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    INTRODUCCINAl contaros la forma en que Dios con tanta misericordia obr sobre mi alma, noestar de ms, creo, deciros en primer lugar algo de mi pasado y de la forma en

    que fui criado; porque con ello se har ms evidente la bondad de Dios hacia m. Procedo de una familia de condicin de vida muy humilde. La casa de mi padreera una de las ms despreciadas entre todas las familias de aquellos alrededores.As que no puedo blasonar de sangre noble o de alcurnia, como hacen muchos.Pero, incluso as, alabo el nombre de Dios, porque fue de este fondo que me llama participar de la gracia y vida que hay en Cristo.

    A pesar de la pobreza de mis padres, Dios se agrado de poner en su corazn elque yo fuera a la escuela para aprender a leer y escribir. Aprend ms o menoscomo hicieron los otros nios de familias pobres, aunque tengo que confesar paravergenza ma que pronto perd lo que haba aprendido, mucho antes de que el

    Seor hiciera en m su obra de gracia para la conversin de mi alma.

    Durante los aos que viv sin Dios, segu a lo largo del curso del mundo, el esprituque ahora acta en los hijos de desobediencia (Efesios 2:2). Me deleitaba enque el demonio me retuviera cautivo a su voluntad (2 Timoteo 2:26), habindomecubierto de toda injusticia, que operaba con tanta fuerza en m, que apenas habaquien me igualara en maldecir, jurar, mentir y blasfemar el santo nombre de Dios. Estaba tan arraigado en estas cosas que pasaron a ser para m como unasegunda naturaleza. Esto ofendi tanto al Seor que incluso en mi infancia El meenvi pavorosos sueos y visiones Porque, con frecuencia, despus de haberpasado un da en el pecado, era afligido en gran manera, cuando dorma, por el

    sentimiento de la presencia del demonio y espritus malignos, que, segn pensabayo entonces, trataba de llevrseme con ellos, y yo no poda librarme. Fue durante estos aos que yo estaba gran-demente turbado por ideas sobre loshorrorosos tormentos del fuego del infierno. Y tema que mi destino se hallabaentre aquellos diablos y monstruos infernales que estn atados con cadenas yargollas de oscuridad, esperando el juicio.Cuando era un nio de unos nueve o diez aos, estas cosas desazonaban mialma, hasta el punto que incluso en medio de muchos juegos y otras actividadesde nios, y entre el recreo con mis amigos despreocupados, yo me hallaba muy

    deprimido y afligido en mi mente, por estos pensamientos; con todo y o no podadesprender-me de mis pecados. Estaba tan abrumado por la desesperacin deque no vera nunca el cielo, que muchas veces deseaba que, o bien no hubierainfierno, o que silo haba, yo pudiera ser un diablo, porque supona que seramucho mejor el atormentar a otros que el ser uno mismo sometido a tormento. Despus de un tiempo cesaron estos terribles sueos, y pronto los olvid, puesmis vicios y placeres pronto borraron la memoria de ellos, como si nunca hubieran

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    existido. Y entonces, con ms deseos que nunca, di rienda suelta a miconcupiscencia y me regodeaba en toda clase de transgresiones contra la ley deDios; de tal modo que era el cabecilla de toda especie de vicio e impiedad, hastael tiempo en que me cas. Pero si no hubiera sido por un milagro de la gracia, noslo hubiera perecido de un golpe de la justicia eterna, sino que hubiera quedado

    como vergenza y ludibrio ante la faz de todo el mundo.

    Durante estos tiempos, el pensar en Dios me era muy desagradable. No podatolerar estos pensamientos yo mismo, ni poda aguantar que otros los tuvieran; ysiempre que alguien lea libros cristianos, yo pensaba que el tal era como si sehallara en una crcel. Entonces yo deca a Dios: Aprtate de [m], porque noquiero conocer tus caminos (Job 21:14). Durante estos tiempos yo estabadesprovisto de todo lo que fuera bueno. El cielo y el infierno se hallaban ambosfuera del alcance de mi vista y de mi mente; en cuanto a ser salvo o perderme, nome importaba un comino. Oh, Seor, T conoces mi vida y lo que eran miscaminos no estn escondidos de Ti! Y con todo, qu bien recuerdo que aunque pecaba con el mayor placer y deleite, sivela a alguien que deca ser cristiano que hiciera algo malo, me haca temblar elespritu. Recuerdo, de un modo especial, cuando yo me hallaba ms sumido entodo esto, que o a alguien que deca ser religioso, que estaba maldiciendo; estohundi mi espritu en el mayor abatimiento, y me hizo sangrar el corazn. Pero Dios no me haba abandonado por completo, sino que me iba a la zaga.Durante este tiempo no me haca sentir lo malvado que era, pero envi varios desus juicios templados con misericordia. Una vez ca en una zanja y por pocomuero ahogado. Otra vez zozobr en un bote en el ro Bedford, pero sumisericordia me salv. Y aun otra vez, yendo por el campo, con mis amigos, vimosuna vbora que se arrastraba por el camino, y le di con un palo en la cabeza.Cuando se qued atontada la forc a abrir la boca con el palo y le saqu el aguijncon los dedos. No hubiera sido por la misericordia de Dios esto podra haber sidocausa de un abrupto fin a mis locuras. Sucedi otra cosa sobre la cual he pensado muchas veces con agradecimiento.Cuando yo era soldado me enviaron junto con otros a cierto lugar para que hicieraguardia; pero cuando yo estaba dispuesto a ir, otro solicit ir en mi lugar: mientraseste otro estaba haciendo de centinela en su puesto, le dio una bala de mosqueteen la cabeza y cay muerto.Esto, como he dicho, fueron algunos de los juicios y actos de misericordia de Dios.Pero ninguna de estas cosas despert mi alma a la justicia, de modo que segupecando y an me hice ms rebelde contra Dios y descuidado respecto a misalvacin.Poco despus de mi boda, y por providencia de Dios, mi esposa tena un hermanoy una madre que eran personas piadosas. Al tiempo de mi casamiento, mi esposay yo ramos tan pobres que ni aun poseamos a os o cucharas u otros utensilios

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    de la casa. Pero ella tena dos libros, El camino claro del hombre al cielo y Laprctica de la piedad, que su padre le habla dejado a ella al morir. Yo lea estoslibros algunas veces, y encontr en ellos cosas que me gustaron, aunque no meredarguyeron de pecado. Ella me contaba con frecuencia lo piadoso que era supadre, y como la rea y castigaba por lo malo, tanto en su propia casa como en la

    de los vecinos, y lo estricto y santo de su vida, siempre, tanto de palabra como dehecho.De modo que estos libros, aunque no llegaron a despertar mi corazn respecto ami triste y pecaminoso estado, me hicieron entrar deseos de reformar mi vida devicio, y empec a adaptarme a la religin circundante. Iba a la iglesia dos vecescada domingo, y aunque cuando estaba all me portaba muy devotamente,hablando y cantando como hacan los dems, con todo, segua con mi vidamalvada. Y estaba tan lleno de supersticin que tena gran devocin a todo lo queperteneca a la iglesia: el ministro, el escribiente, los vestidos, el servicio, todo. Yoconsideraba santas todas las cosas que haba en la iglesia y crea que el ministro

    y los escribientes deban ser especialmente felices y bienaventurados porque eransiervos, segn yo crea, de Dios. Este sentimiento fue hacindose tan firme en mlque cuando yo vea a un sacerdote, no importa lo srdida o depravada que fuerasu vida, me inclinaba en el espritu hacindole reverencia. Senta como si por elgran amor en que los tena -pues supona que eran los ministros de Dio- podrapostrarme a sus pies. Su nombre, sus vestidos y su obra me fascinaban y mehechizaba. Despus de un tiempo en que pensaba todas estas cosas, me vino otra idea a lamente, y era la de si descendamos de los israelitas. Yo haba hallado en lasEscrituras que los israelitas eran un pueblo especial para Dios, y por ello pensabaque si perteneciera a esta raza mi alma sera verdaderamente feliz. Anhelabasaber la res-puesta a esta pregunta, pero no se me ocurra la forma en quepudiera averiguarlo. Al fin se lo pregunt a mi padre, y me dijo que no, que novenamos de los israelitas. Con ello mi espritu decay otra vez, y as permaneci.Todo estaba sucediendo cuando yo ni an me daba cuenta del peligro y maldaddel pecado. Nunca consider que el pecado iba a condenarme, no importa lareligin que siguiera, a menos que hallara a Cristo. Nunca pens tan slo sobre siesta Persona exista o no. Y de esta manera, el hombre yerra a ciegas, porque nosabe por dnde ir a la ciudad de Dios (Eclesiasts 10:15).Pero un da sucedi que, entre los varios sermones, nuestro prroco predic sobreel tema: El da del Seor, y sobre lo malo que era quebrantarlo, fuera contrabajo o con juegos o de cualquier otra forma. La conciencia empez aaguijonearme, y pens que este sermn l lo haba predicado a propsito, paramostrarme mi mal camino. Esta fue la primera vez que recuerdo en que me sentculpable y agobiado, por lo menos en aquel momento, y cuando fui a casa alterminar el sermn me hallaba en una profunda depresin de espritu. Durante un poco esto me amarg todos los placeres acostumbrados, pero no durmucho rato. Antes de la comida, una buena comida, las preocupaciones haban

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    desaparecido de mi mente, y el corazn volva a seguir su curso acostumbrado.Oh, cun contento estaba de haber podido apagar el fuego, para poder pecar mssin tener que preocuparme. Despus de la comida ech el sermn de mi mente yvolv con gran deleite a mis juegos y diversiones usuales los domingos por latarde.Pero aquel mismo da, yo estaba en medio de un juego de gato y haba dado ungolpe, y estaba a punto de dar el segundo, cuando una voz sali del cielo y mepenetr en el alma y dijo: Quieres dejar tus pecados e ir al cielo o seguir pecando e ir al infierno? Mequed en gran manera sorprendido, y dejando el juego de gato dirig mi miradaal cielo. Me pareci que casi poda ver al Seor Jess mirndome desde arribacon desagrado, como si me estuviera amenazando con algn terrible castigo portodas mis prcticas impas.

