Gastos Publicos Jarach

36
1. PREMISA Y CONCEPTO DE GASTOS PÚBLICOS Observamos preliminarmente que la exposición, en primer término, de la materia referida a los gastos públicos consiste esencialmente en una elección de carácter arbitrario, que guarda simetría con el esquema del proceso financiero expuesto en el segundo capítulo de este libro. GASTOS PÚBLICOS LOS GASTOS PÚBLICOS De ninguna manera esta elección significa considerar que en el proceso de la formación del Presupuesto las decisiones referentes a los gastos sean previas a las concernientes a los recursos, ni —mucho menos— que la determinación de aquéllos, cualitativa y cuantitativa, esté afuera de la actividad financiera y constituya un dato global de orden político cuya cobertura constituiría dicha actividad, limitada, pues, a elegir los recursos para la financiación de los gastos1 . Los gastos públicos constituyen las erogaciones que efectúa el Estado para adquirir bienes instrumentales o intermedios y factores para producir bienes y servicios públicos; o para adquirir bienes de consumo a distribuir gratuitamente o contra el pago de una retribución directamente a los consumidores; o bien para transferir el dinero recaudado con los recursos a individuos o empresas, sin ningún proceso de producción de bienes o servicios. 2. CLASIFICACIÓN DE LOS GASTOS PÚBLICOS Como acontece habitualmente en toda ciencia también en la de las Finanzas Públicas se efectúan clasificaciones de distintos fenómenos, cuya validez debe juzgarse en razón de su utilidad para el mayor y mejor conocimiento de los objetos estudiados. Así es como el fenómeno gastos públicos ha dado origen a variadas clasificaciones, algunas ya perimidas, otras de reciente creación. Omitimos considerar las clasificaciones de orden contable o jurídico que no tengan significación a los efectos del enfoque político-económico (como, por ejemplo: gastos en personal y otros gastos; gastos del ejercicio y gastos de ejercicios anteriores; gastos reservados o no). Consideramos, a continuación, las siguientes clasificaciones: a) gastos ordinarios y extraordinarios, b) gastos productivos y de transferencia, c) clasificación funcional de los gastos y d) gastos corrientes y de inversión. Gastos ordinarios y extraordinarios La doctrina financiera clásica distinguía los gastos públicos en gastos ordinarios y extraordinarios. Esta clasificación tenía, como propósito principal, establecer una correlación con la análoga clasificación de los recursos en ordinarios y extraordinarios. Se sostenía, al respecto, que mientras los gastos ordinarios —o sea, corrientes, periódicos, nacidos de la normal producción de los servicios públicos— debían ser financiados con recursos ordinarios tributos, tarifas de empresas públicas o producto de

Transcript of Gastos Publicos Jarach

1. PREMISA Y CONCEPTO DE GASTOS PÚBLICOS Observamos preliminarmente que la exposición, en primer término, de la materia referida a los gastos

públicos consiste esencialmente en una elección de carácter arbitrario, que guarda simetría con el esquema del proceso financiero expuesto en el segundo capítulo de este libro.

GASTOS PÚBLICOSLOS GASTOS PÚBLICOS

De ninguna manera esta elección significa considerar que en el proceso de la formación del Presupuesto las decisiones referentes a los gastos sean previas a las concernientes a los recursos, ni —mucho menos— que la determinación de aquéllos, cualitativa y cuantitativa, esté afuera de la actividad financiera y constituya un dato global de orden político cuya cobertura constituiría dicha actividad, limitada, pues, a elegir los recursos para la financiación de los gastos1 .

Los gastos públicos constituyen las erogaciones que efectúa el Estado para adquirir bienes instrumentales o intermedios y factores para producir bienes y servicios públicos; o para adquirir bienes de consumo a distribuir gratuitamente o contra el pago de una retribución directamente a los consumidores; o bien para transferir el dinero recaudado con los recursos a individuos o empresas, sin ningún proceso de producción de bienes o servicios.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS GASTOS PÚBLICOSComo acontece habitualmente en toda ciencia también en la de las Finanzas Públicas se efectúan

clasificaciones de distintos fenómenos, cuya validez debe juzgarse en razón de su utilidad para el mayor y mejor conocimiento de los objetos estudiados.

Así es como el fenómeno gastos públicos ha dado origen a variadas clasificaciones, algunas ya perimidas, otras de reciente creación.

Omitimos considerar las clasificaciones de orden contable o jurídico que no tengan significación a los efectos del enfoque político-económico (como, por ejemplo: gastos en personal y otros gastos; gastos del ejercicio y gastos de ejercicios anteriores; gastos reservados o no).

Consideramos, a continuación, las siguientes clasificaciones: a) gastos ordinarios y extraordinarios, b) gastos productivos y de transferencia, c) clasificación funcional de los gastos y d) gastos corrientes y de inversión.

Gastos ordinarios y extraordinariosLa doctrina financiera clásica distinguía los gastos públicos en gastos ordinarios y extraordinarios. Esta

clasificación tenía, como propósito principal, establecer una correlación con la análoga clasificación de los recursos en ordinarios y extraordinarios. Se sostenía, al respecto, que mientras los gastos ordinarios —o sea, corrientes, periódicos, nacidos de la normal producción de los servicios públicos— debían ser financiados con recursos ordinarios tributos, tarifas de empresas públicas o producto de monopolios fiscales los gastos extraordinarios —como los originados por guerras, calamidades o catástrofes naturales— debían financiarse con recursos del crédito o con gravámenes de emergencia, como el impuesto al capital (capital levy).

Sin embargo, la doctrina keynesiana y la poskeynesiana han puesto de relieve que la elección del recurso limitativo del poder de compra de los sujetos particulares o de otros recursos que no afecten las disponibilidades del público, depende más de la situación por la que atraviesa la economía (recesión, desocupación, depresión, o bien, prosperidad, pleno empleo, inflación) que de la naturaleza del gasto que se debe financiar2 .

De ahí que, al perder asidero la correlación entre gastos ordinarios y recursos ordinarios o entre gastos extra ordinarios y recursos extraordinarios, ha perdido interés la clasificación de los gastos en ordinarios y extraordinarios.

Gastos productivos y de transferencia

Otra clasificación distingue los gastos públicos en gastos productivos y gastos de transferencia.Según esta clasificación son gastos productivos los que corresponden a la adquisición de bienes intermedios

y factores para la producción de los bienes y servicios públicos. Tales gastos producen un aumento de la renta nacional. Son, en cambio, gastos de transferencia los que consisten en el pago de una suma a determinadas personas, sin ninguna retribución al Estado y no generan un aumento de la renta nacional sino sólo una diferente distribución de la misma. Esta clasificación, que debemos a Pigou3 reproduce sustancialmente la que en anteriores ediciones de su obra había expuesto entre gastos consuntivos (exhaustive ) o reales y gastos de transferencia.

Se trata de una clasificación con criterio económico que parcialmente está contenida en la, más actual, de gastos corrientes (de consumo o de transferencia) y gastos de inversión4 .

Clasificación funcional de los gastos

Otra clasificación agrupa los gastos públicos según el tipo de servicios a los que sirve: educación, defensa, seguridad, salud pública, seguridad social, justicia, administración financiera, etcétera, a veces reuniendo algunos de estos servicios.

Trátase de una clasificación funcional porque sirve a los efectos de conocer el contenido o las funciones de la actividad financiera del Estado, pero no la inteligencia de la estructura de dicha actividad.Gastos corrientes y gastos de inversión

La clasificación con criterio económico que prevalece en la doctrina moderna es la ya aludida de gastos corrientes y de inversión. A su vez, los gastos corrientes se distinguen en gastos de consumo y gastos de transferencia.

Gastos corrientes de consumo

Son gastos de consumo todos aquellos que sirven para la producción de los servicios del Estado. La calificación de gastos de consumo se debe al supuesto, harto controvertible, que dichos servicios son bienes finales, de utilidad directa para los destinatarios, tanto si se trata de servicios divisibles como indivisibles. Esta suposición contradice la esencia del fenómeno financiero, por cuanto no sólo los servicios indivisibles, sino también muchos de los divisibles, son prestados no sólo a consumidores finales sino también a empresas y son complementarios de los demás bienes para la producción de bienes y servicios que se ofrecen en el mercado.

Según lo que ya dijimos, es de la esencia del fenómeno financiero que gran parte de los servicios públicos constituye el sustrato indefectible para el funcionamiento de la economía de mercado.

En los servicios indivisibles esto puede fácilmente discernirse, si se piensa que, por ejemplo, los servicios de defensa y de seguridad interior permiten el funcionamiento regular de las explotaciones agropecuarias, de las industrias, del comercio y de las profesiones, artes y oficios. Ninguna de estas actividades podría ejercerse sin la prestación de dichos servicios o, de ejercerse, se enfrentaría con un notable aumento de sus costos de producción.

En los servicios divisibles, al lado de la satisfacción de las necesidades individuales de los destinatarios—que puede hacer considerar dichos servicios como finales o de consumo, pero no siempre, ya que en muchos casos se prestan también a empresas como insumos de sus actividades productivas—existe también la satisfacción de una necesidad pública paralela pero no idéntica a la necesidad individual. Es éste el caso de los servicios de instrucción y de salud pública en los que la prestación del servicio a los alumnos y a los enfermos—actuales o potenciales—, respectivamente, puede considerarse de consumo final, pero el Estado consigue, al mismo tiempo, la satisfacción de la necesidad pública de elevar el nivel de instrucción y de salud de la población como factores de mayor productividad del trabajo y crecimiento de la Renta nacional.

Por estas consideraciones no creemos válida la clasificación de los gastos destinados a la producción de los servicios corrientes como gastos de consumo. Ella implica poner en tela de juicio, por lo menos, dos de los usos de ese concepto: 1) Al considerar algunos servicios estatales, como de consumo final cuando estén prestados a empresas, se puede incurrir en un error de cálculo en la determinación de la Renta nacional5. 2) La importancia de ciertos gastos, erróneamente clasificados como de consumo final, por el mantenimiento de la paz social, de la seguridad interna y externa y por el incremento de la productividad del trabajo para el desarrollo económico de un país, puede quedar menospreciada o no suficientemente ponderada.

Gastos de transferencia

Son gastos de transferencia aquellas erogaciones del Estado que no sirven para la producción de servicios públicos, sino que sólo distribuyen a determinados beneficiarios el dinero extraído de otros sujetos.

