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    ROSA LUXEMBURGYLAESPONTANEIDADREVOLUCIONARIA

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    DANIEL GURIN

    ROSALUXEMBURG

    y la espontaneidad revolucionaria

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    AnarresCorrientes 4790

    Buenos Aires / ArgentinaTel: 4857-1248

    ISBN: 987-20875-1-2

    La reproduccin de este libro, a travs de medios pti-cos, electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotoco-

    pias son permitidos y alentados por los editores.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

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    PRIMERAPARTELOSHECHOS

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    PREFACIO

    La espontaneidad goza de gran actualidad, por no decir, loque sera peyorativo, que est de moda. Mayo de 1968, hura-cn que nadie desencaden deliberadamente, que en, cada unade las empresas y los establecimientos educacionales de Fran-cia puso en tela de juicio al poder capitalista y la ideologa

    burguesa, estuvo a punto de barrer un gobierno en aparienciafuerte y prestigioso (En mayo todo se me escapaba, CharlesDe Gaulle). Mayo del 68 fue una borrachera para una juventudentusiasta, y los efectos mgicos de la espontaneidad la deslum-braron durante un tiempo. Pero los mismos sortilegios que leshaba hecho atropellar a todas las instituciones y perturbar to-dos los valores establecidos, incluidos la C.G.T. y el Partido

    Comunista, a la larga afectaron de impotencia a esos jvenesmagos. El recurso exclusivo al arma de la espontaneidad fue,en consecuencia, puesto en tela de juicio.

    Parece til, por tanto, proceder al examen de un fenmenocomplejo y, a pesar de la reciente leccin de los hechos, todavabastante mal explorado.

    La espontaneidad, fuerza elemental que, por ello, no es elinvento de ningn teorizador, ha sido observada, analizada y,en parte, exaltada por una gran terica revolucionaria, RosaLuxemburg. Resulta normal, por tanto, que mayo del 68 hayamultiplicado el inters por sus trabajos, sobre todo para quienesse ocupan de la autoactividad de las masas.

    Pero el 1968 francs no slo ha demostrado la eficiencia dela espontaneidad, tambin fue un relevamiento de sus limita-ciones. Aparte, un sector de espontanestas irreductibles, ad-

    versarios maniticos de la organizacin, por odio al peligroburocrtico, y que se han condenado a la esterilidad, ningnmilitante, ni en los medios estudiantiles ni en la clase obrera,cree actualmente que sea posible, para llevar a su trmino unarevolucin, prescindir de una minora activa. Desgraciada-mente, ni el Partido Comunista, convertido en contrarre-

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    volucionario, ni los grupsculos sectarios rivales que a pesarde sus esfuerzos no han logrado suficiente arraigo en el proleta-riado, han podido hasta ahora proveer esa necesaria punta de

    lanza. El provisorio fracaso es debido, no tanto a los excesosdel espontanesmo como a la momentnea carencia de unaformacin obrera en condiciones de desempear un papel reve-lador de la conciencia.

    Antes de pasar al anlisis de las concepciones luxemburguistasacerca de la espontaneidad, nos parece necesario, a ttulo decontribucin personal, examinar rpidamente la naturaleza yel mecanismo del movimiento de masas, pues Rosa estudi ms

    sus efectos, sus manifestaciones exteriores, que su dinmica in-terna. Simple, como todos los fenmenos de la naturaleza, ele-mental, como el hambre o el deseo sexual, esta fuerza tienecomo motor primario, como impulso original, el instinto deconservacin de la especie, la necesidad de subsistencia, el agui-jn del inters material1. Los trabajadores se movilizan, aban-donan la pasividad, la rutina y el automatismo del gesto coti-

    diano, dejan de ser molculas aisladas y se sueldan con suscompaeros de trabajo y de alienacin, no porque un conduc-tor los incite a ello, tampoco, lo ms a menudo, porque unpensamiento consciente los despierte y fanatice, sino, simple-mente, porque la necesidad los empuja a asegurar o a mejorarsus medios de subsistencia y, si stas han alcanzado ya un nivelms alto, a reconquistar su dignidad de hombres.

    Este movimiento existe permanentemente, en estado latente,subterrneo. La clase explotada no deja en ningn momento deejercer una relativa presin sobre sus explotadores para arran-carles, en primer lugar, una racin menos mezquina, y luego unmnimo de respeto. Pero, en los perodos de baja, esa presin essorda, invisible, heterognea. Se manifiesta en dbiles reaccio-nes individuales o de pequeos grupos aislados. El movimientode masas se halla atomizado, replegado sobre s mismo.

    Sin embargo, en ciertas circunstancias ocurre que reaparecebruscamente en la superficie, se manifiesta como una enormefuerza colectiva homognea, ocurre que estalla. El exceso demiseria o de humillante opresin, no slo econmica, sino tam-bin poltica, provoca en cada una de sus vctimas un grito tanalto que todas las vctimas se sienten gritando juntas a veces,

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    por otra parte, uno o dos gritos se adelantan a los otros, aun enel ms espontneo de los movimientos. Como deca un obrero:Siempre hay alguien que comienza la espontaneidad; y la

    unanimidad de ese grito les da confianza en s mismos; y suprotesta se convierte en un alud, el contagio revolucionario seextiende al conjunto de la clase.

    Lo que confiere su particularidad al movimiento de masas esel carcter concreto, pero limitado, de sus objetivos. Incons-ciente, al menos en sus comienzos, difiere por su naturaleza delas acciones de los grupos polticos conscientes, o pretendidostales. Puede, en ciertas circunstancias, proyectar su impulso a

    travs de un partido, pero an as no se produce una verdaderafusin. El movimiento de masas contina obedeciendo a suspropias leyes, persiguiendo sus fines particulares, como elRdano, que luego de verter sus aguas en el lago Leman prosi-gue su propio curso. La disparidad entre los mviles de la ac-cin de las masas y aquellos de los partidos polticos es el ori-gen de toda suerte de errores y desencuentros, de tcticas y

    diagnsticos falsos.En una revolucin existen dos clases de fuerzas que puedenmarchar juntas y aun asociarse, pero que no son de la mismanaturaleza y no se expresan en el mismo lenguaje. Toda revolu-cin parte de un equvoco, unos se ponen en camino hacia obje-tivos puramente polticos en la Rusia de 1905 y 1917, porejemplo, contra el despotismo zarista, los otros se lanzan a lalucha por motivos bastante diferentes: en la ciudad, contra lacaresta de la vida, los bajos salarios, los impuestos, incluso elhambre; en el campo, contra la servidumbre y los cnones feu-dales, etc. Puede ocurrir que los segundos, por una natural aso-ciacin de ideas, adopten momentneamente la terminologade los primeros, les presten sus brazos y viertan su sangre porellos. Pero no por eso el movimiento de masas deja de seguir supropio camino. Como ha hecho con ellos una parte del camino,

    los polticos se imaginan que el movimiento de masas estareternamente a su disposicin como un perro amaestrado, quepodrn llevarlo a donde ellos quieran, hacerle aceptar lo que aellos les convenga, aplacar su hambre o dejarlo hambriento,hacerlo avanzar, retroceder y volver a avanzar conforme consus clculos, utilizarlo, llevarlo a una va muerta y sacarlo lue-

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    go de ella para volver a utilizarlo. El movimiento de masas nosiempre se presta para semejante gimnasia. Una vez puesto enmarcha no permanece fiel si no se le es fiel, si no se avanza

    siempre con l, ininterrumpidamente y en la direccin que suinstinto de conservacin le indica.La asociacin de ideas que hace aceptar a las masas el len-

    guaje de los polticos es frgil. Muy poco hace falta para rom-perla, para anular el circunstancial acuerdo: a veces una sim-ple pausa en la marcha que, aun si es estratgicamente hbil,puede quebrar el impulso de las masas. Tal poltico, que lavspera, con un gesto, una palabra, pona en pie a cien mil

    hombres, al da siguiente gesticula en el vaco, sin que nadie leresponda. Puede desgaitarse, la asociacin de ideas ya no fun-ciona, la confianza ya no existe, el milagro no se produce ms.Decepcionado, el movimiento de masas jura que no lo volverna estafar, se repliega sobre s mismo, ya no est a la disposicinde nadie.

    Una larga y cruel experiencia ense a los trabajadores a

    desconfiar de los polticos, a quienes aplican despectivamenteun nombre que expresa la distinta naturaleza de su movimien-to: politiqueros. Fcilmente consideran a los polticos: par-sitos, ociosos y charlatanes que siempre los usaron para traicio-narlos. Se rehsan, as, con la misma rapidez como antes sehaban entregado, y se maldicen por haber dejado nuevamenteque les hicieran el cuento.

    La masa de los trabajadores, encadenados desde el alba a lanoche a su dura labor, aplastados por la fatiga, los problemasdomsticos y, en las grandes aglomeraciones urbanas, por lalentitud y la incomodidad de los transportes, atontados por losmass media, monopolizados por la clase dominante, carentesde tiempo libre y de medios propios de informacin, en su con-junto no alcanzan a relacionar la lucha por mejoras materialescon un objetivo superior sin el cual, como el trabajo de Ssifo,

    esa lucha deber perpetuamente recomenzar.Sin embargo, a pesar de todo, una minoraproletaria, ms

    instruida y lcida, compuesta principalmente por obreros cali-ficados, logra elevarse por sobre el estrecho horizonte del pancotidiano2. De esta manera el insconsciente relativo de la clasepuede ser esclarecido por el consciente. Si esta elite obrera se

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    muestra capaz de dar cuenta de las particularidades y de lasleyes complejas del movimiento de masas, si vela sin desmayospara que la asociacin de ideas juegue constantemente entre las

    reivindicaciones inmediatas de sus compaeros de trabajo y elobjetivo revolucionario propuesto, si se dedica a sugerir, a ex-plicar, nunca a dirigir, entonces la fusin tiene probabilida-des de realizacin.

    Tal fusin es indispensable, pues ambas fuerzas se necesitanabsolutamente. Qu puede hacer una elite sin las masas? Qupueden las masas sin las elites sino, luego de una breve explo-sin, de efmeras conquistas, retirarse decepcionadas, sintin-

    dose vencidas?Cierto es que a veces la elite y el movimiento de masas se

    dedican a un siniestro juego de escondite. El segundo est pre-parado para el combate y ya se ha lanzado a la pelea. Serasuficiente que algunos militantes conscientes le ayudaran atrascenderse. Pero, en el preciso instante en que sera necesaria,esa elite no existe o, si est presente, no logra elevarse a la

    altura de la situacin. La conciencia ha fallado en su tarea, o laclase dominante ha logrado ponerla a su servicio. El instinto,abandonado a s mismo, luego de algunas violentas sacudidasy escaramuzas de retaguardia, se pierde en la arena. Revolu-cin frustrada.

