Roberto Arlt en BS As
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Universiteit Gent
Faculteit Letteren en Wijsbegeerte
Taal- en Letterkunde: Engels - Spaans
Academiejaar 2009-2010
La representacin de Buenos Aires en las crnicas de
Roberto Arlt.
Masterproef ingediend tot het behalen Promotor:
van de graad van Master in de Taal- en Prof. dr. Logie
Letterkunde: Engels - Spaans
door Candy Dauwe
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Agradecimientos
En estas lneas deseo expresar el agradecimiento a todas las personas que me ayudaron en
el desarrollo de este presente trabajo.
A mi directora Prof. Ilse Logie, un agradecimiento profundo y especial por guiarme y
apoyarme en la redaccin de esta tesina.
A mis padres, les agradezco por el apoyo incondicional que me brindaron desde el inicio de
esta empresa y por nunca perder la fe en mis capacidades.
A mis hermanos, Christel, Kurt y Martine, por siempre estar a mi lado cuando les necesitaba.
A Jeferson, por ser mi compaero incondicional y por hacerme rer en los momentos
difciles.
A Nilton, por darme la fuerza de seguir esforzndome y por recordarme de siempre seguir
para adelante como los efelantes.
A Ilse, Elise-Marie, Eva, Sarah, Eline, An-Katrien y todos los dems amigos, por aguantar las
quejas, por darme momentos de distraccin y por apoyarme en este trabajo.
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Tabla de contenido
1. Introduccin. ...............................................................................................................................5
2. Las Aguafuertes de Roberto Arlt. .................................................................................................7
2.1. La crnica como gnero. ......................................................................................................7
2.2. El marco histrico de las Aguafuertes. ............................................................................... 12
2.3. Caractersticas generales de las Aguafuertes. ..................................................................... 18
3. La representacin de Buenos Aires. ........................................................................................... 26
3.1. Teoras de la ciudad. .......................................................................................................... 26
3.2. Buenos Aires en la obra de Roberto Arlt. ........................................................................... 31
3.3. Anlisis de algunas crnicas. .............................................................................................. 36
3.3.1. Teoras de la ciudad. ................................................................................................. 37
3.3.2. Modernismo radical. .................................................................................................. 50
3.3.3. Expresionismo alemn. .............................................................................................. 56
4. Conclusin. ............................................................................................................................... 64
5. Bibliografa. ............................................................................................................................... 67
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1. Introduccin.
En esta investigacin propongo analizar las crnicas del autor argentino Roberto Arlt con el
propsito de estudiar la forma en que el escritor representa la ciudad de Buenos Aires. Las
crnicas en las cuales me baso para este trabajo tratan tanto de sus Aguafuertes como de las
crnicas escritas en El Mundo a partir de 1937. Sin embargo, puesto que en las Aguafuertes
surge a menudo el tema de la ciudad, ms que en las dems crnicas, aquellas sern mi
mayor tema de investigacin. Todas las crnicas analizadas provienen de los libros
Aguafuertes. Obras Completas. Tomo 2. (2008) y El Paisaje en las Nubes. Crnicas en El
Mundo 1937-1942. (2009) de Roberto Arlt.
Como ya se ha mencionado en mi tarea de investigacin El imaginario apocalptico en la
cuentstica de Roberto Arlt (2009), la obra de Arlt ya ha sido estudiado ampliamente. Acerca
de la representacin de la urbe, los crticos suelen limitarse a la obra novelstica del autor. A
causa de eso, propongo fijarme en sus crnicas para averiguar la forma en que Arlt
representa la ciudad, ya que hasta ahora la representacin urbana no ha sido el tema
principal de los estudios de las crnicas. En cuanto a su obra, retornan frecuentemente los
nombres de Sylvia Satta, Beatriz Sarlo y Maryse Renaud. Estas crticas han investigado varios
aspectos de la obra arltiana y son consideradas expertas en el campo. En la parte terica de
esta investigacin me baso en algunas de sus publicaciones para crear un marco terico e
histrico.
En cuanto a las crnicas del escritor, se han realizado varios estudios. Sin embargo, no
suelen fijarse en la representacin urbana por el escritor. Es ms, la mayora de estudios
sobre las crnicas de Arlt tratan de una bsqueda hacia el origen de la crnica en general y
de una comparacin entre la obra de Arlt y las caractersticas generales del gnero de la
crnica. Adems, investigan cmo las crnicas del autor argentino se inscriben en las
tradiciones del costumbrismo. Los nombres ms importantes que surgen en esos estudios
son los de Roberto Scari y Fabiana Ins Varela. Ambos crticos han analizado de que forma
las crnicas de Arlt se inscriben en las tradiciones costumbristas. Scari se ha limitado, sobre
todo, en un anlisis comparativo con el propsito de determinar los precursores de Arlt,
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mientras que Varela se dedica a situar las crnicas de Arlt dentro del costumbrismo y, a
partir de eso, dentro de la tradicin costumbrista argentina.
Ahora bien, esta investigacin consiste en dos partes grandes. La primera parte comprende
un marco terico para facilitar la comprensin de mi anlisis. Esa primera parte se divide en
tres subpartes, de las cuales la primera ofrece un panorama de las caractersticas generales
asociadas con el gnero de la crnica. Es decir, trata de un resumen que traza los orgenes
de la crnica y que describe las tendencias que han surgido en el transcurso del tiempo. La
segunda subparte pinta el contexto histrico de las crnicas de Arlt, puesto que el
conocimiento del carcter epocal de la obra de Arlt ayudar a comprender algunas actitudes
presentes en la crnicas arltianas. En la ltima subparte les presento un sinopsis de algunos
estudios, acerca de las crnicas de Arlt, publicados anteriormente. A base de las
caractersticas mencionadas en esta parte, se realiza una parte de mi anlisis.
La segunda gran parte se enfoca sobre todo en la representacin de Buenos Aires en la
literatura argentina en general y en la obra de Arlt ms en particular. En primer lugar,
presento algunas teoras de la ciudad que forman la base de la literatura argentina de los
comienzos del siglo XX. A base de esas teoras se examina en la parte analtica, de qu forma
se las aplican y s se puede inscribir Arlt en la tradicin argentina literaria del siglo XX. En
segundo lugar, les ofrezco un resumen de los estudios que describen la forma en que Arlt
representa Buenos Aires en su obra, tanto en sus novelas como en sus crnicas. Unos
elementos clave en esa parte terica consisten en la presencia de la vertiente expresionista
alemn y la caracterizacin de Arlt como modernista radical. En mi anlisis quiero averiguar
hasta qu punto esa definicin de modernista radical se corrobora en las crnicas de Arlt. En
cuanto a la presencia del expresionismo alemn, el propsito de mi investigacin consiste en
comprobar si los elementos expresionistas atribuidos a la novelstica de Arlt tambin surgen
en las crnicas del mismo. En adicin, quiero deducir cmo se aplican esas tendencias
expresionistas en las crnicas. De esa forma propongo ver si las crnicas arltianas se
inscriben en el estilo general de su obra.
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2. Las Aguafuertes de Roberto Arlt.
2.1. La crnica como gnero.
Con vistas a un anlisis de las Aguafuertes de Arlt, propongo aqu una sntesis de las varias
tendencias presentes en la crnica como gnero. Ya que la crnica es un gnero que no se
deja definir fcilmente me parece necesario ofrecer este resumen para facilitar la
comprensin de sus Aguafuertes.
En su artculo La crnica, un gnero del periodismo literario equidistante entre la informacin
y la interpretacin (2006) Mesa introduce la nocin del periodismo literario para definir el
gnero de la crnica. Para llegar a una definicin concisa del trmino periodismo literario (o
literatura periodstica) hace falta definir primero tanto la literatura como el periodismo.
Mesa (2006: s.p.) menciona que la crtica general suele oponer ambas tendencias. De este
modo, la literatura se define como un gnero en el cual la forma y la belleza de la expresin
juegan el papel dominante con una subordinacin del valor informativo como resultado.
Adems la literatura se dirige a un pblico concreto, que consiste en un grupo de lectores
que lee para el placer, sin prisa alguna. El periodismo, en cambio, se caracteriza por su
funcin informativa como propiedad particular. Sus lectores buscan informacin veraz en un
espacio temporal corto, lo cual provoca una proclividad hacia un lenguaje asequible, o sea
entendible para toda la sociedad y con inmediatez (Mesa, 2006: s.p.). Ahora bien, Mesa
define el periodismo literario como trabajos periodsticos con elementos propios de la
literatura:
Los lectores de los artculos que hoy proliferan en la prensa diaria buscan el placer
de leer trabajos creativos en los que abundan recursos lingsticos propios de una
obra literaria, aunque informan sobre asuntos de candente actualidad. Es literatura,
pues lo importante es la belleza del texto, pero tambin es periodismo, ya que no
abandona su funcin informativa *+ (Mesa, 2006: s.p.)
Asimismo Mesa (ibd.) define la crnica como un gnero ambivalente, ya que por un lado se
caracteriza por la informacin y por otro lado por la interpretacin, es decir consta de un
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gnero entre el periodismo informativo y el periodismo de la interpretacin. Sin embargo, el
elemento ms esencial de la crnica siempre ha sido su funcin interpretativa, pues se trata
de un texto que narra los hechos en un medio informativo con una valoracin de su autor
*+ (Mesa, 2006: s.p.). De la misma manera Salazar (2005: s.p.) aade que la crnica se
elabora en torno a un referente verdadero y comn a los lectores. Sin embargo, esa faceta
factual no impide crear textos con una autonoma esttica y de condicin artstica. Ms bien,
el cronista aplica estrategias artsticas del campo de la ficcin en el periodismo. Es una
tcnica que reconcilia la literatura y el periodismo. Por lo tanto la crnica forma un ancla
entre la realidad y la ficcin.
En efecto, Salazar (2005: s.p.) seala que la base de la crnica se encuentra en el periodismo,
ya que es un gnero ligado a todo aquello novedoso y actual. Esa preferencia hacia la
actualidad da lugar a dos rasgos fundamentales que segn Salazar caracterizan a la crnica.
