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LILA, LILA

MARTIN SUTERTraduccin de Helga Pawlowsky

Ttulo de la edicin original: Lila, Lila

Diogenes Verlag AG Zurich, 2004

Diseo de la coleccin:Julio Vivas

Ilustracin: Kirsty at Jorges Wedding (detalle), Elizabeth Peyton, 2001, cortesa de Gavin Browns enterprise

EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2006Pedro de la Creu,58 08034 Barcelona

ISBN: 84-339-7088-7

Depsito Legal: B. 765-2006

Printed in Spain

Liberduplex, S. L. U ctra. BV 2249, km 7,4 - Poligono Torrentfondo08791 Sant Lloren$ dHortonsPara Gretli1

Y ese Peter Landwei..., se era yo.Gir el rodillo de la Underwood negra hasta que apareci la ltima frase, encendi un cigarrillo y repas la pgina cubierta de densa escritura.

La lluvia segua golpeando rtmicamente sobre las tejas. Abri la ventana de la buhardilla. El tamborileo resonaba ahora con ms fuerza y mayor nitidez. Dos metros por debajo del antepecho, el agua desapareca con un gorgoteo en el tubo del desage. La calle mojada reflejaba la dbil luz del nico farol del callejn sin salida. Delante de la casa de enfrente se vea una furgoneta con la inscripcin Tapicera y marroquinera Maurer. Detrs de la luna de un escaparate en que figuraba la misma inscripcin arda una lmpara, como cada noche desde que haba fallecido la mujer de Maurer. Y como cada noche se vea en una habitacin de la primera planta del mismo edificio a un hombre calvo leyendo a la luz de una lmpara de pie. Inmvil, como una figura de cera Las dems ventanas estaban a oscuras, excepto un ventanuco en el tejado, junto a la chimenea. Antao, Peter se haba preguntado a veces quin vivira all. Ahora ya le era indiferente. Tan indiferente como todo lo que no tuviera nada que ver con Sophie. Tan indiferente como l le era a ella.Cerr la ventana y cogi una fotografa enmarcada del escritorio. Sophie en baador. Tena extendida una toalla a sus espaldas, la sostena con ambos brazos, como para colocrsela encima de los hombros. El cabello le brillaba de humedad. Sophie sonrea.

Era la nica foto que Peter posea de Sophie. Ella misma se la haba regalado. En otro tiempo senta una punzada cuando la miraba, porque ella nunca quiso decirle quin haba tomado esa fotografa. Ahora senta una punzada porque ya nunca ms vera a Sophie.

Sac la fotografa del marco y la guard en el bolsillo interior de su pesada chaqueta de motorista. Despus apag la luz y cerr la habitacin. Dej la llave puesta.En la escalera ola a cebolla rehogada y a la cera con la que alguien haba frotado recientemente el linleo que cubra los gastados escalones.Media hora despus estaba en Rieten. La lluvia no haba cesado. El eco que llegaba de las oscuras fachadas deformaba el zumbido del motor de su Ducati.A la salida de la pequea ciudad empezaba la carretera que, despus de un kilmetro en lnea recta, se meta en el tnel de Rotwand.Peter puso la marcha ms rpida y se dirigi a todo gas hacia la entrada del tnel. Este haba sido perforado en una pared rocosa que cruzaba todo el valle, como un muro. De da, si la visibilidad era buena, se vea desde una distancia de quinientos metros, como el orificio de entrada de una ratonera. Al distinguirla, los automovilistas reducan la velocidad sin darse cuenta, como si les diese miedo de no acertar a entrar en ese agujero tan pequeo.Aunque era imposible no acertar la entrada al tnel de Rotwand. Ni siquiera de noche.A menos que alguien lo hiciera con toda intencin, como Peter Landwei.Y ese Peter Landwei..., se era yo.Tecle el nmero 84 en el borde inferior de la pgina, sac la hoja de la mquina y la coloc boca abajo sobre las dems. Orden el montn y le dio la vuelta, para dejarlo con la primera pgina cara arriba sobre el escritorio.

SOPHIE, SOPHIE se lea en letras maysculas sobre la primera pgina, y debajo: Novela. Y ms abajo: de Alfred Duster.Abri la ventana de la buhardilla, escuch el tamborileo uniforme de la lluvia sobre el tejado y observ al hombre inmvil bajo el cono de luz de la lmpara de pie.

Cerr la ventana y sac su pesada chaqueta de motorista del armario, se la puso, apag la luz y cerr la habitacin. Dej la llave puesta.

Delante de la casa puso en marcha la Ducati, limpi con la mano las gotas del silln y mont.

Cuando el motor retumb en el callejn, el hombre inmvil levant la vista del libro durante un breve instante.

2

Normalmente, a David le despertaba el olor de la comida que la seora Haag preparaba en el apartamento de al lado.

Pero esta vez despert de una quemazn que senta en la oreja derecha. No tena remedio, la mitad de los de su generacin llevaban algn piercing, pero bastaba que l se pusiera un pequeo pendiente de oro en el lbulo de la oreja para tener una infeccin.

Rescat su reloj de bolsillo de encima de la caja de vino vaca que le serva de mesilla de noche. Todava no eran las diez; apenas haba dormido cinco horas.

David se sent en el borde de la cama. El da que asomaba por debajo de las cortinas, demasiado cortas, sumerga la habitacin en una luz plida, que daba a los muebles de segunda mano una mesa, sillas, un silln, un perchero, una estantera el aspecto de una foto tridimensional en blanco y negro. Las nicas notas de color eran las lucecitas rojas y verdes que indicaban que su cadena de msica, su impresora y su ordenador estaban en stand-by.

Se puso un albornoz azul claro descolorido en el que se lea Sauna Happy, abri la puerta de su apartamento y sali.

El retrete estaba en el rellano; Eso resultaba desagradable, sobre todo ahora, en la estacin fra del ao, porque no tena calefaccin. Pero al menos David era el nico que lo utilizaba. Por motivos imposibles de descubrir, el apartamento de la seora Haag tena un aseo propio.

Se mir la oreja en el espejo del lavabo. El lugar del pinchazo apareca enrojecido e hinchado. Estuvo tentado de retirar el adorno de la oreja, pero se acord de que le haban dicho que, si lo haca, el orificio se le volvera a cerrar.

Regres a su apartamento, llen la cafetera y la puso sobre el fuego. Despus se duch en la cabina de aluminio y plexigls opaco que algn inquilino anterior haba instalado aos atrs en la cocina.

Cuando sali de la ducha, la vlvula de seguridad de la cafetera estaba escupiendo agua, y la llama formaba una lengua amarilla. Cerr el gas, se sec y volvi a ponerse el albornoz. Sac una taza del fregadero, la lav y se sirvi el caf. Encontr en la nevera un cartn de leche empezado. Olisque la abertura y ech un poco en la taza, se la llev al dormitorio, la dej sobre la mesilla de noche, conect la cadena de msica y se volvi a meter en la cama. Tomar caf en la cama era un lujo al que a David Kern le costaba renunciar.

La radio estaba sintonizada en una emisora que emita durante todo el da msica tropical. Un feroz contraste con el clima reinante: la temperatura estaba en torno a los cero grados, haba una espesa niebla, que a veces se transformaba en llovizna, a veces en nieve fina. El da sola empezar mientras David dorma, y casi siempre haban pasado cuando l abandonaba la casa.

Bebi su caf a pequeos sorbos y sinti preocupacin por su oreja. Tal vez debera regresar a la tienda donde le haban hecho el piercing. Esa gente deba tener experiencia en casos de infecciones.

Oy los pesados pasos de la seora Haag en la escalera, la mujer volva de hacer la compra. Tendra unos setenta aos a David le resultaba difcil estimar la edad de la gente mayor y un hijo que pareca tener la misma edad que ella, que cada da acuda a comer a las doce y cuarto en punto y volva a marcharse a la una y cuarto en punto. El hijo era soltero y trabajaba por all cerca como ayudante en un almacn, segn le haba confiado repetidamente la seora Haag.

David se levant y corri las cortinas. Para su sorpresa observ que el trozo de cielo que vea desde su ventana estaba azul. No mucho, pero s lo suficiente como para inducirle a vestirse y salir poco despus de las once a la Johannstrasse, la calle gris donde viva.

Un da inesperadamente bonito. La temperatura habra subido unos diez grados desde el da anterior, el sol se reflejaba en las ventanas de las buhardillas que haba encima de su apartamento. Despus de unos pasos, David ya se vio obligado a abrir la cremallera de su chaqueta forrada.

El comerciante de ultramarinos en la Kabelstrasse tena montado delante de su tienda un puesto de adornos de Navidad. No poda ser un buen negocio con este tiempo. David entr en la tienda y compr un bocadillo de queso, que despoj de su envoltorio y empez a comer estando an en la tienda.

El vendedor de antigedades del patio interior del edificio vecino haba colocado unos cuantos muebles delante del portal de entrada, adems de un cartel con una flecha y la inscripcin La Cueva del Tesoro de Godi. David sigui la flecha y entr en el establecimiento. Godi estaba sentado en un confortable silln marcado con el rtulo 80 Fr! y lea un peridico gratuito. Se conocan, pues David haba comprado parte de sus muebles en esa tienda.

Ayer haca un da de invierno, hoy de primavera..., es demasiado! se lament Godi.

David le dio la razn, aunque l, con sus veintitrs aos, no tena problemas con los cambios bruscos de temperatura.

Mientras coma su bocadillo, se dispuso a cruzar el establecimiento, abarrotado de muebles, cajas, electrodomsticos, libros, marcos, figuritas de adorno y dems cachivaches. A veces encontraba all cosas para Tobias, el propietario del bar Esquina, donde trabajaba David.

El Esquina era un lounge bar que haba abierto haca menos de un ao, aunque su aspecto era el de haber existido desde siempre. Estaba acondicionado con muebles usados de los aos cincuenta y sesenta. De las paredes, cuyo aspecto envejecido era intencionado, colgaban objetos recogidos en los mercadillos de todo el mundo, y que infundan al local una agradable atmsfera de internacionalismo domstico.

A menudo, David encontraba en la Cueva del Tesoro de Godi algn objeto para el Esquina, que despus revenda a Tobias con algn pequeo beneficio. Por ejemplo un panorama alpino coloreado, una antigua vitrina expositora de curiosidades botnicas con diferentes ejemplares de palmera, o un retrato al leo, algo torpe en su ejecucin, de un jefe indio.

Esta vez no encontr nada. Pero cuando ya abandonaba la tienda, Godi estaba descargando, con ayuda de un hombre grueso, una vieja furgoneta Volkswagen. Una de las piezas, una mesilla de noche con las esquinas redondeadas y un sobre de mrmol amarillento, despert el inters de David.

~ Cunto cuesta? pregunt a Godi.

Todava no le he puesto precio.

El gordo intervino:

Todava me pertenece. Art dco.Tonteras, qu va a ser art dco gru Godi.

El mrmol es autntico complet el gordo. Cunto? pregunt David.

El gordo dirigi una mirada interrogadora a Godi.

No me mires a m. El precio lo pone el propietario. Godi se apart y regres a la furgoneta Volkswagen. Cuarenta? El gordo era un intermediario que tena poca experiencia con los clientes finales.

