El Viceconsul Duras

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    EL VICECNSUL

    MARGUERITE DURAS

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    Para Jean C.

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    Ella camina, escribe Peter Morgan.Qu hay que hacer para no regresar? Hay que perderse. No s nacerlo.

    Aprenders. Quisiera alguna indicacin para perderme. Hay que abandonartoda reserva mental, estar dispuesto a no saber nada de lo que antes se saba,dirigir los pasos hacia el punto ms hostil del horizonte, una especie de vastaextensin de cinagas cruzada en todos los sentidos por mil taludes, no se sabepor qu.

    Ella lo hace. Camina durante das, sigue los taludes, los deja atrs,atraviesa el agua, camina en lnea recta, tuerce ms adelante hacia otrascinagas, las atraviesa y las deja atrs para adentrarse en otras.

    Todava es la llanura del Tonl-Sap, ella la reconoce todava.Hay que saber que el punto del horizonte que te saldr al encuentro ya

    no es, probablemente, el punto ms hostil, aunque as lo parezca, sino unpunto que ni siquiera se puede imaginar que lo es.Con la cabeza baja, llega al punto ms hostil del horizonte, con la cabeza

    baja reconoce las conchas en el fango, son las del Tonl-Sap.Hay que insistir para que, al fin, esto que te rechaza te atraiga maana,

    eso es lo que ella ha credo entender que le dijo su madre al expulsarla. Ellainsiste, lo cree, camina, pierde la esperanza: soy demasiado joven, volver. Sivuelves, dijo su madre, pondr veneno en tu arroz para matarte.

    Con la cabeza baja, ella camina, camina. Su fuerza es grande. Su hambrees tan grande como su fuerza. Da vueltas en la tierra llana del Tonl-Sap, elcielo y la tierra se unen en una lnea recta, ella camina sin esperar nada. Sedetiene, parte de nuevo, parte de nuevo bajo las bocanadas del aire.

    Hambre y caminos se incrustan en la tierra del Tonl-Sap, proliferanms lejos en hambres y caminos. El camino sembrado ha prendido. De all enadelante ya no quisiera decir nada. En el sueo, la madre, con un garrote en lamano, la contempla: Maana al salir el sol, vete, nia vieja embarazada queenvejecer sin marido, mi deber es pensar en los supervivientes que algn datambin nos dejarn... Vete lejos... De ningn modo puedes volver... Deninguno... Vete muy lejos, tan lejos que me sea imposible imaginar el lugar endonde ests... Arrodllate delante de tu madre y vete.

    Su padre le haba dicho: Si no recuerdo mal, tenamos un primo en lallanura de las Aves, no tiene demasiados hijos, puede tomarte como criada.Ella ni siquiera pregunt la direccin. Llueve todos los das. El cielo se mueveincesantemente, corre hacia el norte. El gran lago crece. Los juncos navegan enel lago del Tonl-Sap. Desde una orilla slo se ve la otra en las escampadasluminosas que vienen despus de las tormentas: entre el cielo y la tierra hayuna fila de palmeras azules.

    Cuando ella parti, vea esa otra orilla todo el tiempo. Ella nunca ha

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    estado all. Si la alcanza, comenzar a perderse? No, porque desde esa otraorilla podr divisar esta orilla en la que ha nacido. Las aguas del Tonl-Sapestn quietas, su corriente es invisible, son fangosas, dan miedo.

    Ella ya no ve el lago. Ella est de nuevo en una vasta extensin deextraas cinagas vacas cerradas por taludes en todos los sentidos. No hay

    nadie, por ahora. Nada se mueve. Ella llega al otro lado de la vasta extensinde cinagas: detrs de ella queda una deslumbrante plataforma metlica quedesaparece con la lluvia. Ella ve que la vida la atraviesa.

    Una maana, ve que tiene ante ella un ro. Hay en el curso del agua unadisposicin estimulante y fcil, un camino que duerme. Su padre dijo un daque si segua el Tonl-Sap no se perdera nunca, que tarde o tempranoencontrara lo que el ro baa en sus mrgenes, que el lago es un ocano deagua dulce, que si los nios estn vivos en ese pas se lo deben a las aguasabundantes en peces del Tonl-Sap. Ella camina. Ella remonta durante tresdas el ro que ha aparecido ante ella, ella calcula que al final del ro deber

    encontrar de nuevo el norte, el norte del lago. Ella se detendr frente al lago, sequedar all. En los descansos, ella mira sus anchos pies en el interiorinsensible del caucho, los acaricia. Hay all arroz verde, mangos, bananos enbosquecillos. Ella camina durante seis das.

    Ella se detiene. No ha caminado ms antes de encontrar el ro que loque ha caminado siguindolo para encontrar el norte? Ella contina siguiendoel ro, mira desde muy cerca sus meandros, nada algunas veces, por la tarde.Ella parte de nuevo, observa: los bfalos de la otra orilla, no son msrechonchos que los de otras partes? Ella se detiene. El nio le bulle en elvientre cada vez ms: batalla de peces en su vientre, juego sordo y como alegre

    del intolerable nio.Ella pregunta: La direccin de la llanura de las Aves? Ella se dice que,en cuanto la conozca, seguir la direccin contraria. Ella busca la otra manerade perderse: remontar el ro hacia el norte, dejar atrs su pueblo, despus estSiam, quedarse antes de Siam. En el Norte ya no hay ro y me librar de estacostumbre que tengo de seguir el agua, elegir un lugar antes de Siam y mequedar all. Ella ve el Sur diluirse en la mar, ella ve el Norte fijo, inmvil.

    Nadie conoce la direccin de la llanura de las Aves. Ella camina. ElTonl-Sap desciende del norte, lo mismo que todos los ros que se vierten enl. Se ve a esos ros agrupados todos ellos en una cabellera y la cabeza que los

    lleva est vuelta hacia el sur. Hay que ascender hasta el extremo de lacabellera, hasta su final, y all tendr ante s toda su extensin, hacia el sur, consu pueblo natal incluido en su conjunto. Los bfalos rechonchos, las piedrassonrosadas, a veces hay bloques de ellas entre los arrozales, son unasdiferencias que no significan que la direccin sea mala. Ella cree concluida sudanza en torno a su pueblo, ella se dice que su punto de partida era falso, quesu primer camino era hipcrita: Ahora he partido de verdad, y he elegido elnorte.

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    Ella se ha engaado. Ella ha remontado el Stung Pursat, que tiene susfuentes en las Cardamonas, en el sur. Ella mira las montaas en el horizonte,se pregunta si aquello ser Siam. Se dice que es todo lo contrario, que aquelloes Camboya. Ella se duerme en pleno da, en un bananal.

    El hambre se ha hecho demasiado grande, la extraeza de la montaa notiene mucha importancia, ella duerme. Cuando el hambre le asalta en lamontaa, ella comienza a dormir. Ella duerme. Ella se levanta. Ella camina aveces hacia las montaas, como si caminase hacia el norte. Ella duerme.

    Ella busca algo que comer. Ella duerme. Ella no camina ya como en elTonl-Sap, ahora no hace ningn progreso, ella da vueltas. Ella rodea unaciudad, le dicen que es Pursat. Ella va un poco ms all de Pursat, continazigzagueando, casi directa, en resumidas cuentas, hacia las montaas. Ella sepregunta ya dnde se halla el Tonl-Sap, en qu direccin. En esta direccin,

    en aquella direccin, cree ella, las gentes mentiran.Ella llega ante una cantera abandonada, entra all y se duerme. Est enlos alrededores de Pursat. Desde la boca de la cantera ve los tejados. Debe dehacer dos meses que ella parti, ahora ya no lo sabe. En la regin de Pursat sonmiles las mujeres expulsadas de casa, los ancianos, los alegres viejos chochos,que se cruzan, que buscan comida, que no hablan entre ellos. Naturaleza,alimntame. Hay por aqu frutos, barro, piedras coloreadas. Ella no haencontrado todava un sistema para capturar los peces adormilados cerca de laorilla. Su madre le haba dicho: Come, no eches de menos a tu madre, come,come. Ella busca largo tiempo a la hora de la siesta. Llanura, dame algo de

    comer. Cuando los hay, recoge frutos, bananas silvestres, arroz verde, mangos,mastica el arroz verde, la papilla tibia y azucarada, la traga. Ella duerme. Elarroz verde, los mangos, lo que sea. Ella duerme. Ella se despierta, mira antes. Aparte de la elevacin de Pursat a la derecha de la cantera, all est la lnearecta entre el cielo y la tierra de su juventud. No se ve nada ms. Antes dellegar aqu, ella no saba hasta qu punto no hay nada cuando todohormiguea, que no hay nada en el Tonl-Sap. A la izquierda de la canteraestn las Cardamonas: unos rboles contra el cielo, unos agujeros rosas oblancos abiertos en la tierra de la montaa. Desde all llegan unos ruidos, unosruidos de mquinas con cadenas, de cadas pesadas, de gritos de hombres al

    lado de los agujeros. Durante cunto tiempo?Durante cunto tiempo estas Cardamonas, delante, detrs de ella?Durante cunto tiempo este ro lleno de un agua que es pur de arcilladespus de la lluvia? Este ro, todava un ro, que la ha trado hasta aqu.

    El vientre se redondea. Estira la tela del vestido, que cada da se levantams. Ella camina con los pies descalzos. El vientre, en medio de la extraezadel pas, sigue teniendo un grano fino, es tibio y suave entre las piedras, hacepensar en un alimento donde hincar los dientes. Llueve a menudo. Despus de

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    la lluvia el hambre aumenta. El nio lo come todo, arroz verde y mangos. Lorealmente extrao es la ausencia de alimento, que se va prolongando.

    Ella se despierta, sale, comienza a dar vueltas alrededor de las canterascomo lo ha hecho en el norte del Tonl-Sap. Encuentra a alguien en un caminoy pregunta la direccin de la llanura de las Aves. No la conoce, no quiere

    responder. Ella contina preguntando por esa direccin. Esa direccin,despus de cada negativa a indicrsela, se obtura un poco ms, se inmoviliza.Pero en una ocasin un viejo le responde. La llanura de las Aves? Hay queseguir el Mekong, sa debe de ser. Pero dnde est el Mekong? Hay quedescender por el Stung Pursat hasta el lago del Tonl-Sap, y una vez se llega alTonl-Sap, hay que descender tambin; el agua va hacia el mar siempre y entodas partes, y la llanura de las Aves Acuticas est cerca del mar. Bien, peroy si se remonta el Stung Pursat? Entonces se llegara a unas montaasinfranqueables. Pero y detrs de esas montaas? Dicen que est el golfo deSiam. Yo, en tu lugar, nia, ira hacia el sur, donde Dios parece ser mejor.

    Ella ya sabe ahora la direccin del Tonl-Sap y su posicin con respectoa ella.Ella contina en la cantera de los alrededores de Pursat.Ella sale. Ella es ahuyentada cuando se detiene delante de una choza de

    paja aislada, pero no delante de las chozas de paja de una aldea. Cuando sedetiene a cierta distancia de una choza aislada, tambin es expulsada al cabode cierto tiempo, y lo mismo le ocurre en las aldeas. Ella se detiene, a lo largodel ro, en los bosquecillos de bambes, atraviesa aldeas sin ser advertida,como tampoco lo son las dems mendigas. Ellas se escurren en los mercadillos,se cruzan con vendedores de sopa, ven trozos de cerdo brillando sobre los

    tenderetes; nubes de moscas los miran como ellas, pero desde ms cerca. Ellapide cada vez un cuenco de arroz a las mujeres viejas y a los vendedores desopa. Ella pide cosas diferentes, arroz, huesos de cerdo, pescado, pescado seco,claro. Podra usted darme un poco de pescado seco? Como es tan joven,algunas veces se lo dan. Pero lo normal es la negativa. No, porque volversmaana, y pasado maana y... La miran: no.

