123132861 Holocausto Belledonne Habitacion 16 Anke de Vries PDF

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    Anke de Vries

    Belledonne,

    habitacin 16

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    NO vas a ir. Me oyes? T no vas! la seora Mons se arregl rabiosamente el delantal. Pero se trata de un funeral... Un funeral! grit ella con furia. Para otros, quiz, pero no

    para ti. Oh, no! Para ti, ella no est muerta. Y no lo estar nunca, aunque se est pudriendo a cincuenta metros bajo tierra.

    Oh... cllate! Aquellas palabras sonaron suavemente, pero con cierto tono

    amenazador. Robert dudaba. Llevaba ya un rato en la puerta del caf y

    ninguno de los dos se haba dado cuenta de su presencia. Y por qu tengo que callarme? la mujer estaba furiosa. Yo,

    tu propia mujer? El hombre se ri desdeosamente. T ni siquiera sabes lo que es una mujer. Robert se fij en el perfil de la mujer; una nariz que sobresala

    agudamente, al igual que su mentn. Las persianas estaban echadas, para ahuyentar el calor, pero, incluso en aquella semioscuridad, poda imaginarse su torvo ceo.

    T eres el nico que sabes eso, no? dijo ella, burlonamente. Demasiado bien sabes t lo que es una mujer. Tienes buena experiencia. No es cierto? Su voz se alter. Durante muchos aos me has puesto completamente en ridculo. Todo el mundo lo sabe en el pueblo. Primero con Florette, luego con esa Mireille...

    No empieces de nuevo con eso, por Dios... dijo l con hasto, Yo no hubiera empezado si no hubieras sacado t el tema. El hombre se encogi de hombros y se acod sobre el mostrador

    del bar. Se le notaba claramente molesto. Eso no significaba nada dijo l. El seor asegura que no significaba nada replic la mujer con

    una risa estridente. La seora Girauld era la nica que signific algo, no? Pero est muerta grit ella triunfalmente. Tu hermosa seora Girauld est muerta. Completamente muerta. Se ha ido.

    T

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    Como si aquello no fuera suficiente, agarr una botella de la estantera y la puso violentamente sobre el mostrador.

    Robert pens que deba hacer algo. Aquella mujer, probablemente, no iba a tardar en estampar la botella en la sudorosa cabezota del hombre.

    Nervioso, dio un paso hacia atrs, sin acordarse de los escalones de la entrada. Pis en falso, perdi el equilibrio y se cay.

    Hay alguien ah? La seora Mons se volvi de un brinco y mir hacia la puerta. Robert se incorpor y se sacudi el polvo de los pantalones. He tropezado murmur. No es usted el primero al que le pasa, ni probablemente ser el

    ltimo dijo el hombre, visiblemente relajado por aquella interrupcin.

    Siempre te estoy diciendo que deberas hacer algo con esos escalones desgastados dijo la mujer antes de desaparecer.

    El seor Mons tom a Robert por el brazo. Entre, muchacho, entre. Fuera hace mucho calor y no es sano. Robert cogi su bolsa de plstico y sigui al hombre adentro del

    caf. Quiere beber algo? pregunt el seor Mons. S, por favor. Una coca. Estoy muerto de sed. El seor Mons sac tambin otra para l y se sent a la mesa

    frente a Robert. De vacaciones? pregunt, secndose los labios con el dorso

    de la mano. Robert asinti y examin al hombre. Tena una cara peculiar.

    Ancha y llena, con unas pocas arrugas. Pelo ralo y hmedo, pegado a la cabeza. Su mirada era especialmente extraa, pens Robert. Una mirada infantil, amable e inocente. Pareca como si hubieran puesto los ojos en aquella cabeza por equivocacin.

    Se aloja por aqu cerca? No. Acabo de llegar y estoy buscando alojamiento. Es esto una

    pensin? sus ojos recorrieron la habitacin. Lo fue, pero ya no lo es. Podra encontrar alguna abajo, en el

    pueblo, aunque... estamos en plena temporada. Hay un hotel en la carretera principal, a la derecha.

    Robert no dijo nada y bebi un sorbo. De dnde es usted? De Holanda. De Holanda? No es francs? Habla usted... Mi madre es francesa. Ah, ya entiendo el seor Mons sonri burlonamente. Haba

    credo... Mire prosigui al ver la expresin de Robert. Cuando se

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    cay, usted no dijo nada. Hasta ahora, ningn francs ha dejado de jurar por todos los santos al caerse por esas escaleras.

    Puso la mano sobre el brazo de Robert, Desde luego, s su padre fuera francs hubiera sido distinto,

    pero su madre... bueno, es una mujer y las mujeres no suelen soltar palabrotas con tanta facilidad... aunque...

    Era evidente que el seor Mons pensaba en su mujer, porque dijo:

    Todo depende, por supuesto. As que usted es de Holanda prosigui. El doctor Perrin estuvo una vez all, en Amsterdam. Los tulipanes le parecieron bellsimos, pero encontr el caf repugnante. Al parecer le ponen ustedes una leche que sabe a jarabe.

    Robert sonri. No se llamaba este local antes Belledonne? Hizo la pregunta sin aparentar inters, pero la mano que

    descansaba sobre la pierna se crisp visiblemente. S, claro respondi el seor Mons, pero eso fue hace mucho

    tiempo. No creo que usted hubiera nacido. Robert respir profundamente. Lo haba encontrado! Casi una

    semana buscando pero ahora, por fin, lo haba encontrado. Por qu le cambiaron de nombre y le pusieron La Taberna? Por qu? No lo s. Probablemente habra alguna mujer detrs

    de ello. Ya sabe cmo son. Les gusta andar cambiando los nombres. Si se llaman Sofa, tienen que ser Mara y si se llaman Mara, un buen da contestan cuando las llaman Clara. Me figuro que algo de eso debi de pasar con Belledonne.

    Es un nombre muy bonito. Estoy de acuerdo. As se llama la montaa que hay al otro lado

    del valle el seor Mons sac un pauelo mugriento y se sec con l el sudor del cuello y de la frente.

    Ya se llamaba La Taberna cuando la compramos nosotros dijo. Al principio alquilbamos habitaciones, porque siempre haba sido una pensin. La vieja, la mujer sa, ya sabe..., est loca el seor Mons gir inquieto la mirada hacia la puerta, a travs de la cual llegaba un martilleo sordo.

    Pero cmo sabe usted que esto se haba llamado antes Belledonne? pregunt de pronto sorprendido.

    Robert haba estado esperando aquella pregunta, pero al escucharla se le hizo un nudo en el estmago.

    Tena., tena un to que estuvo aqu. Aquello son completamente normal. Un to? S. Se llamaba Robert Macy.

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    El seor Mons se sec de nuevo la frente y se sirvi del pauelo para ahuyentar las moscas que se haban posado en el borde de su vaso.

    No me dice nada. Robert Macy... repiti el nombre lentamente. Cundo estuvo aqu?

    Hace aos. Al final de la guerra. Eso debe de ser dijo el seor Mons, porque esto se empez a

    llamar La Taberna despus de la guerra. Le dio su to la direccin? Robert neg con la cabeza. El corazn le comenz a latir de

    pronto desacompasadamente. No, nunca lo he visto. Desapareci. Lo ltimo que supimos de l

    es que estuvo aqu. El seor Mons se removi en su silla, que cruji lastimeramente. Por eso ha venido usted? Porque su to estuvo en esta pensin

    hace unos treinta aos? Es bonito. Me gustara que alguien viniera aqu dentro de treinta aos preguntando por m..., aunque slo fuera para decir que Alban Mons haba vivido aqu. Nada ms...

    Los ojos del seor Mons se entristecieron como presintiendo que eso no iba a suceder.

    Pero al final de la guerra no vena nadie aqu dijo repentinamente. Lo saba?

    No. Absolutamente nadie. Lo compramos en el cuarenta y ocho a

    buen precio, porque iba fatal. Estaba lejos del pueblo y entonces no haba turistas como ahora. La gente tena que olvidarse primero de la guerra. El tipo al que se lo compramos lo haba tenido slo dos aos y ya estaba harto. Lo deba haber comprado muy barato, porque llevaba cerrado algn tiempo.

    Lanz una mirada temerosa hacia la puerta. A veces pienso que esto est maldito. La gente pasa de largo.

    Nunca ha ido bien. Por qu no? La vista es maravillosa. Fuera, s asinti el seor Mons, pero dentro es diferente. La

    vieja, ya sabe seal casi imperceptiblemente hacia la puerta. Esa vieja no quiere hacer ningn arreglo. Es muy tacaa. Siempre dice que lo que es bueno para nosotros lo es tambin para los dems. Pero la gente no se resigna a no poder lavarse y cosas as. As que dejamos de alquilar habitaciones. Adems, no le gustara tener una criada joven. No soportara que estuviera cerca de m se corrigi a s mismo, porque es una condenada celosa.

    Movi con resignacin la cabeza. Podra alquilarme una habitacin? pregunt Robert. No soy

    exigente. Incluso no me importara tener que dormir en el suelo.

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    El seor Mons le mir. Las cansadas arrugas de su cara se convirtieron en una sonrisa.

    Por lo que a m se refiere, no hay ningn inconveniente, muchacho. Si se tratara de una chica, hubiera sido imposible. Ir a ver qu puedo hacer por usted, pero no le prometo nada.

    Se incorpor trabajosamente, secndose el cuello y la frente con el pauelo y gimi:

    Dios mo, qu calor hace. Robert aguard impaciente. Las voces llegaban apagadas a travs

    de la puerta, pero dedujo por el tono que su pretensin haba originado una nueva disputa. Pase la vista por la habitacin. Habra estado tan desnuda y desarreglada treinta aos atrs? Desde luego no pareca que se hubiera hecho ningn arreglo desde entonces. Slo eran recientes los horribles manteles de plstico que cubran las mesas de madera.

    Se sobresalt cuando la puerta se abri de golpe y entr la seora Mons. Sus manos no cesaban de alisar el delantal azul; calzaba unas sandalias negras, por encima de las cuales se venan unas piernas desnudas.

    Por qu quiere alquilar una habitacin? formul la pregunta de forma brusca y recelosa.

    Pero si ya te lo he explicado dijo el seor Mons con voz cansina.

    No te pregunto a ti, sino a l un dedo airado seal en direccin a Robert.

    Estoy de vacaciones y... comenz Robert cautelosamente, pero ella le interrumpi:

    Para usted solo? S, seora. Pero maana recibir la visita de alguna amiga, no? su

    mentn sobresala ms que antes. No, seora, no tengo ninguna amiga. Vengo solo. Eso es lo que dicen todos replic ella con sorna. Amigos?

    Vendrn amigos? Tampoco tengo amigos. Pero, por Dios. No ves que viene solo? grit el seor Mons. Eso no quiere decir nada. Una vez que se instale aqu, lo dems

    vendr maana. Y puede que esto se llene de fumadores de hachs. El seor Mons se encogi de hombros con desesperacin. Hace un ao vio en la televisin una pelcula que trataba de

    muchachos que fumaban hachs le explic a Robert y ahora cree que todos los chicos van por ah llevando encima un kilo de droga.

    Yo no fumo hachs dijo Robert con calma, ni siquiera cigarrillos.

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    Ella le mir. Sus ojos le escudriaron, pero l mantuvo la mirada lo ms tranquilamente que pudo.

    Bien, puede quedarse decidi tras unos instantes. Mi marido le ensear su habitacin.

    ROBERT sigui al seor Mons escaleras arriba, lo que les llev su tiempo, ya que el seor Mons tena que pararse constantemente para respirar. Se llev una mano al corazn y dijo:

    Es demasiado trabajo para l. Su camisa verde claro estaba empapada de sudor. Todo daba

    impresin de abandono. El pasamanos de la escalera estaba desgastado, el papel amarillento de las paredes apareca despegado en varios sitios y las escaleras estaban desvencijadas y crujan a cada paso.