David examin el mueble, abri la puertecita y tir en vano del cajn.

Un poco de jabn y se deslizar bien le explic el gordo.

Treinta ofreci David.

Treinta y cinco.

David reflexion.

A cambio, tendr que llevrmela a casa.

Est lejos?

A la vuelta de la esquina.

As es como David Kern adquiri la mesilla de noche que le cambiara la vida.

3

Marie Berger haba ido a comer con Lars a La Nave Espacial, una comida de reconciliacin, como la llamaba l.

A ella no le haca falta reconciliarse, puesto que no estaba enfadada. Lars era simplemente un malentendido. Pero teniendo en cuenta la expresin de desdicha en el rostro de l, que era diciembre y que tampoco ella llevaba bien la euforia navidea, haba aceptado.

Aquello fue un error. El da de la cita, el cielo la sorprendi con un azul primaveral y un vientecillo cargado de aires del sur. No era un tiempo como para romper una relacin con alguien que no sospechaba siquiera que formaba parte del pasado.

A Marie le habra gustado anular la cita, pero no pudo comunicar con Lars, que tena el mvil desconectado. Por si acaso, supuso ella.

El restaurante La Nave Espacial era un establecimiento de diseo, demasiado grande, demasiado ruidoso y demasiado caro; no era del gusto de Marie. Ms bien era del gusto de Lars, que estudiaba Econmicas y, confiando en una gran carrera en el mundo empresarial, viva un poco por encima de sus posibilidades.

Cuando lleg Marie puntualmente, pues no quera empezar el encuentro con la desventaja de haber llegado demasiado tarde, Lars ya estaba sentado ante una mesita, en medio del tumulto. El joven se puso de pie de un salto y movi ambos brazos, como un nadador que est en peligro. Ella se dirigi hacia l, intentando ignorar a los dems clientes que, sin interrumpir sus conversaciones, repasaban su figura mirndola de lado.

Lars la recibi de pie y le ofreci asiento.

Desde aqu ves a toda la gente.

La gente no me interesa respondi ella.

Tan slo cuando se hubo sentado de espaldas comprendi que l no haba interpretado sus palabras como una crtica al local, sino como un cumplido hacia su persona. Se sent frente a ella, junt las manos bajo la barbilla y la mir sonriente a los ojos.

Tampoco es eso, Lars.

Pues qu?

Si l no se hubiera considerado tan irresistible en ese momento, tal vez ella hubiese intentado explicrselo de una forma ms agradable. Pero en vista de la situacin dijo:

No quera decir con eso que verte a ti sea ms interesante.

En realidad, tras estas palabras tendra que haberse levantado y marchado de all. Pero Lars la mir tan asustado que se apresur a mostrar una leve sonrisa, para limar un poco la aspereza de su comentario. l sonri aliviado, hizo una sea al camarero y pidi dos copas de champn.

Si hubiese tenido el detalle de preguntarle, a Marie le habra gustado tomar una copa de champn. Pero, dadas las circunstancias, dijo:

Yo prefiero un agua mineral.

Marie Berger tena veinticuatro aos. Haca poco ms de un ao que haba reanudado sus estudios. Quera acabar el bachillerato superior, al que haba renunciado con diecisis aos para iniciar su formacin como decoradora. Eso le servira para sacar a la luz todo su potencial creativo, segn haba explicado a su madre.

Tuvieron que pasar cinco aos para que Marie diese la razn a su madre y se convenciese de que haba cometido un error. Y para pedirle que la volviese a admitir en su pequeo apartamento de tres habitaciones, hasta que hubiese acabado el bachillerato. De esta forma, Marie poda ahorrarse un alquiler. Pagaba sus estudios y sus necesidades diarias con los ahorros que tena y con lo que ganaba con tres buenos clientes cuyos escaparates segua decorando cada mes. Una tienda de bisutera, una boutique de moda de diseo y un farmacutico que se negaba a exponer en su escaparate el material publicitario suministrado por los laboratorios.

Tal vez hubiese podido ganar ms con cualquier otro trabajo, pero decorar escaparates ofreca la ventaja de que lo poda combinar con las clases. Y adems le recordaba en todo momento cul era la profesin que no quera volver a ejercer bajo ningn concepto. Mientras estaba an aprendiendo el oficio haba descubierto su amor por los libros, y quera estudiar literatura para convertirlos en su profesin.

Eso es como si por amor a la justicia quisieras estudiar derecho le haba comentado su padre cuando ella le pregunt si estara dispuesto a costearle parte de su segunda carrera profesional. Era una esperanza bastante vana, puesto que a duras penas haba pagado, tras divorciarse de su madre, lo correspondiente al primer ciclo de su formacin.

Vivir con su madre tampoco le resultaba fcil. Los motivos no eran los habituales. Myrtha as deba llamar a su madre desde que era pequea no sola meterse en sus asuntos, muy al contrario, dejaba a Marie que viviera su vida mientras ella viva la suya. Y precisamente esto era lo que haca cada vez ms difcil la convivencia. Para el gusto de Marie, Myrtha tena una vida sentimental demasiado activa. A menudo Marie tena que huir del pequeo apartamento para no molestar a su madre durante sus encuentros amorosos. No es que fuera molesto para Myrtha; lo era para Marie.

Fue una de aquellas noches cuando conoci a Lars. Su madre haba llegado a casa poco despus de las diez, acompaada de un gua dans ella trabajaba en una agencia de viajes, y Marie haba enturbiado la armona del ambiente preguntando si aquel hombre no tena una habitacin de hotel donde pernoctar. Su amiga Sabrina, que en momentos como ste sola acogerla en su casa, le dio a entender por telfono que estaba en una situacin parecida a la de Myrtha.

De modo que fue a parar al Bellini, un bar en el que casi siempre encontraba a algn conocido.

Pero esa noche no vio ningn rostro familiar en el Bellini. Marie se sent ante la barra y se tom una copa de Asti. Y cuando el camarero le trajo despus de un cuarto de hora una segunda copa de parte de ese seor de all, ella no la rechaz, y le envi a quien la invitaba una sonrisa por encima de la barra. As fue como entabl conversacin con Lars.

No responda al estilo de Marie ligar en un bar. Pero aquella noche se senta tan sola que al poco rato pregunt a Lars:

Tienes piso propio o lo compartes con alguien?

El hecho de haber vuelto a quedar con Lars despus de aquello se deba a que, por principio, ella no aceptaba relaciones de una sola noche.

De este modo se fue prolongando lo que no era ms que una serie de malentendidos. Casi dos meses, durante los cuales ella no haba encontrado el momento de decirle la verdad. A ello se aada que eran los meses de noviembre y diciembre, justamente cuando Myrtha padeca su habitual depresin de fin de ao y Marie prefera mantenerse a distancia. A ello se aada asimismo el hecho de que Lars no era en absoluto su tipo, pero s un generoso acompaante cuando se trataba de ir a restaurantes y un buen amante.

El hecho de que ella se resistiera a admitir que estos dos ltimos motivos tenan su importancia, tambin haba contribuido a arrastrar la relacin.

Y, despus de todo, estaba el propio Lars. Su mezcla de arrogancia y susceptibilidad. Como si durante los veintisis aos de su vida, ni Lars ni nadie hubiese dudado jams de l. Ante la ms leve sospecha de la posibilidad de que alguien pudiera no amarle sin condiciones, ya estaba al borde de las lgrimas. De modo que para Marie no era nada fcil mandarle a paseo. Le resultaba bastante ms difcil mostrarse fra en la prctica de lo que en teora era.

De ah que se mostrara agradecida cuando se le present una excusa para retirarse. El tema eran las operaciones en BoIsa. Lars le haba explicado en detalle la diferencia entre un mercado alcista y un mercado bajista, y ella haba mostrado ostensiblemente su aburrimiento. De repente, l interrumpi su exposicin con aire ofendido y dijo:

Perdona, parece que el tema no te interesa mucho.

Ella le respondi:

Eso es decir poco. Me asquea. Desprecio a la gente que se gana la vida ayudando a las empresas a despedir gente para conseguir mayores beneficios.

Durante un instante, l no comprendi. Despus le proporcion el argumento clave:

En ese caso no entiendo cmo puedes salir con un economista.

Un economista!

Yo tampoco lo entiendo observ ella, y lo dej all plantado.

De ah que ahora estuviera sentada con Lars en La Nave Espacial y se viera obligada a aclarar el malentendido. El camarero trajo champn para l y agua mineral para ella. En ese momento, Marie sinti no haber demostrado su independencia pidiendo al menos un cctel.

La nica decoracin en las paredes del local consista en luces difusas de diferentes colores. De unos altavoces enormes sala el beat machacn de la msica chill-out.

No s si es correcto brindar con champn y agua mineral dijo Lars.

Y yo no s si existen normas al respecto.

Brindamos, pues?

Si quieres.

Cuando las copas tintinearon, Lars pregunt:

Hacemos las paces?

Marie dej la copa.

No estamos peleados, Lars. Simplemente es que no congeniamos.

Nos complementamos.

Marie suspir.

Yo no busco a alguien que me complemente. Lo que busco es el gran amor.

Lars call.

No pongas esa cara, se me parte el corazn.

En ese caso todava me queda alguna esperanza.

Marie cogi la copa de champn de Lars y se la tendi a un camarero que pasaba por all. El hombre hizo un gesto afirmativo.

Esperaron en silencio hasta que tambin ella tuvo su copa delante. Marie la levant.

Brindemos por las semanas que hemos pasado juntos y terminemos la relacin como dos personas adultas.

Pero eso fue demasiado para Lars. Mientras tomaban los entrantes le estuvo implorando; con el plato principal le hizo reproches, y a la hora del caf, ya haba conseguido darle la vuelta a la cosa para que pareciera que era l quien quera deshacerse de ella. Eso molest a Marie, pero ofreca una ventaja: no se sinti obligada a pagar la cuenta a medias. Y el caso es que apenas llevaba dinero.

Ella rechaz su ofrecimiento de dejarla en algn sitio diciendo que prefera caminar un poco.

La noche era an ms clara de lo que haba sido el da. Pero durante las tres horas que haba estado martirizndose en compaa de Lars, la temperatura haba bajado. Un viento glido le llen los ojos de lgrimas. Tuvo que sacar repetidamente las manos de los bolsillos del abrigo para calentarse las orejas.

No consegua quitarse de la cabeza su comentario acerca del gran amor. Lo haba dicho ms bien porque le agradaba la frmula. Yo no busco a alguien que me complemente. Lo que busco es el gran amor, era una frase que le gustaba Pero qu haba de verdad en esas palabras? Realmente buscaba ella el gran amor? No como lo buscaba todo el mundo, sino de verdad? Lo estaba buscando? Lars y los que le haban precedido, no eran ms que etapas en su camino hacia la gran meta?

Las calles de aquel barrio obrero convertido en un lugar de moda estaban vacas. En muchas ventanas se vean guirnaldas de luces, y los escaparates de los locales turcos, los puestos de venta de comida tailandesa para llevar y los comercios de ultramarinos asiticos brillaban y centelleaban con todos los colores.

De repente, Marie se sinti perdida. Era una sensacin nueva. Muchas veces se haba sentido sola, una sensacin agradable que la haca sentirse independiente y adulta. Pero perdida? Sentirse perdida era otra cosa. Era como para buscar de inmediato la compaa de otras personas, cuantas ms, mejor.