    Puede tambin ocurrir lo contrario. Despus de haber apren-dido la leccin de anteriores experiencias, una minora cons-ciente se muestra capaz de seguir hasta el fin. Se vuelve al mo-vimiento de masas y requiere su apoyo, pero las masas nointerpretan el llamado, o en ese momento estn adormecidas,porque estn ocupadas en la digestin de las migajas arranca-das al enemigo o porque el recuerdo de un reciente fracaso o deuna represin brutal ha dispersado al movimiento. Reducida asus magras fuerzas, la minora consciente se agita y se agota envano. Revolucin frustrada.

    La victoria surge de la conjuncin de las dos fuerzas, el daque, a pesar de sus diversidades, sus diferencias de formacin yde ptica, sus intereses divergentes, se lanzan juntas a la bata-lla. Octubre de 1917.

    Sin embargo, aun cuando se trate de una formacin polticaque se reivindique del proletariado, cuyos intereses coincidan

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    por un momento con los del proletariado, como fue el caso delpartido bolchevique en el otoo de 1917, no es posible genera-lizar a partir de tal ocasional conjuncin, ni se puede estar de

    acuerdo con Gramsci cuando el marxista italiano sostiene quela teora denotando con ese trmino una direccin polticadel proletariado y espontaneidad no pueden oponerse en-tre s. Tal optimista afirmacin revela idealismo, y ha sidocruelmente desmentida por la historia.

    Resta examinar, lo que ser cuestin al final de este libro,una forma obrera consciente, presentida dialcticamente aun-que no verdaderamente hallada por Rosa Luxemburg, que no

    sera distinta ni separada del grueso de la clase, siendo el frutomismo de sus entraas, cuyos modos de funcionamiento lainmunizaran contra el peligro de burocratizacin. Entonces,slo entonces, los graves obstculos que comprometen la sim-biosis de la espontaneidad y la conciencia quedaran al fin re-movidos.

    NOTAS

    1 Se resume aqu un captulo de D. G., La Rvolution Franaise et nous. Ed. LaTaupe, 1969, p. 39 ss., donde el movimiento elemental de las masas esexaminado a partir de la revolucin francesa del siglo XVIII. Para un anlisisdetallado, cf. D. G. La Lutte de classes soul la Premire Rpublique 1793-1797,2 vol., Gallimard, 1968.

    2 Cada vez que se vuelva sobre el trmino elite se sobreentiende el adjetivo

    obrera.

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    CAPTULO IESPONTANEIDADYCONCIENCIA

    Demos una vuelta por el pasado y veamos cmo los grandesprecursores, tanto marxistas como anarquistas, pues en esos tiem-pos remotos ambas corrientes eran parientes bastante cercanos,definieron la espontaneidad en sus relaciones con la conciencia.

    CUESTINDEVOCABULARIO

    Espontneo deriva del bajo latn spontaneus, del latn clsi-co sponte (libremente, voluntariamente), que a su vez se originaen una voz griega.

    Conforme el Littr, el adjetivo significa: 1), que tiene su prin-

    cipio en s mismo; 2) que se hace, se produce por s mismo; 3)en fisiologa que no es producido por una causa externa.Marx y Engels no emplearon las palabras spontan,

    Spontaneittque, parece, no eran prcticamente utilizadas enalemn sino en fisiologa, pero que luego se haran comunes enla jerga poltica bajo la pluma, entre otros, de Rosa Luxemburg1.Dichos autores aplicaron al movimiento proletario los adjeti-vos selbstndig o eigentmlich, ambos tienen el mismo sentido,quizs algo ms restringido, menos dinmico, que la segundaacepcin francesa: que ese movimiento existe por s mismo, quetiene su propia existencia. Esos eptetos se encuentran traduci-dos al francs por autnomo. Se habla corrientemente enpoltica de el movimiento autnomo de las masas. Examina-da ms atentamente, esa expresin no es muy adecuada, puesen nuestro idioma la palabra autnomo corre el riesgo de dar

    a entender ciertas restricciones con respecto a independiente.El Littr nos informa sobre la etimologa de tal limitacin: laautonoma era el derecho que los conquistadores romanos con-cedan a algunas ciudades griegas para que se administrasenconforme sus propias leyes. Lo mismo ocurre en nuestros das.Para tomar un ejemplo reciente un pas colonizado, como T-

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    nez, debi pasar por la etapa de la autonoma interna antesde poder acceder a la independencia.

    Marx y Engels usaron tambin otra expresin: hablaban de

    la gesehichtliche Selbstttigkeitdel proletariado, literalmentesu autoactividad histrica, que, anticipando ciertas formasdel lenguaje posterior, se ha traducido como espontaneidadhistrica.

    Engels, en Los orgenes de la propiedad, la familia y el Esta-do, habla tambin de organizacin autoactiva (selbstttig) dela poblacin en armas, expresin que retoma Lenin en El Es-tado y la revolucin2. Los traductores franceses traducen aproxi-

    madamente selbstttig por espontneo (spontan).Marx, finalmente, cuando alude a los primeros intentos de

    creacin de una organizacin comunista internacional, escribeque surge naturalmente (naturwchsig) del suelo de la socie-dad moderna. Aqu tambin se han tomado algunas libertadesal traducirlo como espontneamente3.

    Autonoma, o independencia, o autoactividad, del

    movimiento de masas. De frente a qu? En primer lugar, defrente a las formaciones polticas burguesas. Es as como Engelsha discernido, despus de los grandes movimientos revolucio-narios burgueses, la aparicin de movimientos selbstndigdela clase que jugara aproximadamente el papel de antecesoradel proletariado moderno.

    Pero el movimiento de masas posee existencia propia tam-bin de frente a las formaciones polticas socialistas o comunis-tas. Es cierto que para Marx y Engels los comunistas no tienenintereses separados de los del proletariado en su conjunto. Loscomunistas no establecen principios particulares sobre los cua-les quisieran modelar al movimiento proletario [...] Represen-tan constantemente el inters del movimiento total. Culesson las razones de esa pretendida identidad? Que sus concep-ciones tericas no se basan para nada en ideas, en principios

    inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.Slo son la expresin general [...] de un movimiento histricoque se realiza frente a nosotros.

    Sin embargo, para los redactores del Manifiesto comunista,de ninguna manera se confunden movimiento proletario y co-munismo, pues los comunistas, dicen, tienen sobre el resto de

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    la masa proletaria la ventaja de comprender las condiciones dela marcha y los resultados generales del movimiento proleta-rio. El movimiento de la masa proletaria tiene, por tanto, una

    existencia propia, una autoactividad elemental, incluso enrelacin con su expresin poltica consciente4.Esa diferenciacin era, ciertamente, embrionaria an, poco

    perceptible en 1847, pero aparecera ms claramente en unafase ulterior. Es as, por ejemplo, como en su Historia de larevolucin rusa Trotsky marcar constantemente la distincinentre el proceso molecular de las masas, la rueda gigante delas masas y la accin conducida por las formaciones polticas

    revolucionarias, notablemente el partido bolchevique5,6.Entre los fundadores del anarquismo el acento est puesto

    sobre la espontaneidad, y posiblemente es a travs de ellos comoese trmino ha terminado por incorporarse al lenguaje polticoalemn. En Stirner prcticamente no existe, sino bajo la formade Emprung, precisa el propio autor que en el sentidoetimolgico de indignacin, de rebelda, y no en el sentido pe-

    nal de motn, sedicin7

    . Pero es Proudhon quien escribe Lo queimporta retener de los movimientos populares es su perfectaespontaneidad. Y agrega: Una revolucin social [...] es unatransformacin que se cumple espontneamente [...]. No llegagracias a la orden de un jefe que posee una teora preconcebida[...]. Una revolucin no es verdaderamente la obra de nadie.Despus de l, Bakunin repite que las revoluciones se hacenpor s mismas, producidas por la fuerza de las cosas, por loshechos, por el movimiento de los acontecimientos. Se preparandurante largo tiempo en las profundidades de la conciencia instin-tiva de las masas populares, repentinamente estallan, produci-das a menudo en apariencia por causas ftiles. En la revolu-cin social la accin de los individuos [...] es casi nula, laaccin espontnea de las masas debe serlo todo. La revolu-cin no puede ser producida y llevada a su pleno desenvolvi-

    miento si no es por la accin espontnea y continuada de lasmasas. De la misma manera, los cimientos de la primera in-ternacional reposan en el movimiento espontneo de las ma-sas populares de todos los pases, no en una teora poltica uni-forme, impuesta a las masas por algn congreso general.

    Sin embargo, contrariamente a lo que imaginan sus adversa-

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    rios marxistas, si ambos pensadores libertarios ponen el acentosobre la espontaneidad, no desprecian de ninguna manera elpapel de las minoras conscientes. Proudhon observa que las

    ideas que en todas las pocas han agitado a las masas habanbrotado previamente del cerebro de algn pensador [...]. Lasmultitudes nunca tuvieron la prioridad. En cuanto a Bakunin,si, por una parte, se separa de Proudhon al invertir el razona-miento de este ltimo y atribuir la prioridad a la accin elemen-tal de las masas, prescribe, por otra parte, a los revolucionariosconscientes, el imperioso deber de ayudar al nacimiento de unarevolucin, difundiendo entre las masas ideas concordantes con

    su misin de servir de intermediarios entre la idea revoluciona-ria y los instintos populares, de contribuir a la organizacinrevolucionaria del poder natural de las masas8.

    LAESPONTANEIDADSUBESTIMADA?

    Pero, a continuacin, la nocin de autoactividad y esponta-neidad, presente en el marxismo original as como en el anar-quismo, ha sido bastante oscurecida por algunos de los suceso-res de Marx y Engels. En primer lugar Kautsky, despus Lenin.

    Para el terico de la socialdemocracia alemana sera ente-ramente falso que la conciencia socialista fuera el resultadodirecto, necesario, del movimiento proletario de masas. El so-cialismo y la lucha de clases provendran de premisas diferen-tes. La conciencia socialista habra surgido de la ciencia. Lue-go, los portadores de la ciencia son, al menos hasta nueva orden,intelectuales originarios de la burguesa. A travs de ellos elsocialismo cientfico habra sido comunicado a los obreros.La conciencia socialista pretende Kautsky es un elementoimportado a la lucha de clases del proletariado desde afuera,no es algo que haya surgido espontneamente. A lo mximo,

    el movimiento obrero puede producir el instinto socialista,la necesidad del socialismo, pero nunca la idea socialista9.

    Lenin no discute la existencia de la espontaneidad, pero nooculta su desconfianza hacia ella. Esto lo expresa, por otra par-te, en trminos bastante contradictorios. A veces admite que laespontaneidad no es en el fondo otra cosa que la forma

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    embrionaria de la conciencia. Otras utiliza trminos muchoms negativos: espontaneidad es sinnimo de inconciencia (sic)10.De acuerdo con Kautsky, entiende que los obreros, dispersos,

    oprimidos, sumidos en la animalidad(sic) bajo el capitalismo,en su inmensa mayora no pueden poseer todava una concien-cia de clase socialista11. Esta slo puede serle aportada desde elexterior12.

