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Julio Roldán

La ciudadanía mundial

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Julio Roldán La ciudadanía mundial Tectum Verlag

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Julio Roldán La ciudadanía mundial. Umschlagabbildung: © Hurst Photo | Shutterstock.com � Tectum Verlag Marburg, 2014 ISBN 978-3-8288-6111-4 (Dieser Titel ist zugleich als gedrucktes Buch unter der ISBN 978-3-8288-3425-5 im Tectum Verlag erschienen.) Besuchen Sie uns im Internet www.tectum-verlag.de www.facebook.com/tectum.verlag

Bibliografische Informationen der Deutschen Nationalbibliothek Die Deutsche Nationalbibliothek verzeichnet diese Publikation in der Deutschen Nationalbibliografie; detaillierte bibliografische Angaben sind im Internet über http://dnb.ddb.de abrufbar.

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AGRADECIMIENTOS

Hay que reconocer, una vez más, que todo trabajo por más individual que parezca siempre es una tarea colectiva. Que el autor lo haya sistematizado, que lo haya escrito, ello no anula la premisa anterior. Por esa razón deseo mencionar mi agradecimiento público a determinadas personas que contribuyeron para que este proyecto haya terminado por materializarse.

Un reconocimiento especial a Eleonora Roldán Mendívil por haber estado comprometida con literatura, traducciones, discusiones, desde el comienzo hasta el final de esta investigación. De igual manera a Michael Brune por algunas de las razones arriba mencionadas. A Martin Franzbach por las sugerencias vertidas y la atenta lectura del libro. A Reinhard Laskowki y Danielle Gravez por su desinteresada colaboración.

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DEDICADO:

a mis hijas-hijos (Eleonora, Fiona, Julián, Max) intuyendo que su existencia podría ser la razón del mañana, atalayando que su paso por este mundo podría ser la emoción del futuro.

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“Todos me preguntan de dónde vengo. No les basta que esté aquí.

Nadie me pregunta hacia dónde voy.”

Julio Roldán

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ÍNDICE

Prólogo 13 Capítulo I. El poder. El Estado -El poder 21 -El Estado 34 -El Estado como realidad de la idea ética 36 -El Estado a comienzos del Siglo XXI 52 Capítulo II. El Gobierno. Los gobernantes -Gobierno 69 -Gobernante y gobernantes 77 -El Renacimiento 80 -Italia y Florencia 83 -El Príncipe 87 -Los críticos 97 -Los defensores 103 Capítulo III. La identidad -Del conócete a ti mismo a la mismidad del ser 119 -De la identidad a la Trinidad 121 -Del pienso, luego soy a la cosa para sí 125 -Lo que es racional es real, y lo que es real es racional 131 -Identidad y lucha entre los aspectos de la contradicción 141 -La identidad cultural 145 -El sentimiento de identidad 167 Capítulo IV. Los exilios. La muerte -El exilio 179 -Los tipos de exilio 181 -El exilio moderno 183 -El socialismo real y el exilio 187

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-El auto-exilio 194 -Las metrópolis del exilio 197 -Las caras del exilio 203 -El idioma y el exilio 206 -Digresiones finales sobre el exilio 211 -Su majestad la muerte 213 -La muerte en filósofos y poetas 219 Capítulo V. La modernidad en medio del fuego -Las luces y las sombras del capitalismo 231 -La enajenación y la alienación 239 -La razón burguesa en la encrucijada 252 -El fin de la historia. La lucha de civilizaciones 260 -EL post-modernismo. EL post-colonialismo. Los estudios subalternos 269 Capítulo VI. La ciudadanía mundial -La construcción del anticomunismo 295 -El marxismo crítico y la modernidad 301 -El mito y la utopía 321 -La ciudadanía mundial 328 Notas. Anexo. Bibliografía 337

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PRÓLOGO

La preocupación académico-intelectual en torno al Perú (país de nacimiento del autor) en los primeros años de exilio, cedió su lugar a la reflexión sobre América Latina. Consecuencia de este cambio fueron los tres libros escritos, publicados, teniendo como eje de análisis esta parte del continente americano. En los últimos diez años, el mencionado interés cedió su espacio a Alemania, país de residencia del autor. El resultado fue el libro publicado en 2007 bajo el título: Weimar. Y subtitulado: Tres momentos en el desarrollo político-filosófico en Alemania. Hasta llegar en la actualidad, tomando como centro de preocupación, lo que se conoce como Occidente, a un tema más amplio y general que lo hacemos público con el nombre de: La ciudadanía mundial.

