento de Causas Penales, que era el que hacía las conclusiones y que participaba en el juicio oral.

Rubén Lafourcades tenía una estrategia de preparación, y nos traía a la provincia a hacer juicios. Era importante, porque los municipios solo hacíamos juicios del Tribunal Municipal, y nos traía acá y nos pasábamos una semana haciendo sala. Así fuimos aprendiendo muchísimo, porque la sala te enseña todo: el control, la conclusión, el juicio oral…, era magnífico.

En 1985 Rubén decide que debo venir para el Departamento de Ins-trucción. Estuve ahí un tiempecito, y después pasé a Causas Penales, donde pasé unos cuantos años, hasta que se decide unificar ambos de-partamentos, pero en ese periodo voy a la Unión Soviética en 1987, y cuando regreso me dan el municipio de Las Tunas, que fue donde pasé la mayor parte del tiempo que llevo en la Fiscalía. Ahí estuve desde 1987 hasta 1992, cuando voy para el Departamento de Proceso Penales a dirigir hasta 1995.

Por situaciones de trabajo y complicación del municipio cabecera retorno a este lugar, donde estuve dieciocho años, la segunda vuelta. Es el trabajo que más me ha gustado en todo el tiempo que he estado en la Fiscalía. Ahí estuve hasta que se decidió que ya llevábamos mucho tiempo en los cargos, y debíamos pasar a otro trabajo. Empecé en Procesos Penales, después en Información y Análisis, y ahora dirijo Procesos Penales, desde septiembre del pasado año.

La Fiscalía ha cambiado muchísimo. Nosotros empezamos con una sola máquina de escribir, sin papel, estoy hablando de 1981. Era muy difícil encontrar el papel, las hojas, el lapicero, los muebles… Los burós eran muy antiguos, las sillas igualmente. Además, sin secretaria.

No aprendimos a escribir a máquina, era estudiante universitaria y nunca nos enseñaron en la escuela primaria, ni en la secundaria, re-cuerdo que escribí con estos dos dedos todo el tiempo, hasta que más o menos me hice ágil con los dos dedos índices, no era muy sencillo. Todo el trabajo teníamos que llevarlo así.

En las verificaciones fiscales inspeccionábamos la Ley de Protección Física y la Ley de Protección e Higiene del Trabajo. Teníamos que ir a

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los centrales, era un trabajo bonito, pero de todo lo que se hacía tenía que llevarse informes, y eso teníamos que hacerlo nosotros mismos, era muy difícil.

Las condiciones materiales para 1983 van mejorando, en el sentido de que tuvimos un local mejor, vino el polaquito, vinieron todas esas cosas. Comenzaron a mejorar a partir de la entrada de Escalona [fiscal general Juan Escalona Reguera] en la Fiscalía.

Cuando uno recuerda cómo entró en 1981 y vemos lo que tenemos hoy, todas las computadoras, todo el material de oficina, que es bastan-te, y los locales que son buenos, independientemente de que algunos todavía no se han podido terminar, la diferencia es astronómica. El mo-biliario, los burós, siempre son bonitos, las sillas son cómodas.

Recuerdo que tenía la silla de Raciel, el que me antecedió, que era muy gordo, y cuando yo me sentaba en esa silla tenía que buscar esta-bilidad, porque aquello se movía de una manera terrible.

Atendía al público en el parque. Cuando tocaba el pito del central a las cuatro y treinta iba con mi mesita satélite, me sentaba y allí atendía a las personas. Quería interactuar con la población y hacer todas esas cosas que teníamos que hacer en aquellos momentos y que mi lugar no lo permitía.

Cuando tú piensas lo que tienes hoy, es asombroso, todo el desarro-llo del trabajo de la Fiscalía, porque las estructuras han ido cambiando con el tiempo. La decisión de unir Instrucción con Causa fue una idea magistral, pues en la propia Fiscalía unos decidían una cosa y otros otras, Causas revocaba a Instrucción, y aquello siempre era venir a ver al jefe.

La decisión de descentralizar los municipios fue magistral también. Recuerdo que en 1987, cuando fui para Las Tunas, aprendimos mucho. Es buena la idea de que el fiscal que se inicia en un territorio empiece a conocer todo lo que se necesita para estar en la Fiscalía.

No es posible que el conocimiento mayor esté en la provincia, que la gente no pueda adquirir en su tierra lo que debe conocer. Antes lo que estábamos haciendo era casi nada, éramos casi una figura decorativa, hasta que empezamos a trabajar y decidir casos importantes, con la juventud que teníamos, por todo ese proceso de aprendizaje.

Con el cambio, tanto de condiciones materiales como de condiciones de trabajo, de estructura de trabajo, es magnífico, se aprende mucho más. Esto no comenzó ahora, a partir de Escalona empezaron a haber cambios que ya hoy disfrutamos a plenitud. Las primeras ideas vinieron de él, y eso hizo que creciéramos como

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seres humanos y profesionalmente, porque cuando uno empieza a intercambiar con el hombre, con la sociedad, con la gente que le rodea, es cuando empieza a adquirir todo el conocimiento que necesita un profesional para desarrollarse en su tarea, eso nos sirvió a nosotros muchísimo.

El trabajo penal fue el cambio más importante. El municipio puede hacer lo mismo que hace la provincia, o sea, despachar el expediente, hacer juicios, eso es muy bueno.

Hubo cambios también en otros departamentos que fueron muy importantes. La antigua Legalidad atendía lo que es hoy Atención al Ciudadano, Protección a la Familia, Asuntos Jurisdiccionales y Verifi-caciones Fiscales, todo eso junto en un departamento que se llamaba Legalidad. No es que fuera malo en su momento, sino que la división benefició extraordinariamente. A nosotros la unión Causas con Ins-trucción nos benefició, porque la separación hizo que las cosas que se deben atender en esos departamentos fueran de mayor profundidad y calidad técnica.

Lo que se buscó siempre en la Fiscalía fue que el profesional del Derecho que trabaja en ella tuviera todo el conocimiento técnico, y esa separación favoreció ese conocimiento. La verificación fiscal es una tarea maravillosa, eso no lo aprendimos en la universidad. En la universidad tú aprendes materias que tienen alguna relación con esta especialidad, pero es algo que aprendimos aquí en la Fiscalía, no hubo conocimiento previo.

Cuando haces una verificación fiscal estás aprendiendo, al vincular-te con el contador, con la gente de economía, y empiezas a ver qué cosa es una cuenta, qué es un balance, todo eso que es desconocido para un profesional del Derecho te lo dio la Fiscalía, y te dio todo ese conoci-miento. Por supuesto, no eres especialista, pero vas aprendiendo.

Tienes que estudiar una legislación que no tiene que ver contigo, un centro de trabajo que no tiene que ver contigo, un reglamento que no tiene que ver contigo, una estructura empresarial que tú descono-ces, todo eso te va ampliando el conocimiento.

Siempre aconsejo a los jóvenes que empiecen por la Fiscalía y deci-dan después qué va a ser de su vida. La Fiscalía te enseña muchísimo desde todo punto de vista, después decides si quieres ser penalista, civilista, asesor jurídico, eso es aquí donde mejor se aprende, y no es chovinismo, es realidad.

Pasamos dos cursos en 1987. Uno tenía que ver con procesos penales, fuimos a Leningrado, y allí pasamos todo el tiempo con los

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investigadores rusos, muchísimas cosas buenas aprendimos. Después, en 1989, estuve en el Instituto de Moscú, allí estuvimos tres meses.

De toda mi trayectoria el momento que me marcó fue una evalua-ción que vino a hacer un compañero que trabajaba en la Fiscalía, que era ya mayor, no recuerdo su nombre, un orador excelente, y todos los fiscales tuvimos que hacer un juicio para él. Ellos tenían que decidir quiénes eran los fiscales que tenían la aptitud para ese acto. Recuerdo que me aplicaron la fórmula del artículo 350 de la Ley de Procedimiento Penal, porque ellos entendían que yo tenía que calificar un delito que debía ser más grave, y el tribunal, para juzgar con mayor severidad, tenía que aplicar la fórmula.

La Ley de Procedimiento te dice que tienes que explicar por qué mantienes esa decisión de que se califique el delito un poco más bajo, que sea de menor importancia, y yo lo tuve que hacer delante de él, una persona de tantos conocimientos al lado mío. Tuve que hacer los informes, el juicio, a mí me gustaba el juicio oral.

Ese momento fue muy importante, porque después él calificó —tengo guardada la evaluación— que yo era muy buena para el juicio oral, y eso me emocionó muchísimo, porque cuando tú te desarrollas en tu especia-lidad, en lo que más amas, cuando alguien te dice que lo estás haciendo bien, alguien de tanta experiencia, evidentemente te emocionas.

Lo otro fue dejar el municipio de Las Tunas. Fue fuerte, adoro el mu-nicipio, adoro el trabajo del territorio, adoro estar decidiendo constan-temente, alguien dice que tengo mucha adrenalina, no sé si es así. Lo que sí digo es que me gusta desarrollarme, con decisiones constantes, movimientos rápidos, tienes cantidad de personal que depende de ti, gente muy joven a la que tú has enseñado.

Todo eso fue muy bueno, eso fue importante para mí en el sentido de dejarlo. No es que no me gusten los procesos penales, pero son dos momentos que marcaron mi vida.

Yo vengo de una familia de grandes principios. Mi papá no tenía mucha instrucción, era lo que se llama un abogado manigüero, eso fue toda la vida, tenía cualidades para la alocución, y decidió seguir tra-bajando con la Revolución. Fue dirigente siempre, una persona muy hábil, le gustaba mucho el Derecho, trabajó mucho en los recursos hu-manos, y yo me formé en ese ambiente.

Desde niña todo el mundo decía: «Esta chiquita va a ser abogada», y eso como que se te va impregnando en la sangre, te vas creyendo que vas a ser abogada. Entonces, con mi papá delante y esa formación, dije: «Voy a ser abogada».

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Cuando empiezo a estudiar en la escuela primaria, a estudiar la his-toria, la Constitución de la República, la República en Armas de Cés-pedes, era una historia jurídica elegante. Todo eso me motivó y me dije que iba a ser jurista, sin todavía decidir si iba a ser fiscal. Cuando estoy en la secundaria veo por primera vez un juicio y la participación de un fiscal. «Voy a ser jurista y voy a ser fiscal». Y con ese pensamiento ter-miné mi preuniversitario y opté por la carrera de Derecho.

Al llegar a la Universidad de Santiago mi profesor de Penal, Ulises Vaquero, una verdadera estrella del Derecho Penal, me motivó todavía más. Él me pregunta un día: «¿Qué vas a ser, Raquel de Jesús?». «Quie-ro ser fiscal, ¿usted cree que pueda». «Voy a vincularte a la Fiscalía de Santiago de Cuba». Así empecé a trabajar en las prácticas, y cuando tenía un tiempecito iba a la Fiscalía de Santiago, y me fui embullando y decidí ser fiscal. La decisión de estar aquí la tomé mucho antes.

Todas las expectativas se cumplen, porque la Fiscalía es una insti-tución que, aun con las limitaciones iniciales, dio la posibilidad de que hiciéramos lo que pensábamos que debía hacer un fiscal, y el juicio oral me motivó muchísimo y seguí.

Siento que me formé en la Fiscalía. vine con principios formados en la familia. Aquí ves tantos comportamientos humanos positivos, nega-tivos, te reúnes con el delincuente, con la madre que tiene algún pro-blema, con la familia disfuncional, y empiezas a ver tantas cosas que enriquecen tu vida. Hay cosas que tú no sabías que existían, venir aquí te lo enseña. Crecimos y mejoramos como seres humanos.

Cuando ves algo mal hecho y buscas el remedio, aprendes tú también. Entonces te conviertes en un buen ser humano en esencia. La sensibilidad que se adquiere en la Fiscalía, aunque tú no la tengas, aunque la persona no sea lo sensible que debe ser todo el mundo, esa sensibilidad te la da esta institución también. Te da el principio, el conocimiento, te da tantas cosas, que yo vivo absolutamente orgullosa de estar en la Fiscalía.

Creo que no hubiera podido ser otra cosa que fiscal, creo que cumplí todas las expectativas como profesional, las cumplí porque me gusta mucho la docencia y pude ser docente aquí, las cumplí porque me gus-ta la locución y aquí he podido ejercer también la locución.

Todo lo que yo pretendí como ser humano lo logré aquí. Soy privi-legiada. Los seres humanos que logran estar en el lugar que les gusta, que logran desarrollarse profesionalmente, que aprenden de su profe-sión, que no solo dan, sino que reciben, son seres privilegiados. Estar en la Fiscalía es ser un privilegiado.

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Para mí la Fiscalía ha sido todo. Estaré hasta que se me necesite.

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En enero voy a cumplir treinta y cinco años en la Fiscalía. Ingresé en enero de 1982 en el municipio Najasa. En aquel tiempo no había allí tribunales ni Fiscalía, fue un municipio que nació con la división político-administrativa de 1977. Trabajaba y estudiaba Derecho, entré como fiscal y me gradué en 1984. Estaba solo. Primero trabajé en mi casa, porque no había local, al poco tiempo tuvimos uno. En 1988 pasé a Guáimaro.

En Najasa no había más personal, solo un buró y dos sillas, un pequeño local. Iba a aprender a la Fiscalía Provincial, ahora se ve el cambio en la preparación previa del fiscal. En aquel entonces el fiscal jefe provincial era Rubén Guerra Dalmau, de Santiago de Cuba.

En Guáimaro la Fiscalía radicaba en lo que es hoy el archivo del Tribunal, había tres compañeras de personal administrativo, después llegaron dos fiscales más. Ahora las Fiscalías tienen mejores locales y mobiliario.

Desde 1985 se construyó en este municipio un local para la Fis-calía, con oficinas para todas las especialidades. En aquel momento se pasaba mucho trabajo para sacar copias a los documentos, lo que mejoró con la computación. Ahora hay más trabajo y más exigencia.

La estructura de trabajo eran los asuntos penales, la instrucción, el Control de la Legalidad, que comprendía atención al público y veri-ficaciones fiscales, y el Control de la Legalidad en los Establecimien-tos Penitenciarios. Las especialidades han cambiado; por ejemplo, en Penal estaba Instrucción y Causas Penales, que despachaban y ha-cían juicios, después se unieron en Procesos Penales. Hubo Divulga-ción y Prevención, antes había círculos de interés, y eso daba cultura jurídica a los niños.

Ahora los fiscales van a lugares de difícil acceso, coordinan con los Consejos Populares y hay más vinculación con los factores de la comunidad. En la atención a los ciudadanos se dan muchas orienta-ciones, se buscan más elementos para responder.

Lo más significativo de mi trabajo como fiscal es resolver proble-mas a los ciudadanos que no saben qué hacer, también la ayuda a las víctimas, restituir los bienes a quienes les han robado.

Para mí la Fiscalía ha sido todo, ya tengo edad de jubilación y me mantengo trabajando, estaré hasta que se me necesite. Aconsejo a los jóvenes que se preparen mucho para obtener resultados. Mucha pre-paración y mucha ética, son fundamentales.

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Para mí el concepto de Fiscalía General de la República es bastante amplio. Es el órgano de más pureza, de más

firmeza, de más valor, esto era y es determinante.

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Trabajé en la Fiscalía veintiséis años. Comienzo en noviembre de 1982; en esos momentos era cuadro profesional del Partido en el municipio Jovellanos, de la provincia Matanzas. Me encontraba estudiando la carrera de Derecho, y la Fiscalía recién fundada en Cienfuegos tenía muy poco personal, por lo que empezaron a captar compañeros de las provincias más cercanas. La Fiscalía y el Partido de Cienfuegos empezaron a hacer gestiones con el Partido de Matanzas. Aprovechando un cambio que había en la estructura del Partido me dieron la liberación, y en noviembre comencé en el propio Cienfuegos.

En enero me asignaron a la Fiscalía de Cumanayagua, que tenía un fiscal de Jovellanos que por problemas de salud había pedido que lo liberaran. Ahí comencé el trabajo en la Fiscalía. En ese momento el tra-bajo era un poquito difícil, era un solo fiscal, ni secretaria ni chofer, nada, una sola persona para todas las cosas que había que hacer en la Fiscalía y en todo el municipio.

La Fiscalía de Cumanayagua radicaba en un pequeño local, con una maquinita de escribir, dos taburetes y un archivo. Ahí fue donde co-menzó el trabajo, en un municipio bastante extenso, y se hizo necesa-rio esforzarse al máximo. Primero aprender el trabajo de la Fiscalía, y segundo darle respuesta a las tareas que estaban asignadas al órgano, que eran muchas más que las que se tienen ahora, por ejemplo, verifi-caciones operativas, que eran nocturnas, todos los meses por lo menos diez, la noche entera visitando empresas y organismos para comprobar el cumplimiento del estado de seguridad y protección de los centros.

Otra de las cosas que se hacía mucho era la presencia en el lugar de los hechos delictivos de mayor gravedad. No importaba ni el día ni la hora que fuera: tan pronto la Policía conocía del hecho, se avisaba al fiscal, y allá iba junto con los compañeros de la Policía a investigar en el lugar. De esta manera se lograba que el fiscal adquiriera conocimiento del lugar de los hechos, de lo que tenía que demostrar y defender después en un acto de juicio, porque no es lo mismo que usted se siente con un expediente a estudiar lo que encontraron y lo que no encontraron, a que participe y vea las cosas, eso también dio muy buenos resultados.

Se hacían verificaciones fiscales, que hoy se hacen, pero no tienen nada que ver con aquellas, en primer lugar partían de la iniciativa y del trabajo de las provincias. Al principio las hacíamos solos, pero luego tuvimos la necesidad de incluir a auditores, economistas y especialistas de seguridad y protección, que incorporamos a partir de los vínculos con los organismos del municipio relacionados con estas

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especialidades, y eso dio resultados. Era bastante difícil, buscando siempre que la razón de ser de una verificación fiscal fuera detectar todas aquellas violaciones que estaban ocurriendo y que ponían en riesgo los bienes del Estado.

Luego nos dieron otro local que estaba justo al lado del que ocupaba la Fiscalía. Se nos aprobó una secretaria, una oficinista, y entró el pri-mer fiscal graduado a realizar su servicio social, eso fue en el año 1986.

La Fiscalía ha tenido un papel fundamental en la defensa del país, con las fiscalías de guarnición y las territoriales.

En la Fiscalía de Cumanayagua permanecí hasta 1993, estuve fuera por un periodo de cinco años, volví a ingresar en 1998 hasta que me jubilé en el 2007. En ese tiempo se aumentó la plantilla, llegué a tener cinco fiscales.

En la primera etapa fui el fiscal jefe del municipio, y todas esas verificaciones operativas en las noches las hacía yo, comencé a visitar los lugares para conocer, y a partir de ahí empezamos a exigir para lograr que las cosas se hicieran bien.

Tuve el privilegio de pasar un curso en la Unión Soviética en 1986, que tenía como objetivo formar fiscales instructores, me valió mucho para el trabajo penal y las verificaciones.

Hemos estado presentes en los momentos de incorporación de va-rias generaciones de fiscales. La Fiscalía siempre ha requerido que esos jóvenes mantengan una conducta, una consagración al trabajo, y que den respuesta a ese nombre. Para mí el concepto de Fiscalía General de la República es bastante amplio. Es el órgano de más pureza, de más firmeza, de más valor, esto era y es determinante.

Las principales recomendaciones que puedo hacer a los jóvenes, en primer lugar, es que la actividad que usted va a realizar le guste, porque si va a cumplir por cumplir una tarea, no tiene los mejores resultados, esa conducta es determinante para el fiscal. La segunda es que, si vas a estar, que estés bien, no a medias, no supedites el trabajo de la Fiscalía a las cosas que puedan estar alrededor. Ser consagrado. La Fiscalía es ejemplo para todos los órganos del país.

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En la Fiscalía, la honestidad, ante todo. La Fiscalía es mi vida. Siempre fue mi vida.

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Nací en 1935. Empecé en la Fiscalía en el año 1982 y me jubilé en 1994, estuve doce años de jefe de la Fiscalía Provincial.

Yo era teniente coronel, segundo jefe de Orden Interior en Granma. Pero fui muchos años jefe de Operaciones de la Seguridad del Estado en Santa Clara. Por eso tuve que ir muchas veces al órgano nacional, que era Villa Marista, allá en La Habana. Allí conocí a Idalberto Ladrón de Guevara, quien fue mi primer jefe de la Fiscalía.

Después fui jefe de la Policía provincial, y hubo problemas en Gran-ma. Me nombraron segundo jefe de Orden Interior, para atender Prisio-nes, la Policía, Carné de Identidad.

Estando allá, sorpresivamente, me encuentro con Guevara [fiscal general Idalberto Ladrón de Guevara], que fue a hacer una visita, y me propone venir para la Fiscalía de Santa Clara. Yo le dije: «Eso no es fácil, decirle a Ramiro [Ramiro Valdés, en aquel entonces ministro del Interior] que van a quitar un segundo jefe casi acabado de nombrar». Llevaba un año allá. Me respondió: «De eso despreocúpate». Habló con Ramiro Val-dés y tuve que ir a La Habana, todavía era militar, pero en 1982 empecé allí. Me ayudó mucho el pionero de los fiscales de Villa Clara, el compa-ñero Cardet, quien fue el primer fiscal jefe de esta provincia.

Me encontré un grupo muy grande, profesional. Un problema: la Fiscalía Provincial no tenía divisiones, todo el mundo estaba junto, ha-bía diez o doce burós por todas partes. Entonces pedí un presupuesto a Ladrón de Guevara, y él me dijo que sí, y si van allí verán la cantidad de divisiones que se hicieron: Penal en una parte, Verificaciones en otra, Cuadros en otra. Y se hizo lo que es la Fiscalía Municipal ahora.

Había muchos compañeros, muy profesionales, en las Fiscalías Mu-nicipales, me ayudaron muchísimo.

Después vino Ramón de la Cruz [fiscal general Ramón de la Cruz Ochoa]. En aquella época me designó a Nicaragua, por petición de ellos, y fui por una semana. Nicaragua quería que la persona que man-daran explicara la estructura que había en Cuba, para ver si podían adaptarla a su territorio. Posteriormente, en 1989, volvieron a solicitar ayuda por un año y Ramón de la Cruz me volvió a mandar. En Nicara-gua hice de todo, no solo lo relacionado con Cuadros.

Cuando fui a Nicaragua, Caridad Piquera se quedó al frente de la Fiscalía, muy buena compañera, ella era la jefa de Penal cuando aque-llo. Pero el fuerte nuestro en esos momentos fueron las verificaciones fiscales, incluso nos tocó vivir el periodo especial, que no fue fácil.

Uno que trabajó muy bien eso fue Irán Gómez, que se hizo cargo de Verificaciones Fiscales. Pero no solo aquí en la provincia, los compañe-

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ros del municipio trabajaron muy bien. El departamento de Atención estuvo muy bien estructurado, se atendía a todo el mundo.

Cuando se realizó la división política administrativa, quedó Cardet como jefe de la Fiscalía Provincial, creo que fue el pionero. Ese compañero me ayudó muchísimo, incluso después que se jubiló no dejaba de ir a la Fiscalía, y era quien hacía la información de la Fiscalía Provincial para la Fiscalía General, él no permitía que nadie se lo hiciera, hasta que falleció.

Tuvimos mucha ayuda de todos los compañeros. Yo tampoco los descuidé, si había que felicitarlos los felicitaba. Pasé una época muy buena en la Fiscalía Provincial de Villa Clara. Lo más importante fue la cantidad de muchachos jóvenes que se incorporaron a la Fiscalía. Casi todos iban para los municipios. Como ejemplo, te puedo poner a Joa-quín Bernal,25

1 que nada más que estuvo un año conmigo, me lo pidie-ron para el Comité Central. Un gran compañero, muy inteligente, uno de los primeros expedientes en la Universidad de Las Villas. También estaban Carlitos Concepción26 y Eralia,27

3 que según tengo entendido ahora tiene un cargo, asesora jurídica en la Fiscalía General.

Después vino Escalona [fiscal general Juan Escalona Reguera]. Si tú me preguntas: «¿Qué cosa ha hecho Darío [fiscal general Darío Delgado Cura]?, te diría que muchísimas cosas, algunas las desconozco, porque hace veinte años que no estoy en la Fiscalía.

El momento más importante de mi vida fue ayudar a los compañe-ros de la Fiscalía, sobre todo a atender a los compañeros de los munici-pios. Esos eran los más importantes que teníamos nosotros, porque el corazón de aquella época, para mí, eran los municipios. Si triunfába-mos en los municipios, triunfaba la Fiscalía.

Recibimos cinco o seis inspecciones de la Fiscalía General y siempre tuvimos la condición de vanguardia. La Fiscalía Provincial, cuando estuve allí, fue inmensamente profesional.

Para mí es un honor. Estuve veintidós años en el Ministerio del Inte-rior, trabajé tres en la lucha contra bandidos. Tengo cuarenta medallas: del Ministerio del Interior, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la Enrique Hart, la de los Comité de Defensa de la Revolución… Fui alzado y soy combatiente.25 Joaquín Bernal Rodríguez, funcionario del Comité Central del Partido Comu-nista de Cuba.26 Carlos Raúl Concepción Rangel, actual vicefiscal general de la República.27 Eralia Rodríguez Rodríguez, actual fiscal jefa de la Dirección de Asesoría Jurídica.

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Se está viviendo una nueva etapa con la nueva sangre que tiene la Fiscalía, después que vino Darío Delgado Cura, que le ha dado un vuelco total, no solo a los viejos, sino a la juventud. Creo que una de las cosas en las que se ha triunfado, tanto en aquella época como en esta, es la sangre de la juventud, que fue la que nos ayudó a salir adelante en todas las tareas que tuvimos. Felicito a Darío, porque me he enterado de muchas cosas que en mi época ni se pensaban y ahora se ve un cambio radical.

En mi estancia en la Fiscalía pasé por tres fiscales generales: Idal-berto Ladrón de Guevara, Ramón de la Cruz Ochoa y Juan Escalona Re-guera. Me jubilé en la etapa de Escalona, como teniente coronel.

En la Fiscalía, la honestidad ante todo. Hay que ser muy honesto para ser fiscal. No dejarse sobornar, es lo más importante.

La Fiscalía es mi vida. Siempre fue mi vida. Nada más conocí dos centros de trabajo, uno fue el Ministerio del Interior y el otro la Fiscalía, nunca me abandonó, todos los que están ahí son amigos míos. Después que me jubilé, estuve muchos años con ellos. Almorzaba todos los días allí y ayudaba mucho en el Control de la Legalidad en los Estableci-mientos Penitenciarios.

La Fiscalía para mí fue una gran experiencia. Me hice de muchos amigos, todavía lo son. Me alegro mucho de haber pertenecido a esta institución. Me siento orgulloso de haber sido jefe de la Fiscalía Provin-cial de Villa Clara.

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Si tuviera que vivir treinta y cinco años más, fuera fiscal treinta y cinco años más. Es un

orgullo, uno se forma de esa manera, es difícil vivir sin la Fiscalía.

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Me nombraron fiscal en noviembre de 1982, llevo treinta y cinco años en la institución, casi toda una vida. Si mal no recuerdo tenía 26 años cuando entré a la Fiscalía, me he mantenido con mucho orgullo en la institución.

Soy de Holguín, pero las enseñanzas secundaria, preuniversitaria y universitaria las hice en La Habana, me gradué en julio de 1981. Cuan-do terminé la carrera de Derecho pertenecía a un plan de formación de cuadros del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, por lo que el destino principal no era ejercer como jurista, sino estar sujeto al trabajo político-ideológico de la organización juvenil.

En espera del proceso asambleario de la UJC para comenzar a traba-jar en la Dirección Municipal de Holguín, estuve vinculado como asesor jurídico a una empresa de suministros subordinada al Poder Popular. Fue una gran experiencia, porque lo que pude aprender del sistema empresarial, de los temas comerciales, financieros y económicos me ha servido hasta hoy en el trabajo de la Fiscalía.

A inicios de 1982 el entonces vicefiscal general René Burguet Flores hizo una visita a la provincia, y fue a la empresa donde yo trabajaba. Imagínense, el vicefiscal general, que estaba en función de fiscal general, buscándome en la empresa. La cantidad de fiscales que tenía Holguín en ese entonces, como en todas las provincias, eran muy pocos. Cuando yo comencé en la Fiscalía había diecisiete.

Burguet Flores habló conmigo, le expliqué que yo tenía interés en estar en la Fiscalía, ya la conocía, pues en el curso 1979-1980 reali-cé mis prácticas en ella. Radicaba en San Rafael y Zulueta, junto al Tribunal. Ahí estuve vinculado a la Dirección de Control de la Legali-dad y al Departamento de Instrucción, que atendía asuntos penales y civiles.

Me gustó la Fiscalía, pero tenía un compromiso con la Juventud. En la visita el vicefiscal general me preguntó sí tenía interés en ingresar en la Fiscalía y le dije que sí. En ese mismo año me hicieron todos los papeles y empecé en la Fiscalía Municipal de Holguín, allí trabajábamos tres fiscales, contando a la jefa.

Uno ve la diferencia de lo que es el trabajo hoy en la Fiscalía y la actividad inicial. Recuerdo mi primer juicio, entré un viernes a la Fiscalía y el lunes estaba solo, porque la jefa había asistido a una reunión y el otro fiscal estaba en una tarea. Me llamaron del Tribunal: un índice de peligrosidad; había leído qué era, tenía la enseñanza doctrinal de la facultad, el tema teórico y lo demás, pero nunca había visto un caso de esos, cuando estuve en la práctica eran juicios ordinarios.

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Mi primera preparación para un juicio la hice con la auxiliar de personal de la fiscalía. Me dijo: «Vete al archivo, coge un papelito que se llama pretensión de fiscal y lee lo que está ahí». No hice exacta-mente eso, pero es inolvidable; si el asegurado estaba nervioso, yo estaba más nervioso que él, pero me puse de pie, hice las preguntas y leí el informe. Al final, a apreciación del Tribunal, para ser el primero, todo quedó bien.

En el órgano municipal inicialmente atendí asuntos civiles. En aquel entonces era un trabajo muy formal: con una planilla el fiscal se oponía casi siempre a todo lo que el Tribunal le notificaba. También participába-mos en los procesos en los que el fiscal era parte o en los que se requería su opinión, en el control general de la legalidad y en los juicios en el Tribunal Municipal, que eran fundamentalmente sumarios.

Entre 1982 y 1988 los procesos penales ordinarios no eran a nivel de municipio, tres o cuatro fiscales los atendían en la Fiscalía Provincial. A partir de ese momento se produce la descentralización de los procesos penales con la entrada de Ramón de la Cruz Ochoa como fiscal general. Era una decisión de país más que una cuestión interna de la Fiscalía.

Yo atendía tres municipios, no había fiscales ni en Cacocum ni en Calixto García, nos repartíamos diferentes lugares para por lo menos asegurar las cosas más perentorias de los procesos penales.

Hice verificaciones fiscales, el control de la instrucción y prácticamente todo en el municipio. En 1987 o 1988 me destinaron a atender los procesos penales en el municipio cabecera. Cuando aquello Fernando,28

1 que era fiscal en el municipio Holguín, atendía procesos penales, pero la jefa decidió que también realizara verificaciones fiscales para completar su formación, fue de mucha utilidad.

En 1985 o 1986 surgió la idea de hacer círculos de interés en la Fisca-lía, no fue una idea generalizada, más bien efímera. Como fiscal muni-cipal me dieron la tarea, y tuve que atender un círculo de la enseñanza secundaria en la vocacional José Martí, en Holguín. Nuestra jefa venía del Partido, una gente muy emprendedora en estas cuestiones de círcu-los de interés y trabajo con la comunidad, una buena parte del trabajo en esa etapa tenía que ver con la prevención.

Logramos embullar a los muchachos e hicimos un círculo de interés que, como los que existen hoy, se llamaba Pequeños Fiscales. Se nos ocurrió montar un juicio con todos los roles, la que hacía el papel de

28 Fernando Rodríguez Infante, actual fiscal jefe del Departamento de Auditoría Interna de la Fiscalía General de la República.

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abogada lo es actualmente en Santiago de Cuba, y tres o cuatro de ellos también se convirtieron en juristas.

El juicio, en sentido general, llevaba un componente de prevención y reflexión para la familia. En los interrogatorios se iban insertando los problemas que se daban en esta, y otros mensajes. Se convirtió casi en una obra de arte, porque después teníamos que repetirlo en varias sec-ciones en la escuela, era casi como poner una película. Nos dieron un reconocimiento por la labor realizada con el círculo. Se realizaron unas competencias municipales, luego en varias provincias se asociaron, y por último una competencia nacional de círculos de interés. Vinimos hasta el Palacio de los Pioneros y obtuvimos el segundo lugar con ese juicio. Los compañeros de Educación y muchas organizaciones nos apoyaron.

Otras fiscalías tuvieron círculos de interés, pero después se desinte-graron. La idea de revitalizar el trabajo con los jóvenes y con los niños es muy importante. La forma en que se está haciendo va a ser para la vida, no por tan corto tiempo. A uno lo obligó a estudiar, había que montar un juicio que estaba sujeto a la crítica del público y del resto de nuestros compañeros, que nos advertían: «Cuidado con esto y con aquello, con el lenguaje, con el mensaje». Es algo muy importante. Uno se embullaba y se sentía regocijado con toda la muchachera detrás de uno. Fue una etapa muy bonita.

En 1990 me designan jefe de un municipio, ya llevaba unos años en la Fiscalía y dominaba el trabajo en el municipio, con la ayuda del resto del colectivo. Desde entonces he mantenido un cargo de dirección, no por mi deseo, sino por la exigencia del trabajo y las decisiones de quie-nes han considerado que debo asumir esa responsabilidad.

El trabajo en el municipio es muy bonito e interesante, ojalá lo hu-biese podido hacer en las condiciones que se hace hoy, con ese grado de atención y preparación, con los cursos para los jefes de municipios. Ni yo ni quienes estuvimos en ese tiempo tuvimos la oportunidad de tener ese proceso de aprendizaje, lo hicimos prácticamente sobre la base de lo que vimos hacer a quienes nos antecedieron y viendo diseños de dirección de otros organismos, así fuimos acomodando las cosas de la manera que pensábamos que debían hacerse mejor. Por suerte siempre hubo buenos resultados en la Fiscalía de Holguín, no por esfuerzo particular, sino por-que el trabajo en ella siempre ha sido en equipo.

