Salome, Lou - Nietzsche

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Salomé, sur Nietzsche

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NIETZSCHE

FALTAN LAS PGINAS 48 Y 49

NIETZSCHE

de Lou Andreas Salom

Traduccin: Ramn Alvarado Cruz

Juan Pablos Editor, S. A., 1984

Mexicali 39, 06100 Mxico, D. F.

ISBN 968-6039-28-7

Reservados los derechos

Impreso en Mxico

Captulo 1

SU PERSONALIDAD

Mihi ipsi scripsi! proclama Federico Nietzsche en sus cartas al finalizar

una de sus obras Y e! mas grani estilista de su e que al utilizar

estas palabras no habla a la ligera era mcomparatle en encontrar no

slo la frmula ms exacta para cada uno de sus pensamientos, sino

mas sa xpresar los matices mas sutiles Para quien sabe leer

1de Nietzsche estas palabras son muy reveladoras pues proyec

tan una claridad singular sc el misterio que cubre cada una de sus

ideas, sobre el manto movedizo y proteico que las sustrae a nuestras

miradas. Palabras que indican que, en el fondo, Nietzsche slo pensaba

para s mismo, que escriba slo para l, ya que tra en pensa

su propia sustancia.

Se ha dicho que la tarea del bigrafo consiste en explicar al pensador

a travs del hombre, y este mtodo nunca ha tenido mejor aplicacin

que en el caso de Nietzsche, porque en ningn otro escritor vemos

como la obra est unida de tal manera a su biografa interior. A Nietzsche

se le puede aplicar lo que l mismo deca de los filsofos: que era nece

sario juzgar los sistemas filosficos segn los actos de sus autores. Ms

tarde volvera sobre este mismo concepto, pero bajo una forma dife

rente: Paulatinamente he advertido lo que ha sido hasta hoy toda la

gran filosofa: una confesin de su autor y una especie de memorias

involuntarias e inadvertidas.

Esta era la idea fuerza en que estaba inspirado mi primer Ensayo

de una caracterizacin de Nietzsche. En 1882 yo haba ledo el esbozo de

la primera parte de la presente obra, as como fragmentos de la segunda

Parte. En cuanto a la tercera parte. el Sistema Nietzsche, no estaba

an escrita en esa poca. Mi caracterizacin fue creciendo rpidamente

en los anos siguientes, ya que a partir de ese momento, la publicacion

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de las obras de Nietzsche se efectu con suma rapidez.

Voluntariamente he centrado mi anlisis sobre los sprimordia les de la personalidad de Nietzsche,, porque slo stos permiten la comprensin profunda y la evolucin de su filosofa. Con el fin de dar mayor relieve a los aspectos esenciales de su pensamiento y de su ser, he intentado reducir a su mnima expresin, por un lado, todas las consideraciones puramente tericas, y por otro lado, las concernientes a su vida privada, limitndome slo a aqullas que guardan una relacin estrecha con sus libros. Porque los que quieran opinar sobre la significa cin de Nietzsche segn sus teoras, adoptando el punto de vista de los filsofos de oficio, se arriesgan a sentirse defraudados. En seguida lo abandonaran, sin haber comprendido la verdadera razn de su grandeza.

Qu es, entonces, lo que confiere tanta importancia a sus pensa mientos, si no su originalidad terica y lo que en estos pensamientos puede ser confirmado o rebatido por la razn? Es su dinamismo, es la fuerza viva con la que un ser se dirige a otro. Su principal virtud reside

citando una de las obras predilectas de Nietzsche en esta parte de su pensamiento que se podr seguramente contradecir pero nunca se lograr matar . Y, contrariamente, a los que trataran de centrar sus estudios en los acontecimientos exteriores de su vida, para asir la curva interior de su obra, pronto encontraran una envoltura vaca entre las manos, cuyo espritu habra desaparecido.

Porque se puede aseverar que Nietzsche no ha recibidd ninguna inspiracin del exterior. Todas sus vivencias han brotado del manantial profundo de su ser, y con frecuencia slo se han manifestado en un enfrentamiento consigo mismo, o en las reflexiones que ha ido acumu lando a travs de sus obras. La mayora de sus numerosos volmenes ha sido hecha partiendo de la suma de sus monlogos. Tomos que forman inmensas memorias y que son los mejores documentos a los que hay que recurrir para esbozar un retrato de su fisonoma espiritual. Esta ha sido mi ambicin: he querido estudiar la experiencia espiritual de Nietzsche en funcin de su personalidad, y as restituir a su filosofa su valor de confesin.

A pesar de que en los ltimos a es nombrado con ms frecuencia que cualquier otro pensador d p9a, y que muchos se esfuerzan en reclutarle nuevos adeptos o en propinarle cijticas injuriosas, podernos decir que los rasgos profundos de su personalidad son an des conocidos. Desde que una multitud de admiradores ha reemplazado al crculo limitado de fieles lectores que saba leerlo correctamente,

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desde que amplios sectores se han apoderado de sus escritos Nietzsche

ha sufrido el mismo destino que todos los autores de aforismos: algunos)(

f de sus aislados de su contexto, y, por lo tanto, ms aptos a

la docilidad de las interpretaciones ms dispares, han sido transforma dos en frmulas cmodas y han servido de consigna a una infinidad de

tendencias. Frmulas que son proclamadas en conflictos a los que Nisehe era completamente ajeno. Indudablemente, su gloria repenti na y la repercusin que rodean a su nombre que hasta el presente se haba mantenido casi en silencio han contribuido, en gran medida, a provocar estos equvocos. Pero esta situacin ha tenido como conse cuencia ocultar lo mejor de su personalidad. Lo ms valioso que tena para brindar ha pasado inadvertido: an ms, se ha visto relegado a una penumbra mucho ms profunda que antes. Actualmente son mu chos los que proclaman en voz alta su admiracin por la obra de Nietz sche, pero lo hacen con un fervor en el que no despunta el menor atisbo de espritu crtico. Aunque sin quererlo, con esta postura, justifican sus palabras tan amargas y desengaadas: Prest odos para escuchar un eco y recog alabanzas. No hay nadie que haya abandona do el vano tumulto de sus disputas cotidianas, para sumergirse en la soledad conmovedora de su alma. De todos ellos, slo algunos han acompaado durante su vida a este espritu insondable, familiar y enigmtico al mismo tiempo, cuyo cuerpo ceda bajo un peso abruma dor que, finalmente, sucumbi a una locura sobrehumana.

Por eso, parece que lo seguimos viendo de pie, rodeado por los heraldos de su gloria, y a l como un extranjero que no se ha unido a la tropa sino porque sus pasos lo han desorientado, que nadie le ha quita do el embozo de la capa que oculta su rostro. S, parece que lo vernos en persona, con esa lamentacin de Zaratustra en la punta de la lengua:

Todos hablan de m cuando por las noches se renen en torno al fuego; pero nadie piensa en m. Este es el nuevo silencio que he des cu el murmullo que se hace a mi alrededor, tiende un velo sobre mis pensamientos.

Federico Nietzsche naci el 15 de octubre de 1844, en Rkken, cer ca de Lutzen, pequea ciudad de la Turingia sajona, unida a Prusia en 1815. Era hijo del pastor de esa ciudad, y luego sigui a su padre cuando ste fue nombrado en Naumburg. Aqu curs sus primeros es tudios. Como deseaba consagrarse a la filosofa antigua se traslad, ms tarde, a la Universidad de Bonn, en donde estudi con el clebre fiJ-

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logo Ritschil. Trabaj con ese profesor casi exclusivamente, lo frecuent asiduamente y lo sigui a Leipzig en el otoo de 1865. Fue durante los aos transcurridos en la Universidad de esta ciudad, que tuvo lugar su primer encuentro con Wagner. Le presentaron al Maestro en la casa de la hermana del artista, la esposa del profesor Brockhaus, pero, anterior mente, ya se haba familiarizado con el pensamiento y las obras de Wagner.

esperar que Nietzsche hubiera pasado su examen de promocin, la Universidad de Basilea recurri a l para confiarle la ctedra hasta entonces ocupada por el fillogo Kiesling, nombrado en el Johanneum de Hamburgo. Nietzsche, que en ese momento tena 24 aos de edad, fue nombrado primer profesor adjunto, y luego profesor titular de filologa clsica. La Universidad de Leipzig le otorg el grado de doctorsin i previos. Nietzsche aunaba a sus funciones universitarias la ense anza del griego en la clase superior del Paedagogium de Basilea, una institucin mtermedia entre el instituto de la Universidad, en la que tra bajaban personalidades como el historiador Jacobo Burckhardt y el fillogo M

Pronto conquistara Nietzsche un gran prestigio entre sus alumnos. Tena la facultad de conquistar los espritus jvenes estimulando su celo y desarrollando sus talentos. En ese entonces Burckhardt deca de l: En Basilea nunca ha habido un profesor semejante. El historiador del Wei italiano era miembro del pequeo crculo de amigos ntimos que se agrupaba en torno a Nietzsche, con Franz Overbeck, historiador de la Iglesia y Henri Romundt, un filsofo kantiano. Nietz sche comparta con ellos una casa que la sociedad de Basilea bautiz como la cabaa envenenada de la publicacin de Las consi deraciones inactuales. En los ltimos tiempos de la estancia en Basilea, l llevaba una vida ms retirada acompaado por su nica hermana, Elisabeth, quien tena ms o menos la misma edad que l. Al cabo de unos aos Elisabeth se cas con un amigo de la infancia, Bernhard Foerster, con quien fue al Paraguay.

Nietzsche colabor como enfermero en la guerra de 1870. Al poco tiempo comenz a sufrir los primeros dolores de cabeza que fueron ca da vez ms frecuentes y te Segn l, estas dolencias eran de naturaleza hereditaria y haban provocado la muerte de su padre. En enero de 1876 era tanto lo que sufra de la cabeza y de la vista, que le fue menester hacerse sustituir en el Paedagogium. Desde entonces su estado empeor de tal manera que en ms de una ocasin estuvo al8

borde de la muerte. Varias veces evadido de las puertas de la muerte, torturado terriblemente por el dolor, vivo al da; y cada da encierra la historia de toda una enfermedad. Con estas desgarradoras palabras describe, en la carta a un amigo, los sufrimientos insoportables con los que ha vivido durante quince aos.

Le sirvi de poco pasar el invierno de 1876-1877 en el clima de Sorrento, en compaa de un pequeo crculo de amigos ntimos. Su amiga de toda la vida, Malwida von Meysenburg autora harto conoci da de las Memorias de una idealista y ferviente admiradora de Wagner, se haba unido a ellos partiendo desde Roma. El doctor Paul Re, al que estaba unido por una ntima comunidad de ideas y de sentimientos, acudi a verlo desde Prusia oriental. Un joven de Basilea que sufra de tuberculosis, llamado Brenner que no tardara mucho en morir se haba incorporado al crculo. Pero como la presencia de Nietzsche en el sur no haba aportado mejora alguna a su estado, tuvo que aban donar en 1878 el curso en el Paedagogium y en 1879 present su renuncia a la Universidad. Desde entonces se retir definitivamente del mundo y vivi algunas veces en Italia Gnova y otras en las monta as suizas, en la pequea aldea de Sus-Mara, en el Alto Engadin, cerca del desfiladero de la Maioj.