Como se puede inferir de lo anotado, la evolución teórico-intelectual del autor, en estos últimos veinte años, fue relativamente lenta. El tránsito, en el discurrir teórico, de un país a un continente primero, de éste a otro continente después; para finalmente abordar un tópico más amplio, son pruebas de lo afirmado. Este proceso de reflexión teórica, que va de lo particular a lo general, tiene marcados bemoles, nada fáciles y menos placenteros, en una primera etapa. Por el contrario, implica un auto-enfrentamiento primero, una ruptura después, con el pasado emocional-racional. Pasado que, para la mayoría que vive en condición de exiliado, es fuente natural que riega todo el quehacer social, racional y emocional.

Alejarse, en estos niveles, de la tierra, de las raíces, de las fronteras, de la cultura, de la tradición, de lo dado, tiene un costo muy elevado que, normalmente, subsume al ser humano que lo intenta en un vacío espiritual sin fondo. Que postra el alma humana en un doloroso trance de desencanto. Ello sólo se compensa, a veces con creces, más en los menos que en los más, cuando en un esfuerzo de búsqueda emocional-racional se descubre el internacionalismo, el cosmopolitismo, la ciudadanía mundial. Sólo este encuentro, cuando en realidad es cálidamente sentido y fríamente pensado, tiene el don de llenar ese inmenso vacío espiritual. Sólo ello devuelve al alma humana su encanto de vivir. Sólo ello inyecta la savia necesaria para seguir luchando en función de los ideales humanos. Sólo ello alimenta la llama para seguir la brega por la ciudadanía mundial. Ciudadanía que será una de las vigas madres sobre la cual descansará la felicidad humana.

En este vaivén real-simbólico, que mece a todos los seres humanos, los

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dos tiempos fundamentales, pasado-futuro, se encuentran, se acometen, se enfrentan en el presente objetivo-subjetivo. En ese presente es donde la vida emocional-conceptual se inclina por lo que fue en las mayorías o por lo que será en las minorías. No obstante, sabiendo que el pasado es pasado, por ser tal está cancelado para siempre, la gran mayoría de seres humanos se inclinan hacia él. En la medida que lo conocido da confianza, da seguridad, más aún, no requiere ningún esfuerzo vivirlo. Sólo hay que respirar para disfrutarlo. Mientras que el futuro, por el cual se deciden los menos, es una caja de Pandora pletórica de sorpresas, colmada de posibilidades, ataviada de riesgos; donde el triunfo o el fracaso están juntos, mezclados, revueltos y a flor de piel.

* El objetivo central de La ciudadanía mundial es la lucha por el futuro.

Por un mañana donde los seres humanos puedan sentirse nada más ni nada menos que seres humanos. Ello como parte de la felicidad humana en el largo tránsito del reino de la necesidad al reino de la libertad. En función de lo mencionado, en los VI capítulos que consta esta investigación, se han expuesto, cuestionado, o en su defecto de-construidos, conceptos de carácter histórico, sociológico, político y filosófico que son dados como válidos por el mundo académico-intelectual adscrito al orden dominante.

Esta investigación, como lo conceptuamos, tiene un carácter multidisciplinario. Las ciencias: historia, política, sociología, nos sirven como sustento a la filosofía y la literatura a lo largo de la investigación. A la par, estas ciencias son los ejes que nos facilitan el análisis, discusión y valoración de los acápites abordados en el presente estudio.

Las investigaciones utilizadas, analizadas, son las producidas por teóricos europeos en torno a Europa, por académicos europeos sobre otras partes del mundo, por intelectuales no europeos relacionados con Europa. El cruce de las coincidencias y de las diferencias argumentativas nos permite tener una mejor comprensión de sus concepciones del mundo, de sus simpatías políticas, de sus intereses ideológicos que cada uno de ellos, abierta o veladamente, sustenta.

Recurriendo a las ciencias, arriba mencionadas, se ha trabajado en algunos conceptos que han sido espiritualizados en unos casos, que han sido naturalizados en otros, por los teóricos portavoces del orden establecido. Siempre recurriendo al argumento de la neutralidad de la ciencia, de la imparcialidad del científico. Si bien es cierto que el investigador, el científico, es un sujeto analítico, al mismo tiempo, es un ente valorativo. En

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todo el quehacer científico, especialmente en humanidades y en ciencias sociales, “los juicios de valor” son consustanciales a él.

El espacio geográfico-cultural, eje de la investigación, es lo que se designa como el Occidente europeo. Las razones son las siguientes: primero, nuestra relativa familiaridad cultural con este espacio en comparación a nuestro desconocimiento de otras zonas del planeta. Segundo, muchos de los conceptos sistematizados en el Occidente europeo, para bien o para mal, tienen significativa incidencia en otras partes del mundo.