    En el suelo, dentro de la cantera, estn sus cabellos. Tira, salen enespesos mechones, es indoloro, son unos cabellos, ella est delante, con elvientre y el hambre. Es el hambre la que est delante de ella, y ella ya novuelve la cabeza, qu podra perder en el camino? El rebrote de los cabellos es

    plumn de pato, ella es una bonzo sucia, los verdaderos cabellos no rebrotanya, sus races han muerto en Pursat.Ella comienza de nuevo a encontrar refugios, reconoce los mojones de

    piedra escritos, los agujeros abiertos en la ladera de la montaa, rosados,verdes. Ella regresa a la cantera cada tarde, est cerrada y el suelo est seco,hay menos mosquitos que en los taludes, menos sol, ms sombra en dondequedarse con los ojos abiertos de par en par a la luz exterior. Ella duerme.

    Desde dentro de la cantera, mira caer la lluvia. A intervalos

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    imprevisibles, se producen unas explosiones en la montaa de mrmol, nubesde cuervos son proyectadas hacia el cielo, el agua del Stung Pursat est cadada ms alta en los bosquecillos de bamb, pasan unos perros sin gruir, sindetenerse, ella los llama pero ellos pasan ella se dice: soy una muchacha sinolor de alimento.

    Ella vomita, se esfuerza en vomitar al nio, en extirprselo, pero lo quesale es agua de mango cido. Ella duerme mucho, se ha convertido en unadormilona, pero esto no es bastante: noche y da, el nio contina comindola,ella escucha y oye el roer incesante en el vientre que se est descarnando, le hacomido los muslos, los brazos, las mejillas ella los busca y slo encuentraagujeros donde antes, en el Tonl-Sap, estaban, la raz de los cabellos, todo,ocupa poco a poco el lugar que ella ocupaba, pero no le ha comido su propiahambre. El fuego cido del estmago aparece como un sol rojo durante elsueo.

    Ella descubre que, invisiblemente, ha ocurrido algo, que ve mejor que

    antes todo lo dems, que ella crece de una manera como interior. La oscuridadque la envuelve se rasga, se ilumina. Ella descubre: Soy una muchachaesculida, la piel de este vientre se tensa, comienza a resquebrajarse, el vientrecae sobre mis muslos esculidos, soy una muchacha muy esculida expulsadade casa que va a tener un hijo.

    Ella duerme: Yo soy alguien que duerme.El fuego la despierta, su estmago llamea, es sangre lo que vomita, ya

    no volver a comer mangos cidos, solamente arroz verde. Ella busca.Naturaleza, dame un cuchillo para matar esta rata. No hay nada en el suelo,slo cantos rodados de leche de ro. Ella se da la vuelta, posa el vientre sobre

    los cantos, el roer cesa, cesa, cesa por completo, ella se ahoga, se levanta, elroer se reanuda.Al otro lado de la brecha de piedra de la entrada de la cantera, el Stung

    Pursat contina llenndose.Est lleno hasta los bordes.Desborda un agua amarillenta, los bambes han quedado dentro, han

    sido sorprendidos tranquilamente por la muerte. Ella mira las aguas amarillas.Sus ojos se han quedado inmviles, ella los siente clavados en su rostro. Lamirada puesta en los bambes ahogados que ya no sienten nada, el hambre esvencida a su vez por una fuerza que la ahoga. Abandonar, cmo hallar la

    forma de abandonar. La mirada todava puesta en las aguas amarillas y en losbambes ahogados; se dira que el hambre encuentra all su alimento. Peroest soando; el hambre, en un breve espacio de tiempo, vuelve rpidamente yla aplasta. La muchacha est debajo de un hambre demasiado grande paraella, cree que la ola va a ser demasiado fuerte, grita. Trata de no mirar el StungPursat. No, no, no me olvido, estoy aqu donde estn mis manos.

    Unos pescadores pasan muy cerca de la cantera. Algunos la ven. Lamayor parte de ellos no se vuelven. El vecino de la familia con el que me fui al

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    bosque era un pescador del Tonl-Sap, yo soy demasiado joven paracomprender. Ella come las cosas jvenes, los ms tiernos brotes de banano, ellave pasar a los pescadores, pasan y repasan, y ella les sonre. Lo que sucedefuera de la cantera comienza a ser diferente de lo que sucede dentro, elmovimiento de all del movimiento de aqu. Salvo en algn tropiezo, como

    cuando se hiere el pie con un fragmento de mrmol, ella tiene tendencia aolvidar el origen, que ha sido expulsada de su casa porque cay encinta, de unrbol, muy alto, sin hacerse dao, cay encinta.

    La madre dijo: No vengas a explicarnos que tienes catorce, diecisieteaos, tambin nosotros tuvimos esa edad, mejor que t; cllate, lo sabemostodo. Si ella afirma conocer esa edad todava y saber, miente. Bajo el cielo dePursat, sabes t qu hay en el barro que se pueda comer? Qu sabes t de lastierras inundadas por el Stung Pursat, cuyo espectculo se apodera de timisma extraamente? Tal vez te explique algn da las explosiones de lascanteras y las de los cuervos, porque te volver a ver, tengo la edad de

    volverte a ver, y por qu vivimos t y yo. A quin explicrselo sino a ti, quinme escuchara y a quin le interesara saber que ahora prefiero el alimentoausente a ti? Durante das y semanas, hora tras hora, minuto tras minuto, ellacontempla y adora al alimento ausente. Ella regresar para decirle a esaignorante que la ha expulsado: Te he olvidado ya.

    Un da el hambre de la nia sale de la cantera, es la puesta del sol y ellase dirige hacia las luces temblorosas de Pursat. Hace tiempo que vea esasluces y no se atreva a ir hacia ellas. Sin embargo, si ha preferido quedarse enla cantera es porque, desde all, puede ver esas luces. Esas luces: alimento. Estatarde el hambre de la nia se va a arrojar sobre esas luces.

    Ella est ya en las calles de la pequea ciudad, pasa por delante de unpuesto del mercado, la vendedora se ha alejado un poco, ella acaba de robarun pescado salado, lo oculta entre la ropa y sus senos, regresa hacia la cantera.A la salida de Pursat, un hombre se detiene, la mira y le pregunta de dndeviene; ella le dice: De Battambang... Ella corre, el hombre re. Expulsada decasa? S. Ella se re con l de su vientre. Se tranquiliza, l no le ha hablado porlo del pescado, no sabe nada.

    Battambang.Las tres slabas suenan con la misma intensidad, sin acento tnico, como

    un pequeo tambor demasiado tenso. Baattamambbanangg. El hombre dice

    que ha odo hablar de ese lugar. Ella huye.Battambang. No aade nada. Caminando hacia la cantera, ella hinca losdientes en el pescado, la sal y el polvo crujen. Cuando llega la noche, ella salede la cantera, lava largo tiempo, come lentamente. La saliva asciende, brota enla boca, est salada, ella llora, babea, hace mucho tiempo que no probaba lasal, es demasiado, es ms que demasiado, y ella cae y, cada, contina co-miendo el alimento.

    Ella duerme. Cuando se despierta ya ha llegado la noche negra. Ella ve

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    algo: ve que el pescado ha sido comido por el nio, l tambin lo ha tomado.Ella no se mueve: ser el hambre ms intensa esta noche, cmo ser elhambre? Y qu har ella? Quiero volver a Battambang en busca de un cuencode arroz, y enseguida me ir para siempre. Ella quiere arroz caliente, lo quiere,pronuncia las dos palabras: arroz caliente. No sucede nada. Ella toma un

    puado de polvo y se lo mete en la boca. Ella se despierta por segunda vez, norecuerda haber puesto aquello en su boca, mira las tinieblas de la noche, nocomprende, el polvo casi ha sido arroz caliente.

    Ella mira las tinieblas de la noche y no comprende.Este doble despertar iba a ser el primero antes del nacimiento del hijo.

    Habra otros. Una vez, mucho despus de haber encontrado el Mekong, ella loabandonar sin advertirlo y despertar en una selva. En Calcuta no, en Calcutano se confunde, en ningn momento, el alimento con el polvo, las cosas sonelegidas con precisin, pero la mente ya no est aqu para hacerlo, es otra cosala que elige por ella lo que se presenta.

    Un pescador ha entrado en la cantera, despus entra otro. Tropiezan conla nia, esta rata, habr que hacerla salir. Con el dinero de los pescadores, ellava a Pursat en varias ocasiones, compra arroz y lo cuece en una lata deconservas, los pescadores le dan cerillas, y ella come arroz caliente. El nioest a punto de ser acabado. El hambre de los primeros das no volver nunca.

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    La luz de Pursat suprime las Cardamonas, borra la lnea del horizonte,el Stung Pursat, el ruido de los tornos, trae el sueo a quien no desconfe, lealimenta con una pesadilla angustiosa, escribe Peter Morgan.

    Ella se despierta, mira, reconoce, sabe que tendr seis meses de esa luz,ya no ve las montaas, ni tampoco la lnea del horizonte. Esta maana, elvientre le pesa ms abajo. Ella se levanta, sale de la cantera y se aleja en la luzcrepuscular.

    Los pescadores estn desencantados estos ltimos das porque ella se haquedado casi totalmente calva y porque su vientre se ha hecho demasiadogrande para su delgadez.

    El hambre de los primeros das ya no volver nunca, ella lo sabe. El hijoest muy cerca de hacerse del todo, ella tambin lo sabe, ambos se vanseparando, eso es lo que ocurre, y el hijo est inmvil casi todo el tiempo, yadispuesto, esperando ahora solamente un poco ms de fuerza paraabandonarla.

    Ella parte, ella parte en busca de un lugar donde hacerlo, un agujero,alguien que lo recoja a su llegada y lo separe de ella por completo, busca a lamadre cansada que la ha echado de casa. No debes volver bajo ningnpretexto. Esa mujer no sabe, no lo sabe todo, y esta maana, ni mil kilmetrosde montaas me impedirn llegar hasta ti, inocente, en tu estupefaccin te

    olvidars de matarme, sucia mujer, causante de todo, yo te dar ese nio y tlo acogers, yo lo echar para ti y me ir para siempre. Con esta luzcrepuscular deben acabarse muchas cosas, y otras empezar de nuevo. Por esoser su madre, ha de ser su madre la que ayude en este nacimiento. Y de sta,de ella, de esta muchacha, saldr tambin, una vez ms, un pjaro, unmelocotonero en flor.

    Todas, en la regin de Pursat, parten delante de ella, tratan de huir de laluz del monzn de verano para ir a hacer hijos u otras cosas como dormir.