    Apenas me haba entrado esta idea en la mente cuando de repente estaconclusin se aferr a mi espritu (pues mis pecados estaban de repente otra vezdelante de ml): que habla sido un pecador tan grande que ahora ya era demasiadotarde para pensar en ir al cielo; porque Cristo no me perdonara, ni perdonara mistransgresiones. Entonces, mientras estaba pensando esto y temiendo que fueraverdad, sent que mi corazn se hunda en el desespero y llegu a la conclusinde que era demasiado tarde; y as decid que lo mismo daba seguir pecando.Decid que sera un desgraciado si dejaba mis pecados y un desgraciado silossegua; y si haba de condenarme, despus de todo, lo mismo daba condenarmepor pocos pecados como por muchos.Y as estaba en medio del juego, y delante de todos los otros, pero sin decirlesnada. Una vez hube decidido esto me lanc otra vez al deporte; y recuerdo muybien que el desespero se apoder de mi alma y qued persuadido de que nuncams podra ser feliz, excepto por la felicidad que pudiera sacar de mi pecado. Elcielo estaba fu era de mi alcance -poda dejar de pensar en l-, por lo que sent uncreciente anhelo de llenarme a rebosar de pecado y gustar la dulzura del mismo.Procur apresurarme a henchir mi vientre de sus manjares delicados, temiendomorir antes de satisfacer mis deseos, ya que esto era lo que ms tema. Esto nome lo invento. Estos eran realmente mis deseos y los quera con todo mi corazn.Que el Seor en su misericordia inescrutable me perdone mis transgresiones.Mucho me temo que esta tentacin del diablo es ms comn entre las pobrescriaturas de lo que muchos se dan cuenta. Han llegado a la conclusin de que nohay esperanza para ellos porque han amado el pecado; por tanto han de ir trasl (Jeremas 2:25; 18:12).Por ello fui tras el pecado, pero estaba desazonado, porque nunca parecasatisfacerme. Esto dur ms o menos un mes. Entonces, un da, estando unto a laventana delantera de un vecino, maldiciendo y jurando como tena porcostumbre, la mujer del vecino estaba dentro y me oy. Aunque era una mujersuelta e impa, protest que yo jurara de aquella manera. Me dijo que ella, por

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    dentro, estaba temblando al orme. Que yo era el hombre ms perverso yblasfemo que ella haba conocido en toda su vida, y que al comportarme asdescaminaba a toda la juventud del pueblo si se juntaban conmigo. Esta reprimenda me dej sin palabra y en secreto me dej avergonzado. All me

    qued con la cabeza gacha y deseando ser un nio pequeo y que mi padre meenseara a hablar, sin este lenguaje desastrado. Pens, estoy tan acostumbrado al ahora, que es intil intentar reformarme, porque nunca lo conseguir. Pero -aunque no s cmo sucedi a partir de entonces dej de jurar, hasta el punto queyo mismo me asombraba de verlo. Cuando previamente soltaba una mala palabraantes de lo que iba a decir y otra despus, ahora sin jurar, poda hablar mejor y demodo ms agradable que antes. Pero en todo este tiempo no conoca aJesucristo, ni abandon mis juegos ni recreos.Poco despus de esto entr en compaa con un hombre que se deca sercristiano. Este hombre hablaba de buena gana de las Escrituras y de cosas

    religiosas. Me gustaba lo que deca, y fui a buscar mi Biblia, hall mucho placerleyndola, especialmente parte histrica. Por lo que se refiere a las cartas dePablo y otras partes de la Escritura como stas, no poda entenderlas en lo msmnimo. Era ignorante de mi propia naturaleza y no conoca el deseo y lacapacidad de Jesucristo para salvarnos.De modo que empec una reforma externa, tanto en mi habla como en miconducta, y decid procurar guardar los Diez Mandamientos, con miras a ir al cielo.Procur hacerlo tanto como pude, y en aquellos tiempos estaba muy satisfecho dem mismo. Pero, de vez en cuando, los quebrantaba, y esto hostigaba miconciencia hasta el punto que apenas poda dormir. Luego me arrepenta y decaque lo senta y prometa a Dios que seria mejor en adelante, y volva a obtener aesperanza, porque pensaba en aquellos das que yo era agradable a Dios tantocomo poda serlo cualquier otro hombre en Inglaterra. Segu as durante un ao, y en todo este tiempo nuestros vecinos me tenan pormuy piadoso y se maravillaban del gran cambio en mi vida y mis actos. De veras,ste haba sido un gran cambio, aunque yo no conoca a Cristo, ni su gracia, fe oesperanza; pero, tal como luego me he dado cuenta, si hubiera muerto entonces,mi situacin habra sido espantosa. Tal como deca, mis vecinos se asombraban de esta gran conversin de unblasfemo rebelde a un hombre de vida sobria y moral. As que ahora empezaron aalabarme y a hablar bien de m, en mi propia cara y detrs de m. Ahora era unhombre honrado. Y cun contento estaba cuando les oa decir estas cosas de m,a pesar de que no era sino un pobre hipcrita con un barniz encima. Yo estabaorgulloso de mi piedad, y en realidad haca todo lo que poda para que hablaranbien de m. Y esto continu un ao o algo ms. He de decir ahora que para este tiempo me deleitaba mucho taendo lascampanas, en el campanario, pero mi conciencia tierna y me vino el pensamiento

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    de dejar de hacerlo. Yo trataba de forzarme a dejarlo; pero mi mente lo deseaba, yas me iba a la aguja del campanario y miraba las campanas cuando tocaban,pero yo no me atreva a tirar de las cuerdas. Yo mismo pens que no deba hacerni esto. Y empec a pensar. Qu pasara si cayera una de las campanas? Por loque me quedaba debajo de la viga central que cruzaba la estancia, debajo de las

    campanas, considerando que all estaba seguro. Pero luego pens: Qu pasa sicae la campana al voltear y da contra la pared, rebota luego y me pilla, de todasmaneras? Al pensar esto decid quedarme a la puerta de entrada y as, caso decaer una campana, poda dar un salto detrs del muro y no me pasara nada.Despus de esto iba a ver cmo tocaban, pero luego me vino la idea: Qu pasasi cae la misma aguja entera? Esto me hizo temblar y ya no me atreva a estar niaun a la puerta, sino que ni me acercaba por temor que el mismo campanario seme cayera a la cabeza.Otra cosa fue el baile. Tard todo un ao antes de poder dejar esto. Finalmente lo

    consegu. Pero durante todo este tiempo, cuando pensaba que estaba guardandoeste mandamiento o el otro, o cuando haca algo bueno, tena el sentimientoplacentero de que ahora Dios estaba complacido conmigo; y no crea que hubieranadie en toda Inglaterra que pudiera agradar a Dios ms que yo.Pero, miserable de ml, que en todos estos aos yo no conoca an a Jesucristo yestaba es-forzndome por establecer mi propia justificacin, y habra perecido sinohubiera tenido Dios misericordia de m.Entonces, un da, por providencia de Dios, hice un viaje a Bedford, por cosa deltrabajo; y en una de las calles de la ciudad llegu a un punto en que haba tres ocuatro mujeres sentadas a la puerta, tomando el sol, y hablando de las cosas deDios. Como ahora estaba dispuesto a escuchar esta conversacin, me acerqupara or lo que decan en aquel entonces yo tena mucha labia para hablar de lascosas de religin, pero lo que decan se me escap. Hablaban de un nuevonacimiento, de la obra de Dios en sus corazones, y de que ahora estaban segurasde que hablan nacido como pecadoras sin salvacin posible. Hablaban de lamanera en que Dios haba visitado sus almas con su amor en el Seor Jess, ycomentaban sobre las palabras y promesas en particular que las haban ayudadoy confortado y sostenido en contra de las tentaciones del diablo. Lo que es ms,hablaban de algunas tentaciones en particular que haban tenido de parte deSatn y se decan la una a la otra, cmo Dios las haba ayudado.Hablaban tambin de su corazn duro y de su incredulidad y sus bondades. Mepareci a m que hablaban con tal deleite de la Biblia, y tenan tanta gracia en todolo que decan, que ellas haban encontrado una especie de mundo distinto; queeran personas que no se podan comparar con los otros (Nmeros 23:9). Y mi corazn empez a temblar, porque vi que todas mis ideas sobre religin y lasalvacin nunca haban tocado la cuestin del nuevo nacimiento. Empec a darmecuenta que no sabia nada del consuelo y la promesa que esto poda dar, ni de lo

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    engaoso y traicionero de mi perverso corazn. En cuanto a mis pensamientosmalos secretos, ni tan slo me haba fijado en ellos; ni aun reconoca lastentaciones de Satn, y mucho menos tena idea de cmo se pod an resistir. Despus de haber escuchado bastante, y pensado sobre lo que estaban diciendo,

    me march y segu mi camino. Mi corazn estaba todava con ellas, y se hallabaen gran manera afectado por sus palabras, porque haba quedado convencido porellas que yo no tena lo que poda hacerme un hombre verdaderamente piadoso, ytena el convencimiento que los que eran verdaderamente piadosos eran tambinfelices y bienaventurados.As que tom la decisin de ir all y frecuentar la compaa de aquella pobregente, porque no poda estar alejado de ellos; y cuanto ms estaba con ellos, mscomprend la gravedad de mi condicin. Recuerdo todava claramente que habados cosas que estaban sucediendo en m, que me tenan muy sorprendido,especialmente, cuando consideraba lo ciego, ignorante e impo que habla sido

    antes. La primera de estas dos cosas era una gran ternura hacia los que mehaban convenc de que todo lo que ellos me decan de la Biblia era verdad; lootro, que mi mente iba revolviendo las cosas que me haban dicho y todas lasotras cosas buenas que haba odo o sobre las que habla ledo.Ahora mi mente era como una sanguijuela, succionando en una vena y repleta desangre, pero todava diciendo: Dame! Dame! (Proverbios 30:15). Estaba tanfija en la eternidad y las cosas del reino de los cielos -aunque yo no saba muchosobre ellas todava- que ni el placer, ni las ganancias, ni la persuasin, ni lasamenazas habran podido hacerme desprender de ellas. Lo digo con vergenza,pero era la verdad, que me era tan imposible apartar mi mente del cielo entonces,y llevarla a la tierra, como antes haba sido el apartarla de la tierra y llevarla alcielo.Hay una cosa que tengo que decir ahora. Haba un joven en nuestro pueblo con elcual yo tena ms amistad que con nadie; pero era terriblemente malvado, con susblasfemias, juramentos, tratos con rameras; as que dej, por completo, de ir conl. Al cabo de unos tres meses o encontr por la carretera y le pregunt qu talsegua. Su respuesta fue una bocanada de maldiciones y me dijo que estaba bien.Pero, Harrey, le contest, por qu juras y blasfemas de esta manera? Quser de ti el da que mueras en estas condiciones? El me respondi con gran ira:Qu compaa podra tener el demonio si no fuera con individuos como yo? Durante todo este perodo tena un compaero varios libros de los ranters(secta religiosa de aquel tiempo), que eran tenidos en gran estima por variosantiguos cristianos que yo conoca. Le algunos de estos libros pero me fueimposible sacar mucho de ellos; eso pens por lo menos, y viendo que no poda

    juzgar de si eran buenos o malos, oraba fervientemente y deca: Oh, Seor, soy un necio, incapaz de distinguir la verdad del error! Seor, no medejes en mi ceguera. No permitas que apruebe o rechace errneamente esta