La etapa histórica elegida es el sistema capitalista, con todas sus consecuencias tanto negativas como positivas. Sus expresiones: la burguesía como clase histórica. La modernidad como forma de cultura. Sistema, clase y cultura que engendraron las cuatro clásicas R. Las mismas que evidencian la concepción, la mentalidad, la ideología y los intereses de esta clase. A saber: el Renacimiento, la Razón, la Reforma y la Revolución.

El modo de producción capitalista, la modernidad burguesa, gracias al desarrollo de la razón, la ciencia y la tecnología, ha jugado un rol altamente revolucionario no sólo en Europa sino a lo largo y ancho del planeta. La burguesía, además de ser la primera clase universal en la historia, ha hecho avanzar a la humanidad a niveles nunca antes imaginados y menos vistos. Gracias al desarrollo de las fuerzas productivas (ciencia, técnica), el tiempo se acortó y el espacio se dilató. En el plano de las ciencias humanas-sociales, los conceptos de justicia, de libertad, de solidaridad, humanismo, democracia, revolución, etc., han logrado influenciar positivamente en muchas otras sociedades más allá de lo que genéricamente se denomina Occidente europeo.

Las grandezas del capitalismo como sistema histórico-político está íntimanente ligado a sus miserias, en otros niveles, de la vida real-espiritual. La explotación interna tiene su más alta expresión en la enajenación, en la cosificación, en la alienación no sólo de los directamente dominados-sojuzgados, sino de la misma burguesía, que para existir tiene que entrar en relación de co-existencia con su antípoda, los explotados. Mientras que en lo externo, además de lo mencionado, tiene que ver con el imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo. Fenómenos que se evidencian en las últimas décadas en la globalización.

Como no podía ser de otra manera, el análisis, la comprensión más cabal del capitalismo como sistema histórico, de la burguesía como clase política, de la modernidad como forma cultural, se generó al interior de este continente, de este sistema, de esta clase, de esta cultura. Teniendo como

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antecedentes directos, en el plano político-social, a los denominados “socialistas utópicos” y en directa polémica con los anarquistas-libertarios, aparece, a mediados del Siglo XIX, el marxismo. En otras palabras, el materialismo dialéctico y su aplicación a la sociedad, el materialismo histórico, que fue la base teórica sobre la cual se sustentaron las dos revoluciones triunfantes más importantes del Siglo XX. La Soviética de 1917 y la China de 1949.

Tomando los principios del marxismo como sustento, con discrepancias más o discrepancias menos, el cuestionamiento al capitalismo, a la burguesía, a la modernidad, a la razón devenida racionalismo y al “socialismo real”, en el plano teórico, continuó con Teoría crítica-Escuela de Frankfurt, Marxismo-existencialismo, Post-modernismo, Post-colonialismo, Estudios subalternos, Neo-marxismo, Marxismo crítico, etc. Todas estas corrientes de pensamiento coinciden en señalar que el capitalismo ha mejorado las condiciones de vida de un sector de la población a condición de pauperizar a las demás. Que este mejoramiento de las condiciones materiales de un sector lo ha hecho a costa del malestar espiritual de las grandes mayorías. Que el capitalismo es un sistema agotado históricamente mas no políticamente. Finalmente, que otro sistema no sólo es necesario, sino que es deseable.

* Teniendo este marco teórico-conceptual, es menester mencionar que la

presente investigación, titulada: La ciudadanía mundial, fue desarrollada y redactada en el tiempo que va del año 2009 al año 2014. Ella se hizo paralelamente a los seminarios que el autor tuvo a su cargo, en el tiempo mencionado, en diversas universidades alemanas (Hamburgo, Bremen, Potsdam, Berlín).

En algunos de los temas desarrollados, identidad y exilio, se observará una importancia mayor asignada a la experiencia alemana. Ello tiene que ver con que los mencionados acápites fueron partes de ponencias en seminarios académicos que el autor realizó, en las Universidades de Potsdam y Libre de Berlín, organizados por los estudiantes.

El primer capítulo trata tres conceptos centrales en el marco de la filosofía política. El poder en general, el Poder político en particular y su expresión mayor, el Estado. Y concluye con el papel de la burguesía como clase histórica, como clase política. En el segundo capítulo abordamos los conceptos de Gobierno, democracia y gobernantes. El tercer capítulo centra en el discutido tema de la identidad y sus diversas expresiones. Sobre los

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distintos tipos de exilios y la muerte nos ocupamos en el cuarto capítulo. El penúltimo capítulo está dedicado a la conceptualización, defensa y cuestionamiento de la modernidad, de la razón burguesa desde diferentes perceptivas teóricas. El capítulo sexto trata de la construcción del anticomunismo y de una de las alternativas al sistema capitalista, la utopía del futuro, que ha sido denominada como: La ciudadanía mundial.