    Lenin llega todava ms lejos que el terico alemn. Confor-me lo precedente, cree poder deducir que la vanguardia revo-lucionaria debe evitar cualquier sumisin servil a la esponta-neidad del movimiento obrero13. Inclinarse ante esa

    espontaneidad equivaldra a reducir la vanguardia a una sim-ple sirvienta del movimiento proletario14. Sostiene, por lo con-trario: Nuestra tarea es la de combatir (sic)la espontaneidad.Congratula al fundador del socialismo alemn, FerdinandLassalle, por el hecho de haber llevado a cabo una lucha en-carnizada contra la espontaneidad15. El partido no debe serconfundido con la clase o, en todo caso, slo hasta cierto punto.

    La lucha espontnea del proletariado no se convertir en unaverdadera lucha de clases hasta tanto no sea dirigida por unafuerte organizacin revolucionaria.

    Sobre todo, que el obrero no pretenda arrancar su suerte delas manos de sus dirigentes. Eso sera el mundo al revs: elcompleto aplastamiento de la conciencia por la espontaneidad16.

    UNPROCESODIALCTICO

    Rosa Luxemburg no hace en realidad otra cosa que volver alas autnticas fuentes del marxismo, ms an, a pesar de queella haya credo su deber negarlo, del anarquismo. Esto desdeel momento que se pone de contrapunto con Kautsky y Leninpara reivindicar la nocin de autoactividad, trmino que a ve-

    ces emplea, y de espontaneidad, palabra que usa ms a menudo.En la historia de las sociedades de clases le objeta a Lenin

    el movimiento socialista fue el primero en contar, para todassus fases y en toda su actividad, con la organizacin y la accindirecta de las masas, siendo que de ellas extrae su propia exis-tencia (selbstnding).

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    Quiere creer, por cierto, que la organizacin centralista delpartido es una condicin previa de su capacidad de lucha. Pero,mucho ms importante que esas exigencias formales es para

    ella la espontaneidad. Centralizacin, s, mas una centraliza-cin que no debera basarse ni en la obediencia ciega, ni sobrela subordinacin mecnica de los militantes a un poder cen-tral. Le replica al autor de Qu hacer? que no puede haberen el partido tabiques estancos entre el ncleo proletario cons-ciente que forma sus cuadros slidos y las capas circundantesdel proletariado, ya entrenadas en la lucha de clases y cuyaconciencia de clase crece da a da.

    Espontaneidad y conciencia no son procesos separables, nimecnica ni cronolgicamente, se trata de un desarrollo dial-ctico. Es en el curso mismo de la lucha donde el ejrcito delproletariado adquiere progresivamente mayor conciencia de losdeberes de esa lucha. La vanguardia del proletariado conscien-te se encuentra en un estado de permanente devenir17.

    Cuanto ms crece el proletariado en nmero y en concien-

    cia, tanto menos se justifica que sea sustituido por una van-guardia instruida. En la medida que la ceguera de las masasretrocede frente a la educacin, la base social sobre la que seapoyan los jefes queda destruida. La masa se convierte, poras decirlo, en dirigente y sus jefes no resultan otra cosa quelos ejecutantes, los instrumentos de su accin consciente.Contrariamente a la opinin de Lenin, para quien, ya lo hemosvisto, espontaneidad equivala a inconciencia, Rosa considera-ba que la inconciencia de la clase obrera perteneca a unpasado ya superado. El nico sujeto al que le corresponde elpapel de dirigente hoy en da es el yo colectivo (das Massen-Ich) de la clase obrera.

    Ciertamente, ese proceso no es instantneo ni tampoco sigueuna lnea recta. La transformacin de la masa en dirigenteseguro, consciente y lcido, la fusin de la ciencia con la clase

    obrera soada por Lassalle, no es ni puede ser otra cosa que unproceso dialctico, puesto que el movimiento obrero absorbecontinuamente nuevos elementos proletarios as como deserto-res de otros estratos sociales18. Sin embargo, sta es y deber serla tendencia dominante del movimiento socialista: la abolicinde los dirigentes y de la masa dirigida en el sentido burgus,

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    la abolicin de ese fundamento histrico de toda dominacin declase. El partido consciente es, en ltima instancia, el movi-miento propio de la clase obrera19.

    LAEXPERIENCIACONCRETA

    Ahora Rosa pasa de las condiciones tericas al anlisis deacontecimientos contemporneos. Lo hace con tanto mayor ar-dor polmico por cuanto escribe para el lector de su pas deadopcin, para una clase obrera alemana, conducida por la

    batuta de una socialdemocracia reformista, a la que treinta aosde parlamentarismo y de reivindicaciones inmediatistas le hanembotado el sentido de la accin directa20.

    Ya haba observado, a propsito de la huelga de 1902: lahistoria de todas las revoluciones precedentes nos demuestraque los violentos movimientos populares, lejos de ser productosvoluntarios, arbitrarios, de pretendidos jefes o partidos, como

    se lo imaginan el polica y el historiador burgus oficial, sonsobre todo fenmenos sociales elementales, producidos por unafuerza natural, cuya fuente es el carcter de clases de la socie-dad moderna21.

    Lenin haba credo necesario apoyar su teora antiespon-tanesta en la experiencia del movimiento obrero ruso, confor-me su propia interpretacin del mismo. Rosa propona, a partirde la misma experiencia, una interpretacin completamentediferente. En su opinin, formulada en 1904, por tanto antes dela revolucin de 1905, la historia misma del movimiento obreroen Rusia nos ofrece numerosas pruebas del problemtico valorde las concepciones de Lenin. Qu nos ensean las vicisitudespor las cuales ha pasado hasta hoy el movimiento socialista enRusia? Las ms importantes y fecundas reorientaciones tcticasde los ltimos diez aos no han sido la invencin de algunos

    dirigentes, sino que fueron en cada ocasin el producto espont-neo del desarrollo mismo del movimiento.

    Rosa enumera algunos ejemplos: la erupcin elemental de dosgigantescas huelgas en San Petersburgo a fines de mayo de 1896y en febrero de 1897; las demostraciones callejeras espontneasdurante las agitaciones estudiantiles de marzo de 1901; la huelga

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  • 7/27/2019 Gurin, Daniel - Rosa Luxemburg

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    de Bak, en el Cucaso, en marzo de 1902, la que estall demanera fortuita; la huelga general que se produjo por s mismaen Rostov, sobre el ro Don, en noviembre de 1902, con manifes-

    taciones callejeras improvisadas, asambleas populares al aire li-bre y arengas pblicas, que los ms audaces socialistas recorda-ran aos ms tarde como una visin fantstica; despus lagrandiosa huelga general que, entre mayo y agosto de 1903, seextendi a todo el sur de Rusia. El movimiento no es ya decre-tado desde un centro, conforme un plan preconcebido. Se desen-cadena en diversos puntos y por distintos motivos, adoptando lasms variadas formas, para confluir luego en una corriente co-

    mn. Finalmente, en julio de 1904, la gigantesca huelga gene-ral de Bak, inmediato preludio de la revolucin que comenzaraen enero de 1905 con la huelga general de San Petersburgo.

    Desde el verano de 1904, Rosa haba advertido que el movi-miento obrero ruso se hallaba en vsperas de grandes combatesrevolucionarios para la abolicin del absolutismo, en el umbralo, mejor dicho, ya en un perodo de la ms intensa actividad

    creativa, de ampliacin de la lucha, febrilmente y de a saltos22

    .La explosin revolucionaria de 1905 confirmara en todos suspuntos la justeza de sus anlisis y previsiones. Aqu ya no sepuede hablar ni de plan previo ni de accin organizada, pueslos llamamientos de los partidos apenas logran seguir al movi-miento espontneo de la masa. Los dirigentes no hacan a tiem-po para formular consignas para una multitud revolucionariaque se lanzaba al asalto [...]. Durante toda la primavera de1905 y hasta el pleno verano ferment dentro del gigantescoimperio una infatigable lucha econmica de prcticamente elconjunto del proletariado contra el capital.

    El contagio alcanz a las profesiones liberales y la pequeaburguesa, al campo y hasta los cuarteles. Esta primera y ge-neral accin directa de la clase [...] despert por primera vez elsentimiento y la conciencia de clase de millones de hombres

    como por una sacudida elctrica [...]. Esa masa tom concien-cia repentinamente, con una tajante claridad, del carcter inso-portable de la existencia econmica y social que haba soporta-do pacientemente bajo las cadenas del capitalismo durantedecenios. As que, de manera general y espontnea, la masacomenz a sacudir y tironear fuertemente sus cadenas....

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    ROSA LUXEMBURG / 23

    En los principales establecimientos de los centros industria-les ms importantes se constituyen consejos obreros espont-neamente [...]. Sindicatos nuevos, jvenes, vigorosos y alegres

    se yerguen como Venus de la espuma del mar [...] La marejadadel movimiento se vuelca por momentos sobre todo el imperio,o se subdivide en una inmensa red de rpidos torrentes, o surgede las profundidades como una fuente viva, o se sume entera-mente en el subsuelo. Todas las formas de lucha fluyenentrecruzadas, paralelamente, mezcladas, inundndose unas aotras; es un mar de fenmenos, eternamente fluctuantes, siem-pre en movimiento [...] es el pulso vivo de la revolucin, al

    tiempo que su ms potente rueda motriz [...] es el movimientomismo de la masa proletaria23.

    PANTESMOODETERMINISMO?

    El tono un tanto lrico y hasta pico con que se expresa Rosa

    puede sorprender al lector no iniciado. Pero su penetrante intui-cin del movimiento elemental, espontneo, de las masas, lamanera como lo compara con los fenmenos de la naturaleza,es uno de los rasgos ms originales de la personalidad de RosaLuxemburg, que le asigna un lugar especial dentro del marxis-mo. Su amiga y bigrafa holandesa, Enriqueta Roland Holst,anotaba: Tena una fe mstica en las masas revolucionarias yen su capacidad. En ella esta fe estaba unida en su nunca des-mentida confianza en la fuerza creativa de la vida24. Pero estaopinin, cuya autora estaba afectada de religiosidad, debe sertomada con reservas.