En primer lugar, indica la provisionalidad del discurso cronista. Como es imposible recrear
una versin definitiva de los hechos, la crnica se concibe a s misma como escritura de lo
provisional. En segundo lugar, Salazar menciona la parcialidad. La crnica nos ofrece una
mirada limitada, ya que es una interpretacin personal de acontecimientos reales: No se
trata de establecer una versin monoltica de lo que sucedi sino tan slo de una mirada
personal (Salazar, 2005: s.p.). Esa idea es corroborada por Karam que en su ensayo La
Crnica y los Estudios Culturales. Notas para un debate compartido(2006) define la crnica
como un gnero informativo, cuya funcin bsica consiste en contar hechos. Sin embargo,
aparte de su funcin informativa la crnica tambin posee otras funciones como la funcin
opinativa y la funcin interpretativa. Igualmente Mesa (2006: s.p.) concluye que la crnica es
un gnero de autor ya que suele ir firmada y en el texto el cronista comenta, ampla y
ordena los hechos a su manera con un estilo literario sin dejar de ser periodstico. Como
indica Karam (2006: 8), la crnica asume el punto de vista personal como el nico, ya que se
liga ms a la experiencia y al testimonio que al saber y la verdad. El hecho de preferir lo
personal ante lo general , tambin se encuentra a nivel de la redaccin, ms bien en la
preferencia de los cronistas por la primera persona y por los estilos libres. Sin embargo, no
basta con equiparar la crnica a la simple interpretacin, puesto que se trata de una
narracin valorada de acontecimientos reales (Mesa, 2006: s.p.). Dicho de otra manera, la
crnica es un artculo periodstico que lleva el sello personal de su autor. No obstante, el
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cronista an est sometido a los lmites ticos asociados con los gneros periodsticos. As
que la crnica no coincide con una deformacin de lo sucedido, sino que trata de ser una
narracin objetiva de lo acontecido mezclada con la visin personal del cronista.
Aparte de los lmites impuestos por su carcter periodstico, Mesa (2006: s.p.) indica otras
limitaciones de la crnica, ligadas a su pblico. Es decir, como la crnica se dirige al gran
pblico debe tener en cuenta algunos elementos estilsticos. De ese modo la crnica
mayormente consiste en un texto claro y transparente, con oraciones simples, escrito en
estilo directo. Sin embargo, Reguillo (2000: 62) define la crnica como un gnero integrador,
definido y delimitado que se caracteriza por convocar distintos modos del lenguaje, o sea la
crnica incluye elementos de distintos registros estilsticos. De ese modo la crnica funciona
como espacio de evocacin compartida y asume el papel de vehculo de socializacin que
tiende puentes entre diferentes mundos.
Karam (2006: 6) parte de una definicin etimolgica para precisar el carcter del gnero
cronista. Esta definicin etimolgica revela las races temporales de la palabra, ya que por un
lado denota una relacin ordenada de hechos (i.e: la crnica), mientras que por otro lado
remite a algo largo y duradero (i.e. : lo crnico). A base de esa definicin se podra concluir
que la crnica, en su sentido temporal, puede comprehender tanto lo inmediato como lo
permanente (Karam, 2006: 6). Adems seala que la crnica se caracteriza por cierta
flexibilidad, lo cual le posibilita extraer lo permanente de lo temporal. Esa flexibilidad se
encuentra sobre todo en su capacidad de adaptarse a los tiempos nuevos y de sobrevivir a
mutaciones y cambios (ibd.). Eso est relacionado con su tendencia a expresar lo privado
en lo pblico. De manera semejante Salazar(2005: s.p.) define la crnica como un gnero
escurridizo, que se caracteriza por la velocidad (lo inmediato) y por el hecho de retratar
espectculos pasajeros: una escritura del presente que *+ busca aprehender lo eterno
desde lo transitorio, con el fin de crear una totalidad autnoma perdurable (Salazar, 2005,
s.p.)
Otro elemento esencial de la crnica segn Salazar (2005: s.p.) es que el cronista pone el
nfasis en un mbito que se opone simblicamente a los medios, dicho de otro modo: el
cronista se enfoca en la calle. De esa manera atiende una esfera menospreciada por la
historia tradicional y los medios de comunicacin moderna. Se fija en el mbito cotidiano y
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annimo, motivado por concepciones polticas que subyacen a su escritura. Adems aparece
lo otro como sujeto en la crnica. El cronista se empea en hacer visible lo que ha sido
callado por los medios y el discurso oficial. Salazar aade que el gnero se considera
fundamentalmente abierto, ya que inicia y mantiene un dilogo constante con lo otro. Es el
reconocimiento de la otredad para dar sentido a su propia existencia. De ese modo Reguillo
(2000: 63) supone que la crnica moderna est endeudada con las viejas crnicas de viajes.
En estas crnicas antiguas, los viajeros representan imgenes de un mundo nuevo y extico,
de ese modo contribuyen a la construccin del imaginario del otro, del extrao. Es ms,
para Reguillo (ibd.), hoy en da el otro ya no se encuentra en un lugar lejano, sino que
surge en el centro de la propia cultura. La crnica refiere simblicamente a un movimiento
interno, ya que se caracteriza por un estilo que propone separar y unir las diferencias en
una cultura globalizada.
Como ya se ha mencionado, la crnica introduce lo marginado en el centro (Salazar, 2005:
s.p.).Consiste ms bien en una estrategia en la cual el cronista se distancia de los discursos
hegemnicos con la finalidad de cuestionar las estructuras centralizadas y autoritarias de un
pas. Adems intenta reivindicar las secciones excluidas del proyecto de la nacin
hegemnica. La crnica funciona como representante de la cultura marginal frente al canon
establecido. De esa forma, el cronista se inscribe en un proyecto poltico puesto que la
funcin principal de la crnica consiste en crear un testimonio impugnador con el fin de
contar la historia no oficial. Es considerada una manifestacin contra el poder de la amnesia
colectiva(Salazar, 2005: s.p.). Reguillo (2000: 60) coincide con Salazar en que la crnica
irrumpe en el concierto armnico de los relatos gobernables, porque sirve como un
testimonio de lo que no debera verse. La crnica aspira a entender el movimiento
permanente del carcter epocal.
Salazar (2005: s.p.) insiste en que, contrariamente a lo que pasa en la gran literatura, la
crnica es considerada como una escritura marginalizada. A pesar de ser un gnero muy
importante para la literatura y la historia hispanoamericana, siempre ha estado fuera de la
consideracin esttica por su carcter no ficcional. Reguillo (2000: 62) aade que la crnica
se destaca por una caracterizacin doble, es decir por un doble movimiento de encuentro y
disrupcin: con la crnica surge un nuevo gnero discursivo que no se deja situar en la
dicotoma conocida que opone la literatura al periodismo (Reguillo, 2000: 62), (Karam, 2006:
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9). Segn el punto de vista de Reguillo es precisamente esa hibridez la que le otorga su
riqueza y efecto discursivo a la crnica. La hibridez permite a la crnica hacerse cargo de las
transformaciones en las formas del relato, en las sensibilidades, en las formas de comunicar
con los otros (Reguillo, 2000: 62). A pesar de esas dificultades de inscribir la crnica en una
tradicin especfica, Karam (2006) observa que la crnica es un instrumento til para
conocer la realidad social: ya que *da+ cuenta de actores, movimientos sociales y luchas de
las minoras (Karam, 2006: 9). Se trata de un gnero caracterizado por el mestizaje y por
sus posibilidades expresivas. En conclusin, se puede decir que la crnica debe ser
considerado como un gnero hbrido. Tanto en sentido cultural, ya que combina elementos
del ensayo, el testimonio, la crtica y la ficcin, como en sentido poltico, presente en su
carcter anticannico. Es un gnero intermedio porque violenta las reglas preestablecidas en
cuanto a las convenciones generales.
En su artculo, Reguillo (2000: 63) presta atencin a la crnica urbana como subgnero que
se fija en la vida urbana. Para ello, la crnica urbana trata diferentes mundos que se
encuentran en el mismo plano espacial, puesto que cuenta de mltiples ciudades
imaginadas e ideolgicas que convergen en una ciudad real. El cronista describe paisajes que
van desde otros temporalidades y creencias hasta el encuentro cotidiano. Por eso, Reguillo
concluye que la crnica no puede ser considerada como una escritura neutra porque aspira a
representar lo no representado y lo no representable. Igualmente Capello (2008: 253)
considera la crnica urbana como un gnero que reside en el espacio liminal entre el
periodismo y la literatura. Como el cronista describe la zona de contacto entre la cultura baja
y la cultura alta, posee la posibilidad de apelar a un pblico de varias clases y le da el poder
de resistir las normas culturales dominantes. en su artculo, Capello(2008: 252-253) se
refiere a la obra de Esperana Bielsa1, cuando introduce la crnica como un reporte de la
cultura no oficial de un narrador cuya voz est siendo atenuada por las voces de sus
personajes.
En cuanto al marco histrico de la crnica, los autores no logran coincidir acerca del origen
de aquel gnero tan escurridizo. Por ejemplo, Karam (2006: 11-12) indica que generalmente
se suelen ubicar sus inicios en los primeros relatos de viaje que surgen en la literatura
1 The Latin American Urban Crnica (2006) por Esperana Bielsa
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hispnica despus del descubrimiento del nuevo mundo. Sin embargo, denota que aparte de
esa raz la crnica forma parte de una tradicin ms larga y anterior a la conquista. Sugiere
que la crnica ya existi desde hace muchos siglos, no obstante en formas que no siempre
son las cannicas para referirse y postular al gnero, ni tampoco en usos y estilos que hoy
hemos definido como centrales (Karam, 2006: 12). As que segn Karam los orgenes de la
crnica moderna no se encuentran en el siglo XVI con los relatos de viaje, caracterizados por
una funcin administrativa sino en los finales del siglo XIX con el surgimiento del periodismo
y las luchas polticas. A partir de ah, en el siglo XX ser asociada con la literatura testimonial
y luego con el modernismo. Capello (2008: 252), en cambio, indica que Bielsa ve el origen de
la crnicas en gneros anteriores como la novela picaresca y los esbozos costumbristas del
siglo XIX. Bielsa aade que los escritores de crnicas suelen aplicar tcnicas literarias
sofisticadas, sin embargo su fuerza reside en su accesibilidad a un pblico variado debido a
su carcter urbano, ya que representan la ciudad dialgicamente.
2.2. El marco histrico de las Aguafuertes.
Entre 1880 y 1910 la demografa argentina sufre un cambio dramtico por olas de
inmigracin extranjera, que causan un malestar en las elites. Ellas sienten que el pas no se
est convirtiendo en una nacin sino en un mercado en desarrollo. Por un lado, las elites
consideran la economa abierta del pas como un peligro, una amenaza porque a pesar de las
grandes riquezas materiales provenientes de aquella economa, surgen unas consecuencias
no tan deseables ni previstas 2. Toda la riqueza se concentra en las manos de unas pocas
personas, lo cual da lugar a la exclusin, la segregacin y la opresin de la clase trabajadora.