En la investigación hemos añadido un anexo donde incluimos dos textos. El alma del ser humano bajo el socialismo de Óscar Wilde, que fue publicado por primera vez en 1898. Luego el texto que fue publicado en 1949 y lleva por título esta pregunta: ¿Por qué socialismo? de Albert Einstein. Sobre los autores, nos inhibimos pronunciar palabra alguna en la medida que su importancia es de dominio público. Sobre los textos no hemos marginado de hacer algún comentario para dejar que los lectores saquen sus propias conclusiones después de la lectura de los mismos.

Finalmente, es pertinente hacer una atingencia. Nosotros, a lo largo de esta investigación, hemos hecho uso del masculino y toda su derivación que comprende, a la par, lo femenino. En otras palabras: todos los géneros están comprendidos en el concepto de ser humano. Con esta aclaración, esperamos que, más de la mitad de la población del planeta no continúe siendo excluida.

Julio Roldán

Hamburgo, 2014

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CAPÍTULO I

EL PODER, EL ESTADO

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PODER

Los dos conceptos centrales que tratamos en el presente capítulo, Poder y Estado, están delimitados a la producción intelectual en el denominado Mundo Occidental. Lo hacemos por dos razones: Primera, la producción teórica en este espacio geográfico es la que mejor conocemos; consecuentemente, lo producido en los otros mundos (África, Asia, Arabia) sobre los conceptos mencionados, sencillamente están fuera de nuestro alcance. Y segundo, por razones históricas, económicas, sociales, políticas y filosóficas, al margen de buenos o malos deseos, estos dos conceptos sistematizados y racionalizados en esta parte del mundo han logrado influenciar en buena medida en el quehacer filosófico-ideológico y político-práctico en gran parte del planeta.

¿Por qué ocurrió lo último, principalmente, en Europa? Esta pregunta se podría responder, tentativamente, con lo que el sociólogo Max Weber (1864-1920) denominó el “racionalismo occidental moderno”. Su argumentación es como sigue: “Es evidente que, en todos estos casos, se trata de un `racionalismo´ específico y peculiar de la civilización occidental (…) Procesos de racionalización, pues, se han realizado en todas partes y en todas las esferas de la vida. Lo característico de su diferenciación histórica y cultural es precisamente cuáles de estas esferas, y desde qué punto de vista, fueron racionalizadas en cada momento. Por tanto, lo primero que interesa es conocer las características peculiares del racionalismo occidental, y, dentro de éste, del moderno, explicando sus orígenes.” (Weber, 1998: 17)

Sin soslayar la herencia cultural indo-germana, greco-latina, judaico-cristiana y la rica influencia de la cultura árabe, habría que tomar como punto central para “explicar sus orígenes” la aparición, el desarrollo, del modo capitalista de producción (con su piedra de toque la mercancía y su valor de uso y de cambio) y las relaciones sociales de producción que se derivan de él. La aparición y configuración de las nuevas clases sociales emergentes en la sociedad de entonces. Las ideas político-filosóficas, como el Humanismo, la Razón, la ciencia-técnica, la Reforma y más la ideología que las amalgaman y las fraguan, nos dan como resultado el “racionalismo occidental moderno”. Los hechos mencionados nos permitirán dar respuesta a las inquietudes antes formuladas por el estudioso líneas arriba citado.

Los individuos que se encargan de sistematizar el conocimiento, de racionalizar la experiencia, en tal momento o en determinada etapa histórica,

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responden a determinados intereses, imaginación y deseos de ciertos grupos, sectores y clases sociales. Lo sistematizado y racionalizado se manifiesta en forma de teoría, de ideología, y juega un rol fundamental, en determinados momentos, en el avance o retroceso de la sociedad en su conjunto. Es por ello que en la etapa que analizamos es menester entender lo sistematizado y racionalizado por los representantes de la burguesía europea occidental naciente.

El sistema capitalista en lo económico, la burguesía en lo social, aparecen entrelazados histórica y políticamente. La burguesía, a través de sus representantes teóricos, sistematizó una concepción del mundo, organizó un cuerpo teórico ideológico-político; a la par interpretó los deseos, las aspiraciones y las necesidades económicas, sociales y culturales de las grandes mayorías populares de entonces. En una palabra, ella como clase subalterna dirigió a las clases subalternas de entonces. Con esta actitud la clase burguesa logró aglutinar detrás de su proyecto histórico-político, incluso, a muchos de sus otrora oponentes. Ella tenía como centro de su accionar filosófico la razón-ciencia. La Reforma en el plano religioso. Levantaba las banderas de la ciudadanía. Reivindicaba el concepto de humanismo. Retomaba la antigua idea de justicia. Actualizaba la vieja idea de la democracia y forjaba-construía la idea de Estado-nación, etc.