    En una carta, escrita mucho ms tarde, desde la prisin, aotra amiga, Matilde Wurm, Rosa recurra nuevamente a lasimgenes marinas para acceder a los secretos del poder, y tam-bin de la versatilidad, del movimiento de masas: El alma de

    las masas contiene siempre dentro de s, como Thalatta, el mareterno, todas las posibilidades latentes: calmas chichas morta-les y tempestades desenfrenadas, la ms abyecta cobarda y elherosmo ms exacerbado. Las masas [...] son siempre lo quedeben ser en funcin de las circunstancias, y siempre estn apunto de convertirse en algo completamente diferente de lo que

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    parecen ser. En verdad, extrao capitn sera aquel que pilotearasu nave segn el momentneo aspecto superficial de las ondas yque no supiera, por seales provenientes de las profundidades o

    del cielo, prever la proximidad de las tempestades

    25

    .Debe tenerse en cuenta que Rosa fue acusada de deter-minista26. Ciertamente, ella haba aprendido de sus maestrosmarxistas que las masas son espontneas slo cuando las condi-ciones objetivas les permiten serlo. Las leyes de bronce de laevolucin son ms fuertes que los estados de humor ocasiona-les27. Las masas no se sublevan sino cuando la historia les sumi-nistra la ocasin y los medios. Pero, ysobre todo, no debe con-

    fundirse materialismo histrico con fatalismo. Es cierto, tomala precaucin de precisar, los hombres no hacen su historia yaarmada de punta en blanco, pero son ellos quienes la hacen.Es verdad, el proletariado depende para su accin del desarro-llo de la sociedad, de la poca, pero la evolucin socialistatampoco se hace fuera del proletariado. ste es su impulsin ysu causa, yal mismo tiempo su producto ysu consecuencia. Su

    accin es parte de la historia, contribuyendo a determinarla28

    .Existe constante interaccin entre lo subjetivo y lo objetivo.Rosa le explica a una amiga: La voluntad humana debe

    ser estimulada hasta el extremo, y se trata de luchar conscien-temente y con todas las fuerzas. Pero pienso que el efecto detal intervencin consciente sobre las masas depende [...] deresortes elementales profundamente ocultos en el seno de lahistoria [...]. Sobre todo, no olvide que: estamos sujetos a lasleyes de la evolucin histrica, y stas jams fallan29. Duran-te la Primera Guerra Mundial manifestar su confianza en elvaliente topo de la historia que noche y da cava su tnel has-ta que se abre un camino hacia la luz30. Paciencia! La his-toria ha hecho ya saltar por los aires tantos montones de basu-ra que obstruan su camino... Esta vez tambin har lonecesario. Cuanto ms desesperantes parecen las cosas tanto

    ms radical es la limpieza31. Pocos meses despus estallabala revolucin en Alemania.

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    ELPARTIDOSUBESTIMADO?

    A pesar del reproche que se le ha hecho de idealizar al movi-

    miento de masas, o de usar, al analizarlo, un lenguaje que po-dra pasar por idealista, Rosa, en el punto en que nos halla-mos, ha propuesto interpretaciones y formulado observacionescon respecto al tema que los marxistas difcilmente podran re-futar. Pero ahora abordaremos un aspecto de la cuestin queinquieta o al menos irrita a muchos de ellos. Pues no satisfechacon poner el acento sobre la espontaneidad revolucionaria, Rosaexpuso las ms serias reservas acerca de la capacidad de las

    organizaciones polticas conscientes. Seal las mltiples ca-rencias de los partidos con relacin a la iniciativa creadora dela clase obrera. Sostena que en muchas situaciones revolucio-narias, la vanguardia consciente, lejos de preceder o, comopretende, dirigir, actu a remolque del movimiento de ma-sas. Cmo podra ofenderse por ello un marxista de estrictaobediencia cuando el propio Trotsky, despus de ella, debi

    convenir que las masas estuvieron en ciertos momentos de larevolucin rusa de 1917 cien veces ms a la izquierda que elpartido?32.

    Hacia fines de 1899, a propsito del caso Dreyfus, RosaLuxemburg ya deploraba la repugnancia instintiva, naturalde las formaciones revolucionarias socialistas francesas(guesdistas y blanquistas) por cualquier movimiento espont-neo de masas, al que vean como un enemigo peligroso33.

    En ocasin de la huelga general belga de 1902, Rosa anota-ba la flagrante discordancia entre la combatividad obrera y elcomportamiento de los dirigentes socialistas. Antes del estalli-do del conflicto, estos ltimos haban nutrido la esperanza si-lenciosa pero evidente, o al menos el deseo, de lograr algunasventajas sin tener que recurrir a la huelga general. Una vezcomprometidos en la lucha, ellos ya estaban trabados de ante-

    mano por los grilletes de la legalidad, lo que Rosa comparaa una demostracin de guerra con caones cuya carga hubiesesido arrojada al agua ante los ojos del enemigo. Carecan deconfianza en la accin de las masas populares, rechazaban elamenazante espectro del impulso liberado del movimiento po-pular, el espectro de la revolucin34. Refrenaron la violencia

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    de la clase obrera, preparada a entrar en accin en el momentoque fuese necesario, esa accin legalista se haba convertidoen un pasatiempo tan absurdo como sacar agua con un cola-

    dor. Y pronunciaba este severo juicio: Si la socialdemocraciaquiere oponerse a las revoluciones que se presenten como unanecesidad histrica, el nico resultado ser el de transformar ala socialdemocracia, en lugar de la vanguardia, en la retaguar-dia, o peor an en obstculo impotente, de la lucha de clasesque, de todos modos, se llevar adelante sin ella y, llegado elcaso, tambin contra ella35.

    La experiencia de las grandes luchas sociales que se haban

    producido en Rusia antes de 1904 condujo a Rosa a conclusio-nes an ms crticas: La iniciativa y la direccin consciente delas organizaciones socialistas jugaron aqu [...] slo un papelinsignificante. Esto no se explica sino por el hecho de que talesorganizaciones no estaban preparadas especialmente para esaclase de eventos y menos an para la ausencia de una instanciacentral todopoderosa como la preconizada por Lenin. Por otra

    parte, es muy probable que la presencia de semejante direccinno hubiera hecho ms que aumentar la confusin de los comitslocales, al acentuar el contraste entre el asalto impetuoso de lamasa y la actitud vacilante del socialismo. Rosa no duda enlanzar la terrible palabra: el partido desempea un papel natu-ralmente conservador36.

    Esa estimacin se hall ms reforzada an por el extraordi-nario espectculo ofrecido por el desencadenamiento de la re-volucin de 1905. El partido socialista ruso particip, por cier-to, en la revolucin, pero no fue su autor. Slo pudo tratar deconocer sus leyes a medida que se fueron desarrollando los acon-tecimientos, puesto que las revoluciones no se aprenden en laescuela. Desde 1899 Rosa haba insistido en el hecho de quelos principios socialistas se aprenden en los folletos y las con-ferencias tan poco como la natacin en una sala de estudios.

    El proletariado se forma en la alta mar del combate37. Elsocialismo ruso se encontr muchas veces perdido: La huelgade masas no es el producto artificial de una tctica impuestapor el socialismo, es un fenmeno histrico natural surgido delsuelo de la revolucin.

    No era simplemente porque el socialismo en Rusia era toda-

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    va joven y dbil, que tuviera tantas dificultades y que tan rara-mente lograra tomar la direccin de las huelgas, empuar labatuta de director de orquesta. Cuando todas las bases de la

    sociedad crujen y se desmoronan, cuando enormes masas popu-lares entran en escena, cualquier tentativa de reglamentar pre-viamente al movimiento aparece como una empresa desespe-rada. Una revolucin de esa amplitud y de esa profundidad nose regula lpiz en mano, en el curso de una apacible conferen-cia secreta de las instancias superiores del movimiento obrero.Para hacerse comprender ms fcilmente, Rosa recurre nueva-mente a las imgenes marinas y acuticas: dentro del inmenso

    balance de la revolucin las iniciativas del partido socialistaresultan como una gota de agua en el mar; todas las previsio-nes son tan vanas como intentar vaciar el ocano con un de-dal38.

    En una carta a los Kautsky de abril de 1906, condensa enpocas palabras la leccin que extrajo del teatro mismo de larevolucin, al que se haba trasladado: Nuevamente las ma-

    sas se mostraron ms maduras que susjefes39

    .Si en medio de la tormenta revolucionaria el partido se en-cuentra con la mayor frecuencia a remolque de las masas,inversamente el partido no puede lanzar una revolucin a laorden, oprimiendo un botn, all y cuando el movimiento es-pontneo, elemental de las masas est ausente. Est claro queno se puede producir arbitrariamente una huelga de masas, auncuando la decisin provenga de las instancias supremas del mspoderoso partido socialista [...]. No est en manos del socialis-mo el poder poner en escena o de ordenar revoluciones a suarbitrio [...], de suscitar un movimiento popular vivo y poten-te. La revolucin no cae del cielo. Es extremadamente di-fcil para una organizacin dirigente del movimiento obreroprever o calcular qu circunstancia o cules factores puedenproducir o no una explosin. No es cuestin de emitir rdenes

    arbitrariamente. En todo caso, el partido puede adaptarse a lasituacin y mantener el ms estrecho contacto con las masas40.

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    DISPUTASCONLASOCIALDEMOCRACIA

    Rosa trata de inculcar esos preceptos al partido socialista de

    su pas de adopcin, Alemania. Como ste se halla poderosa-mente organizado y se enorgullece por ello, su direccin estinflada de soberbia y ya entrada en un avanzado proceso deburocratizacin, los guascazos que le aplica la militante revo-lucionaria son sentidos de una manera mucho ms picante quesus comprobaciones de las relativas carencias del socialismoruso. Ese mismo fenmeno el insignificante papel de las ini-ciativas de los rganos centrales en la elaboracin de la tcti-

    ca se observa en Alemania como en todas partes [...]. El papelde los rganos directivos del partido socialista reviste en granmedida un carcter conservador [...]. Cada vez que el movi-miento obrero conquista un nuevo terreno, esos rganos se apres-tan a cultivarlo hasta sus ms extremos lmites, pero al mismotiempo lo transforman en un bastin contra ulteriores procesosde mayor envergadura. De esa manera quedan cerrados ms

    amplios horizontes41

    .A travs de los aos, sobre todo en el curso de las luchaspolticas por el sufragio universal en Prusia, en 1910 y 1913,Rosa renovara incansablemente, en restallantes artculos, susadvertencias y amonestaciones. La huelga poltica de masas noes un remedio milagroso, que basta sacar del bolsillo para ase-gurar la victoria42. Las huelgas de masas no pueden ser hechaspor encargo de las instancias supremas. Resultan de la accinde las masas43. La socialdemocracia no puede crear artificial-mente un movimiento revolucionario de masas. Es necesaria lapreexistencia de condiciones econmicas y polticas que provo-can un surgimiento elemental de las energas revolucionarias ylas hacen estallar como una tempestad44. La energa revolu-cionaria de las masas no se deja guardar en frascos, y una granlucha popular no se deja conducir como un desfile militar [...].