El desarrollo visible de U existencia aparentemente est terminado. Sin embargo, apenas ahora e . comienza su carrera de pensador. De tal suerte que el fflsofo-Nietzsche, de quien nos ocupamos aqu. comenz a manifestarse cuand conclua la curva exterior de su existen cia. Cuando analicemos las fase su evolucin y los acontecimientos decisivos que han marcado el curso de su vida, volveremos a ocuparnos eiiTorma ms detallada de esta p

La vida y la obra de Nietzsche pueden dividirse en tre das que se entrecruzan y se prolong cada uno de ellos en una dcada.

De 1869 a 1879 imparti sus cursos en la Universidad de Basilea. Esta actividad filolgica coincide con su amistad con Wagner y con la publicacin de su que haban germinado bajo influencia de la metafsica de Schopenhauer. Este periodo se extiende del ao 1868 a 1878, ao en que manifiesta una nueva orientacin filosfica con el envo al maestro de Bayreuth de su primera obra netai positiva:

Humano, demasiado humano.

Durante los aos posteriores a la guerra de 1870, Nietzsche hizo una amistad con Paul Re, que se prolongara hasta 1882. Pertenece a esta misma poca el Gay saber, su ltima obra inspirada en las coordenadas

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de la filosofa positivista.

En el otoo del ao 1882, Nietzsche tom la resolucin de abandonar durante diez aos toda actividadJiteraria. Al calor de esta etapa de silencio, se propona controlar rigurosamente la exactitud de sus nuevas doctrinas filosficas, que se inclinaban hacia lo misterioso, para luego entrar en la arena de 1892 como el heraldo de una nueva cultura. Sin embargo, no lograra llevar a efecto este proyecto. Fue, por el contra rio, en este periodo, cuando realiz una actividad casi ininterrumpida y guard silencio antes de que hubieran transcurrido los diez aos que se haba asignado: en 1889 padeci una crisis peor que las dems, que puso trmino brutal a su actividad intelectual.

Sin embargo, el lapso que precedi a su hundimiento, y que va desde su nombramiento en la Universidad de Basilea a la cesacin de toda actividad creadora, abarca diez aos y se extiende de 1879 a 1889.

La gente que lo frecuent durante los ltimos aos de sufrimientos recordar el aspecto sobrecogedor que presentaba no slo su fisonoma, sino adems, toda su persona. En ese entonces, los rasgos ms ntimos y perennes de su ser haban logrado abrirse paso a travs de las tormentas de su vida interior y aparecan a pesar de los esfuerzos que haca para negarls y disimularlos. Dira de buen grad que lo ms deslumbrante de su persona era un algo que constanten. se ocultaba a las miradas, pero que no obstante, sorprenda a prinv, vista: el martirio de una so ledad or1osamenteinconf

Sin duda que en un primer encuent con Nietzsche nada en l era revelador al observador superficial. E hombre de mediana estatura, de aspecto tranquilo y cabellos negros peinados hacia atrs, vestido modestamente aunque con sumo cui poda muy bien pasar inad vertido. Los rasgos finos y extraordi expresivos de su boca, estaban casi completamente cubiert por los mechones cados de su es peso bigote. Su risa era leve, y al hablar nunca elevaba el tono. Su mane ra de caminar tena algo de prudeiitey reflexivo, como un peso que le encorvara los hombros. Es difcil imaginar a este hombre en medio de una multitud; todo su ser estaba rnarcad2j el signo particular que ca racteriza a los s lo li para vivir al margen de los

Sus manos, por el contrar conquistaban las miradas. Eran in creblemente hermosas y fma y l mismo deca que revelaban su genio. En Ms all del bien y del mal encontramos una observacin sobre este tema: Hay hombres en los que el espritu es algo inevi

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table, aunque se vuelvan y se revuelvan como quieran, aunque oculten con las manos sus ojos reveladores, como si la mano no fuera traidora ella tambin.

En cuanto a sus ojos, stos eran realmente reveladores. A pesar de que los tena medio ciegos, de ningn modo era su mirada vacilante e involuntariamente escrutadora, como sucede en la mayora de los mio pes. Ms bien parecan guardianes que cuidaban sus propios tesoros, centinelas que protegen el acceso a un misterio impenetrable. Su vista enferma cubra sus rasgos con un encanto mgico, ya que en vez de reflejar sensaciones fugaces, provocadas por el torbellino de los sucesos exteriores, solamente dejaban traslucir las emociones que nacan de su propio pensamiento. Tena la mirada volcada hacia adentro, pero al mismo tiempo sobrepasando los objetos familiares pareca vagar por el infmito o, ms precisamente, sus ojos contemplaban su vida interior como si observaran el infmito. Porque su actividad ntegra era una exploracin del alma humana en busca de nuevos horizontes, en busca de esas posibilidades an no agotadas que no se cansaba nunca de crear y de transformar en el fondo de su pensamiento. Cuando se am maba como le ocurra a veces en nuestras conversaciones se vea encenderse una luz conmovedora en el trasfondo de sus pupilas, que inmediatamente se apagaba. Pero cuando estaba triste y amargado, su soledad se manifestaba por un humor sombro, casi amenazador, que pareca trepar de lo ms hondo de su ser de ese abismo interior en el seno del cual estaba siempre solo, y desde el cual con nadie poda com partir su soledad de este abismo que en ocasiones le haca estreme cerse de horror, y al fondo del cual su genio acab por zozobrar sin posibilidades de salvacin.

Sus gestos, su compostura toda, daban tambin una impresin de si- lencio, de reserva. Nunca dejaba de ser sumamente corts y de una dul zura casi femenina; su carcter era siempre tranquilo y afable. Senta un gran placer por el uso de las formas refinadas y elegantes de la vida y nunca dej de concederles suma importancia. Pero el goce que le producan estas formas de la educacin, proceda de que eran para l una especie de pudor, un disfraz que ocultaba una vida interior que trataba por todos los medios, que nunca trasluciera. Recuerdo que la primera vez que me habl fue en la Iglesia de San Pedro de Roma, en una maana de primavera sus gestos muy rebuscados y su forma de expresin me sorprendi y me indujo a error sobre su ser. Pero pronto me di cuenta de que este espritu solitario soportaba su mscara con

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tanta torpeza como el campesino el traje que acaba de comprar en la ciudad.

Uno pronto llegaba a plantearse sobre su ser la pregunta que l mis j mo formulaba en estos trminos: n todo cuanto un hombre deja en trever de s mismo, estamos autorizados a preguntar: qu es lo que

1 quiere ocultar? Qu pretende esconder a nu miradas? Qu pre

/ juicio espera despertar en nosotros? Y todava ms: hasta dnde llega el remarpiento de esta ocultacin? En qu errores incurre al disfrazar Lse s?j

exterior era el reverso de su soledad interjpr, esta soledad

a laluz de f&cii lo ms importante es tomar su vida espiritual y que constantemente crece a su alrededor, como cada vez ms, hasta sacarlo todo de s mismoj

Cuanto ms se asla del mundo, todo lo que deja entrever de su per sona se reduce a mera apariencia; pronto slo ser un velo tejido por su propia soledad, una superficie accidental frente a la cual detiene la mira da: Los hombres de pensamientos profundps, afirma, siempre tienen la impresin de ser unos cmicos en sus relaciones con los dems, porque, para ser interpretados se ven forzados a disfrazarse bajo lo que su pensamiento ofrece de mas superficial

Inciisdse puede considerar, que la forma terica ms adoptada por Nietzsche para expresar sus pensamientos forma parte de esta su perficie. Es tras de ella, en las profundidades mudas que oculta, donde es preciso buscar la experiencia interior de la cual han surgido estos pensamientos. Experiencia comparable a una piel, y que como toda piel, oculta ms cosas de las que muestra.

Porque aade o bien ocultamos nuestras opiniones o nos ocultamos detrs de ellas.

En este sentido es necesario comprender la hermosa definicin que da de s mismo cuando habla de los conquistadores ocultos bajo un manto de luz, de los que se esconden tras la claridad de sus propios pensamientos.

Cuando estudiamos cada uno de los periodos de su evolucin inte lectual, encontramos siempre a Nietzsche, pero cada vez oculto bajo una mscara. La expresin de su mscara es lo que nos brinda a cada momento la clave de su desarrollo. A todo lo profundo le gustan las mscaras.., a todo espritu profundo le es menester una mscara. Dir ms: en torno a todo espritu profundo crece y se expande en forma constante una mscara.

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Viajero errante quin eres?... Qu has hecho? Descansa aqu: es te rugar es hospitalario para todos. Reconfrtate! Y quienquiera que seas, dime lo que te gusta del presente, lo que te sirve de reconstituyente. Dio. Yo te ofrezco todo lo que poseo! reconstituyente? Hombre curioso, qu dices? Dame, te lo ruego... El qu? Habla!

Una mscara ms. Una segunda mscara!

Entonces nos sorprende comprobar que cuanto ms aumenta el tor mento de su soledad, ms disminuyen sus relaciones con otro que con sigo mismo, y tanto ms su disfraz adquiere un hondo significado. Su yo verdadero se borra cada vez ms, su alma va desapareciendo tras la apariencia con la que la cubre. Nietzsche comienza alabando a la me diocridad como mscara: La mediocridad es laj d las mscaras que un espiritu supenoi pu ir porque la mayo geril o ea los mediocres no dudan de que pueda tratarse de una ocul t y si con todo se pone esta en su presencia es para no irritarlos y a es incluso por compasion y por bondad

Partiend de esta mscara inofensiva, Nietzsche adopta sin cesar otras nuevas mscaras, para llegar a la mscara horrible tras la cual se oculta algo todava ms horrible: Av la locura misma es una mscara que oculta un saber fatal y demasiado seguro. Al final busca ui en la imagen engaosa de la risa divina, de aquel que rindose trata de transfigurar su dolor en belleza. De modo tal que en el ltimo periodo de misticismo filosfico lo vemos zozobrar lentamente en el abismo de ul sd en el silencio de la cual no es posible seguirlo. Por lo tanto no logramos asirlo, si no es mediante smbolos y - signos, o sea a travs de la interpretacin de su mscara sonriente de ideas; y l, durante este tiempo, se ha transformadot.en el que ha desaparecido para siempre

Sea cual fuera el grado de evolucin, esta soledad interior consti tuye el marco inmutable a travs del cual su imagen nos observa fija mente. Por mucho que se disfrace, siempre el portador del desierto y de la tierra santa, que lo rodea a dondequiera que vaya y las siguientes palabras escritas a un amigo, manifiestan una armona entre su existen cia exterior y su soledad interior: EL soledad absoluta me parece cada vez ms como mi frmula esencial, como mi pasin fundamental; a nosotros nos atae provocar este estado, en el seno del cual cre nuestras mejores obras, y es preciso saber sacrificarle muchas cosasj

Sin embargo, eran sus dolores fsicos la causa imperiosa que lo llevaba a transformar su soledad interior en una soledad exterior lo ms completa

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posible. Los dolores lo empujaban a rehuir el contacto, las relaciones con los dems, y slo le permitan el trato con un grupo de amigos ntimos. De todas maneras, las relaciones con stos eran en tate a tate, siempre tensas, tormentosas e intermitentes.