En una fachada cercana un foco proyectaba unas letras sobre la acera. Esquina, ley Marie al acercarse. De la entrada sala una iluminacin clida, como de un acogedor saln. Y msica salsa en lugar de tecno.

4

Era una noche como cualquier otra de aquel mes de diciembre. El Esquina estaba lleno de gente que quera tomar una ltima copa despus de la cena de empresa de Navidad. O que se haba quedado colgada all despus de hacer sus compras de Navidad, y haba entrado arrastrando sus bolsas llenas. O que intentaba ignorar el revuelo navideo y simulaba que rodo era como siempre. Reinaba un ambiente mezcla de pnico por llegar tarde a todo, de resignacin, de alegra anticipada y de melancola.

A David le haba correspondido el sector C, como casi siempre ltimamente. Es decir, la zona donde estaban los sillones y las mesas largas cuyo servicio cubra la barra principal A l le gustaba ese sector C, pues all solan recalar algunos clientes habituales a los que vea fuera del trabajo.

E que encabezaba ese grupo era Ralph Grand, escritor. En todo caso, sa era la profesin que sola indicar cuando alguien le preguntaba al respecto. Se ganaba la vida haciendo traducciones tcnicas del francs y del ingls al alemn.

Esa actividad le permita acudir con regularidad al Esquina y quedarse all largo rato. Algo que nunca se comentaba, al menos mientras estaba presente Ralph, era cmo encontraba tiempo, entre sus traducciones y su vida nocturna, para escribir esa gran novela en la que supuestamente vena trabajando desde haca aos.

Ralph era un conversador muy entretenido, que dispona adems de amplios conocimientos literarios, de los que a veces presuma demasiado. Esta era una de sus cualidades menos agradables.

A su lado sola estar su amigo Sergio Frei. Sergio era artista y tena su estudio en un edificio industrial, muy cerca de all. Nadie tena muy claro de qu viva, puesto que sus cuadros unas impresiones fotogrficas gigantescas, retocadas con toscas pinceladas, que uno crea haber visto ya en alguna parte pocas veces se exponan, y casi nunca se vendan. El rumor ms creble era que su padre, que haba sufrido un accidente mortal durante un cursillo de navegacin en aguas turbulentas, le haba dejado alguna fortuna.

Silvie Alder sola acudir sola. Haca poco que haba terminado sus estudios de profesora de dibujo, y haba encontrado enseguida un empleo en la misma escuela de formacin profesional. Silvie era muy bajita y esbelta, y se pareca a Edith Piaf de joven, algo que ella subrayaba an ms depilndose las cejas y pintndose los labios de color rojo muy vivo.

Roger Bertoli y Rolli Meier acostumbraban a llegar juntos. Roger compona textos para una agencia de publicidad y admiraba a Ralph Grand por sus conocimientos literarios. Rolli haba trabajado hasta haca poco en la misma agencia como AD, o art director, pero acababa de fundar una pequea empresa unipersonal con el nombre algo rebuscado de ADhoc, una invencin de Roger Bertoli. Su actividad consista en ofrecer sus propios servicios cuando se produca alguna falta temporal de personal en otras agencias de publicidad. Pero como la situacin econmica era poco propicia a las faltas temporales de personal, Rolli se vea obligado a ganarse algn extra con los encargos de dibujos tcnicos que le proporcionaba Ralph Grand.

La presencia de Sandra Schr era algo ms espordica. Dado que era azafata, a veces estaba ausente durante varios das. Era una mujer alta y rubia, glamurosa, como uno sola imaginarse antao a las azafatas. Siempre la seguan Kelly Stauffer y Bob Jger. Kelly era un arquitecto delgado, rapado al cero, vestido de negro, y su compaero Bob era un cmara de televisin musculoso, tambin rapado al cero y vestido de negro.Aquella noche estaban todos. Ocupaban sus gastados sillones y tomaban las bebidas habituales: una copa de Rioja para Ralph, cerveza para Sergio y Rolli, cava para Silvie y Kelly, un mojito para Roger, un gin tonic para Sandra y una cerveza sin alcohol para Bob.

David saba de memoria lo que tomaban y habra trado las bebidas sin preguntar, pero en cierta ocasin tuvo una mala experiencia al intentarlo: apenas se hubo sentado Ralph, cuando l le haba llevado su Rioja.

No he pedido un Rioja le espet Ralph.

Perdona. Crea que siempre pedas un Rioja. Qu tomars entonces?

Un Rioja.

David sonri divertido y le puso la copa delante.

No quiero este Rioja. Quiero el Rioja que he pedido.

De no ser por la intervencin de Sergio, Ralph habra insistido en que David volviera a llevarse el Rioja y le trajera otro. Durante toda esa velada, cuando pasaba junto al grupo, David oy fragmentos de una discusin en torno al derecho de la persona a la imprevisibilidad, como deca Ralph Grand.

La noche siguiente, David se dirigi a la Paz de las Montaas, un restaurante obrero del barrio, regentado por un espaol. Saba que Ralph sola cenar all antes de ir al Esquina. David quera hablar con l. Quera decirle que no poda tratarle delante de los dems clientes como si fuese un aprendiz de camarero. Al fin y al cabo, haban llegado a ser amigos en cierto modo. Y si algo no le gustaba de su forma de servirle, poda decrselo en privado.

Cuando se sent a la mesa de Ralph, ste estaba absorto en una conversacin con un hombre delgado que fumaba cigarrillos rusos y tena los dedos amarillentos. Ralph apenas prest atencin a David, igual que haca cuando ste le serva otra copa de Rioja en el Esquina.

David pidi una tortilla y una Coca-Cola nunca beba alcohol antes del trabajo y esper la ocasin propicia para participar en la conversacin.

Era una situacin a la que David estaba acostumbrado: esperar a que le prestaran atencin. Sobre todo a que le prestara atencin Ralph, porque si ste lo haca, los otros siete seguan su ejemplo.

No se trataba de que David tuviese dificultades para comunicarse. Haba mucha gente que le apreciaba y con la que mantena una relacin distendida y amistosa, del todo normal. Pero l mismo no tena muy claro por qu se haba empeado en ser acogido precisamente por el grupo de Ralph. Intentaba convencerse a s mismo de que era porque se trataba de gente interesante, que haca cosas interesantes y conversaba sobre temas interesantes. Aunque tal vez slo era porque le trataban como suele tratarse a un camarero.

David no era camarero, slo trabajaba temporalmente de camarero. Haba hecho dos cursos de bachillerato, haba trabajado un tiempo como supporter en una tienda de ordenadores, y entenda mucho de frutas y verduras, pues haba vivido durante un ao en una finca francesa dedicada al cultivo biolgico.

David no quera ser tratado como un camarero simptico al que se saluda por la calle y se le puede invitar alguna que otra vez a tomar un trago en privado. Quera que le trataran como al conocido, y al buen amigo incluso, que por casualidad serva y cobraba las bebidas en el Esquina, porque en ese momento trabajaba, por casualidad y temporalmente, de camarero.

Para conseguir este estatus, David iba al Esquina en alguna de sus noches libres, y entonces se sentaba con Ralph y los dems e intentaba participar en la conversacin.

Esto no era del todo sencillo, pues el grupo se conoca desde haca tiempo y haba adoptado ciertos cdigos. Se trataba de abreviaturas, frases hechas, acentos y gestos difciles de entender para un extrao. De modo que David se contentaba casi siempre con escuchar, a la espera de la palabra clave que le permitiera intervenir.

Updike haba sido una de esas palabras. Al principio de trabajar en el Esquina, David haba cogido al vuelo una observacin de Ralph: No puedo creer que pase mis noches hablando con alguien que no ha ledo a Updike. Se diriga a Roger Bertoli, el redactor de textos, que tras escuchar esa observacin intent ocultarse detrs de su mojito, con una sonrisa forzada.

Despus de esto, David haba ledo con algn esfuerzo la totalidad de las novelas de Conejo de Updike, y desde entonces estuvo esperando en vano que la conversacin volviera a recaer sobre el tema.

Probablemente era el nico de todo el grupo que se haba esforzado en llenar esa laguna. Los dems evitaron con toda intencin que volviera a hablarse del asunto.

Aquella noche, en la Paz de las Montaas David tuvo que irse a trabajar antes de haber podido hablar con Ralph.

Otra cosa es que realmente hubiese comentado el asunto, si se le hubiese presentado la ocasin.

Poco antes de la medianoche entr en el Esquina una mujer que l dese de inmediato volver a ver.

David se diriga en ese momento con unas tapas variadas hacia uno de los sofs que haba junto a la entrada, cuando ella sali del corto pasillo que llevaba de la puerta al interior del local. La mujer se desabroch el abrigo mientras miraba a su alrededor.

Estaba ms o menos a dos metros de l. Lo primero que le llam la atencin fue el cabello de la nuca. Una luz puntual, destinada a iluminar un nicho en la pared lleno de baratijas de los aos sesenta, le daba a la mujer en el cuello y dot de un resplandor dorado a la pelusilla que ascenda desde la nuca hasta la melena corta.

La mujer volvi la cabeza. Tena un rostro ms delgado y ms plido que la mayora de los clientes que a esa hora entraban en el Esquina desde la fra calle. Sus ojos eran azules o grises, o verdes, algo difcil de definir bajo esa iluminacin. Tena la pequea boca ligeramente abierta, como a punto de preguntar algo. Y entre las cejas, que mostraban el mismo brillo de trigo dorado que el cabello, se vea una diminuta arruga vertical, probablemente de disgusto al ver que en el local no haba ningn sitio libre.

Ya empezaba a abotonarse de nuevo el abrigo cuando David se dirigi a ella:

Buscas un sitio?

Queda alguno?

Si no te importa sentarte con otras personas.

Depende de las personas.

Son buena gente.

David la condujo hacia donde estaban Ralph y los dems. All sola quedar siempre un silln vaco, que serva para dejar los abrigos y como reserva. Ese silln era tab, pero David no vea otra posibilidad para impedir que ella se fuera, y al mismo tiempo para mantenerla dentro de su campo de accin.

La verdad es que le lanzaron varias miradas incrdulas cuando empez a retirar los abrigos del silln y los dej encima del respaldo del sof, acompaando su actividad con las palabras: Creo que no vendr nadie ms a reclamar este sitio. Aunque nadie protest, en vista de lo atractiva que era la nueva ocupante.

Aquella noche David tal vez descuidara un poco a algunos clientes. En cambio, vaci ms veces de lo indispensable los ceniceros del grupo de Ralph. Y cuando apuntaba lo que iban a tomar, nunca preguntaba si alguien ms deseaba algo, pues prefera hacer otro viaje cada vez que se lo solicitaran.

La mujer se llamaba Marie; se enter de su nombre cuando le trajo la primera copa de cava. No se llamaba Maria, ni Mary, su nombre era Marie, acentuado en la segunda slaba. A David le pareci un nombre hermoso. Sencillo y hermoso. Como toda ella.