Como indica Sarlo (2001: 25) las elites tienen la impresin de vivir en un pas incompleto o
distorsionado, lo que ven como una grave imperfeccin del sistema poltico. Por otro lado, la
gran mezcla de nacionalidades diferentes produce una sensacin de deficiencia en cuanto a
2 El perodo de 1880 a 1916 es conocido como La Republica liberal en la historia argentina. El gobierno instala
una economa abierta que favorece las inversiones extranjeras, creando de esa forma un estado que consiste en una minora poderosa, tanto econmicamente como polticamente, que oprime a las clases bajas.
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la presencia de una identidad nacional. A partir de aquel descontento surge la necesidad de
una reforma, tanto poltica como cultural (Sarlo, 2005: 25 ss.).
La reforma es iniciada por las fuerzas sociales que piden ms participacin en el gobierno;
por un lado, reclaman una institucionalidad poltica que garantice la rotacin de las elites y
por otro lado, exigen una revisin del concepto de la ciudadana. Antes de la reforma,
Argentina se perciba como una repblica de elites, consistiendo en una escena de alianzas,
conflictos y pactos apoyados por el voto cantado. El sistema del voto cantado abarca un
sistema electoral en el cual los caudillos locales obligan a las personas bajo su poder a votar
por los candidatos de su eleccin. Los votos son dados en voz alta y de esa manera accesible
a la corruptela. Ese sistema fraudulento sola conducir a conflictos armados entre diferentes
partidos polticos y consista muchas veces en la corrupcin de los actores judiciales.
Por la aceptacin del voto secreto3 para toda la poblacin masculina, surgen cambios
educacionales y culturales. La llamada cuestin universitaria en 1918 implica un programa
poltico que propone todo acceso gratuito a las universidades y un sistema de enseanza en
el cual los estudiantes juegan un papel importante en el gobierno de las universidades. Eso
da lugar al surgimiento de un movimiento estudiantil en la esfera pblica como actor poltico
(Sarlo, 2005: 27 ss.). Aquella reforma universitaria evoca una renovacin de los cuadros
profesionales, intelectuales y polticos, puesto que facilita el ascenso social de los sectores
medios. Adems, la nueva poltica educacional admite la incorporacin de los hijos de los
inmigrantes a la escuela pblica. De ese modo la enseanza argentina de inicios del siglo XX
consiste en una distribucin de capacidades bsicas, facilitando la integracin en el mercado
laboral:
Ser argentino implicaba trabajar, leer y escribir, votar. Ser argentino tambin
significaba un imaginario articulado por principios de orgullo nacional, posibilidades
de ascenso social y relativo igualitarismo. (Sarlo, 2001: 28)
3 En 1912 se vota la Ley Senz Pea, que disipa el voto cantado. Esa ley produce que el voto no slo sea universal y obligatorio para toda la poblacin masculina sino que tambin llega a tener carcter secreto. Ese triunfo de los partidos sociales es visto como una fecha clave en la transformacin de Argentina en un estado democrtico.
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A causa de todos esos cambios sociales y polticos, surgen nuevos gneros discursivos. El
cambio inicia con la aparicin del diario Crtica en 1916 y culmina con Clarn en 1945. Segn
Sarlo (2001: 36-37) esos nuevos discursos periodsticos sern decisivos en la formulacin de
narrativas sociales y en la creacin de una categora especializada de escritor a la cual
pertenece Arlt: el escritor como periodista. Es notable que la mayora de los autores
argentinos son escritores y periodistas a la vez. Sarlo adems indica que la emergencia de
esos nuevos productores culturales altera tanto las relaciones dentro del campo de los
intelectuales como las relaciones entre los intelectuales y su pblico. El imaginario nuevo del
pblico de la industria cultural es democrtico, ya que una gran variedad de lectores
encuentran un lugar de identificacin en el discurso del nuevo periodismo: El discurso
periodstico crea un pblico que, a su vez, lo modifica con su presencia. (Sarlo, 2001: 37)
Es en ese clima de cambios polticos y culturales en el que Arlt pasa su infancia y su
juventud. Su condicin de hijo de inmigrantes presupone un empleo fsico con sueldo bajo.
Sin embargo, sus intereses personales y motivacin determinada lo llevan a un camino
alternativo el de periodista4. A la edad de 25 aos Arlt comienza su carrera periodstica en
una publicacin semanal: Don Goyo. El empleo en Don Goyo consiste en una nota quincenal
que puede ser interpretada como el antecesor de sus Aguafuertes Porteas. Se trata de
relatos breves, escritos en primera persona y mayormente con una base autobiogrfica:
Arlt narra pequeos episodios de su adolescencia y juventud o, con irona, toma a
personas reales, miembros de su familia o conocidos del barrio Flores, y los convierte
en personajes de situaciones absurdas. (Satta, 2000: 37)
De ese modo Arlt encuentra su primer trabajo estable con sueldo, relacionado con el
periodismo.
A partir de febrero 1927 Arlt empieza a escribir para el diario Crtica en el cual trabajar un
ao escribiendo crnicas policiales. Su trabajo como periodista policial le da la oportunidad
de recorrer las calles, paseos y zonas perifricas de la ciudad; de sumergirse en los bajos
fondos de la ciudad. (Satta, 2000: 52) A finales de 1927, a causa de la muerte de su amigo
4 La fuente principal de la informacin biogrfica acerca de la carrera profesional de Roberto Arlt es el libro de
Satta: El escritor en el bosque de ladrillos. (2000) Sin embargo hace falta mencionar una fuente secundaria: el artculo de Varela: Aguafuertes Porteas: Tradicin y Traicin de un gnero. (2002).
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ntimo Ricardo Giraldes, Arlt se cansa de las noticias banales de las policiales. As que
cuando le piden ayuda con el lanzamiento de un diario nuevo, Arlt no duda en aprovechar el
momento.
De este modo nace el diario El Mundo, el primer tabloide del periodismo argentino. Desde el
comienzo del diario, Arlt se encarga de escribir una nota diaria, la cual se publica primero sin
ttulo ni firma. A partir del ocho de agosto de 1928 aparece por primera vez el ttulo: Las
Aguafuertes Porteas. El nombre refiere al conocido arte del grabado, que consiste en una
tcnica agresiva y multidinaria del grabador Facio Hebequer que lo fascina y con la que Arlt
se identifica de manera explcita: Nada de colores, tinta y carbn( Varela, 2002: 145). La
nota tiene la apariencia de una vieta costumbrista en la cual Arlt comenta un aspecto
pintoresco de las noticias del da (Varela, 2002: 147). El catorce de agosto aparece la nota
con las iniciales del autor: R.A y al da siguiente aparece el nombre completo del autor.
Puesto que Arlt escribe en primera persona, su nota le dar un espacio para volcar sus
opiniones propias y sostener posiciones controvertidas. Las Aguafuertes le dan fama
inmediata al cronista, como autor de la nica seccin firmada del peridico. De esa forma
logra consolidar un lugar propio, como periodista profesional con un sueldo y un horario. Sin
embargo, Arlt no considera el estatuto de escritor salariado como algo deseable:
El periodismo impone sus ritmos, sus tiempos, sus leyes, y Arlt se queja. *+ Para
Arlt ganarse la vida escribiendo en un peridico es penoso y rudo *+ porque elige
compararse con aquellos escritores que, al pertenecer a otra clase social, tienen el
tiempo adecuado para escribir una literatura sostenida por las rentas familiares o el
dinero obtenido en sedantes empleos nacionales. Arlt no se compara con el obrero ni
con el empleado de clase media que diariamente ficha en una oficina; como seala
Drucaroff, la mirada y la envidia estn en los que ocupan los lugares de privilegio.
(Satta, 2000: 57)
A pesar de sus quejas, Arlt se da cuenta de que escribir para El Mundo le trae bastantes
ventajas (Satta, 2002: 57 ss.). En primer lugar ventajas materiales como sus viajes a Europa y
frica. En segundo lugar, El Mundo permite a Arlt difundir libremente sus cuentos y otras
publicaciones. Adems, el autor puede disponer de su tiempo y nota como le plazca, la
nica restriccin, segn Arlt, impuesta por el director Carlos Muzio Senz Pea, consiste en
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la prohibicin de tocar el campo poltico (Satta, 2002: 60). Del mismo modo Pea se encarga
de corregir la ortografa de las Aguafuertes, algo que el escritor percibe como una forma de
censura. Otra ventaja de su estatuto de periodista reconocido es que mediante las
Aguafuertes Arlt logra salir del anonimato relacionado con su origen social al ser l hijo de
inmigrantes. Sus notas diarias le ofrecen la certidumbre de tener un pblico propio y de
interesar a la gente. Adems, le dan a Arlt un lugar de exhibicin pblica (Satta, 2002: 59),(
Varela, 2002: 152) en la cual tiene la posibilidad de mirar a los otros y de ser mirado a la vez.
Un elemento esencial de la obra periodstica de Arlt reside en el contacto directo que
mantiene con su pblico, mediante cartas y visitas que sus lectores ofrecen a la redaccin
(Satta, 2002: 63). Esa forma de tratar con su pblico lector propone una tctica contra la
despersonalizacin asociada con el periodismo de los aos veinte.
El Mundo llega a ser un peridico muy popular que posee las caractersticas necesarias para
competir con los diarios tradicionales. Su formato de tabloide con un orden impecable
mantenido en todas las ediciones abre el camino a un pblico amplio; empleados,
universitarios, amas de casa, etc. El diario se empea en mantener un carcter respetuoso
de las buenas costumbres y de la moral social. Ya que propone defender el inters del
ncleo familiar, el diario prefiere el uso de un lenguaje decente que se considera apto para
un pblico de clase media y para el hogar, evitando expresiones coloquiales. Arlt, por lo
contrario, defiende la aplicacin del lunfardo y del cal porteo como medio de expresar sus
crnicas. Satta (2002: 61-62) indica que de esa forma Arlt se inscribe en una larga tradicin
de escritores costumbristas, cuando en sus primeras Aguafuertes describe el lenguaje
callejero con la intencin de demostrar la productividad de esa variante. Su preferencia por
el lunfardo forma una incomodidad en un diario que pretende competir con los diarios
serios. Sin embargo, el uso del lunfardo en las crnicas de Arlt funciona como broma frente a
la seriedad del pblico (Satta, 2002: 61-62).