Fue una etapa muy difícil, con muchas limitaciones materiales, a veces había que dividir la dieta entre dos y tres compañeros, porque el dinero no alcanzaba. Se pasaba mucho trabajo, hasta 1985 en las fiscalías municipales no había personal de apoyo, uno era el meca-

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nógrafo, el auxiliar de limpieza, el cartero que repartía la correspon-dencia, el fiscal tenía que realizar todas estas acciones que ahora se hacen con el auxilio de asistentes fiscales y secretarias, pero nos gus-taba el trabajo, y el compromiso adquirido siempre es de valor y uno tiene que salir adelante.

Estuve de jefe de municipio dos años, fue un momento en el que en-traron la mayor cantidad de juristas, a partir de un llamado que se hizo a quienes laboraban en los bufetes colectivos y cumplían otras tareas, eso fue en 1992, recuerdo que el Buró Político planteó reforzar el trabajo de la Fiscalía y del Tribunal. Trajimos a compañeros de mucho valor, que hicieron dejación incluso de los salarios altos que tenían en los bufetes, algunos aún se encuentran en la institución.

En 1992 me designaron vicefiscal jefe provincial, un cargo para el que en ese momento no había experiencia en el país, porque en las provincias no era común que existiera, se autorizó a Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, solo algunas tuvieron ese cargo. Se tenía poca experiencia del trabajo, de las funciones y la estructura. Lo que hice fue apoyar las tareas administrativas y atender algunos procesos penales que me daban para mi consideración, sobre todo aquellos que tenían que ver con aspectos económicos y auditorías, porque lo que había aprendido en la empresa me sirvió siempre para interpretar mejor los delitos de esta índole, por ello me los daban, además de que me gustaban.

Estuve muy poco tiempo como vicefiscal jefe provincial, ya casi es-taba iniciándose el periodo especial, había mucho trabajo, se daban diez litros de gasolina diarios para toda la provincia, muy pocos carros. Para mi sorpresa en abril de 1993 me nombran fiscal jefe provincial de Holguín, tenía 36 años.

Pensé que eso iba a ser transitorio. Siempre me preocupé por te-ner cerca de mí a un equipo de personas comprometidas, y de tener reservas en la forma que entendí que tenía que formarlos. Para mi satis-facción, siempre tuve compañeros de mucho valor, entre ellos Arnel,29

1 nos formamos juntos, y él después se fue como fiscal jefe provincial de Guantánamo; también Fernando, que luego fue jefe de Granma, y otros que hoy se mantienen en la Fiscalía Provincial de Holguín, de los que uno también aprende, y va afianzando los sistemas de trabajo.

El periodo especial fue muy fuerte, para mí esos años entre 1993 y 1996 fueron muy duros, porque apenas conocía la provincia, y cuando asumí 29 Arnel Hernández Marrero, actual fiscal jefe de la Dirección de Informática y Comunicaciones de la Fiscalía General de la República.

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el cargo de jefe de la provincia había ido solo a tres de sus municipios, conocía a los jefes de las fiscalías municipales, pero no los territorios.

Fue algo atípico. El que era fiscal jefe de Holguín lo nombraron pre-sidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular, y antes de que él se trasladara tuve que asumir el cargo. Entonces Ramón de la Cruz Ocho era el fiscal general, pero en ese mismo momento estaba entran-do Escalona, y en agosto me nombran. Lo recuerdo, a pesar de la forma en que se hizo, con satisfacción, porque fue muestra de la exigencia y el control de la Fiscalía y de cómo uno va formando el carácter. Llegó Escalona en la mañana en el vuelo ejecutivo, iba destino a Las Tunas, pero me dijo: «Espérame en la casa de visita, que llevo la resolución de tu nombramiento». Y allí en la casa, de pie, me dice: «Esta es la resolución por la que te nombro jefe de la Fiscalía Provincial de Hol-guín, pero fíjate en dos cosas: yo siempre ando con dos maletas, una con medallas del Consejo de Estado y otra con una ametralladora». El nudo que se me hizo en la garganta era inaguantable y no pude ni ha-blar. Firmé mi resolución, me pidió que lo acompañara a Las Tunas y fuimos para allá. Y yo mudo me decía: tengo que responder algo, pero no sé qué, así que cuando ya estábamos a punto de subir al avión le dije: «Mire, jefe, le voy a decir una cosa, yo no voy a coger una medalla del Consejo de Estado, yo de eso estoy seguro, pero de lo que más segu-ro estoy es de que con la ametralladora nunca me va a dar».

Y fueron dieciocho años trabajando ahí. Hubo llamadas de aten-ción oportunas. En una ocasión me pusieron una amonestación bien puesta, porque permití que un fiscal que hoy está en la Fiscalía General viniera para acá sin acuerdo de la Comisión de Cuadros. Lo recuerdo porque fue una enseñanza de cómo uno tiene que disciplinadamente cumplir con las indicaciones reglamentarias y no puede hacer lo que quiera por antojo.

Eran años apretados, de apagones, en los que los elementos con-trarrevolucionarios aprovecharon para realizar actos vandálicos, de sabotaje, y apedreamientos, eso era constante, lo que impactaba en la actividad de enfrentamiento que había que hacer de conjunto con el Ministerio del Interior.

En esas circunstancias había que seguir trabajando y echando para adelante con la tropa que uno tenía. Muchas necesidades se acumula-ron en la población, y por suerte la Fiscalía de Holguín logró traspasar el periodo especial con casi la totalidad de los fiscales.

No teníamos un alto completamiento de plantilla, porque Holguín no tiene universidad, tenían que estudiar en Camagüey o en Santiago de

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Cuba, las capacidades y los graduados eran pocos, y muchos se queda-ban en la provincia que estudiaban. Es un territorio con una gran fortale-za económica en los sectores del turismo, la agricultura y la caña, existían otros organismos con muy buenos salarios, algunos fiscales se fueron, lo-gramos que la gente se quedara y nos siguiera, no a mí, sino al equipo de dirección, con el compromiso de hacerlo todo por la Revolución.

Estábamos viviendo una etapa muy complicada. Tuvimos una finca de autoconsumo, para nosotros fue de mucha utilidad. Logramos darle a los trabajadores café con leche y una buena comida a bajos precios. En la finca no se regalaba ni se vendía nada, todo venía para nuestro comedor, con un reglamento bien estricto. Disfrutamos de sus bene-ficios, llegamos a tener trece cabezas de ganado vacuno que ordeñá-bamos cada día. Las atendíamos nosotros mismos, sin una estructura para ello, con el apoyo del personal que teníamos en la administración.

Hay una anécdota interesante, porque en los colectivos siempre hay quien tiene algún problema físico. En 1994 comenzamos a cosechar un día por la noche, los tractores que nos prestaron no tenían luces, así que iluminábamos con las de los carros, roturamos, y el fin de semana siguiente hicimos un llamado a los trabajadores para sembrar frijoles. Fuimos un grupito, el consejo de dirección y los más seguidores, el que pudo. Llegamos a recoger catorce quintales de frijoles a los tres meses. Contamos con un buen apoyo de los guajiros que vivían cerca, quie-nes nos cuidaron el cultivo, luego logramos tener un administrador. Cuando recogimos el cultivo la pregunta fue cómo repartir todo eso, y decidimos vender tres libras a cada trabajador y a los que iban a la finca asiduamente venderles cinco adicionales, con eso cumplimos con todo el mundo, pero le dimos una estimulación a los que iban. Eso tra-jo problemas, no por cuestionamientos, la gente lo vio bien, pero des-pués, para hacer trabajo voluntario en la finca, eso era un rollo, porque no faltaba nadie, se olvidaron los certificados médicos y todo, como la gente sabía que la repartición estaba asociada al estímulo… Eso fue una gran enseñanza: hasta dónde estas cuestiones pueden estar relaciona-das con la estimulación.

La satisfacción más grande que puedo tener es haber acompañado a ese colectivo de trabajadores, que en su mayoría hoy se mantienen en Holguín y nos permitieron desarrollar todas las iniciativas, con sus deficiencias, pero en una provincia que siempre fue avanzando.

Esta etapa uno la cuenta rápido, pero son años de trabajo. El rigor que hoy se tiene en la Fiscalía se tenía en las provincias por lo ge-neral, quizás no para todos los compañeros, eso de estar trabajando

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sábados, domingos, cuando hiciera falta, hasta por la noche, siem-pre nos tocó a un grupo bastante amplio y por etapas. Por ejemplo, en 1994 comenzó a aplicarse el Decreto Ley 149, el enfrentamiento a los llamados macetas, eso trajo jornadas enteras de madrugada y los domingos, estudiando, preparándose e investigando, de manera que se hiciera con la mayor justeza, pero también con exigencia. En esos años hubo un trabajo muy fuerte de enfrentamiento a estas manifes-taciones, bien recibido por la población.

Luego me pidieron venir para la sede central, lo habían hecho antes, cuando Escalona, pero por el apego a la tierra no había querido venir.

Cuando el Fiscal General Darío llegó al cargo, me habló de la nece-sidad de apoyar aquí, y vine para el órgano central en el 2011, primero para la dirección de Verificaciones Fiscales, ahí estuve poco tiempo. Fue una etapa de adaptación a vivir en La Habana, y también en el ámbito laboral. No es lo mismo dirigir que ejecutar, son cosas que uno tiene que distinguir en la vida, y eso tiene su impacto. En Holguín una buena parte de las cosas las hacía la secretaria, pero aquí las tiene que hacer uno, eso causa modificaciones.

A pesar de la breve estancia en esta especialidad, fue suficiente para entender un poco más el trabajo de la Fiscalía General, cumplimos más o menos las indicaciones del fiscal general. Nos dio la tarea de hacer planes de trabajo anuales de verificaciones, aprobados por él y por la provincia, y de perfeccionar las verificaciones por sectores; antes se ha-cían, pero no de la forma que se hacen ahora. Esa visión del fiscal que se logró implementar, de hacer un sistema de trabajo, ayuda mucho a los territorios, hace que el resultado final sea mucho más integrado y que todo el mundo se dirija a un objetivo concreto, de gran importancia para el país.

Ya estaba ideada la dirección de Enfrentamiento a la Corrupción e Ile-galidades (DECI), era una indicación del General de Ejército, con fiscales comprometidos, todos lo somos, pero con mayor grado de preparación para asumir la tarea. Se creó sobre la base de un alto compromiso. Fue un experimento, tenía las dos actividades que más se interrelacionan en el enfrentamiento y la prevención, el departamento de investigaciones especiales que tiene la DECI es similar a la dirección de Verificaciones Fis-cales, y el otro departamento es el de procesos penales. Eso hace que tenga-mos bajo la misma conducción dos vertientes importantes, la investigación vinculada al proceso penal.

Nosotros no hacemos planes, porque investigamos los asuntos que la dirección del país le encarga a la Fiscalía. No son las investigaciones

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usuales que se hacen en los demás territorios, son un poco más com-plejas y sensibles. El vínculo entre las dos actividades es muy valioso, hemos avanzado, pero podemos avanzar más. Hubo un tiempo en que las direcciones de verificaciones y penal no eran ni primas, estaban establecidas las conciliaciones, pero no hicimos lo suficiente, incluso fue uno de los aspectos en los que en Holguín no avanzamos bastante mientras fui fiscal jefe.

Es una alta responsabilidad trabajar en esta actividad. Tengo fis-cales con mucha experiencia, dos de ellos vienen de Holguín, no los traje yo, fueron nombrados luego de que llegara acá, para mí es una satisfacción. Cuento con Bileardo,30

1 es jefe de Departamento, y Nico-lás,31

2 que fue jefe provincial de Cienfuegos durante mucho tiempo, ambos con mucha experiencia. Estamos tratando de avanzar, tene-mos que seguir mejorando.

La Fiscalía ha tenido momentos muy importantes en sus diferentes etapas, pero la de hoy es distinta, quisiera comenzar de nuevo como fiscal para por lo menos vivirla. Es distinta en el concepto del trabajo, siempre ha habido compromiso en la Fiscalía, pero hemos tenido un proceso de perfeccionamiento de estructura y funciones, se han creado direcciones, el área de comunicación institucional con todo el trabajo hacia lo interno y lo externo, las aplicaciones informáticas, la alta tec-nología, los nuevos sistemas de trabajo… Siempre han existido, pero no con el rigor de hoy, con la definición funcional de lo que le toca hacer a cada uno, los sistemas que tuvimos antes eran ocasionales.

A lo mejor esté equivocado, pero en todo el tiempo que estuve como jefe en la Fiscalía Provincial de Holguín las supervisiones eran muy es-casas, de algunas especialidades importantes, como Cuadros, pasaron ocho años y no tuve una visita. Uno dirigía por las indicaciones del fiscal general, pero más bien al olfato, como decíamos algunos fiscales jefes provinciales, nos guiábamos por las iniciativas. Las provincias de-sarrollaban más iniciativas para la mejoría de los sistemas de trabajo que lo que institucionalmente estaba establecido. No veíamos a la Fis-calía General como parte de todo lo que estaba pasando en las provin-cias. No quiere decir que no existiera una guía, pero no es como hoy, ahora hay vigilancia, control sistemático del quehacer desde el último fiscal de Maisí hasta acá, y un sistema coherente que permite conducir todos los procesos, eso es importante.

30 Bileardo Amaro Guerra.31 Nicolás Rodríguez Correa.

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La preparación que se recibe hoy también es diferente, la manera ordenada en la que se realiza. Siempre existieron cursos de prepara-ción, pero nunca como el que se imparte ahora a los fiscales jefes muni-cipales, con esa naturaleza y utilidad. Cuando usted se prepara de esa forma sabe lo que tiene que hacer.

Cada fiscal general le ha puesto su impronta a la Fiscalía. Escalona hizo de ella una gran familia, hizo que se le respetara más en su con-texto, pero en ese momento nunca recibimos el reconocimiento social que hoy tiene la Fiscalía, es incomparable, tenía reconocimiento, pero no como el que tiene actualmente, en que la institución está de cara al pueblo y junto a él.

Los sistemas de organización y planificación no son los mismos, ni las exigencias y la preocupación por los trabajadores. Al fiscal general que tenemos hoy,32

1 líder en pensamiento y en ejecutoria, tenemos que seguirlo, porque tiene la capacidad de ser incansable, además de la ha-bilidad de vivir con los trabajadores, el chofer, el cocinero, con todos, y ese contacto le permite recibir de primera de mano los elementos que le posibilitan tener una idea más clara de cómo se va desarrollando el trabajo en la institución.

La Fiscalía de hoy es moderna. Cuando uno se pone a analizar las cosas que ha visto en ella y en otros lugares a los que hemos tenido la posibilidad de ir, como resultado del trabajo que se ha incrementado y la colaboración con otras fiscalías y procuradurías, compara y se percata de que la Fiscalía ha tenido un avance que la coloca entre las más moder-nas, inclusive con la particularidad de que tenemos funciones que otras fiscalías no tienen. Pero hoy, asociada a la realidad cubana, es la Fiscalía que nos hace falta, quizás mañana se modifique. Creo que esas cosas nos dan la medida de que la Fiscalía tiene una mayoría de edad.

El discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz en la clausura de la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular [diciembre de 2017] en ocasión de la rendición de cuentas de la Fiscalía General de la Repú-blica fue elocuente. Ese reconocimiento recibido de la voz del presidente es un orgullo y un compromiso. Siempre hay un llamado a mantener la ética —que es uno de los rasgos distintivos de nuestra institución—, la disciplina y el cumplimiento de las funciones. Es un llamado, pero es también un reconocimiento, y eso es resultado del trabajo. Ese reconoci-miento pudo haberse dado hace diez años, pero nos lo ganamos ahora,

32 Al momento de la entrevista ocupaba el cargo de fiscal general de la República el compañero Darío Delgado Cura.

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a partir de todas las cosas que se han logrado. La Fiscalía siempre ha estado en el centro de atención de la dirección del país.

Si tuviera que vivir treinta y cinco años más, fuera fiscal treinta y cinco años más. Es un orgullo, uno se forma de esa manera, es difícil vivir sin la Fiscalía.

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Hay algo que siempre le digo a los fiscales jóvenes: lo que nunca se puede perder es la

condición de revolucionario, no en el concepto que a veces pensamos: yo soy revolucionario,

sino el de revolucionarnos. Nunca pensar que la condición de cuadro es para vivir con ella, ni vivir

de ella: la condición de cuadro es para cumplir una responsabilidad.

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Llevo treinta y cuatro años de trabajo en la Fiscalía General de la Re-pública. Antes de entrar yo pertenecía al Ministerio del Interior, hice la enseñanza preuniversitaria en un pre del Minint. Comencé los estudios de Derecho insertado en la Seguridad Personal, en la capital del país, y luego, siendo miembro del Minint, terminé mi carrera de Derecho en la Universidad de Camagüey en 1983. Me gradué de licenciado en Dere-cho. Me incorporé a las funciones propias para la que estaba preparán-dome, que era trabajar en el Ministerio del Interior en la provincia de Holguín, de donde soy.

Desde 1982 existía un acuerdo o convenio, no sé cómo se llamaba en aquel entonces. El Ministerio del Interior estaba entregando en todas las provincias a dos oficiales para fortalecer el trabajo de la Fiscalía. Al llegar graduado de licenciado en Derecho a Holguín, la jefatura del Minint decide que fuera a prestar servicio en la Fiscalía Provincial, y se me nombró fiscal el día 1ro. de septiembre de 1983.

Me inicié como fiscal en el municipio de Cacocum. Fui el primer fiscal allí. Por supuesto, no tenía local de trabajo, comencé en la ofi-cina de la Policía, junto con el instructor policial, tenía un buró. Allí empecé a trabajar como fiscal. Aunque es un municipio que queda relativamente cerca de Holguín, en la semana me quedaba cuatro o cinco noches en la Unidad de la Policía, había una habitación en la que dormía el jefe de la Policía, el instructor y el fiscal.

Después de un año más o menos de estar en esas condiciones, viene otro fiscal, Pedro Pablo Cutiño,33

1 fiscal del municipio Holguín. Me dio espacio en su oficina. Logré tener un buró, un archivo y una secretaria, porque hasta ese momento no tenía siquiera personal ad-ministrativo, era yo solo y un portafolio.

Como a los seis meses de estar trabajando en ese municipio, se le dio un local a la Dirección Municipal de Trabajo, que no tenía tampoco en ese momento. Dentro de esa oficina me dieron un espacio que medía tres por tres metros.

A los dos años de trabajo, el 1ro. de septiembre de 1985, me nombran fiscal provincial, en el Departamento de Instrucción, porque en la Fiscalía existía el Departamento de Instrucción y el Departamento de Causas Penales, que después se unieron y pasó a ser el Departamento de Procesos Penales, que es como funciona en estos momentos.

33 Pedro Pablo Cutiño Diéguez, actual fiscal jefe de la Dirección de Enfrenta-miento a la Corrupción e Ilegalidades de la Fiscalía General de la República.

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En 2003 fui nombrado jefe de la Fiscalía Provincial de Granma, y el 6 de junio el fiscal general de la República, Juan Escalona Reguera, me invitó al municipio Cacocum a inaugurar el primer local de la Fis-calía. Ahí estuvo la Fiscalía, dentro de la Dirección de Trabajo, en esa pequeña oficina, desde 1985 hasta el 2003, cuando finalmente tuvo su local propio. Hago esta referencia para que las nuevas generaciones de fiscales conozcan cuáles eran las condiciones en las que se trabajaba en aquel entonces.

En el Departamento de Instrucción atendíamos varios municipios de los alrededores de Holguín. Hoy nos quejamos de que en la Fiscalía hay mucho trabajo, pero en ese entonces éramos cuatro fiscales en el Departamento, allá todavía hay un fiscal de Holguín, que es Marrero.

En el órgano provincial atendíamos los procesos que llegaban, que pasaban a causas penales para hacer conclusiones y llevarlos a juicio. Allí sobreseíamos los procesos, los devolvíamos, decidíamos las de-nuncias de toda la Fiscalía Provincial.

En ese entonces, en los municipios, usted controlaba los procesos penales, pero no los despachaba ni definía su rumbo final, todo eso tenía que venir a la provincia, incluso las medidas cautelares a imponer venían al órgano provincial, eso no se hacía en los municipios. Después vino el proceso de descentralización.

Allí trabajábamos durante el día. Alrededor de las seis y media o siete de la noche nos trasladábamos a controlar la fase preparatoria, la ins-trucción en los municipios, en mi caso Holguín, Calixto García, Bágua-nos, Cacocum, Gibara, Rafael Freyre y Urbano Noris, que estaban cerca de Holguín. Salíamos a controlar la instrucción, hasta las diez y media, once o doce de la noche, hasta que termináramos. En la semana había cuatro noches en que salíamos a controlar el trabajo en los municipios.

Después vino la unión de Instrucción y Causas Penales, se creó el Departamento de Procesos Penales, y vino la descentralización. Es entonces que se baja toda la responsabilidad de los procesos penales a los municipios. A los fiscales municipales se les dotó de la capaci-dad para despachar expedientes, hacer juicios en el órgano provincial y todo lo que se hacía en el Departamento de Procesos Penales. Eso fue en 1987 o 1988.

A los fiscales que estábamos en la provincia nos dieron municipios para preparar a aquellos fiscales. Tuve la dicha de que en esa designación me dieran Moa, que queda a doscientos cuatro kilómetros de Holguín. Por supuesto, no se podía viajar de forma diaria. Los lunes trabajaba en la Fiscalía Provincial en el Departamento. Entregaba documentación,

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veía las indicaciones, me reunía. Los martes por la madrugada salíamos varios compañeros para cada uno de los municipios. Aquí en la Fiscalía General hay otros compañeros, como Eugenio Martínez y Enrique Núñez Grillo, coincidimos en el momento ese de la descentralización.

Me iba para Moa los martes, llegaba a eso de las ocho y media de la mañana en un Lada que había en la Fiscalía Provincial de Holguín que repartía la valija por todos los municipios y la recogía los martes y los vier-nes. Los viernes, sobre las cuatro o cinco de la tarde, en ese mismo carro que venía con la valija regresábamos a Holguín, siempre sobre las ocho y media o nueve de la noche, así estuvimos un buen periodo de tiempo.

Después me dieron otros municipios cercanos, Sagua de Tánamo y Frank País, me dejaban los martes allí, internamente nos movíamos en botella, no había prácticamente transporte en la Fiscalía.

Así vino el año 1988, cuando eso había cursos de preparación para fiscales en la Unión Soviética, se daban cursos de instrucción, de cua-dros… Salí hacia Leningrado, era donde estaba el Instituto de Instruc-ción de la Fiscalía rusa. Estuve alrededor de tres meses pasando la preparación como fiscal de instrucción, nos impartieron materias de instrucción, fotografía, interrogatorio…

Al regreso de la Unión Soviética estuve un tiempito más en el Depar-tamento de Procesos Penales. Un día, ante una situación determinada que se dio en el municipio Mayarí Abajo, un municipio grande con más de 118 000 habitantes y de gran importancia en la provincia Holguín, fui designado fiscal jefe municipal, y allí estuve tres años y medio.

En 1992 tuve que presidir la Comisión Municipal Electoral, fui presidente de la comisión siendo fiscal, esas cosas que nos pasaban. En ese mismo proceso electoral, también salí delegado de la Asamblea Provincial del Poder Popular de Holguín, por el municipio de Mayarí, estuve hasta 1993. En ese año me designan vicefiscal jefe provincial. Me llamaron el fiscal jefe de la provincia y un miembro del Buró Provincial del Partido para conocer mi disposición a ocupar el cargo de miembro del Buró Municipal del Partido.

En esos días me vuelven a llamar y me dicen: «Parado el movi-miento tuyo para el Partido, hay una nueva decisión. El fiscal jefe de la provincia, Santos Cid Borges, pasó al Gobierno provincial. Se ha decidido que el fiscal jefe sea Pedro Pablo Cutiño y que tú vengas de vicefiscal, que los dos sean el dúo que supla la ausencia de Santos Cid».

Santos Cid era un fiscal ranqueado, había sido jefe de la Fiscalía Provincial de Granma. Ahí estuvimos, Cutiño y yo, trabajando durante un año y once meses.

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En agosto de 1994 me llama el fiscal general de la República. Cuan-do eso no existían las comisiones de Cuadros. Pregunta: «¿Ustedes co-nocen ya lo que aconteció en Guantánamo? Respondí: «Sí, ya nos llegó el télex». Cuando aquello no había correo electrónico. Hacía dos días nos había llegado un télex que decía que en la provincia de Guantána-mo había existido un incidente con el fiscal jefe de la provincia, y que en su lugar estaba el jefe de Procesos Penales aguantando hasta que se tomaran nuevas decisiones.

Me dice el fiscal general: «Hoy por la mañana, en reunión del Con-sejo de Dirección de la Fiscalía General, tomamos la decisión de desig-narte fiscal jefe de la provincia de Guantánamo». Mi respuesta: «No hay problemas, que me maten». Me pregunta: «¿Y lo de la casa?». «Eso lo conocen ustedes», le respondí. «No hay problemas entonces, vas de fiscal jefe de Guantánamo».

Yo no poseía vivienda en ese momento, tenía un matrimonio con dos hijos en un cuarto en la casa de los suegros. Cuando me fueron a traer de Mayarí para vicefiscal jefe de la provincia, existió un compro-miso del entonces primer secretario del Partido en Holguín, nombrado Paquito, y de Domínguez, que era el presidente del Gobierno, quienes me dijeron que yo venía de vicefiscal con la llave en la mano, la llave que a los once meses todavía no había aparecido, eran los problemas de vivienda que tenía la Fiscalía, ahora sí hay soluciones.

El 4 de agosto de 1994 fue la conversación con el fiscal general por teléfono. Al día siguiente fueron los acontecimientos aquí en La Haba-na, el fiscal general se comunica y dice que hay que esperar por esta situación, pero el 7 llama y me dice: «Mañana 8 de agosto, a las siete de la mañana, me esperas en el aeropuerto de Santiago de Cuba, para que vayas para Guantánamo».

Me llevó para esa provincia, me presentó como fiscal jefe y el secre-tario del Partido le preguntó cuándo venía definitivamente. «A partir de las dos de la tarde. Cualquier decisión que usted vaya a tomar que tenga que ver con la Fiscalía, la ve con él, se queda aquí». Yo no había ido preparado. Fui militar, en el portafolio eché un pulóver, un calzoncillo y un par de medias, estuve así quince días en Guantánamo, hasta que fui a Holguín.

Me nombraron fiscal jefe provincial de Guantánamo en agosto de 1994, en momentos tensos en el país. Estaba la crisis de los balseros. En Guantánamo había una situación difícil con los que se iban, también con los que regresaban. Cuando llegamos a esa provincia, no había vi-cefiscal ni jefe de Cuadros, había crisis con los cuadros, eran cuarenta y

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siete fiscales en toda la provincia —hoy andan por noventa—, la situa-ción era crítica.

Hoy nos quejamos del transporte. Cuando llegué a Guantánamo en 1994 el único trasporte que funcionaba era un Lada, un antiguo taxi que habían parado por tema del combustible en medio del periodo espe-cial, se lo dieron a la Fiscalía, asignado para mí, era el carro para todo.

Uno que estaba improvisado ahí, que se quedó como administrador, todos los días a las seis de la mañana tenía que hacer una cola en el Gobierno para explicar cuáles recorridos tenía que hacer el carro, y así le autorizaban diez litros de gasolina, doce, veinte. Tenías que explicarle a una persona que se dedicaba a distribuir el combustible lo que tú ibas a hacer, para que te lo dieran.

La situación era muy difícil. Allí no había transporte, no había com-bustible, el local era muy estrecho, no cabíamos, aun cuando éramos muy pocos fiscales. Después dieron un local, donde actualmente ra-dica la Fiscalía de Guantánamo, que ya hoy se hace chiquito, hay que ampliarlo, pero cuando nos lo entregaron era un palacio. Hubo buena voluntad del Gobierno de climatizarlo, voluntad de atender siempre a la Fiscalía.

En Guantánamo estuve dos años y medio, albergado en un apar-tamento que era de la Fiscalía. Estaba ahí con otros fiscales, con Gui-llermo,34

1 que trabaja actualmente en la Fiscalía General. Al término de ese tiempo, el fiscal general decidió entregarme un apartamento allá en Guantánamo, y pude llevar a la familia conmigo, mi esposa con la niñita chiquita, que hoy ya es una mujer. Cuando era chiquita viajaba en tren los fines de semana, iba para allá, se pasaba el sábado y viraba el domin-go. A veces yo los fines de semana venía a Holguín, y después pasé a vivir en Guantánamo.

Estuve de fiscal jefe de la provincia de Guantánamo durante nueve años, hasta el 2003, en que hubo situaciones en la provincia Granma, fue necesario sustituir al jefe de la provincia y a otros fiscales más por pro-blemas que hubo allí, y se me designa fiscal jefe provincial de Granma.

Recuerdo la fecha del 6 de junio. El fiscal general me presenta como jefe de la provincia de Granma, era el aniversario del Minint, y ese mis-mo día, después del acto, fuimos a Cacocum a inaugurar el local. El fiscal me dice que hablara yo, tuve que explicar cómo habían sido los inicios de la Fiscalía de Cacocum.

34 Guillermo Hechevarría, fiscal de la Dirección de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales de la Fiscalía General de la República.

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En Granma fui fiscal jefe provincial durante dos años. Luego me trasladan como fiscal jefe de la provincia de Santiago de Cuba. Allí lle-go en el 2005, fue parte de mi consolidación como cuadro de dirección, porque Santiago de Cuba es una provincia con una gran magnitud de trabajo, una población extremadamente alta, la segunda después de La Habana, allí choqué con tareas de alta responsabilidad.

En Granma, primero estuve en una casa de visita y después me dieron una casa buena. En Santiago de Cuba viví en una casa de visita durante seis meses, después me dieron una casa en buenas condiciones.

Estuve dirigiendo en Santiago hasta el 2012. En ese año habían sur-gido las provincias de Artemisa y Mayabeque, y la compañera que era fiscal jefa de Artemisa iba a cumplir una responsabilidad en la Fiscalía General. Entonces fui nombrado fiscal jefe de la provincia de Artemisa, ahí estuve dos años.

En todos estos territorios realizamos procesos de construcción de locales, en el caso de Artemisa fue terminar el local de la provincia. A medida que fueron pasando los años, el apoyo de la dirección del Par-tido, del Gobierno en todas las instancias, incluyendo el nivel central, fue incrementándose, se ha ido materializando de distintas formas en la Fiscalía. Hoy quedamos en la Fiscalía dos o tres compañeros, no sé si habrá más, creo que en cargos de dirección quedamos Cutiño y yo.

Participamos en una reunión que dio en el Minfar el General de Ejército Raúl Castro —hoy presidente de los Consejos de Estado y de Ministros,35

1 cuando eso vicepresidente y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias— el 19 de septiembre de 1995, con el Consejo de Dirección Ampliado de la Fiscalía General de la República, participamos todos los fiscales jefes provinciales. Raúl fue muy claro en la exigencia que debía haber en la Fiscalía y el apoyo que necesitaba, además de la atención que había que tener con los fiscales.

Desde entonces, Raúl ha venido diciendo que hay que hacer justi-cia con los fiscales. En el 2011 dijo esa frase: «Justicia para la justicia». Raúl venía hablando de atender las condiciones de vida y de trabajo de los fiscales, creo que eso ha venido sucediendo poco a poco a partir del año 1995, incrementándose.

Hoy nosotros disponemos en la Fiscalía de sumas de dinero que nun-ca pensamos, como presupuesto para la gestión de la Fiscalía. Nosotros dirigíamos en las provincias, ya existiendo la doble moneda, y se vendía todo en CUC, tanto en mercados estatales mayoristas como minoristas.

35 Hasta abril de 2018 ocupó ese cargo.

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En esas condiciones no teníamos ni un solo centavo, todo el dinero era central. Después dieron unas tarjetas magnéticas, nos daban 50 CUC, y eso se fue incrementando hasta que se abrieron cuentas en las provin-cias. Es decir, que en medio de las circunstancias que el país ha atrave-sado, ha ido incrementándose el proceso de atención, tanto en el orden presupuestario como en el orden material.

Hablé de vehículos. Siendo jefe de la provincia de Guantánamo, ve-nía a los Consejos de Dirección en la Fiscalía General, aquí había dos vehículos para atendernos a todos, eran dos Volga negros. En más de una oportunidad nos quedamos botados, íbamos para el aeropuerto y aquellos carros se rompían. Un día uno se rompió, y cuando abrieron el maletero dijimos: y eso qué es, traían dos sacos de arroz que eran del comedor de la Fiscalía, porque en ese mismo carro lo hacían todo. Había una situación de transporte muy crítica.

En el 2001 o 2002 llegaron veinte Lada y dieron uno a cada provin-cia, aquello fue una felicidad. Después dieron unos Cucu, en el 2004 más o menos, y luego empezaron a llegar los Hyundai y empezaron a entrar los carros a la Fiscalía, se fue dotando de un parque de vehículos. Entregar un vehículo a una Fiscalía Municipal era algo grande. Son his-torias que han pasado con el tema de los recursos. En 1983, en la Fiscalía entregaron cinco vehículos por provincia, y dieron también unos carritos Polski para los municipios; no duraron nada, se rompieron, al final creo que hoy no queda ninguno en ningún municipio del país, quedaba uno solo por allá por Vertientes que no sé si todavía está funcionando.

Esas son las historias por las que hemos pasado en la Fiscalía en cuanto a nivel de aseguramientos, condiciones de vida, condi-ciones de trabajo, que han mejorado considerablemente.