Algunas de las características mencionadas, de aglutinar a los subalternos, no es solamente patrimonio de la burguesía revolucionaria en el transcurrir histórico general. Para ser más precisos es pertinente mencionar que todas las clases sociales, especialmente en su momento de ascenso, levantan banderas económicas, políticas y sociales que favorecen a las grandes mayorías. Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1898) lo expresaron con mucha claridad en su debido momento, ellos lo hicieron en estos términos: “La clase revolucionaria, por el hecho mismo que se opone a una clase, no se presenta como clase, sino como representante de la sociedad entera, aparece como la más entera de la sociedad frente a la única clase dominante.” Líneas después agregan: “Toda clase nueva no hace más que establecer su dominio sobre una base más amplia que la antigua clase dominante; es por esto que más tarde el antagonismo de las clases no dominantes se desarrolla de una manera tan aguda y tan profunda.” (Marx y Engels, 1946: 33)

Si lo mencionado se cumple en el nivel general, el historiador Georges Lefebvre (1874-1959) acota algo mucho más específico respecto a esta clase en el espacio mencionado: “La burguesía de Occidente -la de Inglaterra fue

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la primera en tomar conciencia- había elaborado una concepción de la vida y de la sociedad que correspondía, sin duda, a sus orígenes y a su papel, pero que a sus ojos era válida para todo el mundo. (...) La burguesía puso el acento sobre la felicidad terrestre y la dignidad del hombre, sobre la necesidad de acrecentar una y elevar la otra dominando las fuerzas de la naturaleza con la ciencia y transformándolas en beneficio del enriquecimiento general. Creyó encontrar los medios concediendo completa libertad al espíritu de investigación, de invención y de empresa, estimulado por el afán del lucro personal y por el atractivo del descubrimiento, de la lucha y del riesgo. Era una concepción dinámica que llamaba a todos los hombres, sin distinción de cuna, a una competencia universal de lo que debía resultar el progreso interminable de la especie.” (Lefebvre, 1982: 83 y 84)

Lo afirmado por el especialista en la cita precedente, en torno a las características-mentalidad de la nueva clase, de la burguesía de Occidente, es confirmado en un caso especifico por Thomas Mann (1875-1955) en la novela Los Buddenbrook. En una parte de ella el autor pone en la boca de uno de sus personajes, el burgués de apellido Morten, lo que sigue: “-Nosotros, la burguesía, el tercer Estado, como se nos ha venido llamando hasta ahora, queremos que un noble lo sea solamente por sus méritos; nos negamos a reconocer como a tal a un holgazán y rechazamos la distribución actual en estamentos..., ¡queremos que todos los seres humanos sean libres e iguales, que nadie esté supeditado a una persona, sino que todos seamos súbditos de una misma ley...! ¡Deben abolirse los privilegios y los despotismos...! !Todos hemos de ser hijos del Estado con igualdad de derechos; y de la misma manera que no exista ya mediador alguno entre el profano y Dios, así el burgués no debe admitir obstáculos entre él y el Estado...! ¡Queremos libertad de prensa, de industria y de comercio...! ¡Queremos que todos los hombres puedan competir mutuamente, sin privilegios, y que sus méritos sean sus coronas...!” (Mann, 1997: 144)

Como se podrá observar con alguna facilidad, Mann (descendiente de la gran burguesía del Norte de Alemania) sintetiza en este párrafo las principales reivindicaciones económicas, sociales, políticas y religiosas de la burguesía en ascenso. Era aquella burguesía que levantaba, en el plano personal, la bandera de la meritocracia en contra del parasitismo de la nobleza por mencionar un caso. Clase que al país del novelista, por sus características particulares, había llegado algo rezagada a la industrialización en comparación a otras partes de Europa.

A partir de esta etapa, dominio de la burguesía, toda la transformación

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del mundo europeo tiene que ver, principalmente, con la razón burguesa. Con la burguesía como clase histórica, como clase política. Es el momento cuando lo dado compagina perfectamente con su deseado. El conocimiento, el saber, con esta clase, ha roto las fronteras tradicionales. Todo ello se podría graficar con una figura. El fruto del saber está maduro para ser degustado los seres humanos. Los seres humanos del saber están maduros para degustar el fruto del conocimiento.

Es el momento cuando aparecen los grandes intérpretes, los portavoces, los sistematizadores de los intereses y aspiraciones de esta nueva clase que irrumpía en la escena de la historia en la vieja Europa. Pero, como se verá después, en algunos de ellos su horizonte fue mucho más allá de los intereses de la burguesía propiamente dicha que los había generado. Al final de cuentas terminaron convirtiéndose, algunas de estas ideas, en patrimonio del saber humano en su conjunto.