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    doctrina. Si es de Dios, que no la desprecie, y si es del diablo, que no la abrace.Seor, pongo mi alma a tus pies respecto a este asunto. No permitas que meengae, te pido humildemente. Durante todo este periodo tena un compaero espiritual muy ntimo, y era el

    hombre pobre del cual habl antes. Pero, para este tiempo, se haba hecho unranter y se entreg a toda clase de pecado; negaba que hubiera Dios, ngel oespritu y se rea de todos mis esfuerzos para que l se mantuviera sobrio.Cuando reprenda su maldad se rea ms an y me deca que haba puesto aprueba todas las religiones y que nunca haba dado en lo recto hasta entonces.As que me alej de estos principios malditos y fui extrao para l, tanto comoantes haba sido su amigo.Este hombre no era mi nica tentacin, porque, debido a mi trabajo, tena queviajar con frecuencia por el pas, y as me encontraba con muchas clases depersonas, las cuales, aunque anteriormente haban sido muy estrictos en asuntos

    religiosos, se haban descarriado por causa de los ranters. Me hablaban detodas las cosas malas que hacan a escondidas. Porque ellos decan que habanllegado a ser perfectos, y que por tanto podan hacer todo lo que queran, y que alhacerlo no pecaban! Estas eran tentaciones terribles para ml, muy apropiadaspara mis concupiscencias, pues era todava un joven. Dios, que me habadesignado para cosas mejores, me guardaba en el temor de su nombre y nopermiti que aceptara sus malvados principios. Bendito sea Dios que puso en micorazn el clamar a El para que me guardara y me dirigiera y me hicieradesconfiar de mi propia sabidura; porque he visto los resultados de la oracinhasta el tiempo presente, en el hecho de que me ha preservado no slo en estasreas en particular, sino en las que han ido apareciendo ms adelante. La Biblia fue preciosa para m en aquellos das, y empec a mirarla con nuevosojos. Las cartas del apstol las encontraba muy dulces especialmente. Me parecaque nunca dejaba enteramente la Biblia sino que siempre estaba leyndola opensando en ella. Mientras estaba leyendo llegu a este pasaje: Pero a cada unoes dada por medio del Espritu palabra de sabidura; a otro, palabra deconocimiento segn el mismo Espritu; a otro, fe (1 Corintios 12:8,9). Sabaahora, naturalmente, que esto se refera a una clase extraordinaria de fe; p ero enaquel tiempo, yo crea que se trataba de la fe ordinaria que tenan los otroscristianos. Pens esto bastante tiempo, y no poda decidir qu hacer. Algunasveces pona en duda que yo tuviera fe en absoluto, pero no quera llegar a laconclusin de que no tena ninguna; porque si lo haca, sera echado para siempree a presencia de Dios.Decid que, aunque todava era un ignorante y necio, y no posea estos donesbenditos del conocimiento y la comprensin que tenan otras personas, no poresto estaba sin fe por completo, aunque no saba exactamente lo que era fe.Porque me haba sido mostrado (por parte de Satn, segn luego he descubierto),que los que deciden que no tienen fe ya no tienen esperanza.

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    As que no estaba dispuesto a admitir para m mismo cul era el verdadero estadode mi alma.Pero Dios no permiti que tratara de curarme a m mismo y que con ellodestruyera mi alma. Me hizo seguir escudriando hasta que supe de cierto si tena

    realmente fe o no. Y siempre haban estado recorriendo por mi mente estaspreguntas: Carezco realmente de fe? Cmo puedo decir si tengo fe o no?Vi claramente que si no tuviera ninguna perecera para siempre. As que, al fin, me enfrent con esta cuestin directamente y estaba dispuesto aponerme a prueba sobre si tena fe o no. Pero era tan ignorante que ni aun podaempezar a averiguarlo, de la misma manera que no habra sabido cmo hacer untrabajo que no hubiera visto hacer a nadie antes, ni aun hubiera pensado en l. Hasta aquel momento no haba hablado con nadie sobre esto, sino que habapensado en ello yo, solamente. Mientras estaba tratando de pensar cmo

    empezar, el tentador vino con toda clase de mentiras, dicindome que no habamanera en que yo pudiera saber si tena fe hasta que hubiera tratado de haceralgunos milagros, y me hizo pensar en las Escrituras que parecen mostrar queesta idea es lgica. Un da, mientras estaba andando entre las ciudades de Elstowy Bedford, me vino ardiente la tentacin de probar de hacer un milagro, para ver sitena fe. El milagro consista en que dijera a uno de los charcos del camino que sesecara y que en otro paraje seco, apareciera un charco. Pero en el momento queiba a pronunciar las palabras, se me ocurri la idea de que sera mejor que fuera aun seto cercano y orara a Dios para que me hiciera capaz de hacerlo. Perocuando hube decidido orar, me vino la idea terrible de que si orara y lo intentara, yno sucediera nada, sera claro que no tena fe, y por tanto estara irremisiblementeperdido. As que decid que no forzarla las cosas y que esperara un poco msantes de intentarlo.Con ello me qued desconcertado respecto a lo que tena que pensar, porque sislo los que eran capaces de obrar milagros as tenan fe, no era muy probableque y o la tuviera nunca; y por ello me qued enredado en la tentacin del diablo ymi propia ignorancia, y estaba tan perplejo que, simplemente, no saba qu hacer. Fue para este tiempo que tuve una especie de visin del maravilloso estado defelicidad en que se hallaba aquella gente humilde de Bedford. Me parecientonces como si ellos estuvieran en el lado de la solana de una alta montaa,solazndose en un sol radiante; mientras que yo me hallaba en la umbra, tiritandopor el viento helado, la nieve y las nubes que me rodeaban. Me pareci como sihubiera entre ellos y yo un alto muro que nos separara. Cunto quera ir yo al otrolado del muro, para poder gozarme tambin del calor del sol, como hacan ellos! Una y otra vez procur cruzar a travs de este muro, pero durante mucho tiempono pude descubrir ninguna abertura, hasta que por fin hall una pequea puerta.Intent cruzara, pero era tan estrecha que todos mis esfuerzos para hacerlofueron vanos. Al fin, despus de una gran lucha, pude hacer pasar la cabeza, yluego, estrujndome, met los hombros, y al fin todo el cuerpo. Entonces me qued

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    contento y me fui y me sent en medio de ellos y me qued consolado por la luz yel calor radiante del sol que les daba a ellos tambin.La montaa era la Iglesia del Dios vivo. El sol que brillaba sobre ella era elresplandor de la faz misericordiosa de Dios. El muro era la Biblia que separaba a

    los cristianos del mundo. La puerta era Jesucristo, que es el camino a Dios, elPadre (Mateo 7:14; Juan 14:6). El hecho de que la puerta fuera tan estrecha queapenas pudiera entrar me mostraba que nadie puede entrar en esta vida sinoaquel que tiene un verdadero e intenso deseo y deja al mundo malvado tras l.Porque no hay lugar aqu sino para el alma y el cuerpo, y no lo hay para el alma, elcuerpo y la carga de pecado.Esta visin y su significado se proyect sobre mi espritu durante muchos das,durante los cuales vi en qu triste y solitaria condicin me hallaba. Con todo, almismo tiempo, iba orando mucho, tanto en mi casa como en el trabajo. Tanto enmi casa como en el campo, elevaba mi corazn a Dios, repitiendo el clamor de

    David en el Salmo 25: Scame de mis congojas (v. 17), porque todava no sabialo que tena que hacer.No poda todava empezar a tener ninguna seguridad de que tena fe en Cristo,sino que de nuevo vinieron las dudas sobre la posibilidad de mi futurabienaventuranza. Me hallaba yo entre los elegidos? Haba pasado ya para m elda de la gracia?Estas dos preguntas me preocupaban sobre-manera. Estaba decidido a hallar micamino al cielo y a la gloria; y con todo la cuestin de la eleccin me desanimabaterriblemente, y a veces me pareca como si toda la fuerza de mi cuerpo mehubiera sido quitada por la fuerza y poder de esta terrible cuestin. Haba unpasaje de la Escritura, en especial, que aplastaba todas mis esperanzas: As queno depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene compasin(Romanos 9:16).No saba qu hacer con este pasaje de la Escritura, porque vea claramente que amenos que Dios me hubiera escogido como uno de los que haban de recibirmisericordia, poda esperar y desear y esforzarme hasta que se me partiera elcorazn, pero no me servira de nada. De modo que segua preguntndome:Cmo puedo averiguar si soy un elegido? Qu pasa si no lo soy? Oh, Seor!,pensaba, qu pasa si no estoy entre los elegidos? Probablemente no ests,me deca el tentador.Pero es posible que est, pensaba. Bien, deca Satn. Ya puedesdescartarlo. Si no eres uno de los elegidos de Dios, no hay esperanza de quepuedas ser salvo, porque no depende del que quiere, ni del que corre, sino deDios que tiene compasin.Estaba sin saber qu pensar o hacer sobre estas cosas, no sabiendo cmo hallarla respuesta. De hecho, no me daba cuenta de que era Satn que me estaba

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    tentando sino que pensaba que era mi pensar sincero que me haba llevado a estacuestin. Estaba perfectamente de acuerdo con la idea de que slo los elegidostendran vida eterna; la cuestin para mi era saber si yo era uno de ellos. Y as durante varios das estaba en medio de la mayor perplejidad y con

    frecuencia a punto de dejarlo todo. Pero, un da, despus de muchas semanas dedepresin sobre esta materia, cuando ya estaba al final de toda esperanza dealcanzar nunca la vida, me pas por la mente una simple frase: Mira a lasgeneraciones antiguas y considera: hubo alguno que confiara en el Seor y quefuera confundido? Esto dio mucho nimo a mi alma. En el mismo instante se me hizo claro que siempezaba por el Gnesis y lea hasta el Apocalipsis, no encontrara una solapersona que hubiera confiado en el Seor y que hubiera sido rechazada. As quefui a la Biblia y mir por si haba alguno, porque saba que la Biblia sin duda me lodira. Fue de mucho aliento y consuelo ara mi espritu, como si realmente

    estuviera hablando conmigo.

    Mir por todas partes, pero no pude encontrar ningn versculo que lo dijera.Luego, por primera vez, lo pregunt a un buen hombre y luego a otro, si sabandnde poda ser encontrada esta frase en la Biblia, pero no conocan ningn sitioen que estuviera. Me preguntaba por qu esta frase haba venido a mi modo tansbito, con tanto consuelo y se haba quedado conmigo, y con todo nadie podaencontrarla, pero yo no dudaba que estaba en la Biblia. Estuve mirando durantecasi un ao y todava no haba encontrado el lugar, hasta que al fin la encontr enuno de los libros apcrifos: Eclesistico 2:11. Al principio esto me molestconsiderablemente, porque no estaba en la misma Biblia; pero como esta fraseera un sumario de muchas promesas que estn realmente en la Biblia, decid quemi deber era tener consolacin de ella. Y bendije a Dios por haber venido a estaconclusin, por haberme ayudado tanto, y que esta afirmacin particular todavabrillara delante de mi rostro.Fue despus de esto que me asaltaron otras dudas. Cmo saba que el da de lagracia no haba pasado ya? Puedo recordar que un da estaba andando en elcampo y pensando sobre esto. El tentador agrav mi turbacin dicindome queesta buena gente de Bedford eran ya convertidos, Que ellos eran los nicos aquienes Dios haba salvado en esta parte, porque stos haban recibido labendicin antes que yo llegara.Esto me caus una gran desazn, porque yo pens que sta era probablemente lasituacin. Me senta aplastado por la idea de los largos aos que habla pasado enel pecado y a menudo gritaba: Oh, si hubiera escuchado antes! Si me hubieraentregado a Dios hace siete aos! Me hacia enojar conmigo mismo el pensar quehubiera sido tan insensato al pasar el tiempo en cosas triviales hasta que mi almay el cielo se me haban escapado.