    Aguarde un momento suplic el seor Mons parndose frente a l. Ya no tengo veinte aos. Cerr los ojos mientras respiraba trabajosamente. No suelo subir aqu dijo un momento despus. Dormimos abajo. Ya puede ver por qu seal resignadamente el exceso de grasa que le rodeaba la cintura. No me pida que le sirva el desayuno en su habitacin porque eso me llevara derecho a la tumba.

    Su expresin cambi al pronunciar la palabra "tumba". Luego tengo que pedirle algo susurr a Robert. Con un gruido prosigui la subida. Seor Mons dijo Robert cuando llegaron por fin arriba.

    Podra darme la habitacin diecisis? Cmo? Qu ha dicho? Habitacin diecisis. Por qu? el seor Mons se volvi hacia l. Su mirada se torn

    recelosa. El diecisis es un nmero que me da suerte Robert improvis

    sobre la marcha. Cuando juego a la lotera, elijo siempre un nmero que termine en diecisis. Aqu hay cinco habitaciones contiguas, desde la diez a la dieciocho. Como todas estn vacas, pens...

    Le dar la catorce le interrumpi el seor Mons. Es igual de grande y la vista es la misma.

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    Abri la puerta. La habitacin estaba a oscuras, porque las contraventanas estaban cerradas; por el olor se deduca que no se haba ventilado en mucho tiempo. Deba de llevar cerrada varios meses.

    El seor Mons se dirigi a la ventana y despus de algunos forcejeos pudo abrirla. La habitacin se llen del calor asfixiante del exterior.

    Seguramente habr tormenta coment el seor Mons. Ser un alivio, porque llevamos catorce das as y no hay quien lo soporte. Cree usted que se las podr arreglar aqu?

    Robert mir a su alrededor. Haba una cama grande de madera y, a su lado, una mesilla de noche. Una mesa desvencijada y un lavabo adosado a la pared. Un enorme armario ropero de color marrn ocupaba la mayor parte de la pared de enfrente.

    Estupendo dijo Robert. Una cosa... Hay agua? Tiene usted un grifo al final del pasillo. Slo tiene que llenar el

    lavabo cuando quiera lavarse el seor Mons seal hacia el lavabo. Luego tire el agua al retrete. Lo encontrar en el pasillo.

    Cul es el precio de la habitacin? Tendr que hablar con la vieja. Yo no quiero meterme en eso,

    aunque tampoco tengo la oportunidad de hacerlo. Cunto tiempo piensa quedarse?

    Robert se encogi de hombros. No lo s exactamente. El seor Mons le mir amistosamente. Ver si puedo conseguirle un precio especial seal con el

    pulgar hacia el suelo, bajo el cual, y a pocos metros de ellos, se oa trajinar a la seora Mons.

    Robert se dirigi a la ventana y mir fuera. Desde all vea el ancho valle con las montaas al fondo, a travs de la bruma originada por el calor. Una de las montaas se llamaba Belledonne... Qu tranquilo era aquello! Una tranquilidad pesada, cercana, que casi le oprima.

    Oy toser al seor Mons detrs de l. Se volvi y vio a aquel hombre gordo, con la vista baja y algo confuso. Llevaba zapatillas. Unas zapatillas grandes y anchas. Claro que, probablemente, no alcanzara a anudarse los cordones de los zapatos. El seor Mons tosi de nuevo.

    Tengo que pedirle un favor. Al menos, yo le he ayudado a conseguir esta habitacin y no ha sido fcil seal de nuevo hacia el suelo con el pulgar. Me cost trabajo y por eso pens que... bueno, que usted podra...

    Por supuesto dijo Robert. Qu puedo hacer por usted? Asistir maana a un entierro.

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    Al de la seora Girauld? hizo la pregunta sin darse cuenta. As que usted la conoca? balbuce extraado el seor Mons. No, es que... escuch su nombre cuando llegu. S, claro. Cuando usted lleg estbamos hablando de eso y,

    adems del nombre, pudo or algo del comentario dijo con cierta acritud.

    La vieja no quiere que vaya al entierro. Tiene celos hasta de la muerta aadi.

    Y qu tengo que hacer? Mirar. Slo mirar y contarme exactamente todo lo que vea. Y

    tambin... La cara del seor Mons enrojeci. Rebusc en un bolsillo y sac

    un billete de diez francos. Quiero que compre una rosa con esto. Una, no lo olvide. No se

    notar entre tantas coronas y ramos de flores. Adems, una rosa no es tan cara... extendi el billete ante l, casi de manera suplicante. Robert se dio cuenta de que la mujer de Mons no saba nada de aquello.

    Tiene que escoger la ms bonita, eh? Lo har, verdad? su voz era implorante. Debe escoger la ms bonita de todas. Que no sea roja. A ella no le gustaban. Una vez me dijo que el rojo era el color de la sangre. Ha de ser amarilla, pero de un color amarillo claro, como el vestido que llevaba la ltima vez que la vi. Deje la rosa sobre la tumba cuando todo el mundo se haya ido. Cuando est usted solo. Luego diga... tiene usted que decir: "Esta es la rosa de Alban Mons. Le agradece sus visitas y nunca la olvidar..." Eso es todo.

    Su voz se quebr y murmur: Cree que lo recordar? Aquel era el encargo ms inesperado y extrao que Robert poda

    haberse imaginado. Si lo contaba alguna vez, no le creeran. Una rosa amarilla para la tumba de la seora Girauld...

    Contuvo la tentacin de rerse. El seor Mons estaba ruborizado y muy serio.

    Har eso por m? Encantado de hacerlo empez a decir con cautela. Pero no

    resultar extrao que un desconocido asista al entierro? Ni siquiera la conoca.

    Los ojos del gordo brillaron con astucia. No tiene por qu resultar extrao. En absoluto. Porque usted,

    amigo mo, estar en el cementerio por pura casualidad, buscando la tumba de su to Robert. Despus de todo, podra estar muerto, no? Usted tiene suficientes motivos para estar all, incluso si se celebra un entierro al mismo tiempo.

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    Robert asinti. El seor Mons era ms listo de lo que haba pensado.

    Puede quedarse con la vuelta dijo cuando Robert tom el billete, por las molestias que le ocasione. Pero no diga ni una sola palabra de esto a nadie. De lo contrario... el seor Mons le mir, pero al momento se encogi de hombros, como dndose cuenta de que una amenaza no servira de nada.

    No hablar con nadie de esto prometi Robert. Puede estar seguro.

    El seor Mons puso una mano sobre el hombro de Robert. Gracias, muchacho, gracias. Despus dio la vuelta y se dirigi cansinamente hacia la puerta. De verdad que sabe lo que tiene que decir? Tengo buena memoria. Y elegir la ms bonita, no? La ms bonita de todas. Se lo prometo. Cuando la puerta se cerr por fin, Robert fue a la ventana de

    nuevo y respir a fondo. Dios, cmo apestaba aquel hombre! Para l era un misterio

    cmo un hombre como aqul poda haber tenido una amiga. Una amiga que ahora estaba muerta y a la que l tena que llevar una rosa amarilla. Increble!

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    OBERT no pudo dormir. Las toscas sbanas de lino que le haba dado la seora Mons antes de subir se le pegaban al

    cuerpo. El ambiente de la habitacin era sofocante. Estaba mal ventilada. Retumbaban los truenos, pero no acababa de estallar la tormenta; de vez en cuando entraban destellos de relmpagos.

    Dio una vuelta ms en la cama y se puso boca arriba. Nizier. Ese era el nombre del pueblo. Le haba llevado una

    semana encontrarlo. No le haba dicho a nadie el motivo de su viaje, ni siquiera a sus

    padres. Haba estado pensando en ello durante casi un ao y haba tomado la decisin el mes anterior.

    Me voy de vacaciones a Francia haba dicho a sus padres, a corretear por all solo.

    No quieres venir con nosotros? Podras traerte un amigo, como el ao pasado.

    No. Esta vez quiero ir solo. Ya eres mayor le haba dicho su padre. Yo hice lo mismo

    cuando tena tu edad. No te olvides de llevar dinero suficiente y, si tienes algn problema, no tienes ms que mandar un telegrama.

    Sus padres eran fantsticos. Nunca estaban encima de l y, por lo general, le dejaban tomar sus propias decisiones aun cuando era hijo nico. Saba que a su madre le habra encantado que fuera con ellos a Escocia, pero le dejaron que decidiera.

    La razn por la que estaba en aquel ruinoso caf, que antes haba sido una pensin, se deba a una simple agenda. Una agenda de haca ms de treinta aos y que haba pertenecido a cierto Robert Macy.

    Le haba dicho al seor Mons que Robert Macy era to suyo, pero era mentira. No tena la menor idea de quin era aquel hombre.

    Robert se incorpor un poco y se puso la almohada bajo la nuca.

    R

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    SU ABUELO, el padre de su madre, haba muerto haca un ao. Estaba viudo desde haca mucho tiempo y viva en Pars. Despus de su muerte, Robert y su madre haban ido a recoger sus pertenencias al piso en que viva y le sorprendi lo ordenado que haba sido su abuelo, aun cuando haba vivido solo durante mucho tiempo.

    An recuerdo perfectamente cmo se enfadaba con las criadas descuidadas y desordenadas le haba dicho su madre. Antes de una semana las pona de patitas en la calle.

    Su abuelo era mdico. En la estantera y en los cajones encontraron muchas notas sobre sus pacientes, as como sus opiniones personales acerca del curso de las enfermedades. Todo ello ordenado alfabticamente.

    Robert encontr una caja con la letra M. Al abrirla, vio una agenda y una bala. Sorprendido, tom la bala. Era pequea y apenas pesaba nada. Luego oje la agenda y lo primero que ley fue: Estoy vivo, estoy vivo. Dios mo! Cmo puede ser verdad!

    Haba muy poco ms. Unas cuantas frases, algunas iniciales, un comentario y un nombre: Robert Macy. Estaba fechada en 1944.

    Volvi al archivo de su abuelo, pero no encontr ninguna mencin del apellido Macy. Se guard la agenda en el bolsillo y aquella noche, cuando fue a cenar con su madre al Barrio Latino, le pregunt:

    Te dice algo el nombre de Robert Macy? Estaba tan concentrada en el men que tuvo que repetirle la

    pregunta. Robert Macy? frunci el ceo y se qued pensativa. No. Nada. Por qu? Vi escrito ese nombre cuando estbamos recogiendo las cosas

    del abuelo. No es algn familiar nuestro? Al fin y al cabo yo tambin me llamo Robert.

    T te llamas as por mi hermano. Me figuro que sera uno de los innumerables pacientes de tu abuelo.

    El camarero lleg en aquel momento, su madre orden la cena y se olvidaron de Robert Macy.

    Pero, cuando regresaron al piso de su abuelo, Robert volvi a recordar el nombre. En la cama oje de nuevo la agenda. La escritura a mano no era clara, sobre todo al principio. La seora de B. es de absoluta confianza, descifr aquello con dificultad. Puedo confiar en ella. Luego vena una P y una L. Despus Eleonore, el nico nombre que estaba escrito con todas sus letras. Este nombre se repeta varias veces, a veces de forma sucesiva.

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    EN LOS MESES que siguieron no pudo apartar de su mente la agenda. Ejerca sobre l un poder de atraccin casi mgico. A menudo la sacaba y ojeaba sus pginas, aunque se la saba de memoria. Quin era Robert Macy? Vivira an? Le result bastante difcil averiguar dnde haba vivido aquel ao. En los Alpes franceses... En una de las pginas estaba escrito lo siguiente: He vuelto a salir de nuevo, por vez primera, esta noche. La luna iluminaba el valle y Belledonne pareca embrujada. Me he reunido con el seor M. Y un poco ms adelante: El seor M. me odia.