David se senta inseguro en presencia de una mujer que le gustara. Se vea a s mismo con los ojos de ella. Encontraba sus manos y sus pies demasiado grandes, como crecidos, igual que los de un cachorro de perro. Las orejas se le separaban del crneo y la raz del cabello se le retiraba de la frente. Era consciente de su bigote, sus patillas, el lazo de la corbata, la perilla, la barba de cinco das, o sea, la barba que llevara ese da, pues cambiaba a menudo. Y cuando hablaba, tena la sensacin de que se le hinchaban los labios.

Nada de eso le suceda cuando estaba delante de una mujer que no le gustaba. De ah que su vida sentimental se compusiera de una larga serie de breves encuentros con mujeres que no le gustaban, y de unas pocas historias de amor no correspondido con mujeres a las que adoraba.

Marie tena todo el aspecto de pertenecer a una tercera categora. Una categora que hasta la fecha no haba existido.

Pareca encontrarse bien en el grupo en el que la haba introducido. Sentada entre Silvie y Bob, se la vea relajada y rea con los dems mientras observaba a Ralph Grand, que, como siempre que contaba con pblico nuevo, intentaba situarse en primer plano.

En dos o tres ocasiones David se haba sentado en un brazo del sof, con la intencin de participar en la conversacin. Pero cada vez tuvo que conformarse con rer con ganas, mientras escuchaba el final de una historia cuyo inicio se le haba escapado.

Poco antes de la una, Ralph le hizo una sea:

La cuenta.

La una de la madrugada era temprano para los hbitos de Ralph. Casi siempre se quedaba hasta las tres, cuando cerraba el Esquina.

Iris luego al Volume? pregunt David. El Volume era un club cercano donde solan proseguir la noche cuando sta se les haca corta.

Ralph mir a Marie, como si la decisin dependiese de ella.

Hace tiempo que no he estado en el Volume respondi ella.

David hizo las cuentas separadas a cada uno, como de costumbre. Cuando hubo terminado con Marie, ella le dijo:

Buenas noches y gracias por el bonito sitio que me has ofrecido. Y dej ocho francos en el platito del cambio.

David se guard la propina con aire contrito.

Tal vez nos veamos ms tarde en el Volume.

Tal vez.

Mientras despejaba la mesa, vio que Marie desapareca con los dems por el pasillo.

Entre la barra del bar y los sillones, sofs y mesas, mientras avanzaba entre los clientes cada vez ms impacientes cargado con una bandeja llena, siempre con las copas que todava no haba servido en la mente, a David dos horas solan pasrsele con rapidez. Pero esta vez los minutos se le hacan eternos. Marie no se le iba de la cabeza. Seguramente estaba con los dems en el Volume, bailando con Ralph. Haba visto cmo ste la ayudaba a ponerse el abrigo. Con cierto aire irnico, como la parodia de un caballero que en pleno siglo XXI ayuda a una mujer a ponerse el abrigo; pero lo haba hecho de todos modos. Y ella lo acept con la naturalidad de una mujer acostumbrada a que le ayuden a ponerse el abrigo.

Ahora estara bailando con ella del mismo modo: con su aire irnico. Cada movimiento sera una insinuacin.

Como un love mobil, un chorus line, un bailarn de competicin, un guitarrista de rock, un rey del tango. Un rey del tango un tanto empalagoso: David ya haba visto a menudo a Ralph haciendo ese numerito. Le molestaba sobremanera imaginarse a Marie en semejante situacin.

Qu te pasa, David?

La voz de Tobias, el propietario del Esquina, que en general era un jefe bastante condescendiente, sonaba un poco irritada.

David saba exactamente a qu se refera. No controlaba bien su sector. Las mesas estaban sin limpiar, haba clientes que se dirigan a la barra a buscarse ellos mismos sus hebillas, otros pedan la cuenta en tono impaciente.

La respuesta de David fue espontnea:

Lo siento mucho, pero hace rato que no me encuentro demasiado bien.

Mierda; ya nos ha fallado Sandra.

Por eso me he quedado hasta ahora.

Quieres decir que te largas ahora mismo?

No creo que pueda aguantar hasta las tres.

Pues lrgate y procura estar bien para maana.

Quin se ocupar de todo eso?

A ti qu te parece? Tobias le quit la bandeja de las manos. Qu mesa?

La doce le respondi David mientras se diriga a la salida.

Delante del Volume se haba concentrado un grupo de gente. El portero ya slo dejaba entrar a los socios y a la beautiful people. David no perteneca a ninguna de estas categoras, pero en cambio conoca a uno de los porteros.

Se sumergi en el cosmos formado por humo de colores de los cigarrillos, rostros difusos, voces excitadas y notas musicales que tenan un efecto fsico, y empez a buscar a Marie. En algn momento crey haberla reconocido a la luz de un cono luminoso que se mova. Pero cada vez que consegua avanzar trabajosamente hasta el lugar donde por un instante se le haba aparecido su rostro, su hombro, su cabello, se encontraba con alguien que no se pareca ni de lejos a Marie.

Estaba a punto de renunciar a la bsqueda cuando descubri a Rolli, que intentaba en vano llamar la atencin de uno de los camareros. Si estaba Rolli, los dems no podan andar lejos.

Cuando Rolli lo vio, dijo:

Tan tarde es ya?

He terminado ms temprano. Dnde estn los dems?

Se acaban de marchar.

Adnde?

A casa.

Ya?

Esa que se sent con nosotros...

Marie.S, Marie quera irse. Y entonces Ralph tambin ha querido irse, claro.

Claro.

Y de repente, todos han querido irse.

El camarero haba decidido atender ahora a Rolli y le grit:

Qu quieres?

Una cerveza.

Y t? La pregunta iba dirigida a David.

Nada.

El camarero apart la vista.

Venga, tmate algo le pidi Rolli.

Pero David no tena ganas. Cuando Rolli beba demasiado, se deprima. Y a David le bastaba con su propia depresin.Las calles estaban desiertas. A veces pasaba un coche.

En alguna ocasin, David pudo ver las caras de los viajeros a veces slo vea la punta encendida de un cigarrillo.

De un club inertemente iluminado sala una msica ruidosa Unos cuantos clientes se reunan en la acera para fumar esas cosas que no les dejaban fumar dentro.

David sigui su camino. La msica se oa cada vez menos, hasta que sus propios pasos la apagaron. En una ocasin David mir hacia atrs y vio las luces del club. Como si se tratara de un msero pueblecillo junto a una carretera olvidada.

All arriba, por encima de la oscuridad, crey ver la capa de niebla que, al da siguiente, cubrira el da. Intent no pensar dnde se encontrara ahora Marie. Se senta mal.

En su piso haca fro, como siempre a esa hora. La calefaccin central estaba programada de modo que a partir de las diez de la noche quedaba reducida al mnimo, y tan slo a partir de las seis de la maana volva a su rendimiento mximo. Esto significaba que David, al regresar del trabajo a su apartamento en la ltima planta del edificio, encontraba los radiadores fros.

Cogi una cerveza del frigorfico, se sent en el borde de la cama y se dispuso a zapear por los programas de televisin. Un popurr de pelculas navideas, campaas publicitarias sin fin y porno suave que no fue capaz de captar su atencin.

De modo que apag el televisor y se dedic a inspeccionar sin gran entusiasmo la mesilla de noche que haca unas horas haba adquirido por motivos que ahora ya no era capaz de recordar. El sobre de mrmol amarillento estaba partido, algo que no le haba llamado la atencin cuando compr la pieza. El cajoncillo pareca estar torcido. En cierto punto de la parte delantera se vean las huellas de una herramienta, como si alguien hubiese intentado forzar el cajn.

David se encamin a la cocina y regres con un destornillador, para probar suerte.

Despus de unos cuantos intentos, el cajn empez a moverse. David emple un poco ms de fuerza. Un ruido quejumbroso anunciaba que se estaban desprendiendo los clavos con los que la parte delantera estaba unida a los laterales. No era sa su intencin, de modo que dej el destornillador a un lado y decidi aplicar ms adelante un poco de jabn, tal como le haba aconsejado el vendedor.

Pero cuando se levant para ir a la cocina, vio a travs de la abertura que haba forzado con su tentativa diletante que haba algo dentro del cajn. De nuevo empu el destornillador y acab de soltar la parte delantera de los laterales.

Dentro del cajn haba un legajo de pginas envejecidas.

SOPHIE, SOPHIE se lea en letras maysculas en la primera pgina. Y debajo: de Alfred Duster.David retir la hoja. La primera frase en la pgina siguiente, cubierta de una escritura densa, rezaba:

sta es la historia de Peter y Sophie. Dios mo, no permitas que acabe mal.David empez a leer.

5

A Marie ya le haban hablado del Esquina, al que se consideraba un bar neoalternativo. Pero despus del diseo minimalista de La Nave Espacial, el Esquina era una bendicin. A segunda vista su aspecto de mercadillo tal vez apareciese un tanto forzado y su look desgastado un poco artificial, pero la gran sala irradiaba un aire de comodidad que se transmita al nimo de los clientes.

Por desgracia, estaba demasiado lleno, hasta los topes. Todos los sillones y sofs estaban ocupados, todas las mesas llenas, los mostradores asediados, y junto a sus altas mesas se agolpaban los clientes formando dos crculos.

Marie no tena ganas de hacer cola para tratar de conquistar poco a poco diez centmetros del canto de una mesa. Ya se dispona a marcharse cuando alguien le pregunt si estaba buscando sitio. Por la vestimenta no pareca un camarero, aunque llevaba una bandeja llena de copas vacas y ceniceros llenos.

Le proporcion un asiento en un grupo que le gust de inmediato. Seis hombres, dos mujeres, todos ms o menos de la misma edad que ella y, al parecer, clientes habituales del Esquina. Uno, al que llamaban Ralph, present a los dems:

sta es Silvie. Ensea a unos jvenes a dibujar zapatos viejos. Sandra evita que los pasajeros hinchen los chalecos salvavidas antes de abandonar el avin. Roger escribe esos textos de los anuncios que nadie se molesta en leer. Rolli se ocupa de que esos textos sean ilegibles incluso para alguien que pretenda leerlos. Kelly suele perder los concursos de arquitectura. Bob es el culpable de que los rostros que aparecen en televisin muestren todos unas arrugas muy profundas. Y Sergio se dedica al arte y no soporta que se hagan bromas a ese respecto. Y t?

Marie intent adaptarse al tono.

Yo soy la que cuelga todas esas bolas de Navidad en los escaparates, y al mismo tiempo intento hacer el bachillerato, aunque sea con retraso. Y t?

Yo procuro que las instrucciones de uso y las descripciones de algunos objetos tengan un cierto nivel literario.

Era exactamente lo que necesitaba Marie para despejar esa extraa sensacin de abandono: intercambiar unas cuantas bobadas con personas que se encontraban bien unas con otras y tampoco tenan ganas de irse a casa.

Enseguida congeni con las dos mujeres. Silvie, la profesora de dibujo, con la que nunca se saba si hablaba en seno porque su voz profunda formaba un curioso contraste con su apariencia delicada. Y Sandra, la azafata, que pasaba sin dificultad del papel de diva al de compaera marchosa. Pareca muy amiga de Bob, el cmara de televisin, musculoso y taciturno, y de su amigo Kelly, el arquitecto, que con cada copa de champn perda un poco ms el control sobre sus manos y sus prpados.