El escndalo de las notas de Arlt surge de la combinacin de las voces de la calle con una
exhibicin constante de un saber literario. Adems, Arlt introduce discursos ajenos a la
literatura como el lenguaje de la qumica, la fsica, la geometra, las ciencias ocultas, etc.
(Satta,2002: 62). Con esa combinacin extraa, Arlt intenta representar la subjetividad y el
paisaje urbano. En sus Aguafuertes Arlt recorre la ciudad y aprovecha la oportunidad para
denunciar los efectos de la modernizacin urbana. A partir de abril 1934, la mirada del
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escritor se fija en las zonas perifricas de la urbe; donde percibe, ya ni grados de
diferenciacin entre el centro y los barrios, sino verdaderos abismos sociales . (Satta, 2000:
66). A causa de ese enfoque nuevo, Arlt comienza una campaa periodstica Buenos Aires se
queja en la cual Arlt aprovecha su posicin de autor reconocido para sealar un sistema
equivocado y denunciar los problemas presentes en los barrios perifricos. Las Aguafuertes
que aparecen en relacin con esta campaa causan una ola renovadora, ya que es una de las
primeras veces que un periodista se ocupa de los menos poderosos de la ciudad. Su
denuncia provoca una reaccin del Ayuntamiento a favor de cambios sociales (Satta, 2002:
64-65).
En 1935 Arlt embarca varios viajes a Europa y frica del norte, de donde enva crnicas de
viajes al diario comentando sus impresiones personales de los diferentes lugares. Segn el
lugar el titulo de las crnicas se adapta: Aguafuertes africanas, madrileas, asturianas, etc.
La mirada que el escritor ofrece de los varios lugares, consiste en la mirada tpica de un
extranjero que visita una ciudad desconocida. Esas crnicas se inscriben en la larga tradicin
de las crnicas de viajes de los siglos anteriores (Varela, 2002: 148).
A consecuencia de una preocupacin creciente por los sucesos polticos internacionales
como la popularidad ascendiente de Hitler y la situacin penosa de la Espaa franquista, Arlt
deja de lado sus Aguafuertes en 1936. No obstante, su inters personal en aquellos asuntos
dan lugar a nuevos tipos de crnicas: Tiempos Presentes y luego Al margen del cable. Ambas
crnicas constan de interpretaciones personales del autor sobre los acontecimientos
preocupantes de la poltica internacional. En Al margen del cable, cuyo ttulo refiere a
aquellas noticias que suelen quedarse fuera de la perspectiva general del periodismo, Arlt
recupera las noticias menores de los peridicos internacionales y las reescribe. A veces de
modo irnico o burlesco, a veces de modo serio con una entonacin preocupada
(Varela,2002: 148).
En 1937, Arlt retoma la ciudad como el centro de sus notas en las cuales intenta plasmar la
mirada extraada del cronista frente a los fuertes cambios producidos en la fisonoma
urbana de Buenos Aires. (Varela, 2002: 147). Sin embargo, el ttulo de aquellas notas no
queda limitada a Aguafuertes porteas sino que segn el espacio descrito se integran tanto
en las Aguafuertes como en Al margen del cable. Arlt seguir escribiendo sus notas diarias
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hasta el da de su muerte en 1942, cada vez con inters creciente en la poltica tanto
internacional como nacional.
2.3. Caractersticas generales de las Aguafuertes.
Tanto Roberto Scari en su artculo Tradicin y renovacin en las Aguafuertes porteas de
Roberto Arlt (1976) como Fabiana Ins Varela en su ensayo Aguafuertes porteas: tradicin
y renovacin de un gnero (2002) encuentran en las Aguafuertes de Arlt una fuerte
tendencia hacia el costumbrismo tradicional. Scari halla sobre todo una influencia de
Quevedo y Larra que destaca como autores predilectos de Arlt y muy influyentes en el
cronista argentino. La presencia de esos prosistas espaoles en las crnicas del autor
argentino se halla tanto en alusiones directas como en unas persistentes semejanzas de
vocabulario, tono y contenido ideolgico. Sin embargo, Scari indica que el propio Arlt ha
ejercido una gran influencia sobre el gnero del costumbrismo. Varela (2002: 148) coincide
con Scari (1976: 196 ss.) en que Arlt retoma las caractersticas del costumbrismo clsico pero
las renueva con su aporte original. Varela (2002: 148-150) enumera algunos rasgos que
colocan las Aguafuertes en el marco del costumbrismo. En primer lugar, el costumbrismo se
reconoce por la presencia de un ttulo expresivo que resume el contenido o tema del
artculo. En segundo lugar, Varela (ibd.) seala el modo personal de abrir y cerrar las notas.
En tercer lugar, el costumbrista pinta paisajes genricos presentados mediante un
perspectivismo deshumanizante. Es decir, por un lado el autor deforma la realidad, mientras
que por otro lado exagera ciertos tratos con el propsito de destacar el vicio moral de la
sociedad. En cuarto lugar, Varela presenta el hecho de que los artculos siempre tratan
sucesos reales, acontecidos en lugares concretos. Y en ltimo lugar, el costumbrismo se
caracteriza por la descripcin directa con dilogos intercalados.
Para empezar, Scari (1976: 196-200) examina la presencia de Quevedo y de la picaresca en
las crnicas de Arlt. Para Scari (ibd.), Las Aguafuertes pueden ser vistas como picarescas sin
pcaro, por su estructura directa y fragmentada que se combina con el tpico espritu frvolo
de las novelas picarescas. Con un tono parecido a la picaresca Arlt deja pasar su mirada a
travs de la gran ciudad, fijndose sobre todo en las esquinas donde habitan el hambre, el
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trabajo degradante, la avaricia y la hipocresa. Sin embargo, Arlt aade un elemento
tpicamente porteo: una especie de hasto: *+ un juego de papanatas5(p.120) que
desperdician la vida en trabajos intiles, y cuya existencia sera, sin la picante salsa de
macaneo6(p.120), aun para ellos, insoportable. (Scari, 1976: 196). Scari aade que
La clave del parentesco con los relatos picarescos se halla *+ en las numerosas
descripciones de la lgubre fraternidad del hambre, que a su vez engendra la
hipocresa con sus ingredientes indispensables, la envidia, la codicia y la astucia
(Scari, 1976: 198).
De esa forma se revela el vnculo directo con Quevedo, quien igual que Arlt considera estos
tres vicios como la gran plaga del mundo. Tanto Arlt como Quevedo reducen esos vicios a un
vicio general que los engloba todos: la hipocresa. Quevedo en sus stiras suele condenar a
grupos enteros al infierno, es decir no se detiene en castigar al pecador individual. Es en esa
faceta en la que Arlt coincide con Quevedo; ambos escritores satirizan y castigan a una cierta
clase social (en el caso de Arlt la baja burguesa) sin prestar atencin a los individuos :
En este contexto social el autor examina, con minucia de detalle, cmo la pobreza,
el hambre y la hipocresa se entrecruzan para crear lo que el satrico se complace en
llamar, casi con regocijo, el infierno de la desdicha. (Scari, 1976: 198)
Adems ambos escritores fracasan en cuanto a la eficacia didctica de sus obras. La meta de
ambos autores no consiste en educar a sus lectores acerca del bien y del mal. Al contrario,
Arlt busca divertir al lector y estimular la fantasa de su pblico con sus ataques satricos.
(Scari, 1976: 198-199)
A continuacin Scari (1976: 200 ss.) denota una afinidad entre Arlt y Larra. Scari compara los
Delirios Filosficos de Larra con algunas Aguafuertes7 de Arlt y constata que esas crnicas no
pueden ser consideradas como costumbristas sino que forman una variacin arltiana de los
Delirios de Larra, ya que comparten la misma intensidad emotiva y las mismas
5 Segn el diccionario de RAE papanatas refiere a: Persona simple y crdula o demasiado cndida y fcil de engaar. Fuente: http://www.rae.es/rae.html 6 macaneo: segn el diccionario de RAE proviene del verbo macanear que en el espaol de Argentina lleva los siguientes significados: decir mentiras o desatinos o golpear. Fuente: http://www.rae.es/rae.html 7 Se trata de las crnicas siguientes: El espritu de la calle Corrientes no cambiar el ensanche, Persianas
metlicas y chapas de doctor, La tragedia del hombre que busca empleo y La decadencia de la receta mdica.
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consideraciones psicolgicas-morales. As que en esas crnicas Arlt nos pinta un retrato
agrio de la burocracia argentina mediante una burlesca apoteosis del inservible y sin
aspiracin alguna. Para Scari (1976: 201) la diferencia esencial entre Larra y Arlt se encuentra
en el optimismo dieciochesco presente en la obra de Larra. Larra an mantiene viva la
esperanza y la compasin hacia el otro ser humano. En sus obras, el lector siente compasin
hacia el personaje que sufre. A fin de cuentas, es slo el autor quien se hunde en la
desesperacin. Dicho de otra forma; en la obra de Larra el pesimismo se restringe a la
prdida de una ilusin personal del autor, sin incluir al resto de la sociedad. Larra incorpora
en sus escritos la fe de una reforma y considera la literatura como medio para llevarla a
cabo.
Como ya se ha mencionado antes, Arlt no cree en una posibilidad de mejora social:
*+ Arlt no aspira a nada, ni asoma en l jams una ilusin que se pierde o un
anhelo frustrado; Todo autor, lector, ambiente- se hunde en el desengao
completo. (Scari; 1976: 202)
Adems en las obras de Arlt, a diferencia de lo que pasa con Larra, no son los proyectos
reformadores personales los que que se desperdician sino toda la ciudad y por extensin la
sociedad argentina y finalmente hasta la humanidad entera. Sin embargo, las Aguafuertes
poseen una orientacin poltica y econmica, presente indirectamente mediante alusiones a
causas importantes para el autor mismo y a los efectos de la situacin actual del pas. Otra
diferencia denotada por Scari (ibd.) entre ambos ensayistas concierne al estilo. Larra emplea
un estilo ms elegante, ms diestro en materia de estilo y quehacer literario (Scari, 1976:
203) mientras que los trabajos de Arlt se caracterizan por un descuido relativo de los
recursos estilsticos:
Arlt es muy distinto, pero tambin hbil en forjarse un estilo que refleje fielmente su
estado de nimo y su actitud frente a la sociedad que observa y critica: ms
impaciente y brusco que Larra, sin su elegancia y elocuencia expresivas, lleno de
tropiezos y contrastes de tono, incluso groseras y lo que a menudo parecen
flagrantes errores. (Scari, 1976: 204)
A pesar de esas caractersticas, Scari (1976: 204) no define a Arlt como un escritor frvolo.