    Belledonne era el nombre de una montaa. Haba logrado averiguarlo. Pero quin era el seor M. que haba odiado a Robert Macy? Y por qu? No se daba ninguna explicacin en la agenda. Lo que ms le intrigaba era el final: Esta noche Pensin Belledonne. Habitacin diecisis. Eleonore.

    Aqu terminaba. Robert junt sus manos detrs de la cabeza. Haba comprado

    mapas de la regin de los Alpes franceses que incluan los ms pequeos villorrios y haba subrayado los lugares cuyo nombre empezaba con N, porque en la agenda haba varias referencias al pueblo N.

    Luego haba iniciado las pesquisas, buscando y haciendo preguntas en los pueblos cercanos a Belledonne y, al cabo de una semana, se encontraba all. En un caf que anteriormente haba sido la Pensin Belledonne. En l haba una habitacin diecisis... habitacin diecisis. Contigua a la suya. Qu haba sucedido all? Probablemente nada importante. Quin sabe! Quiz Robert Macy simplemente haba dormido all un par de noches. Su to... bueno, en cualquier caso, los dos tenan el mismo nombre y haba pensado tanto en Robert Macy que a veces tena la impresin de ser realmente sobrino suyo. Vivira an en aquella zona? Tena que empezar sus investigaciones al da siguiente y, si lograba dar con su direccin, le devolvera la agenda y averiguara qu significaba la bala.

    Se imagin cmo sera. Robert Macy abrira la puerta y le invitara a entrar. Naturalmente, sera un hombre de mediana edad. Con cara simptica y pelo gris. Releyendo las pginas de la agenda, recordara un sinfn de cosas.

    Quin es Eleonore? le preguntara. Eleonore? La persona que salv mi vida. Yo estaba herido. S,

    esa bala que tiene usted, la tena incrustada en mi cuerpo. Gracias a ella, estoy vivo...

    Luego, quiz, entrara Eleonore porque, despus de todo, no sera extrao que se hubiera casado con ella.

  • 15

    Estoy contento de haberle encontrado le dira. Me ha costado un ao. Mientras estuve buscndole he dicho que usted era to mo...

    Despus le invitaran a quedarse con ellos y lo celebraran con una botella de vino. Robert Macy le empezara a llamar "sobrino" y beberan juntos con Eleonore, el nico nombre que apareca escrito con todas las letras en la agenda. Eleonore era todava guapa. Su sonrisa era como la de Marjo, excitante y prometedora.

    Robert se incorpor de un brinco. Deba haberse quedado dormido y haba estado soando. Era cierto; haba soado con Eleonore. Eleonore, con la sonrisa de Marjo.

    Marjo... Marjo coqueteaba con todos los chicos y a l lo trataba exactamente igual que a los dems. A veces poda estar harto de ella y, al mismo tiempo, encontrarla irresistible. A menudo pensaba que no la quera, pero se desesperaba cuando la vea con otros chicos, pasndoles el brazo por los hombros y coqueteando con ellos con aquella sonrisa perturbadora en los labios.

    Robert se ech de nuevo. El ambiente de la habitacin era sofocante y hmedo. Por la maana tena que ir al entierro de la seora Girauld. Aquello no era lo mismo que ir a ver a Eleonore. Sonri. Sin duda, la seora Girauld deba haber sido rellenita. Rellenita con, un pelo bonito, algo as como una camarera de pelculas del Oeste. Estaba seguro de que al seor Mons le gustaban las mujeres as. Y tena que llevarle una rosa amarilla, sin que se enterara su mujer. Bostez. Pobre seor Mons. O pobre seora Mons. Ni siquiera saba a quin tena que compadecer...

    SE DESPEREZO atontado. Tena la boca seca. Las sbanas estaban pegajosas. No haba habido tormenta por la noche, lo que presagiaba otro da de bochorno. Robert se desliz fuera de la cama y se fue a llenar la jarra del lavabo al grifo del pasillo. Le dur un buen rato, porque el grifo echaba poca agua. De vuelta en su habitacin, se lav. Despus se frot la barbilla y decidi esperar otro da para afeitarse; an no necesitaba afeitarse con regularidad. Abajo, en el caf, las sillas y las mesas estaban arrimadas a un lado. La seora Mons llevaba un pauelo anudado a la cabeza y estaba fregando el suelo.

    En seguida le sirvo el desayuno dijo precipitadamente, sin mirarle. Haban acordado la noche anterior que le cobrara quince francos por la habitacin y el desayuno. Si quera alguna comida,

  • 16

    debera avisarlo con anticipacin y le costara ocho francos. Robert le ayud a colocar de nuevo las sillas y las mesas en su sitio.

    Se ha levantado ya su marido? Ha ido al pueblo por pan fue todo lo que le contest. Realizaba

    su trabajo con movimientos nerviosos. Reuni el polvo de la habitacin en un montn y luego lo recogi con una pala para basura.

    Ah est dijo de repente, sealando con la cabeza hacia afuera. Robert suspir con alivio y se dirigi hacia la puerta.

    EL SEOR Mons detuvo el Dos caballos y baj de l. Qu hay, muchacho! Las perspectivas para hoy son las mismas.

    Qu calor! Comparado con Nizier, aqu se est fresco. Aquello parece un horno... de su cabeza caan gruesas gotas de sudor y su camisa estaba completamente empapada.

    Gracias a Dios! mientras respiraba con dificultad dijo en voz baja a Robert: La floristera est en Mont Bleu.

    Alban...! lleg la voz estridente desde el interior. S, s, ya voy. Dnde est Mont Bleu? pregunt Robert. A unos dos kilmetros de aqu. Alban! se oy por segunda vez. Lo har, verdad? mir a Robert con inquietud, como si

    temiera que hubiera cambiado de idea durante la noche. Se lo he prometido. Robert sac las hogazas del coche. El seor Mons le dio unas

    palmadas en la espalda. Gracias, muchacho le dijo. Usted tiene buenos msculos. Yo

    tambin los tena. Debera haberme visto en la feria, cmo ganaba a todos en aquello de "Pruebe su fuerza". Todos me teman, muchacho. Con slo mirarme se asustaban...

    Oh! S? la seora Mons estaba en la puerta y lanz la pregunta con sorna, sonriendo De quin?

    Guarra! murmur el seor Mons Perra!

  • 17

    DESPUS del desayuno, Robert se dirigi hacia el pueblo paseando. Tena tiempo de sobra para ir a Mont Bleu a comprar la rosa.

    La vista era maravillosa. El ancho valle se estrechaba delante de l y, al fondo, se divisaba el Isre, resplandeciente. Debido al calor, las montaas aparecan difuminadas en la bruma.

    A medida que se acercaba al pueblo iba notando mayor actividad. La carretera era estrecha y muy expuesta al viento. Pronto vio la plaza del pueblo, con su iglesia. Probablemente el cementerio estara detrs.

    A un lado de la plaza estaba el ayuntamiento y, junto a l, la oficina de correos; al otro lado haba una tienda vieja y descuidada, con un rtulo que deca Supermercado escrito con letras grandes. A su derecha haba un bar llamado Chez Lucette. Una parra cubra la terraza, mantenindola sorprendentemente fresca. Decidi pararse ms tarde a tomar algo all. Un poco ms all haba un lugar al aire libre para jugar a los bolos. Aunque era muy temprano, ya haba algunos hombres jugando. Voces excitadas seguan a los golpes secos de las bolas metlicas.

    Como no haba tenido tiempo de preguntarle al seor Mons el camino de Mont Bleu, se acerc a una mujer que sala del supermercado.

    Siga recto esa cuesta y, al llegar a la calle principal, tome a la izquierda.

    Robert sigui la indicacin de la mujer y cruz la plaza. A su izquierda haba un muro que ocupaba todo el lateral de la plaza. Detrs probablemente habra una finca, quiz con un castillo o una vieja mansin.

    Lleg en seguida a la calle principal, por la que circulaban coches y camiones. Al cabo de un cuarto de hora lleg a Mont Bleu y encontr fcilmente la floristera. Una mujer bajita regaba tiestos con flores de todos los colores.

    Ya ve, seor. Nosotros bebemos mucha agua con este calor y ellas necesitan tambin agua le dijo con simpata. Hay que cuidarlas como si fueran nios y hablar con ellas un poco de vez en cuando. Ya s que suena raro, pero es verdad. Una planta necesita cario y atenciones, igual que una persona. Cmo hacerlo? Pues hablando con ellas. Mire sta...

    Seal una planta de hojas lustrosas. Se la he vendido a la seora Dumas. "Cmo tengo que

    cuidarla?", me pregunt ella. Y yo le dije: "Un poco de agua y una palabra cariosa de vez en cuando." Cree usted que me hizo caso? Ella es muy amable con la gente, pero a esta pobre planta no le dirigi ni una sola palabra. Y qu pas? Pues que la planta se puso mustia, como es lgico, y la seora Dumas vino muy nerviosa a

  • 18

    decirme que yo le haba vendido una mala planta. Aquello me indign, seor, y le dije: "Trigala, djemela un mes y ver lo que pasa".

    Llena de orgullo, hizo una pausa mirando a la planta. Y qu hice yo? Nada especial. Un poco de agua y unas palabras

    amistosas. Nada ms. Qu desea, seor? Ella le miraba, esperando. Robert se hallaba un poco

    avergonzado de ir a comprar slo una rosa, slo una, en aquella tienda llena de flores y plantas.

    La mujer se dio cuenta de su indecisin. El seor no se ha decidido an hizo un gesto de comprensin. Oh, s! Quiero una rosa amarilla dijo atropelladamente. Una? S. Bueno, s que es raro dijo pensativamente al tiempo que

    sacaba una rosa amarilla de un tiesto. Muy raro. Especialmente hoy... Yo dira que es una coincidencia. S seor, una coincidencia.

    Una coincidencia? S, no se me ocurre otra cosa. Conozco una persona que siempre

    compraba una rosa amarilla. Una rosa, siempre que vena aqu. A veces compraba tambin alguna planta o un ramo de flores, crisantemos o claveles. Pero nunca un ramo de rosas amarillas. Nunca. Siempre peda una sola. El diablo me lleve si no le digo la verdad. Dios mo, qu estoy diciendo, precisamente hoy!

    La mujer, que estaba frente a l, se santigu con presteza. La pobre mujer se muri ayer, sabe? La van a enterrar hoy por

    la maana, en Nizier; un poco lejos de aqu. Por eso me pareci una coincidencia que usted viniera hoy a comprar una rosa amarilla. No le parece? Se la envuelvo en seguida, seor.

    Podra ponerla en una bolsa de plstico? pregunt Robert. Ah, ya veo! la mujer ri comprendiendo. Es una sorpresa.

    No? No debe saberse que es una rosa la mujer ya se apartaba con paso indeciso. Al poco rato volvi con una bolsa de plstico.

    Yo tambin he sido joven dijo. Envolvi la rosa en celofn y la meti con cuidado en la bolsa. Aqu la tiene, seor. Espero que le guste a ella. Robert abon el importe y le dio las gracias por su amabilidad. Ella le mir con simpata mientras se alejaba. Dios mo! Y luego dicen que los jvenes de hoy no son

    romnticos hizo un gesto con la cabeza. Una rosa sola... Desde luego es una coincidencia.

    Se qued mirando unos instantes el tiesto lleno de fragantes rosas amarillas, se inclin, tom una y llen de agua un vaso largo y

  • 19

    estrecho. Cort un poco el tallo de la rosa con manos expertas, la introdujo en el vaso y la puso en la ventana.