Roger, el de los textos publicitarios, secundaba los juegos de palabras de Ralph. Y Rolli, el ilustrador grfico, pareca el preparador de Roger.

Sergio, el artista, haca de preparador de Ralph, aunque ste se bastaba a s mismo. Era el ms ingenioso y bromista de todos, el campen indiscutido del grupo.

Muy pronto result evidente que Ralph no haba dicho la verdad cuando declar trabajar sobre todo como traductor de textos tcnicos. Era ms bien un escritor y, de paso, un buen conocedor de Raymond Carver, Richard Ford y John Updike, y todos estos autores eran los que precisamente le gustaban tambin a Marie.

Se senta cada vez ms cmoda en el ambiente del Esquina. Era como estar en casa de unos buenos amigos. La msica no segua ninguna doctrina, la sensacin que haba es que estaban escuchando los ceds que en ese momento ms le gustaban al anfitrin. El servicio era atento y al mismo tiempo familiar, incluso el camarero se sentaba de vez en cuando durante algunos instantes con ellos.

Qu diferencia con los locales de moda a los que sola llevarla Lars, donde tena que soportar la compaa de sus extraas amistades y los detalles ms refinados del marketing global.

Marie se senta tan bien en el crculo de sus nuevos amigos casuales que no dud un instante cuando decidieron acabar la noche en el Volume.

Ya haba estado otras veces en el Volume. All el escenario era variable. La gente que sola acudir vena de comer en un japons caro, o despus del cine, tras haberse aburrido en un restaurante de diseo o despus de haber tomado una fondue en casa con los amigos. La cuestin era poder entrar, pero el grupo con el que iba Marie no tenan dificultades al respecto. Al parecer, eran clientes habituales del Volume. Qu extrao, pens Marie, que no los hubiera visto con anterioridad.

Era temprano y pudieron sentarse en el lounge. Ralph la sac a bailar, haciendo una inclinacin ceremoniosa, como el alumno de una escuela de baile. La risa desmesurada que le provoc esa escena despert en ella por primera vez una ligera sospecha de que podra haber bebido demasiado. Cuando intent moverse, ya en la pista de baile, al ritmo de la msica, vio confirmada su sospecha. Despus de unos breves intentos, renunci y regres a su asiento. Ralph la sigui.

De todos modos, eso del baile est anticuado coment l. Antes an poda ser un pretexto para abrazar a tina mujer desconocida, pero hoy ya no se necesitan pretextos para hacerlo.

Al decirlo, la apret con firmeza contra su cuerpo, y a ella, una vez ms, le pareci tremendamente divertido.

Cuando ella dej de rerse, l sigui rodendola con el brazo. A ella no le molest, y tal vez hubiese seguido as durante un rato de no ser porque descubri a Lars a menos de cinco metros de ella. Ah estaba, con la mano izquierda en el bolsillo del pantaln, sosteniendo en la derecha una copa e intentando disimular que estaba completamente borracho. Es posible que esto le funcionara con quien no le conociera. Pero Marie saba que, cuando haba bebido demasiado, se le cerraba el ojo izquierdo. Era una seal inequvoca. Para mantener el prpado subido, sola levantar entonces la ceja izquierda. Pero no le serva de nada, pues el aspecto del pesado prpado debajo de esa ceja levantada y despierta era an ms extrao.

Lo que menos deseaba Marie en ese momento era tener una escena con un Lars borracho, sobre todo en presencia del hombre que la rodeaba con el brazo y al que estaba segura de querer volver a ver.

De modo que se liber con sumo cuidado del brazo de Ralph.

Creo que debo marcharme.

Buena idea dijo l, y se puso de pie.

No era difcil pasar por delante de Lars sin que ste la viera, puesto que estaba ocupado con su ojo izquierdo.

Dnde vives? pregunt Ralph cuando se detuvieron a la salida.

Tengo que coger un taxi.

Yo vivo a la vuelta de la esquina.

Y la mir, ni con aire interrogativo, ni insistente, simplemente esperando la reaccin de ella.

De no ser porque en aquel momento pas un taxi, por pura casualidad, tal vez hubiese traicionado una vez ms sus principios. Pero as se despidi dndole tres significativos besos en las mejillas, y con la promesa de aparecer alguna vez por el Esquina.

Cuando abri la puerta de su casa, procurando no hacer ruido, vio que en el saln-comedor estaban encendidas las cuatro velas de la corona de Adviento, y su madre miraba, con los ojos empaados de lgrimas, El pequeo Lordtn la tele.

6

David dorma, vestido, sobre su cama. A su lado, las hojas del manuscrito que acababa de leer formaban un montn desordenado. Las que an quedaban por leer aparecan bien amontonadas encima de la mesilla de noche.

Las cortinas estaban abiertas. La luz amarilla de la lmpara del techo se confunda con la luz mortecina de la maana neblinosa. Por debajo de la puerta del apartamento se filtraba un olor a comida. La seora Haag estaba preparando un estofado.

En medio del silencio que reinaba en la estancia se oa el bip-bip lejano de un mvil. David tard un buen rato en abrir los ojos. Despus se incorpor y mir a su alrededor. El bip-bip vena de la cocina. Se levant y fue arrastrando los pies hasta la puerta de la cocina. Cuando lleg, el bip-bip haba cesado. Sac el mvil del bolsillo de la chaqueta que haba dejado encima de la mesa. Esper la seal que le indicara que tena un mensaje. Volvi a la habitacin, se quit los zapatos, los calcetines, el pantaln y la camisa, y se meti entre las sbanas.

Le dola la garganta y la cabeza tambin. Ahora ya haca calor en el apartamento, pero deba de haber dormido unas cuantas horas, sin taparse, en la habitacin fra.

Tampoco su espritu estaba muy bien. Se senta como se siente uno despus de un sueo muy agitado, del cual ha despertado demasiado temprano y cuyo ambiente an le tiene atrapado.

Pero no se trataba de un mundo onrico. Se trataba del mundo de Peter Landwei, el protagonista de la historia que haba estado leyendo hasta que se le cerraron los ojos.

Peter acababa de cumplir los veinte aos cuando conoci a Sophie en la pista de patinaje. Se haba quedado, como tantas veces despus del entrenamiento de hockey sobre hielo, a mirar desde la banda lateral a las chicas que, cogidas de la mano, daban vueltas al ritmo de Doris Day, Perry Como y Billy Vaughn. La primera que le haba llamado la atencin fue Sophie, pues pareca que se haba calzado los patines por primera vez en su vida. Dos amigas la arrastraban sobre la superficie helada, mientras ella mantena las piernas separadas y las rodillas rgidas y cada par de metros se caa de culo. Tan slo cuando qued justo delante de l, sentada en el hielo y sin poder levantarse de la risa que le entr, comprendi l lo bonita que era la muchacha. De modo que salt por encima de la barandilla y la ayud a levantarse.

ste fue el comienzo de un amor lleno de obstculos. Sophie tena tan slo diecisis aos y unos padres muy severos. Y estaban en el ao 1954. Se encontraban en secreto para dar un paseo, ir al zoolgico y merendar en alguna cafetera donde nadie les conociera. Pero siempre haba gente. Cierto que Peter viva solo en una buhardilla, pero el riesgo que correran si se citaban all era demasiado grande.

Una tarde, cuando Peter, que era tcnico de radio, regresaba del trabajo, el padre de Sophie lo estaba esperando en la entrada de su edificio. Le amenaz con denunciarle. Y le arranc la promesa de no volver a ver a su hija.

Dos das despus, Sophie le esperaba delante de la puerta de su buhardilla. Se qued durante dos horas, y lo hicieron por primera vez, escriba Duster.

Una semana despus, Sophie haba desaparecido de la vida de Peter. Pasaron tres semanas hasta que le lleg una carta desde Lausana, donde Sophie estaba en un internado. El mismo da, Peter se subi a su moto y emprendi el largo viaje hasta Lausana. Llegado a este punto, David se haba dormido.

David no era nada aficionado a las historias de amor. Recordaba que en cierta ocasin, en la escuela secundaria, le haba aburrido la lectura de Romeo y Julieta en el pueblo, de Gottfried Keller. No poda entender los obstculos que se oponan a ese amor. No se vea capaz de interesarse por ese mundo lleno de tabes, dependencias y dificultades invencibles.

Pero esta historia era diferente. Tal vez fuese porque la haba encontrado en el cajn de la vieja mesilla de noche, y por la autenticidad que este hecho le otorgaba. Y tal vez tambin tuviese que ver con los sentimientos que haba despertado en l el breve encuentro, tan poco prometedor, con Marie. En cualquier caso, la historia de Peter y Sophie le emocion y esperaba que fuera escuchado el ruego del autor de que no acabara mal.

El mvil le anunci que tena un mensaje. Era de Tobas: Hola, David, s que ests durmiendo todava, pero necesito saber si vendrs a trabajar esta noche. Llmame enseguida.

David no se senta con fuerzas para trabajar hasta las tres de la madrugada en un club ruidoso y lleno de humo. Pero la idea de quedarse en cama mientras Marie tal vez apareca por el Esquina era todava peor. Aun cuando no lucra, tal vez tuviese la posibilidad de enterarse de lo que haba sucedido la noche anterior.

De modo que llam a Tobas y le dijo que se encontraba bien.

Pues por tu voz nadie lo dira.

Slo tengo un poco de ronquera, como tenemos todos en este pas y en esta poca le tranquiliz David.

Fue al fro retrete de la escalera, despus se duch y se prepar un t y una tostada. A continuacin volvi a acostarse, ya vestido con ropa interior limpia y un albornoz encima, arregl el montn de pginas ya ledas y recogi de la mesilla las que le quedaban por leer.

En 1954, se tardaban casi seis horas para ir en moto a Lausana. Hasta que Peter hubo encontrado el internado, situado en las afueras de la ciudad, pas otra hora ms. Estaba junto a la carretera, detrs de un elevado muro afectado por el paso del tiempo. Peter se sent en una taberna de pueblo, junto a una ventana con vistas a la entrada de la institucin, pidi un zumo de manzana y esper. Despus de dos horas largas se le acerc la duea del establecimiento, que tena cierta experiencia con los jvenes que se sentaban a esa mesa y le dijo que no vala la pena esperar ms, pues las chicas ya no saldran hoy. El francs de Peter era algo deficiente, por lo que tard un rato en comprender. Y cundo solan salir, consigui preguntar despus. Los jueves, le respondi la duea, si es que salan.

Al jueves siguiente volvi a sentarse a la misma mesa. Y, en efecto, poco despus del medioda se abri el portal y sali una columna de a dos de muchachas uniformadas, vigiladas por dos mujeres de aspecto severo que rondaran los cuarenta, y se dirigieron a la taberna.

Peter se levant de un salto y sali a la puerta. La columna pas por delante de l. Entonces la vio, la reconoci a pesar del uniforme. Ella tambin le vio y su mirada fue un ruego vehemente de que no se diera a conocer.

Poco despus recibi una carta en la que ella le peda que no volviera a presentarse si no quera causarle graves problemas. Pero le comunicaba las seas de la duea de la taberna, para que enviara all sus cartas.

El relato de los dos aos siguientes consista en una descripcin de los sufrimientos de Peter y extractos de sus cartas de amor. Pareca un listado de pruebas del gran crimen que Sophie cometi a continuacin: dej de amar a Peter.