Recuerdo la etapa de las verificaciones fiscales. Las verificaciones fiscales eran para velar por el cumplimiento de la legalidad en cuanto a protección física, la ley contra incendios, qué hacíamos cuando llegá-bamos a las entidades, cuáles eran las violaciones que detectábamos: paredes desconchadas, falta de ventilación, falta de iluminación, te-laraña en el techo, esas eran las verificaciones fiscales, y esas eran las violaciones que nosotros detectábamos, hasta que un día se decidió que la Fiscalía debía meterse en los problemas que estaban sucedien-do, entonces se dirigieron las verificaciones fiscales hacia el tema eco-nómico, al tema de la corrupción, creo que se direccionó a un mundo positivo a favor de la Revolución, prestigiando a la Fiscalía. Hacíamos verificaciones fiscales nocturnas, nos hacíamos acompañar de un poli-cía, e íbamos a las entidades.

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Antes tú hacías una verificación fiscal en dos o tres horas en una en-tidad, se hacían dos al mes como plan. No existía la exigencia en la cali-dad en el trabajo, uno hacía de todo un poquito. En el transcurso de los años hacíamos muchas cositas, pero en ninguna llegábamos a hacerlo como lo hacemos hoy. Si hacemos una verificación, es una verificación fiscal, cuando vamos a los procesos penales es a profundidad. Antes tú decías: yo lo controlo, pero al final el proceso no es mío, lo controlaba, yo le mando a hacer esto o lo otro, pero al final iba para la Fiscalía Provincial y era otro el fiscal que despachaba el expediente, no existía la continuidad de que quien controlaba el expediente lo despachaba.

Ese fue el incipiente trabajo de la Fiscalía. Después, incluso en el mu-nicipio donde yo era solo el fiscal, se comenzó a incrementar el trabajo, llegué a ser vicefiscal de la provincia. En ese municipio había tres fisca-les: un jefe y dos fiscales más, se incrementó el trabajo y su calidad.

Existía el Departamento de Control de la Legalidad, ahí estaba lo que hoy es la atención a la población, asuntos civiles, verificaciones fis-cales, una sola dirección de trabajo de la Fiscalía, que se ha convertido en todas estas direcciones que existen actualmente.

Hoy tenemos un grupo de especialidades en función del trabajo fiscal que no la tuvimos nunca, lo que sí tuvimos fue un periodista, en cada Fiscalía Provincial se puso uno, para publicar las cosas de la Fiscalía, pero pensar en sicólogos, informáticos, comunicadores, nada, no se concebía que podía haber eso.

He hecho un recuento de toda mi historia en la Fiscalía. He sido privilegiado, estuve dirigiendo a nivel provincial durante veinte años, es un récord. Cutiño estuvo diecinueve años, el récord de Cutiño es que todo ese tiempo fue en la misma provincia de Holguín y el récord mío fue que fui jefe de cuatro provincias: Guantánamo, Granma, Santiago de Cuba y Artemisa.

Hoy estoy en la Dirección de Informática y Comunicaciones, cosa que nunca pensé. Cuando estaba por Santiago de Cuba tuve la idea de que la informática había que separarla de DGC, que era la Dirección Gene-ral de Control, que fuera independiente. El fiscal general nos autorizó que hiciéramos un pequeño Departamento de Informática en Santia-go de Cuba.

Después, el fiscal general Darío [Delgado Cura], cuando me fue a nombrar me dijo: «Yo sé que tú quisiste hacer algo en un momento determinado». Pero cuando aquello no tuve mucho apoyo, y agregó: «Ahora, a materializar lo que tú pensaste, ahora sí no es a nivel de pro-vincia». Así asumimos la Dirección de Informática y Comunicaciones,

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yo nunca pensé que fuera a hacer otra cosa que no fuera fiscal, pero los cuadros cumplimos y hoy estoy extremadamente enamorado de la función que desarrollo, aprendiendo cada día más.

Hoy por hoy he intentado lograr incorporar a mi persona tres ca-rreras, primero la de fiscal, esa sí la estudié, la desarrollé; después la de cuadro de dirección, muy bella también, se me abrieron un día las puertas, esta carrera te la quita o te la pone otro, uno no lo decide; y ahora también la carrera de Informática, aprender algunas cosas, los años que me quedan no son para aprender mucho más que las mañas y algunos elementos claves de la informática, pero en mi vida he traba-jado sobre eso, aparte de haber sido un militar en mi formación inicial.

En el municipio, sin fiscal ni personal administrativo, controlábamos los procesos penales, el expediente y las denuncias. Ibas, las revisabas, dos veces a la semana controlábamos los procesos penales, un día atendíamos a la población. Estoy hablando de veintitrés años, no existían, por supuesto, estas canas ni estos espejuelos.

Recuerdo que un día llegó una señora. Yo estaba de pie afuera y me dijo: «Yo quiero hablar con el fiscal». «Pase, pase. A ver, dígame». «Pero yo con quien quiero hablar es con el fiscal». «El fiscal soy yo». «Es verdad que ustedes los jóvenes son jocosos, yo quiero hablar con su jefe». «El jefe soy yo, yo soy el fiscal». «Bueno, yo le voy a decir lo que me pasa». Era un problema de vivienda, le explico, y me dice al final: «Le voy a de-cir una cosa: ahora sí me voy convencida de que usted es fiscal».

El periodo especial vino a romper en 1990-1991. Responsablemente lo digo: la Fiscalía siempre estuvo en periodo especial desde el punto de vista de los recursos, para nosotros el impacto no fue más grande porque estábamos acostumbrados a pasar trabajo. No teníamos locales de trabajo ni medios de transporte, apenas había papel, las atenciones en la Fiscalía eran pocas. En 1995 es que se produce la reunión con el general de Ejército [Raúl Castro Ruz], y a partir de ahí es que se empiezan a levantar las atenciones en la Fiscalía, a partir de que es nombrado Escalona, él le da un vuelco al trabajo, empieza a dignificar el trabajo de la Fiscalía.

El mismo periodo especial llevó a que la Fiscalía reaccionara con esta reunión de 1995, porque en medio de aquella situación es cuando se cambia y se empieza a decir: las verificaciones fiscales hay que diri-girlas hacia esto.

Hoy es una continuidad lo que ha hecho el compañero Darío, ponién-dole un dinamismo mucho más grande, introduciendo un pensa-miento proactivo en la Fiscalía en todo lo que hemos hecho.

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En más de una oportunidad lo he dicho: esta Fiscalía que estamos viviendo hoy es otra. Pero el periodo especial para nosotros siempre estuvo desde el punto de vista de las condiciones materiales. No se concibe la Fiscalía de un municipio que no tuviera un local, trabajando en la unidad, viviendo en la unidad, no es fácil dormir en una unidad de la Policía. Si a las tres de la mañana había un hecho, un robo, un accidente, cualquier cosa, levantaban a todos los policías y te tenías que levantar tú también, porque tú eras un guardia.

Después la Fiscalía fue cambiando, incluso, la condición del fis-cal, su autoridad. En esos tiempos yo casi era un oficial más del Mi-nint. Desayunaba, almorzaba, comía y dormía junto con ellos. ¿Qué control efectivo podía ejercer sobre el trabajo? Uno lo hacía, pero en el subconsciente había un comprometimiento con aquella actuación, uno lo combatía, atacabas si encontrabas una violación en una celda, pero no había una independencia, hoy la tenemos totalmente.

Hay algo que siempre le digo a los fiscales jóvenes: lo que nunca se puede perder es la condición de revolucionario, no en el concepto que a veces pensamos: yo soy revolucionario, sino el de revolucionarnos.

La confianza en la institución es clave, tengo que confiar en mi ins-titución, tengo que convertirme en un enamorado de mi Fiscalía, matri-moniarme, comprometerme para siempre con ella. Si no fuera así, me hubiera quedado tirado en el primer año en aquel municipio, o cuando me mandaron para acá o para allá me hubiera quedado.

Siempre tuve confianza en la Fiscalía. Más que prestigiarme, yo pres-tigiarla a ella, no perder la confianza en la Fiscalía, no perder la confian-za en la Revolución, no debilitarnos.

Un día, siendo fiscal jefe de la provincia de Guantánamo, entró un joven egresado, adonde íbamos a almorzar quedaba como a dos kilómetros. Yo iba en el carro de la Fiscalía a almorzar, y entonces él un día estaba en la casa donde yo había estado albergado, me dice una frase: «Bueno, dondequiera que usted va lo llevan en carro». Le dije: «¿Tú sabes por qué?, ¿quieres que yo te diga a ti por qué tengo un carro que me lleva y me trae? Siéntate ahí». Empecé haciendo la historia: en tal lugar hice esto, en tal otro hice lo otro, a pie iba para acá cogiendo botella, dormía en las unidades de la Policía, y he venido a tener un carro ahora que soy jefe de esta provincia. Dijo: «Si para tener un carro yo tengo que sacrificarme, hacer todo lo que usted hizo, así no quiero carro». Le respondí: «Pero tienes la posibilidad igual que la tuve yo, y a lo mejor no tienes que sacrificarte tanto, con menos que te sacrifiques podrás tener un carro que te lleve y

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te traiga». Se llamaba Máximo, duró poco en la Fiscalía, se fue, no aguantó. A los meses pidió la baja y se fue, ¿por qué?, porque no tenía espíritu de sacrificio. Es otro de los consejos que les doy a los fiscales: el fiscal tiene que ser una gente sacrificada, al final la recompensa te llega en la vida.

Ya dije algo de cómo fue el tema de mi vivienda. Aquel presidente de Holguín, de apellido Domínguez, dijo que yo tenía la llave de la casa. Cuando me fui para Guantánamo, a los quince días voy a Holguín y fui a verlo. Le dije: «Mire, el tema de la vivienda», y me respondió: «Ya tú no eres interés de esta provincia». Me planchó y me quedé sin casa. Vine a tener la casa cuando ya estaba de fiscal jefe de Guantánamo, a los dos años y medio, en 1997, era fiscal desde 1983 y sin casa, sin esto, sin lo otro.

Un día tuve casa. La Fiscalía me dio una en Guantánamo, después otra, donde vivo, una casa bastante cómoda, no creo que me la merez-ca, pero fue la que la Fiscalía me dio.

A las nuevas generaciones de fiscales les aconsejo confianza en la Fiscalía y espíritu de sacrificio, dos cosas elementales para un fiscal.

Como cuadro de dirección digo que los que dirigimos tenemos tres cualidades: la cualidad de revolucionario, la cualidad de hombre o mujer y la cualidad de cuadro. Siempre recordemos que la cualidad de cuadro nos la pone o nos la quita otro, que nos la ve en un momento. Las cualidades de revolucionario y de hombre o mujer las decide uno en la vida y van implícitas en uno. Sin embargo, la condición de cuadro te la ve otro y te la pone o te la quita otro, por tanto, uno no debe estar apegado a la condición de cuadro.

Uno debe trabajar siempre y tratar de responder a la confianza que se te ha tenido en darte un cargo de dirección. Si han entendido y en-tienden que yo puedo asumir el cargo de dirección, tratar de que las cosas salgan bien, tratar de cumplir con estas obligaciones, pero nunca estar apegado a la condición de cuadro. Sí tienes que estar apegado a la condición de mujer u hombre revolucionario.

Silvio [Rodríguez], cuando se le preguntó en una entrevista en Chile —él estaba en lo máximo de la popularidad— cómo se sentía en la cima, a eso le sacó una canción, que dice más menos que usted anda por una callejuela de adoquines, se abre una puerta, peldaño a peldaño co-mienza a ascender hasta que llega a la cima. Llegaste a la cima, miraste a todos los lugares, permaneces un tiempo ahí, pero nunca tienes otra alternativa que ir de peldaño a peldaño, volver a regresar a tu callejuela de adoquines.

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Los cargos de dirección son eso: un día se abre una puerta, te dicen que vas a ocupar un cargo, después puedes ocupar otro, la cima es la que decide otro. La mía pudo haber sido fiscal jefe municipal o pudo ser vicefiscal jefe de una provincia o fiscal jefe de una provincia. Hoy estoy de jefe de una Dirección, creo que hasta aquí llegó mi cima y ya, nunca pensar que la condición de cuadro es para vivir con ella, ni vivir de ella: la condición de cuadro es para cumplir una responsabilidad hasta que otro decida que puedes estar ahí u ocupar otro lugar.

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Ante todo la Fiscalía es responsabilidad a toda hora y donde quiera que estés.

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Comencé en la Fiscalía en 1984, y me jubilé en el 2000, porque ya estaba en edad de retiro, tenía a mi mamá muy malita y debía cuidarla.

Estudié en los primeros cursos libres, los primeros graduados que hubo en Villa Clara fue en 1984, hacía dos meses me habían captado para la Fiscalía. Empecé por Santa Clara, como fiscal municipal. Había en la Fiscalía de la provincia, con sus trece municipios, sesenta y cuatro trabajadores, entre fiscales y no fiscales. En 1985 entraron unos cuantos fiscales. En ese año me promueven al Departamento de Prevención de la Fiscalía Provincial.

En Prevención, como dice la palabra, debíamos tratar de conocer en los municipios casos con dificultades que venían a la Fiscalía y tratar de buscar aproximación a esos jóvenes y menores, en algunos casos tratar de vincularlos a alguna actividad. Atender a algunos que salían del centro de reeducación de menores, a la familia también, llevarlos para que se reincorporaran de nuevo, y seguirlos, que se mantuvieran en la escuela.

Se daban conferencias, se participaba en los círculos de interés, fuimos una vez a un evento, un congreso en La Habana.

Desaparece ese departamento y pasamos a Cuadros, que es donde me mantuve hasta que me jubilé. Hacíamos las captaciones en la Uni-versidad, teníamos un contacto directo con el decano de la Facultad de Derecho. Íbamos allí y el secretario nos atendía, siempre en un trabajo muy estrecho con la Fiscalía, y buscaban siempre muy buenos expe-dientes para proponer.

Así se incorporaban a la Fiscalía. Cuando empecé todavía estaba el curso que daban en La Habana para preparar a los recién graduados, pero en ese mismo año se dejó de hacer. Entonces, a través del Depar-tamento de Cuadros y Capacitación, creamos unos cursos con aquellos que se graduaban. Fue la primera Fiscalía que empezó a hacer esos cur-sos, nos ayudó mucho con los jóvenes que entraban.

Se buscaba siempre la capacitación, sobre todo de los jóvenes que no tenían experiencia, y se buscaba con los especialistas. Alrededor de un mes venían y se entrenaban en la provincia, se les daban las clases, eso duró unos cuantos años.

Cuando empecé, había fiscalías que no tenían fiscal jefe. Por ejemplo, en Encrucijada, Rubén Núñez atendía Cifuentes, a veces otros municipios y otros atendían Quemados y Corralillo, que no te-nían fiscales.

Me sentí siempre bien con los jóvenes. Hacíamos contactos con organismos, íbamos a excursiones, éramos una familia, todos los

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municipios venían a Santa Clara y salíamos juntos en guaguas. También se hicieron conexiones con el hospital militar para che-queos médicos, porque no había otras posibilidades, nos hacíamos los chequeos que se hacían los oficiales. Con el Ministerio del Interior también, porque ellos tenían un club y nos daban tarjetas y teníamos posibilidades para estimular a los compañeros.

Yo sí le digo que los que venían a la Fiscalía eran muy buenos jóve-nes, atentos, responsables y muy serios.

La presencia en el acto del juicio oral tenía que tener una ética, es muy importante la ética. Le decíamos a los fiscales en los consejos de dirección: lo más preciado que tiene el hombre es la libertad, no puede haber un juicio si no vas preparado, no solo la toga, lo que llevas debajo de la toga y la presencia que tengas. En todo eso insistíamos, y los jóvenes con su corbata. Fue una época muy bonita, teníamos muy buenas relaciones con todos y mucho trabajo, no había nunca un no para nada.

En el municipio no había quien limpiara. La Audiencia es un local que está hecho con mucha altura, la construcción data de 1933, la épo-ca de Machado, y las luces son muy altas. Nosotros nos quedábamos hasta tarde trabajando y perdimos mucha vista con eso, porque tenía-mos que leer mucho, hacer verificaciones, juicios, estudiar.

A veces no había con qué trabajar, ni buró ni nada, buscábamos pa-peles y bolígrafos. Algunos municipios tenían un polaquito, los famo-sos polaquitos. La provincia tenía el carro del jefe, no había vicefiscal, y los departamentos tampoco, eran los carros de piquera, creo que tres carros o algo así.

En los juicios de los años noventa, el fiscal tenía que montarse en un camión, donde mismo iban el acusado y el abogado de la defensa. Fue muy difícil la época, pero los fiscales, eso sí, fueron muy respetuosos en todo momento.

La Fiscalía General nos fue dando plazas, porque nos hacían falta más fiscales. Recuerdo que entraron siete, después ocho, y captamos a abogados de otros centros de trabajo que venían del Tribunal Militar. Los de la Universidad los investigábamos juntos, pero cuando venía uno solo también lo investigábamos, nos correspondía a nosotros entrevistarlo. Poco a poco nos fueron dando facilidades. Ya después, en 1995, nos mudamos para aquí.

La Fiscalía Municipal era chiquitica. Entonces se mudan para el lo-cal que es la Fiscalía Provincial de Villa Clara. Se fue mejorando poco a poco y se dieron recursos, se dieron carros, después todas las fiscalías tenían su carro.

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Aparte de la secretaria, tenía una oficinista o dos oficinistas, de acuerdo con el tamaño del municipio.

Cuando empecé estaba Julio Laureiro [Julio Lázaro Laureiro García] como fiscal jefe provincial. El primer fiscal, cuando se cambia la estruc-tura de la Fiscalía, era Cardet, quien estuvo hasta que empezó Julio. Es-taba viejito y se retiró.

Julio Laureiro estuvo en la época de Ladrón de Guevara en la Fis-calía General, luego empieza Burguet [René Burguet Flores], por sus-titución reglamentaria, y aquí se queda Julio Laureiro. En 1996 viene Pedro Cárdenas, que venía de Sancti Spíritus, pero era de Santa Clara, hermano de Omar Cárdenas, que también fue de la Fiscalía General.

En la época de Pedro fue cuando nos mudamos para acá, se fue ampliando más la Fiscalía, y Pedro le dio un gran impulso, porque se hicieron las casas para los fiscales. Pedro se preocupó mucho de eso.

A Pedro lo sustituyó Carlos Concepción,361 y después Marlén.37

2 La primera vicefiscal jefa fue Caridad Piquera, quien fue fundadora de la Fiscalía General en las provincias orientales. Hasta Carlos yo estuve en la Fiscalía. Luego pasé a Secretariado, que se encargaba de recibir y mantener en orden la correspondencia, su entrada y salida, mantener actualizados los registros, chequear junto con el Departamento de Con-trol de Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios, el tribunal y el Minint el tiempo de prisión provisional de las personas acusadas. Eso era muy estricto.

Los términos eran muy cuidadosos, siempre se ha sido muy celo-so con el término, y el CLEP nos ayudaba mucho. Como decía el fiscal general, Juan Escalona Reguera: «Es muy duro estar acusado en una celda de la Policía, nadie puede pasar de las setenta y dos horas». Él insistía y nosotros chequeábamos todo eso, nadie podía pasarse del término establecido.

Hicimos una jornada científica, la primera que se hizo con las fisca-lías provinciales.

Mi momento más significativo como fiscal… Es difícil, porque siem-pre le tuvimos mucho cariño a la Fiscalía, éramos como una familia y siempre hubo muy buenos momentos. Hay en algún momento incom-prensión, cualquier cosa puede haber en cualquier momento, pero siempre fueron muy buenos compañeros.

36 Carlos Raúl Concepción Rangel, actual vicefiscal general de la República.

37 Marlén Fernández Machado, primera mujer en ocupar el cargo de vicefiscal general de la República.

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Los trabajadores administrativos también tenían una ética y una responsabilidad. Recuerdo en el municipio Santa Clara —recién empe-zaba yo, estaba en el primer año— a una oficinista del municipio a la que le estaban pidiendo una información que tenía en los archivos. Ella llamó a los fiscales enseguida, una persona le estaba proponiendo que lo ayudara en algo de un proceso y ella enseguida alertó, se le llamó la atención a esa persona.

Fue una experiencia muy bonita trabajar con tantas personas jóve-nes muy buenas. Una venía de años atrás con otra formación, quizás un poco rígida por un problema de carácter, y aprendimos a adap-tarnos a cosas nuevas y entender a los jóvenes. Me marcaron mucho esos jóvenes cuando tenían confianza en mí. También me llevaba muy bien con los trabajadores mayores. Ya le digo: éramos una familia.

Mi consejo es que mantengan siempre la ética, el respeto a las per-sonas, aprendí siempre a ponerme en el lugar de ellas. El que viene a quejarse a la Fiscalía, a atención a los derechos ciudadanos, es porque ya no tiene más remedio, no tiene solución. Hay que aprender a no re-flejar la opinión que uno tiene, porque a veces se refleja en la expresión de las personas. No parcializarse, ser justo. Guardar la ética en todo momento, el respeto es muy bonito.

Tanto a los fiscales como a los trabajadores, que aprendan de los fiscales que llevan más tiempo. Es muy importante el respeto, no es que seas elegante, sino darse a respetar, que a dondequiera que vayas te respeten.

La Fiscalía, en una palabra, es difícil. Ante todo es responsabilidad a toda hora y donde quiera que estés.

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El fiscal tiene que ser siempre agudo, perseverante, analítico, profundizar en todas las cosas, porque el

trabajo de la Fiscalía es muy sensible.

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Yo era viceministro de Justicia. Fui designado fiscal general en 1986, y en 1993 terminó mi mandato, pasé a ser presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional, y se nombró como fiscal general al compañero Juan Escalona Reguera.

Haré un repaso a todas las actividades de la Fiscalía, todo lo que se hizo, en qué puse personalmente más énfasis.

Cuando fui designado fiscal había una época transicional en la Fis-calía, y lo que me dijeron fue que organizara y echara pa’lante todo el trabajo. En mi época no te daban indicaciones precisas desde el punto de vista técnico sobre qué hacer. Te daban una orientación de tipo ge-neral de la dirección del país, y pa’lante, como decimos vulgarmente, usted tiene que echar pa’lante y empezar a trabajar.

Para mí fue muy agradable llegar a la Fiscalía, fue un trabajo que siempre me gustó, me siento orgulloso de haber sido fiscal general.

La Fiscalía, de acuerdo con la Ley y con las estipulaciones, tanto constitucionales como legales, tiene una variedad de problemas que tratar, no es solamente el tema penal, hay veces que se piensa que su centro es el tema penal. El tema penal es importante, pero no es el único de la Fiscalía. Por ejemplo, los temas de control de la legalidad, de las verificaciones fiscales, al menos en mi época fueron muy importantes. Teníamos un equipo que trataba de hacer las cosas lo mejor posible, y entrar en fábricas o en industrias, en empresas, y tratar de profun-dizar lo más posible en todos los aspectos. Exponían concretamente las debilidades que muchas veces tenían las empresas estatales para el desarrollo de su trabajo.

Yo diría que aparte del tema penal que, por supuesto, siempre en la Fiscalía es uno de los principales, por no decir el principal, también el tema de las verificaciones fiscales es muy importante, porque intro-duce, a la Fiscalía como institución y a los fiscales, en los problemas más polémicos que tiene el país en un momento determinado. Tam-bién dentro de esa dirección es muy importante el tema de las quejas de la población. Por la Ley y la Constitución está establecido que la ciudadanía puede dirigirse a la Fiscalía para plantear cualquier queja de alguna violación de la legalidad o de lo que entienda que es algu-na injusticia, y que siempre, por supuesto, hay que profundizarlo para ver si verdaderamente existe o no. Esos son temas fundamentales de la Fiscalía, aparte del problema penal, después me voy a referir con más detalle al tema penal.

También es muy importante el trabajo en la Fiscalía con los establecimientos penitenciarios. Se iba mucho a las prisiones, yo

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personalmente iba a las prisiones. Había veces que, con los fiscales, visitábamos, hablábamos con los presos. No se me olvida nunca eso: mi visita concretamente a los establecimientos penitenciarios y mi conversación con los reclusos. Eso es algo muy importante, supongo que se siga haciendo en la Fiscalía. Es, diría yo, un bastión importante para que la legalidad reine dentro de los establecimientos penitenciarios, lo cual es esencial.

En Cuba todavía hay que hacer más reformas en relación con el pro-blema penitenciario, pero el papel de la Fiscalía es muy importante. No debe echarse a un lado nunca, sino al contrario: desarrollarlo.

Estos son, en mi opinión, los aspectos más importantes del trabajo de la Fiscalía: el tema penal, el control de la legalidad, las verificacio-nes fiscales, las quejas de la población y el tema penitenciario.

En cuanto a lo penal, es un tema muy complejo, porque hay una relación que a veces suele ser complicada —no sé cómo estará en los actuales momentos— con los órganos de instrucción del Ministerio del Interior. De acuerdo con la Ley y con la práctica, el Minint tiene una dirección concretamente dedicada a estos temas de las investigaciones penales y de la instrucción, y el papel de la Fiscalía es vigilar, estar al tanto, supervisar todo lo que el órgano de instrucción, ya sea de la Se-guridad del Estado o de la Policía, haga y desarrolle.

En lo referente al juicio oral, es imprescindible la presencia del fis-cal. Sin embargo, en el expediente de fase preparatoria hay veces que el fiscal, por lo menos en la época en que yo estaba, no estaba tan al tanto, y eso era negativo, se requería que verdaderamente el fiscal estu-viera bien presente en los expedientes de fase preparatoria. Tratamos por todos los medios de que el fiscal se introdujera en los problemas del expediente de fase preparatoria.

Por último, la capacitación de la Fiscalía. Siento que lo desarrolla-mos bastante y que tuvo mucho impacto en el país, no solamente en la Fiscalía, porque también empezamos a desarrollar congresos, activida-des. La Fiscalía empezó a tener toda una serie de actividades que, de una forma u otra, propiciaron la capacitación.

Empezamos a enlazarnos con el medio, sobre todo latinoamericano, empezaron a venir a Cuba muchos latinoamericanos, especialistas, crimi-nólogos, penalistas de alto nivel que llegaron en Cuba en esa época. Hasta ese momento no habían entrado, sin embargo, propiciamos que entraran. Eso no solamente fue la actividad de la Fiscalía, sino en general.

Estaba también el hecho de que yo tenía un cargo importante en la Sociedad Cubana de Ciencias Penales. Logramos desarrollar todas esas

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actividades, y entraron figuras emblemáticas del proceso y del Derecho Penal latinoamericano, estuvieron aquí y participaron con nosotros.

A pesar del tiempo, de que ya que no hago penal, pienso que lo pe-nal es el aspecto más sensible del Derecho para la Fiscalía, y no sola-mente para la Fiscalía, sino para todas las instituciones judiciales o que tienen que ver con los procesos legales en nuestro país. El proceso penal siempre es muy sensible, hay que hacerlo lo mejor posible, hay que tener un equilibrio, no abusar del uso del Derecho Penal. En esa época hubo la reforma del Código Penal, se bajaron sanciones, se eli-minaron delitos, en fin, se hicieron muchas cosas. Eso es lo que puedo contarle en lo fundamental de mis años en la Fiscalía, de lo cual me siento muy contento y muy orgulloso.

No quiero cogerme el mérito de haber traído a Cuba el Congreso de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito, pero sí tuve un papel importante. Tengo que decir que tuve apoyo; no puedo olvidar, sería injusto que lo hiciera, que en aquel momento Escalona era ministro de Justicia, y apoyó todas estas cosas. Yo, en la etapa de viceministro de Justicia, también trabajé en todas ellas.

Cuba se ganó un nivel en el mundo de las Ciencias Penales y de la justicia penal muy importante en aquella época. Diría que el eslabón más alto fue el Congreso de las Naciones Unidas.

No se puede ser un buen fiscal si usted no domina el Derecho Penal y si usted no es buen jurista. El buen fiscal tiene que dominar todos los detalles de su especialidad. Si está dedicado al proceso penal, tiene que dominar profundamente lo penal. Considero, con toda modestia, que lo penal es una de las actividades más complicadas del Derecho, que más hay que estudiar, tiene muchos vericuetos, muchas cosas que estudiar.

Siempre encontré en los fiscales un gran amor al trabajo que esta-ban haciendo, y un gran deseo de trabajar y de hacer las cosas bien, a pesar de la complicada situación que en ciertos momentos ha vivido el país. La mayoría eran jóvenes, y como jóvenes al fin, inquietos, pa’lan-te, a hacer lo que había que hacer en determinado momento.

Para mí es muy importante la independencia de la Fiscalía. La Fis-calía no puede asustarse, no puede estar mirando para al lado a ver qué le dicen. La Fiscalía tiene que seguir sus lineamientos y su conducta hacia adelante.

El mayor consejo que puedo darle a los fiscales, primero, que nun-ca dejen de estudiar, que no se crean que, porque son licenciados en Derecho o tienen una maestría, o hasta un doctorado, se puede dejar de estudiar, nunca se puede dejar de estudiar en esta profesión. Usted

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tiene que estar permanentemente estudiando, y cada caso no discutirlo ni resolverlo con ligereza, sino resolverlo acorde a los principios jurídi-cos, a la política criminal, todo país tiene su política criminal, todo país tiene una política y un momento determinado, y hacerlo así.

El fiscal tiene que ser firme en sus principios, trabajando en equipo, trabajando bajo su jefatura, eso es importante. La Fiscalía es un órga-no de jefatura, no son los tribunales. En los tribunales los jueces son totalmente independientes para decidir un caso concreto. La Fiscalía no es así, la máxima autoridad de la Fiscalía es el fiscal general de la República, y él es quien traza directivas, da orientaciones y dice cómo tienen que hacerse las cosas.

Eso quiero aclararlo, porque siempre he partido de ese principio: que la Fiscalía no tiene nada que ver con los tribunales, es otro tipo de organización, funcionan de una forma totalmente distinta, ni tiene que ver con un órgano del Estado o del Gobierno concretamente. Eso es un aspecto importante: tener una Fiscalía fuerte siempre es importante para cualquier país.

La Fiscalía en Estados Unidos es un órgano de gobierno, eso hay que tenerlo claro. Nosotros no somos un órgano de gobierno, nosotros somos un órgano del Estado. Tenemos que saber las cosas como son. El fiscal tiene que ser siempre agudo, perseverante, analítico, profundizar en todas las cosas, porque el trabajo de la Fiscalía es muy sensible.

Yo hay veces que no le veo una solución judicial a un problema y le digo a la gente: vayan a la Fiscalía, quéjense ante ella, plantéenle el problema, y generalmente la Fiscalía reacciona siempre bien y de forma adecuada. Eso es lo que puedo decir de lo que creo que debe ser la Fiscalía y que cada día espero que sea mejor.

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No se pueden perder los sueños, todo ser humano debe vivir para tener sueños y para poder, en la medida de lo posible, realizarlos. Los míos no han terminado,

pero hasta donde he soñado, en los cargos que he desempeñado y también en mi condición de mujer, la gran

mayoría los he podido realizar.

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Comencé en la Fiscalía en 1989, cuando me gradué como Licenciada en Derecho. Cumplo veintiocho años en la institución. Me gradúo en la Universidad de La Habana y comienzo a ejercer como fiscal municipal, en Caimito, que era mi municipio de residencia, en la entonces pro-vincia de La Habana, un municipio con una población de unos treinta y ocho mil habitantes. Su Fiscalía tenía una plantilla acorde a su di-mensión territorial, éramos tres fiscales, dentro de ellos un fiscal jefe municipal, y tres de personal auxiliar, entre ellos una secretaria, un oficinista y una auxiliar.

Las condiciones de trabajo eran mínimas, era una Fiscalía muy pe-queña, una casita prefabricada concebida como una casa de familia, con dos habitaciones y, por lo tanto, tenía solo dos oficinas con privaci-dad. El resto era un lobby con una pequeña cocina, algo muy elemen-tal. Tenía un mobiliario muy sencillo y no disponíamos de máquinas computadoras, solo de dos máquinas de escribir que tenían bastantes dificultades de funcionamiento y que nos sometían a rigores bastan-te habituales, porque cuando había que mecanografiar conclusiones o tesis acusatorias extensas de un significativo número de acusados, cuántas copias había que hacer. Si se equivocaba la persona que estaba tecleando, había que retomar todo de nuevo.

Las condiciones eran mínimas. Había un refrigerador, éramos pri-vilegiados por tener en aquella época uno, teníamos burós con difi-cultades. Pero así desarrollamos nuestro trabajo, era un colectivo que recuerdo con mucho cariño, porque era muy unido, todas mujeres, aunque después, más o menos a los tres años de yo estar ejerciendo, se incorporó un fiscal hombre, y entonces el colectivo fue un poquito más diverso, pero seguimos con la misma unidad y con las mismas ganas de aportarle a la institución, porque éramos un colectivo muy trabajador.

A pesar de que nuestra plantilla en determinas épocas —yo diría que más tiempo del que estuve allí— no se mantenía completa, casi siempre estábamos el fiscal jefe y un fiscal. Posteriormente, cuando me nombraron fiscal jefe, estuve casi dos años ejerciendo sola, pero a pesar de eso, los que estábamos físicamente asumíamos las funciones dispuestas en aquel momento para la Fiscalía. Teníamos la promoción y el ejercicio de la acción penal pública: controlábamos, despachába-mos y hacíamos los juicios de los expedientes de fase preparatoria y las denuncias que se radicaban, atendíamos a la ciudadanía y tramitá-bamos las reclamaciones que se derivaban de eso. También represen-tábamos al Estado en los procesos civiles, que era en donde éramos demandados como fiscales. Hacíamos, además, todas las investigacio-

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nes, recuérdese que en aquel momento no existía la figura del asistente fiscal, que hoy aporta tanto en materia de apoyar al fiscal, no solo en la documentación con la que se van diligenciando los expedientes y todo tipo de actuaciones, sino también en las investigaciones que hoy, por ejemplo, asumen en muchos casos los asistentes fiscales. Casi todo eso lo hacíamos los propios fiscales.

Casi ninguna Fiscalía Municipal en aquella época disponía de me-dios de transporte. Lo primero que tuvimos fue una moto, muy sencilla, que nos ayudó a cubrir un grupo de funciones, mejoramos un poco.