Constituyen los casos más importantes de gastos de transferencia los siguientes:a) Los servicios de la deuda pública, para el pago de los intereses y de la amortización de la deuda.Se trata de una transferencia típica y muy importante por su envergadura y sus efectos. El Estado obtiene

dinero de la recaudación de impuestos o de operaciones de crédito, quitándolo a ciertos sujetos y lo paga a su vez a los tenedores de títulos de la deuda pública en concepto de renta y de amortización. De este mecanismo depende gran parte de la problemática de la deuda pública y de sus efectos6.

b) Beneficios del sistema de seguridad social. La seguridad social consiste, en general, en los beneficios o prestaciones que las leyes establecen a cargo del Estado para ciertos supuestos y a favor de los habitantes y pueden comprender todas o algunas de las siguientes prestaciones:

— Renta periódica vitalicia a los sujetos que hayan alcanzado una cierta edad y que se hayan retirado de sus actividades de trabajo (en la Argentina: jubilaciones).

— Renta periódica a los cónyuges supérstites y otros derechohabientes de trabajadores fallecidos (en la Argentina: pensiones).

— Renta periódica a los inválidos.— Pago de gastos de atención médica y otros gastos para la salud de los trabajadores y de los familiares a su

cargo.— Pago de renta periódica a los desocupados involuntarios.— Pago de asignaciones para atender los gastos que originen las cargas de familia de los trabajadores.Estas erogaciones pueden ser financiadas, total o parcialmente, por aportes periódicos de los mismos

beneficiarios y contribuciones obligatorias de los patrones, o bien por otros recursos, tales como: impuestos en general o endeudamiento del Estado.

En todos los casos, las erogaciones que efectúa el Estado (o las cajas de previsión social como entidades públicas autárquicas) constituyen gastos de transferencia, por el hecho que las prestaciones conforman una entrega a los beneficiarios de sumas recaudadas de otros sujetos.

Sin embargo, nos parece que en el caso de los beneficios del sistema de seguridad social no se puede decir que no exista por parte del Estado la producción de un verdadero servicio. En efecto, cabe preguntarse si no constituye un bien inmaterial la paz social que se logra a través del sistema. La contestación nos parece que ha de ser afirmativa. Entremos a ejemplificar: ¿qué diferencia hay entre el servicio de salud pública y las instituciones de seguridad social?

En ambos casos, el Estado organiza la producción de bienes inmateriales los que, además de satisfacer necesidades individuales, procuran un estado de paz social que es de por sí un bien indivisible.

Obsérvese, también, que muchas prestaciones de seguridad social podrían ser sustituidas por servicios producidos directamente por el Estado. Así, por ejemplo, el beneficio que la seguridad social presta a los trabajadores enfermos es equivalente al servicio directo de atención médica; solamente en la forma hay diferencia entre una y otra prestación: en el caso de la seguridad social el Estado entrega al beneficiario una suma de dinero con la cual debe enfrentarse el gasto del servicio médico y hospitalario; en el caso de la salud pública, el Estado mismo produce por medio de sus profesionales y de sus hospitales y laboratorios los servicios médicos y hospitalarios que suministra gratuitamente (o en forma parcialmente gratuita) a los trabajadores enfermos. En muchos casos hay combinaciones de los dos sistemas, de modo que es difícil excluir del carácter de servicio público a la erogación que fluya directamente al beneficiario, para que éste costee, por su cuenta, los servicios de salud aludidos.

Si se acepta que los beneficios de la seguridad social configuran un verdadero servicio estatal, su valor debe ser computado a los efectos de la determinación de la Renta nacional, como lo son los servicios de salud, los de la justicia y otros, divisibles o no.

c) Una tercera forma de gastos de transferencia está constituida por los subsidios o subvenciones no incluidos en el sistema de seguridad social.

Estos gastos pueden ser periódicos o no; pueden destinarse a los consumidores o a las empresas. En todos los casos, se trata de la entrega a ciertos destinatarios del poder de compra quitado, a través de impuestos u otros recursos, a otros sujetos.

Se ha sostenido y es casi un lugar común en la literatura financiera, que los subsidios constituyen impuestos negativos. Esto es importante para el desarrollo matemático de la teoría de las finanzas públicas; por ello, es conveniente en una descripción no matemática de los fenómenos financieros, caracterizar este concepto de subsidio como el concepto antitético del impuesto. Así lo coloca, con razón, A. Lerner7 .

Los subsidios pueden tomar la forma de venta por el Estado de bienes y servicios adquiridos o producidos por él a precios inferiores al precio de plaza o aún de los costos de adquisición o de producción. En tales casos, los gastos de transferencia pueden quedar ocultos.

d) Otro caso de transferencia es el pago de los premios del juego explotado por el Estado en sus formas más variadas: lotería, quiniela, casinos, carreras de caballos, pollas de apuestas sobre los resultados de encuentros de fútbol, combinaciones de los distintos juegos, etcétera.Gastos de inversión

El gasto de inversión puede definirse como la erogación estatal destinada a la adquisición o producción de bienes instrumentales o de capital, que incrementen el activo fijo del Estado y sirvan como instrumentos de producción, para el propio Estado, de los bienes y servicios públicos.

En toda época y en todo lugar, el Estado ha efectuado gastos de inversión: edificios como sede de los distintos órganos y oficinas; obras de urbanización; acueductos; cloacas; calles y rutas o caminos; canales; puertos; diques y embalses; en tiempos más vecinos se agregaron usinas, oleoductos, distribución de gas y electricidad, etcétera.

Sin embargo, la evolución histórica señala no sólo una variación cualitativa de esos gastos, sino un diferente enfoque de la política de inversiones, puesto que éstas adquieren la función de suplir las deficiencias de la demanda de bienes de consumo o de inversión por el sector privado y contribuir a la estabilización y al de-sarrollo.

3. CRECIMIENTO DE LOS GASTOS PÚBLICOS

Se atribuye a A. Wagner haber observado primero el constante aumento de los gastos públicos en los Estados modernos, formulando lo que se llamó pomposamente "ley del crecimiento de los gastos públicos". Más que una ley, trátase de una observación empírica, que es interesante examinar críticamente para deslindar fenómenos aparentes y reales, absolutos y relativos y determinar las causas que los originan.

Crecimiento aparente

La comparación de los gastos públicos de un determinado país a través del tiempo exi ge que los valores a comparar sean homogéneos. No lo son, cuando hubiera variado el criterio de contabilización de los gastos en diferentes períodos. Por ejemplo, si el Presupuesto de un período no inc luye, entre los gastos, los déficit de empresas estatales y el de otro período sí los computa, lo mismo si en un período se inc luyen los resultados netos de las empresas estatales considerando dicho resultado como gasto, si es negativo y como recurso si es positivo, mientras que en otro período se inc luyen todos los gastos de las empresas entre los gastos estatales y todos los ingresosentre los recursos, es evidente la posibilidad que se observe un crecimiento de los gastos públicos, el que será sólo aparente.

Es también causa del aparente aumento de los gastos públicos el envilecimiento del dinero, tanto de oro como de papel. En el estudio de la tendencia (Trend) secular del nivel general de los precios en relación con el oro (cuando éste constituía dinero, especialmente en los pagos internacionales), se observa un constante aumento del nivel de precios y, correlativamente, una disminución del valor del oro. Se han señalado como causas de esta desvalorización del oro el descubrimiento de nuevas minas y el adelanto técnico en la extracción del metal. El efecto de este fenómeno es el aparente aumento de los gastos públicos con referencia al oro.

La causa más importante del aumento aparente de los gastos públicos es, sin duda alguna, la desvalorización de la moneda de papel en régimen de curso forzoso. Como los gastos públicos representan —e n gran medida— adquisiciones de bienes y servicios en el mercado, la desvalorización del dinero implica el aumento de los

gastos públicos en su valor nominal, pero no necesariamente en su valor con moneda constante. Para deslindar lo que es aumento aparente, atribuible al factor monetario, de un posible aumento real, es necesario deflacionar el monto nominal de los gastos.

Crecimiento real

El aumento real de los gastos públicos se debe sustancialmente a las siguientes causas: aumento del territorio del país; aumento de la población; aumento de la Renta nacional; aumento de las tareas y funciones asumidas por el Estado; armamentismo y preparación para la guerra.

a) Aumento del territorio. Puede tratarse de una ampliación política del territorio del Estado como consecuencia de una guerra victoriosa o de la incorporación de nuevas tierras de alguna región hasta entonces no explotada aun que ya perteneciente políticamente al Estado, como ocurrió en la Argentina con la conquista del desierto, o en los Estados Unidos con el ensanchamiento de las fronteras. Cualquiera fuera la causa de la expansión territorial del Estado, ella trae consigo el aumento de los gastos públicos por la necesidad de proveer a la organización política y administrativa de las nuevas regiones y atender a los servicios públicos (defensa, seguridad, salud, instrucción) como así también efectuar inversiones básicas para el desarrollo de aquéllas.

b) Aumento de la población. El crecimiento demográfico tanto vegetativo como inmigratorio es causa de aumento de los gastos públicos, sean ellos destinados a la producción de servicios divisibles e indivisibles, o bien a simples transferencias, ya que el volumen de los servicios está ligado a la magnitud de la población.

c) Aumento de la Renta nacional. El crecimiento de la Renta nacional permite al Estado satisfacer, más intensivamente, las necesidades públicas ya asumidas o asumir otras nuevas que antes quedaban postergadas por el nivel de renta anterior.

Ello es cierto en todos los niveles de gobierno.En el orden municipal, la mayor renta de la población permite ampliar y mejorar el servicio de alumbrado;

embellecer los paseos públicos creando parques y jardines; proveer mejor a la instrucción y a la cultura, promover el arte y las ciencias dentro de su ámbito.

En el orden provincial, se podrá incrementar la vialidad y el turismo, proveer mejores servicios dentro de su esfera de acción, promover el progreso de zonas subdesarrolladas y el desarrollo de las actividades productivas.

En el orden nacional, amén de los servicios ya prestados, que podrán mejorarse, el Estado podrá modernizar sus fuerzas armadas y sus medios de defensa, encarar obras públicas de mayor aliento y crear nuevos servicios para necesidades públicas, latentes en un nivel más bajo de Renta nacional y que se vuelven actuales, cuando la mayor Renta nacional permite la obtención de mayores recursos.

Aumento absoluto y aumento relativoTodas las causas de aumento real de los gastos públicos reseñadas hasta aquí son causas naturales de que los

gastos se acrecienten en una determinada proporción. En otros términos, el aumento del territorio, de la población y de la Renta nacional producen —obviamente— un aumento absoluto de los gastos públicos. Pero es oportuno examinar si también ha habido un aumento relativo de dichos gastos, comparando no sólo los guarismos de los gastos públicos, sino los de los gastos públicos por unidad de superficie territorial, los de los gastos públicos por habitante y los de los gastos públicos por unidad de Renta nacional.