Haba vuelto a casa, se haba dado cuenta de que l le pareca ahora un extrao y le confes, sorprendida: Ya no eres el hombre al que escrib esas cartas.

Peter persigui a Sophie con su amor, sus ruegos y amenazas, hasta que ella no vio ms remedio que intercambiar caricias con otro hombre, a la vista de l. En la misma pista de patinaje donde se haban conocido.

El deseo formulado al comienzo de la historia no se cumpli. Todo termin cuando Peter Landwei se estrell con su moto contra una pared rocosa.

Al leer la ltima frase, David sinti un escalofro. La frase deca: Y ese Peter Landwei..., se era yo.En realidad, la idea de David haba sido la de cenar en la Paz de las Montaas, con la esperanza de encontrar all a Ralph y descubrir algo acerca del ulterior transcurso de la noche anterior. Pero la historia de Peter y Sophie le haba dejado en un estado de nimo tan desesperanzado que prefiri quedarse en casa hasta el ltimo minuto, y comerse un falafel de camino al Esquina.

Fue una noche dura y difcil. El Esquina se llen an ms que otras veces, y los clientes se comportaban como si no fuera la Navidad lo que estaba ante puertas, sino el fin del mundo.

Los sntomas del resfriado de David empeoraban de hora en hora. La nariz le goteaba, apenas poda tragar y el humo de los puros, de los que el Esquina dispona en un humidor bien surtido, le provocaba una tos seca y dolorosa. Haca tiempo que los puros haban dejado de ser el privilegio de banqueros y publicistas.

Y Marie, la razn por la cual estaba dispuesto a aguantar todo eso, no apareca.

La buena noticia era que Ralph se sent a la hora acostumbrada en su sitio acostumbrado y entabl la conversacin de siempre. Si la noche anterior hubiese habido algo ms entre ellos, ella tambin habra venido, o l no estara all, al menos sa era la teora de David.

Probablemente fuera Rolli quien se haba acostado tarde, puesto que hoy no haba venido con el grupo. David aprovech esta excusa y cuando hubo anotado lo que iban a tomar, se atrevi a preguntar como de pasada:

Estuvisteis mucho rato ayer en el Volume?

Ralph pas por alto la pregunta y no respondi, pero Sergio s lo hizo.

Ni una hora, fue bastante aburrido.

Y adonde fuisteis despus? pregunt David, ms de pasada todava.

Yo me fui a dormir. Si quieres saber adnde fueron Ralph y esa chica, cmo se llamaba?, tendrs que preguntarle a l.

David se guard mucho de plantear esa pregunta. Ralph se limit a guardar un silencio significativo.

Esa certeza tal vez no fuese ms que una sospecha con cierto fundamento? hizo que la noche fuera an ms difcil para David. Cuando se hubieron marchado los ltimos clientes y las mesas quedaron limpias, tena tan mal aspecto que Tobas, mientras vaciaba la caja, le dijo:

Aprecio mucho tu esfuerzo, pero no vuelvas por aqu hasta que ests bien del todo.

David se senta tan mal que cogi un taxi, a pesar de que el trecho hasta su apartamento era corto. Una vez all, le escribi una nota a la seora Haag rogndole que al da siguiente, cuando fuera a comprar, le trajera pauelos de papel, un spray para la garganta y algn remedio fuerte contra la gripe. Sujet un billete de cincuenta francos al papel y lo meti por debajo de la puerta de la seora Haag. En realidad todava le quedaban algunos medicamentos en casa, pues era fcil coger fro all. Pero haba escrito la nota con la esperanza de que la seora Haag le trajera tambin algo de comer y, en general, le hiciera un poco de madre.

La seora Haag le haba explicado en alguna ocasin que le habra gustado tener nietos. Se senta triste por el hecho de que su hijo hubiera permanecido soltero, aunque por otra parte tambin estaba contenta, porque as lo vea ms a menudo.

Las preocupaciones y las ganas de charlar de la buena mujer a veces llegaban a atacarle los nervios a David, pero en ciertas situaciones, como la presente, estaba contento de saberla cerca. La mujer era una buena cocinera, a la antigua usanza, y su parloteo constitua un ruido de fondo que le serva de consuelo cuando se encontraba solo. No pretenda mantener un dilogo, el chismorreo sala de su boca como aire gastado y no esperaba respuesta. A veces la oa hablar a solas desde la escalera.

David no tena a nadie ms que pudiera ocuparse de l si enfermaba. Su madre se haba casado por segunda vez y viva en Ginebra, su padre viva en Berna con su tercera mujer. No tena hermanos ni otros parientes con los que pudiese mantener contacto.

Se tom una tila bien caliente, trag dos aspirinas y se meti en cama. Cuando apag la luz, vio el montn de hojas manuscritas en la mesilla de noche. Cerr los ojos y esper a que le hicieran efecto las aspirinas.

Pero una sensacin de incomodidad le oblig a encender la luz de nuevo, a levantarse y retirar el manuscrito de la mesilla de noche para dejarlo en la cocina.

7

A Marie le habra gustado volver al da siguiente al Esquina. Pero tal vez Ralph habra sacado conclusiones equivocadas. Ella le encontraba simptico y divertido, pero no precisamente irresistible. Tampoco tena ganas de empezar una nueva relacin tan poco tiempo despus de haber puesto fin a la ltima.

La culpa de que estuviera a punto de ir de nuevo al bar, a pesar de todo, la tuvo su madre, Myrtha.

Marie estaba sentada a ltima hora de la tarde delante de su pequeo escritorio, en su habitacin, luchando por acabar el Stechlin, de Theodor Fontane, acerca del cual tena que escribir su trabajo.

Al volver a casa tras sus clases, poco despus de las cuatro, Myrtha estaba todava en su habitacin. Haba pedido la baja, como suceda con frecuencia por esa poca del ao, y trataba su habitual depresin de diciembre encerrndose en su dormitorio, con las cortinas corridas. Marie se asom brevemente, y Myrtha la recibi con la frase:

Cuando Marilyn Monroe tena mi edad, ya haca diez aos que estaba muerta.

Quieres que te traiga una infusin o alguna otra cosa?

Un gin tonic sera lo ms adecuado.

Lo ms equivocado, quieres decir.

Pues un vodka tonic, entonces.

Te he preguntado si queras una infusin o algo parecido.

Bueno, puedes prescindir de la tnica.

Marie cerr la puerta y, al hacerlo, oy rer a su madre.

Cuando hacia las seis y media volvi a la cocina para prepararse algo de cenar, su madre sala del bao. Se haba puesto un vestido negro de cctel y llevaba un maquillaje de lo ms espectacular.

Vas a salir? pregunt Marie.

No, estoy esperando una visita. Y t, vas a salir?

As fue como Marie estuvo considerando seriamente la posibilidad de volver al Esquina. Pero despus prefiri ir al cine y a continuacin al Bellini, uno de los pocos establecimientos en los que se encontraba lo suficientemente a gusto como para ir sola.

Marie dej pasar tres das. Al cuarto, sali de casa poco despus de las diez de la noche, y se dirigi al Esquina.

El local todava no estaba muy lleno. Poca gente junto a las barras y las mesas altas. En cuanto a las otras mesas, an haba clientes cenando tapas y tacos y pinchos de satay, que era cuanto ofreca el Esquina para comer.

Los sillones donde sola sentarse el grupo de Ralph estaban vacos. Encima de la mesita haba dos rtulos de Reserva. Marie se detuvo, indecisa. No haba contado con esa posibilidad.

Esos nunca vienen antes de las once, pero si quieres puedes sentarte.

Era el camarero de la otra vez. Marie sonri agradecida y ocup el mismo silln que en la ocasin anterior.

Quieres tomar algo?

La pregunta sonaba como si tampoco fuera a pasar nada si contestaba con una negativa.

Marie pidi una copa de cava. El joven volvi con dos copas y se sent en el silln a su lado, dispuesto a brindar con ella.

Invita la casa.

Gracias. A qu debo el honor?

As, porque s. Y porque se acerca la Navidad.

Tomaron un trago. Tal vez sea uno de los propietarios, pens Marie. Pero cuando le observ, tan reservado y tan concentrado en mirar su copa, le pareci que no tena el aspecto de un empresario joven. Ms bien pareca un chico que ha crecido demasiado rpido y se est sometiendo a una prueba de valor. Tena una cabeza atractiva sobre un cuerpo algo desgarbado, llevaba el cabello negro muy corto y unas patillas puntiagudas, cuidadosamente afeitadas en sus contornos, pero que le llegaban hasta el inicio de las mandbulas, cosa que a ella le pareci algo estpido. Le llam la atencin el lbulo de la oreja izquierda, que pareca algo rojo e hinchado.

Me llamo David dijo l finalmente.

Yo, Marie respondi ella.

Ya lo saba murmur l y volvi a enmudecer.

Para romper el silencio, ella pregunt:

Y no tienes que trabajar?

S, claro.

Se levant.

No he querido decir eso dijo ella, aunque estaba bastante contenta de que l lo hubiese interpretado as.

El joven volvi a sentarse y tena todo el aspecto de estar pensando una frase. Despus la dijo:

Ahora todava no hay mucho que hacer, pero dentro de dos horas no habr manera de pasar entre la gente.

La contribucin de ella a la conversacin tampoco fue mucho ms ingeniosa:

Hace tiempo que trabajas aqu?

Desde que abrieron, en enero. En realidad, slo quera hacerlo por poco tiempo, porque no quiero dedicarme a esto.

Y a qu quieres dedicarte?

David se encogi de hombros y sonri.

Todava lo estoy pensando. Y t?

He estudiado decoracin, pero ahora estoy haciendo el bachillerato. Quiero ir a la universidad.

Yo tambin tengo casi acabado el bachillerato. Qu vas a estudiar?

Literatura.

Y despus?

Marie senta alergia a este tipo de preguntas.

Despus ya veremos. Para m, no se trata de un paso ms para hacer una carrera. Yo quiero estudiar literatura porque la literatura me interesa.

David se call, asustado.

Tal vez pueda trabajar en una editorial aadi Marie en tono conciliador.

El asinti.

Haciendo informes de lectura, o algo as.

El la mir fijamente y en silencio, como temeroso de volver a decir algo fuera de lugar. Para alivio de Marie, se les acerc alguien que s tena el aspecto de que el local le perteneca, al menos en parte. Pareca un tanto enfadado cuando dijo:

David, creo que te esperan en la barra.

David se incorpor.

Hasta luego murmur, mientras se alejaba. Dej su copa medio llena.

Marie no estuvo sola ms de cinco minutos, porque apareci Ralph en compaa de Sergio. Con su habitual entonacin irnica, pregunt:

Por casualidad hay algn asiento libre aqu?

El camarero dijo que poda sentarme tranquilamente.

David?

S.

A se le gusta pasarse de la raya.

Ralph se inclin hacia ella y deposit tres besos en las mejillas de la muchacha. Sergio le imit. Ola a alcohol y llevaba restos de pintura en las manos.

Ambos se sentaron y Ralph se hizo cargo de la conversacin, siempre con la autosuficiencia de un moderador experimentado.