También realizamos verificaciones fiscales a las entidades en todo el territorio del municipio. Recibíamos información previa y se plani-ficaban, lógicamente, desde el órgano central, la provincia, y así las asumíamos. Además, controlábamos la legalidad en las celdas de la estación de Policía, en los llamados calabozos y en los campamentos que estaban situados en el territorio del municipio. En este territorio no había centros penitenciarios cerrados, posteriormente se diseñaron las visitas a los centros penitenciarios, conformadas por grupos de trabajo, y comenzamos también a participar en estas visitas.

En esencia, esas eran las funciones fundamentales, de ellas se derivaban también un grupo de acciones. Antes de que se iniciara el periodo especial, todos los fiscales en la provincia de La Habana, para participar en el juicio oral, nos trasladábamos al Tribunal Provincial, que estaba ubicado en la calle 100 esquina a 33, municipio Marianao.

Recordemos que de la provincia, a pesar de que tenía un territorio muy extenso, la mayoría, yo diría que prácticamente todas las sedes de los organismos provinciales, se encontraban en el territorio de la capital, en aquel entonces Ciudad de La Habana. Los fiscales, desde todos los puntos de la provincia La Habana, veníamos hasta el Tribunal Provincial en Marianao.

Llegado el periodo especial y, como todos sabemos, las dificultades de transporte que comenzaron a presentarse, el tribunal adoptó, como estructura, el diseño de determinadas salas en los territorios para faci-litarnos, no solo a las partes, sino también a la población, la participa-ción en los juicios orales.

Asistíamos a los juicios que se nos notificaban en cinco municipios, y todo eso lo hacíamos los fiscales sin medios de transporte. Nos tras-ladábamos como mismo lo hacía la población, en condiciones bastante difíciles. Muchas veces terminábamos a las once de la noche, hubo oca-siones en las que tuvimos que quedarnos de un día para otro, porque no había ya en qué salir.

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No teníamos la dieta de la que hoy disponemos cuando tenemos que trasladarnos. En ocasiones, teníamos que terminar toda la jorna-da de juicio oral sin haber probado alimento alguno, unas veces porque no se disponía de tiempo y otras porque usted salía y no encontraba alimento. Así, en esas condiciones, realizamos siempre todas nuestras funciones, especialmente esta digna representación que ostenta el fiscal cuando sostiene la acción penal y pública en representación del Estado.

Comencé en mi propio municipio de residencia, a diferencia de otros compañeros a los que les resultó difícil trabajar en su mismo municipio, no tengo esa experiencia. La relación con la población todavía hoy la dis-fruto, porque a pesar de que ya no resido en ese municipio, las personas de los veintidós asentamientos poblacionales que tiene este territorio todavía una pasa y la reconocen, y eso es muy gratificante.

Ejercí como fiscal municipal durante cuatro años, y en el quinto soy nombrada fiscal jefe municipal de este territorio, ejercí las funciones de fiscal jefe durante cinco años. Es decir, que contando todo el periodo, estuve nueve años ejerciendo las funciones de los fiscales municipa-les, porque a pesar de que estaba nombrada fiscal jefe municipal, en muchas ocasiones tenía que ejecutar tareas porque la plantilla de la Fiscalía no estaba completa, y si tenía un solo fiscal, nos distribuíamos las funciones para poder abarcarlas en lo posible, hasta donde uno pu-diera, y hacerlo con la mejor calidad posible.

Ya cuando llevaba nueve años en el territorio, dentro de ellos cinco como fiscal jefe municipal, soy nombrada fiscal jefe del Departamen-to de Protección de los Derechos Ciudadanos de la entonces Fiscalía Provincial de La Habana. Su sede estaba ubicada en 5ta. esquina a 34, Miramar, recorría diariamente más o menos treinta kilómetros. Se me asignó un auto marca Polski que estaba en muy malas condiciones, y a pesar de pasar mucho trabajo, podía llegar hasta la capital y trasla-darme, porque el departamento tenía funciones metodológicas que se realizaban en diecinueve municipios, y los entonces jefes de departa-mentos teníamos que cumplir esas funciones metodológicas.

Ostenté la dirección de este departamento durante ocho años, y con posterioridad fui nombrada vicefiscal jefe provincial de la entonces Fisca-lía Provincial de La Habana. El fiscal provincial era Edward Robert Camp-bell. Atendía las funciones que me eran asignadas por delegación del fiscal jefe en todo el territorio del oeste de la provincia, diez municipios.

En el 2010, pasados dos años, se decide multiplicar esta gran pro-vincia, porque era bastante engorrosa para el funcionamiento general del Gobierno y de las funciones que desempeñábamos todos los cua-

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dros en un territorio tan extenso. Aunque se toma la decisión en el 2010, la provincia se funda en el 2011.

Puedo decirle como anécdota que ya desde septiembre de 2010 nos trasladamos de manera permanente al territorio de lo que después se constituyó como provincia Artemisa, especialmente en el municipio Artemisa. Por supuesto, no teníamos una sede provincial, porque to-das las sedes provinciales de los organismos de la provincia La Habana estaban en el territorio de la capital. La primera tarea que se nos asignó fue comenzar a construir, reconstruir en algunos casos, las sedes provin-ciales de todos los organismos. Además, había que comenzar a captar todo el personal, en eso prácticamente estábamos en cero. Cuando se definió cuáles fiscales íbamos a trasladarnos hasta esta provincia, de los que trabajamos en aquel momento en la sede provincial de La Habana —eso también llevaba un acomodo del personal por la zona de residen-cia—, yo me traslado. Contándome a mí, éramos seis fiscales, llevábamos la experiencia de las sedes provinciales, lógicamente muy insuficiente, había que hacer un trabajo fuerte de definición, de selección del perso-nal que iba a ser nombrado en los cargos, fundamentalmente de jefes de departamento y de fiscales provinciales, para poder empezar a desplegar toda la labor en la provincia que iba ser fundada con once municipios.

Artemisa se funda con ocho municipios de la entonces provincia La Habana y tres municipios de la provincia de Pinar del Río: Bahía Honda, San Cristóbal y Candelaria. En ese periodo, entre septiembre de 2010 y diciembre de 2011, comenzamos a recorrer todo este territorio para empezar a conocer el personal de los municipios.

Recuerdo que en el mes de octubre se hizo lo que después se ofi-cializó como la entrega de las actividades de contabilidad, de cua-dros, de economía, para poder hacer una selección de los medios de transporte que iban a pasar, el presupuesto que se nos iba a asignar, actividades que no podían esperar por la fundación de la provincia.

Se nos asignó una casa de familia que había sido de un médico y es-taba prácticamente sobre sus cimientos, paredes y placas en muy mal estado, de dos plantas, una casa pequeña que hacía esquina en una ave-nida céntrica de lo que iba a ser la ciudad en el futuro. Fue la sede que tuvimos que reconstruir. A la arquitecta que trabajó con nosotros en el diseño tuvimos que graficarle todas las estructuras de los departamentos que tiene una sede provincial, comedor y locales de apoyo, para que a partir de ahí elaborara el plano.

Casi todo eso lo hicimos de conjunto. La ayudamos a medir aquel lo-cal, y fue increíble cómo de aquello que era una cosa muy sencilla, ella

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pudo hacer lo que en principio podría ser la sede provincial. Nosotros soñamos y ella hizo realidad nuestros sueños.

Llegó el 6 de enero, el día en el que se funda la provincia en el 2011, y en esas condiciones no podíamos empezar. El Gobierno nos asignó una casona de paredes de mampostería, techo de teja, que se mojaba por casi todas partes, un poco amplia, situada en una céntrica avenida. Allí, con un solo teléfono fijo, seis fiscales con experiencia de la antigua provincia, ya se habían nombrado fiscales provinciales, jefes de departamentos que, fundamentalmente, provenían de las provincias La Habana y Pinar del Río, hasta ese momento se habían desempeñado como fiscales jefes municipales, fueron nombrados jefes de departamentos.

En esa casona comenzamos a trabajar más de sesenta personas, con un solo baño, sin comedor. Se nos ubicó en uno pequeño que tenía el Gobierno y ahí fue donde pudimos hacer las primeras coordinaciones para que el personal pudiera alimentarse. Al mismo tiempo, iniciamos las funciones que tiene una sede provincial y le dimos un seguimiento diario, permanente, día y noche, a la casa donde estábamos constru-yendo esa Fiscalía.

Los trabajadores que conformaban el cuerpo de seguridad fueron, por tanto, asignados a la sede que se estaba construyendo, y los traba-jadores de la Fiscalía hacíamos las funciones de seguridad de día y de noche en esta casona donde se nos había ubicado, porque aquí estaban ya todas las computadoras, los medios más valiosos, porque la Fiscalía disponía de mobiliario, de ventiladores, de aires acondicionados. Todo estaba abarrotado en esa casa, y además todo el personal, hay que ima-ginarse las condiciones en que trabajábamos. Cuando llovía teníamos que tapar todo con nailon.

La ciudad tenía muchas dificultades con el agua, venía un día sí y un día no. Cuando no había, eran más de sesenta personas con un solo baño, había que cruzar la avenida para que los vecinos nos facili-taran cubos de agua, para poder al menos, cada dos horas, descargar el baño, porque si no, no había condiciones para poder desarrollar el trabajo en un lugar tan estrecho.

Las funciones de Atención a la Ciudadanía las realizábamos en el pa-tio de aquella casona, que no tenía techo, era cementado, también tenía un banquito de cemento ahí un poco improvisado. El fiscal se sentaba en un banquito, y la persona que era atendida se sentaba en el otro. Ahí, con un libro de atención a la población sobre las piernas, se atendía a la población. La ciudadanía que estaba esperando la sentábamos en el

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portal de la casona, donde pusimos la famosa bancada negra, atrave-saba todo el local hasta llegar al patio, en la medida que eran llamados los ciudadanos. Eran atendidos por el fiscal, que se desempeñaba en el entonces Departamento de Protección de los Derechos Ciudadanos.

En esas condiciones trabajamos desde enero. El 4 de abril de 2011 nos mudamos a la sede provincial, que no estaba concluida. Iniciamos la construcción de tres plantas en el patio de un edificio, como ya existe hoy, para poder ubicar en él las llamadas especialidades técnicas. En el futuro inmediato iban a permanecer en la casa central la dirección y todos los demás departamentos que son conocidos como transversales a la actividad y a la función fiscal.

Ese 4 de abril nos sentimos todos felices, porque ya disponíamos de baño con mejores condiciones, de pantry, de un comedor. Nos agrupa-mos en esa oficina, todavía con bastante hacinamiento, pero en mejo-res condiciones. Culminaron las famosas guardias que teníamos que asumir, tanto de día como de noche, en la antigua casona.

Haciendo justicia, tengo que decir, porque recuerdo con mucho cariño a todos mis compañeros, que los hombres asumían las noches, para que las mujeres pudieran hacer la guardia de día, fueron muchos meses los hombres rotándose, y la única facilidad que teníamos era que el hombre que terminaba en la noche, al otro día se liberaba, des-pués de haber trabajado todo un día y hacer una noche de guardia. Ha-bía compañeros que todas las semanas les correspondía una guardia, y era bastante difícil.

La provincia disponía en aquel momento de unos seis medios de transporte, que en los municipios no existían. Con esos, además de hacer la actividad metodológica, también se trasladaba diariamente todo el personal de la sede provincial que residía en los municipios; porque también, como una tarea priorizada indicada por el fiscal general, hubo que comenzar el diseño, el proyecto de las primeras viviendas que se iban a construir en la entonces incipiente ciudad Artemisa, para que los cuadros fundamentales de dirección pudieran residir en este territorio y no tener que estar trasladándose.

Con esos seis carritos también cubríamos el traslado de los fisca-les que tenían que participar en los juicios orales en el Tribunal Pro-vincial, que comenzó también a radicar en el territorio del municipio cabecera de la provincia.

Siempre que los juicios culminaran después de las cinco de la tarde se asignaba un medio de transporte de guardia para esperar al último fiscal y trasladarlo hasta su domicilio.

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La compañera María Caridad Pérez Rodríguez ejercía anteriormente el cargo de vicefiscal jefe provincial, en el año 2010. La Fiscalía Provin-cial de La Habana tenía nombrados dos vicefiscales, la conocida cari-ñosamente por Cary Pérez y la que te habla.

Cuando se fundan las dos provincias, en la Fiscalía de Mayabeque fue nombrado fiscal jefe Edward Robert Campbell, que hasta el 2010 se desempeñó como fiscal jefe de la provincia de La Habana. A mí se me asignó la función de fiscal jefe provincial de Artemisa. En ese cargo estuve desde que se fundó la provincia. De mi casa a la sede provincial habían sesenta y siete kilómetros, y hacía ese recorrido dos veces al día. Muchas veces, cuando llegaba, para cumplir el plan de trabajo y los ri-gores del cargo, me trasladaba hacia cualquiera de los once municipios de la provincia.

A pesar de todos esos esfuerzos, recuerdo ese periodo como una de las mejores etapas de mi vida como fiscal. Recuerdo con extraordinario cariño a todos los trabajadores, desde los fiscales hasta el último per-sonal auxiliar.

Trabajé en Artemisa hasta el mes de abril de 2012, estuve menos de dos años cumpliendo esas funciones. Soy nombrada fiscal jefa de la Di-rección de Procesos Penales de la Fiscalía General de la República. En ese cargo me desempeñé durante aproximadamente cuatro años y me-dio. Fue un tremendo reto para mí asumir esa dirección, una de las más complejas que tiene la Fiscalía General. Requirió, en lo personal, mucho esfuerzo, mucho sacrificio también de la familia, para poder asumir es-tas nuevas funciones.

Todos los fiscales que hemos trabajado durante años en la institución recordamos como punto de inflexión —lo recuerda así el secretario del Consejo de Estado Homero Acosta Álvarez— la rendición de cuentas del fiscal general Escalona a la Asamblea Nacional del Poder Popular. El actual presidente de los Consejos de Estado y de Ministros38

1 dijo algo que para nosotros se convirtió en una frase muy recordada: «Hacer justicia para la justicia».

Se refería fundamentalmente a eso: dignificar a estos órganos del Estado, tanto la Fiscalía como los tribunales. Crear mejores condicio-nes de vida para facilitar el cumplimiento de nuestras funciones.

No puedo decir que antes no éramos priorizados por la dirección del país, pero a partir de este momento los órganos, tanto de la Fiscalía

38 En el momento de la entrevista el general de Ejército Raúl Castro Ruz ocupaba este cargo.

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como de los tribunales, fueron muy potenciados en sus presupuestos, con gran esfuerzo también, y eso permitió proveer, desde las sedes mu-nicipales y hasta el órgano central, de condiciones a las que por lo me-nos en aquel momento se podía aspirar, dotarlos de un mobiliario que tuviera confort.

Se comenzaron tareas de inversión o de reparación de las sedes municipales y provinciales, y del órgano central, de manera que las condiciones de trabajo se fueron transformando paulatinamente.

Todos los fiscales cuentan hoy con una máquina computadora. Te-nemos un número significativo de medios de impresión. Disponemos también de laptop, que hacen más fácil el trabajo cuando uno tiene que trasladarse para determinadas funciones. Se dispone de medios informáticos y de comunicación suficientes.

También en materia de la telefonía fija y la telefonía celular, la Fiscalía ha sido muy beneficiada. Por supuesto, los teléfonos celula-res han sido asignados a los cargos fundamentales de dirección, pero poco a poco un grupo grande de fiscales jefes municipales disponen de este medio, que facilita el desarrollo de las funciones, no solo desde los cargos superiores de dirección hacia los cargos inferiores, sino para el propio fiscal jefe municipal, que tiene que estar constantemente in-formado de la situación del territorio, para poder desempeñar mejor la dirección de la actividad fiscal.

Los cambios son extraordinarios, y eso como es lógico influye en la permanencia de nuestro personal, en que pueda realizar su labor de una manera más cómoda, con menos trabajo que el que en su momento nosotros tuvimos que pasar. Los que comenzaron en estas funciones mucho antes que nosotros se sometieron a condiciones más difíciles y lo realizaron de manera muy digna.

Tenemos fiscales que se han jubilado en la Fiscalía, de los que hoy todos estamos orgullosos de escuchar sus experiencias desde que son fundadores de la Fiscalía, son extraordinarias. Nosotros pasamos un poquito menos trabajo y estamos muy orgullosos de que los fiscales que hoy entran a nuestra institución puedan disponer de esas condi-ciones para realizar mejor esta función, que requiere un compromiso social muy alto y que somete a la familia a determinados rigores, a los que no están sometidos, como es lógico, todos los ciudadanos y profe-sionales del país.

Es conocido que la Fiscalía, a partir de las propias recomendacio-nes que hizo el fiscal general a la Asamblea Nacional —en definitiva, al pueblo de Cuba— en la rendición de cuentas de 2011, inicia el proceso

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de perfeccionamiento del órgano, un proceso que es continuo, o sea, que no se paraliza por haberse creado determinadas estructuras. A par-tir de las facultades que tiene el fiscal general en la Ley de la Fiscalía, es un proceso que va a estar también en un continuo perfeccionamiento. Ha permitido que el fiscal general haya creado determinadas estruc-turas que hoy son conocidas como direcciones y departamentos inde-pendientes, entre ellas la Dirección de Información y Análisis (DIA). En el cargo de fiscal jefe de la DIA, que actualmente desempeño, soy nombrada en el mes de julio de 2016. Es para mí una grata experiencia.

Esta dirección es transversal a la actividad fiscal y al resto de las direcciones, porque tiene a su cargo la gestión de la información y del análisis que se realiza en la Fiscalía General. Por tanto, gestiona la información que surge desde las sedes municipales, provinciales y el propio órgano central. Está compuesta por dos departamentos, el de Información y el de Análisis. En los departamentos trabajan varios fiscales y personal de apoyo, un asistente fiscal, secretarias y especialistas de otras ciencias. Hoy físicamente tenemos especialistas de las ciencias de la información, que han venido a complementar el trabajo de la actividad fiscal, con todas las potencialidades que esta carrera les permite; han contribuido mucho al trabajo que desarrolla la dirección.

Como mujer, la Fiscalía me ha dotado de herramientas que también han mejorado mi ejercicio en función del género, me ha dado una res-ponsabilidad ante la vida. Cuando era estudiante de Derecho no me podía representar, me ha dado una responsabilidad ante mi familia, un conocimiento de los derechos y de los deberes que tengo ante la familia.

Esto, por supuesto, me ha fortalecido como ser humano y me ha dado infinitas gratificaciones, momentos felices y otros que no han sido tan felices, porque es conocida que la actividad fiscal requiere de un alto rigor profesional y eso, lógicamente, influye en que uno tenga que estar constantemente preparándose, destinando tiempo de la vida a ese ejercicio profesional y menos tiempo a la vida familiar y a la reali-zación como mujer en otras esferas.

Las mujeres que nos desempeñamos en la Fiscalía sabemos que parte de nuestra vida está destinada al desempeño de esta función, y eso limita la realización personal que a veces quisiéramos. Eso forma parte también del compromiso con la institución, y de lo que para mí es gratificante en la vida.

Como cuadro de dirección también nos somete, en especial a las mujeres, a determinados rigores. A veces a los hombres les es un po-quito más fácil. Como cuadro de dirección uno está encargado de la

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dirección de determinadas unidades organizativas. Yo he pasado por los distintos niveles de dirección que tiene la institución. Como es ló-gico, en el nivel municipal los rigores son un poquito menores. El ri-gor como cuadro de estas direcciones requiere de más tiempo, de más responsabilidad, de mayor organización, de mayor disciplina y de un fortalecimiento del carácter, pero sin perder la ternura como mujer. El cuadro de dirección no puede perder la delicadeza, la sensibilidad con los compañeros y con la ciudadanía.

No se pueden perder los sueños. Todo ser humano debe vivir para tener sueños y para poder, en la medida de lo posible, realizar esos sueños. Mis sueños no han terminado, pero hasta donde he soñado, en los cargos que he desempeñado y también en mi condición de mujer, la gran mayoría los he podido realizar.

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Comprendí que se trataba de una tarea como todas en la Fiscalía, que requería de mucha profesionalidad y ética

para lograr respeto y autoridad sin autoritarismo ni altivez, con sencillez y humildad.

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Me gradué de Licenciada en Derecho en 1989 en la Universidad Central de Las Villas. Haber alcanzado Título de Oro me permitió elegir el lugar donde me iría a desempeñar como profesional. Desde entonces mi vocación de ser fiscal, por considerar que es una de las ramas de mayor aplicación del Derecho, me facilitó tomar la decisión, y el 1ro. de septiembre de ese año me incorporé a las honrosas filas de fiscales de la provincia de Sancti Spíritus, hasta la fecha, veintiocho años para ser más exacta.

Mi trayectoria en la Fiscalía la puedo dividir en tres etapas: en la especialidad de Procesos Penales, en la de Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios y en la de Formación y Desarro-llo, donde me desempeño actualmente.

Una vez graduada fui ubicada en la Fiscalía Municipal de Jatiboni-co, recuerdo que fue un lunes, y el jueves siguiente fue mi primer juicio. Si bien trabajé la esfera civil, la actividad principal fue el proceso penal.

No obstante, el pequeño colectivo de trabajo que, por demás, éra-mos como familia, desempeñábamos cualquier tarea por difícil que esta fuera. No olvido los recorridos nocturnos por las vaquerías y otras entidades para evaluar causas y condiciones de hechos delictivos. Para poder cumplir con esta tarea, realizada generalmente de madrugada, nos quedábamos a dormir en las casas de los compañeros de trabajo que, gentilmente y con mucho cariño, nos brindaban sus hogares, pues a esa hora no había transporte en el que pudiera regresar a mi casa. Así, al día siguiente, continuaba la jornada.

Eran tiempos muy distintos a los actuales, no existían las compu-tadoras, y los pliegos acusatorios se hacían en máquinas de escribir con papel carbón, por lo que había que tener extremo cuidado para no cometer errores a la hora de redactar las conclusiones provisionales y no tener que comenzar a teclear todo de nuevo.

Los procesos penales me hicieron crecer profesionalmente. Siempre tuve claridad de la necesidad de la autopreparación constante, pues las decisiones que se toman al respecto, en cualquiera de los trámites del proceso penal, inciden en dos de los derechos fundamentales del ser humano: la vida y la libertad. Es por ello que todo juicio oral en el que participé estuvo precedido de un estudio del caso, la doctrina y la jurisprudencia, lo que hacía generalmente en horario nocturno en mi domicilio, luego de concluidas las labores domésticas.

Hay muchas historias que por razón de tiempo son imposibles de contar y otras que se han olvidado, pero hay algunas que marcan para siempre, y esas sí las voy a compartir con ustedes. Recuerdo un juicio

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por el delito de estrago; como resultado de este se había incendiado un remolque de caña. Aparentemente todo estaba probado, y de buenas a primeras en el acto del juicio oral resultó contradictorio el croquis reali-zado por el instructor, lo que tenía incidencia directa en la calificación. El tribunal decretó una sumaria instrucción suplementaria.

Para dar respuesta a lo indicado por el tribunal, muy dispuesta acu-dí con el instructor al lugar del hecho; se trataba de un sitio muy intrin-cado, por lo que fuimos en un jeep de la Policía, de esos todoterrenos, el que nos permitió llegar hasta un punto del camino, pues el fango daba prácticamente a la rodilla. Nos bajamos y nos estaba esperando un campesino en un caballo sin montura, o sea, con el saco que se le dice basto.

El campesino, con toda sinceridad, nos dice que todavía faltaba para llegar más de un kilómetro. La forma de hacerlo era en el único caballo que había. Todos me miraron para que yo tomara la decisión, recuer-den que estamos hablando de una muchacha de 23 años. Quizás pudie-ron pensar que le pediría al instructor que fuera él por ser hombre, pero sin pensarlo dos veces les dije: «Voy yo sin problema». La pregunta, casi a coro, fue: «¿Y usted sabe montar a caballo?». Respuesta instantánea: «Claro que sí». Lo que ellos no sabían era que jamás en mi vida lo había hecho, pero no fue necesario decirlo, pues no hice más que montarme y el animal comenzó a brincar y yo casi caigo en el pantano.

Ante esta situación, vuelve la pregunta: «¿Qué hacemos?». Y yo: «Ya dije que iba», y acto seguido le indiqué al campesino que se montara conmigo. Podrán imaginar la escena, pero lo importante era cumplir la tarea. En el lugar pude comprobar por mí misma dónde estaba el error, subsanarlo y presentar un material probatorio de calidad, y así evitar la impunidad del hecho.

Recuerdo también que un día —eran aproximadamente las seis de la tarde— se recibe una llamada de la unidad de la Policía Nacional Revolucionaria, necesitaban un fiscal para ir adonde había ocurrido un delito de hurto y sacrificio, fui la designada. Ya en el lugar —por cierto, en pleno monte—, e iniciada la tarea, observo en el suelo un recorte de papel periódico y les indico que lo ocupen. Los presentes dudaron de la necesidad de ello, pues a simple vista no tenía ninguna evidencia.

Hasta ese momento el hecho estaba sin autores conocidos. Al trans-currir los días detienen a una persona y, al realizar el registro domici-liario, ocupan un cuchillo, que al ser peritado no arrojó prueba alguna. Sin embargo, estaba envuelto en un periódico que, cuando se peritó con el encontrado en el lugar del hecho, coincidió del todo por sus par-

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tes. Esa experiencia vivida de forma personal me permitió ejercer la ac-ción penal con mucha seguridad.

En ese municipio tengo recuerdos muy lindos: allí salí embarazada de mi primer hijo, y a pesar de los beneficios de nuestra legislación para las embarazadas, que les permite el cobro de los días por motivo de las consultas mensuales, decidí no acogerme a ello, y en lugar de atenderme por el médico del lugar de residencia [Sancti Spíritus], lo hacía en el propio Jatibonico, para no dejar de trabajar. Nadie me inculcó que actuara de esa manera, por lo que al cabo de los años valoro esa acción como una gran responsabilidad incorporada a pesar de la juventud.

El municipio de Jatibonico se encuentra a treinta kilómetros de la cabecera provincial, lugar donde residía. Por supuesto que tenía que viajar diariamente y sin transporte, lo que se agudizó al año siguiente y los sucesivos con la llegada del periodo especial.

En esa situación hice todo mi embarazo sin faltar ni un día al tra-bajo, hasta que llegó la licencia de maternidad. Me tenía que montar lo mismo en una carreta que en un camión. Ahora me pongo en lugar de aquellos choferes que, atemorizados, decían: «Muchacha, no te puedes subir en ese estado», y ante mi insistencia alegaban: «Pues no me responsabilizo».

Al respecto, reflexiono que nunca me sentí sola en esas aventuras, pues siempre tenía al lado a algún compañero de trabajo, ya sea Pavel o Barbarita, dos colegas espirituanos que junto a mí se enfrentaban dia-riamente a esa odisea para cumplir con el deber.

Penalista fui hasta el año 1995, y aquí les narro mi segunda etapa. El fiscal jefe provincial de Sancti Spíritus, en aquella etapa Francisco Chávez, me informa que ya estaba en condiciones de ser promovida para la Fiscalía Provincial, que sabía de mis condiciones como pena-lista, pero en ese momento no había plaza vacante en el Departamen-to de Procesos Penales, por lo que provisionalmente me ubicaría en el Departamento de Control de la Legalidad en los Establecimientos Penitenciarios (CLEP).

En aquel entonces el CLEP no era el de ahora, todo era compar-timentado y centralizado en el departamento, o sea, los municipios no tenían incidencia en esa esfera, que por demás no formaba parte del plan de estudio de la carrera. Someramente se toca algo en la asignatura de Procesal Penal, en la parte de ejecución de la pena, eso les da la medida que de esa especialidad no tenía ni el más mí-nimo conocimiento.

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De Pulido [fiscal espirituano] aprendí las primeras lecciones del CLEP y comprendí que se trataba de una tarea como todas en la Fis-calía, que requería de mucha profesionalidad y ética para lograr el respeto y autoridad de las diferentes líneas del Minint con las que se interactúa, sin autoritarismo ni altivez y sí con sencillez y humildad. La autopreparación para alcanzar el dominio de mi trabajo y demostrarlo fue la clave para ello.

El CLEP es una especialidad dura, por el medio en que se realiza el trabajo. No es detrás de un buró, sino en los locales de detenidos y en los centros penitenciarios; no en las oficinas de los jefes haciendo tra-bajo de protocolo, sino en contacto directo con los privados de libertad. A pesar de ello, asumí la tarea con mucha entrega y comencé a actuar como consideraba debía lograrse la efectividad del trabajo fiscal. Lo confieso: me fui enamorando de esa especialidad, hasta convertirme en una apasionada.

El CLEP me hizo crecer como persona y como dirigente. En el 2001 asumí la jefatura del departamento, hasta el 2002, en que fui promovi-da para la Fiscalía General. En el 2003 asumí la jefatura de la Dirección por sustitución reglamentaria, y en el 2004 fui nombrada fiscal jefe de la Dirección de CLEP, tarea que desarrollé durante doce años y que nun-ca antes había sido realizada por una mujer.

Las escenas vividas dentro de una cárcel no se olvidan, como tam-poco se olvida lo gratificante que resulta palpar cada día el resultado del trabajo, cómo se logra el restablecimiento de la legalidad por el accionar fiscal y, con ello, el respeto de los derechos de los privados de libertad.

La idea de concebir un estudio temático a nivel de país para evaluar el cobro de la responsabilidad civil a los sancionados permitió identificar las fisuras de los mecanismos establecidos. Las medidas adoptadas a partir de entonces lograron revertir la situación, evitar la impunidad y, lo más importante, lograr la indemnización a los perjudicados. Este fue un aporte que me queda con mucha satisfacción, como otros que por el estilo motivaron la emisión de resoluciones judiciales por el Tribunal Supremo Popular, como el estudio de la aplicación de las sanciones conjuntas y el del cumplimiento de la sanción accesoria de prohibición del ejercicio de una profesión, cargo u oficio en los delitos asociados a la corrupción.

La profesionalidad demostrada durante todos esos años puso en mí altísimas responsabilidades que considero trascendentales en mi carrera, algunas de las cuales les contaré.

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Durante todos estos años participé activamente, de conjunto con el Ministerio de Relaciones Exteriores, en la elaboración de los informes de Cuba ante los mecanismos internacionales. El colofón desde el pun-to de vista técnico-profesional fue en los años 2011 y 2012, cuando fui designada para formar parte de la comisión de expertos que presenta-ría los informes de Cuba ante el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) y ante el Comité Contra la Tortura y otros tratos crueles inhumanos y degradantes (CAT), en Ginebra, Suiza.

Fueron jornadas muy intensas, en las que presentar el informe por cada participante no era el problema, sino la preparación técnica que debe tenerse para lograr una capacidad de respuesta instantánea ante las múltiples preguntas que se le realizan al país que se está examinan-do, o sea, nosotros, tanto por los miembros del Comité como por los par-ticipantes, integrantes de organizaciones no gubernamentales.

Aunque en ambas ocasiones uno siente gran satisfacción por la confianza depositada en la Fiscalía y en su persona, el 2012 marcó un clímax, pues por primera vez en la historia, ante mecanismos internacionales de control de esta naturaleza, Cuba, como país, desclasificó la cifra de personas privadas de libertad, lógicamente por indicación de la dirección del país.

Tuve el honor de ser designada para ofrecer esa información duran-te mi intervención, a la que además le puse el extra en cuanto a entona-ción, pues sabíamos que el auditorio no esperaba esa declaración y ya estaba preparada la recomendación por la secretividad. Créanme que me sentí la persona más importante del mundo en ese momento, y creo no haber defraudado ni a mi institución ni a mi país.

En los años 2011 y 2015, junto a un grupo reducido de funcionarios, fui designada para el diseño, organización y ejecución de los procesos de indultos que se gestaron esos años por indicación del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, al amparo de lo establecido en el artículo 90 de la Constitución de la República.

No teníamos antecedentes de ese «derecho de gracia», como se co-noce legalmente, y hubo que acudir a legislaciones tan remotas como la Ley de Indulto del año 1919, que, para sorpresa nuestra, a pesar de los años, no había sido derogada.

Fue un proceso muy riguroso, de compromiso, muy compartimen-tado, de un alto sacrificio, consagración, sentido del deber y la res-ponsabilidad. Se trabajaba con canteras de sancionados muy amplias. El trabajo era minucioso, para evitar errores legales y de justicia. Las

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sesiones de trabajo eran ininterrumpidas, teníamos una fecha tope para entregar los resultados a la dirección de país. El descanso solo era para alimentarse y asearse. Recuerdo un día en que terminamos a las cinco de la madrugada y el tiempo que teníamos para ir a casa y bañarnos era de cuatro horas, pues a las diez de la mañana se reanu-daba el trabajo.

La decisión soberana y justa del Consejo de Estado permitió indultar total y definitivamente a 2 900 sancionados en el 2011 y 3 522 en el 2015. El resultado del proceso fue exitoso, en lo que incidió la ética, discreción y profesionalidad de los que participamos. Atendiendo a ello, fui condecorada con la medalla Servicio Distinguido en el Ministerio del Interior, la que dedico a la Fiscalía, por ser el centro al que le debo la formación que marca mi actuación cotidiana.

Debo también a la institución de la que formo parte las posibili-dades de superación, a lo que hay que ponerle, claro está, el esfuerzo personal. Soy máster en Derecho y Globalización, título otorgado por la Universidad de Girona, España, en el 2005. También he cursado varios diplomados y cursos, tanto en Cuba como en otros países, en temas penales, penitenciarios y de dirección, lo que ha favorecido mi desarrollo profesional.

He ejercido como profesora de la asignatura Derecho Procesal Penal en el curso regular diurno. Las muestras de gratitud recibidas por los alumnos en ese entonces también las guardo como un bonito recuerdo.

De igual forma, he sido parte de los grupos de trabajo encargados de la elaboración de las normas jurídicas, contribuyendo así al perfeccio-namiento legislativo del país.