    Bien dijo en voz baja. Una persona enciende una vela por su alma y otra pone una rosa amarilla en un vaso. Espero que ella lo pueda ver. Se asom al exterior y an pudo divisar al muchacho, que se alejaba con la bolsa de plstico blanco en la mano.

    CUANDO Robert volvi a Nizier, ya estaban tocando las campanas de la iglesia. Seguramente iba a comenzar la misa por la seora Girauld. Le sorprendi el nmero de gente que haba en la calle. Era un pueblo distinto de la aldehuela que pareca dormida una hora antes. La plaza estaba llena de gente vestida con discrecin y formando grupos; otros se apresuraban a entrar en la iglesia sin detenerse. El atad deba estar ya dentro. Robert acababa de ver un largo coche negro que se apartaba lentamente.

    Decidi encaminarse a la terraza de Chez Lucette y beber algo. All podra esperar hasta que terminara la misa.

    Dos hombres estaban sentados a una mesa. Debe de estar llena de gente dijo el ms alto, sealando hacia

    la iglesia. El prroco ha soado siempre con un corral lleno de ovejas.

    Bueno, creo que hoy ha conseguido lo que quera. Debe de estar a sus anchas el seor Grolot, que era quien haba hablado, estaba reclinado hacia atrs, con los pulgares enganchados en los tirantes. Tena una cara rojiza, en la que destacaban dos ojos brillantes.

    Mira, all va tambin la seora de Bfort coment el otro. No ha cambiado nada. Est igual que siempre, excepto el bastn, por supuesto.

    La seora de Bfort... Robert se estremeci. La seora de Bfort. Sera aquella seora de B?

    Sigui la mirada del hombre de la mesa y vio a una seora menuda, vestida de gris. Andaba lentamente, apoyndose en un bastn que mova hacia adelante con cuidado.

    Al parecer, tiene dolores a veces recalc el seor Grolot, pero no lo demuestra nunca. Es capaz de morderse la lengua antes de quejarse.

    Cuntos aos tendr?

  • 20

    Me figuro que cerca de noventa. Pero est estupendamente, te lo aseguro.

    Hablando de otra cosa, esto ha sido un golpe para el seor Girauld. Me han dicho que ha envejecido diez aos... Adems, fue todo tan rpido... coment el hombre alto.

    S. Su hija era todo para l. Todo. Estaba loco con ella. El seor Grolot se volvi hacia la puerta y grit: Eh, Lucette! Treme otro igual. Apareci una chica, de hecho ya mujer. Llevaba un vaso de vino

    blanco en una bandeja. Pareca vivaracha y espontnea. Sus movimientos eran giles y llenos de gracia.

    Grolot, se le va a hinchar el estmago con tanto vino ya por la maana brome ella.

    El seor Grolot se ri con ganas y se pas las manos por la tripa. Esto es lo que se llama la curva de la felicidad, jovencita. Lucette se ri y se volvi hacia Robert. Un par de ojos de color

    castao claro se fijaron en l. Quiere algo de beber? Una coca, por favor respondi un poco confuso y dej en el

    suelo la bolsa de plstico. Sus ojos la siguieron. El seor Grolot, que se haba dado cuenta,

    sonri y levant el vaso hacia l. S, muchacho, estoy de acuerdo con usted. Esa Lucette es algo

    fino. Lo mejor que tenemos en el pueblo. Robert sonri tmidamente. En seguida volvi Lucette y le puso

    la coca delante. De vacaciones? su voz era clida y se mostraba interesada. S. Va a estar mucho tiempo? An no lo s. Empezaban a orse cnticos procedentes de la iglesia y, durante

    unos momentos, dejaron todos de hablar y escucharon. Otra vez se oye claramente la voz del prroco dijo el seor

    Grolot. Lo que ms le gusta es orse a s mismo. Claro que echar el resto ante ese grupo de gente tan elegante que ha venido de Pars. Como pas en Pascua... sonri burlonamente. No paraba de hablar. Despus de la misa, le pregunt a la seora de Bfort: "Bien, seora, qu le ha parecido?" Y sabe lo que le contest?: "Padre, vine a or la palabra de Dios, pero usted no le ha dado ninguna oportunidad. Slo he odo la suya..."

    Los dos hombres se echaron a rer. Cmo sabe usted eso, Grolot? Estaba cerca de ella? le

    pregunt Lucette con irona.

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    Me lo cont Pierre. Ya sabes que yo slo voy en Navidad. De otra forma se convertira en rutina.

    Crees que su ex marido estar ah tambin? pregunt el alto, sealando hacia la iglesia.

    Te refieres al de la seora Girauld? S. No lo he visto. Es raro que todos en el pueblo la llamaran

    seora Girauld, incluso cuando estaba an casada con ese tipo de Pars. Nadie us nunca su nombre. Siempre fue y ha seguido siendo la seora Girauld.

    Voy a tomar otro vino dijo el alto. Todava podemos beber tranquilos, pero dentro de un rato estar esto lleno.

    ROBERT se levant media hora despus. Pag y se dirigi al cementerio. Su sorpresa iba en aumento. Cmo poda haber tenido semejante amiga un tipo como el seor Mons? Hasta de Pars haba venido gente al entierro. Se la haba imaginado como una mujer llena de curvas, con un nombre como Marie o Lilette y llevando un jersey pasado de moda en sus citas secretas con el seor Mons. Una Lilette Girauld rindose sin parar cuando el seor Mons la pellizcara. "T eres el nico hombre para m" le dira, ya que de un modo u otro aquel hombre gordo deba de haber despertado algn sentimiento en ella. Tena que ser as porque, de otra forma, ella nunca hubiera sido su amiga, ya que el seor Mons no poda haberle pagado nada. De eso estaba seguro.

    Lleg al cementerio casi sin darse cuenta. Era mayor de lo que esperaba. El deslumbrante sol se reflejaba en algunas de las tumbas de mrmol blanco. Le haca dao en los ojos. Algunas estaban bien cuidadas y otras aparecan decoradas con ostentosas flores artificiales colocadas alrededor de una fotografa del difunto. Alguna que otra estaba circundada de una verja metlica, como si alguien temiera que el difunto pudiera escaparse.

    Su mirada se detuvo en un panten de mrmol negro. Ocupaba un amplio espacio y pareca bien cuidado. Mrmol negro brillante. Girauld... el panten de la familia Girauld... macizo e impresionante.

    Sera enterrada all la seora Girauld? Nada indicaba que fuera a ser as. Quiz se trataba de otra familia con el mismo apellido. No

  • 22

    poda imaginarse que la amiga del seor Mons fuera enterrada en aquel panten de mrmol negro.

    El calor apretaba de firme. El sol caa a plomo, inmisericorde, y ni siquiera haba el consuelo de que corriera un poco de brisa. El camino que pisaba estaba seco y lleno de polvo. Robert decidi echar un vistazo, ya que no dispona de mucho tiempo. Las campanas de la iglesia empezaron a sonar otra vez. Debera comportarse de la forma ms natural e indiferente posible, como si fuese un visitante que estuviera all por casualidad aquella maana. Ante qu tumba debera situarse? No se le ocurri ninguna as de repente, por lo que decidi ir a sentarse en un banco un poco ms lejos. Ya oa el ruido de los pasos en la plaza. Pisadas y algunas toses. Se acerc rpidamente al banco y se sent. Desde all poda ver toda la comitiva que se acercaba. Sin darse cuenta, su mano asi con ms fuerza la bolsa de plstico blanco.

    Primero apareci el prroco, con la cabeza bien erguida, como haciendo ostentacin de que la muerte no le atemorizaba. Llevaba gafas con cristales de aumento, lo que haca que sus ojos parecieran mayores. A continuacin vena el atad, llevado por unos hombres vestidos de negro. Sobre el atad haba un sencillo pao negro. Robert vio que no haba flores ni coronas. Un anciano caminaba detrs del atad. Llevaba bastn y cojeaba ligeramente. Junto a l iba un hombre ms joven. Su hijo? Luego, una chica joven, de unos diecisis aos. Caminaba inclinada, mirando al suelo, y la expresin de su rostro era dura e impenetrable. No iba vestida de luto como los dems. Destacando entre los trajes oscuros de los otros, llevaba una falda y una blusa de cuadros y calzaba sandalias.

    Era una comitiva larga. Pisadas y ms pisadas, mientras los zapatos se ensuciaban de polvo debido a la tierra seca del camino.

    Se detendra el prroco en el panten de los Girauld? No. Pas de largo. Slo el anciano mir hacia l un momento.

    Iban a pasar junto al banco donde Robert estaba sentado. Qu debera hacer? Levantarse, desde luego. Uno siempre se pone en pie cuando pasa un difunto. Se levant con cierta torpeza y la blanca bolsa de plstico cay al suelo. Se asi al respaldo del banco e inclin la cabeza. Al pasar el atad a la altura de sus ojos, slo pudo ver el pao negro con su orla. La chica pis la bolsa de plstico. Era tarde para recogerla e intent echarla hacia atrs con el pie.

    Algo curioso estaba sucediendo. Los miembros de la comitiva estaban alterados, indudablemente. Se miraban unos a otros y algunas personas cuchicheaban entre s:

    Adonde vamos? alcanz a or. T entiendes algo? El prroco gir a la derecha. Aquella era una zona lisa del

    cementerio, cubierta de hierba, lo que hizo aumentar la

  • 23

    consternacin de las personas asistentes. Robert no poda acercarse a ellos, puesto que su presencia se habra interpretado como algo ms que una coincidencia. Deba esperar a que terminara el entierro.

    No tuvo que esperar mucho. Oy la voz profunda del prroco y, poco despus, la gente pas ante Robert de vuelta. En sus caras se reflejaba el asombro y pareca que se daban prisa por marcharse de all.

    La chica fue una de las ltimas personas en hacerlo. Su expresin no haba cambiado. Si acaso, estaba un poco ms plida. Pareca tan fuera de lugar como si se hubiera unido a la comitiva por casualidad. Al pasar a su lado, Robert se dio cuenta de que sus pies, slo con sandalias, estaban llenos de polvo.

    AL QUEDARSE solo, se levant. Se acerc rpidamente a la tumba. Tena que cumplir su promesa. El atad estaba an en el suelo, despojado del pao negro. Era un atad sencillo, de madera barata. A su lado haba un montn de tierra recin formado. La tumba ya estaba cavada y, probablemente, de un momento a otro, se presentaran los empleados del cementerio para proceder al enterramiento. Robert se sinti de repente afectado. All, ante l, yaca una mujer a quien no haba conocido y cuyo nombre de pila ignoraba. Una mujer a la que l vena a despedir en nombre de otro.

    Sac con cuidado la rosa y le quit el celofn. Esta rosa es de Alban Mons. Le da las gracias..., le da las gracias

    por todas sus visitas y no la olvidar nunca dijo en voz baja. Luego se inclin hacia adelante y deposit la rosa amarilla sobre el atad.

    Permaneci as un momento; luego se enderez. Iba a darse la vuelta para marcharse, cuando sus ojos tropezaron con una lpida de piedra gris que haba empezado a ladearse con los aos. La tierra recientemente sacada de la tumba de la seora Girauld estaba extendida sobre los matojos y la hierba silvestre.

    Se detuvo y descifr las letras con dificultad. Aqu yace Robert Macy ley.

  • 24

    3

    OBERT se las arregl para encontrar un sitio en el abarrotado caf de la plaza. Las conversaciones eran animadas y nerviosas.

    Que me aspen si entiendo algo de todo esto deca a gritos el seor Grolot. Un hombre, que tiene un panten familiar con sitio para una decena de personas, va y entierra a su propia hija en una tumba corriente al norte del cementerio. Para m no tiene sentido.