    Ella recuerda las indicaciones del viejo. Ella remonta el Stung Pursat.Ella camina de noche. Ella no quiere, no puede soportar el sol de la neblina. Si

    hace falta matarlo, t lo sabrs. Esta luz llama, llama a la madre, al nuevocomienzo de la irresponsabilidad.Ella camina.Ella camina una semana. El hambre de los primeros das nunca volver.He aqu, innegable, el lago natal. Ella se detiene. Ella tiene miedo. La

    madre fatigada la ver llegar desde la puerta de la choza de paja. La fatiga enla mirada de la madre: Todava vives? Crea que habas muerto. El miedoms grande es ste: el aire de la madre viendo acercarse a la hija que vuelve.

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    Durante todo un da, ella vacila. En un refugio de pastores de bfalos,en la orilla del lago, permanece inmvil, bajo la mirada.

    Pero lo hace la noche siguiente. S, ella remonta el Tonl-Sap. S, hace locontrario de lo que dijo el viejo. Ella lo hace. Ah! Ignora su madre que ellatiene derecho a hacerlo? Va a saberlo enseguida. Le prohibir entrar, con una

    estaca en la mano. Pero esta vez ten cuidado.Volverla a ver y marcharse de nuevo con el monzn. Dejarle este hijo.Ella camina toda una noche y toda una maana. Entre los arrozales, los

    arrozales. El cielo est bajo. Desde que sale el sol se lleva plomo en la cabeza,hay agua por todas partes y el cielo est tan bajo que toca los arrozales. Ella noreconoce nada. Ella contina.

    Ella tiene cada vez ms miedo, ella se apresura ms cada vez.Ella se despierta, ve un mercado abundante que aparece y va hacia l.

    Los olores son los de la comida de su aldea. Por consiguiente, no se habaengaado: ella se acerca.

    Se acuclilla delante de una choza de paja para ver mejor y espera paraver. Ya ha hecho esto otras veces, esperar el final de los mercados. Pero hoyespera y ve lo que espera:

    Sus padres que llegan por el fondo de la plaza. Ella as no puedesostener la mirada, se postra respetuosamente y est as mucho tiempo.Cuando se levanta ve a su madre que, desde el otro extremo del mercado, lesonre.

    No es todava la locura. Es el hambre, oculta por el miedo que aparecede nuevo, la astenia que contempla el tocino, que huele las sopas. Es el amorde su madre que se expresa al azar. Ella ve cmo brotan inciensos y cohetes,

    ella habla sola, da gracias al cielo y el mercado gira ante sus ojos a unavelocidad embriagadora.Qu alegra.Ella ve a sus hermanos y hermanas encaramados en una carreta, les hace

    seas, ellos tambin se ren y la sealan con el dedo, la han reconocido, ella sepostra de nuevo, y permanece as, con la cara en el suelo y se encuentra frentea una torta que han puesto ante ella. Qu mano podra haberla trado si no lade su madre?

    Ella come y se duerme.Ella duerme all donde est tendida, en la esquina de la choza.

    Cuando se despierta, una luz hirviente y lvida llena la plaza, elmercado ha desaparecido, dnde est su familia? Ha dejado que se fuera?Ella cree recordar, no le ha dicho ella: debemos regresar?

    O acaso no era su madre, sino otra, casi su madre, otra que ha visto elpeligro, que ha visto las dimensiones de su vientre y que ha dicho que debaregresar?

    Ella duerme toda la tarde, abrumada, lo mismo que ante lasCardamonas. Se despierta al anochecer. Ya no recuerda. Le asalta la idea de

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    que lo que vio no deba de ser su madre, ni tampoco aquella retahla de sushermanos y sus hermanas. Por qu habra visto exactamente a su madre?Por qu habra visto exactamente a sus hermanos y a sus hermanas? Culsera ahora la diferencia entre stos y stas?

    Por la noche, desanda lo andado, sigue el Tonl-Sap en la direccin

    indicada por el viejo.Ya no la encontraremos nunca en los alrededores del pueblo natal.En la luz hirviente y plida, con el hijo todava en el vientre, ella se aleja,

    sin temor alguno. Su camino, est segura, es el del abandono definitivo de sumadre. Sus ojos lloran, pero ella no, ella canta a voz en grito una cancininfantil de Battambang.

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    Peter Morgan. l deja de escribir.Sale de su habitacin, atraviesa el parque de la embajada y camina por el

    bulevar que bordea el Ganges.

    Ella est all, delante de la residencia del exvicecnsul de Francia enLahore. A la sombra de un matorral ahuecado, tendida en la arena, elladuerme, con su saco todava empapado y la calva cabeza en la sombra delmatorral. Peter Morgan sabe que ella ha nadado en el Ganges una parte de lanoche, que ha abordado a los transentes y que ha cantado; es as como pasa lanoche. Peter Morgan la ha seguido en Calcuta. Eso es lo que sabe.

    Muy cerca de su cuerpo dormido estn los de los leprosos.Los leprosos se despiertan.Peter Morgan es un muchacho que desea sentir el dolor de Calcuta y

    arrojarse en l, que esto sea hecho y que la ignorancia cese con el dolor sentido.

    Son las siete de la maana. La luz es crepuscular. Unas nubes inmvilescubren el Nepal.De cuando en cuando, ya, Calcuta se agita. Hirviente nido de hormigas,

    piensa Peter Morgan, insipidez, espanto, temor de Dios y del dolor, dolor,piensa Peter Morgan.

    Muy cerca, rechinan unos postigos. Son los del vicecnsul que sedespierta. Peter Morgan abandona precipitadamente el bulevar, se oculta trasla verja del parque, espera. El vicecnsul de Francia en Lahore aparece,semidesnudo, en su balcn, contempla un instante el bulevar y despus seretira. Peter Morgan atraviesa los jardines de la embajada de Francia y regresa

    hacia la residencia de sus amigos, los Stretter.

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    El estado del cielo enfermo, por la maana, pone macilentos, en sudespertar, a los blancos no aclimatados de Calcuta: hoy es l quien se mira.Va al balcn de su residencia.En Calcuta, hoy, a las siete de la maana, la luz es crepuscular, un

    himalaya de nubes inmviles cubre el Nepal, debajo se estanca un vaporinfecto, el monzn de verano va a comenzar dentro de algunos das. A la som-bra de un matorral ahuecado, enfrente de la residencia, sobre la arenamezclada con asfalto, con un saco todava empapado y la cabeza calva en lasombra del matorral, ella duerme. Ha nadado en el Ganges una parte de lanoche, ha cantado, ha mendigado a los transentes.

    En las avenidas, unos camiones de riego dan vueltas. El agua pega alsuelo un polvo hmedo que apesta a orina.En el Ganges, los peregrinos grises de las orillas y siempre los leprosos,

    ya se despiertan y se miran.Hace ya dos horas que, en las hilaturas de Calcuta, una horda doliente

    asegura su supervivencia.El vicecnsul de Lahore contempla Calcuta, las humaredas, el Ganges,

    los camiones de riego, aqulla que duerme. Deja el balcn, entra en suhabitacin, se afeita en el calor ya intenso, observa sus sienes que grisean. Seha afeitado, es cosa hecha, y vuelve una vez ms al balcn de su residencia,

    mira una vez ms la piedra y las palmeras, los camiones de riego, la mujer queduerme, las aglomeraciones de leprosos en la orilla, los peregrinos, todo esoque es Calcuta o Lahore, palmeras, lepra y luz crepuscular.

    Y despus, en medio de esa luz, una vez se ha duchado y ha tomado sucaf, el vicecnsul se sienta en un divn y lee una carta que procede deFrancia. Una ta le escribe: Una noche ha habido viento en Pars, hace un mesde esto, y, cosa que hasta ahora nunca se haba producido aqu, se ha abiertoun postigo de la casita, as como la ventana, que haban dejado entornada paraairear la casa; a ella la avisaron de la comisara de polica y fue all por la tardepara cerrar las ventanas y tambin para comprobar que no haban robado

    nada; ah, s, me olvidaba: al ir a cerrar, vio que las lilas de la verja haban sidohurtadas; como no hay nadie para guardarlas, ocurre lo mismo cadaprimavera: las roban unas muchachas salvajes.

    De pronto, el vicecnsul recuerda algo referente a la recepcin quetendr lugar maana viernes por la noche en la embajada de Francia y a la cualha sido invitado en el ltimo minuto. Anoche, una palabra de la embajadora:venga.

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    Se levanta, dice a su criado indio que le cepille el smoking y vuelve asentarse en el divn. La carta de la ta de Malesherbes ya est leda. Releeahora los prrafos sobre el postigo abierto y las lilas y lo comprueba: ya estleda.

    Espera la hora del despacho, con la carta en la mano. Entonces, en su

    mente hay un saln, todo est en orden, el gran piano negro est cerrado, en elatril hay una partitura, tambin cerrada, cuyo ttulo ilegible es Indiana's Song.El candado de la verja est cerrado con dos vueltas de llave, no se puedepenetrar en el jardn, aproximarse, no se puede leer el ttulo de la partitura.Sobre el piano, el jarrn chino convertido en lmpara, la pantalla de sedaverde, cuarenta aos de edad?, s. Antes del nacimiento del que ha nacido?,s. Hay un perodo de calma, el postigo sigue abierto, el sol da muy vivamentesobre la lmpara verde. Unas personas inmviles: hay que hacer algo, porque,si no, no podrn dormir la noche prxima, han odo ese golpeteo lgubretoda la noche? Otras personas inmviles, una pequea multitud: pero quin

    es entonces el propietario de esta casa siempre cerrada? Un seor solo, de unostreinta y cinco aos.Su nombre es Jean-Marc de H.Hijo nico, ahora hurfano.La casita, llamada todava palacete, rodeada de un jardn, en Pars, est

    cerrada desde hace aos porque su propietario est en los consulados, esta vezen la India: la polica sabe a quin avisar en el presente caso y en caso deincendio: una anciana que vive en el barrio de Malesherbes, ta del ausente.

    El viento comienza a soplar de nuevo, el postigo se cierra a medias, elsol se retira, deja all la seda verde, el piano vuelve a la oscuridad hasta el final

    de su estancia en otro lugar. Dos aos.El ruido de un cepillo duro sobre el pao spero de un smokingprobablemente no es todava, para el vicecnsul, un hecho habitual; se levantay cierra la puerta.

    La hora del despacho ha llegado a su vez, despus de la de levantarse.El vicecnsul hace el trayecto a pie, a lo largo del Ganges, durante diez

    minutos. Deja atrs los rboles a cuya sombra esperan los risueos leprosos.Cruza los jardines de adelfas y de palmeras de la embajada: las oficinas delconsulado constituyen un edificio rodeado por ese jardn.

    Una voz atenuada pregunta todava en el jardn: Cuando ese seor est

    fuera, no os una msica tocada al piano? Unas escalas? Una melodatocada torpemente, con una sola mano? Una voz muy vieja responde que antess, por la noche, s, un nio tocaba con un dedo Indianas Song. Pero, y ahora?Una voz muy vieja responde que antes s, por la noche, hace menos tiempo,unos ruidos de objetos que se rompen, que deban de ser espejos, se producanen la casa habitada por un hombre solo que, cuando era nio, tocaba Indiana'sSong. Nada ms.

