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EL ALTRUISMO

DE LA EMPRESA

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INDICE

1. El capitalismo como sistema amoralo inmoral: una falsa concepción.

2. El capitalismo como regalo desinte-resado.

3. El capitalismo como comprensión.4. Libertad e igualdad.5. El empresario y la buena fortuna

de los demás.

6. El conocimiento, valor añadido porexcelencia.

7. Un valor metafísico.8. El conocimiento como emanci-

pación.9. Fuerzas clave para la economía

global.NOTA BIOGRAFICA

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Los entendidos siempre están diciendo queel mundo se halla en una nueva era, pero nopueden explicar con toda exactitud sus fuentesy su significado. La definen como una era de

posibilidades incrementadas, que normal-mente derivan de las nuevas tecnologías. Yovengo a traer el mismo mensaje, pero antes deabordar el tema de la nueva era en la que nosestamos adentrando, creo que es crucial queexaminemos el problema moral que se halla enlas raíces mismas del capitalismo, porque es elcapitalismo lo que nos trae esta nueva era detecnologías informativas. Y si -como handeclarado tantos críticos- el capitalismo es, dealgún modo fundamental, un sistema moral-mente deficiente, sus frutos también seránmoralmente deficientes. Entonces, la prospe-ridad que la nueva era de tecnologías informa-tivas pueda potencialmente traer consigo seráuna prosperidad deslucida y fallada, que selogrará, posiblemente, a cambio de nuestras

propias almas.¿De qué nos servirá si los frutos del capita-

lismo se logran a costa de severas penalidadesmorales?. Por tanto, antes de dirigir nuestraatención hacia la enorme cantidad de nuevasoportunidades que nos brindan, es precisocentrar nuestra atención en torno a un pro-blema nuclear, a saber, el problema moral del

capitalismo. Creo que descubriremos quemediante el análisis del mismo, podremos pro-fundizar más acerca de las potencialidadesreales de la nueva era, a cuyas puertas nos

hallamos.

1. El capitalismo como sistema amoral oinmoral: una falsa concepción.

¿Cuál es este problema moral?. Creo quecomenzó con Adam Smith. Declaró que el capi-talismo, en su esencia, se basa en el interés

propio, que el capitalismo, de algún modo, esun sistema que se alimenta de la codicia y de laavaricia. Este argumento llegó al principiomismo de la era capitalista, y nada menos quedel principal portavoz del capitalismo. No esdifícil, por lo tanto, entender cómo los detrac-tores del capitalismo también cuestionan suscimientos morales, cuando Adam Smith, elfundador del capitalismo, no fue capaz de

ofrecer otro raciocinio más halagador para elsistema.No de la benevolencia -escribió Smith-, sino

del amor a sí mismo hemos de esperar el pande nuestro panadero. El capitalismo -man-tenía- es una especie de alquimia que con-vierte la codicia y la avaricia -por medio de unamano invisible- en prosperidad capitalista. Esta

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es la famosa tesis de Smith acerca del sistema.Así que cuando oímos al Papa y a otros escri-tores y críticos católicos cuestionar algunos delos supuestos morales del materialismo capita-

lista, podemos comprender que esta críticasurgió con el principal defensor del capita-lismo. Pienso que éste ha sido el problema fun-damental del sistema: cuando hablamos de losvalores fundamentales del amor, de la caridad,de la esperanza y de la amistad, es como sihabláramos de cosas ajenas a la causa del capi-talismo, que es un sistema amoral basado en elinterés propio.