Incremento por motivaciones políticas, económicas y sociales

Las causas del aumento real de los gastos públicos que examinaremos ahora no son, como las anteriores, causas naturales sino inherentes a motivaciones políticas y económico-sociales.

En primer término, el aumento de los gastos públicos, no motivado por las causas ya examinadas, debe atribuirse al crecimiento de las tareas y funciones asumidas por el Estado. Las tareas limitadas que la filosofía liberal asignaba al Gobierno, han sido ampliadas masivamente por la filosofía intervencionista. A ello contribuyeron muchos factores. Entre ellos, la tendencia hacia la planificación económica para asegurar la estabilización con la actividad directa del Estado. Son ejemplos de esto, los gastos públicos en trabajos y otros de gran magnitud programados por el Estado y destinados a absorber mano de obra ociosa, en un primer tiempo, para paliar el mal de la desocupación, en un segundo tiempo para seguir una política económica deliberada de plena ocupación; igualmente lo son los subsidios a los desocupados y las subvenciones a los productores; como también, en países como la Argentina, la adquisición por el Estado de los excedentes de cereales y oleaginosas.

Ampliación de las funciones del Estado y la planificación

Como ya lo recordamos, la idea de la planificación en los Estados con economía no socialista es hija y heredera de la planificación de la economía durante la Primera Guerra Mundial, precisamente para coordinar y fortalecer el esfuerzo productivo para el éxito en la lucha armada. Terminado el conflicto perduró la idea de la planificación por el Estado y de la asunción por éste de empresas propias en sustitución o en competencia con las empresas privadas8 con la nueva orientación de rehabilitar la actividad patrimonial del Estado en desmedro del predominio de las finanzas tributarias.

En la época entre las dos guerras mundiales fue acentuándose la tendencia hacia la creación de empresas públicas, en parte por transformación de empresas privadas a las que el Estado había socorrido durante la depresión de los años treinta, como también se fue esbozando la planificación no socialista de la economía.

En ciertos países el Estado ya poseía —por razones diversas— empresas bancarias y de seguros, de modo que la tendencia que estamos acotando no hizo sino consolidar una situación preexistente.

La Segunda Guerra Mundial encuentra a los países con economía dirigida ya maduros para la planificación. Antes que terminara el conflicto, la doctrina económica —d e la mano con los gobiernos— prepara la conversión de la economía de guerra hacia una economía de paz, planificada para la estabilización y el desarrollo. La planificación no se limita al orden interno de cada país, sino que se proyecta en el orden internacional con los acuerdos de Bretton Woods, de los que nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

La influencia del socialismo en el gobierno de países tales como Gran Bretaña y Francia provoca la estatización de ferrocarriles, bancos, servicios sanitarios, industria siderúrgica, transportes en general; en muchos países se atribuye al Estado, desde su nacimiento, la explotación exclusiva de la radiotelefonía y luego de la televisión.

Nuevos cometidos del Estado y sus motivaciones

En este cuadro —desordenado a propósito, porque los fenómenos se producen aquí y allá con ritmo distinto y en tiempos diversos, pero con la tendencia unívoca hacia la asunción por el Estado de nuevos cometidos y funciones—influyen dos motivaciones fundamentales: la primera es de índole económico-social, la segunda de carácter marcadamente sociológico y político.

La motivación económico-social consiste en la tendencia, en el desenvolvimiento de las empresas, a sustituir gastos específicos por gastos generales9 . Como consecuencia de la división del trabajo y la ampliación de las dimensiones empresariales, tareas efectuadas hasta ahora por todos los sectores de las actividades productivas, se unifican en manos de una organización general que en adelante cumple la tarea para todos. Ese fenómeno, observado en el orden de las empresas, se verifica también en la relación del Estado como empresa general y las distintas actividades de la economía privada. En lugar de proveer éstas, cada una parcialmente, al cumplimiento

de los mismos cometidos en escala limitada a sus propias necesidades, encomiendan la tarea a un organismo superior que se desempeñará en beneficio de todos.

La motivación sociológico-política consiste en la transformación ideológica concomitante con la transformación de la estructura de la sociedad y de la influencia de nuevas clases. Mientras las decisiones políticas del Estado reflejaban las ideas y los intereses de la burguesía empresaria, predominó el objetivo de la libertad económica y las decisiones se inspiraron en el principio de Laissez faire, laissez passer, le monde ira de lui-même .

El ingreso al gobierno de clases menos pudientes gracias, entre otros factores, al sufragio universal, llevó a que predominara o, por lo menos, a que tuviera influencia la idea del Estado protector y, en cierto modo, a reemplazar la libertad por la seguridad. De ello surgen las nuevas necesidades sociales y los nuevos servicios que el Estado moderno debe producir, atribuyendo especial importancia a la seguridad social, a la instrucción gratuita, a los servicios de salud, etcétera.

Obsérvese que la idea del Estado protector y la pretensión que el Gobierno vele por los ciudadanos y todos aquellos que habitan su territorio, no se limita a la clase proletaria, sino que se extiende a la clase media; no se limita a los trabajadores sino que alcanza a los productores agrarios, a los empresarios industriales y a los establecimientos de crédito. En la aguda depresión económica mundial que se inició con la caída de Wall Street, o sea de la Bolsa de New York en octubre de 1929, llaman al Estado para que acuda en su ayuda los productores agrarios para que se mantengan los precios de sus productos, asegurándoles precios mínimos, lo que desemboca —naturalmente— en la transformación del Estado en el comprador único de las cosechas claman por ayuda y sostén de sus bodegas y viñedos, los productores vitivinícolas, quienes están lejos de invocar la libertad de sus actividades de la injerencia estatal y aplauden al Gobierno cuando éste paga un subsidio por cada cepa extirpada. Ello no obsta que, una vez superada la depresión y recuperada la economía —como en la fábula del caballo que pidió el aux ilio del hombre para ser protegido de los animales feroces, pero que se vio obligado de allí en adelante a soportar al jinete, aún después de desaparecido el peligro—, los productores tratan de sacudirse de encima al Estado demasiado prepotente, que se atreve a dirigir y entrometerse en sus asuntos, cuando ya no lo precisan.

El caso de los productores se acopla con el de los bancos acorralados por los pedidos de devolución de los depósitos, lo que obliga al Estado a intervenir en su ayuda tomando a su cargo la dirección de las operaciones y garantizando a los depositantes sus fondos, evitando, al mismo tiempo, el colapso de los prestatarios de la Banca que no están en condiciones de devolver los préstamos y reclaman una moratoria y la asunción de sus deudas por el propio Estado.

Todo lo descripto hasta aquí puede ofrecer una explicación histórica de un proceso en plena marcha y cuyos comienzos macroscópicos se remontan a un medio siglo apenas.

Este proceso desemboca en el crecimiento masivo de la economía del sector público y en la creación de un sistema económico, como una forma nueva de economía mixta del sector privado y del sector público, con una gravitación cada vez mayor de la economía del sector público.

Desde luego que este crecimiento va más allá de lo que podía imaginar A. Wagner, pero también más allá de lo que la presente generación, mejor dicho, lo que queda de la generación de 1914-18, pudo vislumbrar a partir del fin de la Primera Guerra Mundial10 .

Armamentismo y guerra

Desde antes de la Primera Guerra Mundial se desató en Europa la carrera armamentista que desembocó en el estallido del conflicto en el verano de 1914. Desde entonces se suele considerar al armamentismo como una de las causas de aumento de los gastos públicos. Se trata de un aumento real y no sólo absoluto sino también relativo, o sea de un aumento per capita y también con relación al ingreso nacional. El proceso del armamentismo se puede acoplar a la guerra misma para constituir una de las causas más poderosas de crecimiento de los gastos públicos. A ese respecto es muy importante la comprobación estadística efectuada por autores británicos, respecto a que los conflictos armados provocan una brusca elevación de los gastos y que, terminada la guerra, la reducción de ellos no significa el retorno al nivel ni al ritmo de crecimiento anterior a la guerra11 .

Una interesante ejemplificación del crecimiento de los gastos públicos en diferentes países, está ofrecida por Einaudi, desde la primera publicación de sus clases12 .

Un cuadro indica la variación de los gastos públicos en Francia, empezando por el año 1243 bajo el reinado de San Luis hasta 1789 bajo Luis XVI. Dicha variación es de 3,7 millones a 475 millones de francos.

Acota dicho autor que —según se decía— era el régimen monárquico el culpable del fabuloso aumento de los gastos. Vino la revolución y hubo un nuevo fortísimo incremento: de 755 millones en 1789 a 3623 millones de francos en 1905.

Análogos ejemplos son los referentes al gasto público en Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Estados Unidos, Japón, Suecia, Suiza e Italia.

Los gastos de las entidades públicas locales no escapan al fenómeno señalado; tampoco los gastos de las regiones y las provincias.

EFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS

1. OBSERVACIONES PRELIMINARES Una cuestión preliminar que se debe resolver, consiste en la exactitud o no del planteamiento de los efectos

de los gastos públicos. Se trata, en el caso del enfoque clásico, de erogaciones destinadas a la adquisición de los factores e insumos para la producción de bienes y servicios públicos.GASTOS PÚBLICOSEFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS

Los efectos de dichas erogaciones consisten en los efectos del suministro de los bienes y servicios a sus destinatarios; en el enfoque de las finanzas redistributivas, consisten en las medidas destinadas a lograr modificaciones en la distribución de los ingresos entre los diferentes sectores; y en el enfoque de las finanzas estabilizadoras y como instrumento de promoción del desarrollo, en el incremento del ingreso y de la ocupación hasta llegar al pleno empleo y, respectivamente, en la aceleración del ritmo de crecimiento económico.

Los efectos de los gastos públicos deben ser reconocidos a través de los efectos de los bienes y servicios públicos, en un supuesto, en los otros, directamente de las consecuencias de las erogaciones.

En todos los casos, sin embargo, los efectos de los gastos pueden variar según el tipo de recursos empleados para su financiación. Más precisamente, el análisis de los efectos de los gastos debe efectuarse suponiendo un determinado recurso, repitiéndolo sucesivamente suponiendo, uno por uno, los otros tipos de recursos.

De ello resulta, por lo menos, una mejor formulación del problema no sólo como efecto de los gastos públicos, sino globalmente como efectos de la economía presupuestaria sobre la economía del mercado1 .