Como parte del proceso de perfeccionamiento de estructura y com-posición de la Fiscalía General, en el año 2015 fui nombrada fiscal jefe de la Dirección de Formación y Desarrollo. Se trata de un cargo de ma-yor complejidad, una nueva estructura organizativa devenida de la an-terior Dirección de Cuadros y Capacitación. Tengo la satisfacción de ser su fundadora, al igual que el resto del colectivo que en la actualidad me acompaña en esta nueva misión, dirigida a perfeccionar y elevar la preparación del personal en aras de la calidad del ejercicio de la profe-sión, de lo que ya se advierten resultados, no obstante quedar mucho por andar y hacer.

También estoy enamorada de esta nueva responsabilidad. Com-prendo sus complejidades, dadas fundamentalmente por el nivel de dependencia de otros para la gestión del conocimiento, la preparación integral que se requiere y el nivel de aseguramiento de las tareas.

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La especialidad de Formación y Desarrollo me ha permitido seguir creciendo como profesional y como dirigente. Es gratificante saberse parte de la superación de los demás. También demanda mucha entre-ga, la que he logrado en todo el quehacer como fiscal gracias al apoyo de mi familia, en particular de mi esposo y mis dos hijos.

Este es un resumen de mi desempeño, que estoy segura no es exclu-sivo, pues también puede estar presente en la historia de los valiosos hombres y mujeres que integran nuestras filas.

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La Fiscalía no va a verificar asuntos de la Fiscalía, va a defender los asuntos de la Revolución, de la patria, del

pueblo, del país mediante estas acciones.

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Trabajé en la Fiscalía veinte años, comencé en 1991. Fue un mo-mento en el que la Fiscalía General y el Tribunal Supremo rinden cuentas a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y se presentaron algunas dificultades de carácter material, una de ellas pasaba por el tema de la plantilla.

La plantilla estaba muy deprimida en la Fiscalía y en el Tribunal, no sé por qué razón en esa época no todo el mundo estaba dispuesto a cumplir esas misiones. En todo el país se empezaron a buscar juristas que tuvieran la capacidad y la aptitud de venir a la Fiscalía, y me lla-man por dos años, doy el paso al frente.

Yo era asesor jurídico de una empresa, después de haber pasado por el Ministerio del Interior, por instrucción policial, por Justicia y por un grupo de organismos. Doy el paso al frente y me incorporo a la Fiscalía. El fiscal general era Ramón de la Cruz Ochoa. Se empieza a reestruc-turar la Fiscalía y surge a finales de 1993 una dirección que se llamó Atención a los Derechos Ciudadanos. La Fiscalía, garante como siem-pre de la legalidad y preocupada siempre por el pensar y por el sentir de la ciudadanía, crea esta dirección. María del Carmen Romero fue la primera directora.

Antes, se formulaba una denuncia y se pasaba para procesos penales. En el momento en que se reestructura, el mismo verificador, a medida que va sobrellevando la verificación va instruyendo sus propios asuntos, sus propias causas, lo cual considero que fue formidable, porque eso alivió mucho y llevaba un concepto de celeridad, de inmediatez, que son principios que en el Derecho se les otorga mucha valía. Claro que el verificador está ahí mismo, está tocando la prueba con las manos y es plausible que ahí mismo comience la instrucción de aquellos asuntos que ameriten atender como un ilícito penal.

La Dirección de Atención a los Derechos Ciudadanos arrancó como un todo genérico. Sobre la marcha empezó también a sufrir modifica-ciones, en algún momento alguien dijo: hay que especializar a los fis-cales por materia, por asunto. Ya yo había bajado de Procesos Penales para revisar las causas penales.

Es oportuno comentar que cuando se crea la Dirección de Derechos Ciudadanos pasan a ella los procesos de revisión, la atención a la ciu-dadanía, la tramitación de asuntos derivados de la queja ciudadana y otro grupo más de cosas, los asuntos civiles.

Los asuntos civiles los atendía un fiscal ya desgraciadamente fallecido, Mario Proen Ulloa. Ustedes saben que el fiscal en los asuntos civiles desempeña un papel primordial en aquellos asuntos que son

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competencia de la Fiscalía, porque hay otros en los que el fiscal no interviene, como la jurisdicción voluntaria.

Para el fiscal en los asuntos del menor de edad, la máxima es el ple-no y el máximo interés del menor, su salvaguarda, o del incapacitado, según sea el caso.

En esa Dirección, retomando la idea original, había que especiali-zar a los fiscales. Unos pasan a atender los asuntos civiles, otros los administrativos y laborales, como en mi caso, y también los asuntos penales. Cuando se crea, se descentralizan los expedientes por las pro-vincias, fueron más rápidos los asuntos de revisión, se aceleró todo ese proceso y se terminó con aquella acumulación que había de expedien-tes en la Fiscalía General.

La especialización nos permitió que cuando íbamos a un municipio a la supervisión fuera el equipo completo: el de asuntos civiles revisa-ba los asuntos civiles, el revisador de causas penales los asuntos de penal. Cuando hablo de asuntos de penal estoy hablando de quejas, de reclamaciones, que clasificaban en materia penal, no se trata de los expedientes de fase preparatoria normales que tramitaba, por supues-to, el Departamento de Procesos Penales. Hablo de aquellas quejas y reclamaciones que la ciudadanía formulaba en la Fiscalía y pasaban por el tema del derecho penal, y los asuntos administrativos y los otros laborales, que también eran y siguen siendo bastante complejos.

Esa experiencia fue muy buena, porque enseñamos mucho a los municipios, porque íbamos especializados a los territorios. Fue bueno para la Fiscalía, los fiscales de los municipios se capacitaron mejor, hi-cimos eventos de capacitación aquí.

Yo era el presidente de Grupo Técnico-Asesor, por ahí pasaba el plan de capacitación de la Fiscalía, los cursos, el diplomado de los fisca-les jóvenes y todo lo que era tarea y desarrollo. Estaba compuesto por fiscales de experiencia, de profundos conocimientos, hay fiscales que nunca abandonaron la línea de la superación, que siempre estuvieron al tanto.

La primera tarea que tuvo la Dirección de Atención a los Derechos Ciudadanos fue la enseñanza, buscando el desarrollo de los fiscales en la base, porque de ahí parte todo.

Hay muchos fiscales que ya no están. María del Carmen se fue de esa dirección, vino Odalys Hernández, que era la jefa del Departamento aquí en la provincia y después pasó a la Fiscalía General.

La Fiscalía es una magnífica escuela para los juristas. Pasé por la instrucción policial, por Justicia, donde revisé causas penales. Pasé por

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una gran empresa aquí en Pinar del Río, con un volumen operacional muy grande, una contratación extraordinaria. El mercadeo económico deriva en un mercadeo jurídico también, y entonces el centro del mer-cadeo jurídico es el asesor jurídico de la empresa. Yo, que fui siempre un hombre de sangre, me vi un poco frustrado en mi labor como ase-sor jurídico de una gran empresa que ya no era gran empresa. Cuando llego aquí, que empiezo a introducirme en la vida de la Fiscalía, en su seriedad, en su pulcritud de trabajo, me empiezo a enamorar de ella. Mi consolidación y maduración total no se concreta hasta que llego a la Fiscalía. Empiezo a representarme la idea de que no vengo por dos años, que vengo por el tiempo que me queda para jubilarme, como real-mente ocurrió.

La Fiscalía me obligó a ser mejor persona, a ser sobre todo mejor ju-rista, a través de los cursos, del mismo trabajo, la cotidianidad. No hay cosa que te enseñe más en la Fiscalía que atender a la ciudadanía, por-que son disímiles los problemas que subyacen en la población, y todo el mundo viene a descargar, todo el mundo viene con esperanzas, con la añoranza de la solución, al menos una respuesta a su planteamiento, porque la Fiscalía siempre responde.

El artículo 63 de la Constitución obliga a todos los organismos a res-ponder las quejas, las reclamaciones y los recursos. Cómo usted va a recibir una reclamación y no le va a responder al ciudadano que está esperando su respuesta. El Estado está ahí para eso, para responder.

La Fiscalía te enseña mucho, porque recibes quejas o reclamaciones sobre el matrimonio, la vivienda, los procesos penales, asuntos agra-rios, en fin, te obliga a buscar constantemente la legislación, los prin-cipios, un grupo de normas. Desde luego, es la gran responsabilidad de representar a la Fiscalía cuando firmas un escrito que dice fiscal y dice tu nombre, quien va ahí es la institución, es el Estado quien está respondiendo, y al Estado no se puede representar mal, se pierde la credibilidad.

La gente respeta mucho a la Fiscalía porque la Fiscalía se lo ha ga-nado, eso se lo ganó el fiscal con la pulcritud, con la sapiencia. En oca-siones a mí, un jurista de casi cuarenta años de ejercicio, me preguntan cosas y digo: «Mañana nos vemos, tengo que consultar», a veces la Ley, a veces los principios generales del Derecho, a otros juristas, a alguna institución, pero no responder así de pronto, no. A mis alumnos les digo: «No respondan preguntas en la calle, porque eso es un error».

La Fiscalía ha ganado mucho prestigio y el respeto de la ciudadanía. Los tribunales respetan mucho a los fiscales, yo no tengo queja ninguna

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de los tribunales, siempre que me dirigí a los jueces en situaciones me oyeron, me respetaron mi criterio, nunca me cuestionaron. Tampoco tuve nunca dificultades con el Minint; siempre que necesité a un oficial, lo mandé a citar y vino oportunamente, eso se crea.

La Fiscalía emerge, no es señalada de dedo, en primer lugar por-que tiene fiscales capaces, es un órgano selectivo, y por supuesto, si es selectivo, tiene que buscar la capacidad, la moralidad, la eficacia, la eficiencia, todo lo que tiene que tener, ese conjunto hace la institución.

Estamos en muy buen camino. En la Universidad hay muchos mucha-chos que quieren ser fiscales. Mi labor o la de otros juristas que damos clases puede influenciar mucho, porque les decimos qué hace la Fiscalía.

En los procesos penales el fiscal defiende los intereses del Estado y del perjudicado, pero defiende también los intereses de la sociedad, la legalidad del proceso. Si el fiscal está consciente de su real papel, la Fiscalía seguirá transitando por un camino positivo y seguirá siendo acrisolada en toda su actuación, está llamada a serlo.

En Cuba no tenemos tribunal de garantías constitucionales, está la Comisión de Estudios Jurídicos y Constitucionales, que evalúa un gru-po de estos asuntos. La carga mayor de la legalidad, del buen hacer ju-rídicamente hablando, de la atención a la ciudadanía, de la estabilidad ciudadana, recae en la Fiscalía, porque asesora al Minint también.

La verificación fiscal sigue siendo un arma formidable para la de-fensa de los intereses de los ciudadanos, porque la Fiscalía no va a veri-ficar asuntos de la Fiscalía, va a defender los asuntos de la Revolución, de la patria, del pueblo, del país mediante estas acciones.

Cuando conocí la Fiscalía desde mi posición de policía, de instruc-tor, de oficial del Minint, la Fiscalía tenía en la provincia dos burós en un rincón del Tribunal Provincial, dos burós y nada más, ni siquiera puedo decir una oficina amplia, buena, no. Estoy hablando de 1978.

En 1991 me encuentro una cosa muy diferente, ya estaba este local, no como ahora, porque se ha remodelado, pero ya tenía otra estructu-ra, más fiscales.

Si he dicho que en la provincia eran dos burós en un rincón, ha-brá que imaginar qué cosa era en un municipio, un burocito en un rinconcito, el fiscal y una ayudante, que la mayoría de las veces era una activista, porque ni siquiera cobraba por la Fiscalía, después sí empezaron a pagarle.

En 1991 hay otra estructura, ya hay una Fiscalía Provincial hecha, hay fiscalías municipales, no todas muy buenas todavía, porque las cuestiones materiales golpeaban fuertemente. Había en la provincia

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Fiscalías que tenían locales muy malos, condiciones de trabajo de re-gular a malo, hay que decirlo. Cuando a los veinte años de estar en la Fiscalía me voy, ya queda una estructura material diferente, ya hay un mejor salario.

Para 1998 todo aquello había mejorado, empezaron a entrar mue-bles, ventiladores… A medida que lo permitió el presupuesto del Esta-do, la Fiscalía fue manejando su presupuesto y mejorando en condi-ciones de trabajo. Siempre, en todos los discursos que oí, el tema fue mejorar las condiciones de trabajo de la Fiscalía.

Los que me antecedieron, compañeros que son más viejos que yo en la Fiscalía, podrán aportar más luz sobre eso, porque pasaron más trabajo, durmiendo sobre burós en los municipios, quedándose en las unidades de la Policía sin un ventilador, con calor.

Se mejoró a medida que se pudo, el comedorcito no se cerró nunca, siempre se hizo un esfuerzo sobrehumano para brindar comida a los fiscales, más mala, más buena, pero siempre se le daba algo de almor-zar, la preocupación siempre estuvo.

Si vamos a hablar de atención al hombre, entonces se prestó la de-bida atención, la que se pudo, porque no había condiciones para otra cosa, era generalizada la situación que había en la economía, y la Fis-calía también estuvo muy afectada por eso, como todo el mundo.

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Los jóvenes que tiene la Fiscalía están, en primer lugar, comprometidos con la Revolución, con el

proceso revolucionario, con la situación del país.

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Soy jefe del Departamento de Comunicaciones de la Dirección de Informática y Comunicaciones de la Fiscalía General de la República. Entré en el 2014, así que ya llevo aquí tres años.

Los jóvenes en la Fiscalía desempeñan un papel fundamental. A pe-sar de mi edad soy jefe de Departamento, en una dirección donde la mayoría de los trabajadores son personas jóvenes.

La importancia que le da la Fiscalía a los jóvenes es primordial, so-bre todo en la superación, la participación en eventos, es una de las acciones que más se ha incrementado en los últimos tiempos. Incluso, hemos establecido convenios con la Universidad de las Ciencias Infor-máticas, y con Desoft, con la que hemos participado en cursos de pos-grado también.

No solo es la superación de los jóvenes, sino el sentido de perte-nencia que uno adquiere trabajando en la Fiscalía. Para todos, cuando entramos, la Fiscalía es una cosa, pero la concepción que uno tiene de ella va cambiando.

Los jóvenes de la Fiscalía, los que estan hoy, han pasado por un proceso de selección. Hay que estar comprometidos con la Revolución, con el proceso revolucionario, con la situación que tenemos en nuestro país. Son jóvenes que siempre están dando el paso al frente ante cualquier tarea.

Ahí están las imágenes de lo que vivimos durante el reciente hu-racán que nos afectó. Precisamente los jóvenes eran los primeros que estaban en la limpieza de las áreas, de los locales, y eran los que asumían casi todas estas tareas.

En la Fiscalía, desde el punto de vista informático, estábamos, no atrasados, sino asentados en las primeras acciones que se hicieron, y eso lo hemos ido revolucionando, a tal punto que hoy la Fiscalía está entre los primeros lugares en el proceso de informatización de la sociedad cubana. Empezamos por los anchos de banda, no solo es aumentarlos, hubo que hacer una inversión, cambiar la tecnología que teníamos en ese entonces, para poder migrar al protocolo de comunicación IP/MPLS, que es el que tenemos actualmente. Para incrementar los anchos de banda se compró equipamiento, desde el punto de vista de conectividad, se incrementaron las computadoras. Hoy se puede decir que todos los fiscales tienen una computadora para realizar su trabajo.

Hoy tenemos informáticos en todas las provincias, no en cada municipio, pero sí quienes atienden dos o tres municipios, están por áreas, y eso es algo muy favorable, porque antes teníamos un problema en la computadora o necesitabas instalar una y tenías que esperar al

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de la provincia para que te pudiera ayudar. Aunque ahora tengan que esperar, no es lo mismo esperar un día, que esperar una semana para poder resolver un problema informático.

Al principio, la capacidad de procesamiento que teníamos era po-bre; teníamos un servidor que, aunque hacía su función, ya no podía incrementar todas las aplicaciones que tenemos actualmente. Enton-ces nos dimos a la tarea de crear un centro de procesamiento de datos, el cual es pequeño, pero cumple con todos los estándares a nivel inter-nacional para un centro de datos. Tiene tecnología Inspur, fue el primer centro modular de este tipo que se instaló en nuestro país, tuvimos ese privilegio, vinieron incluso los compañeros de esta marca a instalarlo, a darnos una capacitación para la instalación y el montaje.

Se implementó un cableado estructurado en todo el órgano central. Igual se hicieron las redes internas en todas las fiscalías del país. Estas condiciones posibilitaron el incremento de las aplicaciones informáti-cas para el uso y trabajo de los fiscales, principalmente de la aplicación SIGEF, Sistema de Gestión Fiscal, que en sus inicios, como no teníamos capacidad de procesamiento para esta aplicación centralizada, tuvi-mos que hacer un despliegue distribuido.

Hay otras disciplinas con un impacto muy positivo. La Dirección de Informática trabaja más estrechamente con los especialistas de Comu-nicación Institucional y de Información y Análisis. Para la comunica-ción, nosotros somos el soporte para el desempeño de las funciones de esta dirección. Los especialistas de ahí son jóvenes en su mayoría, periodistas, comunicadores.

Se ha realizado en los últimos años un gran trabajo para ir cambian-do la imagen que tiene la población de la Fiscalía: los spots televisivos, la revista, lo que se publica. Es el trabajo de los especialistas de esta dirección, que van dando un poco más de cultura jurídica.

El público interno del resto del país, los fiscales que están en Guane, en Pinar del Río, pueden consultar mediante los distintos mecanismos que tiene esta dirección los materiales que se publican en el ftp (proto-colo de transmisión de ficheros) y que hacen otras provincias.

Antes estaba ajeno, por ejemplo, el personal de Pinar del Río, no tenía conocimiento acerca de cómo debía ser un círculo de interés y las actividades que desarrollaba. Ahora puede retroalimentarse, conocer las buenas prácticas que realizan esos otros territorios. Los especialis-tas de Comunicación Institucional han ayudado, han convertido eso, para decirlo de alguna manera, en una comunidad, en la cual se enri-quece cada día el trabajo que hacemos todos.

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Cuando llega un fiscal a un lugar genera impronta de respeto, de responsabilidad, de legalidad.

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La Fiscalía, como Órgano del Estado, les brinda vital atención a los jóvenes. En todas las etapas de nuestra historia los jóvenes han sido forjadores de esta Revolución con que hoy contamos y la Fiscalía no es ajena a este sentimiento, sino que potencia todas las actividades con los jóvenes para su preparación político-ideológica. Promueve los valores que identifican al órgano ante la sociedad, lo que nos hace diferente, la Fiscalía se empeña en esto con los jóvenes como continuadores de su obra.

Desde mi perspectiva como comunicadora, percibo que los jóve-nes de la Fiscalía tienen genéticamente en ellos algo especial, algo que los diferencia de otros jóvenes de la sociedad. Tienen que hacer un reajuste en su vida, en sus actuaciones, ser responsables, estric-tos cumplidores de la Ley, de los estatutos, de nuestros postulados. Cuando llega un fiscal a un lugar genera impronta de respeto, de responsabilidad, de legalidad, eso lo diferencia.

La Fiscalía debe fomentar aún más los valores, potenciar la pre-paración político-ideológica, porque eso es lo nos hace diferentes, eso es lo que nos hace distintos a otros jóvenes. Debe de potenciar las actividades que en otros ámbitos de la vida ellos no tienen, como esparcirse, divertirse. Debemos propiciar el entusiasmo, la entereza que debe poseer un fiscal.

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Fomentar sobre todo los valores, los principios, el sacrificio, la consagración, porque la labor fiscal

es eso: una labor consagrada.

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Soy sicóloga en la Fiscalía Provincial de Pinar del Río. Los jóvenes son el pilar fundamental de la Fiscalía, hoy la gran

mayoría de los trabajadores de esta institución son jóvenes. La aten-ción de la Fiscalía hacia ellos es priorizada, trata de fomentar sobre todo los valores, los principios, el sacrificio, la consagración, porque la labor fiscal es eso: una labor consagrada.

Se hacen numerosas actividades potenciando precisamente es-tos valores, se le da mucha importancia al encuentro con ellos, para conocer sus opiniones, cuáles dificultades existen, qué necesidades tienen, no solo de corte profesional o encaminadas a su superación profesional, sino también sus necesidades materiales, que en ocasio-nes atentan contra la posibilidad de que tengan un buen desarrollo en el órgano.

Se potencian actividades relacionadas con la motivación laboral, para que toda esa entrega y sacrificio que a diario hacen también tenga una recompensa en la motivación laboral. Las actividades recreativas, políticas, escalar el Pico Turquino, visitar lugares históricos, visitar museos también ayudan a que ese fiscal o ese joven trabajador de la Fiscalía conozca la historia del lugar donde trabaja, del lugar donde vive.

Como psicóloga de la Fiscalía Provincial de Pinar del Río lo que más me interesa es dominar el clima laboral, el clima organizacional, o sea, qué hacer para mantener ambientes afables, motivadores, que les permitan desenvolverse con gran calidad. Estamos atendiendo particularidades, porque en muchas ocasiones es necesario brindar orientaciones sicológicas, profesionales, no solo a ellos, también a sus familiares.

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Todos los jóvenes que estamos aquí debemos estar mucho más comprometidos con la

Revolución, con el Comandante y con todo lo que, con mucho esfuerzo, hemos logrado.

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Soy graduada de Ciencias de la Información de la Facultad de Co-municación de la Universidad de La Habana, ocupo el cargo de espe-cialista de información y análisis en la Dirección de Organización y Planificación, específicamente en el Departamento de Gestión Docu-mental, llevo dos años en la institución.

Los jóvenes le dan vitalidad a la Fiscalía. Cuando ingresé en la Fiscalía General de la República mi visión sobre ella cambió, porque todos ven a la Fiscalía simplemente por el ejercicio de la acción penal, y la Fiscalía no se dedica solo a eso, también a la protección de los derechos humanos y al restablecimiento de la legalidad.

El papel que ocupamos los jóvenes es muy importante en todos los roles en los que nos desempeñamos, algunos como sicólogos, otros como especialistas de información y análisis, periodistas, especialistas en relaciones internacionales, informáticos, técnicos, secretarias, porque son la fuerza motriz que complementa el trabajo de la Fiscalía.

La Fiscalía no podría llevar el trabajo que ejecuta, el funciona-miento diario, si no tuviera personas que registren un número o un documento. Eso tiene una repercusión global, desde los diferentes niveles que tiene la organización y la Fiscalía. Por supuesto, tiene su nivel operativo, táctico y estratégico, y los jóvenes estamos concen-trados en todos esos niveles y ocupamos diferentes responsabilidades en ellos.

El trabajo que ha hecho la Fiscalía con los jóvenes ha sido muy bo-nito. Hay mucha unidad en el Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas. Los jóvenes siempre estamos ahí: en las actividades de-portivas, culturales, políticas. La Fiscalía apoya a los jóvenes incon-dicionalmente, para todo lo que vayan a hacer: para el traslado tras la Marcha de las Antorchas, para que regresen a sus casas custodiados por la institución. Eso es un gran logro, yo diría que no todas las orga-nizaciones ni todas las instituciones tienen eso.

El otro apoyo es la superación, todos podemos desarrollarnos de acuerdo al interés que tenga la institución y el egresado, ello se complementa.

La responsabilidad de los jóvenes es doble, es un compromiso con la institución y un compromiso con el país. Todo lo que hacemos en la Fiscalía tiene una visibilidad y una repercusión en toda la Isla. Los jóvenes que estamos aquí debemos comprometernos mucho más con la Revolución, con el Comandante y con todo lo que, con mucho esfuerzo, hemos logrado.

Es el compromiso con todo lo que hacemos, así sea lo más simple: el registro de un documento o su entrega, hasta lo más mínimo. Tiene

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una gran importancia, porque lo estamos haciendo para un órgano con una función fundamental en la protección de los derechos del ciudadano, para el pueblo, para el país.

La Fiscalía ha tomado acciones no solo para sus jóvenes, sino ha-cia lo externo. Tenemos diferentes vías de difusión masiva de todo lo que hacemos, del trabajo de la Fiscalía con los niños sin amparo familiar, el que tiene a través de las redes sociales, toda la proyección diaria, desde lo más pequeños hasta lo más grandes, el trabajo con los círculos de interés Pequeños Fiscales.

La labor que hemos hecho tiene una visibilidad muy grande. La proyección de la comunicación institucional que tiene la Fiscalía actualmente es la mejor en todos los sentidos. Estamos en Facebook, tenemos el canal en Youtube, el sitio de la Fiscalía, tenemos diferentes vías para que los ciudadanos puedan tramitar información y quejas. Hay diferentes maneras de llegar a la juventud y llegar al pueblo.

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La Ley 1250 sacudió todo el sistema judicial.

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Tengo 81 años recién cumplidos. Comencé en la Fiscalía por un compañero que me convocó, Juan Nuiry Sánchez, fue nombrado a principios de la Revolución auditor general del Ejército Rebelde, por-que en aquella época se les nombraba así.

Cuando el triunfo de la Revolución yo era estudiante de quinto año de Derecho. En aquel tiempo la denominación de la Fiscalía Militar era Auditoría General, posteriormente Departamento Jurídico. Luego fue creada la Fiscalía Militar, que no era un órgano como tal.

Cuando se crean los tribunales revolucionarios paso a ser el jefe del Tribunal Revolucionario de La Habana. Por un cambio organizati-vo me quedo trabajando en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Du-rante mi trayectoria en las FAR me nombraron para hacer la primera Ley del Servicio Obligatorio.

Hubo una reorganización en asesoría y en la Fiscalía que ya exis-tía. Se queda Cuba [Santiago Cuba Fernández] como fiscal jefe de la Fiscalía de la República y de la Fiscalía Militar. Yo era el segundo jefe de la Fiscalía Militar. Estuve trabajando allí en otras tareas militares, pasé escuelas, estudié en la URSS.

En 1973 se crea el Sistema de Tribunales de la República de Cuba, un Tribunal Supremo distinto al que estaba, porque hasta ese mo-mento la Fiscalía y los tribunales civiles eran la misma organización. Eso se desarrolló en la Ley 1250, que sacudió todo el sistema judicial y crea el sistema de los tribunales y la Sala de lo Militar. Estuve tra-bajando ahí desde 1973 hasta que me jubilé por problemas visuales y pasé a trabajador civil de las FAR.

Después del año 1973 fui nombrado vicefiscal militar. Ya estaba el Servicio Obligatorio, y el trabajo de los fiscales era formar a esos com-pañeros que se incorporaban después del servicio y no eran juristas.

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Yo me siento muy orgulloso de haber formado parte de la Fiscalía. La disciplina es muy importante. Estudiar,

prepararse muy bien.

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Soy teniente coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucio-narias. En febrero de 1959 me nombraron fiscal del Tribunal Revo-lucionario de Colón, para que celebrara juicios. Empezamos a hacer todos los juicios señalados en ese municipio, después pasamos para la ciudad de Matanzas.

Con posterioridad fui para la fuerza de combate Sierra Maestra, en la región oriental. En 1963 me reincorporo a la Fiscalía Militar, De-partamento Jurídico, como se llamaba en aquella época. Allí se hacía de todo, lo mismo era fiscal que investigador. Me nombraron oficial investigador, éramos un grupo de oficiales investigadores. Estuve tra-bajando muchos años más, hasta que se terminó el Departamento Ju-rídico y se creó la Fiscalía Militar.

El departamento siempre existió junto con la Auditoría General, muy importante para las Fuerzas Armadas, pues consolidó la disci-plina y fue muy respetado. En esa etapa, las FAR tienen una serie de cambios de unidades nuevas, se crearon los cuerpos de ejército, las divisiones, las construcciones militares, y en este departamento em-pezaron a salir los jefes y a construirse nuevas fiscalías. La primera fue la Fiscalía FAR, el jefe era el teniente coronel Salazar, quien ya había sido en Oriente jefe de una Fiscalía Militar. En el Occidente es-taba Mario Conde Espinosa. En el Morro se creó una escuela técnica de fiscales, básicamente para preparar muchachos, porque comenzó el servicio militar, en ese año fue el primer llamado y se prepararon dos tipos de cursos.

La Fiscalía Militar estuvo primero en el Obelisco y después pasa-mos por un tiempo para el piso 15 del Ministerio de las Fuerzas Arma-das, ahí estuvimos un tiempo muchos compañeros. El trabajo ya era de fiscal: la instrucción, hacer un expediente, ir a juicio. Fue impor-tante, y se hizo con calidad. La Fiscalía creció en todos los aspectos; ya se tenía una sección de cuadros, una dirección administrativa, una unidad con todos los hierros.

Cuando se hizo la estructura, yo era el segundo jefe de una Sección de Instrucción. Se estaba haciendo una Ley nueva, y me pusieron a trabajar en Cuadros, aprendí mucho allí.

Con lo poco que teníamos se pudo hacer mucho: se atendían es-cuelas militares Camilo Cienfuegos, por ejemplo, cómo estaban los estudiantes, tenían una vez al año que incorporarse a la Fiscalía, ellos hacían las prácticas.

Pasé para la Fiscalía en 1984, cuando se hizo la estructura, y después para tribunales. Cumplí misión internacionalista. Luego me

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retiré, porque ya no podía caminar casi, y me fui en febrero de 1989 con la orden directa.

Me siento muy orgulloso de haber formado parte de la Fiscalía. Éramos muy unidos. Participé en muchos casos en inspecciones es-peciales, por mi trayectoria en las Fuerzas Armadas.

Un consejo para todos: la disciplina es muy importante. Estudiar, prepararse muy bien. La Fiscalía mejoró mucho, levantó con el estudio cuando los compañeros tenían capacidad para trabajar en cualquier cosa, ya todos eran abogados.

Cada etapa tuvo su importancia dentro de la Fiscalía. Yo me siento muy contento de haber sido fiscal militar, y del tribunal también.

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Crecí en Angola, me sirvió mucho para mi trabajo. Traje lecciones que me sirvieron para desarrollarme.

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Soy teniente coronel jubilado de las Fuerzas Armadas Revoluciona-rias, en las que serví aproximadamente veintinueve años. Ingresé en ellas en 1960 y me jubilé, ya estando en la Fiscalía, a finales de 1988.

Mi trabajo en la Fiscalía se inició cuando era oficial jefe de unidades de estudio en la Escuela Interarmas General Antonio Maceo. Allí me gradué como teniente el 28 de junio de 1967. Me quedé como jefe de unidad de estudio, impartiendo clases sobre los reglamentos generales de las FAR. Esta materia comprendía también impartir un programa sobre el Código Penal Militar y el Código Procesal Penal Militar, que era como se llamaban en aquel entonces los documentos por los cuales se desarrollaba el trabajo de los órganos de justicia en las Fuerzas Armadas, la Fiscalía y los tribunales militares.

La escuela no contaba con órganos de la Fiscalía ni de los tribuna-les, los hechos delictivos eran atendidos por un órgano de la Fiscalía que radicaba en La Cabaña y que, si mal no recuerdo, era una sección del Ministerio de las Fuerzas Armadas que tenía su estructura como órgano de la Fiscalía, tribunales y su representación allí.

Nosotros levantábamos las actuaciones, las primeras acciones si había algún detenido, y esas actuaciones había que presentarlas en el órgano de la Fiscalía. La escuela de cadetes está en Ceiba del Agua, a unos cuantos kilómetros de La Habana. Eso implicaba problemas de transportación. No tengo toda la información, pero llegó el momento en que se hizo imprescindible crear algún órgano de la Fiscalía que atendiera directamente allí los casos que se produjeran.

De la escuela salí siendo fiscal, ya estaba nombrado como tal, no recuerdo si cuando aquello los fiscales eran parte de la plantilla de la unidad; debe ser, porque nosotros prácticamente éramos oficia-les subordinados al jefe de la Unidad, quien daba el visto bueno a las medidas y sanciones que imponía la Corte Militar. Otros compañeros pueden haberse referido con más puntualidad a esto. Nosotros meca-nografiábamos todo, después celebrábamos la vista de la Corte, de-cíamos que tipificaba la falta número tal, que la sanción era tal y que la cumpliría de tal fecha a tal fecha. Ese documento era efectivo solo cuando se lo presentábamos al jefe de la Unidad.

Yo pasé de la escuela de cadetes a la Fiscalía Nacional de la División de Infantería, el órgano que dio lugar a la Fiscalía del Ejér-cito Juvenil del Trabajo (EJT). Cuando se fusionan las divisiones de infantería con la Columna Juvenil del Centenario y nace el Ejército Juvenil del Trabajo, se crea la Fiscalía Militar Nacional del EJT, de la que yo me quedo como miembro y llego a ser segundo jefe, luego

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jefe, al salir a cumplir misiones internacionalistas el compañero Julio César.

El Ejército Juvenil del Trabajo está sometido a las órdenes y a las dis-posiciones de tipo jurídico de cualquier entidad militar. Pasan a ser mi-litares, y se les aplica el código militar desde el punto de vista jurídico.

Cuando desaparecen los órganos de justicia del Ejército Juvenil del Trabajo, el EJT pasa a ser atendido por los órganos militares de jus-ticia que atienden también a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior. Había oficiales directamente designados para atender el EJT, pero desde la estructura de la Fiscalía única militar, cuya jefatura es la Fiscalía Militar Principal. Ya hay una verticalidad, no hay un órgano por aquí o por allá, hay uno solo. Eso fue en 1973, cuando se toma la decisión de verticalizar los órganos militares de justicia, por la nece-sidad imperiosa de independizar su trabajo de los mandos militares. Estaba el coronel Albarello [Mario Raimundo Albarello García]. Yo paso a trabajar a jefatura de la Fiscalía del Ejército Occidental. Trabajé con Alemán, quien tiene que ver con mi futuro en la Fiscalía; era el jefe del Órgano de Instrucción, que era un departamento dentro del órgano.

Estuve un tiempo allí. Luego me nombran segundo jefe de la Fis-calía Militar de Guarnición de Managua, subordinada a la Fiscalía del Ejército. Es uno de los órganos de guarnición más grandes que tenía el Ejército. Atendía una buena cantidad de unidades —entre ellas las grandes—, mandos militares importantes, divisiones de infantería.

Teníamos una plantilla de más de veinte oficiales. Les dábamos tra-bajo no solo desde el punto de vista de la investigación de los delitos, sino también del trabajo de prevención y educación jurídica, la obser-vancia de la legalidad socialista. La Fiscalía es integral.