Sobre esto apenas existe debate alguno.Esencialmente, los defensores del capitalismo,como Adam Smith, están de acuerdo con susdetractores, en cuanto que coinciden enafirmar que el sistema es, de algún modo,amoral. No hay economía moral; la economíaes moralmente neutra, dicen tantos abogadoscomo detractores del capitalismo, cuando se

refieren al sistema que crea nuestra prospe-ridad.Yo creo, no obstante, que se trata de una

falsa concepción fundamental en torno acómo funciona el sistema. El capita-lismo noes, ni puede ser, amoral. La prosperidad quetrae el capitalismo se deriva de los mismosvalores que producen la prosperidad humana

en todas nuestras relaciones individuales yfamiliares. En otras palabras, no se puedeseparar la vida económica de la vida familiar yespiritual,forman una unidad, y si no somos

capaces de comprender que esa unidad sederiva, sobre todo, del cúmulo de valores yafirmaciones espirituales, entonces nohabremos entendido nada acerca de la eco-nomía, ni acerca del futuro de las tecnologíasinformáticas.

Quiero refutar, ante todo, la idea de que elcapitalismo es una especie de “pacto fáustico”-un acuerdo con el diablo mediante el cualobtenemos prosperidad y riquezas a cambiodel despliegue de la avaricia y el pecado-.Porque parece que así se resume la teoríageneral del capitalismo: un trato con el diablo,una especie de pacto fáustico como fuente delos frutos del capitalismo.

2. El capitalismo como regalodesinteresado.

El acto central del capitalismo, desde susmismos comienzos, ha consistido en dar, no entomar. El supuesto principal del sistema es queel capitalismo empieza con dar. La antropo-logía nos aporta muchos datos que apoyan laidea de que así empezó el capitalismo: las pri-

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meras economías eran economías de inter-cambios, de transacciones; sistemas en los quecualquier intercambio había de acordarsesobre la marcha. En una economía basada en

los intercambios, toda transacción ha de serplaneada, por así decirlo. De hecho, así escomo funcionan las economías tribales. Lagente, constantemente, está poniéndose deacuerdo para llevar a cabo intercambios. Setrata de algo muy complicado y difícil.

Yo creo que este tipo de sistema planificado,que es lo que produce la economía de inter-cambios, queda superado, sobre todo, por lainiciativa capitalista, y que los primeros actoscapitalistas fueron regalos que provinieron dehombres que se impacientaron con todas lascomplejidades del intercambio, y así deci-dieron, sin más, hacer un regalo, una ofrenda,una prestación, sin ninguna reciprocidad pre-establecida.

Según nos enseña la antropología, estosregalos empezaron, muy a menudo, comofiestas: el hombre importante de la comunidadorganiza un gran banquete e invita a toda lagente a la fiesta. Esta fiesta suscita, a la genteque participa en ella, el deseo de hacer lomismo: los participantes se sienten endeu-dados con respecto al anfitrión y buscan lamanera de devolverle el favor. Este es el modo

en que se desenvuelven las pautas del inter-cambio capitalista: empieza con un regalo porparte de algún empresario, que suscita, porparte de los beneficiados, el deseo de corres-

ponder, y de este impulso inicial de genero-sidad proviene el espiral de intercambios que,en la última instancia, da lugar a la prospe-ridad capitalista.

En nuestra sociedad contemporánea, notenemos patrones tan obvios de regalos, comoen las sociedades tribales. En nuestra sociedadcontemporánea, los regalos son, esencial-mente, inversiones. La gente desconfía muchode la idea de que las inversiones son regalos,porque los regalos se dan sin expectativas dereciprocidad: son espontáneos y anónimos, yno están contaminados con la obligatoriedadde una contraprestación.

Pero en el mundo real los regalos no sehacen sin una reciprocidad anticipada; lagente hace regalos con la idea de recibir a suvez -aunque sea sólo en la vida venidera-. Elpunto esencial es que no existe una recipro-cidad preordenada, requerida u obligatoria.Este es el vínculo entre los regalos en lasociedad primitiva, que suscitan una recipro-cidad que lleva a una espiral de intercambios,y los regalos de la sociedad capitalista, queadoptan la forma de una inversión, que se

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lleva a cabo sin la necesidad de una contra-prestación requerida u obligatoria.