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    Despus de mucho tiempo, apenas poda funcionar a causa de este temor.Mientras estaba andando un da, y estaba aproximadamente cerca del lugar enque haba recibido la otra consolacin y estmulo, me vinieron a la mente estaspalabras: Furzalos a entrar, para que se llene mi casa. Y, an hay lugar(Lucas 14:23, 23). Estas palabras an hay lugar eran tan dulces para m porque

    verdaderamente pens que el Seor Jess estaba pensando en m cuando lo dijoy que El saba que llegara el tiempo en que estara lleno de miedo de que nohubiera lugar para mi en su Reino. Y as dijo esta palabra y la dej registrada paraque yo pudiera hallarla y recibir ayuda de ella en contra de esta vil tentacin. Estoes lo que crea plenamente en aquel entonces. Segu durante mucho tiempo bajo la luz e inspirado por el nimo de estaspalabras, que me eran e especial consuelo cuando pensaba que el Seor Jesslas haba dicho a propsito para m.Despus de esto hubo abundantes tentaciones para regresar al pecado:

    tentaciones de Satn, de mi propio corazn, y de mis amigos infieles. Pero doygracias a Dios que fue mantenido a distancia por una clara comprensin de lamuerte y del da d el juicio, que siempre estaban delante de m. Incluso pensabacon frecuencia en Nabucodonosor, a quien Dios haba dado tanto, y que, con todo,pensaba yo, aunque este gran hombre lo hubiera tenido todo en el mundo, unasola hora de fuego del infierno se lo habra hecho olvidar todo. Este pensamientofue para m de mucha ayuda.Hacia este tiempo not algo en la Biblia que me interes sobre los animales queeran llamados inmundos y limpios bajo las leyes mosaicas. Pens que estosanimales eran tipos aplicables a los hombres: los animales limpios eran tipos delos hijos de Dios; los inmundos, lo eran de los hijos del maligno. Cuando lea quelos animales limpios rumiaban, yo pensaba que esto significaba que eranalimentados por la Palabra de Dios. Tambin al ver lo que dice de la pezuahendida decid que esto significaba que si hemos de ser salvos hemos desepararnos, dividirnos, de los caminos de los impos. Cuando segu leyendo notque si rumiamos como hace la liebre, pero andamos, somos inmundos. O stenemos la pezua hendida como el cerdo, pero no rumiamos, como las ovejasrumian, somos inmundos. Pens que la liebre era un tipo de aquellos que hablande la Palabra, pero que andan en los caminos del pecado; que el cerdo es lapersona que se separa del pecado externo, pero no tiene todava la Palabra de fe,sin la cual no hay salvacin, por devota que sea la persona (Deuteronomio 14).Hall, leyendo la Palabra, que los que han de ser glorificados con Cristo en el otromundo han de ser llamados por El aqu. Han de conocer los consuelos de suEspritu aqu abajo, como una preparacin para el futuro descanso en la casa degloria que es el cielo arriba.Y por ello estaba nuevamente trastornado, no sabiendo qu hacer, porque temaque yo no estaba entre los que haban sido llamados. Si no haba sido llamado,pens, quin puede ayudarme? Pero ahora empezaron a gustarme estaspalabras que dijo Jess sobre un cristiano que era llamado, cuando dijo a uno:

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    Sgueme, y a otro: Ven en pos de m. Y, oh cunto deseaba que El me lodijera tambin! Cun alegremente habra yo acudido!No puedo expresar en palabras mis anhelos y mis clamores a Cristo para que mellamara. Esto sigui durante bastante tiempo; anhelaba convertirme a Jesucristo, y

    poda ver que el convertirme me pondra en un estado tan glorioso que no podranunca ms estar contento sin participar en l. Si pudiera haber sido conseguidocon oro, habra dado por ello todo lo que tena. Y si hubiera tenido todo el mundo,habra dado diez mil veces el mundo para poder tenerlo, para que mi alma pudieraser convertida.Y ahora, cun hermosos a mis ojos eran todos aquellos a quienes considerabacomo convertidos! Brillaban y andaban como personas que llevaban consigo untoque del cielo en ellos. Poda ver que la heredad que les haba tocado erahermosa (Salmo 16:6).

    El versculo que me haca encoger el alma era uno de San Marcos referente aCristo: Subi al monte, y llam junto a s a los que El quiso; y vinieron a El(Marcos 3 :13).Este pasaje me haca desmayar de temor, y con todo enardeca mi alma. Temaque Cristo no se hubiera fijado en m o que yo no le hubiera gustado, porque diceque slo a los que El quiso. Pero la gran gloria de aquellos que son llamadospor Jess sin desear: Ojal que yo hubiera estado en su lugar; ojal que yohubiera nacido siendo Pedro o Juan! Ojal que yo hubiera estado all y le hubieraodo cuando los llamaba. Cmo habra gritado: Oh, Seor, llmame a mtambin!" Pero yo tema que El no lo hubiera hecho. Y el Seor me dej ir de esta manera durante muchos meses y no me mostrnada ms, ni que yo haba llamado ni que iba a ser llamado ms adelante. Pero alfin, despus de haber pasado mucho tiempo y de muchos gemidos a Dios, vinopor fin esta idea: Y limpiar la sangre de los que no haba limpiado; y Jehovmorar en Sin (Joel 3:21). Estas palabras sent que me eran enviadas paraconfortarme y para que siguiera esperando en Dios y parecan decir que si yo nome haba convertido todava, llegara un da en que lo sera.Fue para este tiempo que empec a decir a aquella gente humilde de Bedford culera mi situacin. Cuando lo supieron hablaron a Mr. Gifford acerca de m y el vinoy habl con l y me pareci que l tena esperanza para m, aunque yo vea pocomotivo realmente para que la hubiera. Me invit a su casa, donde pude orlehablar, con otros, acerca de la manera en que Dios haba obrado en sus almas.Pero de todo esto todava no recib ninguna certidumbre, y a partir de aquel tiempoempec a ver ms claramente la terrible condicin de mi corazn malvado. Ahoraempec a reconocer pecados y malos pensamientos dentro de m que no hablareconocido antes. Entretanto, mi deseo del cielo y de la vida eterna empez adiluirse, y hall que, aunque mi alma estaba anhelante de Dios, empezaba a sentirdeseos por cosas frvolas y banales.

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    Ahora, pens, an me vuelvo peor; ahora estoy ms lejos de la conversin quenunca antes. As que me sent terriblemente desanimado. No cre que Cristo meamara. No poda verle, sentirle, ni gozar de ninguna de sus cosas. Iba siendoarrastrado por la tempestad y mi corazn quera ser inmundo. Algunas veces explicaba mi condicin a la de Dios y ellos sentan piedad por m yme hablaban de sus promesas; pero era como si me hubieran dicho que alcanzarael sol con la mano el que me dijeran que confiara en estas promesas, porque todomi sentimiento y sentido era en contra de ellos. Vi que tena un corazn queinsista en el pecado; y que por tanto, tena que ser condenado. He pensado muchas veces, despus, que era algo as como el muchacho a quiensu padre trajo a Cristo, y que cuando estaban camino hacia El, el diablo lo derribal suelo y se revolcaba echando espumarajos (Marcos 9:42).En aquellos das con frecuencia me daba cuenta que mi corazn estaba tan

    cerrado contra el Seor y su Palabra que era como si yo tuviera mi propio hombroarrimado contra la puerta empujando desde dentro para que El no pudiera entrar,mientras estaba clamando con amargos suspiros: Quebranta las puertas debronce y desmenuza los cerrojos de hierro! (Salmo 107:16.) Y otras vecespareca que vena una palabra de paz del Seor: Yo te ce, aunque t no meconociste (Isaas 45:5).Pero, por otra parte, nunca he tenido ms tierna la conciencia contra el pecado, yme escoca todo toque de mal. Apenas poda hablar por temor de decir algoequivocado. Me hallaba en una cinaga que me engulla por poco que me movieray me pareca que haba sido abandonado all por Dios y por Cristo y el Espritu ytodas las cosas buenas.Pero not esto, que aunque haba sido un gran pecador antes de volverme a Dios,con todo, Dios nunca pareca haberme acusado por los pecados que habacometido cuando era ignorante. El me mostr, sin embargo, que estaba perdido sino tena vida, a causa e los pecados que haba hecho. Entenda perfectamentebien que necesitaba ser presentado sin mcula delante de Dios y que esto slo lopoda hacer Jesucristo.Pero haba nacido en el pecado y la contaminacin, sta era mi gran desgracia yafliccin. Me senta ms despreciable a mis propios ojos que un sapo, y tena laimpresin que lo mismo poda decirse a los ojos de Dios. Poda ver que el pecadoy la corrupcin procedan de mi corazn de modo tan natural como el aguaborbotea de un manantial. Y aunque todos los dems tenan un corazn mejor queel mo, y que ninguno, excepto el diablo mismo, Poda igualarse a m en cuanto ala maldad interna y la contaminacin de la mente. Y as ca otra vez en la msprofunda desesperacin debido a mi ruindad, porque llegu a conclusin de queesta condicin en que me encontraba no poda existir en m si estuviera en estadode gracia. Sin duda he sido abandonado por Dios y entregado al diablo, pens. Yas continu durante varios aos.

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    Durante todo este perodo habla dos cosas que me hacan pensar. La primera eracontemplar ancianos persiguiendo las cosas de esta vida, como si tuvieran quevivir para siempre; la otra, ver a los cristianos aplastados por prdidas externas,como el marido, la esposa o un hijo. Seor, pensaba, si han trabajado tanto y hantenido que derramar tantas lgrimas por las cosas de esta vida presente, cmo

    voy a recibir compasin y van a orar por mi, para mi alma que muere, mi alma queest siendo condenada? Si mi alma estuviera en buenas condiciones y estuvieraseguro de ellos, oh, cun rico me considerara y bienaventurado, con slo pan yagua. Contara stas como aflicciones insignificantes y las llevara como cargaspequeas, pero un espritu quebrantado, quin lo puede Y aunque me hallabatan turbado al comprender mi maldad, tena miedo de perder este sentimiento deculpa; porque consideraba que a menos que la culpa sea quitada de la maneraapropiada esto es, por medio de la sangre de Cristo una persona se va volviendopeor, porque ya no se siente agobiado por su pecado? Y as, siempre que sentadesaparecer este sentimiento de pecado, me esforzaba otra vez para recobrarlo,pensando en el castigo del pecado en el infierno. Clamaba: Seor, no permitas

    que desaparezca este sentimiento de culpa, excepto si ha de ser por medio de lasangre de Cristo y la aplicacin de tu misericordia por medio de El a mi alma,porque el versculo de la Biblia sin derramamiento de sangre no se haceremisin (Hebreos 9:22) se hallaba siempre delante de m. Lo que ms measustaba era que haba visto algunas personas que, cuando estaban heridas en laconciencia, lloraban y oraban, pero que cuando se sentan aliviadas de su afliccin-no perdonadas de su pecado no pareca que se preocuparan de la forma en quehaban perdido sus sentimientos de culpa, con tal que no estuvieran en su menteY como que se haban librado de ellos de una manera falsa, se haban vuelto msduros y ms ciegos y ms malvados que antes. Me daba miedo y me hacansuplicar a Dios que no me ocurriera lo mismo.Y ahora me apenaba el que Dios me hubiera hecho, porque tema que haba sidoechado, y contado entre los no convertidos, las ms tristes de todas las criaturas. No pensaba que me fuera posible nunca tener bastante bondad en el corazn, niaun agradecer a Dios que me hubiera hecho un hombre, aunque saba que unhombre es la ms noble de todas las criaturas, pues el pecado la ha hecho la msbaja. Hubiera estado contento siendo una de las bestias, aves y peces, porque notenan una naturaleza pecaminosa y no estaba sometido a la ira de Dios, por loque nunca iran al fuego del infierno despus de la muerte. Pero al fin lleg la hora de solaz y consolacin. Que un sermn sobre un versculodel Cantar de los Cantares (4:1): Cun hermosa eres, amiga ma! Quhermosa eres! De este texto el predicador sac las siguientes conclusiones: (1)Que la Iglesia, y por tanto toda alma salvada, es el objeto del amor de Cristo. (2)El amor de Cristo no necesita causa externa. (3) El amor de Cristo ha sidoaborrecido por el mundo. (4) El amor de Cristo contina cuando aquellos aquienes ama estn bajo tentacin y aparente destruccin. (5) El amor de Cristopermanece hasta el fin.