    Desligada de esa energa y de esa situacin, transformada enuna maniobra estratgica planeada con mucha antelacin y eje-cutada a la batuta, la huelga de masas no puede sino fracasarnueve veces de cada diez. La lucha de clases no es comodemasiado a menudo se lo olvida en nuestras filas un productode la socialdemocracia. Al contrario, la socialdemocracia es

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    slo un producto tardo de la lucha de clases45. Pero un pro-ducto cada vez ms averiado.

    En 1913 Rosa no puede evitar la denuncia del burocratismo

    mecnico con que se maneja el partido y el centralismo queahoga hasta el mnimo de vida espiritual de la masa. Al imagi-nar que solamente ella posee la vocacin para hacer la historia,que la clase por s misma no es nada, que debe ser convertidaen partido antes que le sea permitido entrar en accin, la social-democracia se convierte en un factor de freno de la lucha declases, aunque, llegado el momento, deba correr detrs de laclase obrera y, a su pesar, dejarse literalmente arrastrar al com-

    bate, cuando debiera adelantarse para abreviar y acelerar elproceso revolucionario.

    No debe conducirse a las masas laboriosas a la maneracomo el domador presenta a las bestias feroces, detrs de rejasde hierro, con pistolas y prtigas protectoras en sus manos. Elmpetu de las masas desorganizadas es mucho menos peligrosopara nosotros en las grandes luchas que la inconstancia de los

    jefes46

    . Pero, desgraciadamente, en Alemania, donde la disci-plina del partido, como la de los sindicatos, ense a las masassobre todo a atemperarse, el fuego de la lucha y el impulsoarrollador, tan indispensables si se quiere poner en marcha unahuelga de masas, no pueden ser resucitados de la noche a lamaana artificialmente, mgicamente, por una orden de la di-reccin del partido47.

    Pocos das antes de caer asesinada, Rosa volva sobre elfanatismo de la organizacin exhibido por la socialdemocra-cia: Todo deba ser sacrificado a la organizacin, el espritu,los fines, la capacidad de accin del movimiento48. La organi-zacin haba matado a la espontaneidad.

    ELPARTIDOVANGUARDIA?

    Sin embargo, Rosa no era, como se la acusa errneamente,en un ciento por ciento espontanesta. Se obstinaba en su creen-cia en el papel de una vanguardia consciente. A pesar de todolo que acabamos de citar, proclamaba indispensable la direc-cin de las luchas por un partido revolucionario.

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    En su escrito sobre la revolucin rusa de 1905 se alternan lospasajes en los que seala las relativas carencias del partidosocialista, con otros en los que, contradictoriamente, saluda la

    eficacia de sus intervenciones. La explosin, ciertamente, fueespontnea. Pero se manifest, en la manera como el movi-miento fue puesto en actividad, el fruto de la propaganda reali-zada por el socialismo durante aos. En el curso de la huelgageneral los propagandistas socialistas se mantuvieron a la ca-beza del movimiento, lo dirigieron e hicieron de l el trampolnpara una poderosa agitacin revolucionaria. Fueron las orga-nizaciones socialistas las que convocaron a la huelga. Enreda-

    da en sus propias contradicciones, a veces escribe que aqullaslo hicieron en todas partes, otras que ms de una vez. EnBak, por ejemplo, durante varias semanas, en plena huelgageneral, los socialistas dominaron plenamente la situacin. Lahuelga fue en general la ocasin para que emprendieran unapropaganda activa, no slo por la jornada de ocho horas, sinopor sus reivindicaciones polticas: derecho de asociacin, liber-

    tad de palabra y de prensa, etctera49

    .Al pasar de la descripcin de luchas concretas a laspostulaciones tericas, y dirigindose esta vez a la socialdemo-cracia alemana, Rosa no vacila en poner los puntos sobre lases: Es necesario precisar que la iniciativa, as como la direc-cin de las operaciones [...] corresponden naturalmente a laparte ms esclarecida y mejor organizada del proletariado, lasocialdemocracia. La direccin de las huelgas de masas co-rresponde a la socialdemocracia y sus rganos directivos [...].En un perodo revolucionario la socialdemocracia est llamadaa tomar la direccinpoltica. La tarea ms importante de direc-cin durante el perodo de huelgas de masas consiste en sumi-nistrar las consignas de la lucha, orientado, conforme la tcticade la lucha poltica de manera que en cada fase y en cada ins-tante del combate sea realizada y puesta en actividad la totali-

    dad de la potencia del proletariado ya lanzado y comprometidoen la batalla, y que esta potencia se manifieste por la propiaposicin del partido dentro de la lucha. Es necesario que latctica de la socialdemocracia nunca se halle, en cuanto a laenerga y la precisin, por debajo del nivel de la relacin defuerzas en presencia, al contrario, debe sobrepasar ese nivel.

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    La socialdemocracia es la vanguardia esclarecida y cons-ciente del proletariado. No puede ni debe esperar con fatalismo,con los brazos cruzados, que se produzca una situacin revolu-

    cionaria, ni que el movimiento popular revolucionario lluevadel cielo. Antes bien, como siempre, tiene el deber de adelantar-se alcurso de los acontecimientos, de buscar la manera de pre-cipitarlos [...]. Para inducir a las ms amplias capas del prole-tariado a una accin poltica de la socialdemocracia y, a lainversa, para que la socialdemocracia pueda tomar y conservarla verdadera direccin de un movimiento de masas y mantener-se a la cabeza de todo el movimiento, en el sentido poltico de

    la palabra, es necesario que sepa, clara y resueltamente, pro-veer al proletariado alemn, con vistas al perodo de luchas porvenir, de una tctica yde objetivos50.

    Al leerla, habamos credo comprender que la espontaneidadde las masas era el motor de la accin revolucionaria. Ahoraparece que nada es posible sin el espaldarazo del partido. Con-ducir desde la delantera esta accin poltica en el sentido de

    una tctica enrgica, de una accin vigorosa, aunque la masase torne cada vez ms consciente de sus tareas, eso es lo que elpartido puede, lo que es su deber51. El partido debe velar porque cuando la situacin est madura no sea slo la exaspera-cin lo que empuje a las masas a tomar las armas, sino questas entren en el campo de batalla como un ejrcito poltica-mente educado [...] bajo la direccin de la socialdemocracia.Sin ello las masas se precipitaran a la lucha no bajo nuestradireccin, sino en una confusin catica. De esta manera, bajola pluma de Rosa, la espontaneidad se transforma aqu en caos.Sin embargo, ella concede que son las masas, no nosotros,quienes estn llamadas a decidir cundo los tiempos estn ma-duros, pero, para completar inmediatamente: Es nuestro de-ber dotarlas del arma espiritual, una clara comprensin de losalcances del combate, de la grandeza de las tareas y de los

    sacrificios que esto supone52.La socialdemocracia, gracias a su inteligencia terica, ha

    introducido en una medida nunca lograda la conciencia en lalucha de clases proletaria y le otorg su clara visin de losobjetivos a lograr. Cre por primera vez una organizacin du-rable de masas de los trabajadores y de esta manera dot a la

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    lucha de clases de una slida espina dorsal. Le corresponde alpartido ubicarse a la cabeza de las masas. Slo l puede desatary modelar la energa de las masas. Slo su direccin consecuen-

    te puede permitir a las masas alcanzar la victoria. Es necesa-rio preparar a las masas en forma tal que ellas nos sigan conentera confianza53. La socialdemocracia tiene la misin his-trica de ser la vanguardia del proletariado.

    UNASNTESISPATICOJA?

    Con el mismo lirismo que le haca exaltar a la espontanei-dad, Rosa le atribuye a la socialdemocracia virtudes de algunamanera milagrosas. Al fetichismo de la espontaneidad le suce-de (o ms bien se le superpone, pues ambos temas estn estre-chamente mezclados) el fetichismo del partido.

    Cuando Rosa trata de combinar las dos nociones en un soloelixir el resultado es bastante asombroso54. Saboreemos ese sin-

    gular brebaje: La potencia del proletariado dice ella estfundada sobre su conciencia de clase, sobre su energa revolu-cionaria, que es dada a luz por esa conciencia, y sobre la pol-tica independiente, resuelta y consecuente de la socialdemocra-cia, la nica que puede desencadenar esa energa de las masasy moldearla como un factor decisivo en la vida poltica55. Laenerga en cuestin tiene su origen en la masa o en el partido?Misterio.

    Los ms autorizados discpulos de Rosa, tales como PaulFrlich y Lelio Basso, no piensan que la terica haya podidoperderse en esos laberintos, y se aplicaron a demostrar que paraella la autoactividad de las masas y la direccin poltica seunen en una armoniosa y coherente sntesis56.

    Podemos preguntarnos si la famosa sntesis no existe slo enel papel. Dnde diablos encontr Rosa en la realidad ese par-

    tido revolucionario ideal, que pretende dirigir al proletariado,al tiempo que preserva su espontaneidad y se cuida de no frenarsu fuerza elemental? Acaso no haba ella misma descripto laconstante carencia relativa del socialismo en el momento cul-minante de la explosin de las masas?

    Nos parece soar cuando vemos prestarle a la socialdemo-

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    cracia alemana mritos de los cuales ella saba muy bien esta-ba trgicamente desprovista, cosa que, por otra parte, nuncahaba ocultado. Consagr prcticamente la totalidad de su acti-

    vidad poltica a combatir el revisionismo y el cretinismo par-lamentario, de los Bernstein y Vollmar primero, y de su amigoKautsky despus, cuando a su turno el pedante teorizador seprecipit en el revisionismo. Cuando estall la Primera GuerraMundial se lanz con coraje viril contra el socialpatriotismo.Algunas de sus cartas privadas, ms que sus escritos pblicos,traicionan su decepcin y su escepticismo en cuanto a la posibi-lidad de alguna rectificacin por parte de un partido de ms en

    ms atascado en la cinaga del oportunismo57.El partido ideal? Ella saba demasiado bien que el tipo de

    organizacin autoritaria, jerarquizada, ultracentralista y some-tida a una disciplina de hierro de la que Lenin se haba hecho elabogado y el creador, tampoco poda ser la rara criatura encondiciones de conciliar eficientemente la espontaneidad y laconciencia. Ya en 1904 haba lanzado un pattico llamado: El

    ultracentralismo preconizado por Lenin nos aparece en su esen-cia no llevado por un espritu positivo y creador, sino por esootro, estril, del vigilante nocturno. Toda su preocupacin con-siste en controlar la actividad del partido yno en fecundarla,tiende a restringir el movimiento, ms que a desarrollarlo. Noconceba mayor peligro para la socialdemocracia rusa quela concepcin leninista de la organizacin, porque nada librams fcil y seguramente un movimiento obrero todava joven ala sed de poder de los intelectuales que esa coraza burocrticaen que tratan de encerrarlo58.

    Entonces, qu partido y qu vanguardia?

    ESPARTACOESLASOLUCIN?