La importancia de estos individuos que sintetizan estas inquietudes, nacidos entre los Siglos XVI y XVIII, es expresada por Engels en estos términos: “Fue ésta la mayor evolución progresiva que la humanidad había conocido hasta entonces; fue una época que requería titanes y que engendró titanes por la fuerza del pensamiento, por la pasión y el carácter, por la universalidad y la erudición. De los hombres que echaron los cimientos del actual dominio de la burguesía podría decirse lo que se quiera pero, en ningún modo, que pecasen de limitación burguesa.” (Engels, 1970: 355)

En medio de estas condiciones históricas, económicas y sociales, las que compaginaban perfectamente con el humor filosófico de cambio, con la fantasía cultural de transformación, se materializaron las revoluciones políticas en Inglaterra, primero, en los Países Bajos, después, y en Francia, en 1789, finalmente. Esta última fue recibida como un gran acontecimiento por muchos intelectuales de aquel entonces. Para la ocasión, recordemos cómo Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), tres décadas después, la saludó: “Todos aquellos que piensan han celebrado esta época. En aquel tiempo reinó una emoción excelsa; un entusiasmo del espíritu estremeció el mundo como si solamente ahora se hubiese logrado la conciliación real de lo divino con el mundo.” (Hegel, 1989: 448 y 449)

Resumiendo se puede decir que el capitalismo como sistema histórico, como sistema económico, esta íntimamente ligado a la burguesía como clase social. Estos dos elementos generaron, en Europa, las famosas cuatro R: 1) El Renacimiento-humanismo; 2) La Reforma-protestantismo; 3) La Razón-ciencia; y, 4) La Revolución político-militar. Con el triunfo de esta última, se

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abre una nueva interrogante para la burguesía: ¿Qué hacer con el Poder conquistado? Es verdad que el poder del antiguo régimen, su Estado feudal, su Gobierno monárquico ha sido derrotado; pero no ha sido aniquilado.

Como no podía ser de otra manera, una de las preocupaciones mayores, en el plano político de la joven burguesía, es el tema de cómo ejercer el Poder concreto que hoy tiene en las manos. De cómo plasmar el control, su dictadura en realidad, sobre las clases desplazadas del Poder y sobre las clases emergentes producto de las nuevas condiciones sociales. Es decir, ¿cómo anular a la aristocracia decadente? ¿Cómo frenar a las nuevas clases subalternas hijas del nuevo sistema en desarrollo?

A la par de estas preocupaciones se inicia la tarea de los ideólogos portavoces de esta clase, teorizar-sistematizar un conjunto de ideas que se concretizan en lo que se denomina el Poder en general. En particular, el Poder del Estado. Luego su manifestación-exteriorización en el Gobierno, primero, y en los Gobernantes, después. Estos dos últimos conceptos son desarrollados en el capítulo segundo de la presente investigación.

* Hecho este preámbulo, hay que mencionar que uno de los conceptos

más estudiados, bastante discutido y no siempre bien comprendido, al interior de los especialistas en ciencias políticas, es el tema del Poder. La principal causa es su amplitud, su profundidad y, naturalmente, su complejidad. Si esto es un común denominador en los arriba mencionados, con mayor razón, la incomprensión del concepto se acentúa sobremanera en las personas comunes y corrientes.

La susodicha complejidad está determinada, en un principio, por el ensimismamiento del Poder como tal, no sólo en el mundo político, sino también al interior mismo de la condición humana. A la par esta problemática se acrecienta, debido a que la imprescindible distancia para analizar, sistematizar y generalizar (entre el objeto a comprenderse y el sujeto que comprende) es muy difusa en función de la deseada objetividad que todo conocimiento científico anhela. Todo ello en la medida de que es una zona de la condición humana donde los límites de la razón y los linderos de la emoción se acometen, se cruzan, se confunden y hasta se diluyen.

No obstante los límites de lo mencionado, teniendo como hilo conductor el enjambre mutuo, en unos casos, la correspondencia inmanente, en otros, entre teoría-práctica-teoría, este método es el que nos facilita el camino para intentar un mejor acercamiento al conocimiento en general, a la comprensión del Poder en particular. Propósito que se evidencia mejor en este último caso,

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cuando el Poder se desdobla en la vida diaria, que transitando el escabroso sendero del actuar se evidencia en el hacerse y rehacerse permanentemente.