    Eso no es muy propio del seor Girauld. Lo conozco muy bien y s que su familia lo es todo para l. Cuando mataron a su hijo en la guerra, no repar en gastos para enterrarle en el panten familiar.

    Debe de haber sido idea de ella. Siempre me pareci muy especial la seorita Dreu, que haba dicho aquello, frunci la boca con desaprobacin.

    Especial, puede ser, pero siempre fue una lady dijo el seor Corneille.

    El seor Corneille llevaba un bigote gris, con el que siempre andaba jugueteando y, desde su viaje a Londres, diez aos atrs, le encantaba utilizar palabras inglesas.

    Una seora? Vamos! dijo con sorna la seorita Dreu. Siempre tena hombres mariposeando a su alrededor. No se ha fijado en la cantidad de hombres que haba en el entierro?

    Ah! Por eso no haca usted ms que mirar Lucette dej caer la frase a la ligera mientras colocaba unos vasos en la bandeja.

    T no estuviste all. Y sabes muy bien que yo no hara una cosa as dijo estirando hipcritamente su vestido para taparse las rodillas.

    No le hubiera hecho dao hacerlo dijo el seor Grolot, y eso que usted tiene bastante xito sin necesidad de echar miradas incitantes.. Ya vi cmo se la coma con los ojos el seor Mons el otro da.

    La seorita Dreu le ech una mirada muy ofendida. Ese Mons no tiene nada que hacer con esa mujer que tiene

    dijo alguien cerca de Robert, con sorna. De todas formas, no creo que le eche ninguna mirada a ese saco de huesos. Prefiere algo como sta, como Mireille...

    R

  • 25

    El gesto exagerado que hizo con las manos era bien indicativo de que la tal Mireille no era ciertamente un saco de huesos.

    Y qu les parece esa hija suya que ha venido? empez de nuevo la seorita Dreu. Yo creo que es un escndalo. Un escndalo. Iba vestida como una vagabunda. En el entierro de su propia madre!

    Ella apenas haba visto a su madre. Me dijeron que viva con su padre desde el divorcio.

    El viejo Girauld nunca acept ese divorcio coment alguien. Siempre le pareci mal.

    Su ex marido estaba en el entierro. Lo vio usted? Pareca muy afectado.

    Pues sera el nico salt de nuevo la seorita Dreu, porque su hija no ech ni una lgrima. Eso no es normal.

    Nadie llor intervino Lucette. Conozco a la hija y es una chica encantadora. No se puede juzgar a una persona por si llora o deja de llorar. Conozco gente que llora a mares por nada mir a la seorita Dreu.

    El seor Grolot hizo un gesto de aprobacin levantando el pulgar y sonri a Lucette.

    La muerte de su hija ha debido de ser la puntilla para el seor Girauld indic. Es la primera vez que le veo con bastn. El entierro, desde luego, no tiene ningn sentido para m. Por qu sola, en el otro lado del cementerio? mir interrogante a su alrededor.

    No lo puedo entender exclam de nuevo. A esos Girauld les sobra el dinero, y nunca en mi vida he visto

    una tumba tan miserable. Sin flores ni coronas; un atad de madera barata... Y, adems, fuera del panten familiar. Lucette! Srveme lo mismo!

    ROBERT se levant y pag. El calor, que haba ido hacindose ms sofocante, y las voces excitadas a su alrededor, le estaban mareando.

    Eh! Se olvida de esto le dijo alguien. Su bolsa. Recogi la bolsa de plstico y cruz lentamente la plaza. El sol

    caa a plomo y notaba sus efectos en la espalda. La seora Girauld... Quin era aquella mujer que yaca enterrada a un metro de Robert Macy?

  • 26

    As que su "to" estaba muerto. Para l fue un choque leer el nombre en aquella lpida desgastada. "Aqu yace Robert Macy, nacido en 1922 y muerto en 1944". A los veintids aos. De nuevo vino a su mente aquella frase de la agenda: "Estoy vivo, estoy vivo. Dios! Cmo puede ser verdad!..." Palabras de alguien que ya llevaba muerto muchos aos.

    Robert se detuvo un momento. La carretera, delante de l, se elevaba en cuesta. No le haba dicho a la seora Mons que ira a comer. Deba volver al pueblo?

    Estaba dudando en mitad de la carretera, un poco atontado por el calor. Se oa a lo lejos una motocicleta que se acercaba. No poda verla an pero, por el ruido que haca, era claro que el conductor la llevaba a demasiada velocidad, lo que era peligroso con tantas curvas y con aquella cuesta tan empinada.

    Se apart para dejar pasar la moto. Parte del firme haba sido reparado recientemente y an estaba cubierto de gravilla fina. El ruido estaba cada vez ms cerca. Tras la curva, apareci una figura aferrada al manillar. El casco amarillo brillaba con los rayos del sol.

    Cuidado! le grit Robert. Se dio cuenta en seguida de lo que iba a pasar. La moto iba demasiado veloz. Tom mal la curva, patin, cay a tierra y lanz al conductor a la cuneta.

    Suerte que lleva casco se dijo Robert al tiempo que corra hacia el motorista.

    Vio unos vaqueros desgarrados y una sandalia, antes de reconocer a la chica del entierro.

    Su brazo presentaba un feo rasponazo y estaba sangrando. Se quit el casco y lo tir con rabia. Robert trat de ayudarla a levantarse.

    Vyase! dijo ella con acritud. Vyase! trat de incorporarse, pero no pudo. Vyase! dijo de nuevo, furiosa.

    Trat de incorporarse otra vez, pero no pudo. Se tendi boca arriba y se puso a sollozar.

    No eran sollozos de alguien a quien le duele algo, sino un profundo clamor de impotencia que le sala de dentro. Era como si se quejara todo su cuerpo, y sonaba aterradoramente en la carretera desierta, bajo aquel sol abrasador.

    Robert se arrodill a su lado y le pas una mano por la espalda. No se mueva dijo amistosamente. Creo que tiene algo en el

    tobillo. Est sangrando le quit con cuidado la sandalia. Ella, sin parar de sollozar, ni siquiera le oa.

    Robert mir a su alrededor. La moto estaba an en mitad de la carretera. Se acerc a ella rpidamente y la arrastr hasta un lateral.

    Los sollozos cesaron tan repentinamente como haban comenzado. Su respiracin era ahora entrecortada, como la de un

  • 27

    nio asustado. Se pas una mano por la cara, que qued marcada con unas huellas negras. Robert se inclin de nuevo hacia ella.

    Djeme ayudarla. Vyase! dijo ella otra vez, pero ahora el tono agrio haba dado

    paso a otro casi pattico. Robert actu como si no la hubiera odo. Sin decir palabra la incorpor.

    Procure no cargar el peso en ese pie le dijo. No puedo contest ella, moviendo la cabeza. Me duele

    mucho. Robert la ayud, con cuidado, a sentarse. Voy a ver si funciona la moto. Despus de varios intentos pudo ponerla en marcha. Menos mal que funciona. La sentar detrs y la llevar al

    mdico. Ella se restreg de nuevo la cara. An no estar en su casa dijo. Cmo lo sabe? Porque est en la nuestra. Entonces la llevar all. No. El la mir y aguard una explicacin. No quiero ir a casa dijo con voz apenas perceptible. Tena

    inclinada la cabeza. Una pernera de su pantaln vaquero estaba remangada y el tobillo an sangraba alarmantemente.

    No puede ir por ah de esa forma. Ni siquiera puede mantenerse en pie. As que la llevar a la pensin en la que estoy alojado. Vamos, apyese en m.

    Ella sigui mansamente las instrucciones. Despus de sentarse en el silln de atrs, pregunt:

    Por qu estaba usted en el entierro? Yo estaba all por casualidad. Fui a visitar la tumba de otra

    persona. Ya! Se qued callada unos instantes. Ha olvidado su bolsa. Est all. No importa. Est vaca. Robert condujo lentamente hasta lo alto de la colina. Va bien? le pregunt, volvindose. Ella asinti y Robert not

    cmo se asa fuertemente a su camisa en las curvas. Cmo se llama? le pregunt cuando se acercaban a la

    pensin. Cristine. Cristine Trabut.

  • 28

    EL SEOR Mons los vio venir. Ah viene el muchacho dijo a su mujer. Viene en moto y trae

    a alguien detrs. Creo que es una chica. Qu te dije? Eh? Qu te dije? le grit ella, asomndose al

    exterior. Y nos deca que no tena amigas. Es como los dems. Puedes estar seguro de que lo voy a echar ahora mismo.

    La seora Mons se alis con furia el delantal y se plant en la puerta. Un perro guardin no hubiera parecido ms peligroso, pens Robert cuando la vio all. Par la moto frente a los escalones de la entrada.

    Ha habido un accidente dijo rpidamente, antes de que la seora Mons abriera la boca.

    Cuntos muertos? pregunt ella sarcsticamente. Robert mir nervioso a Cristine. Qu oportunidad para hablar

    de muertos! Ya le dije que no quera los con chicas, as que usted se va a

    marchar ahora mismo. Pero, seora, esta chica se ha cado de la moto. Vea su tobillo... La seora Mons se fij en la pierna de Cristine. No haba mejor

    prueba. Su expresin cambi al instante. Eso no tiene buen aspecto dijo con aspereza. Puede andar? Cristine neg con la cabeza. Venga conmigo ayud a bajar a la chica del asiento trasero y

    entr con ella en el caf. Robert apoy la moto contra la pared y las sigui adentro. La seora Mons se volvi al llegar a la puerta de la cocina.

    No necesito mirones le dijo. Me las puedo arreglar sola. Cerr la puerta en sus mismas narices. Robert mir asombrado al

    seor Mons, que haba observado toda la escena sin decir palabra. As es ella, muchacho coment resignadamente.

    Imprevisible. Usted, al menos, no tiene que cargar con ella, pero yo s. Por cierto. Quin es la chica?

    Slo entonces se dio cuenta de lo extrao que resultaba que ni el seor Mons ni su mujer hubieran reconocido a Cristine.

    Cristine Trabut. Cristine Trabut? el seor Mons le mir perplejo. Quiere

    decir..., la hija de la seora Girauld? Robert asinti. Pero, por Dios, qu est haciendo aqu? No debera estar en

    su casa con los Girauld? Despus del entierro, sali a dar una vuelta en moto explic

    Robert. Se cay en una curva, no lejos de aqu, y yo estaba cerca. Afortunadamente, no parece que tenga nada serio.

  • 29

    El seor Mons sac el pauelo y, con gesto cansado, se sec la frente y el cuello. Mir hacia la puerta cerrada de la cocina.

    Bueno!... Sea como sea, no se parece nada a su madre. Nunca haba visto a la chica, aunque haba odo que cuando estaba de vacaciones en el pueblo andaba siempre con esa moto. No me extraa que haya tenido un accidente. Cmo estuvo el entierro? Hizo lo que le ped?

    S. Robert se sinti repentinamente muy cansado. No le apeteca

    contarle ahora al seor Mons lo que haba visto y cmo haba ido todo. No ahora, desde luego. Aquella maana haban sucedido demasiadas cosas. El mismo entierro, aunque l no tena nada que ver con la familia Girauld, le haba afectado en cierto sentido. Luego, Robert Macy. Casi no haba tenido tiempo de hacerse a la idea de que estaba muerto, y todo por aquella chica, Cristine... y su desesperado estallido nervioso al borde de la carretera. Haba algo... Intentaba encontrar la palabra adecuada. Era algo as como si estuviera desamparada. S, eso era. Cristine daba la impresin de estar totalmente desamparada.

    El seor Mons deba de haberse dado cuenta de su estado de nimo, porque no le apremi. Slo le pregunt si haba comido.

    No, an no. La vieja est en la cocina. No la vamos a molestar ahora, pero

    cuando termine ya le conseguir algo.