El dolor y la soledad son las dos figuras tutelares que velan sobre el destino de Nietzsche, y que, hasta el fin, van a guiar la marcha de su evolucin. Hasta el ltimo da, el dolor y la soledad no dejan de mos tramos su doble faz, porque para l son una fatalidad exterior y una necesidad interior a la vez, una ley impuesta por su espritu y grabada en la sangre. Porque sus dolores fsicos y su carcter solitario eran un mismo reflejo de su tragedia interior. Nietzsche mantena con ambos relaciones tan ntimas que no vacil en integrarlos a su destino: eran como dos compaeros austeros y predestinados. En este sentido un da escribira a una persona apenada por un duelo reciente:t afligido de saber que usted sufre, que est sufriendo por algo que le falta, por la prdida de alguien: para usted, el dolor y la privacin son un capricho intil y poco razonable de la vida, mientras que para m, son parte integrante de mi vida)

Nos encontramos aqu con uno de sus ms raros aforismos esparci dos en su obra, y que se relaciona con el valor del dolor como instru mento de conocimiento.

Nietzsche analiza la influencia que ejercen sobre el pensamiento los cambios de humor que produce la enfermedad y la convalescencia naliza estos estados de espritu hasta en las ms tenues modulaciones, y los persigue hasta las cimas en las que se logra la inteligencia pura. Una enfermedad como la que l padece, que se maiifiesta peridica mente, recorta la vida en fases diferentes e impone alternativas regula res al pensamiento. Ella confiere al ser humano la conciencia y la expe riencia de un extrao desdoblamiento. Permite que todas las cosas vuel van a renacer ante su espritu con una frescura renovada constantemen te con un sabor indito, dijo Nietzsche un da de manera sorpren dente y le permite posar su mirada siempre fresca sobre los aconte cimientos ms simples de la vida. La cosa ms insignfficante reviste a sus ojos una gran importancia. As, cada una de sus curas se transforma en una reencarnacin, y cada vez, el dolor es absorbido por la vic toria.

Nietzsche ha declarado que sus aforismos y sus obras son el re flejo, en cierto grado, de la naturaleza de sus sufrimientos fsicos. Pero las relaciones ntimas, que en l unen pensamiento y dolor, se manifies

14tan an ms claramente si examinamos su obra y su evolucin en con junto. En esta evolucin no logramos distinguir esas transformaciones insensibles que caracterizan la expansin intelectual de los que ascien den lentamente al encuentro de su grandeza. No se descubre una curva continua. Encontramos, por el contrario, una oscilacin perpetua entre los periodos de ascensin y de cada, semejante a las hojas de la temperatura, y que parece revelar una alternativa constante de crisis y de curaciones. Nos parece ver( su espritu se infecta y se cura alternativamente, y ello mediani poder de su propio pensamiii

Una profunda necesidad de su constitucin fsica lo imp quirir incansablemente nuevos conocimientos: una sed torturadora de curacin da impulso a su genio. Pero apenas lo logra, apenas disfruta del sosiego que le brinda el conocimiento adquirido, apenas lo asimila y le saca nuevas fuerzas, estalla un nuevo acceso de fiebre. Algo as como un desbordamiento de energa mental le acomete de nuevo y dirige contra l su invisible aguijn. De suerte que termina por enfer marse otra vez; y el que lo consume no es otro que l mism

La nica prueba de fuerza es el exceso de fuerzas, di en el Crepsculo de los dolos. Durante esta crisis es cuando su fuerza se violenta y se entrega a una lucha sin piedad. Durante esos excesos es cuando ella se inflige las torturas y los estremecimientos increbles de los que surgir jadeante pero fecundado su pensamiento. Todo cuanto no me mata, me da fuerza, y as se flagela no hasta el suicidio, sino hasta alcanzar un paroxismo de excitacin y frenes que lo deja cubierto de sangre.

Esta bsqueda del sufrimiento es, a travs de toda la evolucin de Nietzsche, manantial verdadero en el que bebe su genio. El mismo lo ha explicado de forma penetrante: El Espritu es la vida que socava ella misma a la,y con el propio tormento crece su propio saber sabas ya esto?... LUstedes conocen slo chispas del espritu_pero no ven el yunque que l es, ni la ferocidad de umartil1 Esta tensin del alma en la desgracia que le infunde la fuerza, los estremecimientos del espritu a la vista de los grandes cataclismos, su ingeniosidad y su valor para sufrir, para desafiar, para analizar, para explorar la desgracia, y todo lo que, siempre ha tenido de profundidad, de misterio, de mscara, de ingenio, de artificio, de grandeza. No le ha sido dado todo esto en el sufrimiento bajo la disciplina del gran sufrimiento?

Estas lneas nos muestran dos rasgos caractersticos de su personali dad: primeramente, el vnculo estrecho que une en Nietzsche la vida de

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la inteligencia y la vida de los sentimientos, la dependencia absoluta de su espritu respecto a las exigencias de su temperamento; y luego, la particularidad que convierte esta conexin en fuente de dolores siempre renovados. Cada vez que l quiere lograr la claridad suprema, la pura luz del conocimiento, es necesario que su alma entera entre en estado de fusin. Sin embargo, nunca le ser permitido a esta alma incandescente irradiar hacia afuera, esparcir a su alrededor una energa bienhechora; tiene que calcinarse en su propio ardor, consumirse en su fuego: aqu tambin, como deca Nietzsche en la carta anteriormente citada, el do lor era parte integrante de su vida.

As como los sufrimientos fsicos han sido causa y origen de su aislamiento progresivo, tambin en los sufrimientos psquicos habr que buscar las races de su individualismo exaltado. Los dolores lo conduje ron a subrayar el carcter nico de una soledad como la suya. La historia de este hombre sin equivalente es, del comienzo hasta el fin, una biografa del sufrimiento. Es una historia diferente radicalmente de la de todos los individualismos comunes, debido a que no tiene su raz en la satisfaccin de s mismo, sino enT con la que Nietzsche logra soportarse a s mi

Recorrer las alternativas de ascension y cada que jalonan su desarro. lb intelectual, es releer toda la historia de las torturas que se ha impues to. Este pensador no precisa de nadie para combatirlo: se encarga l mismo de hacerlo. Estas palabras de Nietzsche muestran su largo y do loroso calvario.

La fuerza maravillosa con la que logra triunfar de los sufrimientos ms despiadados que un ser puede infligirse, su manera de resucitar por los conocimientos nuevamente adquiridos parece que slo existen para tornar ms trgica la obligacin de dejar lo que cada vez acaba de conquistar: Aqu estoy, levanta la tienda y ven a mi encuentro, tales son las exhortaciones del Espritu al que debe obedecer. Y, sin vacilar, con una mano orgullosa arranca el tejado de su casa y se marcha a la bsqueda de las tinieblas, de la aventura, del desierto al que dirige entonces estas imprecaciones: Debo dar un paso ms con estos pies cansados y heridos, y, fatalmente contra las cosas ms hermosas que no supieron retenerme, me revuelvo ferozmente porque no supieron retenerme!.

No bien siente que est slidamente afmcado en una de sus posi ciones, l mismo verifica la exactitud de su pensamiento: El que con sigue su ideal, por este mismo hecho lo supera.

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La exigencia de tener que cambiar de opinin, de renovar en forma constante sus puntos de vista, se encuentra as profundamente anclada en el corazn de la filosofa nietzschiana. Esta necesidad de Nietzsche es caracterstica de los mtodos de investigacin. No en vano se llama a s mismo en Mds alid del bien y del mal:

Combatiente que supo la victoria

alcanzar sobre s, sus propios bros

domeando constante, ensangrentado y con sus mismas armas malherido?

La fidelidad que la mayor parte de los hombres conservan a sus propias convicciones queda reemplazada en Nietzsche por una infideli dad heroica que le exige sacrificar constantemente las ideas que le son ms queridas: No nos dejaremos quemar por nuestras opiniones, po demos leer en el Viajero y su sombra, por lo poco seguro que estamos de ellas. En cambio, nos dejaramos quemar por tener el derecho de sostener nuestras opiniones y de cambiar de opinin. Esta actitud queda tambin expresada con estas bellas palabras: calles n ca ante tiniismo nada de lo que pueda ser opuesto a tus ideas! Prom constituye el primer deber del pensador. Tambin es preciso que cada da hagas campaa contra ti mismo. El triunfo o la toma de un reducto son cosas que ya no dependen de ti; sino de la verdad; pero tu derrota tampoco es cosa tuya! El ttulo de estas lneas es: En qu medida el pensador debe amar a su enemigo. Pero este amor surge en l del presentimiento profundo de que el enemigo pueda convertirse en compaero en el futuro y de que las nuevas victorias slo son una promesa para el derrotado. Esta postura apasionada brota en Nietzsche de la certeza que tiene de que el alma slo alcanza a realizar su misin creadora al precio de una constante y penosa renuncia: El espritu nos salva de ser totalmente consumidos y reducidos a carbn... Libres del fuego, avanzamos entonces de opinin en opinin, empujados por el espritu.., traicionando noblemente todas las cosas. Tenemos que ser unos traidores y practicar la infidelidad; tenemos que abandonar constantemente nuestros ideales. Cuanto ms se encerraba sobre s, tanto ms este pensador solitario se vea obligado a escindirse en varios pensadores diferentes; era la nica manera que tena para salvaguardar su vida espiritual. La fuerza que le impone el dolor es una forma de instinto de conservacin. Evitaba el sufrimiento sumergindose total mente en un nuevo sufrimiento: Invulnerable soy nicamente en mi

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taln... Y slo donde hay sepulcros hay resurrecciones. As cantaba Za ratustra. La vida le confi tambin un da su ms profundo secreto:

Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a s mismo.

Ningn problema preocup tanto a Nietzsche como el enigma de su propia naturaleza, y no hay ninguno sobre el cual sus pensamientos hayan brindado una claridad ms luminosa. Todos los problemas del conocimiento se reducan para l a esta cuestin central. Cuanto ms su mirada penetraba en el fondo de s, cuanto ms se conoca, menos escrpulos tena en reconocer que toda su filosofa era una imagen reflejada y gigantesca de s. Cuanto ms progresaba, ms se afirmaba esta tendencia ingenua. As como algunos metafsicos han erigido sus conceptos en leyes universales, as Nietzsche ha querido tornar su a en smbolo del alma del mundo. De suerte que para esbozar su retrato en modo alguno es necesario analizar el conjunto de sus teoras, como lo haremos luego, bastar con examinar la estructura de su espritu.