Para el análisis de este problema así reformulado, pueden plantearse las siguientes hipótesis.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS GASTOS Y FORMAS DE FINANCIACIÓN

Gastos para la producción de bienes y servicios

Financiación con recursos tributarios.Financiación con recursos del crédito.Financiación con la emisión monetaria.

Gastos para redistribución de ingresosFinanciación mediante recursos tributarios.Financiación mediante recursos del crédito.Financiación mediante emisión monetaria.

Gastos para estabilización del nivel de precios, con plena ocupación

Financiación con recursos tributarios.Financiación con recursos del crédito.Financiación con emisión monetaria.

Gastos para el desarrollo económico y social

Financiación con recursos tributarios.Financiación con recursos del crédito.Financiación con emisión monetaria.

3. GASTOS PARA LA PRODUCCIÓN DE BIENES Y SERVICIOS

Financiación con recursos tributarios

Los gastos públicos como insumos del sector público para la producción de bienes y servicios, financiados con recursos tributarios, producen la satisfacción de las necesidades públicas, sin que pueda plantearse el logro de una posición óptima en la cual sean idénticas las utilidades creadas por los bienes y servicios públicos y las

creadas por los bienes y servicios del sector privado, por las razones ya expuestas acerca de la imposibilidad de un cálculo económico de costos-beneficios en gran parte de la economía del sector público, por no exi stir precios, sino sólo preferencias por parte del Estado, único sujeto de la actividad financiera.

La financiación por recursos tributarios permitirá al Estado comparar la utilidad del gasto con el sacrificio del recurso (abarcando, este concepto, la utilidad negativa del recurso elegido como también la de los recursos que —alternativamente— hubieran podido utilizar y, paralelamente, las utilidades que se hubieran podido lograr con otros bienes y servicios públicos que el Estado dejó de producir, por considerarlos menos prioritarios), si pudiera determinarse en cantidades finitas dicha utilidad y sacrificio.

También sería necesario, para efectuar la comparación y la determinación marginal de la utilidad del gasto y del sacrificio del recurso, conocer la incidencia y demás efectos del tributo elegido.

Sin llegar al pesimismo de Say, de Mill y de Ferrara acerca de las conclusiones sobre la incidencia final de un impuesto, debemos admitir la enorme dificultad de llegar al conocimiento perfecto de dicha incidencia, que puede variar por muchos factores determinantes2 . Tanto más difícil será la previsión de esa incidencia por el gobierno, en el momento de elegir un impuesto en vez de otro, en oportunidad de la aprobación del Presupuesto3 .

Si el gasto no puede ser determinado como resultado de un proceso de cálculo de costo-beneficio, es posible, sin embargo, una determinación política de su prioridad y de la mayor o menor equidad de la distribución por medio del tributo.

Si se decide un gasto como instrumento de producción de un bien o servicio público, aun que la decisión no esté influida por un propósito de redistribución de ingresos ni de estabilización o desarrollo, la erogación provocará un efecto redistributivo, si el bien o servicio beneficia a sectores de los que pagan los tributos o, por lo menos, beneficia más a aquéllos que a éstos; se acentúa el efecto redistributivo, si el recurso consiste en impuestos progresivos a la renta o al patrimonio.

Independientemente de todo propósito de estabilización o de desarrollo, el gasto efectuado para la producción de bienes o servicios públicos, financiado con recursos tributarios, provocará un incremento de la Renta nacional igual al monto del gasto mismo, siendo el multiplicador igual a uno, según el teorema de Haavelmo4 . Si no se acepta la demostración de este autor, puede admitirse la posibilidad de una disminución de la Renta nacional, si el recurso o los recursos empleados para financiar el gasto provocan una disminución equivalente o aún mayor en el gasto del sector privado. Esto dependerá de la coyuntura como lo indicamos a continuación.

En situación de plena ocupación, si el recurso afecta, por lo menos en la mayor proporción, a sectores de rentas bajas, con alta propensión marginal a consumir, es admisible que el gasto —e n la hipótesis que estamos analizando— provoque un efecto de recesión y desocupación, si la disminución del gasto privado es mayor que el aumento del gasto público, a paridad de sectores favorecidos por el servicio.

Por otro lado, si hay desocupación, el mayor gasto público provocará un inc remento de la Renta nacional y de la ocupación, que se verá acentuada si los tributos elegidos afectan los sectores de alta renta con pequeña propensión marginal a consumir.

Financiación con recursos del crédito

En la hipótesis del gasto público como instrumento para la producción de bienes y servicios públicos, financiado con recursos del crédito, el efecto de la satisfacción de las necesidades públicas consideradas por el Estado como prioritarias se verificará, sin que se pueda contar con una óptima asignación de los medios disponibles para la producción de bienes y servicios públicos y de los bienes y servicios privados. Esta imposibilidad se funda en la razón expuesta en el apartado anterior. A ella debe agregarse la dificultad de determinar la incidencia del endeudamiento estatal sobre las diferentes clases sociales y sobre las generaciones presentes y futuras.

Estos problemas serán examinados más adelante, en el capítulo referente a la deuda pública5 . Como en el caso anterior, también en éste, si no es posible determinar la posición óptima de la asignación de recursos para la satisfacción de las necesidades públicas y privadas, por carecerse de precios para los bienes y servicios públicos, puede determinarse —por el contrario— la prioridad del bien o servicio público y la mayor o menor equidad de la distribución del costo sobre diferentes categorías económicas y sobre las diferentes generaciones y demás efectos sobre los consumos, ahorros, inversiones y crecimiento.

El gasto público también, en este supuesto, puede tener efectos redistributivos, si la utilidad del gasto beneficia en mayor medida a los sectores distintos de aquellos que habrán de soportar la carga del endeudamiento.

Asimismo, aun que ello no responda a una política de estabilización o de desarrollo, los gastos producirán el efecto de incrementar la Renta nacional, en cuanto los recursos empleados para financiarlos no provoquen una disminución del gasto privado igual o mayor que aquéllos.

Los efectos del gasto, en tanto no sean compensados por los efectos de los recursos, significarán un aumento de la ocupación y de la Renta nacional, empujando la economía hacia la plena ocupación, si el nuevo gasto se efectúa en épocas de depresión. El aumento de la Renta nacional ocasionado por el aumento del gasto público estará medido por el multiplicador, habida cuenta también del principio de aceleración y de la interacción entre éste y aquél6 .

Por el contrario, en épocas de auge con pleno empleo, la inflación que está al acecho en tales circunstancias, se producirá, salvo que la nueva deuda esté repartida entre pequeños ahorristas con alta propensión marginal a consumir, que sacrifiquen parte de sus consumos por la atracción de las condiciones de emisión de la deuda pública o por otros motivos extraeconómicos.

El gasto público como instrumento para la producción de bienes y servicios públicos, financiado con recursos del crédito, promoverá el desarrollo, siempre que dicho gasto asegure la producción de bienes de inversión o de servicios públicos de alta influencia en la productividad de las actividades tanto del sector público como del sector privado y siempre que la suscripción de la deuda pública no provoque una disminución de inversiones privadas de mayor productividad que la de las inversiones y servicios públicos. Financiación con emisión de moneda

Finalmente, el gasto público, como instrumento de producción de bienes y servicios públicos, financiado con emisión monetaria, produce su efecto de satisfacción de la necesidad pública que motiva la producción del bien o servicio correspondiente. Sin embargo, no sólo queda totalmente descartada la posibilidad de lograr el óptimo en la asignación de recursos, sino también cualquier comparación entre diferentes utilidades y sacrificios, puesto que la emisión monetaria puede producir variaciones del nivel general de los precios y dislocaciones de los procesos económicos con modificaciones profundas en los precios relativos, que impiden toda determinación de costos y toda comparación con los beneficios derivados de la producción de bienes y servicios. Esto ocurre en el caso de existir plena ocupación, puesto que —e n este caso— el gasto público puede provocar el estallido de la inflación.

Si, por el contrario, el gasto instrumental para la producción de bienes y servicios públicos es financiado con emisión de moneda en una época de depresión y desocupación, la utilidad del gasto mismo se sumará a los beneficios de la reactivación económica y del crecimiento de la Renta nacional.

En la hipótesis que nos ocupa, es admisible que el gasto público, aun sin que el Estado se lo proponga, produzca efectos de redistribución de ingresos, si los bienes y servicios públicos benefician a personas diferentes de aquellas que sufren las eventuales consecuencias negativas de la emisión monetaria; especialmente, en épocas de plena ocupación y de auge económico.

El efecto del gasto en la hipótesis planteada sobre la estabilización estará condicionado por la coyuntura económica por la que atraviesa el país, cuando el Estado incrementa su actividad con el gasto adicional. Habrá estímulo para la economía y un efecto reactivante si el país se halla en época de depresión y desocupación. Habrá, en cambio, inflación, si se halla en época de plena ocupación.

El gasto podrá, también, surtir efectos para el desarrollo económico, si los bienes y servicios que se incrementan favorecen la productividad de ambos sectores de la economía, siempre que —p or la coyuntura por la que se atraviesa— la emisión monetaria no provoque un estallido inflacionario que, por sus secuelas, trabe y neutralice el efecto positivo del gasto.

4. GASTOS PARA REDISTRIBUCIÓN DE INGRESOS

Financiación con recursos tributarios

Los gastos públicos que consisten en erogaciones con el fin de redistribuir ingresos, financiados con recursos tributarios, surten los efectos redistributivos deseados, si los tributos elegidos inciden sobre categorías de personas diferentes de los beneficiarios del gasto, según los propósitos del Estado y la idoneidad de los medios empleados.

La redistribución del ingreso será progresiva si los beneficiarios del gasto pertenecen a un sector de ingresos más bajos que aquel sobre el cual recae la incidencia del tributo. Será regresiva si los beneficiarios del gasto pertenecen a un sector de ingresos más elevados que aquel sobre el cual inciden los tributos elegidos.

La redistribución de ingresos puede ser un fin en sí mismo para el Estado, pero también puede tener efectos para la estabilidad del nivel de precios en plena ocupación y dichos efectos pueden ser motivo de una conducta consciente del Estado, como también ser consecuencias no buscadas de los gastos de transferencia.

En época de plena ocupación la redistribución progresiva tiene efectos expansivos del gasto privado en sectores de alta propensión marginal a consumir, pero el efecto inflacionista del gasto puede ser contrarrestado por el efecto multiplicador del tributo elegido en el régimen de presupuesto equilibrado (Haavelmo)7 , cuya aplicación en este caso no ofrece motivo a la crítica de Neumark8 , ya que el efecto para la estabilización no es el fruto de una política deliberada, sino sólo una consecuencia eventual.