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    Fue slo cuando lleg al cuarto punto que yo obtuve algo del sermn. Dijo elpredicador que el alma salvada sigue siendo el amor de Cristo, aun cuando esttentada y desolada, y as la pobre alma tentada necesita slo recordar estaspalabras: amor mo.De vuelta a casa, segu pensando en estas cosas y recuerdo muy bien que dije enmi corazn: Para qu sirve pensar sobre estas dos palabras? Pero apenashaba pasado esta pregunta por mi mente que las dos palabras empezaron a arderen mi espritu. T eres mi amor, sigui dicindome algo dentro de m y debehaberlo repetido por lo menos veinte veces. A medida que estas palabrascontinuaban, se hicieron ms fuertes y ms clidas y empezaron a hacerme mirarhacia arriba; pero yo estaba todava entre la esperanza y el temor y repliqu en micorazn: Pero, es verdad? Es verdad? Y entonces vinieron estas palabras ami mente: No saba que era verdad lo que haca el ngel, sino que le pareca quevea una visin (Hechos 12:9).

    Entonces empec a recibir unas palabras que sonaban gozosamente en micorazn: T eres mi amor, y nada te separar de mi amor. Y ahora al fin micorazn est lleno de consuelo y de esperanza, y ahora poda creer que mispecados seran perdonados. S, yo haba sido ahora recibido por el amor y lamisericordia de Dios hasta el punto que me preguntaba cmo podra contenerlahasta que llegara a casa. Sent que podra haber hablado de este amor y estamisericordia hasta a los mismos cuervos que estaban posados o revoloteabansobre la tierra recin arada a la vera del camino si ellos hubieran sido capaces deentenderme. Y as, dije a mi alma, con mucha alegra, estoy seguro de que nuncaolvidar esta experiencia, aunque viva cuarenta aos ms. Pero, ay!, dentro demenos de cuarenta das ya empezaba a ponerlo todo en duda otra vez.Sin embargo, haba ocasiones en que reciba ayuda al creer que sta haba sidouna verdadera manifestacin de gracia para mi alma, aunque haba perdido granparte del sentimiento. Fue despus de una o dos semanas de esto que empec apensar mucho sobre el pasaje: Simn, Simn, Simn, he aqu que Satans hasolicitado poder para zarandearos como a trigo (Lucas 22:31). Algunas vecesesto resonaba tan claro dentro de m que recuerdo que una vez me volvpensando que alguien me estaba hablando desde cierta distancia. Al recordarloahora, creo que esta palabra me vino para estimularme a la oracin y a lavigilancia, y para decirme que se avecinaba en direccin hacia m una nube y unatormenta, pero yo no lo entenda.Y silo recuerdo bien, esta vez que llam tan fuerte, fue la ltima vez que la o. Ytodava puedo or estas palabras: Simn, Simn, que resonaban en mis odos.Aunque no era mi nombre, me hizo volverme, para mirar, creyendo que el queestaba llamando me llamaba a m.Pero yo era tan necio e ignorante que no entenda la razn por la que sucedatodo esto, aunque muy pronto pude vislumbrar que era enviada desde el cielocomo una llama a ara despertarme y para que me preparara para lo que estaba

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    viniendo. Pero entonces slo me devanaba los sesos para saber de qu setrataba.Un mes despus lleg la gran tempestad y me dej veinte veces ms magulladoque todo lo que me habla sucedido antes. Vino solapadamente, primero de un

    lado, luego de otro. Primero me fue quitado el solaz y las tinieblas me oprimieron.Despus de esto llegaron oleadas de blasfemias contra Dios y Cristo y lasEscrituras que eran vertidas en mi espritu, y que me dejaban en plena confusin yatontado. Estos pensamientos blasfemos eran atizados por preguntas en mmismo contra la misma esencia de Dios y su nico y amado Hijo, sobre si habarealmente un Dios o Cristo, o si las Sagradas Escrituras no eran sino fbulas ypatraas y no la pura y santa Palabra de Dios.El tentador me dio firme tambin con esta pregunta: Cmo puedes decir quelos turcos no tienes unas Escrituras tan buenas para demostrar que su Mahomaes el Salvador como nosotros las tenemos para probar que lo es Jess? Era

    posible pensar que hubiera decenas de millares en muchos pases y reinos queestaban sin el conocimiento del camino recto al cielo (si es que haba cielo) y quenosotros los que vivamos en un rinconcito de la tierra furamos los nicosbendecidos por este conocimiento? Todo el mundo cree que su propia religin esla recta, sea judo o mahometano o pagano, y y qu pasara si toda nuestra fe enCristo y las Escrituras era simplemente nuestra imaginacin? Algunas veces intentaba disputar con estos pensamientos y pensar algunas de lascosas que el bendito apstol Pablo haba dicho en contra de ellas. Pero lospensamientos de Pablo eran tragados por los mismos argumentos que habadentro de m. Porque aunque damos tanta importancia a las palabras de Pablo y al mismo, cmo poda y o negar que hubiera sido un hombre muy sutil y astuto, oque pudiera haber estado engaado, o incluso que a propsito hubiera tratado dedescarriar perder a los dems? Estas sugerencias se apoderaron de mi espritu por su castidad, continuidad yvigor. No senta nada ms sino estas ideas de la maana a la noche, y conclu queDios estaba airado contra mi alma y me haba entregado a ellas para que mearrastraran como un poderoso torbellinoTodava senta que haba algo en m que rehusaba seguir estos terriblespensamientos, porque daban un mal sabor a mi espritu. Pero estos pensamientosesperanzados pronto eran ahogados. Con frecuencia comprenda a mi almaempezando de repente contra Dios, o Cristo su Hi jo, o contra las Escrituras. Ahora s que estaba seguro de que estaba posedo por el demonio. Y en otrasocasiones pensaba que me haba vuelto loco, y que en vez de alabar yengrandecer el nombre de Dios cuando oa hablar de l, me vena a la cabezaalgn pensamiento horrible y blasfemo, que se disparaba como un rayo en contrade El desde mi corazn.

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    Estas cosas me hundieron en una desesperacin profunda, porque llegu a laconclusin de que no podan hallarse en alguien que amara a Dios. Y confrecuencia me comparaba a un nio que haba sido secuestrado y llevado lejos delos suyos y de su tierra, chillando y coceando. Yo coceaba y chillaba y clamaba ycon todo, era llevado en volandas por la tentacin que me arrastraba consigo.

    Pens tambin en Sal y el espritu maligno que lo posea, y tema en granmanera que mi condicin fuera como la suya (1 Samuel 16:14).Durante estos das, cuando oa a otros que hablaban del pecado contra el EsprituSanto, el tentador me haca desear cometer este pecado, y quera tanto cometerloque no crea poder tener descanso hasta haberlo hecho. Si este pecado consistaen decir alguna palabra contra el Espritu Santo, entonces mi boca estabadispuesta a decir esta palabra, tanto si quera dejarla como si no. La tentacin eratan grande que con frecuencia oprima mis labios o me empujaba las mandbulascon las manos para que la boca no se abriera; en otras ocasiones meta mi caraen charcos de fango, para que la boca no dijera nada. Y otra vez senta que todo lo que Dios haba hecho era mejor de lo que era yo. Debuena gana habra trocado mi vida por la de un perro o un caballo. Estos no tienenalmas que puedan parecer como la ma iba a hacerlo, y aadido a toda mi pena,no senta ya el deseo de ser librado. Y este pasaje de la Escritura, rasgaba mialma de parte a parte en medio de estas otras locuras: Pero los impos son comoel mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno ylodo. No hay paz, dice mi Dios, para los malvados (Isaas 57:20-21). Ahora micorazn estaba sobremanera endurecido. No poda llorar ni deseaba hacerlo. Losotros podan lamentar sus pecados y podan regocijarse y bendecir a Dios porJesucristo; los otros podan hablar con calma de la palabra de Dios; yo slo eraarrebatado por la tormenta, y no poda escapar de ella. Esta tentacin dur aproximadamente un ao y durante todo este tiempo tuve querenunciar a leer la Biblia y a orar, porque era entonces que me senta ms afligidopor todas estas blasfemias. Haba palabras repentinas que ponan en duda todo loque lea. O bien, mi mente se senta privada como de un tirn de todo lo ledo,para que no pudiera recordarlo, ni aun una frase que acabara de completar.Estaba afligido en gran manera cuando intentaba leer durante este periodo.Algunas veces senta a Satn detrs de m, tirndome del vestido. Continuamenteme asediaba a la hora de la oracin con venga, rpido, termina de una vez, yadura demasiado, djalo. Algunas veces introduca en mi mente sus pensamientosmalvados; por ejemplo, de que tena que orar a l. Y cuando mis pensamientos iban de un lado a otro y o trataba de concentrarlos enDios, entonces el tentador con gran fuerza pona ante mi corazn y fantasa laforma de un arbusto o de un toro, para que orara a alguna de estas formas. Yconsegua apoderarse de mi mente de tal forma que no poda pensar en nadams, y no pod a orar sino a ellos.

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    Sin embargo, haba ocasiones, tambin, en que tena fuertes sentimientos de lapresencia de Dios y de la realidad y verdad de su Evangelio. En estas ocasiones,mi corazn se verta en gemidos inexpresivos. Mi alma entera se hallaba en cadapalabra. Gritaba con lanzazos de dolor en mi corazn para que Dios tuvieramisericordia de m, pero no serva de nada. Pensaba entonces que Dios

    meramente se burlaba de estas oraciones diciendo mientras los ngeles santosescuchaban: Este desgraciado me importuna como si yo no tuviera nada msque hacer con mi misericordia que drsela a un sujeto as. Ay, pobre alma, cunengaada ests! No es para individuos como t el favor del Altsimo. Entonces vena el tentador tambin con palabras de desnimo, como stas: Tests muy angustiado pidiendo misericordia, pero yo voy a calmarte. Este estadomental no va a durar siempre, sabes. Ha habido muchos otros tan fervorososcomo t, pero yo he apagado su celo. Entonces me pona delante el nombre dealguno que haba caldo, y yo tema que iba a hacerlo tambin. Estaba contentocuando venan estas ideas a mi mente, porque yo me deca que ellas me

    mantendran vigilante y alerta. Pero Satn me replicaba: Yo soy demasiado listopara que puedas contrarrestarme. Voy a enfriarte tan poco a poco que no lo notes.Y qu me importa a m si tardo siete aos en enfriar tu corazn si lo consigo alfinal? Te voy a mecer como a un nio ha hasta que te duermas. Lo har contiento, y sers mo al fin. Aunque ahora te sientas lleno de celo, ir apagando elfuego. Sers fro antes de poco.Estas ideas me ponan en un terrible estado de nimo, porque saba que noestaba preparado para morir ahora, y tema que cuanto ms viviera peor meencontrara. Haba ocasiones en que lo olvidaba todo, incluso el recuerdo del maldel pecado, el valor del cielo y le necesidad que tena de ser lavado por la sangrede Cristo. Le daba gracias a Jesucristo de que estas cosas no me hicieron cesarmi clamor a Dios, sino que lo hacan aumentar. Despus de un tiempo, vino unapalabra buena a mi mente: Porque estoy persuadido de que ni la muerte, ni lavida, ni ngeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni loalto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podr separar del amor deDios, que es en Cristo Jess nuestro Seor (Romanos 8:38, 39). De modo que elvivir una larga vida no me destruira ni seria causa de que perdiera el cielo. Lleg otra ayuda durante esta tentacin, aunque era un apoyo del que dudaba, yse hallaba en Jeremas captulo 3: donde dice que, aunque hayamos hablado yhecho mal delante de Dios, podemos clamar a El: Padre mo, t eres el gua demi juventud, y podemos regresar a El.Y en otra ocasin tuve las dulces palabras de 2 Corintios 5:21: Al que no conocipecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fusemos hechos justiciade Dios en l. Recuerdo un da en que estaba sentado en la casa de un vecino,muy triste al pensar en mis muchas blasfemias, y estaba dicindome: Cmo esposible que alguien tan vil como yo pueda heredar la vida eterna? Cuando derepente o estas palabras: Qu, pues, diremos a esto? (Romanos 8:31). Estotambin me ayud: Porque yo vivo, y vosotros tambin viviris (Juan 14:19).