Arlt busca ms bien sorprender a su lector burgus, un pblico que Arlt considera
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incompetente y ms que divertirlos, el escritor busca irritarlos. Segn Scari (ibd.), Arlt
funciona como el portavoz literario de la clase media bonaerense. Como escritor nos dibuja
un retrato detallado y franco de aquella franja de la sociedad sin dejar de lado su stira
corrosiva y deformadora. A causa de la estructura fragmentada de las crnicas arltianas, les
falta una profundidad analtica. Sin embargo, Scari encuentra una correspondencia entre la
spera estilstica y la actitud nihilista de Arlt, una correlacin que promueve la ferocidad
satrica.
Lo esencial, lo que separa Arlt definitivamente de los satricos espaoles es *+ la
ausencia absoluta de idealismo en el escritor argentino, el desengao radical que le
hace actuar, sentir y, en fin, vivir, de acuerdo a una de sus ms inolvidables
creaciones, la psicologa del siervo.(Scari; 1976: 207)
Para Varela(2002: 148), en cambio, lo que aleja Arlt de los maestros espaoles es
exactamente lo que le acerca a la tradicin costumbrista argentina. Una tradicin ms crtica
ya en sus races, y asociada fuertemente con el costumbrismo crtico y tico-social de origen
ingls. En su artculo Varela supone que en las crnicas de Arlt ambas tendencias estn
entrelazadas. Sin embargo, se limita sobre todo a investigar hasta qu punto el
costumbrismo crtico domina en los artculos de Arlt y qu efectos provoca la tensin entre
ambas tendencias. Varela comienza por definir tanto el costumbrismo pintoresco como el
costumbrismo crtico, para despus analizar la obra de Arlt y descubrir como ambas formas
se interrelacionan.
Varela (2002: 149 ss.) seala que el costumbrismo pintoresco se caracteriza, por un lado, por
su color local. Se trata de una tendencia ms tradicionalista, marcada por un tono
melanclico que procede de una nostalgia hacia el pasado. Es un estilo proveniente de
Espaa. El costumbrismo crtico, por otro lado, aspira a un mejoramiento de costumbres
mediante el humor y la irona. La tendencia surgi en el periodismo ingls e intenta sealar
las flaquezas y vanidades del ser humano. Adems Varela enumera algunos rasgos del
costumbrismo ingls relacionados con la obra de Arlt. En primer lugar, se trata de la eleccin
de lugares familiares, en especial el placer de caminar por los parques y lugares pblicos de
la ciudad con motivo de escuchar y hablar con la gente. En segundo lugar, el costumbrista
crtico intenta presentar una galera de tipos de personas originados por el crecimiento y el
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desarrollo desordenado de la ciudad. Es decir, presentarnos la vida de los marginados de la
sociedad: los libertinos, los ateos, los alcohlicos, etc.
Varela (2002: 150) considera que a partir de aquellos rasgos se origin el costumbrismo
argentino que posee algunas caractersticas propias. Entre ellas se destaca el inters por la
crtica teatral, la descripcin de escenas costumbristas, la incorporacin del lenguaje
hablado, un orgullo nacional combinado con una admiracin hacia lo extranjero. Adems, el
gnero al inicio tambin inclua la dicotoma civilizacin y barbarie. En general se podra
deducir que en esta vertiente costumbrista se trata de una denuncia de costumbres
populares a las cuales el cronista opone ciertos principios de su tica individual, entre las
cuales se considera a las corridas de toros, el carnaval, etc. En cuanto a esa actitud crtica
frente a las costumbres populares, ms en particular el carnaval, Varela (2002: 155 ss.)
denota que Arlt invierte los valores aplicados por el costumbrismo argentino.
Tradicionalmente los costumbristas suelen denominar el carnaval como una especie de
barbarie y optan en sus textos por fiestas ms refinadas. Arlt, en cambio, no critica al
carnaval como costumbre sino la hipocresa y el afn de apariencias de la burguesa. Su
crtica frente al carnaval moderno se parece ms a una aoranza hacia un pasado perdido e
irrecuperable:
*+ Arlt denuncia que los cambios operados en la burguesa, que finalmente
asumi *+ el ideal progresista de los hombres del siglo pasado, son una mera
hipocresa que ha llevado a perder el verdadero sentido de una fiesta popular como
el Carnaval. (Varela, 2002: 157)
Solis (s.f.: 6) discrepa de Varela, ya que propone que la caracterstica que diferencia a Arlt de
los escritores cannicos argentinos reside en su mirada hacia el presente. Dicho de otro
modo, Arlt no aora un pasado sino que en su obra condensa un presente con tanta
autorreferencialidad que explota en una multiplicidad de particularidades. En las
Aguafuertes el autor pinta escenas urbanas y caracteres individuales como tipos nicos,
ambos siempre denominados por lo que hacen y lo que dejan de hacer y nunca por su
pasado. Adems aade que las crnicas de Arlt se proyectan haca el futuro, pues anuncian
una ciudad nueva a partir de una esttica catica. En ese presente y futuro tan inseguro y
catico el nico punto de anclaje reside en el lenguaje callejero (Solis, s.f. : 7). La fijacin de
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Arlt en el lenguaje de la calle tambin se relaciona con el deseo del cronista de crear una
etimologa urbana, ya que de esa forma puede mostrar el discurso que circula al margen de
la literatura clsica. En el prlogo de El paisajes en las nubes (2009: 9-12) Ricardo Piglia
coincide con Solis ya que describe las crnicas de Arlt como una especie de sintomatologa
social, es decir, las crnicas de Arlt funcionan como un registro de los cambios psicolgicos
en el clima social. Adems aade que Arlt sigue la tendencia del expresionismo alemn, ya
que mira los hechos y situaciones con el motivo de encontrar datos para inventariar un
mundo nuevo. En sus notas siempre subyace una utopa, lo cual coincide con una inversin
perversa del costumbrismo. Arlt considera a la literatura como un laboratorio en el cual
experimenta con partculas de la vida social (Piglia, 2009: 11).
Otro elemento esencial de las crnicas resaltado por Scari (1976: 196 ss.) es la indolencia
como rasgo sobresaliente de las Aguafuertes porteas, de toda la obra arltiana en realidad.
Arlt siempre toma el tiempo para describir rigurosamente la vida triste del argentino medio.
El autor generalmente no se detiene para profundizar sus visiones, sino que ms bien
expone sin explicar con la intencin de intensificar su pesimismo. Un elemento que Scari
considera como una caracterstica esencial de las crnicas, es decir, el pesimismo radical en
el cual falta la menor alusin a un posible mejoramiento futuro tanto como la introduccin
de posibles medidas correctivas. Arlt est convencido de que en su pas todo ir de mal en
peor, as que en su obra propone subrayar la falta de fraternidad entre los argentinos y
mediante sus crnicas ofrece al lector una imagen de la esencial inhumanidad de la sociedad
argentina. Segn Scari (1976: 197-198), ese nihilismo forma una meta arltiana, que se
cumple en las mejores crnicas y logra conmover y desconcertar al lector, un efecto
sorprendente en un gnero que suele ir caracterizado por la tendencia hacia un alto grado
de concentracin en los detalles, provocado por su afn cientfico. Adems ese toque
nihilista en la obra de Arlt imposibilita cualquier matiz didctico, ya que Arlt goza del castigo
que impone a la burguesa con sus notas. Segn Scari esa es una de las facetas que Arlt
renueva en sus ensayos:
Arlt, al adaptar y renovar un procedimiento tradicional, nos descubre nuevas
perspectivas latentes en el gnero, revelando as su admirable originalidad. (Scari,
1976: 198)
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Para Scari las Aguafuertes nos ofrecen la posibilidad de acceder a la ideologa del autor de
manera ms directa y precisa que las novelas y los cuentos.
En conclusin, Varela (2002: 151 ss.) deduce que Arlt se inscribe en la tradicin crtica
aunque tambin se distancia del gnero. Por un lado, las crnicas de Arlt permiten
caracterizar al escritor como cronista estereotpico del gnero, ya que su obra contiene
algunos tpicos conocidos del gnero: la capacidad de observar, la caracterizacin del
cronista como hablador, la relacin tpica con su editor, las quejas continuas ante la tarea
cotidiana, la imposibilidad de dejar satisfechos a todos los lectores y la apelacin a cartas8 de
lectores para plantear un tema (Varela, 2002: 151). Queda por mencionar que la
caracterizacin de Arlt como hablador atribuye algunos rasgos especficos a su escritura.
Varela (2002: 155) indica que el decir de Arlt contiene un matiz fuerte de acidez. Un
elemento de irona domina sus crnicas. La acidez sirve para molestar a su lector pero al
mismo tiempo constituye un motivo de meditacin. Adems, ese actitud de hablador implica
un tono familiar. Al utilizar el lenguaje de la calle, Arlt habla el mismo idioma que sus
lectores lo cual provoca un cercana con su pblico.
Por otro lado, Varela (2002: 152) concluye que las Aguafuertes porteas no se dejan
inscribir en la tradicin costumbrista tpica. Arlt introduce una perspectiva nueva, su crtica
pierde el valor reformador e ideolgico. Del mismo modo que Scar, Varela (2002: 162) opina
que Arlt tiende a caerse a veces en un nihilismo profundo y en una nostalgia hacia un pasado
perdido. Adems aade que la falta de seudnimo es uno de los rasgos que separa a Arlt de
los dems cronistas de los aos treinta. Varela menciona varias causas por la falta de
seudnimo. En primer lugar lo atribuye a la anonimia tpica del la cultura de masas del siglo
XX. En una sociedad moderna ya no es necesario esconderse. Por el contrario, el hecho de
ser reconocido le aade ms conviccin al discurso del autor. En segundo lugar, Varela cree
que Arlt senta la necesidad de crearse una identidad a travs de sus crnicas. De ese modo,
el cronista argentino puede crear personajes homnimos a si mismo pero que no pueden ser
confundidos con el Arlt de carne y hueso (Varela 2002: 152-153). Adems, la fama
8 Tanto Saitta (2002: 63) como Varela (2002: 153) mencionan que nunca se ha confirmado la verosimilitud de las cartas mencionadas por Arlt. Sin embargo, ambas estudiosas creen que es una tcnica muy ampliada por cronistas para establecer una relacin ms estrecha con su pblico y para introducir temas que interesan al lector.