    El vicecnsul silba Indiana's Song mientras camina. Se encuentra con

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    Charles Rossett que surge por un sendero, tan cerca que esta vez no puederehuirle. Cruzan algunas palabras. El vicecnsul comenta que ha sido invitadoa la recepcin de la noche siguiente en la embajada. Charles Rossett oculta malsu asombro. El vicecnsul dice que es la primera, pero probablemente tambinla ltima a la que l asistir en Calcuta. Charles Rossett dice que tiene prisa, le

    deja y prosigue su camino hacia las oficinas de la embajada.Hace cinco semanas que Jean-Marc de H. ha llegado a una ciudad de laorilla del Ganges que es la capital de las Indias y que se llama Calcuta, cuyacifra de habitantes sigue siendo la misma, cinco millones, as como la otracifra, desconocida sta, de los muertos de hambre que acaban de entrar hoy enla luz crepuscular del monzn de verano.

    l viene de Lahore, donde ha permanecido un ao y medio en calidadde vicecnsul y de donde ha sido destituido a consecuencia de una serie deincidentes considerados penosos por las autoridades de Calcuta. Espera aqusu prximo nombramiento. Este se revela difcil, se retrasa. Ha sido

    pronunciado el nombre de Bombay, pero no hay nada seguro. Las autoridadeshan credo preferible ocuparlo durante su espera en Calcuta. Hace en sudespacho un trabajo que se da a los funcionarios en casos como el suyo. Sealoja en una residencia destinada a albergar a los que estn en Calcuta aguar-dando la asignacin de un destino.

    Aunque en Calcuta nadie ignora los incidentes de Lahore, no hay nadieque los conozca en detalle, excepto el seor Stretter y su mujer.

    El vicecnsul deja de silbar Indiana's Song.En Calcuta, esta maana, en la luz crepuscular, Anne-Marie Stretter

    atraviesa este parque que rodea la embajada y l la ve.

    Anne-Marie Stretter va a las dependencias, repite que las sobras debenser dadas a los hambrientos de Calcuta, dice que en lo sucesivo hay que ponercada da, delante de las verjas de la cocina, al lado de las obras, un barreo deagua fresca, porque el monzn de verano ha comenzado y esa gente tiene quebeber.

    Una vez dadas sus rdenes, Anne-Marie Stretter cruza de nuevo elparque y se rene con sus hijas, que la esperan en un sendero. Luego sedirigen hacia las pistas de tenis, y despus tuercen hacia el fondo del parque.Pasean. El calor ya es demasiado grande, las pistas de tenis estn desiertasdesde hace algunos das. Las muchachas llevan shorts blancos y los brazos

    desnudos; ella no lleva sombrero, no teme al sol. Cuando deja atrs losedificios de la embajada, Anne-Marie Stretter ve al vicecnsul de Lahore, lehace una sea, tambin se muestra reservada con respecto a l, como todo elmundo en Calcuta. l se inclina y contina su camino. Hace cinco semanasque, cuando se encuentran, las cosas ocurren entre ellos de la misma manera.

    Apoyada en la tela metlica que rodea las desiertas pistas de tenis hayuna bicicleta de mujer que pertenece a Anne-Marie Stretter.

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    Charles Rossett ha sido invitado por el embajador de Francia a examinarcon l el expediente de Jean-Marc de H.En el despacho del embajador las persianas han sido bajadas sobre la luz

    crepuscular. Se han encendido las lmparas. Estn los dos solos.Charles Rossett lee al embajador la declaracin escrita de Jean-Marc de

    H. a propsito de los incidentes acaecidos en Lahore.He ocupado en Lahore lee Charles Rossett, durante un ao y

    medio, el cargo de vicecnsul. Hace cuatro aos haba presentado micandidatura para un cargo en la India y cuando me comunicaron mi nombra-miento lo acept sin reservas. Reconozco haber cometido en Lahore los hechos

    que se me imputan. No pongo en duda la buena fe de ningn testigo,exceptuada la del criado indio puesto a mi servicio. Asumo la responsabilidadtotal de esos hechos.

    Las autoridades de las cuales dependo dispondrn de mi futuro comolo consideren oportuno. Si les parece que se impone mi revocacin, la aceptarde igual modo que mi mantenimiento dentro del cuerpo consular. No pidopermanecer en Lahore ni salir de all. No puedo dar explicaciones sobre lo quehe hecho en Lahore ni sobre el porqu de esta negativa. Creo que a ningunainstancia exterior ni tampoco a las de nuestra administracin podrainteresarle realmente lo que yo dijera. Que nadie vea en esta negativa una

    desconfianza o un desdn con respecto a quienquiera que sea. Me limito,simplemente, a hacer constar aqu la imposibilidad en que estoy de dar cuentade una manera comprensible de lo que ocurri en Lahore.

    Agrego que no obr en Lahore en estado de embriaguez, como algunoshan pretendido.

    Crea que iba a pedir l mismo su revocacin dice el embajador,pero no lo hace.

    Cundo le ver usted?No lo s todava.El embajador mira a Charles Rossett con benevolencia.

    No tengo derecho a hacerlo, pero me tomo la libertad de pedirle queme ayude a poner en claro este penoso asunto.Los informes biogrficos sobre Jean-Marc de H. revelan: hijo nico. El

    padre era un modesto banquero. Despus del fallecimiento del padre, lamadre se cas en segundas nupcias con un vendedor de discos de Brest; ellafalleci tambin al cabo de dos aos. Jean-Marc de H. ha conservado elpequeo palacete particular de Neuilly y lo habita durante sus permisos.Estancia de un ao como interno en Montfort, Seine-et-Oise, durante un curso

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    de secundaria, entre los trece y los catorce aos; la causa de ello es la frgilsalud del nio, que debe respirar aires puros. Alumno mediano antes deMontfort. Estudios brillantes despus de Montfort. Enviado de nuevo aMontfort por mala conducta, no se precisa cul. Luego, regreso a Pars, a otroliceo. Hasta el final de sus estudios y ms tarde an, durante los aos que pasa

    segn sus deseos en los servicios de las administracin central, nada quesealar. Tres solicitudes de excedencia alejan a Jean-Marc de Pars durante casicuatro aos. No se sabe por qu ni adonde va. Sus notas son medianas. Escomo si Jean-Marc de H. hubiese esperado a llegar a la India para mostrarse talcomo era. nico hecho destacable: la ausencia, al menos aparente, derelaciones femeninas.

    El embajador ha escrito a la nica parienta que le queda, una ta quevive en Pars, en el barrio de Malesherbes. Esta ha respondido extensamente avuelta de correo. As pues, en aquel nio se incubaban cosas escribe ella,unas cosas que no se parecen nada a las que nosotros, que creamos conocerle,

    esperbamos de l. Quin lo iba a decir?No ha sido contenida la locura?No, solamente la depresin nerviosa. Aunque con recadas, dicen: sus

    nervios han fallado.Pero no hubo quejas hasta bastante despus.En un principio se crey explica el embajador que era un farsante,

    un manaco del revlver. Pero despus comenz a gritar por la noche... yluego, todo hay que decirlo, se encontraron unos muertos en los jardines deShalimar.

    Qu dice la ta de Malesherbes sobre su infancia? Casi nada: que

    prefera el pensionado a la comodidad de su hogar, que fue despus deaquella estancia en Montfort, cuando cambi, cuando se hizo... ella dicereservado e incluso un poco duro... pero nada que permitiera imaginar lo quesera en Lahore. En resumen: nada que no fuese normal, excepto la ausencia demujeres. Adems, era seguro eso?

    Siento mucho lee Charles Rossett no poder hacerle llegar eltestimonio de ninguna mujer que mi sobrino conociera. A l siempre le gustestar solo y, pese a nuestro esfuerzo, lo sigui estando. Enseguida nos alej del, a su madre y a m, y en ningn caso nos hizo, naturalmente, la ms mnimaconfidencia. Tanto en su nombre como en el mo, seor embajador, le pido que

    tenga la mayor indulgencia que le sea posible. A fin de cuentas, la insensataconducta de mi sobrino en Lahore slo testimonia algn oculto estado denimo, algo que se nos escapa, pero que tal vez no es totalmente indigno.Antes de reprobar implacablemente esa conducta, no debera ser consideradacon atencin, tal vez en su principio? Por qu remontarnos a la infancia paraexplicar su conducta en Lahore? No habra que buscar tambin en Lahore?

    Yo prefiero que esto se quede en las conjeturas habituales, que sebusque en la infancia dice el embajador.

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    Saca la carta del expediente.Ser mejor no enviarla a Lahore dice, sera abrumadora. Quera

    comunicarle esta irregularidad. Qu opina usted?Tras una vacilacin, Charles Rossett pregunta al embajador las razones

    de su indulgencia con respecto a Jean-Marc de H. El caso presente, no exige

    ms bien una sancin ejemplar?Un caso de menos gravedad la exigira ms dice el embajador Enste, no hay parte contraria, no es ms que... es un... estado de cosas... esevidente y Lahore... Lahore, qu quiere decir eso?

    Le habla alguna vez?, pregunta el embajador. No, aqu no hay nadieque le hable, aparte del director del Crculo Europeo, ese borracho. En Lahoreno se le conoca ningn amigo.

    Hace confidencias al director del Crculo dice Charles Rossett, yno debe ignorar que casi todo es repetido.

    Habla de Lahore?

    No. Al parecer, slo de su infancia, como usted desea.Pero, en su opinin, para qu lo hace?Charles Rossett no tiene opinin.Su trabajo es perfecto dice el embajador. Es como si hubiese

    recuperado la calma. Qu podemos hacer con l?Los dos hombres buscan lo que van a hacer con Jean-Marc, el lugar

    adonde pueden destinarle, a qu clima, bajo qu cielo, con el fin de protegerlede s mismo.

    Cuando se le pregunt dnde quera ir, parece ser que se le escap lapalabra Bombay. Pero en Bombay no le querrn. Se quedar en Calcuta, donde

    podr vigilarle... Pero Calcuta, a la larga, es lo ms duro que hay.Tengo la impresin de que l ve la misma... imposibilidad que...nosotros, por ejemplo dice Charles Rossett. Calcuta es contradictoria, perol parece haberse hecho a ella.

    Estalla una tormenta. Dura muy poco tiempo. El embajador va a subir lapersiana de la ventana. La tormenta cesa bruscamente, el sol aparece en unclaro de algunos minutos y, despus, el agujero, en el espesor de las nubes, secolma de nuevo. En una rfaga silenciosa, las sombras del jardn sonarrancadas.

    Los dos hombres hablan de la invitacin del vicecnsul a la recepcin

    del da siguiente. Ha invitado la seora Stretter al vicecnsul despus dehaber ledo la carta de su ta de Malesherbes? En el ltimo minuto, por qu?Ha dudado antes de hacerlo?

    Unas palabras de su mano en el ltimo minuto dice el embajadoreran, sin duda, para exceptuarle de los dems, para hacer... que venga contoda seguridad. Como usted sabe, nosotros, mi mujer y yo, luchamos todo loque permite el protocolo contra las exclusiones, por justificadas que staspuedan parecer.

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    El embajador mira atentamente a Charles Rossett.Usted se ha acostumbrado mal.Charles Rossett sonre.Un poco peor de lo que yo crea.Hay que ir a las Islas, aconseja el seor Stretter, hay que adquirir la

    costumbre de ir a ellas si se quiere amortiguar el golpe de Calcuta. labandona Calcuta, caza en el Nepal. Su mujer va a las Islas y sus hijas irntambin en cuanto terminen sus cursos, desde la semana prxima. Vale lapena ir all abajo, aunque slo sea para pasar dos das en el fabuloso hotelPrince of Wales. Y tambin es muy interesante el trayecto entre Calcuta y elDelta, hay que atravesar en coche los inmensos arrozales del Delta, el granerode la India del Norte, ver el arcasmo de la agricultura india, ver la India msadelantada, ver el pas en el que nos hallamos, no limitarse a Calcuta. Por quno viene con ellos Charles Rossett el prximo week-end? Pasado maanasbado, Calcuta va a vaciarse de sus blancos ingleses y franceses.