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    Pero estas palabras eran indicaciones y pequeas visitas. Aun cuando eran muydulces cuando estaban presentes, nunca duraban mucho. Al poco ya hablandesaparecido.Pero despus el Seor me mostr de modo ms pleno su gracia. No slo me libr

    de la culpa que yaca sobre mi conciencia a causa de estas blasfemias, sino quetambin quit la tentacin, y me puso de nuevo en plena sanidad mental, como esla de los otros cristianos.Recuerdo que un da en que estaba pensando en la maldad y la blasfemia de micorazn y consideraba la ira contra Dios que habla en m, vino a mi mente elpasaje de la Escritura que deca que El haba hecho la paz mediante la sangrede su cruz (Colosenses 1:2). Y esto me hizo ver una y otra vez que Dios y mialma eran amigos a causa de su sangre. SI, que la justicia de Dios y mi almapecaminosa podan abrazar-se y besarse por medio de la sangre. Este fue unbuen da para m; espero que no voy a olvidar-los nunca.En otra ocasin estaba sentado junto al fuego en mi casa pensando en mi estadomiserable, y el Seor me dio esta palabra: As que, por cuanto los hijos hanllegado a tener en comn una carne y una sangre, El tambin particip igualmentede lo mismo, para, por medio de a muerte, destruir el poder al que tena el imperiode la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerteestaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (Hebreos 2:14-15). Pensque la gloria de estas palabras era tan grande que iba a desmayarme mientrasestaba all sentado, no de pena o tristeza, sino de gozo y de paz. Durante este tiempo me puse bajo el ministerio del querido Mr. Gifford, cuyadoctrina, por la gracia de Dios, era exactamente lo que necesitaba. Este hombrese ocupaba de librar al pueblo de Dios de todas las famosas pruebas a que sesuele someter la sana doctrina. Nos dijo que prestramos especial atencin a noaceptar ninguna doctrina en confianza ciega. En vez de ello, tenamos que clamarcon fuerza a Dios, para que nos convenciera de la realidad de ella y nossumergiramos en ella por su Santo Espritu en la santa palabra. Porque, deca,cuando la tentacin viene rugiendo, si no has recibido estas cosas con evidenciadel cielo, pronto hallars que no tienes la ayuda y fuerza para resistir, que habaspensado tener. Esto era lo que necesitaba mi alma. Haba hallado por triste experiencia la verdadde estas palabras. De modo que ped a Dios que en nada de lo referente a sugloria y mi propia felicidad eterna estuviera sin la confirmacin del cielo quenecesitaba. Ahora vea claramente la diferencia entre las nociones humanas y larevelacin de Dios; tambin la diferencia entre la fe que es pretensin y la queviene como resultado d e haber nacido a ella, por medio de Dios (Mateo 16:15-17;l Juan 5:1).

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    Y ahora mi alma era conducida por Dios de verdad en verdad, toda la va, desde elnacimiento del Hijo de Dios hasta su ascensin y su segunda venida del cielo para

    juzgar al mundo. El gran Dios era realmente bueno para m, porque no recuerdo una sola cosa que

    El no me revelara cuando clam a El sobre esta cosa. Paso a paso era conducidoen cada parte del evangelio. Era como si yo le hubiera visto crecer, de la cuna a lacruz; vilo mansamente que se entreg para ser colgado y clavado en ella por mispecados y maldades, y recordaba que El haba sido destinado a ser inmolado (1Pedro 1:20).Y luego consideraba la verdad de su resurreccin y poda casi verle saltar de latumba, por el gozo de que habla sido resucitado y que haba vencido a susterribles enemigos (Juan 20:17). Y tambin le he visto, en el Espritu, sentado a ladiestra de Dios el Padre por m, y he visto la forma de su venida de los cielos a

    juzgar al mundo con su gloria (Hechos 1:9, 10; 7:56; 10:42; Hebreos 7:24;

    Apocalipsis 1:18; l Tesalonicenses 4:16-18).

    Antes me habla preocupado el saber si el Seor era verdaderamente Hombre ascomo Dios, y verdaderamente Dios, as como Hombre. En aquellos das, noimportaba lo que me dijera la gente; a menos que tuviera evidencia del cielo, nocrea. Pero al fin Apocalipsis 5:6 fue revelado en mi mente: Y vi en medio deltrono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero.Esta frase en medio del trono fue decisiva.All, me dije, est la Divinidad. Y en medio de los ancianos, all est laHumanidad. Qu glorioso fue este pensamiento! Qu satisfaccin tan dulce medio! Este pasaje me ayud tambin mucho: Porque un nio nos ha nacido, un hijonos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamar su nombre: Admirable,Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Prncipe de Paz (Isaas 9:6).Adems de estas enseanzas, el Seor tambin hizo uso de errores paraconfirmarme en la verdad. Unos acerca de la Palabra de Dios; otros, sobre laculpa del pecado. Eran:

    1. Que las Sagradas Escrituras no eran la Palabra de Dios.2. Que todo hombre en el mundo tena el espritu de Cristo, gracia, fe, etc.3. Que Cristo Jess no haba satisfecho la divina justicia por los pecados del

    pueblo, cuando haba sido crucificado. 4. Que la carne y la sangre de Cristo estaba en los santos. 5. Que los cuerpos de los buenos y los malos que estaban enterrados no

    volveran a levantarse.6. Que Jess fue crucificado entre los ladrones en el calvario, no ascendi

    ms all del cielo de las estrellas. 7. Que este mismo Jess que muri en las manos de los judos no volverla

    otra vez en el ltimo da para juzgar a las naciones.

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    Fui conducido a un estudio ms cuidadoso de las Escrituras. Me llevarla mucho tiempo contar en detalle de qu forma Dios me ayuda, y cmoabri sus palabras para m e hizo que brillaran delante de mis ojos y me hizo quepermanecieran conmigo y me hablaran y me consolaran una y otra vez. Pero dir

    slo que sta es la manera en que me trat. Primero, me permiti ser afligido contentaciones sobre estas verdades y luego me las revel. Algunas veces, porejemplo, estaba bajo una gran carga de culpa por mis pecados y aplastado hastael suelo por ellos. Entonces el Seor me mostraba la muerte de Cristo y rociaba miconciencia con su sangre; as que, en el momento en que la Le y ruga delante dem, de repente me devolva la paz y el sosiego y el amor de Dios por medio deCristo.Cunto anhelaba el da en que podra verle, Aquel cuya cabeza fue coronada deespinas, al cual escupieron y cuya alma habla sido ofrecida por mis pecados! Entanto que antes estaba continuamente temblando ante la boca del infierno, ahora

    senta que haba sido empujado lejos del mismo, tanto, que ni aun poda verlo. Ycunto deseaba poder tener ochenta aos para as morir pronto y que mi almallegara a su descanso.Pero antes de haberme librado finalmente de estas tentaciones, empec a desearen gran manera el poder ver la experiencia de algunos hombres piadosos deedades pasadas, que haban vivido quizs unos centenares de aos antes que yo.Bueno, despus de hablarle al Seor sobre esto, El hizo que cayera en mis manosun da un libro de Martn Lutero, su Comentario a los Glatas. Era tan viejo que secaa a pedazos. Tuve mucho placer de que este libro viniera a parar a mis manos,tan antiguo, y cuando lo le slo un poquito, hall que mi propia condicin estabatratada con tanto detalle que pareca que el libro haba sido escrito para m. Estome hizo maravillar, porque comprend que este hombre no poda conocer nada delos cristianos de mis das sino que haba escrito y hablado de la experiencia deotros aos.Martn Lutero expona cuidadosamente la aparicin de las tentaciones como lablasfemia, la desesperacin y otras semejantes. Mostraba que la Ley de Moiss,as como el diablo, la muerte y el infierno, tenan gran parte en traerlas. Al principioesto me pareci muy extrao, pero luego, al pensar en todo ello y considerar mipropia experiencia hall que era realmente verdad. No quiero entrar en otrosparticulares aqu, excepto el decir que (con la excepcin de la Biblia) prefiero estelibro de Martn Lutero sobre los Glatas a todos los otros libros que he visto en mivida. Es en gran manera til para una conciencia herida.Ahora encontr, o por lo menos cre haber encontrado, que amaba a Cristorealmente de modo entraable. Pens que mi alma se aferrara a El para siemprey que mi amor para El permanecera como el fuego; pero pronto hall que mi granamor era demasiado poco y que y o que senta este amor ardiente a Cristo, podadejarlo correr por una fruslera. Dios sabe cmo humillarnos y hacernos ver