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relacionada con ser conocido le consolida un lugar de enunciacin al escritor y le otorga un
pblico (Varela, 2002: 152), (Saitta, 2002: 59).
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3. La representacin de Buenos Aires.
3.1. Teoras de la ciudad.
Bajo este captulo propongo presentar algunas ideas e imgenes que proliferan acerca de
Buenos Aires. Me baso en Ciudad Vista de Beatriz Sarlo y el articulo La realidad ciudadana y
su metfora en el ensayo argentino de los aos 30 de Fausta Antonucci.
En primer lugar hace falta explicar en qu consisten las teoras de la ciudad; Sarlo(2009: 141)
alude a Borges quien define esas teoras como ficciones referidas a la ciudad, no como una
entidad real sino como idea. Como aade Sarlo:
Los discursos producen ideas de ciudad, crticas, anlisis, figuraciones, hiptesis,
instrucciones de uso, prohibiciones, rdenes, ficciones de todo tipo. La ciudad escrita
es siempre simbolizacin y desplazamiento, imagen, metonimia. (Sarlo, 2009: 145)
Una primera teora de ciudad mencionada por Sarlo(2009: 141) consiste en la idea de la
ciudad como Biblioteca de Babel. En esa visin la ciudad se concibe como un espacio cuyo
organizacin obstaculiza su conocimiento. La Biblioteca es un espacio compuesto por
hexgonos cuyo centro est en todas partes y su lmite exterior en ninguna. Es decir, se trata
de un lugar infinito caracterizado por la repeticin de mdulos iguales. En la Biblioteca los
lectores se pierden en un ambiente potencialmente infinito en el cual es imposible trazarse
un mapa del recorrido. El nico mapa posible sera uno terico ya que no se puede verificar
su geometra regular empricamente sino solo deducirlo abstractamente. Al relacionar esa
teora a la ciudad, se le encuentra en la expansin moderna de la urbe, ya que lugares
conocidos se ven devorados por la creacin de edificios modernos, caracterizados por una
geometrizacin incesante. De esa forma la ciudad se convierte en un conjunto de espacios
sin cualidades propias en los cuales es imposible orientarse.
En relacin a la Biblioteca de Babel, Sarlo (2009: 142) indica que algunas teoras comparan la
ciudad con un laberinto. Sarlo (ibd.) aplica el trmino laberinto transparente, ya que la
ciudad consiste en un espacio que por un lado parece un laberinto, pues es imposible
entender su composicin como un todo, mientras que por otro lado la ciudad posee un tipo
de transparencia, presente en las formas que vuelven a repetirse cada vez. Sarlo (ibd.) se
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refiere a Borges, quien en sus obras compara el laberinto con el desierto. Para Borges la
ciudad es como el desierto, o sea en ambos se trata de un espacio idntico e ilimitado en el
cual un mapa no sirve porque no poseen los puntos tpicos de identificacin. Tanto en la
ciudad como en el desierto la capacidad de orientarse depende de la experiencia y de la
memoria. Borges tiende a igualar mundo/laberinto/ciudad. Sin embargo, Sarlo (2009: 143)
indica que Borges opone el laberinto a la ciudad, ya que la arquitectura turbadora del
laberinto sirve a un fin, mientras que la estructura desconcertante de la ciudad se considera
como ms horrible porque carece de fin.
Sarlo (2009: 143-144) considera a Borges como el pensador de la distopa. Esa conclusin se
funda en una anttesis que forma la base de los pensamientos de Borges. Borges propone la
ciudad perfecta como algo intolerable. Es decir, la simetra y la perfeccin intimidan a los
habitantes ya que son caractersticas ajenas a las cualidades del paisaje humano. Sin
embargo insiste en que la ciudad ideal sera una ciudad desierta. Dicho de otra manera, la
geometrizacin ascendiente de la modernidad se equipara a un afn hacia la utopa. La nica
forma de llegar a aquel estado de utopa, consiste en la destruccin de la ciudad existente y
su pasado. No obstante, Borges se opone a lo utpico, ya que lo perfecto excluye lo
imperfecto. De ese modo, indica que las consecuencias de aquella destruccin y utopa
seran la demolicin de la sociedad porque sin ciudad tampoco puede haber sociedad. En
conclusin, la ciudad perfecta consiste en una ciudad inhumana y por eso la ciudad utpica
merece ser destruida segn Borges.
A partir de las teoras de la ciudad surgen lo que Sarlo (2009: 146) llama ciudades escritas.
La escritora indica que la mayora de las ciudades escritas tienen como trasfondo de
referencia una ciudad real: La ciudad real presiona sobre la ficcin por su fuerza simblica y
su potencial de experiencia, incluso en textos que no se ocupan deliberadamente de ella.
(Sarlo, 2009: 146). Adems seala que la ciudad escrita puede tener varios orgenes. De ese
modo puede tratarse de una ciudad existente, o de una mezcla de varias ciudades existentes
o puede ser una ciudad totalmente inventada (lo cual es el caso en las distopas de la ciencia
ficcin). Sarlo (ibd.) aade que algunas ciudades escritas gozan de una tendencia realista, la
cual surge en la presencia de los nombres de las calles o del lenguaje callejero que conecta la
ciudad inventada con la ciudad real. Sin embargo, estos elementos aparentemente realistas
que a la superficie unen la invencin con la realidad, en el fondo los separan de inmediato.
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Dicho de otro modo, las caractersticas de las ciudades inventadas parecen confirmar la
realidad urbana pero en realidad la ciudad escrita se distingue tanto de la ciudad verdadera
que una identificacin concreta resulta imposible. Para Sarlo, la ciudad escrita se ordena
desde ciertas perspectivas; el pasado, el futuro, la imagen de una ciudad ideal, etc.:
La toponimia no es slo designacin de lugares; alrededor de los nombres, los
adjetivos, los verbos y sus tiempos, las perspectivas de enunciacin arman una red
que se vuelve inseparable del nombre; es la luminosidad que lo acompaa, o la
oscuridad, su aura. (Sarlo, 2009: 147)
Sin embargo, cada representacin de la urbe contiene una fuerza prescriptiva, ya que los
autores escriben algo recortado que va en contra de lo que existe en la ciudad real. La
perspectiva del presente consiste en una descripcin de lo que est en la ciudad. No
obstante, las versiones realistas de los espacios urbanos siempre conllevan algunas
desviaciones de las cuales deberamos preguntarnos cul es el significado de las diferencias.
Segn Sarlo, las deviaciones denotan el modo en que se piensa la ciudad, de ese modo cada
ciudad escrita posee un poder de revelacin.
Antonucci (1989: 181-182) no habla de teoras, sino de imgenes. Segn ella, Buenos Aires
siempre tuvo su lugar en la literatura argentina. A partir de 1845 con Facundo de Sarmiento,
Buenos Aires entraba en la dicotoma civilizacin-barbarie como espacio de contraste con la
pampa. Esa obra fundadora sigui funcionando como base para demostrar la antinomia
entre Amrica Latina y Europa. Cuando a finales de los aos veinte emerge una crisis
econmica y luego un golpe de estado, los argentinos viven en un periodo de inestabilidad.
Esa inestabilidad interna se combina con grandes olas inmigratorias, formando un conjunto
de problemas. De ese modo, Antonucci (1989: 182) indica que los valores de Sarmiento se
invierten y por primera vez surge el enfoque en el problema de Buenos Aires (Antonucci,
1989: 181). La realidad ciudadana ya no est alejada de la pampa, sino que ms bien se
convirti en una condena.
Una primera imagen mencionada por Antonucci (1989: 183) es la idea de Buenos Aires como
ciudad portuaria y comercial. Antonucci (ibd.) indica que esa nocin ya se encuentra en
Sarmiento, quien ve la posicin geogrfica de la ciudad como algo positivo. Es decir, su
carcter de puerto forma una fuente de riqueza, tanto econmicamente (las mercancas)
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como socialmente y culturalmente. Sarmiento supona que la posibilidad de negociar con
Europa, facilitara el intercambio de ideas y una influencia europea en la cultura argentina.
Sin embargo, Antonucci (ibd.) aade que a partir del siglo XX, el estatuto portuario de
Buenos Aires asume un valor negativo. En primer lugar, por el hecho de servir como entrada
de los inmigrantes. En segundo lugar por la rpida desespaolizacin y europeificacin de
la ciudad (Antonucci, 1989: 183). Despus de un tiempo, los inmigrantes empiezan a
intervenir en el comercio, algo que poco a poco ir convirtindose en un binomio negativo, y
dar lugar a la comparacin de Buenos Aires con Babel. Antonucci (1989: 183) indica que el
comercio se convirti en mercadeo, la riqueza material deja de ser percibida como progreso
para ser considerada como traicin de los valores del espritu criollo. Los escritores de los
aos veinte tratan al inmigrante europeo como portadores de este deplorable afn
materialista (Antonucci, 1989: 184), que se oponen a una criolledad hipottica. Antonucci
(ibd.) define esa supuesta autenticidad como un sentimiento relacionado a los valores
paternalistas de la elite agropecuaria. Dicho de otro modo, trata de una cultura purificada de
toda influencia extica, y que, paradjicamente, tiene su raz en el carcter portuario de
Buenos Aires. Los escritores proponen volver la cara hacia el interior del pas, ligarse
espiritualmente a nuestras provincias (Antonucci, 1989: 184). No obstante, la pampa no
asume un valor puramente positivo:
Por una parte, necesidad y carcter positivo del contacto entre ciudad y pampa; por
otra, carcter negativo del influjo de la pampa sobre el hombre de la ciudad.
(Antonucci, 1989: 185)
Otra imagen, presentada por Antonucci (1989: 185), consiste en Buenos Aires como reino
del materialismo, una ciudad falsa e inautntica. Generalmente esta visin coincide con una
Buenos Aires que carece de autenticidad y que presenta un predominio del materialismo. La
escritora indica que Buenos Aires se presenta como capital de la ficcin, en contraste con el
interior del pas que representa la autenticidad. Los escritores de los aos veinte ven al
habitante de la ciudad como un ser que representa en vez de que vive; de ese modo se
opone al habitante del campo. Antonucci (1989: 186) introduce la oposicin entre la ciudad
que es un teatro y el campo que es la verdad. Sin embargo, la pampa no pierde su valor
negativo original. En efecto, los intelectuales la denominan como la causa de los aspectos
condenables de Buenos Aires:
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*Sarmiento+ no vio que la ciudad era como el campo *+. Esa barbarie vencida, todos
aquellos vicios de estructuracin y de contenido, haban tomado el aspecto de la
verdad, de la prosperidad, de los adelantos mecnicos y culturales (Antonucci, 1989:
186).