En este accionar cotidiano es cuando mejor se diferencia la intensidad del Poder. Los niveles del Poder. La fuerza del Poder. Los límites del Poder. Y naturalmente, muy importante en la vida política real, el ejercicio del Poder. El filósofo Michel Foucault (1926-1984), en su tratado titulado Sujeto y poder, subraya la importancia del ejercicio del Poder, lo hace en estos términos: “Obviamente la puesta en escena de las relaciones de Poder no excluye el uso de la violencia como tampoco la obtención del consentimiento, no hay duda de que el ejercicio del Poder no puede existir sin el uno o el otro, sino a menudo con la presencia de ambos. Pero a pesar de que el consenso y la violencia son los instrumentos o los resultados, ellos no constituyen el principio o la naturaleza básica del Poder. El ejercicio del Poder puede producir tanta aceptación al punto de ser deseado: puede acumular muerte y cubrirse a sí mismo detrás de cualquier amenaza imaginable.” (Foucault, 2004: 8)

Algún tiempo después, en un dialogo con Gilles Deleuze (1925-1995) sobre el mismo tema, insiste en esta problemática. Leamos lo que en un tono algo pesimista Foucault afirmó: “Esta dificultad, nuestro embarazo para encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que aún ignoramos lo que es el Poder? Después de todo, ha sido preciso esperar al Siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero quizá todavía no sabemos qué es el Poder. Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan enigmático, a la vez visible e invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama el Poder. La teoría del Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin duda el campo de ejercicio y funcionamiento del Poder.” (Deleuze y Foucault, 2005: 7)

Párrafos después, el mencionado teórico añade algo más sobre este “misterioso” manejo del Poder: “En todo lugar donde hay Poder, el Poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es su titular y, sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con unos a un lado y los otros en el otro; no sabemos quién lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene.” (Deleuze y Foucault, 2005: 7)

Lo afirmado párrafos antes es explicable. Más aún, es comprensible, en la medida que en mayor o menor grado, todo ser humano dispone de Poder. Concepto, que al desdoblarse en el actuar es utilizado, directa o indirectamente, a favor de fulanos o en contra de menganos. A estas alturas el rol de las figuras, de los símbolos, de las formas, de las metáforas como

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componentes de la ideología, es condición sin ne quen para el desarrollo y el ejercicio del Poder. Este último aspecto del Poder será abordado, con mayor detenimiento y amplitud, en otras partes del presente estudio.

Para evitar mistificaciones, o en su defecto embrollos innecesarios, en función de una mejor comprensión del concepto de Poder, es pertinente subrayar que, consecuencia del proceso histórico-social, unos seres humanos disponen de más Poder que otros. De igual manera, es verdad que unos más que otros lo ejercen de forma más consciente, más directa y mejor dirigida. Las diferentes formas de utilizar el Poder es rasgo común a los habitantes de todos los sistemas económico-sociales históricamente conocidos hasta hoy. En determinados momentos de la historia es cuando se hace más evidente la unidad dialéctica entre violencia-consenso, entre imposición-legitimación, como afirma el autor antes citado.

Es pertinente acotar que la utilización consciente del Poder, el ejercicio racional del Poder, se evidencia, mucho más, a partir de un determinado momento de desarrollo de la producción de bienes materiales de subsistencia. Desarrollo que, en un momento dado, generará un excedente en la producción-reproducción. Este hecho es la base para la división social del trabajo. Acción que conlleva, directamente, a la aparición de la propiedad privada que, dicho sea de paso, es la fuente natural para la existencia de las clases sociales, sus luchas y sus consecuencias, relativamente conocidas en la historia política y social. (1)

Hay que mencionar que, no obstante detentando Poder, no todos los seres humanos disponen de la misma capacidad de Poder. Menos de poder ejercerlo en la práctica concreta. Es precisamente en esta etapa cuando el Poder se acrecienta, se ramifica, se diversifica, se multiplica y se divide. Esto conlleva, por un lado, a favorecer a unos y como lógica consecuencia, por otro lado, a perjudicar a otros.

Es la etapa en que se comienza a idear, en unos casos, a buscar, en otros, justificaciones de índole mitológica, fantástica, religiosa o filosófica. Con ello se logra amortiguar, suavizar o encubrir el rol del Poder y su directa relación con la fuerza-violencia. Esta manera de comprender es la predominante al interior de los tratadistas del Poder hasta la actualidad. No obstante ello, hay algunos teóricos, sea por la razón que fuere, que reconocen abiertamente la vinculación Poder-fuerza. Uno de ellos es un denominado clásico en los estudios de ciencia política. Nos referimos a Alexis de Tocqueville (1805-1859). Él, en su investigación La democracia en América, relacionando Poder-fuerza y propiedad privada, escuetamente afirma: “Los

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hombres, para dominar a otros hombres, no tienen más que un medio: la fuerza. No se reconoce más origen del Poder que la propiedad territorial.” (de Tocqueville, 1998: 10)

El estudio del Poder-fuerza, más aún el ejercicio del Poder, que materializan unos, comúnmente una minoría, sobre los otros, normalmente la inmensa mayoría, ha devenido un tema central en lo que a partir de los filósofos y políticos griegos se dio en llamar el Arte de la política. Posteriormente, con la irrupción del sistema capitalista y su engendro, los tiempos modernos o modernidad, como ciencia política o Politología.