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    nuestro orgullo. Poco despus de esto mi amor fue puesto a prueba para estemismo propsito.Despus que el Seor me haba librado con su gracia de las terribles tentaciones yme haba dado tal consolacin y tan bendita evidencia de que me amaba, esta vez

    vino una tentacin ms terrible que la anterior. Esta tentacin me asedi confuerza durante un ao y me sigui continuamente y no me dej en paz un solo da,a veces ni una sola hora durante varios das, excepto cuando estaba dormido. Estaba seguro de que aquellos que una vez haban estado con Cristo no podanperderle ms, por lo de la tierra no se vender a perpetuidad, porque la tierra maes dijo Dios (Levtico 25:23). Con todo, era una afliccin constante para m elpensar que pudiera tener hasta un solo pensamiento en contra de Cristo, quienhaba hecho por m todo lo que haba hecho: no tena casi otros pensamientosacerca de l que blasfemias, y ni el hecho que odiara estos pensamientos ni elresistirlos me ayudaba en lo ms mnimo a mantenerlos alejados. No importa lo

    que pensara o hiciera, estaban all. Cuando coma, cuando me agachaba pararecoger un alfiler del suelo, cuando parta lea o miraba esto o aquello, volva latentacin: Vende a Cristo por esto, vende a Cristo por aquello: vndele,vndele.A veces, estas palabras se repetan en mis pensamientos cien veces: Vende,vndele. Y durante horas enteras a la vez me vea obligado a estar en guardia,forzando mi espritu, por temor de que antes de haberme dado cuenta, algnpensamiento malvado se levantara en mi corazn que consintiera a esta tentacin.Algunas veces el tentador me haca creer que haba consentido en ello, yentonces era como si me torturaran en el potro durante das enteros. Esta tentacin me asustaba muchsimo, porque, como ya he dicho, tena miedo deser vencido por ella. Y luchaba tan duro contra ella con mi mente y mi cuerpo, queestaba agitado, movindome o empujando con las manos o los codos. Tan prontocomo el destructor deca vndelo, y contestaba: No lo har, no lo har, no; nipor millones y millones y millones de mundos. Lo deca porque tena miedo deponerle un precio demasiado bajo, y estaba tan confuso y trastornado que apenassabia lo que hacia o cmo quedarme quieto.Durante este perodo no poda comer en paz, pues tan pronto como me sentaba ala mesa, tena que levantarme y orar. Tena que dejar la comida inmediatamente,pero era el diablo el que me tentaba a hacerlo con su santidad fraudulenta. Ledeca yo: Estoy comiendo ahora, djame terminar primero. No, me deca,tienes que hacerlo ahora, o vas a desagradar a Dios y despreciar a Cristo. Yo meimaginaba que stos eran impulsos procedentes de Dios y que si no los segua ibaa negar a Dios. Para decirlo brevemente: una maana estaba echado en la cama,asaltado, fieramente, como tantas otras veces por la tentacin de vender a Cristo.La sugerencia malvada me corra por la mente tan rpido como un hombre pudierahablar: Vndelo, vndelo, vndelo, vndelo, vndelo. Como de costumbre, mimente iba repitiendo: No, por miles, miles, miles, miles. Lo repet veinte veces,

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    hasta que al fin, despus de una gran lucha, sent que este pensamiento mepasaba por el corazn: Djalo ir si El quiere irse, y mi corazn consinti.As que inesperadamente Satn haba ganado la batalla y yo ca, como un pjaroal que han disparado en la copa de un rbol, en una desesperacin espantosa y

    una culpa insondable. Levantndome de la cama me fui al campo, con el corazntan pesado como nunca mortal alguno puede haber sentido. All estuve unas doshoras como un hombre sin vida, sin recuperacin posible, entregado al castigoeterno.Este es el pasaje de la Escritura que se apoder de mi alma: No sea que hayaalgn fornicario o profano, como Esa, que por una sola comida vendi suprimogenitura. Porque ya sabis que an despus, deseando heredar labendicin, fue a o, pues no hall oportunidad para el arrepentimiento, aunque loprocur con lgrimas (Hebreos 12:16, 17).

    Ahora estaba entregado al juicio venidero. No haba nada en el futuro para m sinola condenacin.Pasaron los meses y el sonido de este versculo referente a Esa estabacontinuamente en mi mente. Pero hacia las diez o las once de la maana, un da,cuando estaba andando junto a un seto, lleno de pena y culpa, pens en esto tantriste que me haba acontecido y de repente esta frase se arremolin en mi mente:La sangre de Cristo n os limpia de toda culpa. De repente me par, me planten el espritu, y este maravilloso versculo se apoder de m: La sangre deJesucristo su Hijo, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:17). La paz volvi a entrar en mi alma, y pens que poda ver al tentadorescabullndose, corrido de lo que haba hecho. Al mismo tiempo, empec a verque mi pecado, cuando se comparaba con la sangre de Cristo no era ms que unterruo o una piedra en aquel campo inmenso en que me hallaba. Esto me animgrandemente en las dos o tres horas siguientes, durante las cuales pens quevea por la fe al Hijo de Dios sufriendo por mis pecados. Pero como estesentimiento no dur, pronto mi espritu se hundi otra vez en un mar de culpa. Pero era principalmente el pasaje sobre Esa, que vendi su primogenitura, quepermaneca todo el da en mi mente. Cuando trataba de pensar algn otro texto dela Escritura esta frase sonaba todava dentro de m: Deseando heredar labendicin fue desechado, pues no hall oportunidad para el arrepentimiento,aunque la procur con lgrimas. De vez en cuando tena un sentimiento de paz del versculo de Lucas 22:32Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle; pero no duraba mucho, y cuandopensaba en l no poda ver razn alguna para que hubiera gracia para m, ya quehaba pecado tanto. As que me vea hecho trizas da tras da.

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    Luego empec a considerar con corazn triste la naturaleza y tamao de mipecado y a buscar en la Palabra de Dios para ver si poda hallar en alguna parteuna promesa que me diera alivio. Empec a considerar: Todo ser perdonado alos hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean(Marcos 3:28). A primera vista pareca que esto contena una gloriosa promesa

    para el perdn de ofensas tales como la ma. Pero a medida que iba pensando enello, decid que probablemente estaba hablando sobre los que haban pecadoantes de la venida de Cristo, y que no haba aplicacin para uno que hubierarecibido luz y misericordia y luego hubiera despreciado a Cristo como yo habahecho.Esto me hizo temer que mi pecado era el pecado imperdonable, del cual se dice:Pero el que blasfeme contra el Espritu Santo, no tiene jams perdn, sino que esreo de un pecado eterno (Marcos 3:29). Y este versculo de Hebreos parecaconformar este terrible pensamiento: Porque y a sabis que aun despus,deseando heredar la bendicin, fue desechado, pues no hall oportunidad para el

    arrepentimiento, aunque la procur con lgrimas. Y sta era la palabra con la queyo estaba atascado.Y ahora era a la vez una carga y un terror para m. Estaba cansado de la vida ytena miedo a la muerte. Cunto habra deseado ser otra persona distinta de mmismo, algo distinto de un hombre, y estar en cualquier condicin, excepto en lapropia! Se me ocurra frecuentemente que era imposible para m el ser perdonadoy salvo de la ira venidera. Empec a recordar el pasado y a desear mil veces que llegara el da en que fueratentado de cometer algn pecado particular; y me senta indignado contra aquelpecado, y me deca a ml mismo que antes me haran pedazos que consentir enaquel pecado. Pero, ay!, estos deseos y resoluciones eran demasiado tardospara servirme de nada, porque senta que Dios me habla abandonado y pensaba:Oh, quin pudiera ser como Job, que dijo: "Quin me volviese en los mesespasados, como en los das en que Dios velaba sobre mi? (Job 29:2).Y entonces empec a comparar mis pecados con los de otros, para ver si podahallar alguno de los que haban sido salvados que hubiera hecho lo que yo habahecho. As consideraba el adulterio de David y el asesinato, y consideraba queeran crmenes terribles, verdaderamente. Haban sido cometidos despus dehaber recibido luz y gracia. Con todo, vea que sus transgresiones eran slo contrala Ley de Moiss; pero las mas eran contra el Evangelio, contra el mismoMediador; haba vendido a mi Salvador.Y por tanto, otra vez me hallaba como si me descuartizaran en la rueda. Oh!, porqu habla tenido que cometer este pecado particular que haba cometido? Cmome escoca y azotaba este pensamiento! Qu, pens yo, hay slo un pecado que sea imperdonable? Slo un pecadoque pone alalma fuera del alcance de la misericordia de Dios? Y tengo que ser

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    culpable yo de ste precisamente? Slo hay un pecado entre millones de ellospara el cual no hay perdn, y yo haba de cometer ste mismo? Estas cosasquebrantaban mi espritu de tal forma que haba momentos en que crea quehaba perdido la razn. Nadie puede conocer el terror de aquellos das, sino yomismo.

    Despus de esto empec a considerar el pecado de Pedro al negar a su Maestro.Este me pareca mucho ms cercano al mo que ningn otro pecado en quepudiera pensar. Haba negado a su Salvador como yo haba hecho despus derecibir luz y misericordia, y despus de haber sido advertido. Y considerabatambin que lo haba hecho ms de una vez y con tiempo para considerar entreuna vez y otra. Pero, aunque pona todas estas circunstancias juntas para ver dehallar algn alivio, pronto vi que este pecado de Pedro era slo una negacin desu Maestro; mientras que el mo era vender a mi Salvador. Me pareca que misituacin era ms prxima a la de Judas que la de David o de Pedro.

    Aqu mi tormento volvi a cobrar vigor. Estaba abrumado y quebrantado cuandoconsideraba la forma en que Dios habla preservado a los otros mientras que amime habla dejado caer en el lazo. Poda ver fcilmente que Dios los estabaguardando aunque obraran mal, y no les dejaba transformarse en un hijo deperdicin, como me haba ocurrido a m.Cunto me gustaba ver la forma en que Dios preservaba los suyos! Cunseguros andaban aquellos a quienes Dios guardaba! Estaban bajo cuidado yespecial providencia, aunque fueran tan malos por naturaleza como yo era. ComoEl los amaba no les dejaba caer ms all del alcance de su misericordia, pero nome preservaba ni me guardaba a m. Me habla dejado caer a m porque yo era unreprobado. Aquellos lugares maravillosos de las Escrituras que hablan de la formaen que Dios guarda a los suyos brillaban como el sol, pero no me consolaban-porque me mostraban el estado bienaventurado y la heredad de aquellos aquienes el Seor haba bendecido.Vi que Dios tena su mano en todas las cosas que ocurran a sus escogidos, y quetena su mano tambin en todas las tentaciones para pecar que ellos sufran. Losdejaba durante un tiempo, para dar paso a estas tentaciones; no demasiado, paraque no fueran destruidos, sino para que pudieran ser humillados. No era paraponerlos ms all de su misericordia, sino para ponerlos en el lugar en que larecibieran. Qu amor, qu cuidado, qu bondad y misericordia vea que Diosmezclaba con las formas ms severas y estrictas con que trataba a su pueblo!Dej caer a David, a Ezequas, a Salomn, a Pedro y a otros, pero no los dejcaer en el pecado imperdonable o en el infierno. Naturalmente estospensamientos slo aadan pena y horror sobre m. Supona que as como todaslas cosas obraban juntas para bien de aquellos que haban sido llamados segnsu propsito, de la misma manera todas las cosas obraban juntamente ahora, peropara mi dao y mi eterna condenacin.