Segn Antonucci (ibd.), los aspectos deplorables de la urbe provienen de un ansia de llenar
el vaco de la pampa, o sea de un deseo de huida frente a una naturaleza demasiado
superior a los humanos. Adems aade que esos temores forman la base del carcter
nacional argentino y que an estn presentes en la ciudad, manifestados en el ansia hacia la
riqueza material, la falta de ideales y proyectos seguros, la heterogeneidad social y la huida
de la realidad del interior hacia una ficcin urbana. Empero, en algunos autores el valor
positivo de la pampa predomina, ya que se opone radicalmente a la ciudad en cuanto a
autenticidad. Aquellos escritores consideran al hombre capaz de dominar la naturaleza ya
que poseen los valores asociados con el argentino del interior: fe, constancia, capacidad
creadora, espiritualidad y autenticidad. De esa forma Antonucci (1989: 187) propone que
Buenos Aires se parece a Babilonia, una ciudad conocida por un lado por sus riquezas
materiales, por otro lado por el caos y el vocero humano. Segn Antonucci (1989: 188) los
escritores de los aos veinte ven al inmigrante como el smbolo y la personificacin del
materialismo ciudadano, a causa de la falta de races y de Historia de aquellos forasteros. Los
inmigrantes representan la contaminacin de las races histricasargentinas ligadas a la
herencia espaola. As que se podra comparar Buenos Aires tambin con la cabeza de
Goliat. La ciudad se equipara con el inmigrante, ya que ambos han cortado con sus races, y
andan como la cabeza cortada del gigante que acta sin tener contacto con sus miembros.
La ltima imagen introducida por Antonucci (1989: 190) trata de Buenos Aires como un
nio. Esa idea ya surgi en Sarmiento, sin embargo no conllevaba una connotacin negativa.
Por lo contrario, Buenos Aires simbolizaba el nio que vence al gigante. Dicho de otra
manera, el pas latino que se libera de la potencia europea. La metfora inclua una promesa
hacia el futuro para una ciudad en su juventud. A partir de los aos veinte y treinta esa
comparacin asume un valor desfavorable. La imagen del nio llega a destacar la inmadurez
y el egosmo de la ciudad. Adems representa un nio mimado a quien le falta un pasado.
En relacin con esa imagen del nio surge la comparacin entre Buenos Aires y una mujer
despiadada (Antonucci, 1989: 191). Es decir, la ciudad se equipara a una virgen inaccesible
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que se caracteriza por una parte por el rechazo de entregarse, y por otra, por un ansia
devorador. Para Antonucci (ibd.) es ese ansia que determina al pueblo argentino, que
tambin toma sin dar: la mujer encarna la defensa extrema de lo privado tpico de los
argentinos. Encima, esa representacin de Buenos Aires como mujer rebelde consiste en una
situacin de anormalidad, lo cual representa el desorden que caracteriza la realidad urbana.
Antonucci (1989: 193) concluye que todas las imgenes contribuyen a crear una identidad
mtica de la ciudad, que es el efecto de la conciencia de una crisis profunda tanto de la
realidad urbana como de la identidad nacional.
3.2. Buenos Aires en la obra de Roberto Arlt.
En esta parte de mi investigacin quisiera presentar un resumen de las caractersticas de la
obra arltiana que se relacionan con la urbe. Cabe constatar que no me limito nicamente a
sus crnicas sino que me fijo en su obra completa con el objetivo de ofrecerles un vistazo a
las tcnicas preferidas por Arlt mismo. Hace falta mencionar que para este resumen
retomar algunas ideas ya presentadas en mi tarea de investigacin El imaginario
apocalptico en la cuentstica de Roberto Arlt (2009). Adems aado algunas ideas nuevas
que se fijan sobre todo en las crnicas del escritor argentino. Para esa informacin me baso
sobre todo en los artculos de Scari (1976), Varela (2002) y Solis (s.d.).
En primer lugar, me propongo examinar el papel que juega el discurso de Arlt en su
representacin de la ciudad. Segn Sarlo (2009: 147) el discurso urbano de Arlt se
caracteriza por la presencia de adverbios catastrficos y adjetivos, sacados de manuales
tcnicos, que se superponen a los nombres propios. Satta (2004: 137) aade que Arlt
emplea, en su descripcin de la urbe, un lxico ajeno al escritor que pertenece al campo de
la qumica, la fsica, la geometra, la electricidad, etc. y lo combina con el discurso de la
teosofa, la tecnologa y la invencin (Satta 2004: 137). De la misma manera Sebrel (2005:
93) inscribe la obra de Arlt en la tradicin de los dramas de las grandes ciudades, ya que Arlt
se fija en el lenguaje oral y en personajes de clase baja. Mediante la presencia de personajes
bajos, el autor trata de representar el caos de la vida urbana y la marginalidad en la cual
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estn arrojadas las criaturas arltianas. Tanto Renaud (2000: 704) como Satta (2004: 139)
relacionan esa marginalidad con la nocin de angustia, que ambas crticas consideran como
una caracterstica tpica del personaje arltiano urbano. Segn Renaud (ibd.) la angustia
funciona como el eje constructor de Los siete locos y Los lanzallamas, ya que resulta de la
desigualdad entre las aspiraciones de los personajes y su mbito inhspito. Satta (ibid.)
aade que la angustia de los personajes arltianos resulta del intento en vano de adaptarse al
ritmo de las transformaciones sociales y polticas de la modernizacin.
Adems, Sarlo menciona que Arlt, en sus obras, toma partido, porque el escritor cree que
las nuevas construcciones forman un nuevo espacio en donde la nostalgia ya no tiene lugar.
Sarlo (2009: 156-157) considera a Arlt como un modernista radical con una fascinacin por el
caos y las demoliciones. En las construcciones surgentes Arlt ve ms de lo que hay, ve lo que
desea ver:
una modernidad arrasadora, expresionista, deformante, pecaminosa, destructiva,
implacable con los dbiles, puerca y sucia en sus bordes, sobre todo sin pasado.
(Sarlo, 2009: 156)
La belleza descrita por Arlt no exige el conocimiento de una historia ni el pertenecer a ella. A
Arlt le fascinan los armazones de cemento, ya que para l simbolizan aquello que queda
oculto una vez que se termina el edificio. El autor goza de la devastacin barrosa sobre la
que se avanza el ensanche de la calle Corrientes. Adems el cronista queda magnetizado por
la ciudad desprolija que no se cristaliza en orden, porque para Arlt el orden se equipara a la
jerarqua.
En relacin con esa fascinacin por las demoliciones, Sarlo (2009: 158-159) menciona que en
la literatura de los comienzos del siglo XX los autores clsicos sitan lo sublime en la
naturaleza. Arlt, en cambio, encuentra lo sublime en lo urbano, que le provoca la misma
sensacin de asombro y deslumbramiento que la naturaleza causa en otros escritores. De
ese modo la obra de Arlt demuestra un impulso de retomar lo sublime en trminos tcnicos
y urbanos (Sarlo, 2009: 158). Segn Sarlo (ibd.), Arlt ve a la modernidad vencer alturas antes
slo alcanzadas por la naturaleza, adems ve en las construcciones nuevas una promesa
para el futuro. Las construcciones simbolizan el triunfo de lo tcnico (Sarlo, 2009: 159)
para Arlt, lo cual le concede la revancha del recin llegado que posee saberes que no
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interesan a los escritores cuyo origen est en la elite social. (Sarlo, 2009: 159). Encima Arlt
adora todas las formas de la ciudad moderna y se inspira en el cine y los afiches de pelculas,
algo que Sarlo (2009: 159) atribuye al origen inmigrante del escritor.
En segundo lugar surge el expresionismo alemn como caracterstica esencial de la obra
arltiana. Tanto Sebrel (2005: 91) como Satta (2004: 137) y Renaud (2000: 703-704)
encuentran una tendencia expresionista en la obra de Arlt. El autor enfatiza las formas
geomtricas en sus obras para sealar el martirio del hombre moderno entregado al poder
del entrono (Renaud, 2000: 703-704). El surgimiento reciente de la urbe se describe desde
un ngulo amenazador, de ese modo se destacan la agresividad y el poder destructivo de la
ciudad. Arlt crea as un ambiente hostil para sus personajes. Otro elemento expresionista
mencionado por Satta (2004: 137) trata de la tendencia de Arlt de presentar la ciudad
mediante cuadros descriptivos, dominados por un contraste fuerte entre el blanco y el
negro. El uso de contrastes se relaciona con una fijacin en la cara oculta de la
modernizacin, es decir en la alienacin, el aislamiento, el anonimato, etc.
Para Scari (1976: 201) el elemento expresionista de Arlt se encuentra en la forma en la cual
dibuja la topografa de la ciudad. El autor emplea un cinismo tajante frente al elemento
humano, otorgndole un valor fotogrfico a su descripcin de la urbe:
*+ las aguafuertes del satrico argentino tienen una cualidad de cosa vivida, de
visiones y experiencias tomadas de una observacin directa e inmediata, de rpidas
pinceladas que no han pasado por una etapa de contemplacin y ordenacin. Arlt se
pasea, hurga, y husmea los rincones ms ntimos del ambiente porteo, los recovecos
de la urbe, y los somete a una radiografa que minuciosamente nos va revelando sus
esferas ms recnditas. (Scari, 1976: 201)
De ese modo, ese valor fotogrfico va acompaado por una dimensin intimista, no
perteneciente al gnero costumbrista, que supone un constante dilogo entre el autor y su
lector.
Otro elemento expresionista que domina la obra de Arlt lo constituye la flnerie. Sebrel
(2005: 92) define a Arlt como un merodeador de calles, es decir, anda solo y sin rumbo en
las calles formando una proyeccin imaginaria de la metrpoli del futuro. Esa flnerie se
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reconoce por la atencin por los detalles. La obra de Arlt presenta una precisin en cuanto a
los nombres y nmeros de las calles y casas, ofrecindole al lector la posibilidad de visitar el
hbitat de la trama y seguir los desplazamientos de los personajes. Asimismo el crtico
considera a Arlt como un escritor visual que nos ofrece descripciones vivas de los ambientes
interiores o exteriores con un gran sentido de la puesta, la iluminacin y el color, lo cual
Sebrel interpreta como una influencia probable del cine expresionista de los aos veinte.