Cuando un empresario hace una inversión,se trata de una apuesta, de una suposición,pero no de un contrato que requiera una reci-procidad obligada. Es una especie de regaloque se hace a la sociedad con la idea decosechar, posiblemente, algo a cambio, perosin la estipulación expresa de que así sea dehecho. Para hacer un regalo, lo primero quehay que hacer es ahorrar -lo mismo da para unregalo como para una inversión-. Lo primeroque hace el empresario es ahorrar, esto es,aplazar su consumo propio para disponer delos medios para poder hacer el regalo. Elprimer paso de la inversión empresarial es elahorro, el sacrificio de uno mismo, la supresiónde los propios intereses para ponerse al ser-vicio de los demás por medio M regalo o de lainversión.

Así que el primer paso de la actividad

empresarial, el ahorro, se opone frontalmentea la codicia. Se trata de sacrificar el consumopropio para poder servir a los demás.

3. El capitalismo como comprensión.

El segundo paso de esa actividad es la com- prensión. El fundador de vuestra Universidad

ha dejado escrito que la caridad está en com-prender. Una inversión o un regalo no pros-perará si no se basa en la comprensión imagi-nativa de las necesidades de los demás; esto es

lo que hace que tenga éxito la inversión. Sóloasí, mediante esta comprensión, podrá elempresario hacer un regalo que los demásreconozcan como un beneficio.

Uno de los grandes errores que encontramosen algunos círculos izquierdistas, es que sepiensa que resulta fácil hacer regalos. Perocualquiera que haya tenido el problema deencontrar regalos adecuados para dar enNavidad, por ejemplo, se habrá dado cuentade que realmente es difícil hacer regalos quelos demás consideren valiosos. Hace faltaconocer muy bien a la persona a la que se vayaa hacer un regalo, para asegurarse de que novaya a hacerle daño, o, por lo menos, parapoder hacerle el regalo sin indiferencia .

Resulta muy difícil regalar sin hacer daño.Esta es la gran lección del Estado deBeneficencia. En algunos países, el Estado deBeneficencia ha crecido hasta tales extremos,que los regalos del Estado, de hecho, perju-dican a los receptores. Los regalos excesivos delEstado de Beneficencia destrozan sus familias,crean dependencias, desmoralizan a lossupuestos beneficiados, les despojan de su dig-

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nidad como trabajadores en el mundo, lesquitan la posibilidad de servir a los demás y deeste modo alcanzar una de las mayores gratifi-caciones que aporta la vida en este mundo.

Los llamados regalos del Estado deBeneficencia, muy a menudo, hacen daño a losreceptores. Lo que viene a enseñarnos el capi-talismo es cómo efectuar regalos que seanrealmente productivos, esto es, regalos quetraigan beneficios. Pero, ¿qué se entiende porbeneficio?. Es la diferencia entre el valor delregalo para el donante, y su valor para el

receptor. La ganancia, en alguna manera, esun indicador del altruísmo del regalo, el gradoen que el regalo se basa en la comprensión delas necesidades de otras personas.

Muchos inversores han hecho sus grandesregalos y han descubierto que, debido a quesus donaciones no se basaban en la com-prensión, fueron rechazados en la plaza del

mercado y no generan ningún tipo de corres-pondencia. Pero sin reciprocidad no hay pros-peridad, ya que el valor del regalo dependedel beneficio que contiene. Las inversionescontribuyen a la prosperidad en cuanto que elreceptor las considera más valiosas que el

propio donante. Esta es la ganancia esencialque logra el sistema.

4. Libertad e igualdad.

Pero esta ganancia y este modo de inter-cambio, que arranca con la donación y elaltruismo, sólo puede tener éxito si la recipro-cidad es voluntaria. Esta es la razón por la queel capitalismo depende tanto de la libertad.Las gentes deben responder libremente a lasiniciativas del empresario mediante inver-siones recíprocas. Por esto, el capitalismorequiere libertad, y el verdadero altruismo dela inversión -esto es, empresarios que, con ima-ginación, sirven a los demás por medio de laproducción de nuevos bienes y servicios querealmente satisfacen sus necesidades- sólopuede generar ganancias si las respuestas sonvoluntarias.