La riqueza interior era demasiado grande para someterse sin esfuer zo a un orden riguroso: la vitalidad y la voluntad de fuerza de cada uno de sus instintos, de cada uno de sus dones, exigan rivalizar entre s. En l coexistan, en un estado permanente de tensin y conflicto, un msico maravilloso, un espritu libre, un reformador religioso y un poeta innato. Nietzsche invocaba frecuentemente esta ecuacin de fuer. zas para subrayar el carcter nico de su genio y era un tema que le agradaba tratar en las conversaciones.

Nietzsche se complaca en separar a los hombres en dos grandes categoras: los que tienen los instintos y las pasiones en estado de armona y gozan de una complexin equilibrada y sana; y los que tie nen los instintos y las pasiones en estado de guerra y se destruyen los unos a los otros. Comparaba a los individuos del primer grupo con la humanidad de los tiempos en que sta era an rebao. Cada hombre tena una individualidad y una voluntad de poder como miembro de una colectividad homognea e indivisa. Asimismo en los individuos del primer grupo, sus instintos y sus pasiones no son sino los elementos que forman parte de su carcter y slo existen en funcin del conjunto de su personalidad.

Por el contrario, las naturalezas del segundo grupo se hallan en un estado de crisis y conflictos perpetuos. Se asemejan a una ciudad cuyos ciudadanos estuvieran constantemente en guerra los unos con los otros:

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la personalidad se disuelve en un agregado de sujetos autnomos, movidos cada uno por pasiones e instintos divergentes. El estado de tensin y de anarqua que resulta de ello, slo podr ser derrotado por la dominacin de una potencia superior. Es necesario que una autoridad impuesta desde el exterior, dicte su voluntad a las fuerzas incoheren tes y le imponga la armona.

En los temperamentos del primer grupo, la adhesin del hombre a las decisiones del conjunto diniana de una operacin natural del instin to. Mientras que, en los del segundo grupo, la sumisin de las pasiones a una jerarqua rigurosa slo se lograr conseguir al precio de una encarni zada lucha.

Aqu es donde Nietzsche entrevi la posibilidad para el individuo de

*finiiarse en su ttalidad, merced a los sufrimientos impuestos a cada una de las partes. Aqu se halla la clula inicial, a partir de la cual naci despus su teora de la decadencia. Esta se puede formular de la siguien te forma: solamente acceder a la suprema riqueza del pensamien to y de la creacin ejque se flageja Es decir, que, a partir de estos datos, descubri el valor del herosmo estimado como ideal. Pudo llegar a esta conclusin impulsado por la falta de ar mona de su propia naturaleza. Nuestras faltas, afirmaba, son los ojos a travs de los cuales vemos el ideal. es lo que nos hace heroicos?: Enfrentarnos al mismo tiempo, con nuestros ms grandes dolores y con nuestras ms altas esperanzas.

Junto a estas lneas menciono tres aforismos que un da Nietzsche redact para m y que parecen expresar su idea de manera sorprendente:

La anttesis del ideal heroico, es el ideal del desarrollo armnico de to das las facultades humanas, una anttesis bella y, cun deseable! Pero este ideal no puede sino aplicarse a los seres fundamentalmente buenos (como Goethe, por ejemplo).

He aqu el segundo: Llamo herosmo al estado de espritu de un individuo que hace esfuerzos para lograr una finalidad;comparado con ella, l no cuenta para nada. El herosmo es la buena voluntad absoluta con la cual un ser consiente su propia destruccin.

Finalmente, el tercero: Los hombres que se esfuerzan por alcanzar la grandeza, generalmente son malos: es la nica manera de soportar- se a s mismos. No hay que interpretar aqu la palabra malo (como anteriormente la palabra bueno) en su acepcin corriente: sta no expresa un juicio de valor, ni siquiera un juicio cualquiera. Esta expre sin sirve siempre en su pensamiento para designar el estado de guerra

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interior que describimos anteriormente. Es lo que ms tarde llamar la anarqua de los instintos. Durante su ltimo periodo creador, Nietz sche extender estos conocimientos hasta tal punto que abarquen a toda la historia de las civilizaciones. La terminologa que utilizar en tonces, permite plantear la siguiente ecuacin:

Guerra interior= decadencia.

Victoria = destruccin de la humanidad con vistas a alcanzar una humanidad superior,

una super-humanidad.

Pero en su origen, estas concepciones se limitaban rigurosamente a su caso personal.

En efecto, vea en estos dos tipos humanos la naturaleza armo niosa u homognea, y la naturaleza heroica o heterognea la equi valencia a las dos categoras: la del hombre de accin y la del pen sador. En otras palabras, en una vea su tipo personal y en la otra su contrario.

Nietzsche atribuye a los hombres de accin una naturaleza intacta e instintiva, un alma de amo. Para permanecer fieles asu desarrollo natu ral stos tienen que templarse y endurecerse sin cesar, tornarse cada vez ms fuertes y ms seguros de s, y su energa contenida debe volcar- se en acciones sanas y vigorosas. Las trabas que el mundo exterior les pone, en vez de desanimarlos, son para ellos un estmulo: nada les resul ta ms familiar que el combate que sostienen con sus enemigos del exte rior; nada ms estimulante para su salud floreciente que su instinto b lico. Poco importa que su inteligencia sea mediocre o privilegiada: sta est siempre al servicio de la energa vital que en ellos se halla en estado de perpetuo brote. Su razn slo asimila lo que les resulta necesario o favorable; y rechaza con hostilidad todo cuanto pudiera menguarla, y nunca la razn se interpone en los objetivos que ellos puedan perseguir. La razn no ha sido quebrada; y su ambicin no estriba en seguir ca minos autnomos.

No ocurre igual con el hombre de pensamiento: en lugar de apiar sus instintos dispersos en un haz compacto que los protegera y conservara a la vez Nietzsche los incita a la discrepancia ms profun da. Cuanto ms extensa es la superficie que cubre los instintos, ms satisfecho se siente el pensador. Porque cuanto mayor sea la masa de las experiencias hacia las cuales dirigen sus instintos las antenas, tanto

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mayor ser el nmero de cosas que estos tocarn, vern, oirn y senti rn, y cumplirn mejor la funcin que se les ha atribuido: ser los servidores y los proveedores del conocimiento. Para el pensador, la vida es un medio para el conocimiento y Nietzsche grita a sus compa eros: Nosotros queremos ser nuestros sujetos de ensayo y de expe rimentacin. De tal forma que acaba por renunciar voluntariamente a su unidad, ya que cuando se siente ms complejo, ms se ama:

Quiero ser sencillo y raro, quiero ser dulce y severo, quiero ser limpio y astroso, quiero ser fino y grosero.

Mezcla de loco y de sabio, todo eso, a la vez, ser quiero, y lo soy, y por si es poco, paloma, serpiente y... cerdo.

Familiares en muchas provincias del espritu de que, al menos, hemos sido huspedes, y agrega en otro lugar, agradecidos a Dios, al diablo, a la oveja y al gusano, que se ocultan en nosotros.., poseyendo almas anteriores y posteriores, cuyas ltimas intenciones nadie penetra, primeros trminos y segundos trminos que nadie se atrever a reco rrer.., amigos innatos, jurados y celosos, de nuestra propia soledad.... El alma, en efecto, que posee la escala ms larga y que de lo ms profundo puede ascender: cmo no van a asentarse en ella la mayora de los parsitos? El alma ms vasta, la que ms lejos puede correr y errar y vagar dentro de s; la ms necesaria, que por placer se precipita en el azar: el alma que es, y se sumerge en el devenir; la que posee y quiere sumergirse en el querer y desear; la que huye de s misma, que a s misma se da alcance en los crculos ms amplios; el alma ms sabia, a quien con ms dulzura habla la necedad; la que ms se ama a s misma, en la que todas las cosas tienen su corriente y su contracorrien te, su flujo y su reflujo: oh, cmo no iba el alma ms elevada a tener los peores enemigos?

El que tiene un alma de esta envergadura extiende en todos los sentidos sus mil patas y sus mil tentculos; est incansablemente a la bsqueda de un ser, en las entraas del que pueda perderse a fin de huir de s: Cuando uno ha logrado encontrarse a s mismo,

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entonces hay que aprender a perderse a s mismo de vez en cuando, para encontrarse nuevamente; a condicin, por supuesto, de que uno sea un pensador. Puesto que nada resulta tan daino para ste, que el estar siempre unido a la misma persona. Aunque en forma diferente, los versos siguientes manifiestan el mismo pensamiento:

El solitario

Yo no he nacido ni pastor ni oveja. Ni rey quisiera ser, ni gobernado. El que no fue cruel para s mismo que nunca aspire a la embriaguez del mando. Slo aquel que terror logr infundimos podr ceir de emperador el manto. Ni a mi propio gobierno aspiro nunca. Despierta mi entusiasmo

la anarqua de bosques y de mares, y perderme en su arcano seno, y por un momento acurrucarme en el desierto rido.

Y llamarme a m mismo desde lejos, de ser mi propio seductor tratando.

Este pequeo poema se llama El solitario, o sea, el que ms comple tamente se ha alejado de las exigencias y de los conflictos del mundo exterior; porque un hombre as, totalmente absorto por su vida inte rior, pierde todo instinto de agresividad, a medida que en l aumenta la preocupacin por las guerras y los combates, las victorias y las derro tas que sin cesar inflige a sus propios instintos. Lo que busca en la sole dad necesaria de su meditacin es una coraza protectora contra el choque de los acontecimientos porque en s l es ya un campo de bata lla, un furioso torbellino de golpes y de heridas; por tanto ser lcito aplicarle al pensador la siguiente definicin: Un filsofo es un hombre que experimenta, ve, oye, sospecha, espera y suea constantemente cosas maravillosas, que se siente impresionado por sus propios pensa mientos, como si stos viniesen de afuera, de arriba, o de abajo, como por una especie de acontecimiento, como rayos que l slo puede sen tir, porque quiz l mismo es una tempestad, siempre preada de nue vos rayos. Sin embargo, el hecho de pensar en nada disminuye la hos

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tilidad recproca de los instintos. Es ms, la exaspera. Pero el que ana lizase los instintos fundamentales del hombre con la intencin de saber hasta qu punto han desempeado, aqu sobre todo, su papel de genios inspiradores (demonios y duendes quiz), reconocera que esos instin tos han hecho de todos filosofa, y que el mayor deseo de cada uno sera representarse como fin ltimo de la vida, teniendo calidad para dominar a los otros instintos. Pues todo instinto est vido de emocin, y, como tal, aspira a filosofar... Por el contrario, en el fillogo no hay nada de ini y en particular su moral es testimonio decisivo y absoluto de lo que l es, es decir, en qu relacin se encuentran entre s los instintos ms ntimos de su naturaleza.