    El embajador deja de hablar, hace seas a Charles para que mire por laventana.El vicecnsul est cruzando los jardines. Tuerce hacia las desiertas pistas

    de tenis, las mira, se vuelve, camina de nuevo, pasa por delante de la ventanaabierta sin que parezca conocer su existencia.

    Hay otras personas que salen y cruzan los jardines. Es medioda.Ninguno le aborda.

    Hace cinco semanas que espera que yo le convoque dice elembajador. Debo hacerlo uno de estos das.

    Pero espera l esta convocatoria? O, por el contrario, espera que sta

    sea diferida, siempre diferida? No lo sabe.El embajador dice, con una sonrisa un poco forzada:En este momento tenemos en casa a un joven y encantador amigo

    ingls que no puede soportar, ni de vista, al vicecnsul de Lahore... No se tratade miedo propiamente dicho, es una especie de incomodidad... Le rehuimos,s, lo confieso... yo mismo le rehuyo un poco.

    Charles Rossett se ha despedido del embajador. Cruza a su vez losjardines. Las palmeras sin sombra del Nepal permanecen inmviles.

    Cuando llega al bulevar que bordea el Ganges, Charles Rossett divisa alvicecnsul. Detenido delante de los leprosos como hace un momento delantede las pistas de tenis, los mira.

    Charles Rossett vacila, hace mucho calor, pero acaba por dar la vuelta.Cruza de nuevo los jardines, sale de ellos por la otra puerta y llega a suresidencia, que se encuentra, como la del vicecnsul, en el bulevar, algo mslejos que la de ste con relacin a las oficinas, pero que es su gemela, con subungalow y su veranda, sus yeseras amarillas y desconchadas, y sus laureles

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    rosas alrededor.Hable un poco con l le ha dicho el embajador. Si se siente con

    fuerzas para hacerlo, naturalmente.Charles Rossett toma su ducha, la segunda del da. El agua de las

    profundidades de Calcuta es un inmutable frescor.

    Su cubierto est puesto. Charles Rossett despliega la servilleta y comecurry indio. El curry es fuerte, siempre demasiado fuerte aqu, y CharlesRossett lo come como si lo hubiesen condenado a hacerlo.

    Despus, en cuanto se levanta de la mesa, Charles Rossett se duerme ensu habitacin con los postigos cerrados.

    Es la una de la tarde.Charles Rossett duerme con todas sus fuerzas, gana unas horas al pleno

    da de Calcuta. Hace cinco semanas que duerme as.A esta hora agobiante de la siesta, quien pasa por el bulevar puede ver

    cmo el vicecnsul camina por su habitacin, casi desnudo, en una alerta que

    parece intensa.Son las tres de la tarde.Un criado indio despierta a Charles Rossett. Por la puerta entornada,

    aparece la cabeza llena de astucia y prudencia. El seor debe despertarse.Abrimos los ojos, nos hemos olvidado, como cada tarde, nos hemos olvidadode Calcuta. Esta habitacin est oscura. Quiere t el seor? Hemos soadocon una mujer rosa, rosa lectora rosa, que lea a Proust en el viento cido de unlejano Canal de la Mancha. Quiere t el seor? El seor est enfermo? Hemossoado que, junto a aquella mujer rosa lectora rosa, sentamos una ciertanostalgia de otra cosa que se encuentra en estos parajes, en la luz sombra, una

    forma de mujer con short blanco atravesando esta maana las pistas de tenisdesertizadas a causa del monzn de verano.Queremos t y que se abran las persianas.Ya est. Las persianas rechinan, porque nunca aprendern a manejarlas.

    Cul es el secreto?Luz reverberante en la habitacin, luz cegadora. Deseo cada da de

    telefonear al embajador: Seor Embajador, solicito un traslado, no puedo ms,no puedo acostumbrarme a Calcuta.

    Dnde esperar hasta que el amor venga en nuestra ayuda?Han puesto en marcha el ventilador. Se han ido a la cocina para hacer el

    t. Despus de su paso queda el olor a cotonada y a polvo. Estamos encerradosjuntos en la residencia consular para los tres aos que van a seguir.Charles Rossett se ha vuelto a dormir.Vuelven con el t, le despiertan, vienen a ver si est muerto.Hay que preparar la camisa blanca y el smoking para maana: Maana

    recepcin en la embajada de Francia. Queda comprendido.El de Lahore, piensa Charles Rossett, el criado indio del vicecnsul,

    haba huido para no declarar contra su amo. Luego le atraparon y l minti.

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    Charles Rossett se levanta, se ducha, se asoma al balcn y ve: un Lancianegro sale del jardn de la embajada, avanza por el bulevar, Anne-MarieStretter va con un ingls que l ya ha visto algunas veces en las pistas de tenis.

    El Lancia negro adquiere velocidad y desaparece. As pues, lo que sedice de ella parece ser cierto.

    Tiene Charles Rossett necesidad de estar seguro de ello? S,indudablemente.Va al office, toma un coac helado mientras le planchan una camisa

    blanca como l ha ordenado.Charles Rossett atraviesa una vez ms los jardines de la embajada bajo el

    inmutable calor. Piensa en las personas que encontrar maana en larecepcin. Invitar a las mujeres segn su jerarqua. Invitar a bailar a Anne-Marie Stretter. Ella anda ahora velozmente en direccin a Chandernagor atravs de aquel calor.

    El vicecnsul est delante de l, bastante lejos. Le ve salir del sendero de

    las adelfas, dar algunos pasos hacia las pistas de tenis. Charles Rossett y Jean-Marc de H. estn solos en esta parte de los jardines.Jean-Marc de H. ignora que Charles Rossett le est viendo. Se cree solo.

    Charles Rossett se detiene a su vez. Trata de vislumbrar el rostro delvicecnsul, pero ste no se vuelve. Junto a la tela metlica que rodea las pistashay una bicicleta de mujer.

    Charles Rossett ha visto ya la bicicleta en aquel lugar. Se ha dado cuentade ello al instante.

    El vicecnsul sale del sendero y se acerca a la bicicleta.All hace alguna cosa. A esta distancia es difcil saber exactamente lo que

    hace. Parece mirarla, tocarla, se inclina sobre ella largo rato, se incorpora, lasigue mirando.Vuelve al sendero y camina de nuevo, un poco titubeante pero con paso

    tranquilo. Se dirige hacia las oficinas del consulado. Desaparece.Charles Rossett se mueve a su vez, toma el sendero.La bicicleta de la tela metlica est cubierta del fino polvo gris del

    sendero.Est abandonada, en desuso, horrible.Charles Rossett comienza a andar deprisa. Un transente aparece. Se

    miran. Lo sabe ste? No. Toda Calcuta lo sabe? Toda Calcuta se calla. O

    ignora.Qu hace el vicecnsul cada maana y cada tarde junto a las pistas detenis desiertas? Qu haca l? A quin decrselo? A quin decirle aquello?A quin decirle aquello que es imposible de decir?

    El sendero est otra vez vaco. El transente ha salido de los jardines. Elaire danza ante los ojos. Charles Rossett trata de imaginar el rostro liso delvicecnsul y advierte que ya no tiene fuerzas para hacerlo.

    Alguien, a lo lejos, silba Indiana's Song. No se ve quin es.

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    La nia nace cerca de Udang, en un refugio, cerca de la granja de uncolono a cuyo alrededor ella ha dado vueltas durante dos das a causa de lamujer del colono, seca y vieja tambin. La mujer la ha ayudado. Durante dosdas la mujer le ha dado arroz, sopa de pescado y, el tercer da, un saco de yutepara cuando parta, escribe Peter Morgan.

    Ella no arroja a su hermana siamesa al Mekong, no la abandona en uncamino de la llanura de las Aves. A los otros hijos que vendrn despus deesta nia, ella los soltar siempre hacia la misma hora, dondequiera que esthacia la mitad del da, cuando el sol aturde y hace que zumbe la cabeza. Por lanoche, la muchacha se encuentra sola, se pregunta en qu ha podidoconvertirse aquella cosa que llevaba hace un instante, una imagen suya que nodeba soltar. Descansa un poco y parte. Se araa los senos, por los que correnunas gotas de leche. Vuelve a partir. Tal vez es la primera vez que olvidase lamenta. Las dems veces apenas notar la diferencia. Ella camina ydespus duerme. Battambang, la penetrante cancin de los nios,

    encaramados en los bfalos, que se bambolean y se ren, es cantada por ellaantes de dormirse, detrs de las hogueras de melaza de una aldea de la selva,en la parte donde estn los tigres, en las tinieblas de la jungla.

    El Tonl-Sap, despus de Udang, es fcil de seguir. La nia ha sidoparida directamente en el saco, el saco colgado de sus hombros y atado a lacintura, ella contina descendiendo a lo largo del Tonl-Sap. En Pnom-Penh sequeda algunos das. Despus, comienza a descender a lo largo del Mekong.Centenares de juncos cargados de arroz se cruzan con ella.

    Una mujer le haba dado unas indicaciones, despus de Pursat, peroantes de Kompong-Chnam, antes del nacimiento de la hija. Una vez dejado

    atrs Pnom-Penh, hacia Chaudoc, ella lo recuerda. Ella no puede trabajar conesta hija, nadie la querra; sin la hija tampoco lo ha conseguido, con diecisieteaos y ese vientre, expulsada de todas partes. Vete ms lejos.

    Ella no trabajar nunca, su ocupacin es una cosa desconocida.La mujer le ha dado una indicacin muy seria: se dice que algunos nios

    han sido aceptados por los blancos.Ella parte de nuevo. Ya no se informa. Aqu nadie habla el camboyano,

    es muy raro. El primer lugar blanco?Vete. Hay que seguir el Mekong, ella lo sabe, se es el mtodo. En su

    espalda, la nia duerme casi todo el tiempo. Desde hace algunas semanas,

    sobre todo desde hace unos das, la nia duerme mucho, hay que despertarlapara comer. Comer qu? Tiene que dar esta nia, ya es hora de hacerlo. Yluego caminar, ligera, por la orilla de los arrozales. En el prpado azulado, elojo duerme. Ha mirado algo alguna vez? En Long-Xuyen ve unos blancos enlas calles, aqu y all. Un puesto blanco. Ella va al mercado, pone a la niasobre un trapo, espera. La ltima camboyana de su periplo pasa y le dice quela nia est muerta. Entonces ella la pellizca, la nia llora, se ve bien que no.La camboyana dice que la nia va a morir, que hay que hacer algo enseguida

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    para... Qu es lo que quieres?Darla.La otra se burla: quin puede querer esa vergenza, una nia tan flaca?