    AQU dijo la seora Mons con tono maternal. Venga y sintese aqu acerc la silla y coloc la pierna de Cristine sobre ella. Ya ver cmo dentro de unos das anda normalmente.

    Se alis el delantal y se arregl un poco el pelo. Le voy a preparar algo de comer. Debe de estar hambrienta. Robert miraba con asombro creciente la actitud de la seora

    Mons con Cristine. Su comportamiento haba cambiado por completo.

    Su mujer es encantadora dijo Cristine cuando la seora Mons volvi a la cocina.

    S... s, por supuesto.

  • 30

    Cristine tena mejor aspecto. Se haba lavado la cara y le haban puesto yodo en el brazo. El tobillo lo llevaba sujeto con una venda un tanto aparatosa.

    Se ve que su mujer ha sido enfermera prosigui Cristine. Entiende mucho.

    S... s no sonaba muy convincente su voz. Es raro que no me la haya encontrado nunca, aunque no vengo

    mucho a Nizier. Y adems, este caf est un poco apartado. O es una pensin?

    Lo era antes, pero desde hace unos aos no alquilamos habitaciones.

    Yo le he visto a usted antes Cristine hablaba rpidamente, como queriendo evitar que se produjesen silencios. En casa de Mireille. Ella me hizo el vestido de primera comunin y usted estaba all cuando fui a encargarlo.

    No me acuerdo dijo en voz baja el seor Mons, mirando nervioso hacia la puerta de la cocina.

    De eso hace tiempo, desde luego, porque Mireille se fue a vivir a Voiron hace por lo menos cinco aos. Est casada con un panadero.

    S, s. Algo he odo dijo el seor Mons. Su cara estaba roja y su frente apareca perlada con gruesas gotas de sudor.

    No me extraa que se haya casado con un panadero coment la seora Mons, que vena de la cocina trayendo una bandeja con comida. Esa Mireille saba hacer muy bien los dulces y siempre haba algn idiota que se dejaba engatusar con ellos. Nadie que valiera la pena. Slo los tontos.

    Su voz era distinta cuando hablaba a Cristine. Robert se preguntaba si sabra que Cristine era hija de la seora Girauld. Probablemente, no, ya que, de otra forma, no se comportara con Cristine como lo estaba haciendo.

    Robert tampoco ha comido dej caer el seor Mons. La seora Mons le mir enfadada. No me lo haba avisado. Bien, puede comer, pero le costar

    ocho francos. Yo tambin le pagar dijo Cristine rpidamente. Usted, tranquila llen el plato de Cristine autoritariamente,

    como si fuera su madre. Coma esto, le sentar bien. Fue una comida extraa. Robert no poda entender ni a la seora

    Mons ni a Cristine. Ninguna de las dos haba mencionado el entierro. Le habra dicho Cristine quin era?

    Hablaban de cosas corrientes. La seora Mons se tir un buen cuarto de hora explicndole la forma de hacer mermelada. Cristine escuchaba atentamente, o al menos lo pareca.

  • 31

    Coma! deca la seora Mons de vez en cuando, y Cristine coma como una nia obediente.

    Mientras tanto, Robert dispona de tiempo suficiente para observarla, ya que los dems no le prestaban a l la menor atencin. No sabra decir si era guapa o interesante. Pens que ambas cosas, especialmente por la forma en que cambiaba la expresin de su cara. Tan pronto escuchaba atentamente, y su cara pareca una mscara, como preguntaba algo angustiada y daba la impresin de estar a punto de echarse a llorar.

    Su aspecto era el de un chico, aunque, indudablemente, la blusa tan grande que llevaba poda inducir a error. Sus manos eran pequeas y huesudas y no cesaba de desmigar trozos de pan. Adems, se morda las uas. Al darse cuenta de que Robert la estaba observando, entrelaz sus manos rpidamente, como si hubiera sido pillada en falta.

    Robert se estaba preguntando todo el tiempo qu fibra de la seora Mons habra tocado Cristine. l seor Mons estaba callado; slo se oa su ruidosa respiracin, una especie de resuello pesado y regular.

    Puedo quedarme un poco ms? pregunt Cristine a la seora Mons cuando termin de comer.

    Claro que s. Venga conmigo a la cocina. Levant a Cristine de la silla y, sostenindola, la sac de la

    habitacin.

    AUNQUE viviera cien aos no lo entendera dijo el seor Mons, sealando hacia la puerta, a travs de la cual llegaba el sonido apagado de una conversacin. Siempre ha sido un misterio para m, y lo seguir siendo.

    El ambiente se iba haciendo cada vez ms pesado. El calor era sofocante, igual que el da anterior. Robert se encontraba sudando e incmodo y soaba con una ducha fra.

    Ayud al seor Mons a atender a algunos turistas que queran algo fresco. Se vea claramente que aquel hombre gordo sufra con el calor. Su cara estaba empapada y roja y el sudor le corra copiosamente por el cuello. Robert procuraba mirarle lo menos posible, mientras la necesidad de una ducha fra se le haca cada vez ms imperiosa.

  • 32

    El seor Mons se derrumb pesadamente en una silla. Para m es un misterio, muchacho. Un completo misterio se

    bebi con avidez un vaso de cerveza fra y se limpi la espuma de los labios. Siempre se porta as cuando le pasa algo a alguien. Si uno se rompe un hueso o se da un golpe en la cabeza, ella se vuelca. As es como me caz hace aos... dijo con resignacin. Yo tena apendicitis. Nunca me hubiera imaginado que una cosa tan pequea pudiera doler tanto. Me operaron y quin cree usted que fue mi enfermera? Exactamente... seal con el pulgar hacia la puerta de la cocina.

    Me cuid con esmero y, desvivindose por m, lo hizo todo con el mismo tono que hace un momento, cuando estbamos en la mesa. Para no alargar la historia: me enamor de ella porque cre que sera siempre as. Cmo he maldecido aquella dichosa apendicitis, despus de casarme con ella! Lo que no puedo entender es por qu cambia de ese modo cuando uno est enfermo. Es como si estuviera harta de la gente sana. Al principio yo sola fingir, pero en seguida se dio cuenta del truco. Hay que estar realmente enfermo o que le pase algo a uno, como a esa chica, en el tobillo. Pero crame lo que le digo. Tan pronto como esa chica pueda andar normalmente y no necesite de sus cuidados, se acab. No me pida que se lo explique, porque no lo s. Eso ha sido un misterio para m durante treinta aos y bastante desgracia tengo de estar casado con ese misterio.

    El seor Mons se abanic con el pauelo. Tener un accidente de moto prosigui como ensimismado, y

    precisamente hoy, el da del entierro de su madre. No la hubiera reconocido porque, como ya le dije, no viene a menudo por aqu.

    Cmo era realmente su madre? La conoca usted bien? pregunt cautelosamente Robert.

    Que si la conoca bien? se le iluminaron sus ojos de nio. Era una de esas mujeres que no es fcil encontrar, muchacho. Su voz sonaba triste.

    Qu quiere usted decir? Lo comprendera en seguida si la hubiera conocido. Era una

    mujer muy especial y haba algo en ella, algo..., algo misterioso. Cada palabra suya tena un significado diferente, incluso las frases ms corrientes. Viva en Pars, pero vena a veces para estar con su padre, el seor Girauld. De vez en cuando se acercaba hasta aqu cuando estaba en el pueblo. La vea acercarse...

    La voz del seor Mons se quebr. Amigo mo, s lo que estar pensando: "Ese gordo Mons estaba

    chalado por ella". No, no era eso. Es ms, nunca me hubiera atrevido a poner un dedo sobre ella, porque era demasiado... demasiado...

  • 33

    Aunque lo intent, no encontr la palabra adecuada. Cuando ella lleg aqu prosigui, slo me miraba a m. Y de

    qu forma!... Un poeta podra explicar aquella mirada, pero un tipo como yo se hace un lo con las palabras, y usted podra sacar una impresin equivocada. Eso lo estropeara todo. Usted puede decir que una frase corriente, como "es agradable estar aqu ", no significa nada en especial. Yo tambin la considerara corriente viniendo de cualquier otra persona, pero no si la deca ella, porque le daba un tono especial, como si viniera de otro planeta. Le bastaba decir cosas como esas para tenerme encandilado. Yo le acercaba rpidamente una silla. Si el tiempo era bueno, se sentaba fuera, desde donde poda ver el Belledonne. Si haca fro, buscaba un sitio junto a la ventana, desde donde vea los montes nevados. Luego peda t... Yo sola escaparme hasta Grenoble y comprar para ella el mejor t. A veces le preparaba una mezcla de varios tipos de t, cosa que le encantaba. Nunca lo deca, pero yo lo saba. No hablaba casi nunca, pero aquellos silencios... bueno, aquellos silencios a m me decan mucho. Nunca se me ocurri criticarla como hacan en el pueblo. Figrese! Estaba divorciada y viajaba mucho. Era arqueloga y haba estado en Grecia y en Egipto y en todos esos sitios que se ven en la televisin. En el pueblo chismorreaban mucho acerca de todo eso, pero yo nunca hice caso. Crean que excavar era cosa de hombres y no de mujeres. Era envidia, muchacho, porque slo haba que mirarla para darse cuenta de que era una autntica mujer. Estoy seguro de que ella saba que yo nunca la criticaba. Por eso vena aqu. Estoy seguro de ello. A veces traa una rosa amarilla que dejaba sobre la mesa mientras tomaba el t.

    Su mirada infantil se perdi en la lejana. Una vez le pregunt por qu llevaba siempre una rosa amarilla y

    no una roja. Me cost trabajo hacerle aquella pregunta porque siempre estaba abstrada en sus pensamientos y no quera molestarla. Se necesitaba valor para preguntarle algo.

    No me gusta el rojo me contest, porque es el color de la sangre. A quin se le puede ocurrir algo as? Slo a ella. Pareca como si me hubiera hecho esta confidencia: "Alban, usted es la nica persona que sabe por qu no me gusta el rojo". Eso crea una especie de lazo, no cree? Yo nunca le he contado esto a nadie. Usted es la nica persona que lo sabe. Acaba usted de llegar y ni siquiera le conozco. De todas formas, ya no est viva...

    Robert haba escuchado atentamente aquellas deshilvanadas frases del seor Mons. As que la seora Girauld nunca haba sido su amiga! Slo una visitante ocasional, a la que encantaba recrearse con el paisaje.

  • 34

    Una vez sucedi algo que no olvidar nunca prosigui. La vieja estaba en Limiers, a treinta kilmetros de aqu, en casa de su hermana. Fue el pasado otoo y haba una niebla terrible.

    Ella surgi de repente entre la niebla. Era como si saliese de una nube gris. Con una rosa amarilla. No haba un alma por aqu. Se sent junto a la ventana, como de costumbre. Le traje su t y entonces me pregunt de pronto:

    Le importara que contemplase e! paisaje desde una de las habitaciones?

    Le dije que no iba a ver nada con la niebla. Ver a travs de la niebla me respondi. Puedo recordar lo que dijo, palabra por palabra. Cog las llaves y

    subimos las escaleras. Se detuvo frente a la habitacin nmero diecisis y pens que quera entrar en ella. Cuando logr abrir la ventana y las contraventanas, no se vea nada. Haba una niebla gris y espesa, que casi se poda palpar. Se par frente a la ventana abierta, sin sentarse.

    Le importara dejarme sola un rato? me pregunt. Le rogu que no estuviera demasiado tiempo, pues poda

    enfriarse. Sin embargo, tard una hora en bajar, completamente aterida de fro.

    Beba un vaso de vino conmigo, seor dijo. Slo si es por cuenta ma le respond. Aquello era arriesgado

    por mi parte y tem por un momento que rehusara. Pero se limit a sonrer, por lo que deduje que aceptaba. Fui a la bodega y sub la mejor botella que tena, un Chateauneuf du Pape del 49, que fue un ao excelente. No poda hacer menos, aunque me costara una semana de rias desagradables con mi vieja.