Sin embargo, el solo hecho de transmutar esta guerra interior en conocimiento, le otorga un valor redentor. Porque obligando a cada uno de sus instintos a rivalizar por la conquista de un objetivo nico, el filsofo asigna a cada uno de ellos la finalidad, la orientacin que le es ms propicia. La dispersin de los caprichos, la tirana del azar se halla as derrotada. Los instintos convergen hacia un hogar nico. Por ms que se sometan a un poder superior, por ms que se tomen los servidores y los instrumentos de la voluntad, continan siendo salvajes y belicosos. Sin embargo, en la lucha han cambiado de imagen: se han tornado semejantes a los hroes cuya vocacin es combatir y ofrecer su sangre. En la entraa de la disciplina que se les impone se eleva el ideal heroico que les seala la nica senda que conduce a la grandeza. El peligro de la anarqua se encuentra as conjurado a favor de una organi zacin colectiva de las pasiones y de los sentimientos.

Recuerdo la comparacin que Nietzsche haca un da para carac terizar el placer que siente el filsofo ante la vastedad y la profundidad de su propia naturaleza: Me parezco a una vieja fortaleza, azotada por las intemperies, que tiene muchas bodegas y stanos ocultos; an no he descendido a mis subterrneos ms oscuros; an no he penetrado en mis recintos ms profundos. No formarn stos la subestructura de todo? No deberamos poder elevarnos de nuestras extremas profundidades y brotar sobre un punto cualquiera de la superficie de la tierra? Y cada uno de los pasillos sombros no debera siempre conducirnos a nos otros?.

Nietzsche ha expresado un pensamiento semejante en el aforismo que intitula El suspiro del que busca el conocimiento: Oh, mi avi dez! En esta alma no hay desinters; por el contrano, un yo que desea todo, que, a travs de muchos hombres querra ver cmo son sus

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propios ojos, un yo que recoge an todo el pasado, que no quiere per der nada de lo que podra pertenecerle. Maldita sea esta llama de mi avidez! Oh, en cuntos seres veo mi reencarnacin! De tal suerte que el deseo de abrazarlo todo, de absorberlo todo, que caracteriza a las naturalezas sin armona y sin estilo acaba por convertirse en una prerrogativa: Si intentsemos crear una arquitectura segn el modo de nuestra alma..., el Laberinto debera ser nuestro prototipo. Pero no un laberinto en cuya profundidad el alma pueda zozobrar: sino un ddalo cuyos oscuros meandros recorra el alma para lograr la luz del conocimiento: Yo os dillo: incluso es necesario tener caos d de s para poder darj una estrella danzarina. Este mismo pensamien to d se aplica al alma nacida para realizar su destino sideral, creada para responder a la llama de la luz, porque sta es la sustancia de la que est formado su genio, el objeto de su ltima y ms ntima transfiguracin.

Nietzsche ha descrito bajo el ttulo: Una especie de sombra clara, la manera en que el alma transforma su oscuridad en claridad: De inme diato, junto a los hombres totalmente oscuros se encuentra, general mente, y como unida a ellos un alma de luminosidad. Esta es, de alguna manera, una sombra negativa, un resplandor que los hombres irradian. Cuanto ms peligrosos y tirnicos son estos hombres, tanto ms su propia naturaleza se confunde con la tiniebla, es decir, ms violentas son las pasiones que nutren su hogar interior, y tanto ms su alma lumi. nosa es brillante y radiante. La frmula de la combustin difiere, segn la concepcin que el pensadrtenga del conocimiento. Las ideas de Nietzsche han variado a lo largo de las diversas etapas de su evolucin, y vemos que estas transformaciones van siempre acompaadas de otras paralelas en su jerarqua de los instintos. Podemos incluso afirmar que la historia de su espritu est compuesta en su conjunto por una su cesin de imgenes que l mismo nos ha legado, desde sus primeros en sayos hasta su ltimo periodo creativo. En ese preciso momento, toda su vida queda reflejada en sus teoras: su alma de las tinieblas y de la luz se han tornado en smbolos de lo humano y de lo sobrehumano.

El proceso intelectual que esbozamos, es idntico a travs de to das las metforas del pensador. Dice Nietzsche: Cuando se tiene carcter, hay en la vida un acontecimiento tpico que se repite. Y tal era, en efecto, el acontecimiento tpico que le era destinado. Suceso al que l no cesaba de asestar los golpes ms violentos, hasta el da en que a travs de stos acab destruyndose.

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Antes o despus, Nietzsche estaba destinado a ser la vctima. Al igual que este proceso cada vez le brindaba curacin y exaltacin, encerraba tambin en estado latente el instante patolgico que ter minara aplastndolo. De todas formas, la lgica de esta deduccin no se manifiesta de inmediato. Un ser con capacidad de curarse por s mismo, se dir, no da muestras de poseer una salud por lo menos tan vigorosa como la que brinda armoniosamente la naturaleza? Ms an: no da una prueba evidente de su vitalidad apoyndose justamente en el mal que lo corroe, y transformando en energa la fiebre que lo consume? Puesto que su agona es un aguijn, y le irradia a su mente algo ms de lucidez, no ser necesario que su salud absorba la lucha y la enfermedad?

Cuanto ms se aproximaba el ocaso de su vida, o sea, cuanto mayor era su enfermedad, ms deseaba que se interpretase bajo este prisma la historia de sus dolencias. Era, afirma Nietzsche, la historia de una larga cura. Y sin lugar a dudas, esta naturaleza prodigiosa asediada de todas partes por el dolor y las contradicciones, supo tomar posesin de s admirablemente, recobrarse y curarse merced al ideal del conocimiento que se haba fot Pero tras lograr la salud tan deseada, solamente un deseo le quedaba a su alma: sumergirse nuevamente en el fragor de las luchas. Era ella una necesidad que nada poda calmar. Tras haber sido el artesano de su propia salvacin se las ingeniaba para inventar nuevos conflictos. Entonces el alma se enfrentaba a s misma y suscita ba un torbellino de estados patolgicos. Quien alcanza su ideal, lo so brji de golpe porque su gran dicha es su desdicha su gran luz la o esta verdad le pareca a Nietzsche ms elevada que todo conocimiento y ms valiosa que toda curacin: Imponerse al sufri miento: La mayor audacia del pensamiento es, a menudo, la seal de un alma inquieta que trata de embrutecerse.

La salud no es en Nietzsche una potencia superior que triunfa de las enfermedades como de fenmenos secundarios y las convierte en instrumentos que ella maneja a su antojo. Salud y enfermedad se determinan recprocamente, y la una est presente en la otra. La presin que produce su dualidad hace estallar el alma, desgarrndola de arriba a abajo.

En la base del proceso psicolgico que acabamos de analizar encontramos una ruptura de este orden. A simple vista parece que la orientacin nica impuesta a la multiplicidad de los instintos y a la dis persin de las pasiones, inherentes a las naturalezas desarmnicas,

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tuviera como efecto reducirlas a unidad. Nada resulta ms exacto. Pero como esta reagrupacin se realiza en la entraa de un alma desgarrada, uno de los instintos alcanza a imponerse sobre los otros: dicho en otras palabras, la multiplicidad queda transformada en una duali dad, sobre todo siendo, como es, fruto de un esfuerzo violento. As como la salud no triunfa sobre la enfermedad absorbindola, tampo co el instinto dominante logra asimilar el contenido total de la vida anterior. Aunque contina preso de su yo pasado, el filsofo se observa a travs de los ojos del espritu, como una segunda entidad diferente de s mismo. Este yo nuevo, puede quebrarlo, pero no trascenderlo. La ruptura que se produce es entonces tan profunda que le da al individuo la ilusin de que el objetivo hacia el cual tiende, es ajeno a su ser. Arrastradas por este terror, todas las fuerzas se anticipan al conocimiento, como si quisieran escapar de s mismas y del conflic to que las aflige.

Podra interpretarse que este desdoblamiento permite al hombre identificarse con la totalidad de la vida, ya que sus instintos son eleva dos a un grado supremo de lucidez con respecto a la razn, y que su pensamiento adquiere una vitalidad prodigiosa al vivir el mundo de las emociones y de las sensaciones. Sin embargo, nada de eso es as. La reflexin se inclina a paralizar la manifestacin de los instintos, y la violencia de las pasiones tiende a desmembrar la soberana de la inteli gencia. De tal forma que la brecha no deja de ensancharse: la ruptura del ser global acaba provocando la ruptura de cada una de las partes.

Cmo un error tan evidente puede transformarse en manantial de redencin y de goce? Cmo una ilusin as puede Henar de fervor y transfigurar un ser, aunque sea mediante las enfermedades y las torturas que se inflige? Este punto nos sumerge en el meollo del problema de Nietzsche; por l logramos asir las relaciones misteriosas que unen, en esta personalidad, la salud y la enfermedad. Porque, si al repartir en dos grupos homogneos e independientes la suma de los instintos aislados que lo integran, el individuo percibe en s la presencia de dos personali dades distintas, al conferirle a una de las personalidades la misin de mandar y a la otra la de obedecer, establecer entre eHas una diferen cia de nivel, que le incitar a considerar a una superior a la otra. Si el individuo consiente voluntariamente en inmolar su personalidad infe rior, y la brinda e sacrificio a su personalidad superior, experimentar entonces una exaltacin religiosa. En su alma atormentada, en la que se procura consumar el ideal heroico de su propio holocausto, manar un

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sentimiento de fervor y de adoracin. Sentimiento que se volcar sobre s mismo, ya que es no slo la vctima sino, adems, el dios al que va co sagrado este sacrificio.

De todas las tendencias fundamentales de Nietzsche, ninguna estaba tan profundamente enraizada en l como su instinto religioso. Si hubiera nacido en otra poca, nunca este hijo de pastor hubiera sido un libre. pensador. Sin embargo, las influencias del siglo que le toc vivir, orienta ron su mente hacia las investigaciones filosficas, de manera tal que no logr satisfacer sus aspiraciones profundas como su necesidad de salud, por ejemplo sino por la va indirecta y enfermiza. O ms bien, lo logr a costa de replegarse sobre s mismo, en vez de apoyarse en una fuerza exterior de la cual l hubiera sido uno de los elementos integran tes e tal suerte que Nietzsche logr un objetivo totalmente opuesto al q e se haba asignado: no la unidad armoniosa de su ser, sino su divisin trgica; no la fusin de todos sus sentimientos en una indivi dualidad sino su escisin en una dualidad. Si conoci la salud, ello fue a travs de la enfermedad; y si su genio pudo afirmarse y manifes tarse, fue al precio de una constante y cruel autodestruccin.

Por eso la poderosa emocin religiosa, fuente de toda su filosofa, se torna un nudo apretado de tendencias contradictorias; su propia inmolacin y su propia asuncin; la agona de su destruccin y la voluptuosidad de su divinizacin; las torturas de la enfermedad, y los placeres de la curacin; los xtasis de fuego y una inteligencia de hielo. Observamos cmo se opera aqu la unin de tendencias aparentemente irreductibles: el desbordamiento espumoso de las fuerzas supertensas; su cada vertiginosa en un abismo tenebroso; y luego la ascensin hacia la luz, hacia los conceptos ms etreos del espritu, ms delicados, el impulso ciego de una voluntad que trata de liberarse del peso aplastan te, producto de la abundancia y de la superabundancia de sus tendencias contrarias, un caos que quisiera engendrar un dios, que debe engen drarlo.