Al poco tiempo fueron llegando Silvie, Roger y los dems. Media hora despus de haber llegado Ralph, a Marie le pareci que estaban siguiendo la misma charla, all donde la haban interrumpido cuatro das atrs.

8

Era viernes, y adems la penltima semana antes de Navidad. David luchaba por abrirse camino dentro del local, lleno hasta los topes, y redujo su vocabulario a: un instante, ya voy, un segundo, enseguida vuelvo.

Desde lejos pudo observar cmo Marie pareca sentirse relajada y cmoda en presencia de Ralph. Cuando se haba presentado sola, dos horas atrs, la haba encontrado algo tensa. Aunque tambin tena la sensacin de que ella se haba alegrado de volver a verle, y que apreciaba el hecho de que la hubiera invitado a una copa y se hubiese sentado junto a ella. Pero no haban llegado a sostener una conversacin de verdad.

Seguramente haba sido en gran parte culpa suya. La situacin no contribua a que se sintiera ms relajado, pues el local estaba a punto de llenarse mientras l se sentaba junto a la mujer ms bella del lugar, tomando una copa, y Tobas poda presentarse en cualquier momento para recordarle que estaba descuidando su trabajo.

Pero tambin ella estaba un tanto nerviosa, lo que haba contribuido a crear un ambiente poco propicio. Estara ella tan nerviosa porque le tena a l delante, como le suceda a l con ella?

De todos modos, Marie le haba pedido que se quedara cuando quiso volver al trabajo. Y se haba interesado por su vida. Y le haba hablado de la suya.

Literatura. Desde luego, en eso Ralph tena ventaja, una ventaja que pareca estar aprovechando. Cuando haba llevado las dos ltimas rondas al grupo, le pareci que Ralph haba renunciado a dirigir la conversacin, y se estaba concentrando en Marie. Los dems tambin estaban charlando en grupos de dos o de tres. Un cuadro poco habitual.

David se acerc a ellos y vaci los ceniceros. Un lujo absoluto, teniendo en cuenta las muchas mesas que le quedaban por servir. Pero era la nica posibilidad que tena de recordarle a Marie su existencia.

El Stechlin? exclamaba Ralph justo en ese instante, pues que te diviertas. Cuando leo a Fontane, siempre recuerdo la frase de Mark Twain: Cuando el hombre de letras alemn se sumerge en una frase, ya no vers nada ms de l hasta que vuelva a salir al otro lado de su Atlntico con el verbo en la boca.

Marie se ech a rer y David, que sostena una bandeja llena de ceniceros con colillas, se uni a ella.

Camarero, no se quede usted escuchando nuestras con versaciones le espet Ralph.

Y a David no le qued otro remedio que rerle tambin esa gracia.

Era ya tarde cuando David pudo salir al fin del Esquina. Los clientes ms pertinaces se haban quedado hasta las tres y media, y dieron las cuatro cuando lo hubo dejado lodo tal como las mujeres de la limpieza queran encontrarlo por la maana.

Marie se haba marchado a las dos. En compaa de Ralph y de los dems. Iban otra vez al Volume, segn haba podido enterarse mientras les cobraba.

A esas horas la entrada del Volume ya no estaba abarrotada de gente deseosa de entrar. Las pocas personas que haba, estaban despidindose. David entr y casi enseguida se top con Sergio, Silvie y Roger, que desde la barra miraban aburridos a unas pocas parejas que bailaban.

Dnde estn los dems? pregunt David.

Se han marchado le inform Sergio. Ralph y Marie ni siquiera han entrado.

Estaban cansadsimos complet Silvie con una sonrisa equvoca.

Maana les espera un da duro insisti Roger con el mismo tono.

David pidi un cuba libre y lo apur enseguida.

Camino de su casa, David dio un pequeo rodeo y pas por delante del edificio donde viva Ralph. En sus ventanas, en la cuarta planta, se vea luz.

David intent dormir, pero sin xito. A las cinco y cuarto se levant, encendi el ordenador y se puso a escanear pgina tras pgina el manuscrito de Alfred Duster.

Poco antes de las siete de la maana, alguien dio unos golpes en la puerta de su apartamento. David esper a que el escner terminara de leer la pgina que acababa de colocar encima del vidrio. Despus fue a abrir.

Era la seora Haag, que vesta una bata con dibujitos de gatos y llevaba una redecilla en la cabeza.

Se puede saber qu est haciendo? Desde hace rato oigo un rrumm, rrumm, rrumm-tac, rrumm, rrumm, rrumm-tac, justo al lado de mi cabeza. Cree usted que as se puede dormir, seor Kern?

Mir por encima de su hombro hacia la mesa donde estaban el ordenador, la impresora y el escner.

Es culpa de mi escner. Perdone, no saba que se pudiera or desde su apartamento.

Es que tengo la cama justo detrs de esa pared. Qu es un escner?

Un aparato que sirve para introducir imgenes y textos en el ordenador.

Y por qu hay que hacerlo de noche, si se puede saber?

Es que no poda dormir.

Yo s hubiera podido.

Perdone, ahora mismo lo apago.

Por m, ahora puede seguir, ya me tengo que levantar. Le examin de arriba abajo. Y la gripe?

Ya estoy curado.

Pero esa oreja debera verla un mdico, se le puede infectar. Adis.

Y volvi a su casa, arrastrando las zapatillas.

David cerr la puerta. Fue a la cocina y se mir la oreja en el espejo. Estaba ms hinchada y ms enrojecida que la noche anterior, y el ganglio linftico de debajo tambin se haba inflamado y le dola. A las ocho llamara a la consulta del doctor Wanner, el mdico de cabecera de cuando viva an con su madre.

De nuevo se sent delante del ordenador, coloc otra pgina en el escner y lo puso en marcha.

A la una, el despertador de su mvil lo arranc del sueo. La secretaria del doctor Wanner le haba citado a las dos de la tarde. Para conseguirlo, haba tenido que exagerar un poco los sntomas.

Mientras haca tiempo para llamar a la consulta, se haba entretenido en repasar un poco las primeras pginas del manuscrito escaneado. Las G maysculas exageradamente altas del original le causaban algn problema al software, al igual que las tachaduras efectuadas con una serie de X, y naturalmente tambin las correcciones, que por suerte eran pocas, escritas a mano en el margen del texto. Hasta las ocho estuvo rectificando errores de escritura, borrando signos extraos e introduciendo las correcciones.

Despus de la llamada se haba acostado y, por fin, se haba dormido.

9

Durante la semana antes de Navidad, a Marie le pareci que el suelo se haba hundido un poco bajo los pies.

El lunes, al finalizar sus clases, encontr una breve nota de Myrtha encima de su escritorio. Su madre estara fuera durante las fiestas. Kurt la haba invitado a su segunda residencia en Crans Montana. Le deseaba buenas fiestas y le dejaba un nmero de telfono.

Marie no tena ni idea de quin poda ser el tal Kurt. Pero se sinti aliviada al ver que durante unos das se ahorrara los cambios de humor de su madre, y que tendra el piso para ella sola.

Sin embargo, la primera noche ya se sinti sola en el saln, demasiado lleno de muebles, y de pronto se encontr a s misma en el Esquina, aunque se haba propuesto no volver a ir tan pronto a ese local. La realidad era que dorma poco, beba demasiado y tambin gastaba ms de la cuenta, ms de lo que se poda permitir.

Adems, las noches parecan repetirse. Se le acumulaba esa sensacin de deja-vu. Esa respuesta tan ingeniosa de Roger, no la haba odo en otra ocasin? Y Sergio, acaso no habla contado ya que las cubanas, antao, solan enrollar los Cohbas encima de sus muslos? Y David, el camarero, no se haba sentado ms de una vez en el brazo de un silln para preguntar si les faltaba algo?

Pero la razn principal por la que estaba deseando tomarse un descanso del Esquina, era Ralph Grand. No saba qu pensar de l. Era ingenioso y buen conversador, y le impresionaban sus conocimientos literarios. Pero a veces no estaba segura de si l no adquira esos conocimientos justamente para impresionar a la gente. A ello se aada que se mostraba cada da ms posesivo, y que a veces intentaba dar a entender delante de los dems que se acostaba con ella. Lo cual no era verdad.

A pesar de todo, la primera noche que tuvo el piso para ella sola, se fue al Esquina. Otro da reflexionara acerca de por qu lo haca.

El martes por la noche tena una cena de Navidad con sus compaeros de curso. Pero despus, en lugar de regresar enseguida a casa, se dirigi de nuevo al Esquina. En esta ocasin pudo excusarse en parte en su compaera Sabrina, que se empeaba en tomar todava una copa, pero la verdad es que Marie no tena por qu haberla llevado precisamente all.

Aunque aquello tuvo su lado bueno: observar el comportamiento de Ralph frente a otra mujer nueva. Lo cual aliment an ms la sospecha de que era un presumido, pues en cuanto se enter de que Sabrina era compaera de curso de Marie, empez a desplegar todo el fuego de artificio de sus saberes literarios. Algunos detalles le eran perfectamente conocidos a Marie.

Una vez en casa, decidi que estaba curada de su admiracin por Ralph.

El mircoles encontr una carta de l en el buzn. Contena una lista de obras crticas dedicadas al Stechlin, de Fontane, en total ochenta y dos entradas. Tambin adjuntaba unas notas escritas a mano. Cuando se public, ya se consideraba que era una novela aburrida, dada la pobreza de su contenido, deca, por ejemplo. O bien: Hugo Aust asegura que la novela es un documento del realismo posnaturalista. Verdad que suena bien? Ms an: Benz y Balzer acusan a Fontane de abrir el camino a la persecucin de los judos en el siglo XX. O tambin: Lo que a ti te parece aburrido es, segn Thomas Mann, una evaporacin de lo concreto, hasta el punto de que finalmente no queda nada ms que un juego artstico de sonido e ingenio.

En una tarjeta adjunta, Ralph haba anotado: Te envo un poco de material para que le des vueltas a tu problema con Fontane. Si necesitas saber algo ms, puedes llamarme a cualquier hora. Espero verte pronto. Y debajo de la firma y el nmero de telfono haba aadido una posdata: No tiene por qu ser siempre en el Esquina.

Tal vez fuese injusta con l. Tal vez el hombre no fuese tan superficial como le haba parecido ltimamente.

Aquella misma tarde, Marie hizo uso del ofrecimiento de Ralph y le llam. Despus de haber respondido a unas cuantas preguntas de ella en relacin con sus notas, quedaron para esa misma noche. Marie propuso el Bellini.

El Bellini era un local alargado, dividido en el centro por una barra ovalada y accesible desde ambos lados. Las paredes estaban cubiertas de espejos y bordeadas en toda su longitud por bancos tapizados de cuero verde. La barra tambin estaba dividida por un enorme espejo que separaba el bar en dos mitades idnticas, pero contrapuestas.

A quien no le gustara ver su propia imagen, era mejor que no acudiera al Bellini. Aunque eso no era frecuente, pues la luz amortiguada favoreca mucho. Sobre todo ahora que los rostros se vean baados por el fulgor de las velas de Navidad, que a su vez se reflejaban en el brillo de las bolas plateadas que colgaban de las ramas de abeto.

Ralph pareca otro. Ms atento, ms reservado, ms tranquilo. Era como si estuviese en territorio ajeno y este hecho le hiciese perder parte de la seguridad en s mismo.