Debido a esto, surge un tercer gran principio

del sistema: el capitalismo se basa en laigualdad.Los compradores potenciales de los bienes

que ofrece el capitalista pueden rechazarvoluntariamente los bienes ofrecidos; sólo asípueden generarse las espirales de ganancias

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que se derivan de los esfuerzos recíprocos queel sistema capitalista produce en el mejor delos casos.

Tampoco se puede dar, si no se tiene. Lagenerosidad en el dar, necesariamente, ha debasarse en las pertenencias y en la propiedad.Y la propiedad verdadera sólo puede darse ensociedades en las que se reconoce la igualdadde todos los hombres. Porque si sólo puedenrealizar regalos los poderosos, si son capacesde obligar a la gente a comprar sus bienes almargen de sus preferencias, entonces no

puede funcionar el sistema. Las respuestasvoluntarias dependen del reconocimiento dela igualdad de todos bajo la ley. El empresariopoderoso no puede obligar a los ciudadanos acomprar el bien que ofrece.

He aquí una condición esencial del capita-lismo: la igualdad de todos los ciudadanos. Sinembargo, descubrimos que a lo largo de la his-

toria, rara vez emerge la igualdad bajo la Ley,a no ser que la sociedad, previamente, sos-tenga y reconozca la igualdad de todos loshombres a los ojos de Dios. Esta es la razón porla cual la igualdad que necesita el capitalismoproviene de una sociedad que sostiene el granpatrimonio moral de la tradición judeo-cris-tiana.

Creo que si miramos cómo funciona deverdad el capitalismo -y no según la versión delos teóricos que lo describen-, descubriremosque su fundamento reside en los valores del

altruismo, la comprensión de los demás, laorientación hacia sus necesidades, la disponibi-lidad de hacer regalos sin exigir una recipro-cidad mandatoria, y la capacidad de generarganancias que reflejan el verdadero valor delos bienes y servicios según la libre voluntad delos clientes a la hora de comprarlos.

5. El empresario y la buena fortuna delos demás.

La última dimensión del altruismo de laempresa capitalista, creo, es el deseo que tienetodo empresario, de que los demás empre-sarios tengan éxito. El empresario no con-templa el sistema como un juego de Sumacero, según el cual sus propias ganancias sólo

pueden generarse sobre la base de las pérdidasde los demás. Más bien, el empresario con-templa mayores espirales de ganancias con-forme sus clientes prosperen al mismo tiempoque él mismo.

Sobre todo, el empresario desea que pros-peren los pobres, que constituyen aquelmercado sin aprovechar que es el más grande

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de cualquier sociedad capitalista. Cuanto másprosperen los pobres, mayores serán las opor-tunidades para la inversión y para lasganancias que se deriven de ella. Por lo tanto,

el sistema capitalista no sólo depende de laigualdad -la respuesta libre y voluntaria de losclientes-, sino que continuamente se orientahacia los pobres, va a su encuentro, porque elempresario sabe que él prosperará en lamedida en que prosperen los demás.

Por esta razón, a lo largo de la historia, lospobres siempre han salido mejor parados enlas sociedades capitalistas que en las socie-dades comunistas, a pesar de la pretensión deéstas últimas de basarse en el servicio a lospobres.