    Por ltimo, la bancarrota de la socialdemocracia y del so-cialismo internacional llev a Rosa, despus de largas vacila-ciones finalmente barridas por la revolucin alemana, a admi-tir una escisin ante la cual haba retrocedido durante muchotiempo. Pero slo en vsperas de su muerte en manos de unasesino, creera haber hallado al fin el embrin de un partido

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    revolucionario de nueva especie, que no estuviera afligido porlas taras de la socialdemocracia y del leninismo, por tanto aptopara realizar prcticamente la sntesis que haba buscado a tien-

    tas durante su demasiado corta vida.Como reza en la resolucin del Congreso Constitutivo de latendencia (30 de diciembre de 1918-1 de enero de 1919), im-provisada cuando el derrumbe del Imperio Alemn y la revolu-cin de noviembre de 1918: La hora ha sonado en la que todoslos elementos proletarios revolucionarios deben [...] construirun nuevo partido, independiente, con un programa claro, unafinalidad precisa, una tctica homognea, un mximo de deci-

    sin y de fuerza, de actividad revolucionaria, como inquebran-table instrumento de la revolucin social que comienza. Y enel programa adoptado por la liga Espartaco puede leerse: LaLiga Espartaco no es un partido que se proponga llegar, porencima de las masas obreras o a travs de esas mismas masas,a establecer su propia dominacin; la Liga Espartaco quieresolamente ser en toda ocasin la parte del proletariado ms

    consciente del fin comn, la que, a cada paso del camino reco-rrido por el conjunto de la amplia masa obrera, le recuerde asta la conciencia de sus tareas histricas.

    El objetivo socialista propuesto era que la gran masa traba-jadora deje de ser una masa dirigida, que, por lo contrario,comience a vivir por s misma toda la vida poltica y econmi-ca y a dirigirla por su propia determinacin crecientemente cons-ciente y libre. Todos los rganos de la dominacin burguesadeban ser liquidados: gobiernos, parlamentos, municipalida-des. La clase obrera deba apoderarse del poder mediante suspropias organizaciones de clase, los consejos de obreros y sol-dados, y hacerse cargo efectivamente de la direccin de la pro-duccin.

    En su Discurso sobre el programa, Rosa comentaba: El so-cialismo no ser hecho ni puede ser realizado por decretos, tam-

    poco por un gobierno socialista por perfecto que fuere. El socia-lismo debe ser hecho por las masas, por cada uno de losproletarios [...]. En el porvenir deberemos construir ante todo elsistema de consejos de obreros y soldados, principalmente losconsejos obreros, y extender ese sistema en todas las direccio-nes [...]. Los trabajadores deben detentar todo el poder en el

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    Estado [...]. No basta con voltear el poder oficial central y re-emplazarlo por un par o algunas docenas de hombres nuevos,como en las revoluciones burguesas. Necesitamos obrar de abajo

    hacia arriba [...], no conquistar el poder poltico desde arriba,sino desde abajo. Retomando una idea que le era cara desdehaca aos, aquella de la fusin dialctica de la ciencia y laclase obrera, agregaba: Al ejercer el poder, la masa debe apren-der a ejercerlo. No existe otra manera de inculcrselo.

    Al mismo tiempo, Espartaco rompa definitivamente con lossindicatos, que en Alemania se haban deshonrado infamementedesde mucho tiempo atrs y an despus del fin de la guerra en

    la colaboracin de clases, la petrificacin burocrtica y, paraconcluir, la traicin. Durante la tercera sesin del CongresoConstitutivo de la Liga Espartaco, Rosa ofici el responso: Noson ms organizaciones obreras, son los ms slidos protecto-res del Estado y de la sociedad burguesa [...]. La lucha por elsocialismo no puede ser llevada a cabo sin incluir la lucha porla liquidacin de los sindicatos59.

    En resumen, Espartaco trataba de reproducir en Alemania elmodelo ruso de fines de 1917 y comienzos de 1918, cuando porun corto perodo los bolcheviques haban concedido todo elpoder a los soviets.

    Pero si Rosa mantena reservas o, mejor dicho, si sus amigosle impedan manifestar pblicamente su opinin sobre el bol-chevismo, con el objeto de no desmoralizar a los trabajadoresalemanes entonces en plena revolucin, ella conoca suficiente-mente hasta qu punto la realidad se apartaba de la socializa-cin ideal propuesta por la liga Espartaco. Esto lo haba mani-festado confidencialmente en un texto que no sera publicadohasta largo tiempo despus de la muerte de su autora60. Portanto, no ignoraba, en el momento de fundar un partido revolu-cionario alemn, que la democracia de los consejos obreros deltipo sovitico no haba durado ms que algunos meses y que en

    Rusia ya haba dejado su lugar a un rgimen estatista draconia-no, por el que haca estragos el poder dictatorial de los inspec-tores de fbrica. Saba que la parlisis invada la vida de lossoviets, quedando como nico elemento activo la burocracia.El poder real no estaba en manos de los obreros y sus consejos,era detentado por una docena de jefes del partido. En cuanto a

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    la clase obrera, de tanto en tanto era invitada a asistir a re-uniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y votar porunanimidad las resoluciones propuestas. No se trataba de la

    dictadura del proletariado, sino de la dictadura de un puadode polticos, es decir una dictadura en el sentido burgus, en elsentido jacobino. S, una dictadura, admita Rosa, pero esadictadura hubiera debido ser la obra de la clase, no de unapequea minora que dirige en nombre de la clase61.

    De manera que la sntesis entre espontaneidad y direccin,que Espartaco crea haber hallado en el fuego de la revolucinalemana, era tan frgil como dudosa. No se inspiraba, acaso,

    en un modelo externo cuyas carencias eran ya visibles a simplevista? Adems, para su desgracia, Espartaco no dur ms queel tiempo de una aurora. No tuvo la ocasin de estructurar suorganizacin y sus mtodos de accin, ni poner a punto susrelaciones con el nuevo poder obrero, el Consejo Central de losconsejos de obreros y soldados. Fue aplastado, apenas nacido,por una brutal y sangrienta represin contrarrevolucionaria.

    Ello ocurri, en parte, debido a que Espartaco se dej arrastrarinmediatamente, el 5 de enero de 1919, a una insurreccin obreraespontnea, originada por una provocacin del enemigo de cla-se y que signific una trampa mortal. Los jefes espartaquistassaban que ese levantamiento era inoportuno, peligroso y sinsalida. Pero, preocupados por mantenerse pegados a la masa,aceptaron el reto62. Era para ellos, segn Rosa una cuestin dehonor.

    A comienzos de marzo de 1919, aparece una nueva provoca-cin, nueva agitacin obrera, nuevo aplastamiento, ms severoan. Rosa Luxemburg y Karl Liebk haban sido asesinados el15 de enero, Leo Jogiches, el fiel compaero de Rosa, el 10 demarzo. Era el final de los consejos de obreros y soldados ascomo de la actividad autnoma de las masas, el final de todoaquello por lo que Rosa haba actuado y luchado. Era al mismo

    tiempo la entrada en escena del Partido Comunista alemn,hijo desnaturalizado de Espartaco, instrumento de ao en ao yde ms en ms servil entre las manos autoritarias del Kremlin63.

    La bsqueda de Rosa Luxemburg ha quedado interrumpida,en el plano de la teora tanto como en el de la prctica.

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    NOTAS

    1 Se encuentra la palabra spontan ya en un artculo de Rosa Luxemburg de1899, La unificacin francesa, 18-20 de diciembre de 1899, en Le Socialisme

    en France (1898-1912), 1971, pp. 76, 83, 88.2 Lenin, Smtliche Werke, XXI, 1931, pp. 470-472. (Hay edicin castellana.)3 Karl Marx y Friedrich Engels, El manifiesto comunista, 1848. Engels, M. E.

    Dring bouleverse la science, 1878, Introduccin, pp. 3-4, Ed. Costes, 1931.Marx, carta a Freiligrath 29-2-1860 cit. en Maximilien Rubel, Karl Marx,Ensayo de biografa intelectual (ed. franc. 1957, p. 290).

    4 Manifiesto comunista.5 Trotsky, Histoire de la Rvolution russe, ed. 1933. (Hay edicin castellana.)6 Ver nota 54, las contradicciones de Trotsky respecto de este asunto.7

    Max Stirner, LUnique et sa propit, 1844, trad. Lasvignes, 1948, p. 347.8 Cf. D. G. Ni Dieu ni matre, reed. 1970, I, p. 137-138, 222; II, p. 25-26.9 Karl Kautsky, Die Neue Zeit, 1901-1902, XX, I, 79-80. Cit. por Lenin en

    Qu hacer?10 Lenin, Oeuvres, IV, p. 450.11 Lenin, Un pas en avant, deux pas en arrire, 1904, trad. franc., Ed. Sociales,

    1953, p. 37.12 Oeuvres, IV, pp. 437, 482.13 Ibid., p. 458.14

    Ibid., p. 452.15 Ibid., p. 447.16 Ibid., p. 532.17 Questions dorganisation de la social-democratie russe, p. 216, reproducido como

    anexo en Trotsky, Nos tches politiques, 1970. (Hay edicin castellana del textode R. L.) En adelante se citar abreviado: Q. O.

    18 La siguiente es la cita exacta de Ferdinand Lassalle:Tal es justamente la grandeza de la vocacin de esta poca, la de cumplirlo que los siglos oscuros ni se atrevieron a visualizar como posible: Aportarla ciencia al pueblo!

    Cualesquiera puedan ser las dificultades de esta tarea, estamos dispuestosa afrontarlas con todas nuestras fuerzas y a superarlas en nuestras expecta-tivas.Slo dos cosas se han mantenido grandes en medio de la decadencia general,que para el conocedor profundo de la historia se ha apoderado de todos losaspectos de la vida europea, slo dos cosas han permanecido frescas y activasen medio de la lenta consuncin del egosmo que se ha introducido en todaslas venas de la sociedad europea: La ciencia y el pueblo. La ciencia y lostrabajadores!

    Slo la reunin de ambos puede fecundar con una vida nueva a la Europade estos das. La alianza de la ciencia y los trabajadores, esos dos polosopuestos de la sociedad que, en cuanto se confundan en un abrazo,destrozarn entre sus brazos de bronce todos los obstculos de la Cultura.se es el objetivo al que he resuelto consagrar mi vida mientras conserve elaliento. La ciencia y los trabajadores. Autodefensa ante el tribunal criminal deBerln por la acusacin de haber incitado pblicamente a las clases despo-sedas al odio y el desprecio de las poseedoras, 16 de enero de 1863.

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    19 Q. O., passim.20 Rosa Luxemburg, Grve de masses, parti et syndicats, p. 149. Abreviado: G. M.

    (Hay edicin castellana.) Ver tambin: Paul Frlich, Rosa Luxemburg, pp.183-184; Tony Cliff, Rosa Luxemburg, a study, Londres, 1959, pp. 41-42.