    En Sadec, ella ve tambin blancos, va al mercado, pone la nia sobre un trapo,espera, nadie le dirige la palabra, la nia duerme cada vez ms. Dejarla all,

    dormida... Pero y los perros, cuando acabe el mercado? Ella parte de nuevo.En Vinh-Long tambin hay blancos, hay que ir all.Ella va al mercado, pone a la nia delante, sobre un trapo. Se acurruca y

    espera.Este mercado le hace rer, pero hay otros mercados, despus de marchas

    demasiado largas ella camina ahora ms rpidamente para ir ms deprisaque la muerte que hacen bailar su razn: como el de Vinh-Long. Estahermosa nia es de quien la quiera, dice; y por nada, porque ella no puedellevarla consigo, miren mi pie y comprendern. Nadie comprende. El pie estherido: un ancho y limpio tajo abierto por una piedra cortante y dentro del

    cual se mueven unos gusanos; ella no sabe que esa herida apesta. La niaduerme. Ella no la mira, ni mira su pie, que est extendido junto a la nia, ellahabla sola como en aquel mercado de Tonl-Sap donde su madre estaba tanatareada. La causa de ello es la visin de los alimentos expuestos, el olor de lascarnes asadas y de las sopas calientes. Quin quiere esta nia? Ya no tieneleche, esta maana la nia no ha querido la que le quedaba. En un junco le handado arroz caliente y ella ha masticado el arroz mucho tiempo y se lo ha dadoa la nia boca a boca, pero la nia ha vomitado. Bien. Hay que mentir, decirque la nia est sana. Quien la quiera que lo diga. Hace ya dos horas queespera. Ella no se da cuenta de que, por aqu, ya nadie entiende lo que dice.

    Ayer an se daba cuenta, hoy no.Cuando acaba el mercado, cuando los puestos estn casi desmontados,pasa una mujer blanca, gorda y maciza acompaada de una nia blanca.

    El entendimiento, la astucia, la habilidad vuelven a la muchacha: haolfateado su oportunidad.

    Bajo el casco colonial ve unos ojos la mujer ya no es joven que porfin miran.

    La mujer ha mirado.Es la primera que lo hace. Ella le sonre. La mujer se acerca, saca una

    piastra de su bolso y se la da a la muchacha.

    Luego, se va.La muchacha grita, le hace seas de que se acerque.La seora vuelve. La muchacha le muestra la nia y quiere devolverle la

    piastra. Se vuelve, seala detrs de ella, grita: Battambang. La seora mira, no,vuelve a alejarse, se niega a tomar la piastra. Se forma un pequeo grupoalrededor de la muchacha que grita.

    La seora comienza a alejarse.La muchacha recoge a su hija, corre, la adelanta, lanza una oleada de

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    palabras, seala unas direcciones, tiende la nia riendo. La seora la apartaexclamando algo.

    La nia blanca que va con la seora mira a la otra nia como si miraseotra cosa, pero qu cosa?, y dice algo a la seora. La seora se niega y sigueandando,

    La muchacha tambin. Sigue a la seora. La seora se vuelve, la rechaza.Pero con tal de no quedarse con la nia nada le asusta.La muchacha espera que la seora d algunos pasos y comienza otra vez

    a seguirla, con la piastra en la mano.La seora se vuelve, grita algo ms y golpea el suelo con el pie. La

    muchacha le sonre. Empieza de nuevo, ensea su pie, seala el norte, muestraa la nia, explica. La seora no mira, contina andando.

    La muchacha la sigue desde lejos por la calle, sin dejar de tender la niay la piastra, siempre sonriente. La seora ya no se vuelve.

    La nia blanca deja a su madre y camina al lado de la muchacha.

    La muchacha se calla, alcanza a la seora, con la nia de la seora a sulado. Caminan as, unas tras otras, por las calles del lugar, durante una hora.La muchacha calla, espera a la seora a la salida de las tiendas en compaa dela nia blanca. La nia blanca ya no se aparta de la muchacha. La seorablanca regaa a la nia, que no llora. En el camino de retorno, las tres siguen ala seora. Las posibilidades de xito son cada vez mayores cuando se acerca.En los ojos de la nia blanca hay una decisin que aumenta a cada paso. Lamuchacha, sin dejar de caminar, mira a la nia blanca, pero sta slo mira laespalda de su madre, que va delante. La seora se vuelve. Detrs, las tres sevuelven como ella. Si la seora gritase o las echase, las tres se callaran,

    esperaran, echaran a andar de nuevo, se pegaran a su cuerpo. Han llegado ala verja. La muchacha sabe que habra que pegar a la nia blanca para que seseparase de ella.

    La seora est delante de la puerta de la verja. La abre, deja la manosobre el pomo, mira a su propia hija, detenidamente, pesa el pro y el contra,mira solamente la mirada de su hija. Y cede.

    La puerta de la verja se cierra de nuevo. La muchacha y su hija hanentrado.

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    No es posible engaarse: la cosa est hecha; por mucho que mire haciatodos lados, no hay nada junto a ella, escribe Peter Morgan.Ya est hecho: la nia ha sido aceptada y llevada a la villa.Gozosa cancin de Battambang que dice que el bfalo comer la hierba,

    pero que la hierba, a su vez, comer al bfalo cuando llegue la hora. Es por latarde. Despus de su triunfo, ella, la muchacha, descansa en el jardn. La casaes blanca. No pasa nadie. Hay unos muros y unos setos de hibiscos. Ella estsentada en un sendero, con la espalda recostada en un manzano-canelero.Arrellanada contra el rbol, con la espalda bien apoyada. No pasa nadie, lagran puerta ha quedado cerrada despus del paso del convoy; hay flores y

    plantas y no corren los perros. En el suelo, unas manzanas-canela, cadas y re-ventadas en una crema espesa y untuosa, rezuman en el polvo. La seora le hahecho una sea de que se siente y espere. La muchacha tiene confianza: si laseora se la devolviera, si pensaba que poda devolverla, nada de brazos paratomarla, nada, el vaco, manos pegadas a la espalda, se las cortara antes detenderlas de nuevo. Escapar por el seto, como una serpiente. No, no tiene nadaque temer. Qu calma, nadie transita, all slo se est, las manzanas-canela,una vez cadas, se derraman, nadie las aplasta, se las evita cuando se camina.No tiene nada que temer: la nia blanca de la seora lo quiere, Dios lo quiere.Ya est entregada. Y recibida. Est hecho.

    La muchacha ha llegado a la llanura de las Aves.Pero no lo sabe. La seora vive en la llanura de las Aves, en el primerasentamiento blanco de esta regin, pero no hay ya ninguna posibilidad dehacrselo saber a la muchacha. No existe un lenguaje para hacerlo. Est acuatrocientos kilmetros de Pursat. Ha pasado un ao despus delalumbramiento? Se produjo entonces por Udang? Teniendo en cuenta lalentitud de su marcha a partir de Udang, porque camina con menos rapidezcon aquel peso en la espalda, teniendo en cuenta el nmero de sus pausasobligadas con unos hombres, en los alrededores de los pueblos, para continuarsobreviviendo, teniendo en cuenta sus sueos, sus robos, su mendicidad, eltiempo perdido mirando, debe de haber pasado cerca de un ao desde quesali de Battambang cuando la muchacha descansa en este jardn de la llanurade las Aves.

    Se ir tambin de la llanura de las Aves. Ascender un poco hacia elnorte y, al cabo de unas cuantas semanas, torcer hacia el oeste. Despus, diezaos en camino hacia Calcuta. A Calcuta, donde se quedar. Se quedar all, sequeda, permanece all, en los monzones. All, en Calcuta, dormida entre lalepra, bajo los matorrales de la orilla del Ganges.

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    Y por qu ese periplo? En lugar de un rumbo, ha seguido a lospjaros? Las antiguas rutas de las caravanas chinas del t? No. Entre losrboles, por las riberas sin plantas, en dondequiera que se hallase, posaba lospies y caminaba.

    En el sendero, otros dos nios blancos, varones estos, vienen a

    observarla durante unos instantes y se van de nuevo sorteando los frutoscados, con sus pies calzados con sandalias blancas. La nia de la seora no havuelto a aparecer. Un hombre que debe de ser un criado trae carne, pescado,arroz caliente, lo deja todo en el sendero, delante de ella. La muchacha come.Debe de ser posible ver algo: al final del sendero, en el lado opuesto de laverja, hay una veranda cubierta. Veinte metros de sendero la separan de esaveranda. Est adosada a su rbol, frente a los alimentos, pero ve: la nia esten un pao blanco, sobre una mesa. La seora se inclina sobre ella. A amboslados, sus hijos miran y callan. La nia blanca est all: Dios existe. Se ve que laseora trata de dar leche a la nia, la vierte en su boca con un pequeo frasco.

    La dama agita a la nia y grita, grita. La muchacha se levanta y siente un levetemor. Cuando vean que la nia no est sana, se la devolvern y lasexpulsarn de all? Pero no. Nadie mira hacia donde ella est. Ah, esta nia,cmo duerme! Entre los gritos de la seora, duerme tan bien como en elsilencio de un camino. La seora empieza de nuevo, agita a la nia, grita,vierte. La leche corre sobre la nia, pero no entra. Lo que queda de vida slosirve para negarse a vivir ms. Un cambio. La seora posa la botella y miraatentamente a la nia que duerme. Los pequeos blancos continan esperandoy callando; ahora son tres los que quieren mirarla. Dios est en todas partes. Laseora coge a la nia en sus brazos: la nia no se mueve. La seora la pone de

    pie sobre la mesa, sin soltarla: la cabeza de la nia se desploma suavementehacia un lado, duerme todava. El vientre de la nia es un globo lleno de aire yde gusanos. La seora deja a la nia sobre la manta, se sienta en una silla ycalla. Reflexiona y calla. Otro cambio: la dama abre con dos dedos la boca de lania y ve, qu ve?, sin duda unos dientes, qu otra cosa podra ver? Laseora parece ahogar un grito y mira a la muchacha que est en el sendero. Lamuchacha baja la cabeza, se hace la culpable. Espera. Ha pasado el peligro?No. La seora deja a la nia sobre el pao y viene hacia ella. Qu significa eselenguaje duro? Qu es lo que quiere? Muestra sus manos abiertas. La edad,por favor? La muchacha abre sus dos manos, busca, no ve nada, y deja as sus

    dos manos abiertas. Sern unos diez meses. La dama se va de nuevo, gritando,toma a la nia y la manta y entra con todo en la villa.En la tranquila tarde del jardn, la muchacha se ha dormido.Ella se despierta: la seora est all otra vez y le pregunta algo de nuevo.

    La muchacha responde: Battambang. La seora se va. La muchacha seadormece a medias. Se ha retirado de la sombra del rbol, se ha alejado por elsendero. En su puo, la piastra de la maana. La han dejado tranquila, perotodava desconfa un poco. Battambang la proteger, slo dir esa palabra en

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    la cual se ha encerrado, es su casa cerrada. Y sin embargo, si desconfa an,por qu no se va? Est descansando? No, no exactamente; todava no tieneganas de abandonar este lugar, espera, antes de partir, saber a donde ir, qu eslo que har ahora.

    Esta tarde la cosa se decide por s sola. Cmo podr volver atrs una

    vez hecho lo que est hecho?Ella se despierta. Ha cado la noche. Bajo la veranda hay una luz viva: laseora se inclina de nuevo sobre la nia. Esta vez est sola con ella. Intentadespertarla todava? No. Se trata de otra cosa. La muchacha se levanta y ve: laseora coloca a la nia encima de la mesa, se aleja, vuelve con una palanganade agua, levanta a la nia y, mientras le habla dulcemente, la sumerge en elagua. La muchacha ya no est enfadada con ella, ve bien claro que la nia estviva por lo menos, prueba de ello es que la est baando. Baara acaso a unania muerta? Ella, su madre, lo saba. Ahora tambin lo sabe la seora. Dospersonas. Qu tranquilo est el jardn. Probablemente han comenzado a

    olvidar su presencia en el sendero. Ocurren dos cosas. Hay un gran cuenco desopa fra a sus pies, junto al rbol, lo han puesto all durante su sueo sindespertarla a puntapis. Al lado de la sopa hay un frasco de medicamentopara la herida.