El empresario capitalista, de forma creativay espontánea, responde a las necesidades delos demás y produce, beneficiosamente,nuevos bienes y servicios que los demás nece-sitan, y a la vez busca a los pobres para expan-

sionar sus mercados, y así hace posible unaeconomía próspera y progresiva.Walter Lippmann, el gran filósofo político

norteamericano, resumió gran parte de estateoría en su famoso libro, escrito en medio delos años de la Gran Depresión, The Good Society. Quisiera traer a colación sus ideasaquí. Con la emergencia del capitalismo indus-

trial, por vez primera en la historia delhombre, había surgido un sistema económicocapaz de posibilitar a un hombre la creación deriqueza sobre la base de la buena fortuna de

los demás, que multiplicaba la suya propia. Porfin, la Regla de Oro era sólida económica-mente. Por vez primera, los hombres erancapaces de concebir un orden social en el quelas antiguas aspiraciones de libertad, frater-nidad e igualdad, eran coherentes con la abo-lición de la pobreza y el aumento de lariqueza. Hasta que la división del trabajohiciera que los hombres dependiesen de lalibre colaboración de otros hombres, la políticamundana era depredadora. Los mandatos delespíritu provenían de otro mundo. Hasta quela Revolución industrial alterara el modo tradi-cional de vida, no se abrió el panorama haciala posibilidad de alcanzar la buena sociedad eneste mundo. Por fin, el viejo cisma entre elmundo y el espíritu, entre el interés propio y elaltruismo, se cerraba en potencia

6. El conocimiento, valor añadido porexcelencia.

En el momento actual estamos, como ya hedicho, en el umbral de una nueva RevoluciónIndustrial. Creo, además, que esta nueva

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Revolución Industrial acelerará, con creces, lastendencias morales que ya he descrito aquí: lanueva Revolución Industrial, que cada vez másse adentra en el mundo de las tecnologías

informativas, va a necesitar, cada vez más, quelos fundamentos espirituales de la riquezasean comprendidos y buscados. Hará falta quese supere la mentalidad de la Suma Cero, yatrasnochada.

Para entender cabalmente cómo esta nuevaera va a cambiar las dimensiones morales delsistema, me gustaría referirme a un ejemplo deuna tecnología informativa: un libro. Ahorabien, mucha gente, cuando piensa en las tec-nologías informativas, no suele pensar en loslibros, y, sin embargo, un libro es, de hecho,una versión clásica de una tecnología infor-mativa. Creo que la mejor forma de entenderel tipo de cambios que llevan consigo las tec-nologías informativas es, precisamente, la deconsiderar un libro.

Llegué a pensar en el libro como tecnologíainformativa en un debate con una persona quemantenía que el futuro de la era informáticadependerá de quién sea capaz de dominar ladisciplina de producción microelectrónica, demanufacturar y elaborar los materiales clavesde los semiconductores y de la electrónica,determinando así la distribución futura del

poder en la era informática. La manufactura -mantenía esa persona- será la clave del futurode las tecnologías informativas, del mismomodo que fue la manufactura la clave de las

tecnologías industriales. Yo le enseñé uno desus propios libros y le pregunté dónde se habíamanufacturado ese libro. Tuvo que confesarque no tenía la más mínima idea de dónde sehabía manufacturado, pero más importanteque este desconocimiento, era el hecho de queno le importaba. De hecho, a pocas personasles importa mucho saber dónde se ha manu-

facturado un libro. Hablando en general, unlibro cuesta aproximadamente 100 pesetas encuanto a su fabricación; el valor añadido dellibro viene aportado por la labor de los escri-tores, de los editores, de los intermediarios, delos distribuidores, etc. La manufactura, dehecho, supone una minúscula parte del valorañadido en un libro.

En aquel debate, enseñé un libro, peropodría haberme referido, de la misma manera,a un disco blando, un disco duro, un disco com-pacto, o un disco óptico capaz de almacenarmil enciclopedias británicas. Podría habermereferido a cualquiera de esos aparatos conmemoria para almacenar información, y todolo dicho seguiría siendo válido.

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Cualquiera de esos cuesta aproximadamente100 pesetas, en cuanto a su coste de fabri-cación en serie. Por lo tanto, el valor que sederiva de estos artilugios depende, en su tota-

lidad, de su contenido.El medio no es el mensaje; el mensaje es el

mensaje. En todos los casos expuestos, cuesta100 pesetas manufacturar el aparato, y sinembargo se puede vender por más de 50.000pesetas si contiene un valioso programa de

software. si contiene el elemento crucial de unsistema de superordenadores, entonces puedevenderse por más de 100 millones de pesetas.