    21

    Grves sauvages, spontaneit des masses, principalmente el artculo del 24 demayo de 1902, Cahiers Spartacus, serie B, N 30, 1969, p. 36. Abreviado: G.S.

    22 Q. O., p. 216; G. M., pp. 106-110.23 G. M., passim.24 Henriette Roland-Holst, Rosa Luxemburg, Zurich, 1937, pp. 46, 148, 152.25 Carta de R. L. a Mathilde Wurm, 16 de febrero de 1917, en R. L. Briefe an

    Freunde..., Hamburgo, 1950, p. 47.26 Roland-Holst, cit., p. 137.27 R. L. a M. Wurm, cit.28 La Crise de la social-democratie, redactado en abril de 1915, Ed. La Taupe,

    Bruselas, 1970, p. 67.29 R. L. a M. Rosembaum, 1917, Briefe..., p. 149.30 Ibid., a la misma, abril de 1917, p. 160.31 Ibid., a la misma, febrero de 1918, p. 222.32 Trotsky, Histoire..., cit., II, p. 297.33 Le socialisme en France, cit., p. 76.34 G. S., p. 20-21.35 Ibid., pp. 38, 36.36 Q. O., p. 215.37 Le socialisme..., p. 78.38 G. M., pp. 136-152.39 Lettres aux Kautsky, Varsovia, abril de 1906, p. 69.40 G. M., pp. 134-135. 41 Q. O., p. 215.42 Wahlrechtskampf und Massenstreik, discurso en el congreso de Magdemburgo,

    1910, en Gesammelte Werke, Berln, 1928, p. 613. Abreviado: G. W.43 Die Theorie und die Praxis, Neue Zeit, 22 y 29 de julio de 1910, G. W., IV,

    p. 595.44

    Das Offizisentum der Theorie, Neue Zeit, 5 de setiembre de 1913, G. W., IV,p. 653.45 G. S., p. 49-50.46 Taktische fragen, 26-28 de junio de 1913, G. W., IV, pp. 639-642; Das

    Offizisentum..., cit., p. 669.47 Zum preussischen Wahlrechtskampf, G. W., IV, p. 685.48 Artculo de laRote Fahne, N 8, 8 de enero de 1919, en Gilbert Badia, Les

    Spartakistes, 1966, p. 215.49 G. M., pp. 105, 111, 112.50 Ibid., pp. 135, 137, 150-151. 51 G. W., IV, p. 591. 52 Ibid., p. 613-614.

    53 Ibid., p. 639-641.54 Paralelamente al presente anlisis de las contradicciones de Rosa que se

    refieren sobre todo a la revolucin de 1905, se recordar que se hallan enla Historia de la revolucin rusa, de Trotsky, exactamente las mismascontradicciones entre los acontecimientos de 1917 relatados por el autor(espontaneidad de las masas, carencias del partido) y la teora que sobre ellosconstruye (crtica de la espontaneidad, sobrestimacin de los partidos de

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    vanguardia). Es lo que ha demostrado Yvon Bourdet en su convincenteensayo: Le parti revolutionaire et la spontanit des masses ou la controverse de Trotskydans LHistorie de la Rvolution russe, Noir et RougeN15-16, reproducido enCommunisme et Marxisme, 1963, pp. 15-37.

    55

    Schlag auf Schlag, 26 de junio de 1912, G. W., IV, p. 372.56 Frlich, Zum Steit liben die Spontaneitt, Aufklrungen, 1953; Lelio Basso,prefacio a los Scritti Politici, de R. L.

    57 Cartas del 27-10 y el 17-12-1904, en, Roland-Holst, cit., pp. 210-216.58 Q. O., pp. 216, 222.59 Andr y Dori Prudhommeaux, Spartacus et la Commune de Berlin, Cahiers

    Spartacus, octubre-noviembre de 1949, pp. 44, 97, 91, 80, 86-87.60 La Revolution russe, publicado en alemn en 1922. Abreviado: R. R. (Hay

    edicin castellana.)61 Ibid., trad. franc., pp. 84, 85, 87, 88.62 Badia, cit., p. 261, y el ltimo artculo de R. L.: El orden reina en Berln,

    Rote Fahne, N 14, 14-2-1919, Badia, p. 239.63 D. G., Un ejemplo de ineficacia; el partido comunista alemn 1919-1933,

    en Para un marxismo libertario, Buenos Aires, Proyeccin, 1973.

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    CAPTULO IIROSAYLAHUELGADEMASAS

    Hasta ahora hemos enfocado el problema de la espontanei-dad revolucionaria en sus aspectos ms generales y abstractos.Falta analizar ms de cerca el medio de accin que, para Rosa,constitua el vehculo ms autntico y eficiente de la esponta-neidad: lo que ella llamaba la huelga de masas.

    ORGENESDELAHUELGA POLTICA

    Por opuestos que hayan sido a los libertarios, por atascadosque hayan estado en el cenagal del parlamentarismo, losteorizadores de la socialdemocracia alemana percibieron tem-

    pranamente la importancia de la huelga llamada poltica. Ha-ban tenido ante sus ojos, adems del recuerdo del cartismo bri-tnico, las memorables experiencias de las dos huelgas generalesbelgas victoriosas, de mayo de 1891 y abril de 1893, realizadasen procura del sufragio universal. Poco despus de la segunda deellas, Eduard Bernstein public un artculo en el Neue Zeitsobrela huelga como medio de lucha poltica. En ese artculo consi-deraba la huelga del tipo belga como un arma til para la luchapoltica, pero, de todos modos, no deba ser utilizada sino encasos excepcionales. Cuando el descontento popular es suficien-temente profundo, la huelga poltica puede llegar a tener los mis-mos efectos que en otros tiempos tuvieron las barricadas. Perorequera un proletariado educado y buenas organizacionesobreras, que fueran lo bastante fuertes como para ejercer influen-cia sobre los no organizados. Una huelga as, conducida en for-

    ma prudente y enrgica puede, en un momento decisivo, hacerinclinar la balanza a favor de las clases laboriosas. Convenapreconizarla sobre todo en los pases donde todava subsistanrestricciones al sufragio universal. A pesar de todas esas timoratasreservas, Bernstein no dejaba de admitir el principio de la luchaextraparlamentaria, mediante la huelga llamada poltica1.

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    Kautsky, en el Congreso Socialista Internacional de 1893,present un informe en el mismo sentido.

    Ms tarde, Alexandre Helphand, conocido por Parvus, is-

    raelita ruso incorporado a la socialdemocracia alemana, mar-xista original y audaz, public tambin en el Neue Zeitun estu-dio ms revolucionario que el de Bernstein, con el ttulo deGolpe de estado y huelga poltica de masas. Su lectura hacepensar en un anticipo del Mayo 68 francs. La huelga pol-tica de masas dice se diferencia de las otras huelgas por elhecho de que su finalidad no es la conquista de mejores condi-ciones de trabajo, sus objetivos son producir cambios polticos

    concretos. No ataca, pues, a los capitalistas individuales, sinoa los gobiernos. Cmo puede afectar a un gobierno una huelgade ese tipo? Le afecta por el hecho de que se produce eldesquiciamiento del orden econmico de la sociedad [...]. Lasclases medias son arrastradas a una comunidad de sufrimien-tos. La irritacin crece. El gobierno est tanto ms desconcerta-do cuanto la huelga se extiende a multitudes crecientes y pro-

    longa su duracin. Cunto tiempo podra aguantar un gobiernobajo la presin de un paro masivo y en medio de una fermenta-cin generalizada?

    Eso depende de la intensidad de la exasperacin, de la acti-tud del ejrcito, etctera. [...]. Si a la larga es difcil prolongaruna huelga de masas, ms difcil an es para el gobierno ponerfin a un movimiento generalizado de protesta poltica. El go-bierno ya no podra llevar a la capital tantas tropas como enlos tiempos de las barricadas. El movimiento se desarrollaraen provincias con una fuerza desconocida hasta entonces. Cuan-to ms se prolongue la huelga de masas y la descomposicinalcance a la totalidad del pas, tanto ms la moral del ejrcitose torna insegura, etctera.2

    En Francia entra en la liza el socialdemcrata Jaurs. Ad-mite en dos artculos que una huelga general poltica podra

    ser fecunda. Pero rodea esta toma de posicin de toda clase desalvedades, exageradamente pesimistas, a las cuales, sin em-bargo, las secuelas de mayo-junio de 1968 les otorgan algunaactualidad: Los partidarios de la huelga general estn obli-gados a triunfar en el primer intento. Si una huelga general[...] fracasa, habr dejado en pie al sistema capitalista, pero

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    lo habr armado de un implacable furor. El miedo de los diri-gentes y aun de gran parte de la masa dar rienda suelta alargos aos de reaccin. Durante mucho tiempo el proletaria-

    do quedar desarmado, aplastado, encadenado [...]. La socie-dad burguesa y la propiedad individual [...] hallarn los me-dios de defenderse, de reagrupar poco a poco, en medio mismodel desorden y las dificultades de la vida econmica trastorna-da, las fuerzas de la conservacin y la reaccin. Surgirn,por la prctica de deportes y el entrenamiento militar, mili-cias contrarrevolucionarias. Tenderos exasperados serancapaces hasta de una accin fsica muy vigorosa. Sin embar-

    go, admite, la huelga general, aunque no triunfara, sera unaformidable advertencia para las clases privilegiadas, una sor-da amenaza que atestigua el desorden orgnico que slo unagran transformacin puede curar3.

    LAHUELGADEMASASOFICIALIZADA

    Al ao siguiente, en Neue Zeit, Rosa Luxemburg aborda porprimera vez el problema de la huelga general. Se manifiesta asu favor, a condicin, sin embargo, de que sea solamente cir-cunstancial y bautizada huelga poltica de masas, para dife-renciar la de la huelga general llamada anarquista. Rosa hacesuyas algunas crticas de la socialdemocracia contra esta lti-ma concepcin, pero agrega: Hasta aqu y no ms lejos alcan-zan los argumentos tan frecuentemente expuestos por la social-democracia contra la huelga general. Rechaza categricamentela brillante estocada del viejo Liebknecht contra toda formade huelga general, sobre todo la afirmacin de que la realiza-cin de una huelga general tiene por condicin previa ciertonivel de organizacin y de educacin del proletariado que con-vertira en superflua a la misma, y la toma del poder poltico

    por la clase obrera, en cambio, indiscutible e inevitable.Rosa comprende que esa pretendida condicin previa

    organizativa y de educacin de las masas obreras, en realidad,disimula una opcin reformista y parlamentaria: la exclusinde la violencia como medio de lucha y el miedo a la represin.Sin embargo, todo el Estado capitalista est basado en la vio-

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    lencia. La legalidad burguesa y el parlamentarismo no son msque una pantalla que disimula la violencia poltica de la bur-guesa. Mientras las clases gobernantes se apoyan en la vio-

    lencia [...] Slo el proletariado debera renunciar a su uso enla lucha contra esas clases de antemano y de una vez para siem-pre? Eso sera abandonar el campo a la dominacin ilimitadade la violencia reaccionaria4.