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    Despus de esto empec a comparar m pecado con el de Judas, en la esperanzade hallar que el mo era diferente, porque saba que el suyo era verdaderamenteimperdonable. Y pens que si difera del suyo, aunque fuera el grosor ce uncabello, mi condicin seria feliz. Descubr que Judas haba pecadointencionalmente, pero mi pecado haba ocurrido a pesar de mis oraciones y

    esfuerzos en contra de l; el suyo haba sido cometido despus de seriaponderacin; el mo en estado atribulado. Y as esta consideracin del pecado de Judas fue, por lo menos durante untiempo, de algn alivio para ml, porque vea que no habla transgredido tanplenamente como l. Pero esta esperanza se desvaneci tambin rpidamente,porque comprend que poda haber ms de una manera de cometer este pecadoimperdonable, y as esta terrible iniquidad ma poda ser tal que no pudiera serperdonada nunca.Estaba espantosamente avergonzado de ser tan semejante a Judas, y pensaba lo

    repugnante que sera a todos los santos en el da del juicio. Apenas poda mirar aun hombre que considerara tena una buena conciencia, sin que sintiera que micorazn temblaba en su presencia. Qu gloria ha de ser el poder andar con Dios,y qu misericordia el tener una buena conciencia delante de El! Hacia este tiempo trat de contentarme escuchando falsas doctrinas: que nohabra da del juicio; que no habra resurreccin; que el pecar no era tan terriblecomo haba pensado. Incluso si estas cosas son as, me deca el tentador, contodo es ms fcil, por lo menos de momento, no creerlas, si es que vas a perecer,al fin y al cabo. No sirve para nada el atormentar-se as de antemano. Expulsaestos pensamientos de tu mente, y cree lo que creen los ateos y los ranters. Veo en esto que Satn usaba todos los medios a su alcance para apartar a unalma de Cristo. Satn tiene miedo cuando alguien tiene un espritu despierto. Sureino es la seguridad falsa, la ceguera, la oscuridad y el error. Era difcil ahora orar, a causa de las tinieblas y el desespero que me engullan.Es demasiado tarde, estoy perdido, Dios me ha dejado caer, no hay correccinpara m, slo condenacin. Mi pecado es imperdonable. Para este tiempo di con un libro que contaba la terrible historia del desgraciadoFrancisco Spira.Este libro fue para mi turbado espritu como si me frotaran sal en una heridareciente, cada frase del libro, cada gemido del hombre. Una frase era en especialterrible: El hombre conoce el comienzo de su pecado, pero quin puede decirdnde va a terminar? Durante das enteros y seguidos hacan que mi mente setambaleara bajo el sentimiento del espantoso juicio de Dios que estaba seguropenda sobre ml. Y senta tal ardor en mi estmago, por razn de mi terror, queera como si se me hendiera el esternn; y pens en lo que est escrito de Judas,

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    el cual cayendo de cabeza, se revent por la mitad y todas sus entraas sederramaron (Hechos 1:18).Pero sta era la marca que Dios haba puesto sobre Can; un temor y temblorcontinuos bajo la pesada carga de su culpa que haba sido cargada sobre l por la

    sangre de su hermano Abel. As, yo tampoco no poda permanecer de pie, niandar ni estarme quieto.Algunas veces me acordaba de las palabras: Tomaste dones... para los que seresistan> (Salmo 68:18). Porque, pensaba, sin duda esto me incluye a m. Antesle haba amado, le haba temido, le haba servido, pero ahora era un rebelde. Eltiene dones para rebeldes, Por qu pues no los tiene para m? Procuraba echarmano de esta esperanza, pero no poda.Entonces decid considerar mis pecados contra los pecados del resto de lossantos. Aunque los mos eran mayores que los de ninguna otra persona, con todo

    si todos los pecados de los otros podan ser puestos juntos y el mo no fueramayor que el de todos ellos sin duda haba la esperanza. La sangre que tiene lavirtud para lavar los de ellos, tiene virtud para lavar el mo, aunque el mo sea tangrande como el de todos ellos juntos.Pens en los pecados de David, de Salomn, de Manass, de Pedro y de otrosgrandes ofensores, y trat de convencerme que los suyos eran mayores de lo queeran. Me dije que David haba derramado sangre para cubrir su adulterio, y que suasesinato fue hecho a sangre fra, de modo que su pecado era muy grande. Peroentonces pens que stos eran slo pecados contra la Ley, no directamentecontra el Salvador, como era el mo.Entonces pens en Salomn, y cmo haba pecado amando mujeres extranjeras,y cayendo en sus idolatras, y edificando templos para sus dioses, aunque tena laluz y haba recibido gran misericordia en su vejez. Pero otra vez llegu a la mismaconclusin: mi pecado era peor al vender a mi Salvador, que el pecado deSalomn contra la Ley.Y consideraba tambin los pecados de Manass, que edific altares para losdolos en la casa del Seor, y us encantamientos y hechiceras con espritus deparientes, que quem a sus hijos en el fuego sacrificndolos a los demonios e hizocorrer la sangre inocente por las calles de Jerusaln. Pero me dije: Estos no sonde la misma naturaleza que mis pecados. Yo me haba separado de Jess. Yohaba vendido al Salvador.Esta consideracin pareca mayor que los pecados de todo el mundo. Todos ellos

    juntos no eran equivalentes al mo.Ahora empec a huir de Dios como del rostro de un juez espantoso, porquehorrenda cosa es caer en manos del Dios vivo (Hebreos 10:31). Pero por sugracia de vez en cuando me venan estas palabras: Yo deshice como una densa

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    nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vulvete a m, porque yo teredim (Isaas 44:22).Y esto me haca detener un momento, como si mirara por encima del hombro paraver si poda vislumbrar que el Dios de gracia me segua con el perdn en la mano.

    Pero tan pronto como haca esto se me vena encima el recuerdo del rechazo deEsa: No hallo oportunidad para arrepentimiento, aunque lo procuro conlgrimas. Un da, mientras estaba andando arriba y abajo en la tienda de un vecino cristiano,estaba pensando en mi triste y terrible condicin, lamentndome del gran pecadoque haba cometido, y orando para que si este pecado fuera diferente del pecadocontra el Espritu Santo el Seor me lo mostrara. De repente hubo un viento quepenetr por la ventana y me alcanz, muy agradable, y me pareci or una voz queme deca: Has rechazado alguna vez ser justificado por la sangre de Cristo?

    En un momento, toda mi vida qued abierta sobre m y me di cuenta de que nuncale haba rechazado voluntariamente. As que mi corazn contest con gemidos:No, esto no lo he rechazado nunca. entonces cay sobre m con gran poderesta palabra de Dios: Mira no deseches al que habla (Hebreos 12:25). Estaspalabras hicieron presa de mi espritu de un modo extrao; trajeron consigo luz eimpusieron silencio, en mi Corazn, a todos los pensamientos tumultuosos quehaba all como una jaura de perros rabiosos, ladrando y aullando dentro de m.Me mostraba tambin que Jesucristo tena todava una palabra desgracia ymisericordia para m, y que no me haba olvidado y echado mi alma como yotema. Y me pareca que esto era una manera de amenazarme si no fiaba de misalvacin en el Hijo de Dios, no obstante mis pecados y lo terribles que eran. No s exactamente lo que ocurri, aunque han pasado desde entonces veinteaos en los que he podido pensar sobre ello. Pens, entonces, lo que vacilo decirahora: que aquel viento sbito e impetuoso fue como si un ngel hubiera venidohacia m, pero procurar no afirmarlo hasta que podamos saber todas las cosasen el da del juicio. Pero s dir esto: trajo una gran calma a mi espritu y mepersuadi de que todava haba esperanza. Me mostr lo que era el pecadoimperdonable y que mi alma todava tena el bendito privilegio de acudir a Jessen busca de misericordia. Ciertamente no baso mi salvacin sobre estaexperiencia, sino en la promesa que el Seor Jess me dio. He hablado de estaextraa situacin con renuencia, pero como estoy en un libro abriendo las cosassecretas de mi vida, he credo que no poda estar equivocado al decir lo que hedicho.La gloria de esta experiencia dur tres o cuatro das, y entonces empec a perdermi confianza otra vez y a entrar en la desesperacin.Tena la vida colgando ahora en la duda, delante de m y no saba en qudireccin se iba a inclinar. Mi alma estaba ansiosa de lanzarse a los pies de lagracia por la oracin. Encontr difcil pedir a Cristo misericordia en oracin, por la

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    manera tan vil en que haba pecado contra El. Cmo poda mirarle a la cara otravez? Cun avergonzado estaba de pedir misericordia cuando la haba rechazado hacatan poco tiempo! Pero vi que no haba otra posibilidad, ir a El y humillarme y

    pedirle que, por su maravillosa misericordia tuviera compasin y se apiadara de mialma desgraciada y pecadora.Pero cuando el tentador vio que iba a hacerlo me dijo que no deba orar a Dios;que no me servira de nada, puesto que habla rechazado al Mediador pormediacin del cual todas las oraciones son hechas aceptables al Padre. El orarahora, me dijo, viendo que Dios te ha rechazado, sera ofenderle an ms queantes. Me dijo: Dios se ha cansado de ti ahora a lo largo de treinta aos, porque no eresde los suyos. Tus gritos en sus odos no le sern desagradables; es por esto que

    te dej pecar este pecado, para que fueras cortado, y ahora todava intentasorar? Esto es lo que dijo el diablo, y me record de lo que Moiss dijo a los hijosde Israel, que cmo no hablan avanzado para poseer la tierra cuando Dios leshaba dicho que lo hicieran, haba sido proscrito para siempre de ella, aunqueintentaran pedrselo con lgrimas.En otro lugar (xodo 21:14) se nos dice que el hombre que ha pecadodeliberadamente ha de ser arrastrado del altar de Dios para morir, como Joab fuemuerto por el rey Salomn cuando intent refugiarse all (1.' Reyes 2:28-34). Y,con todo, pens dentro de ml, puedo morir, porque no ser peor que lo presente. Yas acud a El, aunque no sin gran dificultad, debido a lo que se dsela Esa que lotena clavado en el corazn como una espada flamgera para evitar que meacercara al rbol de vida, no fuera que tomando de sus frutos viviera. Oh, quinsabe lo difci l que es a veces acudir a Dios en oracin!Senta ansias, tambin, de que otros oraran en favor mo, pero tema que Dios lesanimara muy poco a hacerlo. De hecho, temblaba de miedo de que pronto alguienque hubiera intentado orar por m me dijera (como Dios haba dicho una vez alprofeta respecto a los hijos de Israel): No ores por este pueblo (Jeremas11:14). Tem que el Seor me hubiera rechazado a m como les haba rechazadoa ellos. Y pens que quiz va haba susurrado esto a al unos, pero ellos estabanasustados de decrmelo, temiendo que fuera verdad. S as fuera, yo ya no tendraremedio.Pero para este tiempo habl con un cristiano antiguo sobre m situacin, le dijeque tema haber cometido el pecado contra el Espritu Santo. El me contest quel lo crea as tambin. As que saqu poco consuelo. Pero hablando un poco mshall que, aunque era un buen hombre, l no haba tenido mucho combate con eldiablo. As que volv a Dios otra vez, tal como pude, pidiendo misericordia.

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    Y ahora el tentador se burlaba de m en mi desgracia, diciendo que puesto que yome haba apartado del Seor Jess y provocado su desagrado, lo nico que mequedaba por hacer era orar para Dios el Padre actuara de Mediador entre el Hijo yyo para que pudiramos ser reconciliados que llen mi espritu fue: El ha hechosu decisin y quin puede cambiarla? Vi al instante que sera ms fcil

    persuadirle que hacer un mundo nuevo o una nueva Biblia que escuchar unaoracin as. Record que: En ningn otro hay salvacin; porque no hay otronombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos4:12).

    Ahora las palabras ms hermosas del Evangelio eran causa del mayor tormentopara m. Nada afliga mi conciencia ardiente como el pensar en el Salvador. Todaslas ideas de su gracia, amor, bondad, cario, mansedumbre, dulzura, consuelo yconsolaciones, atravesaban mi alma como una espada. Este es Aqul, me deca,de quien te has separado, a quien has despreciado, abochornado, insultado. Estees el Salvador que am a los pecadores hasta el punto que limpi sus pecados

    con su preciosa s