La idea es que la fabricación, la manu-factura, cada vez tiene menos importancia, enla era de la información, en términos de suvalor añadido. Mi contrincante en el referidodebate me concedió que todo ello era cierto,pero sólo aplicable a productos de software;todo el mundo reconoce que la clave del valorde un producto de software es, precisamente,la información que contiene. Pero -según él-no ocurre lo mismo con el hardware, en losque topamos con el valor crucial de los mate-riales escasos que se hallan en el corazón de lasgrandes computadoras de la era informática yde las telecomunicaciones. Pude contestarleuna vez más que estaba totalmente equi-vocado: incluso la computadora más grande

deriva su valor de un chip, que esencialmentees un trozo de arena, una de las sustancias másabundantes en la tierra. Y aquel chip tambiéncuesta, de por sí, sólo 100 pesetas en cuanto a

los costes involucrados en su manufactura enserie, y así mismo se puede vender a un precioque oscila entre las 100 pesetas -en el caso deun chip sencillo para el almacenamiento dememorias- hasta más de 100.000 pesetas, en elcaso de una pieza para colocar en el corazónde un complicado sistema de ordenadores.

Así que la idea de que sea la información laque aporta el valor, no sólo pertenece alsoftware, sino también al hardware. Esto traeconsigo consecuencias importantes.

7. Un valor metafísico.

En este momento actual, representantes dela Administración de los Estados Unidos estánrecorriendo el mundo entero con el fin deinducir a otros países a respetar sus controlessobre la exportación de materiales referidos ala defensa nacional. Pretenden impedir queotros países vendan alta tecnología a los sovié-ticos, y han impuesto toda una serie de restric-ciones a algunas compañías con el fin de lograresta meta. Ha habido algunos casos con res-pecto a las producciones de semiconductores,

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popular. La Primera Revolución Industrial con-virtió todo esto en grandes tesoros indus-triales. En la actualidad, la “Nueva RevoluciónIndustrial” está devolviendo estos llamados

recursos naturales preciosos a su estado ori-ginal, a su valor previo como rocas, tierra, etc.,haciendo de ellos, de nuevo, materiales obso-letos y triviales.

En su lugar, los recursos naturales preciososde hoy son las personas. He aquí la esencia delcambio: nuestros hijos son nuestros principalesrecursos naturales preciosos, y esto es aplicableal mundo en su conjunto. El oro y el petróleo ytodas las demás materias primas están some-tidos a una rápida devaluación, como sabenaquellos que han invertido, en estos últimosaños, en hierro, cobre, petróleo, etc. El epi-sodio de la OPEP ha confundido a muchagente, pero el hecho es que estas materiasprimas han ido perdiendo valor desde hacemás o menos cincuenta años. Dentro de poco,

medio kilo de fibra óptica será capaz de trans-mitir más información que una tonelada decobre, y se ha demostrado, en algunos labora-torios en los Estados Unidos, que los nuevossuperconductores de cerámica -que esencial-mente se fabrican de tierra ordinaria seráncapaces de transmitir cien veces más infor-mación que un cable de fibra óptica: más de

un trillón de bits por segundo. Esto hará des-cender aún más el valor del cobre, y el cobre essólo un ejemplo de los materiales que rápida-mente van perdiendo valor en la era de las tec-

nologías informativas.