    Ella come. Mientras come ve: la seora acaricia a la nia con la palma dela mano, sin dejar de hablarle, y la cabecita se cubre de espuma blanca. Lamuchacha re silenciosamente. La muchacha se levanta. Da algunos pasos, seadelanta, mira. Es la primera vez que se mueve desde esta maana. No sedejar ver, no lo har nunca ms. Ella ve: la nia duerme en el agua, la seorablanca ya no habla, ahora la seca con la toalla. La muchacha avanza un poco

    ms. Los prpados se estremecen, lanza un leve grito y se vuelve a dormir enla toalla. La muchacha se aleja del lugar en donde an vea, vuelve a su rbol.La sombra de los manzanos-caneleros es muy densa: la muchacha se sienta enella para no ser vista y seguir esperando.

    Los caminos estn claros porque hay luna llena. La muchacha toma unafruta cada, pone en ella los labios, blancura azucarada, decepcionante, lecheengaosa. No. La muchacha arroja la fruta al suelo.

    No tiene hambre.Las formas de los edificios y de las sombras son ntidas, el patio est

    desierto, los caminos tambin deben de estarlo. La verja debe de estar cerrada,

    pero por el seto ser fcil.La campanilla de la puerta. Un domstico va a abrir. Entra un hombreblanco, con una cartera bajo el brazo. La puerta se ha cerrado de nuevo. Elcriado y el hombre blanco pasan al lado de la muchacha sin verla. El hombreblanco llega a donde est la seora. Se hablan. La seora saca a la nia de latoalla, la muestra, la envuelve otra vez en la toalla. Entran ambos en la villa. Laveranda contina iluminada. Vuelve la calma.

    Cancin de Battambang, a veces me dorma sobre el lomo de los

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    grandes bfalos, ahta del arroz caliente que mi madre me daba. La madre,seca en su clera, fulmina el recuerdo de un solo golpe.

    Aqu, en el jardn, no es posible cantar. Al otro lado de los muros y delseto de hibiscos el camino va a todas partes. Aqu, la villa. All, los demsedificios, que se suceden montonamente, una puerta, tres ventanas, una

    puerta, tres ventanas. Mira, una escuela. En Battambang haba una escuela.Haba una escuela en Battambang? Lo ha olvidado. Delante, detrs de losedificios estn la verja cerrada, el seto de hibiscos, un muro; aqu, junto alcuenco de sopa, en el suelo, hay unas vendas y el frasquito de agua gris. Lamuchacha oprime su pie, la gusanera sale; ella vierte el agua gris y venda elpie. En un local sanitario, hace algunos meses, le curaron de este modo el pie.El pie pesa como plomo, sobre todo cuando se detiene, pero no le duele. Ellase levanta, mira las puertas. Desde el interior de la villa llega el rumor de lasvoces. Regresar a Battambang, volver a ver a aquella flaca, a la madre. Pega alos hijos. Escapa por los taludes. Grita. Llama para distribuir el arroz caliente.

    Sus ojos lloran con el humo. Volverla a ver una vez, antes de crecer, antes departir de nuevo y tal vez morir, volver a ver aquella clera.Pero ella no encontrar nunca el camino. Ella ya no querr encontrarlo.La brisa agita la sombra de los rboles, los caminos son como un

    terciopelo por donde avanzar hacia el Tonl-Sap. Ella busca a su alrededor,gira sin moverse del sitio por dnde salir?, se rasca los senos que le picanporque esta noche todava se han formado all tres gotas de leche, ella no tienehambre, ella se estira, qu juventud, ah, correr, caminar de noche cantandosiempre las canciones de Battambang, todas las canciones. Diez aos despus,en Calcuta, slo le quedar una, que ocupar ella sola su memoria abolida.

    Despus de la llegada del hombre blanco se ha iluminado una ventana.De all proceden las voces. Ella avanza un poco ms pero marchndosesobre la punta de los pies, se sube a la tapia que rodea la casa. All estn losdos, siempre ellos, los blancos. Tendida sobre las rodillas de una madrefuriosa, su hija duerme. La madre ya no la mira. El hombre tampoco: est depie, tiene una aguja en la mano. Sobre una mesa, est la botella de leche, llenatodava. La seora ya no grita. La seora llora. Que llore. La hija separada abrelos ojos y se duerme otra vez, entreabre los ojos y se vuelve a dormir, sin cesar,constantemente, esto ya no me importa, hay otras mujeres indicadas para eso,t adems de m, yuxtaposicin intil, qu difcil ha sido separarnos, la cabeza

    redonda sala del saco de su espalda y se bamboleaba en cada sobresalto, tenaque caminar lentamente, evitar las piedras demasiado grandes. El doctor seacerca a la nia limpia y pone una inyeccin. La nia llora dbilmente. Lamuchacha ya ha visto dar el pinchazo que cura en los establecimientossanitarios del camino. Las muecas de la nia le hacen repetir las mismasmuecas. Tira el peso concreto que cortaba los hombros durante el camino, elpeso que la nia muerta o viva nunca superara. La muchacha se aparta dellugar desde donde vea. Con la espalda libre, se retira, se aleja. Parte.

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    Atraviesa el seto de hibiscos. Se encuentra en una calle de la poblacin blanca.Hablar la lengua de Battambang, bien alimentada como ella est esta

    noche. Volver a ver a aquella mujer, la ms malvada de todas las que haconocido; si no, qu va a ser de ella? Qu? Da unos pasos. Con una rigidezen los hombros y un clico en el vientre, ella camina, se aleja. Dice algunas

    palabras en camboyano: buenos das, buenas noches. Antes hablaba a la nia.A quin hablar ahora? A la anciana madre del Tonl-Sap, origen, causa detodos los males, de su destino torcido, su amor puro. Ella lucha con el clico,da unos pasos. Un ahogo le llega de su vientre demasiado lleno, querrarespirar, vomitar los alimentos. Se detiene, se vuelve. Una verja se abre. Es lamisma verja, el mismo hombre blanco que ahora sale. Ella crea que estabalejos de la villa. Ya no teme al hombre blanco. Este pasa cerca de ella sin verla,con pasos apresurados.

    La villa apaga sus luces.Todo un monzn ha debido de terminar estos das. Cunto hace que

    llova cada da sobre su peso?Qu tarde es para regresar a casa de su madre, para volver a jugar,regresar al Norte para decir buenos das y rer con los dems, para dejarseazotar por su madre y morir de sus golpes. Saca la piastra del seno y la mira ala luz de la luna. No la entregar nunca, la vuelve a meter entre sus senos yentonces comienza a caminar. Esta vez s, esta vez camina, avanza.

    Ella ha salido por el seto de hibiscos, est segura de ello, ha partido.

    Un muelle: es el Mekong. Unos juncos negros atracados. Volvern a salirpor la noche. A falta de Battambang, esto es tambin su pueblo. Unosmuchachos tocan la mandolina, entre los juncos est la pequea barca de unvendedor de sopa, dos barquitas ms lejos, a la luz de las lmparas depetrleo, las hogueras bajo la sopa; muy cerca de la orilla, por debajo de untoldo, brotan unas canciones. Ella comienza a caminar a lo largo de los juncos,con su paso pesado y regular de campesina, se aleja, tambin esta noche.

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    Ella no volver al Norte, escribe Peter Morgan. Remontar el Mekong enbusca del Norte, pero una maana desandar lo andado.Ella camina entonces por la orilla de uno de los afluentes del Mekong,

    luego por la de otro.Una noche se encontrar en un bosque.Otra noche, ante un ro y lo sigue tambin. Es un ro muy largo. Lo deja.

    Otra vez el bosque. Comienza de nuevo, ros, caminos, pasa por Mandalay,desciende por el Irauadi, atraviesa Prome, Bassein, llega el golfo de Bengala.

    Un da est sentada frente al mar.Parte de nuevo.

    Llega al Norte por las llanuras de la parte baja del Chittagong y delArakan.Un da hace diez aos que camina llega a Calcuta.Se queda all.Al principio, todava tiene un aire joven y a veces la llevan sobre el techo

    de un junco. Pero su pie apesta cada vez ms, y durante semanas, durantemeses, los juncos ya no la embarcan. A causa de ese pie, durante el mismoperodo, los hombres la buscan muy raras veces. Sin embargo, algunas vecesllega un leador. En algn lugar de la montaa le curan el pie. Permaneceunos diez das en el patio de un puesto sanitario, bien alimentada, pero escapa

    de nuevo; despus, el pie acaba curndose y se encuentra mejor. Despus estla selva. La locura en la selva. Duerme siempre cerca de las aldeas. Pero aveces no las hay y entonces duerme en una cantera o al pie de un rbol. Ysuea: ella es su hija muerta, un bfalo del arrozal, a veces ella es el arrozal ola selva, ella que permanece sin morirse noches enteras en el agua mortal delGanges; ms tarde suea que tambin se ha muerto, que se ha ahogado.

    Hay muchas cosas que hacen ms profunda la locura. El hambre dePursat, de despus de Pursat, ciertamente, pero tambin el sol, el no hablar, elterco zumbido de los insectos de la selva, la calma de los claros, muchas cosas.Ella se equivoca en todo, cada vez ms, hasta el momento en que ya no se

    equivoca nunca, absolutamente nunca, porque ya no busca nada. Qu es loque come en ese periplo tan largo? Un poco de arroz en la entrada de lasaldeas, aves degolladas por los tigres y abandonadas all en espera del husmoa podredumbre, frutas, y luego peces, ya en el Ganges.

    Cuntos hijos ha tenido? En Calcuta, donde ha encontrado laabundancia, los repletos cubos de basura del Prince of Wales o el arroz calienteante una pequea verja que ella sabe, se ha quedado estril.

    Calcuta.

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    Ella se queda all.Hace diez aos que parti.

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    Peter Morgan deja de escribir.Es la una de la madrugada. Peter Morgan sale de su habitacin. El olorde Calcuta por la noche es el del cieno y el del azafrn.

    Ella no est en la orilla del Ganges. Bajo el matorral ahuecado no haynada. Peter Morgan se acerca por detrs a las cocinas de la embajada: no estall tampoco. Ella no nada en el Ganges. l sabe que ella va a las Islas, queviaja en el techo de los autocares, que durante el monzn de verano la atraenlos cubos de basura del Prince of Wales. Los leprosos s que estn all, sumidosen el sueo.

    Anne-Marie Stretter le ha relatado a Peter Morgan la venta de una nia.

    Anne-Marie Stretter ha asistido a esa venta hace diecisiete aos, all enSavannakhet, Laos. Las fechas no coinciden. La mendiga, segn Anne-MarieStretter deba de hablar la lengua de Savannakhet. Las fechas no coinciden. Lamendiga es demasiado joven para ser la que vio Anne-Marie Stretter. Sinembargo, Peter Morgan ha convertido el relato de Anne-Marie Stretter en unepisodio de la vida de la mendiga. Las nias han visto a sta detenerse largorato delante de su balcn.