En la misma hipótesis, pero cuando se trata de una redistribución regresiva, el gasto público no tendrá el mismo efecto, a causa de la menor propensión marginal a consumir de los beneficiarios.

En épocas de depresión y desocupación, los gastos de transferencia financiados con recursos tributarios tendrán efectos positivos para la reactivación, si los beneficiarios del gasto pertenecen a sectores de alta propensión marginal a consumir y siempre que la incidencia del recurso tributario no neutralice dichos efectos; en una palabra, cuando se trate de una redistribución progresiva. Lo contrario se verificará tratándose de una redistribución regresiva.

Financiación con recursos del crédito

En el caso de gastos de transferencia financiados con recursos del crédito, el efecto redistributivo se logrará en la medida en que los beneficiarios de la transferencia sean diferentes de aquellos que soportan la carga de la deuda pública. Puede haber transferencias progresivas o regresivas. El fenómeno de la transferencia es aquí doble; hay, en efecto, una transferencia entre los suscriptores de la deuda pública y los beneficiarios del gasto y hay otra transferencia entre los que pagan los tributos que cubren el servicio de la deuda y los tenedores de los títulos. La acumulación de transferencias puede ser inf inita, si se supone que los servicios de la deuda son siempre cubiertos con nuevas deudas.

El gasto de transferencia financiado con recursos del crédito, que produce una redistribución progresiva, tendrá un efecto inflacionario si la economía atraviesa por un período de plena ocupación. Este efecto será menor o será inexistente si la redistribución es regresiva.

En una época de depresión y desocupación, la redistribución progresiva favorecerá la reactivación económica, mientras que la redistribución regresiva tenderá a neutralizarla.

Los gastos de transferencia podrán surtir efectos de desarrollo económico si los beneficiarios del gasto pueden, con las sumas obtenidas, elevar la productividad en sus respectivas actividades, siempre que la incidencia de la deuda pública aumentada no neutralice dichos efectos. En particular, la inflación que puede originarse por los gastos de transferencia financiados con endeudamiento en épocas de plena ocupación, puede no afectar el desarrollo económico.

Por el contrario, los gastos de transferencia financiados con recursos del crédito en épocas de depresión, si bien producen efectos de reactivación económica, pueden no ser favorables al desarrollo, por no crear las bases para una mayor productividad en las actividades económicas.

Financiación con emisión monetariaLos gastos de transferencia financiados con emisión monetaria lograrán efectos redistributivos, en la medida

en que los beneficiarios de las erogaciones estatales no se vean perjudicados en mayor grado por los efectos eventuales de esa forma de financiación.

Si se trata de una redistribución progresiva en el caso de pleno empleo, se producirá un efecto de inflación. Si se trata, en cambio, de una redistribución regresiva, el efecto inflacionario será menor o hasta inexistente.

Si el gasto de transferencia financiado con emisión monetaria se efectúa en épocas de depresión y de-socupación, se producirá un efecto de reactivación económica con mayor intensidad que en el caso de endeudamiento. Ello, especialmente, si las transferencias benefician a sectores de bajo nivel de ingresos, y por tanto, de elevada propensión marginal a consumir.

Si, por el contrario, los gastos de transferencia benefician a sectores de ingresos elevados y de baja propensión marginal a consumir, el efecto de reactivación será menor.

El gasto de transferencia financiado con emisión monetaria puede surtir efectos favorables para el desarrollo económico, a pesar del efecto inflacionario, si los beneficiarios de la transferencia pueden aumentar, gracias a las sumas recibidas, la productividad de sus empresas y siempre que las consecuencias negativas de la inflación no neutralicen o sobrepasen dichos efectos.

Por el contrario, el gasto de transferencia que eventualmente promueva la reactivación económica, puede no ser favorable al desarrollo económico si no crea las bases de una mayor productividad de la economía en su conjunto.

5. GASTOS PARA ESTABILIZACIÓN DEL NIVEL DE PRECIOS

Financiación con recursos tributarios

Si suponemos cubierta la función de los gastos públicos para la producción de bienes y servicios y para la redistribución de ingresos y examinamos la hipótesis de gastos públicos tendientes al único propósito de la estabilización económica con plena ocupación y correspondiente nivel de Renta nacional, cabe analizar, en primer término, los efectos de gastos públicos financiados con recursos tributarios.

Podemos repetir aquí lo ya dicho al examinar los efectos del gasto p ara la producción de bienes y servicios públicos. El gasto provoca un aumento del ingreso nacional igual al monto neto del incremento del gasto total, o sea que el efecto expansivo del gasto público se verá compensado en parte, en todo o con creces, por los efectos restrictivos del recurso tributario, pues, según el teorema de Haavelmo, el multiplicador, en el caso del presupuesto equilibrado, es igual a uno.

En otras palabras, el incremento de la Renta nacional por efecto del gasto financiado con recursos tributarios es apenas igual al monto del gasto adicional. Por ello, la eficacia cuantitativa del gasto para la estabilización a nivel de plena ocupación será menor con un presupuesto equilibrado que con un presupuesto deficitario.

El incremento del gasto total por la vía de un aumento del gasto público en una situación de pleno empleo tendrá efectos inflacionarios, aun que dicho gasto se financie con recursos tributarios y tanto más graves cuando el incremento del gasto beneficie en mayor grado a sectores de alta propensión marginal a consumir y el sacrificio del tributo incida sobre sectores de baja propensión marginal a consumir. En otros términos, la política presupuestaria de redistribución progresiva provoca, en situación de pleno empleo, un brote inflacionario, mientras que una política presupuestaria dirigida a alcanzar la plena ocupación y contrarrestar la desocupación deberá ser progresiva, siendo contraproducente una política regresiva.

Debemos también examinar los efectos del gasto destinado a estabilizar el nivel de precios y asegurar la plena ocupación, financiado con recursos tributarios, respecto de la asignación de recursos para la producción de bienes y servicios públicos.

Supongamos que la economía del país atraviese una etapa de depresión y desocupación. La concurrencia de gastos para la producción de bienes y servicios y otros para la reactivación económica no influye sobre la eficiencia de la actividad financiera en su sentido estricto. Pero no se puede decir lo mismo de los recursos tributarios que se suman a los ya existentes para cubrir los gastos de producción de los bienes y servicios públicos y los destinados a transferencias, provocando una presión, que puede resultar excesiva, sobre la economía.

También se producen efectos redistributivos, aun que ello no sea el propósito del gasto para la estabilización, si los recursos tributarios empleados recaen —e n definitiva— sobre sectores de altas rentas y los gastos benefician a sectores de bajos ingresos, generándose —por ende— una redistribución progresiva. Por el contrario, si los impuestos inciden sobre sectores de rentas cada vez más bajas, mientras que los gastos benefician a sectores de altas rentas, habrá una redistribución quizás no deliberada pero si objetivamente regresiva, que puede contradecir la voluntad política del Estado.

Los gastos destinados a la estabilización pueden surtir efectos positivos o negativos para el desarrollo económico del país; los efectos del gasto serán también diferentes según los recursos empleados para financiarlos.

Supongamos que el Estado decida construir un sistema de diques fluviales para regular la navegación, para el riego de una determinada zona y para el aprovechamiento de la energía hidroeléctrica, financiando ese programa con impuestos. Las inversiones, si los programas no son caprichosos y responden a los fines que hemos ejemplificado, sin duda alguna pueden contribuir al desarrollo económico de la zona y de todo el país, además de favorecer los planes de estabilización.

Sin embargo, si la financiación con impuestos incide sobre los sectores de altas rentas afectando la formación de ahorros o sustrayéndolos de las inversiones del sector privado, puede quedar reducido, anulado, o hasta excedido el efecto del gasto por el efecto contrario de los impuestos utilizados. Podría verificarse un efecto positivo para el desarrollo si las obras públicas mencionadas estuvieran financiadas con impuestos con incidencia sobre sectores de baja renta, o sea, afectando los consumos. Pero si así fuera se malograría la política de estabilización. Habría, pues, uno de los casos no inf recuentes de objetivos encontrados. La elección de uno u otro dependerá de una decisión política sobre las prioridades a considerar.

Financiación con recursos del crédito

Los gastos en su función estabilizadora financiados con recursos del crédito provocarán, en general, el efecto de reactivación apetecido, siendo aplicables para conocer el efecto sobre la Renta nacional, el multiplicador, el principio de aceleración y la interacción de ambos9 . En cuanto a los recursos del crédito utilizados, será mayor el multiplicador si la deuda pública es colocada en los bancos, siempre que éstos no deban o no prefieran reducir el crédito para el sector privado en una medida equivalente o mayor. Esta salvedad depende de las condiciones de colocación de la deuda, por un lado, y del rendimiento y riesgos de los préstamos al sector privado, por el otro.

El efecto expansivo del gasto financiado por el crédito, en la hipótesis de colocación en los bancos, llega a su máximo si la cartera de títulos de la deuda pública es descontada en condiciones preferenciales por el Banco Central, eludiendo —por esa vía— la disposición de la ley sobre Banco Central, que le veda ser prestamista del Estado, salvo precisas y rigurosas condiciones de excepción. La financiación por el crédito se acerca mucho, en tal caso, a la directa emisión monetaria10 .

En cambio, una colocación de la deuda entre consumidores que reduzcan sus consumos alentados por las condiciones ventajosas de la emisión, no tendría efectos expansivos ya que los fondos utilizados para la suscripción de la deuda pública disminuirán las disponibilidades para la demanda de bienes de consumo con un efecto multiplicador negativo.

Si la coyuntura es de plena ocupación y lo que se trata es de evitar o contrarrestar la inflación, para la financiación de los gastos, suponiendo que éstos no puedan ser reducidos por el crédito, el Estado deberá acudir al público, reduciendo —e n lo posible— las disponibilidades para consumo. Las colocaciones en los bancos deben ser prohibidas o enérgicamente desalentadas.

Financiación con emisión monetaria

En la hipótesis de gastos destinados a fines de estabilización y financiados con emisión monetaria se logra el máximo efecto de reactivación, según lo señaló el profesor Simons11 , ya que esta forma de financiación no afecta, en la más pequeña cantidad, a las disponibilidades del público para consumo. El peligro de inflación no existe en los primeros tramos de la curva ascendente de la renta nacional y de la ocupación, pero a medida que se acerca la meta de la plena ocupación, pueden empezar los cuellos de botella, debidos a la falta de algunos factores humanos y materiales críticos, con el efecto de provocar aumentos de precios en diferentes puntos de la producción de bienes y extenderse y generalizarse, luego, la suba de los precios y el nivel general de éstos.