En el hombre se renen criatura y creador, en el hombre se da la materia, el fragmento, la exuberancia, el limo, el barro, la locura, el caos: pero en el hombre est tambin el creador, el escultor, la dureza del martillo, la contemplacin divina del sptimo da. Ahora com prendemos que un dolor ininterrumpido y una divinizacin constante de s, son dos estados psicolgicos que se determinan recprocamente, puesto que cada uno de ellos engendra constantemente su contrario. Nietzsche descubri esto en la historia del rey Vicvamitra. Yo recor

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dar aqu la clebre historia del rey Vicvamitra, que adquiri, con las torturas que se impuso por espacio de miles de aos, tal sentimiento de podero, tal confianza en s mismo que trat de construir un nuevo cielo... y cualquiera que sea el que ha construido alguna vez un nuevo cielo, en cualquier poca que haya sido, no ha hallado el poder necesa rio para ello ms que en su propio infierno.

En Aurora hallamos otro aforismo en el que Nietzsche evoca esta leyenda; viene este aforismo tras una pgina en que describe a los enfer mos que tienen necesidad de poder y que se eligen a s mismos como el objeto ms digno de sus tormentos y de sus deseos: El triunfo del asceta sobre s mismo, su mirada dirigida al interior, percibiendo al hombre desdoblado en un ser que sufre y en un espectador, y que, desde entonces, no mira ya ms el mundo exterior sino para recoger en l, en cierto modo, lefa para su propia hoguera; esta misma tragedia del instinto de distincin en la que no queda ya ms que una misma persona que se carboniza en s misma...; este pasaje que describe todas las formas posibles de la ascesis, acaba con estas lneas: ENo se podra preguntar si el movimiento circular en la aspiracin a la distincin ha llegado justamente a su punto de partida, si, con el asceta, ha logrado su ltimo extremo? Ese crculo no podra ser recorrido por segunda vez manteniendo la idea fundamental del asceta y al mismo tiempo la del dios compasivo?

En Humano, demasiado humano, Nietzsche dice acerca de este tema:

La mayor parte de las formas del ascetismo no son ms que las ma nifestaciones sublimes de una cierta presuncin de s. En efecto, algunos hombres tienen tal sed de ejercitar su fuerza y su instinto de domina cin que, carentes de otros objetivos.., terminan tiranizando determina das partes de su ser. Esta tortura de s mismo, esta burla de su propia naturaleza, ese spernere se sperni, que tanto han usado las religiones, es en verdad de un alto grado de vanidad... El hombre siente verdadera voluptuosidad al infligirse una violencia por exigencias excesivas, y a deificar luego un no s qu que impera tirnicamente en su alma. Y luego afirma: En realidad para l solamente se trata de descargar su emocin; entonces para disminuir su excitacin, de buen grado se lanza sobre las bayonetas de sus enemigos y hace con ellas un haz que se hun de en el pecho.

Y aade: Flagela la divinizacin de s mismo por el desprecio de s mismo y por la crueldad; se regocija avivando sus instintos ms crueles... sabe que es un obstculo para sus pasiones, por ejemplo, la del extremo

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deseo de poder, de tal manera que sbitamente, se vuelve sumamente humilde, y a travs de la violencia del contraste su alma acosada se exaspera... Lo que en el fondo busca es una especie de extrao placer, en el fondo del cual quiz todos los dems placeres se encuentran imbricados. Novalis, una de las autoridades en materia de santidad alcanzada por la experiencia y por el instinto, un da revel el secreto con un goce ingenuo: Resulta sorprendente, dijo que la asociacin de la voluptuosidad, de la religin y de la crueldad, no haya llamado la atencin de los hombres desde hace mucho, sobre el parentesco ntimo de estos sentimientos.

Motivo por el cual un estudio profundo de Nietzsche no podra en sus grandes lneas, ser ms que un estudio de psicologa religiosa. Y slo en la medida en que haya sido estudiado este campo del espritu, ser posible arrojar algo de luz sobre el hondo sentido de su obra, de sus sufrimientos y de sus apoteosis. La evolucin de Nietzsche es conse cuencia de su temprana prdida de la fe religiosa. Evolucin que tiene su origen en el temor de la muerte de Dios, esta emocin inaudita cuyos ltimos rugidos repercutirn hasta en la cuarta parte de Zara tustra.

Lo que trata de descubrir a travs de las distintas formas de divini zacin de s es un sustituto por el dios muerto. En ello podemos ver la supervivencia del instinto religioso en un librepensador, instinto que permanece muy fuerte, inclusive despus de haberse hundido el dios al que se diriga. A este dios le podemos aplicar la bella imagen de Nietzsche: Ya se ha puesto el sol, pero alumbra y abrasa todava el cielo de nuestra vida, aunque ya no lo veamos.

Es necesario tambin leer en el Gay Saber este emocionante Aps trofe del insensato; se ha ido Dios? Yo se los voy a decir, les grit. Nosotros lo hemos matado, ustedes y yo! Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, cmo hemos podido actuar as? Cmo he mos podido vaciar el mar? Quin nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? Qu hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? A dnde le conducen ahora sus movimientos? Le jos de todos los soles? No caemos sin cesar? Hacia adelante, hacia atrs de todos los lados? Hay an un arriba y un abajo? No erramos como a travs de una nada infinita? El vaco nos persigue con su hli to? No hace ms fro? No ven oscurecer cada vez ms? No es preci so encender linternas en pleno medioda? No omos an el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? Nada sentimos an de la descompo

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sicin? Tambin los dioses se descomponen! Dios ha muerto! Y so mos nosotros quienes lo hemos matado! Cmo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre asesinos? Lo que el mundo tena de ms sagrado y ms poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. Quin bo rrar de nosotros esta sangre? Con qu agua podremos purificarnos? Qu expiaciones, qu juegos nos veremos obligados a inventar? La grandeza de este acto no es demasiado grande para nosotros? No esta mos forzados a transformarnos en dioses, a! menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo accin ms grandiosa y las futuras generaciones pertenecern, por virtud de este acto, a una historia ms elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia.

Nietzsche, durante su ltimo periodo creador, respondi a esta explosin de angustia y de esperanza con estas palabras de Zaratustra:

/ Muertos estn todos ios dioses: ahora deseamos que viva el super. \ hombre, formulando as el tema en torno del que gravita toda su

filosofa.

Los sufrimientos causados por la nostalgia de Dios acaban engen drando la necesidad de crear a Dios, y ste no puede sino manifes tarse bajo la forma de la divinizacin de s mismo. Con instinto seguro, Nietzsche detecta en el fenmeno religioso la expansin suprema del instinto individual, la voluntad de lograr los goces supremos del espri tu. Generalmente, este individualismo exaltado, que hallamos en el origen de todas las religiones, este egosmo sublime que anima todas las manifestaciones de la vida religiosa, se expresa libremente porque cree dirigirse a una potencia vital o divina que le es ajena, mienkas que en Nietzsche, influye sobre l mismo y vuelve al centro de donde haba salido. Por un lado su intelien uerto pero por instinto no sqpprta la falta de divinidad. Entonc y la obligacin de aplicarse a s mismo la conclusin audaz que saca de esta

ar

______________

t al nic&, iii las exigencias esu espirju ofti a

ifi sT

Ii integran la evolu cin de su filosofa es la manera en que Nietzsche se comporta en relacin con esta dualidad; sus alternancias sucesivas de defensa y de

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abandono; cmo no deja de buscarla y de sostenerla, hasta el da en que sta acaba formando cuerpo con l y se torna una alucinacin que parallza su pensamiento y ensombrece su razn. Aquel da vivi en el trasfondo de s mismo lo que l llam el drama dionisaco del destino del alma. Porque nunca su soledad interior fue tan profunda y cruel como en el ocaso de la vida, y jams su espritu sinti una aspiracin ms irresistible de evasin. Podemos decir que lo que haba de ms infranqueable en ese cerco fatal del que era vctima, era un espejismo divino, impalpable y tornasolado, un espejismo que ocultaba a su mira da los lmites de su ser. A cada esfuerzo que haca para evadirse, segua un movimiento que lo apresaba cada vez ms y le obligaba a convertirse en cielo y en infierno, en creacin y en creador. Cada paso dado hacia adelante lo sumerga un grado ms profundo al fondo del abismo. Cada movimiento de su espritu apresuraba su ocaso.

Estos rasgos esenciales del genio de Nietzsche explican el carcter exaltado y refinado de su pensamiento; detectamos nosotros el sabor aderezado hasta en los descubrimientos ms grandiosos y significativos de su filosofa. Este sabor ser sobre todo sensible a los paladares deli cados de los hombres jvenes y sanos; pero tambin a los que, pudiendo estar tranquilos en la quietud de las creencias tradicionales, jams han sentido en su propia carne el incendio terrible provocado por las luchas de un hombre libre que ha luchado con los problemas religiosos. Con todo, esto es justamente Jo que leha permitidoconvertirseen su tiempo. Ya que la anarqua de los instin tos que ha conmovid67i poca, ha logrado en su caso una for fuerzas creadoras religiosas del hombre se manifiestan con demasiada violencia para conformarse con las migajas que les caen de vez en cuando del festn de la filosofa moderna. Les resulta tan imposible hartarse como renunciar al cono cimiento. Nietzsche nos ha descrito sus apetitos insaciables, a la vez que ha rendido un homenaje al estoicismo con el cual estas fuerzas so portan el ayuno y las privaciones; tal vez sea ste el rasgo ms generoso y ms conmovedor de su filosofa. Lo encontraremos siempre a travs de una sucesin de metamorfosis. Rasgo que se manifiesta en una serie de tentativas desesperadas por resolver el problema de la tragedia mo derna, para responder a las cuestiones enigmticas de la esfinge, con ob jeto de asirlo a cualquier precio y precipitarlo al fondo del abismo.

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Esta es la razn por la cual es importante que fijemos nuestra mirada en el hombre, y no en el terico, si no queremos perdernos en la obra de Nietzsche. Por eso, este anlisis no pretende en modo alguno sentar las bases de una nueva explicacin del universo, sino describir un alma humana con todo lo que ella encierra de enfermedad y de grandeza.

A simple vista podra considerarse que el significado filosfico de la obra de Nietzsche resulta debilitado por el hecho de repetir, en forma constante, el mismo esquema interior. Sin embargo, no es as; porque cada cambio de criterio produce una profundizacin de la conciencia y provoca una estratificacin ms profunda de su alma. Lo que sufre una modificacin no es simplemente la parte exterior de sus teoras, sino la atmsfera, el alumbrado, el ambiente que las rodea. Entre el rumor con fuso de los pensamientos que se enfrentan y se niegan recprocamente, vemos zozobrar mundos antiguos y surgir nuevos horizontes. Aqu resi de la verdadera originalidad del genio de Nietzsche. Su mente tena la propensin a reducirlo todo a s misma, a su persona, pero tambin a perderse y a abandonarse a todo. A travs de sus alternancias, de su temperamento creador, Nietzsche descubra y asimilaba los grandes sis temas filosficos que nosotros solamente nos limitamos a acariciar con nuestra razn, sin dejamos nunca fecundar por ellos. Desde el punto de vista terico, frecuentemente se basa en ejemplos tomados de maes tros extranjeros; pero las verdades que haban descubierto sus predece sores slo eran para l un medio para estimular su produccin personal.