8. El conocimiento como emancipación.

Lo que significa todo esto es que queda tre-mendamente favorecido el individuo, y sobretodo, el empresario. En el pasado, los empre-sarios podían enriquecerse siguiendo los pasosde los ejércitos de su nación. Los ejércitos cap-turaban extensos territorios con recursosvaliosos que el empresario luego podíaexplotar. Durante siglos, el equilibrio del poderen Europa dependía de quién controlase lacuenca del Ruhr. Hoy en día, esa cuenca se haconvertido en una bolsa de desempleo para elpaís a que pertenece. Recursos tales como elcarbón y el acero ya no son fuentes críticas de

valor para la nueva economía global que seavecina.Así que lo que son buenas noticias para el

empresario, son noticias terribles para losEstados, porque el Estado puede excavar mine-rales y a veces encontrar petróleo -si el empre-sario le dice dónde se halla; pero es absoluta-mente impotente a la hora de generar las espi-

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isla comunista situada a noventa kilómetros dela costa de Florida: la empresa de Cuba, sucocina, su cultura y todos sus valores cruciales,se encuentran en Miami y en cualquier rincón

de los Estados Unidos. Cuba ya no está enCuba, ¡está en los Estados Unidos!.

9. Fuerzas clave para la economíaglobal.

Este ejemplo viene a demostrar que el poderde las naciones no depende del control que

ejerza sobre algún territorio, y que su poder sederiva de su gente, del capital humano quesuponen los individuos.

Esta es la razón por la que abordé, al prin-cipio, el tema crucial del valor económico delos productos de la Empresa, que se basa en elvalor de la gente que los produce y que loscompra.

Lo esencial, para la generación de riqueza,es el cultivo de los valores espirituales de losque deriva toda riqueza. Yo pienso que el pro-blema clave del capitalismo -que ofende atanta gente-, es el problema de la generali-zación del vicio en vez de la virtud. Pero mitesis es que éste no es esencialmente un pro-blema del capitalismo, sino fundamental-

mente un problema cultural y religioso. Comodije al principio, no hay nada fundamental-mente corrompible en el sistema capitalista,pero sí lo hay en la cultura hedonista que pre-

valece en tantas naciones capitalistas -ytambién socialistas-.El verdadero problema reside en el hedo-

nismo secular, esto es, en la creencia de que elplacer es la verdadera finalidad de la vida, y noen el capitalismo que, como hemos visto, sebasa en los valores del altruismo y de com-prensión que se propugnan en esta

Universidad y en este Seminario Permanente.Son organizaciones tales como la que fundóesta Universidad, las que se están convirtiendoen fuerzas clave para la economía global,puesto que entienden que el problema crucialno consiste en alienar al trabajador de sutrabajo en el mundo, como si de algún forocontaminante se tratara, sino en hacer que seeleve a otro plano más elevado aquel trabajohumano y aquel foro en el que se realiza.

Conforme se esfuercen en estos términos,no tienen por qué luchar contra los impulsos ysignificados del sistema capitalista. Al con-trario, se encontrarán desatando nuevasfuentes de creatividad y de progreso dentro dela Empresa libre.

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NOTA BIOGRAFICA

George Gilder logró fama mundial con subest-seller Riqueza y pobreza (1981), donde

expresa sus tesis más conocidas sobre la eco-nomía, y del que lleva vendidos más de unmillón de ejemplares. Otro Best-seller, El espíritu de Empresa (1984), su obra progra-mática, ha sido clasificada de manifiesto de losempresarios. Colaborador asiduo del Wall Street Journal, National Review, The AmericanSpectator y Harper’s Magazine, ha colaboradoen la redacción de discursos para la adminis-

tración Reagan. Autor de diez libros, ha sidotambién profesor en Harvard, de donde es gra-duado en Ciencias Económicas, y ha perte-necido a diversos organismos, incluídos el

Centro Internacional de Política Económica y elInstituto Lehrman. Su última obra toca el temade los semiconductores.

Se reproduce aquí la conferencia pronun-ciada por George Gilder en la I ReuniónInternacional del Seminario PermanenteEmpresa y Humanismo, celebrada los días 19 y20 de noviembre de 1987 bajo el títuloSociedad de hoy -Empresa de mañana.

GEORGE GILDER EL ALTRUISMO DE LA EMPRESA

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C U A D E R N O S

E M P R E S A

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U M A N I S M O

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