Con la verticalidad la Fiscalía pudo desarrollar un trabajo muy se-rio en el fortalecimiento jurídico de los mandos militares, no solo para perseguir el hecho delictivo, sino para velar, mediante inspecciones, el cumplimiento de las disposiciones y reglamentos militares. Existía un Departamento de Control de la Legalidad, unido con la prevención.

Yo no era jurista. Matriculé a partir de las exigencias de la jefatura de la Fiscalía, me identifiqué con la especialidad y me gustó. A pe-sar de que estudié Tropas Generales, porque en la escuela de cade-tes me gradué como jefe de tropa, por circunstancias de la vida me acercaron a la Fiscalía y un día decidí matricular Derecho. Terminé la licenciatura en 1978, en la Universidad de La Habana.

Me sentí realizado. Me di cuenta de que no me había equivocado, que había logrado un nivel profesional sin abandonar las Fuerzas

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Armadas, con las que siempre estuve identificado y sigo identificado, porque, aunque me jubilé en 1988, sigo identificado con las FAR, sigue siendo la institución que amo, cada vez que me necesitan estaré presente, por eso estoy aquí.

En 1978 termino mi carrera, y en ese mismo año se me plantea la tarea de cumplir una misión internacionalista. Salí en los primeros meses para Angola, mi título no tuve la dicha de recibirlo personalmente, porque no se había hecho el acto de graduación. Allá asumí la responsabilidad de segundo jefe de la Fiscalía de Angola, porque existía una jefatura a nivel de todas las tropas de la misión y había un órgano en los distintos mandos subordinados. Como segundo jefe, impartía conferencias sobre la disciplina, la prevención, y participaba en otras actividades.

Muchas veces tenía que trasladarme a lugares distantes para supervisar el trabajo de nuestros órganos subordinados. En Angola las tareas principales fueron la prevención y la educación. Nuestras tropas, en su mayoría, estaban compuestas por hombres jóvenes, había que trabajar con ellos para que no incurrieran en conductas que pudieran llevarlos a involucrarse en un proceso judicial mientras cumplían una misión tan humana y tan solidaria: ayudar al hermano pueblo de Angola.

Aunque no era un joven —ya tenía treinta y pico de años—, mi ma-durez como revolucionario y oficial de las Fuerzas Armadas la adquirí allí, en ese periodo de casi dos años. Las experiencias y la tensión con que se vivía y se atendía todo lo hace madurar a uno, allí no se podían tomar decisiones apresuradas, había que pensar las cosas, incluso para decidir sobre una denuncia, porque tenías que ubicarte que estabas cumpliendo una tarea de esa magnitud y que lo más importante era ayudar, tanto a cubanos como a angolanos.

Para mí fue el clímax de mi trayectoria en las FAR. Cuando regresé me sentí mucho más maduro como oficial, como revolucionario y como cubano. Soy malo para las anécdotas, pero lo aseguro: crecí en Angola, me sirvió mucho para mi trabajo. Traje lecciones que me sirvieron para desarrollarme.

Cuando regresé asumí la jefatura de la Fiscalía Militar de la Guarnición de Managua, inicialmente como segundo jefe. Al jefe de allí lo pusieron al frente de otra guarnición. Para mí fue una promoción, una responsabilidad y un estímulo que me daba la jefatura de la Fiscalía Militar, lo tomé así.

Asumí aquella tarea como siempre lo hice en las Fuerzas Armadas: muy en serio. Mi trabajo, sin inmodestia, fue bueno. Entré en contac-

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to con algunos jefes principales de las grandes unidades, incluso con el hoy jefe del Estado Mayor General, Álvaro López Miera, general de Cuerpo de Ejército. Lo conocí y lo atendí, porque era jefe de la gran unidad de infantería que estaba en San José en aquel momento, tengo ese orgullo, porque todos conocemos la clase de jefe que es el general de Cuerpo de Ejército. Me siento orgulloso de haberlo conocido, de ha-ber trabajado con él y para él, porque, aunque no era mi jefe, siempre tuvimos una magnífica comunicación, magníficas relaciones, y fue un ejemplo de comprensión en la verticalidad de los órganos. Los jefes en los mandos militares, siempre con la mejor idea y con la mejor inten-ción, podían interferir tal vez en la aplicación de algo, eso ocurre, es un conflicto que a veces hasta resulta beneficioso, porque lo obliga a uno a estudiar más, a profundizar más y a demostrar que es la ley la que manda, no el jefe.

A veces había que persuadir más de una vez a un jefe sobre lo que la ley dictaba, decirle que era así y no era como él decía.

Una de las cosas que aprendí en este proceso de verticalidad del órgano es que uno está obligado a profundizar en la norma jurídica, su espíritu y en qué se pretende, para poder persuadir a los jefes, que a veces pueden resultar muy precisos en sus indicaciones, en sus valoraciones, y estar un poco lejos de la realidad que estable la ley. Ahí el fiscal no puede ceder, porque está desobedeciendo la ley, y la Constitución dice que nadie está por encima de la ley. Si hubo alguien que predijo y defendió eso fue nuestro ministro de las Fuerzas Armadas, el General de Ejército Raúl Castro.

Estando de jefe de la Fiscalía Militar de la Guarnición de Managua vino el proceso de reanálisis del trabajo de la Fiscalía a nivel nacional, fue por el año 1984. Estuve involucrado, revisando cómo era su labor y la de los tribunales, los órganos de justicia… Ese trabajo lo dirigió el fallecido general de División Senén Casas Regueiro, viceministro que atendía los órganos de justicia.

En ese proceso se analizó hasta el último de los fiscales, desde Oriente hasta Pinar del Río, desde el Ejército Oriental hasta el Ejército Occidental, ahí no hubo un oficial, un fiscal, un instructor fiscal que no fuera evaluado por su trabajo, su conducta, su actitud y profesión. Fue un trabajo extraordinario, como fueron extraordinarios los resultados y los beneficios que para las FAR trajo.

Fui sometido también a un análisis personal ante mis subordinados. Los jefes fuimos analizados en una reunión de jefes. Arrancaba con una autoevaluación, para mí fue vital, algo muy bueno como método,

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para buscar mejorar al hombre, sacar lo mejor del revolucionario, del militar, del ser humano.

Es ser una gran cosa que las personas en la actividad que desarro-llan se autoevaluaran y después los que lo rodean le digan: «Nosotros te vemos de esta forma». Pudieran surgir puntos diferentes, contradic-ciones, y sanamente cada cual llevar su opinión. A lo mejor se llega a formar la idea que más se acerca a quién es uno y cómo se proyecta, cómo trabaja. Aquello me ayudó, y ayudó a la inmensa mayoría de mis compañeros a todos los niveles. Eso es muy sano, para los revoluciona-rios es muy bueno.

Después de que aquel proceso tuvo lugar, fui propuesto por el general de División Senén Casas Regueiro como segundo jefe de la Fiscalía Mili-tar Principal, designado al frente de la Dirección, soy yo el que releva al coronel Albarello.

La tarea me sorprendió, porque era un fiscal de guarnición, y asumi-ría una tarea y una responsabilidad a nivel de ministerio. Yo no era un oficial conocido, pudiera ser que conociera a algunos de los altos jefes por mi nivel de dirección, pero por encima de mí existían tres fiscales de Ejército, que era el nivel inmediato: fiscal de guarnición, fiscal de Ejército y fiscal en la Fiscalía Militar Principal.

Me quedé con gente magnífica, como Seoane, Tejeda, Velasco…, gente de puntería. Ellos me recibieron bien, trabajé bien con ellos. No recuerdo que se me llamara por un disparate. En los dos años que estu-ve al frente de la Fiscalía y el tiempo que estuve con Alemán, no recuer-do que nadie, ni el propio Alemán, ni Senén, me llamara, no recuerdo que haya tenido una evaluación con problemas ni deficiente, suplí el vacío hasta que llegó Alemán.

En la Fiscalía se acuerdan de mí y me invitan a las actividades por el aniversario de los órganos militares de justicia, que es el 16 de octubre, en homenaje al juicio del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz por los hechos del Moncada y el pronunciamiento de su alegato La historia me absolverá. En una ocasión se me invitó y me dieron la responsabilidad de decir unas palabras a nombre de todos los jubilados. Lo hice con mucho amor y con mucho orgullo. Hablé a la gente de la Arides Estévez, en un teatro, había muchas personas allí, fue muy estimulante.

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El honor revolucionario está por encima de cualquier proposición deshonesta.

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Antes de entrar a la Fiscalía Militar pertenecía a las Fuerzas Arma-das Revolucionarias, con las que combatí en Girón, donde resulté heri-do de gravedad en el abdomen. Al reincorporarme, aún convaleciente, me designan para el Departamento Jurídico del Estado Mayor General.

En ese lugar comencé mis primeros pasos como fiscal y participé en juicios. Fui juez incluso en los tribunales revolucionarios no. 1 y no. 2, en 1962 o 1963. Fue cuando decidí seguir estudiando y matriculé la carre-ra de Derecho en la Universidad de La Habana.

Como fiscal, fui segundo jefe de la unidad de servicios de retaguar-dia. Cuando se hizo la restructuración y se creó la Fiscalía Militar, me designaron jefe de la Fiscalía Militar de la Guarnición Habana. Atendía el Estado Mayor General y otros mandos importantes en el occidente del país, para ello contaba con un grupo de compañeros muy competentes.

Me gradué en 1971 en el curso regular. Estábamos autorizados por el mando militar a ir a la Universidad por las tardes, recibir las clases y luego regresar a la unidad para terminar el trabajo que habíamos deja-do, así durante años.

En 1976 fui designado para cumplir misión en Angola, como segundo jefe de la Fiscalía en ese país, estuve hasta 1978.

Mi jefe en Angola fue el teniente coronel Rafael Ramírez Ramírez, ya fallecido, quien por problemas personales tuvo que regresar a Cuba y no pudo volver. Como sustituto asumí la jefatura de la misión de la Fiscalía en Angola, hasta el cumplimiento de esta.

Al regresar de Angola estuve en la Fiscalía y después me jubilé, eso sobre 1980 más o menos. Luego pasé a trabajar al Banco Popular de Ahorro como asesor jurídico.

Las condiciones materiales en los primeros años eran limitadas. Ha-bía pocos equipos, no todos teníamos una máquina de escribir, uno terminaba y la cogía otro compañero. Eso no impidió que se hiciera el trabajo. Hoy hay menos limitaciones, pero hay, en aquella época siem-pre se resolvía con mucho esfuerzo y demás, pero se hacía el trabajo.

Una de las experiencias más importantes en mi trabajo fue la ins-pección de la legalidad. Yo pasé por todas las etapas. En la Fiscalía Militar Territorial Occidental fui asistente para la instrucción de los procesos penales y para la inspección de la legalidad. Implicaba ir a las fiscalías subordinadas y pedir los expedientes que estaban en tramitación para revisarlos.

Estoy orgulloso de haber pertenecido a la Fiscalía Militar. Hasta donde pude cumplí con mi deber. A los fiscales actuales les digo que se comporten con dignidad y honradez, que no se dejen doblegar por

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opiniones adversas, como ninguno de nosotros aceptó. Siempre hubo quien se acercó a nosotros a tratar de influenciar negativamente y no lo aceptamos, porque el honor revolucionario está por encima de cualquier proposición deshonesta.

Este es un trabajo muy bonito, pero duro y fuerte. Tenemos que es-tar orgullosos de haber sido escogidos para hacerlo, y haberlo hecho bien. Duermo todas las noches muy bien, creo haber cumplido con mi deber, no le hice daño a nadie.

Rescatar la historia de la Fiscalía es muy importante. El trabajo he-cho por la Fiscalía es fruto de todos los que hemos pasado por ella. Debemos, repito, sentirnos orgullosos.

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Me siento orgulloso de haber trabajado en la Fiscalía todos esos años, porque me realicé.

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Empecé en la Fiscalía cuando era Departamento Jurídico en la fuerza de combate de la Sierra Maestra, en el Caney de las Mercedes, en Oriente. Estuve trabajando como secretario hasta 1963, en que me trasladé para La Habana, para el Departamento Jurídico del Minis-terio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que estaba al lado de Maternidad Obrera. Allí trabajé varios años como instructor fiscal. También estuve en el Departamento Jurídico de Managua, y de allí regresé como instructor fiscal del Departamento Jurídico del Minfar. Luego empecé a trabajar como fiscal en el Ejército Occidental. De 1964 a 1967 trabajé en la fiscalía de la Daafar como auditor. En 1969 me nombran jefe de la Sección de Fiscalía del Estado Mayor de la Daafar, hasta 1972, en que me designan primer auditor de la Fiscalía de la Daafar.

En 1974 pasé a fungir como jefe de la Sección del Tribunal de la Daafar, a nivel nacional, estuve hasta finales de ese año, en el que se crean los tribunales militares y me nombran presidente del de Marianao. En 1978 me designan presidente del Tribunal Militar del Ejército. Después me trasladan para La Habana, como segundo jefe del Tribunal Territorial del Ejército Occidental, has-ta finales de 1982, que fui a cumplir misión internacionalista en la República Popular de Angola, como presidente del Tribunal Militar de la misión.

En mayo de 1985 concluyó la misión y regresé a Cuba. En ese mismo mes pedí la jubilación de las FAR y me nombran fiscal en la Fiscalía Provincial de Ciudad de La Habana. Era instructor, atendía varias unidades de la Policía, siempre trabajé en la instrucción. Ahí estuve dos años, y después trabajé en varios lugares no relacionados con la Fiscalía.

La separación de la Fiscalía de los mandos militares fue muy bue-na, porque no había la subordinación al jefe militar que existía ante-riormente. La Fiscalía era un órgano autónomo que se subordinaba nada más que a la Ley.

Me siento orgulloso de haber trabajado en la Fiscalía todos esos años, porque me realicé, ese era el trabajo que me gustaba. Estuve incluso en los tribunales revolucionarios como vocal, y creo que tra-bajé bien.

Con los compañeros de trabajo siempre tuve las mejores rela-ciones siendo un fiscal simple, y cuando era jefe igual, nunca tuve problemas con ningún compañero. Respeté a cada uno de acuerdo a su cargo.

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A la juventud le aconsejo, en primer lugar, que cuando vayan a pedir una sanción estén convencidos de que el acusado sea responsable. No es pedir por pedir una sanción ni acusar por acusar, hay que estar seguros de lo que se está haciendo. Y cuando tengan un criterio, defiéndanlo hasta donde puedan.

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Fue una etapa dura, con esas vivencias, pero fui muy feliz, sinceramente.

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Presté servicios en la Fiscalía Militar alrededor de diecisiete años. Procedo de la vida civil. Antes estuve en otros organismos, pero el inmediato a las Fuerzas Armadas Revolucionarias fue el Ministerio de la Construcción. Trabajaba en el Departamento de Asesoría Jurídica del Micons. Allí me captó una compañera que visitaba mucho aquel lugar. Un día me habló de la posibilidad de pasar a la Fiscalía Militar, porque necesitaban cuadros y trabajadores. Me entusiasmé con la idea, sobre todo porque iba a trabajar en el ámbito penal, que era lo que a mí me gustaba. Así es como paso a la Fiscalía Militar.

Empiezo por la dirección del Ministerio de las FAR. Cuando aque-llo era una dirección, no un órgano vertical, y se nombraba Fiscalía FAR. Las mujeres no tenían la posibilidad de tener grados de oficial. Me nombran auditora, que era como se denominaba en aquella época, era soldado con cargo de oficial. Así estuve dos meses, y al término de ese tiempo me hicieron subteniente. Ahora los graduados cuando entran lo hacen con el grado de teniente, pero en aquella época no, yo transité primero por el de subteniente.

A los dos meses y pico, en septiembre de 1969, me trasladan para la Fiscalía de Retaguardia, que era un mando de las FAR, estaba por el obelisco de Marianao, el jefe era el compañero César Salas González. También fui como auditora, porque todavía no nos denominábamos fiscales, ejercíamos como tal de acuerdo con la Ley vigente.

Posteriormente, Retaguardia la trasladan al Calvario. Primero se convirtió en la Fiscalía del Viceministerio de los servicios, después pasa a ser la Fiscalía del Ejército de La Habana y, finalmente, nos que-damos siendo los fiscales del Ejército Occidental.

En enero de 1972 me ascienden a teniente, y del 2 de febrero de ese año hasta enero de 1973 me envían en comisión de servicio a la División de Infantería 1700. Me designan jefa de la sección de Fiscalía del Estado Mayor de la 1700. Fui la primera mujer que ocupó un cargo de jefatura en una división de infantería.

El doctor Cuba era capitán de las Fuerzas Armadas y tenía la doble función de ser el máximo representante de la Fiscalía Militar y de la civil.

Al cabo de once meses de estar allí, en comisión de servicio, se me dio la opción de nombrárseme como jefe ahí o volver para el Estado Mayor del Ejército. Yo preferí regresar para el Estado Mayor. Indiscuti-blemente, era una gran responsabilidad ser jefe a ese nivel, lo hice lo mejor que pude.

Al retornar me nombran fiscal ayudante, cargo que se creó en una nueva estructura, porque antes no existía. Ahí es donde comienzo a

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trabajar con el primer teniente Óscar Herrera Solano. En 1974 fui ascen-dida a primer teniente y en 1976 vuelvo para el Minfar, donde la Fiscalía tenía una nueva estructura, ya vertical.

Paso a la sección de Inspección General, allí soy primer fiscal hasta 1981. Esta sección se ocupaba del control de la legalidad en las uni-dades, de los reglamentos militares, de todo lo que fuera controlar la legalidad en los mandos. Ya existía el asesoramiento soviético, y se em-pezó a trabajar en un reglamento de inspección de la legalidad en cuya confección participé.

El compañero que estaba al frente de esta sección pasó a ocupar otro cargo en la dirección del Tribunal, por lo que me designan en comisión de servicio como jefa de esta. El coronel Albarello [Mario Raimundo Al-barello García], quien era el jefe, me explica que hasta que nombraran a un compañero para esa sección yo iba a ocupar el cargo de jefa.

Esa sección se unió a otra que era la de prevención, y pasaron a llamarse Inspección de la Legalidad, Prevención y Educación Jurídica. Seguí de jefa, en comisión de servicio, porque al que iban a nombrar le dieron una misión en Nicaragua.

En prevención teníamos reglamentos, actividades. Recuerdo que se publicaban artículos; redacté algunos para la Verde Olivo y otras revis-tas de las FAR, nunca con mi firma, sino a nombre de la Fiscalía.

En 1985 me pasan para la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo Po-pular. Llegué allí como primer teniente, pero me ascienden a capitana, luego a mayor y finalmente a teniente coronel, con ese grado me jubilé de las Fuerzas Armadas.

Hubo comprensión hacia mí por parte de los jefes militares tras la nueva organización del sistema judicial. No recuerdo ningún problema. Claro que siempre fuimos respetuosos, porque una cosa es ser vertical y otra olvidarnos de que un jefe es un jefe. Los jefes militares no podían inmiscuirse en los aspectos jurídicos del proceso, pero siempre tuvimos buenas relaciones con ellos. Era una política del país, de la Revolución, era el ministro Raúl [Castro Ruz] apoyando eso, por lo que no había nin-guna razón para que los jefes militares no fueran comprensivos con esa nueva estructura.

En cuanto a la situación material, había dificultades, pero siempre tuvimos los modelos que hacían falta para conformar el expediente.

En la etapa en que comencé, los juicios se hacían de noche. Los je-fes militares, durante el día, tenían una programación, sus clases, y no querían que los juicios se celebraran de día. Después de concluidos los juicios, los jefes de unidades nos mandaban para nuestras casas

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en algún vehículo. La Fiscalía no tenía vehículos asignados, eran del mando militar.

Recuerdo que en aquella época nuestro jefe nos dijo que cuando celebráramos juicios de noche estábamos autorizados a llegar un poco más tarde a la Fiscalía, pero en mi caso y en el de Calleja, un viejito que ya murió hace muchos años, quien era el secretario, nunca llegábamos tarde, a las ocho de la mañana estábamos ahí, aunque hubiéramos tra-bajado de noche y llegado muy tarde a la casa.

Fue una etapa dura, pero, sinceramente, fui muy feliz, aunque qui-zás no había el rigor técnico que hubo después. Fue duro el trabajo en la sección. Trabajé un poco nerviosa. Yo decía que no me gustaba ser jefe, que no tenía las cualidades y las características para serlo, pero lo hice mientras fue necesario, mejor o peor, no lo sé, pero ahí estuve hasta que me trasladaron.

Una vez celebré un juicio debajo de unos árboles, porque no había local, preparamos allí la mesa. Fueron muy interesantes las cosas que sucedían en los primeros tiempos.

Después mi trabajo fue más técnico, más profesional, porque ya estaba en el Minfar. Si iban a redactar un reglamento sobre algo, se le daba el proyecto a mi sección para que lo revisara, tanto desde el punto de vista jurídico como de redacción, para evitar cualquier incongruencia con otras legislaciones.

Estando en el Minfar hice un viaje a la Unión Soviética, si mal no recuerdo lo auspició la Fiscalía General de la República. Dieron dos plazas para la Fiscalía Militar, y una de las seleccionadas para hacer el viaje fui yo. Estuve dos meses en Járkov estudiando cuestiones de inspección general, fue una experiencia interesante. Misión internacio-nalista lamentablemente no cumplí, porque no me mandaron, si me la hubiesen asignado la hubiera hecho también.

Me gustaba mucho ser fiscal. Cuando me propusieron pasar a ser juez, me resistí. Hablé con Marín [Leandro Evelio Marín Sánchez Qui-rú], que entonces era el jefe de Cuadros de la Fiscalía: «Me gusta ser fiscal, he sido fiscal durante muchos años, y no quiero ser juez». Él me explicó que me necesitaban, que si era buena compañera, que si el Par-tido y todas esas cosas que se dicen para persuadir a uno. Y me encantó ser juez.

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La Fiscalía, con sus fórmulas de verificación y comprobación de la legalidad, hace un trabajo

preventivo tremendo, con el que contribuye de forma seria a la disciplina.

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Fui oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias desde 1970 hasta el 2014, o sea, más de cuarenta años. Todo ese tiempo lo pasé en la Fis-calía Militar, y gran parte en la Fiscalía Militar Principal.

Voy a hablar de tres fiscalías, que nacen con la propia Revolución. La Revolución no creó la Fiscalía, utilizó la misma que existía con el ejército derrocado por el Ejército Rebelde, pero se mantuvieron las le-yes y se mantuvo el trabajo, había experiencia y organización militar, y era necesario mantener la disciplina en las tropas.

Se mantuvo hasta 1966 esa Fiscalía que venía desde antes. En ese año se crea ya una Fiscalía organizada. Si bien no había una ley orgáni-ca como existe ahora —en su momento fue la Ley 1310, y después la 101, que es la que está vigente—, había una ley procesal. Se estableció la estructura de la Fiscalía y con eso ya la institución tenía cuerpo, ciertas funciones y una organización de tres niveles: el central, el intermedio y el de base. Se ha mantenido ese criterio. Aquello era la Fiscalía de las FAR, la fiscalía de los ejércitos y la fiscalía de las unidades militares, que así se llamaba. Esta estructura se mantuvo hasta 1976, en que se dicta la Ley 1310, una de las últimas que se dicta con la estructura del Gobierno Revolucionario, antes que surgieran la Asamblea Nacional del Poder Popular y el Consejo de Estado.

La fiscalía tenía una idea de trabajo diferente, las mantuvo de las es-tructuras anteriores. Estas, con algunas fisuras que hubo de la ley ameri-cana en el 1901, las tenían antes los españoles, los mambises cuando la manigua. En 1896 la reprodujeron parecida a una autoridad judicial mi-litar, subordinando al mando o parte del mando las facultades amplias que tenía esa autoridad militar. En la 1310 se asume otra idea de trabajo y surge la verticalidad de la Fiscalía, la subordinación directa al fiscal general y otra serie de detalles.

Es otro concepto. Esa fiscalía se nutre de los conceptos socialistas de la fiscalía en la Unión Soviética. Había en esa época una asesoría sovié-tica. Algunas cosas de ellos se tomaron, otras se desecharon, porque no eran aplicables por muchas razones, primero por la propia estructura estatal y de las instituciones armadas.

No podemos desconocer cuestiones que son importantes. En 1973 se fusionan las distintas jurisdicciones que había: la ordinaria, la mi-litar y los tribunales revolucionarios. Había tribunales a nivel de base similares a los correccionales, pero que no eran correccionales, eran experimentales. Todo eso se fusiona. Existía otra organización más de carácter militar que eran los tribunales y la fiscalía del Ministerio del Interior.

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En ese año, con la Ley 1250, surge un nuevo tribunal partiendo de esa fusión, y se crea la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, que dio cierta organización. La estructura militar se mantuvo. Los fiscales de sala los designaba el fiscal general de la República mediante resolu-ción. Yo fui el primer fiscal designado, todavía con la vieja estructura, para trabajar en la Sala de lo Militar, pero nunca imaginé que también estaba designado para eso por una resolución, me lo dijeron un día en la Sala, y ahí estuve trabajando algunos años.

No tengo memoria para recordar el término, pero fueron ocho, nue-ve o diez años, porque tú cuentas de 1973 a 1976, cuando salgo de Cuba a cumplir misión internacionalista durante tres años. A mi regreso con-tinué trabajando. Hice juicios en la Sala y otros tipos de vistas en la Sala de lo Militar. Era subteniente, teniente, capitán y mayor, pasé mucho tiempo haciendo juicios.

Entro a la Fiscalía Militar por la Fiscalía Militar de las FAR, buscan-do un equivalente, que no lo tiene. Trabajé allí muchos años. En 1985 o 1986 me mandan de jefe de la Fiscalía de la unidad militar 127, en San Antonio de los Baños, allí estuve dos años aproximadamente. Después me envían a la Fiscalía Militar Territorial Occidental, y posteriormente de jefe de la Fiscalía del Estado Mayor de las FAR, no sé si año y medio o dos, y un buen día voy para la Fiscalía Militar Principal.

Es un largo trecho en la Fiscalía. He hecho tantas cosas, tanto en el campo del Derecho, como en el campo militar, que sería incapaz de reproducirlas. Hay un momento, por ejemplo, en que mi jefe di-recto era un jefe de departamento. Yo cobraba por la estructura de ese departamento, pero se creó un grupo operativo, me parece que éramos dos, y constantemente nos daban tareas que no solo estaban en el marco de la esfera penal, que era el trabajo fundamental de los primeros años. Se hacían algunas cosas de orden administrativo, pero no estaban reguladas. La fiscalía no existía como tal, era el Ministerio de las Fuerza Armadas, y como institución del gobierno tenía la Fiscalía una función. Las Fuerzas Armadas no tenían para esa época asesoría jurídica.

La Fiscalía Militar tenía la función de asesoría jurídica en muchos casos, y por eso empiezo a vincularme con algunas cuestiones relacio-nadas con la confección de documentos normativos del más alto nivel, formando parte de comisiones. Después empezaron a surgir lo que le decíamos reclamaciones, no con el concepto que hay ahora, porque muchas veces se usa mal el concepto de reclamación, incluso hasta en algunos documentos normativos.

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Viene la Ley 1310, ya esta se hace con asesoramiento soviético y bajo la dirección de Cuba. De ahí surge la idea de la verticalidad, de extraer la Fiscalía del mando y convertirla en una entidad más relacionada con la administración de justicia que con la administración propiamente dicha. Sale de un área y cae en otra.

A Mario Albarello lo nombran primer segundo jefe. Había otro se-gundo jefe, muy capaz, muy inteligente, Fabio Raimundo Torrado, creo que está trabajando con el primer secretario del Partido o en el Consejo de Estado, es una eminencia en toda la extensión de la palabra, siem-pre he dicho que tiene cultura enciclopédica, una cultura exquisita.

¿Qué ocurre con la 1310? Se crea una Fiscalía nueva, con una idea nueva. Cuando se dicta la Ley 101 de la Fiscalía Militar, que en esen-cia reproduce los principios que estaban en la 1310, se perfilan algunas cosas, como esta: la Fiscalía hará su trabajo coordinadamente con el mando militar. ¿Qué quiere decir eso?: que la Fiscalía está obligada a ello, porque uno de los principios que existen en toda construcción mi-litar es el principio del mando único, y la mejor forma que tiene la Fis-calía de poder apoyar es conocer con el mando militar en qué dirección tiene que dirigir su trabajo.

Trabajé en tantas cosas que ya ni me acuerdo. Lo más anecdótico que tengo al hablar de la Fiscalía Militar es que para mí, además de ser la institución, es una escuela, desde el primer día estoy trabajando en esa Fiscalía, y estudiando como un estudiante de secundaria. He tenido que estudiar año tras año, día tras día, hoy mismo por la mañana estu-ve estudiando para esta entrevista.

Lo de la estructura y la separación trajo aparejado una nueva Fiscalía en todos los sentidos. Para lograr lo que tenemos hoy han pasado más de treinta años. No es que hoy esto era blanco y mañana negro, no, es que en la medida en que las Fuerzas Armadas Revolucionarias fueron tenien-do posibilidades aparecieron los vehículos, los equipos de oficina, las computadoras, y así sucesivamente los locales adecuados para trabajar.

Lo más importante para mí es que la Fiscalía me ha estado enseñan-do desde los años setenta hasta ahora, porque sigo trabajando en la Fiscalía y sigo estudiando. Se lo digo a mis compañeros: el Derecho hay que consultarlo, es cambiante.

Una anécdota de la misión internacionalista: yo trabajaba en la Fis-calía Militar Principal, que radicaba en el edificio del Minfar. En 1975 sale el primer fiscal para Angola. Después veíamos que venía alguien de una Fiscalía, se metía para la dirección, se despedía y decía: «Voy para una misión». Un día me llamaron y me sentaron en la oficina, es-

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taban el coronel Albarello; el jefe de la unidad Pedro Enrique Salazar Miró, ya fallecido; Leandro Marín Sánchez, jefe de Cuadros y secretario del Partido; había otras dos personas que nunca había visto, un sub-teniente que se llama Augusto Víctor García y el otro Pablo Armando Tejeda Despaigne, a esos los conocí ese día allí.

Me designaron jefe de la Fiscalía del Frente Sur, que hacía frontera con Namibia. Era la zona de Savimbi. A uno de esos compañeros lo de-signan instructor fiscal. Estaban además William Selva y Rosana Ávila de Diu, ya jubilada. Me sentía bien con el grupo. Se creó una estructura similar a la que tenemos aquí. Había un trabajo muy coordinado. An-gola es muy grande; solamente el sur, que yo atendía, es mucho más grande que Cuba.

A mí me escribía el segundo de la Fiscalía, el coronel Salazar, pero no era para preguntarme si estaba bien o mal. Hablábamos del carácter de la ley que iba a salir. Cuando regresé, ya prácticamente dominaba la Ley Procesal Penal Militar, sobre la cual, cuando era un anteproyecto, había dado criterios.

Estábamos esperando el año 1977 con Fernández Matamoros para hacer un resumen del trabajo y confraternizar. Llega un cifrado que decía que en tal lugar se había producido una muerte, y salimos en un Ford. Tejeda se fue conmigo, llegamos al otro lado de un río. Dis-cutíamos sobre cómo podríamos coger la patana. Tejeda se agacha y se quita los zapatos para cruzar el río. Dice: «Oye, ¿qué cosa son esas pisadas?». Eran hipopótamos, y él se quería meter por allí. Luego me agradeció que le salvara la vida. Son cosas buenas, te das cuenta de la armonía que había en el grupo.

Cuando me jubilé me ofrecieron empleo en la Fiscalía como cuadro civil. Yo no quería desligarme de la Fiscalía ni estar metido en la casa. Aunque uno tiene bastantes libros para leer y cosas para hacer, si te quedas en la casa te conviertes en un viejo chocho que hace mandados, es lo que se ve por ahí.

Sigo trabajando. Al frente de la Fiscalía Militar está el coronel Risell [Juan Raudel Risell Collazo]. Está haciendo bien su trabajo, se está en-frentando al delincuente, al corrupto, contribuye a la disciplina militar. La Fiscalía, con sus fórmulas de verificación y comprobación de la le-galidad, hace un trabajo preventivo tremendo, con el que contribuye de forma seria a la disciplina. Necesita crecer en gente, en estructura, pero este no es el momento. Cada día la demanda es más grande, y no pre-cisamente en la reacción contra el delito, sino en el trabajo preventivo que hay que realizar.

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Yo seré toda mi vida un fiscal por vocación, por convicción, por necesidad de la Revolución. La Fiscalía fue, es y será la obra de la Revolución y de los fiscales.

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Ingreso en la Fiscalía en 1970. Tuve que simultanear esta actividad con otras. Procedía del servicio militar voluntario, que era una forma de ingreso que existió al principio de la Revolución, que no era el servi-cio obligatorio. Por solicitud de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en 1968 pasé un curso de oficial de once meses, me gradué de sargento de segunda. Me designan jefe de personal de una brigada urbana en La Habana, como fiscal militar.

La Fiscalía era una institución profesional en pleno desarrollo, con raíces en la Auditoría de la Sierra Maestra. El fiscal era un oficial que se preparaba, de manera incipiente aún, porque recordemos que las FAR, como todo, han tenido que crearse partiendo de cero.

Hay dos principios que en el desarrollo de la Fiscalía siempre se ob-servaron: uno es el de legalidad, lo que se hizo en las FAR como parte de la labor de impartir justicia, siempre amparados en las leyes; el se-gundo es la ética que siempre nos ha acompañado.

Eran unas Fuerzas Armadas muy jóvenes. Sus cuadros tenían todas las insuficiencias del momento histórico, pero habíamos sido educados en una ética muy revolucionaria, seguíamos el ejemplo del jurista ma-yor Fidel Castro. Para la creación de los órganos militares de justicia se eligió el 16 de octubre, día en que Fidel pronunció su alegato La historia me absolverá, una obra jurídica relevante.