Es obvio que la financiación mediante emisión monetaria de los gastos públicos en situación de aug e y plena ocupación, provocará o agudizará el proceso inflacionario.

La producción de bienes y servicios públicos no tiene porqué sufrir traba alguna por la financiación por vía de emisión de moneda de los gastos destinados a la estabilización y a la absorción de trabajadores desocupados. En otros términos, los gastos públicos para la estabilización financiados con emisión monetaria en épocas de depresión económica y desocupación no afectan la eficiencia de la producción de bienes y servicios públicos.

Tampoco se verá afectada la redistribución de ingresos. Pero el cuadro general sufre una completa transformación si se llega al punto de flexión de la curva, por haberse excedido —e n cantidad y tiempo— los gastos de estabilización financiados con emisión monetaria. Los aumentos del nivel general de precios y, más que nada, la modificación y distorsión de los precios relativos perturbarán gravemente los gastos públicos para la producción de bienes y servicios y para la redistribución de ingresos.

6. GASTOS PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

Financiación con recursos tributarios

Los gastos para el desarrollo no se diferencian—sustancialmente— de los gastos para la producción de bienes y servicios. En efecto, dichos gastos consisten esencialmente en inversiones y en algunos servicios de importancia fundamental para el buen funcionamiento de la economía, con efecto sobre la mayor productividad de todas las actividades productivas.

Por esta razón, no podemos compartir el punto de vista de Musgrave12 según el cual la política presupuestaria para el desarrollo sería una parte o una política análoga a la política de estabilización.

La financiación de los gastos públicos para la estabilización mediante recursos tributarios implica una disminución de la renta disponible para los gastos del sector privado. Aunque teñido con el nuevo color del de-sarrollo económico, el problema es siempre el de las finanzas clásicas, con énfasis en el incremento de la productividad de los bienes y servicios públicos para el crecimiento sostenido de la renta per capita , en lugar del aspecto de la igualación de las utilidades y los sacrificios.

La elección de los recursos tributarios adecuados al desarrollo económico puede asumir la forma de renuncia a los principios de imposición más justos o más flexibles, para adoptar en su lugar los tributos que no afecten la formación de ahorros y favorezcan, de ese modo, la formación del capital por el sector privado.

El problema puede tomar la forma de un dilema: inversión pública versus inversión privada, ya que los medios disponibles a través de la oferta de ahorro son limitados y, si los absorbe el Estado para sus inversiones, no quedan disponibles para la inversión privada.

La política de desarrollo puede consistir en la elección de impuestos que reduzcan la demanda de bienes de consumo para financiar las inversiones públicas y dé lugar a la sustitución de consumos por inversiones fenómeno éste que constituye una de las posibles formas del ahorro forzoso .

Financiación con recursos del crédito

Los gastos públicos para el desarrollo pueden ser financiados con recursos del crédito y éstos pueden variar por sus modalidades y su colocación.

Si los gastos se efectúan en una situación de plena ocupación, la financiación por el crédito puede provocar un brote inflacionario en la medida en que su colocación se efectúe en bancos o en sectores con disponibilidades líquidas que suscriben la deuda pública en vez de mantener su liquidez.

El brote inflacionario puede poner en peligro la inversión estatal por el aumento de los costos y las distorsiones que provoca la inflación.

Igual problema ocasiona la financiación por deuda pública de los gastos en servicios básicos para la economía, siempre que ésta se halle en situación de plena ocupación.

En cambio, si la política de desarrollo se emprende en una etapa de depresión y desocupación, tanto la producción de bienes de inversión como la de servicios públicos financiados con recursos del crédito pueden lograr —a l mismo tiempo— la plena ocupación y el desarrollo. El brote inflacionario que puede ini ciarse a partir del momento en que se haya alcanzado la plena ocupación o antes, puede —d entro de ciertos límites— no obstaculizar el crecimiento económico y producir, cuando se trate de gastos de inv ersión, una nueva forma de ahorro forzoso. Sin embargo, es dudoso el impulso para el crecimiento económico si la inflación se agudiza, provocando especulación en lugar de inversiones productivas y generando perturbaciones en la distribución, todo lo cual torna problemático el desarrollo.

Financiación con emisión monetaria

Finalmente, los gastos para el desarrollo económico pueden ser financiados con emisión monetaria.Si se trata de inversiones en épocas de depresión y desocupación, la financiación por emisión monetaria

contribuirá a alcanzar la plena ocupación y el desarrollo. Lo mismo ocurre respecto de los servicios públicos fundamentales.

En una situación de plena ocupación, en cambio, los gastos para el desarrollo que se agreguen a los gastos públicos y privados ya existentes y que se financien con emisión de moneda, tendrán efectos inflacionarios. La inflación que se desate por esa causa será más o menos violenta, según la envergadura mayor o menor de la emisión monetaria y la existencia o no de correctivos de dicha emisión. De todos modos, es extremadamente difícil corregir eficazmente la inflación provocada por la financiación expansionista de los gastos para el de-sarrollo, si éstos tienen una dimensión importante. Y debemos, concluyendo, poner en claro el peligro de que la inflación provocada por las medidas de política presupuestaria en cuestión, neutralice o frustre el propósito del desarrollo económico.

7. NIVEL ÓPTIMO DE LOS GASTOS PÚBLICOS Se ha planteado, por algunos autores, la cuestión del "nivel óptimo de los gastos públicos", concepto que —e

n realidad— debería corregirse por "dimensión óptima del presupuesto estatal".El problema se vincula con el del crecimiento de los gastos públicos que ya hemos analizado y de las

relaciones del presupuesto estatal con la economía nacional en su conjunto13 y, en particular, con los efectos de los gastos y recursos (que se han analizado hasta aquí).

Se trata, en definitiva, de la búsqueda de la situación de equilibrio del sistema económico del sector público con el del sector privado.

El problema así planteado tiene una contestación negativa, en el sentido que no hay posibilidad lógica de hallar la dimensión óptima del sector público en relación con la del sector privado. El esquema ensayado por Musgrave14 consiste en un sistema de catorce ecuaciones como "modelo sencillo" del equilibrio general de la economía, englobando tanto al sector privado como al público y teniendo en cuenta para este último no sólo la producción de bienes y servicios públicos sino también los gastos y recursos para la redistribución de la renta, como asimismo los comprendidos en la política de estabilización.

Ya hemos formulado la crítica de este modelo, por cuanto considera una demanda individual de servicios estatales indivisibles que no existe y también porque la posible demanda individual de servicios divisibles descuida la existencia, al lado de las necesidades individuales que dan origen a esa demanda, de una necesidad pública concurrente pero no idéntica a aquéllas. Por estas razones, el modelo de Musgrave está fundado en supuestos no admisibles, no obstante los heroicos esfuerzos de su autor para hallar una uniformidad entre la determinación del equilibrio de la economía del mercado con la del presupuesto público.

Tampoco nos parece aceptable el planteamiento del problema cuantitativo del presupuesto efectuado por Fasiani y expuesto por Cosciani15 . Distingue Fasiani entre gastos para la producción de servicios divisibles e indivisibles. Los primeros, dice, son susceptibles de una demanda individual y, por tanto, su dimensión dependerá de la demanda total de dichos servicios.

Observamos, en primer término, que el autor citado omite la consideración de los gastos y recursos inherentes a las funciones redistributivas, de estabilización y de desarrollo de la economía presupuestaria.

Por otra parte, la magnitud de los servicios divisibles no depende sólo de las demandas individuales, puesto que ellos responden también a una necesidad pública paralela, que es la que motiva la producción pública del servicio y que puede originar un dimensionamiento diferente del que determinaría la demanda global de los usuarios.

Con respecto a los servicios indivisibles —n o susceptibles de una demanda individual— Fasiani distingue dos categorías. La primera comprende aquellos servicios cuya indivisibilidad depende del fenómeno de la consolidación de las necesidades. Esta consolidación consiste en el hecho que los individuos no advierten o no sienten las necesidades públicas, mientras los servicios estatales las satisfagan16 . A contrario sensu, dichas necesidades empiezan a ser sentidas individualmente no bien el servicio estatal sea deficiente. Por lo tanto, dichos servicios y los gastos pertinentes deberán ser prestados hasta el límite (inferior) en que una reducción, por pequeña que fuera, hace surgir la sensación individual de la necesidad.

Los demás servicios indivisibles son aquellos cuya indivisibilidad depende de la dimensión de la colectividad a la que están destinados y que se pueden considerar como marginales respecto de los anteriores. Las variaciones de los servicios que responden a necesidades consolidadas podrán ser compensadas por una variación, en el sentido opuesto, de los demás servicios indivisibles o bien por una variación de los impuestos. Una variación de los demás servicios no puede, en cambio, hacer variar la dimensión de los servicios correspondientes a necesidades consolidadas y sólo podrán hacer variar los impuestos. En tales casos, el límite de los gastos dependería de las reacciones de los contribuyentes.

Este esbozo de los límites de los gastos públicos es demasiado simplista y no supera la objeción de la imposible comparación de las utilidades y los sacrificios de los servicios indivisibles, ni la idea fundamental respecto a que el cotejo de las utilidades y los sacrificios debe hacerse con respecto al Estado y no con respecto a los ind ividuos.

CUANTIFICACIÓN DE LOS EFECTOSDE LOS GASTOS PÚBLICOS

Los efectos de la economía del sector público sobre la economía total de un país pueden ser cuantificados, o sea medidos, a través del uso de instrumentos conceptuales—que examinaremos someramente a continuación— elaborados por la doctrina económica y que son esencialmente los siguientes: el multiplicador, el principio de aceleración y la interacción de ambos y el principio de la amplificación.

1. EL MULTIPLICADOR

Concepto y antecedentes El multiplicador es el factor por el cual se multiplica el monto de un incremento neto de inversión (o, más en

general, de un gasto) dando como resultado un incremento de la Renta nacional y de la ocupación.

GASTOS PÚBLICOSCUANTIFICACIÓN DE LOS EFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS

Debemos a Keynes, sin perjuicio de algunos antecedentes doctrinales y, principalmente, el del multiplicador creado por Kahn1, mencionado y discutido por Keynes, el mérito de haber elaborado este valioso instrumento, que permite entender y valuar cuantitativamente el efecto del gasto público como factor de la reactivación económica, hasta alcanzar la meta de la plena ocupación y el nivel de Renta nacional correspondiente a ese nivel de ocupación.