La ms mnima aproximacin intelectual bastaba para que de su mente surgiera una profusin chispeante de ideas y de reflexiones. Hay dos especies de genios: una de ellas quiere crear y crea, la otra se com place en dejarse fecundar y dar a luz, dice en Ms all del bien y del mal. Sin duda formaba parte de la segunda categora. Haba en su tem peramento algo de femenino, pero llevado a un grado de grandeza in comparable. Era en ello un genio tan poderoso, que resulta indiferente averiguar de dnde le provenan sus primeros impulsos. Cuando procu ramos establecer un balance de lo que ha fecundado el imperio extenso de su espritu, slo nos quedan unos granitos nfimos.

Y sin embargo, cuando penetramos en su filosofa nos hallamos de pronto en medio de un bosque zumbador rodeado por una vegetacin frondosa y silvestre. Porque cada una de estas semillas al caer sobre l, se ha encontrado con lo que l mismo consideraba el rasgo distintivo y caracterstico del genio: Una tierra virgen y fecunda dotada de un po der de germinacin intacto e inutilizado.

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Captulo II

SUS METAMORFOSIS

La serpiente muere cuando no puede cambiar de piel. Del mismo modo, los espritus a quienes se les impide cam biar de opiniones dejan de ser espri tus.

(Aurora, 573)

La primera metamorfosis de Nietzsche se pierde en la oscuridad de su infancia, o por lo menos, de sus primeros aos de juventud.

Fue la ruptura con la fe cristiana. Muy pocas veces sus escritos hacen alusin a esa ruptura. Sin embargo, se puede considerar esta crisis como el punto de partida de todas sus transmutaciones ulteriores, arrojando

\una profunda claridad en la naturaleza de su evolucin. Las reflexiones que provocaba en l el recuerdo de este acontecimiento reflexiones que tuve la oportunidad de discutir ampliamente con l durante nues tras conversaciones, se extendan particularmente sobre las razones \que le haban inducido a rechazar los dogmas cristianos.

Los motivos que incitan a la mayora de los hombres a romper con la religin son, muy a menudo, de orden intelectual y esta emancipa cin no se produce sin luchas dolorosas. Pero en los casos, por lo dems harto raros, en que el primer impulso est motivado por la sensibilidad, la transformacin se realiza sin enfrentamientos y sin dolor; la razn se limita a descomponer lo que ya estaba muerto, o sea, un cadver.

En Nietzsche vemos cmo se conjugan estas dos formas. No fueron slo las necesidades de orden intelectual las que lo instigaron a romper con la religin de su infancia, porque la vieja fe no haba dejado de corresponder a las profundas necesidades de su espritu. Nietzsche afirmaba que el cristianismo tal como se practicaba en la casa de sus padres cuadraba perfectamente a su vida interior, era para l como una piel sana, y que todos sus mandamientos le haban parecido tan fciles de respetar como los impulsos de su propio temperamento. Vea en ese talento religioso, que los aos no haban podido alterar. uno de los motivos de la simpata que no dejaron de inspirarle algunos de los cristianos practicantes, incluso en la poca en que un abismo los distanciaba.

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Precisamente fue la sensacin de bienestar y de comodidad moral que por primera vez le inspir el deseo de huir de un mundo que quera, pero en el cual senta su genio amenazado. Un instinto soterrado pare ca mostrarle que, para realizarse con plenitud, a travs de la curva po derosa de su evolucin, era necesario que su espritu superase una se rie de sacudidas y de crisis. Al romper de buen grado con este estado de quietismo, voluntariamente se dio el impulso que era necesario, ya que su fuerza creadora era tributaria de las emociones de la exaltacin de su vida interior. Vemos como aqu se va esbozando por primera vez en su vida lo que l mismo ha llamado el aspecto decadente de su naturale za: la bsqueda consciente y apasionada del dolor.

En tiempos de paz, leemos en Ms all del bien y del mal, el hombre belicoso se vuelve contra s mismo y se exija en un mundo ajeno a su pensamiento; su desarraigo le impone entonces una pere grinacin eterna, Esta agitacin constante mantiene en Nietzsche el deseo de hallar el paraso perdido. Pero, por un fatalismo contrario su evolucin intelectual lo impulsa, siguiendo una lnea recta, a alejarse cada vez ms de ese paraso.

Durante una conversacin en la que hablbamos de sus metamorfo sis Nietzsche dijo medio en broma: as es como comienza la carrera hasta dnde llega? Hacia Ld corremos cuando se ha recorrido todo el camino; qu pasa cuando se han agotado todas las combinaciones? No habra que regresar a la fe, tal vez a la fe catli ca? Y revel el trasfondo del pensamiento que le haba dictado esta observacin , agregando con voz grave: En todo caso la conclusin del crculo es infinitamente ms probable que la vuelta al inmoviism

Una progresin ininterrumpida, que acaba por unirse al punto de partida, tal es el smbolo de toda la actividad intelectual de Nietzsche. El nmero de combinaciones posibles no es infinito; sino que es, en cambio, muy limitado; porque la fuerza que lo impulsa a avanzar, la espuela que lo lastima sin cesar, sin dejarle a su pensamiento un solo instante de descanso, proviene de la naturaleza particular de su genio, De suerte que cuando sus pensamientos parecen alejarse de su senda visual, no dejan de estar sujetos a un estado de espritu invariable, que los conduce al centro, y los fuerza a someterse a sus instintos predo minantes.

Ms adelante, veremos cmo la filosofa de Nietzsche describe verdaderamente un crculo. El hombre vuelve, finalmente, a las emo ciones de su infancia, como lo demuestran algunas de sus experiencias

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ms ntimas y ms ocultas. De manera que podemos decir de su filoso- fa: He aqu un ro que, con numerosas circunvalaciones refluye \ hacia la fuente. No es en absoluto un efecto de azar si, durante su l timo periodo creador, Nietzsche ha logrado alcanzar la concepcin mstica del eterno retorno: La imagen de un crculo, la imagen de un / cambio eterno en el seno de un eterno empezar, est grabada como un/ smbolo misterioso en el umbral que da acceso a su obra. /

Nietzsche ha calificado de primera chiquillada literaria un ensay que dedic, cuando tena trece aos de edad, al problema del Origen del mal, y en el que hizo de Dios el padre del mal, como era de espe rar. En nuestras conversaciones invocaba frecuentemente este ensayo en el que ya comenzaba a preocuparse, a partir de esta poca tan tem prana, por las ensoaciones filosficas, sueos que siguieron persiguin dole durante la poca en que estaba sometido a la disciplina rigurosa de la escuela de Pforta.

Si seguimos a Nietzsche a travs de los primeros aos de su juventud y los escolares, y luego, a travs de su dilatado periodo de actividad fi losfica, vemos cmo su desarrollo intelectual se ha realizado, tambin aqu, bajo el efecto de una obligacin que se ha impuesto a s mismo, y que en determinado momento, se manifestaba de manera evidente.

Para ese joven espritu ardoroso, cuyas fuerzas creadoras todava seguan sin ser utilizadas, la rgida disciplina filolgica era en s, una severa sujecin. Esta se vea acrecentada por los rigurosos mtodos que aplicaba su amigo Ritschil. Porque el objeto esencial de su enseanza

tanto desde el punto de vista de los problemas en s, como de la manera de abordarlos, consista en poner de relieve las cuestiones de forma y de relaciones exteriores, mientras que el significado ntimo de los libros se vea relegado a segundo plano. Ahora bien, Nietzsche tena una propensin innata a sacar sus problemas de su mundo inte rior, y a someter la lgica a la psicologa.

Fue, sin embargo, gracias a esta tierra rocosa y a esta disciplina rida, como pronto dara frutos su espritu y adquirira rpidamente una madurez extraordinaria. Este periodo de su actividad est jalonado por una serie de trabajos filolgicos absolutamente extraordinarios. Cabe suponer que sin stos, desencadenado su genio por el estudio del arte o de la filosofa, se hubiese dejado arrastrar, desde un principio, a los desbordamientos tumultuosos que hallamos en su ltimo escrito. La objetividad fra de las ciencias filolgicas fue, durante un tiempo, el vnculo bienhechor que le impuso unidad a sus instintos divergentes,

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pero fue tambin la cadena que puso trabas al vuelo de muchos de sus impulsos profundos, muchos de los cuales dorman en l.

Este trabajo intelectual se realiz en detrimento de ciertas aptitudes poderosas, dones que traicionaban su esencia por los dolores que afec taban a su espritu. En ocasiones, estaba tan obsesionado por la necesi dad de escuchar msica que se senta obligado a or sonidos, en lugar de dar libre curso a sus deseos. En el curso de esos aos la msica fue su compaera, su sordo lamento, hasta el da en que sus dolores de cabeza le prohibieron todo trato con ella. Pero que la msica se haya encontra do en oposicin entre sus tareas filolgicas y sus creaciones filosficas de los afios posteriores, resulta fcil destacarlo por el nmero de rasgos que permiten unir entre s a estos dos periodos.

Porque los mtodos de Ritschil, que en un principio parecan acen tuar los conflictos interiores de Nietzsche, no dejaban anunciar algunas disposiciones esenciales de su mente, estimulando y consolidando su ne cesidad de producir. Eran mtodos que tendan a inculcarle el gusto por la perfeccin formal, una especie de virtuosidad artstica en la manera de abordar los problemas de la ciencia, cualidades que se podran alcan zar limitando estrictamente los asuntos a tratar y obligando al pensa miento a centrarse sobre ellos. En Nietzsche, la limitacin y la concen tracin se vean dictadas por la voluntad de desarrollar sus investigacio nes a un nvel muy elevado de perfeccin, imprimindoles el sello de una obra de arte. En l este deseo estaba ntimamente ligado al instinto que lo impulsaba a evadirse cuando acababa su obra, abandonarla tras de s como algo terminado, es decir, como algo que forma parte del pasado. Para el fillogo, los trabajos y los problemas se renuevan por s solos. una cosa explicada le intere escribe Nietzsche en Ms all del bien y del mal. Esta reflexin poda ser slo de un fillogo, porque efectivarnete, para ste una cosa explicada, queda resuelta de finitivamente, y no hay razn de que le preocupe de nuevo. Pero en Nietzsche, son a menudo mviles muy diferentes los que ordenan los cambios sucesivos de su pensamiento. Motivo por el cual resulta intere sante observar el modo cmo logra conciliar las oposiciones de la filo loga y de la filosofa, porque al mismo tiempo vemos cmo se mani fiesta, tras el disfraz que le era ms ajeno, su personalidad verdadera.