Más que ejemplos jurídicos, había una conducta revolucionaria, una ética, hoy vigente. El hombre se presume inocente mientras no se demuestre lo contrario. La justicia no es una venganza, es una forma de responder a una conducta peligrosa que cometió un individuo. Nosotros no le dábamos gran importancia teórica a aquello, pero sí sabíamos de la ética que teníamos que tener. Uno de los principios principales de la Revolución es el humanismo, y supimos siempre que un tribunal colegiado era el que decidía.

La Revolución desarrolló sus leyes en base a las condiciones que se fueron creando en el país desde el punto de vista económico y social.

El fiscal, como funcionario del Estado, recibe instrucciones sobre los casos. Dichas instrucciones nunca han sido inventarle una prueba a fulano o perjudicar a mengano. Jamás recibí, ni como juez ni como fis-cal, una indicación de perjudicar a alguien, siempre se me dijo: «Cum-pla con lo que está establecido».

Con la institucionalización, la Fiscalía se hizo independiente, es decir, se integró y se convirtió en Vicefiscalía. Había un vicefiscal general que se subordinaba directamente al fiscal general de la República y no

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al ministro de las FAR. El primero que defendió la independencia de los órganos de justicia y la legalidad fue el general de Ejército Raúl Castro.

El desarrollo que tiene la Fiscalía como institución —me estoy refi-riendo a ambas, la militar y la civil— es muy superior en una serie de aspectos a la que yo conocí. Pienso que está en su mejor momento.

La Fiscalía tomó el mismo impulso de perfeccionamiento del resto de la sociedad, se desarrolló en Cuadros, en muchas cosas, y ha lle-gado a lo que es, hoy está llena de profesionales que son másteres, doctores, gente que domina una teoría que nosotros no aprendimos lo suficientemente.

Yo fui fiscal en Angola en enero de 1976. El único fiscal allí era el pri-mer teniente Felipe Tomas Alemán Cruz, que luego fue vicefiscal gene-ral de la República, quien estaba subordinado a las FAR. Él decidió que tenía que haber más fiscales, por lo que fuimos dos. Me tocó ser fiscal del Frente Este, con una persona a la que le tengo profundo respeto y admiración: Carlos Fernández Gondín.

Tuve la posibilidad de aprender. Yo era un fiscal penal, un fiscal de respuesta. Allí no era así, tuve que aprender que la primera tarea de un fiscal es prevenir, para evitar que se cometan las indisciplinas o los delitos. Hubo una escasa radicación en esa etapa, la mayoría de las actividades eran conversatorios, entrevistas, todo con el fin de prevenir, de dar el ejemplo. Tuve que aprender que un fiscal en la guerra es fiscal y oficial, y cumple no solo una tarea. A mí me correspondió ser el secretario del Partido en el puesto de mando avanzado del frente, donde militaba el jefe. Viré de Angola con esa experiencia, una más.

Me jubilé en el 2001. Pude, quizás, estar unos años más, pero ter-miné honrosamente mi vida laboral en la Fiscalía Militar. Tienen que haber habido errores y fracasos, como con todo ser humano, pero nin-guno de principios como el amor a la patria, a la Revolución, a Fidel y a la Fiscalía.

Tengo en mi cuadro de despedida la frase «Lo caracterizó su amor a la Fiscalía», porque estuve en ella por vocación, no llegué por accidente. Yo fui lo que en la vida quise ser, y se lo debo a la Revolución y a la Fiscalía.

Seré toda mi vida, por vocación, por convicción, un fiscal, por necesidad de la Revolución y de las FAR, que fueron siempre las que me aportaron a mí, me otorgaron mi carrera, me educaron, me dieron confianza y todo lo que tuve en el orden material. Hasta el último día de mi vida seré fiscal y militante del Partido.

Un mensaje a los nuevos trabajadores: que jamás busquen pro-tagonismo.

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Soy habanero, hay cosas que me marcaron, mi padre era un obrero gráfico, trabajaba en un periódico que fue clandestino mucho tiempo: Hoy, y en una imprenta vivíamos y pasamos necesidades extremas. Hay cosas que no se olvidan nunca. Un día tocaron a la puerta. Era un niño como de cinco años, con una lata de chorizo. Pedía sobras para comer, con hambre horrorosa. Tampoco puedo olvidar, en la calle Obispo, a una mujer tirada en el piso con tres niños, dándole el pecho a uno, y los otros dos con hambre. No se me olvidará en el hospital infantil del Vedado a los niños tirados sobre sábanas. Ese es el capitalismo, no lo podemos olvidar.

La Fiscalía fue, es y será la obra de la Revolución y de los fiscales. Se podrá nombrar a algunos que fueron muy relevantes, pero todo el mundo aportó, hasta los que estuvieron poco tiempo.

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Soy soldado de la Revolución Cubana. Donde quiera que la Revolución me dé una misión me siento bien.

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Colomé [Ibarra] me propuso para jefe de la Fiscalía Militar en el pri-mer semestre de 1973. Santiago Cuba Fernández era fiscal jefe de la Fis-calía Militar y de la Fiscalía General de la República. Se esperaba a la Asamblea Nacional del Poder Popular para nombrar a Cuba como fiscal militar y a mí como vicefiscal general.

Mi labor fue muy difícil en sus inicios, porque la Fiscalía solo con-taba con cinco abogados. Los jefes militares eran autoridades judicia-les militares, una institución de la época española, y me enfrenté a esta problemática.

Primero aprobamos la Ley 1310 [Ley de la Fiscalía Militar], luego me nombraron delegado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para la Comisión de Estudios Jurídicos del Comité Central, que presidía el compañero Blas Roca Calderío.

En esta comisión desarrollamos la Constitución de la República, la Ley Procesal Penal (Militar y Civil), la Ley de Procedimiento Civil y de Familia, en fin, todas las legislaciones de Cuba se hicieron en esta comisión.

Redacté un proyecto explicando los cambios que se sucederían a partir de la separación de la Fiscalía Militar de los mandos mili-tares. La entregué a Senén Casas, viceministro primero de las FAR, el cual estuvo de acuerdo y me dijo que se lo circulara a los jefes de Ejército y a los viceministros de la Fuerzas Armadas para su apro-bación, ahí fue donde se logró definitivamente la independencia de la Fiscalía Militar.

Raúl Castro fue el impulsor de la legalidad en Cuba. Yo presidí la comisión para hacer el reglamento disciplinario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Nosotros hicimos el Reglamento de la Responsabilidad Militar.

La primera misión internacionalista de Cuba fue la guerra de Marruecos y Argelia, en 1963. Yo tenía 24 años, cumplí 25 en el Sahara. A la de Etiopía, en el año 1977, fui como fiscal del Frente, cumplí los 40 en un hospital de campaña, por poco me muero.

Estuve trabajando en la Fiscalía hasta 1989, cumpliendo mi función durante doce años. En ese tiempo el principal cambio fue que se hizo una Fiscalía.

Vivo humildemente, y si volviera a nacer haría lo mismo. Si se va a escribir la historia de la Fiscalía hay que escribir estas cosas, porque esta es la historia de la Fiscalía actual.

Soy soldado de la Revolución Cubana. Donde quiera que la Revo-lución me dé una misión yo me siento bien. Me siento orgulloso de ser

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fundador del Partido Comunista de Cuba. Donde quiera que la Revolu-ción me ha necesitado me he sentido bien. Adonde me mande yo voy.

A los jóvenes les digo que sean abnegados ante cualquier tarea que se les asigne, sobre todo fidelidad a la Revolución y a las labores que desarrollan en las fiscalías. Por favor, sigan el camino.

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Son posibilidades que uno tiene de luchar por que se les dé solución a los problemas.

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Ingresé en la Fiscalía en 1973. Era oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Procedía de distintas áreas; fui primero político, tra-bajé en la constitución del Partido, después salí rumbo a la Unión So-viética. En 1973 me llaman y me plantean una decisión del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, del alto mando, de que me iban a nombrar fiscal jefe de la Fiscalía del Ejército Occidental. Cuan-do llego ahí la situación era bastante difícil, igual que en la Fiscalía en sentido general.

En ese lugar trabajaba conmigo la compañera Concepción Cordero, Conchita, abogada, se había graduado unos años antes que yo y lle-vaba ya algún tiempo. Había otros compañeros que no eran fiscales. El segundo allí era Noel Faustino Aldana, que era abogado, tenía una vasta experiencia y podía trabajar mejor que yo como fiscal, porque yo era neófito, tenía el título universitario, había terminado la carrera, pero prácticamente no había estado en contacto con la labor de fiscal. Ellos me dieron una tremenda ayuda.

En 1976 se dicta la primera ley de la Fiscalía Militar, la ley 1310, esta crea el órgano de la Fiscalía Militar, entra en vigor a finales de ese año y se adopta una nueva estructura, pues hasta ese momento existía la Fiscalía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y la Fiscalía del Mi-nisterio del Interior, y con esta nueva ley se crea una sola, la Fiscalía Militar, que se nutre de fiscales provenientes de ambas instituciones.

Cuando se crea la nueva Fiscalía Militar también adoptamos una organización distinta, porque ya comenzamos a atender todos los man-dos, excluyendo al Ejército Juvenil del Trabajo, porque por su vínculo directo a la producción se le hizo una Fiscalía propia.

Se crean seis organismos que en aquel momento se nombraron guarniciones, y la Fiscalía de la que yo era jefe se nombró Fiscalía Territorial Occidental. Teníamos que atender todos los mandos mili-tares: al Ejército, la Daafar, la Marina, la reserva del alto mando, todos los organismos del Ministerio del Interior, la policía, los bomberos, prácticamente todo lo que estuviera vestido de uniforme. Por la nueva Ley de Procedimiento Penal Militar puesta en vigor, también teníamos que recibir todo delito en el cual participara un militar, aunque el res-to de los participantes fueran civiles.

Eso dio lugar a que cuando organizamos la estructura se crearan las seis guarniciones, una en Pinar del Río, que era más pequeña, porque en esa provincia lo que había era una unidad militar. También se crea una pequeña en la región militar de la Isla de la Juventud y cuatro aquí en La Habana.

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Posteriormente, con el desarrollo que ha ido teniendo la Fiscalía, esas que eran fiscalías de guarnición se les conoce hoy como fiscalías de la región militar.

Así quedamos con las Fiscalías de la Guarnición de La Habana, de Managua, de Punta Brava y de Marianao. En la Guarnición de La Habana quedó de jefe William Selva, en la de Managua Pedro Gustavo Cruz, en Punta Brava Aldana y en Marianao Osvaldo Rodríguez Vargas, que era el segundo jefe de la Fiscalía de la Daafar. Pedro Enrique Salazar, que era el jefe de esa Fiscalía, fue nombrado segundo jefe de la Fiscalía Militar Principal. Como jefe nombraron a Mario Albarello García, que era vice-fiscal general de la República. Yo quedé de jefe de las guarniciones del territorio occidental.

Cuando se crea esta Fiscalía nos construyeron a la entrada del Ejér-cito un buen edificio que en la planta baja tenía el tribunal territorial. Se hizo una buena sala de justicia, con toda una serie de requerimien-tos. En la planta alta se hizo la Fiscalía Militar.

No nos dedicamos solo a la instrucción, también al control de la legalidad socialista. Conocíamos los hechos constitutivos de delito y realizábamos la inspección de la legalidad. Muchas veces los mandos nos consultaban, generalmente para tomar una decisión, a veces hasta para definir conceptos.

Hubo que nombrar a un fiscal para que acompañara a las primeras tropas nuestras que fueron a Angola. Se designó a un compañero muy capacitado, muy bien preparado como fiscal, que después fue el jefe de la Fiscalía Militar: Felipe Alemán, muy inteligente. Fue para allá sin lle-var prácticamente nada, si acaso la Ley Penal y la Ley de Procedimiento.

El trabajo en la Fiscalía fue arduo. Con un gran esfuerzo logramos seguir desarrollando la preparación de los fiscales e instructores fisca-les que teníamos en el territorio. En las guarniciones contábamos con primeros instructores y en la fiscalía territorial instructores fiscales, y fiscales asistentes. Nuestra estructura tenía fiscales para atender el control de la observancia de la legalidad. Para controlar la instrucción había cuatro. Teníamos Organización y Control, y Control de Documen-tos Clasificados.

Cuando llegamos a la Fiscalía las condiciones materiales y de traba-jo eran muy difíciles, con pequeños locales en muy mal estado a veces. Cuando cambia la estructura, comienzan a mejorar las condiciones.

Después se dio transporte, algunas motos para todas las guarnicio-nes. En la Fiscalía territorial nos asignaron dos autos Lada. Fue mejo-rando el mobiliario. Teníamos dificultad con las máquinas de escribir.

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No era el momento del desarrollo de la computación, nos valíamos mu-cho de las máquinas de escribir Remington, Olivetti. Fue cuando más trabajo pasamos con el equipamiento. Poquito a poco se fue resolvien-do, pero tuvimos alguna dificultad. Teníamos bastantes modelos im-presos, muchas proformas hechas para viabilizar el trabajo. En general se superó aquella primera etapa, que era muy difícil.

Yo estuve once años al frente de la Fiscalía Territorial Occidental. Luego fui designado para trabajar en el Tribunal Provincial Popular de La Haba-na. Estuve de juez de Sala, eso me dio experiencia, la que te da la visión como fiscal y como presidente del tribunal. Cambia tu modo de pensar.

Salí con jubilación militar de la Fiscalía. Como soy combatiente de la clandestinidad, estuve trabajando en distintos lugares.

Yo no hice la carrera con la aspiración de ser fiscal, pero después me motivó y me gustó el trabajo. Seoane me regaló la nueva ley, y siempre he estado al tanto. Me gusta la parte jurídica y leo, me he mantenido informado.

Después qué vine para la Fiscalía General de la República, hace casi dos años, me tuve que poner a estudiar para poder estar a tono con la realidad actual. Estoy en la atención a los derechos ciudadanos, aun-que me especializo en penal, lógicamente, porque además fui presi-dente y juez de la Sala Penal, fue lo que más trabajé.

Soy un convencido de la importancia de la Línea Única. Desempeña un papel muy importante. Los ciudadanos te preguntan sobre cuestio-nes significativas. Eso te permite echar a andar el mecanismo o por lo menos alertar directamente a los fiscales, porque se nos ha facultado por el fiscal general a llamar a los fiscales jefes provinciales y a otros organismos cuando lo consideremos.

Tengo una experiencia muy interesante. Meses atrás me llama en horas de la noche, un día feriado, un compañero. Se identifica: «Soy revolucionario, militante del Partido, y acabo de ver, cerca de donde re-sido en Playa, a una señora anciana que tiene una hija que es deficiente mental moderada y a su vez madre de una niña. La casa se le cayó, tiene problemas, y hace varios días que están durmiendo en plena calle, en un quiosco aquí en la calle». Yo le digo que eso no es posible. Me res-ponde que sí, que lo garantiza. «Deme sus datos, yo voy a llamar ahora al Gobierno municipal, arranque usted para allá y dígale a esta señora que tiene que ir para allá, llévesela con usted. ¿Tiene carro?». «Sí, tengo carro». Le indico: «Móntela en el carro y llévesela con usted, en esta Revolución no puede haber una anciana con una hija y una nieta dur-miendo en la calle».

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Llamo al Gobierno municipal, me sale la que estaba de guardia y le hago el cuento y le explico que le dije al compañero que llevara a estas personas para allá para que el Gobierno se encargara. Me dice: «Oiga, compañero, pero usted no puede hacer eso». «Yo sí puedo hacerlo, soy el fiscal de guardia de la Fiscalía General de la República, y estoy facul-tado para llamar al presidente para decirle eso. Como el presidente no está, se lo estoy diciendo para que le transmita que de aquí de la Fisca-lía General de la República se le da esta indicación. Mi nombre es Oscar Herrera, por si el presidente tiene alguna queja de mi proceder, pero es que la Revolución no puede permitir que esto pase».

Llegaron allá, llevaron a la señora con la hija y el niño para la uni-dad de la Policía, allí les dieron comida, las tuvieron albergadas hasta que al otro día le resolvieron un albergue. El compañero después me llamó para decirme que todo se había resuelto, que todo salió favo-rablemente. Eso hace que uno se sienta bien. Yo me sentí muy bien porque habíamos hecho una gran cosa en protección de los derechos del ciudadano.

Son posibilidades que uno tiene de luchar por que se les dé solución a los problemas. Mucha gente nos llama para darnos las gracias. Trato de que la persona reciba orientación, eso motiva a uno y me ha hecho volver a los libros después de viejo. Es así, y me gusta el trabajo. Es ago-tador, esas veinticuatro horas no son fáciles, pero tiene recompensa el trabajo, por lo menos la recompensa moral. Uno se siente satisfecho al poder ayudar a una persona.

Creo que es un gran acierto de la Fiscalía, una tremenda decisión del fiscal general, hay que aplaudirlo eternamente. Las personas te lla-man y te dicen: «Compañero, ¿usted no se acuerda de mí? Yo quiero demostrarle mi agradecimiento, porque todo ha salido como ustedes me dijeron». Y uno piensa lo bueno que ha sido lograr satisfacer la ne-cesidad que tenía.

Mi inicio en la Fiscalía fue una etapa muy interesante y muy difícil, porque hubo que enfrentar la situación sin estar totalmente preparados. Tenía un título universitario, fui un buen estudiante; sin vanidad: terminé entre los primeros expedientes. Llegué a la Fiscalía con el título, pero es muy distinto la teoría a llegar y chocar con la verdad. Tuvimos que enfrentarnos a una verdad para la cual no estábamos preparados, pero sobre la marcha nos fuimos preparando. Logramos responder a los intereses de las FAR en aquel momento.

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Haber sido parte de la Fiscalía durante ese tiempo me sirvió de experiencia. Yo quiero con el alma a la Fiscalía.

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Entré en las Fuerzas Armadas Revolucionarias mediante el primer lla-mado del Servicio Militar Obligatorio. Estaba en una unidad de artillería, y mi jefe fue buscando soldados para trabajar en la Fiscalía, que se iba a iniciar. Así, de artillería pasé a trabajar en la Fiscalía en octubre de 1964, como auxiliar taquígrafo. El taquígrafo tenía que tomar la versión de los juicios completos y transcribirlas y pasarlas después.

Con posterioridad pasé para secretario de plenario, era el que trabajaba en el Tribunal, ahí estuve largo tiempo. Luego inicié el trabajo en la instrucción de las causas, e ingresé en la Universidad para estudiar Derecho. Llenaba las causas y los expedientes, iba a las unidades disciplinarias donde estaban los sancionados. A los dos años de estar en la Fiscalía ascendí a soldado de tropa regular, a los pocos años me hicieron sargento de primera, después subteniente y teniente, hasta mayor.

Cuando comenzamos en la Fiscalía aquello fue tremendo, a veces se nos empataba un día con el otro haciendo juicios, había muchos. Llevamos a los estudiantes de Derecho, ellos como defensores y yo como fiscal, era un poco extraño.

Para el cambio de la estructura, primero se dictó la Ley y se de-rogó la anterior, que establecía la jurisdicción militar. Se creó la Fiscalía Militar Principal, que estaba subordinada al fiscal general de la República. Antiguamente, nos subordinábamos al mando, a la autoridad judicial militar, eran los jefes de las unidades los que nos mandaban, ellos eran los que disponían. Con la nueva estructura respondíamos a la legalidad socialista, de acuerdo con lo que plan-teaba la ley eso era lo que se cumplía.

Estuve en la Fiscalía hasta 1984, o sea, veinte años, luego pasé para la dirección de tribunales militares. Haber sido parte de la Fis-calía durante ese tiempo me sirvió de experiencia. Yo quiero con el alma a la Fiscalía y a los tribunales.

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El mérito de ser nombrado fiscal hay que ganárselo, porque el nombramiento no significa que usted adquirió

los atributos de fiscal.

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Es un honor que me hacen que a los 40 y tantos años de haberse constituido la Fiscalía General de la República como institución tenga la ocasión de hablar en resumida síntesis de las vivencias de un joven llegado en 1975 a la Fiscalía Militar, donde estuvo toda su vida, hasta el momento en que la Fiscalía General de la República me acogió.

En febrero de 1975, a raíz del Primer Congreso del Partido, en el cur-so de trabajadores nos incorporamos a la Fiscalía Militar. Yo procedía del Instituto Técnico Militar. Jorge Aparicio Fernández —después te-niente coronel— y otro compañero de la Fiscalía, Gamboa Ramos, nos captaron a Avelino Fernández —en la actualidad licenciado en Ciencias Jurídicas y doctor en Ciencias Agropecuarias, está en Cienfuegos— y a mí para la Fiscalía Militar, estábamos estudiando juntos en la Univer-sidad. Se entrevistó con nosotros el coronel Enrique Salazar Miró, que en aquel entonces había salido de jefe de la Fiscalía de la Daafar y lo habían nombrado segundo jefe de la Fiscalía Militar, la que estaba al mando del coronel Mario Albarello García.

Prácticamente al terminar mis estudios paso a trabajar en la Fiscalía Militar de la Daafar, que tenía su jefatura en La Coronela. El jefe era el teniente coronel Osvaldo Rodríguez Vargas.

Di mis primeros pasos como fiscal militar en un cargo que se llama-ba auditor. Tuve el privilegio de compartir con compañeros que pudie-ra calificar de ejemplares en el desarrollo de su trabajo, desde mi jefe directo, al que le agradezco por participar de mi formación integral, no solo como fiscal, sino también como militar y como hombre en el senti-do amplio de la palabra.

Allí hice mi primer juicio. Acabado de llegar me dice el compañero Osvaldo: «Tejeda, dale a hacer un juicio». Yo en esa etapa era el aboga-do más joven en la Fiscalía Militar, nunca había visto un juicio ni sabía cómo se hacía. Entonces el coronel José Girado Ferreiro agrega: «Teje-da, vamos, no te me vayas a acobardar, yo te voy a dar el pie forzado de las preguntas que tienes que hacer, tú verás que te vas a ir desarrollan-do. Es un delito sencillo». Era un asesinato, qué sencillo.

Y empecé. Como me sugirió Girado, preguntaba de acuerdo a lo que había visto en las películas. Salí bastante bien parado desde el punto de vista profesional. Ese juicio me valió para que mis compañeros, con esa forma suya de proceder, dijeran que tenía tremenda preparación. Yo me preguntaba: pero ¿qué preparación voy a tener, si nunca he he-cho un juicio?

Con la unificación de la Fiscalía a la Fiscalía General de la República, soy testigo de la constitución de la Fiscalía Militar como una fuerza

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de manera vertical. Todavía no había surgido el cargo de vicefiscal general, que es el jefe de la Fiscalía Militar; aparece en 1976, con la primera ley que tuvo el órgano. Se nombra a Mario Albarello vicefiscal general, jefe de la Fiscalía Militar.

Como segundo jefe de la Fiscalía, con cargo de sustituto del vicefis-cal general, jefe de la Fiscalía Militar, es nombrado Enrique Salazar. En-tré por la puerta ancha a la Fiscalía, porque fui captado junto a Aparicio Fernández, Edmundo Gamboa y nada más y nada menos que el compa-ñero Salazar, un prestigioso jurista guantanamero, que había ejercido funciones como auditor, entiéndase fiscal, en el Ejército Rebelde.

Empecé a desarrollar mi trabajo en La Coronela. El fiscal de aquel entonces andaba con una maleta, suda para aquí, suda para allá, co-giendo guaguas, el único carro que había en la Fiscalía era un jeep de dos puertas que por amor y gracia había caído allí, era el único en toda La Habana para la Fiscalía. Había otro que procedía de la Fiscalía del Ejército Occidental, lo pasó a tener el teniente coronel Oscar Herrera Solado, quien actualmente trabaja con nosotros en la Línea Única y presta muy buen servicio.

Como instructor atendía lo que es hoy la base de la Marina, allá en Bahía Honda y otra unidad, también de la Marina, en Mariel.

Siempre tendré presente que los máximos dirigentes de nuestra Re-volución han apoyado el trabajo de la Fiscalía a partir de la seriedad y de la responsabilidad que nosotros como fiscales nos ganamos. Hay quien piensa que autotitularse fiscal es lo que le da la autoridad. Usted no se gana la autoridad si no suda y anda con una maleta de aquí para allá, que las instituciones vean que fue allí a ayudarlos, aunque tenga que realizar cualquier acción de control, que es la palabra de orden hoy día.

Estando en Loma de Cañita en julio de 1976, nos mandan a buscar —a Augusto Batista García, mi compañero, hermano de lucha; a An-tonio Seoane Alonso, teniente coronel; a Manuel Ramírez Matamoros, ya fallecido, una gente cabal; y a mí— al Minfar el teniente coronel Wi-lliam Álvarez y la teniente coronel Roxana Ávila, que fue, dicho sea de paso, la primera mujer fiscal que cumplió misión internacionalista. Cuando llegamos no sabíamos de qué se trataba. Albarello y Salazar nos dicen: ustedes han sido llamados aquí porque el Partido y la jefatu-ra de las FAR han decidido que vaya un grupo de compañeros a cumplir misión internacionalista a Angola, y queríamos saber cuál era la volun-tariedad de ustedes. De más está decir que todos preguntamos cuándo era que se salía, y nos respondieron: bueno, ya. Fuimos despedidos por el vicefiscal general Mario Albarello García.

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Nos montamos en el avión, nunca me había montado en uno, y, como es lógico, primera vez que salía de Cuba. Había alrededor de quince personas. Después nos enteramos que quien estaba al frente de la misión era el general de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra. Había ido en noviembre a cumplir misión el coronel Felipe Alemán Cruz, después me enteré que a mí me iban a mandar en esa fecha.

Salimos de aquí con tremendo calor, no imaginamos que cuando llegáramos a Luanda de madrugada habría tremendo frío. Parece muy sencillo saber que uno va a un lugar, pero no si regresa o no regresa. Re-gresamos, estamos aquí, pero hay compañeros que regresaron porque Cuba busca a sus muertos dondequiera que estén, eso es una garantía que tiene la familia.

Voy a parar a un lugar que se llama Luso, en el Frente Este. Yo era el fiscal jefe. Conocí a varios compañeros de mucha valía que estaban al frente de ese regimiento.

Empleábamos la Ley Penal Militar que hizo un ilustre doctor: Fabio Raimundo, que es una de las personas más preparadas del ámbito legal en Cuba. Fue lo único que llevamos para aplicar allí. Con ella teníamos que armar aquello, coordinado con los compañeros de tribunales que también fueron.

Anécdotas de Angola hay muchas. Tenemos la satisfacción de haber contribuido a organizar la Fiscalía Militar, porque aunque los compañeros fueron representándola, en honor a la verdad quienes aplicaron su estructura en Angola fue el grupo nuestro. No le resto mérito a la actitud de los compañeros que fueron allí y estuvieron cerca de los combates. Se organizaron algunas órdenes para velar por la disciplina, sobre todo relacionadas con el comportamiento de las tropas ante la población. La Fiscalía nuestra fue a contribuir al sostenimiento de la disciplina militar.

El fiscal general, Darío Delgado, dice que cuando se vaya a hablar de la trayectoria de la Fiscalía, se diga que yo transité por todos los car-gos: instructor fiscal, fiscal asistente, fiscal jefe del sector, una cosa que creó Alemán con la aprobación de Albarello. Llegué a atender unidades de la Marina, de la Daafar y del Minint.

Un día en el año 1982 me llama Albarello y me dice: «Te mandé a buscar porque… ¿tú sabes dónde es Colón?». Y yo le digo con mi forma: «No me diga que me va a mandar para Panamá». Y me responde: «Qué Panamá ni qué Panamá, chico: Colón». Y así mismo fue que fui a parar a la Fiscalía Militar Guarnición de Colón, que era la Fiscalía más grande de Cuba, y yo era el fiscal jefe de Guarnición con menos grados que había.

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De allí Felipe Alemán me envía al Minfar, y Pereira, que era el sus-tituto del vicefiscal general jefe de la Fiscalía Militar, me pone en un cargo que era algo así como fiscal de procesos penales y de control de la legalidad, un cargo grande, y ahí es donde paso a ser enlace entre la Fiscalía Militar Principal con la Fiscalía Militar territorial oriental, que abarcaba desde Ciego de Ávila hasta Guantánamo. Volví de nuevo a la etapa de la maletica, porque tenía que andar por unidades de las FAR y unidades del EJT. A veces no se entiende qué es el EJT, pero la Fiscalía me permitió entender eso. Ya era el enlace con Oriente, cuando vengo a ver también soy el enlace de Occidente. Y sucede que termino también como enlace de los tribunales.

De ahí nos trasladamos, desde el piso en que estábamos en el Minfar, para 5ta. y 34, y paso a ser jefe de la Fiscalía territorial de la Daafar. Comienzo como jefe ahí, y cuando se reestructuran las fiscalías y se unen las de la Daafar, la Marina y el Ejército, me nombran sustituto del jefe de la Fiscalía.

En 1991 me designan jefe de la Fiscalía Militar Territorial Central, en Occidente, Centro y Oriente, lo que contribuyó a mi conocimiento. De ahí me traen para Occidente en 1998. Al coronel López lo promueven para sustituto del vicefiscal jefe de la Fiscalía Militar. En el 2001 se me nombra sustituto del vicefiscal jefe de la Fiscalía Militar, cargo que ocu-po hasta el año 2012, en que soy desmovilizado de las FAR.

En enero de 2013 me nombran fiscal de la Fiscalía General, cargo que ocupo actualmente, como fiscal jefe de grupo de la Secretaría del Fiscal General.

Un consejo a los jóvenes y a los trabajadores de la Fiscalía: la inte-gridad se adquiere, del cielo no caen las cosas. El mérito de ser nombra-do fiscal hay que ganárselo, porque el nombramiento no significa que usted adquirió los atributos de fiscal.

Le he dicho a mis compañeros, a los que nunca he llamado subordi-nados, que para ser fiscal usted tiene que conocer a las personas. Cómo va a decidir sobre una persona si no sabe qué es lo que puede alguien pensar en relación con un hecho. Usted debe ser capaz de tomar una decisión correctamente, porque tener el Código Penal en la mano no significa que tiene la ley en la mano. Hay que estudiar mucho, conocer de las personas, de las motivaciones, de los incentivos, y eso se aprende trabajando, escuchando mucho a los que llevan tiempo en la actividad.

Porque si nadie es soldado al nacer, tampoco nadie es fiscal porque se gradúe en cualquiera de las universidades de Cuba ni del mundo.

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El fiscal debe ser un profesional muy preparado y cumplir con la ley.

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Llevo cuarenta años en el órgano. Empecé en diciembre de 1976 en la Fiscalía Militar. Realicé muchas actividades: fui instructor fiscal, primer instructor, eso me preparó para la Fiscalía Municipal, porque ya sabía lo que tenía que indicar a los instructores del Ministerio del Interior en las investigaciones.

Cuando empecé en la Fiscalía Militar, apenas había máquinas de escribir. Me gradué en julio de 1982 como licenciado en Derecho, y a partir de septiembre de ese año cumplí con éxito misión internaciona-lista en Etiopía y regresé a Cuba.

En la Fiscalía Militar trabajaba en los procesos penales y en el con-trol de la legalidad en los calabozos. Atendía a dos batallones del Ejér-cito Juvenil del Trabajo, la Policía, el Minint y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Florida, Camagüey.

La Fiscalía Militar radicó en tres lugares. Trabajaban sin mu-chos recursos, pero había muy buena atención al hombre, eso siempre lo recuerdo.

Hacíamos los juicios en los campos de caña, entrevistábamos allí a los militares involucrados, también atendíamos los proble-mas de los soldados, se hacía mucha prevención. Celebrábamos los juicios en unidades disciplinarias en la Fiscalía de Guarnición de Florida.

Lo primero que me indicaron, cuando entré en la Fiscalía, fue dar-le una conferencia a un batallón de soldados. Me impresionó, porque era la primera vez que hablaba a tantas personas.

Por consulta con el vicefiscal general militar Felipe Alemán, paso a la Fiscalía Municipal de Céspedes después de nueve años de estar en la Fiscalía Militar. En Céspedes me recibió el fiscal Manuel Amigó Ávila, ya fallecido, que era muy capaz. No existían buenas condiciones de trabajo. Allí estuve tres años, con poco espacio, pocos trabajadores, luego se fueron incorporando egresados. Apliqué mis conocimientos para ayudar a los instructores.

A finales de 1988 paso a la Fiscalía de Florida, donde trabajé por veintiséis años, hasta el 2014. Allí aprendí mucho sobre verificaciones fiscales. El fiscal general Ramón de la Cruz Ochoa era muy exigente con los estudios. Me agradaron los encuentros con el doctor Escalona cuando era fiscal general.

Sugiero seguir dando estímulos a los compañeros, rotar a los fis-cales por los distintos cargos y preparar a la reserva. Ahora sí se le da atención a la Fiscalía Militar y se relaciona con la Fiscalía General en lo científico y en otros intercambios.

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Me gusta la Fiscalía, porque en ella puedo aplicar la justicia y la legalidad. Trabajé con el vicefiscal general militar Mario Albarello García y su sustituto Pedro Enrique Salazar Miró.

Es muy importante en los expedientes de fase preparatoria hacer buenas investigaciones complementarias, para conocer de verdad a la persona que se va a juzgar. Me gustaba el trabajo de prevención, y después la labor de la Comisión de Prevención y Atención Social, ahora se está recuperando.

El fiscal general Darío Delgado Cura informatizó al órgano, traba-jó mucho con la juventud para que existan las condiciones debidas: calidad de vida y de trabajo, mejorar la atención a la población, dar seguimiento a los asuntos y los eventos nacionales con los fiscales jefes municipales, que son muy importantes.

Me gusta mucho lo de los círculos de interés, compenetrarse con los diferentes factores. Debe trabajarse más para que se conozca la Consti-tución y se aplique. El fiscal debe ser un profesional muy preparado y cumplir con la ley.

Siempre me ha gustado consagrarme al trabajo y hacerlo bien, con justeza y justicia. Me regocija que el pueblo me salude a pesar de mi función de fiscal. Siempre trabajé para formar a mis subordinados.

Actualmente trabajo en el Departamento de Verificaciones Fiscales. Me voy al terreno a enseñar a los fiscales municipales de Vertientes, Céspedes y Esmeralda, son los territorios que atiendo.