    Peter Morgan querra ahora sustituir la memoria abolida de la mendigapor el batiburrillo de la suya. Sin esto, Peter Morgan se encontrar carente depalabras para dar cuenta de la locura de la mendiga de Calcuta.

    Calcuta. Ella se queda all. Hace diez aos que parti. Cunto tiempohar que perdi la memoria? Qu decir en lugar de lo que ella no ha dicho?De lo que no dir? De lo que ignora haber visto? De lo que ignora que haocurrido? En lugar de todo lo que ha desaparecido de la memoria?

    Peter Morgan pasea por una Calcuta dormida, camina por la orilla delGanges. Cuando llega frente al Crculo Europeo ve, en la terraza, las siluetasdel vicecnsul y del director del centro. Lo mismo que cada noche, los doshombres hablan.

    Es el vicecnsul quien est hablando. Esa voz sibilante es la suya. A ladistancia en que se encuentra de ellos, Peter Morgan oye muy mal lo que

    dicen; pero, en lugar de acercarse, Peter Morgan vuelve sobre sus pasos, por-que no quiere comenzar a or las primeras frases de las confidencias delvicecnsul.

    A la altura de la residencia del embajador, Peter Morgan desaparece enlos jardines.

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    Esta noche, en el Crculo, slo hay una mesa de jugadores de bridge. Sehan acostado pronto, porque maana es la recepcin. El director del Crculo yel vicecnsul estn sentados uno al lado del otro, en la terraza, mirando alGanges. Estos hombres no juegan a las cartas, hablan. Los jugadores de la salano pueden or su conversacin.

    Hace veinte aos que llegu aqu dice el director, y lamentomucho no saber escribir. Qu novela hara con todo lo que he visto... con todolo que he odo!

    El vicecnsul mira el Ganges y, como de costumbre, no responde....Estos pases contina el director tienen su encanto... no se

    olvidan nunca. En Europa nos aburrimos enseguida. Aqu, el verano es duro,por supuesto... pero esta costumbre del calor... el recuerdo all del calor... deeste enorme verano... fantstica estacin.

    Fantstica estacin repite el vicecnsul. Cada noche, el director delCrculo habla de la India y de su vida. Y despus, el vicecnsul de Francia enLahore relata lo que quiere de la suya. El director sabe manejar al vicecnsul:cuenta unas cosas anodinas que el vicecnsul no escucha, pero que, algunasveces, al final, acaban soltando su voz sibilante. A veces, el vicecnsul hablamucho tiempo de una manera inteligible. Otras veces, su discurso es msclaro. El vicecnsul parece ignorar lo que sus palabras llegan a ser en Calcuta.

    Lo ignora. Nadie, aparte del director del Crculo, le dirige la palabra. Eldirector del Crculo es interrogado a menudo sobre lo que cuenta elvicecnsul. En Calcuta se quiere saber algo.

    Los jugadores de cartas se han marchado. El Crculo est desierto. Laluz, que corre a lo largo de la terraza en una guirnalda de pequeas bombillascolor de rosa, acaba de apagarse. El vicecnsul ha estado preguntando largorato al director del Crculo sobre Anne-Marie Stretter, sobre sus amantes, sumatrimonio, su empleo del tiempo, sus estancias en las Islas. Al parecer yasabe lo que quera saber, pero no se va todava. Ahora callan ambos. Hanbebido, beben mucho cada noche, en la terraza del Crculo. El director desea

    morir en Calcuta, no regresar nunca a Europa. Le ha dicho algo de sus deseosal vicecnsul. Este ha dicho al director que, en ese punto, tena suasentimiento.

    Esta noche, aunque el vicecnsul ha hecho muchas preguntas sobreAnne-Marie Stretter al director, l no ha hablado mucho. El director esperacada noche que lo haga. Ahora lo hace.

    El vicecnsul pregunta:Cree usted que es necesario dar un empujn a las circunstancias para

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    poder vivir el amor?El director no comprende lo que quiere decir el vicecnsul.Cree usted que hay que ir en ayuda del amor para que ste se

    declare, para que uno se encuentre, una buena maana, con la sensacin deamar?

    El director no comprende todava.Tomamos una cosa prosigue el vicecnsul, la ponemos enprincipio delante de nosotros y le entregamos nuestro amor. Una mujer serala cosa ms sencilla.

    El director pregunta al vicecnsul si siente amor por alguna mujer deCalcuta. El vicecnsul no responde a esta pregunta.

    Una mujer sera la cosa ms sencilla contina el vicecnsul. Esalgo que acabo de descubrir. Yo nunca he sentido amor, se lo he contado?

    Todava no. El director bosteza, pero al vicecnsul le importa muy poco.Soy virgen prosigue el vicecnsul.

    El director sale del adormecimiento alcohlico y mira al vicecnsul.Me he esforzado en amar en varias ocasiones a personas distintas,pero nunca he llegado al final de mi esfuerzo. Nunca he ido ms all delesfuerzo de amar, comprende, director?

    El director cree no comprender lo que quiere decir el vicecnsul. Dice:Le escucho. Y se dispone a hacerlo.

    Ahora he salido de ese esfuerzo contina el vicecnsul. Desdehace unas semanas.

    El vicecnsul se vuelve hacia el director del Crculo. Se seala con eldedo.

    Mire mi rostro dice.El director aparta la mirada. El vicecnsul vuelve a poner su rostro endireccin al Ganges.

    A falta de amor he tratado de amarme, pero no lo he logrado. Sinembargo, hasta estos ltimos tiempos me he preferido siempre.

    Tal vez no sabe usted lo que est diciendo?Es posible dice el vicecnsul. He estado mucho tiempo

    desfigurado por el esfuerzo de amarme.Le creo cuando dice que es usted virgen dice el director.Parece satisfecho de esta confesin.

    Aqu se sentiran aliviados si lo supiesen prosigue el director.Cmo es mi rostro, dgame, director? pregunta el vicecnsul.Todava imposible dice el director.El vicecnsul, impasible, contina su discurso:El da de mi llegada dice, vi a una mujer cruzando el parque de la

    embajada y dirigindose hacia las pistas de tenis. Era pronto, yo paseaba por elparque y la encontr.

    Es ella, la seora Stretter dice el director.

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    Es posible dice el vicecnsul.Ya no muy joven. Bella todava?Es posible.Se calla.Le vio ella a usted? pregunta el director.

    S.Puede decir algo ms?En qu sentido?Ese encuentro...Ese encuentro? pregunta el vicecnsul.El efecto que le hizo ese encuentro, puede usted decir algo?El vicecnsul reflexiona largo rato.Cree usted que puedo hacerlo, director?El director le ha mirado.Podra decir sobre ello algo que quedara entre nosotros, se lo

    prometo.Lo intento dice el vicecnsul.Calla otra vez. El director bosteza. El vicecnsul no parece advertirlo.Entonces? pregunta el director.Slo puedo empezar a decirle de nuevo: el da de mi llegada, vi a una

    mujer cruzar el parque de la embajada. Se diriga hacia las pistas de tenisdesiertas. Era pronto. Yo paseaba por el parque y la encontr. Quiere ustedque contine?

    Esta vez dice el director ha dicho usted que las pistas de tenisestaban desiertas.

    Eso significa algo dice el vicecnsul. En efecto, las pistas de tenisestaban desiertas.Supone eso una gran diferencia?El director re.Una gran diferencia, en efecto responde el vicecnsul.Cul?La de un sentimiento acaso? Por qu no?El vicecnsul no espera ninguna respuesta del director del Crculo. El

    director no rechista. A su juicio, el vicecnsul delira a veces. Lo mejor esesperar que el delirio le abandone y que el director vuelva a una conversacin

    menos confusa.No me ha respondido usted, director dice el vicecnsul.Usted no espera ninguna respuesta de nadie, caballero. Nadie puede

    responderle. Esas pistas de tenis... Adelante, le escucho.Advert que estaban desiertas despus de que ella se fue. Se haba

    producido un desgarramiento en el aire, su falda contra los rboles. Y sus ojosme haban mirado.

    El vicecnsul se inclina sobre s mismo mientras el director le mira. Su

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    cabeza cae sobre su pecho y se queda as, inmvil.Haba all una bicicleta, apoyada en la tela metlica de las pistas. Ella

    la tom y se alej por un sendero prosigue el vicecnsul.A pesar de sus esfuerzos, el director no distingue nada del rostro del

    vicecnsul. Tampoco exige ninguna respuesta lo que esta vez dice el

    vicecnsul.Por qu camino se enamora una mujer? pregunta el vicecnsul.El director re.Qu cosas dice usted! dice el director. Est usted borracho.Dicen que ella est a veces muy triste, director, es cierto eso?S.Lo dicen sus amantes?S.Yo la tomara por la tristeza dice el vicecnsul, si me fuese

    permitido hacerlo.

    Y si no?Un objeto podra hacer las veces. El rbol que ha tocado, tambin labicicleta. Duerme usted, director?

    El vicecnsul reflexiona, olvida al director. Despus prosigue.Director, no se duerma.No me duermo balbucea el director.

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    Esta noche, en el Crculo, dos ingleses de paso han cenado. Eso es todo.Ahora ya se han ido.La recepcin en la embajada comenzar hacia las once, dentro de dos

    horas. El Crculo est vaco, las luces del bar han sido apagadas. En la terraza,frente al Ganges, est sentado el director. El director tambin espera esta nocheal vicecnsul, como cada noche.

    Ya est aqu. Se sienta frente al Ganges, lo mismo que el director.Comienzan a beber en silencio.

    Esccheme, director dice por fin el vicecnsul.El director ha bebido ms an que la vspera.

    Estaba aqu esperando dice el director. Esperaba sin saberexactamente lo que esperaba. Tal vez a usted, caballero?A m confirma el vicecnsul.Le escucho.El vicecnsul se calla. El director le toma por el brazo y le sacude.Sgame hablando de las pistas de tenis desiertas dice el director.La bicicleta est all, abandonada por esa mujer, desde hace veintitrs

    das.Olvidada?No.

    Se engaa usted, caballero dice el director. Con el monzn deverano, ella ha dejado de pasear por los jardines. La bicicleta ha sido olvidada.No, no es eso dice el vicecnsul.El vicecnsul permanece callado tan largo rato que el director se duerme

    a medias. El vicecnsul le despierta con su voz sibilante.Yo conoc la felicidad alegre en una pensin de Seine-et-Oise dice.

    Se lo he contado ya?Todava no. El director bosteza, pero al vicecnsul le importa poco.Qu felicidad conoci usted? pregunta el director.La felicidad alegre. La conoc en el colegio, durante el curso

    secundario de Montfort, en Seine-et-Oise. Me escucha, director?El director del Crculo dice: le escucho. Y se dispone a hacerlo.El vicecnsul relata con su voz sibilante, al director que dormita, se

    despierta, re, se duerme de nuevo, se vuelve a despertar pero, al parecer, alvicecnsul le importa muy poco aburrir al director, el vicecnsul relata lafelicidad alegre de Montfort.

    La felicidad alegre de Montfort consista en destruir Montfort, dice elvicecnsul de Francia. Eran muchos los que lo deseaban. Sobre el mtodo

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    empleado para ese tipo de empresa, el vicecnsul dice que no conoce ningunomejor que el de Montfort. Lo primero bombas ftidas en todas las comidas,luego en los estudios,