Fue una noche agradable. Marie se vio obligada a revisar el juicio que se haba formado. Poda hablar con l de temas que eran de su inters, a diferencia de Lars, por ejemplo. Estando solos los dos, l no se mostraba tan presuntuoso, incluso era capaz de escucharla a ella, dejaba de lado su tono irnico y pareca hablar en serio.

Conforme pasaban las horas le pareci cada vez ms agradable, y admiraba sus manos delgadas y expresivas, cmo coga el vaso, los cigarrillos, el encendedor.

Ralph la acompa a casa. Ella se decidi y le propuso que subiera a tomar una ltima copa.

Cuando se despert, Ralph ya no estaba. Se haba marchado cuando an era de noche, y a ella no le pareca mal. As poda reflexionar con toda tranquilidad y comprobar cmo se senta. Antes de dormirse, el resultado haba sido bastante banal: en el mejor de los casos poda decir que se senta bien. Ahora, una vez despierta, su nimo haba mejorado incluso: haca tiempo que no se haba sentido tan bien. Pero nada ms.

El da se le hizo duro. Despus de las clases tuvo que trabajar hasta tarde, acabando una decoracin. Haba acordado con la propietaria de la boutique que los dos escaparates principales seran redecorados antes del fin de semana anterior a la Navidad. Con Ralph haba quedado en que ira despus del trabajo directamente al Esquina, siempre que no estuviese demasiado cansada.

Haba sido pura teora pensar que podra estar demasiado cansada para volver a ver a su amante despus de la primera noche. Pero cuando se quit las zapatillas de goma que llevaba para hacer los escaparates, estuvo pensando durante un instante seriamente en irse enseguida a casa.

Finalmente, s fue al Esquina. No tanto por las ganas de ver a Ralph como por el temor a que l, si no iba, la considerara una caprichosa.

En cuanto pis el Esquina, se arrepinti de su decisin. Dentro reinaba un ambiente ruidoso, estaba lleno hasta los topes, y ella tena ganas de todo lo contrario. Cuando el grupo de Ralph la salud, comprendi que, para ellos, la noche estaba tan avanzada que ella sera incapaz de ponerse a su altura.

Ralph la salud con un beso en la boca del que los dems tomaron nota con gran naturalidad. Como si estuviesen al da de los acontecimientos ms recientes.

Marie permaneca callada en medio de aquel animado grupo, deseando estar a solas con Ralph. No tanto porque ansiara tener mayor intimidad con l como porque esperaba que, sin pblico, l volvera a ser el mismo de ayer.

En cierto momento fue al lavabo y cuando sali vio a David, el camarero, que estaba junto a la puerta, como si la hubiese estado esperando.

Me dijiste que te interesaba la literatura dijo l.

Ella asinti y qued a la espera de algo ms.

Puedo darte una cosa para que la leas?

Qu es?

Un manuscrito.

Qu clase de manuscrito?

Un borrador. Slo para que me digas qu te parece.

Acaso escribes?

Un poco. Puedo drtelo?

Claro que s. Por qu no se lo enseas a Ralph? l entiende ms de literatura que yo.

David neg con la cabeza.

Por qu no?

Seguramente se reira de m.

Ella comprenda el reparo.

No quiero que se lo ensees a nadie ms.

De acuerdo. Ya me lo dars la prxima vez que venga.

David pareca ahora ms cohibido an.

Lo tengo aqu. Te cabe en el bolso. Lo seal. Espera un minuto.

Se meti por una puerta con el rtulo de Privado, y poco despus regres provisto de un grueso envoltorio.

Esto parece algo ms que la obra de alguien que escribe un poco observ ella con una sonrisa, mientras guardaba el sobre en su bolso.

Son unas ciento setenta pginas, pero a doble espacio.

Cunto tiempo me das?

El que quieras, no tengo prisa.

Antes de regresar a su asiento, ella le advirti an:

Por cierto, yo acostumbro a ser sincera. Te dir de verdad si me gusta o no.

El modo en que l asinti sembr en ella la duda de si sera capaz de hacerlo. Se apart, mientras l propona:

A lo mejor te da tiempo durante las fiestas.

Cuando, poco despus, sala con Ralph del Esquina, vio que David la miraba desde lejos. Tena todo el aspecto de estar necesitado de una sonrisa que le diera nimo, y ella se la dedic.

Marie tampoco se qued toda la noche. No tena ganas de despertar en medio del caos de libros, revistas, manuscritos, folletos, prendas de ropa y vajilla sucia que reinaba en el piso de Ralph. Su enamoramiento no llegaba a tanto, de eso estaba bien segura.

Tan segura estaba, que sobrepas una vez ms su presupuesto y se meti en un taxi para ir hasta su casa, trayecto que resultaba bastante caro.

El peso de su bolso le record el envoltorio que le haba dado David. Lo abri sentada en el asiento trasero y sac del sobre las pginas sujetas por una goma.

A la luz cambiante de las farolas que orillaban las calles, ley la primera pgina: SOPHIE, SOPHIE, se lea en letras maysculas. Y debajo: Novela. Y ms abajo: de David Kern.10

David cruz un aparcamiento cubierto de gravilla donde, desde que l viva en la zona, haba una caravana vieja. Caminaba sin rumbo, se senta incapaz de estarse quieto con todas esas dudas acerca de su propia persona.

Le suceda con cierta frecuencia: le vena una idea y se concentraba tanto en su puesta en prctica, que no le daba ni tiempo de preguntarse si era realmente buena. Tal vez tuviera algo que ver con el hecho de que era hijo nico, acostumbrado a dedicarse horas y horas de reflexin a s mismo y a su propio mundo.

Lo mismo le haba sucedido ahora en el caso del manuscrito. En un principio, su idea fue la de copiarlo sencillamente, enserselo a Marie, decir que lo haba descubierto y preguntarle si le gustaba. De este modo ella habra comprendido que David albergaba intereses similares a los de ella, y habra creado as un punto de partida comn para relacionarse.

La idea le pareci tan buena que la puso en prctica de inmediato. En lugar de llevar el manuscrito al da siguiente a algn sitio para que se lo copiaran, haba empezado aquella misma noche a escanearlo; as, lo presentara bajo una forma ms bonita y ordenada.

Durante toda una semana estuvo ocupado con la correccin de los errores de escritura y la introduccin de las propias rectificaciones de Alfred Duster. Durante todos esos das se sinti aprisionado por un mundo ajeno, el de los aos cincuenta, y absorbido por los pensamientos y sentimientos de Peter Landwei, que giraban nicamente en torno a su Sophie.

Fue la noche en que Ralph no se present y Sergio le inform de que haba quedado con Marie, cuando se le ocurri lo de cambiar el nombre.

En el mismo instante en que vio cmo el manuscrito desapareca en el bolso de Marie, comprendi que haba cometido un error tremendo al sustituir el nombre de Alfred Duster por el suyo propio.

Qu le haba hecho pensar que a Marie la impresionara tanto como a l la historia de Peter Landwei? Cuanto ms lo pensaba, tanto ms seguro estaba de que ella no vera en ese relato sino la historia de amor desvalida de un veinteaero intil que se derreta de lstima de s mismo. Al menos, podra haber dejado el manuscrito como una obra annima. O bien ponerle un seudnimo en sustitucin del nombre del autor y, segn la reaccin de la muchacha, dejar abierta la posibilidad de confesarle despus su autora, o no.

Hundi los puos en los bolsillos de su chaqueta guateada, alz los hombros y cruz por delante de una verja cubierta de restos de carteles.

Tena la oreja casi curada, gracias a los antibiticos que le haba recetado el doctor Wanner. Y haba reducido sus patillas a la mitad de su longitud. As se senta, al menos exteriormente, diferente de aquel David que haba cometido el error imperdonable de apropiarse de una obra ajena.

Ahora ya haca cuatro das que Marie tena el manuscrito. Cada da se martirizaba con la idea de que ella estara en su casa leyendo esas pginas, y que eso le provocara una extraeza creciente. O una diversin creciente. La imaginaba sentada en su silln preferido, muerta de risa. Cada noche haba sentido la tentacin de llamar diciendo que estaba enfermo, para no tener que enfrentarse a ella.

Pero hasta la fecha, sus temores no se haban confirmado. Muy al contrario, los breves encuentros fueron agradables. Ella no slo se daba cuenta de su presencia, sino que se diriga a l llamndole por su nombre, y le sonrea. A veces incluso le pareca que le dedicaba una sonrisa de complicidad.

Tambin la pareci poder constatar que la relacin con Ralph se haba enfriado, y la verdad era que dedicaba mucha atencin a observar con todo detenimiento esa relacin. Cuando los vea cogidos de la mano, le pareca que por parte de ella era algo ms bien consentido, pero no expresamente buscado.

En realidad, todo podra haber transcurrido a pedir de boca. Haba conseguido que ella le mirara con otros ojos, y tal vez tambin a Ralph. l podra haberse convertido, a los ojos de ella, en un camarero eventual pero de trasfondo interesante, que en sus horas libres se interesaba por redescubrir manuscritos perdidos, fuese cual fuese la calidad literaria de stos.

Cuando Marie se retiraba avanzada la noche, se despeda ahora con un Buenas noches, David. Las dos ltimas noches, cuando efectuaba su paseo de control por el Volume, a ella no la haba visto por all, pero en cambio s haba visto a Ralph.

Se haba dirigido entonces a su casa lleno de euforia. Pero en cuanto abra la puerta de su apartamento y su mirada recaa sobre el escner, recordaba el despropsito de todo ese montaje.

Tendra que haber renunciado a esa idea infantil de sustituir el nombre.

La ltima noche se haba despertado a las cinco de la madrugada con una visin horrible, la de que ese manuscrito corresponda a una obra publicada haca tiempo, y perfectamente conocida por toda persona avezada en cuestiones literarias. Se haba levantado y se haba puesto a buscar por Internet en los catlogos las libreras de obras recientes y antiguas, indagando y guindose por el ttulo del libro y el nombre del autor. Por suerte, no haba encontrado nada.

Despus haba vuelto a la cama para levantarse al poco rato, porque haba recordado la posibilidad de que hubiesen cambiado tanto el ttulo como el nombre del autor. Estuvo repasando en vano los programas de bsqueda por si hallaba algn dato referido a Peter Landwei y, al no encontrar nada, volvi a acostarse, tranquilizado a medias.

Ese mismo da volvera a ver a Marie. Era Nochebuena, y l haba tenido la oportunidad de asegurarle a ella que sera una noche como cualquier otra en el Esquina, todo muy normal. El da anterior, ella se haba marchado temprano.

Lo suficientemente temprano como para leer todava un poco antes de dormirse. A David le pareci perfectamente imaginable que fuese a sufrir el peor revs de su vida en una Nochebuena.

Estaba casi decidido a telefonear a Marie a media tarde, para confesarle que l no era el autor. Que si haba puesto su nombre era para proteger a un amigo que le haba pedido su opinin, pero con la promesa de no mostrarle a nadie ese borrador. No es que sonara muy plausible la explicacin, pero tampoco se le ocurra nada ms razonable.

El cielo pareca sucio, como si estuviese a punto de empezar a llover. O a nevar. David sinti