    As que abr la botella y llen los vasos. Le dije que debera volver cuando se fuera la niebla, pues con ella no se vea nada.

    Me dijo entonces que se marchaba de nuevo al da siguiente. Cuando se fue, sub al piso superior. Subir dos veces las escaleras

    es casi un paso hacia la tumba, pero lo hice por ella. Tambin por m, desde luego, porque la vieja preguntara qu haca aquella ventana abierta.

    La habitacin diecisis estaba vaca, por supuesto. No haba nada fuera de su sitio. Slo la rosa. La haba olvidado y estaba sobre la cama. Me la baj y la puse en la botella de la que habamos bebido juntos. Puede usted decir que ese es un gesto sentimental. Quiz s, pero cuando uno es viejo y gordo, no hay nada malo en ser un sentimental, especialmente si uno tiene una mujer como la ma. En fin, tuve que tirar la rosa cuando la vieja volvi a casa al da siguiente, ya que de otra forma me habra complicado la vida.

    El seor Mons hizo un gesto de impotencia.

  • 35

    Sabe usted que no la han enterrado en el panten familiar? Que no est en el panten familiar? No est con los Girauld? El seor Mons le mir horrorizado. Robert neg con la cabeza. Dnde, entonces? En una esquina del cementerio. Robert dudada. Debera decirle al seor Mons lo que haba

    visto? Que estaba enterrada junto a la tumba de Robert Macy? Antes de decidirse, se abri la puerta de la cocina. Alban, esta chica quiere irse a casa. Tienes que llevarla. Claro, claro el seor Mons ya se estaba incorporando. Ir con usted Robert se ofreci inmediatamente. La seora Mons acompa cariosamente a Cristine hasta el

    coche. Llevaba en la mano la sandalia que no le entraba en el pie a causa del vendaje que le haba colocado.

  • 36

    4

    A CASA de los Girauld estaba en las afueras de Nizier. Era una casa grande y triste de piedra gris, cubierta casi totalmente de

    hiedra. Un ancho camino con plataneros a ambos lados conduca hasta la parte posterior de la casa, en la que se vean varios coches estacionados. El freno del Dos caballos rechin cuando el seor Mons detuvo el coche frente a la puerta de entrada.

    La puerta se abri de inmediato. Sali una mujer mayor, vestida de luto riguroso, que al ver a Cristine exclam:

    Dnde has estado? Todos estaban preocupados por ti, especialmente tu abuelo. El pobre ya est bastante mal para que encima le hagas esto.

    Cristine se encogi de hombros con indiferencia y no contest. Ha tenido un accidente explic Robert. Un accidente! Encima eso! se lament la mujer. Cmo si el

    da no fuera ya suficientemente triste! En ese momento aparecieron dos hombres. Uno andaba por los

    cincuenta aos y el otro era mayor y se apoyaba en un bastn. Qu ha pasado, Cristine? Nada importante, pap. Me ca de la moto. Este chico estaba all

    y me llev a casa del seor Mons, donde su mujer me ha atendido. No ha pasado nada, no os preocupis.

    Conduces a excesiva velocidad interrumpi la mujer. Todo el pueblo lo comenta.

    Ya basta, Berthe dijo el hombre mayor. Pareca una orden. Me alegro que ests de vuelta le dijo a Cristine al pasar sta a su lado, apoyada en su padre y en Robert.

    Entre usted tambin, por favor invit con un gesto al seor Mons. Este, que no saba qu hacer, se haba quedado tmidamente junto al Dos caballos. Entr detrs del anciano y, torpemente, susurr unas palabras de psame.

    Estamos todos muy tristes dijo al seor Girauld Ha sido todo tan imprevisto! Su voz era cansada. Haba algunas personas en la habitacin a la que pasaron. Robert supuso que seran familiares o amigos. A Cristine la sentaron en una silla.

    L

  • 37

    Aparentemente impasible, miraba al frente contestando de mala gana a las preguntas que le dirigan.

    Dejadla tranquila dijo el anciano. Ha vuelto y eso es lo que importa. Cristine le dirigi una mirada agradecida.

    Robert observ a su alrededor. Estaban en una habitacin repleta de muebles franceses antiguos: un sof tapizado de terciopelo rojo oscuro, varias mesas de patas delgadas, alrededor de las que haba sillas de aspecto serio. Haba tambin una vitrina con algunos recipientes de porcelana y figuras.

    Algunos retratos de familia colgaban de las paredes, la mayora con marcos dorados ovalados. Uno de ellos destacaba sobre los dems. Era un retrato moderno de mujer. Los colores eran llamativos y vivos. Representaban una mujer en un jardn, protegida con una sombrilla a rayas, y llevaba un vestido azul. El sol brillaba entre los rboles y caa sobre la hierba. El lienzo era brillante en s, pero, al mismo tiempo, pareca contener un mensaje en los ojos de la mujer. Era como si aquellos ojos no percibieran la luz del sol, como si estuvieran en otra parte. En una mano sostena una rosa amarilla...

    Robert estaba tan ensimismado observando aquel cuadro, que no oy la pregunta del seor Girauld.

    Lo siento se disculp al darse cuenta de que al anciano le estaba hablando. Estaba mirando el retrato.

    Es mi hija. La han enterrado esta maana. S, lo s murmur Robert torpemente. Quiso aadir algo ms,

    pero no encontr las palabras adecuadas. Le preguntaba si quera algo de beber repiti el seor Girauld. S, por favor. Robert continu de pie y oy que le preguntaba lo mismo al

    seor Mons. Este pareca sentirse incmodo en aquel lugar y sudaba ms que nunca. Hablaba con voz ms fuerte de lo habitual para disimular su timidez y mantena una conversacin con el padre de Cristine.

    S, su mujer, la seora Girauld, vena a menudo hasta nuestra casa dijo en voz alta. Le gustaba mucho andar, verdad?. Yo siempre le deca que un paseo como aquel le sienta a uno bien. Ella deca que le encantaba andar y que resista varias horas. Le gustaba mucho la vista del Belledonne y vena para contemplar la montaa. En fin, eso ya pertenece al pasado. S, desde luego, yo conoca muy bien a su esposa, la seora Girauld.

    El seor Mons sac el pauelo y se sec con l el cuello y la cara. No sabe ese individuo que estaban divorciados? Robert oy

    que deca alguien en voz baja cerca de l. De pronto sinti pena por aquel hombre sudoroso, que resultaba grotesco entre aquellas

  • 38

    paredes llenas de cuadros. En su confusin, probablemente haba olvidado que el padre de Cristine estaba divorciado de su mujer.

    Afortunadamente, intervino el seor Girauld. Que si quiero algo de beber? resopl el seor Mons. S, por

    favor, seor. Es muy amable de su parte ofrecer algo en estas circunstancias. En un da bien triste para toda la familia. Qu digo! Para todo el pueblo, seor. A su hija la queran todos. S! Todos.

    El seor Mons estaba dispuesto a seguir con su perorata, pero el seor Girauld le interrumpi secamente, preguntndole qu quera que le sirviera.

    Algo con mucha agua, por favor, con mucha agua. Dios mo! Qu calor hace! Hace un calor para morirse. Oh!, lo siento, no quise decir eso. El seor Mons hizo un gesto torpe, tratando de disculparse.

    An no le he dado las gracias por ocuparse de mi nieta dijo el seor Girauld, cambiando de tema.

    No tiene importancia! el seor Mons hizo un gesto como rechazando el agradecimiento. Ninguna importancia.

    La mujer de luto entr con una bandeja llena de vasos. Mir desdeosamente al seor Mons, pero ste no se dio cuenta.

    Tambin le estoy agradecido a usted dijo el seor Girauld, volvindose hacia Robert. Est aqu de vacaciones?

    El seor Robert ha alquilado una habitacin en nuestra casa respondi el seor Mons antes de que Robert pudiera contestar.

    No ha estado su pensin cerrada durante algn tiempo? Alquilan habitaciones de nuevo?

    Slo al seor Robert el seor Mons puso una mano campechanamente en el brazo de Robert. Hemos hecho una excepcin con l. Un to suyo se aloj en nuestra pensin hace mucho tiempo. Dice que fue al final de la guerra. No es as, Robert? Cmo se llamaba su to?

    Robert Macy. Ah, s! Robert Macy. Su to... El seor Mons interrumpi su charla y mir con ojos asustados al

    seor Girauld. El anciano pareca haber perdido de repente el equilibrio. Extendi los brazos hacia adelante, como buscando apoyo. El bastn cay al suelo.

    Dios mo! grit la mujer de luto. Seor, seor!... corri hacia l y, ayudada por Robert, lo sentaron en una silla.

    Pasar, es slo un ligero mareo susurr el seor Girauld, cerrando los ojos. Respiraba con dificultad. Cristine permaneca sentada, como paralizada, plida como una muerta. Sbitamente, como movida por un resorte, se incorpor, corri hacia el anciano y se arrodill ante l. Desesperada, le abraz.

  • 39

    Abuelo, t no! T no! Un mdico! dijo la mujer. Traigan un mdico. Pronto!

    ROBERT se levant y encendi la luz. Un mosquito le estaba importunando. Su reloj marcaba las dos y media. Se sent en el borde de la cama, somnoliento y molesto. No debera haber bebido tanto. Qu mal se senta! Su cabeza estallaba y la habitacin le daba vueltas. El mosquito se pos en la sbana, a menos de un metro de l. Cogi una toalla e intent aplastar al condenado animal, pero sus movimientos fueron lentos y el mosquito se escap.

    Lentamente, se dej caer de espaldas en la cama y cerr los ojos. Los sucesos ocurridos aquel da se atropellaban en su mente y algunas frases le retumbaban en la cabeza. Frases a medias, y de nuevo un grito.

    Abuelo, t no! T no! Eso es lo que grit Cristine aquella tarde, el da anterior por la

    tarde. Salt del asiento y se abraz a su abuelo. T no! Haba observado la escena en silencio. El anciano derrumbado en

    la silla, respirando con dificultad, y Cristine, ante l, gritando. La mujer enlutada la apart con rudeza. Luego se enter de que era el ama de llaves.

    Deja de gritar, chica le dijo a Cristine. Eso es peor. Un mdico! dijo. Traigan un mdico! Seguro que es el

    corazn! Yo ir balbuci el seor Mons, asustado. En su precipitacin,

    tropez con una silla que rod por el suelo. Llevaron con cuidado al seor Girauld a otra habitacin. Robert y Cristine quedaron solos. Ella pareca muy acongojada y se morda ruidosamente las uas. Pocas veces se haba sentido tan molesto. Las voces apagadas que llegaban del pasillo, las pisadas presurosas y Cristine, frente a l, mordindose las uas...

    Deje eso le dijo sin pensarlo. No... no puedo Cristine apret los puos. No puedo evitarlo.

    Cree usted que se va a morir? Hizo la pregunta atropelladamente, mirndole. No, claro que no. Es el calor y la tensin del entierro.

  • 40

    Lo cree as? su expresin se relaj un poco. De verdad lo cree? No le haba pasado nunca. Mi abuelo nunca est enfermo.

    Este calor afecta a todo el mundo, incluso al seor Mons. Ya lo ha visto.

    Robert sigui intentando calmarla con palabras tranquilizadoras mientras las encontr. Luego sigui un silencio, durante el cual Cristine comenz de nuevo a morderse las uas y l buscaba desesperadamente decir algo para tranquilizarla.

    El seor Mons regres con el mdico, que se dirigi sin demora a la otra habitacin.