Encima de eso Sebrel (2005: 95) denota que por la exclusin de la naturaleza en sus
visiones, Arlt pertenece a la corriente expresionista. En su obra la atencin a los momentos
de transicin, en los cuales el viejo desaparece y el nuevo todava no surge funciona como
trasfondo. De esa forma Arlt crea una sensacin de inseguridad, azar e incertidumbre. Otro
tema expresionista segn Sebrel (2005: 91) es la presentacin de la ciudad como una nueva
Babilonia. Arlt nos presenta las calles como*un+ escenario grotesco y espantoso donde,
como en los cartones de Goya, los endemoniados, los ahorcados, los embrujados, los
enloquecidos danzan su zarabanda infernal (Sebrel 2005: 91), de ese modo aplicando la
visin de un artista expresionista. Esa actividad de la flnerie surge tambin en sus crnicas,
ya que Arlt lleva al lector en sus andanzas por la ciudad, convirtindolo en su acompaante.
Scari( 1976: 197) deduce esto de la forma en que Arlt se dirige directamente a su pblico,
*+ incitndolo mediante preguntas retricas y aseveraciones corrosivas, a compartir su
ttrica visin de la vida social argentina. (Scari, 1976: 197)
Tambin Solis (s.d.: 7) considera que las caminatas por la ciudad de Arlt, se parecen al vagar
del flneur, puesto que trata de una perspectiva privilegiada de mirar en torno sin ser
percibido por el entorno. En sus crnicas Arlt construye el personaje del flneur modelo
que se mezcla con el paisaje urbano como un ojo y un odo que se desplazan al azar. El
escritor se mete en la pobreza nueva de la gran ciudad y en las formas ms evidentes de la
marginalidad y el delito.(Solis, s.d.: 7). Muy presente en las crnicas de Arlt es el trnsito del
centro a la periferia. Solis denota que no slo comprende en este caso lmites territoriales y
concretos, sino tambin de lmites sociolgicos. Ah Solis se refiere a Simmel, mencionando
que una ciudad es una entidad sociolgica que est construida espacialmente. De esa forma,
la cultura urbana consiste en entrecruzamientos de diferentes clases y persones que se
encuentran en las calles, lo cual da lugar a una cultura de mezcla. Esa cultura de mezcla se
caracteriza por un lado, por el progreso material relacionado con el centro de la ciudad que
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mantiene contacto con la vanguardia y con la cultura europea. Por otro lado, se asocia con la
cultura marginal, relacionada con la pobreza nueva y consiste en una mezcla de diferentes
culturas y lenguas (por la inmigracin extranjera), de ilegalidad y delitos. Esas dos formas de
culturas se entremezclan y se yuxtaponen en la Buenos Aires de los aos veinte.
Solis (s.d.: 8) tambin indica la importancia del transporte pblico como medio para cruzar
las fronteras geogrficas entre las varias zonas de la ciudad. Sus paradas permiten dar un
vistazo a las diferentes clases sociales en un movimiento ininterrumpido. En las crnicas de
Arlt el transporte pblico simboliza el aislamiento del hombre de la gran ciudad, ya que los
pasajeros en los tranvas se encierran en su propio mundo al ponerse a leer o al evitar la
conversacin con los dems pasajeros. Mediante las Aguafuertes Arlt logra entrar en ese
mundo, ya que sus lectores son los pasajeros con los cuales el lenguaje de la calle forma un
canal de comunicacin de experiencia.
Sin embargo, para Varela (2002) el andar por las calles de la urbe, observando y
describiendo el espectculo que le ofrecen los lugares pblicos, inscribe a Arlt
indiscutiblemente en la tradicin de los cronistas costumbristas y no tanto en la tradicin
expresionista. Segn la crtica el vagar de Arlt no coincide con aquel vagar de la burguesa
media del inicio del siglo XX, que pasean por la ciudad como actividad social, con el motivo
de ver y ser visto: El paseo de Arlt se transforma en el vagabundear propio del flneur que
en su vagar por calles y barrios va redescubriendo una ciudad que le es a la vez propia y
ajena. (Varela, 2002: 153). En Arlt el vagabundeo se une con un don de observacin que le
permite experimentar una realidad cambiante y cotidiana y ver ms all de lo aparente. La
calle funciona como espectculo, un escenario para poner en juego sus crnicas. La calle se
convierte en un microcosmos donde se condensa toda la riqueza del universo. Es importante
mencionar que Varela indica que el cronista no debe ser visto como un observador fiel a la
realidad, ya que altera sus rasgos, la transforma, la deforma a travs de la caricatura para as
llamar la atencin de sus lectores.
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3.3. Anlisis de algunas crnicas.
En este captulo se comienza la parte analtica de esta investigacin. Las crnicas
seleccionadas provienen tanto del libro Aguafuertes. Obras Completas. Tomo 2. (2008) como
del libro El Paisaje en las Nubes. Crnicas en El Mundo 1937-1942. (2009). Ambos libros
consisten en una compilacin de crnicas escritas por Roberto Arlt. De este modo, las
crnicas analizadas son, por un lado, Aguafuertes y por otro lado, crnicas escritas en El
Mundo despus de 1937. Provenientes de El Paisaje en las Nubes (2009) son las siguientes
crnicas: bamos a vivir en un laberinto (401-403), El museo melanclico (727-728),
Caretas en soledad (725-726) y La mujer portea, vctima de la guaranguera (143-145).
Entre las Aguafuertes (2008) se consideran las notas; El desierto en la ciudad (215-217),
Criollaje en Mataderos (233-236), Pueblos de los alrededores (236-238), Gras
abandonadas en la Isla Maciel (59-61), El espritu de Corrientes no cambiar con el
ensanche (169-171), Pasaje Gemes (207-209), Encantos de las calles del centro (256-
258), La calle Florida (221-224), Casas sin terminar (86-89), Molinos de viento en
Flores (39-42), Nuevos aspectos de las demoliciones (296-298), El rascacielo y la
plazuela (298-299), El placer de vagabundear (115-117), Siriolibaneses en el centro
(278-281) y Corrientes, por la noche (230-233). La seleccin de estas crnicas se motiva
por su tema comn: la ciudad de Buenos Aires. En todas estas crnicas se describe un lado
de la capital argentina o de sus habitantes, y se ilumina sus particularidades desde el punto
de vista de Arlt. Estas crnicas ayudan a demostrar la polifona y la diversidad presente en la
obra de Arlt. Como ya se ha mencionado anteriormente, el propsito de esta investigacin
consiste en averiguar hasta qu punto las crnicas se inscriben en el estilo arltiano. Es decir,
a base de las caractersticas de la novelstica de Arlt, establecidas en la parte terica de la
investigacin, se comprobarn las semejanzas entre ambos ramos de la obra arltiana.
Adems, se comparar las crnicas del escritor con las teoras de la ciudad introducidas
anteriormente para deducir como se relaciona Arlt con la mayora de escritores de las aos
veinte y treinta.
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3.3.1. Teoras de la ciudad.
En este captulo propongo investigar en qu medida estn presentes las teoras de la ciudad
mencionadas anteriormente. De esa forma, quiero averiguar hasta qu punto Arlt se inscribe
en la tradicin argentina de los aos veinte. Hace falta mencionar que slo se analizan las
teoras ms recurrentes en las crnicas de Arlt. Adems investigo bajo qu forma se
presentan o se adaptan esas ideas.
3.3.1.1. Buenos Aires como laberinto/ biblioteca de Babel.
Como ya se ha mencionado, la idea de la ciudad como laberinto se introduce en la literatura
argentina por la obra de Borges. En algunas crnicas Arlt introduce varias referencias
explcitas a Borges y a la biblioteca de Babel. Adems est presente la nocin de la ciudad
como desierto, otro elemento clave de la obra borgiana. Propongo un resumen de las
crnicas en las cuales regresan estas imgenes y examinar de qu forma Arlt las utiliza.
En la crnica bamos a vivir en un laberinto (Arlt, 2009: 401-403) Arlt compara Buenos Aires
con el laberinto de Cnosos. Ese laberinto fue creado por Ddalo a peticin del rey de Creta,
Minos. El laberinto tenia la funcin de encerrar al Minotauro, una bestia a la que Minos
sacrificaba personas. En la crnica Arlt equipara los autores de las ordenanzas de las
construcciones a Ddalo, autor del laberinto, ya que llevan a cabo un proyecto similar. Sin
embargo, para Arlt los inventores modernos son peores ( ms cargados de maliciosa
modernidad (Arlt, 2009: 401)) puesto que crearon un laberinto para los peatones sin que
fuera necesario: En fin, encomendmonos a San Minotauro. Que si aqul diezmaba la
ciudad con su laberinto, este nuevo que nos ha tocado por puntillo de honor nos quiere
enloquecer. (Arlt, 2009: 403). Igual que Borges, Arlt reconoce en la ciudad un laberinto que
carece de fin y que a fin de cuentas solo provocar el enloquecer de sus habitantes.
Arlt ve en las obras modernizadoras de la ciudad la mano del diablo:
Como si el demonio enconado con proveedores *+ le hubiera susurrado una
tentacin venenosa , el autor se las compuso, para que siempre, nosotros, los
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ciudadanos de una ciudad que ocupa su lugarcito bajo el sol, vivamos
mortificndonos en perpetua demostracin de teorema geomtrico. (Arlt, 2009:
402)
De esa forma, Arlt tambin relaciona su laberinto urbano a la biblioteca de Babel. Aunque no
hace una referencia explcita, la ciudad descrita por Arlt obtiene las mismas caractersticas
espaciales. Igual que en la biblioteca, los habitantes de Buenos Aires estn condenados a una
geometrizacin del espacio, que se caracteriza por mdulos iguales que siempre retornan y
que imposibilitan la orientacin.
El horror y la molestia de las calles recortadas y reformadas impiden a Arlt hacer lo que
realmente desea hacer: pasear y vagar por las calles:
Porque ya no ser cosa de largarse a la calle, como lo haca uno antes, con feliz
talante y jovial predisposicin. No. Ahora habr que lanzarse a lo desconocido co