El fillogo no aborda ningn problema en el que tengan nada que ver sus opiniones personales, sus preocupaciones interiores. No lo asimila de manera alguna. y una vez encontrada la solucin, su mente se des- preocupa de l. Mientras que para Nietzsche ocuparse de un problema,

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era dedicarse por completo a l; dejarse convencer por una verdad, era verse violentado, ser arrojado por la borda por ella, segn la expre sin que le era tan cara. Se acoga a un pensamiento como si se tratase del destino, de una potencia capaz de acaparar todo su ser y de impo nerle su voluntad. Viva una idea mucho ms que la pensaba, pero la viva con una pasin tan vehemente, con una entrega tan total de s, que a travs de ella se agotaba, y que esta idea semejante a un destino vivido hasta su desenlace final, terminaba por madurar y por abando narlo. Slo durante el periodo que suceda a esta fase de exaltacin era cuando someta el conocimiento adquirido al control de la razn. Su inslita necesidad de metamorfosis en el campo de la filosofa vena del deseo insaciable de renovar en forma constante sus emociones intelectuales. Por tal motivo la claridad perfecta no era ms, a sus ojos, que un smbolo de saciedad y de agotamiento.

Pero incluso durante sus periodos de agotamiento, sus problemas no lo abandonaban. La sociedad concerna solamente a sus soluciones, porque, por un tiempo, agotaban sus fuentes de exaltacin emotiva. Para Nietzsche, encontrar una solucin nunca era un fin, sino a la inver sa, la seal de un cambio de punto de vista, que lo obligaba a contem plar el problema bajo un nuevo ngulo, con objeto de darle una nueva solucin.

Del mismo modo que una cosa explicada deja de interesarnos, Nietzsche no aceptaba que u ol el que fuera, comportase una solucin definitiva. De m ue esta frase ue arece manifestar la satisfaccin de un pensamiento victorioso, revela, en realida

rehusaba admitir ue los roblemis

ejar de interesarle; quera que stos que senta verdadero resentimien to rrebataba su problema, y no cesaba hasta que sta no se lo devolva. Para forzarla a la devolucin, se arrojaba so bre ella con toda la finura acerada y la sutileza de su duda, sin tener en cuenta para nada el dao que se causaba, ni los sufrimientos que a s mismo se infliga, en una especie de arrobamiento.

Por todo esto era de prever que solamente una cuestin insoluble, un enigma que resistiera a sus esfuerzos por resolverlo, sera capaz de fijar este espritu siempre variable y apasionadamente prendido de las metamorfosis; Nietzsche estaba condenado de antemano a usar su inteligencia con problemas mortales, a dejarse crucificar por ellos. El da en que su trastorno interior, a fuerza de espolear a su razn, fue

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superior a ella era demasiado tarde para huir o para desviarse. Endemo niados por la exaltacin de sus sentimientos, y acorralados por la expli cacin postrera, sus pensamientos zozobraron en el misterio y el sufri miento. Sobre l se cerraron las tinieblas, como las olas de un ocano sacudido por el huracn.

Las dotes intelectuales de Nietzsche se manifestaban, adems por dos cualidades maestras, de las cuales el fillogo y ms tarde el filso fo, iban a sacar gran provecho. La primera era el talento que desarro llaba en el anlisis de las sensaciones ms relevantes, en el uso de los conceptos ms tenues, de los que requieren una mano experimentada y delicada si se desea evitar deformarlos o malquistarlos. En mi opinin, fue esa cualidad, la que ms tarde le dio fama de psiclogo sutil ms que de grande, es decir, sobre todo grande por su modo de asir y expresar las verdades ms sutiles. Deca que saba distinguir la filigrana de las cosas, imagen sta muy caracterstica de la forma en que se le apare can los fenmenos de la vida.

La segunda virtud de Nietzsche, producto de la primera, era la intui cin inmediata con la que lograba poner de relieve los impulsos secretos y ocultos de los hombres; su ojo acostumbrado a los problemas ms confusos, era guiado por un instinto infalible cuando se trataba de descubrir una laguna en nuestros conocimientos. Nietzsche debe gran parte de su genio a la agudeza de su pensamiento. Esta cualidad estaba ntimamente unida a su poder de creacinartstica, lo que permita a su mirada, ejercitada en los matices ms firmes, ampliarse, elevarse hasta criterios generales, y fundir todos los pormenores percibidos en un amplio cuadro de conjunto. Nietzsche puso este talento al servicio de las disciplinas filolgicas ms rgidas y esto es lo que explica la probi dad escrupulosa con la que ha podido dar vida en los textos que estu diaba, a todo lo que el tiempo haba borrado. Pero para entender bien cmo esos esfuerzos lo condujeron a superar el marco estrecho de la erudicin pura, es necesario detenerse en la ms clebre de sus obras fi lolgicas: El ensayo sobre las fuentes de Digenes Laercio.

El estudio que consagr a este arduo problema, le brind la ocasin de profundizar la vida de este filsofo griego de la Antigedad, en sus relaciones con el conjunto de la civilizacin helnica. En uno de sus trabajos de madurez se ha referido a esto. Se adivina en ese escrito el fervor con el que ha debido interrogar los vestigios que la tradicin ha legado, cmo ha debido auscultar todos estos textos, colmando las interpolaciones y las sustituciones torpes, recreando los personajes

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cuyos perfiles se haban perdido, y pasendose vanidoso entre esas figuras de porte ms poderoso y ms puro. Se sumerge su mirada en la oscuridad de esas edades remotas, como en la cantera en la que se esculpan semejantes tipos de hombres. Nietzsche se sinti hondamen te afectado al descubrir el esbozo de un tipo de filsofo todava ms elevado, semejante a lo que hubiera podido ser Platn de haberse mantenido libre del encanto socrtico. Todo lo cual es mucho ms que una simple transicin entre la actividad del fillogo y la del filso fo. Porque, ya a partir de esta poca, esas reflexiones nostlgicas nos revelan la cima reluciente que su ambicin le asigna, mientras que sigue inclinado sobre los documentos del pasado. No en vano, Nietz sche accedi a la filosofa, no por la puerta de las especulaciones me tafsicas, sino por la de una concepcin profunda de la vida filos fica; y si quisiramos definir la finalidad suprema que su espritu se ha esforzado por lograr, a travs de todos sus combates y todas sus meta morfosis, nada mejor podramos hacer que citar estas palabras suyas:

Era la posibilidad de una nueva forma de la vida filosfica, ms eleva da de cuantas se han descubierto hasta ahora.

Razn por la cual este pequeo ensayo filolgico se erige en la vanguardia de sus obras ulteriores. Este ensayo es comparable a una puerta oculta, encastrada en la muralla y que da acceso a un edificio majestuoso. En cuanto la hemos franqueado, nuestra mirada recorre un sin fin de estancias y penetra en la ltima que tambin es la ms oscura. Y el que se mantiene as, en el umbral de este palacio, se queda estupe facto ante la fuerza ciclpea que se encuentra encerrada bajo esos mu ros. El visitante se queda confundido por la fuerza creadora que ha engalanado cada una de las habitaciones con exuberancia prodigiosa. Fuerza que hace comunicar las habitaciones entre ellas por una in finidad de corredores y galeras, en las que se han cavado mil lugares ocultos y sorprendentes, tornando esta morada en un laberinto tortuo so, y que a pesar de todo no deja de continuar su obra con una lgica de bronce, segn un proyecto riguroso cuyo eje jams se desva.

Los estudios griegos no slo le brindaron a Nietzsche la revelacin de sus ambiciones ms ntimas. Le aportaron, adems, una primera visin de la finalidad hacia la cual tendan sus deseos y el camino que era necesario recorrer para acercarse a ellos. Estudios que abrieron ante sus ojos un cuadro de conjunto de la cultura griega y le restituyeron un arte y una religin perdidos, en cuya contemplacin su espritu sedien

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to bebi a grandes sorbos una concepcin nueva y perfecta de la vida. As fue como consigui sustituir el formalismo filolgico por una concepcin viva de la historia de las civilizaciones.

Por ello, la filologa presentaba a sus ojos una significacin ms vasta y una nueva misin: No se trata, dijo Nietzsche, ni de una Musa ni de una Gracia, sino de una mensajera de los dioses; y al igual que en el pasado las musas descendan hacia los paisajes beocios, som bros y atormentados, igualmente ella entra en un mundo lleno de colo res y de imgenes entristecedoras, abrumado por los males ms crueles e incurables. Entonces, para consolarnos, la filologa nos describe los dioses ligeros de un pas lejano, bienaventurado, azulado o mgico.

Estas lneas han sido sacadas de la leccin de apertura que Nietzsche imparti en la Universidad de Basilea, leccin que fue dedicada a Homero y la filologa clsica. Esta fue impresa a tirada limitada y reservada para unos pocos amigos. Dos aos despus se public, igual mente en Basilea, un escrito menor que revelaba la misma orientacin y que se intitulaba: Scrates y la tragedia griega. Este ensayo fue reedita do casi en forma ntegra, con algunas modificaciones insignificantes en el encadenamiento de los conceptos, e incorporado a la primera gran obra de filosofa de Nietzsche, sobre El nacimiento de la tragedia, en Leipzig en 1872.

En estas dos ltimas obras, las concepciones de Nietzsche concer nientes a la historia de las civilizaciones se basan en coordenadas filo lgicas y cientficas muy estrictas. Con estos dos trabajos Nietzsche se dio a conocer en los medios cultos. Estas obras permiten medir el camino recorrrido por Nietzsche desde sus estudios anteriores, y mues tran que tras haber cruzado por los campos del arte y de la historia, el joven escritor acaba de penetrar en un mundo filosfico netamente definido: el de Ricardo Wagner, producto del encuentro de sus concep ciones artsticas y de la metafsica de Schopenhauer. Cuando abrimos El nacimiento de la tragedia, nos vemos inmediatamente transportados al mundo mgico del maestro de Bayreuth. Es a travs de Wagner como se opera en Nietzsche la fusin completa de la filologa y la filosofa. El maestro de Bayreuth es quien da su verdadera significacin a las pala bras con las cuales Nietzsche acaba su leccin sobre Homero y la filolo gia clsica, invirtiendo una mxima de Sneca: Philosophia facta est quae philologia fuit, lo que equivale decir que toda actividad filol gica, en su totalidad, como en cada una de sus partes, tiene que estar inspirada en una concepcin filosfica del universo, en el seno de la

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cual todo lo solitario y aislado se evapora como algo sin valor y donde slo perdura la nocin de conjunto.

La atraccin mgica que durante largos aos Wagner ejerci sobre Nietzsche tiene su explicacin por los intentos que haba hecho el autor de Lohengrin, para efectuar, en el seno de la vida germnica, un ideal de cultura semejante al que Nietzsche haba percibido en el seno de la vida helnica. La metafsica de Schopenhauer ensancha de modo considerable el alcance de esta idea, abrindole las profundidades insondables de lo irracional y de la mstica; lo enriqueci, adems, con un nuevo acento, mostrando que todas las expresiones del arte eran susceptibles de recibir una interpretacin metafsica. Este acento es perceptible cuando se compara la primera veisin de Scrates y la tragedia griega y la segunda versin, completada y ampliada, tal como la hallamos en El nacimiento de la tragedia. En este ensayo magist