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Los juristas apegados a las normas, si además somos oficiales de las FAR, somos más apegados

al orden y a la Constitución.

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Estoy jubilado. Siendo abogado, empecé en las Fuerzas Armadas Revolucionarias en 1976, y en la Fiscalía Militar en 1977. Había sido ase-sor de la Universidad de La Habana. Trabajaba en el departamento de asesoría legal de la Secretaría General de ese centro.

En la Fiscalía Militar, el primer cargo que desempeñé fue el de instructor fiscal de la Fiscalía Militar de la Guarnición de La Habana, que era la nomenclatura que existía entonces, y en 1978 comencé como fiscal asistente de la Fiscalía Militar Guarnición Isla de la Juventud. En 1979 regreso a La Habana y ocupo el cargo de fiscal asistente para Instrucción en la Fiscalía Militar de La Habana, después fui fiscal militar asistente para la Inspección Judicial en la Fiscalía Militar territorial occidental.

De 1983 a 1984, la Fiscalía Militar Principal hace un trabajo en la base aérea de San Antonio de los Baños, que implicó un cambio estructural de la Fiscalía Militar. En base a esa experiencia, que se desarrolló en la unidad 1410 del Ejército Central y en una gran unidad en Baraguá, del Ejército Oriental, se diseñó la estructura de la Fiscalía Militar para las regiones occidental, central y oriental. Los cambios consistieron fundamentalmente en acercar más la Fiscalía Militar al mando militar. Eso implicó una estructura que sería muy largo explicar. Por ejemplo, en el Ejército Occidental había una Fiscalía Militar territorial del Ejército Occidental, una de la Daafar, otra de la Marina de Guerra Revolucionaria, etcétera.

En 1984, cuando regreso de este trabajo, soy designado jefe de la Fis-calía Militar de la Guarnición del Minfar. Estuve como primer jefe hasta 1986. En ese año paso a desempeñarme en la Fiscalía Militar Principal, que estaba en 5ta. y 34, donde ocupé los cargos de fiscal militar, primer fiscal militar y segundo jefe de la sección de Control de la Legalidad, Prevención y Educación Jurídica. Esa sección era parte de la estructura que se acordó. Tenía dos secciones nada más, la Jurídico-Administrativa y la de Control de la Legalidad, Prevención y Educación Jurídica. En la Fiscalía Militar Principal me jubilé en el 2011. Fui desde el 2004 uno de los fiscales militares asistentes del vicefiscal general de la República.

La Ley 1310 de 1976, que es la de la Fiscalía Militar, y la 101 de 2006 establecen para la Fiscalía Militar una forma de atender la competencia de los asuntos que, si bien es territorial, puede ser también por mando.

La Fiscalía Militar es un órgano sui generis, tanto en la Ley 1310 como en la 101. Desde el punto de vista de sus funciones responde a la Fiscalía General de la República, pero, como somos militares, desde el punto de vista de la jerarquía militar por supuesto que el vicefiscal jefe de la Fisca-lía Militar tiene un grado de subordinación jerárquico con el ministro de

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las Fuerzas Armadas, pero no en el orden funcional. En el orden funcio-nal ni el mando FAR ni el mando Minint pueden establecer directrices, salvo en aquellas cosas en que la propia ley procesal autoriza.

Cuando comencé en la Fiscalía Militar no tenía ningún tipo de vehículo, la Fiscalía Militar de La Habana no lo tenía. La territorial tenía un jeep, te estoy hablando del año 1976. Eso fue evolucionando y luego, de acuerdo con las leyes mencionadas, el abastecimiento técnico, material y financiero de la Fiscalía Militar le corresponde a las FAR, que fue dándole transporte a la Fiscalía Militar en todo el país, autos Lada de último modelo, jeeps…

Esto fue cambiando a lo largo del tiempo, el desarrollo de la propias Fuerzas Armadas conllevó a esto, lo mismo con el instrumento prin-cipal del trabajo de un jurista, que en la época que empecé era la má-quina de escribir. Voy a hacer una anécdota: en 1985 no había ninguna computadora, todo era máquina de escribir, aquí es donde se empieza a introducir primero una máquina computadora, con dos programado-ras, para empezar el trabajo relativo a la estadística delictiva, parte de la tramitación, etcétera, se hicieron los primeros intentos en relación con eso.

Estuve treinta y cinco años en la Fiscalía Militar, y en ese tiempo mi vínculo fundamental fue con los procesos penales, primero como instructor, después como fiscal jefe de Instrucción en la Fiscalía de La Habana, y ya en la Fiscalía Militar Principal estuve siempre ligado al proceso penal. Aquí, durante dieciocho años, fui el fiscal principal que representaba al vicefiscal militar en la Sala Militar del Tribunal Supremo. Del trabajo de la Fiscalía Militar un porciento bastante ele-vado es relativo al proceso penal, aunque tiene una parte no menos importante, que es lo que llamamos control de la legalidad e inspec-ción judicial.

La Fiscalía Militar fue teniendo un desarrollo desde el punto de vista organizativo y funcional que va a permitir en un momento deter-minado contar con un solo territorio oriental en el Ejército Oriental, abandonando el viejo concepto de guarnición, que coincide con cada una de las provincias y la Fiscalía Militar territorial central.

El año 2006 es un momento muy importante de la Fiscalía Militar, porque después del procedimiento legislativo que establece el regla-mento de la Asamblea Nacional del Poder Popular, fue aprobada la Ley 101 el 10 de junio de 2006, y entró en vigor el 16 de octubre de ese propio año, porque ese fue el día del alegato de nuestro Comandante en Jefe más conocido como La historia me absolverá.

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El teniente coronel de la reserva Seoane fue el primer fiscal que actuó en la Sala Militar cuando se constituyó en el 2003.

Se podrán imaginar: treinta y cinco años de fiscal, de ellos casi veinticinco en la Fiscalía Militar Principal, en procesos penales. Me ayudó venir de la fiscalía de abajo, haber sido jefe de una fiscalía militar. En un momento tú tienes directa o indirectamente un domi-nio de toda una serie de cuestiones que no solo tienen que ver con el proceso penal, sino con control de la legalidad, con las verifica-ciones fiscales, con la queja de un preso, con el derecho de petición, hasta con cuadros.

En la escuela Arides Estévez, por ejemplo, el primero y el segundo años de la carrera lo diseñé conjuntamente con los profesores de la es-cuela, con el jefe de la cátedra de Derecho de la escuela, hace ahorita treinta años. Los primeros cadetes de ese curso hoy día son tenientes coroneles y jefes de fiscalías militares regionales y de territorio.

En la Arides Estévez he sido profesor de la especialidad de Direc-ción. Se conjuga tanto la especialidad de Ciencias Penales que se da en la Universidad de La Habana como la dirección de una fiscalía militar de región. Hasta territorio todavía no hemos llegado, que yo sepa, en la dirección. Planificamos hasta la fiscalía militar de región. Son ejemplos que te van marcando, el hecho de ser dieciocho años fiscal en la Sala Militar te obliga a estudiar mucho, a ser muy técnico, porque tienes que responder la mayoría de los casos o los recursos de casación, o tienes que dictaminar las inspecciones judiciales que se promuevan tanto por el vicefiscal o por el presidente de la Sala, que por el presidente del Tribunal Supremo o por el fiscal general de la República, tú tienes que dictaminar. Eso te obliga a estudiar, hasta tal punto que el último cargo que ocupo en la Fiscalía Militar a partir de 2004 fue fiscal asistente del vicefiscal general Darío Delgado, de conjunto con Seoane, teníamos que saber de todo.

En Seoane y en mí se manifestaban las características siguientes: Seoane se había desempeñado como abogado en la vida civil y yo tam-bién me había desempeñado como asesor legal en la vida civil, es decir, sabíamos un poquito más un poquito menos de Derecho Civil y Derecho Administrativo, Constitucional, que por lo general son cuestiones que los fiscales acostumbrados a proceso penal, sobre todo fiscales milita-res, no manejan con tanta facilidad como lo manejábamos él y yo.

Agradezco en el orden personal no solo a la Fiscalía Militar, sino a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el ser desde subteniente hasta teniente coronel, desde el cargo más ínfimo de la Fiscalía

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Militar hasta ser prácticamente un jefe dentro de la Fiscalía Militar Principal, porque estos cargos de fiscal asistente son de la jefatura de la Fiscalía Militar.

Representó mucho mi formación militar, porque yo soy oficial de artillería. Siendo abogado entro en las Fuerzas Armadas para el reem-plazo de los oficiales en Angola, pero tengo que pasar un curso como si fuera un cadete, en vez de tres años, en ocho meses, para obtener el primer cargo de jefe de pelotón de fuego de artillería antiaérea, es decir, se me llega a formar militarmente, y aunque ya era licenciado en De-recho, por supuesto que aquí en la Fiscalía Militar tengo que aprender una serie de cuestiones muy importantes inherentes al trabajo.

Cuando trabajas como ponente en una ley y la explicas en la Co-misión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos, luego a todos los di-putados y después en todo el país desde el punto de vista militar, son cosas que te van marcando y te dan un grado de fluidez en una serie de cuestiones.

Los juristas apegados a las normas, si además somos oficiales de las FAR, somos más apegados al orden y a la Constitución.

Detalles importantes de la Fiscalía Militar: el personal que la com-pone y la organización desde el punto de vista funcional y jerárquico. La Fiscalía posee una experiencia probada de muchos años, con com-pañeros de muchos años en los cargos, y con la ventaja de que tenemos una escuela en donde formamos a los licenciados en Derecho, los pre-paramos con un perfil ya dirigido a la fiscalía militar, y en en dos o tres años pasan a ser jueces militares. Eso es algo muy importante.

Otro logro importante es el sistema digitalizado de la información, porque a la Fiscalía Militar por ley le corresponde dar la información estadística al Minfar, tanto de los procesos penales como de delitos, y los fiscales militares en los niveles que les competa participan en el consejo militar de las Fuerzas Armadas, en el consejo de dirección del Ministerio del Interior y en todos los consejos militares. Deben informar sobre el estado de la legalidad en las instituciones armadas, es algo muy necesario y muy útil para las Fuerzas Armadas.

Cuando entro a la Fiscalía Militar no tenía vivencias ni tenía la expe-riencia de la convivencia con las tropas. Eso lo adquirí a lo largo de los años en la base aérea de San Antonio.

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Francisco Esteban Tamayo GonzálezFue el primer fiscal mambí. Nació en Bayamo el 17 de noviembre

de 1812. Se licenció en leyes en la Universidad de La Habana. Al constituirse el gobierno provisional en ocasión de la toma de Bayamo, fue nombrado por Carlos Manuel de Céspedes fiscal de la República en Armas el 19 de octubre de 1868. Esta orden fue publicada en los periódicos Patria y Libertad de esa ciudad.

Fue seleccionado por sus grandes méritos profesionales durante sus estudios superiores en la Universidad de La Habana y por haber segui-do al Padre de la Patria en aquella contienda. En esa época el fiscal tenía la doble función de actuar en asuntos civiles y criminales y en el cobro del fisco necesario para la guerra.

Fiscales generales nombrados después del triunfo de la Revolución

Con la entrada en vigencia de la Ley 1250 de 23 de junio de 1973, de Organización del Sistema Judicial, se constituye la Fiscalía Ge-neral de la República y se establece el cargo de fiscal general de la República, designándose desde entonces en esta responsabilidad a:

José Santiago Cuba FernándezDesignado Fiscal General de la República por Decreto no. 3729

del 27 de junio de 1973, cargo que desempeñó hasta el 10 de enero de 1980. Nació el 25 de julio de 1929 en Ceiba del Agua, en la actual provincia de Artemisa.

En 1948 se gradúa de bachiller e ingresa en la Universidad de La Habana, donde estudia Derecho. En 1954 solicitó su ingreso en la Ju-ventud del Partido Socialista Popular, y a finales de ese año termina los estudios superiores, pero no pudo obtener el título por la situación económica familiar.

En 1955 participa en el Congreso Mundial por la Paz y en el Festi-val Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Polonia. Al año siguiente pasa a trabajar en la antigua Audiencia de La Habana, defendiendo presos políticos, no solo militantes del Partido Socialista Popular, sino de otras tendencias.

Fue auditor del Ejército Rebelde, asesor jurídico de la Central de Tra-bajadores de Cuba y ocupó otros cargos como el de fiscal del Tribunal Supremo de Justicia. Fue el primero en desempeñar la responsabilidad de Fiscal General de la República después del triunfo de la Revolución.

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Tomó posesión del cargo el 2 de julio de 1973. Ejerció como fiscal en el juicio celebrado contra los mercenarios de Playa Girón.

En reconocimiento a su trayectoria profesional y revolucionaria re-cibió diversas condecoraciones y reconocimientos, entre los cuales se destaca el de delegado al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, del que fue fundador. La Comisión Nacional de Grados Científi-cos le otorgó el grado de Candidato a Doctor, como reconocimiento a su contribución al desarrollo científico del país en su esfera.

Hasta su fallecimiento en La Habana, el 26 de marzo de 2001, fue miembro de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, en la que fue direc-tor de la revista Cubalex de esta organización. Se desempeñó además como vicepresidente de la Sociedad de Derecho Informático de Cuba.

Idalberto Ladrón de GuevaraDesignado fiscal general de la República por Acuerdo del Consejo

de Estado del 11 de enero de 1980, cargo que ocupó hasta 1986. Nació el 11 de diciembre de 1941 en Santiago de Cuba.

Durante la lucha insurreccional contra la tiranía de Fulgencio Ba-tista participó en la huelga revolucionaria del 9 de abril de 1958, y en varias actividades estudiantiles realizadas contra aquel régimen.

Fue fundador del Departamento de Investigación del Ejército Rebelde, constituido el 19 de enero de 1959, y del Departamento de Seguridad del Estado del Ministerio del Interior. Desarrolló diversas responsabilidades, entre ellas jefe del Buró de Información y Análisis.

Trabajó en la Dirección de Operaciones, en la investigación de elementos contrarrevolucionarios y en el trabajo operativo secreto. Se desempeñó como magistrado y presidente de la Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado del Tribunal Supremo de Justicia.

Fue fundador del Partido Comunista de Cuba en 1965 y su organi-zador en el Ministerio del Interior. En 1981 fue elegido diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Cumplió misión internacionalista en la República Popular de Ango-la, como asesor del Ministerio de la Seguridad del Estado de ese país.

Por su meritoria trayectoria recibió múltiples reconocimientos, en-tre ellos la medalla 50 Aniversario de los Órganos de la Seguridad del Estado, distinciones por años de servicio en el Ministerio del Interior y Vanguardia en este organismo.

Se jubiló siendo parte del Ministerio del Interior. En la actualidad es miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.

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Ramón de la Cruz Ochoa Fiscal General de la República desde el 19 de enero de 1986 hasta

1993. Se graduó de licenciado en Derecho en la Universidad de La Ha-bana en 1964. Doctor en Ciencias Jurídicas y Premio Nacional de Dere-cho Carlos Manuel de Céspedes en el 2016.

Durante su vida profesional desempeñó diversas responsabilida-des, entre ellas presidente de la Comisión de Asuntos Constituciona-les y Jurídicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cónsul en Jamaica, viceministro de Justicia y presidente, por varios años, de la Sociedad Cubana de Ciencias Penales, de la cual es presidente de honor.

También fue miembro de la Comisión de Drogas y de la Comisión del Parlamento Latinoamericano, del Ejecutivo del Instituto Lati-noamericano de Servicios Legales Alternativos y miembro experto del Comité de Prevención del Delito de las Naciones Unidas, así como profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana e invitado en universidades del mundo. Fue experto en legislación cubana ante la Corte de Arbitraje Comercial en París, Francia, en el 2004.

Juan Escalona RegueraEjerció como Fiscal General de la República desde junio de 1993

hasta el 21 de marzo de 2010. Nació en Santiago de Cuba el 22 de junio de 1931, falleció el 28 de septiembre de 2018.

Al recibir el título de Derecho, junto a un grupo de jóvenes abogados se dedica a la defensa de los acusados por actividades revolucionarias.

Le confeccionó el pasaporte a Frank País cuando viajó a México a entrevistarse con Fidel Castro Ruz. Durante la huelga del 9 de abril fue comisionado para recorrer Santiago de Cuba como miembro del Partido Socialista Popular.

Se integra al Ejército Rebelde trabajando como auditor en el Segun-do Frente Oriental.

Cuando se fundan los tribunales revolucionarios, tras el 1ro. de Ene-ro de 1959, es designado jefe del tribunal de Oriente Sur, que atendía Baracoa, Guantánamo, Santiago de Cuba, Bayamo y Manzanillo.

En 1960 acompaña a Fidel Castro en su viaje a Nueva York, como miembro de la delegación que asistió a las Naciones Unidas.

Al fundarse el Ejército Occidental fue nombrado jefe del Estado Mayor, cargo que desempeña hasta abril de 1962. Durante la Crisis

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de Octubre fue enviado para Santiago de Cuba, al mando de Raúl Castro Ruz, quien lo designó ayudante del Jefe de la División Soviética emplazada en Songo-La Maya.

Fue ayudante del ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y en 1981 fue designado sustituto de dicho cargo para la Defensa Civil.

Desempeñó diversas misiones y responsabilidades, entre ellas la de presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular desde 1990 has-ta 1993, y ministro de Justicia.

Fue fundador de la Universidad de Oriente y de los tribunales re-volucionarios. Laboró también en la creación de los comités militares.

Trabajó en las modificaciones del Código Penal, la Ley de los tribu-nales populares, y la confección de otras normas como la Ley del Ser-vicio Militar Obligatorio, la Ley que creaba el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Código Civil y el Decreto Ley no. 87.

Recibió el Título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Jurídicas en las universidades de La Habana y Oriente. En el año 2011 recibió el Pre-mio Nacional de Derecho Carlos Manuel de Céspedes.

Darío Delgado CuraFiscal General de la República desde el 2010 hasta el 2018. Nació

el 28 de diciembre de 1954 en Matanzas, ingresó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias en el año 1969 como cadete en el Instituto Técnico Militar, graduándose de técnico en la especialidad de óptica en 1973. Al concluir sus estudios se incorporó a la Empresa Militar Industrial Liberación, donde desempeñó distintas responsabilidades administrativas y políticas, entre ellas secretario profesional del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas.

En 1980 cursa estudios de contrainteligencia militar y Licenciatura en Derecho en la Escuela Militar Superior Arides Estévez, especialida-des de las que se gradúa en 1992. Cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola en el periodo 1983-1985.

Cursó la Especialidad de Seguridad y Defensa Nacional del Colegio de Defensa Nacional en 1993, y posteriormente el Diplomado de Admi-nistración Pública en la Escuela Superior de Cuadros del Estado y el Gobierno, el que culminó con notas sobresalientes.

Desde 1993 hasta 1995 fue elegido delegado a la Asamblea Munici-pal de Plaza de la Revolución.

Desempeñó diversas funciones y cargos en el Órgano de la Contrain-teligencia desde 1980 hasta 2004, entre ellos oficial instructor judicial y

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criminalístico, jefe de departamento y subdirector docente de la Escue-la Militar Superior Arides Estévez en el 2001.

Desde el 2004 hasta el 2010 se desempeñó como vicefiscal general de la República y jefe de la Fiscalía Militar de las FAR, periodo en el que se elaboró el proyecto de Ley de la Fiscalía Militar, que entró en vigor el 16 de octubre de 2006 como Ley 101.

Es militante del Partido, y por los méritos acumulados en su trayec-toria revolucionaria fue ascendido a General de Brigada en el 2008.

En el 2010 fue designado por el Consejo de Estado fiscal general de la República de Cuba. Fungió como jefe del Órgano Jurídico del Consejo Nacional de Defensa.

Bajo su conducción, la Fiscalía General consolidó el proceso de perfeccionamiento funcional, estructural y de composición, en correspondencia con las transformaciones del país y las reco-mendaciones realizadas al Órgano en las rendiciones de cuenta a la Asamblea Nacional del Poder Popular en los años 2011 y 2017, lo que le permitió a la institución ser protagonista de importantes procesos y elevar su efectividad en el control de la legalidad y el enfrentamiento al delito. Además, coordinó la elaboración de varios proyectos de le-yes para el perfeccionamiento del sistema de justicia penal en el país.

Fortaleció los vínculos de la Fiscalía con ministerios, instituciones y universidades, a partir de la firma de convenios de colaboración y el establecimiento de sistemas de trabajo conjuntos, dirigidos al cumpli-miento de las misiones y funciones de ambas partes.

Elevó la visibilidad de la institución en el ámbito internacional, que coadyuvó a la suscripción de instrumentos de cooperación con más de veinte países. Fue elegido en el 2016 vicepresidente de la Asociación Ibe-roamericana de Ministerios Públicos para América Latina y el Caribe.

Ha publicado en el periódico Granma y la revista Legalidad, Derecho y Sociedad de la Fiscalía General de la República.

El Consejo de Estado de la República de Cuba y el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias le han otorgado varias condecora-ciones en reconocimiento a sus resultados de trabajo, entre las que se encuentran la Orden de Tercer Grado Por el servicio a la Patria en las FAR, las medallas Combatiente Internacionalista de Primera Clase, Por la Victoria Cuba-RPA, la Ignacio Agramonte de primera, segunda y ter-cera clase, Combatiente de la Producción y la Defensa, Conmemorativa 30, 40, 50 y 60 aniversario de las FAR, así como las distinciones Servicio Distinguido, Destacado en la Preparación para la Defensa, Por el servi-cio en las FAR X, XV y XX años, y la Emilio Bárcenas.

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Recientemente, por su aporte y contribución a la actividad científica y el desarrollo del Derecho, la Unión Nacional de Juristas de Cuba le hizo entrega del Sello 40 Aniversario de la constitución de esta organización, mientras la Fiscalía General de la República le otorgó la Toga al Mérito.

Fiscales generales de la República desde la conformación de la Fiscalía General de la República como órgano del Estado en 1973

José Santiago Cuba Fernández Idalberto Ladrón de Guevara Quintana Ramón de la Cruz Ochoa Juan Escalona Reguera Darío Delgado Cura Yamila Peña Ojeda

Vicefiscales generales de la República

René Burguet Flores (fiscal general interino durante dos años)Omar Cárdenas González José Luis Toledo SantanderRafael Pino BécquerCarlos Raúl Concepción RangelMarlén Fernández MachadoYamila Peña Ojeda Alina Montesino Li Marcos Antonio Caraballo de la Rosa

Vicefiscales generales de la República y jefes de la Fiscalía Militar

Mayor Mario Albarello GarcíaTeniente coronel Felipe Alemán CruzFrancisco Román PereiraTeniente coronel Fermín Pérez GuerreroGeneral de brigada Darío Delgado CuraCoronel Juan Raudell Risell Collazo

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José Santiago Cuba Fernández (sentado en el centro), de-signado primer fiscal general de la República al amparo de la Ley 1250 de 1973, de Organización del Sistema Judicial. A su derecha, Harold Beatón Roca, fiscal jefe de la Dirección de Cuadros.

Uno de los primeros cursos de preparación realizados para los fiscales que ingresaron en la Fiscalía en la primera etapa de su creación. Presidieron su inauguración Harold Beatón Roca, fiscal jefe de la Dirección de Cuadros (de pie, a la izquierda) y Miguel Ángel García Arzugaray Cuadros (de pie, a la derecha).

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Raúl Castro Ruz, entonces ministro de las Fuerzas Ar-madas Revolucionarias, con fiscales participantes en el Consejo de Dirección Ampliado de la Fiscalía General de la República, realizado en el Minfar el 19 de septiembre de 1995. Están presentes también José Ramón Machado Ven-tura, segundo secretario del Partido Comunista de Cuba (sentado al centro) y Juan Escalona Reguera, fiscal general de la República (de pie, primero de derecha a izquierda).

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Fiscales militares durante el cumplimiento de misión internacionalista en la República Popular de Angola. Ma-nuel Antonio Seoane Alonso (de pie, segundo de derecha a izquierda) y Pablo Armando Tejeda Despaigne (agachado, segundo de izquierda a derecha).

Curso de recalificación de fiscales, realizado en el insti-tuto de la Fiscalía de la URSS en Moscú, en 1989. Aparecen Raquel de Jesús Cambas Martínez (sentada, tercera a la iz-quierda) y Rubén Lafourcades Calzado (a la izquierda, el segundo de pie), ambos fiscales provinciales de Las Tunas.

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Gladys Sotomayor Ríos, entonces fiscal jefa del Departa-mento de Control de la Legalidad en Camagüey, durante un Activo de Legalidad Socialista del sector del Comercio y la Gas-tronomía en el municipio Guáimaro, provincia de Camagüey.

Evento Científico Provincial en 1998. Aparecen José Ru-bén Escandón Carro (al centro), actual fiscal de la Secre-taría del Fiscal General de la República, y los fiscales Ana Aparicio Cúbelo, Maritza Rodríguez Cabrera y Alejandro García García.

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Julio Lázaro Laureiro García (primero a la izquierda), pri-mer fiscal jefe de la Fiscalía Provincial de Villa Clara, en la actividad por el aniversario 27 de la Fiscalía General de la Re-pública, realizada en Santa Clara, en diciembre de 2000. A su izquierda, los fiscales Caridad Piquera Calderín, vicefiscal jefa provincial, y Julio del Pozo Rodríguez.

Marlén Fernández Machado (derecha), primera mujer en ocupar el cargo de vicefiscal general de la República y Juan Escalona Reguera, fiscal general de la República (centro).

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El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz durante la entrega de Diploma como Cuadro Destacado del Estado al fiscal Omar Cárdenas González. La actividad tuvo lugar en el salón plena-rio de la sede del Tribunal Supremo Popular y la Fiscalía Ge-neral de la República.

Evento provincial en Villa Clara, celebrado el 24 de mayo de 2001. Yurien Castillo González, actual fiscal jefa de de-partamento de la Dirección de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales, y Mario César Hernández Gon-zález, actual fiscal jefe de departamento de la Dirección de Atención a los Ciudadanos, cuando recibían el primer premio de manos de Marlén Fernández Machado, entonces fiscal jefa provincial.

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El General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, el 16 de abril de 2010 tomó juramento en el Palacio de la Revolución al doctor Darío Delgado Cura como fiscal general de la República. Aparecen en la primera fila, de izquierda a derecha: María Esther Reus González, entonces ministra de Justicia; Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular; Ricardo Alarcón de Quesada, entonces presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular; Darío Delgado Cura; Juan Escalona Reguera, fiscal general de la República saliente; José Ramón Machado Ventura, entonces primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros y segundo secretario del Partido Comu-nista de Cuba, y Gladys Bejerano Portela, vicepresidenta del Consejo de Estado y Contralora General de la República.

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Acto en el Teatro Mella por el aniversario 40 de la Fiscalía General de la República en diciembre de 2013, presidido por José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido Comunista de Cuba; Darío Delgado Cura, fiscal general de la República, y Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado. Estuvieron presentes Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba; María Esther Reus González, entonces ministra de Justicia; Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, y Juan Escalona Reguera.

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Fiscales y trabajadores firman el Código de Ética de la Fiscalía General de la República en el Museo de la Revolución. Aparecen, de izquierda a derecha, Darío Delgado Cura, entonces fiscal general de la República, Juan Escalona Reguera, Marlén Fernández Machado y Juan Raudel Rissell Collazo, vicefiscal general y Jefe de la Fiscalía Militar.

Juan Escalona Reguera, fiscal general de la República des-de junio de 1993 hasta marzo de 2010, recibe reconocimiento del fiscal general Darío Delgado Cura como fundador de los eventos internacionales que celebra esta institución, duran-te el XIII Encuentro Internacional de Ciencias Penales 2016.

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III Evento Científico Nacional de la Fiscalía General de la República, efectuado en el Centro de Convenciones de Cojímar el 22 de noviembre de 2017. En la foto, de derecha a izquierda, los vicefiscales generales Juan Raudel Risell Collazo, Carlos Raúl Concepción Rangel y Yamila Peña Ojeda (cuarta, actual fiscal general de la República). A la derecha de esta, Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado; Joaquín Bernal, funcionario del Comité Central y Alexis Ginarte Gato, presidente de la Unión Nacional de Juristas de Cuba.

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Reunión Nacional de fiscales jefes municipales, realiza-da en el Palacio de Convenciones de La Habana los días 20 y 21 de febrero de 2018.

Jóvenes de todos los órganos de la Fiscalía General de la República durante una visita a la casa donde nacieron Fidel y Raúl Castro Ruz, en Birán, provincia Holguín, luego de su ascenso al Pico Turquino.

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Diplomado en Dirección para fiscales jefes municipales de las provincias orientales, realizado en Santiago de Cuba en el año 2015.

Los fiscales Fernando Herranz Ramos, Celestes Bermú-dez, Teresa Chirino García, Mayra Fernández Landín y José Arambarri Herrera. La foto fue tomada cuando participaban en una actividad de superación técnica realizada en la sede de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, sita en 21 y D, Ve-dado, La Habana.

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Acto de entrega de responsabilidades del cargo de fiscal general de la República de Cuba de Darío Delgado Cura a Yamila Peña Ojeda, el 6 de agosto de 2018.

Toma de posesión de Alina Montesino Li y Marcos Anto-nio Caraballo de la Rosa como vicefiscales generales de la República, el 6 de agosto de 2018.

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Edificio ubicado en calzada Primelles, entre Avenida Norte y Avenida Este, Cerro, La Habana. Los apartamen-tos fueron entregados a fiscales y otros trabajadores de la Fiscalía General y de la Fiscalía Provincial de La Haba-na. Fue inaugurado el 13 de agosto de 2015 en homenaje al aniversario 89 del natalicio del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Nueva sede de la Fiscalía Municipal de Jaguaní, Gran-ma, ubicada en Gelasio Gómez no. 51 entre Otto Parellada y Quesada. Fue inaugurada en el año 2017.

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Fiscalía Provincial de Matanzas, ubicada en Calzada de Terry e/ San Sebastián y San Juan Bautista, Pueblo Nuevo. Fue inaugurada el 23 de diciembre de 2016 con motivo del aniversario de la Fiscalía General de la República.

Los trabajadores de la Fiscalía General de la República participan de manera masiva en los desfiles por el 1ro. de Mayo y otras actividades junto al pueblo. En la foto trabajadores de la Fiscalía Provincial de Santiago de Cuba.

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Miembros del grupo que realizó la investigación para este libro. De izquierda a derecha:

Alejandro Quesada EscalonaElsyda Rodríguez PérezCaridad Sabó HerreraManuel Seoane AlonsoJessica Rivero Rodríguez

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ÍndiceAl Lector ................................................................................3Fiscalía General de la República ..........................................15Armando Torres Santrayll ..........................................................16Irais Magalys Casel López ...........................................................19Luis Lorenzo Palenzuela Páez ....................................................23Caridad Olga Piquera Calderín ...................................................29Rubén Lafourcades Calzado .......................................................38Reyna Magalys Alfonso Velázquez .............................................47Lorenzo González Méndez ..........................................................55Isabel Juliana Pedroso Ochandía ................................................58Lázaro León Cascaret Crombet ...................................................62Julián Sebastián León Morel ......................................................66Raúl Román Caballero Lisazo .....................................................71Caridad Rojas Ross .....................................................................77Oilda Dutil Duvergel ...................................................................82Maritza Hernández Losada ........................................................84Osvaldo Miguel González Díaz ...................................................89José Victoriano Alambarri Herrera .............................................93Orlando Emerio Martín Sánchez ................................................98María Caridad Oña Fabelo ........................................................103María del Carmen Romero Pérez ...............................................108Raúl Zanz Fajardo .....................................................................112Gladys Sotomayor Ríos .............................................................114Jorge Francisco Grau Rojena .....................................................118Miguel Ángel García Alzugaray ..................................................123Harold Beatón Roca ..................................................................134Enrique Núñez Grillo ................................................................138Osiris Alberto Lorenzo Broche ..................................................148Rosa del Carmen Ángel Bello Acosta .........................................150María Elena Zamora Díaz ..........................................................154Iliana Asunción Quesada Reyes ................................................156Justa Milagros Valdés Ramos ....................................................159Jesús García Simón ...................................................................165Héctor Lucas Martín Rodríguez ................................................169Eugenio José Pulido García ...................................................... 174Luis Norberto Hernández Infante .............................................179Ángel Osoria Salgado ...............................................................182Gustavo Elías Fernández Martínez ............................................185

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Mario Laviña Alonso ................................................................189Avelino García Paz ....................................................................192Pedro Peraza Pérez ...................................................................197Idalberto Ladrón de Guevara ...................................................200Antonio Renato Ocaña Delgado ................................................203Osvaldo Miguel Rivero Almaguer .............................................206Raquel de Jesús Cambas Martínez ............................................209Manuel Álvarez Martínez .........................................................216Francisco Esteban Yánez Vera ...................................................218Julio Lázaro Laureiro García ......................................................221Pedro Pablo Cutiño Diéguez ......................................................225Arnel Tomás Hernández Marrero ..............................................236María Martha Sariol Machado ..................................................249Ramón de la Cruz Ochoa ..........................................................254Alina Montesino Li .................................................................. 259Hortensia Bonachea Rodríguez ................................................270Antonio María Valdés Argues ...................................................278Yosbel Morales Vázquez ...........................................................284Luz del Alba Lemus Hernández ............................................... 287Vanessa Rodríguez Lara ...........................................................289Meyvis Arencibia Ocaña ...........................................................291Fiscalía militar ...................................................................... 295Alberto Rubén D’Toste y Rodríguez ..........................................296Leandro Marín Sánchez Quirú ..................................................298Francisco Román Pereira ..........................................................301William Anselmo Selva Álvarez ................................................307José Girado Ferreiro...................................................................310Concepción Cordero Seguí ........................................................313Antonio Seoane Alonso ...........................................................317Raúl Julián Velazco Jordán ........................................................322Mario Raimundo Albarello García ............................................326Oscar Julián Herrera Solano.......................................................329Juan Ortega Landestoy...............................................................334Pablo Armando Tejeda Despaigne.............................................336Miguel Nelson del Sol Flores ...................................................341Armando Oliva Sagrera.............................................................344Acotaciones necesarias.........................................................349Testimonio gráfico.................................................................357