    Antes de marcharse, le dijo Cristine: Volver usted otra vez, verdad? Pareca de nuevo

    desamparada y le miraba indecisa. El asinti. Maana? De acuerdo. Desde la puerta Robert volvi la cabeza. Dios! Qu desgraciada

    pareca aquella chica, sentada en la silla en medio de la habitacin! Despus se marcharon juntos l y el seor Mons.

    ROBERT trat de cazar el mosquito que estaba martirizndole de nuevo. Esta vez no escapara. Dio un manotazo, pero el mosquito se escap, volando. Maldito insecto. El esfuerzo le revolvi el estmago. Por qu haba bebido tanto vino? Por qu estaba tan deprimido? Primero haba dado un largo paseo por las afueras de Nizier, pero aquel calor hmedo no haba hecho ms que dejarlo sediento y no haba logrado vencer su decaimiento. Fue andando hasta la plaza. La terraza estaba llena de gente que charlaba animadamente. Encontr un sitio en un rincn y se acerc Lucette con su sonrisa franca y su mirada directa. Sus caderas se balanceaban cuando andaba; tena unas piernas largas y bronceadas. El no era el nico en mirarlas.

    Pidi una jarra de vino que se bebi sin darse cuenta. A medida que pasaban las horas de la tarde se bebi otra. Una gran languidez fue apoderndose de l. El tiempo pareca haberse detenido, las luces bailaban a su alrededor y las palabras de las conversaciones se fueron convirtiendo en sonidos, altos y bajos. En medio de todo ello se mova Lucette con la bandeja llena de vasos relucientes. Se mova

  • 41

    sin cesar y le record a Marjo, Marjo que estaba lejos, en Holanda, con su hermoso busto.

    Se encuentra bien? le pregunt Lucette cuando, al fin, l se levant con dificultad. Quiso asentir con la cabeza, pero le dio miedo de que sta le rodara por el suelo, separada de su cuerpo. Tambin quiso decirle algo bonito. Le dijo algo? No poda acordarse. Recordaba vagamente que ella haba agitado su pelo y se haba echado a rer a carcajadas, que eran algo as como un fuerte aplauso que seguira resonando en sus odos mientras trataba de encontrar el camino de regreso a la pensin. El da haba sido largo y complicado. Camin arrastrando pesadamente los pies. Recordaba tambin los grillos. Unos grillos que resonaban en sus odos como si fueran sierras elctricas. Y el cielo, sobre l, que pareca un oscuro pozo sin fondo.

    FINALMENTE haba llegado a casa. Una luz brillaba an en la cocina. El seor Mons estaba sentado a la mesa.

    Cuidado con la vieja! le record al entrar. Le preparar un caf. Se levant al instante, dndose cuenta de la situacin.

    Robert se desplom en una silla y sigui nebulosamente los movimientos del seor Mons mientras ste llenaba la cafetera con agua. Sus movimientos eran tan distintos de los de Lucette que Robert, de pronto, se ech a rer de forma estpida.

    Usted est realmente mal. No puede tenerse sobre sus piernas le dijo el seor Mons. Al or la palabra "piernas" Robert se atragant, tosi y se limpi las lgrimas que le caan por las mejillas.

    Bueno, muchacho, el vino le sale por las orejas. Est un poco trompa. Vamos, bbase el caf.

    Le acerc un tazn y Robert se bebi de un trago aquella bebida caliente y oscura.

    El seor Mons le mir, moviendo la cabeza. Ya puede darle gracias al Seor de que no est aqu la vieja y le

    vea en tal estado. Le echara de aqu esta misma noche. Robert hizo un gesto despreocupado y golpe el borde del tazn. Cree usted... cree usted que seora de B. puede significar

    seora de Bfort? Pronunci la frase con dificultad, porque se le trababa la lengua

    como si tuviera la boca llena.

  • 42

    Es posible que sea as dijo sonriendo el seor Mons. Y seor M.? Es usted el seor M.? La cara del seor Mons se puso como una luna llena burlona. Es usted listo. Claro que soy el seor M. El seor Mons,

    comprende? S, s balbuci Robert. Y Eleonore? Quin es Eleonore? La cara de luna llena tuvo que acercarse a Robert para que ste se

    diera cuenta de la irona que rezumaba. Es la vieja, muchacho. La vieja. El seor Mons solt una carcajada. La vieja repiti Robert, aturdido. Esa vieja... Cree que puede subir las escaleras solo? pregunt el

    seor Mons. Yo no puedo subir otra vez. Bastante me he movido hoy.

    Se levant y tomando a Robert por un brazo le ayud a incorporarse.

    Seor Mons, muchas gracias farfull Robert. Ya tiene bastante por hoy dijo el seor Mons sonriendo

    burlonamente. Le tendran que haber visto sus padres... Encamin a Robert en direccin a la escalera y esper hasta que

    lo oy entrar dando traspis en su habitacin. Luego volvi a la cocina.

    ROBERT dio una vuelta en la cama. Se senta fatal. Fro y calor al mismo tiempo.

    Qu vacaciones! El ao pasado, por estas fechas, estaba en los lagos, navegando con un par de amigos.

    Lagos, agua. No, no quera pensar en agua ni en barcos. Los barcos se mueven, subiendo y bajando con las olas. Unas olas enormes que le suben a uno y luego le bajan hasta las profundidades.

    Sinti ganas de vomitar. Se levant, atragantndose. La habitacin se alargaba y la cama se mova hacia un lado.

    Dando arcadas, lleg finalmente al lavabo.

  • 43

    5

    A SEORA de Bfort estaba convencida de que iba a recibir la visita de la seora de Leclair y slo pensar en ello la exasperaba.

    Saba perfectamente el objeto de aquella visita: el entierro de Pauline Girauld...

    En realidad, la seora de Leclair la fastidiaba, pero no lo suficiente como para romper su amistad con ella. La seora de Leclair tena una memoria de elefante para los detalles ms nimios. An era capaz de describir con toda precisin el vestido que haba llevado en su boda Juliette de Bfort, haca ms de medio siglo. Segn ella, era de color crema, con cadas suaves y con pequeos detalles de cordoncillo en los bordes inferiores.

    Aunque se conocan desde haca ms de sesenta aos, no se llamaban entre s por el nombre de pila.

    Eran vecinas y sus chals estaban uno al lado del otro, a poca distancia de la casa de los Girauld.

    El de la seora de Leclair estaba bien conservado e incluso le haban cambiado el tejado el ao anterior, ya que era una mujer rica. Su marido le dej una fortuna que haba amasado fabricando servilletas y pauelos de papel.

    La seora de Bfort viva sobriamente. Pasaba los meses de verano en el arruinado chateau y los inviernos en Grenoble. Las persianas de la sala estaban cerradas a medias. Las gruesas paredes, de varios siglos de antigedad, resultaban muy apropiadas para resistir el terrible calor de aquellos das.

    La seora de Bfort oy que el reloj daba las tres. Poco despus escuch unas pisadas en la habitacin contigua y unos golpes suaves en la puerta.

    La seora de Leclair pregunta por usted dijo Marie, su ama de llaves.

    La seora de Bfort suspir. Querida seora escuch aquella voz que le era tan familiar.

    Cmo est usted? Muy bien, gracias. Y sus hijos?

    L

  • 44

    Estupendamente. La seora de Bfort siempre responda lo mismo, incluso cuando

    su hijo estuvo en el hospital con una pulmona, porque raramente contaba algo malo de su familia. Pensaba que eso no era incumbencia de los dems.

    La seora de Leclair se instal en una de las sillas que haba frente a su amiga. Sigui con el sombrero puesto. Dej sobre su bolso negro los guantes de ganchillo que haba llevado puestos durante el paseo.

    Bien! Qu piensa usted de esto? empez sin ms prembulo. Bueno, pues que hace un calor terrible respondi

    inocentemente la seora de Bfort. No me refera a eso. Qu piensa usted de Pauline Girauld? Desgraciadamente, est muerta. Pobre mujer! Por supuesto que est muerta. Eso lo sabemos todos. Le

    pregunto qu piensa de su entierro. La seora de Bfort permaneci callada. Ya no poda seguir

    eludiendo el tema. De todas formas, saba que esto iba a suceder. La seora de Leclair no fue capaz de refrenar ms tiempo su indignacin.

    Increble! Completamente increble! exclam. Al parecer lo haba dispuesto as, hace aos, ante notario. En su testamento. Que la enterrasen en ese sitio, el ms feo del cementerio... Me pareci muy dolorosa la expresin de su padre. Para l es un insulto, se lo digo yo. Todo el mundo sabe que Paulina era, por lo menos, peculiar. Pero organizar un espectculo como ste, despus de muerta, es el colmo. El colmo! Que no la enterraran en el panten familiar... Se acuerda cmo se movi el seor Girauld para traer a su hijo a Nizier, cuando lo mataron? Los Girauld permanecen unidos, deca siempre. Y ahora esto...!

    La seora de Leclair levant las manos hacia el techo. El seor Girauld nunca superar esto, se lo digo yo. Qu

    persona tan rara, esa Pauline! Ya s que no se debe juzgar a los dems, pero era una persona extraa. Incluso cuando era nia. Una chica solitaria y reservada, a quien su padre adoraba. Siempre estuvieron muy unidos. An la veo cuando sala a caballo y pasaba trotando frente a l. O cuando iba a cazar... entonces Paulina sola llevar...

    Segua otra descripcin detallada. La seora de Bfort contuvo un bostezo y dej de prestarle atencin. Realmente es insoportable, pens llena de hasto.

    S, Pauline siempre volva con algo prosigui la seora Leclair, al tiempo que abra el bolso y sacaba un pauelo diminuto con el que se limpi la comisura de los labios.

  • 45

    Pauline siempre volva con algo repiti, cosa que nunca hizo el seor Girauld. El pobre hombre no era capaz de matar nada. Ni siquiera un gorrin. Eso lo saba todo el mundo. Pero ella mataba impecablemente liebres y conejos e incluso jabales, segn me han dicho. De un solo tiro! S, su padre la adoraba. El cierre del bolso volvi a orse.

    En fin, seora de Bfort, probablemente usted ya saba todo esto. Ella sola venir aqu a menudo, no?

    La seora de Bfort asinti. Especialmente durante la guerra, cuando el seor Girauld

    estaba en la resistencia. Si no me falla la memoria, en aquella poca usted lo vea muy a menudo prosigui la seora de Leclair, incansable. Es un hombre muy valiente y noble. Por algo le condecoraron despus de la guerra! Pauline no estuvo presente en la ceremonia; creo que por entonces estaba en Suiza. Cuando la vi, mucho ms tarde, estaba desconocida. Para m y para todo el mundo. Luego se cas con Trabut, pero despus se divorci de l. Y durante todo ese tiempo preocupada con este entierro. No tena tiempo ni siquiera para ocuparse de su propia hija. La ha visto usted? Creo que no se parece ni a su madre ni a su padre. No le encuentro ningn parecido. No cree usted que puede ser...?

    La seora de Bfort rechaz impacientemente la insinuacin. De cualquier forma, es una chica curiosa sentenci la seora

    de Leclair. Distinta a su madre, pero tambin extraa. Una chica sin rumbo fijo, sin races. Vive con su padre en Pars, pero l est siempre viajando. As que est sola mucho tiempo. Y qu pueden hacer las chicas de esa edad, si las dejan solas? Nada bueno. No quiero ni pensarlo.

    Yo en su lugar no lo hara le dijo framente la seora de Bfort. Pero el seor Girauld est encariado con su nieta. La va a

    estropear. Hace cualquier cosa por ella. Por ejemplo, esa moto, o como quiera que se llame eso. La chica es una amenaza pblica.

    En aquel momento se oy un golpe suave en la puerta y se asom el ama de llaves.

    Qu pasa, Marie? Una persona