Factores determinantes El multiplicador depende de la "propensión marginal a consumir", que es el incremento de la demanda de

bienes de consumo correspondiente a un incremento unitario de ingreso .Es cierto que el incremento del consumo por cada incremento unitario de ingreso es diferente para cada

grupo de consumidores, puesto que los sujetos que pertenecen a los grupos de menores ingresos destinarán todo o casi todo el incremento de ingresos para demandar bienes de consumo, mientras que los que pertenecen a categorías de altos ingresos destinarán sólo una pequeña proporción del incremento de ingreso para el consumo y la mayor parte restante para el ahorro. Sin embargo, es posible determinar el valor promedio ponderado de las propensiones marginales a consumir de un país. Este resultado será la propensión marginal a consumir de la población de un país en su conjunto2 .

Keynes sostiene que un incremento neto de la inversión tiene un efecto superior al monto de la misma o, mejor dicho, igual al monto de la inversión multiplicado por un factor K, igual a:

 Dicho factor se llama multiplicador y su valor real en la economía de un país depende, en primer término, de

la propensión marginal a consumir.Ahora bien, Keynes agrega que, siendo la propensión marginal a consumir más o menos constante, lo mismo

ocurrirá —presumiblemente— con el multiplicador. 

Sin embargo, el propio Keynes admite que la propensión marginal a consumir puede variar; especialmente a cada aumento de la Renta nacional baja la propensión marginal a consumir.

No es ello obstáculo para el funcionamiento del multiplicador, el que —e n tales hipótesis— no producirá todo el efecto que su magnitud significaría en teoría.

Utilización y alcances del multiplicador

Keynes reconoce que el proceso de incremento de la Renta nacional por efecto de una nueva inversión no es instantáneo, sino que se produce paulatinamente y por grados. Sin embargo, Sostargo, sostiene que la lógica del multiplicador no sufre alteración alguna si se prescinde de la duración del proceso.

El multiplicador de Keynes es, pues, atemporal o, dicho de otra manera, la teoría del multiplicador es estática, reflejando cómo de una determinada situación y por la variación de un factor se pasa a otra situación.

Debemos a otros autores, en particular a Machlup y a Hansen haber encarado el problema del multiplicador en su desarrollo temporal3.

El multiplicador ha sido elaborado y refinado por la teoría económica teniendo en vista—principalmente— la cuantificación del efecto del gasto público en una situación de depresión y desocupación, con el propósito, no ocultado, de elaborar no sólo un principio teórico acerca de las relaciones entre un nuevo gasto que se agrega a la demanda global y el ingreso nacional, sino un conocimiento de dichos efectos para emprender una acción concreta de "política fiscal" en situaciones dadas y con fines prácticos.

Es por ello que, al hablarse de multiplicador, la mente se orienta—casi diríamos por un reflejo condicionado— a la depresión económica y a la desocupación para salir de ellas y buscar la meta de la plena ocupación.

Sin embargo, un aumento del gasto total por un incremento del gasto del Estado produce, también en situaciones de prosperidad y plena ocupación, su efecto sobre el ingreso nacional nominal, pero por definición no puede producir mayor empleo, puesto que ya está pleno, ni, correlativamente, un aumento de la producción; esto es, un aumento del ingreso real, por falta de factores de la producción disponibles. El mayor gasto del Estado que se agrega al gasto total incrementará este último, o sea, la demanda total de bienes y servicios, mientras que la oferta total no podrá incrementarse a su vez, por haber pleno empleo de los factores. El resultado de este desajuste será el alza de los precios, o sea, un brote inflacionario.

Recordemos, también, que el Libro Blanco británico del año 19444, documento oficial sobre la política de posguerra para evitar la desocupación, no preconizaba una política presupuestaria con déficit.

En el terreno teórico, ha sido preocupación de Haavelmo5y de importantes críticos del mismo6demostrar que un presupuesto equilibrado tiene también un efecto multiplicador .

Las críticas señalan las condiciones que deben verificarse para que se produzca el efecto multiplicador del presupuesto equilibrado.

La conclusión a la que se puede llegar es que un presupuesto equilibrado puede producir efectos multiplicadores (y que el multiplicador puede tener valor = 1), siempre que se den las condiciones señaladas; en el caso que no se den, podrá haber un aumento de la ocupación y de la Renta nacional en una cantidad menor que el monto neto de lainversión7.

El efecto multiplicador puede lograrse también con un presupuesto equilibrado por un cambio no cuantitativo sino cualitativo, tanto en los gastos como en los recursos.

Finalmente, según Cosciani, se puede lograr un aumento de la demanda total sin alterar el Presupuesto cuantitativa ni cualitativamente, mediante incentivos a la inversión privada8 , tales como: exenciones o desgravaciones en el caso de nuevas inversiones o ampliación de las ya existentes, amortizaciones aceleradas, cambios en los métodos de valuación de las existencias. Sin embargo, se trata —e n todos los casos citados— de modificaciones cualitativas de los recursos, puesto que la merma del impuesto desgravado deberá —necesariamente— ser compensada con otros recursos.

El efecto multiplicador, en el análisis más sofisticado, indica no sólo el aumento de la ocupación y de la renta nacional, sino también el tiempo en que dicho aumento ha de producirse y las etapas periódicas en que se divide ese tiempo. Igualmente se tienen en cuenta los leakages (filtraciones) y los lags (rezagos o demoras) que neutralizan parcialmente el efecto u ocasionan un alargamiento de la duración del proceso, respectivamente.

2. EL PRINCIPIO DE ACELERACIÓN

Conceptos y antecedentes

Otro instrumento conceptual que contribuye al conocimiento de los efectos del gasto público sobre la economía consiste en el principio de aceleración.

Este principio es el resultado de importantes contribuciones doctrinales y estadísticas dentro de la teoría de las fluctuaciones cíclicas. Su origen es más antiguo que el del multiplicador y las discusiones e investigaciones a su respecto han motivado una literatura no menos amplia e importante que la referente al multiplicador.

El principio de aceleración consiste en el efecto que la mayor demanda de bienes de consumo origina para la demanda de bienes de inversión. En una formulación simple, la explicación del principio de aceleración es la siguiente: un incremento de la demanda de bienes de consumo provoca un mayor uso de los equipos, originando una mayor demanda de bienes instrumentales.

Por ejemplo, si en una situación de larga duración, la tasa de consumo permanece invariable y, al mismo tiempo, permanece constante la cantidad de bienes de capital, un aumento del 10% en la tasa de consumo puede suponerse que origine un aumento del 10% en la cantidad del equipo de capital. Si la amortización de los bienes de capital y su reemplazo abarca el 10% del total, ello significa que un aumento de la tasa de consumo del 10% hará duplicar la producción de bienes de capital: en otras palabras, un aumento del 10% en la producción de bienes de consumo puede producir un aumento del 100% en la producción de bienes de inversión9 .

Claro está que este efecto está condicionado por múltiples circunstancias, de las que podemos mencionar: la existencia de plena ocupación en las industrias de bienes de consumo o en la de bienes de inversión o en ambas; las expectativas de los empresarios y de los consumidores, la existencia o no de ganancias; las distintas etapas del ciclo, la carrera entre la producción de bienes de consumo y de bienes de capital, etcétera.

Tinbergen ha efectuado, por encargo de la ex Sociedad de las Naciones, una profunda investigación con el propósito de comprobar estadísticamente el principio de aceleración10 ; sus conclusiones han sido bastante negativas, en contraste con las comunes opiniones de la mayoría de los autores. Sin embargo, nos parece aceptable el punto de vista de Somers11 respecto a que no se puede pretender probar por medio de las estadísticas el funcionamiento del principio de aceleración, introduciendo en el análisis todos los supuestos contemplados en la teoría y admite que dichos supuestos pueden no coincidir con la realidad y que hay que conformarse con la teoría, según la cual "el principio de aceleración constituye un instrumento importante para el análisis de los efectos de los gastos públicos, examinando la interacción cualquier tiempo, cuando se conocen o pueden estimarse las numerosas condiciones involucradas. Proporciona un medio útil y conveniente para el estudio de los efectos que los gastos públicos pueden tener sobre la inversión privada"12 .

3. INTERACCIÓN DEL MULTIPLICADOR Y DEL ACELERADORLa doctrina económica y financiera ha elaborado —ulteriormente— el análisis de los efectos de los gastos

públicos, examinando la interacción del multiplicador con el principio de la aceleración.Si los gastos públicos tienen como efecto inmediato el incremento de la demanda de bienes de consumo en la

medida y en el tiempo que indica el multiplicador temporal, la expansión de dicha demanda provocará un aumento en la demanda de los bienes instrumentales en la medida y bajo los supuestos del principio de aceleración. A su vez, el incremento de las inversiones provocará un nuevo proceso de aumento en la demanda de los bienes de consumo con la aplicación del multiplicador y, por consiguiente, un nuevo incremento de la demanda de los bienes de inversión, según el principio de la aceleración y, así, sucesivamente13 .

El gasto público tendrá, pues, efectos acumulativos por la interacción del multiplicador y del acelerador, actuando sobre la demanda tanto de los bienes de consumo como de los bienes de inversión.

La utilización del gasto público para lograr el aumento de la ocupación y de la Renta nacional podrá —s i no hay factores que neutralicen o traben el funcionamiento del multiplicador y del acelerador— mantenerse en límites más reducidos de lo que sería necesario bajo el solo efecto del multiplicador.

El efecto acumulativo del multiplicador y del acelerador puede crear el peligro que los gastos públicos —alcanzada la plena ocupación— tengan efectos inflacionarios.

Existe también el peligro opuesto, o sea que una disminución imprevista del gasto público, produzca una fuerte recesión si la demanda global disminuye por el efecto acumulativo pero negativo del multiplicador y del principio de aceleración.

4. EFECTO AMPLIFICADOR Finalmente, se ha elaborado en la teoría económica el efecto amplificador, que consiste en la amplificación

de la demanda global a través de las variaciones en las existencias de materias primas o de productos terminados. Las variaciones en la demanda de bienes de consumo tienen como efecto, las variaciones en las existencias y éstas, a su vez, sobre la demanda de bienes de inversión, constituyendo así un fenómeno intermedio entre el multiplicador y el acelerador14 .

No obstante los instrumentos conceptuales elaborados por la teoría económica y las tentativas de su aplicación práctica en la medición de los efectos de las variaciones del gasto público, estamos aún lejos de alcanzar resultados concretos. Los instrumentos reseñados nos dan el camino a seguir para cuantificar dichos efectos y las discusiones doctrinales contribuyen al conocimiento de todas las circunstancias que deben tenerse en cuenta para llegar a la meta.