A la par de lo mencionado, a partir de la existencia de las clases sociales, es cuando entra en acción la ideología sistematizada particularmente por los representantes de los sectores o clases dominantes. Es decir la razón dominante. La razón del orden establecido. La razón del Estado. La misma que, además de utilizar la violencia, recurriendo a figuras, manejando representaciones, utilizando simbologías, intentan, aparentemente, simplificar la comprensión del concepto de Poder. Pero por causas de interés económico-social, de interés político-filosófico, terminan haciendo todo lo contrario a lo que teóricamente afirman.

En otras palabras, recurriendo a una serie de artificios teóricos, la pirotecnia ideológica, la sofistica del lenguaje, terminan legitimando una concepción del mundo, su concepción del mundo. Valorando la vida a través del prisma de su ideología, la Razón de unos pocos la hacen pasar, subliminalmente, como la razón de todos. Han llegado a naturalizar y legitimar su punto de vista, hasta terminar, muchas veces, adecuando la realidad a sus deseos, a su voluntad. Ésta es la labor que cumple la razón-racionalizada. Es el papel de la razón devenida sin-razón. En otras palabras, es cuando se ha instrumentalizado la razón, a favor del orden establecido. Es la diosa razón convertida en ideología, hasta en fetiche, como veremos posteriormente.

Esta razón dominante, devenida sin-razón, se imparte cotidianamente, se repite insistentemente. Al cabo de un tiempo logra consenso. Logra hegemonía. Ella es aceptada como una verdad indiscutible. Siguiendo esta lógica es cómo una mentira puede transformarse en verdad. Cómo la ideología de un grupo, de una clase, puede transformarse en ideología incluso de sus propios enemigos. Lo paradójico es que estos últimos lo aceptan, lo retransmiten, lo divulgan y lo reproducen inconscientemente, como si fuera la suya propia. La gran mayoría de la población no tiene la capacidad de pensar de otra manera. La disidencia parece no existir. Hasta

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daría la impresión de que se ha instaurado el reino, el Gobierno, del pensamiento único.

El filósofo Herbert Marcuse (1898-1979), evidenciando el rol de la ideología dominante como galvanizadora de la represión-dominación, escribió: “Pero siempre, desde la primera restauración prehistórica de la dominación que sigue a la primera rebelión, la represión desde afuera ha sido sostenida por la represión desde adentro; el individuo sin libertad introyectada a sus dominadores y sus mantenimientos dentro de su aparato mental. La lucha contra la libertad se reproduce a sí misma, en la psiquis del hombre, como la propia represión sostiene a sus dominadores y sus instituciones.” (Marcuse, 2003: 29)

Para que se cumpla este tinglado ideológico, el rol del verbo es fundamental. El lenguaje repetitivo-reiterativo es el mejor canal que transforma a los pares en opuestos, el medio que hace de los opuestos, pares. En los tiempos modernos la propaganda es gravitante. Esta trampa, auto-engaño, ya fue observada por muchos expertos. Para la ocasión anotemos lo escrito por algunos conocidos personajes. Comencemos con Honoré de Balzac (1799-1850). Él sostiene que lo que venimos hablando se cumple incluso en el plano del auto-engaño personal. Leamos lo que en breves palabras afirmó: “A fuerza de hablar, acaba un hombre por creerse lo que dice;…” (de Balzac, 1976: 56)

A su turno Friedrich Nietzsche (1844-1900), elevándose al plano histórico-filosófico, explica el origen de la Razón ulterior, en estos términos: “Todo lo que pervive durante mucho tiempo se ha ido cargando poco a poco de razón, hasta el extremo de que nos resulta inverosímil que en su origen fuera una sin-razón. ¿No nos parece sentir que estamos ante una blasfemia o ante una paradoja siempre que alguien nos muestra el origen histórico concreto de algo? ¿No está todo buen historiador constantemente en contradicción con su medio ambiente?” (Nietzsche, 1994: 34)

Para que se cumpla lo que el filósofo afirma es necesario que el poder del logos, comenzando con los sofistas, pasando por los charlatanes, hasta los demagogos modernos, penetre en el cuerpo de la costumbre, en el espíritu de la cultura. Instalado en estos espacios, una oscura mentira, al hacer carne en la costumbre, al haberse mimetizado en la cultura, se transforma en una brillante verdad. De allí a la obediencia, la pleitesía, de muchos ante los pocos, sólo hay un paso.

Si continuamos esta lógica, tenemos que concluir que aquel conocido principio, atribuido a Voltaire (1695-1778), propagandizado por Joseph