    Rosa tena que librar una dura batalla. La huelga poltica demasas espantaba al partido socialista al mismo tiempo que a laconfederacin sindical. Al primero porque estaba prendido ex-clusivamente a las virtudes del cretinismo parlamentario y

    vea en la accin directa una amenaza contra el legalismo quetanto amaba; la segunda porque no quera por nada del mundoafrontar riesgos, poner en peligro la prosperidad y la estabili-dad de la organizacin sindical, vaciar sus arcas tan bien reple-tas, conceder a los inorganizados, esos indignos, atribucionesque pudieran atentar contra el sacrosanto monopolio de los or-ganizados. Adems, la legislacin imperial castigaba severa-

    mente las huelgas (penas de prisin y aun de trabajos forzadospara los huelguistas) y el poderoso ejrcito alemn estaba siem-pre listo para intervenir en los conflictos laborales5.

    A pesar de todo, Rosa goz por un tiempo, en su defensa dela huelga poltica, del nada despreciable apoyo del terico dela socialdemocracia, adversario del revisionismo, Karl Kautsky.Al menos en principio, ste admita por entonces que el armadel sufragio universal no bastara para derrotar al enemigo declase y que, llegado el momento, sera necesario agregar laaccin directa, la huelga generalizada. En el congreso de Dresdede 1903, no haba dudado en apoyar con su voto la mocinanarquizante del doctor Friedeberg a favor de la huelga generalque, a pesar de ese apoyo, fue rechazada por una aplastantemayora. En el congreso de Bremen, en 1904, Kautsky se hizonuevamente el abogado de la huelga general, junto con Karl

    Liebknecht y Clara Zetkin, pero tampoco en esa ocasin pudoganar la causa6.

    El congreso socialista internacional de Amsterdam, en 1904,dedic un debate bastante largo a la cuestin de la huelga pol-tica. Habindose rechazado una vez ms una mocin del doc-tor Friedeberg, se adopt una resolucin de compromiso pro-

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    puesta por el partido socialista de Holanda, con el apoyo deuna enorme mayora. sta acordaba a los reformistas que lascondiciones necesarias para el xito de una huelga de gran en-

    vergadura son una fuerte organizacin y una disciplina volun-taria del proletariado, y a los antirrevisionistas que era posi-ble que una huelga que abarcara amplios sectores de la vidaeconmica resultara ser el mejor medio para realizar cambiossociales de gran importancia, pero la huelga poltica de masasquedaba prudentemente remitida a un porvenir ms o menoslejano, si sta resultara un da til y necesaria7.

    Mientras la socialdemocracia alemana se enredaba en esas

    discusiones acadmicas, en Rusia la lucha de clases pona brus-camente al orden del da la huelga general. Len Trotsky, resi-dente entonces en Munich, apoyndose en la experiencia de loque haban sido los impetuosos movimientos huelgusticos de1903, llegaba, por su parte, a la conclusin de que el zarismosera volteado por la huelga general a partir de la cual se multi-plicaran las acciones abiertamente revolucionarias. Esta opi-

    nin era tambin la de Parvus, a quien Trotsky acababa de cono-cer. Parvus ya haba desarrollado esa tesis en un artculo de agostode 1904 y escribi el prefacio para el folleto de su nuevo amigohacia fines del mismo ao. Sostena en ese escrito que el armadecisiva de la inminente revolucin sera la huelga general8.

    Mientras, en el congreso de los sindicatos alemanes, en Co-lonia, mayo de 1905, la huelga poltica de masas era amalga-mada con la huelga general anarquista y ambas tratadas indis-tintamente como la cuerda que se pasa en torno del cuello dela clase obrera para estrangularla. Rosa Luxemburg, toman-do el contrapunto de tales tristes razonamientos, exaltaba estemtodo de lucha, que hall en Rusia una aplicacin inesperaday grandiosa, sera una leccin y un ejemplo para todo el mundodel trabajo9.

    En el congreso de la socialdemocracia, en Jena, setiembre de

    1905, Rosa se hizo la ardiente defensora de la huelga polticade masas: Cuando se escuchan los discursos pronunciados aquen los debates [...], uno debe agarrarse la cabeza y preguntarse:Vivimos verdaderamente en el ao de la gloriosa revolucinrusa? [...]. Ustedes leen a diario las noticias de la revolucin[...], pero parece que no tienen ojos para ver ni odos para escu-

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    char [...]. Tenemos ante nosotros la revolucin rusa, y seramosunos asnos si nada aprendiramos de ella.

    Algunas semanas ms tarde agregaba en un artculo: No

    hace tanto tiempo que se consideraba ese medio (la huelga demasas) como algo completamente extrao a las luchas proleta-rias y socialistas, como algo vaco de todo contenido y acercade lo cual era intil discutir. Ahora sentimos que la huelga ge-neral no es un concepto inerte, sino un fragmento vivo de labatalla. Qu es lo que produjo tan brusco viraje? La revolu-cin rusa [...]. Ahora se ve claramente bajo qu formas se llevaa cabo la violenta lucha por la abolicin del absolutismo. La

    puesta en prctica de la huelga de masas en la revolucin rusadio resultados tales que produjeron un viraje en nuestra apre-ciacin del tema.

    La ardiente conviccin de Rosa logr conmover el inmovi-lismo del viejo lder centrista del partido, August Bebel, y steno se opuso a la adopcin de una resolucin en la que, a travsde toda clase de restricciones, no dejaba de declararse que, en

    circunstancias dadas, un amplio recurso a la huelga de masaspoda ser un medio eficaz de lucha. A pesar de lo que ella lla-maba simplezas de Bebel, no dej de considerar la aproba-cin de ese texto como una relativa victoria. Durante los aossiguientes Rosa debera referirse a l constantemente para re-prochar a la socialdemocracia su infidelidad a la resolucin de

    Jena, su repulsin por la accin directa10.Cuando en el congreso siguiente, Mannheim, 1906, el lder

    de los sindicatos, Legien, carg a fondo durante una hora ente-ra contra la revolucin del ao anterior y sus supuestos defec-tos, Rosa le contest, ubicndose hbilmente en su propio terre-no, el de la defensa del movimiento sindical: Evidentemente,usted no tiene la menor idea del hecho de que el poderoso movi-miento sindical ruso es un hijo de la revolucin [...] nacido enla lucha11.

    CONTAGIODELEJEMPLORUSO

    Mientras, Rosa haba vuelto a su pas natal, en plena ebulli-cin revolucionaria, donde particip en la insurreccin de Var-

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    sovia. De este viaje result su brillante folleto Huelga de ma-sas, partido ysindicatos, cuyo principal objetivo era fustigar elmovimiento alemn, su estrechez de miras, su burocratismo, su

    confesada necesidad de reposo, su temor a los riesgos y, por vade consecuencia, la repugnancia que le inspiraba la huelga demasas. Rosa le enrostra de frente, haca revivir ante sus ojos laquemante leccin de los hechos que acababa de ser la revolu-cin rusa de 1905. Pero su demostracin llegaba todava mslejos. Haca saltar en pedazos la tradicional actitud de la so-cialdemocracia internacional en relacin con la huelga de ma-sas, encerrada desde Engels en un demasiado simplista dilema:

    o el proletariado es todava dbil desde el punto de vistaorganizativo y de recursos entonces no puede arriesgarse auna huelga general, o ya est lo bastante poderosamente orga-nizado entonces no necesita del rodeo de la huelga generalpara lograr sus fines12.

    Rosa sostena en cambio que: La revolucin rusa sometiese argumento a una revisin fundamental; por primera vez en

    la historia de la lucha de clases realiz grandiosamente la ideade la huelga de masas [...], inaugurando as una nueva pocaen la evolucin del movimiento obrero [...]. La huelga de ma-sas, anteriormente combatida como contraria a la accin pol-tica del proletariado, aparece hoy en da como el arma mspotente de la lucha poltica. Rosa, con un optimismo un tantoexcesivo, que contrasta con juicios ms ponderados de fines de1905, respecto del texto arrancado en Jena sostiene que: en laresolucin de Jena la socialdemocracia asumi oficialmente laprofunda transformacin realizada por la revolucin rusa ymanifest su capacidad de evolucin revolucionaria, de adap-tacin a las nuevas exigencias de la fase por venir de las luchasde clases.

    Pero la huelga de masas no es algo sobre lo que se diserta,sino que se hace. Basta de gimnasia cerebral abstracta sobre

    su posibilidad o imposibilidad! Basta de esquemas prefabri-cados! El esquema terico que con respecto a ello se ha hechoen Alemania no se corresponde con ninguna realidad. Rosaemprende la descripcin de los mil aspectos concretos que lahuelga de masas tom espontneamente en la revolucin rusa.No existe ningn pas donde se haya pensado tan poco en

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  • 7/27/2019 Gurin, Daniel - Rosa Luxemburg

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    48 / DANIEL GURIN

    propagar, ni aun discutir la huelga de masas como en Rusia.Sin embargo surgi, sin planes previos, como un torrente irre-sistible. La huelga de masas, tal como nos la muestra la revo-

    lucin rusa es un fenmeno [...] mvil. Su campo de aplicacin,su fuerza de accin, los factores de su desencadenamiento, setransforman constantemente. Repentinamente le abre a la revo-lucin vastas perspectivas nuevas, en el momento que sta pa-rece sumergida en un marasmo. La huelga de masas puede ne-garse a funcionar en el momento que se cree poder contar conella con la mayor seguridad.

    Que no se vaya a distinguir, como hacen algunos pedantes

    teorizadores, entre lucha econmica y lucha poltica! Ta-les disecciones no permiten ver el fenmeno viviente, sino sloun cadver. Lejos de diferenciarse o de excluirse, ambos fac-tores constituyen en un perodo de huelga de masas dos aspec-tos complementarios de la lucha de clases del proletariado.

    Rosa insiste, al dirigirse a la socialdemocracia alemana, enel papel de los inorganizados en una gran batalla de clases,

    papel generalmente subestimado: El plan que tendiera a em-prender una huelga de masas (... ) con la sola ayuda de losobreros organizados sera totalmente ilusorio. Sera condenar-se a la nada. Cuando la situacin en Alemania haya alcanza-do el grado de madurez necesario [...], los sectores actualmentems atrasados y desorganizados se integrarn naturalmente enla lucha como el elemento ms fogoso y radical. Y concluye:De esta manera, la huelga de masas no aparece como un pro-ducto especficamente ruso del absolutismo, sino como una for-ma universal de la lucha de clases proletaria13.

    RESISTENCIASDELASOCIALDEMOCRACIA

    Durante l