5. APÉNDICE ANALÍTICO DEL MULTIPLICADOR*

* Elaborado con la colaboración de la estadística Graciela María Inés Galetto.

Concepto Un aumento del gasto público que produzca un incremento en la demanda global trae como consecuencia

que se creen los presupuestos necesarios para lograr una mayor ocupación, la que crecerá hasta multiplicar la ocupación (o aumento de renta) inicial.

La primera formulación teórica del multiplicador se debe a Kahn15 .La teoría del mutiplicador se presenta como una característica propia del gasto público (política de obras

públicas, especialmente en períodos de crisis) aun que Keynes lo extiende a todo gasto que determine un incremento de consumos o de inversiones privadas o públicas16 .

Supuestos básicos del modelo

El análisis keynesiano—el análisis de la Renta nacional— trabaja con 5 variables endógenas, esto es, variables que determina el sistema mismo.

1. La Renta nacional.2. El empleo.3. El consumo.4. La inversión.5. El tipo de interés.Y con una variable exógena dada al sistema por la acción de las "aut oridades", a saber: la cantidad de

dinero .

1. La cantidad de dineroSe puede eliminar la variable 2 (empleo), basándose en la hipótesis, acaso admisible para el muy corto plazo,

de que está determinado —unívocamente— por la Renta nacional. El valor corriente de ésta es, por definición, igual al consumo corriente más la inversión corriente.

 Expresados los tres conceptos en unidades de salario.Teniendo en cuenta todas las relaciones implicadas se puede decir que el valor corriente de la Renta nacional

está "determinado" por tres funciones o curvas que Keynes ha definido con el título de "leyes psicológicas":a) la función de consumo Y = f (a, b, c),b) la función de inversión, y

c) la función de preferencia por la liquidez.Los tres grandes elementos simplificadores que han de concretar la visión keynesiana del proceso económico

y, en particular, la intención de probar la existencia de equilibrios con subempleo y —p or decirlo con una acentuación acaso excesiva— su convicción que el ahorro (o de otro modo, el tipo de int erés) representa el papel del malo de la comedia, que empobrece a las naciones17 .

Relación con las finanzas públicas

Caso 1

Hemos de suponer:1) Que en el mercado existen factores de producción desocupados o no ocupados plenamente; en primer

lugar el factor trabajo.2) Que el Estado gasta $a 1000 en obras públicas para atenuar el paro y que las financia sin contraer el

consumo privado global (como sería acudiendo a los depósitos bancarios con bonos a corto plazo). ¿Cuáles son las consecuencias de este gasto sobre la Renta nacional y el volumen de ocupación?

1. El Estado gasta $a 1000 en hacer una carretera y emplea trabajadores que hasta ese momento estaban parados y que ven aumentar su renta en $a 1000. O sea, se produce un primer aumento de $a 1000 en la Renta nacional.

2. Esos trabajadores (suponiendo una propensión marginal al consumo del 50%) gastan $a 500 en bienes de consumo.

3. Aumenta en $a 500 la demanda de bienes de consumo.4. Para satisfacer esa demanda, debe aumentar en $a 500 la producción de bienes de consumo.Los productores deben contratar nuevos obreros (hasta ahora parados) que percibirán esos $a 500.5. Estos obreros gastan $a 250 en bienes de consumo.6. Aumenta en $a 250 la demanda de bienes de consumo y, en consecuencia, debe aum entar en $a 250 la

producción o sea que el ciclo se repite."En cada una de las etapas de la producción el dinero percibido se distribuye como renta a los participantes

en la misma y representa una contribución al crecimiento de la renta". En este proceso consiste el fenómeno del "multiplicador"18 .

  Los problemas conexos con el multiplicador se pueden ver con mayor claridad teniendo en cuenta la

propensión al consumo.En el razonamiento seguido aquí se ha partido de la hipótesis que el Gasto Público provoca un aum ento del

gasto en bienes de consumo por parte de los nuevos ocupados.Pero sabemos que la renta obtenida se divide en dos partes: una, la más importante, se consume; la otra, se

ahorra.Esta segunda parte no se traduce en demanda de bienes de consumo y como suponemos que las inversiones

privadas no cambian, se debe considerar como "pérdida" a los fines de este razonamiento. Ésta es la razón de que la propensión al consumo sea importante en relación a la teoría del multiplicador por cuanto condiciona su de-sarrollo.

Por eso, el multiplicador ha sido definido como la relación entre las variaciones de la Renta nacional y de la inversión primaria (en nuestro caso, el Gasto Público).

Esta relación será tanto más alta cuanto mayor sea la propensión al consumo. La fórmula general que se ha dado a este principio es

  

Donde: s = Propensión marginal al ahorro; yc = Propensión marginal al consumo19 .El multiplicador de la inversión puede obtenerse a partir de la propensión marginal al consumo en la forma

que se ve a continuación.Partimos de la base que a todo aumento de la inversión corresponde un aumento de la renta, o sea:  

  

Este valor k es lo que se denomina multiplicador de la inversión.En una primera instancia podemos decir que:

  

Pero interesa ver qué relación existe entre el multiplicador de la inversión y la propensión marginal al consumo (PMC).

Suponemos que un cierto aumento de la renta procede de un aumento del consumo y de un aumento de la inversión, o sea:

  

   

 o bien, dividiendo numerador y denominador por ¿Y resulta

  

Con lo que se demuestra que el multiplicador de la inversión está en función del valor de la Propensión Marginal al Consumo20 .

    En el ejemplo descripto, que denominaremos Caso 1, la renta nacional genera da, suponiendo una PMC del

50% 1/2 es: 

1000+500+250+125... que es lo mismo que: 

1000+1/2+1000+1/4+1000+1/8+1000... que se puede escribir: 

Sacando factor común 1000.

  

Caso 2Si la PMC hubiera sido menor, por ejemplo, la renta generada sería:

 

 Caso 3

Supongamos ahora que la PMC fuera mayor que en el primer caso, por ejemplo, 3/4, la renta generada sería:

 caso, por las razones ya indicadas.

 Esos valores 2, 4/3, y 4 por los que multiplicamos la inversión o gasto inicial son los diferentes valores del

multiplicador. Teóricamente el multiplicador puede tomar valores de 1 . Sin embargo, no puede bajar a 1 porque la PMC nunca es cero y no puede llegar a infinito, si es válido el supuesto de Keynes respecto a que la PMC es siempre << 1.

Se considera que: 1/3<PMC<9/10 de donde 1,5<"Multiplicador"<10.

 Keynes estima que el valor efectivo del "Multiplicador" es aproximadamente tres con variaciones en las

diferentes fases del ciclo económico21.

Aspectos temporales

La teoría del multiplicador de Keynes hace abstracción —e n principio— de los retardos temporales. Es obvio, sin embargo, que al juzgar la aplicación práctica del multiplicador debe tenerse en cuenta el hecho del tiempo que transcurre entre los gastos sucesivos de la renta y los efectos resultantes.

Este período se refiere al tiempo necesario que debe transcurrir desde el momento en que la renta se distribuye (a los obreros) hasta que el productor se da cuenta de ello e intensifica el proceso productivo. Ese período puede verse acortado por previsiones rápidas de los empresarios y adquisiciones a crédito o puede verse alargado si hay existencias apreciables, dificultades de transporte u otros factores.

Este período de tiempo no se refiere al paso del dinero de una mano a otra.Para evitar equívocos entre estos dos aspectos Hansen ha distinguido el período de tiempo medio entre

gastos de consumo o período del multiplicador (período que separa el aumento de la demanda de bienes de consumo del aumento de la demanda de otros bienes de consumo imputable a la variación anterior), del período de tiempo medio conexo con la velocidad de la renta monetaria "período de velocidad de la renta" (período que transcurre desde el momento en que $a 1 se convierte en renta para uno hasta el momento en que llega a serlo para otro).

En el Caso 1 visto, por ejemplo, si el "período" entre los gastos es de 2 meses, con una PMC = 

y, por lo tanto, con un multiplicador de 2, la inyección inicial de $a 1000 de gasto incrementará la renta en $a 1000 en el momento del primer gasto por el Estado. Dos meses después se gastarán $a 500 en consumo y la renta se elevará en la cantidad correspondiente. Cuatro meses después de la inyección, se añadirán $a 250 y seis meses después se añadirán a la renta $a 125. En cada período (o etapa Ei) sucesivo, la renta se elevará menos y menos como resultado de este gasto inicial de $a 1000 y se aproximará al aumento total de la renta de $a 2000 o sea que tiene que transcurrir algún tiempo desde que ha comenzado el gasto público para que éste alcance su máxima

efectividad. Una vez que cesa el gasto público, el efecto de creación de renta disminuye gradualmente y termina por desaparecer por completo.

FiltracionesSe ha visto que el multiplicador encuentra una primera filtración o pérdida (leakage, eninglés) en la

propensión al ahorro y un retardo en su desenvolvimiento por el período en que se desarrolle.Pero éstos no son los únicos impedimentos o límites a su funcionamiento, ya que además cabe señalar:Consumos anteriores.1. Reembolso de deudas.2. Consumos anteriores.3. Aumento de la preferencia por la liquidez.4. Saldo pasivo de la balanza de pagos.5. Efectos inflacionarios.6. Disponibilidad de los factores de la producción.7. Influencia de los programas de obras públicas sobre la inversión privada.8. Los impuestos y el ahorro de las Sociedades Anónimas22 .Veremos cómo afectan estas filtraciones a la Renta nacional generada.Volvemos a considerar el Caso 1 en el que ahora suponemos una filtración constante del 10% en cada una de

las etapas.Caso 1

1000 + (500 - 100) + (200 - 40) + (80 - 16) + (32 - 6,4) donde el minuendo de cada término entre paréntesis es el consumo teórico determinado por la PMC y el sustraendo es la filtración a ese consumo.

1000 + 400 + 160 + 64 + 25,6 + ..... que puede expresarse como 

    

; sacando factor comúnSe puede llegar a determinar este aumento de renta directamente: si la PMC = 50% y la filtración = 10% la

PMC queda reducida a un 40%. Llamaremos a esta PMC reducida PMC'.Por lo tanto, aplicamos la fórmula ya vista y resulta:

Aumento de renta =

   

Caso 2Con una filtración del 30%:Por pasos sucesivos semejantes a los del caso anterior llegaremos a:

 Aplicando la fórmula, sería: